Título:
Entrenando a Otosan
Autora:
Felina
Parejas:
KagaKuro (Principal) KasaKise, AoSaku, MidoTaka, MitoKoga, KiyoIzu, HyugaxRiko
Anime:
Kuroko No Basket
Género:
Romance, Humor, Mpreg
Advertencia:
Lemon
Clasificación:
NC-17
ENTRENANDO A OTOSAN
~~*~~
Prólogo
Kuroko Tetsuya era "diferente" a
los demás de muchas maneras. Su apariencia física salta a la vista, los lacios
mechones de ese azul pálido que más que contrastar con el tono de su piel,
acentuaba su lechosa sedosidad, y luego sus grandes ojos azulinos, algo más
oscuros que el tono de su cabello, como un cielo despejado de verano, brillante
e intenso. De estatura regular, pero baja considerando su deporte favorito;
quizá es esa otra razón por la que se maneja tan acertadamente en la cancha,
qué mejor manera que pasar por alto si los demás no le consideran de ninguna
manera peligroso. Claro que, su habilidad con la denominada
"redirección" le brindaban el extra más significativo. Y está su
personalidad, pasiva, reservada, algo sosa de primera impresión, sin ningún
rasgo que le haga sobresalir. Sí, probablemente el apodo de
"fantasma" le venía bien.
Kagami Taiga es, por otro lado, lo opuesto al
más bajo. No solo por su estatura superior, o el rojo fuego de sus cabellos
desaliñados que se distribuye en dos tonos teniendo las puntas más oscuras, ni
por sus ojos tan intensos como un fogón bajo una oscura noche sin estrellas;
sino particularmente por su personalidad, impulsivo, salvaje y presto a la
lucha sin importar la naturaleza de la misma. Su temperamento y las expresiones
tan nítidas en su rostro le han dado ese sobrenombre de "tigre" con
que ha aprendido a identificarse inconscientemente.
Luz y sombra. Y sin embargo no son
exactamente opuestos, no es que sean radicalmente diferentes y se complementen
por ello. Al contrario, tienen más cosas en común de las que podría parecer, no
solo la pasión por el basquetbol, sino también algunas otras cosas como
preferir estar en casa cuando el día en que la lluvia es torrencial, o pasar
largas horas en una cancha de básquet simplemente practicando. Claro que,
también están las cosas que los diferencian significativamente; está el apetito
voraz de Kagami y la ingesta casi raquítica de Kuroko; la pasión por la lectura
del peliazul, y la preferencia del pelirrojo por una siesta en la banca. El
cariño por los animales –#2 el afortunado actual– del más bajo, la fobia a los
perros del más alto. Por eso, por las diferencias y las similitudes, eran
perfectos para complementarse. Tal cual como el día y la noche.
Que se gustaran no resultaba extraño para
nadie. Que no se dieran luz de que era así, tampoco extrañaba. La química entre
los dos era, a falta de otra palabra: rara.
Se entendían bien pero al mismo tiempo discutían a menudo, por cosas bobas a
decir verdad, nada que valiese la pena una molestia sincera. Kagami renegaba
casi siempre porque Kuroko aparecía de pronto, y el peliazul solía reñirle cada
que le veía ser brusco o cuando no quería que #2 se le acercara.
– Tetsu es lindo, deja de huir de él
Kagami-kun.
– ¡No me gusta!
– ¿Por qué no?
– ¡Es un perro! ¡Maldición!
– Pero es cachorro, y es lindo. Tú le
agradas.
– ¡Kuroko, aleja a esa bola de pelos de mí!
¡Joder! – El pelirrojo reculó hasta que chocó contra la pared del gimnasio.
Sus compañeros de equipo revolearon los ojos
y decidieron mejor ignorarle, ya se iban acostumbrando a las escenitas que el
dúo se montaba al menos una vez durante las prácticas del día. Con Kuroko
molestando a Kagami tratando de conseguir que abrace a #2, y el can siempre
ladraba y parecía divertido con la actitud del pelirrojo. Claro que al 10 de
Seirin aquello no le hacía precisamente gracia. Su temor a los perros era genuino, y si no salía despavorido corriendo
como auténtico cobarde, era simplemente porque los ojos del can eran tan
parecidos a los de Kuroko que en cierta medida le aliviaba. Pero de ahí a
animarse en tocarlo.
– Kagami-kun, mi misión será que le pierdas
el miedo a #2 antes de que inicie la Winter Cup… – La determinación del
peliazul casi consiguió amedrentar al pelirrojo. Le miró asustadizo y quiso
renegar, pero las palabras no salieron de su boca.
…
Durante esos días previos al inicio de las
preliminares de la Winter Cup, Kagami comprobaba todos los días que Kuroko
tenía una determinación de hierro. Sus estrategias parecían ir ganando terreno
contra su fobia. No es que se pusiera cariñoso con #2, ni siquiera que fuera su
voluntad estar cerca del can. Era más como tolerar su cercanía cuando el
peliazul le carga, teniéndole de aquella manera casi siempre a su lado cuando
no estaban entrenando o estudiando. Kagami comenzaba a tenerle envidia a #2. Aún así, también sentía
que debía agradecerle algunas cosas, como el hecho de que Kuroko le prestase un
poco más de atención a él que al resto de sus compañeros de equipo, a veces
hasta se sentía más importante que la Entrenadora Riko dando instrucciones
porque el peliazul le miraba de soslayo, e incluso llegaba a henchirse de
orgullo cuando Kuroko respondía con negativas los mensajes de la pelirosa
buscando alguna reunión. O cita quizá
en términos de Momoi.
Estaba por ejemplo el modo en que el peliazul
había conseguido que la mano del pelirrojo cayera sobre la esponjosa cabecilla
del can. Ha sido en uno de los descansos habituales durante las prácticas en el
gimnasio. Kagami había reculado como siempre, evadiendo los intentos de Kuroko
porque aceptara la cercanía de #2.
– Vamos, Kagami-kun. No seas quejumbroso, ni
que Tetsu sea malo.
– ¡Pero te digo que no me gusta!
– Tetsu se parece a mí, ¿yo tampoco te gusto?
– ¡Es diferente! ¡El único parecido entre
ustedes dos son sus ojos! Y es lo único que me agrada de #2… – Murmuró por
último, notando cierta tibieza en sus mejillas. Obviando el hecho de que ahí
admitía sutilmente que el peliazul le gustaba.
Claro que, hay diversos modos de gustar,
no necesariamente el romántico. Aunque…
– Entonces confía en mí, Kagami-kun. Dame tu
mano… – Kuroko extendió su mano y sujetó la del pelirojo.
Kagami gruñó e intentó negarse, pero la
mirada del peliazul seguía prendada de sus ojos y era suficiente alicante para
sus dudas.
– ¡Maldición!
¡Estoy avergonzándome por culpa de su mirada!
– No es tan difícil, ¿verdad? Kagami-kun.
– ¿Eh?
– Tocarlo, a Tetsu le gusta y a ti no te está
pasando nada malo, ¿ves?
Kagami apartó sus ojos de las pupilas de
Kuroko y descendió su mirada hasta el can. Notó entonces que su mano estaba
sobre la cabeza de #2 proporcionando suaves caricias. El pelirrojo sintió un
escalofrío pero casi de inmediato se relajó. La mano del peliazul estaba sobre
la suya guiando sus movimientos. No estaba solo. Y #2 solo permanecía quieto
dejándose hacer, sin embargo, Kagami pensó que todo estaba bien porque Kuroko
estaba ahí. Él y la calidez de su mano, el aura calmada de su mirada. El
pelirrojo sintió un vuelco en el estómago y luego los latidos de su corazón
fueron más rápido. La tibieza de sus mejillas enfatizó al darse cuenta de que
estaba avergonzado porque le gustaba este tipo de contacto con Kuroko. Un tipo
de gustar más, romántico.
– Suficiente… – Murmuró entre labios al
tiempo que apartaba su mano lentamente. No quería pero tampoco creía que fuera
correcto sentirse así por su compañero de equipo y amigo.
– Ha estado bien, deberíamos practicar a
diario hasta que le pierdas totalmente la fobia… – El peliazul dijo con una
sonrisita, mientras #2 ladraba y agitaba su cola completamente de acuerdo. Al
can le gustaban los mimos, y hasta entonces Kagami era el único que no le
proporcionaba aquellos cariños.
– Sí.
A Kuroko casi le extrañó la forma tan obediente
con que su amigo aceptó. Había esperado por lo menos algún gruñido o una
negativa, no que aceptara tan de buenas a primeras. De cualquier forma se
sintió bien y a cambio por el esfuerzo del pelirrojo le regaló una sonrisa y se
ofreció en invitarle un par de hamburguesas más tarde cuando pasaran por el Maji Burguer –jamás la cantidad que el
pelirrojo era perfectamente capaz de llevar a su estómago–.
Esa noche cuando Kagami regresó a su casa y
no estaba más la presencia de Kuroko cerca, el pelirrojo comprendió cuán
importante se había vuelto el peliazul en su vida. Probablemente más de lo que
había siquiera contemplado. No es que carezca de personas valiosas en su vida.
Están sus padres, Himuro y Alex, quienes de una forma u otra abonaron a su
pasión por el basquetbol, figuras que representan la amistad y la fuerza, la
lucha permanente por superar a cualquier oponente poderoso.
Tenía quizá más amigos en los que pensar de
antes o de ahora, cada uno importante a su manera. Pero Kuroko…
– ¡Maldición! ¡Él me gusta!
Rendido ante la contemplación que aquel
descubrimiento significaba, el pelirrojo se dejó caer en su cama, mirando el
techo aunque realmente no le pusiera atención, enterrando sus dedos en su
cabello y desordenándolo inconscientemente. Tal vez ahora comprendía lo que
sentía por Kuroko, pero eso no significaba precisamente que fuera a resultar
sencillo todo lo que viniese después. Está seguro de que ahora que está
consciente de su atracción por el peliazul, las cosas no resultarán para nada
sencillas. No puede simplemente declararse, y tampoco podrá evitar la vergüenza
ni esas ganas suyas de cuidar de él, de seguir jugando a su lado, de llevar a
Seirin a lo más alto de la cúspide del baloncesto colegial nacional. Tienen
metas, sueños en común. No quiere perder nada de eso, pero honestamente,
tampoco tiene idea de cómo lidiar con eso y sus sentimientos.
– ¡Tsk! ¡Menudo lío en que me he metido!
…
– Aún ni siquiera comenzamos con las
preliminares y tú ya estás que no duermes… – Koganei le dijo con su peculiar
humor bromista. Kagami gruñó y decidió ignorar el comentario. Si supiera que
esa noche no ha dormido por otras razones.
–… – Mitobe parecía opinar algo, y ahí casi
siempre los que lo comprendían en su mutismo eran los de segundo año, porque
Kagami aún no entendía del todo su código, a veces se trataba simplemente de
sensaciones que la presencia del pívot le producía, pero no puede entender su
pensamiento como los demás.
– Mitobe dice que no debes preocuparte
demasiado, que no eres el único en ese dilema… – Koganei tradujo al paciente pívot, cuya sonrisa apacible consiguió poner
más bien nervioso al pelirrojo… – ¿Qué dilema es? ¿Kagami?
– ¡No te incumbe! – Espetó por inercia,
avanzando con pasos pesados al interior del gimnasio.
Kuroko ya estaba dentro calzándose los tenis,
con #2 correteando alrededor de él, tirando de sus agujetas en una actitud
traviesa que no parecía molestar en absoluto al peliazul.
– Vamos Tetsu, quédate quieto ya o Riko-san
nos mandará a entrenar extra… – El peliazul acarició las orejas del can y éste
pareció tranquilizarse, lanzó un par de ladridos y luego se fue a corretear a
un extremo del gimnasio. El pelirrojo le había escuchado y todo lo que podía
pensar es que era demasiado lindo
para ser varón… – Kagami-kun, por qué traes ojeras tan temprano.
– No preguntes, idiota.
– Hoy estás de buen humor, Kagami-kun.
– ¡Ah! ¿Qué tiene de buen humor que tenga
este aspecto?
– Tu aspecto no es el problema, Kagami-kun
luce diferente hoy pero me gusta… – El peliazul dijo tranquilamente. Tanto, que
el pelirrojo se preguntó si realmente está inconsciente de sus propias palabras
o lo que se podría entender de estas.
– ¡Muy bien todos, atención!
El entrenamiento comenzó como cada día, con
una Entrenadora Riko estricta que prestaba atención a los mínimos detalles de
cada uno de ellos. Aún puede hacerles mejorar más y lo sabe. Su mirada a veces
le traiciona sin embargo, Hyuga atrapa su atención más de lo que debiera y en
la forma en que no debiera. Todo un problema para la muchacha. Suspiraba y
acomodándose un mechón castaño tras la oreja se recordaba a sí misma que debía
enfocarse.
– No creo que esté mal si también piensas en
otras cosas que no sea solo baloncesto, Riko… – La voz de Kiyoshi la
sobresalta, hace que sus mejillas se coloreen y que quiera aplicarle alguna
llave dolorosa.
Pero el mayor sonríe de esa manera tan suya
que le dan más y más ganas de abofetearlo, por mínimo, y al mismo tiempo le
recuerda que él no es de los que hablan por hablar, ni de los que dan un paso
sin saber claramente a dónde quiere llegar. Aunque siempre disfrace sus planes en esa personalidad aparentemente
distraída y hasta inmadura o despreocupada.
– ¡No me molestes, Kiyoshi!
– Pero si no estoy diciendo nada molesto,
Riko.
Ella decidió mandarle un poco de ejercicio
extra y cortar la conversación ahí. El resto de los chicos no entendían
exactamente qué había pasado, pero prefirieron no indagar, a veces era mejor
así. Hyuga se acercó a preguntarle a Kiyoshi, pero su amigo le evadió con un
típico “no ha sido nada” que en realidad el Capitán no se tragó, pero sabiendo
que de su amigo no obtendría nada de cualquier manera.
A veces
comprender los sentimientos era sencillo. Lo complicado era saber qué hacer con
ellos. Y eso, también requiere de su propio entrenamiento.
El
entrenamiento del corazón.
Continuará…
Mil graxiiaz sensei,espere mucho x volver a leer este fanfic tan magnífico kmo todos los demas
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