Título:
SAYONARA
Autora:
Felina
Pareja:
KagaKuro
Género:
Romance, angst
Nota: Post
película “Last Game”
Para Kagami tomar esta decisión no había sido fácil.
La verdad es que no. Aunque Japón había sido difícil al principio, se adaptó
gracias al basquetbol, gracias a Seirin. Gracias a Kuroko.
Kuroko.
La verdad, ha sido su relación con el muchacho de ojos
azules la única razón por la que ha sido tan complicado tomar una decisión.
Después de todo, no son simplemente amigos. Aunque tampoco se había confesado
formalmente nunca. De pronto los meses transcurridos y las numerosas
experiencias le pesaban mucho en la conciencia. Bueno, no es como si él fuese
un experto en las artes del amor, pero tiene más que claro que al menos debió
confesarse formalmente y no simplemente asumir que, tal como se dieron las
cosas entre los dos, era suficiente.
A fin de cuentas, Kuroko no era su novio.
No tenía derecho a pedirle esperar, e invitarle con él
sonaba tan forzado.
No. No ha sido fácil tomar esa decisión.
Kagami lo confirma mientras hace su equipaje y se
queda atrapado en su conciencia al sostener aquella fotografía de equipo en la
que Kuroko luce tan feliz.
— Mierda.
Ah. No es fácil.
Sobre todo porque no se lo ha dicho.
Que se irá en un par de días.
Que aquel partido ha sido el último.
— Ng. — Kagami se tensa involuntariamente.
Frustrado y preocupado, es un lío de emociones y
pensamientos.
Si tan solo fuera más sencillo.
El pelirrojo se arroja en la cama, las cejas fruncidas
y un lío de ropa y mantas, la maleta en el piso abierta de par en par, más ropa
desperdigada. La verdad es que no ha sido capaz de hacer más nada que recordar
y lamentarse.
Ya no era tan genial la idea de volver a Estados
Unidos junto a su padre. No era tan genial haber caído en la mirada de un
promotor de la NBA.
— Estúpido. — Murmura, recriminándose voluntariamente.
Y ahí, en medio de su tormento, el móvil suena. El
nombre de su amante aparece en la
pantalla del Smartphone. El cuerpo del pelirrojo reacciona al instante,
incorporándose como resorte, sus dedos se mueven veloces hacia el aparato,
desliza el botón para atender y su voz suena algo más ronca y desesperada de lo
que esperaba cuando dice el apellido del otro.
— ¿Estás
enfermo, Kagami?
— ¿Qué? No, para nada.
— ¿Seguro?
Porque tu voz suena áspera.
— Es porque, estaba dormido. — Miente. Es incapaz de
admitir que tiene un nudo atorado en la garganta. — Kuroko, salgamos esta noche.
— ¿Eh? ¿Quieres
jugar donde siempre?
— No. No jugar. Tengamos una, cita.
Al otro lado de la línea de pronto solo escucha la
agitada respiración de Kuroko. Lo sabe, lo ha pillado por sorpresa. Nunca,
nunca antes le había pedido tener una cita.
— ¿Una cita?
¿Por qué tan de repente?
— Solo, parece buen día para tener una. ¿No quieres?
— Yo… sí, sí
quiero, Kagami.
…
Cuando Kuroko colgó tenía varias cosas en mente. La
primera de ellas es que ni siquiera le había dicho al pelirrojo lo que quería,
aquello por lo que de hecho le había llamado por principio de cuentas. Y es que
bueno, una parte de él se había emocionado cuando escuchó la palabra “cita”
salir de labios del pelirrojo, la otra continuaba seriamente confundida. Sobre
todo porque, honestamente, Kagami no había sonado precisamente feliz al
pedírselo.
— ¿Habrá pasado algo?
Kuroko se recostó en su cama, miró el techo con aire
pensativo. Preguntándose esa y muchas cosas. Todas y cada una de las cuestiones
girando en torno a lo mismo. Su futuro con
Kagami. Y es que, por cosas del destino, se ha enterado de la propuesta que
tuvo el pelirrojo para volver a Estados Unidos. Misma Alexandra García le había
llamado para decírselo. Para pedirle que le ayudara, si Kagami titubeaba, él
tendría que darle el último empujoncito y dejarlo partir.
Mirarlo avanzar y quedarse ahí.
Estancado, como la sombra
del árbol que, antiquísimo, permanece con las raíces aferradas al mismo punto
en la tierra.
El corazón del peliazul dio un vuelco.
Y a él también se le formó un nudo en la garganta.
La verdad, no quería despedirse.
Ni dejarle ir.
Ni ser solamente una sombra que queda en el pasado.
Cuando la joven pareja se reunió esa noche, las
miradas les titubeaban y el corazón agonizaba, los pensamientos hechos lío
tampoco ayudaban. Y así, la que debió ser una cita de ensueño, no fue más que
un encuentro con sabor a despedida.
Esa misma que saborearon como la hiel el mismo día en
que todos le acompañaron en el aeropuerto para decirle adiós y desearle buena suerte.
Ese sabor a nada que se le estanca en la boca del estómago y le aguijonea la
cabeza durante las largas horas de trayecto.
Porque nada ha sido suficiente, y las palabras
correctas no habían salido. Aquella noche de cita todo había terminado en una
amarga despedida para los dos.
— Me voy a Estados Unidos. Alex dice que es un buen
momento para alcanzar mi sueño de jugar a nivel profesional.
— Lo sé, Kagami. Alex me ha llamado también.
— ¿Lo hizo?
Los ojos del peliazul bailaron al costado, y el
corazón del pelirrojo se agitó violentamente contra su pecho cuando dio un paso
atrás, tomando distancia inconscientemente, probablemente huyendo sin querer de
lo inevitable. Ambos saben lo que eso significa, saben que la decisión tomada
no tiene vuelta atrás.
— Quiero que sigas tu sueño, Kagami. Quiero que te
conviertas en un gran jugador de la NBA.
— ¿Incluso si no volvemos a vernos, Kuroko?
— ¿Por qué es esto más importante que tu sueño? Ambos
lo sabemos, oportunidades como la que se te ha presentado no llaman a tu puerta
dos veces. Querías esto desde siempre, ¿no? Subiste un peldaño en Seirin, pero lo
verdaderamente importante te espera allá.
— Es así, ¿verdad?
Kagami de pronto sentía que era el único sufriendo
esta despedida. Sentía que Kuroko ponía demasiado en alto un sueño ajeno y
escondía lo que realmente deseaba también. Aún así, el pelirrojo era torpe, y
algo ciego e inexperto, así que le ha despedido, con absurdas lágrimas e
innecesarias sonrisas fingidas.
Han tenido que pasar meses desde su estadía en Los
Ángeles para darse cuenta de muchas cosas. De cuánto extraña Japón, las
prácticas de Seirin, los entrenamientos espartanos de Riko, los juegos con la
generación de los milagros. Los días con Kuroko.
Ha tenido que pasar todo ese tiempo para comprender lo
valioso de una videollamada, de los mensajes de texto y de voz. Las selfies en
cualquier lugar y las sonrisas que reflejan las ganas de estar juntos.
Ha tenido que pasar aquel terrenal infierno para
comprender, el valor que Kuroko tuvo siempre en su corazón.
— ¿Taiga?
— ¿Eh?
— No escuchaste nada de lo que dije, ¿verdad?
— N-no. Lo siento, señor.
— Señor. — Repite el hombre sentado frente a él, con ropa
casual y anteojos, con una sonrisa fresca y la tez tostada. Asistente del
entrenador, y quien se encarga de vigilar la vida emocional de todos los
jugadores. — No soy tan viejo, así que puedes llamarme por mi nombre simplemente.
— Ah. Sí, señor.
El hombre se ríe de nuevo, agita la cabeza y supone
que este formalismo le ha quedado por hábito después de su estancia en Japón.
— Entonces, ¿hay algo que no ande bien?
— ¿Eh?
— Ya sabes, tu rendimiento académico decayó un poco
este mes. Y, ha sido lo mismo en los entrenamientos. El coach está preocupado,
y yo también. Tienes muchísimo potencial, Taiga. Pero necesitas constancia,
disciplina, centrarte también en los estudios. Por eso, si hay algo en lo que
te pueda ayudar.
— No lo creo, señor.
El hombre optó por no decir nada respecto al
formalismo. Pero en cambio pudo advertir que sí, había algo que lo estaba
deteniendo.
— Debió ser duro el cambio. Sé que fuiste el único
viviendo en Japón, así que no creo que extrañes a tu padre exactamente.
— Él viaja continuamente por negocios. No es un
problema.
— Entonces, ¿amigos? ¿Novia, tal vez?
El hombre dijo, y vio al instante las mejillas del
muchacho encenderse. Una sonrisa apareció en sus labios involuntariamente. Debió
suponerlo, un amor inconcluso después de todo.
— N-no es una novia.
— ¿Novio entonces?
Traicionero, el sonrojo que se extendió hasta sus
orejas le delató. El hombre aseguró que estaba bien, no tiene prejuicios al
respecto.
— Pero Taiga, no puedes seguir así. Si tu rendimiento
decae más…
— Lo sé. — Interrumpe el pelirrojo. Porque claro que
lo sabe, su meta está en juego. — Es solo, necesito un poco más de tiempo.
— No tienes más tiempo, Taiga. Escucha, no estoy en
tus zapatos y no sé exactamente cómo te sientes, pero puedo empatizar con tu
dolor. Las relaciones a distancia pueden ser muy difíciles de sostener.
— Es que, nunca se lo dije.
— ¿Ah?
Kagami entonces pareció comprender parte de todo. De
la desazón, de la angustia, la ansiedad y el anhelo. De las decisiones a medias
dejadas en el pasado y las palabras nunca dichas en el presente. Abrió los ojos
de par en par, cual si una bombilla se le hubiese iluminado en el cerebro y de
un salto se puso de pie.
— ¡Ayúdeme, por favor!
— Seguro. — Dijo. Aunque inquieto por la repentina
reacción del muchacho.
— Necesito ausentarme unos días de la escuela y los
entrenamientos.
— ¿Qué?
— ¡Le aseguro que volveré lleno de energía y me
convertiré en titular del equipo!
— Taiga…
— ¡Por favor! — Exclamó, inclinando el cuerpo 90º.
El hombre suspiró, se sacó los anteojos y talló el
puente de su nariz.
— Solo puedo cubrirte el fin de semana, el lunes
tienes que estar de vuelta.
— ¡Gracias, señor!
El pelirrojo salió como bólido entonces. El hombre
sonrió.
— Señor, todavía estoy en mis treintas, mocoso.
…
Nunca las horas habían sido tan largas. El viaje fue
infinito, tortuoso. Aún así, Taiga ni siquiera había preparado maleta, solo
llevaba en su mochila los documentos necesarios, su tarjeta, el móvil y un
cargador. Ningún cambio de ropa, no más calzado, sin equipaje. Porque lo sabe,
que este viaje es de ida y vuelta, que solo está ahí para recuperar su corazón
y darle un motivo a su alma.
Ha tomado un taxi y se ha apresurado a la conocida
escuela preparatoria de Seirin. Nada ha cambiado, el mismo uniforme, el mismo
paisaje.
— ¡Tetsuya!
El mismo peliazul.
— ¿Kagami?
Cuando el peliazul ha vuelto la mirada y le ha visto,
se ha preguntado por un instante si está soñando, si se habrá quedado dormido
en la clase de recuperación o desmayado durante el entrenamiento de sábado por
la mañana.
Pero cuando los fuertes brazos del pelirrojo le han
atrapado, y su aliento le ha rozado los labios, él ha comprendido que no. Que es
tan real que le sofoca y le acalora, le acelera el pulso y le palpita el
corazón.
Que este beso sabe a miel y la rugosa lengua ajena es
demasiado atrevida. Que están en medio de la calle y los murmullos apenas hacen
eco en su pensamiento. Que su nombre siendo llamado en voz del pelirrojo, es un
regalo no pedido pero recibido con infinito aprecio.
— Tetsuya. — Le susurra de nuevo, separándose con
recelo, apretando el abrazo. — Te amo, Kuroko Tetsuya. — Musita.
Comprendiendo al fin que solo decirlo, la tensión en
sus hombros desaparece y se le aligera el alma. Le regresan los latidos al corazón.
Tan embobado en su propia confesión que olvida el pequeño detalle de la
correspondencia o el rechazo.
Pero las manos, algo más delgadas y pequeñas que las
suyas, rodean su cintura y un rostro caliente se esconde contra su pecho.
— ¿Kuroko?
— Taiga idiota. — Murmura contra el pecho del
pelirrojo, apretando el abrazo también. — ¿Has venido solo a esto?
— Ah.
Ah. Cruel realidad.
La burbuja rompe en el ambiente y los estampa contra
el aquí y ahora.
El pelirrojo acaricia su espalda y musita una vaga
afirmación.
— Pero solo por ahora. Yo, realmente te amo, Kuroko. Y,
todavía tengo un largo camino por recorrer, pero… ¡te prometo que estaremos
juntos más adelante! Nh, yo, pensaré seriamente al respecto. Te escucharé
también. Porque quiero que me digas lo que realmente quieres. Ah, quiero decir,
ng… — Aclara la garganta y la luz se abre paso en su pensamiento otra vez. —
Bueno, si tú me… quieres, también.
El peliazul se permite una sonrisa, le abraza de nuevo
y estira el rostro depositando un tierno beso en los labios ajenos. ¿Por qué de
pronto parecía un poco más alto y varonil? ¿Le ha sentado bien unos meses en
Estados Unidos? ¿Se habrá vuelto popular con las chicas?
— ¿Kuroko?
— ¿Qué?
— Estás frunciendo el ceño, ¿dije algo malo? ¿Vas a
rechazarme?
— ¿Estaría abrazado a ti como sanguijuela si fuera a
rechazarte? — Medio bromea, medio suelta con cierto enfado. El pelirrojo traga
hondo, esta faceta de él le es desconocida, un virginal páramo que presiente,
debe tantear con cuidado. — Dime, ¿las chicas son lindas en tu escuela?
— ¿Chicas? No tengo idea, no les pongo atención. —
Dijo, tan honesto como solo él sabe ser.
Y la faz del casi siempre inexpresivo rostro del
peliazul se suavizó.
— Pienso en ti siempre, Kuroko. Al principio creo que
logré manejarlo de algún modo. Pero últimamente, te extrañaba más y más. Y no
sabía por qué. Pero, ahora que estoy aquí, y que te he dicho cómo me siento,
creo que sé bien la razón. Lo siento, Kuroko, por no haberlo dicho nunca antes,
aunque tuve tantas oportunidades.
— Está bien. Pude decirlo también. Pero, las
oportunidades se me escapaban como agua entre los dedos siempre. Y cuando nos
despedimos en el aeropuerto, simplemente no pude decirlo tampoco. No quiero ser
una carga para ti, Kagami.
— De qué tontería estás hablando. Jamás lo serás.
Kuroko Tetsuya, la única forma en que yo podría lograrlo todo en esta vida, es
contigo a mi lado.
El peliazul sonrió otra vez. Y el pelirrojo supo que lo
amaba mucho más de lo que pensó. Que daría todo por volver a presenciar más de
esas expresiones, de esas sonrisas, de esos sonrojos. Quería conocer todas las
facetas que no le fueron mostradas, quería conocer todos los lados de Kuroko,
sus debilidades y fortalezas, sus días buenos y no tan buenos. Quería estar ahí
en cada derrota y victoria.
Quería una vida a su lado.
— Kagami Taiga, te amo. Hazte responsable. — Dijo de
pronto.
Iniciando otro beso, y varios más.
Importando nada la gente pasar, la calle transitada y
la molestia de Riko en el gimnasio de la escuela, preguntándose dónde demonios
se había metido su hombre fantasma. El resto del mundo ha desaparecido
para ellos, vale solo ese momento, y el beso y el abrazo. La calidez que viene del
estar juntos, de recuperar el corazón y compartir el alma.
Importa más el reencuentro fugaz y las promesas
eternas.
Los miles de besos que todavía no se entregan y las noches
que aun no se comparten.
Valen más los anhelos y el deseo.
Las ganas de reafirmar todo.
Y nombrar las cosas que no se dijeron antes.
Vale más escapar.
Y encontrar en las sábanas de una habitación desconocida,
las respuestas que solo pueden venir del cuerpo.
Hacer el amor y suspirar el nombre del otro infinitas
veces.
Amar, ser amado.
Amarse, como si el adiós no fuera a repetirse nunca
más.
Aunque este llegara.
Pero esa vez, acompañado de seguridades y firmes metas.
De una fecha de caducidad.
Porque un par de años más tarde se reencontrarían otra
vez en un transitado aeropuerto, con maleta en mano y un montón de sueños mutuos
que alcanzar.
— Bienvenido, Tetsuya.
— Estoy en casa, Taiga.
FIN
¡Hello people!
Mil años después, ¡he vuelto! no sé si temporal o definitivamente, pero por lo pronto os dejo este oneshot que he tenido a medio terminar desde hace meses, y que hoy, por alguna razón decidió terminarse ;D
Sé que la mayoría que me sigue lo hace por el YS, el YJ o el HM, pero si al menos a una persona le agrada este escrito, me sentiré cómoda por ello~
Gracias por leer!
Ya Ne!
Jhsfdjnfdnslmcsk que bonito 😭😭
ResponderBorrarQue bueno que kuroko no se fue con kagamo si no seria aun mas de distraccion con todos encima de kuroko bonito 😂
Que bello.
ResponderBorrarJusto hace unas horas me vi por primera vez la película. No pensé que me los iban a separar :(
Así que ahora este es mi final :)
Estuvo bello, desearía que el creador saque algo más los personajes para que el fandom nunca muera uwu