Capítulo 16. Para secretos gordos, soluciones cariñosas
~~*~~
Honestamente no sabe a ciencia cierta cómo
llegó a esto, habían comenzado a
molestarse –como prácticamente siempre–, bueno, Takao se ha metido con Midorima
por principio de cuentas, picándole el orgullo y metiéndose con sus formas de
relacionarse.
– Por eso creo que tú y yo no vamos a hacer
más que besarnos, y eso que es casi solo cuando te lo pido… – Espetó con un
gracioso puchero que solo hizo al ojiverde fruncir el ceño más
pronunciadamente… – No espera, me corregiré, cuando te ando buscando la cara y
casi te amarro a una silla para besarte.
– Esa es una exageración.
– Claro que no lo es, ¿cuándo me has besado
tú por iniciativa propia exceptuando el día que comenzamos a salir?
– Algunas ocasiones más… – Murmuró con tono
hosco, quizá ligeramente avergonzado. Con esa expresión tan suya de enfado que
a Takao francamente no le toma para nada por sorpresa, así que suelta una risa
sórdida y cruzándose de brazos le encara dándose la razón… – ¿Tiene algún
sentido preocuparnos por quién besa a quién?
– Pues claro, si no vienes y me besas voy a
pensar que no te interesa en absoluto. No sé, a lo mejor te has cansado de
esto, o tal vez era una farsa desde el principio.
– Eres tan molesto… – Farfulló el peliverde,
estampándole entonces contra el muro y dejando sus rostros a escasa distancia…
– No soy un emotivo y lo sabes, también me conoces o se supone puesto que
alardeas de eso, así que no te debería de extrañar mi comportamiento.
– Pero siempre soy el que te anda cediendo en
todo, es un poco agotador, ¿sabes? De vez en cuando; no espera, más a menudo,
me gustaría que fueras tú quien demostrara que esto es real. Besarme por
voluntad propia al menos un par de veces al día no debe ser tan difícil si
estás convencido de que yo te gusto.
– Ah, maldición, siempre haciendo todo tan
complicado, Kazunari… – Apenas dijo aquello asaltó los labios de su novio. El
pelinegro jadeó al sentir el contacto profundo viniendo de aquella boca que,
sincerándose interiormente, era jodidamente
adictiva, la forma en que exploraba su interior y se iba robando gramo a
gramo su aliento le producía una profunda satisfacción.
– ¿Joder, hay que rogarte todo Shin-chan? –
El pelinegro sonrió burlón, con esa picardía única que le destilaba en toda la
expresión de su rostro.
– Cállate y no cortes el momento con tus
idioteces.
– ¿Momento? ¿De qué momento exactamente
estamos hablando?
Midorima se ajustó los lentes y con la venita
en la sien palpitándole de molestia, cinchó la cabellera de Takao por la base
de la nuca para ejercer al menos un poco de control. El agarre era firme pero
no lo suficiente como para lastimar al pelinegro, aunque por el brillo de su
mirada el ojiverde tuvo el pensamiento fugaz planteándose la posibilidad de que
a su novio le gustaran las cosas de un modo salvaje.
Pero, para qué perder el tiempo pensando en eso cuando lo único que se le
antoja realmente es besarle y dominarle un poco.
Los besos se sucedieron entonces cada minuto
más hambrientos que el anterior, y más apasionado y confiado, encendiendo esa
chispa que muchas veces antes destelló entre ellos pero que nunca mutaba
porque, como Takao dijo, Midorima solía dar marcha atrás o no seguirle el
jueguito con los besos fogosos. Takao era un volcán en erupción rogando por
explotar, mientras que Midorima era un témpano de hielo sin prisas por
derretirse. Pero a su manera, han conseguido encajar y llegar a ese famoso punto de no retorno en las artes del
amar.
Y entonces estaban justo ahí…
– ¿Estás pensando en
arrepentirte?
– No, estoy pensando
en que si no te callas voy a amordazarte.
– ¿Shin-chan, eres
sádico?
– ¡Mierda! Harás que
me baje la excitación, Takao.
– ¡Ah joder, no! ¡Me ha costado bastante
hacerte entrar en razón! – Takao frunció el ceño aferrándose a la cintura de su
novio con las piernas.
– Cállate de una buena vez.
– No digas cosas que me hagan hablar
entonces.
Midorima resopló frustrado. Dejó sus anteojos
por ahí en algún sitio de su dormitorio –benditas locuras de adolescente, ir a
montárselo justamente en su casa, como sus padres llegaran– y decidió cumplir
su amenaza, con la corbata de su uniforme escolar amordazó a un Takao que, sin
mayor asombro, se dejó hacer.
– Eres un maldito masoquista, Kazunari… –
Midorima se permitió sonreír entonces, porque la vista de Takao en
calzoncillos, ligeramente sudado, amordazado y con mirada lujuriosa sumiso en
su cama le producía una excitación que nunca antes experimentó. Aunque bueno,
él no era precisamente un ente que tuviese esa clase de pensamientos o deseos.
De pronto la rodilla de Takao ascendió
perfilada entre sus piernas, alcanzando la entrepierna de Midorima, rozándole y
arrancándole un ronco gemido. Los ojos verdes destellaron la misma lujuria de
las negras pupilas que continuaban ancladas a su persona.
~*~
Hyuga ha pensado mucho al respecto, cómo
aclarar las cosas con Riko, cómo recuperar la confianza con Kiyoshi, cómo disculparse
con Izuki. De camino a la escuela ha venido quebrándose la cabeza por esto.
Preguntándose si ha valido la pena fracturar la confianza con sus amigos,
decepcionar a la chica de quien está enamorado y todo por un pequeño desliz de
confusión que destelló impulsivamente en sus ojos.
Besar a Kiyoshi había sido un error. Un
absurdo atontamiento de sus sentidos y una acción que hirió a cuatro personas,
él incluido. Hyuga tiene más que claros sus sentimientos, quizá lo eran desde
siempre, el impulso inconsciente y egoísta de su cuerpo al besar a Kiyoshi ha
resultado más como una espinita del pasado que le estuvo molestando
silenciosamente todos los días desde que supo del noviazgo entre Izuki y
Kiyoshi. Celos sí, pero no celos románticos, sino celos posesivos de un amigo
que todo ese tiempo desde que le conoce ha luchado contra su propio carácter
sin ser capaz de expresar afectivamente su aprecio por el corazón de hierro. Un cariño de amistad que le hizo realizar un
acto penoso y lastimero.
Hablar con Izuki le parece entonces la más
justa de las decisiones. Luego hará lo propio con Kiyoshi y finalmente lo
intentará con Riko. Después de todo necesita hacer lo correcto por sus amigos y
tener su conciencia tranquila, lo suficiente para buscar el perdón que más
falta le hace, el del amor de su vida. Así que le envía un texto al chico ojo de águila para citarle en la azotea
antes de iniciar las clases, Izuki responde afirmativamente, escueto pero al
menos acepta. Hyuga suelta el aire, se truena el cuello y antes que dirigirse
siquiera al aula de clases sube a la azotea a esperar. Un par de minutos
después llega Izuki, es difícil sostenerle siquiera la mirada, pero lo hace.
– Hey, qué tal. Mh, yo…
– ¿Qué quieres hablar conmigo, Hyuga?
– Pues… – Exhala nuevamente y decide
relajarse. Todo lo que necesita hacer es franco y directo. Izuki apreciará eso…
– Quiero disculparme sinceramente por lo sucedido con Kiyoshi. Él no tenía ni
idea, ni quería que pasara lo que pasó.
– Se besaron, Hyuga. Te besaste con mi novio,
teniendo novia también.
– Lo sé. Lo siento. Sé que eso no es
suficiente. Pero, Kiyoshi no me besó, de verdad él no lo hizo, te digo que él
no quería eso, ha sido una estupidez de mi parte. Él te ama, no hay duda acerca
de eso.
– ¿Por qué me dices esto, Hyuga?
– ¡Porque no quiero ver cómo se destruye lo
suyo por mi culpa! Kiyoshi te ama, tú lo amas a él, por favor dale otra
oportunidad. Sé que él intentó explicarte, salió corriendo detrás de ti en ése
instante, y aunque no hemos hablado, es claro que… que… mi estúpido egoísmo los
hirió. Por eso, por favor créeme Izuki, Kiyoshi no tuvo nada qué ver, todo fue
mi culpa.
– Kiyoshi y yo estamos bien ahora. Pero yo
aún me siento herido por ti, me tomará un poco volver a confiar en ti como
amigo Hyuga. De todas maneras te agradezco que me dijeras esto. Acepto tus
disculpas. Me voy primero.
Izuki dio media vuelta internándose en las
escaleras, Hyuga se quedó con un extraño sentimiento de alivio y soledad. Izuki
ha estado con él mucho antes que Kiyoshi, y casi le parece que recién se
percata de ello, la amistad con el chico ojo
de águila puede no haberle parecido tan estrecha como la que ha mantenido
con Kiyoshi, pero ha sido sin duda uno de los pilares en que se ha apoyado
siempre.
– Paso a paso, hasta recuperar todo lo que
teníamos… – Se convence a sí mismo y decide emprender el camino a clases
también.
--//--
Kiyoshi saluda a Izuki con una sonrisa,
parece tímido y reservado al principio, casi como si le estuviese preguntando
si en verdad estaba bien volver a actuar como antes. Izuki le sonríe de vuelta,
y al sentarse en su sitio escribe una notita para su novio. La sonrisa de
Kiyoshi se ensancha al instante y sus mejillas se colorean. Están bien, cual si
estuviesen empezando de cero.
Hyuga se percata del intercambio entre los
dos y sonríe, le alivia saber que en realidad ellos no habrían dejado colapsar
su amor por nada. De igual manera le aligeró un poco las culpas haber hablado
con Izuki.
– Tienes mirada serena hoy, Hyuga-kun.
– R-Riko… – Al girarse se encuentra con la
cara sonriente de la castaña.
– Es bueno verles juntos otra vez, ¿no?
– Perfecto.
– Kuroko y Kagami no vendrán hoy a clases.
– ¿Por qué?
– Chequeo médico.
– Oh.
– Les he dicho que pueden tomarse el día
juntos, así que Kagami tampoco está obligado a venir al entrenamiento.
– Está bien.
– Bien… – La castaña dio una palmadita en el
hombro al Capitán y decidió ir a su lugar, la butaca del frente.
– ¿Riko?
– Mh…
– ¿Puedo acompañarte a tu casa esta tarde?
La castaña asintió sin dejar esa sonrisa que
tranquilamente se desliza en sus labios. Hyuga ha aprecia esta sonrisa muchas
ocasiones desde que la conoce, pero casi le parece la primera vez que realmente
la valora con un destello del corazón.
~*~
Sakurai se mira al espejo, el torso desnudo y
un pequeño bulto en la tripa que comienza a ser notorio. Suspira y se pregunta
si ya será tiempo de decírselo a Aomine, teme un poco su reacción, más que nada
porque vaya a pensar que usó aquel truco
para retenerle a su lado.
– Claro que no tenía idea de que podía
embarazarme, si lo hubiese sabido nos habríamos cuidado… – Y es que no se trata
de que no sepa sobre métodos anticonceptivos o la efectividad de la
abstinencia, solo que renunciar a su virginidad por el gusto de entregarse a
Aomine ha sido mucho más fuerte que cualquier rastro de autocontrol.
Un sonrojo explotó en las mejillas del
castaño al recordar la forma en que el moreno recorría su cuerpo haciéndole
estremecer de pies a cabeza. Agitó la cabeza de un lado a otro y se apresuró a
salir de su casa.
Aomine no es el chico más romántico ni cariñoso
sobre la faz de la tierra. De hecho no llega ni a la media, pero se esfuerza
por ser menos bestia y no intentar despedazar a todo aquel pobre cristiano
que se atreve –inocentemente– en posar su mirada sobre Sakurai. Digamos que el
aura posesiva le limita el tacto y lo convierta prácticamente en un
cavernícola. Pero al menos hace sus intentos, por eso está ahí, fuera de la
casa de su novio esperándole para irse juntos a la escuela. Y de paso
preguntarle, lo más sutilmente posible dentro de su rango de sutileza –casi
nulo, por cierto– qué narices le pasa que anda con esos cambios de humor que
hasta le han dado el valor de abofetearlo.
– ¡Aomine-senpai! ¿Q-qué hace aquí?
– Vine por ti, obviamente.
– ¡Lo siento!
– No empieces con eso, Ryo idiota.
– ¡Lo…! – El castaño ocultó el rostro
farfullando las palabras por lo bajo. El moreno tomó su bolso y lo cargó junto
al suyo en su propio hombro… – No tienes que molestarte, puedo llevarlo yo.
– Lo llevo, y punto.
– Está bien… – Sakurai sonrió un poco, feliz
de que el moreno fuese así con él aunque pareciera demasiado bueno para ser
verdad. Luego notó que sus manos se rozaban al andar y se sintió tontamente
enamorado, imaginándose que se tomaban las manos o que quizá le abrazaba por la
cintura.
– Oye, Ryo…
– ¿Sí?
– Pues… – El moreno se rascó torpemente la
nuca… – Me preguntaba, qué dije tan malo el otro día para que me abofetearas… –
Instantáneamente otro sonrojo cubrió el rostro del castaño.
– ¡Lo siento!
– Te dije que no comenzaras con eso. Explícame.
– Aomine –senpai insinuó que estoy
engordando.
– Solo me dio la impresión de que la ropa se
te ciñe diferente al cuerpo.
– ¿Notas eso?
– Por supuesto. Te observo todo el tiempo. Y
ciertamente que has estado comiendo más de lo habitual. Satsuki dice que es
normal, y hasta Imayoshi parece que sabe algo porque siempre anda defendiendo
que no coma de tu almuerzo.
– Ah pues… Aomine-senpai, no sé si vas a
molestarte al saberlo.
– ¿Ah?
– Solo dilo.
– Estoy embarazado.
– ¿Qué?
~*~
Desde que Kise mencionó el matrimonio,
Kasamatsu no ha parado de darle vueltas al asunto. No es que le desagrade la
idea de casarse, solamente piensa que todo ha sido demasiado rápido y abrupto.
Salir con Kise, el embarazo de Kise, casarse con Kise –próximamente–.
– Joder, todo a quemaropa. Definitivamente tenemos que hablar con nuestros padres.
¿Antes o después de proponerle matrimonio?
– Digo que a Kise Ryota le gustaría antes del
matrimonio, así Kasamatsu Yukio podrá pedir
formalmente al modelo con sus padres.
La voz del rubio le sorprende, que haya
escuchado justamente aquella parte de su soliloquio le genera la típica mezcla
de molestia con vergüenza.
~*~
Kuroko y Kagami viven su mundo rosa, son todo
miel sobre hojuelas y nubes de algodón azucarado. La llevan bien y se
demuestran su amor sin límites. Aunque el Sr. Kuroko sigue un poco reacio a la
relación de su hijo con el pelirrojo, ya le recibe con amabilidad y le hace
alguna que otra pregunta.
– Significa que te ha aceptado como mi novio,
Taiga.
– De todas maneras me da un poco de nervios
cuando tu papá está en casa.
El peliazul sonrió dando un beso dulce a su
pelirrojo novio, que seguía peleándose con el instructivo de esa cuna que han
recibido como obsequio adelantado de parte de los Sres. Kuroko.
– ¿Te echo una mano? – El más bajo preguntó,
viendo el ceño fruncido de su novio pronunciarse tras cada línea que leía.
– He estado leyendo tanto las instrucciones
en inglés como en japonés y sigo sin entender una mierda de nada… – Escupe de
mala gana, entregándole los papeles a su novio y levantándose por ese vaso de
agua que acababa de llevarle.
– Veamos, puede ser que…
Kagami se perdió al instante, un rayo de sol
crepuscular se colaba por la ventana y le daba al rostro de Kuroko un aura
diferente, casi mágica. Le pareció ver a la criatura más hermosa sobre la faz
de la tierra, cual si se tratara de una revelación. La forma en que su cabello
azulado cae sobre su frente o en la base de su nuca, meciéndose apenas
suavemente por el cálido aire de primavera, el destello nacarado que danza en
el fondo de sus cuencas azul océano o la manea en que motea su blanca piel.
– ¿Taiga? ¿Taiga, estás escuchándome?
– ¿Q-qué? Lo siento, me distraje.
– Obviamente. En qué estabas pensando.
– En nada… – El pelirrojo responde, una de
las finas cejas azules se eleva delicadamente con inquisición… – En serio, cómo
puedo pensar en nada cuando solo con mirarte así de hermoso se me funden las
neuronas… – Las mejillas del más bajo se ruborizaron, pero casi al mismo tiempo
una risita cantarina nació de los labios del peliazul.
– De alguna manera, es una de las cosas más
románticas que has dicho, Taiga.
– ¿De alguna manera? Oye, siempre he sido
romántico, Tetsuya.
– Tienes tus días.
– ¿Estás provocándome?
– Tal vez.
– Chico malo.
– ¿Vas a castigarme?
– Duramente, Tetsuya… – El pelirrojo se
inclinó sobre su cuerpo, besándole con infinita ternura, acariciándole
suavemente la tripa de rebosantes seis meses de gestación.
Tan hermoso, tan perfecto. Tan de los dos.
~*~
Kiyoshi sujeta la mano de Izuki con lentitud,
por si su toque le resulta incómodo o no lo quiere aún. Entonces los delgados
dedos del chico ojo de águila le
aprietan con fuerza mientras busca su mirada.
– Está bien, estar contigo es lo que quiero.
No dejes de demostrarme que no ha sido una equivocación de mi tonto corazón.
– Solo quiero ir paso a paso, asegurarme
justamente de que nada te haga cambiar de opinión, Shun… – Dice con sinceridad
y agachándose hasta la altura de su novio le besa corto los labios. El
entrenamiento ha sido arduo como siempre, pero por alguna razón Riko bajó el
ritmo para Izuki, aquello le pinchaba la curiosidad demasiado, pero no tenía
forma de preguntar así nada más.
– ¿Sucede algo?
– Nada. ¿Quieres ir a cenar?
– Sí. En realidad tengo antojo de comida
picante.
– ¿Algún sitio en particular?
– Donde quieras ir, Teppei… – La sonrisa
emocionada del chico ojo de águila
dio valor al más alto.
– Shun, ¿por qué Riko comenzó a reducir tu
ritmo de entrenamiento como cuando Kuroko le dijo que estaba embarazado? – Al
instante el muchacho palideció. Aquella reacción por sí sola le dijo mucho al corazón de hierro… – Shun.
– Yo… quería decirte, pero… yo…
– Shun, ¿vamos a ser papás? – El de ojos
rasgados asintió… – ¿En serio?
– Sí.
– ¡Eso es increíble! – Kiyoshi le cargó en
brazos dando un par de vueltas con él. Sonriendo emocionado… – Increíble. Dios,
te amo Shun Izuki, te amo.
– ¿Estás feliz?
– Por supuesto.
– No sabía cómo te lo tomarías.
– Cómo más, si te amo Shun… – Se besaron
entonces con suma calma, ahí en medio de la calle porque nada más que ellos dos
se importaban en ese instante.
Después de todo, van a ser padres.
Continuará……
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