lunes, 16 de julio de 2018

Entrenando a Otosan. Capítulo 1


Capítulo 1. One Kiss
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Cuando comenzaron los partidos preliminares Seirin comenzó a desplegar un basquetbol que asombraba a propios y extraños. Casi parecía algo nuevo en el equipo, pero al mismo tiempo se sentía como si solamente estuviesen llevando más allá todo su potencial.

Después del partido contra Josei los ánimos estaban bien en el equipo, pero sabían claramente que lo mejor aún estaba por presentárseles en el camino. Su siguiente meta era Shutoku, y Midorima con él. A Kagami le emocionaba de la misma forma en que le crispaba los nervios. Shutoku claro que es un oponente digno de tomar en consideración, aunque ya se hubiesen enfrentado a ellos y obtenido grandes resultados; tanto el pelirrojo como los demás están seguros de que este Shutoku será un contrincante más peligroso que antes. A Kagami no se le ha olvidado la aparente facilidad con que Midorima estuvo deteniendo sus clavadas durante el entrenamiento en la playa; tampoco olvida lo que aprendió entonces y todo lo que se ha superado por el bien de Seirin. La prueba decisiva está por llegar. Pero incluso antes que eso tiene otras cosas en mente que consiguen distraerle varias veces durante el día –e incluso la noche, sus sueños son cada vez más preocupantes según pensamiento del muchacho–.


Esa noche cuando Kuroko le pidió probar su nuevo ataque, a Kagami casi le da un ataque al miocardio; no solo por la considerable mejoría del peliazul, sino también porque en realidad aquella nueva habilidad le daba un aire más maduro y, a su manera, encantador. O bien significaba que él últimamente encontraba encantador cada cosa que hiciera o dijera el más bajo. Luego de practicar un poco más y notar que la oscuridad de la noche se hacía más evidente, el pelirrojo sugirió marcharse.

– Kagami-kun, estás un poco extraño, ¿va todo bien?

– Debe ser solo la ansiedad por el partido contra Shutoku… – Él evadió esperando que fuera más que suficiente para que el peliazul le dejara en paz.

Kuroko se acercó a su bolso y guardó el balón, #2 había estado por ahí correteando y observándolos en ratos; pero luego se acercó a su dueño para que le cargase ya que intuía que era hora de partir.

No parece que sea solo ansiedad. Te noto diferente, pero está bien si no quieres contarme lo que realmente te sucede, Kagami-kun… – El chico pensó, preguntándose si estaría bien que él dejara pasar el tema y no indagara un poco más al respecto.

Quizá el pelirrojo necesitaba expresarse y no sabía cómo. Vamos que Kuroko ha notado cuán complicado es para Kagami hablar de cosas que no tienen relación alguna con el basquetbol, e incluso de las que tienen que ver. Y se supone que los amigos están para apoyarse y escucharse, para brindarse la mano y hasta para reñirse -a él se le da bastante bien eso último, aunque no es propiamente que riña al más alto, es solamente que, cuando es necesario, le baja los humos o lo tumba de su nube-; pero al mismo tiempo el peliazul no sabe si el nivel de amistad que ha estrechado con el muchacho sea lo suficientemente fuerte como para permitirle meter sus narices donde claramente el pelirrojo no le ha permitido.

– En qué estás pensando.

– ¿Qué?

– ¡Tsk! Estás distraído, Kuroko. ¿Y tú me preguntabas si todo estaba bien conmigo? ¿Qué es lo que te pasa?

– Pensaba en Kagami-kun.

– ¿Ah?

– Me preguntaba si somos amigos.

– Bueno, supongo que sí.

– Oh.

El momento se volvió ligeramente incómodo. Kuroko se sintió desanimado ante las palabras del pelirrojo, el supongo que sí no sonó a convencimiento y eso de algún modo le había dolido. Si hubiera dado una respuesta al menos segura. Aunque hubiera sido solo un , él no se sentiría como el único interesado en que esa amistad funcione mejor de lo que pudo esperar con Aomine. Y es que a pesar de todo, de ese carácter ególatra y sobrado de confianza que el moreno poseía, a su manera había sido un amigo durante sus años de secundaria; las cosas no terminaron como hubiera querido, pero al menos él tenía tranquila su conciencia.

– ¡Hey, Kuroko! ¿Nos vamos ya o te quedarás ahí pensando en no sé qué tanto más? - El pelirrojo llama con voz fuerte al más bajo, frunce el ceño con recelo porque no tiene idea de qué tanto hay realmente en la mente del peliazul.

¿Y a qué vino eso de si son amigos? Pues claro que lo son. Aunque no tienen mucho tiempo de conocerse, y aún haya muchas cosas que descubrir el uno del otro, son amigos. Quizá no grandes amigos, pero se llevan lo suficientemente bien para hacer buena dupla en la duela y ayudarse a mejorar como jugadores. No es que Kuroko sea como Tatsuya, pero es importante. Diferente de hecho, sobre todo por aquello de que el peliazul le provoca sensaciones que nada tienen qué ver con su trato con Himuro.

– ¿Quieres cargar a Tetsu?

– ¡De ninguna manera!

Kuroko ha cambiado deliberadamente de tema, no quiere seguir con lo anterior y sabe bien que es un pretexto ideal mencionar a su cachorro. #2 ladra y agita la cola, mira al pelirrojo con ojos risueños, jadea y permanece quieto en manos del peliazul como esperando cambiar de dueño. Kagami retrocede un par de pasos y mira cautelosamente al can.

– Siéntate, Kagami-kun.

– Q-qué, para qué.

– Confía en mí, Kagami-kun... - El peliazul dice con suavidad. Hace algunos días pronunciar esas palabras y que el pelirrojo le hiciera caso se habían sentido mucho mejor que hoy. Hoy sabe que la confianza no parece precisamente real, sino más como una acción autómata de parte del pelirrojo.

Kagami mira la banca a lado de la cancha y toma asiento ahí. Kuroko le sigue y se sienta a su lado, sujeta la mano del más alto y la dirige a la cabecilla peluda del can para que le acaricie. Al principio el pelirrojo está rígido y simplemente se deja dirigir, poco a poco va soltando un poco la tensión y acaricia por sí solo a #2, el can está encantado, le gustan los mimos, y aunque algo torpes y toscos, los dedos del pelirrojo consiguen hacerle sentir bien cuando frotan junto a su oreja.

– Kagami-kun... - Le llama y los ojos rojos del más alto suben para encontrarse con sus azulinas pupilas... - Eres mi amigo, estoy completamente seguro de eso porque me gusta estar contigo, compartir más que el basquetbol.

El pelirrojo le mira sorprendido. No esperaba ese tipo de confesión tan repentinamente, pero por la forma en que esos ojos azules le miran, presiente que necesitaba decírselo.

– ¿Por qué dices eso tan de pronto?

– ¿Te incomoda?

– No dije eso. Solo me parece extraño que lo menciones.

– Quiero que Kagami-kun también se sienta a gusto conmigo, que me considere su amigo y sea capaz de contarme lo que le pasa. Quiero que sepas que soy digno de confianza.

– Me siento bien contigo, y te tengo confianza. A qué viene realmente todo esto.

Kuroko desvía la mirada. No sabe qué respuesta debería darle. Así de fácil todo parece haber ido en su contra, había comenzado por ser él quien mostrara preocupación por el estado de ánimo del pelirrojo y le ha resultado al revés. Luego se da cuenta de que Kagami sigue acariciando a #2 y una sonrisa se curva en sus labios.

– Felicidades Kagami-kun, Tetsu se ha quedado dormido.

– ¿Ah?

El pelirrojo baja la mirada y se percata de que su mano había continuado sobre la cabecilla del can proporcionándole caricias suaves. Se había olvidado por completo del cachorro, y seguro que si el peliazul no lo menciona, habría seguido igual. Retiró su mano rápidamente y #2 gimoteó entre sueños, acomodándose aún mejor en el regazo de Kuroko. Kagami se preguntó si realmente sería tan cómo dormir ahí. Un pálido tono rosado cubrió sus mejillas y su corazón decidió que estaba bien aumentar el ritmo.

– Es muy tarde, perdona que te he quitado tanto tiempo con mis cosas, Kagami-kun… – Dice con voz baja, se pone de pie e intenta tomar su bolso sin moverse demasiado para no despertar al can.

– Lo llevo por ti... - El pelirrojo toma su bolso y lo cruza en el hombro contrario al suyo, se rasca distraídamente la nariz y espera por el más bajo.

– Gracias, Kagami-kun.

Así emprenden la partida, unas cuadras más allá habrán de separar sus caminos pues viven en sentidos contrarios. Kagami sin embargo quiere aplazar el momento. Es incómodo el silencio pero al mismo tiempo agradable. Es como si simplemente fuera extraño, porque a él le gusta la compañía de Kuroko y le desagradan las ausencias, las burdas separaciones necesarias entre día y día.

– Te-te acompaño hasta tu casa.

– ¿Eh?

– No hay que despertar a #2, te acompaño para llevar tu bolso.

– Puedo llevarlo, no necesitas.

– Vamos… – El pelirrojo le ignora deliberadamente, llegan a la parada del autobús y sin esperar más palabras asoma la mirada. Se da cuenta de que no tiene idea de la ruta que el chico toma, o dónde vive. Desconoce tanto de él.

– Kagami-kun...

– ¿Dónde vives? ¿Vives con tus padres? ¿Tienes más familia? Ahora que lo pienso ni siquiera tengo tu número de teléfono, y he notado que guardas un celular en tu bolso. Por qué no tengo tu número.

– Nunca lo has pedido.

– Adelante… - El pelirrojo sacó su móvil y miró al peliazul esperando por el dichoso número. Las pálidas mejillas del más bajo se colorearon tenuemente, y en voz baja le dijo su número de contacto… – Te marcaré y así sabrás cuál es el mío ya que tampoco te lo había dado.

– Kagami-kun, ¿por qué estás…?

– Hablaste sobre amistad. Te dije que te considero mi amigo pero cuanto más lo pienso más me percato de que nos falta mucho por conocernos. No sería buen amigo si simplemente dejara pasar de largo las cosas que quiero saber de ti.

– Ese es nuestro autobús… – El peliazul señaló al ver la máquina acercarse. Kagami tomó nota mental de la ruta y subió luego del más bajo, sentándose detrás del asiento donde lo hizo Kuroko, aunque estuviera libre el asiento junto a él.

El camino fue corto, la casa del peliazul era sencilla, una luz iluminaba la estancia a través de la ventana. Kuroko le invitó a pasar pero Kagami negó sutilmente la invitación, aún tenía que volver a su casa y ya eran cerca de las diez. Se despidieron en la puerta de entrada al Jardín frontal y cuando el pelirrojo se alejó por la calle, el peliazul suspiró. Kagami le confundía con facilidad, hacía cosas como esa que ponían a tamborilear su corazón.


Para no perder la costumbre, aquella tarde Kuroko también tomó los minutos después de las prácticas para acercarse a Kagami con la excusa de continuar con su terapia antifobia de canes lindos como Tetsu.

- Hoy abrazarás a Tetsu, Kagami-kun.

- ¡Ni sueñes!

Para cuando Kagami comprendió el significado de abrazar a #2, era Kuroko quien estaba sentado en su regazo. La espalda del peliazul pegada a su pecho, y sus manos rodeando el esbelto cuerpo del más bajo pues habían sido tomadas por las de él de modo que, abrazando a Kuroko abrazaba también a #2. La postura en sí le ponía nervioso, su corazón otra vez estaba palpitando como potro desbocado y el aroma del champú o del jabón corporal del más bajo le inundaba el olfato sensibilizándoselo de manera tal que, se le antojaba. Literalmente, por aquello de que olfato y gusto están conectados, a él le apetecía lamer el cuello del peliazul, tan blanco, tan suave, tan olfativamente delicioso.

– Kagami-kun, ¿qué te preguntaron los chicos esta tarde antes de iniciar el entrenamiento?

Honestamente estaba curioso del tema, Koganei e Izuki fueron los que le jalaron a un rincón del gimnasio preguntándole algo en secreto. Kuroko había intentado acercarse cautelosamente aprovechando su habilidad para pasar desapercibido, pero entonces Kiyoshi y el Capitán Hyuga lo habían detenido haciéndole plática de nada en particular, como si simplemente le hubieran entretenido para que los otros dos hablasen con el pelirrojo. En sí el cuestionamiento había sido sencillísimo, pero había puesto al cerebro del pelirrojo a trabajar a velocidad relámpago.

Por qué Kuroko era la persona más cercana a él. El pelirrojo realmente tuvo que drenarse el cerebro para pensar al respecto. Ni siquiera tenía idea de que el peliazul fuera la “persona más cercana a él”; claro que se entienden en la duela y cuanto más mejoran su propio estilo de basquetbol mejores se vuelven como dueto formando una mancuerna envidiable. Pero fuera de las canchas –honestamente incluso dentro– no es precisamente que congeniaran del todo. De hecho generalmente son como blanco y negro, cielo y tierra, yin y yang, agua y fuego. Sí, Kuroko es puro como el agua y escurridizo también, como si se le colara entre los dedos –o la piel– cuando se decide en ser un fantasma. Entonces por qué es la persona más cerca a él. Kagami no lo sabe a ciencia cierta. Tan solo que es importante, que incluso ahora cuando está consciente de la presencia del más bajo, se siente bien, a veces ansioso e incómodo, y definitivamente hay ocasiones en que tiene pensamientos posesivos –sobre todo cuando ronda algún prodigio de la generación milagrosa o la pelirosa Momoi–; y ya había concluido con anterioridad que Kuroko le gusta. Pero la mayor parte del tiempo llevarse con el peliazul se le daba tan natural que no prestaba atención a los detalles, así que haber descubierto que le gusta no ha cambiado considerablemente su manera de tratarse, excepto claro por las ocasiones en que estando un poco más consciente de todo el asunto, se ponía nervioso o su corazón danzaba como adolescente seducido por la belleza de un criatura fantástica.

– ¡Maldición! ¡Tanto pensar me ha dado jaqueca! – Kagami reniega dejándose ir hacia atrás, golpeándose dolorosa (y estúpidamente) la cabeza contra el muro… – ¡Argh! ¡Shit!

Masajea su nuca y sigue maldiciendo en inglés por lo bajo. Olvidarse de dónde estaba fue solo añadidura de su distracción. Pensar en Kuroko tenía severas consecuencias en él.

– ¡Bakagami, qué es lo que estás haciendo!

­– ¡Ellos han tenido la culpa, no me riñas a mí! – El pelirrojo había señalado acusadoramente a Koganei y a Izuki, mientras que la Entrenadora Riko fruncía el ceño y terminaba mandándole a todos a entrenar unos minutos después de las prácticas normales…

– Y ahora lárguense a descansar, mañana tenemos un partido importante… – Advirtió la chica, fulminándolos a todos con la mirada como para hacerse notar como la mandamás del momento.

Los chicos hicieron caso –por si las dudas que la hicieran enojar realmente– y lentamente se arrastraron a los vestidores para ducharse y partir. Kuroko y Kagami fueron los últimos en estar listos, pero incluso si el pelirrojo había pensado que se irían de inmediato, el peliazul le había salido con aquello de la terapia. Y ahí estaban, en una posición verdaderamente comprometedora que estaba poniendo a prueba todo autocontrol posible en el pelirrojo.

– Kagami-kun…

– Kuroko… – Murmura medio perdido en pensamientos que ni siquiera procesa. Una de sus manos ha subido por el pecho del peliazul sin acariciar propiamente, pero su roce ha sido más que suficiente para crisparle la piel al más bajo… – Mírame… – Demanda inconscientemente, sujetando el mentón del peliazul como instándole a obedecer. Kuroko gira el rostro ligeramente hacia atrás, su cuerpo en la inercia del movimiento lo hace también.

Se miran a los ojos y reconocen en la mirada del otro un titubeo nervioso y confundido. Hay sentimientos en ambas pupilas, azul contra rojo, agua y fuego. Kagami se inclina, despacio y sin reservas, ansía saborear esa boca rosa pálido. Tiene hambre de sus carnosos labios. Kuroko no se opone en absoluto, se siente absorbido por la intensidad de la mirada rojiza, como si una fuerza superior le atrajera, como si estuviese hipnotizado por sus penetrantes ojos.

El roce llega, sus labios se encuentran en medio de un torbellino de emociones y confusiones. #2 agita la cola con entusiasmo y ladea el rostro observando la escena que le ofrecen sus dueños. Las mejillas de los dos se tinturan de carmín. El roce culmina con velocidad, no hay un beso verdadero o confiado. Pero ha sido más que suficiente para dejar claro que algo sucede entre ellos.


Es temprano, Yukio Kasamatsu ha decidido salir a dar un paseo antes de que los partidos vespertinos de las preliminares iniciaran. Kise ya había amenazado con hacerse presente en el partido de esa tarde entre Seirin y Shutoku, él no tenía pensado acompañarle, pero tenía el presentimiento de que sería arrastrado contra su voluntad. Mientras andaba por los corredores en el Mall pensaba en lo que ha cambiado su vida en los últimos tiempos.

Desde que asumió la capitanía de Kaijo las cosas habían cambiado. Al inicio del año cuando el entrenador le notificó que se uniría al equipo uno de los prodigios de la llamada Generación Milagrosa del baloncesto, él se sintió entusiasmado, no podía siquiera imaginar lo fuertes que serían ahora con uno de aquellos jóvenes en las listas de su escuadra. Pero cuando conoció al famoso Kise Ryota, Kasamatsu casi se arrepintió de su anterior emoción. El muchacho de cabellos rubios y expresivos ojos azules era más infantil que un niño en Kinder con juguetes nuevos exclusivos para él. Bueno, esa imagen se había formado en sus pensamientos.

Tras la típica presentación en el equipo -y su estúpida risa de modelo, según Kasamatsu-, Kise Ryota se convirtió rápidamente en el principal atractivo del equipo, y en cuestión de horas en el chico más popular de la Preparatoria. Las chicas de todos los años suspiraban por el rubio y hacían tal escándalo que honestamente le daba flojera iniciar el entrenamiento. Desde la integración de Kise al equipo, todos los días el gimnasio se llenaba de chicas que llegaban para animarle, hacer mucho ruido, suspirar y lanzar gritos estridentes formando porras de ánimo para el muchacho. Todas y cada una de esas cosas que comenzaron a sacar de sus casillas al Capitán, y probablemente también la razón principal por la que comenzó a establecer esa peculiar amistad con el prodigio.

Al principio les costó mucho entenderse, y básicamente Kasamatsu la pasaba riñéndole y frunciendo el ceño por la cantidad de poses que Kise terminaba haciendo solo para encantar a sus fans. Fangirls que abonaban a la casi nula paciencia que el Capitán podía desplegar tratándose de aquello. Sin embargo, con el pasar de las semanas al único acuerdo mudo a que han llegado es a tratarse como lo hacen, con cero tacto y una impresionante habilidad de parte del mayor para reñir y golpear al rubio. Sus patadas, sus puñetazos al estómago y sus miradas asesinas eran el pan de cada día dentro y fuera de los entrenamientos, tan solo bastaba con que coincidieran en el sitio. Y no era precisamente que Kasamatsu buscara estar en el mismo espacio que Kise fuera de horario de prácticas o partidos. Pero se daban.

– ¡Senpai~! – El rubio le llamó con su escandalosa voz cuando le vio pasar por el Mall. El de ojos azul cromado maldijo su suerte de encontrárselo justo ahí… – ¡Senpai, por aquí!

– Ya te vi, idiota… – Kasamatsu gruñó mirándole con ojos asesinos. El rubio le dio alcance y con sus ojos curiosos se le quedó mirando con una extraña sonrisa boba en la cara… – ¿Qué?

– Senpai está caminando por el Mall, solo a esta hora. ¡Pienso que tendrá una cita! Aunque es algo temprano… – Murmuró más para sí… – Kasamatsu senpai~ por favor no me cambies por una chica… – El rubio dijo dramáticamente, llorando lágrimas de cocodrilo y cubriéndose la cara con sus manos. El mayor le dio un puñetazo en el estómago sin nada de consideración, murmurando algún reclamo entre dientes, sonrojándose por alguna razón… – ¿Si vas a tener una cita?

– ¿Acaso un chico no puede salir a pasear solo? ¡No, no voy a tener una cita! – Exclamó con su habitual malhumor. Chasqueando la lengua y esperando a que el rubio siguiera su camino y le dejara en paz. Ese día en particular lo que menos quería era aguantar la compañía del menor.

Kise sonrió ampliamente, como si la actitud gruñona de Kasamatsu no le importara o se lo tomara como algo natural. Ignoró su comentario y terminó arrastrándole por algunas tiendas, robando la atención de chicas y no tan chicas, e incluso de chicos. Kasamatsu se recordó que después de todo es un modelo, y que es normal que llame la atención. Sintió envidia, no porque él quisiera ser centro de atención también, sino porque la gente podía admirar al rubio en su esplendoroso atractivo y él, tenía que limitarse a ser su Capitán y el que lo golpea cuando va sacándole de sus casillas con su actitud infantil.

– Senpai…

– Tengo que irme, Kise.

– Pero aún es temprano, vamos a seguir mirando senpai~

– No.

Pero de alguna manera, el rubio consiguió lo que quería. Y el día se le fue en compañía del prodigio. El sentimiento en su interior crecía y él, temeroso del punto final al que estaba llevándole, no podía negar que Kise había llegado para convertirse en su perdición.

– ¿Kasamatsu senpai? – El rubio agitó la mano delante de su rostro queriendo llamar su atención.

Cuando el de mirada cromada enfocó de nuevo al rubio, un impulso hizo actuar a su cuerpo, su cerebro probablemente se había desconectado en aquel instante. Para cuando tuvo control de sus acciones, sus labios ya estaban pegados a los de Kise y le tenía atrapado entre el muro y su anatomía, solos en uno de los pasillos que llevan a los sanitarios en aquel piso del Mall.

¿Qué demonios estaba haciendo?



Los nervios y la adrenalina habían llegado puntuales a su cita. El partido preliminar entre Seirin y Shutoku finalmente daría inicio. En los vestidores cada jugador vivía el momento a su manera, Takao ha ido a llamar a Midorima como siempre, descansando su cuerpo contra el marco de la puerta con cierto aire altanero, pícaro inclusive. Midorima no tiene tiempo para estas distracciones, pese a que siempre ha sido bueno ocultando sus reacciones ante la actitud del chico ojos de halcón, hoy no tiene el humor para luchar contra eso, solo debe concentrarse en el partido.

– Shin-chan…

– Ya voy, Takao.

Y sin embargo al pasarle por un lado para salir de los vestidores, Midorima rozó el brazo de Takao y una corriente eléctrica viajó por su espina dorsal. Sería difícil, pero tendría que hacer algo para no dejarse llevar por estas sensaciones.



Continuará……

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