jueves, 26 de marzo de 2020

DIRTY TALK. Oneshot YooSu


¡Buenas, gente bonita! 
¿Cómo la llevamos con la cuarentena? Espero que dentro de todo, bien. 
Les dejo otro shot YS, más corto que el anterior, pero igual, ya saben, con todo mi cariño~ 

¡Disfruten!

DIRTY TALK
~*~

Kim Junsu es el joven rompecorazones que nunca se entera de los avances que otros hacen sobre su persona. No se entera de los coqueteos de las mujeres ni aun cuando son evidentes. Tampoco se entera de los flirteos de varones pese a que son descarados. No se entera de nada porque él ya está completamente enamorado.

De Park Yoochun. El hombre que casi en sus cuarentas y conocido por su extensa lista de conquistas en sus veintes, tampoco se entera de los sutiles y hasta tiernos coqueteos del joven que vive en el departamento contiguo.  


― Junsu, no se va a enterar si todo lo que haces es saludarle, sonreír o subir al ascensor casualmente un día o dos por semana. Tienes que ser más directo.

― ¿Directo? ¿Cómo?

― ¡Háblale sucio! A los hombres de su edad las directas les encanta.

― ¿Sucio? ― Murmuró. Comenzando a enrojecer furiosamente al segundo. ― ¡No puedo~!

El muchacho, sobre sus treintas, estaba comenzando a arrepentirse por haber pedido el auxilio de su mejor amigo ChangMin, que no era precisamente la persona más paciente del mundo, y además veía demasiado porno. Sí, debió pedir el consejo de Jaejoong en su lugar, si no fuera porque el nombrado estaba de luna de miel con su adorado y recién atrapado esposo.

― ¿Qué hay de complicado? Lo saludas, le guiñas el ojo y le invitas a tu depa.

― ¡Encima quieres que lo invite sin más! ¿Directamente? ¿Qué clase de relación llevas con Hayami? Espera, olvida que pregunté, no creo querer saber.

― Mojigato.

― ¡Soy un chico decente!

― Una década más y puedes protagonizar otra entrega de “virgen a los 40”.

― ¡ChangMin!

― No me grites. Pediste consejo y te lo doy, si no te gusta no lo hagas y ya. Pero en serio, Junsu, no es común hoy en día que a tu edad ni siquiera hayas tenido un faje por ahí. Yo lo tuve a los…

― ¡No me recuerdes los detalles escabrosos de tu adolescencia!

― Reitero. Mojigato.

ChangMin, su amigo que todavía podía presumir encontrarse en sus veintes, comprometido con un chef japonés y una lengua demasiado afilada, ignoró las rabietas de su amigo para continuar devorando la pizza que habían pedido a domicilio. Claro, porque ni loco se tragaba lo que tuviera intención el castaño de cocinar, seguro le daba luego diarrea. Exageración suya en realidad, el castaño no cocinaba tan mal pero tampoco eran las delicias a las que su prometido le tenía malacostumbrado.

― Pierdo mi tiempo, puede que obtenga mejores consejos si busco en internet, hay foros para eso, ¿no?

― Terminarás más espantado, pero los hay.

― Tú solo sabes de foros de personas pervertidas iguales a ti.

― No soy pervertido. Soy un hombre de 28 años, sano, con una vida sexual activa igual de sana y un prometido con gustos que se ajustan a los míos, todo sano. Hayami da fe, le encanta mi forma de ser, sobre todo en la cama.

Kim primero se escandalizó, al morocho no le importó. Pero luego el castaño le miró con ojos curiosos. Su amigo morocho sabe que se muere por hacerle algunas preguntas indiscretas pero que lo corta la vergüenza. Por eso, él, como buen amigo, no podía más que ayudarle.

― ¿Quieres saber, de una forma menos “pervertida” cómo funciona el sexo gay? ― Preguntó, haciendo las comillas y todo. Las mejillas de su amigo se encendieron al rojo vivo, otra vez.

― No creo que tanto, pero… nh ¿cómo sabes si le interesas a un hombre?

― Oh créeme, le interesas a Yoochun. Ése, tipo de interés. ― Enfatizó, no sea que el mayor de los dos no capte el mensaje.

― ¿Estás seguro?

― Le voy a grabar y te mostraré cómo se queda mirándote el trasero cuando esperan el ascensor.

Kim sintió las orejas calientes. Obviamente su sonrojo se ha extendido, para variar.
El morocho suspiró.

― En serio, Junsu. Háblale sucio, y le tendrás comiendo de la palma de tu mano.

― ¡No quiero hablarle sucio! ¡Ni siquiera sé lo que eso significa!

― Entonces de qué te quejas, mojigato.


Park salió de la residencia de su familia de malhumor. Su madre, otra vez, le ha insistido en encontrar esposa. Le ha mostrado “cartas de presentación” de varias mujeres en el círculo social en que se mueven. El hombre, harto de la insistencia de su madre, le ha echado en cara la realidad.

― Soy gay, mamá. No me casaré con ninguna mujer, por bella y millonaria que sea.

― ¡Park Yoochun!

Aunque me grites, madre. Te lo he dicho mil veces desde hace un año. Estoy harto de tener que fingir. Harto de acostarme con cuanta mujer se me cruzaba tratando de evadir mi naturaleza. Así que olvídalo, puedes desheredarme si quieres. Borra mi nombre del registro familiar ¡y déjame en paz!

Así fue como terminó abandonando el gran salón de té en la residencia. Con su madre soltando improperios y lanzando la vajilla de fina porcelana al piso, importándole poco el desastre ya que, de todas formas, ella no iba a limpiar, y le sobraba el dinero. Park la escuchó rabiar, maldecirle y asegurarle que tarde o temprano seguiría sus órdenes, porque para eso es el primogénito. El hombre no le escuchó, ignoró el caos que dejaba a sus espaldas y se marchó. Necesitaba volver a su departamento, encerrarse y componer. De pronto sentía ganas de escribir y tocar el piano, de proyectar algunas de sus emociones de esa forma en que nadie más conocía.

Condujo sin prisas, más calmado de lo que podía imaginar que se sentiría. Sí, hay un dolor persistente en su pecho, sabe que ha defraudado a su madre, que su padre pondrá el grito en el cielo y no habrá poder humano que le doblegue, que probablemente su hermano menor pagará los platos rotos. Pero aún con todo eso, él se siente tranquilo, casi relajado. Necesitado sí de componer, pero solo para no olvidar sus propias voluntades, para sacar eso que hoy no necesita pero que tampoco quiere precisamente echar en saco roto.

El camino le toma un poco más cuando decide hacer una parada en un súper para comprar algunas botellas de licor, cerveza y algunas botanas. Sabe que una vez cierre la puerta de su departamento, no saldrá de ahí en al menos una semana. Por la comida no se preocupa, tiene algunos contenedores plásticos en la nevera y siempre puede vivir a base de comida chatarra un tiempo.

Cuando al fin entra al ascensor y agradece ser el único a bordo, ni bien pulsa el botón de su piso y las puertas metálicas comienzan a cerrarse, una conocida voz hace eco desde el pasillo.

― ¡Por favor, espera!

Cierto vecino suyo de cabello castaño y cuerpo escultural llegó corriendo y, literalmente, saltó para cruzar antes de que las puertas metálicas lo aplastaran.

― Gracias. ― Susurró con apenas aire, agachado y con las manos en sus rodillas esperando recuperar el aliento.

Park sonrió honestamente complacido. Si el destino le estaba dejando migas en el camino, eran muy sexys.

Cuando Kim levantó la mirada, involuntariamente se pegó al muro metálico, sonrojándose lindamente y sabiéndose abandonado por su voz.

― Veo que llevabas prisa. ― Park dijo con una de esas sonrisas que le afloran sin reserva. Recordando, de todas formas, que conoce al apuesto muchachito que parece huirle como si le fuese a pegar algo.

― S-sí. ― Murmuró, apenas consiguiendo que su voz no saliera como un chillido adolescente. Luego, cuando las puertas metálicas se abrieron de nuevo en el piso de ambos, cuando el castaño caminó fuera, un quejido de dolor abandonó sus labios.

― ¿Qué pasa? ¿Estás lastimado?

― No, no. Estoy bien. ― Respondió, forzando una sonrisa avergonzado y gimiendo cuando al dar otro paso su tobillo se resintió haciéndole tambalear.

― Obviamente no estás bien. Deja te ayudo. ― El azabache le sujetó por la cintura, instándole a apoyarse en sus hombros. La bolsa de sus provisiones en la mano contraria a salvo. ― ¿Tienes botiquín?

― Yo, no lo sé.

― Vale, te ayudo a entrar y, si me permites, voy rápidamente a mi departamento por el mío y te reviso.

― ¿Eres doctor?

― Entre otras cosas. ― Dijo, sonriendo coqueto. De una forma tan natural que no sintió ni pizca de remordimiento. Además, este chico le ha gustado desde que le vio por primera vez hace unos seis meses.

Park sonrió todavía más cuando vio el sonrojo extenderse por el rostro del muchacho, boqueando como pez fuera del agua.

Como un delfín, con ese trasero y la voz chillona que tiene a veces. Igual me encantaría llevarlo a mi cama. ― Pensaba, sin perder la sonrisa pícara que llegó hasta sus ojos, esas brunas pupilas que pusieron algo más nervioso al castaño, que no sabía ni qué hacer o decir a continuación.

Así que se dejó guiar por el azabache, dándose cuenta al poco de que estaban frente a su puerta y de que Park le ha pedido, dos veces, ingrese el código de acceso para que puedan entrar. Espabilando y deseando que la tierra se abriese y le tragara, ambos finalmente llegaron a la estancia del departamento. Park dejó a Kim en un sofá, instándole a subir el pie y descalzarse mientras él iba de prisa a su propio departamento por el botiquín.

Le tendió una pastilla para la inflamación y acercó una botella de agua que tomó de su refrigerador con previa autorización de husmear por su casa. Después se tumbó en el otro extremo del sofá y revisó el tobillo del muchacho. Colocó un ungüento y acarició, quizá demasiado gentilmente para la salud cardíaca del castaño, cuyos latidos iban a mil por hora nada más al sentir el tacto del hombre de sus sueños.

Sí, ese atractivo hombre que le ha robado el aliento desde que lo vio por primera vez durante su mudanza seis meses atrás. Tragó hondo y se dijo mentalmente que debía tranquilizarse o se volvería loco delante de él, y ya ha hecho suficientes ridículos en el día, ¡en cinco minutos!

― Eres muy callado. Junsu, ¿verdad? Recuerdo que ese nombre dijiste cuando nos presentamos hace meses.

― Sí, hyung.

― Por favor, llámame por mi nombre. Lo recuerdas, ¿no?

― Lo recuerdo, Yoochun hyung. ― Musitó, sonriendo finalmente desde el corazón.

Una de esas sonrisas enamoradas que son imposibles de contener. Pero que, visto que el azabache estaba demasiado acostumbrado a ellas, no le tomó la importancia que probablemente ameritaba. Porque era más que la sonrisa enamorada de un chico que quiera simplemente entrar en su cama o recibirle entre las piernas. Es la sonrisa enamorada de un joven que quiere conocerle, realmente conocerle. Y tal vez, solo tal vez, compartir el mismo sentimiento después.

― Es solo la torcedura, pero de todas formas te vendría bien reposar algunos días, evitar el ejercicio o ponerle demasiado peso al tobillo. ¿En dónde trabajas? Lo pregunto por si necesitas alguna recomendación para tus labores diarias.

― No es necesario. Tengo una semana de descanso. Pero suspenderé unos días mis otras actividades. ― Respondió, casi felicitándose por finalmente haber encontrado su voz y que no le falle a medio camino.

― ¿Otras actividades? ¿Chico travieso? ― Cuestionó, sonriendo a posta con picardía. Adelantándose en pensamiento y asumiendo que esas otras actividades de las que el muchacho hablaba tendrían que ver con una guapa novia y sexo en su casa.

Kim, por su parte, ladeó el rostro, como el cachorro que no entiende las palabras de su mentor. Park pilló la inocencia del castaño al minuto, carraspeó y se dijo mentalmente que aquello no era posible. Un joven tan atractivo ¿virgen?

― Solo procura limitar el esfuerzo, Junsu.

― Sí. El gimnasio de todas formas no es mi actividad favorita, pero voy a extrañar las prácticas de soccer~. ― Dijo.

Y varias cosas sucedieron a la vez.
La expresión de sorpresa del azabache al enterarse de esas otras actividades, que muy lejos estaban de su madura mentalidad.
Después el carraspeo necesario, porque Park ha encontrado demasiado mono el puchero alzado en labios del muchacho. Y se ha mordido el labio inferior conteniendo las repentinas ganas de besárselo.
Y finalmente, la sonrisa cándida cuando Kim se sonrojó copiosamente. Balbuceando disculpas y excusando su actitud demasiado infantil.

― Te dejo ahora, a menos que necesites ayuda con algo.

― Nada de eso, Yoochun hyung, ya he abusado bastante de tu amabilidad.

― Puedes abusar todo cuanto quieras.

Kim abrió la boca, incapaz de responder algo a esas palabras. Porque sí, es un hombre en sus treintas, virgen de cabo a rabo (literalmente, gracias), tímido, demasiado inocente para su bienestar pero, hombre al fin y al cabo. De treinta años, terriblemente virgen pero con unas ganas enormes de dejar de serlo. Con el hombre correcto. Alguien de cabello negro azabache, de ojos honestos, profundos como el universo mismo o comparable con un cielo nocturno moteado de estrellas; de personalidad relajada pero actitud madura. Alguien como el hombre delante suyo.

― Nos vemos, Junsu.

Park añadió, creyendo que el repentino silencio del muchacho era la señal que él necesitaba para desacelerar y dejar de meterse con él, aunque sus reacciones fueran por mucho adorables y le provocaran más que una excitación pasajera, un sentimiento de interés que no sentía desde la adolescencia.

― Espera, Yoochun hyung. ― Kim le llamó, cojeando graciosamente para no poner peso en su tobillo lastimado. Deteniéndole justo antes de que saliera de su casa, jadeando involuntariamente cuando los brunos ojos le miraron con intensidad haciendo temblar su corazón. ― ¿Te gustaría cenar conmigo? Para, agradecerte.

― Seguro, qué tal si traigo la cena. Aunque no soy muy diestro en la cocina.

― Pero, qué clase de agradecimiento sería si…

― Te estoy invitando una cita, Junsu.

― Oh.

― Vendré a las siete. Descansa en tanto.

Park se marchó con una agradable sensación anidándose en su pecho, sonriendo con más que galantería o insinuada coquetería. Sonriendo con honestidad, pura y llana, sin segundas intenciones de por medio. Solo pasar un buen momento con un chico que, lo juraría con las manos al fuego, le ofrecerá sorpresas cual caja de pandora.


Kim no pudo evitarlo, llamó a su amigo morocho con la intención de pedirle consejo sobre qué sería aconsejable usar en esa mencionada primera cita a la que fue invitado. En su propio departamento. En nombre de un agradecimiento que él debería dar.

No te drenes el cerebro, solo asegúrate de ducharte bien por todas partes. Usa ropa interior sexy y ve por ello, Junsu.

― ¡No vamos a tener sexo, ChangMin!

¿Por qué no? Le tendrás en tu depa, ¿qué mas quieres?

― No lo sé, ¿qué tal tener al menos unas diez citas? ¡En unos meses de noviazgo! Por ejemplo.

Vamos, que se me olvida lo chapadito a la antigua que eres. Pues no tengo mucho qué aconsejarte entonces, llama a Jaejoong para esas cursilerías.

ChangMin ah, no seas tan borde con Junsu. Pásamelo.

― Hayami~ gracias al cielo que estás ahí, no sé cómo vas a casarte con ese lengua floja~.

Cosas de karma seguramente, no habría nadie más en la tierra que le quisiera como yo a pesar de su lado perverso. Pero no nos distraigamos, escuché que tienes cita con el hombre que te gusta.

― Sí~ pero no tengo idea de qué ponerme. Además, fui quien le invitó a cenar para agradecer que me ayudara con mi tobillo, pero es él quien traerá la cena y todo. ¿Todavía puede considerarse una cita de agradecimiento?

Pues, primero que nada, no hay tal cosa como cita de agradecimiento. Es una cita y punto, y es él quien la ha pedido así que relájate. Y disfruta, sé tú mismo y listo, ya la tienes ganada. Caerá a tus pies redondito.

― ¿Crees, Hayami?

¡Obviamente! Eso sí, si intenta sobrepasarse no dudes en darle una patada en las pelotas y llamar a la policía. Tienes el paralizador eléctrico que te compramos JJ y yo el año pasado, ¿verdad? Tenlo a mano, por las dudas.

― Yoochun no es ese tipo de hombre.

Por las dudas, Junsu.

Kim gimoteó, casi ofendido en lugar del azabache. Pero aseguró tenerlo a mano como su amigo le estaba pidiendo. Después le desearon la mejor de las suertes, o lo que es lo mismo, ChangMin gritó al fondo que esperaba perdiera finalmente su virginidad. Lo que ¡no estaba en sus planes!

― Ese idiota, está obsesionado con mi virginidad o qué.

El castaño se dejó caer un momento sobre su cama, mirando el techo sin prestarle realmente atención, vagando un instante en sus recuerdos. Ciertamente no ha tenido sexo antes porque no ha tenido suerte. Descubrió su orientación sexual en la adolescencia, pero le costó un montón asimilarlo. Así que fingió interés en las chicas como todos sus compañeros y amigos. En la universidad se dijo que era mejor ser honesto, pero las ocasiones en que se sintió atraído o enamorado por algún chico, eran heterosexuales o solo querían relaciones casuales.

Kim se alejaba en cuanto se percataba de que sexo era todo lo que querían de él. En parte porque si, está chapado a la antigua y no busca en sus relaciones solo breves deslices sexuales; es de los que buscan relaciones serias, duraderas, con sentimientos de por medio y no solo emociones intensas pero fugaces como un mero calentón. Claro que, también huía porque en realidad le da un poquito de miedo el sexo gay. Precisamente el sexo anal, porque aunque también puede dar, seguramente recibirá y eso… pues es lo que le pone de los nervios.

― Suficiente de darle vueltas, hoy solo es una cena. ― Se dijo, palmeando sus mejillas y levantándose de un salto. ― ¡Auu~! ― Aunque se arrepintiese al segundo cuando su tobillo le recordó que sí, que todavía duele y merece ser cuidado.

Cuando faltaban unos minutos para las siete, el castaño finalmente estaba listo. Ha aseado el departamento, con toda la paciencia del mundo por aquello de que no tenía la movilidad a la que está acostumbrado. También se aseguró de que hubiese suficiente soda y hasta cerveza en la nevera. Y dejó a mano el paralizador por las dudas, vale, ni tan a mano, que guardado en el cajón del mueble de su pantalla de última generación no era precisamente astuto, pero está súper convencido de que Park no es el tipo de hombre por el cual necesite protección personal. Eso fue en el pasado, cuando sí, un sujeto quiso sobrepasarse y él se asustó a muerte pero estuvo todo controlado cuando Yunho, el ahora esposo de Jaejoong, sometió al tipo en cuestión y hasta le arrestó por asalto sexual. Sí, era toda una historia digna de película. Pero mejor ni acordarse, porque de alguna forma había sido patético, siendo hombre.

El timbre de su departamento le sacó de sus cavilaciones, y se dijo que tenía que dejar de hacer eso de perderse en sus pensamientos porque luego el tiempo corría y él ni se enteraba. Porque sí, son las siete en punto y su vecino está llamando a la puerta.

Kim se encaminó hacia allá tan rápido como pudo, dando saltitos para no lastimar su tobillo, tan cuidadosamente vendado por el apuesto azabache que le saluda al otro lado de la puerta. Condenadamente sexy, sobra decir. Vestido totalmente de oscuro, pero casual y asombrosamente varonil.

― Buenas noches, ¿listo, Junsu ah?

― Buenas noches. Sí, sí. Pasa, Yoochun hyung.

― En serio, puedes omitir el “hyung”, Junsu.

― Eso, me da pena. Porque, apenas nos conocemos.

― Llevamos seis meses de vecinos, nos saludamos a menudo en el pasillo o el ascensor.

― Yo… todavía pienso que es irrespetuoso.

Park observó el aire tímido de Kim y no pudo menos que asentir en mudo acuerdo a sus buenos modales.

― Traje lasagna de pollo, espero te guste.

― ¿Tú la preparaste?

― Sí.

― ¡Wow! Quiero decir, no tenías que tomarte tanta molestia.

― No es tan complicado.

― A mí se me quemaría hasta el agua para café. ― Comentó casualmente, sacándole una sincera risa al azabache, sonriendo por inercia. Embelesado porque sí, joder sí, hasta su risa es encantadoramente varonil.

― También traje vino, para compartir antes de cenar, a menos que quieras comenzar por eso.

― No, no. Podemos, charlar antes. Si quieres, Yoochun hyung.

― Quiero, en realidad tengo curiosidad por saber muchas cosas sobre ti, Junsu.

La amplia sonrisa del castaño provocó aleteos en el vientre del azabache. Y conforme la charla diluyó la vergüenza al irse tomando confianza, ambos se fueron dando cuenta de las muchas cosas que les gustaban en común. O de las peculiaridades que les hacían tan diferentes pero que lejos estaban de incomodar al otro.

Así fue como pasó esa primer cita, entre conversaciones relajadas, sonrisas, carcajadas y una que otra exclamación de sorpresa o vergüenza. Pasó en medio de una cena que dejó al castaño con ganas de más, y la urgente necesidad de que el azabache le enseñara a cocinar tan delicioso. Pasó, entre sonrisas avergonzadas y mejillas coloradas, entre miradas intensas y mucho autocontrol. Y no es necesario decir quién protagonizó cuál rol, saltaba a la vista.

Cuando Park se despidió en la puerta del departamento, tuvo que morderse el labio inferior con fuerza. Porque como no lo hiciera cometería una locura y provocaría una innecesaria incomodidad entre los dos. Y es que lo deseaba tanto, reducir la distancia y probar esa boquita rosada.

Pero no, hizo acopio de todo su autocontrol y se convenció de que no. Pese a todo lo grandiosa que fue esa primera cita, no era momento para un beso. Necesita ir despacio, y hacerle notar que está genuinamente interesado. Y lo está, más allá de lo atractivo que le resulta la sensual figura del muchacho, ha quedado fascinado con su personalidad.


― ¿Ya no eres virgen?

― ¡ChangMin! Maldita sea, no. Todavía soy virgen.

― Tsk, qué desperdicio de cita.

― Pervertido.

Mientras los amigos discutían, el novio del morocho, Hayami, se reía por las ocurrencias de su querido prometido. Apenas la noche anterior ChangMin le había sorprendido, en medio del sexo, que quería invitar a comer a Junsu al día siguiente, es decir, esa tarde. Se lo imaginaba, que todo lo que quería era el chisme completo, en vivo y sin reservas.

― ¿Fue todo bien, Junsu? ― Mokomichi preguntó, ofreciendo a su prometido un poco de vino de mesa para acompañar el platillo de un jugoso corte en salsa de chocolate que había preparado para la ocasión.

La sonrisa del castaño fue instantánea.

― Fue perfecto. Yoochun hyung es caballeroso, pero también es divertido y maduro, estuvimos charlando toda la tarde.

― Aburrido. ― Musitó el morocho, pinchando un buen trozo de carne y llenándose la boca con él.

Mokomichi le sirvió más carne, para que se estuviera lo más callado posible. Kim revoleó los ojos, decidido a no seguirle la corriente.

― ¿Y? ¿Hubo algo ahí? Ya sabes, química.

― Creo que sí.

― ¿Qué edad tiene finalmente? Tenías tus dudas al respecto.

― 39.

― Vaya, nueve años no es tanto en realidad. Yo le llevo seis a ChangMin, y nos entendemos muy bien.

― No sé cómo lo soportas.

― Soy inteligente. Y un as en la cama.

― ChangMin, ¿solo piensas en sexo?

― No. También pienso en otras cosas. Pero estoy frustrado porque tú aun eres virgen.

― ¡Porque es mi decisión! Y no me culpes, eres todo un pervertido.

― Tal vez. ― El morocho ni siquiera se tomó la molestia de añadir nada.

Aunque en parte era verdad. Siempre hablaba de sexo delante de Junsu porque realmente le frustra que sea el único del reducido grupo de amigos en calidad de soltero, virgen y encima temeroso de acercarse a los hombres porque piensa que todos quieren justamente solo sexo. Entonces, ChangMin y su no muy coherente forma de pensar, asume que una vez que su amigo le pierda el miedo al sexo en sí, también entenderá que hay relaciones que nacieron para ser pasajeras y que eso no significa que el amor no ande por ahí para él. Venga, que él es prueba viviente de eso, tuvo más parejas de las que puede contar con los dedos de sus manos, y no fue sino hasta hace un par de años que conoció a Mokomichi que su vida simplemente cambió.

― Dejemos la charla ahí, cariño. ― El japonés dijo, mirando seriamente a su prometido.

Porque él mejor que nadie sabe cómo en realidad el tema es delicado incluso para el morocho, que esconde detrás de todo ese sarcasmo y descaro más de lo que sus amigos le conocen.

― Vale. ― Aceptó sin demasiada ceremonia, pinchando otro trozo de carne y dejando que su amigo y prometido sigan la conversación.

― ¿Quedaste para otra cita con Yoochun?

― Sí. La próxima semana.

― ¿Qué harán? ¿Otra cena?

― Iremos a un bar.

― Creí que no te gustaba mucho salir de bar. Es decir, casi nunca bebes.

― Quiero salir con Yoochun hyung a un bar. Quiero saber cómo es cuando se encuentra en ese tipo de ambientes.

― Bien, pues, te deseamos suerte, Junsu.

― Gracias. Y ChangMin, no estoy enojado contigo por tu insistencia. Sé que estás preocupado por mí, que eres un buen amigo. Sí, tengo un poco de miedo al sexo, pero si Yoochun es el indicado, podrás celebrar el adiós a mi virginidad.

El morocho sonrió. Sabiendo que sí, que a veces es un dolor en el culo pero que así se aprecian. Así se entienden.

― Ayudaré a Hayami a preparar tu comida favorita.

El castaño correspondió la sonrisa. Agradeciendo a su manera el apoyo de sus amigos.


Aquel fue uno de esos días en los que el azabache detestaba portar el apellido Park. Su padre se había aparecido por la clínica solo para rematar la rabieta de su madre. Le había exigido comportarse como hombre y casarse con una mujer. El azabache no había tenido fuerza ni voluntad para hacer un escándalo en la oficina, sabiendo que los cristales eran demasiado transparentes y las miradas absolutamente inquisitivas. Así que se había limitado a asegurar que haría su vida a su manera. Y repetir que si deseaban, podía sacarle del registro familiar.

Su padre, furioso, se había marchado con el juramento de hacerle recapacitar porque, claro, ningún hijo suyo sería gay. ¡Qué deshonra!

Park condujo con el pensamiento nublado y un dolor de cabeza de mierda. Entró a su departamento sin darse cuenta de que en la puerta de a lado un risueño castaño asomaba el rostro con la esperanza de saludarle y darle la bienvenida. Aquello no sucedió. Pero Kim no se desanimó, por el contrario, se extrañó del ceño fruncido y el aire pesado alrededor del azabache. Tuvo ganas de acercar y llamar a la puerta, ofrecer algún apoyo si tenía cómo ayudar, pero desechó la idea porque pensó que no había manera en que él tuviese algo para ofrecerle.

En cambio, el mayor ni siquiera encendió las luces. Lanzó su maletín en el sofá y se fue sacando la ropa de camino a su habitación. Se tiró en la amplia cama y simplemente colocó algunas de las pistas musicales compuestas por él para escuchar de fondo. Poco a poco el estrés fue reduciendo, sobre todo cuando decidió recordar las últimas citas con el castaño. Tener en mente la sonrisa del castaño, y el brillo de sus ojos color chocolate, ayudaba mucho.

― Hemos tenido cuatro citas ya, ¿debería pedirle salir adecuadamente en la siguiente? Tengo el presentimiento de que estaría encantado. Le gusto, me gusta. Y quiero hacer muchas cosas con él. Como los besos, tomarnos de las manos… hacer el amor. Mierda, estoy enamorado de Junsu, jodidamente enamorado.

Mucho más relajado, Park finalmente abandonó la comodidad de su cama y tomó una ducha. Una larga y merecida ducha con sales y burbujas, incluso una copa de vino tinto que se acercó antes de meterse en la tina.

Y ahí, mientras escuchaba una de sus propias composiciones, Park Yoochun tomó una decisión. Convertirse en novio de Kim Junsu.


Esa mañana Kim, Shim y Mokomichi estaban en el aeropuerto esperando la llegada de un vuelo en particular. Sus amigos Jaejoong y Yunho estaban de regreso, finalmente. Después de un merecido mes destinado a la luna de miel más larga y empalagosa que ninguno pudiera presumir de conocer.

― ¡Mis bebés~!

Jaejoong, apuesto joven en sus 34, con todo el porte digno de diva, vestido casualmente, usando anteojos y un nuevo tinte rubio cenizo en su lacia y sedosa cabellera. Sonrió con emoción antes de correr los últimos metros y atrapar en un gran abrazo a castaño y morocho, estampándoles sonoros besos en las mejillas.

― ¡Hyung, qué molesto!

― Cállate, ChangMin. Déjate querer.

― Solo por mi novio. Dios, quítate, quítate.

Decir que Mokomichi estaba la mar de entretenido con el reencuentro, era pura verdad. Hasta les hizo video, para molestar después a su prometido.

― Bienvenido, hyung. ¿Dónde está Yunho hyung? ― Preguntó el castaño, recibiendo con agrado ese pellizco en su mejilla que cariñosamente le ofreció su amigo.

Como la tía solterona, o peor aún, las abuelas que ven a los nietos una vez por año. ― El morocho pensó, teniendo escalofríos por su propio pensamiento que, aprovechando la ocasión, son mera proyección de parte de su realidad familiar.

― Fue por las maletas.

― ¿Las? ¿No habían ido ligeros de equipaje?

― Obvio, pero nunca dije que volvería de la misma manera. ¡París es perfecto!

― Y Roma, Venecia, y Bora Bora. Una semana en cada destino. ― Añadió la voz de un hombre de tez tostada y perfil sumamente atractivo. Bien, su cuerpo era simplemente atractivo. Algo así como un dios griego personalizado para Kim Jaejoong, según sus propias palabras.

― ¡Hyung, bienvenido!

― Gracias, Junsu. ChangMin, Hayami. ― Saludó con una gran sonrisa. Y varias maletas en un carrito.

― Gracias amor. ― Meloso, el rubio besó despreocupadamente a su esposo.

― ¿No terminó ya la luna de miel? ¿Es que piensan seguir en plan empalagoso?

Sí, ha sido el morocho quien ha preguntado. Haciendo muecas de asco pero dejándose hacer cuando su prometido ha rodeado su cintura besándole una mejilla.

En ese momento el castaño se sintió un poco fuera de lugar. Como el único soltero ahí, hasta desentonaba.

El rubio, presto para notar ciertas cosas, se desembarazó de su esposo para rebuscar en una de las maletas y entregar sus primeros regalos.

― Junsu, bebé. No lo abras aún.

― ¿Por qué no? ― Preguntó, haciendo un tierno puchero al ser el único limitado. Sí, porque ChangMin y Hayami ya estaban mirando sus presentes.

― Porque el tuyo, bebé, mejor lo abres para tu próxima cita con Yoochun. Por cierto, ¿cómo es que terminé enterándome de todo por ChangMin? Tendrías que haberme contado~.

― Estabas en tu luna de miel, Jaejoong hyung. Y ChangMin es un metiche.

― ¡Hey, que estoy aquí! ― El morocho renegó, pero el otro par simplemente le ignoró.

El rubio echó a andar con el castaño, pasando un brazo por sus hombros mientras le habla en voz baja.

― ¿Ya te pidió salir?

― No.

― ¿Cuántas citas han tenido?

― Cuatro.

― ¿Te ha besado al menos?

― Hyung~.

― Junsu, bebé. Si él no te lo pide, entonces hazlo tú. Obviamente estás hasta los huesitos por él.

― Yo no…

― Tú no qué, también eres un hombre, Junsu ah.

― Lo sé, pero… no sé, Yoochun es tan, maduro. Dios, no sé cómo explicarme.

― Vale, creo que lo pillo. Te tiene deslumbrado. Debe ser todo un hombre para tenerte así. De todas formas, usa mi regalo en tu próxima cita.

― ¿Seguro?

― ¿Dudas de mí? ― El rubio elevó finamente una ceja, con las manos en las caderas, deteniéndose fuera del aeropuerto en tanto su esposo y Mokomichi montan las maletas en la van. Shim está ahí, escuchando todo.

― No~.

― Bien, entonces sigue mi consejo~. ― El rubio al final se acercó para susurrarle… ― Mi regalo para ti, Junsu ah, es para que le hables sucio. Y sin palabras.

Cuando el castaño iba a protestar, el rubio selló sus labios con uno de sus dedos, agitó la cabeza en negación mientras sonreía como quien tiene todo el conocimiento del mundo (o algo, Kim no era muy presto para esos entenderes), y luego le dejó con las palabras en la boca cuando fue y se aseguró de que ninguna maleta hubiese quedado mal acomodada. El castaño tuvo mucha más curiosidad por el presente recibido.


Cuando Kim estuvo en la privacidad de su departamento y abrió el regalo de su amigo, su rostro enrojeció hasta las orejas. Era nada más y nada menos que ropa interior. Sugerente ropa interior masculina, de diversos tipos.

― Ni siquiera estoy seguro de que esto cubra algo~. ― Musitó, mirando aquella prenda por un lado y por otro.

Es de un color rojo pasión, hecho de un cuero muy agradable al tacto, con un cierre al frente en lo que parece ser el espacio para la entrepierna, cierre que dicho sea de paso no era más que adorno, porque no servía de nada cuando en realidad era el único trozo de tela transparente en toda la prenda. De ahí se desprendían tres tiras que, aparentemente, componían alguna especie de soporte para los glúteos. Que, una vez más ¡no cubría nada!

― ¿Cómo se supone que hable sucio con esto?

La respuesta a su pregunta llegaría en su siguiente cita con Park. Habían cenado en uno de esos locales callejeros, con carne a la parrilla y soju, y fue probablemente la primera vez que el castaño se permitió de disfrutar del licor sin tapujo, sabiéndose un poco mareado al poco. Después dieron un paseo por el Río Han, y antes de que Kim pudiera advertir la hora, estaban en una habitación desconocida para él.

Y honestamente, aquello no era precisamente lo importante, sino el hecho de que se estaban besando como si la vida les dependiese de ello. Con mucha lengua, saliva y hasta dientes, con el sabor a soju impregnado en la cavidad bucal que, en esos momentos, daba un toque sensual a la escena. No tenía idea de cómo conseguían conectar un beso tras otro y abastecerse los pulmones de aire cuando apenas separaban los labios.

― Ng~. ― El castaño gimió con la respiración alterada cuando finalmente la boca del azabache abandonó la suya, pero en cambio se deslizó por su mejilla hasta la oreja, mordiendo de una forma encantadora el lóbulo.

― Junsu. ― Park susurró su nombre mientras llevaba una línea de insinuantes besos por la línea del níveo cuello del menor.

En tanto, las manos del azabache se asieron alrededor de la esbelta cintura, atrayéndole más cerca de manera que sus pelvis pudieran encontrarse y notar el estado de excitación en que cada uno se encontraba. El castaño gimió cuando sintió la fricción, acompañado el suave vaivén de las sinuosas caricias que los mágicos dedos del azabache estaban realizando en los costados de su cintura, pasando al poco a la espalda baja, subiendo con intención por la espina dorsal hasta sus omóplatos.

No es que le tuviese desnudo, la camiseta estaba abierta de par en par, descansando por las mangas de las muñecas del castaño, acorralado entre la pared y el caliente cuerpo del mayor. De un momento a otro los labios de Park estaban contra su pecho, besando y succionando sus pezones. Excitándole mucho más.

― Yoochun~. ― Suspiró, inconscientemente empujando su pelvis al frente, buscando algún contacto.

No estaba más ahí la cadera del mayor, así que echaba en falta el roce, la fricción. Su erección comenzaba a ser dolorosamente dura en sus pantalones, movido por la necesidad llevó sus manos de la espalda del azabache a su propia ropa, bajando el zipper e internando la diestra para frotar su excitación.

Park, al darse cuenta, no dudó en bajarle los pantalones hasta los tobillos, sonriendo pícaro al notar la ropa interior de su compañero.

― ¿Sexy para mí, Junsu? ― Preguntó, mirándole de frente mientras acompaña la mano del castaño para frotar por encima de la prenda.

― Eso, yo… ― Jadeó, entre excitado y avergonzado.

Su rostro colorado se le antojó al azabache demasiado atractivo, como una invitación seductora a corromperle de todas las formas posibles. Con las mejillas moteadas de rubor, las pupilas brillantes, la piel suave y esos rosados labios entreabiertos, pidiendo por más de esos besos que se estuvieron dando hace unos instantes.

― Te deseo, Junsu.

― ¿Lo haces? ― Jadeó, empleando una voz sexy que ni siquiera sabía que tenía. Ladeando el rostro de manera que la línea de su cuello le resultó aún más atractiva al mayor.

Park no respondió con palabras, le besó apasionadamente para luego levantarle en vilo, sujetándole por el trasero y apenas escuchando el rumor que los pantalones hicieron contra el suelo al ser abandonados ahí, gimiendo contra la boquita rosada cuando las piernas de Kim se enredaron en su cintura y era él quien colaba su lengua para arrastrar a su igual a su propia boca.

Caliente. Jodidamente caliente.
Ni siquiera podía pensar en otra cosa que no fuera desnudarle pleno y tenderle sobre la cama para poder enterrarse en él.

Así que no hubo mucho de jugueteo previo, cuando los dos hombres rodaron en la cama ya iban desnudos, buscando la posición adecuada para lo que sea que siguiera. Kim es inexperto, Park no quiere asustarle. Aunque, honestamente, visto la disposición manifestada, parecía que aquello estaba muy lejos de suceder.

Cuando Kim sintió las erecciones rozarse vívidamente, se dijo mentalmente que era absurdo haber usado aquella ropa interior cuando ni siquiera había conseguido otra cosa que el recelo de Park cuando éste la retiro sin ceremonia alguna, casi odiándola por impedirle tocarse directamente. Y que Park hubiese llevado unos convencionales bóxeres pegados a su trasero, tampoco le subió mucho la autoestima, juraba que enviaría todos esos regalos al fondo del cajón en su clóset. O quizá los metería en una caja que, de igual manera, arrinconaría en algún espacio del fondo de su clóset. Sí, palabra clave es fondo.

― Junsu.

― ¡Ngh~!

Sí, el mismo fondo que Park estaba explorando con su dedo. O dedos, Kim no está seguro, es ligeramente incómodo pero caliente, muy caliente. La forma en que los intrusos se mueven en su interior, frotando y extendiendo; mientras la boca del azabache chupa su pene. Su primera mamada.

― ¡Dios~ ng!

Kim arqueó la espalda, no sabiendo dónde colocar o qué hacer con sus manos, pero llevándolas instintivamente a la cabeza de Park, empujando hacia abajo, como necesitando llegar más profundo en esa caliente y húmeda boca. Sentir la lengua hasta la base o la presión asfixiante de su garganta.

Park retrocedió, un poco por molestarle y otro por… sí, solo por molestarle, no es como si fuese precisamente nuevo para él. pero una parte de su pensamiento se resentía porque sí, le encantaría haber compartido la primera vez con el castaño y que fuese todo más especial, más romántico.

― ¿Quieres follar mi boca, Junsu?

― ¿Qué? ― La pregunta le sale por inercia, más bien perdido en sus sensaciones. En esa excitación que nacía en donde el coxis pierde su nombre.

― Quiero follarte también, y no la boca.

― Yoochun. ― Suspira y le atrae, de pronto muy necesitado de otro beso, de acomodarle entre sus piernas y que lo haga. ― Fóllame.

Park no esperó que se lo pidiera dos veces, particularmente porque como lo escuchara de nuevo, se correría sin siquiera haber entrado. Cuando acomodó la punta de su pene contra la mojada cavidad anal, se dio el tiempo de besarle a su antojo, y al sentirle completamente entregado a sus artes del besar, empujó con fuerza, penetrando hasta el fondo.

― ¡Yoochun! ― Kim gimió, y abrió los ojos simultáneamente.

Sudoroso y con la respiración hecha un lío, el castaño miró el techo. El conocido techo de su habitación. Luego miró alrededor, reconociendo cada rincón. Y también la bochornosa pero muy natural humedad pegada contra sus calzoncillos.

Resulta que esa vez su cita, fue más bien un sueño. Uno erótico, y exóticamente húmedo. Que dejó instalado en las mejillas del castaño un tierno sonrojo carmín que le duró todo el día, y que le delató cuando se reunieron todos a comer en casa de los recién casados.

― ¡Todos son de piel o encajes!

― Es una de las técnicas del lenguaje erótico, Junsu bebé, no puedes hablar sucio sin seducir.

― ¡Qué manía tienen con eso de hablar sucio~!

― Mojigato.

― ChangMin ah, no le hables así a tu hermano.

― Junsu no es mi hermano.

― ¿Perdón? Ok, no los parí, pero son mis bebés, así que son hermanos y te callas. ― Le riñó, señalándole con el dedo y toda la cosa.

Shim abrió la boca, listo para protestar, pero Mokomichi decidió que mejor callarle con un beso. Casto y nada sexual, pero beso al fin y al cabo. Y solo de verlos, Kim recordó algunas escenas de su vívido sueño, enrojeciendo furiosamente en el acto. El rubio, con ese ojo maternal que parecía darle el poder de darse cuenta de todo, pilló en el acto la actitud del castaño, así que le pidió acompañarle a la cocina por el postre.

― ¿Pasó algo con Yoochun?

― No. No hemos salido todavía.

― ¿Por qué no? Dijiste que habían quedado el fin de semana pasado.

― Tuvo que quedarse en el trabajo.

― Cierto, dijiste que es director de un hospital en Gangnam.

― Sí. Pero es cirujano, y a menudo toma cirugías. Me contó que la única razón por la que es director es porque su padre así decidió. Parece que también tienen un laboratorio farmacéutico y otros negocios en el mundo de la medicina. Yo no entiendo mucho, la verdad.

― Claro que no, tú eres un profesor de preescolar que sabe más sobre juegos, inventos divertidos y padres de familia que no saben cómo manejar a sus propios hijos.

El castaño sonrió, la verdad es que sí, lo suyo es ser profesor de preescolar. Y el soccer, un poco de ejercicio y baile. Sus clases de baile dos veces por semana eran de lo que más disfrutaba. Y de lo que todavía no hablaba con Park, le daba un poco de grima pensar en que, puesto sobre la mesa, no se parecían en nada.

― Oye, Junsu, es genial que sean tan diferentes, más cosas para compartir. Ser tan parecidos podría llegar a ser aburrido.

― Yunho Hyung y tú tienen muchas cosas en común y se la llevan de maravilla.

― Casi siempre. ― Acotó el rubio. ― Pero hay ocasiones en que le desquicio, sobre todo cuando salimos de compras. Y es entonces cuando le hago pagar con sus tarjetas, para que aprenda a respetar mis locuras.

Ambos soltaron unas risitas, en tanto terminaron de colocar sobre una bandeja la tetera, tazas, azúcar, platos lisos y cucharas. Junsu llevó la bandeja, y Jaejoong el pastel que él mismo había horneado. La mitad fue prácticamente devorada por el morocho.


Por fin, después de casi un mes planeando y cancelando, Kim y Park estaban disfrutando de la anhelada quinta cita. En la azotea del edificio donde residen, con cena hecha en casa, una botella de vino tinto de la cava de la familia Park, luces aquí y allá como si fuera navidad (aunque estaban en pleno verano) y un poco de música romántica instrumental de fondo, principalmente sonidos de saxofón, piano y guitarra.

― ¿Quieres bailar?

― ¿Eh? ― Kim parpadeó varias veces, pero la mano de Park seguía estirada, esperando que aceptara acompañarle.

Sonrió con timidez, pero le siguió. El baile lento no era su especialidad, pero no estaba tan verde al respecto. La cercanía, la confianza, la intimidad del baile les hizo sentir relajados, cómodos, a gusto. Sus mejillas prácticamente se estaban rozando, y el hormigueo que sentía por el tacto de la mano del azabache en su espalda baja le estaba provocando serios estremecimientos.

― Junsu ah.

― ¿Sí?

― ¿Te gustaría salir conmigo?

El castaño se alejó un poco, lo necesario para mirarle a los ojos. A esos profusos pozos negros como la noche, misteriosos pero seductores, hermosos. Necesitaba verlos porque quería ver en ellos qué tan en serio estaba pidiéndoselo. Porque, por primera vez, no ha sido tan despistado, sabe que cada cita tenía cierta intención.

La de enamorarle.
Enamorarse.
Y animarse a amar.

Park sostuvo la mirada de Kim. Han dejado de bailar, pero aún están lo suficientemente cerca como para compartir el aliento y notar el cosquilleo por todo el cuerpo. Esa sensación de emoción que solo viene de dos personas paradas en la misma página, dispuestas a encargarse de escribir las siguientes, los espacios en blanco y rellenar los vacíos del pasado.

― Sí, Yoochun. Me encantará salir contigo. ― Aceptó, sonriendo con el característico y adorable rubor en sus mejillas dándole ese toque inocente y hasta angelical que superaba todas las barreras del azabache.

Barreras que levantó desde la adolescencia, temerosos de su sexualidad, esas que se fortificaron con los años, convirtiéndole en alguien que no era. Un conquistador de primera, al que ninguna mujer se le resistía, pero que tampoco satisfacían la necesidad más importante. La de su corazón.

Pero había llegado él. Este apuesto hombre que le encantaba con su sencilla personalidad, con sus copiosos sonrojos de timidez, con el corazón puro como el alma. Casi haciéndole sentir inmerecido, un pecador a punto de mancillar su inocencia.

Y es que no quieren, ni pueden evitarlo. Reducen la distancia para besarse. Un casto inicio de labios contra labios, un efímero roce que les hace suspirar y electrifica cada fibra de sus cuerpos. Roce que muta, que tiene que hacerlo porque no es suficiente, comienzan a explorarse con paciencia, con suaves lametones y queditos suspiros. Park succionó el labio inferior de Kim, como pidiendo permiso para colarse más allá. La forma en que las manos del castaño se aferraron a sus hombros fue todo el permiso que necesitó.

Kim jadeó, sus manos se enredaron en la nuca de Park con lentitud, como un movimiento casual pero muy eficiente, la lengua del azabache se encontró con la ajena y le saludó con entusiasmo, arrancándole otro gemido ahogado y enseñándole cómo responderle. Park dominó en ese beso, pero los que le siguieron fueron un aprendizaje mutuo. Porque Park no podía evitar ser todo pasión y madurez, pero Kim le devolvía tintes de ternura e inexperiencia, una sensación a inocencia y virginidad.

― No tienes reserva en un hotel, ¿verdad?

― ¿Qué?

Tarde se percató de que había soltado su pensamiento en voz alta. Y el sonrojo que explotó en sus mejillas no tenía igual. Park lo observó un minuto antes de atreverse a hablar.

― Junsu, no estarás pensando que…

― ¡No lo hago! ― Exclamó, separándose y no sabiendo dónde esconderse. ― No pienses que yo, que solo… que…

― Oye, oye. Está bien, no voy a pensar nada, prefiero que me expliques y no hacerme ideas. ¿Por qué mencionaste un hotel?

― No es que quiera tener… hac-hacerlo, de inmediato, hoy o… ― El castaño gimoteó frustrado, se cubrió el rostro con las manos, sintiendo ganas de llorar de pura vergüenza.

Park se acercó, tomó sus manos entre las suyas y sonrió conciliador, besando corto sus labios. Acarició el dorso de sus manos y esperó pacientemente a que su novio se tranquilizara.

Novio.
Se sentía muy bien pensarle de esa manera.
Al fin.

― Soy muy influenciable. Y virgen. ― Musitó, casi temiendo que eso en algo pudiera afectar al azabache. Pero Park sostuvo su mirada, sin atisba de duda o mofa en sus ojos. Kim suspiró. ― Mis amigos son un poco, peculiares. ChangMin todo el tiempo me recuerda que soy, virgen. Y Jaejoong Hyung me regaló ropa interior muy, sugerente. Entonces, no he parado de pensar en eso estos días. ¡Pero no quiere decir que solo quiera tener sexo contigo y ya! Ay dios, por favor detenme, estoy haciendo el ridículo.

― ¿Por qué?

― ¿Eh?

― No creo que sea algo de ridículo, y entiendo que te de vergüenza. Pero no es algo malo, Junsu. Me gusta que confíes en mí. Además, tampoco me gustaría que pensaras que solo quiero salir contigo por el sexo. En realidad, me costaba decidir pedirte salir porque no me considero digno de ti, porque esto que siento, aunque parezca trillado, no lo había sentido por nadie antes. De hecho, eres el primer novio que tengo, porque hasta hace un año ni siquiera aceptaba que soy gay.

Kim parpadeó, entre contento y sorprendido. Esta es la primera vez que Park le habla de eso.

― Te puedes arrepentir de aceptarme cuando quieras, Junsu.

― ¿Por qué lo haría? Estoy muy feliz de que el hombre que me gusta, se sienta atraído por mí también.

― No es que solo me gustes, Junsu. Estoy enamorado de ti. Sí, sé que todavía tenemos mucho que aprender el uno del otro, pero con lo que ya me has mostrado, me tienes así. Incluso me imagino el resto de mi vida a tu lado. ― Añadió, y los ojos de su novio se abrieron de par en par. ― Dios, lo siento. No te sientas abrumado, tiendo a hablar mucho cuando estoy nervioso.

El castaño asintió. Sonriendo y relajándose.

― No es que me incomode o moleste, no me hubiera imaginado jamás escuchándote decir eso, Yoochun ah. ― Susurró, con esa expresión suya que hacía estragos el corazón del azabache, porque le fascinaba otro poquito.

― Hagamos esto, vamos poco a poco, ¿bien? Si tienes inseguridades me las cuentas, si tengo hago lo mismo. Si sentimos que algo no va bien, lo platicamos. Si quieres algo, me lo dices; y viceversa. Una relación se construye día a día, más allá de la ilusión y la novedad. ¿Te parece la idea?

El castaño asintió de nuevo, entrelazando sus dedos con los del azabache.

― Entonces, si quiero saber más sobre tu familia, ¿me dirás?

Park suspiró. Era un tema delicado, pero decidió que era mejor ser sincero desde el principio. Así que le contó las dificultades en su casa, la oposición de sus padres a su homosexualidad y la presión que ejercían a menudo para casarle. También le aseguró que no pensaba hacerlo, no con ninguna mujer, y que si algún día consideraba hacer vida junto a otra persona, sería él quien seguramente terminaría en el registro familiar del otro porque estaba seguro de que en nada dejaría de ser parte de la familia Park.

Así fue como iniciaron el largo camino hacia la felicidad. Porque a pesar de gustarse, de estar enamorados, de querer esa relación, había mucho más que sentimientos en juego. Había que entenderse, apoyarse, comprenderse sin palabras y con ellas.


A casi un año de noviazgo, la pareja finalmente había superado el principal obstáculo en sus vidas. La familia Park. Los padres del azabache no aceptaban la relación, pero le han dado libertad al primogénito para hacer su vida a su manera, siempre que evite ser parte de las suyas. No le han sacado del registro familiar y le han cedido absoluto control sobre el hospital, pero le han dejado claro que no recibirá más nada de ellos. Y era más de lo que el propio Yoochun hubiera pensado que sucedería.

― Yoochun~. ― Kim suspiró.

No es, ni por asomo, la primera vez que terminan en es situación. Compartiendo besos fogosos en la estancia del departamento de Park, con la excitación a flor de piel, imposible de contener, imposible de apaciguar.

― ¿Me dejas, Junsu? ― Preguntó con voz ronca, justo en su oído, mordisqueando su cuello al final.

― Dios, sí. Fóllame, Chun. ― Suplicó con tono sugerente. Con esa expresión suya que desarmaba cualquier rastro de autocontrol de su amante.

Y aquella pequeña charla, era solo el preámbulo de toda la sucia palabrería que compartirían entre besos y gemidos, entre caricias y sudor, entre cadenciosa danza sobre una revuelta cama.



FIN


Hoy al menos hubo algo de porn 7u7 xD sé que es otro final abierto, peroooo no se puede hacer nada cuando Miss inspiration hace lo que le viene en gana ;D en una de esas luego escribo algo más de esto, con dudas y pendientes xD o igual no, y escribo algo diferente. 

Gracias por pasarse~  

4 comentarios:

  1. Me encantó.... Y eso del karma del pobre Hayami, no sé qué habrá hecho en otra vida para soportar a Minnie jajjajaja

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  2. Me encanta Hayami!!!! Ese hombre en serio que es un encanto, tan lindo con JunSu casi casi que el da el ABC de "Cuidado con los maníacos sexuales". Soy Fan de las historias 40 y 20 y está es hermosa porque Mi Chunne fue sumamente honesto consigo mismo y le dio toda la confianza y seguridad a Junsu cortito o con rienda suelta a tu inspiración siempre me quedo toda suspiros con tus relatos Yoosu Gracias Felina.

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  3. Feli, está hermoso, me gustaron todos los detalles del shot,nunca decepsionas siempre con mis parejas favoritas, yoosu,yunjae, haya-min forever :)

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  4. Gracias por esta esta historia, muy buena y divertida, Hayami siempre paciente, JJ siempre maternal y el YooSu, simplemente perfecto!!

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