lunes, 16 de julio de 2018

Entrenando a Otosan. Capítulo 16


Capítulo 16. Para secretos gordos, soluciones cariñosas
~~*~~


Honestamente no sabe a ciencia cierta cómo llegó a esto, habían comenzado a molestarse –como prácticamente siempre–, bueno, Takao se ha metido con Midorima por principio de cuentas, picándole el orgullo y metiéndose con sus formas de relacionarse.

– Por eso creo que tú y yo no vamos a hacer más que besarnos, y eso que es casi solo cuando te lo pido… – Espetó con un gracioso puchero que solo hizo al ojiverde fruncir el ceño más pronunciadamente… – No espera, me corregiré, cuando te ando buscando la cara y casi te amarro a una silla para besarte.

– Esa es una exageración.


– Claro que no lo es, ¿cuándo me has besado tú por iniciativa propia exceptuando el día que comenzamos a salir?

– Algunas ocasiones más… – Murmuró con tono hosco, quizá ligeramente avergonzado. Con esa expresión tan suya de enfado que a Takao francamente no le toma para nada por sorpresa, así que suelta una risa sórdida y cruzándose de brazos le encara dándose la razón… – ¿Tiene algún sentido preocuparnos por quién besa a quién?

– Pues claro, si no vienes y me besas voy a pensar que no te interesa en absoluto. No sé, a lo mejor te has cansado de esto, o tal vez era una farsa desde el principio.

– Eres tan molesto… – Farfulló el peliverde, estampándole entonces contra el muro y dejando sus rostros a escasa distancia… – No soy un emotivo y lo sabes, también me conoces o se supone puesto que alardeas de eso, así que no te debería de extrañar mi comportamiento.

– Pero siempre soy el que te anda cediendo en todo, es un poco agotador, ¿sabes? De vez en cuando; no espera, más a menudo, me gustaría que fueras tú quien demostrara que esto es real. Besarme por voluntad propia al menos un par de veces al día no debe ser tan difícil si estás convencido de que yo te gusto.

– Ah, maldición, siempre haciendo todo tan complicado, Kazunari… – Apenas dijo aquello asaltó los labios de su novio. El pelinegro jadeó al sentir el contacto profundo viniendo de aquella boca que, sincerándose interiormente, era jodidamente adictiva, la forma en que exploraba su interior y se iba robando gramo a gramo su aliento le producía una profunda satisfacción.

– ¿Joder, hay que rogarte todo Shin-chan? – El pelinegro sonrió burlón, con esa picardía única que le destilaba en toda la expresión de su rostro.

– Cállate y no cortes el momento con tus idioteces.

– ¿Momento? ¿De qué momento exactamente estamos hablando?

Midorima se ajustó los lentes y con la venita en la sien palpitándole de molestia, cinchó la cabellera de Takao por la base de la nuca para ejercer al menos un poco de control. El agarre era firme pero no lo suficiente como para lastimar al pelinegro, aunque por el brillo de su mirada el ojiverde tuvo el pensamiento fugaz planteándose la posibilidad de que a su novio le gustaran las cosas de un modo salvaje. Pero, para qué perder el tiempo pensando en eso cuando lo único que se le antoja realmente es besarle y dominarle un poco.

Los besos se sucedieron entonces cada minuto más hambrientos que el anterior, y más apasionado y confiado, encendiendo esa chispa que muchas veces antes destelló entre ellos pero que nunca mutaba porque, como Takao dijo, Midorima solía dar marcha atrás o no seguirle el jueguito con los besos fogosos. Takao era un volcán en erupción rogando por explotar, mientras que Midorima era un témpano de hielo sin prisas por derretirse. Pero a su manera, han conseguido encajar y llegar a ese famoso punto de no retorno en las artes del amar.

Y entonces estaban justo ahí…

– ¿Estás pensando en arrepentirte?

– No, estoy pensando en que si no te callas voy a amordazarte.

– ¿Shin-chan, eres sádico?

– ¡Mierda! Harás que me baje la excitación, Takao.


– ¡Ah joder, no! ¡Me ha costado bastante hacerte entrar en razón! – Takao frunció el ceño aferrándose a la cintura de su novio con las piernas.

– Cállate de una buena vez.

– No digas cosas que me hagan hablar entonces.

Midorima resopló frustrado. Dejó sus anteojos por ahí en algún sitio de su dormitorio –benditas locuras de adolescente, ir a montárselo justamente en su casa, como sus padres llegaran– y decidió cumplir su amenaza, con la corbata de su uniforme escolar amordazó a un Takao que, sin mayor asombro, se dejó hacer.

– Eres un maldito masoquista, Kazunari… – Midorima se permitió sonreír entonces, porque la vista de Takao en calzoncillos, ligeramente sudado, amordazado y con mirada lujuriosa sumiso en su cama le producía una excitación que nunca antes experimentó. Aunque bueno, él no era precisamente un ente que tuviese esa clase de pensamientos o deseos.

De pronto la rodilla de Takao ascendió perfilada entre sus piernas, alcanzando la entrepierna de Midorima, rozándole y arrancándole un ronco gemido. Los ojos verdes destellaron la misma lujuria de las negras pupilas que continuaban ancladas a su persona.


~*~

Hyuga ha pensado mucho al respecto, cómo aclarar las cosas con Riko, cómo recuperar la confianza con Kiyoshi, cómo disculparse con Izuki. De camino a la escuela ha venido quebrándose la cabeza por esto. Preguntándose si ha valido la pena fracturar la confianza con sus amigos, decepcionar a la chica de quien está enamorado y todo por un pequeño desliz de confusión que destelló impulsivamente en sus ojos.

Besar a Kiyoshi había sido un error. Un absurdo atontamiento de sus sentidos y una acción que hirió a cuatro personas, él incluido. Hyuga tiene más que claros sus sentimientos, quizá lo eran desde siempre, el impulso inconsciente y egoísta de su cuerpo al besar a Kiyoshi ha resultado más como una espinita del pasado que le estuvo molestando silenciosamente todos los días desde que supo del noviazgo entre Izuki y Kiyoshi. Celos sí, pero no celos románticos, sino celos posesivos de un amigo que todo ese tiempo desde que le conoce ha luchado contra su propio carácter sin ser capaz de expresar afectivamente su aprecio por el corazón de hierro. Un cariño de amistad que le hizo realizar un acto penoso y lastimero.

Hablar con Izuki le parece entonces la más justa de las decisiones. Luego hará lo propio con Kiyoshi y finalmente lo intentará con Riko. Después de todo necesita hacer lo correcto por sus amigos y tener su conciencia tranquila, lo suficiente para buscar el perdón que más falta le hace, el del amor de su vida. Así que le envía un texto al chico ojo de águila para citarle en la azotea antes de iniciar las clases, Izuki responde afirmativamente, escueto pero al menos acepta. Hyuga suelta el aire, se truena el cuello y antes que dirigirse siquiera al aula de clases sube a la azotea a esperar. Un par de minutos después llega Izuki, es difícil sostenerle siquiera la mirada, pero lo hace.

– Hey, qué tal. Mh, yo…

– ¿Qué quieres hablar conmigo, Hyuga?

– Pues… – Exhala nuevamente y decide relajarse. Todo lo que necesita hacer es franco y directo. Izuki apreciará eso… – Quiero disculparme sinceramente por lo sucedido con Kiyoshi. Él no tenía ni idea, ni quería que pasara lo que pasó.

– Se besaron, Hyuga. Te besaste con mi novio, teniendo novia también.

– Lo sé. Lo siento. Sé que eso no es suficiente. Pero, Kiyoshi no me besó, de verdad él no lo hizo, te digo que él no quería eso, ha sido una estupidez de mi parte. Él te ama, no hay duda acerca de eso.

– ¿Por qué me dices esto, Hyuga?

– ¡Porque no quiero ver cómo se destruye lo suyo por mi culpa! Kiyoshi te ama, tú lo amas a él, por favor dale otra oportunidad. Sé que él intentó explicarte, salió corriendo detrás de ti en ése instante, y aunque no hemos hablado, es claro que… que… mi estúpido egoísmo los hirió. Por eso, por favor créeme Izuki, Kiyoshi no tuvo nada qué ver, todo fue mi culpa.

– Kiyoshi y yo estamos bien ahora. Pero yo aún me siento herido por ti, me tomará un poco volver a confiar en ti como amigo Hyuga. De todas maneras te agradezco que me dijeras esto. Acepto tus disculpas. Me voy primero.

Izuki dio media vuelta internándose en las escaleras, Hyuga se quedó con un extraño sentimiento de alivio y soledad. Izuki ha estado con él mucho antes que Kiyoshi, y casi le parece que recién se percata de ello, la amistad con el chico ojo de águila puede no haberle parecido tan estrecha como la que ha mantenido con Kiyoshi, pero ha sido sin duda uno de los pilares en que se ha apoyado siempre.

– Paso a paso, hasta recuperar todo lo que teníamos… – Se convence a sí mismo y decide emprender el camino a clases también.

--//--

Kiyoshi saluda a Izuki con una sonrisa, parece tímido y reservado al principio, casi como si le estuviese preguntando si en verdad estaba bien volver a actuar como antes. Izuki le sonríe de vuelta, y al sentarse en su sitio escribe una notita para su novio. La sonrisa de Kiyoshi se ensancha al instante y sus mejillas se colorean. Están bien, cual si estuviesen empezando de cero.

Hyuga se percata del intercambio entre los dos y sonríe, le alivia saber que en realidad ellos no habrían dejado colapsar su amor por nada. De igual manera le aligeró un poco las culpas haber hablado con Izuki.

– Tienes mirada serena hoy, Hyuga-kun.

– R-Riko… – Al girarse se encuentra con la cara sonriente de la castaña.

– Es bueno verles juntos otra vez, ¿no?

– Perfecto.

– Kuroko y Kagami no vendrán hoy a clases.

– ¿Por qué?

– Chequeo médico.

– Oh.

– Les he dicho que pueden tomarse el día juntos, así que Kagami tampoco está obligado a venir al entrenamiento.

– Está bien.

– Bien… – La castaña dio una palmadita en el hombro al Capitán y decidió ir a su lugar, la butaca del frente.

– ¿Riko?

– Mh…

– ¿Puedo acompañarte a tu casa esta tarde?

La castaña asintió sin dejar esa sonrisa que tranquilamente se desliza en sus labios. Hyuga ha aprecia esta sonrisa muchas ocasiones desde que la conoce, pero casi le parece la primera vez que realmente la valora con un destello del corazón.


~*~

Sakurai se mira al espejo, el torso desnudo y un pequeño bulto en la tripa que comienza a ser notorio. Suspira y se pregunta si ya será tiempo de decírselo a Aomine, teme un poco su reacción, más que nada porque vaya a pensar que usó aquel truco para retenerle a su lado.

– Claro que no tenía idea de que podía embarazarme, si lo hubiese sabido nos habríamos cuidado… – Y es que no se trata de que no sepa sobre métodos anticonceptivos o la efectividad de la abstinencia, solo que renunciar a su virginidad por el gusto de entregarse a Aomine ha sido mucho más fuerte que cualquier rastro de autocontrol.

Un sonrojo explotó en las mejillas del castaño al recordar la forma en que el moreno recorría su cuerpo haciéndole estremecer de pies a cabeza. Agitó la cabeza de un lado a otro y se apresuró a salir de su casa.

Aomine no es el chico más romántico ni cariñoso sobre la faz de la tierra. De hecho no llega ni a la media, pero se esfuerza por ser menos bestia y no intentar despedazar a todo aquel pobre cristiano que se atreve –inocentemente– en posar su mirada sobre Sakurai. Digamos que el aura posesiva le limita el tacto y lo convierta prácticamente en un cavernícola. Pero al menos hace sus intentos, por eso está ahí, fuera de la casa de su novio esperándole para irse juntos a la escuela. Y de paso preguntarle, lo más sutilmente posible dentro de su rango de sutileza –casi nulo, por cierto– qué narices le pasa que anda con esos cambios de humor que hasta le han dado el valor de abofetearlo.

– ¡Aomine-senpai! ¿Q-qué hace aquí?

– Vine por ti, obviamente.

– ¡Lo siento!

– No empieces con eso, Ryo idiota.

– ¡Lo…! – El castaño ocultó el rostro farfullando las palabras por lo bajo. El moreno tomó su bolso y lo cargó junto al suyo en su propio hombro… – No tienes que molestarte, puedo llevarlo yo.

– Lo llevo, y punto.

– Está bien… – Sakurai sonrió un poco, feliz de que el moreno fuese así con él aunque pareciera demasiado bueno para ser verdad. Luego notó que sus manos se rozaban al andar y se sintió tontamente enamorado, imaginándose que se tomaban las manos o que quizá le abrazaba por la cintura.

– Oye, Ryo…

– ¿Sí?

– Pues… – El moreno se rascó torpemente la nuca… – Me preguntaba, qué dije tan malo el otro día para que me abofetearas… – Instantáneamente otro sonrojo cubrió el rostro del castaño.

– ¡Lo siento!

– Te dije que no comenzaras con eso. Explícame.

– Aomine –senpai insinuó que estoy engordando.

– Solo me dio la impresión de que la ropa se te ciñe diferente al cuerpo.

– ¿Notas eso?

– Por supuesto. Te observo todo el tiempo. Y ciertamente que has estado comiendo más de lo habitual. Satsuki dice que es normal, y hasta Imayoshi parece que sabe algo porque siempre anda defendiendo que no coma de tu almuerzo.

– Ah pues… Aomine-senpai, no sé si vas a molestarte al saberlo.

– ¿Ah?

– Solo dilo.

– Estoy embarazado.

– ¿Qué?


~*~

Desde que Kise mencionó el matrimonio, Kasamatsu no ha parado de darle vueltas al asunto. No es que le desagrade la idea de casarse, solamente piensa que todo ha sido demasiado rápido y abrupto. Salir con Kise, el embarazo de Kise, casarse con Kise –próximamente–.

– Joder, todo a quemaropa. Definitivamente tenemos que hablar con nuestros padres. ¿Antes o después de proponerle matrimonio?

– Digo que a Kise Ryota le gustaría antes del matrimonio, así Kasamatsu Yukio podrá pedir formalmente al modelo con sus padres.

La voz del rubio le sorprende, que haya escuchado justamente aquella parte de su soliloquio le genera la típica mezcla de molestia con vergüenza.


~*~

Kuroko y Kagami viven su mundo rosa, son todo miel sobre hojuelas y nubes de algodón azucarado. La llevan bien y se demuestran su amor sin límites. Aunque el Sr. Kuroko sigue un poco reacio a la relación de su hijo con el pelirrojo, ya le recibe con amabilidad y le hace alguna que otra pregunta.

– Significa que te ha aceptado como mi novio, Taiga.

– De todas maneras me da un poco de nervios cuando tu papá está en casa.

El peliazul sonrió dando un beso dulce a su pelirrojo novio, que seguía peleándose con el instructivo de esa cuna que han recibido como obsequio adelantado de parte de los Sres. Kuroko.

– ¿Te echo una mano? – El más bajo preguntó, viendo el ceño fruncido de su novio pronunciarse tras cada línea que leía.

– He estado leyendo tanto las instrucciones en inglés como en japonés y sigo sin entender una mierda de nada… – Escupe de mala gana, entregándole los papeles a su novio y levantándose por ese vaso de agua que acababa de llevarle.

– Veamos, puede ser que…

Kagami se perdió al instante, un rayo de sol crepuscular se colaba por la ventana y le daba al rostro de Kuroko un aura diferente, casi mágica. Le pareció ver a la criatura más hermosa sobre la faz de la tierra, cual si se tratara de una revelación. La forma en que su cabello azulado cae sobre su frente o en la base de su nuca, meciéndose apenas suavemente por el cálido aire de primavera, el destello nacarado que danza en el fondo de sus cuencas azul océano o la manea en que motea su blanca piel.

– ¿Taiga? ¿Taiga, estás escuchándome?

– ¿Q-qué? Lo siento, me distraje.

– Obviamente. En qué estabas pensando.

– En nada… – El pelirrojo responde, una de las finas cejas azules se eleva delicadamente con inquisición… – En serio, cómo puedo pensar en nada cuando solo con mirarte así de hermoso se me funden las neuronas… – Las mejillas del más bajo se ruborizaron, pero casi al mismo tiempo una risita cantarina nació de los labios del peliazul.

– De alguna manera, es una de las cosas más románticas que has dicho, Taiga.

– ¿De alguna manera? Oye, siempre he sido romántico, Tetsuya.

– Tienes tus días.

– ¿Estás provocándome?

– Tal vez.

– Chico malo.

– ¿Vas a castigarme?

– Duramente, Tetsuya… – El pelirrojo se inclinó sobre su cuerpo, besándole con infinita ternura, acariciándole suavemente la tripa de rebosantes seis meses de gestación.

Tan hermoso, tan perfecto. Tan de los dos.


~*~

Kiyoshi sujeta la mano de Izuki con lentitud, por si su toque le resulta incómodo o no lo quiere aún. Entonces los delgados dedos del chico ojo de águila le aprietan con fuerza mientras busca su mirada.

– Está bien, estar contigo es lo que quiero. No dejes de demostrarme que no ha sido una equivocación de mi tonto corazón.

– Solo quiero ir paso a paso, asegurarme justamente de que nada te haga cambiar de opinión, Shun… – Dice con sinceridad y agachándose hasta la altura de su novio le besa corto los labios. El entrenamiento ha sido arduo como siempre, pero por alguna razón Riko bajó el ritmo para Izuki, aquello le pinchaba la curiosidad demasiado, pero no tenía forma de preguntar así nada más.

– ¿Sucede algo?

– Nada. ¿Quieres ir a cenar?

– Sí. En realidad tengo antojo de comida picante.

– ¿Algún sitio en particular?

– Donde quieras ir, Teppei… – La sonrisa emocionada del chico ojo de águila dio valor al más alto.

– Shun, ¿por qué Riko comenzó a reducir tu ritmo de entrenamiento como cuando Kuroko le dijo que estaba embarazado? – Al instante el muchacho palideció. Aquella reacción por sí sola le dijo mucho al corazón de hierro… – Shun.

– Yo… quería decirte, pero… yo…

– Shun, ¿vamos a ser papás? – El de ojos rasgados asintió… – ¿En serio?

– Sí.

– ¡Eso es increíble! – Kiyoshi le cargó en brazos dando un par de vueltas con él. Sonriendo emocionado… – Increíble. Dios, te amo Shun Izuki, te amo.

– ¿Estás feliz?

– Por supuesto.

– No sabía cómo te lo tomarías.

– Cómo más, si te amo Shun… – Se besaron entonces con suma calma, ahí en medio de la calle porque nada más que ellos dos se importaban en ese instante.

Después de todo, van a ser padres.


Continuará……

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Disculpen las molestias, pero se eliminaran los comentarios con contenido de otras parajes fuera de las que se abordan en este blog, esperamos su comprensión