lunes, 16 de julio de 2018

Entrenando a Otosan, capítulo 27


Capítulo 27. De anhelos adolescentes y una vida por delante
~~*~~


– Sus exámenes han salido en orden, no hay nada que impida que llegue a embarazarse joven Koganei; sin embargo la parte emocional es importante en esto también, así que si usted está angustiado y piensa constantemente en embarazarse, eso podría estar estresando a su organismo e impedir que se logre.

– Entonces todo es cuestión de… ¿relajarme?

– Así es. Ni usted ni su joven novio tienen problemas de fertilidad.

– Esa es una excelente noticia.

– Permítanme sin embargo ofrecerles mi opinión profesional, ustedes son muy jóvenes aún, tal vez deban pensarlo al menos una segunda vez. Un hijo conlleva muchas responsabilidades.


– Nosotros sabemos eso, Doctora. No es que simplemente queramos tener un hijo porque sí y ya. Rinnosuke y yo hemos hablado de esto mucho, por eso decidimos venir a hacernos un chequeo. Sabemos que tal vez necesitamos aguardar un poco más no solo por la maduración mental de un adulto, sino también por la estabilidad económica y muchas cosas más. Tan solo es que queríamos estar seguros de que no hubiera nada mal en nosotros.

El minino explicó con una sonrisita tímida, tal vez nerviosa. No quería sonar presuntuoso ni tampoco demasiado maduro porque sabe que no lo es. Sin embargo está ahí, con la pasividad que casi nunca manifiesta y un constante rubor asomando en sus mejillas. Su mano entrelazada a la de su novio le daba soporte emocional y la tranquilidad necesaria para no sentirse intimidado por la presencia de la doctora o el mensaje que intentaba dejarle. Ellos en verdad no estaban actuando con inmadurez, tal vez solo con un poco de egoísmo.

Se despidieron de la mujer en la consulta y salieron de ahí rumbo a cualquier lugar donde pudieran ordenar sus ideas, aunque Koganei había hablado allí dentro con firmeza, y que sabía que aquello también era el pensamiento de Mitobe; la verdad es que algunas cosas se habían agitado en ambos.

– No estamos siendo solo egoístas, ¿verdad?

El pívot negó con la cabeza regalándole una de esas tranquilizadoras sonrisas que, por principio de cuentas, se habían ganado el corazón del minino mucho tiempo atrás. Tomaron asiento bajo un árbol frondoso en el primer parque que encontraron de camino a tomar algún aperitivo en el centro de la ciudad. Mitobe jaló a su novio sentándole en el hueco entre sus piernas, abrazándole con mucho cariño. Koganei suspiró acurrucado en aquel espacio, como auténtico gatito necesitado de seguridad y mimos.

– Rinnosuke, vamos a esperar un poco más, ¿sí?

No necesitó más respuesta que aquel beso en su cabello y la respiración parsimoniosa del pívot golpeándole suavemente la piel en su cuello. Claro que esperarían, esperarían solo un poco más, tal vez un par de años. Al menos unos meses. Mientras tanto, quizá habrían de conformarse con ser tíos consentidores y acaparar la atención de los hijos de sus amigos.

Las manos del pívot acariciaron suavemente el vientre de su novio pasando apenas perceptiblemente por debajo de sus ropas, el aliento tibio del más alto estremeció el cuerpo entero del minino de pies a cabeza cuando golpeó justo en ese punto sensible detrás de su cuello.

Quiero hacerte el amor, Shinji.

A Koganei le bastaban las palabras que emergían desde el fondo del corazón de su novio para entender su lenguaje. Aunque Mitobe aún se refugiara en los silencios de su voz, para el minino resultaba natural entender las frases que elaboraban sus miradas, o las tenues líneas de su expresión junto a cada movimiento finamente trazado en todo su cuerpo. Era un amor diferente, un romance que no necesitaba de los eufemismos que van acompañadas de promesas verbales que en la inercia de sus existencias tienen fecha de caducidad.

– ¿Vam…vamos a tu casa o la mía?

Koganei recibió su respuesta unos minutos después, cuando una habitación de hotel fue el refugio para su momento de romántica comunión. Mitobe le sacó la chaqueta y la camiseta en un abrir y cerrar de ojos, dejándolas caer a un lado sin despegar su mirada de las pupilas del minino mientras le acaricia con cuidado palpando cada centímetro de piel al descubierto. Las tetillas fueron entonces blanco de los mimos de Mitobe cuando sus labios cayeron sobre cada montecito succionando y lamiendo con suma delicadeza, sensibilizándole hasta obtener esos suaves gemiditos que suenan a ronroneos y alteran el pulso del pívot.

– Ahh Rinnosuke~ no muerdas fuerte ngh~

Pero Mitobe no le hizo precisamente caso. Le gustaba mordisquearle aquí y allá por una sencilla razón. La forma en que Koganei se contorsionaba como si fuera todo elasticidad y la flexibilidad de un felino se apoderara de su cuerpo, incluso de su actuar, reclamando más y más de sus atenciones, arañándole la espalda y rozando inconscientemente su cadera contra la del pívot aunque tuviese que jalarle con su peso para alcanzarle.

– Mghh Rinno…suke~ no toques ahí todavía.

Koganei reclamó infantil, alejándose y mordiendo con algo de rudeza el hombro de Mitobe para obligarle a aflojar el agarre en su trasero, donde un dígito ansioso quería reconocer el espacio entre sus glúteos. Mitobe le puso cara seria, casi ofendido por la mordida y la negativa de su novio por dejarle sentir su interior.

– Vamos rápido, quiero disfrutar esto un poco más ya que hemos pagado por la habitación y antes de que me dejes sin energías… – El minino aclaró con su cara más angelical. Lo que tratándose de él era más similar a un gatito abandonado que clama un cálido espacio donde juguetear.

Mitobe suspiró derrotado, Koganei sabe bien cómo convencerle de hacer las cosas a su manera cuando quiere. Alguna vez escuchó a sus amigos decir que era parte del encanto de un uke profundamente enamorado de su seme. A Mitobe no es que le importen los roles demasiado, pero Koganei siempre ha sido el que recibe y él quien da, por un segundo se pregunta si cambiaría en algo dejarle experimentar.

– Estoy leyéndote el pensamiento Rinnosuke. Y de una vez te digo que no, eso no tiene nada qué ver ni me interesa. Ahora ven, déjame ayudarte con eso.

Las manos del minino actuaron veloces al deshacerse de las prendas superiores de su novio, ayudándose mutuamente después a desnudarse totalmente, exponiendo sus anatomías a la mirada hambrienta y cariñosa del otro. Terminan recostados en la cama entregándose profundos besos y sintiendo cómo cada una de sus funciones vitales se altera, perdiendo más tarde de foco todo cuanto no fueran las simples sensaciones. Mitobe invirtió posiciones dejando a Koganei encima, diciéndole con solo una mirada lo que quería. Darse placer al mismo tiempo.

Koganei se sonrojó involuntariamente, las posturas normales al intimar estaban bien, pero cuando Mitobe pedía algo más o diferente, entonces le asaltaba una profunda vergüenza. Aún así, se sobreponía gracias a la confianza que Mitobe siempre le brindaba, a sus manos hábiles acariciándole con maestría, a su boca experta sabiendo dónde besar, succionar, lamer. Él en cambio a veces se sentía un total inexperto, toda la energía que derrochaba cuando estaba con sus amigos, se derretía estando a solas con el dominante Mitobe.

– ¡Mghh! ¡Ngh!

Gemidos ahogados flotaron en la habitación cuando ambos jóvenes succionaron la erección del otro, el chapoteo húmedo de la felación incentivaba la libido de ambos, les hacía saber que estaban haciendo lo correcto y cuánto lo disfrutaba su amante. Sentir la extensión del otro creciendo al límite dentro de sus paredes bucales se sentía extraño pero delicioso. A Koganei le fascinaba sentir la punta de la virilidad de Mitobe alcanzar su garganta rozándole el paladar, dejándole ahí el sabor de su esencia comenzando a sudar en el tronco. De aquella manera no podía imaginar llegar al final sin correrse primero, le excitaba demasiado esta postura. Sobre todo por la forma en que los labios de Mitobe presionaban desde la base hasta tragarle por completo y sentirse succionado dentro de la boca del pívot.

Koganei sintió cómo le temblaron las piernas y el calor acechándole el bajo vientre, lanzándole punzantes oleadas de placer. Mitobe se dio cuenta de esto y supo que su novio estaba a punto de correrse, así que succionó con más fuerza hasta sentir la esencia de su novio invadirle el interior hasta culminar en las profundidades de su garganta, tragando sin pudor y sin dejar de bombear la erección en su boca. A Koganei aquello le fascinó, sentía que podría excitarse de nuevo si seguía masturbándole de esa manera; sin darse cuenta él aumentó el ritmo de sus succiones, presionando la base con una mano y bombeando con la otra siguiendo el movimiento de su boca. Mitobe se corrió un poco después casi sin previo aviso, tomado por sorpresa cuando Koganei dejó el trozo de carne hasta el fondo de su garganta y luego hizo algo con su lengua que simplemente le llevó al éxtasis.

– Eso estuvo… ¡quiero más!

El minino giró sobre su cuerpo y volvió a su lugar favorito, de frente a su novio demandando besos rudos y ansiosos cargados de una lujuria que, Mitobe a veces pensaba, debería ser una especie de sangre felina haciéndole arder profusamente.


Ahora que sus pequeños estaban un poco más grandecitos, cerca de los seis meses de edad, Kagami fue quien le sugirió a Kuroko llevar a #2 a casa. Al peliazul le sorprendió un poco que su prometido fuera quien lo pidiera ya que aún no tenía del todo superada esa fobia a los perros.

– ¿Estás seguro, Taiga?

– Sí. Yo creo que le hará bien a Haruko y Katsu tener a ese can esponjoso por aquí, y además siento que él los cuidará, cuando nos hemos reunido en casa de tus padres le da mucho gusto verlos.

– Taiga, estás empeñándote en ser lindo de nuevo, ¿verdad?

– ¡Ah! ¡Claro que no!

– Me encanta cuando eres todo lindo.

– ¡Maldición!

El pelirrojo se golpeó la cara con una mano, sabiendo de antemano que acababa de cavar su propia tumba puesto que su prometido le estaba mirando de esa forma tan… tan suya. La supuesta inexpresión que le adjudicaban las personas que no le conocían era para Kagami una cara bien conocida.

– ¡Hemos llegado! – Se anunciaron los padres de ambos al abrir la puerta, los pequeños iban en una carriola doble siendo empujada por el Sr. Kuroko.

– Bienvenidos a casa… – Kuroko sonrió feliz de ver a sus hijos de nuevo.

Aunque solo habían sido un par de horas en compañía de los abuelos, el peliazul les había echado demasiado en falta. Se acercó a la carriola y besó la boquita de cada uno de sus bebés antes de sacarles y dejar que Kagami cargara a la pequeña Haruko, que siempre buscaba más el abrazo de papá que de mamá.

– ¿Qué tal se portaron con sus abuelos, eh chicos? – El pelirrojo preguntó dejando que Katsu jugueteara con uno de sus dedos que aún iban enormes en la manita de su bebé, mientras que Haruko encontraba gracioso ir y tironear de sus pelirrojos mechones… – Hey, eso duele un poco princesa.

– Se han portado como los angelitos que son, cariño… – La Sra. Kuroko respondió con una sonrisa orgullosa.

– Tomen asiento, hay agua de sabor en la nevera y hemos comprado sandía, ¿les apetece?

– Takuma y yo nos encargaremos de eso, hijo… – El Sr. Kuroko entró en la modesta cocina junto al padre de Kagami, ambos iban conversando con la confianza de amigos de toda la vida. Ambos muchachos sonrieron contentos de ver que sus familias se llevaban tan bien.

– Tendrían que haber visto cómo discutían por comprarles lo mejor cuando pasamos por la tienda de ropa. Tu padre quería mimar a Haruko mientras que Takuma quería comprarles ropita en par, aunque vestir a Katsu de niña no me parece la mejor idea del mundo… – La Sra. Kuroko relató, riendo divertida al recordar. Feliz de ser abuela aunque fuese joven aún. Jamás había siquiera imaginado que disfrutaría de esta etapa de su vida tan pronto, pero estaba orgullosa de su hijo.

Kagami y Kuroko se sentaron en un sofá, acercaron unos tapetes de foamy que colocaron en el piso y recostaron ahí a sus pequeños, Haruko y Katsu comenzaban a buscar la posición de gateo mientras seguían su interés por los juguetes que sus papás desperdigaban alrededor de ellos. La charla se extendió durante un buen rato más, incluso cuando los hombres volvieron de la cocina, la Sra. Kuroko seguía relatando la forma en que se comportaban, cual si fuesen unos jovencitos veinteañeros que quieren ser mejor que el otro. Un duelo muy sano a ojos de los muchachos.

Esa era una tarde digna de recordar porque se podía respirar el amor de familia, la calidez del hogar.


Takao tenía antojos de lo más comunes, al menos en cuanto a comida. Sin embargo su apetito sexual era otro tema. Y no es precisamente que Midorima se queje, si ha descubierto que lo suyo en la intimidad tiende más a lo versátil que a lo común y corriente. Aún así, que a Takao se le ocurra hacerlo imitando personajes de sus tiras cómicas favoritas.

– Y una mierda, no lo haré Kazunari.

– Pero, ¡tienes que consentirme, Shin-chan! – El pelinegro se le tiró encima, cuidando de no lastimarse el vientre de casi cinco meses de gestación, e impidiendo en el acto que su novio se largara sin más y le dejara ahí botado, aburrido y solitario en su habitación.

– Te consiento. Con peticiones normales… – El ojiverde gruñó, acomodándose los anteojos y evitando deliberadamente tocar alguna parte del cuerpo de su novio. Que últimamente parece que a él también le ha nacido un apetito sexual anormal.

– ¿Encuentras totalmente normal usar las cintas en mi pene como las usas en tus dedos? – Takao dijo elevando pícara y acusadoramente una ceja… – Te recuerdo que dolió horrores cuando las retiraste.

– Dolió porque te agitabas demasiado y no pude controlar la fuerza con que las coloqué alrededor de tu pene… – Midorima respondió haciéndose el desentendido.

– Como sea, quiero hacerlo de esta manera ahora… – Gimoteó con aire berrinchudo.

– No.

– Shin-chan~

– De ninguna manera.

– Pero, le hará daño a nuestro bebé si no haces lo que su mami quiere.

– No es la clase de antojos que perjudiquen la salud de nuestro bebé, no intentes manipularme de esa manera Kazunari.

– Pero Shin-chan, será divertido~

– Me niego.

– Por favor~ vamos Shin-chan. Cúmpleme el gustito~

– Lo he hecho todos los días desde hace meses, Kazunari.

Durante un buen rato la charla giró en el mismo sentido. Takao queriendo que se cumpliera su capricho, y Midorima negándose en rotundo. Sin embargo, por alguna razón fuera del alcance de comprensión del ojiverde, esa tarde salió de compras, y por la noche, cuando se las ingeniaron para salir por ahí juntos, se disfrazó de detective y Takao de conejito.

– No me veo sexy~ – Gimoteó el pelinegro tras mirarse al espejo. La pancita que se le abultaba en el vientre lo hizo puchear inconforme.

– Kazunari idiota, desde cuándo tan vanidoso. Y te ves bien, a pesar de todo. Aunque, qué demonios estás personificando… – Al ojiverde le saltó una venita en la sien porque, según se percata, su novio no le hace caso, sigue mirándose al espejo y murmurando que no está sexy o que empieza a verse algo gordo.

Midorima gruñó visiblemente inconforme ante el estatus de invisibilidad de que estaba siendo objeto. Se ajustó nuevamente los anteojos y, aprovechando que en su personificación de agente especial hay esposas y algunos otros accesorios, decidió someter a su inocente prisionero.

– ¡Shin-chan! ¡No puedes devorarte al conejito sin más~!

– Oh claro que puedo… – En las pupilas verdosas destelló un brillo lujurioso que casi (recalquemos el casi) hizo recular al pelinegro como auténtico gatito asustadizo. Sin embargo, la sonrisa torcida en labios de Takao solo corroboró una cosa… – Eres un masoquista, Kazunari.

– Y a ti te encanta ser algo salvaje conmigo, Shintaro.


Aomine detestaba ir de compras, porque Sakurai siempre terminaba colocando algo más en el carrito y su beba obtenía con sus ojitos soñadores mucha atención de parte de propios y extraños, cualquiera que la miraba ahí en el canguro del castaño quería acercarse a saludar a la niña bonita. Por supuesto, cómo no detestar hacer algo tan sencillo como la compra de la mesada así.

– Daiki, deja de fruncir tanto el ceño; la gente piensa que estás enojado.

– Que lo piensen, porque sí que lo estoy.

– Oh vamos, deberíamos estar agradecidos porque nuestra Maki cae bien y gusta a las personas. ¿No era eso lo que querías? – El castaño preguntó con una sonrisita tímida, riendo quedito cuando su prometido se limitó a gruñir y echar al carrito algo por mera distracción.

La beba agitó los brazos e hizo ruiditos con su boca para llamar la atención de su padre. Aomine miró de soslayo a su hija, sabiendo de antemano que ahí estaba, comenzando a engatuzarle con su belleza.

– Eres una nena muy manipuladora, Maki. Papá tiene que cuidar de ti por triplicado si eres tan linda con todos. Ryo, es tu culpa.

– ¡Lo siento! – Exclamó por inercia, aunque ahora ya no se disculpaba por todo aún en ocasiones se le escapaba aquella exclamación… – ¿Eh? Qué es mi culpa, Daiki… – Cuestionó confundido, ladeando el rostro y mirándole fijamente.

– Que Maki se ponga cada día más hermosa. Es una princesa que heredó de su mami, mi reina toda esta aura dulce y bella que atrae poderosamente la atención. De hecho, para de mirarme con esos ojazos tan divinos que te cargas, o esta noche te daré tanto amor que mañana no podrás ni mover un músculo.

– ¡Daiki~! – Decir que las mejillas del castaño se habían encendido era poco. Todo su rostro estaba rojo y de la nada le había arrebatado a la nena de los brazos echando a andar por el pasillo cambiando, según él, de tema… – No escuches a tu papi decir esas cosas, veamos qué nos falta tomar para la casa, preciosa.


– Shun, la ducha está lista.

– Ya voy.

Izuki sonrió agradecido por las atenciones de su prometido. A veces tenía el pensamiento de que estaba dejándole demasiadas responsabilidades a Kiyoshi, que no solo sus pequeños eran mimados por el corazón de hierro, sino también él. Tomó un cambio de ropa de su cajón en la cómoda que ahora tiene repartidas prendas de los dos y luego se encaminó al cuarto de baño. La tina estaba rebosando de agua tibia con pétalos blancos y rosados flotando en su superficie, y unas velas encendidas en el piso.

– Tan romántico… – Susurró para sí, sonriendo emocionado por el gesto de su novio. Se desnudó y entró con cuidado en la tina. Un minuto después su prometido entró, vestido ya con el pijama… – ¿Siguen bien dormiditos?

– Sí, estaban cansados, pasamos todo el día con tus padres y mis abuelos, y hasta parece que ellos les inyectan más energía. Me imagino cómo vamos a estar cuando empiecen siquiera a gatear.

– Sí, pero me encanta verlos felices. Valdrá la pena todo lo que nos cansemos, Teppei.

– Lo sé, Shun.

– Vas a mojarte.

– Está bien, quiero compartir este tiempo contigo. A menos que quieras que te deje solo.

– No. Me gusta tu compañía en todo momento.

Kiyoshi le besó dulcemente mientras comenzaba a jabonar la espalda y hombros de Izuki. Esa ducha de alguna manera terminó en un encuentro de cariñosos besos y cálidas miradas.


Con tanto alboroto por los nacimientos y la emoción del festejo del primer año de vida de los pequeños, ninguna pareja se ha enfocado realmente en planear boda alguna. Además de eso estaban otras cosas en la mira de algunos, como la Universidad tratándose de los mayores.

Kasamatsu estaba liado entre el trabajo y los estudios, casi no tenía tiempo para disfrutar como se debe con sus hijos y Kise, y presiente que su rubio prometido le echará en cara aquella realidad en cualquier momento. Aún así, estaba feliz de ver a su familia aunque fueran unos minutos antes de caer rendido en la cama.

– Yukio, estaba por llamarte. Creí que llegarías para la cena hoy.

– Lo siento, adelanté una tarea para poder ir al parque mañana temprano. Todos juntos, Ryota.

– ¿En serio?

– Claro que sí… – Al de ojos cromados no le extrañó en absoluto que su prometido se lanzara a sus brazos llenándole el rostro de besos… – ¿Estoy perdonado ya?

– Oh no, Yukio… – El modelo sonrió pícaro… – Todavía tienes que hacer méritos en la cama… – Soltó una risita y dándole una palmada en el trasero se apresuró a la habitación.

– Este chico, no tiene piedad de mí… – Kasamatsu sonrió radiante, aunque estuviera cansado siempre podía encontrar las energías para tiempo de calidad con su prometido. Sin embargo, antes que seguir a Kise fue y observó a sus trillizos dormitar plácidamente… – Ah, cómo es que su mami me pone en dilema. Darle amor sin hacer ruido para que ustedes descansen decentemente. Papi es un súper héroe en cierta forma.

Kasamatsu besó a sus hijos y luego se fue a la habitación, Kise le esperaba desnudo en la cama.


Continuará……

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