lunes, 16 de julio de 2018

Entrenando a Otosan. Capítulo 19


Capítulo 19. De amores perversos y encuentros edulcorados
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– Desnúdate, Kazunari…

Ah, tan jodidamente sexy que se lo diga de aquella manera, con su voz ruda y la mirada desinteresada, como si le estuviese diciendo cualquier cosa. Takao sonrió ladino, tomando el zipper de la sudadera y bajándolo lentamente, casi como si intentara seducir a un extraño. Midorima no le quitó la oliva mirada de encima, deleitándose con los movimientos de su novio. Y entonces un pensamiento le cruzó la mente, estaba bien que sus padres hubieran decidido ausentarse un fin de semana confiando ciegamente en su madurez y responsabilidad; y ha estado mucho mejor la insistencia de Takao por colarse en su casa y hasta su habitación sin ocultar en absoluto el deseo que tiene de arrastrarlo en oleadas de calor y placer.

– ¿No vas a ayudarme ni un poquito?

– Estoy muy bien aquí observando.


No necesitaban gran intercambio de palabras. La risa divertida del pelinegro emergió con libertad, arrastrando ese tono pícaro que destila por cada poro de su piel y en todos sus gestos. El ojiverde no lo dice, ni lo hará probablemente, pero le fascina esa personalidad tan juguetonamente lasciva de su novio. Le gusta que se le insinúe descaradamente, que le altere las hormonas y le haga sentir tan vivo ardiendo en deseo. Midorima supone que todo esto es de lo que se tratan los amores juveniles, los horóscopos suelen encaminar sus principales designios en torno al amor, a las probabilidades de un amor de película cursi, o de un sufrido encuentro de amores perdidos; cosas de esas. A Midorima eso del amor nunca acaparó su atención, y honestamente ni siquiera lo hace ahora; para el ojiverde solo resulta importante lo que le haga mejorar en el baloncesto y los estudios. Él sabe que Takao no se toma aquello personal, al menos no ahora que están juntos y se las ingenia justo como en aquel momento para desordenar todo su mundo y poner de cabeza todo su esquema mental.

– No vale que te distraigas cuando estoy dándote un espectáculo, Shin-chan… – El pelinegro le reclama con el ceño fruncido, se ha desnudado el torso pero ha alcanzado a percibir un instante de distracción en su novio. Molesto por aquel gesto de desinterés se le va encima acorralándole contra el colchón, golpeando descarada y salvajemente su pelvis contra la del otro.

– ¡Nghh! – Midorima gime dejándole dominar un instante, que saque esa fugaz frustración que pronto es reemplazada por un sonrojo brillante en las claras mejillas de Takao acompañado de una mirada cegada por deseo… – Tan pervertido.

– Es tu culpa por estar tan sexy y caliente~ – Ronronea juguetón, colando una mano bajo la ropa del ojiverde para acariciarle el vientre marcado mientras alza su cadera y fricciona su trasero contra la pelvis de su novio.

Los gemidos de parte de ambos llegan con entusiasmo, el bulto entre los pantalones deportivos de Midorima gana tamaño y grosor, la carne se enciende enrojeciéndole la punta y molestándole en la prisión de sus ropas. Takao sonríe complacido, simula una tortuosa cabalgata montado en esa pelvis que no duda en arremeter contra su trasero como si realmente le estuviese penetrando.

Los anteojos del ojiverde se empañan a causa del calor que ascendió estrepitosamente en la habitación, el pelinegro se inclinó lamiéndole los labios, el mentón y mordisqueando el cuello mientras el movimiento de sus caderas continúa en el mismo ritmo. Los sonidos que brotan de sus gargantas son eróticos e incentivan la libido compartida, Midorima acaricia la espalda de su novio mientras los sonidos guturales de su garganta aumentan en ronquez y su excitación sube por las nubes, desciende y aprieta el trasero bien torneado, cuela las manos al frente y sujeta el elástico de los pantalones deportivos tirando de ellos hacia abajo exponiendo de esa manera las caderas, gruñendo al sentir la ausencia de ropa interior y en cambio una piel caliente que quema bajo su tacto.

– ¿Por qué andas sin bóxers?

– No iba a necesitarlos.

Midorima gruñe con un dejo de celos, Takao ríe divertido. Luego encorva la espalda y alza la cabeza lanzando un gemido ahogado. El ojiverde le ha tomado desprevenido y el dígito que ha profanado su cavidad le ha sofocado de incomodidad.

– ¡Mierda! ¡Eso duele Shin-chan!

– Un pequeño castigo por ser tan impertinente, Kazunari.

Es turno del pelinegro de gruñir, suspirar aliviado y fruncirle el ceño. Su novio ha apartado el dígito pero al mismo tiempo le ha acercado la mano a la boca para que los humedezca con su saliva. Takao le voltea la cara con aire indignado, Midorima no tolera su comportamiento infantil y tira de su mentón con fuerza acercándolo a su rostro, le muerde los labios casi despiadadamente pero sin llegar a herirle, los lame y luego le besa profundo, la pasión se les desborda al instante. Un minuto después Takao está succionando dos dígitos al mismo tiempo que cabalga botando arriba y abajo sobre la pelvis de Midorima.

Más tarde Midorima tironea de los mechones oscuros hacia atrás y saca sus dedos de la caliente y húmeda boca de Takao, se alza y ordena a su novio a colocarse a cuatro sobre la cama, el pelinegro obedece casi sumisamente. Casi, porque entre mordiscos y gruñidos Midorima finalmente le tiene como quiere, cuela un dígito entre los glúteos y penetra lentamente, Takao respira laboriosamente y trata de relajarse. Quema y duele al principio, pero es una mezcla de sensaciones que consiguen excitarle más.

Mientras el ojiverde continúa preparándole se las ingenia para deshacerse de sus prendas y terminar de apartar las de su novio, el pelinegro coopera dejándose hacer, picándole un poco cuando le insinúa que es tanto o más pervertido que él disfrutando de tenerle en aquella postura en la cama. Midorima tira de los tobillos de Takao y le deja totalmente acostado boca abajo contra el colchón, se coloca sobre el cuerpo del pelinegro y perfila su falo erguido entre los glúteos de su novio.

– Mejor muerde la almohada, Kazunari.

– ¡Mgh!

La advertencia no fue en vano, cuando Midorima penetró la intimidad de Takao no fue nada condescendiente, entró casi hasta el fondo de una haciendo temblar de dolor y placer a su novio, quien terminó efectivamente mordiendo la almohada para ahogar los desesperados gemidos que vibraron en su garganta. El ojiverde jadeó ronco, la presión de las paredes comprimidas del pelinegro conseguían poner a su mente en un estado primitivo pues todo lo que sabe que registra son esas oleadas de placer y la necesidad incipiente de moverse contra este chico y gozar de lo que tiene para ofrecerle.

– ¡Pesas, Shin-chan!

– No seas nenita, Kazunari.

Así funcionaban ellos incluso al momento de hacer el amor. No son románticos ni derraman miel, no se dicen palabras bonitas ni piensan en cosas como promesas eternas. Cuando intimaban se enfocaban en ese placer compartido, en el sexo, en ser uno sin rimbombantes adornos cursis.

– ¡Ahh~, justo ahí Shin-chan! ¡Mghh!

– Estás demasiado… apretado. ¡Maldición!

Midorima entonces cambió la postura, colocó sus rodillas entre las piernas de Takao a la vez que elevaba su cadera. La espalda inclinada del pelinegro dejaba entrever cada línea de músculos y marcaba su columna vertebral, el sudor que ya ha ganado terreno sobre su piel caliente se le antojó exquisito, así que sin dejar de embestir profundo decidió lamer algunas de aquellas perlas saladas que sabían a su chico. Minuto a minuto el ritmo fue en aumento, los gemidos a su par. Cuanto más se acercaban al final también aparecía esa necesidad inconsciente que emergía de sus corazones clamándoles alcanzar el éxtasis mirándose a la cara.

Takao pudo recuperar entonces su posición inicial, montó a Midorima con frenesí, dejándole pellizcar sus pezones y tirar de su cabello a su antojo; a cambio el pelinegro no escatimó en mordidas y lametones, en marcar porciones de piel en los hombros y la clavícula con succiones eróticas. Sin embargo no fue el único en marcar, Midorima hizo lo propio ensañándose con el cuello del pelinegro. La cabalgata alcanzó un ritmo salvaje cuando estaban cerca del clímax, entonces Takao volvió a caer de espaldas al colchón, enredó sus piernas en la cadera de Midorima y aferró sus manos en los musculosos omóplatos mientras recibía con gustoso placer sus últimas estocadas profundas y poderosas.

Cuando Midorima derramó su esencia en el interior de Takao y sintió la humedad ensuciando su torso venir del semen que liberó la erección de su novio, ambos tuvieron por primera vez un pensamiento.

¿Qué pasaría si en uno de sus apasionados encuentros Takao resulta embarazado?



Izuki y Kiyoshi han reunido a sus familias para informarles del próximo nacimiento de un nuevo integrante. Los abuelos del corazón de hierro se conmueven y derraman algunas lágrimas de felicidad, agradecen poder ver a su nieto realizarse y tener la oportunidad de ser bisabuelos, aunque Kiyoshi sea demasiado joven y tenga todo un mundo por descubrir con la paternidad. Los padres del chico ojo de águila se toman unos minutos para asimilar la noticia, pero pronto sonríen y dan sus bendiciones a la feliz pareja.

– Tengo algunos consejos que compartirte, hijo mío. Y haremos muchas cosas juntos, si quieres claro.

– Estaré encantado, mamá.

Izuki sonríe feliz, aliviado en realidad. Le había preocupado la reacción que sus familias fueran a mostrar una vez se enteraran de su embarazo. Kiyoshi es abrazado por el padre de su novio, las palmadas en su espalda se sienten calurosas y cargadas de un afecto que le hace sentir muy bien, casi siente como si su padre le estuviera acompañando en este importante momento.

Tenían muchas experiencias que vivir aún. Una boda quizá.



Kise se ha disculpado ya con Kasamatsu, le ha explicado sus razones emocionales para haberse puesto terco respecto a asumir los gastos de una casita propia y todo lo demás; y como suele pasar, ha terminado convenciendo a su novio de dejarle hacerlo, con la única condición de que le permita trabajar y asumir el resto de los gastos, aunque haya ocasiones en las que deban limitarse en algunas cosas. El rubio ha aceptado sus términos porque no puede pedir más, tendrá su familia y es lo más importante.

– Vayamos por los anillos de compromiso mañana.

Las palabras del de ojos cromados pilla por sorpresa al modelo. Kise parpadea confundido, como si no entendiera del todo lo que significa aquella invitación.

– ¿Vas… vas a proponerme matrimonio?

– Por supuesto. Lo habíamos acordado, ¿no?

– Sí… yo… – El rubio frunció los labios como quien intenta contener el llanto, sollozó un par de veces y luego finalmente lo hizo… lloró de emoción… – ¡Me haces tan feliz, Yukio!

– Y tú a mí, Ryota… – Kasamatsu le abraza con cariño, trata de consolarle aunque todavía sea bastante torpe para ser emotivo, le da palmaditas en la espalda y acaricia los rubios mechones dejándole llorar, porque sabe que aquellas lágrimas son solo de felicidad.

Paso a paso, el camino a la felicidad puede ser complicado y difícil, pero cuando se ama así, no resulta un sendero que no se pueda recorrer con las manos entrelazadas y un par de corazones latiendo al unísono.



Mitobe y Koganei se besan tranquilamente estando encerrados en la habitación del chico gato. Hace días que Mitobe nota extraño a su pequeña pareja, pero no ha encontrado la oportunidad ni las palabras para cuestionarle, también ha querido esperar a que Koganei hable por sí mismo, pero parece que no está por los términos de colaborar así. De modo que, mientras le sienta en su regazo y enmarca el rostro de su novio minino con las manos, Mitobe le cuestiona con la mirada qué sucede con él, si tal vez esté cansado de estar juntos o algo parecido.

– ¡Claro que no! – Koganei asegura con curiosos aspavientos… – ¿Cómo se te ocurre pensar algo así?

Mitobe le acaricia una mejilla y le mira con un dejo de culpa. Es adolescente después de todo, los miedos le vienen natural y las dudas aparecen casi de la nada, son hombres al fin y al cabo, piensa que puede llegar el día en que esa realidad ponga una muralla infranqueable entre los dos.

– No es así. Te Amo Rinnosuke… – Dice con sinceridad, pero no diluye la inquietud de su novio. Koganei comprende que necesita más que aquellas palabras que no dice por primera vez… – Estoy inquieto y pensativo porque… porque, ver a Kuroko e Izuki así, tan felices a la espera de convertirse en mamás me ha hecho pensar, ¿qué pasaría si nosotros también pudiéramos tener nuestros propios hijos algún día? ¿Yo sería buena mamá? ¿Querrías tener hijos conmigo?

Mitobe sonríe comprensivo, al fin es capaz de ver las inquietudes de su novio a través de sus ojos, todos esos cuestionamientos que Koganei no pronuncia pero que están ahí, ilustrados en su mirada cual trazos de un dibujo a medio pintar en el lienzo.

– … – Mitobe se acerca más, besa suavemente los labios de su minino y luego deambula hasta su oído. Susurra con esa voz que no ha usado en muchos, muchos años las palabras que conmueven hasta la última fibra del muchacho…

Perfecto. Como el amor que se tienen.
Así sería Shinji Koganei.
Mitobe lo ha jurado con la voz de su alma.



Hyuga finalmente ha aliviado todas las grietas que abrió en el corazón de Riko, se han dado esa segunda oportunidad que le ha permitido al capitán de Seirin darse cuenta y valorar todo ese amor que siente por la castaña, jurándose no volver a fallar porque no soportaría una vida sin ella. Todo y que su personalidad no es muy femenina, o que su carácter es capaz de intimidar, Hyuga sabe que nunca encontraría a una mujer como ella.

Ahora solo tiene que convencer a su suegro de que él es el hombre indicado para su linda princesa, para la luz de sus ojos. Y esa parte, honestamente, hace temblar a cualquiera.



Sakurai está nervioso, ahora que se le nota mucho más la tripa le da vergüenza y un apuro casi irracional de no resultar atractivo a ojos de Aomine.

– Podríamos dejarlo para… ¿otro día?

– No. Llevas más de dos semanas haciéndome lo mismo. Quiero hacer el amor, Ryo.

– P-pero… ¿acaso lo único que quieres de mí es sexo? – Gimoteó al borde del llanto.

– ¡Ah! Joder, no. Pero de dónde te sacas ideas absurdas como esa, si quisiera solo tener sexo buscaría a cualquier imbécil para eso. Dije que quiero hacer E-L  A-M-O-R  contigo, Ryo… – El moreno aclaró con un bifido, pero remarcando letra a letra ese el amor clavándole su fiera mirada a los ojos.

– No te gustaré… – Murmuró avergonzado, bajando la cabeza y jugando distraídamente con sus pulgares.

– ¿Ah?

– Estoy gordo… – Pucheó.

– No estás gordo, estás embarazado. Y me tienes en abstinencia desde hace demasiado tiempo para mi estabilidad mental, ya sabes que no soy nada paciente con lo que quiero de verdad. Vamos, en mi casa no hay nadie hasta tarde.

– P-pero…

– Sin peros. Joder, yo, Aomine Daiki no va a ser puesto en abstinencia por su tierno novio ni aunque vuelva a nacer.

El moreno parloteó con tono serio, la mirada metálica destelló con una peculiar mezcla de molestia y lujuria. El castaño pucheó negándose en avanzar, pero con una tripa que entorpece sus movimientos y la fuerza superior de su novio, no había manera de que escapara, esa tarde seguro no descansaba. Le harían el amor hasta dejarlo K.O.



El día del parto estaba a la vuelta de la esquina, Kuroko está ansioso y un poco asustado. La tripa le ha crecido bastante y ya casi no le deja moverse con libertad, por lo que la mayor parte del tiempo la ha de pasar recostado o en posturas cómodas; pese a todo el embarazo marcha en perfectas condiciones y espera impacientemente la fecha del nacimiento.

Kagami tiene todo listo finalmente, la habitación del bebé con los muebles instalados, las paredes pintadas de lila y en una de ellas un paisaje que Kiyoshi mismo les ayudó a pintar.

– Papá dijo que estará aquí sin falta la próxima semana. Se ha lamentado mucho no poder acompañarnos desde antes, pero se tomará unas largas vacaciones porque quiere disfrutar de su nieto.

– ¿Crees que me acepte cuando me conozca?

– Te adorará casi tanto como yo. Casi, porque mi padre no va a enamorarse de ti. Eso solo puedo hacerlo yo, Tetsuya… – El pelirrojo dice con tono posesivo, atrapando los dulces labios del peliazul entre los suyos besándole con paciencia.

– Dices unas cosas tan graciosas, Taiga; es obvio que a tu padre no le guste como a ti, pero de todas maneras me preocupa no agradarle.

– Y yo insisto, te adorará. Eres un encanto de chico, y además le daremos un nieto, está que rebosa de alegría. Hasta creo que querrá más a su nieto que a mí.

– Eso es exagerado… – Kuroko sonríe ligeramente, su pelirrojo novio le resulta gracioso con aquel mohín de celos.

– Tal vez un poco… – Kagami admite, pero aún así piensa que su padre es un poco ingrato, se digna en aparecerse por Japón hasta que le ha contado todo sobre el estado de Kuroko y lo que llevó a ello… – Pero bueno, ¿estás listo para salir mañana?

– Sí, tengo la maleta lista, aunque me tardé demasiado en hacerla.

– Quería ayudarte, ¿recuerdas? Pero el jovencito aquí se puso en plan “puedo hacerlo solo, ni que estuviera inválido” – El pelirrojo dijo imitando (o intentando, que la verdad no le resultó nada convincente) la voz de su novio.

– Taiga, eres pésimo imitador… – El peliazul señaló con tono monótono, jadeando suavemente al segundo cuando su bebé pateó en su vientre.

– ¡Já! Pero te aseguro que a nuestro pequeño le debe haber divertido, si hasta se comunica… – Kagami colocó su mano en la tripa de su novio buscando aquel bultito sobresaliente donde seguro sentiría los movimientos de su bebé.

– No me simpatizas… – Kuroko frunció el ceño. Pero a cambio solo recibió un beso y ese Te Amo que lo desarmaba por completo…

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El camino que lleva hacia la plazuela está bordeado de un lago artificial a los lados, en sus aguas nadan peces de colores y se reflejan los rayos del sol dándole aspecto cristalino multicolor, y allá al fondo, montañas cubiertas de verde tocando el cielo de un nítido azul claro iluminado por el astro dorado. Un paisaje hermoso, el lugar indicado para aquella proposición, así lo pensó Kagami cuando se esforzó por conseguir pasar unos días en este paradisiaco lugar.

Su verdadero objetivo.
Una propuesta con anillos incluidos.


Continuará……

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