jueves, 27 de abril de 2017

WHISPERS IN THE SHADOWS (KNB). Capítulo 18.



“Llegó a un claro de hierba, con la luz del cielo bajo y gris intensificándose y, tras la cercanía del bosque, le pareció precioso ver la hierba brillando con la lluvia fina”

Fragmento “El Don del Lobo” de Anne Rice

Capítulo 18. PROHIBIDO
~*~

Kiyoshi jadeó alterado cuando los delicados dedos de Izuki tantearon el contorno de su cuello mientras él le mordisqueaba la clavícula. Estaba actuando como bestia en celo, marcando sin reservas la piel del otro, y el chico ojo de águila estaba colaborando con su instinto, quizá tan impaciente y desesperado como él mismo. Ambos emitían esa aura desesperada por el placer.

Para Izuki lo mejor era parar con esto, pero eso solo se lo decía su mente inquieta y confusa, temerosa de una realidad que se negaba a ver, muy probablemente porque el propio licántropo no le ha hablado con la claridad que él necesita. Kiyoshi no estaba pensando, honestamente solo estaba obedeciendo a su instinto y éste le mandaba hacerse del delicado cuerpo del Ángel como si la vida le fuese a depender de ello.

El licántropo le levanta en vilo sin despegar su boca de la ajena, es adictiva y tiene un sabor diferente al de antes. Sabe a miedo e inseguridades, sabe a lujuria y necesidad, sabe a deseo y amor. Los labios del Ángel son exquisitos a pesar de todo, de hecho son lo más delicioso que ha probado nunca, incluso si lo comparase con todos esos besos que le pudo dar antes, esto era lo mejor. Una parte de su mente le decía que se debía a que él mismo acababa de soltar las ataduras del pasado; la más cercana a la conciencia, la que no escuchaba a su instinto, estaba ignorando aquellos desesperados gritos de amor incondicional.

— Kiyoshi… — Jadeó el chico ojo de águila cuando los colmillos caninos mordisquearon la línea de su cuello sin llegar a herirle, apenas dejando la estela blanca de su paso.

— Quiero morderte, Izuki… — Gimió con voz ronca el licántropo, deseoso de morderlo con fuerza, de enterrar sus colmillos en él y marcarlo. Pero claro, morder de verdad al Ángel haría más que solamente dejarle la marca de sus colmillos, podría suceder cualquier cosa, incluso transformarlo.

— Hazlo, Kiyoshi.

— No. No sabemos lo que podría pasar si te muerdo de verdad.

— Pero…

— No… — Aseveró con tono ronco, y la firmeza en su mirada fue suficiente para que el menor insistiera siquiera en el tema.

Por un momento casi habían perdido la chispa de la pasión, pero aquella necesidad por complacer el deseo mutuo de la unión de sus cuerpos era tan irreverente que el mundo podría caerse a pedazos y ellos todavía sentirían ese apremio por aparearse.

Kiyoshi tumbó a Izuki en el sofá de la estancia, rompió un beso más y lamió los labios del chico ojo de águila, notándolos rojos y ligeramente hinchados por la fuerza con que ha estado presionando los suyos contra ellos, por hablar de lo más dócil de sus actos en los últimos instantes. Lentamente coló su mano entre la camiseta de botones del menor, importándole poco si los rasgaba para tener acceso al blanquecino pecho de su amante. Rozó con la yema de uno de sus dedos el pezón de Izuki y éste respondió con un estremecimiento y un jadeo, acompañados estos de una intensa mirada que marcaba un brillo irreverente en los ojos grises del menor. El licántropo apartó la prenda para llevar su lengua ávida al montecito rosado aquél que se le antojaba como una fruta prohibida y exótica que solo afortunados labios podían tocar.

— Ahh~ — Izuki jadeó un poco más alterado, revolviendo las piernas inconscientemente mientras sentía su erección crecer dentro de sus pantalones.

Erección que no tardó en ser alcanzada por la diestra del licántropo, cuyos dedos ágiles apartaron la molesta prisión de los jeans, tomando con su mano el tronco lo acarició hasta llegar a la base, donde jugó sin miramientos con los testículos. Luego volvió a subir por la extensión, revelando apenas sus filosas y largas uñas, marcó con sigilo a lo largo cual si trazara un camino con ellas. Los jadeos de Izuki han aumentado, y también su ritmo cardíaco junto al calor que le abrasa las entrañas.

Despegando sus labios de los pezones del menor, el licántropo subió nuevamente a la boca del chico ojo de águila, donde una lengua le era entregada con una lujuria que no imaginó el Ángel pudiera expresar; sin embargo, el licántropo no era quién para juzgar, lo que es más, le importaba un carajo la verdadera naturaleza de este chico, porque tenía la impresión de que le seguiría al confín del mundo, cualquiera que este fuese.

— Ahh, ahh~ Kiyoshi~ — Gimoteó sintiendo corrientes eléctricas viajar por su columna vertebral y culminar en su erección, irguiéndola por completo, inyectada en sangre las venas que dan vida a su erección incluso parecían resaltar más.

Convencido de su deseo, el licántropo abandonó los manjares que saboreaba en la boca de su amante para descender entre lamidas y mordiscos cuesta abajo por el cuello, la clavícula, el pecho, el vientre y la pelvis hasta que, finalmente, llegó a su lascivo objetivo. El pene erecto del chico ojo de águila, que erguido palpitaba cual si clamase el calor de su boca. Sin titubear, Kiyoshi tragó el falo completamente.

— ¡Ngh~!  Los gemidos del menor no se hicieron esperar.

Retumbaron en la estancia con un eco que rebotaba en las paredes más allá y levantaban unas vibraciones eróticas que marcaban el paso de una pasión incontenida. Izuki no sabía qué hacer con sus manos, por momentos se revolvía su propia cabello mientras luchaba por evitar los escandalosos gritos que le trepidaban en la garganta, llevaba sus dedos a su boca, lamiéndolos y chupándolos en el mismo intento de contención de su voz. Cuando Kiyoshi se percató de aquello tras elevar la mirada unos segundos, su miembro se hinchó nuevamente de excitación.

— Erótico… — Murmuró apenas consciente de su profunda voz cruzada de excitación.

Tras escucharle, Izuki dirigió sus ojos grises al mayor, y sonrió al tomar conciencia del estado de su amante. Le gustó esa sensación de ser capaz de excitarle cual bestia sexualmente reprimida ansiosa por explotar; así tuvo la confianza suficiente para continuar provocándole, abrió más sus piernas al tiempo que se deslizaba en el sofá hasta que su cadera quedó casi al vuelo. Ya que Kiyoshi había apartado su gloriosa boca de su labor y le masajeaba con una mano, Izuki tuvo el espacio suficiente para llevar sus propios dedos a su cavidad anal, y visto que los tenía llenos de su propia saliva, fue fácil hacerlos deslizar dentro. Jadeoso, el chico ojo de águila emitió sonidos eróticos mientras esperaba que la imagen de su cuerpo sudoroso y excitado terminara por hacer perder el control al licántropo.

— Kiyoshi, entra en mí, por favor… — Gimoteó con voz sensual, con sus irises grises cruzadas de un tono dorado que parecía enfatizar su lujuria.

— Todavía no… — Dijo, y llevó uno de sus dígitos al par que ya jugaba en el interior del menor.

— ¡Ahh~! — Izuki gimió arqueando la espalda.

El grosor de sus dígitos junto al de su amante no tenía comparación. Ni lo largo o tosco de ellos. Sintió su anillo expandirse con un ligero dolorcito que pronto ignoró, pero otro gemido más alto sonó en su garganta cuando un cuarto intruso profanó su interior. Los dígitos del licántropo hurgaron dentro palpando los anillos carnosos hasta alcanzar su próstata. Izuki sintió espasmos de placer y revolvió las piernas al tiempo que sentía su erección palpitar en su límite.

— ¡No, espera~ ahh~! — El Ángel gimoteó estridente. No solo era el placer que su estrecha cavidad le daba, sino que el licántropo había vuelto a tomar su erección en su boca y succionaba con fuerza… — ¡Basta, no~! ¡Me correré, nghh!

Por supuesto, Kiyoshi esperaba eso. Que Izuki se corriera, y que lo hiciera en su boca. Quería saborear la semilla de su joven amante y colmarse todos los sentidos de su aroma a excitación.

Izuki llevó sus manos a la cabeza de Kiyoshi tras sacar sus propios dígitos de su interior, donde los otros intrusos recibieron la compañía de un tercer dedo que no escatimaba en atención contra su ano; empujó esperando poder apartarle, pero la fuerza del licántropo era mayor (y probablemente también era su ego que estaba más que conforme con esta satisfacción de sus más primitivos instintos sexuales que no le dejaba a la conciencia moderar entre la razón y el deseo porque ¡qué carajo importa la razón cuando se tiene sexo!). De ese modo todo cuanto pudo hacer fue enredar sus dedos en los mechones cenizos de su amante y gemir enloqueciendo de placer hasta que su semen explotó en la boca de Kiyoshi y él se rindió a los espasmos del orgasmo.

El licántropo liberó el falo de su amante y tragó la semilla de éste, se relamió los labios y los colmillos. Entonces se dio cuenta de que había ocasionado algunas heridas menores en el pene del chico ojo de águila y no dudó en llevar su rugosa lengua al tronco para curarle con el poder sobrenatural de su saliva, casi tan mágica como un hechizo.

Izuki respiraba laboriosamente y apenas podía mantener los ojos abiertos pero miraba el techo completamente suspendido en el orgasmo. Aún así, la sensación de aquel músculo caliente y húmedo amenazaba con excitarle nuevamente; además, los dedos en su interior aunque han dejado de moverse con la misma habilidad de antes, continúan acariciando las paredes internas de su cavidad anal y el placer sigue circulando por todo su cuerpo.

— Izuki.

— ¿Eh?

Nada. No hay una razón específica por la cual llamarle, simplemente ha jadeado el nombre de su amante. En cambio, sujeta sus piernas por los tobillos y las eleva hasta posarlos sobre sus hombros, a la vez, él se levanta y flexionando las rodillas se perfila entre las piernas del menor, llevando su pene a la humedecida y dilatada entrada presiona la punta entrando fácilmente ahí.

— ¡Haa~! — Luego ese gemido incómodo de parte del Ángel cuando el licántropo empuja su pelvis enterrándose en él.

El tronco caliente resbala lentamente, encontrando algo de resistencia en la cavidad del chico ojo de águila conforme avanza. Kiyoshi es alto, y no es broma cuando Izuki piensa que todo en su amante es enorme.

— ¿Estás bien? — Pregunto con tono áspero cuando ha avanzado hasta el final, deteniéndose apenas consciente de que debe tenerle consideración al menor.

— Lo estoy, solo muévete Kiyoshi… — Responde sonriendo suavemente, alzando sus manos para enmarcar el rostro del mayor y acercarle en busca de un beso.

Beso que no se le niega y que por el contrario le es dado con tal dulce pasión que casi parece mentira que hace unos instantes este mismo hombre haya hecho perder al menor la cordura, sumiéndole en un placer tal que había disipado todo control de su cuerpo.

— ¡Nghh~! ¡Ahh! — Y entonces esos gemidos tan altos como antes.

El licántropo ha comenzado a embestir profundamente, golpeando desde los primeros movimientos la próstata del Ángel. Sin embargo la postura no le resulta cómoda, así que encajando sus dedos en la cintura del menor y volviendo a provocarle algunas heridas pues inevitablemente sus uñas se han revelado rasgando la piel, le levanta en vilo obligándole a enredar las piernas en su cadera para sujetarse, al mismo tiempo que clava sus propias uñas (aunque tan humanas como su mortalidad) en la ancha y musculosa espalda del licántropo. Así le es más fácil, con su fuerza sobrehumana esta postura le resulta increíblemente placentera a ambos. La profundidad de las estocadas y la sensación asfixiante de la presión en la estrecha cavidad es estímulo suficiente para marearles en gozo. Además, estar cara a cara también les permite besarse, mirarse a los ojos, sonreírse, gemir al oído del otro, lamer y chupar cualquier páramo de piel al alcance de sus curiosas bocas.

Tanto placer y esa sensación de armonía siendo uno los arrastró rápidamente al orgasmo unos cuantos minutos más tarde. Izuki ha manchado sus torsos mientras que el semen de Kiyoshi ha llenado su interior. Aún sin soltarle o salir de él, el licántropo se dejó caer en el sofá con el chico ojo de águila sentado en su pelvis y abrazado a sus hombros, con el rostro sudado escondido en el hueco de su hombro y cuello. La respiración de los dos era intermitente, y los latidos de sus corazones retumbaban con fuerza contra sus pechos.

— Realmente quería que me mordieras, Kiyoshi.

— Te he dicho, no sabemos cuáles serían las consecuencias.

— ¿Alguna vez mordiste a Hyuuga?

El licántropo enmarcó el rostro del menor, clavando sus ojos en las pupilas grises. Está de nuevo ahí esa mirada temerosa y resentida.

— Escúchame Izuki Shun, estoy aquí contigo porque te he elegido, ¿entiendes?

— ¿E-elegirme?

— Sí. Porque me he dado cuenta de que has calado tan profundo en mi alma que no puedo seguir atrapado en el pasado. Me gustas así de mucho, Izuki Shun.

— ¿Me, amas Kiyoshi?

— Sí, te amo Shun.

Las pálidas mejillas del chico ojo de águila se encendieron en rubor y su corazón latió con fuerza, esa vez de emoción y no por el placer de su cuerpo.

— Yo, ¿está bien si no te llamo por tu nombre?

— ¿Por qué no hacerlo?

— Porque… es así como Hyuuga te llamó siempre.

— Entiendo… — Claro que lo hacía. Imagina cuán difícil será para ellos seguir adelante sin que los fantasmas del pasado los persigan… — Pero, debes saber algo Izuki Shun. A partir de ahora y hasta siempre, voy a estar contigo, voy a acompañarte sin importar a dónde vayas, y apoyarte en cualquier decisión que tomes. Estoy diciendo que quiero construir una historia diferente contigo.

El Ángel le miró con ilusión. No negaría que tiene cierta reserva en creer en las palabras que el licántropo dice, pero está enamorado después de todo. Y como tal, tiene la fuerza suficiente para confiar en él.

--//--//--
Estados Unidos de Norteamérica

Kagami no se inmutó cuando su abuela dijo aquello. Él sabe perfectamente de la agitación en su Clan, pero no están ahí por nimiedades como aquella.

— Lo sabemos Abuela, pero la razón por la que Tetsuya y yo estamos aquí va más allá de las rencillas en el Canon de Lycans. Esperaremos por mi padre en el castillo.

— No lleves a tu amante ahí, Taiga… — Dijo con tono severo la mujer. Pelirrojo y peliazul le miraron.

— ¿Por qué no? Sigo siendo el primogénito del líder del Clan Kagami, ¿no me deben respeto por ello?

— Entiéndeme, y entiende la posición de tus padres Taiga. Incluso si intentas imponer tu voluntad, van a poner en duda todas tus acciones. No compliquemos más las cosas.

— Etsuko-san tiene razón, Taiga… — El peliazul dijo con tono sereno, su novio le miró ceñudo pero él devolvió una mirada relajada. Luego prestó su atención a la mujer… — ¿Hay algún lugar donde pueda quedarme sin importunar al Clan Kagami, Etsuko-san?

— Lo hay. Yo misma te llevaré allí, Tetsu-chan.

Chan… — Murmuró el peliazul con un dejo de molestia. No es ningún niño después de todo, pero al parecer esa era la forma en que la mujer demostraba su respeto hacia ellos ya que son tan jóvenes e inexpertos. Así que simplemente lo dejó pasar.

— Taiga-chan, tú sigue adelante. A Tomoe le dará gusto verte.

— Pero, Tetsuya…

— Está bien, está bien. Confía en tu abuela.

Reacio, pero intercambiando una mirada con el peliazul, el pelirrojo accedió a la petición de su abuela y siguió el escarpado camino hacia el castillo principal. Mientras que Kuroko y Etsuko avanzaban en sentido contrario y llegaban hasta una montaña que era atravesada por un túnel oculto que la abuela descubrió tras asegurarse de que nadie merodeaba por ahí.

— Kuroko-kun, ¿conoces los límites actuales de tus poderes?

— ¿Eh? No, solamente tengo la sensación de que justo ahora, es probable que haya contadas criaturas que puedan hacerme frente.

— Chico, déjame decirte esto… — La mujer centró su mirada en los ojos azules del Ángel… — No sé exactamente qué pasó, pero hace algunos días tus poderes alcanzaron este lado del mundo.

— ¿Qué?

— Lo que estoy diciendo es, que tu mente se conectó con la de los más poderosos en el Clan Kagami. Eso reduce el número a tres personas, mi hijo Keishiro, su esposa Tomoe, y por supuesto yo… — Agregó con una sonrisita divertida, parecía agradarle bastante reconocer su poderío pese a ser la más anciana de su clan… — También percibí una magia diferente a la tuya, parecía que se trataba de un puente mágico entre tu mente y la de mi nieto.

— Ah, usted debe estar hablando de mi madre.

La expresión vivaz de la mujer no hizo dudar al peliazul de confiarle cualquier información que ella buscara obtener de él. Tenía la impresión de que era una mujer honesta y justa, y efectivamente poderosa. Probablemente estratega natural, y en cierta forma le recordaba a sus padres ya que parecían buscar más que el beneficio para un solo Clan, para toda la humanidad sin importar que fuesen mortales o inmortales.

— ¿Tu madre es un hada?

— Sí, ¿cómo lo supo?

— En la magia, Tetsu-chan, siempre puedes conocer la naturaleza de quien la usa. Y lo que sentí es muy parecido a la magia de dos grandiosas mujeres que tengo la dicha de conocer. Una de ellas es Iwasa Kazue; y estoy segura de que sabes quién es ella.

— Lo sé, la madre biológica de Taiga.

— Exacto. La otra, es Tomoe, la madre de crianza de nuestro Taiga.

— ¿Usted sabe mucho sobre las hadas?

— La Orden de las Hadas no es muy conocida, ciertamente. Pero he vivido tantos años que hay pocas cosas en este mundo que yo desconozca.

— ¿Sabe usted sobre el Clan Kuroko?

— Sé mucho, sobre muchas cosas. Pero tienes que ser más específico si quieres respuestas, Tetsu-chan.

— Taiga, ¿qué clase de híbrido es? Hijo de una Vila y un licántropo, tuve una visión hace tiempo. Vi a Taiga, transformado en licántropo y envuelto por llamas escarlata; la imagen imponía más que respeto, miedo y odio, destrucción. Pero, en mi visión, había una espada atravesando el corazón de Taiga.

Etsuko frenó sus pasos a unos cuantos metros del final del túnel, más allá podía verse la luz del sol y un bello paisaje en el que alcanzaba a vislumbrarse un lago de aguas cristalinas y el cantar de aves surcando el cielo claro.

— ¿Una espada? ¿Pudiste verla claramente?

— No. Dolió demasiado y me desconecté de aquella visión. Taiga está en peligro, ¿verdad?

— Taiga es hijo de una Vila, un hada maléfica, considerada demoniaca por el simple hecho de poseer una belleza sobrenatural y el poder de confundir el corazón humano. ¿Qué clase de híbrido es? Creo que tienes la respuesta, Kuroko-kun.

— Un híbrido-demonio.

— Exacto. Mucho más poderoso y temible que un demonio-vampiro. Pero, igual que un Ángel, un híbrido-demonio solo se convertirá en tal si las condiciones se presentan. Lo amas, ¿cierto?

— Con toda mi alma, Etsuko-san.

— Entonces confía en eso, Tetsu-chan. Vamos, te mostraré el lugar donde Taiga nació.

— ¿Eh?

Por supuesto, Kuroko recordaba vagamente que Kagami había nacido lejos de su Clan. Pero, ¿no era este lugar demasiado cercano?

— Puentes dimensionales, una magia impresionante, ¿no lo crees?

— ¿Atravesamos un puente dimensional?

— Increíble la magia de una Vila, ¿verdad? — Etsuko dijo con una sonrisa. Parecía sentir orgullo por la madre de su nieto.

Kuroko sin embargo no podía más que tener dudas, y por tanto, muchas preguntas.


Cuando el pelirrojo atravesó los amplios portones del palacio, los guardias y todo aquél que le vio comenzó a murmurar por lo bajo. Kagami sin embargo les ignoró y siguió camino al interior, su madre estaba en uno de los salones en una reunión, pero a él no le importó irrumpir sin anunciarse.

— Taiga… — Tomoe sonrió al verlo. Y dio por terminada la reunión aunque aún faltaran algunos detalles… — ¿Qué haces aquí? Tu padre no dijo nada.

— Eso es porque él no sabe que he vuelto.

— Taiga… — La mujer le abrazó con júbilo. Realmente lo quería como si fuera suyo… — Con esta agitación y has venido. ¿No tuviste problemas en el camino? Los cazadores han estado tan activos.

— Estoy aquí, mamá. No pasó nada… — Aseguró tras dedicarle una sonrisa. Y entonces recordó, casi sin darse cuenta de ello, de que esta mujer a la que siempre consideró su única y verdadera madre, no lo era en realidad. Y recordó también las cosas que Demiyah les contó, o las que pudo ver cuando su novio conectó sus mentes… — Estoy agradecido porque eres tú, mamá.

— ¿Eh? ¿De qué hablas tan repentinamente, Taiga?

— Nada, mamá… — Dijo agitando la cabeza de un lado a otro como para restarle importancia a sus pensamientos… — ¿Cuándo llegará papá?

— Esta noche, por qué no descansas un poco en tanto.

— No, quiero hablar contigo sobre algunas cosas.

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Departamento de Akashi Seijuro

El chico de cabellos bermellón sabe que su padre tendrá conocimiento ya de la estadía de Furihata en su departamento, pero no teme en absoluto de aquello, si su padre intenta llegar al muchacho por cualquier medio, antes tendrá que conseguir traspasar sus hechizos, que no son para nada sencillos.

— Akashi-senpai, ¿por qué me trajo aquí? Hace días que solo estoy encerrado… — El muchacho consiguió preguntar, todo y que lo que menos quería era llegar a alterar al de cabellos bermellón.

— No necesitas saber la razón, Koki.

— Pero… ni siquiera hemos tenido sexo, estoy preocupado y confundido.

— No te permito pensar, habla Koki.

— ¡¿Eh?!

— Lo que estabas pensando, dilo.

— Yo, no… no era nada, Akashi-senpai.

Los ojos del de cabellos bermellón centellaron molestos, y él retrocedió instintivamente cuando Akashi se acercó con paso decidido y mirada intimidante.

— Te di una orden, Koki.

— ¡Sexo! Estaba pensando que Akashi-senpai no ha tenido sexo conmigo y, pensé que tal vez ya no lo satisfago. Quizá, está buscándolo con alguien más… — Al final su voz había sido apenas un murmullo, la mirada del de cabellos bermellón había chispeado con indignación y enojo.

— Aún te duele, ¿no es así?

— ¿Eh?

— Ya que las últimas veces fui tan duro contigo, aún estabas resentido. Así que simplemente estoy dándote tiempo para recuperarte. No pienses idioteces por tu propia cuenta, Koki.

El muchacho bajó la mirada sumamente avergonzado. Pero también se sentía, de alguna masoquista manera, feliz. Akashi está siendo considerado con él. O algo parecido.

— No estoy teniendo sexo con nadie más, ya que todavía me satisfago contigo. Así que date prisa, estoy acumulando demasiado.

— ¡Sí!

Furihata sonrió, tan radiante que Akashi sintió algo agitarse en su pecho. Por supuesto, no pensaría en sentimientos ni tonterías como aquella. Esto es solo por placer, porque su cuerpo se acopla endemoniadamente bien con el chico de cabellos cenizos. Solo eso.

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Sin un hogar fijo, y todavía buscados por sus respectivos clanes, Kasamatsu y Kise iban de un lado a otro tomando hogares temporales. Daba igual dónde fuera siempre que estuvieran juntos y en alerta. Sin embargo, recientemente Midorima y Takao han planteado la posibilidad de rentar algún sitio donde quedarse.

— ¿Están huyendo de casa también? — El rubio quiso saber, curioso y con ese aire infantil que a veces le caracterizaba, no prestó en absoluto atención a la tensión que se formó entre Kasamatsu y Modorima. Que eran los únicos en total desacuerdo ante la idea de Takao de vivir juntos los cuatro.

— Podría decirse que sí. Pero así, si estamos juntos todo será más fácil. Un Clan debe tener bajo el mismo techo a sus cabecillas, ¿no es así como funciona? — Takao dijo convencido de su idea, y Kise parecía entusiasmado con ella.

— ¡Es una gran idea! Yukio~ vamos a hacerlo de esa manera.

— ¿De dónde piensas que vamos a sacar recursos para algo así? Ya te he dicho, un Clan debe administrarse minuciosamente.

— Shin-chan y yo podemos apoyar.

— Kazunari… — Siseó el ojiverde, pero su novio pasó de largo con su tono de advertencia.

— Shin-chan tiene una propiedad en Kioto, me lo acaba de contar.

— No es seguro, cualquiera en la familia Midorima tiene esa información… — Rebatió Kasamatsu.

— Es una propiedad que obtuve por mi propia cuenta, ni mis padres saben de su existencia. Además, no está a mi nombre, por lo que no es fácilmente rastreable… — Midorima contraatacó, más por orgullo que por darle la razón a su novio.

Las chispas crepitaron nuevamente en los ojos del mago y el licántropo. Los vampiros les miraron de hito en hito y luego encogieron los hombros, no podían entender esa aparente rivalidad entre ellos.

Pero, es lo que pasa cuando colocas a dos líderes natos con carácter en un mismo grupo.

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Cuando Hotaru entró a su casa acompañado de Koganei y un Mitobe visiblemente cansado, Izuki bombardeó al Guardián con preguntas.

— Relájate Izuki, lo importante es que estamos bien.

— Kiyoshi y yo estuvimos merodeando alrededor del Concilio durante varios días, pero no había manera de irrumpir sin llamar la atención. Yo quería usar mis poderes, pero Kiyoshi insistió en que no lo hiciera.

— Me alegra saber que lo escuchaste, aunque podía sentir tu congoja desde ahí dentro.

— ¿Lo hacía?

— Claro que sí, Izuki. Pero también nos diste fuerza, creo que estuvimos recibiendo vibraciones de tu magia y eso nos permitió salir triunfantes. Aunque tardamos más de lo que debía, y es por eso que Mitobe está tan cansado. Kaage trató de usarlo para su propio beneficio, pero Mitobe fue firme y fuerte, y no le permitió acceso a sus poderes en todo este tiempo.

— Así que solo necesita reposo, ¿verdad?

— Sí, solo eso. Koganei también.

— Y tú, Hotaru. Los tres necesitan descansar.

El doctor miró de hito en hito a su amigo y al Ángel, luego sonrió. Lo ha captado, ellos dos finalmente se han aceptado.

Así que ahora solo debo preocuparme por Hyuuga.

--//--//--

Desde que Sakurai conoció sobre la naturaleza élfica de Aomine, no podía evitar mirarle embobado.

— Me crispas los nervios cuando me miras así, Ryo.

— Lo siento, Daiki.

El moreno le jaló sentándole en su regazo, le acarició una mejilla y le besó apasionadamente durante minutos.

— Cuándo vas a decirme.

— ¿Qué cosa? — Preguntó medio aturdido por los besos.

— Lo que conversaste con mi madre. Has estado actuando un poco diferente desde ese día. Y mis padres también, ya no me exigen que vaya a casa o que asuma responsabilidades en el Clan. Así que algo debió pasar.

— Pasó que tu madre me mostró algo de ti que no conocía, y eso me hizo muy feliz.

— Que absurdo. Todo lo que tienes que hacer es preguntarme a mí.

— Pero, creo que esto ni tú lo sabes, Daiki.

— ¿Ah?

--//--//--
Estados Unidos de Norteamérica

Kuroko estaba teniendo visiones nuevamente. Ha sido así desde que llegó aquí, las pesadillas con un Kagami demoniaco y su corazón atravesado por una espada se repetía constantemente. Luego volvía a la realidad y se percataba de los escalofríos que corrían por su cuerpo, del sudor helado y la falta de aliento. También se daba cuenta de que se sentía débil y de que la luz diurna le molestaba. Pese a su naturaleza vampírica, el sol no le había molestado de forma particular.

— ¿Tetsuya?

— Taiga, qué haces aquí.

— ¿Cómo que qué hago? Vine a verte, qué más. Estás temblando, y sudoroso. ¿Tienes fiebre?

— No, estoy bien.

— No me mientas, Tetsuya… — Farfulló abrazándole con recelo, colocando su mano en la frente de su novio para corroborar su temperatura corporal… — Estás helado.

— Pasará en un momento, Taiga.

— ¿Hace cuánto estás así?

— Solo, sucede.

— ¿Cuánto, Tetsuya?

— Desde que llegamos. Estoy teniendo visiones, desagradables. Solo es eso, es una reminiscencia de mis poderes, o algo así. No te preocupes.

— No vuelvas a decir que no me preocupe, Tetsuya… — Farfulló sintiéndose algo enfadado con su novio.

— Tranquilo, Taiga. No te enfades.

— Es el lugar, ¿cierto?

— ¿Qué?

— Estar aquí te sienta mal. Volveremos de inmediato.

— Aún no terminas lo que viniste hacer.

— Tú eres más importante.

— Puedo sentirla… — Kuroko dijo de pronto, y los ojos rojos de su novio buscaron los suyos con aprehensión… — Puedo sentir la magia de tu madre, de tu madre biológica. Escucho su voz, murmura cosas cuando cierro los ojos.

— ¿Qué cosas?

— No puedo recordarlo cuando estoy despierto. Pero sé que es así. Creo, creo que tu madre no quiere que esté aquí, pero no pienso dejarte. Y tampoco pedirte que dejes las cosas que viniste a hacer a medias.

Kagami le besó suavemente, apresándole luego contra su cuerpo. La sensación cálida de este abrazo relajó bastante a Kuroko. Y podía escuchar los latidos del corazón de su novio, latidos acompasados. Luego un destello cegador, y el sollozo ronco que vibró en el pecho del pelirrojo con la fuerza descomunal de un sentimiento prohibido. Un aura de fuego y unos ojos fieros. Aparentemente de la nada, Kagami se transformaba en lo que Kuroko no quería.


Continuará……

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