lunes, 16 de julio de 2018

Entrenando a Otosan. Prólogo


Título: Entrenando a Otosan
Autora: Felina
Parejas: KagaKuro (Principal) KasaKise, AoSaku, MidoTaka, MitoKoga, KiyoIzu, HyugaxRiko
Anime: Kuroko No Basket
Género: Romance, Humor, Mpreg
Advertencia: Lemon
Clasificación: NC-17

ENTRENANDO A OTOSAN
~~*~~

Prólogo


Kuroko Tetsuya era "diferente" a los demás de muchas maneras. Su apariencia física salta a la vista, los lacios mechones de ese azul pálido que más que contrastar con el tono de su piel, acentuaba su lechosa sedosidad, y luego sus grandes ojos azulinos, algo más oscuros que el tono de su cabello, como un cielo despejado de verano, brillante e intenso. De estatura regular, pero baja considerando su deporte favorito; quizá es esa otra razón por la que se maneja tan acertadamente en la cancha, qué mejor manera que pasar por alto si los demás no le consideran de ninguna manera peligroso. Claro que, su habilidad con la denominada "redirección" le brindaban el extra más significativo. Y está su personalidad, pasiva, reservada, algo sosa de primera impresión, sin ningún rasgo que le haga sobresalir. Sí, probablemente el apodo de "fantasma" le venía bien.


Kagami Taiga es, por otro lado, lo opuesto al más bajo. No solo por su estatura superior, o el rojo fuego de sus cabellos desaliñados que se distribuye en dos tonos teniendo las puntas más oscuras, ni por sus ojos tan intensos como un fogón bajo una oscura noche sin estrellas; sino particularmente por su personalidad, impulsivo, salvaje y presto a la lucha sin importar la naturaleza de la misma. Su temperamento y las expresiones tan nítidas en su rostro le han dado ese sobrenombre de "tigre" con que ha aprendido a identificarse inconscientemente.

Luz y sombra. Y sin embargo no son exactamente opuestos, no es que sean radicalmente diferentes y se complementen por ello. Al contrario, tienen más cosas en común de las que podría parecer, no solo la pasión por el basquetbol, sino también algunas otras cosas como preferir estar en casa cuando el día en que la lluvia es torrencial, o pasar largas horas en una cancha de básquet simplemente practicando. Claro que, también están las cosas que los diferencian significativamente; está el apetito voraz de Kagami y la ingesta casi raquítica de Kuroko; la pasión por la lectura del peliazul, y la preferencia del pelirrojo por una siesta en la banca. El cariño por los animales –#2 el afortunado actual– del más bajo, la fobia a los perros del más alto. Por eso, por las diferencias y las similitudes, eran perfectos para complementarse. Tal cual como el día y la noche.

Que se gustaran no resultaba extraño para nadie. Que no se dieran luz de que era así, tampoco extrañaba. La química entre los dos era, a falta de otra palabra: rara. Se entendían bien pero al mismo tiempo discutían a menudo, por cosas bobas a decir verdad, nada que valiese la pena una molestia sincera. Kagami renegaba casi siempre porque Kuroko aparecía de pronto, y el peliazul solía reñirle cada que le veía ser brusco o cuando no quería que #2 se le acercara.

– Tetsu es lindo, deja de huir de él Kagami-kun.

– ¡No me gusta!

– ¿Por qué no?

– ¡Es un perro! ¡Maldición!

– Pero es cachorro, y es lindo. Tú le agradas.

– ¡Kuroko, aleja a esa bola de pelos de mí! ¡Joder! – El pelirrojo reculó hasta que chocó contra la pared del gimnasio.

Sus compañeros de equipo revolearon los ojos y decidieron mejor ignorarle, ya se iban acostumbrando a las escenitas que el dúo se montaba al menos una vez durante las prácticas del día. Con Kuroko molestando a Kagami tratando de conseguir que abrace a #2, y el can siempre ladraba y parecía divertido con la actitud del pelirrojo. Claro que al 10 de Seirin aquello no le hacía precisamente gracia. Su temor a los perros era genuino, y si no salía despavorido corriendo como auténtico cobarde, era simplemente porque los ojos del can eran tan parecidos a los de Kuroko que en cierta medida le aliviaba. Pero de ahí a animarse en tocarlo.

– Kagami-kun, mi misión será que le pierdas el miedo a #2 antes de que inicie la Winter Cup… – La determinación del peliazul casi consiguió amedrentar al pelirrojo. Le miró asustadizo y quiso renegar, pero las palabras no salieron de su boca.


Durante esos días previos al inicio de las preliminares de la Winter Cup, Kagami comprobaba todos los días que Kuroko tenía una determinación de hierro. Sus estrategias parecían ir ganando terreno contra su fobia. No es que se pusiera cariñoso con #2, ni siquiera que fuera su voluntad estar cerca del can. Era más como tolerar su cercanía cuando el peliazul le carga, teniéndole de aquella manera casi siempre a su lado cuando no estaban entrenando o estudiando. Kagami comenzaba a tenerle envidia a #2. Aún así, también sentía que debía agradecerle algunas cosas, como el hecho de que Kuroko le prestase un poco más de atención a él que al resto de sus compañeros de equipo, a veces hasta se sentía más importante que la Entrenadora Riko dando instrucciones porque el peliazul le miraba de soslayo, e incluso llegaba a henchirse de orgullo cuando Kuroko respondía con negativas los mensajes de la pelirosa buscando alguna reunión. O cita quizá en términos de Momoi.

Estaba por ejemplo el modo en que el peliazul había conseguido que la mano del pelirrojo cayera sobre la esponjosa cabecilla del can. Ha sido en uno de los descansos habituales durante las prácticas en el gimnasio. Kagami había reculado como siempre, evadiendo los intentos de Kuroko porque aceptara la cercanía de #2.

– Vamos, Kagami-kun. No seas quejumbroso, ni que Tetsu sea malo.

– ¡Pero te digo que no me gusta!

– Tetsu se parece a mí, ¿yo tampoco te gusto?

– ¡Es diferente! ¡El único parecido entre ustedes dos son sus ojos! Y es lo único que me agrada de #2… – Murmuró por último, notando cierta tibieza en sus mejillas. Obviando el hecho de que ahí admitía sutilmente que el peliazul le gustaba. Claro que, hay diversos modos de gustar, no necesariamente el romántico. Aunque…

– Entonces confía en mí, Kagami-kun. Dame tu mano… – Kuroko extendió su mano y sujetó la del pelirojo.

Kagami gruñó e intentó negarse, pero la mirada del peliazul seguía prendada de sus ojos y era suficiente alicante para sus dudas.

¡Maldición! ¡Estoy avergonzándome por culpa de su mirada!

– No es tan difícil, ¿verdad? Kagami-kun.

– ¿Eh?

– Tocarlo, a Tetsu le gusta y a ti no te está pasando nada malo, ¿ves?

Kagami apartó sus ojos de las pupilas de Kuroko y descendió su mirada hasta el can. Notó entonces que su mano estaba sobre la cabeza de #2 proporcionando suaves caricias. El pelirrojo sintió un escalofrío pero casi de inmediato se relajó. La mano del peliazul estaba sobre la suya guiando sus movimientos. No estaba solo. Y #2 solo permanecía quieto dejándose hacer, sin embargo, Kagami pensó que todo estaba bien porque Kuroko estaba ahí. Él y la calidez de su mano, el aura calmada de su mirada. El pelirrojo sintió un vuelco en el estómago y luego los latidos de su corazón fueron más rápido. La tibieza de sus mejillas enfatizó al darse cuenta de que estaba avergonzado porque le gustaba este tipo de contacto con Kuroko. Un tipo de gustar más, romántico.

– Suficiente… – Murmuró entre labios al tiempo que apartaba su mano lentamente. No quería pero tampoco creía que fuera correcto sentirse así por su compañero de equipo y amigo.

– Ha estado bien, deberíamos practicar a diario hasta que le pierdas totalmente la fobia… – El peliazul dijo con una sonrisita, mientras #2 ladraba y agitaba su cola completamente de acuerdo. Al can le gustaban los mimos, y hasta entonces Kagami era el único que no le proporcionaba aquellos cariños.

– Sí.

A Kuroko casi le extrañó la forma tan obediente con que su amigo aceptó. Había esperado por lo menos algún gruñido o una negativa, no que aceptara tan de buenas a primeras. De cualquier forma se sintió bien y a cambio por el esfuerzo del pelirrojo le regaló una sonrisa y se ofreció en invitarle un par de hamburguesas más tarde cuando pasaran por el Maji Burguer –jamás la cantidad que el pelirrojo era perfectamente capaz de llevar a su estómago–.

Esa noche cuando Kagami regresó a su casa y no estaba más la presencia de Kuroko cerca, el pelirrojo comprendió cuán importante se había vuelto el peliazul en su vida. Probablemente más de lo que había siquiera contemplado. No es que carezca de personas valiosas en su vida. Están sus padres, Himuro y Alex, quienes de una forma u otra abonaron a su pasión por el basquetbol, figuras que representan la amistad y la fuerza, la lucha permanente por superar a cualquier oponente poderoso.

Tenía quizá más amigos en los que pensar de antes o de ahora, cada uno importante a su manera. Pero Kuroko…

– ¡Maldición! ¡Él me gusta!

Rendido ante la contemplación que aquel descubrimiento significaba, el pelirrojo se dejó caer en su cama, mirando el techo aunque realmente no le pusiera atención, enterrando sus dedos en su cabello y desordenándolo inconscientemente. Tal vez ahora comprendía lo que sentía por Kuroko, pero eso no significaba precisamente que fuera a resultar sencillo todo lo que viniese después. Está seguro de que ahora que está consciente de su atracción por el peliazul, las cosas no resultarán para nada sencillas. No puede simplemente declararse, y tampoco podrá evitar la vergüenza ni esas ganas suyas de cuidar de él, de seguir jugando a su lado, de llevar a Seirin a lo más alto de la cúspide del baloncesto colegial nacional. Tienen metas, sueños en común. No quiere perder nada de eso, pero honestamente, tampoco tiene idea de cómo lidiar con eso y sus sentimientos.

– ¡Tsk! ¡Menudo lío en que me he metido!


– Aún ni siquiera comenzamos con las preliminares y tú ya estás que no duermes… – Koganei le dijo con su peculiar humor bromista. Kagami gruñó y decidió ignorar el comentario. Si supiera que esa noche no ha dormido por otras razones.

–… – Mitobe parecía opinar algo, y ahí casi siempre los que lo comprendían en su mutismo eran los de segundo año, porque Kagami aún no entendía del todo su código, a veces se trataba simplemente de sensaciones que la presencia del pívot le producía, pero no puede entender su pensamiento como los demás.

– Mitobe dice que no debes preocuparte demasiado, que no eres el único en ese dilema… – Koganei tradujo al paciente pívot, cuya sonrisa apacible consiguió poner más bien nervioso al pelirrojo… – ¿Qué dilema es? ¿Kagami?

– ¡No te incumbe! – Espetó por inercia, avanzando con pasos pesados al interior del gimnasio.

Kuroko ya estaba dentro calzándose los tenis, con #2 correteando alrededor de él, tirando de sus agujetas en una actitud traviesa que no parecía molestar en absoluto al peliazul.

– Vamos Tetsu, quédate quieto ya o Riko-san nos mandará a entrenar extra… – El peliazul acarició las orejas del can y éste pareció tranquilizarse, lanzó un par de ladridos y luego se fue a corretear a un extremo del gimnasio. El pelirrojo le había escuchado y todo lo que podía pensar es que era demasiado lindo para ser varón… – Kagami-kun, por qué traes ojeras tan temprano.

– No preguntes, idiota.

– Hoy estás de buen humor, Kagami-kun.

– ¡Ah! ¿Qué tiene de buen humor que tenga este aspecto?

– Tu aspecto no es el problema, Kagami-kun luce diferente hoy pero me gusta… – El peliazul dijo tranquilamente. Tanto, que el pelirrojo se preguntó si realmente está inconsciente de sus propias palabras o lo que se podría entender de estas.

– ¡Muy bien todos, atención!

El entrenamiento comenzó como cada día, con una Entrenadora Riko estricta que prestaba atención a los mínimos detalles de cada uno de ellos. Aún puede hacerles mejorar más y lo sabe. Su mirada a veces le traiciona sin embargo, Hyuga atrapa su atención más de lo que debiera y en la forma en que no debiera. Todo un problema para la muchacha. Suspiraba y acomodándose un mechón castaño tras la oreja se recordaba a sí misma que debía enfocarse.

– No creo que esté mal si también piensas en otras cosas que no sea solo baloncesto, Riko… – La voz de Kiyoshi la sobresalta, hace que sus mejillas se coloreen y que quiera aplicarle alguna llave dolorosa.

Pero el mayor sonríe de esa manera tan suya que le dan más y más ganas de abofetearlo, por mínimo, y al mismo tiempo le recuerda que él no es de los que hablan por hablar, ni de los que dan un paso sin saber claramente a dónde quiere llegar. Aunque siempre disfrace sus planes en esa personalidad aparentemente distraída y hasta inmadura o despreocupada.

– ¡No me molestes, Kiyoshi!

– Pero si no estoy diciendo nada molesto, Riko.

Ella decidió mandarle un poco de ejercicio extra y cortar la conversación ahí. El resto de los chicos no entendían exactamente qué había pasado, pero prefirieron no indagar, a veces era mejor así. Hyuga se acercó a preguntarle a Kiyoshi, pero su amigo le evadió con un típico “no ha sido nada” que en realidad el Capitán no se tragó, pero sabiendo que de su amigo no obtendría nada de cualquier manera.

A veces comprender los sentimientos era sencillo. Lo complicado era saber qué hacer con ellos. Y eso, también requiere de su propio entrenamiento.

El entrenamiento del corazón.


Continuará…

1 comentario:

  1. Mil graxiiaz sensei,espere mucho x volver a leer este fanfic tan magnífico kmo todos los demas

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