lunes, 16 de julio de 2018

Entrenando a otosan. Capítulo 20


Capítulo 20. Para los sonrojos tiernos, pasión sin miedos
~~*~~


Sakurai se quedó quietecito en su sitio cuando Aomine abrió la puerta de su casa. Esta es de hecho la primera vez que viene aquí, y de alguna manera se siente extraño visitar el hogar de su novio en estas circunstancias.

– Daiki, acabo de darme cuenta de que desconozco muchas cosas de ti.

– ¿Ah? No desconoces tanto, y sabes lo que es importante. No intentes engañarme con eso ahora, Ryo… – El moreno asegura, tira de la mano del castaño asaltando sus labios en un beso lejos de la dulzura y la pasión. Sakurai entiende que su novio tiene hambre de él y no piensa dejarle escapar esta vez. Honestamente, él tampoco quiere huir.

Porque una vez que aquellos labios toscos comenzaron a repartir la pasión sobre su boca, el castaño dudó que tuviera voluntad para negarse a seguir, su cuerpo también clamaba por contacto íntimo, por el calor de aquellas manos rugosas que sin preámbulo le fueron arrancando las ropas hasta dejarle al desnudo, acostado sobre la cama blanda que tiene el olor del moreno.


– Daiki~ – Jadea alterado, sorprendido de la facilidad con que todos sus sentidos se desconectaron de todo aquello que no fuera la cercanía con el moreno. De perder noción de tiempo y espacio, pero estar sensible al mínimo cambio en la temperatura del cuerpo del prodigio.

– No sé qué tienes que me vuelves loco, Ryo. Pero nunca te dejaré ir… – Las palabras suenan a promesa de amor. El moreno sonríe diferente entonces, con tal cariño que el corazón del castaño galopa como potro desbocado, emocionado de poder provocar aquellos gestos en Aomine.

– Aomine Daiki, no sabes cuánto te amo… – Sakurai dice con lágrimas de felicidad colgándole de las pestañas, una sonrisa pura y transparente cruza los labios del castaño. Sus manos sujetan el rostro moreno atrayéndole para ser él quien fusione sus labios, hay dulzura y pasión, sus lenguas se encuentran entre roces húmedos y confiados mientras sus cuerpos buscan desesperadamente esa misma intimidad que sus bocas comparten.

Sakurai jadea entre besos, las manos de Aomine se pasean sigilosamente por su figura haciéndole sentir auténticamente deseado, le acaricia los costados y vaga por sus muslos, presionando con las yemas de sus dedos brutos la tibia carne bajo su tacto. Sus anatomías cerca, el torso de Aomine siente la suave presión del vientre abultado de Sakurai, sonríe internamente al pensar en esto. ¿Gordo? ¡De ninguna manera? Sus curvas redondeadas se le antojan como nunca, cada parte de su cuerpo con algunos gramos de más le resultan sumamente interesantes, quizá porque sabe que esa figura no está ahí por descuido, sino por estar dando vida a otro ser. A un bebé que es de los dos.

– Ahh~ Daingh~ – El castaño se contorsiona presa de oleadas de placer, su novio ha comenzado a succionar sus pezones de maneras increíblemente eróticas. O quizá sea su alta sensibilidad ahora que todo su cuerpo ha ido cambiando con el embarazo, él está seguro de que cada fibra de su ser está más receptiva a las atenciones del moreno que antes… – ¡Mgh!

El gemido emerge entonces con un dejo de aparente dolor. Aomine se detiene en el acto, levanta la mirada y lamiendo delicadamente los labios le pregunta si está bien. Sakurai asiente con la respiración alterada y las mejillas arreboladas de carmín.

– Estoy muy sensible, eso es todo.

– Yo también estoy sensible, siénteme… – El moreno toma una mano de su novio y la guía hasta su entrepierna, aunque él aún lleva pantalones el bulto sobresale ahí. El rostro del castaño se enciende al rojo vivo, mezcla de vergüenza y excitación… – Te lo dije, hace demasiado tiempo que no me dejabas hacerte el amor. Hasta he tenido que masturbarme en las noches, es patético hacerlo cuando todo lo que mi cuerpo quiere es sentirte a ti, Ryo.

Sakurai esconde el rostro contra el pecho de Aomine tras jalarle en un abrazo. Él también se ha masturbado pensando en su novio, temeroso de que no le encontrase atractivo ahora que ha ganado algunos kilos a causa del embarazo.

– ¿Me imaginas así como estoy ahora?

– ¿Con esta hermosa pancita? – Aomine cuestiona con una sonrisa casi burlesca, pero comprensiva y enamorada a la vez. Solo alguien como el moreno es capaz de mostrar sonrisas que mezclen tantas emociones al mismo tiempo. Sakurai asiente apartándose del pecho de su novio para mirarle a los ojos… – Por supuesto, pienso en cómo se siente cada parte de tu cuerpo tal como estás ahora. Ya te dije, me sigues gustando, no te veo gordo para nada, Ryo.

– Es que tenía miedo de que pensaras eso, Daiki. Si de todas maneras ha sido como un sueño que te fijaras en mí.

– Que te quede claro algo, Ryo. Y grábatelo porque no creo que lo diga muchas veces. Eres hermoso y el afortunado aquí soy yo, porque a pesar de ser como soy, alguien tan tierno como tú fue capaz de enamorarse de mí.

– Daiki…

– Y ya deja de hacerme hablar tanto, me distraes de lo que quiero hacerte.

– Ahh~

Aomine ha mordisqueado los labios de Sakurai y descendido con mordisquitos sexys por su cuello y pecho, atrapando suavemente entre sus dientes uno de los duros montecitos. A la vez, ha atrapado con su mano el miembro del castaño, bombeando con ritmo regular arriba y abajo. Sakurai revuelve las piernas sofocado por el repentino placer que bombardea todo su cuerpo, la lengua de Aomine se pasea alrededor de sus pezones, deja la estela de su saliva caliente por toda su piel y marcas rojizas ahí donde succiona o muerde. Aomine es algo bruto para demostrar sus afectos, pero Sakurai es fuerte y pareciera que su cuerpo está diseñado para recibir su tosca pasión.

Momentos después Aomine desliza sus atenciones más hacia el sur, se entretiene en la curva donde inicia la tripa abultada, olfatea la piel y reparte tibios besos por toda la tripa en tanto su mano disminuye el ritmo de su bombeo.

– Ngh~ – Sakurai gimotea de pronto, luego otra vez y otra. Su pequeño patea cual si estuviera jugueteando en el líquido de su interior.

– Hey, pequeño granuja, no seas egoísta y compárteme a tu mami unos minutos. Si pateas tanto no me dejará amarle.

El castaño ríe divertido al escuchar a su novio, como era de esperarse del moreno, no es precisamente tierno ni para hablar con su bebé, al menos no del todo en palabras, sin embargo su sonrisa y la dulzura de sus mimos sí que lo son. Aomine besa tiernamente ahí donde alcanza a percibirse un bulto en la tripa. Los movimientos de su bebé cesan lo suficiente para no interrumpirles más y Sakurai tiene el pensamiento de que probablemente sea niña la que crece en su vientre, una nena que desde ya adora a su padre puesto que le ha hecho caso de inmediato. Podría o no ser así, como fuere, el pensamiento de una madre sobre todo cuando se es primerizo, siempre tiende a ser acertado. El instinto materno despierta y no hay poder humano que niegue el alcance de su percepción.

Una almohada es colocada bajo la espalda del castaño para elevar su cadera y permitirle comodidad en el acto. Aomine termina de sacarse las ropas y expone su erguida erección, Sakurai se sonroja y muerde su labio inferior, ese trozo de carne caliente luce húmeda y apetecible; el moreno parece darse cuenta de aquella lasciva mirada y sonriendo prepotente se masturba delante de aquellos ojos chocolate.

– ¿Quieres?

– Sí.

– Eres un chico malo, eh.

– ¡No es cierto! – Exclama avergonzado y un puchero se forma en sus labios.

– Claro que lo eres. Estás que me devoras con la mirada, Ryo.

La siguiente protesta del castaño muere en labios del moreno cuando atrapa entre sus dientes el lindo puchero que su novio mostrara. Se besan con fuego y casi de inmediato sus cuerpos se amoldan. Aomine se perfila entre las piernas de Sakurai, toma sus glúteos y los separa con ambas manos al tiempo que roza su falo entre ellos, tocando provocativamente la cavidad anal del castaño, simulando embestidas que solo consiguen aumentarles la libido y con ello la temperatura corporal.

Pronto la habitación sofoca cual si de un sauna se tratase, sus cuerpos comienzan a sudar y los jadeos de ambos componen una melodía erótica de sonidos de amor. Aomine le insta a girarse de medio lado, la tripa descansa entonces en la almohada y Sakurai trata de ahogar los gemidos que rebotan en su garganta ahora que su novio ha comenzado a prepararle, con una de sus piernas elevada y sostenida por el mismo moreno, Sakurai tiembla por cada ocasión en que la lengua de su novio invade su intimidad llenándole de saliva.

– Ahh, Daiki… no seas injusto… también quiero complacerte nhh~

El moreno decide hacer caso. En parte por complacerle, a su vez por la necesidad de sentir la boca húmeda del castaño en su miembro. Sakurai termina acostado de espaldas al colchón nuevamente, Aomine se posiciona sobre él con cuidado de no aplastarle la tripa y en posición invertida, Sakurai toma el pene del moreno con una mano y lo lleva a su boca comenzando a lamer el tronco, tragándolo lentamente después.

– ¡Mghh mierda! – Es el gemido ronco del moreno el que hace eco en su habitación.

Los labios de Sakurai presionan conforme suben y bajan por su miembro, el sonido húmedo de su labor le produce espasmos de placer y cierta desesperación por correrse en la boca de su novio. Tal vez la inexperiencia y la curiosidad innata de ambos adolescentes les lleve a este grado de intimidad, a hacer a un lado las vergüenzas y determinarse a experimentar sus deseos.

Sakurai tragó entonces hasta sentir que la punta le tocaba la garganta, aquella acción le produjo arcadas, por tanto salivó más y toda esa humedad pegajosa cubrió el falo de Aomine sirviendo para facilitar lo siguiente. El moreno sentía que se correría en cualquier instante, así que se apartó y ayudó al castaño a girarse, estar a cuatro sobre la cama le resultaba más cómodo a Sakurai, aunque a Aomine le encantaba ver su cara ruborizada sumida en vergüenza y placer. Hoy al menos no podría verle en su esplendor, pero a cambio disfrutarían ambos del gozo de su unión.

La penetración fue pausada, ambos gimieron sintiendo su sangre hervir conforme la erección de Aomine ganaba espacio en la intimidad de Sakurai hasta topar fondo. La respiración de ambos era laboriosa, la del castaño por acostumbrarse a la invasión, la del moreno por contener sus movimientos. Pero cuando las estocadas dieron inicio, el vaivén simplemente se sincronizó. Aomine masturbó a Sakurai otra vez, procurando el ritmo con sus embestidas, certeras y profundas, clavándose con pasión en aquel apretado espacio de carne rugosa que parecía succionar su falo cada que penetraba.

Gimotearon el nombre del otro e incoherencias durante minutos, alargando aquel placer tanto como les fue posible, pero sin poder evitar que el momento final llegara. Sakurai fue el primero, manchando las mantas y ensuciando la mano de su novio, al tener su orgasmo contrajo su interior y aquella presión ahogando el falo de Aomine le arrastró irremediablemente a su propio éxtasis, derramando su esencia en la estrecha cavidad punzante.

– Cinco minutos de mimos, que no he terminado contigo, Ryo…

– Baka~

Se sonríen sin prisas y comienza entonces la ronda de besos dulces llenos de cariño. Definitivamente la personalidad de Aomine podía no ser la mejor, pero cuando se trata de Sakurai, su mejor faceta sale a la luz.


Kasamatsu soltó el aire contenido. Está más que nervioso, ha llegado el momento de proponerle matrimonio a Kise, y ¡Dios! Se siente más torpe que nunca. Ha preparado la cena en casa él mismo (y no es que se le dé mal en realidad, o quizá es que lo hizo con tanto cariño que por eso le quedó todo delicioso), ha aprovechado que sus padres decidieron tomarse el fin de semana para celebrar aniversario de bodas, y curiosamente en esas fechas él pedirá a su novio casarse.

Se miró al espejo y volvió a respirar profundo, era hora de ir por Kise a la estación del tren –sí, el chico de ojos cromados y su fijación por ignorar la riqueza de su rubio novio le hizo casi obligarle a tomar los transportes populares y no poner a trabajar al chofer de la familia, la limusina debía esperar en su mansión–.

Maldijo entre dientes cuando llegó y vio a Kise –con su linda barriguita de siete meses y medio– todo sonrisas llamándole a los gritos sin dejar de agitar la mano. Estaba llamando la atención, las mujeres chillaban con las mejillas rosadas murmurando seguramente lo bello que era ese chico en particular, y más encima había chicos que se le quedaban viendo con cara de babosos, según sus propias palabras.

Al llegar a su lado, Kasamatsu le frunció el ceño –y si no estuviera embarazado y él se viera ridículo comportándose así, tiraría de su oreja cual niño pequeño por andar llamando tanto la atención– mirándole hacia arriba…

– A veces detesto que seas tan alto, Ryota.

– Por qué me hablas así ahora… – El modelo protestó con puchero en labios… – Deberías haberme dado mi beso del día… – Dijo alzando los labios en trompetilla al tiempo que se inclina al menos lo suficiente para facilitarle el gesto a su novio.

– Olvídalo, estás aquí llamando la atención de todo mundo. No pienso besarte, idiota.

– ¡Por qué te enojas, Yukio~!

– Cállate y vamos.

– No eres nada amable con tu novio ni porque me invitas a cenar y me pides que haga todo a tu manera. ¡Me niego a moverme! – Exclamó haciendo realmente berrinche, cruzando los brazos sobre su tripa y volteándole la cara con indignación.

Obviamente estaban llamando aún más la atención, por las miradas de las personas yendo y viniendo en el andén, Kasamatsu adivinó que le estaban viendo como el tipo malo del momento. Si nada más le faltará que algún héroe se haga el gracioso metiendo sus narices donde no le llaman.

– Kise Ryota… – Dijo con tono de advertencia. Su rubio simplemente gimoteó berrinchudo. Kasamatsu resopló sabiendo que tendría que ceder… – Está bien, lo siento, estoy con los nervios alterados. Por favor, vamos ya Ryota.

– Beso… – Señaló poniendo su boca frente al rostro de su senpai. Kasamatsu soltó el aire y una sonrisa atravesó sus labios.

– En realidad siempre obtienes lo que quieres, ¿verdad Ryota?

– Y ya tengo lo más importante, a nuestro bebé, y a ti Yukio.

Todo sonrisas el modelo se dejó hacer cuando su novio le besó dulcemente. Le encanta que sea así de expresivo incluso si están delante de decenas de personas que podrían murmurar a favor o en contra de lo suyo. Le hace sentir tan seguro, tan protegido y amado.

Así finalmente se pusieron en camino a casa de Kasamatsu, tomaron un autobús que les acercaba a su hogar y luego solo caminaron unas pocas calles hasta allí, a paso lento pues a Kise ya le pesaba bastante la tripa, pero también les ha recomendado el médico no dejar de ejercitar, es bueno para la salud de mamá y del bebé. Además en el camino Kise no paraba de hablar de todas esas cosas que parecen hacerle tan feliz, la firma de la documentación que les hace propietarios legales de una modesta casita cerca de la Universidad a la que Kasamatsu asistirá una vez se gradúe de Kaijo, será en unos pocos días, y el rubio tiene más que echado el ojo en muebles para su hogar; le hace emoción hasta el mínimo detalle, desde el color de la pintura para interiores y exteriores, hasta el tipo de ducha que querrá tener instalada, y no se diga de las plantas en el jardín delantero o los juegos para el jardín trasero; claro está, cada mueble y ropita para el bebé.

Kasamatsu también estaba emocionado, y una vez se ponían a hablar de eso el tiempo perdía significado para ellos. Cuando finalmente llegaron a su casa, lo primero que Kise hizo fue aspirar profundamente, le parecía que olía delicioso y el antojo le afloró de inmediato. A él o a su bebé, que tenía cada antojo repentino.

– ¿Seguro que quieres que sirva ya la cena?

– ¡Sí! Tengo hambre~

– De acuerdo, de acuerdo. Antojadizo… – Sonrió burlándose del apetito de su novio. Kise pucheó y se ganó una ronda de besos por ello, cooperó con el acomodo de la mesa y luego se sentaron juntos a cenar.

Kasamatsu colocó un candelero al centro de la mesa y encendió la vela, luego acercó una rosa roja en botón y la dejó en la base del adorno dándole un toque realmente romántico que Kise apreció con gusto. Quiso burlarse de él por ser tan romántico aunque reniegue de ello pero se contuvo, no quería arruinar la atmósfera que su novio claramente se estaba esforzando por conseguir. Kise entonces se preguntó en qué momento le pediría formalmente matrimonio. Detalle que pasó a segundo plano en cuanto probó uno de los platillos dispuestos en la mesa.

– ¡Delicioso Yukio~! – Exclamó con ojos brillantes… – ¿Prepararás las comidas en casa cuando vivamos juntos también?

– Nos turnaremos Ryota, y eso lo veremos después, ¿bien?

– Bien… – Respondió con un tierno pucherito. Kasamatsu entonces pensó en Kuroko, Izuki e incluso Sakurai (aunque al castaño solo se lo ha encontrado un par de veces por casualidad cuando el peliazul terminó reuniéndolos a todos sin querer), recordó que todos ellos se estaban volviendo unos expertos manipuladores con aquellos gestos… – ¿Qué piensas, Yukio?

– Nada importante. Terminemos la cena.

Aunque Kise no le creyó, tampoco quiso presionarlo. Ha ido aprendiendo a respetar a su novio en absolutamente todo cuanto puede. Más tarde, cuando su estómago se sentía satisfecho y los platillos en la mesa estaban casi terminados, Kasamatsu dijo que acercaría el postre. Y al rubio mágicamente se le hizo espacio en la tripa para la sobremesa. Cuando el plato fue colocado frente a sus ojos, las doradas pupilas brillaron intensamente. El pastel de chocolate blanco con frutas se veía simplemente delicioso. Kasamatsu cortó una rebanada y la depositó en el plato para su novio, el rubio agradeció y probó deleitándose el gusto con el sabor.

– ¡Yukio, cocinas delicioso!

– Gracias. Yo creo que todo se debe a ustedes dos, que los tenía en mente todo el tiempo y quería complacerles.

– ¡Te Amo!

– También te amo, Ryota.

Kasamatsu le recibió con cariño, el efusivo abrazo de Kise casi le tumba de la silla, pero ha aprendido muy bien a tratarlo desde que los abrazos de aquella naturaleza se hicieron normales en su día a día. Tras volver a su lugar, el rubio continuó comiendo. Luego cuando admiraba las frutas tan bien acomodadas decorando el pastel, notó que en la fresa del centro brillaba algo. Ese algo era nada más y nada menos que un anillo. Kise se quedó atontado admirando la argolla, así fue como el de ojos cromados se dio cuenta de que su sorpresa finalmente había sido descubierta.

– Kise Ryota, quise pensar en un bonito discurso para ti que decirte en este momento, pero la verdad es que eso del romance no es lo mío. Tan solo pensé que decirte que Te Amo con todo mi corazón y que estoy muy seguro de este paso que estamos dando, sería suficiente para que notaras cuán convencido estoy de que no encontraría nunca mejor esposo que tú. Por eso… – El de ojos cromados tomó la fresa entre sus dedos e hincándose en una rodilla frente a su novio finalmente le preguntó… – ¿Me harías el honor de casarte conmigo?

– ¡Claro que sí! – El rubio no tenía absolutamente nada qué pensar. Respondió al instante mientras algunas lágrimas de felicidad resbalaban por sus mejillas.

Kasamatsu mordió la fresa de un lado y acercó su boca a Kise. El rubio sonrió pensando en que esta era una manera bastante original y romántica –a su manera– de proponerle matrimonio. Ambos adolescentes mordieron la fruta y degustaron el sabor dulce de la miel con que había sido bañada sobre la tarta, la argolla se deslizó entonces en la boca del mayor de los dos y tras un último beso corto se separaron. Kasamatsu sacó de su boca el anillo y sonriendo torpemente le cuestionó a Kise con la mirada si estaba bien colocárselo así ahora. El modelo asintió extendiendo su mano. Cuando la argolla de oro blanco y una pequeña piedrecilla de diamante al centro se deslizó en su dedo anular, Kise simplemente se arrojó de nuevo a brazos de su novio.

Después de todo la proposición había resultado perfecta. Kasamatsu le besó entonces con todo el amor que tenía para ofrecerle, Kise respondió de la misma manera y cuando se dieron cuenta, ya estaban camino a la habitación desnudándose hasta el alma.


Casi parece cosa del destino, o un gesto premeditado en que ellos se han puesto de acuerdo, sin embargo no es así. Kagami ha estado pensando en esto desde hace meses, casi de la misma manera en que probablemente Kasamatsu lo hizo, y de la misma manera en que puede tenerlo en cuenta Aomine o Kiyoshi. Sin embargo, cada uno vive en su propio mundo, un mundo que se ve reducido a su pareja y el bebé en camino.

Cuando Kagami preparó aquél viaje su principal objetivo era justamente proponerle matrimonio a Kuroko. Las oportunidades en todo el día han ido y venido, pero el pelirrojo se ha encontrado demasiado nervioso e inseguro antes de concluir los momentos. El peliazul nota aquella tensión en su novio y comienza a preocuparse, no le gusta verle huidizo de su mirada ni evasivo con sus cuestionamientos, pero sabe de antemano que su novio es cabeza dura cuando de cuestiones realmente importantes se trata, así que trata de ayudarle un poco.

Es de noche ya, el cielo estrellado adornado les acompaña en lo alto, y ahí entre sus sombras iluminadas por centellantes puntos multicolor, una media luna brillante coqueteando a los amantes que, como ellos, comparten un amor sincero. Kuroko sonrió al pensar en aquello, se tocó el abultado vientre y acarició su tripa, su bebé se movió sutilmente en el interior cuando otro par de manos, más grandes y ásperas pero suaves al tacto, cayeron sobre su vientre. Kagami le estaba abrazando por la espalda, ambos mirando desde el cobertizo de la cabaña el romántico anochecer.

– Comienza a refrescar, traeré una frazada para ti Tetsuya.

– Espera… – El peliazul tomó la mano de su novio impidiéndole marcharse… – Llevas todo el día comportándote de manera extraña, dime lo que te pasa Taiga. Y más vale que no intentes huir esta vez, Kagami Taiga.


Continuará……

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