sábado, 3 de agosto de 2019

KILLER FEELING. Longshot YooSu


Pareja: YooSu
Género: Romance, vampirismo
Clasificación: NC-18
Idea por Nadya Jurado Ramirez
Desarrollado por “moi” xD

~*~
KILLER FEELING

Si tuviese que hablar de su pasado, le tomaría años relatarlo todo. Había detalles que eran sencillamente imposibles de resumir, y otros que no debían ser revelados. Pero para ponerlo de una forma sencilla, estaba en la encrucijada de su vida. La bifurcación entre un futuro “normal”, y el futuro con que carga su apellido.

Ser un Kim no era sencillo. En absoluto.
Aunque venía a enterarse recién, durante su cumpleaños 20, alcanzando la mayoría de edad en su natal Seúl, capital surcoreana.


― Así que, ¿para esto todo el entrenamiento espartano? Todas esas clases extracurriculares, los entrenamientos en diversas artes marciales, el uso de armas y todo lo demás. ¿Un cazavampiros? ¿En serio, mamá?

El joven Kim sonrió con burla, dejándose caer en el sofá de la estancia en la casa paterna. Enterró sus dedos entre los castaños mechones, el flequillo platinado fue deshecho y luego la jaqueca. La explicación de su progenitora había sido más o menos amplia, información que tenía sentido, pero todavía le resultaba difícil creer.

― Junsu querido.

― No me digas más, mamá. ― Interrumpiendo las palabras de su progenitora, el muchacho se puso de pie.

― ¿A dónde vas, Junsu? No hemos terminado de…

― Necesito pensar.

― No lo entiendes, querido.

― ¡Claro que no entiendo! ― Exclamó, honestamente fuera de sus cabales. ― Esto sencillamente es, es ¡inverosímil!

― Te lo pido por favor, Junsu, no salgas ahora.

― No puedo, mamá. En verdad necesito salir.

― ¡Junsu!

El peliteñido ni siquiera miró atrás, no quiso escuchar el llamado de su progenitora. Ya tenía suficiente con todo lo que estaba pasando, para venir y hacerse a la idea de que era un “cazavampiros”.

― ¿Siquiera existen? Tal vez a mamá le ha afectado demasiado todo. Tal vez… ― Murmuró, habiendo tomado su auto y conducido a alta velocidad lejos de su zona residencial. ― Papá. ― Dijo, viendo el auto de su progenitor pasarle a un lado.

El hombre, por su parte, parecía ni haberse enterado de su hijo, enfrascado en su móvil, en una de esas tantas llamadas telefónicas que siempre lo tenían ocupado aun en casa. Cuando se aparecía.
El joven Kim lo sospecha, lo presiente. “Algo” sucede entre sus padres. Últimamente son demasiado fríos entre ellos, como si una enorme brecha se hubiera abierto entre los dos de la noche a la mañana. O quizá desde antes, pero intentaron ocultarlo. Quizá por él, tal vez por las apariencias.

El estridente sonido de un claxon sacó al joven de sus pensamientos. El consecutivo insulto del conductor del otro auto y un repentino enojo que le bulló en la sangre con una emoción que se desconocía. Apretó el volante y aceleró, dando persecución al otro auto. No sabe para qué o por qué. Solo lo hace. Con un extravagante instinto cazador que no entendería en ese momento.


― Señor Park. Oh, mis disculpas. ― Un hombre de mediana edad, vestido con traje y pulcro calzado, dio media vuelta, cerrando la puerta de la habitación tras de sí.

Con el corazón atorado en la garganta.
Las indicaciones siempre han sido muy claras, no interrumpirlo cuando se está alimentando.

Un minuto después de la habitación salió un hombre de atractiva apariencia, semidesnudo y con una expresión severa en el rostro. Los rastros del líquido carmín fueron limpiados por una toalla húmeda que desechó con descuido.

― Qué era tan importante para irrumpir así, Hoon.

― Usted dijo que le notificara cualquier movimiento destacado de los Kim.

― ¿Y?

― Al parecer, la Sangre ha despertado en la familia.

El atractivo hombre sonrió, mostrando los finos colmillos y la negruzca mirada matizada de azul índigo.

― Entonces es momento de conocerlo. Su destino y el mío están atados inevitablemente.


Hacía al menos un par de noches desde la “noticia”. El joven Kim todavía no digería la revelación y evitaba al máximo pasar tiempo en casa. Donde, de todas maneras, solo su madre llegaba a estar. Hoy, su salida tiene otra intención.

Pasarla bien.
En la cama de alguien.

― ¿Qué tal en la mía? ― Un susurro que erizó su piel y calentó su sangre.

Cuando el joven Kim volvió la mirada a un lado, un apuesto hombre de cabellos azabaches y una impresionante presencia tomó sitio en la barra, pidiendo un whisky en las rocas.

― Disculpa, ¿qué dijiste?

― Cama, te invito a pasar la noche en la mía. Prometo hacerte olvidar de todo. ― Respondió coqueto, seguro. Con un carisma seductor al que el joven Kim no podría resistirse.


Cuando el joven Kim despertó, estaba en una habitación desconocida. De alto techo y paredes blancas, una lámpara con motivos de cristal fino colgaba de lo alto, y el cielo-raso decorado con estrellas fluorescentes que brillaban en la oscuridad de la alcoba. Oscuridad que, el peliteñido comprende, se debe a las gruesas cortinas que cubren de lado a lado los amplios ventanales. El bonito y llamativo color vino las engalanaba, con un bordado en color plateado que iba de arriba abajo en los bordes, entretejiendo un colorido enzarce con símbolos que el peliteñido no conocía pero de alguna forma le parecían familiares.

Espabilando el sueño, el joven Kim se incorporó, maldiciendo el dolor de espalda baja y la obvia desnudez de su anatomía debajo de las sábanas blancas. Gruñó entre dientes y miró alrededor, preguntándose dónde estaría su amante nocturno. Algo era seguro, no estaba arrepentido de haberse acostado con un desconocido.

 ― Era sexy, demasiado para negarse.

― Con que era sexy, eh.

El joven Kim miró a la puerta. Recargado en el umbral el apuesto hombre de cabellos azabache que lo abordara la noche anterior. Con una simple bata mal puesta que dejaba al descubierto la desnudez debajo de ella. Su porte elegante aumentaba su atractivo, y la mirada confiada realzaba su sexappeal.

― Todavía pienso que lo eres. ¿Me recuerdas tu nombre? ― El pelicastaño preguntó, ladeando el rostro con aire coqueto, flexionando las rodillas pero sin importarle que las sábanas al moverse mostraran su cuerpo desnudo.

― No lo dije en ningún momento. Tampoco me dijiste el tuyo. ― El azabache devolvió el gesto coqueto, avanzando entonces dentro de la habitación con paso lento. Sus pies descalzos también eran sexys. O eso pensaba el joven Kim.

― Entonces, ¿seguimos como un par de desconocidos? ― El peliteñido bajó los pies de la cama. La sensación de la alfombra debajo de sus plantas era agradable. Pero había otra sensación sacudiendo sus instintos que lo instaba a provocar al otro.

― Suena excitante, ¿no te parece? ― El azabache dijo, habiendo llegado finalmente a la cama, inclinándose sobre el peliteñido se acercó tanto hasta que sus labios se rozaron. Más no llegó a besarle.

El peliteñido arrugó la nariz con aire infantil, caprichoso por el beso no recibido. Pero deleitándose la pupila cuando el azabache retrocedió y le dio la espalda. La bata resbaló cuando él la desanudó y dejó al descubierto su ancha espalda. En ella, un par de tatuajes, unas alas y una leyenda escrita en un idioma que no le fue conocido al joven Kim.

― ¿Por qué las alas?

― Libertad.

El azabache tomó una botella de vino que estaba a medio vaciar sobre una cómoda. Sirvió un vaso y luego volvió la mirada a su acompañante, ofreciéndole uno.

― Gracias, pero es demasiado temprano para mí. Dime, ¿te molesta la luz del sol? ― Preguntó. Con tono juguetón a decir verdad. Sin embargo, de inmediato recordó lo que su madre le revelara días atrás.

Es un cazavampiros.

El azabache se rio con él, pero no respondió una negativa. Tomó de su vaso de vino brindando en su honor. Luego volvió a acercarse a la cama, descendiendo sugerentemente sobre el pelicastaño.

Duerme, Junsu.

― ¿Qué? ¿Cómo sabes mi… nombre?

Duerme. Duerme mi apuesto cazador.

― Sabes mi, nombre.

Cuando los ojos del pelicastaño se cerraron, cayendo en un profundo sueño. El vampiro se alejó, salió de la habitación tras mudar sus ropas por un traje casual que sencillamente lucía en él.

― Señor Park, el auto le espera.

― Llévalo a su casa. Y Joon.

― Sí, señor.

― La Sangre no ha despertado del todo.

― ¿Entonces por qué no lo asesina?

― ¿Asesinarlo? ― Park bramó, y un solo movimiento de mano fue suficiente para que su seguidor se arrodillara. ― Es mi deber protegerlo. Si el cazavampiros muere, lo haré con él. Te lo dije, Joong. Su destino y el mío están inevitablemente entrelazados.


Siglos atrás, el conocimiento de los vampiros era de dominio popular. Las masas les temían, y la Iglesia era el refugio más buscado por todos. Ellos, los llamado chupasangre, solo le temían a una cosa. La ira de los llamados cazavampiros. Hombres y mujeres nacidos con un don en especial. Don que solo un selecto grupo de familias heredaba. En Corea del Sur, el linaje Kim estaba bendecido con él.

Para los vampiros, mantener la distancia de los cazavampiro era una tarea necesaria y continua. Pero cuando escapaban de territorios custodiados por ellos, la maldad y la lujuria se desataban. Con el tiempo, los cazavampiros comenzaron a desaparecer. Se dice que sus familias fueron siendo exterminadas por vampiros de élite, hasta que no tuvieron más opción que ocultarse y preservar el don. Se dice que prevalecen apenas dos o tres castas en el continente asiático, y que entre ellas, el don es denominado “la sangre”, dicho don despierta al llegar a la mayoría de edad, pero antes de su despertar, el recipiente es entrenado para cumplir con su destino.

Los vampiros, por otro lado, han aprendido a ganar mientras permanecen en la oscuridad. Las noches se convierten en sus aliadas cuando deben alimentarse o ganar nuevos adeptos. La condición vampírica no es hereditaria, tampoco llega de nacimiento. Solo puede ser “concedida”, como un regalo. O como una maldición.

Ser un vampiro significa.
Renunciar al alma.
Ser un no muerto caminando por las calles en la eternidad.

Algunos vampiros prefieren la muerte después de siglos de vida. El aburrimiento y la monotonía los somete.

Otros. Disfrutan del dominio sobre los mortales.
Y se alimentan de ellos.
De su sangre, de sus deshonestos deseos.

Y solo uno de ellos, estuvo dispuesto a aceptar algo más que la inmortalidad.
Y hacer un pacto con una de las pocas hechiceras en el mundo.
Obtener un alma, a cambio de un precio invaluable.


― ¡Junsu!

― Qué, mamá.

― No me has estado escuchando, ¿verdad?

El peliteñido suspiró, se talló las sienes y trató de recordar cómo había llegado a su casa. Sin éxito en el proceso.

― Lo siento, tengo jaqueca.

― Necesitas hablar con tu padre. Es importante, cariño.

― ¿Importante? ¿Por qué? ¿Otra charla sobre vampiros y cazavampiros? No creo tener ánimo para otra tontería de esas, mamá.

― No es una tontería, Junsu. Eres más importante de lo que te imaginas.

― ¿Sí? ¿Por qué, mamá?

― Porque el equilibrio entre el bien y el mal, depende de ti.

― ¿Debo reestablecer ese equilibrio, mientras veo cómo papá y tú se divorcian?

― Junsu, ¿cómo…?

― ¿Cómo lo sé? Vamos, mamá. Es obvio. Papá apenas tiene tiempo de estar en casa. No somos su prioridad. Es más, dudo que en algún momento lo hayamos sido.

― Tu padre solo ha hecho lo que le corresponde.

― ¿Entrenarme, mamá? Porque todo lo que recuerdo de papá son sus instrucciones y cómo me presentaba a un tutor sobre otro. Pero nunca recibí la mínima muestra de cariño. Y hasta donde recuerdo, tampoco tú, mamá. Así que, honestamente, ni siquiera me extrañaría que tuvieras una aventura con otro hombre. Es más, también tengo aventuras de una noche y…

La bofetada le quedó marcada en la mejilla. Pero al joven Kim le dolía algo más. Probablemente, el peso de su linaje. De la Sangre que bullía en sus venas ansiosa por despertar.

― No te atrevas a juzgar mis actos, Junsu ah. Sí, llegué a pensarlo, pero serle infiel a tu padre no iba a darme la felicidad que siempre busqué.

― ¿Y qué te detuvo, mamá?

― Tú, Junsu ah. Y la gran responsabilidad que pesa sobre nuestra familia.

― ¿De qué estás hablando, mamá? ― El peliteñido miró a su progenitora con urgencia y demanda. Indispuesto a esperar más por respuestas claras.

La mujer suspiró. Y tras tomar asiento en la estancia, invitó a su hijo a imitarle.

― Junsu ah, sé que te parece irreal lo que te he dicho en tu cumpleaños. Pero es así, eres un vazavampiros, de los últimos en tu especie. La sangre de nuestra familia es de las pocas que sobreviven, otras familias han perdido la pureza de su sangre y las habilidades cazadoras se han ido perdiendo con el tiempo. En cambio, nosotros tenemos que asumir nuestra responsabilidad. Me casé con tu padre para mantener esta tradición, y darle al mundo la oportunidad de continuar sus ciclos sin preocuparse de los vampiros, salvo para considerarlos un mito digno de libros, películas o series animadas.

― Madre, todavía sigo sin creer lo que dices.

― Lo sé. Es por eso que decidí llevarte conmigo esta noche.

― ¿A dónde?

― A conocer al enemigo, por supuesto. Alístate como se te entrenó en tu viaje por Roma, Junsu.

El peliteñido lo recordó de inmediato. Había sido hace un par de años, en un supuesto viaje familiar que se había convertido, como cada salida desde que recuerda, en un agotador entrenamiento que le tomó las semanas de vacaciones antes de continuar la universidad. Roma fue el destino, y un grupo de especialistas en armas medievales, así como otras más modernas, lo había capacitado en el uso de estas con métodos poco ortodoxos. Algunas cicatrices de ese, y otros entrenamientos, estaban marcadas en varias partes de su cuerpo.

― ¿En serio?

― De inmediato, Junsu.

Más tarde madre e hijo marcharon en auto hacia un destino desconocido para el peliteñido. Lo que más le impresionaba, sin embargo, era la vestimenta de su madre. De alguna forma le recordaba a las sexys espías que salían en las películas, y que portara un crucifijo alrededor del cuello así como una daga en la cintura, comenzaba a preocuparle honestamente.

― Oye mamá, ¿no estás siendo un poco, dramática?

― Quieres entender tu legado, voy a mostrarte. Y recuerda, sin importar qué, lo que más debes proteger es tu mente. Algunos vampiros son hábiles con la hipnosis, te seducen apenas con una aparente mirada y, si caes en sus encantos, les sirves de alimento y probablemente en uno de ellos. Aunque hasta ahora, nunca he sabido de un cazavampiros que sobreviva al ataque mortal de un vampiro.

― ¿Cómo identificas a un vampiro?

Su progenitora lo miró de reojo. Sonriendo indulgente.

― Cariño, ellos se revelan solos una vez que mostramos nuestra Sangre.

― ¿Qué? ¿Tengo que herirme o algo así? ― El muchacho vio a su madre reír.

Como hacía mucho, mucho tiempo no la escuchaba.
Y recordó, así sin más, que su madre solo ha reído delante de él. Pero nunca de su padre.

― No, Junsu ah. Un cazavampiros despierta la Sangre cuando está listo. Y tú lo estás ya, solo necesitas creer para que un mundo completamente nuevo se abra ante tus ojos.

― Madre.

― ¿Sí? pregunta todo cuanto quieras, aunque te aseguro que nada es mejor que la experiencia.

― ¿Por qué te casaste con mi padre?

La mujer titubeó. Torció a la izquierda y siguió derecho por la avenida, aumentando un poco la velocidad.

― Así tenía que ser.

― Pero estás enamorada de él, ¿cierto?

― Lo estoy.

― ¿Y él? ¿Te ama, mamá?

La mujer aclaró la garganta. Guardó silencio y al minuto aparcó a un lado. Pero antes de bajar, le dio la respuesta a su hijo.

― No. Mi matrimonio con tu padre fue básicamente un contrato.

Antes siquiera de que el muchacho pudiera preguntar más, su progenitora ya había bajado del auto y caminado hasta la puerta de lo que parecía ser un bar de esos que permanecen abiertos prácticamente día y noche. La mujer llamó a la puerta, pero cuando un hombre asomó el rostro por una pequeña compuerta, ella ya estaba apuntándole con una ballesta.

― Abre.

― No eres bienvenida, cazadora.

― Oh, eso lo sé perfectamente. Ahora, abre.

Lo siguiente que el joven Kim vio fue, a falta de otra palabra, simplemente asombroso. Su madre disparó al sujeto, directo al corazón, en cuanto la puerta se abrió. Luego la siguió por un pasillo, escaleras arriba y finalmente otra puerta, cuando ésta se abrió, música estridente, láseres bailando por todas partes, y un montón de personas danzando con la mirada enajenada. Más allá, al fondo del lugar, en lo que catalogó como zona VIP, un hombre estaba agachado sobre una joven de melena corta.

― ¿Alimentándote a tan temprana hora, Berk?

El hombre levantó el rostro. La mandíbula manchada de rojo, los ojos de un extraño matiz azulado, y los colmillos, obvios a la vista.

― Oh, cherry, otra vez tú.

Vampiro y cazadora se enfrentaron súbitamente. Otros vampiros, al parecer de menor rango trataron de intervenir, pero encontraron el mismo final que el sujeto en la entrada. Las flechas con pico de plata, la daga forjada en el mismo metal, armas de fuego con balas especialmente diseñadas para este fin, fueron usadas por la cazadora. Y mientras la mayoría de los que estaban en el local salieron corriendo para salvar el pellejo, solo aquellos llamados chupasangre intentaron acabar con la mujer.

La daga de la cazadora tenía su punta presionando contra el pecho del vampiro. Berk gruñía bajo su dominio mientras su diestra había sido perforada por las balas de plata.

― Te lo advertí, Berk, si querías vivir tenías que dejar el negocio. Y no estoy hablando solo de las drogas o las armas que sé que continuabas traficando bajo las narices del gobierno. Supe que te hiciste de un grupo selecto de vampiros con la intención de expandir tu dominio. Pues mira, no lo hiciste lo suficientemente bien porque llegó a mis oídos.

― Ng, vas a morir, cherry. Llegará el día en que serás tú quien sea subyugada por uno de los míos.

― Algo es seguro, Berk. No vas a estar ahí para presenciarlo. ― La cazadora finalmente enterró la daga en el corazón del vampiro. Y en cuestión de instantes, en medio de un estruendoso grito, el vampiro se redujo a cenizas. Como un cuerpo calcinado que desprendía un extraño olor a hierro. ― ¿Esto te convence, Junsu?

El pelicastaño miró a su progenitora. Asintió y de pronto sintió orgullo y vergüenza. Orgullo por lo grandiosa que es su madre. Vergüenza, porque ni siquiera había participado en absoluto. Se había quedado mirando cada segundo, con una ballesta en su mano y armas gemelas enfundadas en la espalda.

― Este es tu legado, Junsu. No, en realidad esto no es nada. Estos vampiros son solo peones. Aquellos a los que tú enfrentarás, son una auténtica pesadilla.


Dos días más. Para Junsu el tiempo había comenzado a transcurrir de una forma diferente. Más lento, más abrumador. Con su madre ha aprendido un montón de cosas que no le había dicho antes. Pero había un par de cosas que lo perturbaban.

El matrimonio por contrato entre sus padres.
Y el hecho de que su Sangre no ha despertado.

― Piensas demasiado.

Alguien dijo. Pero el peliteñido conocía bien esta voz. Así que cuando volvió el rostro y se encontró con el apuesto azabache con quien se liara noches atrás, una emoción arrolladora sacudió todo su cuerpo. Concentrándose particularmente en la entrepierna.

― Hola, sexy desconocido. ― Dijo. Coqueteando descaradamente con el hombre.

― Y, ¿te gustó estar en mi cama?

El flirteo del hombre de cabellos azabaches era evidente. Y al joven Kim realmente no le molestaba en absoluto. Por el contrario, lo emocionaba de formas inimaginables.

― Creo que la respuesta es obvia. Recuerdo claramente que alguien se aprovechó de mí toda la noche. Y me hubieras devorado esa mañana de no ser porque el cansancio me venció, ¿cierto?

― Claro, cansancio. ― El azabache dijo, sonriendo con picardía. ― Es porque no sabía que eras virgen hasta que ya había comenzado. Y es difícil parar cuando estoy en ello. ― Añadió.

Aunque la verdad era otra.

Los ojos del vampiro Park se revelaron brevemente, mientras recordaba cómo deliberadamente lo había hipnotizado haciéndole caer en un profundo sueño aquella mañana. Claro que sí, había necesitado mucho, muchísimo control para no tener sexo con él de nuevo. No porque no lo hubiera deseado, sino porque la Sangre del cazavampiros había amenazado con despertar. Y no era tiempo todavía. No en esas circunstancias.

Claro que, eso era absolutamente su culpa. No tendría que haberse involucrado sexualmente con el peliteñido antes de conocerse como lo que son. Polos opuestos, enemigos en alianza que tendrán que luchar contra un mal superior.

Un vampiro con alma, y un cazavampiros con Sangre demoniaca.

― Estás en el Limbo.

― No lo estoy.

― Te quedaste callado. Y yo ni siquiera podía llamarte porque, pensaba, ni siquiera conozco su nombre. Aunque es sexy también. ― El joven Kim rio, pestañeando coqueto y lamiendo su labio inferior solo porque sí.

Porque sí. Así es como se provoca a un hombre sexualmente atractivo.
Sobre todo si lo hace de esa forma tan lenta y seductora. Claramente invitándole a devorarle de nuevo.

Park sonrió altanero, miró alrededor y se dio cuenta de que, otra vez, lo ha encontrado en un bar. De alguna forma, no encajaba del todo con él verle ahí, mucho menos si estaba bebiendo y su aliento a licor le daba un toque todavía más atrayente.

― ¿Quieres saber mi nombre?

― ¿No quieres revelarlo?

― Si quieres, te lo diré. Pero a cambio, tendrás que decirme el tuyo. Y dejaremos de ser el par de desconocidos que tienen sexo candente, para convertirnos en amantes.

― Que todavía pueden tener sexo candente, ¿no? ― El joven Kim agregó, acercándose al azabache.

Posó la siniestra en la mano del azabache, subiendo lentamente por el dorso hasta el antebrazo, serpenteando sinuosamente más y más arriba, acariciando su hombro e inclinándose a su rostro, mirándole los apetecibles labios. Esa boca carnosa que, lo recuerda bien, besa como un dios, tan divino que lo había mandado a la gloria con cada beso. Por no decir lo que sintió cuando lo mimó particularmente en la entrepierna.

― Vas a hacerlo, ¿o no? ― El azabache dijo.

Su voz algo más ronca y áspera. Más grave, como una voz escalofriante que le ponía los vellos de punta, pero lejos de provocarle temor, lo excitaba.

― Dime tu nombre. ― Suspiró, dejando que su cálido aliento golpeara los labios del azabache.

― Primero tú. ― Sonrió altivo. Llevando la siniestra a la cintura del peliteñido, acariciándole astutamente mientras le jala y él termina sentándose en sus piernas.

― Junsu~. ― Jadeó, entrecerrando los ojos con las mejillas arreboladas de carmín.

― Ahora es mi turno, Junsu baby. ― Dijo.

Pero lejos de decirle su nombre al peliteñido, se lanzó por sus labios, besándole con fuego. Mordiéndole y chupándole. El joven Kim jadeó en medio del beso, haciendo lo posible por seguirle el ritmo. Gimiendo más cuando la lengua del azabache hizo aquellas maravillas dentro de su boca, explorándole a conciencia.

Cuando rompieron el beso, sus bocas estaban hinchadas. Pero lo más prominente estaba al sur, donde sus pelvis amenazaban con buscar más contacto.

― ¿Nos vamos? Mi cama te espera, Junsu.

― Sí, vamos.

Lo siguiente que Junsu supo es que las noches eran demasiado cortas a lado de este atractivo hombre. Que el sexo era increíblemente placentero y que le salía una voz que casi sonaba desconocida para él. Gimiendo y jadeando bajo su dominio, suplicando por más, llorando de placer, caliente hasta la médula.

Cuando cayó en sueño profundo, rendido por el cansancio (o eso cree), el azabache fumó un cigarrillo a lado. Su habitación estaba impregnada del aroma de su sexo, a sudor y al perfume de su joven amante. Olía, a demonio. Pero no un demonio cualquiera. Un demonio humano, mortal, sin más poder que el de aniquilar a los que son como él. Vampiros.

― Nh. ― Junsu se removió entre sueños, buscando inconscientemente el contacto con el azabache, atrapándole por la cintura.

Joder, hace que mi alma tiemble con emociones que nunca había experimentado antes. ― Pensó.

Y luego se prometió que, en cuanto el joven cazavampiros despertara. Le diría la verdad.
Y revelaría su nombre.
Y el destino que los atará hasta el último de sus alientos.


Cuando el joven Kim despertó, el apuesto hombre estaba acostado a su lado. Mirándole con una expresión que le hizo sonrojar.

― ¿Hace cuánto estás mirándome así?

― Perdí la noción del tiempo, Junsu.

― Ng. ― Gimoteó avergonzado. Lo que era mucho decir, considerando la cantidad de cosas pervertidas que han hecho. ― Deja de hacerlo~.

― ¿Por qué? Encuentro muy interesante esta panorámica.

― ¡Oye~! ― Gimoteó entre risas, soltando más de ellas cuando el azabache comenzó a hacerle cosquillas.

Aunque, honestamente, no había sido precisamente esa su intención cuando comenzó a juguetear en sus costados. Sin embargo, una vez escuchó su escandalosa –y muy particular– risa, no pudo frenar. Era encantador.

― Entonces, ¿cuándo vas a decirme tu nombre? ― Dijo, después de que el azabache le dejara en paz y le hubiese robado el primer beso de la mañana.

― Creí que lo habrías olvidado, Junsu.

― ¿Bromeas? Anoche pude estar distraído al momento. Y eso fue enteramente tu culpa, de alguna forma parece que sabes exactamente como enloquecerme. ― Añadió, mordiendo su labio inferior mientras los largos dedos del azabache serpentean, una vez más, por sus piernas, apostado a su lado con ojos lascivos.

― De acuerdo, acepto esa culpa. Y puedo asumir la responsabilidad justo ahora. ― Dijo con tono pícaro, mordisqueándole los labios antes de empujar su lengua y besarle fogosamente.

Robarle el aliento a temprana hora debía ser ilegal. O algo. El azabache pensó que incluso si esto no era precisamente lo que debía estar pasando, sucedía. Y se encontraba atrapado en una atracción peligrosamente inadecuada entre ellos.

El sexo estaba bien. Incluso si algún día el joven cazador le acechara.
Pero esto que estaba sintiendo por el peliteñido, era más que lujuria o deseo.
Era un sentimiento diferente que le alteraba aquello que no debía tener más.
El alma.

― ¡Basta~! ― Exclamó con una sonrisilla, empujando al azabache por los hombros. ― Suficiente, si continúas terminaremos haciéndolo de nuevo. Y todavía no me dirás tu nombre. Si vas a decírmelo, hazlo ahora.

― De acuerdo. Pero será mejor que te vistas. Estaré en la cocina, ven a tomar café o algo.

― Chocolate, ¿tienes?

― ¿En serio? ― Dijo, elevando una ceja con aire incrédulo. ― ¿Qué edad tienes? Sospecho que me acosté con un niño.

― ¡Soy un adulto! ¡Y no tiene nada de raro que me guste el chocolate! ― Exclamó. Avergonzado a decir verdad. ― Maldición, lo dije sin pensar. Pero claro, cualquiera pensaría que es ridículo que un hombre quiera chocolate caliente después del sexo. Ng, me dijo niño~. ― Se quejó en pensamientos.

El azabache simplemente se rio, le indicó que la ducha estaba lista y minutos más tarde ya le tenía en la cocina.

― ¿Qué haces vistiendo mi camisa?

― Mi ropa tiene, semen. ― Dijo. Mordiendo su labio inferior con aire avergonzado. ― ¡Qué demonios! Tenía más valor hasta anoche~. ― Pensó, de nuevo.

― Oh. Es verdad. ― El azabache recordó que había sido culpa suya.

Que en cuanto entraron en su casa, en pleno living, lo había tocado hasta hacer que se corriera. Ahí habían sido ensuciados sus pantalones. Y durante la segunda vuelta, con la camisa a medio quitar, él se había corrido en el níveo pecho. Luego sencillamente la prenda había quedado enredada entre mantas y cuerpos, y seguramente el semen del peliteñido la había ensuciado una o dos veces más.

― Te prestaré ropa. Tengo algunas prendas que seguro te quedan.

― No es necesario. Debes tener dónde lavar, ¿no?

― No.

― ¿En serio? ― El azabache asintió. Y él le miró incrédulo. ― ¿Qué haces con tu ropa entonces?

― Tengo un mayordomo que se encarga de todas esas tareas.

― ¿Mayor-domo? ― El peliteñido entonces prestó un poco más de atención.

Y solo entonces se dio cuenta de que estaba en una Mansión. Obviamente, su amante era de familia adinerada.

― Aquí, Junsu. Tu chocolate caliente.

― ¡Yah! No te burles de mí~. Y dime de una vez, o terminaré marchándome sin saberlo.

― Park Yoochun. ― Dijo. Finalmente.

― Yoochun. ― Repitió. Saboreando el nombre del azabache en los labios, junto a un pequeño sorbo del chocolate recibido.

― ¿Sabes quién soy?

― ¿Eh? No, ¿debería?

― La verdad es que sí. Quiero decir, mi nombre debería resultarte conocido.

― ¿Por qué? ¿Eres un idol? ¿Hijo de algún político o empresario muy importante?

Park no contuvo una risa. Luego besó los labios de Kim delicadamente.

― Tenías chocolate.

― Oh, ya. ― Aclaró la garganta, sorbiendo de su chocolate otra vez, relamiéndose los labios para evitar que le besara de nuevo. Tenía la impresión de que su cuerpo se calentaba con cada beso que le robaba. ― Entonces, ¿quién eres? ¿Por qué debería conocerte, Yoochun?

― Porque yo, Junsu, soy uno de esos a los que debes exterminar. ― Dijo.

Y reveló su apariencia vampira. Los colmillos, la negruzca mirada matizada de azul índigo, las largas uñas. Las feromonas capaces de hipnotizar a cualquier mortal. La taza cayó de manos del peliteñido. Él no estaba listo para algo como esto.

― ¿Por qué? ¿Por qué me lo dices ahora, Yoochun?

El azabache suspiró. Honestamente sorprendido de que la taza de chocolate fuese lo único destrozado en esos momentos. Y que la expresión del peliteñido no fuera precisamente de enojo o confusión. Más parecía, resignado.

― Así que es verdad, ustedes seducen al azar, ¿verdad? Dime, Yoochun, ¿sabías quién soy desde el principio?

Park se agachó, recogiendo los pedazos de la taza rota.

― Sí, lo sabía, Junsu.

― ¿Y por qué me abordaste? ¿Fue divertido?

― No se trata de eso. No jugué contigo, Junsu. Aunque, ambos sabemos que solo era sexo.

― Sí, sé que ha sido solo sexo. Pero ahora me pregunto si tendrías otra intención. Tal vez, acercarte a mi familia.

Park rio, levantándose y echando los trozos de cerámica en el cesto de basura. El joven Kim frunció el ceño. ¿Estaba mofándose de él?

― Junsu, ya conozco a tu familia. Bastante. Estoy más cerca de lo que en realidad quisiera.

― ¿De qué estás hablando?

― Puedo decírtelo. O podrías preguntárselo a tu padre. Estoy seguro de que su versión será mejor para ti.


El joven Kim frenó abruptamente en el frente de la compañía de su padre. Kim Seok Jun, joven empresario que era bastante popular en el mundo de las finanzas. Pero que para el peliteñido no era más que una retorcida figura de autoridad sin pizca de cariño. Desde recepción el muchacho era saludado con sumo respeto por los empleados de su padre, a él no le interesaba nada de eso.

― Espere, Junsu-ssi, ¡no puede entrar!

El peliteñido claramente ignoró a la secretaria de su progenitor, irrumpiendo en su oficina con desmedida violencia. La puerta azotó a los lados, los invitados de Seok Jun se sorprendieron por la interrupción –probablemente inversionistas o alguna persona importante a la que él terminaría ayudando–, mientras el hombre dirigía la mirada a su hijo con súbita tranquilidad.

― Hay que hablar, padre. Ahora. ― Dijo.

Con un tono lo suficientemente serio y severo como para que los invitados de su progenitor lo mirasen como preguntando si era mejor retirarse. Seok Jun se disculpó con ellos y aseguró contactarlos cuando atendiera el asunto familiar. Los invitados le pasaron por un lado al joven Kim, y la secretaria tuvo que cerrar la puerta detrás de ellos para dejar a padre e hijo en privacidad. Esa que Junsu había invadido sin pizca de remordimiento.

― ¿Qué es tan importante que te olvidas de los modales, Junsu?

― ¿Importa eso?

El hombre largó un suspiro, se sacó los anteojos sin armazón y le prestó atención.

― Por hoy, pasaré por alto tu falta de educación y te escucharé. Pero te advierto, irrumpes de nuevo en mi oficina así, y te sacaré yo mismo, Junsu.

― ¡Ja! Como si esperara algo diferente de ti, padre. ¿Estás feliz? Por fin vas a divorciarte de mamá, y juraría que ansiabas este momento desde el principio. Después de todo, no tienen más que un matrimonio por contrato, ¿no es así? Para tenerme.

― ¿Es sobre eso? ¿Tanta rabia solo porque tu madre y yo vamos a divorciarnos? Eso pasa, Junsu. Incluso en familias menos afortunadas como la nuestra.

― ¡Afortunada! ¿Familia? ¿Sabes siquiera lo que significa ser parte de una familia, padre? Tú, que nunca estabas en casa, y cuando lo hacías de todas formas no nos prestabas atención. Claro que no, tú no sabes nada sobre la familia.

― Tienes razón. No sé nada sobre familia. No tengo tiempo para eso, hay cosas mucho más importantes de las que encargarse. Vampiros, por ejemplo.

El peliteñido avanzó hacia el escritorio de su padre, azotando la superficie con las palmas, mirando con furia a su progenitor.

― Park Yoochun. Háblame de él.

― Ah, así que ya se conocieron. Eso significa que tu Sangre ya despertó.

― Explícate. Y que sea detallado, no quiero volver a irrumpir en tu sagrada oficina de nuevo, papá. ― El peliteñido siseó.


Él no lo recordaba. No de momento, pero estaba de nuevo ahí. Teniendo sexo con el vampiro de cabellos azabaches. Con el sexy Park Yoochun.

― Muévete para mí, Junsu. ― Su voz, algo más gruesa y seca, como un vertiginoso tornado de lujuria azotó contra su lóbulo, produciéndole un espasmo de placer.

― Ngh~ Yoochun~. ― Gimotea, agitando las caderas por cuenta propia.

Park se encuentra detrás de él, de pie al filo de la cama, mientras Kim, a cuatro sobre el lecho, se encarga de dirigir las penetraciones, yendo adelante y atrás. Sus nalgas recibieron el azote de las manos del azabache, dejando la nívea piel revestida de un brillante carmesí.

La lujuria estaba más caliente que los encuentros sexuales anteriores. Algo había cambiado en Junsu desde que escuchó la historia de su padre. Y comprendió que Yoochun era su aliado. El vampiro con alma que cargaba con los pecados de su pasado, y estaba atado a servir como escudo para el cazavampiros de Sangre. Él, un demonio mortal que no tenía más poder que la habilidad para matar a los chupasangre.

― Más, Yoochun. Házmelo tan duro que no pueda levantarme mañana.

― Tú lo pediste, Junsu. ― Ronco, dominante.

Park embistió con salvaje pasión.
Y mientras recibía las embestidas calientes del vampiro, el peliteñido tenía un pensamiento en la mente. Provocar a su padre, liándose sexualmente con este hombre. Estirpe de sangre pura, pero un chupasangre a fin de cuentas. Un inmortal estigmatizado por su propio poder.


Kim Seok Jun no solía dar explicaciones de nada a casi nadie. Su esposa e hijo habían estado incluidos en ese paquete del casi nadie. Sin embargo, cuando su primogénito y único descendiente le miró con tal fiereza, él supo que no tendría más remedio que responder.

― Park Yoochun es un vampiro, especial. Carga con una maldición que anheló durante sus años de infortunada vulnerabilidad. Nuestra familia tiene buenas relaciones alrededor del mundo, desde hace más tiempo del que podría decirte ahora. Además, no necesitas una lección de historia familiar.

― Sé más directo, papá. Comienza a ser absurda tanta palabra de tu parte.

― Hace siglos, Park Yoochun era uno de los vampiros más poderosos en Asia. Nuestro deber por lo tanto era matarle, como a todos los que son como él. Sin embargo, se presentó un pequeño problema. Antes de que pudiera ser ubicado por el cazador más talentoso de nuestro linaje en la Dinastía Joseon, el vampiro desapareció. Como tragado por la tierra. Tiempo después llegó a las puertas de uno de los Cinco Palacios, algo se sentía diferente en él, ningún cazavampiros quiso enfrentarlo. Así que se abrió paso entre nuestras defensas con suma facilidad. Ningún vampiro había pisado dentro del Palacio Changdeokgung. Los textos rescatados de aquel entonces resumen las cosas a una simple frase. “El vampiro con alma anduvo entre nosotros, llamó a la puerta del salón principal y tras ser recibido por el Señor, se ofreció como estandarte para una lucha eterna contra el mal. A cambio, ningún cazavampiros tendría derecho a matarle a menos que pudiera cargar con su maldición”.

― ¿Qué maldición?

― Su alma. Un alma destinada a nunca encontrar la felicidad plena. Le fue concedida por una hechicera, pero ella no fue precisamente condescendiente con él. Algunos mitos dicen que ella estaba enamorada, resentida porque el vampiro no le correspondió. Y que por eso le concedió tal maldición. El alma humana de un hombre enamorado que también tenía un amor no correspondido. Honestamente, no me fio demasiado de los mitos.

― ¿Qué demonios? ― El peliteñido no pudo evitar cierta sonrisa sórdida. ― ¿Eso es todo?

― No. Pero no vas a escuchar de mis labios toda la historia. Si quieres conocerla, los textos están en una biblioteca de Busan.

― Lo haré. Pero dime, padre, ¿por qué te parece tan increíble que su maldición haya tenido que ver con el amor?

― Los vampiros no se enamoran.

― ¿Y los cazavampiros?

Su progenitor lo miró detenidamente. Sabe que esto tiene que ver con la escueta explicación que le ofreció respecto a su matrimonio.

― La relación entre tu madre y yo es mucho más compleja que un simple sentimiento. Teníamos un deber que cumplir para proteger a la humanidad. Eso, que tú todavía no comprendes, Junsu. Y si no lo haces, podrías morir.

― ¿Y? ¿Te preocupa perder al muchachito en quien has invertido tanto dinero? Dudo que los entrenamientos que recibí fueran gratuitos.

Seok Jun respiró ruidosamente, conteniendo su carácter.

― He dicho suficiente. Márchate ya, Junsu.

― Antes de eso, tengo una última pregunta, ¿sería malo para ti saber que tuve sexo con Park Yoochun?

Seok Jun golpeó su escritorio con tal fuerza que la madera se agrietó. Su mirada reflejaba furia pura. Y eso, de alguna manera, hacía hervir la sangre de su hijo con una emoción indescifrable. Provocar la ira de su progenitor le motivaba algo que simplemente no podía entender.

― Es tu deber continuar el legado familiar, Junsu.

― Así que sería todo un problema que fuera gay, ¿cierto? No podría casarme, ni siquiera por contrato.

― Junsu. ― Siseó el hombre.

― De todas formas no pensaba hacerlo. Y no es que sea gay del todo. Pero sabes, el sexo con un vampiro es tan ardiente.


Vaya que lo era. El peliteñido sentía la garganta reseca, dolorosa. Tanto gemir, tanto calor, tanto placer. La virilidad de Park se enterraba con violencia en su interior, hacía estragos en sus entrañas y revolvía todo en él, colapsando su mente y sus sentidos.

― ¡Yoochun! ― Gritó ahogándose en placer, arqueando la espalda y derramando (por tercera vez) su semilla al mismo tiempo en que su cavidad se llenaba con la del azabache.

La espalda del joven cazador descansó en el pecho del azabache cuando se venció por los espasmos de placer. Antes ambos habían estado de rodillas sobre la cama, su trasero recibiendo las fuertes estocadas de la pelvis de Park.

― Eso fue mucho, Junsu baby. ― Dijo mientras mostraba su diestra al peliteñido, con las manchas de semen goteando de su palma.

Tan seductor, coqueto, abrasador. Lamiéndole el interior del oído, atacando luego su nuca y hombros. Saliendo lentamente de su interior, apreciando la copiosa cantidad de semen resbalar entre sus nalgas. Sonrió con prepotencia, pasando la punta de su pene entre ellas por el mero gusto de hacerlo.

― Ng~ ¿intentas dejarme seco~, Chun?

― Eres tú quien no paraba de suplicarme por más. Llorando con anhelo en tus ojos.

El peliteñido sonrió. Ciertamente había llorado. De puro placer. Y no se quejaba en absoluto.

― Dime, Yoochun, ¿por qué deseaste un alma?

Park tardó en responder. Y el joven cazador sospechó que el tatuaje podría tener algo que ver. Mejor dicho, todo que ver.

Libertad

Eso había dicho cuando le preguntó por sus tatuajes.
Un alma, para un vampiro, podía ser más que una maldición, ¿la libertad a la inmortalidad?
El joven Kim quería insistir, pero al mismo tiempo necesitaba esperar. Quería saber si el vampiro confiaba en él. Y entender, qué clase de destino los ha unido.

― Un vampiro no puede enamorarse porque es un no muerto, ¿entiendes eso, Junsu? ― Dijo, tras un largo silencio.

― ¿Tú querías enamorarte?

Park sonrió, con algo parecido a la sorna. Pero había algo más en su mirada, el joven Kim lo percibió antes de que el azabache le diera la espalda y se levantara para servirse un trago. Los tatuajes en su espalda seguían pareciéndole sumamente excitantes y misteriosos. Quería grabarse en la retina la leyenda tatuada e investigar su significado. Pero también quería que él se lo dijera. El joven cazador quería que el azabache fuera honesto con él, que confiara.

― Creo que sí. La vida como vampiro me sedujo por un tiempo, pero hubo un momento en que me sentí aburrido. La única diferencia entre los humanos y yo era esa, un alma. Un corazón, y la capacidad de amar. Quería comprender eso. Pero, pedí el favor a la hechicera equivocada y terminó siendo una maldición.

― ¿Por qué?

Park bebió un sorbo de licor, volvió el cuerpo y lo encaró.

― Ella esperaba que me enamorara. Pero ya tenía a alguien por quien había decidido, por principio de cuentas, tener un alma. Así que me maldijo.

― Lo que escuché fue, que tu maldición era por sí misma tener un alma. Eso no es así, ¿verdad, Yoochun?

Park bebió otro sorbo, los cubos de hielo cintilaron al fondo del vaso.

― No. Nunca encontrar la felicidad plena, sí. Incluso si llegara a enamorarme, nada bueno saldría de eso.

El joven cazador sintió un vuelco. Y su corazón se contrajo dolorosamente.

― Y, ¿te has enamorado alguna vez?

― Una. Pero no lo sabía. Creí que si tenía un alma lo iba a comprender, todo lo que necesitaba era aceptarlo. Hice las cosas muy mal entonces, y he llevado años esperando poder reivindicarme, deshacerme de esta estúpida maldición y… morir.

― ¿Qué? ― Los ojos del peliteñido se abrieron de par en par. Y en un parpadeo ya estaba de pie, frente a frente con el azabache. ― ¿Morir?

― La inmortalidad es una gran carga. Y la infelicidad también.

― Entonces, te conformas con parejas sexuales, ¿verdad? ― Dijo. Con tono resentido. Aunque no tenía honestamente derecho o razón para estarlo. Después de todo, realmente solo se han buscado por la atracción sexual.

― Junsu, no te conviene enamorarte de mí. No soy digno de ti. Te traeré problemas.

― Pero estamos destinados, ¿cierto? Sirves a mi familia, eres mi aliado contra los tuyos. Serás mi escudo principal cuando decida asumir mi rol en el Clan Kim, como demonio cazador. Entonces, ¿qué harás si me enamoro de ti, Yoochun? ¿Vas a ignorarme?

Park buscó la mirada del peliteñido, y casi sin darse cuenta su mano se movió por cuenta propia, alcanzando la mejilla del joven y acariciándosela con inusitada delicadeza. Como una cariñosa caricia. El alma del azabache se sacudió, y su naturaleza vampira con ella. Retiró su mano rápidamente y aclaró la garganta.

― No podría ignorarte. Pero te lo digo, Junsu. Tengo un alma, y soy incapaz de amar. Dolor, eso es todo lo que traería para ti. Y no quieres eso, no mereces eso. Te he observado desde que naciste, eres un buen chico, noble y de una entereza formidable. Nunca conocí un cazador como tú, que tengas sangre de demonio ni siquiera te hace justicia. Eres el humano más puro que he conocido, y créeme, he conocido muchísima gente.

El peliteñido se rio de buena gana.

― ¿Puro? ¿Teniendo sexo contigo como lo hemos hecho? Y dices que soy puro. No juegues conmigo, Yoochun.

― No lo hago. De todo lo que te dije, lo único que sacudió tu corazón fue escucharme decir que esperaba morir. Un alma pura se acongoja por cosas como esa. Un alma como la tuya. Y no quiero mancillarla más de lo que ya he hecho.


Dos semanas. Ese fue el tiempo necesario para que el joven Kim finalmente se iniciara como cazavampiros. Era todo un ritual, según fue informado por su progenitora. Seo Yeon le explicó que su primer caza tenía que ser junto a Park, y darse a conocer como el demonio cazador del Clan Kim. Para eso, Park actuaría como su escudo, pero serían las habilidades en batalla de su primogénito las que quitarían la vida de un puñado de vampiros. No cualquier puñado, sino un grupo importante de chupasangre.

― ¿Estás listo, Junsu?

― Ya sabes, nací listo, Yoochun.

Ambos se sonrieron, y cuando las puertas de aquel castillo en una famosa ciudad europea, el concilio de vampiros enardeció. Los pasillos y pasajes del castillo estaban llenos de cuerpos incinerados, cada guardia había caído a manos del joven cazador, pero cuando estuvo delante de estos vampiros, su sangre ardió a punto de ebullición, sus ojos color chocolate adquirieron un tono rojo fuego y sus movimientos fluyeron con una impresionante velocidad. Park, por su parte, se mantenía casi al margen, pero cuando un ataque era lanzado contra el joven cazador, era su cuerpo el que los recibía.

Algunos minutos después Junsu enfundaba unas pistolas en los muslos, y recuperaba una katana del cuerpo carbonizado de uno de los vampiros, asegurándola en la funda de su espalda.

― ¿Estás bien?

― Nací para esto. ― Park dijo, sonriendo altanero, las heridas estaban sanando.

― Yoochun.

― ¿Qué?

― Me gustas. Quiero romper la maldición de tu alma.

Park sonrió.
Diferente. El joven Kim no supo descifrarla, probablemente Park mismo tampoco sabría.
Pero se acercó al muchacho, enmarcó su rostro y besó tiernamente su mejilla.

― No cruces esa línea, Junsu. Por favor, detente.

El susurro suave erizó el vello de todo su cuerpo. El cazador miró de reojo al azabache, sus varoniles facciones cruzadas por una oscuridad misteriosa. Había aun tantas, pero tantas cosas que quería conocer de él, que solo quería ser capaz de mirar en su mente cual si leyera un libro, con sus hojas abiertas de par en par, sin que importe la cantidad de capítulos, de pasajes oscuros, de hojas manchadas de sangre o largas noches acechando como fiera a la luz de la luna.

― ¿Y si quiero cruzarla?

Insiste.
El peliteñido emplea entonces una voz algo más ronca. Más segura.
No.
Demandante.

Busca sus ojos y le encara. Le obliga a sostener sus ojos chocolate mientras los ónix fulguran intensamente. Es un duelo de miradas, de pupilas cerradas como ventanas decididas a ocultar dentro de sus oscuros cristales, el alma. Park titubea. ¡Joder, sí que lo hace! Y gruñe, porque la mirada de este jovencito le hace tambalear.

Más que eso.
Sacude su alma.

Ese resquicio de supuesta humanidad que no le ha traído más que dolor. Porque es su maldición, y carga con los pecados de su pasado. De la muerte y desdicha que llevó a muchos hogares cuando se alimentaba de sangre al azar, cuando sus colmillos mordían con tal fuerza que los cuellos debajo de ellos crujían antes de acaecerle la muerte a mujeres y hombres que pasaban por el callejón de una desierta plazuela en las lluviosas noches de la Europa medieval.

― Yoochun.

― No.

La negativa es obvia. Y certera.
Park le pasa a un lado, las heridas en su cuerpo han sanado casi por completo, la sangre que mancha sus ropas es propia y ajena. Ni una sola gota pertenece al cazador.

― ¡No te atrevas a darme la espalda!

El grito es fiero.
Seductor.
Kim se le abalanza, está dispuesto a obligarlo a escuchar. A ceder a sus exigencias, aunque sean infructíferas a medias, y desleales a la razón. Él no pudo evitarlo, no solo le gusta, el vínculo que siente por él es más fuerte que una atracción física o sexual.

Lo quiere.
Más, mucho más que eso.

Se enfrascan en una absurda pelea, Park adopta su naturaleza vampira e intenta imponerse, pero por algo Kim es un cazavampiros, sus poderes se igualan y él no encuentra la fuerza suficiente para detenerle.

Una parte de él, dominada por su alma quizá, lo orilla a la rendición.
De un momento a otro están de espaldas en el piso, con el peliteñido apresándole la pelvis con sus piernas y cadera, sentado en su regazo.

― Ng. ― Gruñe, por la espada que atraviesa su hombro y le mantiene anclado al suelo de mármol.

Park sostiene ahí la mirada de Kim. Esos ojos chocolate que son puros como el agua, a pesar de la cantidad de sangre que manchará sus manos a partir de ese momento y a futuro.

― Voy a cruzar la línea, Yoochun. Y vas a dejarme hacerlo. ― Siseó. Sonriendo luego con algo parecido a la travesura y picardía.

Inclinándose lentamente por esos labios fríos que recibieron los suyos con inmaculada suavidad. Antes de tornarse violentamente en un beso fiero, salvaje, caliente. Cazador y vampiro se enfrascaron en una nueva batalla, de lengua y saliva, de besos ardientes y lujuria. Se mordieron los labios hasta sangrar, el sabor y aroma del líquido cromado despertó aún más la naturaleza de Park, y Kim pronto fue impulsado a un lado, sabiendo de antemano el movimiento del vampiro, el cazador sacó la espada, una herida limpia que sanaría en un par de minutos, sobre todo si Park le mordía.

Pero la mordida que el peliteñido esperaba, no llegó. En cambio, Park se perfiló entre sus piernas, desgarrándole las ropas con las largas uñas, serpenteó con sus largos dedos por todo su vientre, chupando y lamiendo páramos de piel, mordiéndole los pezones, empujando la pelvis contra su trasero. Excitándose aun por encima de los pantalones.

― Yoochun, he cruzado la línea, ¿entiendes? ― Dice. Intenta obtener alguna respuesta de Park, pero él parece decidido a aprovecharse de su cuerpo sin ofrecerle una. ― Ngh~ Yoochun~.

Por supuesto, las defensas de Park son fuertes. Muros levantados por siglos, no caerían tan fácilmente.

― Te he estado observando, Yoochun. ― Kim continuó, dispuesto a jugar sus propias cartas. A empujar tanto como fuera necesario. ― ¿Sexo? Por supuesto, y sé bien que solo lo has tenido conmigo. Ngh~ nh~ sé que… ― Arquear la espalda y saborear el espasmo de placer. El azabache se ha hecho paso entre sus pantalones, tragando su hombría… ― Sé que soy el único, no has buscado a nadie más. Sé que te gusto, Yoochun. ¡Ngh~!

Kim arquea aun mas la línea dorsal, Park succiona su falo con fuerza, quiere exprimirle como si fuese un castigo. El peliteñido sonríe, comienza a entenderlo. A conocer sus muros, y la forma de derribarlos. Aunque la lujuria venga primero, mezclada con enojos reprimidos y deseos insaciables.

Porque él está dispuesto.
Porque ya lo ha hecho.
Cruzar la línea, de un sentimiento condenado a la fatalidad.

Park es otra historia. Se aferra a su muro, intenta levantar nuevas barreras y ceñir alrededor incontables obstáculos. Está dispuesto a herirle si es necesario, a mancillarle tanto como fuese necesario con tal de alejarlo, de hacerle retroceder. Piensa, probablemente sin mayor fundamento que sus propios demonios, que será capaz de ofrecerle solo sexo sin exponer su corazón, sin permitirle tocar su alma. Esa que, un resquicio de su mente lo sabe, ya le pertenece al cazador.

Así que lo seduce, no se conforma con estimular la hombría del teñido hasta hacerle temblar sin control y saborear su semilla en la garganta. No, Park quiere imponerse, demostrarle que incluso si es su escudo, todavía es él quien le domina, quien puede hacer con él su voluntad, aunque meramente responda a la lujuria y la caliente pasión que se le enciende sin reserva en el cuerpo. Por eso no lo deja descansar, no permite que asimile su orgasmo cuando ya le ha empujado hacia abajo, alzándole el trasero y perfilándose entre sus piernas, penetrar sin preparación alguna su comprimido anillo.

― ¡Ngh! ― Kim gimotea, incómodo y adolorido. Pero de pronto se reconoce masoquista, porque lo disfruta.

Porque lo entiende. Sabe que esta salvaje lujuria solo quiere entregarle un mensaje. Y lo recibe. Lo recibe con una sonrisa, con gemidos ásperos e infinito placer.

― ¡Nh~ Chun~! ¡Así, más~!

― ¡Mierda, Junsu!

Su gemido ronco es diferente. Park tira de los cortos mechones teñidos del cazador obligándole a alzar la barbilla. Acelera sus embestidas y pretende humillarle con aquel trato, con aquella postura en la que lo tiene completamente dominado, sumiso, aunque de ambos el vampiro estuviese comprendiendo no había nada.

Porque Kim no está dispuesto a ceder. Se ha decidido, comprometido y entregado. Porque lo sabe, podrá ofrecerle sexo salvaje, pero realmente no le hará daño. Lo siente en la forma en que a pesar de tirar sus mechones no usa tanta fuerza como para romperle el cuello, lo sabe también porque sus estocadas son profundas y apasionadas, pero no es como si fuese a partirle en dos. ¿Quién sabe? Quizá simplemente le ha despertado la vena masoquista.

― ¡Chun!

Quizá, porque incluso si las uñas del vampiro se le entierran dolorosamente en los costados de su cintura, cuando su sangre corre él solo tiembla de placer, contrae su ano y suplica por más.

― ¿Estás loco, Junsu? ― Le susurra repentinamente al oído, lamiéndole lascivamente la nuca. Notando esa ansiedad que motivan en cualquier otra circunstancia a sus colmillos para morder.

― Ngh~ por ti, Yoochun. ¡Ngh! ¡Debo ser el más loco! ― Gimotear, sentir las piernas temblorosas, las rodillas cansadas. Pero desear todavía más de esa imponente lujuria.

Park entonces gruñe, y retrocede el rostro cuando sus colmillos rozan la enrojecida y sudorosa piel de su amante. El cazador jadea con sorpresa cuando de pronto es empujado hacia atrás y de un momento a otro está sentado en la pelvis del azabache. Aunque le de la espalda, no duda en comenzar a moverse, saboreando los espasmos de placer y las lágrimas que corren por sus mejillas, motivadas por la misma gozosa sensación.

Y continúa así, moliendo sus caderas de un lado a otro, cual si estuviese danzando sensualmente sobre su pelvis, torturando de una forma tan deliciosa su falo que no podía hacer más que dejarle dominar el momento, empujando hacia abajo, adelante y atrás, a los lados, en elipses, botando de arriba abajo, gimiendo su nombre, temblando de placer, apoyando sus manos en sus muslos, arañándole la piel aunque nada pudiera herirle y en cambio fuese el azabache quien le marcases la nívea piel con sus largas uñas.

Sus gemidos se confunden, se vuelven uno, igual que sus cuerpos, aunque sus corazones tengan aún otra sintonía y uno de ellos luche por sincronizarse mientras el otro se endurece a base de supuesta indiferencia y frialdad.

Pero lo traiciona su propia jugarreta. La lujuria lo sobrepasa y Park se reconoce completamente encendido, caliente. Con su corazón palpitando endemoniadamente acelerado, ardiendo y casi alcanzando el ritmo del otro. Kim se deja ir hacia atrás, recostándose sobre el pecho de su amante, eleva las piernas y deja que sea Park quien tome de nuevo el control, impulsando la pelvis hacia arriba, chocando contra sus nalgas, perforando su cavidad.

― Chun~ Chun~ Chun~.

Gime su nombre sin parar, jadeando con los sentidos embotados, cayendo en un abismo de lujuria y placer. Cerca de su segundo orgasmo. El pene del cazador va de arriba abajo botando al ritmo de las estocadas que recibe, alarga una mano y comienza a masturbarse, solloza por cada espasmo de placer y siente su cuerpo estremecerse sin tregua.

― Ng.

Park apenas gime, gutural y áspero. Está cerca de su propio orgasmo pero de pronto algo sacude violentamente su interior. Ése coronado por el alma. Es su corazón, sincronizado con el de Kim, ése que galopa contra su pecho, cuyas vibraciones puede percibirlas a través de su espalda pegada a su torso.

Gruñe y, en un rápido y ágil movimiento invierte de nuevo la postura, lo empuja contra el suelo, esa vez mirándole de frente, y penetra de nuevo su hermoso cuerpo. Kim arquea la espalda, y no puede evitar su éxtasis, expulsando su semilla y manchando sus cuerpos. Su gemido es agudo, y su llanto copioso. El placer es ínfimo.

― Vamos a arrepentirnos de esto, Junsu.

― No me importa.

― Fui maldecido para nunca alcanzar la felicidad.

― Romperé esa maldición entonces.

― Soy un vampiro, Junsu.

― Y yo un demonio, ¿no es así? ― Sonríe, acariciándole una mejilla antes de ser él quien busque un beso. Profundo, fogoso. ― Ahora, muévete ya, estás demasiado duro y caliente~.

― Eres mi perdición, Junsu. ― Asegura, abrazándole con recelo la cintura, empujando con fuerza su pelvis una, dos, tres veces y más hasta que su semen lo llena y es él quien tiembla azotado por el placer. ― Mi jodida perdición, baby.


La escena casi le parecía surrealista, él, conocido vampiro temido por su propia especie, tiernamente arropado junto a su amante, en el lecho. Pintándole las uñas.

¡Pintándole las uñas!

Si el azabache fuera el mismo de antes, seguro moría de risa solo por la insinuación de que él fuese capaz de una escena de tal naturaleza. Por una cantidad de razones que bien podría describir, pero que, de momento, ni siquiera le cruzan la mente. Porque, honestamente, estaba concentradísimo colocando el esmalte negro en las preciosas uñas de su amante.

― Hazlo con cuidado, Yoochunnie~ quiero que se vean bonitas. ― Que hiciera puchero mientras le pedía aquello, hizo que el corazón del vampiro diera un salto.

Y que su alma se alegrara de sobremanera por el ridículamente tierno gesto.

― No presiones, lo estoy haciendo bien, Junsu. ― Dijo, gruñendo un poquito antes de soplar sobre el esmalte.

La espalda del teñido contra su pecho solo conseguía recordarle que esa calidez estaba alimentando un sentimiento que, tarde o temprano, lo haría sufrir más de lo que probablemente será capaz de soportar. Y es que, aunque el cazador hubiese asegurado que rompería la maldición, aquello no iba a ser nada sencillo aunque se tuviese toda la voluntad del mundo.

― ¿Crees que se me ven bien, Chun? ― Pregunta de pronto, y consigue devolverle a esa pequeña burbuja en que se habían sumido.

― Bastante bien. Pero dime, ¿por qué de pronto quieres pintarte las uñas? También te teñiste el cabello de gris.

― ¿No te gusta como me veo? ― Pregunta una vez más, volviendo ligeramente la mirada hacia atrás, buscando desesperadamente los ojos negros de su amante.

― Me encantas, baby. ― Responde sin pizca de duda o jugueteo. Besándole ávidamente aunque al joven Kim casi se le tire la botellita con el esmalte. ― Mejor termino tus uñas o las arruinaremos. ― Murmura contra sus labios, lamiéndoselos.

Deseando morderle, otra vez. Pero esa ansia de la mordida que viene cuando anhela la sangre. Cada día se le hacía más fuerte el deseo, y más tambaleante la resistencia.

― Cuando me viste al llegar, hubo una expresión extraña en tu mirada. Pensé que tal vez no te había gustado este cambio de color en mi cabello.

― Solo me sorprendí. No es como si no estuviera acostumbrado a los looks extravagantes.

― ¿Estás hablando de otros amantes? ― Dijo. Con un tono amargo, serio. Celoso.

Park aclaró la garganta. Francamente saboreando el humor agrio en su voz.

― ¿No debería hablar de eso?

― ¡Por supuesto que no! ¡Soy tu único amante ahora, Yoochun!

― De acuerdo, Junsu. ― Aceptó, quitándole la botellita de esmalte de las manos, tapándolo y dejándolo a un lado en la mesa de noche. ― Entonces, solo sé tu mismo y dame tanto placer que no pueda pensar en absoluto en nadie más.

― ¡Te lo ordeno! ¡Piensa solo en mí, Chun! ― Exclama con tono severo, con la mirada hacia atrás, enganchado a los ojos brunos de su amante.

― ¿Me ordenas, Junsu? ― Dice, un dejo de burla destila su ronca voz. ― Estoy para protegerte, mi amado cazador, pero todavía no puedes solo ordenarme a tu antojo. ― Asegura, lamiéndole lascivamente el cuello y el mentón.

― De-deberías dejarme, solo tengo una vida para amarte y romper la maldición. ― Gimotea, casi como un mero capricho. ― De todas formas, por qué se me está clavando tu pene en el trasero~ ¿te excita hacerme enfadar~?

― Bueno, algo de eso. Es solo que me pone tu hermoso cuerpo, Junsu baby.

― Eres tan lascivo, Yoochun. Le haces honor a tu raza, vampiro calenturiento.

― Así resulta que me quieres, ¿no?

― Sí. Debo tener el peor gusto del mundo en hombres.

― Gracias. Aunque no soy un hombre, sino un vampiro. Y uno con alma además, condenado, ya sabes.

― Chun~ no arruines el momento~.

― ¿Cuál momento? Y no lo estoy arruinando, yo sigo caliente. Así que vamos, dame ese culo tuyo para saciar mi lujuria.

― ¡Yoochun!

El cazador gimoteó cuando el azabache le palmeó el trasero. Por supuesto, entiende que Park realmente quiere su culo. Sí, lo quiere para enterrarse en él tan profundamente que el teñido sienta que hace estragos en sus entrañas. Y no es que se queje, oh claro que no.

― Venga, dijiste que eres mi único amante, ¿no? Entonces satisfáceme, baby. ― Sugirió, con pícaras pupilas y desinhibidos lametones en su nuca y hombros, mordisqueando pero sin llegar a encajar sus colmillos en él.

La postura le facilitaba algunas cosas al vampiro, como molestarle de aquella manera. Y es que no conforme con haberle palmeado el trasero tras empujarle al frente, se ha ido encima suyo, rozando descaradamente su virilidad entre las nalgas del cazador, mientras continúa lamiendo aquí y allá, ansioso por entrar en él de nuevo.

― Ng~ Chun, deja de provocarme~.

― Fuiste tú quien me provocó por principio de cuentas, Junsu.

― ¿Yo? ¿Exactamente en qué momento~?

― Tanta charla después de una sola ronda de sexo no es suficiente, encima de todo pinté tus uñas y te tuve pegadito a mí durante minutos. Obviamente me provocaste, ahora déjame hacerte otra vez el amor sin quejas, baby.

Apenas ha terminado de decir, Park ya estaba empujando su pelvis, perforando la cavidad anal del joven Kim, notando rastros de su semilla y saliva, todo ese que él dejó minutos atrás.

― ¡Ngh~!

Y mientras el cazador gime ahogado, temblando presa de esas sensaciones de incomodidad y placer que lo volvían malditamente masoquista siempre que el vampiro decidía saciar su lujuria en su cuerpo. depositando en él estelas de caliente pasión que parecían ir impregnándose en cada una de sus fibras. Era más que eso, parecía que fluía en su sangre, como una llamarada encendida que podría mantenerle con ese júbilo lascivo de por vida.

― También estás duro, Junsu. ― La áspera voz del vampiro suena en su oído.

Es seductora, divertida, obviamente provocándole el deseo. La mano del vampiro acarició el falo del cazador con sinuosa calma, mientras daba esas estocadas lentas pero profundas, golpeando certeramente su próstata, haciéndole temblar y mojarse otro poco, exudando el presemen y comprimiendo su intimidad cuando le sentía llenarle.

― Yoochun~ más ¡por favor~!

― Te estoy mal acostumbrando a consentir tus caprichos, Junsu.

Y así, mientras Park aumentaba el ritmo de sus estocadas al mismo tiempo en que le masturbaba, la sangre del vampiro mutaba. Su maldición se hacía presente. Porque estaba disfrutando ese momento, unirse a Kim no solo por el mero placer banal, sino que estaba involucrando sentimientos. Esas emociones latentes que poco a poco han ido anidándose en su corazón, afianzándose a su alma.

Esa, que está condenada a no conocer la felicidad plena.

En ese instante Park no lo sabía, no se daba cuenta de cómo su sangre se iba volviendo más vulnerable. Inmortal como siempre, pero dolorosamente endeble.


El demonio cazador. Así era conocido el joven Kim entre las castas de vampiros, la mayoría de ellos comenzando a ocultarse, a tomar medidas y evitar enfrentarse a él. El vampiro traidor, así llaman a Park, capaz de enfrentarse a los suyos mientras actúa como escudo para el cazador.

Pero la verdad se reveló, meses después de que cazador y vampiro comenzaran su relación, aunque no tuviese un nombre claro y ambos fingieran que no se trata de más que sexo. Habían llegado a un prostíbulo de los barrios bajos de la ciudad vecina, usado por vampiros para atraer clientes políticos y magnates de las altas esferas con la intención de ofrecerles los beneficios de negociar con ellos a cambio de la inmortalidad. Pacto que casi nunca se cumplía pero que exprimía a diestra y siniestra a todos esos impíos hombres y mujeres que llegaban allí en busca de poder. Y placer. El delicioso placer de mujeres y hombres seducidos y entrenados por vampiros para satisfacer a cualquiera que entrase en el lugar.

El joven Kim estaba aquí con la intención de liberar a todos los mortales atrapados en el encanto seductor de los vampiros que lideran el negocio. Está ahí, porque una de las desafortunadas seducidas había sido amiga suya durante sus tiempos de instituto.

La pelea había sido fácil, él se estaba volviendo más y más habilidoso, confiado quizá de que Park siempre estaba ahí para protegerle. Sin embargo, al final de esta pelea, algo cambió.

― ¿Yoochun? ― Lo nombró, mirando con asombro cómo el azabache escupía sangre.

Sangre negra. Con un extraño olor a azufre.

― Estoy bien.

― No lo estás.

Kim se arrodilló a su lado, mirándole con aprehensión. Las venas de Park sobresalían, inyectadas con el mismo tono negruzco de la sangre que manchaba sus labios tras haber escupido. Sus entrañas estaban siendo destrozadas desde su interior. La maldición lo estaba dañando. Un daño que dolería por minutos, hasta que su naturaleza nocturna le permitiera sanar. Un daño que, sin embargo, no terminaría ahí. Por el contrario, aparecería cada que peleara, cada que actuara como escudo del cazador. Cada que pensara en él con ese interés emocional que le venía del alma.

― Dime qué puedo hacer, Yoochun.

― Nada. No te agobies, Junsu. Esto pasará.

― ¡Sé que no será así! ¿Por qué no me lo dices? ¿Por qué no me explicas cómo podemos romper tu maldición?

― Yo tampoco lo sé, Junsu. Entiende, jamás tuve interés en deshacerme de ella. Jamás, me había enamorado, hasta que te conocí.

Las palabras hacen eco contra el pecho del cazador, y aunque podría apreciarlas y sentirse superior por haber enamorado al vampiro más insensible de todos, en dicha situación solo podía sentir dolor.

― Entonces es mi culpa. ― Murmuró, mordiéndose con tal fuerza que se sangró los labios.

Sangre que, al instinto primitivo de la naturaleza nocturna del vampiro, solo hacía tambalear su voluntad y le mandaba a probarle, a morderle y beber del precioso líquido carmín.

― Soy un idiota, hablar con tal confianza de algo que desconozco y no sé cómo manejar.

― Solo olvídalo, Junsu. Ya te dije, estaré bien.

― Ambos sabemos que no es así, Yoochun. Sanará ahora, lo hará en otras ocasiones, pero ¿hasta cuándo? ¿Cuánto dolor deberé provocarte solo por haberme enamorado de ti y arrastrándote a este cruel destino?

― Que tú te hayas enamorado no significa que es solo tu culpa, Junsu. Es una maldición por una razón, soy yo quien la ha activado, así que esto es solo responsabilidad mía.

― ¿En serio, Yoochun? ¿Vamos a discutir sobre eso? Deberíamos comenzar a investigar cómo deshacernos de ella.

― Por ahora lo mejor será solo vernos cuando tengas que salir a cazar, Junsu.

― ¿Qué?

― Tomemos un poco de distancia.

― Incluso si nos alejáramos, lo que sentimos el uno por el otro seguirá ahí, ¿verdad? Así que, no tiene caso en que digas algo como “vamos a separarnos” con otras palabras, Yoochun.

― Junsu, entiende que…

― ¡Crees que no lo entiendo! ¡Es como morir cada vez para ti! ¡Entiendo el daño que te hace esa maldición! ¡Pero es absurdo separarnos! ¡Cómo vamos a romper la maldición si no estamos juntos, Yoochun!

El azabache rumió con enfado y desesperación, el cazador era complicado, caprichoso, testarudo. Demasiado honesto con sus sentimientos y transparente con sus deseos. Era como un niño que piensa que con voluntad podrá comerse el mundo de un bocado, y al mismo tiempo un joven inexperto que confía en la fuerza del amor.

  Eres tan terco, Junsu. ― Gruñó. Con una pequeña sonrisa en los labios.

La expresión de dolor seguía en sus severas facciones, pero el clamor de sus ojos negros parecía ganar fulgor.

― Creo que es de familia. ― Dijo, encogiendo los hombros y queriendo serle soporte mientras se pone en pie, con las ropas manchadas de su propia sangre, igual que sus labios y mentón. ― ¿Estás mejor?

― Por supuesto, te dije que pasaría. Pero aquí estabas gritoneándome. Eres bastante caprichoso incluso asustado, Junsu ah. ― Añadió con otra sonrisilla. Algo más traviesa y viva.

La pesadumbre en su pecho se ha aligerado. Y el miedo en el teñido también.

― ¡Quién estaba asustado!

― En serio, deja de gritar, tengo oídos sensibles, ¿sabes?

― No te quejas cuando tenemos sexo. ― Dijo, alzando los labios en trompetilla y cruzando los brazos.

Casi parecía mentira que hace nada su corazón casi se paraliza de miedo e impresión. O que le flaquearon las rodillas y le temblaron las piernas temiendo lo peor.

Casi parecía mentira.
Pero no lo era.
Yoochun sufrió.
Y lo haría en adelante cada vez que actuara como su escudo.

― Deja de hacer líos en esa cabecita tuya, Junsu baby. ― Le acaricia el cabello y luego mira alrededor.

Cenizas y cuerpos inertes. Es la estela que dejan detrás en cada pelea. Sin embargo, algo más llama la atención del azabache cuando presta atención a las joyas que han quedado de los vampiros asesinados. Un grueso anillo negro con tallados de calavera, coronado por rubíes rojos que dan forma a una serpiente.

― Conozco este entramado de símbolos.

― ¿De dónde? ― El joven Kim preguntó, intentando tomar un anillo de uno de los puñados de ceniza, pero detenido por la mano de su amante. ― ¿Qué sucede, Yoochun?

― Es mejor si no lo tocas, Junsu.

― ¿Por qué?

― Los dones de tu sangre todavía están despertando. No sabemos todavía cuál es tu alcance, o qué puedes ver si entras en contacto con estos artilugios.

― ¿Qué? ¿Sugieres que puede haber magia en todo esto?

― Sí, lo estoy sugiriendo. Así que, si quieres que sigamos juntos y luchemos contra mi maldición, entonces escúchame y cuida más de ti.

El joven Kim bufó, pero asintió. Park le sacó luego de ahí, arrastrándole fuera, liberando a los que habían estado bajo el seductor encanto de todos los vampiros. Entre ellos, a la amiga del castaño por quien originalmente decidieron actuar. Ella apenas recordaba todo lo que había sucedido mientras estuvo en trance bajo el encanto seductor de un vampiro, pero ni bien vio al castaño, se le notó una alegría rebosante en la mirada.

Park sintió celos porque reconoció el sentimiento en la fémina mirada. Aquella simple sensación sacudió de nuevo su alma. Y le provocó otra dolorosa herida en las entrañas. Tuvo que aprovechar la momentánea distracción de su amante para escurrirse a un callejón, y escupir de nuevo sangre negra con olor a azufre.

― Maldición, esto duele como el carajo.

― El gran vampiro Park con la guardia baja. ― Una voz que le resultaba conocida retumbó a sus espaldas.

Cuando el azabache se giró listo para el ataque, una daga ya se había clavado en su costado, atravesando entre las costillas hasta que escasos milímetros separaban la filosa punta de su corazón. Además, otra cuchilla estaba sobre su garganta, la fina hoja ya había cortado su piel.

― Esa maldición sí que es efectiva, te debilitaste a tal grado que pude tenerte en este dilema.

― Shakil, bastardo, me sigues vigilando.

― Por supuesto, Park. Eres el más perseguido por los clanes.

El sujeto en cuestión es un vampiro de origen árabe. Alto, fornido, de piel tostada y ojos marrones. Todo un guerrero a la antigua usanza. Y ellos tienen su historia. Shakil prácticamente es un cazador que lo ha perseguido por décadas, que ha fallado cada vez, pero el azabache reconoce cuánto ha mejorado. Y la debilidad de su maldición, solo podía ser una ventaja para Shakil.

― Suéltalo. ― La voz del cazador Kim llega desde la única entrada al callejón. Le apunta con un arma directo a la frente. No podía fallar.

― Un amante bastante caliente, Park. Mejoraste.

― Púdrete. ― Bufó. La daga en su costado fue empujada una vez más, su corazón alcanzado. La cuchilla en su garganta comenzando a cortar con intención de degollarlo.

Al ver el actuar del intruso, Kim no titubeó. Presionó el gatillo. Pero su disparo no alcanzó el objetivo. Shakil era hábil, demasiado para ser un vampiro como cualquiera de los que ha enfrentado hasta el momento. Sin embargo, la distracción sirvió para que el azabache se liberara y el árabe se alejara, escapando por las escaleras de emergencia hacia el techo. Park no tenía fuerza para seguirle, y a Kim solo le importaba su amante.

― Sanas lentamente, Yoochun.

― Es porque estoy débil.

― Necesitas alimentarte, ¿verdad?

Park vio en los ojos chocolate la intención de su amante.

― Estoy bien.

― Yoochun.

― Vamos a casa, estaré bien, Junsu.

Kim no insistió. Pero tenía que comenzar a ser más inteligente que su amante. Y ayudarle de verdad. Por principio de cuentas, investigar quién es el maldito que se atrevió a atacarle por la espalda.


― Te involucras demasiado, cariño.

― Madre, ¿no es lo mismo que hiciste tú al casarte con mi padre? Te involucraste, a pesar de que sabías que no obtendrías lo que deseabas.

― No es lo mismo, hijo mío. Tu padre y yo teníamos que continuar un legado. Tú, estás jugando con la muerte, cariño.

El teñido levantó la mirada del computador para enfrentar a su madre. Ella, estoica y serena como solía ser, le miraba desde el sofá en una de las oficinas de la empresa de su padre, allí donde solo ella podía entrar y que todavía le daba su lugar como la esposa del presidente Seok Jun. Aunque ahora estuvieran a punto de divorciarse, algunas cosas no cambiarían. No por el supuesto bien del Clan Kim.

― Eso puede ser tal como dices, madre. Pero justo ahora, flirtear con la muerte es lo único que le da sentido a mi vida y a este legado. Si Yoochun muere por mi causa, ¿qué sentido tiene ser un demonio cazador que ni siquiera puede cuidar de su escudo?

Su progenitora selló los labios. Su hijo tenía demasiado de ella, de su padre. Era testarudo y se aferraba a sus ideales. Y en aquel momento, el amor era su estandarte. Así que lo entiende, y no tiene más remedio que dejarle ser y apoyarlo.

― Deja eso y sígueme.

― ¿A dónde?

― Quieres saber quién fue el vampiro que atacó a tu escudo, ¿no?

― Sí.

― Te llevaré al lugar apropiado. Sin embargo, deberás estar dispuesto a ciertos sacrificios.

― ¿Qué clase de sacrificios? ― Preguntó. Su madre sonrió de una forma diferente.

Como una mujer cuando usará sus encantos naturales para obtener lo que quiere.
El joven Kim sonrió también. Incluso si tenía que flirtear con un desconocido, estaba dispuesto a todo por su amante vampiro.

― Otra cosa, ni una palabra de esto a tu padre, cariño.

― Como si hablara a menudo con él o le interesara algo sobre mí, madre.

― Si algo de esto llega a sus oídos, él definitivamente se interesará, Junsu.

El cazador estuvo curioso, pero no indagó más nada con su progenitora. Guardaría sus dudas para el momento oportuno de realizarlas, incluso si eso significaba esperar justamente aquello que la mujer quiere evitar.

La mujer sabe que su hijo le sigue sin preguntar nada porque está evitando confrontamientos innecesarios. También porque es inteligente y sabe que indagar más en esos momentos solo podría alterarle y nublar sus pensamientos. Entiende, que su hijo tiene un solo objetivo en mente, y que no piensa desviarse de él.


El peliteñido ni siquiera tuvo idea de que iban a viajar, no hasta Kioto, y mucho menos hasta una casa negra, como eran llamados los lugares considerados como refugio por los chupasangre.

― ¿Qué hacemos aquí, mamá?

― Deja que hable. Pero si tu vida corre peligro, no dudes en atacar.

Los chupasangre les miraban pasar por los pasillos y salones sin decir nada ni interponerse. Sus ojos particularmente azules resplandecían entre las luces de neón y la semioscuridad del sitio. Mujeres y hombres seducidos por drogas y licor reían con la vista perdida y la voluntad doblegada, todos ellos estaban ahí para el puro disfrute y complacencia de los inmortales. Esos que lucían cautos y temerosos a partes iguales, no era común que un cazador se presentase en ninguna de sus casas sin la intención de exterminarlos, pero Ella era especial.

Cherry, una visita inesperada.

― Mitsuki, tu casa ha mejorado. Veo que tienes más clientes.

― No juzgues el negocio, Cherry. Hacemos lo que debemos para sobrevivir.

La mujer con quien su madre se ha reunido sonríe, e indica con un sutil movimiento de mano a todos los presentes en este salón a retirarse, dejando a los tres a solas. Esta mujer llamada Mitsuki por su madre lo observa fijamente unos segundos, luego sonríe de nuevo y los invita a sentarse.

― ¿Sake?

― No estamos aquí para celebrar una reunión, Mitsuki.

― De acuerdo, solo intentaba ser amable con la cazadora número uno del mundo. ¿O debo decir la número dos ahora? ¿Es éste tu hijo, Cherry?

― Quizá sea conveniente que pienses que no se trata de él.

Advertencias sutiles, comprensiones claras.

― Así que entonces, ¿qué puedo hacer por ti, Cherry? ― La elegante mujer, vestida con un provocativo atuendo similar al kimono, preguntó tras dejar sobre la mesa una pequeña daga que, hasta ese momento, había sostenido su largo cabello lacio y negro en un molote sobre su coronilla.

― Conoces a Park Yoochun, ¿cierto?

― Todos los vampiros lo conocemos. Es un traidor para nosotros, pero aliado para tu Clan.

― ¿Qué puedes decirme de sus orígenes?

Mitsuki se tomó el tiempo de encender un cigarrillo y dar una calada antes de decir una palabra.

― Qué interés tiene el Clan Kim en conocer sus orígenes. Cualquiera diría que el amo no conoce a su perro.

El peliteñido tensó los puños y fue imposible evitar que sus ojos revelaran la ira que le corroyó sus entrañas en ese instante. Su madre, audaz y conociendo el vínculo de su hijo con el azabache, dio un paso al frente, interponiéndose deliberadamente entre la vampiresa y su hijo.

― ¿Vas a decirme o no si sabes algo? No tengo tiempo para juegos de palabras, Mitsuki.

― Eres tú quien viene a mi casa, ¿y me amenazas, Cherry?

― Sabes bien que la única razón por la que tu casa sigue activa es porque me conviene. Tenemos un trato, Mitsuki, si no piensas respetarlo, puedo destruir tu casa aquí y ahora.

La japonesa golpeó la mesa y se echó al frente con aura amenazante, pero antes de que pudiera tomar su daga como pretendió, el cañón de un arma de fuego ya descansaba sobre su pecho, justo contra su corazón.

― ¿Debo tirar del gatillo, Mitsuki?

La vampiresa sonrió, echándose nuevamente hacia atrás con cautela, el cañón seguía apuntado a su corazón.

― No has perdido tu toque, Cherry. Y claramente le has enseñado bien. ― Dijo, consciente de la segunda arma que apuntaba al mismo punto que la primera.

El peliteñido había desenfundado al mismo tiempo que su progenitora. Y sus ojos seguían tan iracundos como en el momento en que hizo alusión a Park como un perro.

― El linaje de aquella que maldijo a tu perro existe aún. Este conocimiento ha sido conservado cautelosamente entre los chupasangre, contados clanes saben de ello. Pero solo uno sabe su ubicación.

― ¿Quién? ― Esa vez no fue la cazadora quien preguntara, sino la firme voz del cazador.

La vampiresa sostuvo la mirada del joven, casi retándole a tirar del gatillo. De pronto seducida por el poder que brillaba en aquellos ojos chocolate.

― No voy a preguntarlo otra vez, Mitsuki-san.

― Pero qué bien educado, Cherry. Cordial y asesino. Su nombre es Karima, la encontrarás en la casa negra del Sahara.


Park está ansioso, hace una semana que su amante no responde sus llamadas. Cinco días desde que solo le pidió esperar pacientemente.

Paciencia.
Eso de lo que el azabache carece por montones.

― Señor, necesita alimentarse.

― Ya lo sé, Hoon. Ya lo sé. ― Con tono cansino, el azabache salió de su casa justo a las once, la noche era fresca, no hacía mucho una tormenta había caído sobre la ciudad.

Aun así, es fin de semana, los que gustan de visitar un bar para el desestrés no se detienen por nada. Y él, como su mayordomo dijo, necesita sangre para beber.

― ¿Debo preparar la habitación, Señor?

― No, Hoon. En esta casa no volverá a entrar nadie más que Junsu, ¿entiendes?

― Perfectamente, Señor.


Cuando el cazador estuvo frente a esta persona, no imaginó ni de cerca que le hablaría del origen de la hechicera que maldijo a su vampiro amante.

― Para haberme encontrado, significa que alguna de las cinco estrellas habló.

― El linaje que maldijo a Park Yoochun, ¿dónde se encuentra?

Karima era una vampiresa de la antigua casta árabe, sus dominios se centraban en el Sahara Occidental, territorio del norte de África per se conflictivo a nivel internacional. Demasiados intereses políticos, económicos y de tráfico se centraban en él. La casa negra en estos territorios era un sitio peligroso para cualquier cazador, ya que aquí solían reunirse chupasangre de todos los clanes, y mercenarios cuyo único interés es, obviamente, el dinero.

Aún así, ahí estaban los Kim, se habían infiltrado con cautela y habían tenido éxito hasta llegar ante la vampiresa llamada Karima, cuyos ojos azul índigo parecían divertidos por su presencia.

― Puedo responderte pero, ¿qué me darás a cambio, jovencito?

― ¿Su vida no es precio suficiente?

Karima se rio abiertamente, la cazadora aguzó los oídos, por si se escuchaban movimientos fuera de esta sala. Su primogénito ni siquiera pestañeó, claramente no estaba para bromas.

― Su-Jin, no le has enseñado todo sobre este mundillo, ¿verdad?

― No tiene tiempo para clases particulares, ¿qué quieres, Karima?

― Ah, tú entiendes este idioma muy bien, Su-Jin.

― No uses demasiado mi nombre, no recuerdo haberte permitido tal privilegio.

La vampiresa se rio de nuevo, pero esa vez había ironía en sus ojos. La cazadora respiró pausada y profundamente, atenta a todo a su alrededor. Su hijo hace lo mismo, disimula con maestría, está bien entrenado y perfectamente motivado. No tiene tiempo para errores, si ha de salir de ahí tiene que hacerlo con información, tampoco tiene permitido matar a la vampiresa así como así, y un enfrentamiento en esta casa negra solo pondría en alerta a todas las demás. Necesitaba ser cauteloso, inteligente.

― Quiero un pase.

― Es alto el precio, Karima.

― La información que quieres lo merece, ¿no, Cherry?

Fueron segundos de silencio, tiempo suficiente para saber que Karima les daría lo que quieren pero no les dejaría ir limpiamente.

― De acuerdo.

― Su nombre es Kayla, vive en las montañas de la selva amazónica. En alguna parte de ese inmenso lugar.

― No estás dándome todo lo que quiero, Karima. Un pase está en juego.

― Kayla nunca permanece en el mismo lugar, y nunca se sabe exactamente dónde está. Te doy lo que tengo, tómalo o déjalo, Cherry.

― Vamos, Junsu.

El peliteñido enfundó su arma de inmediato, y siguió a su madre saliendo de aquel salón por la ventana y trepando al techo. Luego todo se convirtió en una carrera contrarreloj y contra algunos mercenarios que fueron advertidos por la vampiresa.

Escapar en realidad no fue tan complicado, aunque dejar una estela de muertes sin consultar con el Clan. Después de todo, era regla inquebrantable notificar de cada movimiento que el cazador realice, particularmente fuera de la ciudad donde su Clan radica, o el territorio bajo su jurisdicción. Es por eso que Su-Jin no se extraña cuando su esposo le llama.

― Seok Jun, no atacamos nosotros. Junsu y yo solo estábamos paseando por el lugar.

¿Qué demonios haces paseando por la casa negra del Sahara, Su-Jin? Vuelvan a casa, es una orden.

― No recuerdo la última vez en que obedecí una orden tuya, Seok Jun.

¿Pretendes acabar con el Clan?

― ¿Cómo voy a acabar con el Clan cuando tuve a nuestro precioso Junsu? Sabes tan bien como yo que un cazador de sangre demoniaca como él no nacen en cada generación. Así que no te atrevas a ordenarme ni echarme en cara nada relacionado con el Clan.

La mujer colgó y apretó el móvil con tal fuerza que lo destruyó. Su hijo la miró con sorpresa, llegando a la mesa en una de las salas de espera del aeropuerto internacional Hassan I, con un par de tazas de café.

― ¿Era papá?

― Sí. Mejor no contestes tu teléfono si te llama. Está de mal genio.

― ¿Sabe que estoy haciendo todo esto por Yoochun?

― No. ― La mujer vio a su hijo, sonriendo por la expresión en su rostro, por el brillo en su mirada. ― Has madurado a pasos agigantados en estos días, Junsu cariño. Aunque sea muy difícil para mí entender tu motivación, no me opondré a lo que tienes con Park. Sin embargo, deberás tener siempre en mente que estarán en el ojo del huracán.

― Lo sé, mamá.

La mujer le sujetó la siniestra por encima de la mesa, palmeando su dorso con maternal gesto. Luego hubo un breve silencio, los ojos de la cazadora no paraban de mirar alrededor, atenta a todo. Faltaban casi 30 minutos antes de abordar su siguiente vuelo, y está segura de que podrían no irse fácilmente de ahí.

― Mamá.

― ¿Sí, cariño?

― ¿Qué significa un matrimonio por contrato?

Ji-Sun volvió a mirarle, sabe que su hijo necesita entender esto, quizá para entender su propia existencia.

― Significa lo que dice. Es solo un matrimonio por contrato, cuyas cláusulas incluyen dar a luz de uno a tres hijos, criarlos y educarlos en las artes de la cacería. Ser fiel, nunca tener hijos fuera del matrimonio por contrato, y mantener una buena imagen pública.

― ¿Qué hay de los sentimientos?

― No son la base. Pero si existen entre ambas partes, el matrimonio se vuelve más real.

― ¿Por qué no te divorcias, mamá?

― Está prohibido. Es una cláusula.

― Así que básicamente te casaste para ser infeliz.

― Cuando conocí a tu padre, incluso cuando me casé con él, tenía la esperanza de que los sentimientos se desarrollaran con la convivencia. El problema fue que tu padre casi nunca está en casa. ― La mujer largó un suspiro. ― Cariño, no me arrepiento, eres lo mejor que me ha pasado en la vida.

― Pero mereces ser amada, mamá. Y me enoja mucho saber que no fue así.

― No odies a tu padre. Cumplió su parte como miembro del Clan. No es un tipo tan malo.

― No puedo compartir tu opinión, mamá.

― Lo sé, Junsu cariño.

― Mamá, ¿el Clan intentará casarme con alguien también?

― Sí.

― ¿Qué tan malo será para ti cuando me niegue?

Su-Jin tomó finalmente de su café. Expresso, justo como le gusta. Sonrió internamente al ser consciente de cuánta atención le pone su hijo, cuánto intenta ser bueno con ella.

― Probablemente el Clan entonces haga una excepción. Me divorciaré de tu padre y le ofrecerán otra esposa.

― Es broma, ¿cierto?

― No. Junsu, el Clan necesita cazadores. Yo no puedo darle más hijos a tu padre, por lo tanto seré innecesaria para el Clan.

― ¿En qué época creen que vivimos?

― Eso no tiene nada qué ver. El Clan Kim solo se preocupa por su subsistencia. Además, los vampiros no proliferan en el mundo por personas como nosotros por lo que somos indispensables, pero ser cazador no nos hace invencibles. Como dije, tú eres especial cariño. Pero una vez que te opongas a los principios del Clan, te desconocerán. Y tendrán la súbita necesidad de buscar otros como tú. Seok Jun es el mejor cazador, sus genes son superiores de muchas formas. De la misma forma yo fui la mejor cuando me eligieron para casarme con él, pero no soy la única cazadora en el Clan, probablemente haya alguna que se ajuste a los intereses del Clan, incluso a los gustos de tu padre.

― Es inverosímil.

― Junsu cariño, cuando te tuve supe que eres especial. No por ser un cazador con sangre demoniaca, sino porque habías salido de mí, porque te tuve en mi vientre durante nueve meses. Sabía que tu camino sería peligroso en cuanto pudieras caminar por cuenta propia, así que le dije a tu padre que le dejaría todo lo relacionado con tu entrenamiento, siempre que me concediera tres privilegios. Uno de ellos fue que nunca conocieras el lado putrefacto del Clan, otro fue que se me permitiera criarte como un niño común y corriente en casa.

― ¿Y el tercero?

― Es algo vergonzoso de decir, cariño.

― Oh.

Kim no insistió, su madre solo pensó que a pesar de que le fue prometido, hacía al menos un par de años que su esposo no pasaba con ella su aniversario de bodas.

Todo lo que quería era, ser tu esposa al menos en esa fecha, Seok Jun. Eras buen actor hasta hace unos años, incluso preparabas rosas y el mejor  vino en la cava del restaurante en el que tienes inversiones, llegabas temprano a casa y compartíamos la cama. Me pregunto si habrás conocido finalmente a una mujer a la cual amar de verdad.


Esa vez cuando arribaron a su destino, no había más nadie alrededor. Literalmente, estaba aislada en un edificio abandonado en los suburbios de una conocida ciudad en España.

― Un paso más, y disparo.

― Solo queremos hablar, Kayla.

― ¿Sobre qué?

― Park Yoochun. ― Dijo el peliteñido.

La hechicera bajó el arma, sonriendo con suspicacia.

― Oh, ese vampiro. ¿Qué quieren saber sobre él?

― La maldición, ¿cómo revertirla?

― Solo una hechicera de la casta de quien lo maldijo podría hacerlo.

― Es por eso que estamos aquí, Kayla. Sabemos que eres la única del linaje. Te ofreceremos protección, una vida sin miedo. Dejarás de esconderte para proteger a quien más amas. ― Su-Jin dijo entonces, mirando fijamente a la joven bruja. La cazadora sabe que no está sola, que hay un bebé cerca, pero oculto. Es por ello que la bruja está a la defensiva, probablemente más que nunca.

Ella es bonita, de larga cabellera marrón y preciosos rizos atados en una coleta a lado, viste como gitana pero se defiende y oculta como asesina. Es claro que no está de buen humor, que tiene prioridades también.

― Las eternas batallas entre los tuyos y esos chupasangre casi extermina a mi gente. ¿Y ahora vienes a ofrecerme protección? ¡Já! Puedes irte al infierno con tu cachorro, Kim Su-Jin. No voy a ayudarlos.

― Por favor, el único pecado de Park Yoochun fue no corresponder los sentimientos de tu antepasado. Ya sufrió suficiente. ― El peliteñido dijo, dando un par de pasos pero frenando en cuanto el arma fue levantada de nuevo.

― ¿Quién lo dice? Tú, quien, obviamente. ― Enfatizó. ― Es su amante. Cuidado, muchachito, los vampiros son bien conocidos por su habilidad para seducir, ¿no le enseñaste lo básico, Su-Jin?

― No me sedujo. Yo lo seduje a él. Y no quiero verle morir lentamente por cada herida que tengo. Una vida digna para tu hijo, a cambio de retirarle la maldición, ¿no es suficiente?

― No. Y mejor se largan. ― Kayla dijo tajante. Sus ojos lucían furiosos. Tarde comprende el peliteñido que mencionar a su hijo fue el detonante de su ira.

― No te preocupes cariño, no está lo suficientemente enojada como para atacarnos. Tendrás una segunda oportunidad, y no seré yo quien te acompañe.

Cuando los Kim se retiraron, el regreso a casa no fue tranquilo. Ni bien pisaron Seúl, fueron atacados por un grupo de chupasangre que tenía por intención encargarse específicamente del cazador.

― Debieron ser Mitsuki y Karima, odian cuando no se les complace de inmediato.

― Mamá, no es tiempo para teorías.

Espalda con espalda, los Kim se encargaron de todos los vampiros en cuestión de minutos. ¿Lo malo? Ha sido en pleno aeropuerto, a medianoche, con suficientes testigos como para evitar que esto pronto se hicieran viral en la web y otros medios de comunicación.

― Iré a casa, tú ve con él.

― Gracias, mamá.

La única razón por la que el peliteñido no tenía tiempo para lidiar con el enojo del Clan Kim, era que durante el enfrentamiento se había dado cuenta, sin pizca de duda, de que su escudo seguía funcionando independientemente de que estaban separados. Sin embargo, su preocupación aumentó cuando recibió un mensaje encriptado del mayordomo de su amante.

El Sr. Park está debilitándose, me preocupa que no pueda sobrevivir la noche. Desde que ustedes se separaron, él no quiso beber sangre.


Estacionó con descuido en la entrada de la residencia Park, entró con prisas y casi no puso atención al mayordomo del azabache, salvo porque entendió perfectamente cuando le advirtió que su amo no podía alimentarse.

― ¡Yoochun!

― Ng, Junsu ¿qué haces aquí?

― ¿Qué hago aquí? ¿Cuándo pensabas decirme que incluso si no estás junto a mí, todavía actúas como escudo para mí?

El azabache se sentó en el lecho, con algo de dificultad, obvio a la vista.

― No pensaba hacerlo, de hecho.

― Eres un…

El peliteñido quería gritonearle un montón de cosas, pero se iba a contener solamente porque su amante realmente estaba maltrecho. Apenas podía mantenerse en pie, y era obvio que hacía días no se alimentaba. Su corazón se apretujó involuntariamente al verle así, el poderoso vampiro odiado por los suyos, aceptado a regañadientes por su Clan, estaba frente a él, apenas consciente.

Antes, cuando las heridas no dejaron huella alguna en su cuerpo, él quiso maldecirle a diestra y siniestra por no haberle advertido de esto, pero casi de inmediato desechó toda esa ira y la suplantó por miedo. Él no quiere perder a su amante, mucho menos por su propia causa.

Por ahora la prioridad era alimentarle. Incluso si renegaba.

Kim sacó un cuchillo de la muslera izquierda, pero cuando intentó cortar su muñeca, la mano del azabache, algo más lenta que otrora, le detuvo. Kim evadió el agarre, pero cuando intentó cortarse la mano contraria, su amante le detuvo otra vez. Después se enfrascaron en una pequeña pelea por la posesión del arma blanca, Kim incluso tuvo que patearle y lanzarle un puñetazo para doblegarlo contra su voluntad, tirarle al piso y montarse en su estómago. Luego finalmente cortó su muñeca, lo suficientemente profundo para que su sangre fluyera en una fina línea que goteaba sobre el mentón del vampiro.

― Bebe, Yoochun.

Park gruñó, todavía queriendo negarse a hacerlo.

― De todas formas se está desperdiciando. ¡No seas terco y bebe de una vez!

Park volvió a gruñir, pero entonces reveló sus colmillos y hambriento se asió a la muñeca de su amante, chupando con ansiedad del preciado y precioso líquido carmín.

― Ng. ― Kim gimió inconscientemente, con dolor y placer.

Los ojos brunos del vampiro se tinturaron de azul cobalto mientras se alimentaba, y sus labios presionaban la suave piel de su amante en tanto su lengua comprimía y bebía de su sangre. Una vez bebió lo suficiente como para que su cuerpo se revitalizara, retrocedió, relamió sus labios y le observó minuciosamente la muñeca. La marca de sus colmillos era casi nula, pero permaneció ahí sin desaparecer como cualquier otra herida.

― ¿Por qué no te alimentaste, Yoochun?

Los ojos del vampiro subieron a su rostro, enganchándose en su mirada. Era raro, pero no le importaba haber sido sometido por él cuando se encontraba más vulnerable. Elevó la diestra y acarició su mejilla con un cariño que le nacía honestamente del corazón. El alma maldita en su interior se sacudió violentamente obligándole a retroceder.

― Yoochun, háblame.

― Lo intenté. Pero mi cuerpo rechazó todo tipo de sangre que quise beber. Y la maldición era más dolorosa. ¿Qué tanto estuviste haciendo en estos días, Junsu?

― Buscando una solución.

― ¿Te expusiste por mí?

― Mi madre y tú son los únicos por quienes nunca dudaría.

― Como dije antes, eres un ser puro, Junsu baby. ― El azabache sonrió, y jaló de su amante para abrazarle.

El peliteñido se sorprendió un poco, pero cuando estuvo recostado sobre su amante, sonrió por los latidos que palpitaban contra su oído. Sin embargo, recordó que cuanto más cariñosos se ponían, más doloroso era para su amante.

― La encontré, Yoochun.

― ¿A quién?

― La última descendiente de la bruja que te maldijo.

― Junsu. ― Levantándole el rostro, el azabache le miró con cierto enojo.

― Ella puede revertirla. No me importa cuánto tenga que pedírselo, si tengo que suplicar, no pararé hasta convencerla de que ha sido suficiente y la retire.

El azabache suspiró.

― Tu sangre es deliciosa, por cierto. ― Dijo, buscando cambiar el rumbo de la conversación. Aunque eso era miserablemente lo mismo.

― ¿Qué esperabas? Soy sexy por fuera y delicioso por dentro.

― No coquetees conmigo, baby, no puedo hacerte nada pervertido justo ahora.

― Es por eso que vendrás conmigo. Descansa un poco, nos iremos en cuanto te recuperes lo suficiente.

― No vas a cambiar de opinión ¿verdad?

― Yoochun, ¿no quieres una vida conmigo?

― La quiero. Pero es peligroso para ti, así que no puedo solamente aceptar de buena gana cada locura que cruza esa cabecita tuya.

― Entonces está bien que lo hagas de mala gana, siempre que las aceptes.

Cazador y presa se sonrieron mutuamente. Y sellaron aquel momento con un apasionado beso, lengua, saliva y mucho deseo lascivo intercambiaron en aquel gesto, no teniendo más opción que contenerse en cuanto Park experimentó los síntomas de la maldición. Comenzaba con un dolor específico en su pecho, y si no se controlaba se bifurcaba por todo su cuerpo. durante una batalla, todo es tan simple como exterminar al enemigo y esperar, en cuanto las heridas sanaban, el doloroso proceso de regeneración terminaba también. Pero cuando se excitaba, cuando deseaba estar con el teñido por el deseo que le nacía del alma. Lo mejor que podían hacer era tomar distancia, porque no era posible controlarse con el objeto de su deseo frente a él.

― Estaré en la otra habitación, Chun.

― Sí, ya entendí.

― Asegúrate de descansar, saldremos de viaje mañana en cuanto anochezca.

― Sí, Junsu baby. Anda, ve y descansa también.


Cuando Su-Jin llegó a la Mansión del Clan Kim, la casa paterna de hecho, no se sorprendió cuando fue llamada de inmediato por el cabeza de familia. Seok Jun estaba ahí también. Y aunque su expresión lucía serena e imperturbable como siempre, ella podía leer claramente el enojo y la decepción en sus ojos marrones.

― ¿Dónde está Junsu, Su-Jin?

― Tuvo asuntos que atender. No vendrá pronto.

― ¿Perdiste el control, Su-Jin? No recuerdo haberte criado de esta manera.

― Ahórrate el discurso, papá. Ambos sabemos qué tipo de crianza ofrece el Clan. Hice algo diferente, Junsu lo hace también, por eso están todos tan iracundos con nosotros. Vine aquí solo a decirles esto, Junsu no responderá más a las expectativas del Clan Kim, así que pueden olvidarse de él. En cuanto a mí, estoy dispuesta a ser retirada del registro familiar cuanto antes.

La cazadora miró enfáticamente a su esposo al final. El hombre ni siquiera parpadeó, pero cuando ella dio media vuelta, dejando atrás a su progenitor con el rostro desencajado, no pudo presenciar el cambio visible en la expresión de Seok Jun también. Por primera vez desde que fueron elegidos para casarse, daba señales de interés. Por ella, por su hijo.

Por eso, cuando la cazadora se retiró, tampoco presenció el momento en que su esposo habló con su suegro para convencerle de dejarle abordar esta situación lo más discretamente posible.

― No quiero a Su-Jin fuera del registro familiar. Ella es mi amada esposa después de todo.


Kim y Park partieron puntualmente esa noche, a sabiendas de que no encontrarían a Keyla en el mismo lugar, comenzaron a seguirle el rastro. Sin embargo, para cuando dieron con la bruja, no habían sido los únicos que la estuvieran buscando.

Los vampiros también le habían seguido la pista, y dado con ella un poco antes. Después de todo, si se encargaban de la bruja y acababan con su linaje, ahora que la maldición de Park estaba claramente manifestada, matarlo sería más fácil también. Un enfrentamiento bien organizado contra el cazador de sangre demoniaca le dejaría lo suficientemente vulnerable para acabarlo de una vez por todas.

El momento en que Kim y Park arribaron a este lugar, ambos se movieron a la velocidad del sonido. Kayla estaba malherida debido a que estaba protegiendo a su bebé. El pequeño de meses de nacido estaba en un portabebé cubierto de amuletos mágicos, pero su madre sabía que estos no soportarían un ataque directo, por lo que había estado interponiéndose entre las balas y su pequeño. El llanto del bebé era estridente, llegaba a oídos del vampiro y del cazador incluso por encima de las ráfagas de fusiles.

Cuando Kim y Park se movieron, lo hicieron al unísono, como si el movimiento de uno complementara el del otro. Lo que es más, el chaleco antibalas especial del cazador estaba recibiendo menos disparos de los que se hubiera esperado, el vampiro estaba recibiendo la mayoría de ellos.

Kim maldijo entre dientes y se dispuso a ser más veloz y certero. Uno a uno las decenas de chupasangre fueron cayendo. También algunos mercenarios que se habían unido por contrato. De pronto la lluvia comenzó a caer, fuerte y vertiginosa, afectando la visión del cazador, pero no afectando en demasía a los chupasangre. Una bala alcanzó el hombro del cazador, pero esta de inmediato fue expulsada de su cuerpo y en cambio, la herida apareció en su escudo mientras su cuerpo permanecía intacto.

― Mierda. ― El teñido gimió de nuevo.

Tenía que serenarse, y sacar provecha de los largos años de entrenamiento espartano al que fue sometido. Controlarse, asumir el control absoluto de su cuerpo, su respiración, los latidos de su corazón, luego casi pareció que todo iba en cámara lenta, y él podía hacerlo todo con mayor eficacia.

Recargó sus armas, una en cada mano. Cada vez que presionó el gatillo, la bala que salía disparada terminaba expresamente en el corazón de un vampiro, reduciéndole a cenizas bajo la lluvia. Así mismo, veía claramente los movimientos de su amante, cómo sus largas uñas rasgaban sin piedad a todo el que se interponía en su camino. Los disparos que Kim realizó llegaron a pasarle cerca, sin probabilidad alguna de alcanzarle empero.

Luego de pronto ambos escucharon un peculiar sonido de disparo. Más sonoro y lejano. Park lo advirtió primero, y su cuerpo se movió automáticamente, cubriendo en su totalidad al bebé y la bruja. Kim vio el misil cuando estaba cerca, prácticamente le ha pasado por un lado, pero es evidente el objetivo. Si no lo detenía antes, su amante no sobreviviría al impacto en ese momento. No había tiempo para pensar, ni siquiera para actuar. No conscientemente, sin embargo, Kim es un cazador especial, uno con sangre de demonio le habían dicho. Y hasta entonces, todavía no había comprendido el por qué. Hasta que sintió su sangre hervir en un parpadeo, y cuando exhaló un aliento que ni siquiera supo cuánto contuvo, el misil explotó antes, a una distancia suficiente para que su amante soportara la onda expansiva.

Cuando el azabache se incorporó, su amante estaba de rodillas, sujetando su cabeza con ambas manos, como si una jaqueca le hubiese doblegado, y una fina línea de sangre corría por su nariz.

El vampiro sencillamente enfureció. Y mucho más hábil, veloz y fuerte actuó. El mercenario que disparara el misil antes fue alcanzado por sus colmillos y garras en un instante, derribándole sin vida, le siguió otro puñado de los mismos, hasta que solo quedó un chupasangre entre ellos.

― Shakil.

El vampiro árabe que lo acorralara antes en un callejón, se alejó antes de que el azabache pudiera alcanzarlo. De pronto su cuerpo se vio doblegado por causa de la maldición, y escupió de nuevo borbotones de sangre, sus entrañas estaban contrayéndose y muriendo lentamente antes de comenzar a regenerarse de nuevo.

― ¡Mierda! ― Gruñó. Con dolor, sobra decir.

Quiso incorporarse pero el dolor lo doblegó de nuevo.

― ¡Yoochun! ― Kim le llamó, pero sin atreverse aún a dejar a la bruja con su bebé solos. Miraba alrededor, inquieto sobre la posible presencia de otros mercenarios o chupasangre.

― Voy a ayudarle. ― Dijo de pronto la bruja, levantándose con dificultad, una herida en el costado. ― Una vida a cambio de otra. Ustedes protegieron a mi bebé, devolveré el favor con la petición que me hiciste antes. Quédate con él, no tardaré nada.

Kim prácticamente fue obligado a cargar el bebé en brazos. Le consoló con torpeza, protegiéndole de la lluvia ocultándose bajo la cornisa de un edificio. Las sirenas de patrullas se escuchaban a la distancia, y las luces en los departamentos de algunos edificios contiguos finalmente se encendían. Incluso vio la sombra de un hombre retraerse tras asomarse en su ventana.

Kayla llegó junto al vampiro, y le indicó confiar en ella.

― Vas a sentir más dolor que nunca, pero cuando haya terminado la maldición no existirá más. No conozco la verdad de lo sucedido siglos atrás, pero ya que protegiste a mi hija con tu propia vida, te concederé este deseo.

Kayla se sentó en posición de flor de loto, luego buscó algo en sus bolsillos y comenzó a recitar hechizos en antiguos idiomas, la mayoría de ellos eran desconocidos para el vampiro, particularmente porque estaba agonizando de dolor. El cuerpo del azabache se elevó algunos centímetros mientras se retorcía entre dolor y desespero. Su alma estaba siendo, literalmente, arrancada de su cuerpo. Una especie de polvo negruzco salió de todos los poros del cuerpo del vampiro, reuniéndose en una sola esfera que se mantuvo flotando cerca de su corazón. Los ojos de la bruja entonces se tornaron completamente blancos, irradiando una luz cegadora que incluso obligó al peliteñido a cerrar los suyos brevemente.

El corazón de Kim iba a mil por hora, pero se mantenía sereno y confiado mientras el bebé en sus brazos se dormía profundamente, probablemente arrullado por el aura pura que emanaba de su cuerpo.

La esfera se fue reduciendo hasta caber perfectamente en la palma de una mano. La bruja la tomó y luego el cuerpo del azabache cayó estrepitosamente al suelo. Kayla llamó al teñido a su lado.

― Retiré la maldición, tal como querías. Pero ahora debes saber que tu destino y el de Park Yoochun están unidos hasta el final de tus días. Él sigue siendo un vampiro, y tú el mejor cazador de todo el mundo, los enemigos los perseguirán siempre. Los suyos, los tuyos, no tendrás la vida color de rosa que probablemente querías.

― Nunca lo pensé de esa manera. Solo quiero estar a su lado sin remordimientos ni pesares.

― Kim Junsu, eres un ser de pureza. Con sangre demoniaca, irónicamente. A partir de ahora, Yoochun vivirá tanto como vivas tú. Seguirá siendo tu escudo pero no morirá por las heridas que reciba. En cambio, su inmortalidad solo será afectada por tu mortalidad, el día que tú mueras, él te seguirá; ¿entiendes?

― Sí, Kayla. Lo entiendo.

La bruja suspiró, luego puso a su bebé, con ayuda del cazador, en la bolsa canguro que acomodó en su vientre. La esfera en la palma de su mano fue puesta contra el pecho del muchacho.

― ¿Qué estás haciendo?

― La única forma de devolverle el alma a tu vampiro es mediante un acto de amor. Estoy agradecida con ustedes, pero de ninguna manera siento aprecio o cariño por él. En cambio tú, ya lo amas ¿cierto?

Las mejillas del teñido se colorearon. Las sirenas estaban mucho más cerca, llegarían en cualquier momento y lo que menos querían era lidiar con la presencia policiaca.

― No sé hechicería, cómo se supone que se la entregue.

― Oh, lo harás cuando compartan un acto de amor juntos. Ya sabes, durante el sexo.

La bruja se rio por la reacción del cazador, y murmuró algo sobre “demasiado puro para ser un cazador” mientras se marchaba por su propia cuenta. Kim quiso levantar a Park pero pesaba más de lo que recordaba, o quizá estaba débil después del enfrentamiento.

― Súbelo.

― ¿Mamá? ¿Cómo?

― De prisa, cariño.

Kim subió a su amante en la parte trasero del auto de su progenitora, luego él subió al frente y fueron perseguidos algunos kilómetros hasta que la mujer los perdió. Después le dejó en casa del azabache, recordándole no salir en algunos días.

― Todo se va a poner algo turbulento, tu padre y yo nos encargaremos de todo pero tomará un tiempo. Permanezcan en silencio hasta que te diga, ¿de acuerdo?

― Sí, mamá.


Cuando Park despertó, ya estaba en su habitación, su cuerpo se sentía diferente, pero todavía no sabría decir por qué.

― Yoochun, despertaste. ― El teñido dijo cuando entró, con una bandeja de comida. Para sí mismo.

― ¿Cuánto tiempo pasó?

― Un par de horas. Tenía hambre, así que fui por algo de comida, ¿quieres? Quedó suficiente en tu cocina. Por cierto, mañana tendremos que hacer compras, no tienes nada en tu nevera ni la alacena.

― Ven aquí, baby. ― El azabache le jaló, casi botando la bandeja de comida en el acto. ― Voy a alimentarme justo ahora.

Dijo tras haberle sentado entre sus piernas, la espalda del teñido estaba contra el pecho de su amante, y la bandeja de comida descansaba en su regazo. Un cuenco de pollo frito y fideos

― ¿Q-qué? Ng~ Chun~, despacio~.

Los colmillos de Park se enterraron suavemente en su cuello, lengua y labios presionando en cada succión. El torrente sanguíneo del azabache se encendió al rojo vivo mientras se alimentaba. Kim gimoteó varias veces, sintiendo un chispazo de excitación con cada succión. Luego el azabache presionó el vientre de su amante con lascivia, pero se quedó ahí sin hacer nada, solo tomando un poco más de sangre. Cuando se sintió satisfecho retrocedió, relamiéndose los labios.

― Estuvo delicioso, Junsu baby. ― Dijo con voz ronca, lamiendo descaradamente la línea de su cuello.

― Ng Chun~.

― Tienes que comer también, baby.

Park entonces tomó los palillos de la bandeja, y llevó un bocado de comida a la boca de Kim. Medio aturdido, el teñido aceptó que los primeros bocados le fueran ofrecidos directamente en su boca, luego terminó dejando la bandeja en la mesa de noche y trepando en su amante con hambrienta necesidad de besarle.

Los primeros besos sabían a jajangmyeong y sangre, una extraña pero excitante combinación de sabores que, de todas formas, no importaba a la pareja que se devoraba los labios como si la vida les dependiese de ello. Park invirtió posiciones, y sus manos ávidas comenzaron a retirarle las ropas al Kim jadeante y excitado que suspiraba su nombre entre besos y mordiscos.

― Tú también, Yoochun~. ― Jadeó, sacándole a tirones la ropa a su amante.

Ropas que estaban raídas por la batalla anterior, y que más tarde serían tiradas en la basura. Más tarde, porque en ese momento lo único importante era rozar sus pieles y hacer el amor.

― Estoy tan excitado, Junsu baby.

― No te contengas~.

Park le giró de nuevo, dejándole de pecho a la cama, palmeó sus nalgas varias veces y luego frotó su erecto pene entre ellas. Mientras él murmuraba palabras sucias en su oído y dejaba marcas de beso por sus hombros. Kim estaba demasiado excitado, agitaba sus caderas y se calentaba más, no solo por sentir el trozo de carne entre sus nalgas, sino también porque su propio miembro se estaba rozando contra las mantas.

― Mgh~ Yoochun~.

― ¿Lo quieres, baby? ¿Lo quieres dentro de ti?

― Sí~ dámelo~.

El vampiro retrocedió, elevó las caderas del cazador y usó su lengua para mojarle, metiendo uno en uno tres de sus dedos para dilatarle. Las caderas del teñido no paraban de moverse, ansiando el placer de la penetración. Su pene, que colgaba y se movía adelante y atrás, comenzaba a gotear.

Luego de pronto el teñido fue girado de nuevo, sus piernas abiertas perfectamente. Y una poderosa embestida profanando su interior le hizo gritar entre dolor y placer. Abrió los ojos de par en par y arqueó la espalda, temblando por las oleadas de placer. Park se inclinó para besarle mientras se quedaba quieto y usaba la diestra para masturbarle.

― Estás tan mojado, baby.

― Es porque me pones caliente, Chun~.

― Eres un diablillo cuando lo hacemos, eh.

― Solo porque tú me seduces así~.

― ¿Yo te seduzco? ¿No es al contrario, baby? ― Dijo, retrocediendo y embistiendo profundamente después.

― Ng~ más Chun~ ¡dame más~!

Park le sujetó los tobillos, le hizo flexionar las rodillas e instintivamente Kim sujetó sus piernas. La flexibilidad del cazador era envidiable, y muy adecuada para las posturas que el vampiro buscaba. Además, de esa forma parecía ir más profundo, y al mismo tiempo las paredes de su amante se estrechaban ofreciéndole un indescriptible placer.

Soltando los tobillos del teñido, el vampiro echó la espalda hacia atrás, apoyándose con sus manos continuó empujando la pelvis. Lento, rápido, en círculos. Adoraba verle desde ahí, sentirle temblar, escucharle gemir. El pene de su amante descansaba sobre su bajo vientre, exudando presemen, a Park se le antojaba tanto que abandonó su interior y luego se inclinó sobre él, tragando su hombría.

― ¡Yoochun~! ¡Ng~ ng!

Park le succionó hasta que obtuvo el semen de su amante, saboreándolo con gusto. Se irguió y le miró desde ahí. Kim estaba respirando agitadamente, sudado, con la piel rojiza aquí y allá por la excitación. Sus ojos chocolate brillando hermosamente, y los latidos de su corazón tan claros que el sonido revotaba en sus oídos.

― Eres mi perdición, baby. Pierdo la cordura cuando estoy contigo.

― Me confieso culpable~.

Kim se tumbó de medio lado, dándole espacio a su amante para acomodarse detrás de él. Elevó la pierna derecha y le sintió entrar lentamente en él. La sensación del roce carne contra carne, del caliente tronco adentrándose, era sofocantemente placentero. Kim tembló, arqueó la espalda y contrajo su interior. Park gimió en su oído, luego enterró una vez más sus colmillos en el níveo cuello.

― ¡Mg!

El gemido hizo eco en las paredes de la habitación. Y le secundó el chapoteo del choque de sus cuerpos. Park comenzó a masturbarle otra vez, concentrándose en momentos en la punta fálica, presionando con el pulgar la hendidura, acariciándole. La mano de Kim acompañó la de su amante, masturbándose de esa manera mientras disfrutaba las fuertes embestidas.

Y ahí, mientras perdían juntos la noción de tiempo y espacio, perdidos en un torrente de emociones y placer, el alma de Yoochun pasó a su cuerpo sin que ninguno se diera cuenta. No en ese momento, pero lo hicieron cuando, agotado, Kim suplicó por descanso horas más tarde.

Park de todas formas le estaba besando mientras le limpiaba con una toalla húmeda. Cuando pasó el trapo por el vientre, un curioso sonido gruñó en él. Las mejillas de Kim se ruborizaron mientras el azabache sonreía divertido.

― Creo que iré a calentarte esa comida que compraste anoche, baby.

Mientras Park abandonaba el revuelto lecho completamente desnudo, Kim sonreía feliz. Aunque esta felicidad que la peculiar pareja compartía no llegase al mundo fuera de esas paredes.


Kim ha renunciado al Clan días atrás, su nombre permaneció en el registro familiar a petición de su abuelo, quien le dejó ir siempre que estuviera dispuesto a ayudar cuando se necesitara. El muchacho dejó muy en claro que él seguiría cazando a los chupasangre, pero cualquier otra petición que le hicieran fuera de eso sería tajantemente negado.

Después de la no grata reunión familiar, Kim fue a su casa por algunas cosas. Su madre le había dicho que estaría ocupada, y nunca imaginó que su padre llegara justo cuando él se encontraba ahí.

― ¿Qué haces aquí, papá?

― Solo, vine a dejarle unos documentos a tu madre. ― Respondió, dejando un sobre en la mesa ratona de la estancia. ― Así que, ¿te mudas con ese vampiro?

― Sí.

Seok Jun aclaró la garganta. Pero no añadió más. El muchacho, que recientemente se había teñido de rojo, arrastró una maleta y colgó otra en su hombro. Cuando le pasó por un lado, finalmente se animó en preguntar algo que le estaba molestando desde la última reunión en casa de su abuelo.

― ¿Te divorciarás de mamá?

― Sí.

― ¿Nunca… nunca sentiste amor por ella? ¿O por mí?

El hombre respiró profundo. Sabe que nunca fue un buen esposo o un buen padre. Eso, simplemente no estaba en su carácter.

― Olvídalo, sé la respuesta.

Kim finalmente salió de esta casa. No tenía malos recuerdos de ella, y seguramente volvería ocasionalmente en adelante, después de todo ahí estaría siempre su madre. Sin embargo, sentía tristeza por ella. Por todo lo que le fue arrebatado solo por tenerle.


Meses después, Kim y Park estaban ahí, a punto de saltar de un avión. Ha sido idea del cazador entrar en aquel territorio en las espesas montañas de algún lugar de Asia de esa manera. El vampiro no estaba muy conforme, pero se trata de una de las tantas ideas algo locas y descabelladas que suele tener.

No importaba realmente, está enamorado.
Y posee un alma, que le hace sentir vivo. Realmente vivo.
Un alma que le fue entregada inicialmente con un sentimiento asesino por una bruja.
La misma alma que le fue devuelta con un sentimiento que podría ser mortal, pero en un sentido muy diferente.
Cazador y vampiro, una dupla que ningún grupo quería enfrentar.

Mientras iban en caída libre, Kim llevaba una expresión de adrenalina llena de vida. Park hubiera querido tener la facultad de hacerle el amor justo ahí.

De todas formas, sabe que una vez terminen con el grupo de vampiros que tiene su base de operaciones en aquellas montañas, él saciará sus deseos, y su sed de sangre, empiernado con su amante.

Y ese tipo de sentimiento asesino se sentía jodidamente bien.


FIN


Otro proyecto terminado~ 
Mil gracias a Nadya por la paciencia que tuvo hasta ver terminado este YS, que inicialmente estuve subiendo a mi fb personal como miniserial, pero que dejo aquí como longshot. 
Espero que guste~ 

Ya Ne!  

4 comentarios:

  1. No sé qué decir realmente, me encantó. Siempre he amado a Yuchun vampiro, siento que le va demasiado bien el papel.

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  2. Asdassasds yoosu!!!!amo tus fic y este no fue la excepción susu de cazador y chun de vampiros una combinación exitante xD para darle rienda a sus impulsos :3 ... Muchas gracias por el fic!!!

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  3. Muchísimas gracias por terminarlo!! Espere más de un año y jamás perdí la esperanza, el final fue perfecto, gracias por seguir haciendo esto!! Eres la diosa del YooSu!!

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  4. Feli, muchas gracias por hacer realidad una historia tan genial. Te quedo perfecta. Creo que nunca imagine que la escribirias tan bien. De nuevo gracias por tu tiempo e imaginación. 😘😘😘😘😘. Me encanto el toda la trama, pero sobre todo el final, adore a la madre de Junsu y cómo Yoochun poco a poco aceptó su gran amor por Junsu. Te quedó genial. 💗💗💗💗💗💗

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