jueves, 29 de diciembre de 2016

Match Point. PARTE 8.



Los grandes momentos se disfrutan con retazos del pasado

Yaku estaba que no cabía en sí de asombro. Tal, que aún no se sentía capaz de experimentar la dicha o la felicidad. La prueba casera que ha tomado podría estar equivocada, y él no quería hacerse ilusiones que más tarde cayeran a pedazos. Así que respiró profundo, guardó la prueba de embarazo en su cajita y se dispuso a salir directo a la consulta. Su novio, Lev, estaba ya rumbo al trabajo, ha salido más temprano porque está tomando sus últimas clases en videoconferencia, lo que era parte de su contrato en el Complejo Deportivo. Terminaría la universidad, se graduaría y obtendría su titulo con un puesto laboral ya conseguido. Su suerte, muy pocos.

Por otro lado, Yaku tenía un horario más flexible, ya que Fujimi sabe que emocionalmente estaba recuperándose de las complicaciones al no embarazarse, entraba más tarde y salía más temprano. Lo que fuera, justo en ese momento ha tomado un taxi a la consulta, ha llamado previamente por teléfono, y rápidamente le han dicho que le recibirían, así poder confirmar el resultado de la prueba “casera”. La espera le ha sabido larga, el corazón se le ha acelerado incluso si él ha hecho lo posible por mantenerse sereno. La boca se le ha secado, y estrujar sus manos mientras espera que le llamen para la prueba de sangre, no es suficiente.

Después de los eternos minutos, finalmente los resultados. No cabía duda ya. Está embarazado. La sonrisa que finalmente tira de sus labios contagia a la doctora que le ha atendido, sabiendo cuán conmemorable será este momento para el muchacho.

— Su novio no le acompañó esta vez.

— Es porque se encuentra en el trabajo, y no le mencioné nada de los síntomas que estuve presentando los últimos días. Supongo que, no quería darle ilusiones y que luego resultara que siempre no es lo que se pensaba. Ha sido difícil para Lev también.

— Bueno, pero ahora que lo sabe tal vez quiera compartir la gran noticia. Me gustaría que pudieran venir los dos juntos esta tarde, para darles las indicaciones necesarias. Además le haremos otros estudios, Yaku-san, para llevar el control adecuado.

— Está bien. Le llamaré, la cita será a qué hora.

— A las siete, lo siento porque no puedo atenderle antes, es que está saturada la agenda del día.

— No, Dra. Saki. Estoy agradecido de que me recibiera ahora sin cita ni nada.

— Entonces, vaya, Yaku-san. Seguro que hoy celebra con Lev-kun tal noticia.

Así, efectivamente en cuanto salió de la consulta, Yaku llamó a Lev. El muchacho le atendió de inmediato, como siempre.

— Yaku-san, ¿qué sucede?

— Lev, ¿estás fuera?

— Sí, Yaku-san, salí del aula para atender. ¿Está todo bien?

— Lo está, Lev. No te preocupes. Estoy yendo para allá, así que espérame en el parque de la entrada, ¿sí?

— Ok, pero, ¿no puedes decirme nada? Te escucho diferente.

— Solo espera, no tardaré en llegar, Lev.

Inquieto, Lev contó los minutos antes de poder salir del salón donde atiende sus clases por videoconferencia, junto a otros atletas que han iniciado su entrenamiento en el centro deportivo y que aun están llevando sus estudios en otras universidades del país. Llegado el momento, se retiró con la excusa de atender algo urgente y personal. Bueno, no mentía, su novio no era el tipo de chico que le llamaba sin razón alguna.

Al verle a la distancia, Lev apresuró el paso para llegar a lado de Yaku. El más bajo sonreía de oreja a oreja, lo que ya era raro en él que no era de personalidad particularmente alegre. No al menos con ese tipo de expresión tan radiante, tan llena de felicidad.

— Yaku-san.

— ¡Lev~! — A unos pasos de llegar a su lado, se lanzó a brazos de su novio.

Tan literalmente que otro poco y el mestizo no reaccionaba a tiempo para sujetarle firmemente de la cintura. Aunque bien, visto que el mayor de los dos se le ha colgado del cuello y cuyas piernas están bien asidas a la cintura del mestizo, no hay duda de que fácilmente habría salvado la caída y su consecuente golpe en el trasero. Lo que fuera, obviamente Yaku estaba muy feliz por algo.

— ¿Yaku-san?

— Te amo, Lev~. — Dijo todo cariñoso, llenando el rostro de su joven novio de besos.

— No me quejo del entusiasmo ni la cantidad de besos, Yaku-san, pero estoy curioso. ¿Qué ha pasado que estás tan feliz? ¿Me tengo que poner celoso?

— ¡Claro que no! Todo lo contrario, Lev. Tenemos que celebrar~.

— ¿Celebrar?

El gato asintió efusivamente, sin que la radiante sonrisa se le borrase de los labios. Una felicidad que salpicaba sus ojos llenándolos de un brillo muy especial.

— Yaku-san, no seas cruel conmigo~ dime qué es lo que tenemos que celebrar.

El mayor de los dos sonrió con un dejo de travesura, acercó sus labios al oído de Lev y susurró la gran noticia.

— Estoy esperando un bebé, Lev. Vamos a ser papás~.

Lev tardó unos segundos en carburar la información. Paciente, Yaku aguardó a que su novio entendiera lo que le ha dicho. Aún prensado de él, afianzado al alto y fuerte cuerpo del mestizo, sonriendo con un cariño que le resultaba novedoso, pero maravilloso por igual.

— ¿Pa-pás? ¡Papás! ¡Yaku-san, estás embarazado!

— ¡Sí~!

— ¡Oh sí~! ¡Yaku-san, Yaku-san, qué felicidad! — Exclamó finalmente contagiado de emoción, dando vueltas con su novio en brazos. Riendo como el idiota enamorado y feliz que es justo en ése momento.

Lo ha valido todo. Las lágrimas, la impotencia, los tragos amargos. Su Yaku-san y él tendrían un bebé. Lev se detuvo entonces, sabiendo que tanta vuelta marearía a su amante y que de eso, tendría suficiente en adelante. Le besó dulce y largo, saboreando la dicha en aquel beso.

— Ya bájame, Lev.

— No quiero.

— Vamos, no seas crío. Tienes que volver a tu clase, ya te he robado tiempo suficiente.

— Nada de eso, tenemos que irnos cuanto antes.

— ¿Irnos? ¡De ninguna manera! Lev, tienes que volver a clase, y después al trabajo.

— Pero, Yaku-san~ ¡hay que celebrarlo!

— Lo haremos cuando hayamos terminado. Vamos, lárgate ya, que yo también tengo que irme a trabajar.

— Pero Yaku-san~ — El mestizo gimoteó luciendo como un gatito abandonado que quiere mimos.

Yaku sonrió. Claro que él también querría celebrarlo cuanto antes, pero no podían.

— Hey, celebraremos toda la noche, ¿bien? Quiero que me ames sin reserva alguna, Lev. — Yaku dijo, y de inmediato el ánimo de su novio mutó por una mirada entusiasmada. Y lasciva, a decir verdad… — Mira que eres un pervertido.

— Es amor, Yaku-san, amor~.

— Sí, sí. Vete ya. Ah, es cierto, en cuanto salgamos del trabajo iremos a consulta, la doctora ha dicho que quiere hablar con los dos sobre los cuidados y demás cosas.

— Entendido~, Yaku-san, ¡da lo mejor pero sin demasiado esfuerzo!

— Sí. Tú también, Lev.


Aunque ha sido ya más de un mes desde que Akaashi recibió una confesión informal de parte de Bokuto durante el campamento en el trabajo, el búho mayor se ha dignado en no decir más nada, siquiera en volver a preguntar o simplemente indagar la respuesta del de cabellos oscuros algo desaliñados. Y tampoco es como si el muchacho diera señales de algo, pero tenía últimamente esa sensación de querer ser el centro de atención del mayor, y no es como si le fuera a esperar toda la vida. Así que, ha decidido empacar sus cosas.

— Akaashi, qué estás haciendo.

— ¿No lo ve, Bokuto-san? Estoy empacando mis cosas.

— ¡Qué! ¡Por qué!

— Porque no quiero seguir viviendo en el mismo departamento que Bokuto-san.

— ¡Por qué! Akaashi, no he hecho nada malo. ¡Ni siquiera hemos tenido sexo en un mes!

El búho menor le miró. Y aunque generalmente era difícil descifrar una mirada enojada en su rostro, esa vez el búho mayor sintió incluso un escalofrío. Era endemoniadamente sexy con el rostro enfurruñado.

— Creo que me enamoré más de ti, Akaashi.

— ¿Qué? — Desconcertado por la repentina confesión, el rostro del búho menor cambió del enojo a la sorpresa.

— ¡Mierda, eres tan lindo~! — Y entusiasmado por las expresiones de su no-novio, el búho lo abrazó efusivamente, sonriendo con esa cara de idiota al que nada le afecta, cual si 24/7 fuera feliz por la vida. Aunque claro, su estado de ánimo podía cambiar radicalmente, y eso nunca cambiaría, particularmente si se para en una cancha de voleibol.

— Bokuto-san, se supone que estoy terminando lo nuestro. Aunque no sea muy clara ésta relación.

— ¡Qué! ¡No, joder! ¡Por qué quieres terminar nuestra hermosa relación, Akaashi! ¡Llevamos años saliendo! ¡Y me confesé durante el campamento!

— Como he dicho un centenar de veces ya, nosotros no estábamos saliendo como se debe, Bokuto-san no se preocupa por mi respuesta aunque me lo ha pedido, aunque no ha sido para nada romántico.

— ¿Qué? ¿Eres mojigato, va contra tu religión o algo?

Akaashi le empujó con fuerza, ofendido por la poca seriedad que Bokuto ponía en el asunto. El búho, que tampoco era tan idiota como solía parecer –y ser, en ocasiones, tampoco hay que negarlo tanto–, le sujetó el brazo antes de que terminara de echar dentro todas sus cosas en el bolso deportivo y saliera del departamento.

— Lo siento, Akaashi, es solo que, ng, bueno, ya sabes. No soy bueno para esas cosas. No quería presionarte preguntándote por tu respuesta y yo… bueno, la verdad es que había comenzado a pensar simplemente que me habías aceptado.

— Siempre das las cosas por hecho, Bokuto-san.

— ¡Es porque me gustas un montón, Akaashi! Y vivimos juntos, ¡y soy tremendamente feliz por eso! Pero ¿yo no te gusto?

— Sí.

— ¡Entonces por qué te pones tan difícil! Ya me confesé, tú solo tendrías que decir “sí” y podríamos seguir nuestra vida de enamorados sin que me des esta clase de sustos.

— ¿Te has asustado?

— ¡Pero claro que sí! ¡Pensabas abandonarme!

— Bokuto-san, ¿quieres ser el pasivo de ahora en adelante?

— ¡Qué! ¡Mierda, no! ¡Por qué cambias de tema tan radicalmente!

Akaashi sonrió finalmente. Y era jodidamente hermoso, eso piensa Bokuto, que una vez más le abrazó efusivamente estrechándole fuerte contra su cuerpo.

— Ah, Bokuto-san pervertido, por qué te estás emocionando tu solo incluso si no he dado mi respuesta… — Dijo, todo porque la entrepierna del búho mayor le estaba pinchando la pelvis.

— Vamos, sé que me quieres, no me hagas rogarte Akaashi. Sé mío, mi novio, mi amante, mi esposo, mi todo. — Entrando en modo lascivo-demandante-importa un cuerno todo lo demás (sí, así de largo, y podía), Bokuto comenzó a besar el cuello del menor. Justo ahí, en la pequeña zona que une cuello y hombro, succionando un trocito de piel sabiendo que le haría estremecer, jadear y excitarse. Si le conoce bien.

— Es tan tramposo, Bokuto-san… — Jadeó, entrecerrando los ojos y dejándose hacer cuando el búho comenzó a empujarle contra la cama.

— Es porque me encantas, no podría vivir sin ti, Akaashi… — Tendiéndole sobre el lecho, Bokuto no tardó nada en comenzar a desnudarle. — Así que dame tu respuesta. O no te dejaré ir hasta que lo hagas.

— Ngh~ Bokuto-san, no chupes ahí tan de repente~. — Jadeó con la respiración entrecortada y la voz alterada. El mayor estaba succionando uno de sus pezones.

— Vamos, dame tu respuesta Akaashi.

— ¡Ngh~! ¡Sí~, Bokuto-san! Soy tuyo, completamente tuyo.

Bokuto sonrió victorioso. Y las ropas de Akaashi desaparecieron en un parpadeo.


Como vecinos han conseguido llevarse muy bien desde que comenzaron a vivir en el mismo edificio de departamentos. Y resultaba cosa buena porque sus hijos estaban creciendo como amigos, como familia. En un edificio cercano, vivían Kenma y Kuroo, así como Oikawa e Iwaizumi, ellos han tardado más en decidirse, pero finalmente se han mudado para unirse a la nómina del complejo deportivo de Fujimi. La misma suerte ha corrido con Matsukawa y Hanamaki. Y es la bomba, porque Oikawa se comporta como una de esas “comadres” que está pegada a la ventana esperando enterarse de lo más nuevo de la pareja que vive al lado.

— Oikawa, deja de parecer un tío chismoso.

— ¡Pero es que llevo años con la curiosidad, Iwa-chan!

— Pues te haces el tonto, es obvio que Hanamaki y Matsukawa están juntos.

— ¡No me hago el tonto, deja de insultarme~! — Gimoteó ofendido. De brazos cruzados con la oreja pegada al muro de su habitación.

— En serio, las paredes son lo suficientemente gruesas como para evitar que se oiga lo que sucede al otro lado. Además, conociéndote, si hacen cosas “H” dudo que lo hagan en horas diurnas.

— ¿Crees? Pero por la noche tú y yo hacemos cosas sexys~ así no me voy a enterar.

— Tú y yo solo hacemos el amor cuando las niñas no están, no lo digas como si todas las noches lo hiciéramos.

— Iwa-chan, por qué te da tanta preocupación hacerlo cuando Sora y Shiori duermen. Estoy seguro de que ambos podríamos mantener la voz lo suficientemente baja para no despertarlas. Y cerrando con seguro la puerta…

— De ninguna manera. ¿Tú conteniendo la voz? No ha llegado el día en que puedas hacer eso.

— ¡Hey, claro que sí! Cuando lo hacíamos en tu casa con tus papás ahí, podía.

— Eso fue solo un par de veces. ¡Y solo nos tocábamos! No llegamos hasta el final.

— Que mala memoria tienes, Iwa-chan~… — Dijo pícaro.

— Como sea, no vamos a hacerlo con las niñas en casa. Y deja de pegar oreja a la pared, Hanamaki y Matsukawa no van a dejarte oírlos en plena faena.

— Tsk, pero tengo que encontrar la forma de sacarles la verdad. De todas formas, tengo mis dudas respecto a quién será el seme. ¿Tú qué opinas, Iwa-chan~? ¡Ay~! — Sí, un almohadazo dio contra su atractiva cara de modelo. Y un Iwaizumi fastidiado por las ocurrencias de su amante, salió de la habitación, completamente vestido y listo para marcharse al trabajo… — Shiori, Sora, ¿están listas?

— ¡Sí, papi~!

— Date prisa, Oikawa, o llegaremos tarde.

— ¡Ya voy~! — Apresurado, el muchacho salió de su habitación terminando de acomodarse la corbata de su traje… — ¡Pero que princesas tan hermosas~! Me pregunto de dónde habrán heredado tanta belleza~.

— ¡De mami~! — Exclamaron las pequeñas al unísono.

Oikawa las abrazó y llenó sus infantiles rostros de besos, cuidando de no arruinarles el peinado que, junto con Iwaizumi, les han hecho más temprano. Las trencitas adornaban grácilmente las tiernas cabecitas de sus gemelas, haciendo juego con los trajes que les han puesto esa vez. Pantaloncitos cómodos, playeritas monas y calzado deportivo, para que ellas pudieran correr y juguetear sin preocuparse por nada más que divertirse en la guardería del complejo deportivo.

— Por supuesto que Sora y Shiori son hermosas porque se parecen a su mami. — Iwaizumi dijo de pronto.

Y Oikawa sintió sus mejillas calentarse abruptamente. Rara, rarísima vez Iwaizumi le hacía cumplidos como este, de la nada, espontáneos y significativos. No porque alguno dudase del obvio atractivo del muchacho, sino porque, bueno, ya todos conocen la personalidad del morocho.

— Iwa-chan~. — Le llamó con una sonrisita, alzando los labios en trompetilla. Imaginando que le dejarían así y que solo le apurarían para marcharse.

Pero, el morocho esa mañana parecía lleno de sorpresas. Porque le besó. Y no precisamente algo dulce y tierno. Sino uno de esos besos profundos que conseguían dejar sin aliento a Oikawa, atontado y más sonrojado que nada.

— Papi, beso también para Shiori~.

— Y para Sora~.

— ¡Beso, beso, beso~! — Demandaron infantilmente las gemelitas, alzando los brazos y haciendo trompetilla con sus boquitas, justo como mamá.

— Mira, mira, en todo se van pareciendo a mami, eh… — Orgulloso de sus gemelas, el morocho no dudó nada en darles un piquito a cada una. Dejándolas contentas y felices porque papá les había besado.

Tomándoles las manitas, Iwaizumi se encaminó a la puerta principal. Oikawa reaccionó hasta que los tres le llamaron.

— ¡Tarde, tarde~! ¡Llegaremos tarde si mami no se apresura~!


Esa noche, tal como se lo han prometido, y después de haber pasado por la consulta saliendo del trabajo, Yaku y Lev festejaron entre sábanas la felicidad del embarazo. Calor, jadeos, gemidos quedos, caricias, infinidad de besos, miradas cariñosas y más de un orgasmo. Una noche espléndida. El ramo de rosas rojas que Lev le ha comprado a Yaku de camino a su departamento descansa en la mesa de centro de su modesta sala, junto al camino de ropas que fueron desde allí hasta la habitación. Pero ahí, cerca de las tres de la mañana, Yaku duerme pacíficamente, mientras Lev le observa embelesado.

Será por el embarazo, lo encuentro más lindo que nunca. Ah, Yaku-san, soy tan feliz que siento que no podré dormir… — Entusiasmado por demás, el mestizo le abrazó más cerca, acunando en una de sus grandes manos el vientre, obviamente plano, del mayor… — Me pregunto si irá a ser niño o niña, ¿gemelos?

Yaku se removió entre sueños, respingando la nariz como si algo le molestara. Lev está seguro de que es la cercanía, que siente demasiado calor y no está cómodo. Debieron tomar la ducha antes de dormir. Pero como no hay caso en molestarle ahora, se levanta y enciende el aire acondicionado, lo suficiente para que Yaku duerma cómodo, y él sale para ducharse. La verdad es que no tuvo suficiente, y se masturba bajo el chorro de agua fresca, jadeando el nombre de su amante hasta correrse. Sonríe, está demasiado feliz, su cara lo demostrará por los meses siguientes.

Cuando vuelve a la cama, su piel está fresca, y Yaku parece tener termostato integrado, porque de inmediato le abraza y se acurruca en su pecho. Su cálida respiración le hace un poco de cosquillas, y termina jugueteando con sus dedos en la espalda desnuda de su amante. Lev quiere contárselo a todos cuanto antes, y compartir su dicha con sus amigos.

Y lo hacen, apenas al día siguiente, envían un mail a todos sus amigos, una postal de una foto juntos, junto a la prueba “casera” y los resultados del examen de sangre como evidencias de su felicidad. Las felicitaciones llegan de inmediato. Junto a los primeros consejos de los “mamis” ya estrenados. Yaku le tiene particular confianza a Takeda sensei y a Sugawara, pero toma muy en cuenta los tips de Ennoshita y Moniwa. A Oikawa lo escucha, igual que a Kenma, pero uno es demasiado extravagante, y el otro apenas dice unas cuantas cosas. Yamaguchi y Hinata son primerizos, pero sumamente nerviosos todavía, le mandan directamente con Sugawara y Takeda. Como fuera, la dicha era compartida, y todos se ofrecían para dar su apoyo. Futakuchi y Nishinoya recomiendan el yoga para embarazadas, que a ellos les funcionó de maravilla, e incluso se ofrecen a ir con él cuando inicie las clases –todo y que aún ni se inscribe–.


Ikejiri y Fujimi comparten la felicidad de sus amigos, como todos. Pero de pronto a Ikejiri le entra algo parecido a la añoranza.

— ¿Quieres tener bebés, Hayato?

— N-no es eso. Es decir, sí quiero, pero no necesariamente ahora.

— ¿No? Yo quiero si tú quieres. Ya hemos esperado suficiente, ¿no crees? Y el complejo deportivo ha arrancado muy bien, pasaré más tiempo en casa.

Ikejiri le miró, dejándose llevar cuando Fujimi le jaló sentándole en su regazo.

— ¿Estás seguro? Un bebé es una responsabilidad enorme.

— No estaremos solos. Y nuestros padres seguro se pondrán felices también. Lo importante es, Hayato, ¿quieres?

— Tengo miedo, sabes Arita. ¿Qué pasará si nos es difícil como a Yaku-san? No sé si tendría su fortaleza para… para…

— Hayato… — Le llamó, sujetando su mentón y clavando sus ojos azules en los castaños del mayor de los dos… — No pienses negativamente desde ahora. Nos haremos los estudios previos, iremos con calma. No pondré presión en ti. Y voy a amarte y cuidarte como siempre he hecho.

El castaño suspiró. Le rodeó el cuello con los brazos y apoyó su frente en la del ojiazul, besándose luego con suavidad.

— Quiero, Arita. Quiero tener bebés contigo.


Por supuesto, la nostalgia cae sobre otros también. Sugawara y Ennoshita particularmente, Nishinoya también. Han buscado un nuevo embarazo desde hace tiempo, pero no ha resultado sencillo. Takeda sensei y Ukai no llevan prisa, casi parece suficiente con sus gemelas. Pero, un embarazo siempre trae consigo esa mezcla de sentimientos encontrados para otros, la felicidad por el amigo bendecido, la añoranza por los propios deseos.

El tiempo, honestamente es quien suele tener la última palabra.

Y es así como un par de meses más se van volando. A Yaku poco comienza a notársele pancita, pero es casi nada. Y Lev es un novio demasiado consentidor, tanto, que en más de una ocasión Yaku ha recurrido a sus viejas artimañas, brazos y piernas salen volando cuando quiere que el mestizo mantenga la distancia y deje de cuidarle como si fuera una pieza de cristal que va a romperse incluso si solo le da el viento. A Lev no le importa el trato, sonríe como el idiota feliz y enamorado que es, se disculpa y calma sus propias emociones. El sexo, bueno, es de lo mejor para ambos. Incluso han intentado cosas nuevas, cosas que antes Yaku ni de broma consideraba.

Casi todos los que ya pasaron por ahí con sus respectivas parejas le recomendaban que aprovechara, porque en cualquier momento la libido de Yaku podía ir en picada y le dejaría semanas o meses enteros en abstinencia. A Lev aquello casi le entraba por un oído y le salía por el otro. Disfrutaba el día a día sin más.

Durante el cuarto mes de gestación de Yaku, las buenas nuevas llegaron para Sugawara y Nishinoya. Sí, estaban embarazados también. Y al par de semanas, Ennoshita y Shimada se unen. Casi parece otra epidemia de embarazos. Ikejiri y Fujimi siguen intentándolo, prometiéndose cada vez que está bien si no resulta, lo más importante es amarse.

Reunirse por el cumpleaños número cinco de Ayane y Hibiki, hija de Kenma y Kuroo, e hijo de Futakuchi y Aone, respectivamente, es un pretexto para convivir, todo y que no eran precisamente de la misma fecha, pero con pocos días de diferencia entre ambos pequeñines. Obviamente, los juegos de Oikawa no se hicieron esperar.

— ¡Juguemos Dodge Ball! ¡Yo quiero ser una reina~! Iwa-chan, sé mi caballero y protégeme~.

Suspiro, revuelo de ojos, quejas. Sonrisas. El amplio grupo de amigos pronto comenzó a organizarse para el juego. Hanamaki y Matsukawa se enfilaron juntos en el equipo de Kuroo, traicionando a Oikawa, según el muchacho.

— ¡Bien, les dejaré ir con Kuroo si dicen de una maldita vez cuál es la verdadera relación que tienen ustedes dos! — Exclamó, rojo de frustración.

— ¿Nos dejas, Oikawa? — Hanamaki dijo alzando una ceja con aire divertido.

— No tenemos que pedirte permiso… — Matsukawa secundó. Sus gruesas cejas continuaban enfatizando esa rara expresión en su rostro.

Y la frustración de Oikawa fue en aumento. Sus amigos se rieron divertidos, y en medio de la rabieta del talentoso armador, se besaron apasionadamente, mostrando a todos los anillos en el dedo anular de sus manos. ¿Comprometidos? ¿O simples anillos de pareja?

Más de alguno ahogó un gritito de impresión. Hinata sintió un poco de envidia, igual que Yamaguchi, que aunque vivían con sus parejas, no tenían un compromiso de aquellos.

— Tobio.

— ¿Sí?

— Quiero un anillo.

— ¡¿Ah?!

— Kei~ yo también.

— Ng.


Continuará…

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