Capítulo 18. Entre rosa y azul, ¡qué importa el color!
~~*~~
Incluso si lo hubiera planeado de otra
manera, Kise está seguro de que no habría resultado tan perfecto como fue.
Aunque habían querido hacer esta reunión con su familia desde mucho antes, las
circunstancias no les habían favorecido y terminaron posponiéndolo por cerca de
un mes, hasta que el chico de rubios cabellos montó berrinche en casa
exigiéndole a sus padres que dejaran de largarse por negocios y permanecieran
al menos un fin de semana ahí.
– ¿Y cuál es el apuro por tenernos en casa,
Ryota? – Su madre le había cuestionado con esa mirada acusadora bailándole en
los ojos.
– Oh bueno, si fueras una mamá más común como
el resto de las mamás te habrías dado cuenta de que algo sucede conmigo. Pero no, siempre viajando de un lado para otro
en campañas de modelaje, y papá con sus negocios de nunca acabar. ¡Padres
desnaturalizados! – Kise chilló al borde del llanto, acusando con el dedo a su
progenitora y sollozando con dramatismo. Su madre enarcó una de las finas cejas
y sentándose con propiedad en el sofá, dijo.
– He de suponer que este drama tuyo es
resultado de esos cambios de humor que has tenido desde hace, al menos, un par
de meses, ¿verdad? Y si piensas que no estoy para nada enterada del asunto es
porque definitivamente no te ha despertado totalmente el instinto materno, pero
ya lo descubrirás con el pasar de los años. Sé perfectamente que estás
embarazado.
– ¿Q-qué? ¿Cómo? ¿Desde cuándo? ¡No es justo!
¡Lo has sabido desde quién sabe cuándo y ni un solo día tuviste la decencia
maternal de decírmelo!
– Es porque eres tú quien debía ser honesto
primero, Ryota.
– ¡Lo he intentado! ¿Por qué crees que te
estoy diciendo que quiero que estén en casa?
– No encontraba necesaria tanta formalidad,
con que lo hubieras dicho casualmente
uno de esos días en que coincidimos en el desayuno o la cena…
– Es que no se trata solo de mí, mi novio
quiere hablar con ustedes también. Pero nunca están.
– Vaya, tu novio quiere hablar con nosotros,
¿acaso piensa pedir tu mano? Porque dudo que quiera explicarnos cómo es que te
embarazaste, o pedirnos disculpas por ello.
– Pues queremos decirles algunas de esas
cosas, sí. Mamá, por qué actúas como si esto fuera la cosa más normal del
mundo, o prácticamente como si no te importara.
– Me importa, por supuesto que sí. Pero un
hijo, sobre todo con tu tiempo de gestación, no es un bebé al que vaya a
renunciarse, así que no pensé que fuera extensamente necesaria mayor charla al
respecto.
Kise resopló frustrado. A veces su
progenitora podía parecer un ente demasiado indiferente. El rubio piensa que
probablemente sea porque la mujer no ha asimilado del todo su papel maternal,
siempre más preocupada por sus sesiones de modelaje o la última línea de su
diseñador favorito. A veces, él detestaba haber seguido sus pasos. Y a veces,
llegaba a comprender por qué fascinaba tanto a su madre ese mundo de glamour.
– Ya está.
– ¿Qué?
– Acabo de cancelar una sesión de fotos que
tenía programada para este fin de semana. Cocinaré yo misma, así que dile a tu
novio que su oportunidad es ahora. Hablaré con tu padre también.
– ¿En serio?
– Claro, ¿no estabas haciendo drama por eso?
Kise pucheó, pero asintió sin mayor
resistencia. Un poco, solo un poco de berrinche había hecho, y ha sido porque
sus padres le han orillado a eso.
--//--
Kasamatsu estaba un poco preocupado, cuanto
más se acerca el día en que el bebé nazca, más cosas en las qué pensar le
vienen a la mente. Sin embargo, por ahora lo que más le tiene con los nervios
crispados, es un lugar donde vivir. No quiere terminar viviendo en casa con sus
padres, ni mucho menos en la Mansión de su novio. La idea de rentar un modesto
departamento es sumamente tentadora, y ya tiene varias solicitudes de empleo
entregadas a comercios donde le puedan contratar a medio tiempo –tampoco quiere
abandonar la escuela–; pero Kise insiste en que él puede darse el lujo de
comprar una pequeña casita y todo el mobiliario básico.
– La cunita para el bebé, su cambiador y
montones de peluches y juguetes. ¡Y no puede faltar nuestra recámara! Aunque
dicen que los primeros meses prácticamente no se usa ni para dormir… – Exclamó
pucheroso, imaginándose varias formas en las que sus momentos de intimidad con
su novio se irán al caño porque su pequeñín tendrá prioridad y requerirá de
toda su atención.
– ¡Ryota, maldición no pienses en cosas tan
vergonzosas!
– Pero vergonzoso por qué… – Más pucheros… –
Es perfectamente normal que hablemos de sexo. Además, no es como si haya
quedado en este estado por obra del espíritu santo, ¿verdad?
– Bueno, no. Pero eso no significa que deje
de ser vergonzoso que hablemos de sexo cuando debemos preocuparnos solo de
otras cosas… – Refutó gruñón. El de ojos cromados resopló notoriamente
frustrado, cansado tal vez. Cuando Kise decía blanco él pensaba en negro, y
viceversa; de modo que era difícil acordar algo en situaciones así.
– Ya te dije que algunas cosas las puedo
costear yo. Debería sacar algún provecho de la riqueza de mis padres, y sabes
bien que también tengo una buena suma en mi cuenta personal. Es dinero mío y
por supuesto que estoy dispuesto a gastarme hasta el último centavo si es para
brindarnos tranquilidad como pareja y estar para nuestro bebé sin mayor
preocupación que cuidar de él, nada de si se completa el dinero para la renta o
tenemos o no para comer.
Cuando Kise soltó todo eso lo hizo casi por
inercia. Luego la expresión ensombrecida de Kasamatsu le hizo morderse
–figurativamente– la lengua, tal vez que sí se había pasado un poco. No es que
él tenga malas intenciones, ni mucho menos que quiera hacer quedar en mal a su
novio, tan solo está pensando en lo que considera mejor para ambos.
– Creo que lo mejor es dejarlo por ahora así.
Ahora voy a retirarme primero, seguro que puedes pagar taxi para volver a tu
casa, ¿verdad?
– Yukio…
– Hablemos luego, Ryota.
– ¡No! ¡Lo siento, sí! ¡No quise hacerte
sentir mal, incómodo o lo que sea que te haya hecho sentir!
– Un inútil incapaz de hacer nada por su
novio y su hijo, eso es lo que me haces sentir cuando hablas de comprar todo y
tener todos los lujos posibles.
– ¡No es para nada eso lo que intenté decir!
Yukio, solo quiero que estemos bien, tranquilos. No quiero ser un esposo que se
queda todo el día en casa cuidando de nuestro hijo mientras te partes el lomo y
duermes un par de horas todos los días porque tu vida se limita al trabajo y la
escuela. No quiero estar solo, ni que nuestro hijo te vea contadas ocasiones.
– Tampoco quiero sentirme como un mantenido.
– ¡No vas a ser eso! Yukio, entiéndeme.
– Siempre, Ryota. Siempre trato de
entenderte, la mayoría de las veces se hacen las cosas como quieres porque a
pesar de que puedes parecer caprichoso y en muchas ocasiones realmente lo eres,
me importas y quiero hacerte feliz, así que generalmente cedo. Ahora solo
quiero que tú me entiendas a mí, los dos somos hombres en esta relación, pero
para mí sería mejor si me dejaras tomar más responsabilidades que solo ser el
que llegue a casa a rascarse el ombligo.
El rubio quiso refutar las palabras de su
novio, pero entonces el de ojos cromados simplemente le calló besándole corto
en los labios, acariciando sus cabellos y susurrándole al oído un “hablemos luego” que le supo amargo pero
al mismo tiempo necesario. Kasamatsu tenía razón, necesitaba pensar un poco más
en él, no solo en su imagen de una familia estable.
…
Aunque Aomine no es romántico, Sakurai ha
terminado arrastrándole sutilmente a cambiar de muchas maneras. Si bien el
moreno sigue siendo el chico insolente de carácter irritante y ególatra (además
de celoso hasta el tuétano, que casi no quiere ni que volteen a mirar a su
novio), también es ahora un chico algo menos hosco, y a veces hasta amable.
Aunque mayormente sus gestos de amabilidad le vienen en exclusiva con Sakurai,
el resto de los amigos se dan por bien pagados con ello.
– Te traje un panecillo de fresa, como últimamente
se te antoja tanto… – Aomine dijo casi con desinterés, dejando la cajita sobre
la mesa de trabajo de su novio, el receso de mediodía en la escuela estaba más
que perfecto para aquellos gestos de su parte.
– ¡Gracias, Daiki~! – Al castaño le brillaron
los grandes ojos color chocolate y sin remordimiento alguno asaltó la cajita,
devorando uno de los cuatro panecillos en el interior, manchándose
graciosamente las mejillas y dejando crema batida en sus labios.
– Ningún novio mío debería comer de esa
manera, pero te lo paso porque eres tierno y sexy, y porque es nuestro hijo el
que te hace comportarte así… – Señaló al tiempo que se empinaba para limpiar
con su lengua aquellos rastros de panecillo, obteniendo ese sonrojo intenso en
el rostro de un Sakurai que parloteó incoherencias por el atrevimiento de su
novio de hacer aquello en plena aula de clases… – Hoy vamos a visitar una casa
que vi en los suburbios.
– ¿Eh?
– Te dije que iríamos a ver casas para elegir
la nuestra.
– Creí que había sido alucinación mía.
– Pues te aviso que no. Aliméntate bien que
necesitarás energías.
– ¡Sí! – Sakurai sonrió ampliamente,
avergonzado pero feliz. Tomó un segundo panecillo y le ofreció a su novio, el
moreno negó pero no desaprovechó la siguiente oportunidad para limpiar
atrevidamente los rastros del rostro del castaño.
– Ryo idiota… – Sonrió altanero, besando el
puchero en labios de su novio, acariciándole la tripa y más al sur alterándole
los sentidos al más joven… – Pensándolo bien, puede que necesites energías para
otra cosa.
– ¡Aomine-senpai! – Exclamó más que
avergonzado, apartándole de un empujón (aunque su fuerza no era superior a la
del moreno) y murmurando por lo bajo otras cosas. Aomine se rió de buena gana,
sentándose en su sitio detrás del castaño y pensando en las cosas que le hará.
– No sé
si es cosa del embarazo o qué, pero últimamente lo encuentro más sexy y tengo
ganas de morderlo todo el tiempo… – Aomine pensaba, mordiéndose el labio
sin apartarle la mirada de encima a Sakurai.
Sus pensamientos sin embargo parecían cruzar
algún puente telepático porque el castaño estaba sufriendo espasmos que le
subían un calor que envolvía su cuerpo de una manera que sabe bien, le asalta
solo cuando sus hormonas se encienden.
– Aomine-senpai
debe estar pensando cosas pervertidas… – El castaño gimoteó al tiempo que
se comía su tercer pastelillo. Ese día iba a ser más que largo, larguísimo.
A menos claro que Aomine se lo rapte como de
hecho ya lo estaba planeando. Aunque montárselo en algún aula abandonada de la
escuela siempre era un arma de doble filo.
…
Kagami estaba más que resuelto a ser buen
novio y padre. Por eso se esfuerza todos los días por no perder los estribos
cuando Kuroko tiene uno de esos cambios de humor que nunca sabe de dónde vienen
o por qué.
– Tetsuya, no te estoy siguiendo el hilo.
– ¡Porque no me prestas atención, Taiga
insensible!
– ¿Ah? Pero si acabo de llegar y lo primero
que haces es lanzarme el cojín a la cabeza y llorar por no sé qué… – Reclamó
frunciendo el ceño, arrepintiéndose al instante pues el peliazul comenzó a
hipar murmurando más cosas en su contra… – Oye, Tetsuya; en serio, sino me
explicas no entiendo qué hice mal esta vez.
– Me dejaste botado… – Sollozó.
– ¿Ah? ¿Cuándo hice eso?
– Te dije que tenía antojo de batido de
vainilla.
– Sí.
– Y estuve esperándote en el maji burger,
pero nunca llegaste. Taiga es malo conmigo… – Lloró más, cubriéndose el rostro
con las manos mientras las gruesas lágrimas corren por sus mejillas mojándole
hasta el cuello.
– Esto… Tetsuya… Hey, amor…
– ¡Ningún amor! me dejaste esperándote como
idiota~
– Pues, no tenía idea que teníamos una cita.
Tenía que presentarme a trabajar y los chicos dijeron que te acompañarían por
ese batido de vainilla. Lo siento Tetsuya, sé que soy un borde, pero no te
pongas mal, ¿sí? Le hace daño a nuestro bebé… – El pelirrojo le abrazó con
cariño, suspirando para controlarse a sí mismo antes que decir alguna idiotez.
¿Cómo espera Kuroko que le adivine el pensamiento?
– Tu hijo y yo no queríamos tomar batido de
vainilla con los chicos, sino contigo… – Gimoteó, aunque más tranquilo
mimándose en brazos del más alto.
– Lo sé, pero nuestro pequeñín y tú deben
saber que si no estoy con ustedes es porque tenemos muchos ahorros que hacer
todavía. Lo sabes, ¿verdad?
Kuroko asintió dejándose hacer mientras
Kagami le limpiaba con los pulgares las lágrimas. Luego lo abrazó fuerte
aferrándose a su cuello, recostándose en el sofá y tirando de su novio.
– Lo siento, a veces me olvido que hay
prioridades para ti ahora. Es solo que me siento solo cuanto tú no estás,
Taiga.
– A mí también me haces falta cuando no estás
conmigo. Pero será solo por un tiempo, en lo que nos estabilizamos como
familia. Recuerda que no somos solo tú y yo, ahora ambos tenemos que ver por
nuestro bebé.
– Taiga, cuando dices cosas tan maduras como esas
siento que te amo más.
– Tonto…
Luego a ese sonrojo del pelirrojo le siguió
un beso. Dulce y largo. Luego otro, y otro, y muchos más. Y tras cada uno de
aquellos besos aumentaba la confianza, se humedecían los labios y exploraban la
cavidad bucal del otro a conciencia, jugaban a besarse de una y mil maneras. Se
entregaban el amor por el amor, casi inocente y sin mancha de malicia alguna,
del deseo puro que nace de corazones complementarios; de las ganas de
explorarse, como si cada vez fuera la primera.
…
Kiyoshi ha llegado con aquella sorpresa para
su novio, Izuki rompió en llanto conmovido por el detalle. No parece nada del
otro mundo, pero para ellos dos los pequeños detalles resultan los más
significativos. El corazón de hierro
supo desde el instante en que observó aquella pluma fuente en el escaparate de
la tienda, que sería un buen obsequio para su novio.
– Para que anotes todas esas buenas ideas que
se te ocurren cuando no puedes dormir por la noche o cuando te aburres en clases.
– No todas son buenas ideas, pero me encanta
Teppei… – El chico ojo de águila le
sonrió radiante, depositando un dulce beso sobre los labios de su novio.
Admirando luego con asombro los detalles de la pluma, la suave textura y la
fina punta. Además, le había regalado también un cuadernillo con hojas de
papiro y portada de cuero… – Creo que lo usaré para hablar de nuestra familia,
y también podríamos poner fotos, o podrías dibujar en él.
– ¿Ves? Tienes excelentes ideas, Shun… – El
más alto sonrió enternecido, atrapándole por la cintura e inclinándose para alcanzar
los labios de su novio.
– Estoy nervioso, Teppei. Querrás a nuestro
bebé sin importar si es niño o niña, ¿cierto? – Y es que la eco en la que conocerán
el sexo de su bebé será al día siguiente. Los cuatro meses de gestación de
Izuki han llegado.
– Por supuesto que sí. Le amo ya, desde el
momento en que me dijiste que estabas embarazado, amé saber que seríamos
padres, Shun.
– Igual estoy nervioso~ hay que pensar en un
montón de cosas, comenzar a comprarle ropita y todo eso.
– Tenemos tiempo, y yo estoy contigo, así que
está bien si sientes nervios, vamos a compartirlos para que así no te estreses,
¿te parece? – Dijo mimándole, queriendo de pronto tener el poder de hacer
avanzar el tiempo a su antojo y que llegue ya el día del nacimiento de su bebé.
– Me parece… – Izuki asintió, colgándosele
del cuello y pensando seriamente en encerrarse en la habitación, ignorar el
llamado de su madre para que se acerquen a comer galletas recién horneadas y
debatiéndose entre satisfacer el repentino apetito que le estaba haciendo
gruñir las tripas… – A este paso engordaré como ballena… – Comentó frunciendo
los labios.
– No digas eso. Subirás de peso lo necesario,
pero te pondrás cada día más bello que el anterior, y todo eso porque llevas a
nuestro bebé en el vientre.
– Ah, también engordaré porque tú eres
demasiado dulce, Teppei. Así que todo será culpa tuya… – Izuki le empujó
encaminándose al comedor, escuchando la risa boba de su novio a sus espaldas. Le
daría diabetes de tanto amor dulce de parte de Kiyoshi. Y honestamente, no le
importa ni se queja.
…
Takao ha descubierto que sí, es un pervertido
total. Porque incluso si le trata con supuesta indiferencia, Midorima es
perfectamente capaz de alterarle las hormonas.
– Te comportas como un gato en celo,
Kazunari… – El ojiverde se quejó afilando su mirada al percatarse de las
intenciones de su novio, que intentaba colar su mano entre los pantaloncillos
del mayor.
– Tal vez es que soy un gato en celo, miau~ –
Maulló deliberadamente, y con esa sensualidad gatuna que le salía tan natural,
el pelinegro se deslizó hasta alcanzar a su novio, maullando más cerca de su
oído, palpando todo cuanto estaba a su paso, queriendo encender el deseo del
ojiverde también.
Y la verdad, no resultaba tan complicado.
Midorima está seguro de que sufre de alguna especie de embrujo, quizá que se
lió con Takao en alguna alineación astral o algo por el estilo, porque la
libido que se le enciende no le parece del todo normal. Aunque, siendo adolescentes…
– Desnúdate, Kazunari…
Continuará……
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