lunes, 16 de noviembre de 2020

LYCANTHROPE INSTINCT. Longshot YooSu

 

Lycanthrope Instinct

***

 

No conoce la ciudad, tampoco a su gente ni a otros como él cerca. Pero lo ha hecho. Ha tomado la decisión de dejar atrás el pasado doloroso e intentar comenzar de nuevo. No es como si tuviera muchas opciones tampoco, y los centinelas lo seguirán hasta el fin del mundo. Está seguro de eso. Pero todavía lo decide. Deja el continente americano y la hastiada inseguridad de Virginia por el desconocido territorio surcoreano.

 

Seúl.

Él sabe que pudo hacerlo mejor.

Pero la capital le atrajo.

Como un insecto a la luz.

Meramente instintivo.

 

Sale del aeropuerto con los sentidos embotados. Él sabe que pudo hacerlo mejor, sin embargo, la desconcentración de todo el vuelo le ha dejado este recordatorio. Aunque es su naturaleza, todavía es innegable su humanidad y lo frágil que puede volverse todo su cuerpo si solo deja que su centro se desestabilice, aunque sea un poco.

 

Lanza un gruñido áspero mientras se enfoca de nuevo, toma profundas bocanadas de oxígeno y comienza a adaptarse a su entorno. No es tan difícil una vez que se pone en ello, porque este es él. Un licántropo experimentado que ha vivido más de medio siglo y que todavía externa una apariencia varonil de no más de treinta años.

 

No necesita llamar demasiado la atención ni dejar un gran rastro detrás suyo, así que usa el transporte público para salir de ahí hacia la ciudad. Se registra en un hotel decente bajo un nombre falso y luego explora el perímetro. No huele a ningún otro licántropo en los alrededores, lo que tampoco le extraña precisamente. No hay tantos como él en el mundo, y puede que el grupo Sentinell tenga todo que ver con eso. En ocasiones se considera algo así como “especie en peligro de extinción”, porque es tan raro toparse con otros licántropos que incluso llega a ser doloroso.

 

Como ese tipo de realidad a la que nadie quiere enfrentarse porque ¡mierda! ¿Llegaría el día en que sea el único en el mundo? ¿Quizá ni él sobreviva a esa cruda limpieza dirigida por los centinelas?

 

El lycan inspiró profundo, luego soltó el aire con discreción. Necesitaba relajarse, estar menos tenso y enfrentarse a lo que es. Un nuevo lugar para comenzar, si lograba mantenerse en perfil bajo, podrían pasar años antes de que Sentinell descubra su paradero. Si es que lo buscan, si es que se dieron cuenta de que sobrevivió después de que hicieron volar su apartamento con un estúpido misil como si eso hubiera sido la guerra. Honestamente, no escatimaban en gastos, ¿así que tal vez tenían apoyo del gobierno? ¿De algún magnate en negocios bélicos?

 

― Mierda. ― Sí, dejar de pensar era difícil.

 

Aclimatarse le estaba tomando más tiempo del que quería incluso aceptar. Probablemente era que el reflejo de huida y supervivencia todavía no se filtraba de su sistema. Esa vez, hace una semana, realmente pensó que era su fin. Así que ahora todavía está sensible al entorno, a los huecos desconocidos y los olores extraños, a los sonidos imprevistos y un ritmo de vida diferente.

 

Adaptarse le toma un par de semanas. Pero eventualmente consigue hacerse de un modesto departamento y deja atrás el hotel. Por supuesto, tiene que reconocer este nuevo lugar, las calles, la gente, los sonidos y los olores. Pero le bastan un par de días para eso. Es invierno y le gusta el clima frío, no necesita abrigarse demasiado porque su condición lycan ayuda con eso de la temperatura corporal, pero todavía le gusta vestirse bien, así que compra ropa de moda y consigue un trabajo que puede desempeñar desde casa.

 

El dinero no ha sido un problema para él desde que descubrió que podía desempeñarse, hasta cierto nivel, como una especie de hacker. Tampoco es que él sea vilmente solo un ladrón de identidades o cuentas bancarias al azar. No, francamente no. Selecciona apropiadamente a sus víctimas, cubre su rastro y se asegura de nunca abusar de sus intervenciones. Hasta ahora, eso le ha permitido hacerse de una pequeña fortuna y tomar trabajos flexibles le permite calmar su culpa. Sí, la tiene, gracias.

 

Entonces pasa un mes, y el barrio elegido en Seúl se vuelve cada día más familiar. Así que se anima también a salir más con intención, conocer a sus vecinos y pasear por el parque a horas más transitadas. Así es como conoce al grupo de chicos que toman una parte del parque para bailar. Los primeros días no se queda a observar, pero esa tarde, ni siquiera puede evitarlo. Algo llama poderosamente su atención y cede naturalmente. No lo comprende de inmediato, simplemente se deja arrastrar.

 

Hoy parece que llegaron unos minutos antes que cotidianamente, tienen algo parecido a una función preestablecida a las 7pm cada día de la semana. Los chicos suelen cambiar, manteniéndose fijos unos tres o cuatro, no ha prestado tanta atención, pero sus olores ya le son familiares. Hay música hip hop de fondo, y le recuerda a su barrio en Virginia, con los chicos jugando baloncesto y haciendo tonterías en las desgastadas canchas y parques olvidados por el gobierno. Se siente tentado de simplemente girar sobre sus talones y marcharse.

 

Tentado.

De retroceder.

De alejarse lo que sea que tiene crispados sus nervios.

 

Hasta que la silueta de un muchacho de cabello castaño atrapa su mirada y saca todo el oxígeno de sus pulmones obligándolo a jadear y llevarse en esa pesada respiración, una bocanada de un aroma que sacude su centro y provoca sus sentidos de una manera que jamás creyó posible.

 

Porque nunca lo había experimentado.

Era como si doblegaran su naturaleza licántropa.

Y sometieran a su instinto.

A los más bajos deseos.

 

El lycan retrocedió involuntariamente, sin ser capaz de apartar sus ojos del muchacho, cuyos movimientos de cadera eran infames y deberían estar prohibidos. Él estaba teniendo una erección inmediata, con solo mirar. ¡Está excitado por un muchacho! Lo cual, honestamente, es la primera vez que sucede.

 

¿Sexo? Joder, sí. Mucho, hasta hace algún tiempo. Pero siempre fueron mujeres. Humanas, preciosas y con buenas curvas. Pero ¿hombres? No, y no tiene problema con las relaciones homosexuales e incluso bisexuales. Es solo que él nunca fue motivado de esta manera por ninguno, y vaya que se le habían insinuado muchos de ellos en el pasado. Hombres francamente atractivos a la vista pero que no provocaban una auténtica reacción sexual en su cuerpo.

 

Y sin embargo aquí está, incapaz de apartar la mirada de un joven que no debe tener más de veinte años, con un cuerpo atractivo y seductor, ojos brillantes y una sonrisa permanente en los labios.  

 

Mierda. ― Sisea entre labios, los relame y traga hondo.

 

La dureza en su entrepierna se vuelve molesta bajo sus pantalones. Con suerte lleva un abrigo que debe estar cubriendo su honesta reacción. Incluso a él le molesta su olor, con suerte las personas a su alrededor ni se enteran. ¿Pero su orgullo? Un poco lesionado ahí. Muy poco, casi invisible. Puede lidiar con eso. Puede aguantar el deseo y deleitarse la pupila. Porque ¿quién diablos es este chico y por qué su cuerpo reacciona tan ardientemente por él?

 

― ¡Junsu, tu madre te llama! ― Un chico le indica, mostrando el teléfono celular del castaño en alto.

 

Junsu.

El licántropo sonríe con petulancia. Feliz de conocer al menos el nombre del chico que sacudió su instinto.

 

El castaño farfulla entre dientes, pero va y toma su celular de la mano del otro chico que el lycan no se molesta en observar con atención. Sus sentidos solo parecen capaces de registrar el movimiento y la respiración del castaño. Y cuando devuelve la llamada a su madre, él ni siquiera evita escuchar, al contrario, su oído se afina y se concentra en su voz.

 

― ¿Mamá?

 

― ¿Dónde estás, Junsu ah? ― No era necesario ver a la mujer, el licántropo podía escuchar claramente en el tono de su voz que estaba molesta. Mucho.

 

― ¡Por favor, mamá! ¡No de nuevo! ― Exclamó, sintiendo sus orejas enrojecer de vergüenza, pero, el licántropo lo supo al instante, también de irritante frustración.

 

― No me levantes la voz, Junsu ah. Lo hemos hablado, y ya se ha decidido.

 

― ¿Decidido? ¡Ustedes hicieron eso por mí! ¡No tuve ni voz ni voto!

 

― ¡Kim Junsu! ¡Vas a dejar de comportarte como un vago y volver al trabajo!

 

― Mamá, escucha… ― El intento del castaño solo hizo que el corazón del licántropo diera un vuelco, daría lo que fuera por ofrecerle algún tipo de consuelo cuando tan claramente su tono de voz revela cierta resignación. Como quien anticipa lo que vendrá a continuación.

 

― ¡No! Si mañana no estás en la oficina a primera hora y eres el último en retirarte, sabes bien que no tendremos más opción que tomar medidas más drásticas.

 

― Dios, no.

 

― Bien, entonces lo sabes ahora. Deja de perder el tiempo con esa tontería del baile y vuelve a tu trabajo. O arreglaré un matrimonio para ti tan rápido que los medios tendrán material para hablar de eso por meses.

 

El castaño lucía tan furioso y desamparado, que el licántropo simplemente quiso acercarse. Ofrecerle un café probablemente le ayudaría a relajarse, a él lo calma. Pero, este chico no parecía del tipo de un buen café, ni siquiera olía a uno. En cambio, había una fragancia dulzona flotando en su ropa, por lo que ¿helado, tal vez? Sí, el lycan pensó que esa apariencia pegaba más con el chico. Porque, de alguna manera, emitía un aura de ternura que él sencillamente quería corromper.

 

En su cama, bajo su cuerpo, enredado en sus mantas, cubierto de sudor y muchas marcas de beso. Mierda. El licántropo se mordió el labio inferior con fuerza, provocando una herida que no tarda en sanar. Sabe que, de alguna manera, está perdido. Loco por este chico desconocido que emite un aura de ternura y huele a dulce.

 

― ¿Tu mamá sigue siendo intolerante con esto?

 

― Sí. Maldita sea, sí. No podré venir mañana.

 

― Pero ahora, ¿te quedas?

 

― Diablos, sí. Al menos un momento.

 

El castaño sonríe al chico que habló con él. El licántropo emite un gruñido bajo en desacuerdo, la intimidad y la cercanía le molesta. Es irracional. No, es instintivo, corrige su propia línea de pensamiento. Luego de pronto se da cuenta de que el castaño está mirando en su dirección. Algo en su vientre se sacude con violencia y determinación, sus labios se estiran en una sonrisa galante, casi como si pretendiera flirtear con el chico en cuestión.

 

El joven devuelve la sonrisa con una expresión de timidez que hace al licántropo regodearse con orgullo. El castaño sostiene su mirada por un tiempo, parpadeó lindamente cuando su amigo tronó los dedos delante de su rostro y aquello fue suficiente para romper el encanto. El lycan estuvo tentado de moverse y tirar al piso al intruso que se había atrevido a interrumpirlos.

 

― ¿Qué te pasa?

 

― Nada.

 

― ¿A quién estabas mirando? ¿Alguna chica linda?

 

― Cállate. Vamos a continuar con esto.

 

― Claro que sí, la gente comienza a llegar. Tengo algunos números de teléfono para ti, ¿sabes?

 

― Ng, no. Sabes que no me interesa usar el baile para ligar. Te he dicho que los rechaces, no tienes por qué tomarlos.

 

― Bueno, siempre puedo sacar algún provecho de donde tú no quieres, Junsu.

 

― Idiota.

 

El licántropo observa al par de chicos bromear amistosamente. Pero todavía encuentra lo suficientemente irritante los toques y las miradas cómplices. Él odia esto, la sensación de ser atrapado por su propio instinto, por un deseo tan primitivo como el sexo. Es absurdo y discordante. Quiere una vida tranquila, mantenerse lejos de cualquier escenario que pueda atraer la atención de Sentinell y conservar la vida por mucho más tiempo.

 

Así que decide tomar distancia, aparta sus ojos y lucha contra su propio instinto que parece determinado a hacerle quedarse. Pero no puede, no debe. Anclarse a esa vaga ilusión de que podría obtener algo de ese apuesto muchacho no debería causarle estragos. Y la única forma en que no lo hará, es si se retira primero.

 

Girar sobre sus talones y dar media vuelta nunca había sido tan difícil. Claro que no, porque nunca antes su necesidad de acercarse a otra persona había sido tan apremiante como ahora.

 

Se detiene por un breve momento cuando el olor a decepción inundó sus fosas nasales. Él incluso se permitió tomar un gran respiro para saborear esta emoción. Solo porque este olor estaba mezclado con el de Junsu, a quien solo pensar mientras le da la espalda, ya añora con demasiado ahínco.

 

 

No sabe cómo pudo lograrlo, pero se mantuvo lejos del parque toda una semana. Extrañando enormemente encontrarse de nuevo con el mismo muchacho de cabello castaño y ojos miel que podrían reflejar la luz del sol como si fuera propia.

 

Una semana de mierda, tiene que apuntar en su pensamiento.

Casi no ha podido dormir, y cuando lo ha hecho, sus sueños han estado plagados de fantasías cada vez más lascivas.

Aparte de eso, el trabajo no lo está ayudando en absoluto, de pronto siente que tiene que salir y hacer algo más productivo que atender llamadas a cualquier hora para asesoramientos sexuales.

 

Lo que es todavía más mierda. Él es el primero aquí con serios problemas de tensión sexual. Reprimido por voluntad y con el olor del castaño tan vago que ahora era solo un recuerdo de su memoria olfativa.  

 

Necesita olerlo de nuevo.

De cerca esta vez.

Tanto que pueda escuchar los latidos de su corazón acelerarse por alguna estupidez temeraria de su parte como sujetarle la cintura o respirar directamente en su cuello.

 

― ¡Joder! ― Siseó, mordiendo su labio inferior y frotando el bulto creciente en la entrepierna.

 

Masturbarse no era su tarea favorita. Pero tampoco tenía otra opción ahora.

Un ligue ocasional no era alternativa. La próxima vez que tuviera sexo, definitivamente iba a ser con el apuesto castaño de cuerpo divino.

 

Con esa determinación grabada a fuego en su memoria, el licántropo da rienda suelta a su deseo y se acaricia hasta que se corre en su mano, ensucia su ropa y se ve obligado a tomar una ducha vespertina y hacer la lavandería a media semana.

 

― Mierda. Quiero verlo. ― A sus palabras le sigue la acción.

 

Él sabe que no lo encontrará en el parque, así que decide investigar sobre él en la red. No es difícil encontrarlo, el segundo hijo de una familia adinerada con importantes negocios en la capital llama bastante la atención, a pesar de que no es el heredero directo y de que su gemelo está fungiendo ya como director en varias empresas familiares. Sin embargo, encuentra una dirección en la que labora y decide echar un vistazo.

 

Aunque podía comprarse un auto, no lo encontraba sumamente necesario ahora. Así que usó el transporte público hasta su destino, tuvo que caminar algunas calles, pero fue productivo, fue capaz de enumerar todos los puntos de CCTV que debía evitar y también el grado de seguridad del edificio donde trabajo su objetivo.

 

Se acercó a la recepción y preguntó por cualquier otro departamento. Por supuesto, sin cita no se le permitió entrar, pero no lo necesitaba. Solo quería observar. Agradeció a la señorita detrás del mostrador y luego se fue. Su instinto le decía que no debía, le instaba a dar media vuelta y entrar, incluso si era por la fuerza. Gruñó bajo mientras entraba en una cafetería en la acera de enfrente, pedía café negro y un almuerzo al azar. Nunca ha tenido problemas para controlar su instinto.

 

Nunca.

Hasta que lo vio a él.

Kim Junsu parecía ser su talón de Aquiles.

 

― Tragedia griega y una mierda. ― Siseó, hojeando su entorno, había varias personas aquí que tenían ese aire oficinista, y claro, emitían esos aromas tan característicos como papel, tinta, café y estrés.

 

Su mirada siguió de cerca a una chica que acababa de salir del edificio de enfrente, su atuendo impecable y la prisa de su andar le hizo pensar en una asistente competente. Algo en ella lo atrapó, otra vez, su instinto vibrando por toda su piel. Aguzó el oído cuando la chica entró en la cafetería y fue directo a la barra.

 

Ordené esto hace media hora, ¿tienes que hacerme venir? ¿En serio? ¿Sabes para quién trabajo? ― Ella despotricó contra la inocente jovencita detrás de la barra, que balbuceó una respuesta y le aseguró que el pedido no se había registrado.

 

La otra empleada fulminó con la mirada a la que, el licántropo sabe, es asistente de algún miembro importante de las numerosas oficinas del edificio elegante del frente.

 

Asegúrate de que el chocolate esté bien caliente, a mi jefe no le gusta frío, ni soso. Por favor, dense prisa y envíenlo cuanto antes.

 

Cuando la asistente extendió una tarjeta para el pago, el licántropo alcanzó a notar el nombre en el ticket de compra, claro que lo hizo, sus sentidos hiper desarrollados le eran bastante útiles cuando no ponían un objetivo en su espalda. CEO Kim Junsu.  

 

Minutos más tarde, simplemente se las ingenió para disfrazarse como repartidor y fue la cosa más sencilla entrar en el edificio y subir hasta la oficina del CEO Kim Junsu. O casi, porque todo lo que haría sería entregar las bebidas, algunas frías otras calientes, a quien le recibiera en la oficina a la entrada.

 

Para el momento en el que el joven castaño recibió su bebida, se sorprendió cuando ni una gota de su preciado chocolate caliente salió por el orificio en la tapa. Con un rostro confuso, el castaño no dudó en abrir su vaso de café, encontrando una capa plástica en el interior, y una nota sobre ella. El castaño ni siquiera titubeó al tomar el papel y desdoblarlo para leer el contenido.

 

Sin pizca de autoprotección. La seguridad de su edificio es terrible. Pero no soy su enemigo. ― El castaño leyó, luego simplemente miró lo que parecían ser las iniciales de quien le enviara esta peculiar nota. ― P. Y. ¿Qué diablos?

 

Desde la cafetería enfrente de la acera, el licántropo sonreía ampliamente, observando al castaño en su celular. Él incluso tuvo la oportunidad de plantar una cámara de espionaje la noche anterior, evadiendo el burdo sistema de seguridad y deleitándose con el aroma a Junsu que estaba tan profundamente arraigada en la oficina. Claramente no recibía demasiadas visitas y sí cumplía con sus horarios de trabajo. Pese al chispazo de rebeldía que al parecer tiene cada determinado tiempo cuando escapa al parque cerca de su departamento para, simplemente, bailar.

 

 

El sentido común habría hecho que Junsu reportara lo que había pasado con su chocolate, pero francamente simplemente no lo hizo. ¿Por qué? Él no lo sabe, no sentía peligro alguno, y de alguna manera, esta nota le había dejado una precaria sensación de seguridad. Él estaba enloqueciendo, se convenció de eso cuando se fue a dormir la noche de ese día sin pizca de arrepentimiento.  

 

Los días siguientes más notas comenzaron a colarse en el vaso de su chocolate caliente, el que eran entregado de manera puntual, por cierto. Incluso su secretaria había comenzado a investigar el motivo por el que estaba predeterminada la entrega desde la cafetería del frente. El dueño aseguró y demostró que todo había sido tratado desde las oficinas centrales.

 

A Junsu francamente no le importaba, quien quiera que le estuviera dejando estas notas no parecía tener malas intenciones.

 

― O es un psicópata, de esos acechadores que incluso han protagonizado películas y dramas. ― Susurró para sí, bebiendo un trago de su chocolate, saboreando el calor que se instalaba en su estómago y reconfortaba todo el malestar que le producía el solo estar ahí haciendo algo que realmente no quería.

 

En la siguiente semana las notas fueron dejadas con normalidad, junto a un termo con su chocolate caliente predilecto apostado en su escritorio en cuanto entraba a su oficina. Desde el primer día, su asistente pensó que su jefe lo había llevado así que nunca fue cuestionado. Él, sin embargo, comenzó a sentirse curioso al respecto. Así que fue y preguntó por las cintas de vigilancia en el departamento de seguridad.

 

Como era de esperar, no obtuvo nada, lo que era ilógico y ciertamente movió alguna fibra de autoprotección en él, porque durante el quinto día, antes de salir de su oficina, el castaño dejó otra nota junto al termo. Sí, no se lo estaba llevando a casa, aunque lo pensó, descartó la idea pensando que tal vez su barista personal podría necesitarlo para continuar con el ritual matutino.

 

¿Quién eres? ¿Por qué estás haciendo esto?

 

Eran dos simples preguntas, pero esperaba obtener más que pocas palabras en respuesta. Sin embargo, la idea de esperar hasta el lunes siguiente le inquietó. De pronto el fin de semana parecía su peor enemigo, y ni siquiera la otrora emoción que obtenía de saber que podría encontrar la forma de librarse de algunos compromisos familiares para ir a bailar con sus amigos, amortiguó esa necesidad de respuestas.

 

El domingo por la mañana consiguió colarse al parque, era demasiado temprano para que hubiera mucha gente, pero no importaba. Junsu y algunos de sus amigos estaban ahí, con una bocina tocando algunas canciones de moda y sus cuerpos siguiendo el rápido ritmo de sus notas. Había risas y pequeñas batallas uno a uno o en pequeños equipos. El grupo debía consistir en unas quince o dieciséis personas, pero tenían un ambiente inigualable de diversión.

 

Algunas familias han conseguido acercarse, también pequeños grupos de adolescentes, la mayoría chicas que están ahí para suspirar por algunos de los chicos en el grupo de baile. Los grababan con sus celulares o simplemente animaban al grupo.

 

Junsu de pronto sintió un hormigueo subir por su columna vertebral hasta la nuca, erizando su vello y acelerando su corazón. No era una sensación de miedo, era más la adrenalina ante lo desconocido, una emoción tan positiva como primitiva. Giró el rostro a derecha e izquierda, como tratando de averiguar el origen de ese hormigueo. Cuando nada ni nadie llamó su atención, giró el torso y miró a su espalda. Recargado en el tronco de uno de los árboles en una de las pendientes del carril para senderismo, está ese hombre que rápidamente recuerda de hace algunas semanas, aunque apenas habían intercambiado una mirada, jamás olvidaría esos ojos brunos y ese cabello azabache.

 

Cuando el licántropo se dio cuenta de que los ojos color miel lo estaban mirando directamente a él, no luchó contra la sonrisa que tiró de sus labios, ni ese ligero movimiento de cabeza a modo de saludo. Apreció con gusto la forma en que las mejillas del castaño se colorearon y la sonrisa tímida que cobró vida en su boca. Esa boca que ha protagonizado muchos de sus sueños húmedos en las últimas noches.

 

― ¡Junsu! ¿A quién estás mirando?

 

El breve momento de distracción que el castaño vivió cuando uno de sus amigos le golpeó el hombro, y el consecuente movimiento de su mirada, hizo que su corazón se agitara inquieto cuando al volverla al mismo punto, el azabache había desaparecido.

 

― Había, alguien ahí.

 

― ¿Alguna chica sexy?

 

― Un hombre atractivo. ― Suspiró.

 

Su amigo selló los labios y se alejó. Aunque sus amigos no son precisamente homofóbicos, todavía no estaban cómodos con él cuando algún sujeto tenía su atención. No es que Junsu fuera gay, se considera a sí mismo más bien bisexual, ha tenido un par de novias (por elección) pero nunca ha tenido novio, sin embargo, cuando se dio cuenta de que también podía tener erecciones y sentimientos por los hombres, él simplemente lo asumió.

 

Su familia, por supuesto, era otro tema. A su hermano no le importaba, pero sus padres definitivamente están en contra.

Muy, en contra.

Por eso es fácil amenazarlo con arreglar un matrimonio para él.

 

― Vamos, Junsu. Despeja ahí, viniste a divertirte ¿cierto?

 

El castaño asiente, y se integra pronto al ritmo del grupo. No se queda, sin embargo, tranquilo por el resto del tiempo que están ahí. De vez en cuando pasea la mirada por la multitud, mira también a través del carril de senderismo, solo están las mismas personas observando, y los mismos amantes de la vida saludable caminando, trotando o corriendo por los alrededores. El castaño se siente decepcionado, hubiera querido tener el valor de acercarse al hombre y preguntar su nombre, o algo.

 

Kim Junsu, estás perdiendo la cordura. Eso definitivamente no será un movimiento muy apropiado. ― Sus pensamientos, aunque honestos, tampoco cooperaron demasiado cuando, de camino a la parada de transporte público, vislumbró al mismo azabache caminando más allá por la calle, dando vuelta en la esquina y perdiéndose de nuevo de su vista. ― La próxima vez. La próxima vez simplemente me arriesgaré.

 

Y lo hizo.

 

Aunque no tuvo que esperar ni armarse particularmente de valor. El azabache apareció delante de él cuando iba a entrar en su oficina. Era un lunes antes de las ocho de la mañana, la mayor parte del personal no comenzaría a llegar sino hasta en una hora después. Él, por otro lado, simplemente ha querido saber si tendría la suerte de conocer a su barista personal cuando tratara de colar su chocolate caliente a su oficina.

 

― Tú. ― Susurró. Con la mano en la puerta y los ojos abiertos de par en par.

 

― Llegas temprano, Junsu. ― El licántropo dijo.

 

Y su voz ronca hizo estragos con la conciencia y autoprotección del castaño.

De cierta buena manera.

 

― ¿Cómo entraste?

 

― Te lo he dicho, el sistema de seguridad de la empresa es terrible.

 

― ¿Quién eres? ¿Qué es lo que quieres de mí? ¿Vas a secuestrarme?

 

― Si esa fuera mi intención, lo habría hecho hace mucho, Junsu. Pero, tengo que enfatizarlo, el sistema de seguridad es deplorable, el hecho de que no ha pasado nada mal en esta sede no debería hacerla tan vulnerable. Los otros edificios de la empresa familiar tienen un mejor sistema. Cualquiera pensaría que tus padres asumen que no vendrán por ti solo porque aún no estás al mando de la compañía.

 

El castaño tragó hondo. Un inquietante zumbido de incomodidad abriéndose paso en el fondo de su mente, acompañado de un revoloteo agrio en la boca del estómago.

 

Los sentidos del licántropo se percataron de esos cambios en él, y un gruñido áspero retumbó en su garganta. 

 

― No estoy aquí para lastimarte, Junsu.

 

― No puedo saberlo. Ni siquiera sé quién eres o qué pretendes.

 

― Dañarte es lo último que pensaría siquiera. Yo, sin embargo, no puedo decirte quién soy. Todavía no.

 

― Qué.

 

― Pero, te daré algo. ― El azabache aclaró su garganta, luego extendió su mano y ofreció parte de su nombre. ― Park.

 

― ¿Así que solo obtengo tu apellido? El que, probablemente, ni siquiera es real.

 

El castaño resopla con aire frustrado. Sabe que no es esta la posición que debería adoptar. Sabe que esto tiene toda la pinta de una trampa, de un acecho consciente y quizá malintencionado. Sabe que su vida podría, perfectamente, estar en peligro. Pero, nuevamente. Hay algo en esta persona que lejos de hacerle sentir preocupado por su seguridad, le brinda confianza.

 

― Lo es, Junsu. Si puedes confiar en mí, te aseguro que te contaré más sobre mí después.

 

― Cuándo.

 

― Cuando estés listo para enfrentar quién soy en verdad.

 

Dijo, y sin darle tiempo a hacer más preguntas o externar más opiniones, el azabache se inclinó, invadiendo el espacio personal del castaño de manera tal que fue fácil percibir su alterada respiración y los presurosos latidos de su corazón, además del sonrojo en sus mejillas.

 

― Hueles mejor cuando no usas perfume, y el color de tus ojos es hermoso sin importar cuánta luz se refleje en ellos. ― Añadió.

 

Tras lo cual, y aprovechando el desconcierto del castaño, se coló por su costado y para cuando Junsu volvió la mirada, no lo vio por ninguna parte.

 

― Qué diablos. ¿Es un escapista? ¿Un criminal? ¿Por qué estoy emocionado como si esta fuera una historia de romance? ― El castaño frunció el entrecejo.

 

E inconscientemente los labios formaron un puchero. Cuando finalmente entró en su oficina, el termo con chocolate caliente estaba sobre su escritorio, y la nota a su lado era tan precisa, que no pudo evitar preguntarse de cuántas maneras Park podría estar espiándolo.

 

No llegues temprano más, arruinas mi imagen.

 

― Idiota. ― Farfulló, pero olió su chocolate y una sonrisa tiró de las comisuras de sus labios. ― Joder, estoy enamorándome de un perfecto extraño que bien podría ser un criminal.

 

 

Durante los días siguientes el ritual continuó sin más contratiempos. El castaño se ha acostumbrado fácilmente a la sutil atención que recibe con las notas y su termo de chocolate caliente. Park no ha aparecido en su periferia desde esa mañana, pero espera encontrarse con él pronto. De alguna manera, solo quiere verlo y, a ser posible, tener otra charla con él. Quizá menos demandante y más casual.

 

Sus deseos son atendidos el siguiente sábado, cuando la figura del azabache aparece en su visión mientras mueve el cuerpo al ritmo de alguna de las tantas canciones pegajosas que suena en la bocina. El castaño sonríe con toda la cara, su rostro se llena de alegría y algo parecido a la ilusión y otras emociones que no se molesta en analizar de momento. Le basta con ver a Park deambular hasta el mismo lugar en que le viera la semana anterior. Recargado contra el tronco de un árbol, mirándole fijamente. Como si pretendiera absorber de él todo cuanto pueda desde esa distancia. A Kim la distancia le parece entonces la cosa más molesta del mundo, y su ceño se frunce involuntariamente, expresando la gran falta que sucede en su pensamiento.

 

A esa distancia, sin embargo, Park todavía puede escuchar los latidos de su corazón y percibir en el ritmo lo que presumiblemente sucede en su cabeza. Una sonrisa divertida se abre paso en su boca. El castaño responde, a tales metros entre ellos, alzando los labios en trompetilla. El azabache traga hondo, luchando contra el deseo de reducir la distancia que los separa y morder su boca juguetona y caprichosa.

 

Así que existe este lenguaje tácito entre ellos, y es agradable de muchas maneras. Como si las palabras realmente no fueran necesarias y estuviera simplemente bien seguir adelante, dejar que el puente entre ellos se establezca y sus caminos se entrelacen hasta que sea imposible separarlos sin hacer al menos algún daño en el intento.

 

Park, como es de esperar, siente sus instintos cada día más fervientemente partícipes del acercamiento, como si estuvieran resueltos a empujar en él tanto como sea necesario hasta que finalmente invada tanto el espacio personal de Kim que sea imposible resistir más los impulsos.

 

Después de lo que parece haber sido una eternidad, Kim finalmente se aparta del grupo, camina entre los espectadores y se abre paso hasta el lugar donde Park sigue plantado. Ojos brunos y amielados no se sueltan en ningún momento. Otro acuerdo tácito, sobra decir.

 

― Hola. ― Kim saluda con una sonrisa brillante.

 

― Hola. ― Park corresponde, aunque en su sonrisa se desliza también un claro coqueteo que enciende las mejillas del castaño.

 

― Gracias por las notas, y el chocolate.

 

― Es bueno saber que los disfrutas a ambos.

 

― Todavía no decido cuál de ellos es mi favorito. Pero guardo las notas en un lugar especial, para evitar que caigan en manos equivocadas. ― Dice, y sus pestañas se agitan cuando es presa de su propio nerviosismo. ― No es que quiera mantenerlas ocultas, es solo…

 

― Está bien, Junsu. Lo entiendo. ― Conforta.

 

Porque claro que sabe, Park ha estado observando apropiadamente desde hace semanas. Es consciente de la obvia negativa de los padres del castaño a su resuelta bisexualidad, propensos a arruinar cualquier plan gay que pueda poner en marcha. Si él fuera otro tipo de persona (que no lo es, porque licántropo, gracias) probablemente se habría mantenido lejos, evitando cualquier represalia que la familia Kim pueda tener en su contra. Pero no lo hace, porque no le importa, quiere a Junsu.

 

Lo quiere de muchas maneras.

Su instinto se lo reclama con vehemencia.

Y sabe que cederá.

Que sigue rondando por esto.

Por la oportunidad innegable de conexión.

 

― ¿Lo haces? ― Junsu finalmente pregunta.

 

Hay un toque de incredulidad y desconfianza en su tono de voz, en el ritmo irregular de sus latidos, en la forma en como desvía la mirada, pero frunce el entrecejo.

 

― Lo hago. ― Park afirma de inmediato, dando un paso más cerca, sosteniendo los ojos soñadores del castaño con una determinación novedosa incluso para él. ― Estoy aquí porque quiero, y porque quieres. Hacemos las cosas que queremos, pero tienes que saber, Junsu, me detendré en cuanto quieras que lo haga.

 

Kim soltó un aire que ni siquiera supo que estaba conteniendo. Tragó hondo después de eso y finalmente terminó por reducir la distancia entre ellos, sus cuerpos lo suficientemente cerca como para compartir el calor, sus rostros emulando el anhelo. Así, sería tan fácil simplemente inclinarse y besar. Pero ninguno lo hizo. No todavía. Ambos saben que es demasiado pronto, que necesitan avanzar un poco más, como un flirteo menos inocente y más intencionado.

 

― Entonces quédate, Park. Sigue adelante. Y cuando estés listo, dime tu nombre completo.

 

No necesitan más palabras, hay una promesa intrínseca en este momento. Ambos lo saben, y ninguno huye de eso.

 

Por supuesto, siguieron adelante.

Paso a paso hasta que los límites entre el anhelo y la realidad desaparecieran.

 

 

Probablemente haya transcurrido un mes entero desde entonces, pero se habían acercado más en esa medida. Se veían y charlaban unos minutos los fines de semana, cuando Junsu eludía con fiereza las palabras de su madre y exigía espacio para sus pasatiempos. Su desempeño en la empresa ha sido impecable, por lo que el padre de familia equilibra la balanza a su favor mientras su madre tensa la mandíbula y sus ojos parecen recordarle la amenaza intrínseca de sus arrebatos.

 

Matrimonio arreglado.

Kim detesta solo pensar en ello. Así que en muchas ocasiones se encuentra pensando en las opciones que realmente tiene a su favor. La única posible es renunciar a la familia, incluso al apellido si fuera necesario. No quiere una vida atado a falsas expectativas.

Quiere vivir su vida.

 

Sucede entonces que su vida no es tan insoldable como pudo considerar en algún momento, es un jueves cerca de medianoche cuando finalmente puede salir del trabajo. El estacionamiento del edificio está prácticamente vacío, y hay una sensación en su cuero cabelludo que le hace sentir vulnerable y temeroso.

 

El instinto de una persona nunca debe pasarse por alto.

Junsu lo vive en carne propia.

 

Es cuando su mano ni siquiera ha alcanzado la puerta de su auto que alguien enreda un brazo en su cuello y algo es empujado contra su rostro, cubriendo nariz y boca. Él lucha de inmediato, pero no puede hacer nada cuando su cuerpo comienza a sentirse pesado y aletargado.

 

Sin embargo, antes de que un par de hombres puedan cargarlo y arrastrarlo hasta una camioneta que espera a unos metros de ahí, otra silueta aparece de la nada. Hay un gruñido y el sonido de disparos, hay gritos y gemidos ahogados. Junsu no entiende lo que está pasando, sus sentidos están adormecidos y no tiene control alguno de su cuerpo, tirado en el piso solo ve sombras y siluetas moviéndose delante de él.

 

― Junsu. ― Escucha que le llaman unos momentos después.

 

Hay un toque ronco de preocupación e ira mezclado en esa voz que él conoce, porque claro que lo hace. Intenta levantar su mano y alcanzar el rostro que apenas puede ver, borroso delante de sus ojos. Hay puntos rojos moteando la atractiva cara de Park, y un olor a pólvora que revuelve su estómago. Incapaz de valerse por sí mismo, es un manojo de huesos pesados y sentidos abrumados cuando Park le carga en brazos, lo mete en su propio coche en el asiento trasero y lo último que registra antes de perder la conciencia es el motor en marcha.

 

 

Cuando abre los ojos hay un velo de adormecimiento que le cuesta apartar de su mirada hasta que talla sus ojos con sus manos. Hay un sabor desagradable en su lengua, y duda que sea solo la reacción natural que viene después del sueño y la cantidad de bacterias haciendo vida en su boca, incluso si se asea puntualmente antes de meterse en la cama. Lo que, tiene que decirlo, no hizo. Y esta no es su habitación.

 

― Es bueno verte despierto. ― La voz áspera del azabache tiene su atención al instante, él entra en la habitación, viste ropa deportiva y lleva los pies descalzos. La camiseta de resaque le permite admirar algunos trazos de lo que deben ser tatuajes en sus brazos y el torso hasta terminar en el hombro izquierdo. ― Aquí, bebe. Ayudará a terminar de eliminar la toxina.

 

― ¿Toxina? ― Pregunta, recibiendo el vaso que se le ofrece y que, definitivamente, no contiene solo agua.

 

― Intentaron secuestrarte, pero no usaron una droga común, tuve que sacarles la información a la fuerza. ― Dice. Y hay algo en la forma en que lo hace que eriza el vello del castaño.

 

No pregunta, pero imagina que eso pudo ser algo imprudente como, matar.

 

― No los maté. A ninguno, aunque podría haberlo hecho. Ellos intentaron llevarte, Junsu. ― Aclara, como si hubiera leído su pensamiento, o descubierto su miedo.

 

Y solo entonces el castaño se da cuenta también del tono iracundo en su voz, de la fiereza en sus brunas pupilas, de la tensión de todo su cuerpo. Como si esta falta hacia él le hubiera significado la peor de las ofensas, como si él fuera lo más importante en su vida. Y es un poco ridículo, aunque se han ido conociendo un poco más, todavía son más un par de extraños con una interesante tensión sexual flotando entre ellos.

 

Pero, también hay algo más.

Más primario, básico.

Instintivo.

 

― ¿Quiénes eran? ¿Qué querían conmigo? ― Pregunta. Solo eso, aunque tiene muchas más que le gustaría hacer. Pero contiene su lengua y bebe lo que le han ofrecido. Él todavía podría dudar, rechazar esto y marcharse, buscar a su padre e iniciar una investigación. Pero Junsu confía.

 

Confía en esta persona más que en cualquier otra.

Incluso sus padres.

 

― No estoy seguro. Pero, uno de los negocios de tu padre está relacionado con la investigación y armas bioquímicas, ¿no?

 

El castaño simplemente asiente. No está particularmente al tanto de esa rama en particular de los negocios familiares. Es, de hecho, algo más bien secreto, no para el país o el mundo, sino para él. Es su padre el único que dirige todo lo relacionado con esos negocios.

 

― Tal vez deberías preguntarle a tu padre. Y, como te he dicho, la seguridad de tu empresa es terrible, pero también sé que no comandas esa gestión.

 

― Gracias, Park. Hablaré con mi padre. ― Dice, deja el vaso vacío en la mesa de noche junto a la cama e intenta levantarse, aunque las piernas todavía le tiemblan cuando se levanta.

 

― No ahora, tonto. Acuéstate, no estás en condiciones todavía. Duerme aquí, mañana puedes ir y hablar con él.

 

― ¿Cómo supiste? ― Cuestiona, dejándose arrastrar de nuevo bajo las mantas.

 

― Me importas. No soy un acechador, Junsu. Pero, te vigilo.

 

― Mi guardaespaldas personal, ¿eh? ― Dice, intenta bromear, pero las palabras le saben demasiado sinceras en la lengua.

 

― Sí, como una sombra pegada a ti. Ahora, duerme.

 

El castaño asiente, cierra los ojos y aunque tiene el pensamiento de que no lo conseguirá de inmediato, resulta que ni siquiera se entera cuando se duerme. Hay una última idea en su cabeza que apunta a que el azabache debió añadir algún calmante en la bebida que le dio. Pero, todavía confía en él.

 

 

No le extraña cuando se encuentra solo en el departamento. Un termo con chocolate caliente y una nota sobre la mesa redonda en el pequeño comedor. Kim sonríe, guarda la nota en el bolsillo de su pantalón y con el termo en la mano, sale del lugar con un rumbo fijo.

 

La sede principal de la empresa familiar es ridículamente llamativa. Un impresionante diseño en la arquitectura del edificio le ha merecido una serie de comentarios favorables a nivel internacional, como un imán para los negocios, dice su padre. Y realmente lo cree, incluso él se siente ridículamente ajeno a este ambiente excéntrico y metódico cuando visita.

 

Le toma algunos minutos llegar a la oficina de su padre, lo que tiene al castaño de mal humor porque, en serio, ha tenido que pasar por el sistema de seguridad como cualquier otro trabajador. Aquí, literalmente, no importa ser el hijo menor.

 

― ¿Qué te trae por aquí, Junsu? ― Su padre le pregunta en cuanto él entra en la oficina.

 

El hombre está sentado detrás de su escritorio, apenas levantó la mirada para saludarle (si es que el cuestionamiento puede pasar por uno) pero sigue leyendo unos papeles. Un proyecto quizá.

 

― Sabes, papá, estoy impresionado de cómo ha cambiado tu sistema de seguridad desde la última vez que estuve aquí, eso fue el año pasado.

 

― Se tuvieron que hacer ajustes.

 

― ¿Que no se incluyeron en el resto de los edificios?

 

El hombre finalmente levanta la mirada, hay un destello de molestia en sus ojos. Deja los papeles sobre el escritorio y le presta atención.

 

― ¿Qué quieres, hijo?

 

― Anoche intentaron secuestrarme, o matarme, realmente no lo sé.

 

Su padre frunce el entrecejo, y de inmediato manda llamar a alguien. Unos segundos después un hombre entra a la oficina, viste un traje oscuro pulcramente moldeado a su cuerpo, zapatos brillantes y un porte severo. El encargado de seguridad, Junsu adivina.

 

― Atacaron a mi hijo anoche, ¿algo para decir?

 

― No tengo ningún reporte, señor. Pero lo investigaré de inmediato. ― Dice, y tras el ligero movimiento del hombre, da media vuelta y abandona la oficina.

 

― ¿Qué querían? ― La pregunta finalmente va dirigida al castaño.

 

Y su estómago se revuelve con súbita incomodidad y decepción.

 

― Así que solo te preocupa lo que querían. Ni siquiera has preguntado cómo estoy, o cómo es que estoy aquí.

 

― Junsu…

 

― ¿Te importa? Mi seguridad, quiero decir.

 

― Junsu, claro que me importa.

 

― Entonces, ¿cómo explicas esto? Cómo explicas lo que sucedió anoche, lo vulnerable que he estado desde no sé cuándo. Mejoraste el sistema de seguridad aquí, pero te olvidaste de la pequeña empresa dirigida por el hijo problemático ¿verdad?

 

― No debió ser así. Aunque las amenazas han sido solo para mí, se supone que la seguridad sí mejoraría en el resto de los edificios. Averiguaremos lo que pasó y se actuará en consecuencia.

 

― ¿En qué estás metido, papá? ― El castaño piensa que su pregunta es legítima.

 

Pero cuando la mirada de su progenitor cambia con severa renuencia, él entiende que este será uno de los muchos secretos familiares.

 

― Vuelve a casa, no vayas a tu oficina hasta que te indique.

 

― Volveré a mi departamento.

 

― No es seguro.

 

― No quiero tu falsa preocupación ahora, papá.

 

― Junsu. ― Sisea con tono de advertencia.

 

― Si te hubieras molestado en preguntarme lo que pasó anoche, sabrías que estoy muy bien cuidado. Estoy mejor por mi cuenta que con tu falso cobijo. ― Señaló con tono hosco, dando media vuelta y marchándose sin esperar más palabras de su padre.

 

 

Mientras espera a que se descarguen algunos archivos en la portátil, evoca memorias de la noche anterior. Cuando llegaron a su departamento, Park se aseguró de revisar primero al castaño, usó su sentido del olfato para detectar qué le administraron en un vago intento de cloroformo. Lo que no era, pero alguna variación más agresiva con el organismo. Él está familiarizado con esta toxina de relativa fácil manipulación, los centinelas la usan en su armamento para atacarlos a ellos, aunque en dosis más letales.

 

Su primer pensamiento es que Sentinell lo encontró e intentaron usar al castaño para castigarlo a él, pero una vez que se encargó del problema, dejando inconscientes a los atacantes, fue fácil determinar que no. Este había sido un ataque premeditado contra Junsu. Contra el padre de éste. Sin embargo, también era innegable que había mostrado más de lo necesario, y que debería tener cuidado a partir de ese momento. Un poco más, sin volverse paranoico en el camino.

 

Mientras su cuerpo había terminado de expulsar casquillos de balas normales, su habilidad curativa sanó cada herida, él preparó un antídoto para esta toxina, que ofreció al castaño obligando el líquido en su garganta con un beso. Que no disfrutó, porque la única emoción presente era la preocupación, sin pizca de intención sexual o romántica. Luego, se deshizo de su ropa, arruinada de todas formas por los orificios de balas y una cantidad de sangre imposible de sacar.

 

También había llamado a un conocido en la ciudad, con quien había contactado hace algunas semanas y que, pudo descubrir con relativa dificultad, se encargaba de limpiar esta clase de desastres. Tuvo que pagar una generosa cantidad de dinero, pero eso era lo de menos, podía darse ese lujo. Provocar una confrontación anticipada con el padre del castaño no era una opción. No aún.

 

No durmió junto al castaño, pese a que su instinto reclamaba que lo hiciera. No, Park se dedicó a vigilar por la ventana, con la mirada en el exterior y los sentidos sensibles a cualquier posible amenaza. Nada se acercó siquiera a su lugar, luego, antes de que el alba pudiera siquiera despuntar, el licántropo salió de la habitación, dando una breve mirada al chico y se preparó para salir un poco después, duchado y con ropa nueva. Así es como terminó aquí, en un negocio fantasma que encubre su verdadero propósito, no es propiamente criminal, pero todavía cae en muchas formas ilegales.

 

Lo que a Park le preocupa, es que de una u otra forma está vinculado con la empresa de la familia Kim. Su instinto le grita que debe encargarse del asunto, resolverlo y mantener a salvo al castaño.

 

― Estoy tan jodidamente en él. ― Gruñe para sí.

 

Mirando entonces de soslayo a los hombres en el suelo, tirados en inconsciencia por su trato. Tiene que admitirlo, no se contuvo demasiado para noquearlos, aunque pudo ser más suave. En su defensa, fue lo suficientemente astuto como para no usar sus garras o colmillos, y dejarlos vivir. Para ser entregados a la policía, por supuesto, porque ahora que ha terminado con su propósito, hará una llamada anónima y en algunos minutos estos bastardos serán llevados en detención.

 

Con suerte, habrá algo de justicia.

O, en el peor de los escenarios, terminaría con policías investigando su rastro.

 

Cuando el programa terminó de descargar los archivos en su portátil, el azabache se encargó de los detalles rutinarios, cubriendo sus huellas en la web lo mejor que pudo. Siempre había la posibilidad de que un buen hacker lo atrapara siguiendo sus migajas. Sentinell debía tener ese tipo de presupuesto, pero no a la gente correcta de su lado.

 

Ignorando los vestigios de la noche anterior nadando en su pensamiento, el azabache salió del lugar y tomó un camino específico.

 

El departamento de Junsu estaba en un buen lugar, un edificio en la ciudad que seguramente albergaba a otras personas acaudaladas. Park no se detuvo a pensar demasiado en ello, esperó en la acera hasta que el castaño apareció.

 

Junsu se debatió entre volver al departamento de Park después de haber visitado a su padre. Se pregunta si ese lugar es realmente su lugar, o si quizá un sitio temporal que ahora podría estar vacío. Sabe que debería volver a su propio departamento como le dijo a su padre, pero al mismo tiempo piensa que tal vez no, que podría irse a algún hotel, tratar de serenarse y darle sentido a lo que ha pasado en su vida desde la noche anterior.

 

Él tiene preguntas para Park, pero se pregunta si tendría respuestas. Sabe que anoche escuchó disparos, escuchó gritos de dolor y olió algo parecido a la sangre, debió serlo. Está seguro de que vio unas buenas manchas carmesí en la ropa de Park antes de perder definitivamente la consciencia. Pero entonces ¿era su sangre? ¿él estaba bien? ¿A dónde fue realmente después de dejarlo en el departamento con esa nota? ¿qué pasó con sus atacantes?

 

Preguntas, tantas de ellas. Cuando se dio cuenta de que inconscientemente había estado conduciendo a su departamento, suspiró hastiado. Su cuerpo era inútil cuando se movía en automático, podría virar en la siguiente avenida y tomar otro camino, pero no lo hizo. Sentía que su departamento era el lugar adecuado ahora. Sonrió cuando al estar cerca, visualizó la silueta del azabache afuera de su edificio. Su cuerpo no era tan inútil después de todo.

 

― Hola. ― El castaño saludó con un toque de torpeza y timidez, saliendo de su auto a trompicones.

 

― Hey. ― Park se movió en un santiamén, sujetando su antebrazo y ayudándole a estabilizarse. ― Sin prisa, no voy a ningún lado.

 

― Veo que no. ― Suspiró, mirándolo a los ojos. ― Entonces, ¿qué haces aquí?

 

― Responderé eso una vez hayamos entrado en tu departamento. Y también creo que debes estacionar tu auto, ¿no?

 

Kim volvió la mirada. En realidad, ni siquiera cerró la puerta de su auto, y ciertamente estaba solo ahí, en la calle, a unos metros de la entrada al estacionamiento del edificio. Farfulló una respuesta y rápidamente le indicó que subiera con él, ya que estarían usando el ascensor del estacionamiento para subir a su piso.

 

Park centró sus sentidos, descartando los olores desagradables que inevitablemente flotaban en el aire. Cuando entraron en el departamento del castaño se sintió aliviado, porque aquí olía a él más que a nada, incluso si todavía estaban ahí las reminiscencias de productos de limpieza o de comida congelada y ropa sucia en algún lugar del cuarto de lavandería.

 

― Entonces, está limpio y todo, alguien hace la limpieza dos veces por semana.

 

― Lo sé.

 

― Dios, en verdad actúas como un acosador, Park. ― Gimoteó, cubriendo el rostro con sus manos e intenta esconder una sonrisa nerviosa que, de todas formas, el azabache puede notar.

 

― No lo soy, solo… me preocupo por ti.

 

― Me doy cuenta. Y, lo agradezco, anoche… eso, realmente me aterró.

 

Esas palabras cambiaron el ambiente, tornándolo serio. De una manera necesaria. Ambos lo saben.

 

― No obtuve las respuestas que hubiera querido de mi padre. Tengo este presentimiento, sabes, de que está haciendo negocios en el lugar y con las personas equivocadas; pero no estoy seguro de poder decir que él no sabe eso.

 

― Mira, tu padre tiene buenas intenciones.

 

― ¿Lo hace? ― Pregunta, hay un toque evidente de incredulidad en su voz.

 

― En realidad sí. Solo, tienes razón, son negocios con las personas equivocadas. No quiero justificar a tu padre, pero cuando comenzó no tenía idea, y una vez que se dio cuenta no quiso retroceder. Supongo que es de los que piensa que el fin justifica los medios.

 

― ¿Cómo sabes tanto, Park? ¿Eres un espía? ¿Un agente especial? ¿Por qué no me dices más de ti?

 

Los ojos negros del azabache se engancharon con los del castaño. Como si estuviera buscando en esos irises dorados su propia motivación, o la seguridad de hacer lo correcto.

 

― Supongo que es el momento de hablar sobre mí. Pero, Junsu, no sé si estás listo.

 

― ¿Eres un asesino? ¿Estás usándome?

 

― No te estoy usando. Pero, sí hay sangre en mis manos. De personas que probablemente tenían razones válidas, pero era la vida de ellos o la mía.

 

Kim jadeó, y le costó un momento darse cuenta de que su respiración era forzada. Las palabras de Park le han tomado por sorpresa y se siente mareado. No se resiste cuando el azabache le ayuda a tomar asiento en un sofá de la sala de estar.

 

― ¿Debería acercarte agua?

 

― Sí, sí. ― Respondió, pasando la lengua por sus labios, percatándose apenas que tenía reseca la garganta.

 

Park se movió por el departamento como si ya hubiera estado ahí, ubicando de inmediato la cocina y sacando una botella de agua del refrigerador con absoluta naturalidad.

Kim tiene un breve pensamiento sobre si en realidad el azabache ha estado ahí mientras él trabaja o algo. Se pregunta si esta nueva información cambia esa estúpida ilusión romántica que había estado anidando en su cabeza durante semanas. Se pregunta, si esa ciega confianza en Park no podría ser solo su entrepierna deseando al atractivo hombre que bien podría simplemente haber planeado minuciosamente todo.

 

― Mierda. ― Gimió, un poco por el dolor de cabeza en ascenso, y otro tanto por la necesidad de respuestas.

 

― Aquí, bebe. ― Park instruyó una vez regresó a su lado, luego se sentó en el sofá frente a él, mirándolo fijamente. ― Sé que tienes muchas preguntas, puedo responder. Al menos a las inmediatas.

 

― Nombre. ― Fue lo primero que Kim quiso saber. Como si eso pudiera cambiar algo. Lo que no, de hecho no haría mucho. Pero había existido tanto secretismo, que solo quería saberlo.

 

― Park Yoochun. ― Dijo. Voz neutra, expresión serena. Y un velo de emociones en sus pupilas que incluso para Kim simplemente estaba ahí, a la vista.

 

― ¿Quién eres? ¿Para quién trabajas?

 

― No trabajo para nadie. Soy, solo un tipo que decidió cambiar de vida y se mudó a esta ciudad. No tenía idea de quién eras hasta esa mañana que te vi bailar en el parque.

 

― ¿Un tipo que cambió su vida? ¿En serio, Yoochun? ― Dijo, con una sonrisa herida en sus labios, como si decir el nombre del azabache en este contexto no fuera lo que realmente quería. ― Necesito más que eso aquí, porque me estoy haciendo muchas ideas y todas ellas parecen más un guion digno de Hollywood.

 

Por primera vez, Park finalmente cambió su postura y la máscara serena de su rostro. Echó el cuerpo al frente, apoyando los codos en sus rodillas, cruzando las manos y respirando profundamente antes de levantar nuevamente la mirada y centrarse en el castaño.

 

― No es sencillo, Junsu. Decirte esa parte de mí.

 

― ¿Pero quieres hacerlo? ¿Quieres decirme?

 

― Quiero. Solo, temo que después de saberlo las cosas cambien radicalmente entre nosotros.

 

― Ya dijiste que tienes sangre en tus manos, Yoochun.

 

― Y casi te desmayas. Sé que comenzaste a pensar si tu vida estaría en riesgo conmigo.

 

― Tienes que darme algo de crédito. Eres todo misterio y habilidades a lo James Bond, o Jason Bourne o Neo. Diablos, te dije, estaba haciéndome un montón de ideas. Ni siquiera sé cómo saliste ileso después de enfrentar a esos tipos anoche, no tengo idea de cuántos eran o qué pasó con ellos, Yoochun.

 

― No maté a ninguno, aunque quise hacerlo. Ellos iban a llevarte, Junsu. ― Siseó. La ira fue tan evidente que sus ojos brillaron con fiereza.

 

Kim lo observó detenidamente. Casi descubriendo apenas cuán importante era él para el azabache. Quería lanzarse al frente, sentarse en sus caderas y besarlo. Dios, estaba tan loco por él.

 

― Solo dime, Yoochun. Si me voy o no, es mi decisión. No puedes dejarme en la oscuridad con esto toda la vida, ¿verdad?

 

No era fácil. De ninguna maldita manera. Park se puso de pie, tomó algunas respiraciones y finalmente le dijo que lo haría.

 

― Puedo decírtelo, pero creerás que te estoy tomando el pelo o algo peor. Así que, solo te mostraré. Pero, mostrarte es un gran impacto, demasiado. Diablos, no sé cómo hacer esto. ― Musitó al final, probablemente más una reflexión para sí que algo para compartir con el castaño.

 

― Yoochun, solo hazlo.

 

― Te vas a asustar, podría provocarte una reacción tan mal como un paro cardíaco. Junsu, no puedo hacer eso. Y no sé cómo ir suave con esto. Esto, lo que soy, quien soy, es tan… de película.

 

― Ok, entonces, qué tal si retrocedes un poco y realmente me dices algo con palabras, luego me muestras.

 

― No me vas a creer si te digo.

 

― Pruébame.

 

Hubo un considerable silencio después de eso. El azabache se sentó de nuevo, miró fijamente al castaño. Era idiota, de muchas maneras. Su instinto le decía que se largara, que no confiara tan ciegamente en él. Pero, su instinto también le decía que confiara, porque, bueno, Junsu. Su instinto ya ha decidido que es el indicado. Que lo desea, lo quiere. Lo ama.

 

― Soy un licántropo.

 

Dijo.

Y luego llegó otro silencio.

 

Los ojos de Kim no soltaron los de Park durante un buen par de minutos. El azabache de todas formas sabe que el castaño está pensando. Seriamente pensando en su revelación. Lo notaba porque estaba nervioso, apestaba a ansiedad, se mordía continuamente el labio inferior y estaba tamborileando los dedos en todas partes, su rodilla, el muslo, el antebrazo de la mano contraria, a lado del sofá.

 

Junsu estaba sopesando la credibilidad de Yoochun en este punto. ¿Un licántropo? Había como mil formas de burlarse de eso, pero luego está el hecho de que Park aseguró poder mostrarlo, así que no, no podía ser una broma. ¿Y la forma en que ha estado sigilosamente acechando en su oficina, en el parque? Sí, eso definitivamente es muy de película, probablemente alguien capacitado en el gobierno podría hacerlo también. Pero Yoochun ha dicho ser un licántropo. Una criatura mítica de entre todas las posibilidades. ¿Confianza? Diablos, sí. Pese a todas las alarmas encendidas en su cabeza, él realmente estaba decidiendo confiar en él.

 

― ¿Cómo es? ¿Tienes otra apariencia siendo un, licántropo?

 

― Sí.

 

― ¿Es aterradora?

 

― Para ti, lo será.

 

― Bien, dime cómo es. Tal vez si lo imagino antes de verlo con mis propios ojos, sea menos aterrador.

 

― Soy una bestia de dos metros de altura, mucho pelo, garras en manos y pies, fauces feroces y colmillos letales. Habrá rugidos y probablemente una mirada agresiva.

 

― ¿No te gustan los humanos en tu forma licántropo?

 

― No es eso, es solo una forma de interactuar con quien tengo frente a mí. La apariencia bestial lycan es más primitiva.

 

― Apariencia bestial lycan ¿por qué suena como si no fuera la única que tienes?

 

― Porque no lo es. Pero la apariencia absoluta, no puedo llegar a ella a voluntad. Y no sin luna llena.

 

― Oh. Bien. ― El castaño aclaró su garganta. ― Bien, yo. Puedo manejarlo, muéstrame.

 

― ¿Seguro?

 

― Sí.

 

― Sé que es mucho pedir, pero, por favor, no sufras un ataque cardíaco.

 

Cuando Park se relajó lo suficiente, se puso en pie de nuevo, salió de la sala de estar al pasillo libre, donde había espacio para su transformación. Kim lo siguió con la mirada, tragando saliva cada tanto, lamiendo sus labios con ansiedad y mordiendo el inferior con nerviosismo. Park tenía que centrarse, no solo para mostrarse como es cuando se suelta a su naturaleza nocturna, sino también para mantener a raya su instinto. No quiere saltar sobre Junsu con su apariencia bestial, eso definitivamente lo aterraría.

 

Soltando la tensión de los hombros, Park se relajó, dejando que su cuerpo simplemente lo hiciera, porque es su naturaleza, es quien es. Y así fue como su cuerpo cambió, reagrupándose hasta tomar la apariencia de una bestia de cabello negruzco cubriendo toda la extensión, las prendas que lo cubrían se deshicieron en jirones y cayeron desordenadamente alrededor. Los músculos de todo su cuerpo se volvieron más poderosos, y donde había un hombre ahora solo quedaba una bestia, con hocico y un juego de caninos y colmillos letales; están ahí también las garras, tanto en las manos como en las piernas. y unos ojos grandes que estaban cubiertos completamente de color bruno.

 

Kim sabe que esto debería asombrarlo al punto del terror, pero, de alguna manera, se encontró a sí mismo simplemente fascinado. No se dio cuenta del momento en que se levantó, ni mucho menos que caminó hasta él, alargando una mano con la intención de tocar, porque ¡al carajo la autoprotección! Realmente necesitaba tocarlo.

 

Park emitió un gruñido bajo y ronco cuando Kim estuvo ahí, tocando distraídamente su brazo. Ajeno a la forma en que los sentidos del lycan se alteraban e inhalaba profundamente, llevándose el aroma del castaño hasta los pulmones, seduciendo su instinto.

 

― Increíble. Yoochun, eres increíble. ― Susurró.

 

Más como un pensamiento propio. Los dedos del castaño se deslizaron suavemente hacia arriba, acariciando inconscientemente la extensión de vello áspero y resistente. Notó sí, el calor corporal que irradiaba el licántropo, más elevada que la suya, y que tenía algún efecto en él porque comenzaba a sentirse más caliente también. Sin pretenderlo arbitrariamente, la mano del castaño vagó hasta el hombro, descendió hacia el pecho y tanteó el lugar donde el corazón de Park latía a un ritmo más acelerado de lo que debía serlo como hombre. No conforme, subió de nuevo hasta el cuello, ancho y firme, y de ahí llegó hasta el rostro. Sonrió cuando enroscó un par de dedos en una de las puntiagudas orejas, Park gruñó más fuerte.

 

― ¿No te gusta que toque tus orejas? ― Preguntó, el licántropo gruñó, su húmeda nariz rozando la sien del castaño. ― Bien, vale. No tocar tus orejas.

 

Dijo, pero siguió tocándolo, porque de ahí bajó a la frente, y acarició con paciencia por el medio hasta el hocico. Tentativamente deslizó un dedo por uno de los largos colmillos, con la respiración alterada, pero sin miedo, solo una curiosidad que no debía ser precisamente sana. Había saliva ahí, pero no le provocó asco o algún sentimiento desagradable. Notó sí, que en ese instante el licántropo se había quedado quieto, probablemente sorprendido por su confiada exploración, o quizá preocupado de llegar a lastimarlo. Kim no quería ser tan invasivo, así que dio un paso atrás y sonrió.

 

Joder. Sonrió. Park quería acercarse de nuevo y marcarlo.

 

― Eres impresionante, genial y… Dios, fascinante, de una buena manera. No tengo miedo, por cierto. Creo que, creo que tú nunca me harías daño, Yoochun. Así que sí, obviamente te creo, y estoy bien. Sin ataques cardíacos ni terror innecesario. ¿Puedes volver? Ya sabes, como hombre, y vestirte porque, oh cielos. ― El castaño cubrió su rostro, riendo tontamente cuando inconscientemente había dirigido su mirada al sur, la entrepierna de la bestia era. Bien, sí, era mejor no pensar en ello.

 

Su rostro se había sonrojado hasta las orejas y hacía demasiada calor.

 

― Oh dios, no. No me gusta el furry, no estoy haciendo esto. No, no estoy teniendo fantasías de ese tipo.

 

― Estás hablando en voz alta, Junsu.

 

Escuchar la voz del azabache, con esa información específica, le hizo chillar en conmoción, dar media vuelta, quitar las manos de su cara porque casi se cae de bruces y correr a la cocina. Agua, necesita agua, mucha. Y luego, esperar que un agujero se abra en su piso y ser tragado por la tierra.

 

Park sonreía, estaba más que encantado con este resultado. Con esa reacción. Después de todo, su instinto no se ha equivocado.

 

Junsu es el correcto.

 

Así que bien, superado ese importante momento entre los dos, era hora de seguir adelante. Con las conversaciones que todavía estaban pendientes.

 

― Entonces, ¿hay otros licántropos en la ciudad?

 

― Es probable, pero no he conocido a ninguno aún.

 

― ¿Cómo sabrías? Quiero decir, ¿tienen alguna forma de reconocerse entre ustedes?

 

― Sí. Es instintivo, está este cosquilleo en la nuca, y luego un aroma. Entonces sé cuando hay otro licántropo alrededor.

 

― ¿Has vivido con otros?

 

― No en mucho tiempo.

 

― Cierto, eso, ¿qué edad tienes? ¿Eres inmortal?

 

― No soy inmortal, Junsu. ― Dijo, sonriendo con un toque de diversión. Las mejillas del castaño se sonrojaron. ― Pero es verdad que vivimos más que los humanos, tenemos estas habilidades que nos permite curarnos rápidamente de prácticamente cualquier herida, resistencia física, velocidad superior, sentidos hiper desarrollados. Hay mucho que nos permite tener mejor vida. Pero, descuida, no soy tan viejo.

 

― Luces joven, así que no estoy preocupado realmente por tu edad, solo tenía curiosidad.

 

― Me he dado cuenta de eso, tu tendencia a la curiosidad, poco sentido de autoprotección y algunas dificultades para llevarte bien con tus padres.

 

El castaño gimoteó.

 

― Tú realmente sabes mucho sobre mí, Yoochun.

 

― Lo hago. Pero, en serio, no de una mala manera. Yo solo, quería conocerte.

 

― Podrías haberme preguntado, acercarte a mí.

 

Park sonrió divertido.

 

― Honestamente, era divertido para mí. Quiero decir, el instinto lycan es así.

 

― ¿Qué significa eso? ― Kim parpadeó, lindamente confundido.

 

Park simplemente sonrió más.

Iba a ser tan entretenido explicarle más.

 

 

Después de la gran conversación, Park simplemente se había retirado del departamento de Kim, asegurándole que estaría al pendiente de su seguridad. El castaño ni siquiera necesitó preguntar al respecto, ya lo sabe. El instinto lycan parece predispuesto a protegerlo, no se queja en absoluto, al contrario le gusta.

 

Han omitido hablar expresamente de la atracción mutua, pero habían tenido todas esas miradas y sonrisas, y sabían que sus caminos simplemente continuarían entrelazados, por lo que estaba bien tomarse las cosas con más calma.

 

De alguna manera, su chocolate caliente seguía apareciendo en su oficina una vez que su padre le indicó que podía volver. El sistema de seguridad se ha reforzado, pero más detalles del asalto no le fueron proporcionados. Él quiso apartarlo de su pensamiento, confiar en el instinto del azabache y seguir su vida con normalidad.

 

Lo lograron, en un buen porcentaje. Nada raro estaba pasando en la empresa, tampoco en su departamento, y los fines de semana continuó asistiendo al parque con su grupo de amigos para bailar. Park todavía observaba desde la distancia, casi parecía un depredador acechando a su presa, en cualquier otro contexto eso podría haber crispado los nervios de Kim, pero actualmente más bien le excitaba.

 

Además, ahora siempre que terminaba el baile, compartían alguna bebida en el parque o en alguna cafetería cercana, charlaban y se conocían más y más. Lo que, traducido para el corazón del castaño, simplemente estaba enamorándose más. Gran problema, para sus padres al menos.

 

― ¿Qué quieren? ― Preguntó con tono hosco, porque estar en la casa familiar no es buen augurio para él.

 

― ¿Quién es este sujeto? ― Su madre preguntó, abriendo una carpeta que estaba sobre la mesa en la sala de estar.

 

Había algunas fotos de él y el azabache, tanto en el parque como en los locales cercanos.

 

― Así que ahora me estás espiando. ― Siseó.

 

― Te lo diré solo una vez, Junsu. Aléjate de él.

 

― No.

 

― ¡Kim Junsu!

 

― No voy a dejar de verlo. Es mi amigo.

 

― ¿Tu amigo? ― Se burló su madre. ― Es obvio que sientes algo por él. Lo sabes, no puedes tener una relación homosexual.

 

― Puedo, y lo haré si quiero.

 

― Junsu…

 

― No. Escucha, mamá. Soy un adulto, soy perfectamente capaz de tomar mis decisiones. Lamento que no puedas entender mi orientación sexual y que eso haga que no encaje en tus planes. Pero, sabes qué, no me importa. Quiero ser feliz, y no me importa si es con una mujer o un hombre. Y sí, él me gusta, y si luego le gusto de vuelta, definitivamente voy a hacer todo por tener una relación duradera.

 

Dijo, largo y sin darle a su madre el mínimo espacio para detener su argumento. La vio tensarse de pies a cabeza, ponerse roja de coraje. Ella, sin embargo, no lo amenazó de nuevo, simplemente miró a su esposo. Probablemente ya habían hablado de esto y tenían una estrategia para convencerlo de hacer lo que ellos quisieran. Como siempre.

 

Su padre sostuvo su mirada durante un tiempo. Al castaño le extrañó, normalmente apoyaba las decisiones de su esposa de inmediato.

 

― ¿Sabes quién es este hombre?

 

― Lo sé.

 

― ¿Realmente lo haces, Junsu?

 

Cuando su padre preguntó con ese tono y con esa mirada que parecía astuta y calculadora, él comprendió que su padre sabía. Sabía que Yoochun es un licántropo. ¿Cómo lo descubrió? No tiene idea, pero necesita hablar con el azabache cuanto antes.

 

― Sí. Lo hago, y todavía me gusta, todavía voy a seguir viéndolo y esperar tener una relación ridículamente cursi con él.

 

― Puedes irte, hablaremos al respecto mañana en mi oficina.

 

El castaño asintió, y se marchó de la casa paterna sin querer escuchar la forma en que su madre estaba despotricando contra su padre por la decisión tomada. Ella odia perder, o que se altere el plan de vida familiar de cualquier manera. Como sea, en ese momento ese era el menor de sus problemas, necesitaba reunirse con Yoochun y decirle que su padre sabe sobre su naturaleza nocturna.

 

 

― Mi padre lo sabe. Yo no se lo dije. No sé cómo…

 

― Junsu, respira. Está bien, sé que lo sabe.

 

― ¿Qué? ¡Por qué no me lo dijiste!

 

― Lo acabo de descubrir. ― Dijo, mostrando unos documentos abiertos en su portátil. ― Sin embargo, no tiene malas intenciones. Solo, tampoco cuenta con los mejores aliados. Ese es el problema.

 

― ¿Qué vas a hacer?

 

Park lo miró larga y significativamente.

Kim no apartó su mirada.

 

― A tu padre le interesa comprender el sistema inmune de los licántropos, porque quiere generar medicinas apropiadas y ayudar a salvar personas. No es bueno para mí que sepan quién soy, porque como dije, no tiene los mejores aliados. Pero, su causa, no me desagrada.

 

― Debería hablar con mi padre. ― Musitó, más como una forma de hablar consigo mismo que compartiendo el análisis con el azabache. ― Quiere verme mañana, estoy seguro que para hablar de ti, siendo un licántropo. Veré a dónde nos lleva eso, quiero que confíes en mí, Yoochun.

 

― Confío en ti, Junsu.

 

Compartieron una intensa mirada durante algunos instantes, entonces no era solo por la situación con el padre del castaño. Era, esa atracción latente entre ellos que pugnaba por ser expresada.

 

― Yoochun~. ― Suspiró, agitando las pestañas, casi invitándolo a acercarse, a ceder a sus instintos. A profanar sus labios.

 

Park tragó hondo. El movimiento de su manzana de adán provocó las entrañas del castaño con anticipación. Sobre todo cuando el azabache lamió sus labios y sus ojos centellaron con cierto aire depredador. Kim jadeó involuntariamente, sintiendo la garganta reseca y el deseo latente de besar.

 

― Si hacemos esto, Junsu. Tienes que entender que estas aceptando a una criatura de la noche como pareja. ― Park dijo, con un tono de voz ronca y ligeramente estrangulada.

 

Como si hablar de esto fuera un asunto de vulnerabilidad.

Como si estuvieran hablando de algo más serio que un simple beso.

 

Kim de cualquier manera asintió, porque ¡al diablo! Besar al azabache era todo en lo que podía pensar. Después podrían entrar en detalles sobre la profundidad de sus sentimientos.

Así que cuando la boca de Park cobijó la suya, hubo algo como una corriente eléctrica viajando por todo su cuerpo y encendiendo un sentimiento tan abrumador que se sintió mareado. De una buena manera, entusiasmado por este sentimiento, Kim abrió su boca y permitió que la lengua de Park explorar el interior a su antojo. Sus lenguas de hecho tuvieron una serie de encuentros sutiles bastante interesantes, porque era un beso apasionado y húmedo, pero nada demasiado lascivo que pudiera terminar en resultados sexuales.

 

 

Lo que, decepcionante por un lado.

Pero jodidamente gratificante por otro.

Porque, obviamente, esto no era solo una aventura.  

 

 

La primera vez que se encuentran a solas, con algo más que una burda excusa para charlar, Park sabe que, si lo besa, no se conformará con solo eso. No es que no se hayan besado ya, y mucho en las últimas dos semanas, desde que tuvieron ese acuerdo tácito de simplemente arriesgarse a estar juntos. Como pareja, sin embargo, Park ha hecho hasta lo imposible por contenerse de ir más allá. Incluso dejando las caricias tan inocentes que todavía no conoce el olor bruto de su semen recién expulsado, porque sí, lo ha olido y sabe que se ha masturbado en más de una noche, después de despedirse con un beso de esos que dejan al castaño con las piernas vueltas gelatina.

 

Park quiere todo, absolutamente todo de él. Kim suspiró cuando las manos del azabache serpentearon sugestivamente por sus costados, pero por nada del mundo se permitió cerrar los ojos y apartar la mirada de las brunas pupilas delante suyo. Como si temiera que esto fuera a romper cualquier encanto levantado entre ellos. Porque Kim sabe que Park se ha contenido, que ha mantenido límites, levantado ciertos muros.

 

― ¿Estabas esperándome? ― Park pregunta en su oído, aprovechando el movimiento para mordisquear su oreja, sonriendo por el temblor evidente y la exhalación de sorpresa y excitación que agita al castaño.

 

La música del club es alta, pero nunca lo suficiente como para burlar los sentidos del lycan. E incluso no suficiente para luchar contra la necesidad del castaño para percibir y recibir todo cuanto le ofrecía su recién llegado acompañante.

 

― Sí, Yoochun~. ― Suspiró mientras se dejaba atrapar y su cuerpo era pegado al del azabache. Sin límites claros entre ambos, capaz de sentir cada minúscula parte de los dos en contacto.

 

Tan evidente, que la forma en que sus caderas se rozaron y comenzaron a moler el uno contra el otro, solo dejó entrever que el baile que estaban comenzando era indudablemente sucio en el más puro erotismo posible.

 

― Siento haberte hecho esperar, Junsu. ― Susurra contra su oído, alejándose entonces lo suficiente para mirarle a los ojos.

 

No son necesarias más palabras. No ahora. Reducen la distancia y fusionan sus labios besándose con desesperación, mutuamente hambrientos del elixir que solo pueden encontrar en la boca ajena. Hay mucha lengua, saliva y ruiditos intercalándose entre ellos, algunos gemidos de placer y excitación tan espontáneos que comienzan a sentir la nebulosa sensación de la lujuria anidándose en sus vientres y encontrando camino hacia el sur. A ese sitio entre sus piernas que es honestamente caliente y palpitante.

 

― Yoochun~. ― Gimoteó. Con cierto tono desesperado.

 

― ¿Lo quieres, Junsu?

 

― ¡Sí~ sí~! Te quiero, Yoochun~.

 

― Ven conmigo. ― Park estuvo tentado de desatar su deseo en el club, pero no quería exponer demasiado a su joven amante.

 

Así que lo arrastró entre el mar de gente y lo llevó al estacionamiento, donde estaba su automóvil y el único lugar en el que podrían tocarse sin parecer demasiado exhibicionistas.

 

Subieron de inmediato al asiento trasero, Park acechando sobre Kim, con sus labios pegados y compartiendo besos cada vez más húmedos, más necesitados. El roce de sus cuerpos es evidente, y jodidamente excitante. Resulta imposible ocultar la dureza en la entrepierna para el otro, los pequeños gemidos que el castaño deja escapar entre besos y profundas inspiraciones, hacen estragos en las entrañas del azabache, en su calor corporal y el instinto sexual encendido al límite.

 

― Nunca he tenido sexo en un auto. ― Kim suspira en algún momento, incapaz de enfocarse en algo más que los labios de su amante deslizándose por la línea de su cuello, dejando mordidas ahí y en su hombro.

 

― La verdad es que no quiero hacerlo aquí. ― Gruñe el azabache. Sus palabras incongruentes con la forma en que su pelvis se frota contra la del castaño. ― Pero yo solo, solo necesito esto un momento, Junsu. ― Murmura contra su sien, su aliento caliente azorando la piel ya humedecida de su cuello y oreja.

 

Y en realidad después de eso hay muchos besos, saliva, lengua, gemidos desesperados y una fricción de caderas vergonzosamente inexperta, aunque el azabache no lo es y el castaño tiene una imaginación muy activa. Cuando se corren en sus pantalones, hay algunos suspiros aliviados y sonrisas tontas en sus labios. Park se sostiene todo el tiempo con sus brazos, consciente de que no pueden moverse de inmediato y de que su peso no sería precisamente cómodo en el ajustado espacio.

 

― ¿Tu departamento o el mío? ― Le pregunta al castaño algunos minutos después, estirándose y ajustando su cuerpo como si sus músculos estuvieran todavía demasiado aletargados por el orgasmo inicial.

 

― El tuyo. ― Responde, con el rostro ruborizado y la mirada vidriosa. Hay tantas emociones en sus ojos que el azabache no se contiene cuando lo besa de nuevo y se demoran otros cinco minutos antes de arrancar y dirigirse a su lugar.

 

Por supuesto, en cuanto atraviesan la puerta sus ropas comienzan a caer. Claramente ansiando seguir con esto hasta el final. Hay reacciones avergonzadas y narices fruncidas cuando se deshacen de la ropa interior, húmeda y sucia con el semen anterior. Kim podría pensar que es algo asqueroso, pero cuando es acorralado contra el muro y Park se arrodilla para lamer los rastros pegados a su vientre bajo, eludiendo al principio y deliberadamente, el falo endurecido, con la punta rojiza y un aroma que, definitivamente, está saboreando el lycan con el olfato.

 

― Oh dios. ― El castaño gimotea, incapaz de resistirse cuando sus manos atrapan el cabello del azabache, no es demasiado largo, pero sí lo suficiente para enredar sus dedos y tirar de algunos de sus mechones.

 

Cierra los ojos movido por el placer, nunca antes había tenido sexo, y que un licántropo tan sexy como Yoochun esté a punto de ofrecerle sexo oral, estaba colapsando sus neuronas cerebrales. Todo lo que podía hacer era jadear, gemir el nombre del azabache, aferrarse a su cabello y esperar pacientemente a que su cuerpo no se derrita.

 

La lengua del azabache se enreda alrededor de la cabeza fálica de un momento a otro, siente el estremecimiento que sacude el cuerpo del castaño y sonríe internamente con orgullo. El sabor de su semilla se cuela con más fuerza en sus papilas gustativas, le provoca un gemido gutural y el pinchazo en la entrepierna le advierte la excitación creciente al sur de su ombligo. Cuando se anima y desliza los labios por la extensión, no puede creer que se sienta tan bien, porque es Junsu el primer hombre con quien tiene sexo, y comienza a arrepentirse de todas sus aventuras porque esta sensación de placer al tener el pene del castaño en su boca no tiene comparación con nada.

 

― ¡Ng~! ― Y los gemidos del castaño solo consiguen motivarlo más y más.

 

Para cuando se da cuenta de que tal vez está siendo un poco agresivo con el castaño, su pene está enrojecido a lo largo, cubierto de su saliva y unas gotas de presemen colgando de la hendidura. El azabache lo ha liberado con un toque húmedo, relamiendo sus propios labios mira hacia arriba, apenas alcanza a sostener al castaño por la cadera antes de que resbale por la pared, con las rodillas claramente temblorosas.

 

― Me mentiste, no eres un licántropo, eres un demonio sexual. ― Gimotea, una sonrisa traviesa bailando en sus labios.

 

Con esa tentación, lo menos que puede hacer es levantarle en vilo, mordisquear su boca mientras caminan hasta la habitación y friccionarse lánguidamente unos momentos mientras sus labios llegan a un acuerdo para separarse otra vez.

 

― ¿Estás seguro de que quieres ir hasta el final?

 

― Sí.

 

La confianza en sus miradas es suficiente entonces. Park se aparta, rebusca en uno de los cajones de su closet y vuelve con una botella de lubricante.

 

― Mh, no tengo condones, pero puedo hacerlo fuera cuando esté ahí.

 

― No me preocupa si lo haces dentro.

 

― A tus entrañas no le gustará.

 

― ¿Cómo sabes?

 

― Leí al respecto. Vamos, menos palabras y más acción. ― Dice, con una sonrisa pícara mientras jala los tobillos del castaño y los eleva, de manera que la cadera se levanta, mete una almohada debajo y eso facilita todo lo demás. ― Dime si es demasiado.

 

― No lo será. Solo, sigue adelante, Yoochun.

 

Park recupera el lubricante y derrama una generosa cantidad en sus dedos, presionando y frotando contra el comprimido orificio de Kim. El castaño jadea e inconscientemente se revuelve, pero una mano del azabache contra su vientre lo mantiene en su sitio. Empujar el primer dedo no es fácil, sabe que le provoca algo de dolor y mucha incomodidad, así que decide distraerlo con besos en la parte interna de sus muslos, en sus nalgas, deja un camino húmedo de lamidas y mordiscos desde la pelvis hasta su vientre, juega en su ombligo y sigue cuesta arriba hasta el pecho.

 

Mordisquea sus pezones, los lame, los chupa y los besa. Los atiende con gracia durante minutos. Allá abajo, un dígito se convierte en dos después de algún tiempo, y tras muchos besos lánguidos y húmedos, se multiplica en tres. Cuando siente que se deslizan dentro y fuera con menos resistencia, añade más lubricante en su falo y se perfila entre las piernas del castaño.

 

Los primeros sonidos son incómodos, completamente. Incluso los del azabache, porque la presión es absoluta y muy placentera, su instinto se siente recompensado, pero sabe que no puede ser brusco, que debe ir lento, darle tiempo para acostumbrarse. Siempre se ha sentido orgulloso por su resistencia, pero justo en ese momento prácticamente está al borde de otro orgasmo. Y apenas ha conseguido empujar toda su extensión en el comprimido anillo de su amante.

 

― Oh, mierda, Junsu. ― Sisea entre dientes. Probablemente entre colmillos, el azabache siente que ha perdido cierto control sobre su instinto.

 

― ¿Cómodo ahí, Chun? ― Él pregunta, hay una sonrisa satisfecha en su rostro, aunque las palpitaciones de su entrada le hacen saber al azabache que todavía no está listo para su movimiento.

 

― No tienes idea, lo bien que te sientes apretado alrededor de mí, Junsu. ― Gruñe, sus ojos centellan un color azul turquesa que el castaño no había contemplado antes.

 

Sin embargo, no siente miedo en absoluto. Al contrario, hay un calor agradable anidándose en su vientre. Y una sensación de felicidad que nunca había experimentado antes. El resto de la noche pasa como una neblina brumosa de pasión, lujuria y felicidad.

 

Hacen el amor un par de veces, tontean durante largos minutos entre un encuentro y otro. Park cumple su palabra, y aunque su instinto se siente tentado de marcar a Kim corriéndose en su interior, no lo hace. La primera vez se viene en su vientre, la segunda en el pecho, aunque llega a ensuciar su mentón y la mejilla.

 

La mañana siguiente los atrapa descansando perezosamente en una cama cálida y llena con el aroma de sus sexos mezclados. Kim tiene una mano en el vientre de Park, trazando figuras sin sentido. Le duele el cuerpo pero se siente bien, algo cansado y muy sediento.

 

― Espera aquí, traeré agua.

 

El castaño le deja ir, y se siente mimado cuando una botella de agua le es entregada y tras un largo trago, le dan un beso que puede interpretar como un saludo matutino.

 

― Entonces, ¿momento para una charla de almohada? ― El castaño pregunta con una sonrisita, estirándose con gracia felina en las sábanas.

 

― ¿Charla de almohada? Nunca he tenido una. ― Dice, pero de todas formas se desliza a su lado, recostándose y ofreciendo su brazo como almohada para el castaño.

 

― Bueno, estamos llenos de primeras veces desde anoche. Estoy considerando esta como nuestra primera cita, también la primera vez teniendo sexo, y ahora nuestra primer charla de almohada.

 

― Me gusta, estoy pensando en que quiero más primeras veces contigo, Junsu.

 

― Podemos hacer una lista. ― Ofrece con entusiasmo. Sus pies enredándose con los del azabache.

 

― Bien, pero antes de eso, todavía tengo preguntas.

 

Así es como pasan el resto del día. Toman el desayuno en la cama, entre preguntas y respuestas honestas. Comen fuera, pero regresan para la cena y el castaño se queda de nuevo en el departamento de Park.

 

Ambos saben que es solo el comienzo, que en cualquier momento vivir juntos podría ser una realidad.

 

 

Cuando Park escuchó las palabras de su amante, supo que parte de él había sido manipulado por su instinto, pero no estaba, de ninguna manera, arrepentido. Sí, está dispuesto a ofrecer voluntariamente muestras de su sangre para que sean analizadas por especialistas, siempre que, sin importar nada más, sea Junsu el único supervisando todo.

 

Después de todo, su instinto licántropo le ha dictado desde que se conocieron, que la confianza mutua sería el timón hacia el futuro. Y, como concluyó después de muchas investigaciones, su padre no era un mal hombre.

 

― Entonces, hay algo que no te he preguntado aún.

 

― Qué cosa.

 

― ¿Puedes convertir a otros?

 

Park levantó la mirada, sabe que Kim lo pregunta por él mismo.

 

― Sí, aunque tienen que completarse ciertas circunstancias.

 

― Tú, ¿me transformarías? ¿lo has pensado?

 

Kim pregunta, luce nervioso, se muerde el labio inferior y evade un momento la mirada.

 

― Lo he pensado. Junsu, te transformaré si tú también lo quieres. Pero, tienes que saber que esta vida no es fácil.

 

― Sé que la vida no es fácil, incluso siendo humano.

 

― Es un poco diferente. Ahora estamos bien, pero podría llegar el día en que tengamos que huir, ocultarnos. La gente todavía piensa que somos mito o cuentos populares, pero el día en que estemos al descubierto, no sabemos cómo van a reaccionar, seguramente temerán y querrán atacarnos. No somos las únicas criaturas de la noche, están también los vampiros y otras.

 

― Yoochun, puedo entender las preocupaciones. Puedo hacerlo, solo. Solo quiero que sepas que me gustas así de mucho, que, quiero pasar tanto tiempo como sea posible contigo. Sé que no es inmortalidad, pero, definitivamente eres mucho más longevo. Yo, he estado preguntándome si esto que tenemos es algo como, ya sabes, para el tiempo que me tome envejecer o…

 

Park lo calla con un beso. No necesita escuchar más. Lo entiende. Su instinto lo hace.

 

― Serás un lycan extraordinario. Te amo, Junsu.

 

La sonrisa en labios de Kim es impresionante.

Su instinto, después de todo, es simplemente acertado.

Le ofreció al amor de su vida.

Con solo una mirada.

 

Lo que todavía está por venir, bueno, las historias no siempre tienen un fin, algunas llevan en la última página un continuará tácito. Porque las criaturas de la noche vivirán más que las gastadas hojas de un libro olvidado en la biblioteca de la vida.

 

 

FIN 

 

Después de meses sin escribir adecuadamente, aparezco con un longshot YoooSu que estuve cocinando por cerca de dos semanas. Espero que lo disfruten~ 

 

¡Gracias por pasar! 

3 comentarios:

  1. Hola Feli tanto tiempo! Volviste con longshot, estoy féliz, hace tanto que no leo de YooSu, esta pareja está tan olvidadas por muchos que ya me resigne a leer los viejos fanfic que tanto me gustaron en mi vida pasada jajaja. Que decir me encantó como siempre me encanta como escribís... y volviste a lo de lycan es bueno volver a las primeras personas que leí que escribieron de de hombres lobos, vampiros y humanos. Bueno te juro mientras lo leía y hasta que llegué al final pensé que esto era más para un fanfic, quede con tantas dudas a pesar que no daba pie.gracias por esta linda historia... ojalá vuelvas con más... mucha pero mucha suerte saludos...

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  2. Wooow como todas tus historias estuvo genial!! Siempre me ha encantado la forma en que escribes y desarrollas la historia y sus personajes, Yoochun Lycan es uno de mis favoritos!!! Lástima que sea un longshot, me encantaría saber qué va a pasar, pero tocará dejarlo a la imaginación jajajajajajajajaja
    Gracias por esta maravillosa historia!!! Por ahora seguiré leyendo, como quién sabe porque vez,Entrenando a Otosan!!
    Gracias nuevamente por traernos al Yoosu!!!

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  3. Ay Feli!!!! No sabes lo mucho que he disfrutado este relato, te lo juro lo leí dos veces porque amé muchas cosas en este fic, tú haces que me enamoré más de Yoochun porque haces que pueda imaginarlo hablando tal cual con JunSu y dedicarle esas miradas tan llenas de cosas. Mujer de verdad que muchas Gracias por este Shot, hacia mucho tiempo que tenía ganas de un Yoosu Lycan, ame esta historia como amo todos tus Yoosu🥰🥰🥰🥰

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