LUST
ON THE SKIN
~*~
El
matrimonio Park-Kim no era nuevo, no estaba en la etapa que todavía podía
considerarse dulce cual si estuvieran en su luna de miel. Oh no, ellos son un
matrimonio que, de hecho, puede ser considerado viejo, con una década al
redondo atados el uno al otro, y casi cinco años de relación antes de eso. Así
que, sí, quince años de relación era mucho, muchísimo considerando todos los
obstáculos que tuvieron que enfrentar y superar para estar donde están ahora.
En
un matrimonio francamente feliz.
Sí,
con sus altos y bajos, pero a su favor, más altos que bajos.
Park
Yoochun, a sus 37 años, es un prestigioso profesor en la universidad de Seúl, y
el más guapo del departamento de administración financiera. No lo dice él, sino
las encuestas que se inventan sus alumnas en las redes sociales. Además de
contar con una columna para una de las revistas financieras más importantes del
país.
Kim
Junsu, a sus 33, es un conocido coreógrafo que trabaja para una empresa
internacional de la capital, y es reconocido por crear algunas de las
coreografías más complejas y populares entre los grupos de idols en boga. Lo
que, dicho sea de paso, a él realmente no le importa, simplemente disfruta el
baile en todas sus formas posibles.
Todas.
Si
se permite el énfasis.
Y
sí, vale pensar en erotismo y bailes privados para su esposo.
Solo
para él.
Si
la suerte no puede ser de todo el mundo, por desgracia para sus incontables
fans en las redes sociales, sobre todo en su canal en una conocida plataforma
de videos.
Ambos
han aprendido a sobrellevar la relación en todo momento, particularmente en los
tiempos aquellos en que el trabajo los consume y son pocas las ocasiones en que
pueden pasar juntos algo más que la noche o un desayuno en todas sus letras.
Por
eso, pese a que Junsu es sumamente consciente y comprensivo de la carga laboral
de su esposo, que Yoochun estuviera trabajando desde casa sin apenas enterarse
de su presencia, no podía menos que hacerle desesperar.
En
su defensa, es culpa de su mismísimo esposo, que le tiene terriblemente
acostumbrado a que cuando acuerdan pasarla juntos, ¡es porque de hecho
van a pasarla juntos! En plan cariñoso, besos por aquí y allá, miradas
enamoradas, caricias coquetas, insinuaciones descaradas y ardiente sexo. Sí,
sobre todo eso, ardiente sexo.
Bien,
vale. No.
No
es sobre todo el sexo, pero Junsu en esos momentos no lo puede negar, está
cachondísimo y con unas ganas enormes de sentir a Yoochun llenándole. Por arriba
y por abajo, sobra decir. Y si de paso también quiere ensuciarle la cara,
el pecho o el vientre, ¡adelante!
Pero,
visto que su esposo no está por las de atenderle, el hombre de cabellos teñidos
de un chillón rosado, decidió poner en uso sus habituales técnicas de
seducción.
―
Yoochunie~.
Probó
llamándole con uno de sus tonitos más dulces. Pero su adorado esposo estaba
metido en el portátil, con gráficas, estadísticas y un montón de cosas que
Junsu la verdad no entiende.
Así
que aclaró la garganta, se recostó de costado en el sofá, subió deliberadamente
su polo para mostrar algo de piel, ombligo incluido, y probó entonces con otro
tono.
―
Yoochun~.
Esa
vocecita que mezclaba en perfecta armonía dulzura y seducción.
Park,
por su parte, sorbió un trago de café, dejando la taza al descuido a un lado.
La mesa del comedor estaba repleta de carpetas y documentos, el cargador de la
portátil conectado a un tomacorriente en el muro (lo que dejaba entrever el
tiempo que llevaba ya trabajando en lo que sea que esté haciendo). Kim respiró
profundo, calmando su pequeña molestia.
―
Yoochun ah~.
Empleó
entonces esa voz algo más coqueta. Al tiempo en que se levanta de su sitio en
el sofá y comienza a caminar hacia el comedor. Su esposo, como ya había
esperado, sigue metido en sus pensamientos, ignorándole. ¡Y eso era
imperdonable!
―
Chun~. ― Ronroneó.
Lo
más literal posible. De esa forma en que, en más de una ocasión, hacía al de
cabellos azabaches preguntarse si su esposo no era un chico gato debajo de la
piel, porque en verdad se comportaba ocasionalmente como uno, particularmente
cuando hacía esos soniditos con su voz, con su nariz, esos movimientos con su
cuerpo, cual felino al acecho. ¡Teniéndole a él por presa! Cuando, de hecho, en
toda regla, es él el carnívoro, gracias.
Carnívoro
que, justo en ese momento, estaba actuando como todo un herbívoro, por lo que
no es culpa del peliteñido tener que obligarle a tener hambre de él.
―
Chunnie~. ― Jadeó finalmente. Justo contra la sensible oreja de su esposo.
―
Ng. ― Park gimió. Sin atisbo de duda, cerrando de golpe su portátil y
recargándose en la silla. ― Junsu baby. ― Suspiró, dejándose hacer cuando la
lengua de su esposo acarició el interior de su oreja.
―
¿Ahora estás consciente de mí? ― Susurra con cautela, enterrando sus dedos en
el sedoso cabello del azabache, mordisqueando al tiempo el lóbulo.
―
Siempre, baby.
―
Mentiroso. Llevo rato llamándote.
―
¿Lo hiciste? ― Preguntó, honestamente sorprendido por no haberse dado cuenta.
El
peliteñido asintió, rodeando la silla y sentándose a horcajadas en la pelvis de
su esposo, cara a cara con él, desatando su mejor arsenal de pucheros para
enfatizar su molestia. El azabache sonrió, dejando cortos besos en los labios
alzados en trompetillas de su esposo.
―
Lo siento. Perdóname, ¿sí?
―
Dijiste que pasaríamos el fin de semana juntos. Pero no has hecho más que
trabajar desde que terminamos el desayuno.
―
Lo siento, baby. Es porque me tienen presionado para entregar estos análisis
financieros.
―
¿Vas a estar así todo el fin de semana? ― Preguntó, abanicando lindamente sus
pestañas, antes de bajar el rostro y poner su mejor expresión de tristeza.
Sí,
ese tipo de expresión que sabe bien compra a su esposo y le desarma en un
santiamén. Vale, sí, lo está manipulando, pero hay momentos en que es sumamente
necesario.
―
No. Al carajo, no me pagan tanto y además básicamente les estoy haciendo el
favor. No hay nada en el mundo que me obligue a desatender a mi adorable
esposo, y menos si él me está pidiendo atención.
Dijo
de largo, sonriendo pícaro mientras acaricia los muslos de su esposo y lleva
sus labios a su cuello, dejando cortos besos y algunas lamidas. Se deshizo de
los botones en el cuello del polo y apartó la tela, saboreando entonces
trocitos de rosada piel en la clavícula, alcanzando a mordisquear ahí, en la
unión que se le marca tan bien y enfatiza su ya sexy figura masculina.
El
pecho de Kim comenzó a subir y bajar con mayor ritmo, sus labios dejando
escapar esos pequeños jadeos que incentivan la libido que ya se le ha encendido
al azabache. Libido que, siendo honestos, parece estar siempre a un simple
gesto de activarse.
Las
manos de Park se movieron bajo la prenda, acariciando el vientre y los pectorales
apenas definidos en él, subió camino al norte, hasta esos montecitos rosados
que se le antojan a los labios pero son primero torturados por sus
dedos, tanto por las pinzas que forma con ellos, como por simplemente presionar
con las yemas o darles ligeros golpecitos. No conforme, cuando dejó un par de
marcas rojizas en cuello y clavícula, la boca del azabache bajó hasta el pecho
de su esposo, lamiendo y chupando por encima de la ropa, mojando la tela hasta
dejarla translucida, soplando entonces su aliento y provocándole esos
temblorcitos de placer que eriza la piel de Kim y le arranca un concierto de
pequeños y bajos gemidos.
―
¿Querías esto, baby?
La
pregunta es evidente, la picardía en su voz un poderoso incentivo para la excitación
del peliteñido, que asiente mientras se muerde el labio inferior y juega
consigo mismo, acariciando y pellizcando el pezón libre, mientras el lado que
ha sido mojado sufre las provocaciones de su esposo. Después de un
tiempo las atenciones cambian al lado sexo, llenándole de saliva también. Y tras
minutos de mimar esa zona, el polo finalmente es sacado del cuerpo del
peliteñido por encima de su cabeza, tirado al lado sin ceremonia alguna.
Los
besos, lamidas, mordiscos y pellizcos volvieron en un santiamén. La lengua
húmeda y caliente de Park no escatimó en atenciones. Y los endurecidos pezones
de Kim le recibían con gusto indescifrable.
―
Chun~ más~.
Kim
dijo, pero bastó una mirada para comprender lo que estaba pidiendo. Y es que la
entrepierna del peliteñido estaba más que despierta, y se frotaba con la
diestra sin molestarse en bajar el zipper o abrir sus pantalones.
Park
le sujetó la cintura y de un impulso le levantó lo suficiente para sentarle en
la mesa, Kim sonrió más que complacido, su pecho desnudo ya estaba enrojecido
en porciones de piel aquí y allá por los insistentes lametones, mordiscos,
besos y succiones que se había dedicado a dejar sin reserva alguna. Está seguro
de que en algunas zonas el día de mañana habrá marcas violáceas imposibles de
ocultar. Lo que no le preocupa de todos modos, siempre puede usar un poco más
de ropa durante las prácticas, a las que volverá hasta que pase el fin de
semana. Y claro, no es como si pudieran desaparecer porque piensa tener mucho
sexo esos días. Oh sí.
Además,
esos pequeños detalles no son lo más importante ahora. No con sus pantalones
desabrochados y las manos de su esposo abriéndose paso entre la ropa interior,
acariciando con las yemas de sus dedos la extensión de su erecto pene. Eso sí
que importa, sobre todo cuando a esos juguetones dedos se une la traviesa
lengua del azabache.
―
Nh~ Chun. ― Gimoteó. Más como un ronroneo coqueto que era auténtica música para
los oídos de su esposo.
Park
sonrió, mirándole un segundo desde su posición. Cómodamente sentado en su
silla, con su esposo sentado en la mesa y las piernas abiertas haciendo espacio
para él. El tronco de Kim se siente caliente y cada vez más duro, con esas
venitas inyectándose de sangre en respuesta a sus caricias. Paseó su lengua
desde los genitales hasta la punta, repitiendo la acción varias veces antes de
masajear con su mano y notar contra la palma su propia saliva haciendo el
movimiento más resbaladizo.
Las
mejillas de su esposo se sonrosaron de excitación, sus labios entreabiertos
soltando suspiros, jadeos y pequeños gemidos mientras le mira con los ojos
colmados de deseo y pequeñas gotas de sudor comenzando a perlarse por toda su
bonita cara, mojando su cabello y haciendo que algunos mechones comiencen a
pegarse a su frente.
―
Levanta. ― Ordenó, y su esposo elevó las caderas dándole espacio para bajarle
los pantalones, deslizándolos por las torneadas piernas hasta sacárselos por
los tobillos.
La
ropa interior permaneció en su sitio, una coqueta tanga masculina que apenas le
cubría el pene por delante, pero dejaba libres las nalgas por detrás. Kim jadeó
inquieto cuando, al volver a sentarse en la mesa, notó la superficie y la
diferencia de temperatura. Lo que no le importó por mucho tiempo, no cuando su
esposo apartó la poca tela que cubría su miembro dejándolo al descubierto.
Park
se relamió los labios, y mientras seducía a su esposo con la mirada, sujetó el
pene por la base, soltándolo luego para ver cómo el erecto tronco rebotaba
contra el vientre antes de volver a su sitio, duro y erguido, esperando por la
boca de su amante.
―
¡Ngh~!
Kim
gimió áspero cuando su esposo agarró sus testículos y tironeó de ellos hacia
abajo, al mismo tiempo en que los labios del azabache arropaban la punta fálica
quedándose exclusivamente ahí en tanto su lengua presionaba la cabeza, recorriendo
la hendidura y provocándole un placer que calentó su vientre.
Los
gemidos del peliteñido continuaron durante largo rato, y es que el sexo oral de
Park era el mejor cuando se concentraba en ello, sobre todo si las ganas de Kim
estaban por las nubes.
Después
de un rato solo chupando y lamiendo la cabeza fálica, el azabache se deslizó
tragándole lentamente hasta la base, ahuecando las mejillas y haciendo sitio en
su garganta para tomarle por completo. Notó el espasmo de excitación de su esposo
cuando sujetó su cabello con una mano y le arañó la espalda con la otra,
también porque tensó los muslos y gimió como lobo en celo. Sí, Park no
se decidía, su esposo se comportaba como minino para seducirle, pero como loba
cuando se lo follaba.
―
¡Yoochun~! ― El peliteñido gimió, agitando suavemente la pelvis hacia arriba,
como queriendo ir más dentro en la boca de su esposo.
Park
soportó la repentina embestida, recibiéndole en su garganta con gusto, sufriendo
una arcada y reculando pero dejándose hacer cuando las caderas de su esposo se
movieron de nuevo. Después de un rato le detuvo, apretando sus caderas para
indicarle que se quedara quieto, sentado en la mesa con sus piernas abiertas y la
cabeza de Park enterrada en su pelvis. El falo del peliteñido fue succionado
una y otra vez desde la punta hasta la base, sus testículos prisioneros de la
mano del azabache, en momentos simplemente sujetados pero en otros jalados
hacia abajo o amasados con maestría.
―
Chun, Chun, Chun~. ― Repetía su nombre, casi como un mantra mientras se dejaba
arrastrar por cada oleada de placer y latigazo de excitación.
El
chapoteo húmedo de las succiones se mezcló con los gemidos de Kim y los sonidos
que hacía también la nariz de Park por cada respiración necesaria mientras se
llenaba la boca con el pene de su esposo. Hubo momentos en que le dejó ir,
apenas tiempo suficiente para respirar mejor y admirar la erótica expresión de
su esposo, luego volvía y retomaba por donde se había quedado.
Cuando
Park notó que su esposo estaba cerca, soltó los testículos y en cambio bombeó
el tronco, en tanto su boca se concentraba succionando la punta hasta que el semen
de Kim se derramó en su lengua y garganta. Le tragó sin prisas, saboreando
hasta la última gota antes de apartarse y volver la mirada hacia arriba.
Nada
más verle, sintió un pinchazo de excitación sacudiendo su propio pene. Porque
ahí estaba Kim, tembloroso y sudado, prácticamente desnudo, sentado con actitud
relajada sobre la mesa, sus piernas colgando y el rostro de lado, su boca
rosada entreabierta respirando todavía laboriosamente y la mirada aturdida,
probablemente porque todavía estaba saboreando su orgasmo. Así que le dejó
recuperarse, dedicándose entonces a acariciarle con calma, besarle despacio y
esperar.
Hasta
que fue el mismo peliteñido quien se arrodilló en la mesa, de frente a su
esposo, tiró de su cinto para acercarle más y sin demasiada ceremonia se
deshizo de él, desabrochó los pantalones y sacó el caliente miembro del
azabache. Kim le miró juguetón, coqueto, pícaro. Acercó su nariz a la erección
y aspiró su aroma mientras se acariciaba una mejilla con el tronco y los ojos
entrecerrados mirando hacia arriba, a su esposo.
―
Mierda. ― Park gimió ronco, hipnotizado por la forma de provocar que siempre le
ponía a mil en un segundo.
―
¿Debería comerte, Chun? ― Preguntó con lujuria, relamiéndose los labios
mientras sigue frotando el pene contra su mejilla.
―
Joder, baby. Cómetelo ya.
Kim
soltó una risita, pero luego cobijó con sus labios el pene de su esposo desde
la punta hasta la base, tragándole hasta el fondo tal como él lo hiciera antes.
Sin embargo, el peliteñido retrocedió casi de inmediato, liberándole y
cambiando a suaves lametones a lo largo y ancho. Park gimió con cierto
descontento, ansioso por joderle la boca. Kim soltó otra risita, mirándole con
ojos inocentes mientras continuaba solamente lamiendo. El falo del azabache endureció
hasta su límite, enrojecido y con las venas marcándose a lo largo.
Fue
entonces cuando el peliteñido se lo llevó de nuevo a la boca, chupando hasta la
mitad, succionando casi exclusivamente se pedazo de tronco caliente. El azabache
lo dejó unos momentos, pero cuando no pudo controlarse más, sujetó la nuca de
su esposo y tomó impulso para embestir. Empujó la pelvis hasta que su pene se
perdió del todo en la boca de Kim, sus ojos lacrimosos y arcadas produciendo
saliva, Park sin embargo, no retrocedió de inmediato, se quedó ahí, llenando la
boca del menor de los dos hasta que una lágrima resbaló por los ojos de su amante.
Kim
tosió, salivó hasta que escapó de las comisuras de sus labios, pero no se enfadó
ni un poco, al contrario, le ponía cuando Park se ponía en plan caliente cual
actor porno. Lamió sus labios mientras acariciaba la erección de su esposo y notaba
la cantidad de saliva que había dejado en ella. Luego le tragó de nuevo,
dejándose hacer a voluntad del azabache cuando fue embestido de nuevo, esa vez
con una constancia de adentro hacia afuera como si le estuviera follando el culo.
Los
gemidos del azabache comenzaron a sonar más roncos y ásperos. Se correría en
cualquier momento. Pero todavía no sabía si dejarlo salir en su boca o en su
cara. Al final lo hizo fuera, ensuciando las mejillas y parte del cuello del
peliteñido. Pero claro, todavía no tenían suficiente.
Kim
bajó de la mesa, le dio la espalda a su esposo y se dejó hacer cuando Park
comenzó a acariciar sus nalgas, amasándolas y golpeándolas con sus manos hasta
dejarle la piel rojiza. Dolía un poco pero no era nada insoportable, les gusta
un poco salvaje pero nada que llegue al BDSM, aunque ya lo intentaron un par de
veces, sobra decir.
―
Vamos, Chunnie. Dámelo de nuevo. ― Dijo con tono dulce y sensual, llevando la
diestra hacia atrás para tomar el liberado falo de su esposo.
―
Ponme duro entonces, baby. ― Aceptando el desafío, Park lanzó el propio.
Kim
sonrió lascivo, con cierta erótica malicia. Masajeó el pene de su esposo con
suavidad, notándole todavía mojado y caliente, sabe que no le tomará demasiado estar
listo de nuevo. Mientras tanto, ladeó el rostro y entregó sus labios a la boca
de un Park que le besó con deseo, hambriento y apasionado.
Fueron
entonces varios sonidos los que llenaron el comedor. El sonido mojado de sus
besos, el húmedo de la mano de Kim contra el falo de Park masajeándole, los
gemidos de ambos. Por momentos ahogados, en otros altos y claros.
Park
separó las nalgas de Kim, escupió contra el orificio varias veces para luego
empujar el dedo medio y abrirse paso en el anillo. Blando, cálido y mojado.
―
Jugaste antes, baby.
―
Porque te quiero ya, Chun.
―
Espera, todavía voy a cerciorarme de que estás listo. ― Dijo con picardía.
Luego
empujó el índice y el medio, moviéndolos dentro mientras recorre sus paredes
internas y le siente temblar con excitación.
―
Chun~. ― Gimoteó, bombeando un poco más fuerte el pene de su hombre, rozándolo
contra la piel de sus nalgas, reacio a dejarle ir. ― Chun, déjame chuparte~.
―
No, hazlo solo con tus manos, o tu cuerpo. ― Susurró en su oído,
mordisqueándole la oreja con lascivia.
El
peliteñido gimió agudo, arqueó la espalda y luego agitó sus caderas, buscando
inconscientemente más contacto con los dedos que juguetean en su interior. Luego
de un rato, tres eran los dígitos que estaban empujando dentro y fuera,
manteniéndole dilatado, mojado y deseoso.
Park
gimió de repente, su esposo presiona con las yemas de sus dedos la hendidura de
su pene, casi como si quisiera penetrar a través de ella. Kim tenía formas peculiares
de excitarle, y él debía tener alguna vena ligeramente masoquista. Lo que
fuese, su pene endureció poco a poco, creciendo de nuevo contra la palma de su
esposo. Y cuando gruñó contra el cuello del peliteñido con voz profunda, su
esposo se alejó de los dedos intrusos, perfilando en cambio el pene del
azabache contra su cavidad anal.
―
¡Ohdios~ sí! ― Kim gimoteó complacido cuando se sintió lleno.
―
Joder, perfecto para mí. ― Park gimió en su oído, mordisqueando sus hombros, su
cuello, embistiendo lentamente al principio.
Casi
como si le estuviera dando tiempo para acostumbrarse a la invasión. Aunque no
lo necesitaban. Park sujetó la cintura de su esposo por los costados para mayor
firmeza, porque cuando movió sus caderas con un poco más de fuerza, temía que el
menor no tuviera suficiente equilibrio para recibirle.
Cuando
se acoplaron al ritmo y la cadencia, Park subió una pierna de Kim a la mesa,
buscando ese ángulo que hacía que fuera más fácil tocar su próstata y
enloquecerle de placer. El choque de sus cuerpos fue todavía más exquisito. Y fue
solo ahí cuando Park se dio cuenta de que no le había quitado la tanga
masculina a su esposo, y que el pene de éste estaba endurecido dentro de la
tela, mojando la prenda con sus fluidos.
Sus
gemidos continuaron haciendo eco, también el chocar de sus cuerpos. La postura
era agotadora, pero excitante, aún así cambiaron de nuevo. Cuando le hubo sacado
toda la ropa, le subió de nuevo a la mesa, esa vez de rodillas, enconchado
sobre su propio cuerpo. el voluptuoso trasero del peliteñido fue amasado por
las inquietas manos del azabache hasta saciarse, o fingir que lo hacía porque
en realidad jamás podría, también le llenó de besos y lamidas, de mordiscos y
hasta palmadas que hicieron eco en el repentino silencio de la casa.
Park
se desnudó con prisas, arrojando la ropa al azar. Y cuando le penetró de nuevo,
se maravilló con la forma en que la S Line de su esposo se movió en elipse,
subiendo y bajando mientras se adaptaba a su tamaño, a su forma, a su deseo.
―
¿Cómo es que creció más, Chun~?
―
Esas maravillas que provocas, baby. Así que, por qué no te haces responsable,
mh. ― Park dijo con tono coqueto, palmeando el trasero de su esposo mientras se
queda quieto.
Kim
le conoce, sabe bien lo que su esposo le está pidiendo. Así que lo hace, irgue
la espalda y son sus caderas las que se mueven adelante y atrás, autoembistiendo
su apretado y blando interior, le encanta sentirse lleno hasta el fondo, y
tener cierto control sobre el ritmo y la profundidad de las penetraciones. Se sostiene
con una mano y usa la otra para masturbarse, aunque casi de inmediato Park le
quita y susurra que se corra sin tocarse.
El
peliteñido gruñe inconforme, pero todavía obedece. Sigue moviendo sus
caderas un rato más, hasta que el azabache toma de nuevo el control y embiste
con más rapidez y fuerza. Instantes después son penetraciones profundas pero de
larga duración y plena fuerza. De un momento a otro el pene de Kim se sacude y
alcanza su orgasmo sin haberlo podido controlar de ninguna manera. La mesa se
llena de su esperma y Park se obliga a parar, darle tiempo para disfrutar de su
éxtasis. Abandona su interior y le ayuda a tumbarse de espaldas sobre la mesa,
ensuciándose con su propia semilla en el proceso.
Liberado,
el cuerpo de Kim estaba aletargado, probablemente saboreando los rastros de su segundo
orgasmo. El segundo pero no el último, porque está seguro de que vendrá otro, o
tal vez dos más, conociendo a su esposo, no se sentirá satisfecho con un par de
rondas nada más; no cuando él era el único en el limbo en ese momento.
―
Sofá, al menos, Chun. ― Kim dijo, y Park sonrió mientras le ayudaba a ponerse
de pie y le guiaba hasta la estancia.
Tumbó
algunos cojines sobre la alfombra y ahí le acostó para luego acomodarse entre
sus piernas, perfilándose y dejando únicamente la punta de su pene en el
interior. La sensual boca del azabache arropó sus labios besándole con premura,
su lengua moviéndose con maestría dentro de su boca, jugando con su igual, empujándole
y enredándose, tironeando y volviendo a empezar. El peliteñido coló sus manos
entre sus cuerpos, con una acarició su propio pecho, con la otra bajó hasta la
unión de sus anatomías tocando el tronco de su esposo, acariciándole con las
yemas de sus dedos. Park le acarició el vientre y fue por sus costados hasta
los muslos. El pene del azabache tembló, deseoso de acción. Kim le sintió, y ayudándose
de sus piernas contra el trasero de su esposo, empujó hacia él para que entrara
de nuevo.
―
Mierda, Junsu. ― Gimió profundo.
Y
embistió con velocidad, profundo y cadencioso, el vaivén perfecto, justo y
necesario. Park quiere correrse, no puede alargarlo más. Las piernas de Kim que
estaba abrazando el trasero de su esposo se soltaron, extendiéndose primero
hacia los lados, luego tomadas por los tobillos y llevadas a descansar sobre los
hombros del azabache, finalmente descendiendo por su pecho hasta quedarse ahí,
sus plantas apostadas en el pecho de Park, casi capaz de sentir sus endurecidos
pezones contra la sensible piel.
Varias
embestidas después Park sintió el latigazo de excitación anunciando su orgasmo,
reculó casi hasta salir, dejando únicamente la punta de su pene en la
palpitante entrada, donde eyaculó mientras temblaba y gemía hasta marcar las
venas en su cuello. Kim sonrió complacido, masturbándose y encontrando
sumamente erótica la expresión orgásmica de su esposo.
―
La cama, ahora, Chun. ― Kim ordenó con tonito ladino, pestañeando lindamente
mientras su esposo le acaricia el pecho, todavía dentro de él.
―
Tan voluntarioso.
―
Así me amas~.
―
Es verdad, te amo Junsu baby.
Inclinándose,
Park besó lánguido a su esposo, Kim se dejó hacer con cariño, saboreando cada
beso mientras le abraza la espalda y acaricia sus hombros. Cuando el azabache
abandonó su interior, el semen resbaló fuera, ensuciando sus nalgas y la
alfombra. Obviamente, tampoco les importó.
Entre
besos se pusieron de pie y caminaron desnudos hasta la habitación. Pasaron todo
el fin de semana haciendo el amor en todas las formas que se les ocurrieron. Hasta
miraron porno, “para tener ideas” según Kim, pero Park encontró el comentario
casi ofensivo. ¡Cómo si él necesitara ideas cuando es el pervertido personal de
su esposo!
De
todas formas, el domingo por la tarde su adorable esposo soltó otra bomba.
―
Yoochun ah.
―
¿Qué pasa, baby?
―
Estaba viendo un programa hace unos días.
―
Sí.
―
Y uno de los personajes dice que el sexo en la ducha es complicado, pero que yo
recuerde, nunca hemos tenido problemas al hacerlo. Ni en la ducha ni en ningún
otro sitio o posición.
Park
arqueó una ceja, tentado de recordarle que no todo lo que sale en la tv es
verdad, pero luego recordó la de cosas en las que tiene que centrarse cuando
tienen sexo en la ducha que mejor suspiró, se acercó a su novio y sonriendo con
picardía le dijo.
―
Junsu ah, baby. No es complicado para ti porque me dejas todo el trabajo, pero
tiene montón de contras.
A
Kim le palpitó la venita en la sien, sonrió con fingida inocencia y entonces
añadió.
―
Yoochunnie~ tú crees que te avientas todo el trabajo sucio, ¿verdad?
Obviamente no tienes idea lo que implica sostener mi cuerpo y aguantar tus
embestidas.
El
azabache aclaró la garganta, tentado de argumentar más a su favor, mencionar
cosas como, solo por mencionar algunos ejemplos, vigilar que el agua no caiga
sobre ellos todo el tiempo cuando están bajo la regadera. O que se mantenga
tibia cuando cogen en la tina. O que los jabones y champús no estén demasiado
cerca, por aquello de las posibilidades de resbalar, la fuerza muscular que
requiere maniobrar por dos cuerpos varoniles, o lo jodidamente sexy y caliente
que se pone cuando los gemidos roncos y ladinos de su novio rebotan contra los
azulejos haciendo un eco tremendamente erótico que le pone a mil.
Sí,
mejor no mencionarlo porque, la verdad…
―
Junsu ah.
―
¿Qué? ¡Oh, no! ¡No vamos a tener sexo en la ducha ahora!
Naturalmente,
lo hicieron.
Y
no una, sino dos veces.
El
lunes por la mañana Kim no podía moverse, y no se diga sentarse apropiadamente
sin sentir que todavía le palpitaba el interior como si estuviese dilatado y mojado
aún. Lo que podría no ser una falsedad absoluta, teniendo en cuenta que habían
follado como poseídos hasta la madrugada, hace unas cuatro o cinco horas atrás.
―
Me voy a trabajar, baby. Ya me encargué de reportarte enfermo, así que quédate
aquí y descansa. ― Park dijo todo sonrisas, ajustando su saco y mirándole por
el reflejo del espejo de cuerpo entero.
Kim
hizo adorables mohines de disgusto mientras se quedaba tumbado en la cama, con
una bandeja de comida a un lado. Y otra bandeja con fruta, agua embotellada y
pastillas para la inflamación en la mesita de noche.
―
Eres un desalmado, Chun. Me vas a dejar así~. ― Se quejó, sacando a relucir su
arsenal de pucheros.
Park
caminó hasta la cama, se inclinó y beso el puchero de su esposo.
―
Solo hasta mediodía, volveré de inmediato y cuidaré de ti hasta que te
repongas, ¿bien?
―
Vale, pero de una vez te advierto, no me pones un dedo encima hasta que este
hermoso cuerpecito recobre su energía y movilidad. ― Espetó entre molesto,
avergonzado y satisfecho.
Sí,
es tan difícil ser esposo de Park Yoochun. Como sea, el azabache estaba seguro
de que sería el propio Junsu quien le provocaría ni bien pudiera moverse un
poco. Porque, ¿quién dijo que es fácil ser esposo de Kim Junsu? ¡Si es la
lujuria hecha hombre!
FIN
...
...
¡Lamento la demora!
Tendría que haber terminado esto al menos desde el sábado, pero entre que se me atraviesan otros proyectos y luego ayer retomé el trabajo a distancia, pues no me había dado el tiempo.
Pero aquí está, y espero que lo hayan disfrutado.
See ya!
Con los calores qué hacen y estos dos de calentones, caray. Como siempre, perfectos los dos, cada uno complaciendo y complementando lo que él otro necesita. Son la pareja perfecta.
ResponderBorrarUna semana de locos!!!! Yo según que corría para acá y vengo a disfrutar de este candente y pornoso Yoosu hasta hoy. Ay por Diooos amo las ocurrencias del delfín, pero amo más que este Chunnie mio,h del pecado, le cumple los antojos a la orden🥰🥰🥰 Gracias Felina🥰
ResponderBorrarFelinaaaaaaaa!!!! Mi vena porno y cachonda está totalmente satisfecha, es que, es que, es queeeeeee, que historia tan más caliente muchísimas gracias por compartir con nosotras tu inspiración, deseo que sigas así!! 😅 Hoy por fin pude leerlo y disfrutarlo, te mando un abrazote y una vez mas, muchas gracias 😏😏😏 corre a echarse agua**
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