¡Buenas, gente bonita!
¿Cómo la llevamos con la cuarentena? Espero que dentro de todo, bien.
Les dejo otro shot YS, más corto que el anterior, pero igual, ya saben, con todo mi cariño~
¡Disfruten!
DIRTY
TALK
~*~
Kim
Junsu es el joven rompecorazones que nunca se entera de los avances que otros
hacen sobre su persona. No se entera de los coqueteos de las mujeres ni aun
cuando son evidentes. Tampoco se entera de los flirteos de varones pese a que
son descarados. No se entera de nada porque él ya está completamente enamorado.
De
Park Yoochun. El hombre que casi en sus cuarentas y conocido por su extensa
lista de conquistas en sus veintes, tampoco se entera de los sutiles y hasta
tiernos coqueteos del joven que vive en el departamento contiguo.
― Junsu, no se va a enterar si todo lo que haces es
saludarle, sonreír o subir al ascensor casualmente un día o dos por
semana. Tienes que ser más directo.
― ¿Directo? ¿Cómo?
― ¡Háblale sucio! A los hombres de su edad las
directas les encanta.
― ¿Sucio? ― Murmuró. Comenzando a enrojecer furiosamente
al segundo. ― ¡No puedo~!
El muchacho, sobre sus treintas, estaba comenzando a
arrepentirse por haber pedido el auxilio de su mejor amigo ChangMin, que no era
precisamente la persona más paciente del mundo, y además veía demasiado porno.
Sí, debió pedir el consejo de Jaejoong en su lugar, si no fuera porque el
nombrado estaba de luna de miel con su adorado y recién atrapado esposo.
― ¿Qué hay de complicado? Lo saludas, le guiñas el ojo y
le invitas a tu depa.
― ¡Encima quieres que lo invite sin más! ¿Directamente?
¿Qué clase de relación llevas con Hayami? Espera, olvida que pregunté, no creo
querer saber.
― Mojigato.
― ¡Soy un chico decente!
― Una década más y puedes protagonizar otra entrega de
“virgen a los 40”.
― ¡ChangMin!
― No me grites. Pediste consejo y te lo doy, si no te
gusta no lo hagas y ya. Pero en serio, Junsu, no es común hoy en día que a tu
edad ni siquiera hayas tenido un faje por ahí. Yo lo tuve a los…
― ¡No me recuerdes los detalles escabrosos de tu
adolescencia!
― Reitero. Mojigato.
ChangMin, su amigo que todavía podía presumir encontrarse
en sus veintes, comprometido con un chef japonés y una lengua demasiado
afilada, ignoró las rabietas de su amigo para continuar devorando la pizza que
habían pedido a domicilio. Claro, porque ni loco se tragaba lo que tuviera
intención el castaño de cocinar, seguro le daba luego diarrea. Exageración suya
en realidad, el castaño no cocinaba tan mal pero tampoco eran las delicias a
las que su prometido le tenía malacostumbrado.
― Pierdo mi tiempo, puede que obtenga mejores consejos si
busco en internet, hay foros para eso, ¿no?
― Terminarás más espantado, pero los hay.
― Tú solo sabes de foros de personas pervertidas iguales
a ti.
― No soy pervertido. Soy un hombre de 28 años, sano, con
una vida sexual activa igual de sana y un prometido con gustos que se ajustan a
los míos, todo sano. Hayami da fe, le encanta mi forma de ser, sobre todo en la
cama.
Kim primero se escandalizó, al morocho no le importó.
Pero luego el castaño le miró con ojos curiosos. Su amigo morocho sabe que se
muere por hacerle algunas preguntas indiscretas pero que lo corta la vergüenza.
Por eso, él, como buen amigo, no podía más que ayudarle.
― ¿Quieres saber, de una forma menos “pervertida” cómo
funciona el sexo gay? ― Preguntó, haciendo las comillas y todo. Las mejillas de
su amigo se encendieron al rojo vivo, otra vez.
― No creo que tanto, pero… nh ¿cómo sabes si le interesas
a un hombre?
― Oh créeme, le interesas a Yoochun. Ése, tipo de
interés. ― Enfatizó, no sea que el mayor de los dos no capte el mensaje.
― ¿Estás seguro?
― Le voy a grabar y te mostraré cómo se queda mirándote
el trasero cuando esperan el ascensor.
Kim sintió las orejas calientes. Obviamente su sonrojo se
ha extendido, para variar.
El morocho suspiró.
― En serio, Junsu. Háblale sucio, y le tendrás comiendo
de la palma de tu mano.
― ¡No quiero hablarle sucio! ¡Ni siquiera sé lo que eso
significa!
― Entonces de qué te quejas, mojigato.
…
Park salió de la residencia de su familia de malhumor. Su
madre, otra vez, le ha insistido en encontrar esposa. Le ha mostrado “cartas de
presentación” de varias mujeres en el círculo social en que se mueven. El
hombre, harto de la insistencia de su madre, le ha echado en cara la realidad.
― Soy gay, mamá. No me casaré con ninguna mujer, por
bella y millonaria que sea.
― ¡Park Yoochun!
― Aunque me grites, madre. Te lo he dicho mil veces desde
hace un año. Estoy harto de tener que fingir. Harto de acostarme con cuanta
mujer se me cruzaba tratando de evadir mi naturaleza. Así que olvídalo, puedes
desheredarme si quieres. Borra mi nombre del registro familiar ¡y déjame en
paz!
Así fue como terminó abandonando el gran salón de té en
la residencia. Con su madre soltando improperios y lanzando la vajilla de fina
porcelana al piso, importándole poco el desastre ya que, de todas formas, ella
no iba a limpiar, y le sobraba el dinero. Park la escuchó rabiar, maldecirle y
asegurarle que tarde o temprano seguiría sus órdenes, porque para eso es el primogénito.
El hombre no le escuchó, ignoró el caos que dejaba a sus espaldas y se marchó.
Necesitaba volver a su departamento, encerrarse y componer. De pronto sentía
ganas de escribir y tocar el piano, de proyectar algunas de sus emociones de
esa forma en que nadie más conocía.
Condujo sin prisas, más calmado de lo que podía imaginar
que se sentiría. Sí, hay un dolor persistente en su pecho, sabe que ha
defraudado a su madre, que su padre pondrá el grito en el cielo y no habrá
poder humano que le doblegue, que probablemente su hermano menor pagará los
platos rotos. Pero aún con todo eso, él se siente tranquilo, casi relajado.
Necesitado sí de componer, pero solo para no olvidar sus propias voluntades,
para sacar eso que hoy no necesita pero que tampoco quiere precisamente echar
en saco roto.
El camino le toma un poco más cuando decide hacer una
parada en un súper para comprar algunas botellas de licor, cerveza y algunas
botanas. Sabe que una vez cierre la puerta de su departamento, no saldrá de ahí
en al menos una semana. Por la comida no se preocupa, tiene algunos
contenedores plásticos en la nevera y siempre puede vivir a base de comida
chatarra un tiempo.
Cuando al fin entra al ascensor y agradece ser el único a
bordo, ni bien pulsa el botón de su piso y las puertas metálicas comienzan a
cerrarse, una conocida voz hace eco desde el pasillo.
― ¡Por favor, espera!
Cierto vecino suyo de cabello castaño y cuerpo escultural
llegó corriendo y, literalmente, saltó para cruzar antes de que las puertas
metálicas lo aplastaran.
― Gracias. ― Susurró con apenas aire, agachado y con las
manos en sus rodillas esperando recuperar el aliento.
Park sonrió honestamente complacido. Si el destino le
estaba dejando migas en el camino, eran muy sexys.
Cuando Kim levantó la mirada, involuntariamente se pegó
al muro metálico, sonrojándose lindamente y sabiéndose abandonado por su voz.
― Veo que llevabas prisa. ― Park dijo con una de esas
sonrisas que le afloran sin reserva. Recordando, de todas formas, que conoce al
apuesto muchachito que parece huirle como si le fuese a pegar algo.
― S-sí. ― Murmuró, apenas consiguiendo que su voz no
saliera como un chillido adolescente. Luego, cuando las puertas metálicas se
abrieron de nuevo en el piso de ambos, cuando el castaño caminó fuera, un
quejido de dolor abandonó sus labios.
― ¿Qué pasa? ¿Estás lastimado?
― No, no. Estoy bien. ― Respondió, forzando una sonrisa
avergonzado y gimiendo cuando al dar otro paso su tobillo se resintió
haciéndole tambalear.
― Obviamente no estás bien. Deja te ayudo. ― El azabache
le sujetó por la cintura, instándole a apoyarse en sus hombros. La bolsa de sus
provisiones en la mano contraria a salvo. ― ¿Tienes botiquín?
― Yo, no lo sé.
― Vale, te ayudo a entrar y, si me permites, voy
rápidamente a mi departamento por el mío y te reviso.
― ¿Eres doctor?
― Entre otras cosas. ― Dijo, sonriendo coqueto. De una
forma tan natural que no sintió ni pizca de remordimiento. Además, este chico
le ha gustado desde que le vio por primera vez hace unos seis meses.
Park sonrió todavía más cuando vio el sonrojo extenderse
por el rostro del muchacho, boqueando como pez fuera del agua.
― Como un delfín, con ese trasero y la voz chillona
que tiene a veces. Igual me encantaría llevarlo a mi cama. ― Pensaba, sin
perder la sonrisa pícara que llegó hasta sus ojos, esas brunas pupilas que
pusieron algo más nervioso al castaño, que no sabía ni qué hacer o decir a
continuación.
Así que se dejó guiar por el azabache, dándose cuenta al
poco de que estaban frente a su puerta y de que Park le ha pedido, dos veces,
ingrese el código de acceso para que puedan entrar. Espabilando y deseando que
la tierra se abriese y le tragara, ambos finalmente llegaron a la estancia del
departamento. Park dejó a Kim en un sofá, instándole a subir el pie y
descalzarse mientras él iba de prisa a su propio departamento por el botiquín.
Le tendió una pastilla para la inflamación y acercó una
botella de agua que tomó de su refrigerador con previa autorización de husmear
por su casa. Después se tumbó en el otro extremo del sofá y revisó el tobillo
del muchacho. Colocó un ungüento y acarició, quizá demasiado gentilmente para
la salud cardíaca del castaño, cuyos latidos iban a mil por hora nada más al
sentir el tacto del hombre de sus sueños.
Sí, ese atractivo hombre que le ha robado el aliento
desde que lo vio por primera vez durante su mudanza seis meses atrás. Tragó hondo
y se dijo mentalmente que debía tranquilizarse o se volvería loco delante de
él, y ya ha hecho suficientes ridículos en el día, ¡en cinco minutos!
― Eres muy callado. Junsu, ¿verdad? Recuerdo que ese
nombre dijiste cuando nos presentamos hace meses.
― Sí, hyung.
― Por favor, llámame por mi nombre. Lo recuerdas, ¿no?
― Lo recuerdo, Yoochun hyung. ― Musitó, sonriendo
finalmente desde el corazón.
Una de esas sonrisas enamoradas que son imposibles de
contener. Pero que, visto que el azabache estaba demasiado acostumbrado a
ellas, no le tomó la importancia que probablemente ameritaba. Porque era más
que la sonrisa enamorada de un chico que quiera simplemente entrar en su cama o
recibirle entre las piernas. Es la sonrisa enamorada de un joven que quiere
conocerle, realmente conocerle. Y tal vez, solo tal vez, compartir el mismo
sentimiento después.
― Es solo la torcedura, pero de todas formas te vendría
bien reposar algunos días, evitar el ejercicio o ponerle demasiado peso al
tobillo. ¿En dónde trabajas? Lo pregunto por si necesitas alguna recomendación
para tus labores diarias.
― No es necesario. Tengo una semana de descanso. Pero
suspenderé unos días mis otras actividades. ― Respondió, casi felicitándose por
finalmente haber encontrado su voz y que no le falle a medio camino.
― ¿Otras actividades? ¿Chico travieso? ― Cuestionó,
sonriendo a posta con picardía. Adelantándose en pensamiento y asumiendo que
esas otras actividades de las que el muchacho hablaba tendrían que ver con una
guapa novia y sexo en su casa.
Kim, por su parte, ladeó el rostro, como el cachorro que
no entiende las palabras de su mentor. Park pilló la inocencia del castaño al
minuto, carraspeó y se dijo mentalmente que aquello no era posible. Un joven
tan atractivo ¿virgen?
― Solo procura limitar el esfuerzo, Junsu.
― Sí. El gimnasio de todas formas no es mi actividad
favorita, pero voy a extrañar las prácticas de soccer~. ― Dijo.
Y varias cosas sucedieron a la vez.
La expresión de sorpresa del azabache al enterarse de esas
otras actividades, que muy lejos estaban de su madura mentalidad.
Después el carraspeo necesario, porque Park ha encontrado
demasiado mono el puchero alzado en labios del muchacho. Y se ha mordido el
labio inferior conteniendo las repentinas ganas de besárselo.
Y finalmente, la sonrisa cándida cuando Kim se sonrojó
copiosamente. Balbuceando disculpas y excusando su actitud demasiado infantil.
― Te dejo ahora, a menos que necesites ayuda con algo.
― Nada de eso, Yoochun hyung, ya he abusado bastante de
tu amabilidad.
― Puedes abusar todo cuanto quieras.
Kim abrió la boca, incapaz de responder algo a esas
palabras. Porque sí, es un hombre en sus treintas, virgen de cabo a rabo
(literalmente, gracias), tímido, demasiado inocente para su bienestar pero,
hombre al fin y al cabo. De treinta años, terriblemente virgen pero con unas
ganas enormes de dejar de serlo. Con el hombre correcto. Alguien de cabello
negro azabache, de ojos honestos, profundos como el universo mismo o comparable
con un cielo nocturno moteado de estrellas; de personalidad relajada pero
actitud madura. Alguien como el hombre delante suyo.
― Nos vemos, Junsu.
Park añadió, creyendo que el repentino silencio del
muchacho era la señal que él necesitaba para desacelerar y dejar de meterse con
él, aunque sus reacciones fueran por mucho adorables y le provocaran más que
una excitación pasajera, un sentimiento de interés que no sentía desde la
adolescencia.
― Espera, Yoochun hyung. ― Kim le llamó, cojeando
graciosamente para no poner peso en su tobillo lastimado. Deteniéndole justo
antes de que saliera de su casa, jadeando involuntariamente cuando los brunos
ojos le miraron con intensidad haciendo temblar su corazón. ― ¿Te gustaría cenar
conmigo? Para, agradecerte.
― Seguro, qué tal si traigo la cena. Aunque no soy muy
diestro en la cocina.
― Pero, qué clase de agradecimiento sería si…
― Te estoy invitando una cita, Junsu.
― Oh.
― Vendré a las siete. Descansa en tanto.
Park se marchó con una agradable sensación anidándose en
su pecho, sonriendo con más que galantería o insinuada coquetería. Sonriendo
con honestidad, pura y llana, sin segundas intenciones de por medio. Solo pasar
un buen momento con un chico que, lo juraría con las manos al fuego, le
ofrecerá sorpresas cual caja de pandora.
…
Kim
no pudo evitarlo, llamó a su amigo morocho con la intención de pedirle consejo
sobre qué sería aconsejable usar en esa mencionada primera cita a la que fue
invitado. En su propio departamento. En nombre de un agradecimiento que él
debería dar.
― No te drenes el cerebro, solo asegúrate de ducharte
bien por todas partes. Usa ropa interior sexy y ve por ello, Junsu.
― ¡No vamos a tener sexo, ChangMin!
― ¿Por qué no? Le tendrás en tu depa, ¿qué mas
quieres?
― No lo sé, ¿qué tal tener al menos unas diez citas? ¡En
unos meses de noviazgo! Por ejemplo.
― Vamos, que se me olvida lo chapadito a la antigua
que eres. Pues no tengo mucho qué aconsejarte entonces, llama a Jaejoong para
esas cursilerías.
― ChangMin ah, no seas tan borde con Junsu. Pásamelo.
― Hayami~ gracias al cielo que estás ahí, no sé cómo vas
a casarte con ese lengua floja~.
― Cosas de karma seguramente, no habría nadie más en
la tierra que le quisiera como yo a pesar de su lado perverso. Pero no nos
distraigamos, escuché que tienes cita con el hombre que te gusta.
― Sí~ pero no tengo idea de qué ponerme. Además, fui
quien le invitó a cenar para agradecer que me ayudara con mi tobillo, pero es
él quien traerá la cena y todo. ¿Todavía puede considerarse una cita de
agradecimiento?
― Pues, primero que nada, no hay tal cosa como cita de
agradecimiento. Es una cita y punto, y es él quien la ha pedido así que
relájate. Y disfruta, sé tú mismo y listo, ya la tienes ganada. Caerá a tus pies
redondito.
― ¿Crees, Hayami?
― ¡Obviamente! Eso sí, si intenta sobrepasarse no
dudes en darle una patada en las pelotas y llamar a la policía. Tienes el
paralizador eléctrico que te compramos JJ y yo el año pasado, ¿verdad? Tenlo a
mano, por las dudas.
― Yoochun no es ese tipo de hombre.
― Por las dudas, Junsu.
Kim gimoteó, casi ofendido en lugar del azabache. Pero
aseguró tenerlo a mano como su amigo le estaba pidiendo. Después le desearon la
mejor de las suertes, o lo que es lo mismo, ChangMin gritó al fondo que
esperaba perdiera finalmente su virginidad. Lo que ¡no estaba en sus planes!
― Ese idiota, está obsesionado con mi virginidad o qué.
El castaño se dejó caer un momento sobre su cama, mirando
el techo sin prestarle realmente atención, vagando un instante en sus recuerdos.
Ciertamente no ha tenido sexo antes porque no ha tenido suerte. Descubrió su
orientación sexual en la adolescencia, pero le costó un montón asimilarlo. Así
que fingió interés en las chicas como todos sus compañeros y amigos. En la
universidad se dijo que era mejor ser honesto, pero las ocasiones en que se
sintió atraído o enamorado por algún chico, eran heterosexuales o solo querían
relaciones casuales.
Kim se alejaba en cuanto se percataba de que sexo era
todo lo que querían de él. En parte porque si, está chapado a la antigua y no
busca en sus relaciones solo breves deslices sexuales; es de los que buscan
relaciones serias, duraderas, con sentimientos de por medio y no solo emociones
intensas pero fugaces como un mero calentón. Claro que, también huía porque en
realidad le da un poquito de miedo el sexo gay. Precisamente el sexo anal,
porque aunque también puede dar, seguramente recibirá y eso… pues es lo que le
pone de los nervios.
― Suficiente de darle vueltas, hoy solo es una cena. ― Se
dijo, palmeando sus mejillas y levantándose de un salto. ― ¡Auu~! ― Aunque se
arrepintiese al segundo cuando su tobillo le recordó que sí, que todavía duele
y merece ser cuidado.
Cuando faltaban unos minutos para las siete, el castaño
finalmente estaba listo. Ha aseado el departamento, con toda la paciencia del
mundo por aquello de que no tenía la movilidad a la que está acostumbrado.
También se aseguró de que hubiese suficiente soda y hasta cerveza en la nevera.
Y dejó a mano el paralizador por las dudas, vale, ni tan a mano, que guardado
en el cajón del mueble de su pantalla de última generación no era precisamente
astuto, pero está súper convencido de que Park no es el tipo de hombre por el
cual necesite protección personal. Eso fue en el pasado, cuando sí, un sujeto
quiso sobrepasarse y él se asustó a muerte pero estuvo todo controlado cuando
Yunho, el ahora esposo de Jaejoong, sometió al tipo en cuestión y hasta le
arrestó por asalto sexual. Sí, era toda una historia digna de película. Pero
mejor ni acordarse, porque de alguna forma había sido patético, siendo hombre.
El timbre de su departamento le sacó de sus cavilaciones,
y se dijo que tenía que dejar de hacer eso de perderse en sus pensamientos
porque luego el tiempo corría y él ni se enteraba. Porque sí, son las siete en
punto y su vecino está llamando a la puerta.
Kim se encaminó hacia allá tan rápido como pudo, dando
saltitos para no lastimar su tobillo, tan cuidadosamente vendado por el apuesto
azabache que le saluda al otro lado de la puerta. Condenadamente sexy, sobra
decir. Vestido totalmente de oscuro, pero casual y asombrosamente varonil.
― Buenas noches, ¿listo, Junsu ah?
― Buenas noches. Sí, sí. Pasa, Yoochun hyung.
― En serio, puedes omitir el “hyung”, Junsu.
― Eso, me da pena. Porque, apenas nos conocemos.
― Llevamos seis meses de vecinos, nos saludamos a menudo
en el pasillo o el ascensor.
― Yo… todavía pienso que es irrespetuoso.
Park observó el aire tímido de Kim y no pudo menos que
asentir en mudo acuerdo a sus buenos modales.
― Traje lasagna de pollo, espero te guste.
― ¿Tú la preparaste?
― Sí.
― ¡Wow! Quiero decir, no tenías que tomarte tanta
molestia.
― No es tan complicado.
― A mí se me quemaría hasta el agua para café. ― Comentó
casualmente, sacándole una sincera risa al azabache, sonriendo por inercia.
Embelesado porque sí, joder sí, hasta su risa es encantadoramente varonil.
― También traje vino, para compartir antes de cenar, a
menos que quieras comenzar por eso.
― No, no. Podemos, charlar antes. Si quieres, Yoochun
hyung.
― Quiero, en realidad tengo curiosidad por saber muchas
cosas sobre ti, Junsu.
La amplia sonrisa del castaño provocó aleteos en el
vientre del azabache. Y conforme la charla diluyó la vergüenza al irse tomando
confianza, ambos se fueron dando cuenta de las muchas cosas que les gustaban en
común. O de las peculiaridades que les hacían tan diferentes pero que lejos
estaban de incomodar al otro.
Así fue como pasó esa primer cita, entre conversaciones
relajadas, sonrisas, carcajadas y una que otra exclamación de sorpresa o
vergüenza. Pasó en medio de una cena que dejó al castaño con ganas de más, y la
urgente necesidad de que el azabache le enseñara a cocinar tan delicioso. Pasó,
entre sonrisas avergonzadas y mejillas coloradas, entre miradas intensas y
mucho autocontrol. Y no es necesario decir quién protagonizó cuál rol, saltaba
a la vista.
Cuando Park se despidió en la puerta del departamento,
tuvo que morderse el labio inferior con fuerza. Porque como no lo hiciera
cometería una locura y provocaría una innecesaria incomodidad entre los dos. Y
es que lo deseaba tanto, reducir la distancia y probar esa boquita rosada.
Pero no, hizo acopio de todo su autocontrol y se
convenció de que no. Pese a todo lo grandiosa que fue esa primera cita, no era
momento para un beso. Necesita ir despacio, y hacerle notar que está
genuinamente interesado. Y lo está, más allá de lo atractivo que le resulta la
sensual figura del muchacho, ha quedado fascinado con su personalidad.
…
― ¿Ya no eres virgen?
― ¡ChangMin! Maldita sea, no. Todavía soy virgen.
― Tsk, qué desperdicio de cita.
― Pervertido.
Mientras los amigos discutían, el novio del morocho,
Hayami, se reía por las ocurrencias de su querido prometido. Apenas la noche anterior
ChangMin le había sorprendido, en medio del sexo, que quería invitar a comer a
Junsu al día siguiente, es decir, esa tarde. Se lo imaginaba, que todo lo que
quería era el chisme completo, en vivo y sin reservas.
― ¿Fue todo bien, Junsu? ― Mokomichi preguntó, ofreciendo
a su prometido un poco de vino de mesa para acompañar el platillo de un jugoso
corte en salsa de chocolate que había preparado para la ocasión.
La sonrisa del castaño fue instantánea.
― Fue perfecto. Yoochun hyung es caballeroso, pero
también es divertido y maduro, estuvimos charlando toda la tarde.
― Aburrido. ― Musitó el morocho, pinchando un buen trozo
de carne y llenándose la boca con él.
Mokomichi le sirvió más carne, para que se estuviera lo
más callado posible. Kim revoleó los ojos, decidido a no seguirle la corriente.
― ¿Y? ¿Hubo algo ahí? Ya sabes, química.
― Creo que sí.
― ¿Qué edad tiene finalmente? Tenías tus dudas al
respecto.
― 39.
― Vaya, nueve años no es tanto en realidad. Yo le llevo
seis a ChangMin, y nos entendemos muy bien.
― No sé cómo lo soportas.
― Soy inteligente. Y un as en la cama.
― ChangMin, ¿solo piensas en sexo?
― No. También pienso en otras cosas. Pero estoy frustrado
porque tú aun eres virgen.
― ¡Porque es mi decisión! Y no me culpes, eres todo un
pervertido.
― Tal vez. ― El morocho ni siquiera se tomó la molestia
de añadir nada.
Aunque en parte era verdad. Siempre hablaba de sexo
delante de Junsu porque realmente le frustra que sea el único del reducido
grupo de amigos en calidad de soltero, virgen y encima temeroso de acercarse a
los hombres porque piensa que todos quieren justamente solo sexo. Entonces,
ChangMin y su no muy coherente forma de pensar, asume que una vez que su amigo
le pierda el miedo al sexo en sí, también entenderá que hay relaciones que
nacieron para ser pasajeras y que eso no significa que el amor no ande por ahí
para él. Venga, que él es prueba viviente de eso, tuvo más parejas de las que
puede contar con los dedos de sus manos, y no fue sino hasta hace un par de
años que conoció a Mokomichi que su vida simplemente cambió.
― Dejemos la charla ahí, cariño. ― El japonés dijo,
mirando seriamente a su prometido.
Porque él mejor que nadie sabe cómo en realidad el tema
es delicado incluso para el morocho, que esconde detrás de todo ese sarcasmo y
descaro más de lo que sus amigos le conocen.
― Vale. ― Aceptó sin demasiada ceremonia, pinchando otro
trozo de carne y dejando que su amigo y prometido sigan la conversación.
― ¿Quedaste para otra cita con Yoochun?
― Sí. La próxima semana.
― ¿Qué harán? ¿Otra cena?
― Iremos a un bar.
― Creí que no te gustaba mucho salir de bar. Es decir,
casi nunca bebes.
― Quiero salir con Yoochun hyung a un bar. Quiero saber
cómo es cuando se encuentra en ese tipo de ambientes.
― Bien, pues, te deseamos suerte, Junsu.
― Gracias. Y ChangMin, no estoy enojado contigo por tu
insistencia. Sé que estás preocupado por mí, que eres un buen amigo. Sí, tengo
un poco de miedo al sexo, pero si Yoochun es el indicado, podrás celebrar el
adiós a mi virginidad.
El morocho sonrió. Sabiendo que sí, que a veces es un
dolor en el culo pero que así se aprecian. Así se entienden.
― Ayudaré a Hayami a preparar tu comida favorita.
El castaño correspondió la sonrisa. Agradeciendo a su
manera el apoyo de sus amigos.
…
Aquel fue uno de esos días en los que el azabache
detestaba portar el apellido Park. Su padre se había aparecido por la clínica
solo para rematar la rabieta de su madre. Le había exigido comportarse como
hombre y casarse con una mujer. El azabache no había tenido fuerza ni voluntad
para hacer un escándalo en la oficina, sabiendo que los cristales eran
demasiado transparentes y las miradas absolutamente inquisitivas. Así que se
había limitado a asegurar que haría su vida a su manera. Y repetir que si
deseaban, podía sacarle del registro familiar.
Su padre, furioso, se había marchado con el juramento de
hacerle recapacitar porque, claro, ningún hijo suyo sería gay. ¡Qué deshonra!
Park condujo con el pensamiento nublado y un dolor de
cabeza de mierda. Entró a su departamento sin darse cuenta de que en la puerta
de a lado un risueño castaño asomaba el rostro con la esperanza de saludarle y
darle la bienvenida. Aquello no sucedió. Pero Kim no se desanimó, por el
contrario, se extrañó del ceño fruncido y el aire pesado alrededor del
azabache. Tuvo ganas de acercar y llamar a la puerta, ofrecer algún apoyo si
tenía cómo ayudar, pero desechó la idea porque pensó que no había manera en que
él tuviese algo para ofrecerle.
En cambio, el mayor ni siquiera encendió las luces. Lanzó
su maletín en el sofá y se fue sacando la ropa de camino a su habitación. Se
tiró en la amplia cama y simplemente colocó algunas de las pistas musicales
compuestas por él para escuchar de fondo. Poco a poco el estrés fue reduciendo,
sobre todo cuando decidió recordar las últimas citas con el castaño. Tener en
mente la sonrisa del castaño, y el brillo de sus ojos color chocolate, ayudaba
mucho.
― Hemos tenido cuatro citas ya, ¿debería pedirle salir
adecuadamente en la siguiente? Tengo el presentimiento de que estaría
encantado. Le gusto, me gusta. Y quiero hacer muchas cosas con él. Como los
besos, tomarnos de las manos… hacer el amor. Mierda, estoy enamorado de Junsu,
jodidamente enamorado.
Mucho más relajado, Park finalmente abandonó la comodidad
de su cama y tomó una ducha. Una larga y merecida ducha con sales y burbujas,
incluso una copa de vino tinto que se acercó antes de meterse en la tina.
Y ahí, mientras escuchaba una de sus propias
composiciones, Park Yoochun tomó una decisión. Convertirse en novio de Kim
Junsu.
…
Esa
mañana Kim, Shim y Mokomichi estaban en el aeropuerto esperando la llegada de
un vuelo en particular. Sus amigos Jaejoong y Yunho estaban de regreso,
finalmente. Después de un merecido mes destinado a la luna de miel más larga y
empalagosa que ninguno pudiera presumir de conocer.
― ¡Mis bebés~!
Jaejoong, apuesto joven en sus 34, con todo el porte
digno de diva, vestido casualmente, usando anteojos y un nuevo tinte
rubio cenizo en su lacia y sedosa cabellera. Sonrió con emoción antes de correr
los últimos metros y atrapar en un gran abrazo a castaño y morocho,
estampándoles sonoros besos en las mejillas.
― ¡Hyung, qué molesto!
― Cállate, ChangMin. Déjate querer.
― Solo por mi novio. Dios, quítate, quítate.
Decir que Mokomichi estaba la mar de entretenido con el
reencuentro, era pura verdad. Hasta les hizo video, para molestar después a su
prometido.
― Bienvenido, hyung. ¿Dónde está Yunho hyung? ― Preguntó
el castaño, recibiendo con agrado ese pellizco en su mejilla que cariñosamente
le ofreció su amigo.
― Como la tía solterona, o peor aún, las abuelas que
ven a los nietos una vez por año. ― El morocho pensó, teniendo escalofríos
por su propio pensamiento que, aprovechando la ocasión, son mera proyección de
parte de su realidad familiar.
― Fue por las maletas.
― ¿Las? ¿No habían ido ligeros de equipaje?
― Obvio, pero nunca dije que volvería de la misma manera.
¡París es perfecto!
― Y Roma, Venecia, y Bora Bora. Una semana en cada
destino. ― Añadió la voz de un hombre de tez tostada y perfil sumamente
atractivo. Bien, su cuerpo era simplemente atractivo. Algo así como un dios
griego personalizado para Kim Jaejoong, según sus propias palabras.
― ¡Hyung, bienvenido!
― Gracias, Junsu. ChangMin, Hayami. ― Saludó con una gran
sonrisa. Y varias maletas en un carrito.
― Gracias amor. ― Meloso, el rubio besó
despreocupadamente a su esposo.
― ¿No terminó ya la luna de miel? ¿Es que piensan seguir
en plan empalagoso?
Sí, ha sido el morocho quien ha preguntado. Haciendo
muecas de asco pero dejándose hacer cuando su prometido ha rodeado su cintura
besándole una mejilla.
En ese momento el castaño se sintió un poco fuera de
lugar. Como el único soltero ahí, hasta desentonaba.
El rubio, presto para notar ciertas cosas, se desembarazó
de su esposo para rebuscar en una de las maletas y entregar sus primeros
regalos.
― Junsu, bebé. No lo abras aún.
― ¿Por qué no? ― Preguntó, haciendo un tierno puchero al
ser el único limitado. Sí, porque ChangMin y Hayami ya estaban mirando sus
presentes.
― Porque el tuyo, bebé, mejor lo abres para tu próxima
cita con Yoochun. Por cierto, ¿cómo es que terminé enterándome de todo por
ChangMin? Tendrías que haberme contado~.
― Estabas en tu luna de miel, Jaejoong hyung. Y ChangMin
es un metiche.
― ¡Hey, que estoy aquí! ― El morocho renegó, pero el otro
par simplemente le ignoró.
El rubio echó a andar con el castaño, pasando un brazo
por sus hombros mientras le habla en voz baja.
― ¿Ya te pidió salir?
― No.
― ¿Cuántas citas han tenido?
― Cuatro.
― ¿Te ha besado al menos?
― Hyung~.
― Junsu, bebé. Si él no te lo pide, entonces hazlo tú.
Obviamente estás hasta los huesitos por él.
― Yo no…
― Tú no qué, también eres un hombre, Junsu ah.
― Lo sé, pero… no sé, Yoochun es tan, maduro. Dios, no sé
cómo explicarme.
― Vale, creo que lo pillo. Te tiene deslumbrado. Debe ser
todo un hombre para tenerte así. De todas formas, usa mi regalo en tu próxima
cita.
― ¿Seguro?
― ¿Dudas de mí? ― El rubio elevó finamente una ceja, con
las manos en las caderas, deteniéndose fuera del aeropuerto en tanto su esposo
y Mokomichi montan las maletas en la van. Shim está ahí, escuchando todo.
― No~.
― Bien, entonces sigue mi consejo~. ― El rubio al final
se acercó para susurrarle… ― Mi regalo para ti, Junsu ah, es para que le hables
sucio. Y sin palabras.
Cuando el castaño iba a protestar, el rubio selló sus
labios con uno de sus dedos, agitó la cabeza en negación mientras sonreía como
quien tiene todo el conocimiento del mundo (o algo, Kim no era muy presto para
esos entenderes), y luego le dejó con las palabras en la boca cuando fue y se
aseguró de que ninguna maleta hubiese quedado mal acomodada. El castaño tuvo
mucha más curiosidad por el presente recibido.
…
Cuando Kim estuvo en la privacidad de su departamento y
abrió el regalo de su amigo, su rostro enrojeció hasta las orejas. Era nada más
y nada menos que ropa interior. Sugerente ropa interior masculina, de diversos
tipos.
― Ni siquiera estoy seguro de que esto cubra
algo~. ― Musitó, mirando aquella prenda por un lado y por otro.
Es de un color rojo pasión, hecho de un cuero muy
agradable al tacto, con un cierre al frente en lo que parece ser el espacio
para la entrepierna, cierre que dicho sea de paso no era más que adorno, porque
no servía de nada cuando en realidad era el único trozo de tela transparente en
toda la prenda. De ahí se desprendían tres tiras que, aparentemente, componían
alguna especie de soporte para los glúteos. Que, una vez más ¡no cubría nada!
― ¿Cómo se supone que hable sucio con esto?
La respuesta a su pregunta llegaría en su siguiente cita
con Park. Habían cenado en uno de esos locales callejeros, con carne a la
parrilla y soju, y fue probablemente la primera vez que el castaño se permitió
de disfrutar del licor sin tapujo, sabiéndose un poco mareado al poco. Después
dieron un paseo por el Río Han, y antes de que Kim pudiera advertir la hora,
estaban en una habitación desconocida para él.
Y honestamente, aquello no era precisamente lo
importante, sino el hecho de que se estaban besando como si la vida les
dependiese de ello. Con mucha lengua, saliva y hasta dientes, con el sabor a
soju impregnado en la cavidad bucal que, en esos momentos, daba un toque sensual
a la escena. No tenía idea de cómo conseguían conectar un beso tras otro y
abastecerse los pulmones de aire cuando apenas separaban los labios.
― Ng~. ― El castaño gimió con la respiración alterada
cuando finalmente la boca del azabache abandonó la suya, pero en cambio se
deslizó por su mejilla hasta la oreja, mordiendo de una forma encantadora el
lóbulo.
― Junsu. ― Park susurró su nombre mientras llevaba una
línea de insinuantes besos por la línea del níveo cuello del menor.
En tanto, las manos del azabache se asieron alrededor de
la esbelta cintura, atrayéndole más cerca de manera que sus pelvis pudieran
encontrarse y notar el estado de excitación en que cada uno se encontraba. El castaño
gimió cuando sintió la fricción, acompañado el suave vaivén de las sinuosas
caricias que los mágicos dedos del azabache estaban realizando en los
costados de su cintura, pasando al poco a la espalda baja, subiendo con
intención por la espina dorsal hasta sus omóplatos.
No es que le tuviese desnudo, la camiseta estaba abierta de
par en par, descansando por las mangas de las muñecas del castaño, acorralado
entre la pared y el caliente cuerpo del mayor. De un momento a otro los labios
de Park estaban contra su pecho, besando y succionando sus pezones. Excitándole
mucho más.
― Yoochun~. ― Suspiró, inconscientemente empujando su
pelvis al frente, buscando algún contacto.
No estaba más ahí la cadera del mayor, así que echaba en
falta el roce, la fricción. Su erección comenzaba a ser dolorosamente dura en
sus pantalones, movido por la necesidad llevó sus manos de la espalda del
azabache a su propia ropa, bajando el zipper e internando la diestra para
frotar su excitación.
Park, al darse cuenta, no dudó en bajarle los pantalones
hasta los tobillos, sonriendo pícaro al notar la ropa interior de su compañero.
― ¿Sexy para mí, Junsu? ― Preguntó, mirándole de frente
mientras acompaña la mano del castaño para frotar por encima de la prenda.
― Eso, yo… ― Jadeó, entre excitado y avergonzado.
Su rostro colorado se le antojó al azabache demasiado atractivo,
como una invitación seductora a corromperle de todas las formas posibles. Con
las mejillas moteadas de rubor, las pupilas brillantes, la piel suave y esos rosados
labios entreabiertos, pidiendo por más de esos besos que se estuvieron dando
hace unos instantes.
― Te deseo, Junsu.
― ¿Lo haces? ― Jadeó, empleando una voz sexy que ni siquiera
sabía que tenía. Ladeando el rostro de manera que la línea de su cuello le resultó
aún más atractiva al mayor.
Park no respondió con palabras, le besó apasionadamente para
luego levantarle en vilo, sujetándole por el trasero y apenas escuchando el
rumor que los pantalones hicieron contra el suelo al ser abandonados ahí, gimiendo
contra la boquita rosada cuando las piernas de Kim se enredaron en su cintura y
era él quien colaba su lengua para arrastrar a su igual a su propia boca.
Caliente. Jodidamente caliente.
Ni siquiera podía pensar en otra cosa que no fuera
desnudarle pleno y tenderle sobre la cama para poder enterrarse en él.
Así que no hubo mucho de jugueteo previo, cuando los dos
hombres rodaron en la cama ya iban desnudos, buscando la posición adecuada para
lo que sea que siguiera. Kim es inexperto, Park no quiere asustarle. Aunque,
honestamente, visto la disposición manifestada, parecía que aquello estaba muy
lejos de suceder.
Cuando Kim sintió las erecciones rozarse vívidamente, se
dijo mentalmente que era absurdo haber usado aquella ropa interior cuando ni
siquiera había conseguido otra cosa que el recelo de Park cuando éste la retiro
sin ceremonia alguna, casi odiándola por impedirle tocarse directamente. Y que
Park hubiese llevado unos convencionales bóxeres pegados a su trasero, tampoco
le subió mucho la autoestima, juraba que enviaría todos esos regalos al fondo
del cajón en su clóset. O quizá los metería en una caja que, de igual manera, arrinconaría
en algún espacio del fondo de su clóset. Sí, palabra clave es fondo.
― Junsu.
― ¡Ngh~!
Sí, el mismo fondo que Park estaba explorando con
su dedo. O dedos, Kim no está seguro, es ligeramente incómodo pero caliente,
muy caliente. La forma en que los intrusos se mueven en su interior, frotando y
extendiendo; mientras la boca del azabache chupa su pene. Su primera mamada.
― ¡Dios~ ng!
Kim arqueó la espalda, no sabiendo dónde colocar o qué
hacer con sus manos, pero llevándolas instintivamente a la cabeza de Park,
empujando hacia abajo, como necesitando llegar más profundo en esa caliente y húmeda
boca. Sentir la lengua hasta la base o la presión asfixiante de su garganta.
Park retrocedió, un poco por molestarle y otro por… sí, solo
por molestarle, no es como si fuese precisamente nuevo para él. pero una parte
de su pensamiento se resentía porque sí, le encantaría haber compartido la
primera vez con el castaño y que fuese todo más especial, más romántico.
― ¿Quieres follar mi boca, Junsu?
― ¿Qué? ― La pregunta le sale por inercia, más bien
perdido en sus sensaciones. En esa excitación que nacía en donde el coxis
pierde su nombre.
― Quiero follarte también, y no la boca.
― Yoochun. ― Suspira y le atrae, de pronto muy necesitado
de otro beso, de acomodarle entre sus piernas y que lo haga. ― Fóllame.
Park no esperó que se lo pidiera dos veces,
particularmente porque como lo escuchara de nuevo, se correría sin siquiera
haber entrado. Cuando acomodó la punta de su pene contra la mojada cavidad
anal, se dio el tiempo de besarle a su antojo, y al sentirle completamente
entregado a sus artes del besar, empujó con fuerza, penetrando hasta el fondo.
― ¡Yoochun! ― Kim gimió, y abrió los ojos
simultáneamente.
Sudoroso y con la respiración hecha un lío, el castaño
miró el techo. El conocido techo de su habitación. Luego miró alrededor, reconociendo
cada rincón. Y también la bochornosa pero muy natural humedad pegada contra sus
calzoncillos.
Resulta que esa vez su cita, fue más bien un sueño. Uno
erótico, y exóticamente húmedo. Que dejó instalado en las mejillas del castaño
un tierno sonrojo carmín que le duró todo el día, y que le delató cuando se
reunieron todos a comer en casa de los recién casados.
― ¡Todos son de piel o encajes!
― Es una de las técnicas del lenguaje erótico,
Junsu bebé, no puedes hablar sucio sin seducir.
― ¡Qué manía tienen con eso de hablar sucio~!
― Mojigato.
― ChangMin ah, no le hables así a tu hermano.
― Junsu no es mi hermano.
― ¿Perdón? Ok, no los parí, pero son mis bebés, así que
son hermanos y te callas. ― Le riñó, señalándole con el dedo y toda la cosa.
Shim abrió la boca, listo para protestar, pero Mokomichi
decidió que mejor callarle con un beso. Casto y nada sexual, pero beso al fin y
al cabo. Y solo de verlos, Kim recordó algunas escenas de su vívido sueño,
enrojeciendo furiosamente en el acto. El rubio, con ese ojo maternal que
parecía darle el poder de darse cuenta de todo, pilló en el acto la actitud del
castaño, así que le pidió acompañarle a la cocina por el postre.
― ¿Pasó algo con Yoochun?
― No. No hemos salido todavía.
― ¿Por qué no? Dijiste que habían quedado el fin de semana
pasado.
― Tuvo que quedarse en el trabajo.
― Cierto, dijiste que es director de un hospital en Gangnam.
― Sí. Pero es cirujano, y a menudo toma cirugías. Me contó
que la única razón por la que es director es porque su padre así decidió. Parece
que también tienen un laboratorio farmacéutico y otros negocios en el mundo de la
medicina. Yo no entiendo mucho, la verdad.
― Claro que no, tú eres un profesor de preescolar que
sabe más sobre juegos, inventos divertidos y padres de familia que no saben
cómo manejar a sus propios hijos.
El castaño sonrió, la verdad es que sí, lo suyo es ser
profesor de preescolar. Y el soccer, un poco de ejercicio y baile. Sus clases
de baile dos veces por semana eran de lo que más disfrutaba. Y de lo que
todavía no hablaba con Park, le daba un poco de grima pensar en que, puesto
sobre la mesa, no se parecían en nada.
― Oye, Junsu, es genial que sean tan diferentes, más
cosas para compartir. Ser tan parecidos podría llegar a ser aburrido.
― Yunho Hyung y tú tienen muchas cosas en común y se la
llevan de maravilla.
― Casi siempre. ― Acotó el rubio. ― Pero hay ocasiones en
que le desquicio, sobre todo cuando salimos de compras. Y es entonces cuando le
hago pagar con sus tarjetas, para que aprenda a respetar mis locuras.
Ambos soltaron unas risitas, en tanto terminaron de
colocar sobre una bandeja la tetera, tazas, azúcar, platos lisos y cucharas. Junsu
llevó la bandeja, y Jaejoong el pastel que él mismo había horneado. La mitad
fue prácticamente devorada por el morocho.
…
Por fin, después de casi un mes planeando y cancelando,
Kim y Park estaban disfrutando de la anhelada quinta cita. En la azotea del
edificio donde residen, con cena hecha en casa, una botella de vino tinto de la
cava de la familia Park, luces aquí y allá como si fuera navidad (aunque
estaban en pleno verano) y un poco de música romántica instrumental de fondo,
principalmente sonidos de saxofón, piano y guitarra.
― ¿Quieres bailar?
― ¿Eh? ― Kim parpadeó varias veces, pero la mano de Park
seguía estirada, esperando que aceptara acompañarle.
Sonrió con timidez, pero le siguió. El baile lento no era
su especialidad, pero no estaba tan verde al respecto. La cercanía, la confianza,
la intimidad del baile les hizo sentir relajados, cómodos, a gusto. Sus mejillas
prácticamente se estaban rozando, y el hormigueo que sentía por el tacto de la
mano del azabache en su espalda baja le estaba provocando serios
estremecimientos.
― Junsu ah.
― ¿Sí?
― ¿Te gustaría salir conmigo?
El castaño se alejó un poco, lo necesario para mirarle a los
ojos. A esos profusos pozos negros como la noche, misteriosos pero seductores,
hermosos. Necesitaba verlos porque quería ver en ellos qué tan en serio estaba
pidiéndoselo. Porque, por primera vez, no ha sido tan despistado, sabe que cada
cita tenía cierta intención.
La de enamorarle.
Enamorarse.
Y animarse a amar.
Park sostuvo la mirada de Kim. Han dejado de bailar, pero
aún están lo suficientemente cerca como para compartir el aliento y notar el
cosquilleo por todo el cuerpo. Esa sensación de emoción que solo viene de dos
personas paradas en la misma página, dispuestas a encargarse de escribir las
siguientes, los espacios en blanco y rellenar los vacíos del pasado.
― Sí, Yoochun. Me encantará salir contigo. ― Aceptó,
sonriendo con el característico y adorable rubor en sus mejillas dándole ese
toque inocente y hasta angelical que superaba todas las barreras del azabache.
Barreras que levantó desde la adolescencia, temerosos de
su sexualidad, esas que se fortificaron con los años, convirtiéndole en alguien
que no era. Un conquistador de primera, al que ninguna mujer se le resistía,
pero que tampoco satisfacían la necesidad más importante. La de su corazón.
Pero había llegado él. Este apuesto hombre que le encantaba
con su sencilla personalidad, con sus copiosos sonrojos de timidez, con el
corazón puro como el alma. Casi haciéndole sentir inmerecido, un pecador a
punto de mancillar su inocencia.
Y es que no quieren, ni pueden evitarlo. Reducen la
distancia para besarse. Un casto inicio de labios contra labios, un efímero
roce que les hace suspirar y electrifica cada fibra de sus cuerpos. Roce que
muta, que tiene que hacerlo porque no es suficiente, comienzan a explorarse con
paciencia, con suaves lametones y queditos suspiros. Park succionó el labio inferior
de Kim, como pidiendo permiso para colarse más allá. La forma en que las manos
del castaño se aferraron a sus hombros fue todo el permiso que necesitó.
Kim jadeó, sus manos se enredaron en la nuca de Park con lentitud,
como un movimiento casual pero muy eficiente, la lengua del azabache se
encontró con la ajena y le saludó con entusiasmo, arrancándole otro gemido
ahogado y enseñándole cómo responderle. Park dominó en ese beso, pero los que
le siguieron fueron un aprendizaje mutuo. Porque Park no podía evitar ser todo
pasión y madurez, pero Kim le devolvía tintes de ternura e inexperiencia, una
sensación a inocencia y virginidad.
― No tienes reserva en un hotel, ¿verdad?
― ¿Qué?
Tarde se percató de que había soltado su pensamiento en
voz alta. Y el sonrojo que explotó en sus mejillas no tenía igual. Park lo
observó un minuto antes de atreverse a hablar.
― Junsu, no estarás pensando que…
― ¡No lo hago! ― Exclamó, separándose y no sabiendo dónde
esconderse. ― No pienses que yo, que solo… que…
― Oye, oye. Está bien, no voy a pensar nada, prefiero que
me expliques y no hacerme ideas. ¿Por qué mencionaste un hotel?
― No es que quiera tener… hac-hacerlo, de inmediato, hoy
o… ― El castaño gimoteó frustrado, se cubrió el rostro con las manos, sintiendo
ganas de llorar de pura vergüenza.
Park se acercó, tomó sus manos entre las suyas y sonrió
conciliador, besando corto sus labios. Acarició el dorso de sus manos y esperó
pacientemente a que su novio se tranquilizara.
Novio.
Se sentía muy bien pensarle de esa manera.
Al fin.
― Soy muy influenciable. Y virgen. ― Musitó, casi temiendo
que eso en algo pudiera afectar al azabache. Pero Park sostuvo su mirada, sin
atisba de duda o mofa en sus ojos. Kim suspiró. ― Mis amigos son un poco,
peculiares. ChangMin todo el tiempo me recuerda que soy, virgen. Y Jaejoong Hyung
me regaló ropa interior muy, sugerente. Entonces, no he parado de pensar en eso
estos días. ¡Pero no quiere decir que solo quiera tener sexo contigo y ya! Ay
dios, por favor detenme, estoy haciendo el ridículo.
― ¿Por qué?
― ¿Eh?
― No creo que sea algo de ridículo, y entiendo que te de vergüenza.
Pero no es algo malo, Junsu. Me gusta que confíes en mí. Además, tampoco me
gustaría que pensaras que solo quiero salir contigo por el sexo. En realidad,
me costaba decidir pedirte salir porque no me considero digno de ti, porque
esto que siento, aunque parezca trillado, no lo había sentido por nadie antes. De
hecho, eres el primer novio que tengo, porque hasta hace un año ni siquiera
aceptaba que soy gay.
Kim parpadeó, entre contento y sorprendido. Esta es la
primera vez que Park le habla de eso.
― Te puedes arrepentir de aceptarme cuando quieras,
Junsu.
― ¿Por qué lo haría? Estoy muy feliz de que el hombre que
me gusta, se sienta atraído por mí también.
― No es que solo me gustes, Junsu. Estoy enamorado de ti.
Sí, sé que todavía tenemos mucho que aprender el uno del otro, pero con lo que
ya me has mostrado, me tienes así. Incluso me imagino el resto de mi vida a tu
lado. ― Añadió, y los ojos de su novio se abrieron de par en par. ― Dios, lo
siento. No te sientas abrumado, tiendo a hablar mucho cuando estoy nervioso.
El castaño asintió. Sonriendo y relajándose.
― No es que me incomode o moleste, no me hubiera
imaginado jamás escuchándote decir eso, Yoochun ah. ― Susurró, con esa
expresión suya que hacía estragos el corazón del azabache, porque le fascinaba
otro poquito.
― Hagamos esto, vamos poco a poco, ¿bien? Si tienes
inseguridades me las cuentas, si tengo hago lo mismo. Si sentimos que algo no
va bien, lo platicamos. Si quieres algo, me lo dices; y viceversa. Una relación
se construye día a día, más allá de la ilusión y la novedad. ¿Te parece la idea?
El castaño asintió de nuevo, entrelazando sus dedos con
los del azabache.
― Entonces, si quiero saber más sobre tu familia, ¿me dirás?
Park suspiró. Era un tema delicado, pero decidió que era
mejor ser sincero desde el principio. Así que le contó las dificultades en su
casa, la oposición de sus padres a su homosexualidad y la presión que ejercían
a menudo para casarle. También le aseguró que no pensaba hacerlo, no con
ninguna mujer, y que si algún día consideraba hacer vida junto a otra persona,
sería él quien seguramente terminaría en el registro familiar del otro porque
estaba seguro de que en nada dejaría de ser parte de la familia Park.
Así fue como iniciaron el largo camino hacia la
felicidad. Porque a pesar de gustarse, de estar enamorados, de querer esa
relación, había mucho más que sentimientos en juego. Había que entenderse, apoyarse,
comprenderse sin palabras y con ellas.
…
A casi un año de noviazgo, la pareja finalmente había
superado el principal obstáculo en sus vidas. La familia Park. Los padres del azabache
no aceptaban la relación, pero le han dado libertad al primogénito para hacer
su vida a su manera, siempre que evite ser parte de las suyas. No le han sacado
del registro familiar y le han cedido absoluto control sobre el hospital, pero le
han dejado claro que no recibirá más nada de ellos. Y era más de lo que el
propio Yoochun hubiera pensado que sucedería.
― Yoochun~. ― Kim suspiró.
No es, ni por asomo, la primera vez que terminan en es
situación. Compartiendo besos fogosos en la estancia del departamento de Park,
con la excitación a flor de piel, imposible de contener, imposible de apaciguar.
― ¿Me dejas, Junsu? ― Preguntó con voz ronca, justo en su
oído, mordisqueando su cuello al final.
― Dios, sí. Fóllame, Chun. ― Suplicó con tono
sugerente. Con esa expresión suya que desarmaba cualquier rastro de autocontrol
de su amante.
Y aquella pequeña charla, era solo el preámbulo de toda
la sucia palabrería que compartirían entre besos y gemidos, entre
caricias y sudor, entre cadenciosa danza sobre una revuelta cama.
FIN
Hoy al menos hubo algo de porn 7u7 xD sé que es otro final abierto, peroooo no se puede hacer nada cuando Miss inspiration hace lo que le viene en gana ;D en una de esas luego escribo algo más de esto, con dudas y pendientes xD o igual no, y escribo algo diferente.
Gracias por pasarse~
Me encantó.... Y eso del karma del pobre Hayami, no sé qué habrá hecho en otra vida para soportar a Minnie jajjajaja
ResponderBorrarMe encanta Hayami!!!! Ese hombre en serio que es un encanto, tan lindo con JunSu casi casi que el da el ABC de "Cuidado con los maníacos sexuales". Soy Fan de las historias 40 y 20 y está es hermosa porque Mi Chunne fue sumamente honesto consigo mismo y le dio toda la confianza y seguridad a Junsu cortito o con rienda suelta a tu inspiración siempre me quedo toda suspiros con tus relatos Yoosu Gracias Felina.
ResponderBorrarFeli, está hermoso, me gustaron todos los detalles del shot,nunca decepsionas siempre con mis parejas favoritas, yoosu,yunjae, haya-min forever :)
ResponderBorrarGracias por esta esta historia, muy buena y divertida, Hayami siempre paciente, JJ siempre maternal y el YooSu, simplemente perfecto!!
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