Hoy solo les dejo un par de puntos a considerar antes de que lean:
1. Lean hasta el final, no se van a arrepentir.
2. Es porno por el mero gusto de pornosear al YooSu xD
Las leo abajo~
ONE
NIGHT ROMANCE
~*~
Cuando
el hombre bajó del auto y entregó las llaves al valet parking, procuró ajustar
la chaqueta oscura y la boina moderna sobre su cabeza. Sus anteojos negros
parecían estar de más en aquella noche, pero poco importaba, y además acentuaba
su atractiva presencia. Entró en el edificio sin mirar a ningún lado, al llegar
al lobby revisó la hora en su reloj de muñeca y luego tomó el camino hacia el
restaurante de lujo en su interior. Dio su nombre a la linda señorita que le
acompañó hasta su mesa. La chica le lanzó esas tímidas miradas que el hombre
bien conoce, si él quisiera tendría su número de teléfono y una cita sin
esfuerzo alguno. Pero hoy no estaba aquí para coquetear con mujeres, su
compañero no tardaría en llegar.
Y
honestamente, había una sensación a peligro que le tenía excitado y con la
adrenalina circulando por sus venas. Pidió una botella del mejor whiskey
disponible en la cava del restaurante y esperó pacientemente. Cinco minutos
después su verdadera cita llegaba. El apuesto joven que sonreía amable a la
misma señorita que le acompañara antes. La mujer suspiró con aire soñador,
encandilada por la presencia de tan apuestos hombres. Solos, sin novia,
reunidos quizá por motivos de trabajo.
Más
lejos no podía estar el pensamiento de la mujer, puesto que los hombres estaban
ahí en una cita romántica. Más que eso, en un romance de una noche. Una aventura.
― Junsu.
El nombrado es un chico de veintitantos, cabellos teñidos
de rojo y unos bonitos ojos color chocolate en forma de gota, nariz ligeramente
redondeada y mejillas rosadas. Y su boca, ah, perfectos labios aterciopelados
cubiertos de un tenue brillo labial, que seguro está ahí para evitar la
resequedad que el invierno entrante pudiera provocarle.
― Yoochun.
El primer hombre en haber llegado. De cabellos azabaches
y coquetos ojos negros, nariz adecuada y una boca en forma de corazón con
deliciosos labios bien proporcionados, y una varonil manzana de adán que
parecía decorar perfectamente su aspecto casanova.
Los hombres se saludaron con una sonrisa, y una mirada
que transparentaba un deseo lascivo cual fuego en sus pupilas. Cuando les
llevaron la carta, las miradas coquetas no pararon, por el contrario, parecían
ir en aumento. Y en el momento en que el pelirrojo tomó la copa de vino tinto
que acababan de pedir, la forma en que pegó los labios al borde de cristal y
dirigió simultáneamente una mirada abrasadora a su compañero, el azabache pudo
sentir un latigazo en la entrepierna que le obligó a respirar profundo y luchar
contra la oleada de excitación que amenazaba con apoderarse de su cuerpo.
Esta era la primera vez que sentía tal excitación
ante un hombre que no era su esposo. Y es que sí, está ahí, reunido en la
clandestinidad con alguien a quien conoció por azares en una reunión de negocios.
― Tu teléfono acaba de vibrar. ― El pelirrojo murmuró con
voz suave. Auténtico terciopelo deslizándose fuera de sus labios. Sus ojos
moviéndose con sigilo, casi con actitud zorruna, seductor y bien calculado.
El azabache desvió la mirada al aparato que había dejado
al costado de la mesa, aclaró la garganta y atendió con la intención de
apagarlo. Por un instante sus ojos dudaron y tras leer algo en la pantalla, no
tuvo el valor de dejarlo sin vida esa noche.
El pelirrojo guardó silencio, ignorando deliberadamente
el ligero titubeo de su compañero. Durante el resto de la cena en más de un par
de ocasiones el discurso y flirteo de los apuestos hombres fue interrumpido por
el vibrar del móvil del azabache. Al final, mientras bebían la última copa de
vino, el pelirrojo finalmente habló.
― Sé que dije que no me importa que sea solo una noche,
per ¿no puedes ignorar los mensajes de tu esposo?
― No puedo. ― Admitió sin prisas.
Y la fina ceja del pelirrojo se elevó con cierto
disgusto.
― Te tiene controlado, eh. Quizá mentir no es lo tuyo.
― No mentí. Exactamente. Amo a mi esposo.
― Claro. ― Sonrió con ironía. ― Por eso estás aquí
conmigo, Yoochun.
― Es, complicado. ― Dijo con voz ronca. Mirando de
soslayo ese nuevo mensaje brillando en su pantalla por un segundo.
― ¿Quieres continuar con esto? ― El pelirrojo preguntó,
en tanto dejaba la copa vacía sobre la mesa y se levantaba con gesto seductor. ―
Voy arriba, ¿vas a venir, Yoochun?
La sensual invitación no podía ser rechazada. Había algo
en este chico que ponía loco al azabache. Así que le siguió hasta el ascensor,
y cuando se percataron de ser los únicos a bordo, juguetearon unos instantes,
el azabache acorraló al pelirrojo contra uno de los muros metálicos,
acercándose lo suficiente como para poder besarle. Aunque no lo hizo, no quiere
dar un espectáculo más llamativo a quien sea que mire en las cámaras de
seguridad. El pelirrojo ríe quedito, ancla su chocolatosa mirada a la negruzca,
se relame los labios, le guiña el ojo y acaricia sinuosamente el pecho de su
amante.
Y cuando llegan al piso correspondiente, caminan por el
pasillo lanzándose esas mismas miradas. La llave electrónica es usada casi con
prisas por el azabache, tras habérsela quitado a un travieso pelirrojo que
parecía dispuesto a provocarle hasta sentirse satisfecho. Algo que el azabache
no pensaba tolerar, no cuando ya sentía la urgencia de, al menos, devorarle los
labios con prisa.
Y lo hizo, ni bien cerró la puerta tras de sí, atrajo al
pelirrojo por la nuca y la cintura, se adueñó de los labios ajenos con hambre,
con pasión; en tanto simultáneamente buscaba mayor contacto entre sus cuerpos.
El pelirrojo jadeó entre besos, sintiendo la misma
ansiedad que su compañero por deshacer la barrera de la ropa. Sus dedos, algo
tímidos pero muy seguros, y contrastantes con esa sensualidad tan natural que
estaba desbordando apenas hace un minuto.
― ¿Desesperado, Yoochun? ¿Tu esposo no te satisface?
― No hables de él, Junsu. Concéntrate aquí y ahora.
El pelirrojo asintió en acuerdo. Y ambos omitieron
cualquier palabra relacionada con la clandestinidad de ese encuentro.
Decidieron entregarse a esa sensación de adrenalina y a la pasión del momento.
De esa manera, cuando el azabache descubrió el níveo
pecho de su amante, no tuvo reparo alguno en lamer la sedosa piel, ensañándose
en trocitos de piel aquí y allá, dejando pequeñas marcas rojizas que le daban,
para variar, un toque inusualmente sensual. Saboreó los rosados pezones sin
ninguna prisa, a veces simplemente lamiendo, otras chupando o mordiendo,
también los acarició con las yemas de sus dedos, presionando, rozando,
apresando entre sus falanges, encontrando demasiado placenteros los
escandalosos gemidos que su amante dejaba salir de su jugosa boquita.
Lentamente avanzaron hasta la alcoba, pues esta
tratándose de una suite tradicional era bastante amplia, con sala de estar,
minibar, y baño hinoki que, probablemente, probarían después. Mucho después,
porque justo en ese momento lo más importante es llegar a la cama, y desnudarse
en el camino.
Las camisetas son las primeras en caer al piso, le siguen
los pantalones y las prendas de interior. el azabache jadea excitado cuando
nota la diminuta prenda, con un poco de encaje al frente cubriendo la
entrepierna, y un simple hilo sosteniendo las voluptuosas nalgas.
Sencillamente, erótico. Le bastaba con separar las torneadas montañas y podría
entrar sin tener que desnudarle por completo, lo que, ya en ello, se le antojó
de sobremanera y se dio el gusto. De modo que Junsu era el único casi
desnudo, pues aquella prenda se mantuvo en su sitio.
― ¿Te gusta, Yoochun?
Su voz pícara cae suave al oído del azabache. Que se
relame los labios mientras amasa con sus manos los rebosantes glúteos.
― Me encanta, Junsu.
Afirma, colando sus dedos entre las nalgas para rozar el
delicado orificio del medio. El pelirrojo jadea y tiembla contra su cuerpo,
pero se deja hacer y suspira caliente al sentir un dígito presionando en su
interior.
― Estás caliente, y blando.
― Me preparé para ti, por supuesto. ― Sonríe y guiña un
ojo.
Y al segundo se inclina para besar el cuello de su
amante. Cuando presiona un poco más sus labios y lengua, el azabache retrocede.
― Sin marcas. ― Dice sereno.
Su compañero eleva nuevamente una ceja. Quiere molestarle,
pero se traga las palabras. Mañana le recordaría lo injusto que era al no
permitirle esos besos apasionados que en él ya han dejado su huella.
― Como quieras. ― Admite por ahora.
Y en cambio demanda entonces de su boca un beso fogoso,
con mucha saliva y dientes.
Cuando entran de nuevo en ambiente, se han olvidado de
todo lo demás. Las manos de ambos se mueven por el cuerpo del otro acariciando
sin vergüenza alguna, al pelirrojo le gustan los músculos definidos de su
amante, sus brazos fuertes y la ancha espalda. Pero sobre todo, le gusta el equipo
entre sus piernas, el grueso tronco que sujeta con la diestra y masajea arriba
y abajo con maestría mientras sus labios apenas se separan para coger aire
entre beso y beso.
De un empujón, el azabache le tumba sobre el lecho, pero
antes de que trepe junto a él, el pelirrojo se acuesta sobre su pecho y sujeta
el falo de su amante comenzando a lamer la extensión. El azabache gime ronco al
sentir la caliente y mojada lengua paseándose por todo su pene, y su mano se
mueve en respuesta hasta el contorno del rostro de su amante, acariciando las
mejillas, el cuello y finalmente enterrando sus dedos largos en la cabellera
rojiza, tirando suavemente de sus mechones y ordenando con su profunda
mirada negruzca que haga más que solo provocarle con su lengua.
El pelirrojo le mira desde su posición, la siniestra le
acaricia un muslo y la diestra juega con los testículos. Las piernas de su
amante se estremecen en placer, y sonríe internamente al pensar en la
posibilidad de hacerle perder el equilibrio y que tenga urgencia por seguirle
en la cama.
Los labios del pelirrojo arropan la punta del erecto
pene, su lengua lame lentamente alrededor y la hendidura. El sabor golpea sus
papilas gustativas de una forma tan deliciosa que no duda en bajar más y
llenarse con el tronco.
― Ng, mierda. ― El azabache gime áspero.
Y desde su altura tiene una vista sumamente adictiva. La
prominente S Line, los redondos glúteos y las largas piernas. Sus manos se
mueven por voluntad propia, abandona la cabeza de su amante, pero en cambio
descienden por la espalda, acariciando los omóplatos y la espina dorsal hasta
el coxis, justo ahí donde la espalda pierde su nombre y nace la cumbre de sus
deseos.
Junsu flexiona las rodillas, y sus tobillos tocan la base
de sus nalgas. Yoochun siente un pinchazo de excitación al verle, y sus manos
vuelan hasta los pies de su amante, el movimiento lleva su pene más profundo en
la boca del pelirrojo, rozando la garganta y retrocede cuando una idea ataca su
mente.
― Voltéate. ― Le ordena. Y el pelirrojo atiende de
inmediato.
Acostándose de espaldas, con las piernas inicialmente
estiradas. Su rostro cuelga en el borde, y sus rodillas se flexionan de nuevo a
instancia de su amante, se toca el pecho con ellas y usa sus manos para
sostener la postura al gusto del azabache. Que aposta una rodilla en el pequeño
baúl acolchado para mayor soporte, y de esa manera lleva de nuevo su falo a la
boca del pelirrojo, en tanto él puede degustar el miembro y la dilatada cavidad
a su antojo cuando le obliga a elevar en el acto su cadera. Sabe que esta
postura requiere esfuerzo y flexibilidad, pero confía ciegamente en su amante,
casi como si le conociera de toda una vida, como si supiera de antemano sus
habilidades en la intimidad.
― ¡Ngh~! ― El gemido de Junsu suena ahogado, pues su
garganta está llena con el pene de su compañero.
― ¡Mg! ― Yoochun le acompaña, gimiendo de auténtico
placer conforme encuentra el ritmo para follar la boca de su amante.
A momentos va lento, moviendo la pelvis con súbita
paciencia, acercándose y retrocediendo mientras saborea cada sensación y las
oleadas de placer invaden su cuerpo, tensando los músculos y sintiendo esos
latigazos viajar por toda su espina dorsal. Y cuando acelera un poco más, y más
hasta que siente los dientes de su amante rozar con cada empuje la dura
extensión y la flexibilidad de su caliente lengua. Sus gemidos suenan, sin
embargo y en su mayoría, igual que los del pelirrojo, visto que tiene su cabeza
enterrada en el trasero de su amante, degustándole a su antojo.
El otro, sabiéndose sometido y a entera disposición del
azabache no se resiste. Le gusta que sea dominante y hasta un poquito salvaje
cuando folla su boca con tal ímpetu que saliva en demasía y apenas soporta cada
arcada provocada cuando llega demasiado profundo en su garganta. El pene no es
lo único que penetra, lo hace también su sabor, impregnándose en las papilas
gustativas y las paredes internas de su boca. Por si fuera poco, su boca no es
lo único que siente lleno tampoco, allá al sur, su cavidad anal es profanada
con presteza por los dedos de su amante, y su miembro atendido con sofocante
placer por la boca del azabache, chupándole como si fuese un manjar.
Con esa postura, y si tuvieran la oportunidad de mirarse,
como si estuviesen grabando una lasciva película pornográfica, se darían cuenta
de que sí, casi parecía posible ver la forma de la cabeza fálica del azabache
perdiéndose en las profundidades de su garganta, por encima de la sudada y
rojiza piel de su cuello, justo ahí donde la manzana de adán se mueve al compás
de sus movimientos.
Eran
como un par de koalas reacios a aflojar el abrazo, y el cuerpo del azabache
cubría casi al completo el del pelirrojo, enconchado de manera tal que parecía
una bola de fuego y sudor, con la boca follada por la apasionada pelvis de su
amante, al tiempo en que también coge su ano como si quisiera comerle desde
dentro, dejando de lado su erección, tortuosamente dura y rojiza. A punto de
explotar.
Y
es así mismo como todo termina. Yoochun se aparta por completo, sonriendo ante
el obsceno sonido que produce la boca de Junsu cuando saca su pene. Y antes que
dejarle reponerse, golpea las rosadas mejillas con la cabeza fálica, burlándose
de él con una pasión mal contenida.
― Tienes un cuerpo muy lascivo, Junsu.
El pelirrojo lamió sus labios, tragó saliva y no se
inmutó al saber que su mentón y parte de su rostro estaba cubierto de la misma.
Sonrió con picardía y atajó el pene de su amante con la diestra, sosteniéndolo
mientras, mirándole desde abajo, lo huele a lo largo y lame los testículos con
brillantes ojos.
― Es por ti que reacciona así, Yoochun.
Añadió, y fue cuando el azabache recorrió con deseo el
camino que tomó la siniestra del pelirrojo, comenzando por su pecho, donde
además pellizcó uno de sus pezones para luego seguir cuesta abajo,
acariciándose sutilmente con las yemas de sus dedos, separando las piernas y
apoyando las plantas sobre el colchón, aprovechando para hacer esos sensuales
movimientos como olas con su cadera y espalda baja. Finalmente, la siniestra
sujetó su propia erección, comenzando por la punta, donde el pulgar presionó
contra la hendidura apenas como un suspiro. El azabache jadeó en el acto,
notando ese pinchazo de excitación que incluso sacude su falo.
― ¿Vas a cogerme, Yoochun?
Pregunta. Y no hay ni pizca de vergüenza, inocencia o
timidez en las facciones de su atractiva cara. Sucia de saliva, sudor y
presemen, ese que ha goteado del pene que mantiene pegado a su rostro, como un
hilillo plateado que manchó sus mejillas, nariz y boca.
― Mierda.
Gruñe, presa de un deseo que calienta la sangre en sus
venas, e inyecta su pene al tope de excitación. Se inclina y con algo de
brusquedad, lame y besa la boca de su amante. Cuela su lengua y se monta un
polvo en su interior. Caliente, mojado, dispuesto.
En un fluido movimiento, el pelirroja se incorpora,
quedando de rodillas en el lecho mientras busca de nuevo la boca del azabache y
es él quien le besa con necesidad y hambre. Las manos de ambos están entre sus
cuerpos, bombeando la erección ajena y acariciando con intención páramos de
ardiente y desnuda piel a su paso.
Cuando el pelirrojo es empujado de nuevo y esa vez el
azabache se apresura en seguirle hasta que se acomodan más arriba y al centro
de la amplia y redonda cama, sonríe divertido cuando su amante lanza una
maldición al no poder sacarle con gusto la diminuta ropa interior.
― No tuviste problema en apartarla cuando estabas comiéndome
hace un momento, Yoochun.
― Cállate, me pones imbécil, Junsu.
El pelirrojo soltó otra risita. Había un toque de malicia,
seducción y vergüenza en sus ojos chocolate. El azabache tragó hondo de nuevo,
este hombre era único, una mezcla perfecta de ángel y demonio. Le ponía como
nadie y sacudía el piso bajo sus pies con solo una mirada o una sonrisa.
― No pienses, date prisa. ― Susurró en su oído, tras
haberle jalado y acercado los labios a su oreja, lamiendo y mordiendo mientras
deja que las manos de su amante manipulen su cuerpo y acomodarle en la posición
que quiera. ― Fóllame, como si no tuviéramos un mañana, Yoochun.
― Mierda. ― El azabache toma sus piernas por los tobillos
y los eleva a la altura de sus hombros. Se relame los labios y jadea cuando la
punta de su miembro roza la mojada cavidad anal de su amante. ― Mejor respira
profundo.
Advierte, y cuando ve la caja torácica de su amante
llenarse de aire, se empuja con fuerza hasta llenarle.
― ¡Ngh~! ― El pelirrojo arquea la espalda, tensa el
cuerpo y contrae su interior involuntariamente.
El placer que le sacude es abrumador, y el caliente
tronco enterrado en su interior se siente endemoniadamente bien. Se obliga
entonces a abrir los ojos, que cerró nublado por la oleada de calor, y busca el
rostro de su amante. No está lejos de su misma reacción, sus ojos entrecerrados
permitiéndole ver apenas sus ojos negros inyectados de lujuria, su pesada
respiración y el sudor perlado por todo su cuerpo.
Junsu se relame otra vez, como saboreando la imagen
delante de él y grabándola a fuego en su memoria. Como si no fuese a tener el
privilegio de admirarle de nuevo. Yoochun se inclina sobre el cuerpo de su
amante, su miembro se mueve en el acto y mientras besa la febril boca del
pelirrojo, se traga otra ronda de gemidos.
Así, con las manos del pelirrojo de pronto aferradas a su
espalda, y los tobillos apostados sobre sus hombros, cara a cara, mueve la pelvis,
embistiendo con cadencia el orificio caliente de su amante. Y siente en cada
embestida el calor abrasador de sus paredes, de los anillos de carne
dilatándose y comprimiéndose con cada movimiento. El chapoteo húmedo se mezcla
con los gemidos que sueltan sin pudor alguno e inunda la habitación. Nada les
importa que las cortinas del ventanal estén corridas o que la vista de la
ciudad sea maravillosa esa noche.
El vaivén de candente ritmo se filtra hasta los huesos
con placer. Sus bocas se funden de tanto en tanto en nuevos besos tanto más
apasionados que su antecesor. Gimen mirándose a los ojos, perdidos en el mar de
sensaciones encapsulado en las ajenas pupilas. Es sofocante, abrasador,
caliente.
Las manos del azabache, que hasta ese momento habían
estado plantadas en los costados del rostro del pelirrojo, se mueven con
decisión. Una se adueña de la nuca, la otra se pierde entre sus cuerpos hasta rodear
el febril miembro y bombear con cierta descoordinación del ritmo de sus
caderas.
No importa. Es solo ese momento, ellos conectados,
compartiendo el mismo placer, la misma pasión, los mismos deseos prohibidos. El
sudor resbala por el contorno de sus rostros, se convierte en finas gotas
saladas de lascivia a lo largo y ancho de sus pieles, rojiza en distintos puntos,
caliente por todas partes.
Enmarcan una escena erótica de pura lujuria.
Y no se arrepienten en lo más mínimo.
― Yoochun~ Yoochun~ Yoochun~.
El pelirrojo le nombra insaciable, sus labios pegados a
la boca de su amante, ocasionalmente le besa, otras veces simplemente lame sus
labios o suelta el aliento cálido contra ellos. El calor en el bajo vientre le
advierte que está cerca de su orgasmo. Así que se las ingenia para obligar a su
amante a dejar que baje las piernas, necesita enredarlas con fuerza alrededor
de su cintura y apresarle, porque cuando eyacula y todo su cuerpo es presa de
los temblores del orgasmo, su ano se contrae exprimiendo indudablemente el pene
del azabache.
― Mierda, Junsu.
El azabache gime con voz profunda, cebado por el placer y
la cúspide de su propio orgasmo. Derrama su semen en el interior de su amante
entre espasmos de placer. Todo su cuerpo se siente tenso y pesado un instante,
lo que le toma eyacular hasta la última gota, luego sencillamente se relaja y
se siente liviano.
Ambos se relajan, y no importa estar ahí, abrazados, sudorosos
y calientes. Tampoco importa el peso del cuerpo del azabache sobre el del
pelirrojo. Se permiten un instante de esa gloriosa sensación a saciedad, a
gloria. A la ilusoria sensación de tocar el cielo con la punta de los dedos.
Algún tiempo después, el azabache finalmente se mueve,
saca su flácido miembro y se tumba a un lado. No reniega en absoluto cuando el
pelirrojo busca el refugio de su pecho y suspira contra la sensible piel de su
cuello. Tampoco dice nada cuando siente ese beso húmedo, largo y perezoso contra
la clavícula.
El sueño les vence al poco, entre besos y un silencio
necesario para los dos. En algún lugar de la suite, donde fueron olvidados los
pantalones del azabache, la pantalla de su móvil parpadea una vez más. El reloj
en la mesa de noche indica las dos de la mañana, y él, ha olvidado llamar a su
esposo.
…
Cuando
el pelirrojo despertó y no había nadie bajo su cuerpo, palpó con pereza el
sitio a su lado, descubriendo que estaba vacío pero tibio todavía. Así que
abrió sus ojos y miró la hora en el reloj en la mesa de noche, las 5:08am. Se
colocó la camiseta de su amante y caminó hasta el balcón de la habitación,
donde el azabache se fumaba un cigarrillo.
― ¿Así que es verdad eso de que es agradable un
cigarrillo después del sexo?
Yoochun volvió la mirada, sonriendo con galantería al
apuesto jovencito parado en el marco de la puerta corrediza, con las piernas
desnudas y su camiseta más bien perfectamente ceñida a su cadera, pero floja de
otras partes. Junsu advirtió la forma en que su amante le estaba mirando y
decidió molestarle un poco.
― Tu teléfono acaba de sonar, debe ser tu esposo. ―
Añadió con una risita traviesa.
Mientras que el azabache le regresaba una sonrisa
desvergonzada y daba otra calada a su cigarrillo.
― Estoy seguro de que mi esposo ya sabe dónde estoy, ¿no
es así, esposo mío? ― Dijo, ladeando el rostro y llamándole con un coqueto
movimiento de su dedo índice.
― ¡Park Yoochun~! Todavía no es momento de llamarme así~.
― Gimoteó haciendo pucheros, pero todavía avanzando hasta el azabache.
― Vamos, el juego ha terminado. Estuviste perfecto, por
cierto, mi adorable Kim Junsu. ― Susurró, apagando el cigarrillo antes de
atraerle por la cintura y robarle un beso.
El pelirrojo se dejó hacer, un poquito renuente al beso
con sabor a tabaco y menta, pero al mismo tiempo sintiendo sus piernas débiles
porque, oh sí, era jodidamente sexy detectar el sabor por todas partes en la
boca de su esposo, y porque hacía esos magistrales movimientos con su lengua y
se le olvidaba todo lo demás por esos instantes.
― Los correos electrónicos fueron tu mejor movimiento,
casi conseguías que me sintiera realmente como un criminal.
― Era para sentir que estabas con alguien que no era yo.
Pero debo decirlo, hubo un momento en la cena que también me sentí mal, como si
me estuvieras engañando, ¡conmigo~!
― Ya lo sé. Fue excitante, pero creo que me estresé de la
misma forma que tú en la cena. Por momentos me olvidaba de que suponía estar
con otro tú. Muy sexy y coqueto, además.
― Yo siempre soy sexy y coqueto contigo, Chun.
― Sí, pero hoy estabas, ¿cómo decirlo? Pues, como a la
décima potencia sexy y coqueto.
― ¿Insinúas que siendo tu esposo no soy suficientemente
sexy y coqueto? ― Al pelirrojo le palpitó la venita en la sien. Y se
desembarazó del abrazo con gesto dolido.
― Vamos, baby; no es eso a lo que me refiero. Tú siempre
vas a ser a mis ojos el hombre más sexy, coqueto y hermoso de todo el mundo. Es
solo que estábamos muy metidos en el papel, y te estoy diciendo lo diferente
que era. Usualmente tú eres más tímido y reservado cuando hacemos el amor, y lo
sabes.
El enojo del pelirrojo se desinfló de inmediato.
― En mi defensa, es mi personalidad.
― Lo sé, y me encanta. Aunque no voy a negar que esta
faceta también me fascinó, y también eras tú, así que es parte de tu
personalidad, solo que no dejas que tome el control a menudo.
― Porque me gusta cómo somos cotidianamente, Chun.
― Y a mí. No te hagas ideas erróneas en esa cabecita
tuya. Te amo, Junsu. Tal cual eres, por eso me casé contigo.
Aseguró, rodeándole de nuevo entre sus brazos y besando
juguetonamente la respingona nariz. Luego sus mejillas, al final sus labios. Un
beso distinto, más cómplice, más dulce, más tierno y comprometido.
― ¿Estás bien? ¿No lastimé tu garganta? ― Park pregunta
de pronto, sujetando su barbilla y levantándole en gesto inquisitivo.
Las mejillas de Kim se encendieron al rojo vivo nada más
recordar la forma en que había dejado que su esposo le dominara antes.
― ¡Cállate, pervertido! Mi garganta está bien~. ― Gimotea
intentando escapar del abrazo, honestamente queriendo volver a la cama y enterrarse
bajo las mantas.
Park se ríe del comportamiento de su esposo. Recibe un
puñetazo en el brazo, pero no le importa. Ama a este hombre por encima de todo,
jamás tendría ojos para nadie más.
― El jueguito estuvo interesante, la próxima yo quiero
proponer uno.
Kim achicó la mirada mientras clavaba sus ojos fijamente
en los de su esposo.
― Nada raro.
― Claro que no, baby.
― ¡Promételo!
― Espera, primero define lo que sería raro.
― ¡Yoochun~!
― ¿Qué? Es que se me estaba ocurriendo algo con esposas y…
― ¡Dios, no!
Así, cuando los primeros rayos de sol asomaban en el
horizonte y la feliz (y creativa) pareja de casados volvía al interior de la
suite, el móvil del azabache mantenía un último correo electrónico sin abrir en
la pantalla.
Te amo, Yoochun. Gracias por hacer cada día de mi vida
especial por más de una década.
Su esposo es único, especial. Y el amor de su vida
también.
Y algunas relaciones, simplemente se dan para mantenerse
por toda una vida.
O quién sabe, puede que la eternidad.
Y no para una sola noche de romance clandestino.
FIN
...
...
¿Qué les pareció?
¿Les gustó?
¿En algún momento quisieron dejarlo?
Gracias por leer~
Sigan cuidándose del COVID-19
Quienes puedan #Quédateencasa
Y quienes no, ¡cuídense mucho!
Se les quiere bien ¡con salud!
No pude... En el trabajo y todo pro no pude dejar de leer!!!! Estuvo muuuuy caliente. Gracias, Feli. Y yo ya sabía que nuestro ratón no podía ser infiel... Ya sabía por donde iba tu idea como desde el inicio.
ResponderBorrarZaaaaz y recontra zaaaz que barbara, yo aquí sacando congeturas sobre el pobre cornudo y toda fascinada por este JunSu tan intenso bueno aquí intenso se queda corto!!!! Aunque verás que no tenía idea de cómo resolverlas que mi Chunnie se conformara con una sola noche con un delfín tan fogoso!!!! Genial mujer!!!!! Gracias.
ResponderBorrarFelinaaaaa tu tu nu me defraudas, tu vena pervertida volvió con toda la fuerza, casi que babeo la pantalla, un YooSu donde los dos son calientes y desinhibidos es lo mejor, al principio creí que los dos estaban con alguien más, pero después agarre la onda y me imaginé como era el asunto, muchísimas gracias, cuídate mucho, #quedateencasayescribeYooSuPorn
ResponderBorrarSon un par de sonsos xD
ResponderBorrarYo ya creía que el tonto de chun era en infiel y hasta imaginaba a Junsu aún más celoso de su esposo!! (a queen por cierto yo ya odiaba desde el inicio antes de saber que era Junsu xD)
Luego empecé a sospechar pero de todos modos fue divertido, se lo folló bien lo debe ser x3
Saludos~