“Llegó a un claro de hierba, con la luz del cielo
bajo y gris intensificándose y, tras la cercanía del bosque, le pareció
precioso ver la hierba brillando con la lluvia fina”
Fragmento
“El Don del Lobo” de Anne Rice
Capítulo
18. PROHIBIDO
~*~
Kiyoshi
jadeó alterado cuando los delicados dedos de Izuki tantearon el contorno de su
cuello mientras él le mordisqueaba la clavícula. Estaba actuando como bestia en
celo, marcando sin reservas la piel del otro, y el chico ojo de águila estaba colaborando con su instinto, quizá tan
impaciente y desesperado como él mismo. Ambos emitían esa aura desesperada por
el placer.
Para
Izuki lo mejor era parar con esto,
pero eso solo se lo decía su mente inquieta y confusa, temerosa de una realidad
que se negaba a ver, muy probablemente porque el propio licántropo no le ha
hablado con la claridad que él necesita. Kiyoshi no estaba pensando,
honestamente solo estaba obedeciendo a su instinto y éste le mandaba hacerse
del delicado cuerpo del Ángel como si
la vida le fuese a depender de ello.
El
licántropo le levanta en vilo sin despegar su boca de la ajena, es adictiva y
tiene un sabor diferente al de antes. Sabe a miedo e inseguridades, sabe a
lujuria y necesidad, sabe a deseo y amor. Los labios del Ángel son exquisitos a pesar de todo, de hecho son lo más delicioso
que ha probado nunca, incluso si lo comparase con todos esos besos que le pudo
dar antes, esto era lo mejor. Una parte de su mente le decía que se debía a que
él mismo acababa de soltar las ataduras del pasado; la más cercana a la
conciencia, la que no escuchaba a su
instinto, estaba ignorando aquellos desesperados gritos de amor incondicional.
—
Kiyoshi… — Jadeó el chico ojo de águila
cuando los colmillos caninos mordisquearon la línea de su cuello sin llegar a
herirle, apenas dejando la estela blanca de su paso.
—
Quiero morderte, Izuki… — Gimió con voz ronca el licántropo, deseoso de
morderlo con fuerza, de enterrar sus colmillos en él y marcarlo. Pero claro, morder
de verdad al Ángel haría más que
solamente dejarle la marca de sus colmillos, podría suceder cualquier cosa,
incluso transformarlo.
—
Hazlo, Kiyoshi.
—
No. No sabemos lo que podría pasar si te muerdo de verdad.
—
Pero…
—
No… — Aseveró con tono ronco, y la firmeza en su mirada fue suficiente para que
el menor insistiera siquiera en el tema.
Por
un momento casi habían perdido la chispa
de la pasión, pero aquella necesidad por complacer el deseo mutuo de la unión
de sus cuerpos era tan irreverente que el mundo podría caerse a pedazos y ellos
todavía sentirían ese apremio por aparearse.
Kiyoshi
tumbó a Izuki en el sofá de la estancia, rompió un beso más y lamió los labios
del chico ojo de águila, notándolos
rojos y ligeramente hinchados por la fuerza con que ha estado presionando los
suyos contra ellos, por hablar de lo más dócil de sus actos en los últimos
instantes. Lentamente coló su mano entre la camiseta de botones del menor,
importándole poco si los rasgaba para tener acceso al blanquecino pecho de su amante. Rozó con la yema de uno de sus
dedos el pezón de Izuki y éste respondió con un estremecimiento y un jadeo,
acompañados estos de una intensa mirada que marcaba un brillo irreverente en
los ojos grises del menor. El licántropo apartó la prenda para llevar su lengua
ávida al montecito rosado aquél que se le antojaba como una fruta prohibida y
exótica que solo afortunados labios
podían tocar.
—
Ahh~ — Izuki jadeó un poco más alterado, revolviendo las piernas
inconscientemente mientras sentía su erección crecer dentro de sus pantalones.
Erección
que no tardó en ser alcanzada por la diestra del licántropo, cuyos dedos ágiles
apartaron la molesta prisión de los jeans, tomando con su mano el tronco lo
acarició hasta llegar a la base, donde jugó sin miramientos con los testículos.
Luego volvió a subir por la extensión, revelando apenas sus filosas y largas
uñas, marcó con sigilo a lo largo cual si trazara un camino con ellas. Los
jadeos de Izuki han aumentado, y también su ritmo cardíaco junto al calor que
le abrasa las entrañas.
Despegando
sus labios de los pezones del menor, el licántropo subió nuevamente a la boca
del chico ojo de águila, donde una
lengua le era entregada con una lujuria que no imaginó el Ángel pudiera expresar; sin embargo, el licántropo no era quién
para juzgar, lo que es más, le importaba un carajo la verdadera naturaleza de
este chico, porque tenía la impresión de que le seguiría al confín del mundo,
cualquiera que este fuese.
—
Ahh, ahh~ Kiyoshi~ — Gimoteó sintiendo corrientes eléctricas viajar por su
columna vertebral y culminar en su erección, irguiéndola por completo,
inyectada en sangre las venas que dan vida
a su erección incluso parecían resaltar más.
Convencido
de su deseo, el licántropo abandonó los manjares que saboreaba en la boca de su
amante para descender entre lamidas y mordiscos cuesta abajo por el cuello, la
clavícula, el pecho, el vientre y la pelvis hasta que, finalmente, llegó a su
lascivo objetivo. El pene erecto del chico ojo
de águila, que erguido palpitaba cual si clamase el calor de su boca. Sin
titubear, Kiyoshi tragó el falo completamente.
—
¡Ngh~! Los gemidos del menor no se
hicieron esperar.
Retumbaron
en la estancia con un eco que rebotaba en las paredes más allá y levantaban
unas vibraciones eróticas que marcaban el paso de una pasión incontenida. Izuki
no sabía qué hacer con sus manos, por momentos se revolvía su propia cabello
mientras luchaba por evitar los escandalosos gritos que le trepidaban en la
garganta, llevaba sus dedos a su boca, lamiéndolos y chupándolos en el mismo
intento de contención de su voz. Cuando Kiyoshi se percató de aquello tras
elevar la mirada unos segundos, su miembro se hinchó nuevamente de excitación.
—
Erótico… — Murmuró apenas consciente de su profunda voz cruzada de excitación.
Tras
escucharle, Izuki dirigió sus ojos grises al mayor, y sonrió al tomar
conciencia del estado de su amante. Le
gustó esa sensación de ser capaz de excitarle cual bestia sexualmente reprimida
ansiosa por explotar; así tuvo la confianza
suficiente para continuar provocándole, abrió más sus piernas al tiempo que se
deslizaba en el sofá hasta que su cadera quedó casi al vuelo. Ya que Kiyoshi
había apartado su gloriosa boca de su labor y le masajeaba con una mano, Izuki
tuvo el espacio suficiente para llevar sus propios dedos a su cavidad anal, y
visto que los tenía llenos de su propia saliva, fue fácil hacerlos deslizar
dentro. Jadeoso, el chico ojo de águila
emitió sonidos eróticos mientras esperaba que la imagen de su cuerpo sudoroso y
excitado terminara por hacer perder el control al licántropo.
—
Kiyoshi, entra en mí, por favor… — Gimoteó con voz sensual, con sus irises
grises cruzadas de un tono dorado que parecía enfatizar su lujuria.
—
Todavía no… — Dijo, y llevó uno de sus dígitos al par que ya jugaba en el
interior del menor.
—
¡Ahh~! — Izuki gimió arqueando la espalda.
El
grosor de sus dígitos junto al de su amante no tenía comparación. Ni lo largo o
tosco de ellos. Sintió su anillo expandirse con un ligero dolorcito que pronto
ignoró, pero otro gemido más alto sonó en su garganta cuando un cuarto intruso
profanó su interior. Los dígitos del licántropo hurgaron dentro palpando los
anillos carnosos hasta alcanzar su próstata. Izuki sintió espasmos de placer y
revolvió las piernas al tiempo que sentía su erección palpitar en su límite.
—
¡No, espera~ ahh~! — El Ángel gimoteó
estridente. No solo era el placer que su estrecha cavidad le daba, sino que el
licántropo había vuelto a tomar su erección en su boca y succionaba con fuerza…
— ¡Basta, no~! ¡Me correré, nghh!
Por
supuesto, Kiyoshi esperaba eso. Que Izuki se corriera, y que lo hiciera en su
boca. Quería saborear la semilla de su joven amante y colmarse todos los
sentidos de su aroma a excitación.
Izuki
llevó sus manos a la cabeza de Kiyoshi tras sacar sus propios dígitos de su
interior, donde los otros intrusos recibieron la compañía de un tercer dedo que
no escatimaba en atención contra su ano; empujó esperando poder apartarle, pero
la fuerza del licántropo era mayor (y probablemente también era su ego que estaba más que conforme con esta
satisfacción de sus más primitivos instintos sexuales que no le dejaba a la
conciencia moderar entre la razón y el deseo porque ¡qué carajo importa la
razón cuando se tiene sexo!). De ese modo todo cuanto pudo hacer fue enredar
sus dedos en los mechones cenizos de su amante
y gemir enloqueciendo de placer hasta que su semen explotó en la boca de
Kiyoshi y él se rindió a los espasmos del orgasmo.
El
licántropo liberó el falo de su amante
y tragó la semilla de éste, se relamió los labios y los colmillos. Entonces se
dio cuenta de que había ocasionado algunas heridas menores en el pene del chico
ojo de águila y no dudó en llevar su
rugosa lengua al tronco para curarle con el poder sobrenatural de su saliva,
casi tan mágica como un hechizo.
Izuki
respiraba laboriosamente y apenas podía mantener los ojos abiertos pero miraba
el techo completamente suspendido en el orgasmo. Aún así, la sensación de aquel
músculo caliente y húmedo amenazaba con excitarle nuevamente; además, los dedos
en su interior aunque han dejado de moverse con la misma habilidad de antes,
continúan acariciando las paredes internas de su cavidad anal y el placer sigue
circulando por todo su cuerpo.
—
Izuki.
—
¿Eh?
Nada.
No hay una razón específica por la cual llamarle, simplemente ha jadeado el nombre de su amante. En cambio, sujeta
sus piernas por los tobillos y las eleva hasta posarlos sobre sus hombros, a la
vez, él se levanta y flexionando las rodillas se perfila entre las piernas del
menor, llevando su pene a la humedecida y dilatada entrada presiona la punta
entrando fácilmente ahí.
—
¡Haa~! — Luego ese gemido incómodo de parte del Ángel cuando el licántropo empuja su pelvis enterrándose en él.
El
tronco caliente resbala lentamente, encontrando algo de resistencia en la
cavidad del chico ojo de águila
conforme avanza. Kiyoshi es alto, y no es broma cuando Izuki piensa que todo en
su amante es enorme.
—
¿Estás bien? — Pregunto con tono áspero cuando ha avanzado hasta el final,
deteniéndose apenas consciente de que debe tenerle consideración al menor.
—
Lo estoy, solo muévete Kiyoshi… — Responde sonriendo suavemente, alzando sus
manos para enmarcar el rostro del mayor y acercarle en busca de un beso.
Beso
que no se le niega y que por el contrario le es dado con tal dulce pasión que
casi parece mentira que hace unos instantes este mismo hombre haya hecho perder
al menor la cordura, sumiéndole en un placer tal que había disipado todo
control de su cuerpo.
—
¡Nghh~! ¡Ahh! — Y entonces esos gemidos tan altos como antes.
El
licántropo ha comenzado a embestir profundamente, golpeando desde los primeros
movimientos la próstata del Ángel.
Sin embargo la postura no le resulta cómoda, así que encajando sus dedos en la
cintura del menor y volviendo a provocarle algunas heridas pues inevitablemente
sus uñas se han revelado rasgando la piel, le levanta en vilo obligándole a
enredar las piernas en su cadera para sujetarse, al mismo tiempo que clava sus
propias uñas (aunque tan humanas como su mortalidad) en la ancha y musculosa
espalda del licántropo. Así le es más fácil, con su fuerza sobrehumana esta
postura le resulta increíblemente placentera a ambos. La profundidad de las
estocadas y la sensación asfixiante de la presión en la estrecha cavidad es
estímulo suficiente para marearles en gozo. Además, estar cara a cara también
les permite besarse, mirarse a los ojos, sonreírse, gemir al oído del otro,
lamer y chupar cualquier páramo de piel al alcance de sus curiosas bocas.
Tanto
placer y esa sensación de armonía siendo uno los arrastró rápidamente al
orgasmo unos cuantos minutos más tarde. Izuki ha manchado sus torsos mientras
que el semen de Kiyoshi ha llenado su interior. Aún sin soltarle o salir de él,
el licántropo se dejó caer en el sofá con el chico ojo de águila sentado en su pelvis y abrazado a sus hombros, con el
rostro sudado escondido en el hueco de su hombro y cuello. La respiración de
los dos era intermitente, y los latidos de sus corazones retumbaban con fuerza
contra sus pechos.
—
Realmente quería que me mordieras, Kiyoshi.
—
Te he dicho, no sabemos cuáles serían las consecuencias.
—
¿Alguna vez mordiste a Hyuuga?
El
licántropo enmarcó el rostro del menor, clavando sus ojos en las pupilas grises.
Está de nuevo ahí esa mirada temerosa y resentida.
—
Escúchame Izuki Shun, estoy aquí contigo porque te he elegido, ¿entiendes?
—
¿E-elegirme?
—
Sí. Porque me he dado cuenta de que has calado tan profundo en mi alma que no
puedo seguir atrapado en el pasado. Me gustas así de mucho, Izuki Shun.
—
¿Me, amas Kiyoshi?
—
Sí, te amo Shun.
Las
pálidas mejillas del chico ojo de águila
se encendieron en rubor y su corazón latió con fuerza, esa vez de emoción y no
por el placer de su cuerpo.
—
Yo, ¿está bien si no te llamo por tu nombre?
—
¿Por qué no hacerlo?
—
Porque… es así como Hyuuga te llamó siempre.
—
Entiendo… — Claro que lo hacía. Imagina cuán difícil será para ellos seguir
adelante sin que los fantasmas del pasado los persigan… — Pero, debes saber
algo Izuki Shun. A partir de ahora y hasta siempre, voy a estar contigo, voy a
acompañarte sin importar a dónde vayas, y apoyarte en cualquier decisión que
tomes. Estoy diciendo que quiero construir una historia diferente contigo.
El
Ángel le miró con ilusión. No negaría
que tiene cierta reserva en creer en las palabras que el licántropo dice, pero
está enamorado después de todo. Y como tal, tiene la fuerza suficiente para
confiar en él.
--//--//--
Estados
Unidos de Norteamérica
Kagami
no se inmutó cuando su abuela dijo aquello. Él sabe perfectamente de la
agitación en su Clan, pero no están ahí por nimiedades como aquella.
—
Lo sabemos Abuela, pero la razón por la que Tetsuya y yo estamos aquí va más
allá de las rencillas en el Canon de Lycans. Esperaremos por mi padre en el
castillo.
—
No lleves a tu amante ahí, Taiga… — Dijo con tono severo la mujer. Pelirrojo y
peliazul le miraron.
—
¿Por qué no? Sigo siendo el primogénito del líder del Clan Kagami, ¿no me deben
respeto por ello?
—
Entiéndeme, y entiende la posición de tus padres Taiga. Incluso si intentas
imponer tu voluntad, van a poner en duda todas tus acciones. No compliquemos
más las cosas.
—
Etsuko-san tiene razón, Taiga… — El peliazul dijo con tono sereno, su novio le
miró ceñudo pero él devolvió una mirada relajada. Luego prestó su atención a la
mujer… — ¿Hay algún lugar donde pueda quedarme sin importunar al Clan Kagami,
Etsuko-san?
—
Lo hay. Yo misma te llevaré allí, Tetsu-chan.
—
Chan… — Murmuró el peliazul con un
dejo de molestia. No es ningún niño después de todo, pero al parecer esa era la
forma en que la mujer demostraba su respeto hacia ellos ya que son tan jóvenes
e inexpertos. Así que simplemente lo dejó pasar.
—
Taiga-chan, tú sigue adelante. A Tomoe le dará gusto verte.
—
Pero, Tetsuya…
—
Está bien, está bien. Confía en tu abuela.
Reacio,
pero intercambiando una mirada con el peliazul, el pelirrojo accedió a la
petición de su abuela y siguió el escarpado camino hacia el castillo principal.
Mientras que Kuroko y Etsuko avanzaban en sentido contrario y llegaban hasta
una montaña que era atravesada por un túnel oculto que la abuela descubrió tras
asegurarse de que nadie merodeaba por ahí.
—
Kuroko-kun, ¿conoces los límites actuales de tus poderes?
—
¿Eh? No, solamente tengo la sensación de que justo ahora, es probable que haya
contadas criaturas que puedan hacerme frente.
—
Chico, déjame decirte esto… — La mujer centró su mirada en los ojos azules del Ángel… — No sé exactamente qué pasó,
pero hace algunos días tus poderes alcanzaron este lado del mundo.
—
¿Qué?
—
Lo que estoy diciendo es, que tu mente se conectó con la de los más poderosos
en el Clan Kagami. Eso reduce el número a tres personas, mi hijo Keishiro, su
esposa Tomoe, y por supuesto yo… — Agregó con una sonrisita divertida, parecía
agradarle bastante reconocer su poderío pese a ser la más anciana de su clan… — También percibí una magia diferente a la
tuya, parecía que se trataba de un puente mágico entre tu mente y la de mi
nieto.
—
Ah, usted debe estar hablando de mi madre.
La
expresión vivaz de la mujer no hizo dudar al peliazul de confiarle cualquier
información que ella buscara obtener de él. Tenía la impresión de que era una
mujer honesta y justa, y efectivamente poderosa. Probablemente estratega
natural, y en cierta forma le recordaba a sus padres ya que parecían buscar más
que el beneficio para un solo Clan, para toda la humanidad sin importar que
fuesen mortales o inmortales.
—
¿Tu madre es un hada?
—
Sí, ¿cómo lo supo?
—
En la magia, Tetsu-chan, siempre puedes conocer la naturaleza de quien la usa.
Y lo que sentí es muy parecido a la magia de dos grandiosas mujeres que tengo
la dicha de conocer. Una de ellas es Iwasa Kazue; y estoy segura de que sabes
quién es ella.
—
Lo sé, la madre biológica de Taiga.
—
Exacto. La otra, es Tomoe, la madre de crianza de nuestro Taiga.
—
¿Usted sabe mucho sobre las hadas?
—
La Orden de las Hadas no es muy conocida, ciertamente. Pero he vivido tantos
años que hay pocas cosas en este mundo que yo desconozca.
—
¿Sabe usted sobre el Clan Kuroko?
—
Sé mucho, sobre muchas cosas. Pero tienes que ser más específico si quieres
respuestas, Tetsu-chan.
—
Taiga, ¿qué clase de híbrido es? Hijo de una Vila y un licántropo, tuve una
visión hace tiempo. Vi a Taiga, transformado en licántropo y envuelto por
llamas escarlata; la imagen imponía más que respeto, miedo y odio, destrucción.
Pero, en mi visión, había una espada atravesando el corazón de Taiga.
Etsuko
frenó sus pasos a unos cuantos metros del final del túnel, más allá podía verse
la luz del sol y un bello paisaje en el que alcanzaba a vislumbrarse un lago de
aguas cristalinas y el cantar de aves surcando el cielo claro.
—
¿Una espada? ¿Pudiste verla claramente?
—
No. Dolió demasiado y me desconecté de aquella visión. Taiga está en peligro,
¿verdad?
—
Taiga es hijo de una Vila, un hada maléfica,
considerada demoniaca por el simple hecho de poseer una belleza sobrenatural y
el poder de confundir el corazón humano. ¿Qué clase de híbrido es? Creo que
tienes la respuesta, Kuroko-kun.
—
Un híbrido-demonio.
—
Exacto. Mucho más poderoso y temible que un demonio-vampiro. Pero, igual que un
Ángel, un híbrido-demonio solo se
convertirá en tal si las condiciones se presentan. Lo amas, ¿cierto?
—
Con toda mi alma, Etsuko-san.
—
Entonces confía en eso, Tetsu-chan. Vamos, te mostraré el lugar donde Taiga
nació.
—
¿Eh?
Por
supuesto, Kuroko recordaba vagamente que Kagami había nacido lejos de su Clan.
Pero, ¿no era este lugar demasiado cercano?
—
Puentes dimensionales, una magia impresionante, ¿no lo crees?
—
¿Atravesamos un puente dimensional?
—
Increíble la magia de una Vila, ¿verdad? — Etsuko dijo con una sonrisa. Parecía
sentir orgullo por la madre de su nieto.
Kuroko
sin embargo no podía más que tener dudas, y por tanto, muchas preguntas.
…
Cuando
el pelirrojo atravesó los amplios portones del palacio, los guardias y todo
aquél que le vio comenzó a murmurar por lo bajo. Kagami sin embargo les ignoró
y siguió camino al interior, su madre estaba en uno de los salones en una
reunión, pero a él no le importó irrumpir sin anunciarse.
—
Taiga… — Tomoe sonrió al verlo. Y dio por terminada la reunión aunque aún
faltaran algunos detalles… — ¿Qué haces aquí? Tu padre no dijo nada.
—
Eso es porque él no sabe que he vuelto.
—
Taiga… — La mujer le abrazó con júbilo. Realmente lo quería como si fuera suyo…
— Con esta agitación y has venido. ¿No tuviste problemas en el camino? Los cazadores han estado tan activos.
—
Estoy aquí, mamá. No pasó nada… — Aseguró tras dedicarle una sonrisa. Y
entonces recordó, casi sin darse cuenta de ello, de que esta mujer a la que
siempre consideró su única y verdadera madre, no lo era en realidad. Y recordó
también las cosas que Demiyah les contó, o las que pudo ver cuando su novio
conectó sus mentes… — Estoy agradecido porque eres tú, mamá.
—
¿Eh? ¿De qué hablas tan repentinamente, Taiga?
—
Nada, mamá… — Dijo agitando la cabeza de un lado a otro como para restarle
importancia a sus pensamientos… — ¿Cuándo llegará papá?
—
Esta noche, por qué no descansas un poco en tanto.
—
No, quiero hablar contigo sobre algunas cosas.
--//--//--
Departamento
de Akashi Seijuro
El
chico de cabellos bermellón sabe que su padre tendrá conocimiento ya de la estadía
de Furihata en su departamento, pero no teme en absoluto de aquello, si su
padre intenta llegar al muchacho por cualquier medio, antes tendrá que
conseguir traspasar sus hechizos, que no son para nada sencillos.
—
Akashi-senpai, ¿por qué me trajo aquí? Hace días que solo estoy encerrado… — El
muchacho consiguió preguntar, todo y que lo que menos quería era llegar a
alterar al de cabellos bermellón.
—
No necesitas saber la razón, Koki.
—
Pero… ni siquiera hemos tenido sexo,
estoy preocupado y confundido.
—
No te permito pensar, habla Koki.
—
¡¿Eh?!
—
Lo que estabas pensando, dilo.
—
Yo, no… no era nada, Akashi-senpai.
Los
ojos del de cabellos bermellón centellaron molestos, y él retrocedió
instintivamente cuando Akashi se acercó con paso decidido y mirada intimidante.
—
Te di una orden, Koki.
—
¡Sexo! Estaba pensando que Akashi-senpai no ha tenido sexo conmigo y, pensé que
tal vez ya no lo satisfago. Quizá, está buscándolo con alguien más… — Al final
su voz había sido apenas un murmullo, la mirada del de cabellos bermellón había
chispeado con indignación y enojo.
—
Aún te duele, ¿no es así?
—
¿Eh?
—
Ya que las últimas veces fui tan duro contigo, aún estabas resentido. Así que
simplemente estoy dándote tiempo para recuperarte. No pienses idioteces por tu
propia cuenta, Koki.
El
muchacho bajó la mirada sumamente avergonzado. Pero también se sentía, de
alguna masoquista manera, feliz. Akashi está siendo considerado con él. O algo
parecido.
—
No estoy teniendo sexo con nadie más, ya que todavía me satisfago contigo. Así
que date prisa, estoy acumulando demasiado.
—
¡Sí!
Furihata
sonrió, tan radiante que Akashi sintió algo agitarse en su pecho. Por supuesto,
no pensaría en sentimientos ni tonterías como aquella. Esto es solo por placer,
porque su cuerpo se acopla endemoniadamente bien con el chico de cabellos
cenizos. Solo eso.
--//--//--
Sin
un hogar fijo, y todavía buscados por sus respectivos clanes, Kasamatsu y Kise
iban de un lado a otro tomando hogares
temporales. Daba igual dónde fuera siempre que estuvieran juntos y en alerta.
Sin embargo, recientemente Midorima y Takao han planteado la posibilidad de
rentar algún sitio donde quedarse.
—
¿Están huyendo de casa también? — El rubio quiso saber, curioso y con ese aire
infantil que a veces le caracterizaba, no prestó en absoluto atención a la
tensión que se formó entre Kasamatsu y Modorima. Que eran los únicos en total
desacuerdo ante la idea de Takao de vivir juntos los cuatro.
—
Podría decirse que sí. Pero así, si estamos juntos todo será más fácil. Un Clan
debe tener bajo el mismo techo a sus cabecillas, ¿no es así como funciona? —
Takao dijo convencido de su idea, y Kise parecía entusiasmado con ella.
—
¡Es una gran idea! Yukio~ vamos a hacerlo de esa manera.
—
¿De dónde piensas que vamos a sacar recursos para algo así? Ya te he dicho, un
Clan debe administrarse minuciosamente.
—
Shin-chan y yo podemos apoyar.
—
Kazunari… — Siseó el ojiverde, pero su novio pasó de largo con su tono de
advertencia.
—
Shin-chan tiene una propiedad en Kioto, me lo acaba de contar.
—
No es seguro, cualquiera en la familia Midorima tiene esa información… —
Rebatió Kasamatsu.
—
Es una propiedad que obtuve por mi propia cuenta, ni mis padres saben de su
existencia. Además, no está a mi nombre, por lo que no es fácilmente
rastreable… — Midorima contraatacó, más por orgullo que por darle la razón a su
novio.
Las
chispas crepitaron nuevamente en los ojos del mago y el licántropo. Los
vampiros les miraron de hito en hito y luego encogieron los hombros, no podían
entender esa aparente rivalidad entre ellos.
Pero,
es lo que pasa cuando colocas a dos líderes natos con carácter en un mismo
grupo.
--//--//--
Cuando
Hotaru entró a su casa acompañado de Koganei y un Mitobe visiblemente cansado,
Izuki bombardeó al Guardián con
preguntas.
—
Relájate Izuki, lo importante es que estamos bien.
—
Kiyoshi y yo estuvimos merodeando alrededor del Concilio durante varios días,
pero no había manera de irrumpir sin llamar la atención. Yo quería usar mis
poderes, pero Kiyoshi insistió en que no lo hiciera.
—
Me alegra saber que lo escuchaste, aunque podía sentir tu congoja desde ahí
dentro.
—
¿Lo hacía?
—
Claro que sí, Izuki. Pero también nos diste fuerza, creo que estuvimos
recibiendo vibraciones de tu magia y eso nos permitió salir triunfantes. Aunque
tardamos más de lo que debía, y es por eso que Mitobe está tan cansado. Kaage
trató de usarlo para su propio beneficio, pero Mitobe fue firme y fuerte, y no
le permitió acceso a sus poderes en todo este tiempo.
—
Así que solo necesita reposo, ¿verdad?
—
Sí, solo eso. Koganei también.
—
Y tú, Hotaru. Los tres necesitan descansar.
El
doctor miró de hito en hito a su amigo y al Ángel,
luego sonrió. Lo ha captado, ellos dos finalmente se han aceptado.
—
Así que ahora solo debo preocuparme por
Hyuuga.
--//--//--
Desde
que Sakurai conoció sobre la naturaleza élfica de Aomine, no podía evitar
mirarle embobado.
—
Me crispas los nervios cuando me miras así, Ryo.
—
Lo siento, Daiki.
El
moreno le jaló sentándole en su regazo, le acarició una mejilla y le besó
apasionadamente durante minutos.
—
Cuándo vas a decirme.
—
¿Qué cosa? — Preguntó medio aturdido por los besos.
—
Lo que conversaste con mi madre. Has estado actuando un poco diferente desde
ese día. Y mis padres también, ya no me exigen que vaya a casa o que asuma
responsabilidades en el Clan. Así que algo debió pasar.
—
Pasó que tu madre me mostró algo de ti que no conocía, y eso me hizo muy feliz.
—
Que absurdo. Todo lo que tienes que hacer es preguntarme a mí.
—
Pero, creo que esto ni tú lo sabes, Daiki.
—
¿Ah?
--//--//--
Estados
Unidos de Norteamérica
Kuroko
estaba teniendo visiones nuevamente. Ha sido así desde que llegó aquí, las
pesadillas con un Kagami demoniaco y su corazón atravesado por una espada se
repetía constantemente. Luego volvía a la realidad y se percataba de los
escalofríos que corrían por su cuerpo, del sudor helado y la falta de aliento.
También se daba cuenta de que se sentía débil y de que la luz diurna le
molestaba. Pese a su naturaleza vampírica, el sol no le había molestado de
forma particular.
—
¿Tetsuya?
—
Taiga, qué haces aquí.
—
¿Cómo que qué hago? Vine a verte, qué más. Estás temblando, y sudoroso. ¿Tienes
fiebre?
—
No, estoy bien.
—
No me mientas, Tetsuya… — Farfulló abrazándole con recelo, colocando su mano en
la frente de su novio para corroborar su temperatura corporal… — Estás helado.
—
Pasará en un momento, Taiga.
—
¿Hace cuánto estás así?
—
Solo, sucede.
—
¿Cuánto, Tetsuya?
—
Desde que llegamos. Estoy teniendo visiones, desagradables. Solo es eso, es una
reminiscencia de mis poderes, o algo así. No te preocupes.
—
No vuelvas a decir que no me preocupe, Tetsuya… — Farfulló sintiéndose algo
enfadado con su novio.
—
Tranquilo, Taiga. No te enfades.
—
Es el lugar, ¿cierto?
—
¿Qué?
—
Estar aquí te sienta mal. Volveremos de inmediato.
—
Aún no terminas lo que viniste hacer.
—
Tú eres más importante.
—
Puedo sentirla… — Kuroko dijo de pronto, y los ojos rojos de su novio buscaron
los suyos con aprehensión… — Puedo sentir la magia de tu madre, de tu madre
biológica. Escucho su voz, murmura cosas cuando cierro los ojos.
—
¿Qué cosas?
—
No puedo recordarlo cuando estoy despierto. Pero sé que es así. Creo, creo que
tu madre no quiere que esté aquí, pero no pienso dejarte. Y tampoco pedirte que
dejes las cosas que viniste a hacer a medias.
Kagami
le besó suavemente, apresándole luego contra su cuerpo. La sensación cálida de
este abrazo relajó bastante a Kuroko. Y podía escuchar los latidos del corazón
de su novio, latidos acompasados. Luego un destello cegador, y el sollozo ronco
que vibró en el pecho del pelirrojo con la fuerza descomunal de un sentimiento
prohibido. Un aura de fuego y unos ojos fieros. Aparentemente de la nada,
Kagami se transformaba en lo que Kuroko no quería.
Continuará……
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