martes, 11 de diciembre de 2018

The Soul on Moon. Oneshot TonyxSteve.


Título: THE SOUL ON MOON
Autora: Felina
Pareja: TonyxSteve
Género: Romance
Clasificación: NC-18


Honestamente, tenían miles de cosas de las cuales hablar, centenares de resentimientos que expresar, y montones de reclamos que hacer, pero, cuando se han reunido a solas después de tanto, y tanto tiempo separados, todo aquello se disolvió bajo el fuego crepitante de la ansiedad y el anhelo danzando en las pupilas de ambos.

Tanto Rogers como Stark estuvieron por minutos en silencio, como si aquella anclada mirada pudiese decir un poco de aquel bullente tornado de emociones, y devolverles algo de serenidad, de paciencia.

Rogers dio un paso al frente, pero se quedó en su sitio cuando notó la endurecida mirada de Stark. Tragó hondo y desvió un segundo sus ojos. Fue el primero en rendirse.

La habitación se encontraba semioscura, era completamente diferente a como recordaba haber dejado todo la última vez que compartió espacio con Stark. Luego un pensamiento corrigió el curso de sus ideas. No solo era diferente, sino que era otro lugar. Otra mansión, otras habitaciones, otro todo. Aún así, le gustaba.

Le gustan los muros blancos, la amplia cama tamaño queen con colchas rojo pasión y almohadones claros, con un cielo estrellado reflejado en el cielorraso y lámparas fijadas en las esquinas de los muros. Le gusta el discreto sofá en el balcón y los libros en el modesto librero junto al escritorio con una simple portátil y su respectiva lámpara de noche. Le gusta, por sobre todas las cosas, esa fotografía en la mesa de noche donde están ellos dos juntos. Antes de toda batalla e inevitables guerras. Una foto de ellos dos sonriendo, con Stark siendo algo empalagoso besándole una de las coloradas mejillas. Una foto de ellos cuando tenían pocos meses de relación formal, cuando Rogers todavía no se acostumbraba a decir que eran novios, cuando todavía se sonrojaba por las cogidas de manos o los besos robados.

Sí, definitivamente le gusta esta habitación.

Fue entonces Stark quien avanzó, reduciendo la distancia con sus firmes pasos. Se detuvo justo ahí, frente al Rogers que se sonroja repentinamente y a quien le titubean los azules ojos. El interior de Stark se estremeció con extraña superioridad. No en un mal sentido. No, este sentimiento era algo parecido a la confianza, a la seguridad. Era como saber, que, aunque todo ha cambiado, los sentimientos que les unieron antes seguían ahí.  Probablemente heridos, pero irónicamente más fuertes que nunca.

― Steve. ― Le llamó.

Aunque no fuese por una razón en particular. O quizá sí. al demonio, aquello no importaba. No cuando la cosa más importante del momento es empinarse un poquito (maldita diferencia de estatura) y probar los labios del ojiazul. Ligeramente resecos, agrietados. Pero tan tiernos como siempre. Ese fue un beso pausado, casi efímero. Cuando Stark se separó, Rogers suspiró a ojos cerrados, casi cual si esperase otro más de aquellas muestras de afecto que tanto, pero tanto había echado en falta.

― Esa barba no te queda. ― Stark dijo con tono serio. Rogers rió quedito.

― Me desharé de ella después, Tony. ― Musitó el juramento, buscando de nuevo los labios del otro. Casi como si solo de esa manera pudiera constatar que es real. Que está ahí, que es amado a pesar de todo.

― ¿Después? Podríamos hacerlo justo ahora. ― El multimillonario le sujetó la mano y tiró de él hasta la ducha. ― Realmente no me gusta, Steve.

Bastó aquel tono áspero y ligeramente sombrío para que el Capitán comprendiera que este acto, como cada uno de los que le siguieran, eran justos y necesarios. Que son la única forma en que Stark confiaría en él de nuevo, la única promesa continua que él aceptaría para tenerle de vuelta. Porque claro que es amado, de la misma forma en que ama, pero a veces las palabras y las acciones pueden ser traicioneras, honestas y sin mala intención, pero traicioneras, como un animal salvaje que no tiene más remedio que atacar para protegerse.

De esa manera fue arrastrado hasta la ducha, con gentil guía de aquella mano callosa y ligeramente temblorosa que se aferra a su muñeca, como si temiese que se le fuese a escapar en cualquier momento. Cuando Rogers se recargó en la encimera, de frente a este Stark con navaja en mano y una mirada más bien fría, el ojiazul sonrió con nobleza, como el lobo fiero que es domesticado por la mano cálida y gentil de su amo.

― ¿Quién te dio la idea? ¿Nat?

― No realmente, yo solo, en algún momento dejé de ocuparme de mi apariencia. Y las cosas resultaron así, Tony.

Rogers dijo con simpleza. Stark asintió, comenzando a distribuir espuma por la mandíbula, sabiendo que la gruesa barba tardaría en ablandarse.

― Una parte de mí sigue furioso contigo, Steve.

― Lo sé.

― Cambié tanto por ti. Y me diste la espalda cuando más te necesitaba.

― Lo sé.

― Pero… ― Stark hizo una pausa.

Una dolorosa pero apacible pausa necesaria para ambos. Los sentimientos a flor de piel eran una espada de doble filo. Angustiosamente aliviadora.

― Todavía te amo, Steve. Joder, me cambiaste tanto, tanto. Y luego…

― Tú también me cambiaste a mí, Tony. Mucho, mucho más de lo que podría explicar. No soy elocuente ni inteligente como tú, jamás podría elegir las palabras adecuadas, y probablemente una vida no sea suficiente para disculparme y demostrarte mis propios sentimientos. Pero Tony, eres el único al que no quiero renunciar. Eras el único en mi mente durante toda esta miseria. E incluso sabiendo que era mi culpa, que me lo había buscado, que era consecuencia de mis egoístas actos, no hubo momento en que no deseara estar de nuevo así; cerca de ti, capaz de tocarte, de respirar tu aliento. Esperando que tus manos le devolvieran el calor a mi cuerpo, y tus besos a mi corazón…

― Ya basta. ― Stark dijo, interrumpiendo con cero gentileza el discurso del Capitán. ― Solo, cállate Steve. ― Sentenció, mirándole a los ojos con una firmeza que le hizo temblar.

Temblar con anhelo, con ansiedad, con miedo a la soledad.
Rogers sin embargo, sabe que lo merece.
Que su silencio es, en ese momento, el único pago que puede hacer por las heridas que le provocó.

Stark suspiró. Largo y pesado. Cerró los ojos un instante y al abrirlos nuevamente, se concentró en pasar la navaja por el contorno del ojiazul, deshaciéndose con paciencia de ese horrible vello facial que lo hacía lucir ridículamente sexy y varonil. Chasqueó inconscientemente la lengua una y otra vez, cada vez que pasaba la navaja por aquel atractivo rostro y limpiaba la navaja en un recipiente con agua tibia.

― Steve.

― ¿Sí?

― Esta es la primera y última vez que lo haré.

Rogers no necesitó preguntar. Lo ha entendido perfectamente, sobre todo cuando los labios de Stark le besaron primero. Tan suave y lento que sus rodillas flaquearon. Un beso, de esos que extrañó horrores durante meses. Años quizá. ¿Cómo saberlo? El tiempo había perdido sentido para él desde que, por su terca personalidad, tomaron caminos separados.

Stark fue sumamente amable y tierno mientras le besaba profunda y largamente. Casi como si quisiera memorizar de nuevo aquella cueva húmeda y cálida que le recibía con gusto y se dejaba dominar, entregada a la libre exploración del más recóndito espacio de su interior. Suspiró tembloroso cuando la lengua del morocho se paseó por su paladar y rozó lo más profundo hacia su garganta, jadeó extasiado y sus vidriosos ojos azules dejaron al descubierto esa otra emoción que, con increíble facilidad, se le encendía en el corazón e irradiaba por todo su cuerpo.

― Tony~. ― Suspirando su nombre, las manos del capitán se anclaron a los hombros de Stark, deseando más de esa emoción. Mucho más de esos besos.

― Steve, entrégame todo de ti. Esta vez, absolutamente todo, ¿entiendes? ― Su voz firme, casi severa, hizo eco en el corazón del ojiazul.

Y Rogers no dudó siquiera un segundo cuando asintió y devotamente le miró a los ojos. ¿Entregarse? Honestamente, ha sido suyo desde hace mucho tiempo, es solo que tomó el camino más largo y escarpado hasta el corazón de Stark. Y él también lo sabe, que ambos son tercos, incorregibles y sumamente orgullosos. Saben, que la forma en la que se aman toma años para demostrarse, y que una vida nunca será suficiente para desbordarse en sentimientos.

― Tony~. ― Suspiró de nuevo cuando la morocha boca atrapó la suya ardientemente y sus manos comenzaron a acariciar la piel bajo las ropas.

Ropas que, francamente, desaparecieron más rápido de lo que Rogers hubiese imaginado. Atontado por los besos y las caricias, no fue siquiera consciente del momento en que una a una fueron retiradas con la expresa pericia del morocho. Casi pareció que en un parpadeo su desnudez era absoluta frente a los demandantes ojos de Stark.

Y sin embargo, algo no parecía encajar.
Rogers de pronto se dio cuenta de algo. O sospechó que algo no marchaba precisamente bien.

― ¿Tony?

― Mh.

― ¿Por qué no me dejas desnudarte? ― Finalmente preguntó, consciente de que es el único ahí completamente desnudo, mientras su amante ha conservado astutamente todas sus prendas.

Stark aclaró la garganta, y sus ojos marrones se oscurecieron un poquito más. Incómodo, al parecer. Rogers le dio un piquito en los labios. Y unos cuantos más como para aligerar la tensión, cualquiera que fuera la raíz de esta.

― ¿Hice algo mal, Tony?

― ¿Qué? ¡No! No se trata de ti.

― ¿Entonces?

Stark aclaró nuevamente la garganta. Desviando ligeramente la mirada.

― Tony, si no quieres hacerlo…

― ¡Quiero! ¡Joder, Steve! ¡Extraño el sexo contigo!

― Pero, el sexo es bueno cuando estamos en las mismas condiciones. Si solo soy yo, se siente… raro.

― Es porque… estoy avergonzado, ¿ya?

― ¿Qué?

― No me hagas repetirlo. ― Dijo, cubriéndose el rostro con aire desesperado.

― Tony, no entiendo si no me explicas. Pero, si no estás listo para decirme, y definitivamente quieres permanecer vestido, entonces… entonces, está bien. Quiero sentirme uno contigo otra vez, Tony. ― Rogers volvió a repartir besos por el rostro de su amante, tanteando la entrepierna con la diestra, suspirando con aire aliviado cuando le sintió.

Duro, caliente.
Excitado.

― Estabas pensando tonterías, ¿verdad?

― Es que…

― Estoy avergonzado porque estoy envejeciendo, Steve.

― ¿Qué?

― Que mientras tú te pusiste más musculoso y sexy, yo siento más dolores corporales y he perdido peso, estoy algo flácido y no gano músculo con facilidad. ― Dijo, farfullando con aire molesto y claramente avergonzado.

Rogers torció una sonrisita. Su corazón se ha hinchado de amor otra vez.

― Tony, me encantas.

― ¿Cómo sabes? ¿Y si cambias de opinión cuando veas mi físico? Mi orgullo saldría gravemente lastimado. Ya sabes, tengo mi orgullo como hombre, y como amante. En el sexo…

― Tony, no te amo solo por tu físico. ― Interrumpió. ― Te amo por quien eres, aquí. ― Dijo, por último, posando su mano en el pecho del IronMan, justo ahí donde los latidos de su corazón le dan calma con su acelerado repiqueteo.

Stark finalmente sonrió también, rodeó la cintura del soldado y le atrajo con fuerza hacia su cuerpo, chocando sus bocas con más ahínco y pasión de la que podía controlar, siendo algo violentos mutaron este beso en uno salvaje y profundo, con mucha saliva y lengua, con poco oxígeno y muchos latidos.

Era como si, después de tanto tiempo, sus almas al fin se hubiesen alcanzado.

Esa vez, cuando las manos de Rogers se movieron buscando las ropas de Stark, no encontró la resistencia ni la astucia de antes para evitar que estas fueran retiradas. La desnudez, finalmente los atrapó a los dos. Cuando sus pieles chocaron entre beso y beso, las caricias las encendieron de una febril pasión que parecía capaz de derretirles el alma misma. Provocaron entonces la fricción entre sus pelvis, y sus manos astutamente se corrieron entre sus cuerpos masajeando la endurecida erección del otro. Juntaron sus miembros y bombearon a la par, besaron sus bocas como si no hubiera un mañana, jadearon sin fin, gimieron el nombre del otro y dejaron que la excitación tomase el control.

Pero, por supuesto, todavía no era suficiente.

― Steve, date la vuelta.

Rogers obedeció sin titubeo, con las manos en la encimera y el rostro ante el espejo, inclinó la espalda y separó las piernas. La lengua de Stark pronto dejó un trazo caliente por toda su espina dorsal hacia el sur. Las mejillas de Rogers se encendieron al rojo vivo. Tembló involuntariamente, presa de excitación y anticipación, ansioso por lo que sabe vendrá. De pronto quería que Stark se saltara el juego previo y simplemente lo hiciera. Que entrara en él con fuerza y marcara cada centímetro de su caliente interior.

― No estés tan ansioso, Steve. Tenemos tiempo.

Stark dijo con una sonrisa seductora, sus manos comenzaron acariciando el costado de su silueta mientras le miraba en el reflejo y se relamía lascivo al ver los brillantes ojos azules delatando lo que Rogers probablemente no le diría con palabras en ese preciso instante. Que lo deseaba con locura. Descendiendo con lamidas y juguetones besos, Stark continuó su camina, las callosas palmas acariciaban las largas y musculosas piernas, sintiendo cada estremecimiento bajo las yemas de sus dedos. Su interior se regocija por este acontecimiento y el alma se le hincha de emoción. Es adrenalina, deseo, pasión y lujuria. Es amor.

Stark terminó de rodillas en el piso de la ducha, sin una sola gota de agua derramada en ninguna parte. Aunque le seducía la idea de meterlo bajo el chorro de agua tibia, le ganaba más el solo hecho de tenerle ahí, desnudo, sonrojado, jadeoso, a su merced. La diestra se fue entonces al frente, arropando el endurecido y caliente tronco, mientras su lengua atacaba por detrás los testículos y provocaba otro poco su libido.

― Ng~. ― Rogers gimoteó hecho un manojo de bajos instintos.

Tensó los músculos de su cuerpo a diestra y siniestra. Las piernas cuando una oleada de placer nació en el bajo vientre y se extendió por cada ramificación nerviosa de su organismo. Tensó las manos en la encimera (dañando el azulejo, dicho sea de paso) cuando la boca de su morocho amante chupó uno de sus testículos al mismo tiempo en que con un dedo presionaba la abertura en su cabeza fálica. Tensó la mandíbula y miró hacia el techo cuando sus testículos fueron amasados mientras la extensión era bombeada y una lengua invasora se abría paso en su ano.

― Tony~. ― Naturalmente, gimoteó el nombre del único que podía hacer de él este desastre inmoral.

Stark se regocijó internamente otra vez.
Le gusta esta sensación de control.
Le gusta saber que es él quien puede tenerle de esta manera.
Y sacudir el mundo bajo sus pies.
De la misma forma en que destruye todo su sistema de creencias. Su innecesaria moralidad.

― ¡Ngh! ― Arqueando la espalda y agitando las caderas, Rogers comenzó a sentir ese cosquilleo de excitación cuando las manos que le masturbaban abandonaron su falo, pero en cambio dos intrusos profanaron su estrecha cavidad.

De prisa.
               Mételo.
                           Te quiero dentro.

Ansiedades que Rogers se tragó, luchando contra el último muro en su pensamiento. La infinita vergüenza.

Su cuerpo, por otro lado, mucho más sincero y presa de ardor, le traicionaba. Las caderas se meneaban adelante y atrás, en círculos. Su boca gemía sin control, a veces llamándole con tono desesperado. Sus ojos vidriosos dejando escapar un par de lágrimas, de esas que nacen de la incipiente necesidad.

― Steve, estás goteando. ― Stark dijo con tono lascivo. Ha vuelto a ponerse en pie, solo para deleitarse la pupila con las expresiones de su amante en el reflejo.

Mientras Rogers fruncía lindamente el ceño frente al espejo y el reflejo le devolvía la expresión seductoramente juguetona de Stark. Al sur de su ombligo, su pene efectivamente goteaba. Espesas gotas de presemen que ensuciaban el lujoso piso de la  ducha.

― Aquí estás ajustado, ¿no te tocaste ni una vez?

― ¡Cómo podría! ¡Ng~! Tony~.

Stark se inclinó ligeramente, separó las nalgas de Rogers con sus manos y abrió el agujero usando el índice y anular de cada mano. La cavidad anal se dilataba y contraía como el pálpito de su corazón inquieto. Rogers se sonrojó al límite, presa de vergüenza y excitación. Stark metió su lengua, recorriendo a su antojo el caliente, mojado y palpitante interior. la entrepierna le pinchó dolorosamente.

Incorporándose y apostando firmemente sus piernas, Stark se acomodó contra el trasero de Rogers, perfiló su miembro y con un fuerte impulso penetró hasta el fondo.

― ¡Tony~! ― Rogers gimoteó temblando de pies a cabeza.

Su semilla ha salido disparada con un potente chorro. Ha abrazado el orgasmo sin siquiera sentirse preparado. Y sin embargo…

― Sigues duro, Steve. ― Stark dijo en su oído, mordisqueándole la oreja con gesto seductor.

Rogers simplemente le miró a través del espejo. Su rostro sudoroso y ruborizado, las pupilas dilatadas. Disfruta los espasmos de placer. Se siente pleno. Es uno con su amante.

Stark sujetó con firmeza las fuertes caderas y comenzó a moverse. El vaivén fue poderoso desde el principio, arremetiendo contra las nalgas de Rogers, gimió por cada roce de carne contra carne, saboreó la sensación de los palpitantes anillos apresando y liberando su erección con cada embestida. Incluso si Stark hubiese querido ser más suave o romántico, justo en aquel momento fue imposible, se sentía dominado por sus propios bajos instintos, por su hambre de placer y su sed de pasión. Era lujuria pura encendida al rojo vivo.

Los gemidos de ambos se sincronizaron en algún momento, como una orquesta dando vida a la más vertiginosa de las melodías. Sus voces hicieron eco en las paredes de la ducha, y el espejo pronto lo hizo todo borroso, no había más reflejos de expresiones vergonzosas o lascivas, solo vapor y una película de calor.

― Steve. ― Stark gimió entre dientes.

Y no fue necesario más, Rogers lo sabe. Su amante está por llegar también.
Una, dos, quizá tres o cuatro. Al final de aquella penetración Stark no se movió más, completamente dentro y tembloroso se quedó estático, se ha derramado en el interior de Rogers y, sin planearlo, ha mordido con demasiada fuerza el hombro del capitán, provocándole una severa herida.

Rogers había gemido al final con una exquisita mezcla de placer y dolor.  Los dientes del morocho habían rasgado su piel y la sangre corrió. Ha dolido, pero la sensación cálida de los fluidos de Stark en su interior lo habían llevado a un viaje sideral de ida y vuelta en un santiamén. Probablemente había coqueteado con la locura en ese instante. O tocado el cielo con la punta de los dedos. Quién sabe, ambas ideas le parecían tan seductoramente románticas.

― Mierda, lo siento Steve.

Cuando finalmente el cerebro de Stark funcionó de nuevo, y el sabor cromado de la sangre de Rogers golpeara con fuerza su sentido del gusto, él amagó con salir de su interior para encargarse del asunto; pero la diestra de Rogers viajó hacia atrás y sostuvo con fuerza el trasero de su amante, impidiéndole retroceder.

― Todavía no me entrego por completo, Tony~. ― Dijo. Y por si fuera poco, su voz sonaba malditamente necesitaba y tierna.

Stark sintió su miembro endurecerse mientras permanecía unido a Rogers.

― ¿Te volviste masoquista, Steve? ― Preguntó, acariciando con un dejo de culpa la marca de su mordida en el hombro del soldado.

― He sufrido heridas verdaderamente problemáticas. Esto, Tony, es una marca de amor~. ― Aseguró, sonriendo con el rostro ligeramente hacia atrás, buscando la mirada de su amante.

Stark suspiró profundamente, le palmeó las nalgas y aprovechando la momentánea distracción, salió de su interior, le hizo girar y encaró el atractivo rostro de su sonrojado amante.

― Definitivamente, este look te queda mucho mejor. ― Dijo, acariciando lánguidamente la mandíbula rasurada. ― Vamos a la cama, no creo que vaya a bastarnos la noche para que termines de entregarte a mí. Y además. ― Stark llevó la diestra al miembro del ojiazul. ― Sigues duro como piedra, Steve. Qué cuerpo tan honestamente problemático tienes, eh.

― ¡Tony~! ― Rogers se dejó arrastrar por segunda vez.

Esta con un destino mucho más calmado y colmado de emociones relajadas. Cuando cayeron sobre la amplia cama, Rogers abrió sus piernas y las enredó en la cintura de Stark, no queriendo que se separara ni un instante, haciendo un ágil movimiento aquí y allá, fue él mismo quien acomodó el pene del morocho contra su caliente anillo, empujando con sus tobillos contra las nalgas morochas, se autopenetró mientras se devoraban los labios.

Allá afuera, una bonita luna coronaba el oscuro firmamento y era testigo de una explosiva reconciliación. Como el volcán que continúa por largas horas en erupción, o el tornado que cae una y otra vez sobre el mismo suelo. Así también, como la tormenta que devasta todo a su paso, pero conserva una traicionera serenidad en su interior. Eran como el fuego enfurecido que lo consume todo a su paso, eran también como las tranquilas aguas de un lago imperturbable besado por la luna.

Eran un océano de sentimientos desbordándose sin reparo alguno.
Estaban, después de todo, fundiendo sus caminos en uno.
De la misma forma en que unían sus cuerpos y reencontraban sus almas.

Y quién sabe.
Podía ser que en este nuevo destino trazado grandiosas sorpresas pudieran presentarse.


― ¡Ya llegué, papis~!

― ¿Qué te he dicho, Peter?

― Pero papá Steve~.

― Sin peros, no entres a la casa columpiándote con esas pegajosas telarañas, cariño.

― Vamos, Steve, es un adolescente curioso. Eso lo heredó de mí.

― ¡Papá Tony tiene razón!


O solo se tratasen de sueños.
Quién sabe.


FIN

1 comentario:

  1. Yfytejcdkoqk omg pero que manera de reconsiliarse solo espero que ya no se peleen pinchi cap ya cuidalo o ya veras ++

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