Capítulo 20. Para los sonrojos tiernos, pasión sin miedos
~~*~~
Sakurai se quedó quietecito en su sitio
cuando Aomine abrió la puerta de su casa. Esta es de hecho la primera vez que
viene aquí, y de alguna manera se siente extraño visitar el hogar de su novio
en estas circunstancias.
– Daiki, acabo de darme cuenta de que
desconozco muchas cosas de ti.
– ¿Ah? No desconoces tanto, y sabes lo que es
importante. No intentes engañarme con eso ahora, Ryo… – El moreno asegura, tira
de la mano del castaño asaltando sus labios en un beso lejos de la dulzura y la
pasión. Sakurai entiende que su novio tiene hambre
de él y no piensa dejarle escapar esta vez. Honestamente, él tampoco quiere
huir.
Porque una vez que aquellos labios toscos
comenzaron a repartir la pasión sobre su boca, el castaño dudó que tuviera
voluntad para negarse a seguir, su cuerpo también clamaba por contacto íntimo,
por el calor de aquellas manos rugosas que sin preámbulo le fueron arrancando
las ropas hasta dejarle al desnudo, acostado sobre la cama blanda que tiene el
olor del moreno.
– Daiki~ – Jadea alterado, sorprendido de la
facilidad con que todos sus sentidos se desconectaron de todo aquello que no
fuera la cercanía con el moreno. De perder noción de tiempo y espacio, pero
estar sensible al mínimo cambio en la temperatura del cuerpo del prodigio.
– No sé qué tienes que me vuelves loco, Ryo.
Pero nunca te dejaré ir… – Las palabras suenan a promesa de amor. El moreno
sonríe diferente entonces, con tal cariño que el corazón del castaño galopa
como potro desbocado, emocionado de poder provocar aquellos gestos en Aomine.
– Aomine Daiki, no sabes cuánto te amo… –
Sakurai dice con lágrimas de felicidad colgándole de las pestañas, una sonrisa
pura y transparente cruza los labios del castaño. Sus manos sujetan el rostro
moreno atrayéndole para ser él quien fusione sus labios, hay dulzura y pasión,
sus lenguas se encuentran entre roces húmedos y confiados mientras sus cuerpos
buscan desesperadamente esa misma intimidad que sus bocas comparten.
Sakurai jadea entre besos, las manos de
Aomine se pasean sigilosamente por su figura haciéndole sentir auténticamente
deseado, le acaricia los costados y vaga por sus muslos, presionando con las
yemas de sus dedos brutos la tibia carne bajo su tacto. Sus anatomías cerca, el
torso de Aomine siente la suave presión del vientre abultado de Sakurai, sonríe
internamente al pensar en esto. ¿Gordo? ¡De ninguna manera? Sus curvas
redondeadas se le antojan como nunca, cada parte de su cuerpo con algunos
gramos de más le resultan sumamente interesantes, quizá porque sabe que esa
figura no está ahí por descuido, sino por estar dando vida a otro ser. A un
bebé que es de los dos.
– Ahh~ Daingh~ – El castaño se contorsiona
presa de oleadas de placer, su novio ha comenzado a succionar sus pezones de maneras
increíblemente eróticas. O quizá sea su alta sensibilidad ahora que todo su
cuerpo ha ido cambiando con el embarazo, él está seguro de que cada fibra de su
ser está más receptiva a las atenciones del moreno que antes… – ¡Mgh!
El gemido emerge entonces con un dejo de
aparente dolor. Aomine se detiene en el acto, levanta la mirada y lamiendo
delicadamente los labios le pregunta si está bien. Sakurai asiente con la
respiración alterada y las mejillas arreboladas de carmín.
– Estoy muy sensible, eso es todo.
– Yo también estoy sensible, siénteme… – El
moreno toma una mano de su novio y la guía hasta su entrepierna, aunque él aún
lleva pantalones el bulto sobresale ahí. El rostro del castaño se enciende al
rojo vivo, mezcla de vergüenza y excitación… – Te lo dije, hace demasiado
tiempo que no me dejabas hacerte el amor. Hasta he tenido que masturbarme en
las noches, es patético hacerlo cuando todo lo que mi cuerpo quiere es sentirte
a ti, Ryo.
Sakurai esconde el rostro contra el pecho de
Aomine tras jalarle en un abrazo. Él también se ha masturbado pensando en su
novio, temeroso de que no le encontrase atractivo ahora que ha ganado algunos
kilos a causa del embarazo.
– ¿Me imaginas así como estoy ahora?
– ¿Con esta hermosa pancita? – Aomine
cuestiona con una sonrisa casi burlesca, pero comprensiva y enamorada a la vez.
Solo alguien como el moreno es capaz de mostrar sonrisas que mezclen tantas
emociones al mismo tiempo. Sakurai asiente apartándose del pecho de su novio
para mirarle a los ojos… – Por supuesto, pienso en cómo se siente cada parte de
tu cuerpo tal como estás ahora. Ya te dije, me sigues gustando, no te veo gordo
para nada, Ryo.
– Es que tenía miedo de que pensaras eso,
Daiki. Si de todas maneras ha sido como un sueño que te fijaras en mí.
– Que te quede claro algo, Ryo. Y grábatelo
porque no creo que lo diga muchas veces. Eres hermoso y el afortunado aquí soy
yo, porque a pesar de ser como soy, alguien tan tierno como tú fue capaz de
enamorarse de mí.
– Daiki…
– Y ya deja de hacerme hablar tanto, me
distraes de lo que quiero hacerte.
– Ahh~
Aomine ha mordisqueado los labios de Sakurai
y descendido con mordisquitos sexys por su cuello y pecho, atrapando suavemente
entre sus dientes uno de los duros montecitos. A la vez, ha atrapado con su
mano el miembro del castaño, bombeando con ritmo regular arriba y abajo.
Sakurai revuelve las piernas sofocado por el repentino placer que bombardea
todo su cuerpo, la lengua de Aomine se pasea alrededor de sus pezones, deja la
estela de su saliva caliente por toda su piel y marcas rojizas ahí donde
succiona o muerde. Aomine es algo bruto para demostrar sus afectos, pero
Sakurai es fuerte y pareciera que su cuerpo está diseñado para recibir su tosca
pasión.
Momentos después Aomine desliza sus
atenciones más hacia el sur, se entretiene en la curva donde inicia la tripa
abultada, olfatea la piel y reparte tibios besos por toda la tripa en tanto su
mano disminuye el ritmo de su bombeo.
– Ngh~ – Sakurai gimotea de pronto, luego
otra vez y otra. Su pequeño patea cual si estuviera jugueteando en el líquido
de su interior.
– Hey, pequeño granuja, no seas egoísta y
compárteme a tu mami unos minutos. Si
pateas tanto no me dejará amarle.
El castaño ríe divertido al escuchar a su
novio, como era de esperarse del moreno, no es precisamente tierno ni para
hablar con su bebé, al menos no del todo en palabras, sin embargo su sonrisa y
la dulzura de sus mimos sí que lo son. Aomine besa tiernamente ahí donde alcanza
a percibirse un bulto en la tripa. Los movimientos de su bebé cesan lo
suficiente para no interrumpirles más y Sakurai tiene el pensamiento de que
probablemente sea niña la que crece en su vientre, una nena que desde ya adora
a su padre puesto que le ha hecho caso de inmediato. Podría o no ser así, como
fuere, el pensamiento de una madre sobre
todo cuando se es primerizo, siempre tiende a ser acertado. El instinto materno
despierta y no hay poder humano que niegue el alcance de su percepción.
Una almohada es colocada bajo la espalda del
castaño para elevar su cadera y permitirle comodidad en el acto. Aomine termina
de sacarse las ropas y expone su erguida erección, Sakurai se sonroja y muerde
su labio inferior, ese trozo de carne caliente luce húmeda y apetecible; el
moreno parece darse cuenta de aquella lasciva mirada y sonriendo prepotente se
masturba delante de aquellos ojos chocolate.
– ¿Quieres?
– Sí.
– Eres un chico malo, eh.
– ¡No es cierto! – Exclama avergonzado y un
puchero se forma en sus labios.
– Claro que lo eres. Estás que me devoras con
la mirada, Ryo.
La siguiente protesta del castaño muere en
labios del moreno cuando atrapa entre sus dientes el lindo puchero que su novio
mostrara. Se besan con fuego y casi de inmediato sus cuerpos se amoldan. Aomine
se perfila entre las piernas de Sakurai, toma sus glúteos y los separa con
ambas manos al tiempo que roza su falo entre ellos, tocando provocativamente la
cavidad anal del castaño, simulando embestidas que solo consiguen aumentarles
la libido y con ello la temperatura corporal.
Pronto la habitación sofoca cual si de un
sauna se tratase, sus cuerpos comienzan a sudar y los jadeos de ambos componen
una melodía erótica de sonidos de amor. Aomine le insta a girarse de medio
lado, la tripa descansa entonces en la almohada y Sakurai trata de ahogar los
gemidos que rebotan en su garganta ahora que su novio ha comenzado a
prepararle, con una de sus piernas elevada y sostenida por el mismo moreno,
Sakurai tiembla por cada ocasión en que la lengua de su novio invade su
intimidad llenándole de saliva.
– Ahh, Daiki… no seas injusto… también quiero
complacerte nhh~
El moreno decide hacer caso. En parte por
complacerle, a su vez por la necesidad de sentir la boca húmeda del castaño en
su miembro. Sakurai termina acostado de espaldas al colchón nuevamente, Aomine
se posiciona sobre él con cuidado de no aplastarle la tripa y en posición
invertida, Sakurai toma el pene del moreno con una mano y lo lleva a su boca
comenzando a lamer el tronco, tragándolo lentamente después.
– ¡Mghh mierda! – Es el gemido ronco del
moreno el que hace eco en su habitación.
Los labios de Sakurai presionan conforme
suben y bajan por su miembro, el sonido húmedo de su labor le produce espasmos
de placer y cierta desesperación por correrse en la boca de su novio. Tal vez
la inexperiencia y la curiosidad innata de ambos adolescentes les lleve a este
grado de intimidad, a hacer a un lado las vergüenzas y determinarse a
experimentar sus deseos.
Sakurai tragó entonces hasta sentir que la
punta le tocaba la garganta, aquella acción le produjo arcadas, por tanto
salivó más y toda esa humedad pegajosa cubrió el falo de Aomine sirviendo para
facilitar lo siguiente. El moreno sentía que se correría en cualquier instante,
así que se apartó y ayudó al castaño a girarse, estar a cuatro sobre la cama le
resultaba más cómodo a Sakurai, aunque a Aomine le encantaba ver su cara
ruborizada sumida en vergüenza y placer. Hoy al menos no podría verle en su
esplendor, pero a cambio disfrutarían ambos del gozo de su unión.
La penetración fue pausada, ambos gimieron
sintiendo su sangre hervir conforme la erección de Aomine ganaba espacio en la
intimidad de Sakurai hasta topar fondo. La respiración de ambos era laboriosa,
la del castaño por acostumbrarse a la invasión, la del moreno por contener sus
movimientos. Pero cuando las estocadas dieron inicio, el vaivén simplemente se
sincronizó. Aomine masturbó a Sakurai otra vez, procurando el ritmo con sus
embestidas, certeras y profundas, clavándose con pasión en aquel apretado
espacio de carne rugosa que parecía succionar su falo cada que penetraba.
Gimotearon el nombre del otro e incoherencias
durante minutos, alargando aquel placer tanto como les fue posible, pero sin
poder evitar que el momento final llegara. Sakurai fue el primero, manchando
las mantas y ensuciando la mano de su novio, al tener su orgasmo contrajo su
interior y aquella presión ahogando
el falo de Aomine le arrastró irremediablemente a su propio éxtasis, derramando
su esencia en la estrecha cavidad punzante.
– Cinco minutos de mimos, que no he terminado
contigo, Ryo…
– Baka~
Se sonríen sin prisas y comienza entonces la
ronda de besos dulces llenos de cariño. Definitivamente la personalidad de
Aomine podía no ser la mejor, pero cuando se trata de Sakurai, su mejor faceta
sale a la luz.
…
Kasamatsu soltó el aire contenido. Está más
que nervioso, ha llegado el momento de proponerle matrimonio a Kise, y ¡Dios!
Se siente más torpe que nunca. Ha preparado la cena en casa él mismo (y no es
que se le dé mal en realidad, o quizá es que lo hizo con tanto cariño que por
eso le quedó todo delicioso), ha aprovechado que sus padres decidieron tomarse
el fin de semana para celebrar aniversario de bodas, y curiosamente en esas
fechas él pedirá a su novio casarse.
Se miró al espejo y volvió a respirar
profundo, era hora de ir por Kise a la estación del tren –sí, el chico de ojos
cromados y su fijación por ignorar la riqueza de su rubio novio le hizo casi
obligarle a tomar los transportes populares y no poner a trabajar al chofer de
la familia, la limusina debía esperar en su mansión–.
Maldijo entre dientes cuando llegó y vio a
Kise –con su linda barriguita de siete meses y medio– todo sonrisas llamándole
a los gritos sin dejar de agitar la mano. Estaba llamando la atención, las
mujeres chillaban con las mejillas rosadas murmurando seguramente lo bello que
era ese chico en particular, y más encima había chicos que se le quedaban
viendo con cara de babosos, según sus
propias palabras.
Al llegar a su lado, Kasamatsu le frunció el
ceño –y si no estuviera embarazado y él se viera ridículo comportándose así,
tiraría de su oreja cual niño pequeño por andar llamando tanto la atención–
mirándole hacia arriba…
– A veces detesto que seas tan alto, Ryota.
– Por qué me hablas así ahora… – El modelo
protestó con puchero en labios… – Deberías haberme dado mi beso del día… – Dijo
alzando los labios en trompetilla al tiempo que se inclina al menos lo
suficiente para facilitarle el gesto a su novio.
– Olvídalo, estás aquí llamando la atención
de todo mundo. No pienso besarte, idiota.
– ¡Por qué te enojas, Yukio~!
– Cállate y vamos.
– No eres nada amable con tu novio ni porque
me invitas a cenar y me pides que haga todo a tu manera. ¡Me niego a moverme! –
Exclamó haciendo realmente berrinche, cruzando los brazos sobre su tripa y
volteándole la cara con indignación.
Obviamente estaban llamando aún más la
atención, por las miradas de las personas yendo y viniendo en el andén,
Kasamatsu adivinó que le estaban viendo como el tipo malo del momento. Si nada más le faltará que algún héroe se haga el gracioso metiendo sus
narices donde no le llaman.
– Kise Ryota… – Dijo con tono de advertencia.
Su rubio simplemente gimoteó berrinchudo. Kasamatsu resopló sabiendo que
tendría que ceder… – Está bien, lo siento, estoy con los nervios alterados. Por
favor, vamos ya Ryota.
– Beso… – Señaló poniendo su boca frente al
rostro de su senpai. Kasamatsu soltó el aire y una sonrisa atravesó sus labios.
– En realidad siempre obtienes lo que
quieres, ¿verdad Ryota?
– Y ya tengo lo más importante, a nuestro
bebé, y a ti Yukio.
Todo sonrisas el modelo se dejó hacer cuando
su novio le besó dulcemente. Le encanta que sea así de expresivo incluso si
están delante de decenas de personas que podrían murmurar a favor o en contra
de lo suyo. Le hace sentir tan seguro, tan protegido y amado.
Así finalmente se pusieron en camino a casa
de Kasamatsu, tomaron un autobús que les acercaba a su hogar y luego solo
caminaron unas pocas calles hasta allí, a paso lento pues a Kise ya le pesaba
bastante la tripa, pero también les ha recomendado el médico no dejar de
ejercitar, es bueno para la salud de mamá
y del bebé. Además en el camino Kise no paraba de hablar de todas esas cosas
que parecen hacerle tan feliz, la firma de la documentación que les hace
propietarios legales de una modesta casita cerca de la Universidad a la que
Kasamatsu asistirá una vez se gradúe de Kaijo, será en unos pocos días, y el
rubio tiene más que echado el ojo en muebles para su hogar; le hace emoción
hasta el mínimo detalle, desde el color de la pintura para interiores y exteriores,
hasta el tipo de ducha que querrá tener instalada, y no se diga de las plantas
en el jardín delantero o los juegos para el jardín trasero; claro está, cada
mueble y ropita para el bebé.
Kasamatsu también estaba emocionado, y una
vez se ponían a hablar de eso el tiempo perdía significado para ellos. Cuando
finalmente llegaron a su casa, lo primero que Kise hizo fue aspirar
profundamente, le parecía que olía delicioso y el antojo le afloró de
inmediato. A él o a su bebé, que tenía cada antojo repentino.
– ¿Seguro que quieres que sirva ya la cena?
– ¡Sí! Tengo hambre~
– De acuerdo, de acuerdo. Antojadizo… –
Sonrió burlándose del apetito de su novio. Kise pucheó y se ganó una ronda de
besos por ello, cooperó con el acomodo de la mesa y luego se sentaron juntos a
cenar.
Kasamatsu colocó un candelero al centro de la
mesa y encendió la vela, luego acercó una rosa roja en botón y la dejó en la
base del adorno dándole un toque realmente romántico que Kise apreció con
gusto. Quiso burlarse de él por ser tan romántico aunque reniegue de ello pero
se contuvo, no quería arruinar la atmósfera que su novio claramente se estaba
esforzando por conseguir. Kise entonces se preguntó en qué momento le pediría
formalmente matrimonio. Detalle que pasó a segundo plano en cuanto probó uno de
los platillos dispuestos en la mesa.
– ¡Delicioso Yukio~! – Exclamó con ojos
brillantes… – ¿Prepararás las comidas en casa cuando vivamos juntos también?
– Nos turnaremos Ryota, y eso lo veremos
después, ¿bien?
– Bien… – Respondió con un tierno pucherito.
Kasamatsu entonces pensó en Kuroko, Izuki e incluso Sakurai (aunque al castaño
solo se lo ha encontrado un par de veces por casualidad cuando el peliazul
terminó reuniéndolos a todos sin querer), recordó que todos ellos se estaban
volviendo unos expertos manipuladores con aquellos gestos… – ¿Qué piensas,
Yukio?
– Nada importante. Terminemos la cena.
Aunque Kise no le creyó, tampoco quiso
presionarlo. Ha ido aprendiendo a respetar a su novio en absolutamente todo
cuanto puede. Más tarde, cuando su estómago se sentía satisfecho y los
platillos en la mesa estaban casi terminados, Kasamatsu dijo que acercaría el
postre. Y al rubio mágicamente se le hizo espacio en la tripa para la
sobremesa. Cuando el plato fue colocado frente a sus ojos, las doradas pupilas
brillaron intensamente. El pastel de chocolate blanco con frutas se veía
simplemente delicioso. Kasamatsu cortó una rebanada y la depositó en el plato
para su novio, el rubio agradeció y probó deleitándose el gusto con el sabor.
– ¡Yukio, cocinas delicioso!
– Gracias. Yo creo que todo se debe a ustedes
dos, que los tenía en mente todo el tiempo y quería complacerles.
– ¡Te Amo!
– También te amo, Ryota.
Kasamatsu le recibió con cariño, el efusivo
abrazo de Kise casi le tumba de la silla, pero ha aprendido muy bien a tratarlo
desde que los abrazos de aquella naturaleza se hicieron normales en su día a
día. Tras volver a su lugar, el rubio continuó comiendo. Luego cuando admiraba
las frutas tan bien acomodadas decorando el pastel, notó que en la fresa del
centro brillaba algo. Ese algo era nada más y nada menos que un anillo. Kise se
quedó atontado admirando la argolla, así fue como el de ojos cromados se dio
cuenta de que su sorpresa finalmente había sido descubierta.
– Kise Ryota, quise pensar en un bonito
discurso para ti que decirte en este momento, pero la verdad es que eso del
romance no es lo mío. Tan solo pensé que decirte que Te Amo con todo mi corazón
y que estoy muy seguro de este paso que estamos dando, sería suficiente para
que notaras cuán convencido estoy de que no encontraría nunca mejor esposo que
tú. Por eso… – El de ojos cromados tomó la fresa entre sus dedos e hincándose
en una rodilla frente a su novio finalmente le preguntó… – ¿Me harías el honor
de casarte conmigo?
– ¡Claro que sí! – El rubio no tenía
absolutamente nada qué pensar. Respondió al instante mientras algunas lágrimas
de felicidad resbalaban por sus mejillas.
Kasamatsu mordió la fresa de un lado y acercó
su boca a Kise. El rubio sonrió pensando en que esta era una manera bastante
original y romántica –a su manera– de proponerle matrimonio. Ambos adolescentes
mordieron la fruta y degustaron el sabor dulce de la miel con que había sido
bañada sobre la tarta, la argolla se deslizó entonces en la boca del mayor de
los dos y tras un último beso corto se separaron. Kasamatsu sacó de su boca el
anillo y sonriendo torpemente le cuestionó a Kise con la mirada si estaba bien
colocárselo así ahora. El modelo asintió extendiendo su mano. Cuando la argolla
de oro blanco y una pequeña piedrecilla de diamante al centro se deslizó en su
dedo anular, Kise simplemente se arrojó de nuevo a brazos de su novio.
Después de todo la proposición había
resultado perfecta. Kasamatsu le besó entonces con todo el amor que tenía para
ofrecerle, Kise respondió de la misma manera y cuando se dieron cuenta, ya
estaban camino a la habitación desnudándose hasta el alma.
…
Casi parece cosa del destino, o un gesto
premeditado en que ellos se han puesto de acuerdo, sin embargo no es así.
Kagami ha estado pensando en esto desde hace meses, casi de la misma manera en
que probablemente Kasamatsu lo hizo, y de la misma manera en que puede tenerlo
en cuenta Aomine o Kiyoshi. Sin embargo, cada uno vive en su propio mundo, un
mundo que se ve reducido a su pareja y el bebé en camino.
Cuando Kagami preparó aquél viaje su
principal objetivo era justamente proponerle matrimonio a Kuroko. Las
oportunidades en todo el día han ido y venido, pero el pelirrojo se ha
encontrado demasiado nervioso e inseguro antes de concluir los momentos. El peliazul
nota aquella tensión en su novio y comienza a preocuparse, no le gusta verle
huidizo de su mirada ni evasivo con sus cuestionamientos, pero sabe de antemano
que su novio es cabeza dura cuando de cuestiones realmente importantes se
trata, así que trata de ayudarle un poco.
Es de noche ya, el cielo estrellado adornado
les acompaña en lo alto, y ahí entre sus sombras iluminadas por centellantes
puntos multicolor, una media luna brillante coqueteando a los amantes que, como
ellos, comparten un amor sincero. Kuroko sonrió al pensar en aquello, se tocó
el abultado vientre y acarició su tripa, su bebé se movió sutilmente en el
interior cuando otro par de manos, más grandes y ásperas pero suaves al tacto,
cayeron sobre su vientre. Kagami le estaba abrazando por la espalda, ambos
mirando desde el cobertizo de la cabaña el romántico anochecer.
– Comienza a refrescar, traeré una frazada
para ti Tetsuya.
– Espera… – El peliazul tomó la mano de su
novio impidiéndole marcharse… – Llevas todo el día comportándote de manera
extraña, dime lo que te pasa Taiga. Y más vale que no intentes huir esta vez,
Kagami Taiga.
Continuará……
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