Capítulo 1. One Kiss
~~*~~
Cuando comenzaron los partidos preliminares
Seirin comenzó a desplegar un basquetbol que asombraba a propios y extraños.
Casi parecía algo nuevo en el equipo,
pero al mismo tiempo se sentía como si solamente estuviesen llevando más allá
todo su potencial.
Después del partido contra Josei los ánimos
estaban bien en el equipo, pero sabían claramente que lo mejor aún estaba por presentárseles en el camino. Su siguiente meta
era Shutoku, y Midorima con él. A Kagami le emocionaba de la misma forma en que
le crispaba los nervios. Shutoku claro que es un oponente digno de tomar en
consideración, aunque ya se hubiesen enfrentado a ellos y obtenido grandes
resultados; tanto el pelirrojo como los demás están seguros de que este Shutoku
será un contrincante más peligroso que antes. A Kagami no se le ha olvidado la
aparente facilidad con que Midorima
estuvo deteniendo sus clavadas durante el entrenamiento en la playa; tampoco
olvida lo que aprendió entonces y todo lo que se ha superado por el bien de
Seirin. La prueba decisiva está por llegar. Pero incluso antes que eso tiene
otras cosas en mente que consiguen distraerle varias veces durante el día –e
incluso la noche, sus sueños son cada vez más preocupantes según pensamiento del muchacho–.
Esa noche cuando Kuroko le pidió probar su nuevo ataque, a Kagami casi le da un ataque al miocardio; no solo por la
considerable mejoría del peliazul, sino también porque en realidad aquella
nueva habilidad le daba un aire más maduro y, a su manera, encantador. O bien
significaba que él últimamente encontraba encantador cada cosa que hiciera o
dijera el más bajo. Luego de practicar un poco más y notar que la oscuridad de
la noche se hacía más evidente, el pelirrojo sugirió marcharse.
– Kagami-kun, estás un poco extraño, ¿va todo
bien?
– Debe ser solo la ansiedad por el partido
contra Shutoku… – Él evadió esperando que fuera más que suficiente para que el
peliazul le dejara en paz.
Kuroko se acercó a su bolso y guardó el
balón, #2 había estado por ahí correteando y observándolos en ratos; pero luego
se acercó a su dueño para que le cargase ya que intuía que era hora de partir.
– No
parece que sea solo ansiedad. Te noto diferente, pero está bien si no quieres
contarme lo que realmente te sucede, Kagami-kun… – El chico pensó,
preguntándose si estaría bien que él dejara pasar el tema y no indagara un poco
más al respecto.
Quizá el pelirrojo necesitaba expresarse y no
sabía cómo. Vamos que Kuroko ha notado cuán complicado es para Kagami hablar de
cosas que no tienen relación alguna con el basquetbol, e incluso de las que
tienen que ver. Y se supone que los amigos están para apoyarse y escucharse,
para brindarse la mano y hasta para reñirse -a él se le da bastante bien eso
último, aunque no es propiamente que riña al más alto, es solamente que, cuando
es necesario, le baja los humos o lo tumba de su nube-; pero al mismo tiempo el
peliazul no sabe si el nivel de amistad que ha estrechado con el muchacho sea
lo suficientemente fuerte como para permitirle meter sus narices donde claramente el pelirrojo no le ha permitido.
– En qué estás pensando.
– ¿Qué?
– ¡Tsk! Estás distraído, Kuroko. ¿Y tú me
preguntabas si todo estaba bien conmigo? ¿Qué es lo que te pasa?
– Pensaba en Kagami-kun.
– ¿Ah?
– Me preguntaba si somos amigos.
– Bueno, supongo que sí.
– Oh.
El momento se volvió ligeramente incómodo.
Kuroko se sintió desanimado ante las palabras del pelirrojo, el supongo que sí no sonó a convencimiento
y eso de algún modo le había dolido. Si hubiera dado una respuesta al menos
segura. Aunque hubiera sido solo un sí,
él no se sentiría como el único interesado en que esa amistad funcione mejor de
lo que pudo esperar con Aomine. Y es que a pesar de todo, de ese carácter
ególatra y sobrado de confianza que el moreno poseía, a su manera había sido un
amigo durante sus años de secundaria; las cosas no terminaron como hubiera
querido, pero al menos él tenía tranquila su conciencia.
– ¡Hey, Kuroko! ¿Nos vamos ya o te quedarás
ahí pensando en no sé qué tanto más? - El pelirrojo llama con voz fuerte al más
bajo, frunce el ceño con recelo porque no tiene idea de qué tanto hay realmente
en la mente del peliazul.
¿Y a qué vino eso de si son amigos? Pues
claro que lo son. Aunque no tienen mucho tiempo de conocerse, y aún haya muchas
cosas que descubrir el uno del otro, son amigos. Quizá no grandes amigos, pero
se llevan lo suficientemente bien para hacer buena dupla en la duela y ayudarse
a mejorar como jugadores. No es que Kuroko sea como Tatsuya, pero es
importante. Diferente de hecho, sobre todo por aquello de que el peliazul le
provoca sensaciones que nada tienen qué ver con su trato con Himuro.
– ¿Quieres cargar a Tetsu?
– ¡De ninguna manera!
Kuroko ha cambiado deliberadamente de tema,
no quiere seguir con lo anterior y sabe bien que es un pretexto ideal mencionar
a su cachorro. #2 ladra y agita la cola, mira al pelirrojo con ojos risueños,
jadea y permanece quieto en manos del peliazul como esperando cambiar de dueño.
Kagami retrocede un par de pasos y mira cautelosamente al can.
– Siéntate, Kagami-kun.
– Q-qué, para qué.
– Confía en mí, Kagami-kun... - El peliazul
dice con suavidad. Hace algunos días pronunciar esas palabras y que el
pelirrojo le hiciera caso se habían sentido mucho mejor que hoy. Hoy sabe que
la confianza no parece precisamente
real, sino más como una acción autómata de parte del pelirrojo.
Kagami mira la banca a lado de la cancha y
toma asiento ahí. Kuroko le sigue y se sienta a su lado, sujeta la mano del más
alto y la dirige a la cabecilla peluda del can para que le acaricie. Al
principio el pelirrojo está rígido y simplemente se deja dirigir, poco a poco
va soltando un poco la tensión y acaricia por sí solo a #2, el can está
encantado, le gustan los mimos, y aunque algo torpes y toscos, los dedos del
pelirrojo consiguen hacerle sentir bien cuando frotan junto a su oreja.
– Kagami-kun... - Le llama y los ojos rojos
del más alto suben para encontrarse con sus azulinas pupilas... - Eres mi
amigo, estoy completamente seguro de eso porque me gusta estar contigo,
compartir más que el basquetbol.
El pelirrojo le mira sorprendido. No esperaba
ese tipo de confesión tan
repentinamente, pero por la forma en que esos ojos azules le miran, presiente
que necesitaba decírselo.
– ¿Por qué dices eso tan de pronto?
– ¿Te incomoda?
– No dije eso. Solo me parece extraño que lo
menciones.
– Quiero que Kagami-kun también se sienta a gusto
conmigo, que me considere su amigo y sea capaz de contarme lo que le pasa.
Quiero que sepas que soy digno de confianza.
– Me siento bien contigo, y te tengo
confianza. A qué viene realmente todo esto.
Kuroko desvía la mirada. No sabe qué
respuesta debería darle. Así de fácil todo parece haber ido en su contra, había
comenzado por ser él quien mostrara preocupación por el estado de ánimo del
pelirrojo y le ha resultado al revés. Luego se da cuenta de que Kagami sigue
acariciando a #2 y una sonrisa se curva en sus labios.
– Felicidades Kagami-kun, Tetsu se ha quedado
dormido.
– ¿Ah?
El pelirrojo baja la mirada y se percata de
que su mano había continuado sobre la cabecilla del can proporcionándole
caricias suaves. Se había olvidado por completo del cachorro, y seguro que si
el peliazul no lo menciona, habría seguido igual. Retiró su mano rápidamente y
#2 gimoteó entre sueños, acomodándose aún mejor en el regazo de Kuroko. Kagami
se preguntó si realmente sería tan cómo dormir ahí. Un pálido tono rosado
cubrió sus mejillas y su corazón decidió que estaba bien aumentar el ritmo.
– Es muy tarde, perdona que te he quitado
tanto tiempo con mis cosas, Kagami-kun… – Dice con voz baja, se pone de pie e
intenta tomar su bolso sin moverse demasiado para no despertar al can.
– Lo llevo por ti... - El pelirrojo toma su
bolso y lo cruza en el hombro contrario al suyo, se rasca distraídamente la
nariz y espera por el más bajo.
– Gracias, Kagami-kun.
Así emprenden la partida, unas cuadras más
allá habrán de separar sus caminos pues viven en sentidos contrarios. Kagami
sin embargo quiere aplazar el momento. Es incómodo el silencio pero al mismo
tiempo agradable. Es como si simplemente fuera extraño, porque a él le gusta la
compañía de Kuroko y le desagradan las ausencias, las burdas separaciones
necesarias entre día y día.
– Te-te acompaño hasta tu casa.
– ¿Eh?
– No hay que despertar a #2, te acompaño para
llevar tu bolso.
– Puedo llevarlo, no necesitas.
– Vamos… – El pelirrojo le ignora
deliberadamente, llegan a la parada del autobús y sin esperar más palabras
asoma la mirada. Se da cuenta de que no tiene idea de la ruta que el chico
toma, o dónde vive. Desconoce tanto de él.
– Kagami-kun...
– ¿Dónde vives? ¿Vives con tus padres?
¿Tienes más familia? Ahora que lo pienso ni siquiera tengo tu número de
teléfono, y he notado que guardas un celular en tu bolso. Por qué no tengo tu
número.
– Nunca lo has pedido.
– Adelante… - El pelirrojo sacó su móvil y
miró al peliazul esperando por el dichoso número. Las pálidas mejillas del más
bajo se colorearon tenuemente, y en voz baja le dijo su número de contacto… –
Te marcaré y así sabrás cuál es el mío ya que tampoco te lo había dado.
– Kagami-kun, ¿por qué estás…?
– Hablaste sobre amistad. Te dije que te
considero mi amigo pero cuanto más lo pienso más me percato de que nos falta
mucho por conocernos. No sería buen amigo si simplemente dejara pasar de largo
las cosas que quiero saber de ti.
– Ese es nuestro autobús… – El peliazul
señaló al ver la máquina acercarse. Kagami tomó nota mental de la ruta y subió
luego del más bajo, sentándose detrás del asiento donde lo hizo Kuroko, aunque
estuviera libre el asiento junto a él.
El camino fue corto, la casa del peliazul era
sencilla, una luz iluminaba la estancia a través de la ventana. Kuroko le
invitó a pasar pero Kagami negó sutilmente la invitación, aún tenía que volver
a su casa y ya eran cerca de las diez. Se despidieron en la puerta de entrada
al Jardín frontal y cuando el pelirrojo se alejó por la calle, el peliazul
suspiró. Kagami le confundía con facilidad, hacía cosas como esa que ponían a
tamborilear su corazón.
…
Para no perder la costumbre, aquella tarde Kuroko también tomó los minutos después de
las prácticas para acercarse a Kagami con la excusa de continuar con su terapia antifobia de canes lindos como Tetsu.
- Hoy abrazarás a Tetsu, Kagami-kun.
- ¡Ni sueñes!
Para cuando Kagami comprendió el significado
de abrazar a #2, era Kuroko quien estaba
sentado en su regazo. La espalda del peliazul pegada a su pecho, y sus manos
rodeando el esbelto cuerpo del más bajo pues habían sido tomadas por las de él
de modo que, abrazando a Kuroko abrazaba también a #2. La postura en sí le
ponía nervioso, su corazón otra vez estaba palpitando como potro desbocado y el
aroma del champú o del jabón corporal del más bajo le inundaba el olfato
sensibilizándoselo de manera tal que, se
le antojaba. Literalmente, por aquello de que olfato y gusto están conectados,
a él le apetecía lamer el cuello del
peliazul, tan blanco, tan suave, tan olfativamente delicioso.
– Kagami-kun, ¿qué te preguntaron los chicos
esta tarde antes de iniciar el entrenamiento?
Honestamente estaba curioso del tema, Koganei
e Izuki fueron los que le jalaron a un rincón del gimnasio preguntándole algo
en secreto. Kuroko había intentado acercarse cautelosamente aprovechando su
habilidad para pasar desapercibido, pero entonces Kiyoshi y el Capitán Hyuga lo
habían detenido haciéndole plática de nada en particular, como si simplemente
le hubieran entretenido para que los otros dos hablasen con el pelirrojo. En sí
el cuestionamiento había sido sencillísimo, pero había puesto al cerebro del
pelirrojo a trabajar a velocidad relámpago.
Por qué
Kuroko era la persona más cercana a él. El pelirrojo realmente tuvo que drenarse el
cerebro para pensar al respecto. Ni siquiera tenía idea de que el peliazul
fuera la “persona más cercana a él”; claro que se entienden en la duela y cuanto
más mejoran su propio estilo de basquetbol mejores se vuelven como dueto
formando una mancuerna envidiable. Pero fuera de las canchas –honestamente
incluso dentro– no es precisamente que congeniaran del todo. De hecho
generalmente son como blanco y negro, cielo y tierra, yin y yang, agua y fuego.
Sí, Kuroko es puro como el agua y escurridizo también, como si se le colara
entre los dedos –o la piel– cuando se decide en ser un fantasma. Entonces por qué es
la persona más cerca a él. Kagami no lo sabe a ciencia cierta. Tan solo que
es importante, que incluso ahora cuando está consciente de la presencia del más
bajo, se siente bien, a veces ansioso e incómodo, y definitivamente hay
ocasiones en que tiene pensamientos posesivos –sobre todo cuando ronda algún prodigio
de la generación milagrosa o la pelirosa Momoi–; y ya había concluido con
anterioridad que Kuroko le gusta.
Pero la mayor parte del tiempo llevarse con el peliazul se le daba tan natural
que no prestaba atención a los detalles, así que haber descubierto que le gusta no ha cambiado considerablemente
su manera de tratarse, excepto claro por las ocasiones en que estando un poco
más consciente de todo el asunto, se ponía nervioso o su corazón danzaba como
adolescente seducido por la belleza de un criatura fantástica.
– ¡Maldición! ¡Tanto pensar me ha dado
jaqueca! – Kagami reniega dejándose ir hacia atrás, golpeándose dolorosa (y
estúpidamente) la cabeza contra el muro… – ¡Argh! ¡Shit!
Masajea su nuca y sigue maldiciendo en inglés
por lo bajo. Olvidarse de dónde estaba fue solo añadidura de su distracción.
Pensar en Kuroko tenía severas consecuencias en él.
– ¡Bakagami, qué es lo que estás haciendo!
– ¡Ellos han tenido la culpa, no me riñas a
mí! – El pelirrojo había señalado acusadoramente a Koganei y a Izuki, mientras
que la Entrenadora Riko fruncía el ceño y terminaba mandándole a todos a
entrenar unos minutos después de las prácticas normales…
– Y ahora lárguense a descansar, mañana
tenemos un partido importante… – Advirtió la chica, fulminándolos a todos con
la mirada como para hacerse notar como la mandamás
del momento.
Los chicos hicieron caso –por si las dudas
que la hicieran enojar realmente– y lentamente se arrastraron a los vestidores
para ducharse y partir. Kuroko y Kagami fueron los últimos en estar listos,
pero incluso si el pelirrojo había pensado que se irían de inmediato, el
peliazul le había salido con aquello de la terapia.
Y ahí estaban, en una posición verdaderamente comprometedora que estaba
poniendo a prueba todo autocontrol posible en el pelirrojo.
– Kagami-kun…
– Kuroko… – Murmura medio perdido en pensamientos
que ni siquiera procesa. Una de sus manos ha subido por el pecho del peliazul
sin acariciar propiamente, pero su roce ha sido más que suficiente para
crisparle la piel al más bajo… – Mírame… – Demanda inconscientemente, sujetando
el mentón del peliazul como instándole a obedecer. Kuroko gira el rostro
ligeramente hacia atrás, su cuerpo en la inercia del movimiento lo hace
también.
Se miran a los ojos y reconocen en la mirada
del otro un titubeo nervioso y confundido. Hay sentimientos en ambas pupilas,
azul contra rojo, agua y fuego. Kagami se inclina, despacio y sin reservas,
ansía saborear esa boca rosa pálido.
Tiene hambre de sus carnosos labios.
Kuroko no se opone en absoluto, se siente absorbido por la intensidad de la
mirada rojiza, como si una fuerza superior le atrajera, como si estuviese hipnotizado
por sus penetrantes ojos.
El roce llega, sus labios se encuentran en
medio de un torbellino de emociones y confusiones. #2 agita la cola con
entusiasmo y ladea el rostro observando la escena que le ofrecen sus dueños. Las mejillas de los dos se
tinturan de carmín. El roce culmina con velocidad, no hay un beso verdadero o
confiado. Pero ha sido más que suficiente para dejar claro que algo sucede entre ellos.
…
Es temprano, Yukio Kasamatsu ha decidido
salir a dar un paseo antes de que los partidos vespertinos de las preliminares
iniciaran. Kise ya había amenazado
con hacerse presente en el partido de esa tarde entre Seirin y Shutoku, él no
tenía pensado acompañarle, pero tenía el presentimiento de que sería arrastrado contra su voluntad. Mientras
andaba por los corredores en el Mall pensaba en lo que ha cambiado su vida en
los últimos tiempos.
Desde que asumió la capitanía de Kaijo las
cosas habían cambiado. Al inicio del año cuando el entrenador le notificó que
se uniría al equipo uno de los prodigios de la llamada Generación Milagrosa del
baloncesto, él se sintió entusiasmado, no podía siquiera imaginar lo fuertes
que serían ahora con uno de aquellos jóvenes en las listas de su escuadra. Pero
cuando conoció al famoso Kise Ryota, Kasamatsu casi se arrepintió de su
anterior emoción. El muchacho de cabellos rubios y expresivos ojos azules era
más infantil que un niño en Kinder con juguetes nuevos exclusivos para él.
Bueno, esa imagen se había formado en sus pensamientos.
Tras la típica presentación en el equipo -y
su estúpida risa de modelo, según
Kasamatsu-, Kise Ryota se convirtió rápidamente en el principal atractivo del equipo, y en cuestión de
horas en el chico más popular de la Preparatoria. Las chicas de todos los años
suspiraban por el rubio y hacían tal escándalo que honestamente le daba flojera
iniciar el entrenamiento. Desde la integración de Kise al equipo, todos los
días el gimnasio se llenaba de chicas que llegaban para animarle, hacer mucho
ruido, suspirar y lanzar gritos estridentes formando porras de ánimo para el
muchacho. Todas y cada una de esas cosas que comenzaron a sacar de sus casillas
al Capitán, y probablemente también la razón principal por la que comenzó a
establecer esa peculiar amistad con el prodigio.
Al principio les costó mucho entenderse, y
básicamente Kasamatsu la pasaba riñéndole y frunciendo el ceño por la cantidad
de poses que Kise terminaba haciendo solo para encantar a sus fans. Fangirls que abonaban a la casi nula
paciencia que el Capitán podía desplegar tratándose de aquello. Sin embargo,
con el pasar de las semanas al único acuerdo mudo a que han llegado es a
tratarse como lo hacen, con cero tacto y una impresionante habilidad de parte
del mayor para reñir y golpear al rubio. Sus patadas, sus puñetazos al estómago
y sus miradas asesinas eran el pan de cada día dentro y fuera de los
entrenamientos, tan solo bastaba con que coincidieran en el sitio. Y no era
precisamente que Kasamatsu buscara estar en el mismo espacio que Kise fuera de
horario de prácticas o partidos. Pero se daban.
– ¡Senpai~! – El rubio le llamó con su
escandalosa voz cuando le vio pasar por el Mall. El de ojos azul cromado maldijo
su suerte de encontrárselo justo ahí… – ¡Senpai, por aquí!
– Ya te vi, idiota… – Kasamatsu gruñó
mirándole con ojos asesinos. El rubio le dio alcance y con sus ojos curiosos se
le quedó mirando con una extraña sonrisa boba en la cara… – ¿Qué?
– Senpai está caminando por el Mall, solo a
esta hora. ¡Pienso que tendrá una cita! Aunque es algo temprano… – Murmuró más
para sí… – Kasamatsu senpai~ por favor no me cambies por una chica… – El rubio
dijo dramáticamente, llorando lágrimas de
cocodrilo y cubriéndose la cara con sus manos. El mayor le dio un puñetazo
en el estómago sin nada de consideración, murmurando algún reclamo entre
dientes, sonrojándose por alguna razón… – ¿Si vas a tener una cita?
– ¿Acaso un chico no puede salir a pasear
solo? ¡No, no voy a tener una cita! – Exclamó con su habitual malhumor.
Chasqueando la lengua y esperando a que el rubio siguiera su camino y le dejara
en paz. Ese día en particular lo que menos quería era aguantar la compañía del menor.
Kise sonrió ampliamente, como si la actitud
gruñona de Kasamatsu no le importara o se lo tomara como algo natural. Ignoró
su comentario y terminó arrastrándole por algunas tiendas, robando la atención
de chicas y no tan chicas, e incluso de chicos. Kasamatsu se recordó que después
de todo es un modelo, y que es normal que llame la atención. Sintió envidia, no
porque él quisiera ser centro de atención también, sino porque la gente podía
admirar al rubio en su esplendoroso atractivo y él, tenía que limitarse a ser
su Capitán y el que lo golpea cuando va sacándole de sus casillas con su
actitud infantil.
– Senpai…
– Tengo que irme, Kise.
– Pero aún es temprano, vamos a seguir
mirando senpai~
– No.
Pero de alguna manera, el rubio consiguió lo
que quería. Y el día se le fue en compañía del prodigio. El sentimiento en su
interior crecía y él, temeroso del punto final al que estaba llevándole, no
podía negar que Kise había llegado para convertirse en su perdición.
– ¿Kasamatsu senpai? – El rubio agitó la mano
delante de su rostro queriendo llamar su atención.
Cuando el de mirada cromada enfocó de nuevo
al rubio, un impulso hizo actuar a su cuerpo, su cerebro probablemente se había
desconectado en aquel instante. Para cuando tuvo control de sus acciones, sus
labios ya estaban pegados a los de Kise y le tenía atrapado entre el muro y su
anatomía, solos en uno de los pasillos que llevan a los sanitarios en aquel
piso del Mall.
¿Qué demonios estaba haciendo?
…
Los nervios y la adrenalina habían llegado
puntuales a su cita. El partido preliminar entre Seirin y Shutoku finalmente
daría inicio. En los vestidores cada jugador vivía el momento a su manera,
Takao ha ido a llamar a Midorima como siempre, descansando su cuerpo contra el
marco de la puerta con cierto aire altanero, pícaro inclusive. Midorima no
tiene tiempo para estas distracciones, pese a que siempre ha sido bueno
ocultando sus reacciones ante la actitud del chico ojos de halcón, hoy no tiene el humor para luchar contra eso, solo
debe concentrarse en el partido.
– Shin-chan…
– Ya voy, Takao.
Y sin embargo al pasarle por un lado para
salir de los vestidores, Midorima rozó el brazo de Takao y una corriente
eléctrica viajó por su espina dorsal. Sería difícil, pero tendría que hacer
algo para no dejarse llevar por estas sensaciones.
Continuará……
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