Pareja:
YooSu
Género:
Romance, vampirismo
Clasificación:
NC-18
Idea
por Nadya Jurado Ramirez
Desarrollado
por “moi” xD
~*~
KILLER FEELING
Si tuviese que
hablar de su pasado, le tomaría años relatarlo todo. Había detalles que eran
sencillamente imposibles de resumir, y otros que no debían ser revelados. Pero
para ponerlo de una forma sencilla, estaba en la encrucijada de su vida. La
bifurcación entre un futuro “normal”, y el futuro con que carga su apellido.
Ser un Kim no era
sencillo. En absoluto.
Aunque venía a
enterarse recién, durante su cumpleaños 20, alcanzando la mayoría de edad en su
natal Seúl, capital surcoreana.
― Así que, ¿para
esto todo el entrenamiento espartano? Todas esas clases extracurriculares, los
entrenamientos en diversas artes marciales, el uso de armas y todo lo demás. ¿Un
cazavampiros? ¿En serio, mamá?
El joven Kim
sonrió con burla, dejándose caer en el sofá de la estancia en la casa paterna.
Enterró sus dedos entre los castaños mechones, el flequillo platinado fue
deshecho y luego la jaqueca. La explicación de su progenitora había sido más o
menos amplia, información que tenía sentido, pero todavía le resultaba difícil
creer.
― Junsu querido.
― No me digas más,
mamá. ― Interrumpiendo las palabras de su progenitora, el muchacho se puso de
pie.
― ¿A dónde vas,
Junsu? No hemos terminado de…
― Necesito pensar.
― No lo entiendes,
querido.
― ¡Claro que no
entiendo! ― Exclamó, honestamente fuera de sus cabales. ― Esto sencillamente
es, es ¡inverosímil!
― Te lo pido por
favor, Junsu, no salgas ahora.
― No puedo, mamá.
En verdad necesito salir.
― ¡Junsu!
El peliteñido ni
siquiera miró atrás, no quiso escuchar el llamado de su progenitora. Ya tenía
suficiente con todo lo que estaba pasando, para venir y hacerse a la idea de
que era un “cazavampiros”.
― ¿Siquiera
existen? Tal vez a mamá le ha afectado demasiado todo. Tal vez… ― Murmuró,
habiendo tomado su auto y conducido a alta velocidad lejos de su zona
residencial. ― Papá. ― Dijo, viendo el auto de su progenitor pasarle a un lado.
El hombre, por su
parte, parecía ni haberse enterado de su hijo, enfrascado en su móvil, en una
de esas tantas llamadas telefónicas que siempre lo tenían ocupado aun en casa.
Cuando se aparecía.
El joven Kim lo
sospecha, lo presiente. “Algo” sucede entre sus padres. Últimamente son
demasiado fríos entre ellos, como si una enorme brecha se hubiera abierto entre
los dos de la noche a la mañana. O quizá desde antes, pero intentaron
ocultarlo. Quizá por él, tal vez por las apariencias.
El estridente
sonido de un claxon sacó al joven de sus pensamientos. El consecutivo insulto
del conductor del otro auto y un repentino enojo que le bulló en la sangre con
una emoción que se desconocía. Apretó el volante y aceleró, dando persecución
al otro auto. No sabe para qué o por qué. Solo lo hace. Con un extravagante
instinto cazador que no entendería en ese momento.
…
― Señor Park. Oh,
mis disculpas. ― Un hombre de mediana edad, vestido con traje y pulcro calzado,
dio media vuelta, cerrando la puerta de la habitación tras de sí.
Con el corazón
atorado en la garganta.
Las indicaciones
siempre han sido muy claras, no interrumpirlo cuando se está alimentando.
Un minuto después
de la habitación salió un hombre de atractiva apariencia, semidesnudo y con una
expresión severa en el rostro. Los rastros del líquido carmín fueron limpiados
por una toalla húmeda que desechó con descuido.
― Qué era tan
importante para irrumpir así, Hoon.
― Usted dijo que
le notificara cualquier movimiento destacado de los Kim.
― ¿Y?
― Al parecer, la Sangre ha despertado en la familia.
El atractivo
hombre sonrió, mostrando los finos colmillos y la negruzca mirada matizada de
azul índigo.
― Entonces es
momento de conocerlo. Su destino y el mío están atados inevitablemente.
…
Hacía al menos un
par de noches desde la “noticia”. El joven Kim todavía no digería la revelación
y evitaba al máximo pasar tiempo en casa. Donde, de todas maneras, solo su madre
llegaba a estar. Hoy, su salida tiene otra intención.
Pasarla bien.
En la cama de
alguien.
― ¿Qué tal en la
mía? ― Un susurro que erizó su piel y calentó su sangre.
Cuando el joven
Kim volvió la mirada a un lado, un apuesto hombre de cabellos azabaches y una
impresionante presencia tomó sitio en la barra, pidiendo un whisky en las
rocas.
― Disculpa, ¿qué
dijiste?
― Cama, te invito
a pasar la noche en la mía. Prometo hacerte olvidar de todo. ― Respondió
coqueto, seguro. Con un carisma seductor al que el joven Kim no podría
resistirse.
…
Cuando el joven
Kim despertó, estaba en una habitación desconocida. De alto techo y paredes
blancas, una lámpara con motivos de cristal fino colgaba de lo alto, y el
cielo-raso decorado con estrellas fluorescentes que brillaban en la oscuridad
de la alcoba. Oscuridad que, el peliteñido comprende, se debe a las gruesas
cortinas que cubren de lado a lado los amplios ventanales. El bonito y
llamativo color vino las engalanaba, con un bordado en color plateado que iba
de arriba abajo en los bordes, entretejiendo un colorido enzarce con símbolos
que el peliteñido no conocía pero de alguna forma le parecían familiares.
Espabilando el
sueño, el joven Kim se incorporó, maldiciendo el dolor de espalda baja y la
obvia desnudez de su anatomía debajo de las sábanas blancas. Gruñó entre
dientes y miró alrededor, preguntándose dónde estaría su amante nocturno. Algo
era seguro, no estaba arrepentido de haberse acostado con un desconocido.
― Era sexy, demasiado para negarse.
― Con que era
sexy, eh.
El joven Kim miró
a la puerta. Recargado en el umbral el apuesto hombre de cabellos azabache que
lo abordara la noche anterior. Con una simple bata mal puesta que dejaba al
descubierto la desnudez debajo de ella. Su porte elegante aumentaba su
atractivo, y la mirada confiada realzaba su sexappeal.
― Todavía pienso
que lo eres. ¿Me recuerdas tu nombre? ― El pelicastaño preguntó, ladeando el
rostro con aire coqueto, flexionando las rodillas pero sin importarle que las
sábanas al moverse mostraran su cuerpo desnudo.
― No lo dije en
ningún momento. Tampoco me dijiste el tuyo. ― El azabache devolvió el gesto
coqueto, avanzando entonces dentro de la habitación con paso lento. Sus pies
descalzos también eran sexys. O eso pensaba el joven Kim.
― Entonces,
¿seguimos como un par de desconocidos? ― El peliteñido bajó los pies de la
cama. La sensación de la alfombra debajo de sus plantas era agradable. Pero
había otra sensación sacudiendo sus instintos que lo instaba a provocar al
otro.
― Suena excitante,
¿no te parece? ― El azabache dijo, habiendo llegado finalmente a la cama, inclinándose
sobre el peliteñido se acercó tanto hasta que sus labios se rozaron. Más no
llegó a besarle.
El peliteñido arrugó
la nariz con aire infantil, caprichoso por el beso no recibido. Pero
deleitándose la pupila cuando el azabache retrocedió y le dio la espalda. La
bata resbaló cuando él la desanudó y dejó al descubierto su ancha espalda. En
ella, un par de tatuajes, unas alas y una leyenda escrita en un idioma que no
le fue conocido al joven Kim.
― ¿Por qué las
alas?
― Libertad.
El azabache tomó
una botella de vino que estaba a medio vaciar sobre una cómoda. Sirvió un vaso
y luego volvió la mirada a su acompañante, ofreciéndole uno.
― Gracias, pero es
demasiado temprano para mí. Dime, ¿te molesta la luz del sol? ― Preguntó. Con tono
juguetón a decir verdad. Sin embargo, de inmediato recordó lo que su madre le
revelara días atrás.
Es un cazavampiros.
El azabache se rio
con él, pero no respondió una negativa. Tomó de su vaso de vino brindando en su
honor. Luego volvió a acercarse a la cama, descendiendo sugerentemente sobre el
pelicastaño.
― Duerme, Junsu.
― ¿Qué? ¿Cómo
sabes mi… nombre?
― Duerme. Duerme mi apuesto cazador.
― Sabes mi,
nombre.
Cuando los ojos
del pelicastaño se cerraron, cayendo en un profundo sueño. El vampiro se alejó,
salió de la habitación tras mudar sus ropas por un traje casual que
sencillamente lucía en él.
― Señor Park, el
auto le espera.
― Llévalo a su
casa. Y Joon.
― Sí, señor.
― La Sangre no ha
despertado del todo.
― ¿Entonces por qué
no lo asesina?
― ¿Asesinarlo? ―
Park bramó, y un solo movimiento de mano fue suficiente para que su seguidor se
arrodillara. ― Es mi deber protegerlo. Si el cazavampiros muere, lo haré con él. Te lo dije, Joong. Su destino y
el mío están inevitablemente entrelazados.
…
Siglos atrás, el
conocimiento de los vampiros era de dominio popular.
Las masas les temían, y la Iglesia era el refugio más buscado por todos. Ellos,
los llamado chupasangre, solo le
temían a una cosa. La ira de los
llamados cazavampiros. Hombres y
mujeres nacidos con un don en especial. Don que solo un selecto grupo de
familias heredaba. En Corea del Sur, el linaje Kim estaba bendecido con él.
Para los vampiros,
mantener la distancia de los cazavampiro era una tarea necesaria y continua.
Pero cuando escapaban de territorios custodiados por ellos, la maldad y la
lujuria se desataban. Con el tiempo, los cazavampiros comenzaron a desaparecer. Se dice que sus familias
fueron siendo exterminadas por vampiros de élite, hasta que no tuvieron más
opción que ocultarse y preservar
el don. Se dice que prevalecen apenas dos o tres castas en el continente
asiático, y que entre ellas, el don es denominado “la sangre”, dicho don
despierta al llegar a la mayoría de edad, pero antes de su despertar, el recipiente es entrenado para cumplir con
su destino.
Los vampiros, por
otro lado, han aprendido a ganar mientras permanecen en la oscuridad. Las
noches se convierten en sus aliadas cuando deben alimentarse o ganar nuevos
adeptos. La condición vampírica no es hereditaria, tampoco llega de nacimiento.
Solo puede ser “concedida”, como un regalo. O como una maldición.
Ser un vampiro
significa.
Renunciar al alma.
Ser un no muerto caminando por las calles en la
eternidad.
Algunos vampiros
prefieren la muerte después de siglos de vida. El aburrimiento y la monotonía
los somete.
Otros. Disfrutan
del dominio sobre los mortales.
Y se alimentan de
ellos.
De su sangre, de
sus deshonestos deseos.
Y solo uno de
ellos, estuvo dispuesto a aceptar algo más que la inmortalidad.
Y hacer un pacto
con una de las pocas hechiceras en el
mundo.
Obtener un alma, a
cambio de un precio invaluable.
…
― ¡Junsu!
― Qué, mamá.
― No me has estado
escuchando, ¿verdad?
El peliteñido
suspiró, se talló las sienes y trató de recordar cómo había llegado a su casa.
Sin éxito en el proceso.
― Lo siento, tengo
jaqueca.
― Necesitas hablar
con tu padre. Es importante, cariño.
― ¿Importante?
¿Por qué? ¿Otra charla sobre vampiros y cazavampiros?
No creo tener ánimo para otra tontería de esas, mamá.
― No es una
tontería, Junsu. Eres más importante de lo que te imaginas.
― ¿Sí? ¿Por qué,
mamá?
― Porque el
equilibrio entre el bien y el mal, depende de ti.
― ¿Debo
reestablecer ese equilibrio, mientras veo cómo papá y tú se divorcian?
― Junsu, ¿cómo…?
― ¿Cómo lo sé?
Vamos, mamá. Es obvio. Papá apenas tiene tiempo de estar en casa. No somos su
prioridad. Es más, dudo que en algún momento lo hayamos sido.
― Tu padre solo ha
hecho lo que le corresponde.
― ¿Entrenarme,
mamá? Porque todo lo que recuerdo de papá son sus instrucciones y cómo me
presentaba a un tutor sobre otro. Pero nunca recibí la mínima muestra de
cariño. Y hasta donde recuerdo, tampoco tú, mamá. Así que, honestamente, ni
siquiera me extrañaría que tuvieras una aventura con otro hombre. Es más,
también tengo aventuras de una noche y…
La bofetada le
quedó marcada en la mejilla. Pero al joven Kim le dolía algo más.
Probablemente, el peso de su linaje. De la Sangre
que bullía en sus venas ansiosa por despertar.
― No te atrevas a
juzgar mis actos, Junsu ah. Sí, llegué a pensarlo, pero serle infiel a tu padre
no iba a darme la felicidad que siempre busqué.
― ¿Y qué te
detuvo, mamá?
― Tú, Junsu ah. Y
la gran responsabilidad que pesa sobre nuestra familia.
― ¿De qué estás
hablando, mamá? ― El peliteñido miró a su progenitora con urgencia y demanda.
Indispuesto a esperar más por respuestas claras.
La mujer suspiró.
Y tras tomar asiento en la estancia, invitó a su hijo a imitarle.
― Junsu ah, sé que
te parece irreal lo que te he dicho en tu cumpleaños. Pero es así, eres un vazavampiros, de los últimos en tu especie. La sangre de nuestra familia es
de las pocas que sobreviven, otras familias han perdido la pureza de su sangre
y las habilidades cazadoras se han
ido perdiendo con el tiempo. En cambio, nosotros tenemos que asumir nuestra
responsabilidad. Me casé con tu padre para mantener esta tradición, y darle al
mundo la oportunidad de continuar sus ciclos sin preocuparse de los vampiros, salvo para considerarlos un
mito digno de libros, películas o series animadas.
― Madre, todavía
sigo sin creer lo que dices.
― Lo sé. Es por
eso que decidí llevarte conmigo esta noche.
― ¿A dónde?
― A conocer al enemigo, por supuesto. Alístate como se
te entrenó en tu viaje por Roma, Junsu.
El peliteñido lo
recordó de inmediato. Había sido hace un par de años, en un supuesto viaje
familiar que se había convertido, como cada salida desde que recuerda, en un
agotador entrenamiento que le tomó las semanas de vacaciones antes de continuar
la universidad. Roma fue el destino, y un grupo de especialistas en armas
medievales, así como otras más modernas, lo había capacitado en el uso de estas
con métodos poco ortodoxos. Algunas cicatrices de ese, y otros entrenamientos,
estaban marcadas en varias partes de su cuerpo.
― ¿En serio?
― De inmediato,
Junsu.
Más tarde madre e
hijo marcharon en auto hacia un destino desconocido para el peliteñido. Lo que
más le impresionaba, sin embargo, era la vestimenta de su madre. De alguna
forma le recordaba a las sexys espías que salían en las películas, y que
portara un crucifijo alrededor del cuello así como una daga en la cintura,
comenzaba a preocuparle honestamente.
― Oye mamá, ¿no
estás siendo un poco, dramática?
― Quieres entender
tu legado, voy a mostrarte. Y recuerda, sin importar qué, lo que más debes
proteger es tu mente. Algunos vampiros son hábiles con la hipnosis, te seducen
apenas con una aparente mirada y, si caes en sus encantos, les sirves de
alimento y probablemente en uno de ellos. Aunque hasta ahora, nunca he sabido
de un cazavampiros que sobreviva al
ataque mortal de un vampiro.
― ¿Cómo
identificas a un vampiro?
Su progenitora lo
miró de reojo. Sonriendo indulgente.
― Cariño, ellos se
revelan solos una vez que mostramos nuestra Sangre.
― ¿Qué? ¿Tengo que
herirme o algo así? ― El muchacho vio a su madre reír.
Como hacía mucho,
mucho tiempo no la escuchaba.
Y recordó, así sin
más, que su madre solo ha reído delante de él. Pero nunca de su padre.
― No, Junsu ah. Un
cazavampiros despierta la Sangre cuando
está listo. Y tú lo estás ya, solo necesitas creer para que un mundo
completamente nuevo se abra ante tus ojos.
― Madre.
― ¿Sí? pregunta
todo cuanto quieras, aunque te aseguro que nada es mejor que la experiencia.
― ¿Por qué te
casaste con mi padre?
La mujer titubeó.
Torció a la izquierda y siguió derecho por la avenida, aumentando un poco la
velocidad.
― Así tenía que
ser.
― Pero estás
enamorada de él, ¿cierto?
― Lo estoy.
― ¿Y él? ¿Te ama,
mamá?
La mujer aclaró la
garganta. Guardó silencio y al minuto aparcó a un lado. Pero antes de bajar, le
dio la respuesta a su hijo.
― No. Mi
matrimonio con tu padre fue básicamente un contrato.
Antes siquiera de
que el muchacho pudiera preguntar más, su progenitora ya había bajado del auto
y caminado hasta la puerta de lo que parecía ser un bar de esos que permanecen
abiertos prácticamente día y noche. La mujer llamó a la puerta, pero cuando un
hombre asomó el rostro por una pequeña compuerta, ella ya estaba apuntándole
con una ballesta.
― Abre.
― No eres
bienvenida, cazadora.
― Oh, eso lo sé
perfectamente. Ahora, abre.
Lo siguiente que
el joven Kim vio fue, a falta de otra palabra, simplemente asombroso. Su madre
disparó al sujeto, directo al corazón, en cuanto la puerta se abrió. Luego la
siguió por un pasillo, escaleras arriba y finalmente otra puerta, cuando ésta
se abrió, música estridente, láseres bailando por todas partes, y un montón de
personas danzando con la mirada enajenada. Más allá, al fondo del lugar, en lo
que catalogó como zona VIP, un hombre estaba agachado sobre una joven de melena
corta.
― ¿Alimentándote a
tan temprana hora, Berk?
El hombre levantó
el rostro. La mandíbula manchada de rojo, los ojos de un extraño matiz azulado,
y los colmillos, obvios a la vista.
― Oh, cherry, otra vez tú.
Vampiro y cazadora
se enfrentaron súbitamente. Otros vampiros, al parecer de menor rango trataron de intervenir, pero
encontraron el mismo final que el sujeto en la entrada. Las flechas con pico de
plata, la daga forjada en el mismo metal, armas de fuego con balas
especialmente diseñadas para este fin, fueron usadas por la cazadora. Y
mientras la mayoría de los que estaban en el local salieron corriendo para salvar el pellejo, solo aquellos
llamados chupasangre intentaron
acabar con la mujer.
La daga de la
cazadora tenía su punta presionando contra el pecho del vampiro. Berk gruñía
bajo su dominio mientras su diestra había sido perforada por las balas de
plata.
― Te lo advertí,
Berk, si querías vivir tenías que dejar el negocio.
Y no estoy hablando solo de las drogas o las armas que sé que continuabas
traficando bajo las narices del gobierno. Supe que te hiciste de un grupo
selecto de vampiros con la intención de expandir tu dominio. Pues mira, no lo
hiciste lo suficientemente bien porque llegó a mis oídos.
― Ng, vas a morir,
cherry. Llegará el día en que serás
tú quien sea subyugada por uno de los míos.
― Algo es seguro,
Berk. No vas a estar ahí para presenciarlo. ― La cazadora finalmente enterró la
daga en el corazón del vampiro. Y en cuestión de instantes, en medio de un
estruendoso grito, el vampiro se redujo a cenizas. Como un cuerpo calcinado que
desprendía un extraño olor a hierro. ― ¿Esto te convence, Junsu?
El pelicastaño
miró a su progenitora. Asintió y de pronto sintió orgullo y vergüenza. Orgullo
por lo grandiosa que es su madre. Vergüenza, porque ni siquiera había
participado en absoluto. Se había quedado mirando cada segundo, con una
ballesta en su mano y armas gemelas enfundadas en la espalda.
― Este es tu
legado, Junsu. No, en realidad esto no es nada. Estos vampiros son solo peones.
Aquellos a los que tú enfrentarás, son una auténtica pesadilla.
…
Dos días más. Para
Junsu el tiempo había comenzado a transcurrir de una forma diferente. Más
lento, más abrumador. Con su madre ha aprendido un montón de cosas que no le
había dicho antes. Pero había un par de cosas que lo perturbaban.
El matrimonio por contrato entre sus
padres.
Y el hecho de que
su Sangre no ha despertado.
― Piensas
demasiado.
Alguien dijo. Pero
el peliteñido conocía bien esta voz. Así que cuando volvió el rostro y se
encontró con el apuesto azabache con quien se liara noches atrás, una emoción arrolladora
sacudió todo su cuerpo. Concentrándose particularmente en la entrepierna.
― Hola, sexy
desconocido. ― Dijo. Coqueteando descaradamente con el hombre.
― Y, ¿te gustó
estar en mi cama?
El flirteo del
hombre de cabellos azabaches era evidente. Y al joven Kim realmente no le
molestaba en absoluto. Por el contrario, lo emocionaba de formas inimaginables.
― Creo que la
respuesta es obvia. Recuerdo claramente que alguien se aprovechó de mí toda la noche. Y me hubieras devorado esa mañana de no ser porque el cansancio me venció,
¿cierto?
― Claro, cansancio. ― El azabache dijo, sonriendo
con picardía. ― Es porque no sabía que eras virgen hasta que ya había
comenzado. Y es difícil parar cuando estoy en ello. ― Añadió.
Aunque la verdad
era otra.
Los ojos del
vampiro Park se revelaron brevemente, mientras recordaba cómo deliberadamente
lo había hipnotizado haciéndole caer en un profundo sueño aquella mañana. Claro
que sí, había necesitado mucho, muchísimo control para no tener sexo con él de
nuevo. No porque no lo hubiera deseado, sino porque la Sangre del cazavampiros
había amenazado con despertar. Y no
era tiempo todavía. No en esas circunstancias.
Claro que, eso era
absolutamente su culpa. No tendría que haberse involucrado sexualmente con el
peliteñido antes de conocerse como lo que son. Polos opuestos, enemigos en
alianza que tendrán que luchar contra un mal superior.
Un vampiro con
alma, y un cazavampiros con Sangre demoniaca.
― Estás en el
Limbo.
― No lo estoy.
― Te quedaste
callado. Y yo ni siquiera podía llamarte porque, pensaba, ni siquiera conozco su
nombre. Aunque es sexy también. ― El joven Kim rio, pestañeando coqueto y
lamiendo su labio inferior solo porque sí.
Porque sí. Así es
como se provoca a un hombre sexualmente atractivo.
Sobre todo si lo
hace de esa forma tan lenta y seductora. Claramente invitándole a devorarle de nuevo.
Park sonrió
altanero, miró alrededor y se dio cuenta de que, otra vez, lo ha encontrado en
un bar. De alguna forma, no encajaba del todo con él verle ahí, mucho menos si
estaba bebiendo y su aliento a licor le daba un toque todavía más atrayente.
― ¿Quieres saber
mi nombre?
― ¿No quieres
revelarlo?
― Si quieres, te
lo diré. Pero a cambio, tendrás que decirme el tuyo. Y dejaremos de ser el par
de desconocidos que tienen sexo candente, para convertirnos en amantes.
― Que todavía
pueden tener sexo candente, ¿no? ― El joven Kim agregó, acercándose al
azabache.
Posó la siniestra
en la mano del azabache, subiendo lentamente por el dorso hasta el antebrazo,
serpenteando sinuosamente más y más arriba, acariciando su hombro e
inclinándose a su rostro, mirándole los apetecibles labios. Esa boca carnosa
que, lo recuerda bien, besa como un dios, tan divino que lo había mandado a la
gloria con cada beso. Por no decir lo que sintió cuando lo mimó particularmente en la entrepierna.
― Vas a hacerlo,
¿o no? ― El azabache dijo.
Su voz algo más
ronca y áspera. Más grave, como una voz escalofriante que le ponía los vellos
de punta, pero lejos de provocarle temor, lo excitaba.
― Dime tu nombre.
― Suspiró, dejando que su cálido aliento golpeara los labios del azabache.
― Primero tú. ―
Sonrió altivo. Llevando la siniestra a la cintura del peliteñido, acariciándole
astutamente mientras le jala y él termina sentándose en sus piernas.
― Junsu~. ― Jadeó,
entrecerrando los ojos con las mejillas arreboladas de carmín.
― Ahora es mi
turno, Junsu baby. ― Dijo.
Pero lejos de
decirle su nombre al peliteñido, se lanzó por sus labios, besándole con fuego. Mordiéndole
y chupándole. El joven Kim jadeó en medio del beso, haciendo lo posible por
seguirle el ritmo. Gimiendo más cuando la lengua del azabache hizo aquellas
maravillas dentro de su boca, explorándole a conciencia.
Cuando rompieron
el beso, sus bocas estaban hinchadas. Pero lo más prominente estaba al sur,
donde sus pelvis amenazaban con buscar más contacto.
― ¿Nos vamos? Mi
cama te espera, Junsu.
― Sí, vamos.
Lo siguiente que
Junsu supo es que las noches eran demasiado cortas a lado de este atractivo
hombre. Que el sexo era increíblemente placentero y que le salía una voz que
casi sonaba desconocida para él. Gimiendo y jadeando bajo su dominio,
suplicando por más, llorando de placer, caliente hasta la médula.
Cuando cayó en
sueño profundo, rendido por el cansancio (o eso cree), el azabache fumó un
cigarrillo a lado. Su habitación estaba impregnada del aroma de su sexo, a
sudor y al perfume de su joven amante. Olía, a demonio. Pero no un demonio cualquiera. Un demonio humano, mortal,
sin más poder que el de aniquilar a los que son como él. Vampiros.
― Nh. ― Junsu se
removió entre sueños, buscando inconscientemente el contacto con el azabache,
atrapándole por la cintura.
― Joder, hace que mi alma tiemble con
emociones que nunca había experimentado antes. ― Pensó.
Y luego se
prometió que, en cuanto el joven cazavampiros
despertara. Le diría la verdad.
Y revelaría su
nombre.
Y el destino que
los atará hasta el último de sus alientos.
…
Cuando el joven
Kim despertó, el apuesto hombre estaba acostado a su lado. Mirándole con una
expresión que le hizo sonrojar.
― ¿Hace cuánto
estás mirándome así?
― Perdí la noción
del tiempo, Junsu.
― Ng. ― Gimoteó
avergonzado. Lo que era mucho decir, considerando la cantidad de cosas
pervertidas que han hecho. ― Deja de hacerlo~.
― ¿Por qué?
Encuentro muy interesante esta panorámica.
― ¡Oye~! ― Gimoteó
entre risas, soltando más de ellas cuando el azabache comenzó a hacerle
cosquillas.
Aunque,
honestamente, no había sido precisamente esa su intención cuando comenzó a
juguetear en sus costados. Sin embargo, una vez escuchó su escandalosa –y muy
particular– risa, no pudo frenar. Era encantador.
― Entonces,
¿cuándo vas a decirme tu nombre? ― Dijo, después de que el azabache le dejara
en paz y le hubiese robado el primer
beso de la mañana.
― Creí que lo
habrías olvidado, Junsu.
― ¿Bromeas? Anoche
pude estar distraído al momento. Y eso fue enteramente tu culpa, de alguna
forma parece que sabes exactamente como enloquecerme. ― Añadió, mordiendo su
labio inferior mientras los largos dedos del azabache serpentean, una vez más,
por sus piernas, apostado a su lado con ojos lascivos.
― De acuerdo,
acepto esa culpa. Y puedo asumir la responsabilidad justo ahora. ― Dijo con
tono pícaro, mordisqueándole los labios antes de empujar su lengua y besarle
fogosamente.
Robarle el aliento
a temprana hora debía ser ilegal. O algo. El azabache pensó que incluso si esto
no era precisamente lo que debía estar pasando, sucedía. Y se encontraba
atrapado en una atracción peligrosamente inadecuada entre ellos.
El sexo estaba
bien. Incluso si algún día el joven cazador
le acechara.
Pero esto que
estaba sintiendo por el peliteñido, era más que lujuria o deseo.
Era un sentimiento
diferente que le alteraba aquello que no debía tener más.
El alma.
― ¡Basta~! ―
Exclamó con una sonrisilla, empujando al azabache por los hombros. ―
Suficiente, si continúas terminaremos haciéndolo de nuevo. Y todavía no me
dirás tu nombre. Si vas a decírmelo, hazlo ahora.
― De acuerdo. Pero
será mejor que te vistas. Estaré en la cocina, ven a tomar café o algo.
― Chocolate, ¿tienes?
― ¿En serio? ―
Dijo, elevando una ceja con aire incrédulo. ― ¿Qué edad tienes? Sospecho que me
acosté con un niño.
― ¡Soy un adulto!
¡Y no tiene nada de raro que me guste el chocolate! ― Exclamó. Avergonzado a
decir verdad. ― Maldición, lo dije sin
pensar. Pero claro, cualquiera pensaría que es ridículo que un hombre quiera
chocolate caliente después del sexo. Ng, me dijo niño~. ― Se quejó en
pensamientos.
El azabache
simplemente se rio, le indicó que la ducha estaba lista y minutos más tarde ya
le tenía en la cocina.
― ¿Qué haces
vistiendo mi camisa?
― Mi ropa tiene,
semen. ― Dijo. Mordiendo su labio inferior con aire avergonzado. ― ¡Qué demonios! Tenía más valor hasta
anoche~. ― Pensó, de nuevo.
― Oh. Es verdad. ―
El azabache recordó que había sido culpa suya.
Que en cuanto
entraron en su casa, en pleno living, lo había tocado hasta hacer que se
corriera. Ahí habían sido ensuciados sus pantalones. Y durante la segunda
vuelta, con la camisa a medio quitar, él se había corrido en el níveo pecho.
Luego sencillamente la prenda había quedado enredada entre mantas y cuerpos, y
seguramente el semen del peliteñido la había ensuciado una o dos veces más.
― Te prestaré
ropa. Tengo algunas prendas que seguro te quedan.
― No es necesario.
Debes tener dónde lavar, ¿no?
― No.
― ¿En serio? ― El
azabache asintió. Y él le miró incrédulo. ― ¿Qué haces con tu ropa entonces?
― Tengo un
mayordomo que se encarga de todas esas tareas.
― ¿Mayor-domo? ―
El peliteñido entonces prestó un poco más de atención.
Y solo entonces se
dio cuenta de que estaba en una Mansión. Obviamente, su amante era de familia
adinerada.
― Aquí, Junsu. Tu
chocolate caliente.
― ¡Yah! No te
burles de mí~. Y dime de una vez, o terminaré marchándome sin saberlo.
― Park Yoochun. ―
Dijo. Finalmente.
― Yoochun. ―
Repitió. Saboreando el nombre del azabache en los labios, junto a un pequeño
sorbo del chocolate recibido.
― ¿Sabes quién
soy?
― ¿Eh? No,
¿debería?
― La verdad es que
sí. Quiero decir, mi nombre debería resultarte conocido.
― ¿Por qué? ¿Eres
un idol? ¿Hijo de algún político o empresario muy importante?
Park no contuvo
una risa. Luego besó los labios de Kim delicadamente.
― Tenías
chocolate.
― Oh, ya. ― Aclaró
la garganta, sorbiendo de su chocolate otra vez, relamiéndose los labios para
evitar que le besara de nuevo. Tenía la impresión de que su cuerpo se calentaba
con cada beso que le robaba. ― Entonces, ¿quién eres? ¿Por qué debería
conocerte, Yoochun?
― Porque yo,
Junsu, soy uno de esos a los que debes exterminar. ― Dijo.
Y reveló su
apariencia vampira. Los colmillos, la negruzca mirada matizada de azul índigo,
las largas uñas. Las feromonas capaces de hipnotizar a cualquier mortal. La taza cayó de manos del
peliteñido. Él no estaba listo para algo como esto.
― ¿Por qué? ¿Por
qué me lo dices ahora, Yoochun?
El azabache
suspiró. Honestamente sorprendido de que la taza de chocolate fuese lo único
destrozado en esos momentos. Y que la expresión del peliteñido no fuera
precisamente de enojo o confusión. Más parecía, resignado.
― Así que es
verdad, ustedes seducen al azar, ¿verdad? Dime, Yoochun, ¿sabías quién soy
desde el principio?
Park se agachó,
recogiendo los pedazos de la taza rota.
― Sí, lo sabía,
Junsu.
― ¿Y por qué me
abordaste? ¿Fue divertido?
― No se trata de
eso. No jugué contigo, Junsu. Aunque, ambos sabemos que solo era sexo.
― Sí, sé que ha
sido solo sexo. Pero ahora me pregunto si tendrías otra intención. Tal vez, acercarte
a mi familia.
Park rio,
levantándose y echando los trozos de cerámica en el cesto de basura. El joven
Kim frunció el ceño. ¿Estaba mofándose de él?
― Junsu, ya
conozco a tu familia. Bastante. Estoy más cerca de lo que en realidad quisiera.
― ¿De qué estás
hablando?
― Puedo decírtelo.
O podrías preguntárselo a tu padre. Estoy seguro de que su versión será mejor
para ti.
…
El joven Kim frenó
abruptamente en el frente de la compañía de su padre. Kim Seok Jun, joven
empresario que era bastante popular en el mundo de las finanzas. Pero que para
el peliteñido no era más que una retorcida figura de autoridad sin pizca de
cariño. Desde recepción el muchacho era saludado con sumo respeto por los
empleados de su padre, a él no le interesaba nada de eso.
― Espere,
Junsu-ssi, ¡no puede entrar!
El peliteñido
claramente ignoró a la secretaria de su progenitor, irrumpiendo en su oficina
con desmedida violencia. La puerta azotó a los lados, los invitados de Seok Jun
se sorprendieron por la interrupción –probablemente inversionistas o alguna
persona importante a la que él terminaría ayudando–, mientras el hombre dirigía
la mirada a su hijo con súbita tranquilidad.
― Hay que hablar,
padre. Ahora. ― Dijo.
Con un tono lo
suficientemente serio y severo como para que los invitados de su progenitor lo
mirasen como preguntando si era mejor retirarse. Seok Jun se disculpó con ellos
y aseguró contactarlos cuando atendiera el asunto familiar. Los invitados le pasaron por un lado al joven Kim, y la
secretaria tuvo que cerrar la puerta detrás de ellos para dejar a padre e hijo
en privacidad. Esa que Junsu había invadido sin pizca de remordimiento.
― ¿Qué es tan
importante que te olvidas de los modales, Junsu?
― ¿Importa eso?
El hombre largó un
suspiro, se sacó los anteojos sin armazón y le prestó atención.
― Por hoy, pasaré
por alto tu falta de educación y te escucharé. Pero te advierto, irrumpes de
nuevo en mi oficina así, y te sacaré yo mismo, Junsu.
― ¡Ja! Como si
esperara algo diferente de ti, padre. ¿Estás feliz? Por fin vas a divorciarte
de mamá, y juraría que ansiabas este momento desde el principio. Después de
todo, no tienen más que un matrimonio por contrato, ¿no es así? Para tenerme.
― ¿Es sobre eso?
¿Tanta rabia solo porque tu madre y yo vamos a divorciarnos? Eso pasa, Junsu.
Incluso en familias menos afortunadas como la nuestra.
― ¡Afortunada!
¿Familia? ¿Sabes siquiera lo que significa ser parte de una familia, padre? Tú,
que nunca estabas en casa, y cuando lo hacías de todas formas no nos prestabas
atención. Claro que no, tú no sabes nada sobre la familia.
― Tienes razón. No
sé nada sobre familia. No tengo tiempo para eso, hay cosas mucho más importantes
de las que encargarse. Vampiros, por ejemplo.
El peliteñido
avanzó hacia el escritorio de su padre, azotando la superficie con las palmas,
mirando con furia a su progenitor.
― Park Yoochun.
Háblame de él.
― Ah, así que ya
se conocieron. Eso significa que tu Sangre
ya despertó.
― Explícate. Y que
sea detallado, no quiero volver a irrumpir en tu sagrada oficina de nuevo,
papá. ― El peliteñido siseó.
…
Él no lo
recordaba. No de momento, pero estaba de nuevo ahí. Teniendo sexo con el
vampiro de cabellos azabaches. Con el sexy Park Yoochun.
― Muévete para mí,
Junsu. ― Su voz, algo más gruesa y seca, como un vertiginoso tornado de lujuria
azotó contra su lóbulo, produciéndole un espasmo de placer.
― Ngh~ Yoochun~. ―
Gimotea, agitando las caderas por cuenta propia.
Park se encuentra detrás
de él, de pie al filo de la cama, mientras Kim, a cuatro sobre el lecho, se
encarga de dirigir las penetraciones, yendo adelante y atrás. Sus nalgas
recibieron el azote de las manos del azabache, dejando la nívea piel revestida
de un brillante carmesí.
La lujuria estaba
más caliente que los encuentros sexuales anteriores. Algo había cambiado en Junsu desde que escuchó la historia de su
padre. Y comprendió que Yoochun era su aliado. El vampiro con alma que cargaba
con los pecados de su pasado, y estaba atado a servir como escudo para el cazavampiros de Sangre. Él, un demonio mortal que no tenía más poder que la
habilidad para matar a los chupasangre.
― Más, Yoochun.
Házmelo tan duro que no pueda levantarme mañana.
― Tú lo pediste,
Junsu. ― Ronco, dominante.
Park embistió con
salvaje pasión.
Y mientras recibía
las embestidas calientes del vampiro, el peliteñido tenía un pensamiento en la
mente. Provocar a su padre, liándose sexualmente con este hombre. Estirpe de
sangre pura, pero un chupasangre a
fin de cuentas. Un inmortal estigmatizado por su propio poder.
…
Kim Seok Jun no
solía dar explicaciones de nada a casi nadie. Su esposa e hijo habían estado
incluidos en ese paquete del casi
nadie. Sin embargo, cuando su primogénito y único descendiente le miró con tal
fiereza, él supo que no tendría más remedio que responder.
― Park Yoochun es
un vampiro, especial. Carga con una maldición que anheló durante sus años de
infortunada vulnerabilidad. Nuestra familia tiene buenas relaciones alrededor
del mundo, desde hace más tiempo del que podría decirte ahora. Además, no
necesitas una lección de historia familiar.
― Sé más directo,
papá. Comienza a ser absurda tanta palabra de tu parte.
― Hace siglos,
Park Yoochun era uno de los vampiros más poderosos en Asia. Nuestro deber por
lo tanto era matarle, como a todos los que son como él. Sin embargo, se
presentó un pequeño problema. Antes de que pudiera ser ubicado por el cazador más
talentoso de nuestro linaje en la Dinastía Joseon, el vampiro desapareció. Como
tragado por la tierra. Tiempo después llegó a las puertas de uno de los Cinco
Palacios, algo se sentía diferente en
él, ningún cazavampiros quiso
enfrentarlo. Así que se abrió paso entre nuestras defensas con suma facilidad.
Ningún vampiro había pisado dentro del Palacio Changdeokgung. Los textos rescatados de aquel entonces resumen las cosas
a una simple frase. “El vampiro con alma
anduvo entre nosotros, llamó a la puerta del salón principal y tras ser
recibido por el Señor, se ofreció como estandarte para una lucha eterna contra
el mal. A cambio, ningún cazavampiros tendría derecho a matarle a menos que
pudiera cargar con su maldición”.
― ¿Qué maldición?
― Su alma. Un alma
destinada a nunca encontrar la felicidad plena. Le fue concedida por una hechicera, pero ella no fue precisamente
condescendiente con él. Algunos mitos dicen que ella estaba enamorada,
resentida porque el vampiro no le correspondió. Y que por eso le concedió tal
maldición. El alma humana de un hombre enamorado que también tenía un amor no
correspondido. Honestamente, no me fio demasiado de los mitos.
― ¿Qué demonios? ―
El peliteñido no pudo evitar cierta sonrisa sórdida. ― ¿Eso es todo?
― No. Pero no vas
a escuchar de mis labios toda la historia. Si quieres conocerla, los textos
están en una biblioteca de Busan.
― Lo haré. Pero
dime, padre, ¿por qué te parece tan increíble que su maldición haya tenido que
ver con el amor?
― Los vampiros no
se enamoran.
― ¿Y los cazavampiros?
Su progenitor lo
miró detenidamente. Sabe que esto tiene que ver con la escueta explicación que
le ofreció respecto a su matrimonio.
― La relación
entre tu madre y yo es mucho más compleja que un simple sentimiento. Teníamos
un deber que cumplir para proteger a la humanidad. Eso, que tú todavía no
comprendes, Junsu. Y si no lo haces, podrías morir.
― ¿Y? ¿Te preocupa
perder al muchachito en quien has invertido tanto dinero? Dudo que los
entrenamientos que recibí fueran gratuitos.
Seok Jun respiró
ruidosamente, conteniendo su carácter.
― He dicho
suficiente. Márchate ya, Junsu.
― Antes de eso,
tengo una última pregunta, ¿sería malo para ti saber que tuve sexo con Park
Yoochun?
Seok Jun golpeó su
escritorio con tal fuerza que la madera se agrietó. Su mirada reflejaba furia
pura. Y eso, de alguna manera, hacía hervir la sangre de su hijo con una
emoción indescifrable. Provocar la ira de su progenitor le motivaba algo que simplemente no podía entender.
― Es tu deber
continuar el legado familiar, Junsu.
― Así que sería
todo un problema que fuera gay, ¿cierto? No podría casarme, ni siquiera por
contrato.
― Junsu. ― Siseó
el hombre.
― De todas formas
no pensaba hacerlo. Y no es que sea gay del todo. Pero sabes, el sexo con un
vampiro es tan ardiente.
…
Vaya que lo era.
El peliteñido sentía la garganta reseca, dolorosa. Tanto gemir, tanto calor,
tanto placer. La virilidad de Park se enterraba con violencia en su interior,
hacía estragos en sus entrañas y revolvía todo en él, colapsando su mente y sus
sentidos.
― ¡Yoochun! ―
Gritó ahogándose en placer, arqueando la espalda y derramando (por tercera vez)
su semilla al mismo tiempo en que su cavidad se llenaba con la del azabache.
La espalda del
joven cazador descansó en el pecho del azabache cuando se venció por los
espasmos de placer. Antes ambos habían estado de rodillas sobre la cama, su
trasero recibiendo las fuertes estocadas de la pelvis de Park.
― Eso fue mucho,
Junsu baby. ― Dijo mientras mostraba su diestra al peliteñido, con las manchas
de semen goteando de su palma.
Tan seductor,
coqueto, abrasador. Lamiéndole el interior del oído, atacando luego su nuca y
hombros. Saliendo lentamente de su interior, apreciando la copiosa cantidad de
semen resbalar entre sus nalgas. Sonrió con prepotencia, pasando la punta de su
pene entre ellas por el mero gusto de hacerlo.
― Ng~ ¿intentas
dejarme seco~, Chun?
― Eres tú quien no
paraba de suplicarme por más. Llorando con anhelo en tus ojos.
El peliteñido
sonrió. Ciertamente había llorado. De puro placer. Y no se quejaba en absoluto.
― Dime, Yoochun,
¿por qué deseaste un alma?
Park tardó en
responder. Y el joven cazador sospechó que el tatuaje podría tener algo que
ver. Mejor dicho, todo que ver.
Libertad
Eso había dicho
cuando le preguntó por sus tatuajes.
Un alma, para un
vampiro, podía ser más que una maldición, ¿la libertad a la inmortalidad?
El joven Kim
quería insistir, pero al mismo tiempo necesitaba esperar. Quería saber si el
vampiro confiaba en él. Y entender, qué clase de destino los ha unido.
― Un vampiro no
puede enamorarse porque es un no muerto,
¿entiendes eso, Junsu? ― Dijo, tras un largo silencio.
― ¿Tú querías
enamorarte?
Park sonrió, con
algo parecido a la sorna. Pero había algo más en su mirada, el joven Kim lo
percibió antes de que el azabache le diera la espalda y se levantara para
servirse un trago. Los tatuajes en su espalda seguían pareciéndole sumamente
excitantes y misteriosos. Quería grabarse en la retina la leyenda tatuada e
investigar su significado. Pero también quería que él se lo dijera. El joven
cazador quería que el azabache fuera honesto con él, que confiara.
― Creo que sí. La
vida como vampiro me sedujo por un tiempo, pero hubo un momento en que me sentí
aburrido. La única diferencia entre los humanos y yo era esa, un alma. Un
corazón, y la capacidad de amar. Quería comprender eso. Pero, pedí el favor a
la hechicera equivocada y terminó
siendo una maldición.
― ¿Por qué?
Park bebió un
sorbo de licor, volvió el cuerpo y lo encaró.
― Ella esperaba
que me enamorara. Pero ya tenía a alguien por quien había decidido, por
principio de cuentas, tener un alma. Así que me maldijo.
― Lo que escuché
fue, que tu maldición era por sí misma tener un alma. Eso no es así, ¿verdad,
Yoochun?
Park bebió otro
sorbo, los cubos de hielo cintilaron al fondo del vaso.
― No. Nunca
encontrar la felicidad plena, sí. Incluso si llegara a enamorarme, nada bueno
saldría de eso.
El joven cazador sintió un vuelco. Y su corazón
se contrajo dolorosamente.
― Y, ¿te has
enamorado alguna vez?
― Una. Pero no lo
sabía. Creí que si tenía un alma lo iba a comprender, todo lo que necesitaba
era aceptarlo. Hice las cosas muy mal entonces, y he llevado años esperando
poder reivindicarme, deshacerme de esta estúpida maldición y… morir.
― ¿Qué? ― Los ojos
del peliteñido se abrieron de par en par. Y en un parpadeo ya estaba de pie,
frente a frente con el azabache. ― ¿Morir?
― La inmortalidad
es una gran carga. Y la infelicidad también.
― Entonces, te
conformas con parejas sexuales, ¿verdad? ― Dijo. Con tono resentido. Aunque no
tenía honestamente derecho o razón para estarlo. Después de todo, realmente
solo se han buscado por la atracción sexual.
― Junsu, no te
conviene enamorarte de mí. No soy digno de ti. Te traeré problemas.
― Pero estamos
destinados, ¿cierto? Sirves a mi familia, eres mi aliado contra los tuyos.
Serás mi escudo principal cuando decida asumir mi rol en el Clan Kim, como demonio cazador. Entonces, ¿qué harás si
me enamoro de ti, Yoochun? ¿Vas a ignorarme?
Park buscó la
mirada del peliteñido, y casi sin darse cuenta su mano se movió por cuenta
propia, alcanzando la mejilla del joven y acariciándosela con inusitada
delicadeza. Como una cariñosa caricia. El alma del azabache se sacudió, y su
naturaleza vampira con ella. Retiró su mano rápidamente y aclaró la garganta.
― No podría
ignorarte. Pero te lo digo, Junsu. Tengo un alma, y soy incapaz de amar. Dolor,
eso es todo lo que traería para ti. Y no quieres eso, no mereces eso. Te he
observado desde que naciste, eres un buen chico, noble y de una entereza
formidable. Nunca conocí un cazador como tú, que tengas sangre de demonio ni siquiera te hace justicia.
Eres el humano más puro que he conocido, y créeme, he conocido muchísima gente.
El peliteñido se
rio de buena gana.
― ¿Puro? ¿Teniendo
sexo contigo como lo hemos hecho? Y dices que soy puro. No juegues conmigo,
Yoochun.
― No lo hago. De
todo lo que te dije, lo único que sacudió tu corazón fue escucharme decir que
esperaba morir. Un alma pura se acongoja por cosas como esa. Un alma como la
tuya. Y no quiero mancillarla más de lo que ya he hecho.
…
Dos semanas. Ese
fue el tiempo necesario para que el joven Kim finalmente se iniciara como cazavampiros. Era todo un ritual, según
fue informado por su progenitora. Seo Yeon le explicó que su primer caza tenía
que ser junto a Park, y darse a conocer como el demonio cazador del Clan Kim. Para eso, Park actuaría como su
escudo, pero serían las habilidades en batalla de su primogénito las que
quitarían la vida de un puñado de vampiros. No cualquier puñado, sino un grupo
importante de chupasangre.
― ¿Estás listo,
Junsu?
― Ya sabes, nací
listo, Yoochun.
Ambos se
sonrieron, y cuando las puertas de aquel castillo en una famosa ciudad europea,
el concilio de vampiros enardeció. Los pasillos y pasajes del castillo estaban
llenos de cuerpos incinerados, cada guardia había caído a manos del joven
cazador, pero cuando estuvo delante de estos vampiros, su sangre ardió a punto
de ebullición, sus ojos color chocolate adquirieron un tono rojo fuego y sus
movimientos fluyeron con una impresionante velocidad. Park, por su parte, se
mantenía casi al margen, pero cuando un ataque era lanzado contra el joven
cazador, era su cuerpo el que los recibía.
Algunos minutos
después Junsu enfundaba unas pistolas en los muslos, y recuperaba una katana
del cuerpo carbonizado de uno de los vampiros, asegurándola en la funda de su
espalda.
― ¿Estás bien?
― Nací para esto.
― Park dijo, sonriendo altanero, las heridas estaban sanando.
― Yoochun.
― ¿Qué?
― Me gustas.
Quiero romper la maldición de tu alma.
Park sonrió.
Diferente. El
joven Kim no supo descifrarla, probablemente Park mismo tampoco sabría.
Pero se acercó al
muchacho, enmarcó su rostro y besó tiernamente su mejilla.
― No cruces esa
línea, Junsu. Por favor, detente.
El susurro suave
erizó el vello de todo su cuerpo. El cazador
miró de reojo al azabache, sus varoniles facciones cruzadas por una oscuridad
misteriosa. Había aun tantas, pero tantas cosas que quería conocer de él, que
solo quería ser capaz de mirar en su mente cual si leyera un libro, con sus hojas
abiertas de par en par, sin que importe la cantidad de capítulos, de pasajes
oscuros, de hojas manchadas de sangre o largas noches acechando como fiera a la
luz de la luna.
― ¿Y si quiero
cruzarla?
Insiste.
El peliteñido
emplea entonces una voz algo más ronca. Más segura.
No.
Demandante.
Busca sus ojos y
le encara. Le obliga a sostener sus ojos chocolate mientras los ónix fulguran
intensamente. Es un duelo de miradas, de pupilas cerradas como ventanas
decididas a ocultar dentro de sus oscuros cristales, el alma. Park titubea.
¡Joder, sí que lo hace! Y gruñe, porque la mirada de este jovencito le hace
tambalear.
Más que eso.
Sacude su alma.
Ese resquicio de
supuesta humanidad que no le ha traído más que dolor. Porque es su maldición, y
carga con los pecados de su pasado. De la muerte y desdicha que llevó a muchos
hogares cuando se alimentaba de sangre al azar, cuando sus colmillos mordían
con tal fuerza que los cuellos debajo de ellos crujían antes de acaecerle la
muerte a mujeres y hombres que pasaban
por el callejón de una desierta plazuela en las lluviosas noches de la
Europa medieval.
― Yoochun.
― No.
La negativa es
obvia. Y certera.
Park le pasa a un
lado, las heridas en su cuerpo han sanado casi por completo, la sangre que
mancha sus ropas es propia y ajena. Ni una sola gota pertenece al cazador.
― ¡No te atrevas a
darme la espalda!
El grito es fiero.
Seductor.
Kim se le
abalanza, está dispuesto a obligarlo
a escuchar. A ceder a sus exigencias, aunque sean infructíferas a medias, y
desleales a la razón. Él no pudo evitarlo, no solo le gusta, el vínculo que
siente por él es más fuerte que una atracción física o sexual.
Lo quiere.
Más, mucho más que
eso.
Se enfrascan en
una absurda pelea, Park adopta su naturaleza vampira e intenta imponerse, pero
por algo Kim es un cazavampiros, sus
poderes se igualan y él no encuentra la fuerza suficiente para detenerle.
Una parte de él,
dominada por su alma quizá, lo orilla a la rendición.
De un momento a
otro están de espaldas en el piso, con el peliteñido apresándole la pelvis con
sus piernas y cadera, sentado en su regazo.
― Ng. ― Gruñe, por
la espada que atraviesa su hombro y le mantiene anclado al suelo de mármol.
Park sostiene ahí
la mirada de Kim. Esos ojos chocolate que son puros como el agua, a pesar de la
cantidad de sangre que manchará sus manos a partir de ese momento y a futuro.
― Voy a cruzar la
línea, Yoochun. Y vas a dejarme hacerlo. ― Siseó. Sonriendo luego con algo
parecido a la travesura y picardía.
Inclinándose
lentamente por esos labios fríos que recibieron los suyos con inmaculada
suavidad. Antes de tornarse violentamente en un beso fiero, salvaje, caliente.
Cazador y vampiro se enfrascaron en una nueva batalla, de lengua y saliva, de
besos ardientes y lujuria. Se mordieron los labios hasta sangrar, el sabor y
aroma del líquido cromado despertó aún más la naturaleza de Park, y Kim pronto
fue impulsado a un lado, sabiendo de antemano el movimiento del vampiro, el
cazador sacó la espada, una herida limpia que sanaría en un par de minutos,
sobre todo si Park le mordía.
Pero la mordida
que el peliteñido esperaba, no llegó. En cambio, Park se perfiló entre sus
piernas, desgarrándole las ropas con las largas uñas, serpenteó con sus largos
dedos por todo su vientre, chupando y lamiendo páramos de piel, mordiéndole los
pezones, empujando la pelvis contra su trasero. Excitándose aun por encima de
los pantalones.
― Yoochun, he
cruzado la línea, ¿entiendes? ― Dice. Intenta obtener alguna respuesta de Park,
pero él parece decidido a aprovecharse de
su cuerpo sin ofrecerle una. ― Ngh~ Yoochun~.
Por supuesto, las
defensas de Park son fuertes. Muros levantados por siglos, no caerían tan
fácilmente.
― Te he estado
observando, Yoochun. ― Kim continuó, dispuesto a jugar sus propias cartas. A
empujar tanto como fuera necesario. ― ¿Sexo? Por supuesto, y sé bien que solo
lo has tenido conmigo. Ngh~ nh~ sé que… ― Arquear la espalda y saborear el
espasmo de placer. El azabache se ha hecho paso entre sus pantalones, tragando
su hombría… ― Sé que soy el único, no has buscado a nadie más. Sé que te gusto,
Yoochun. ¡Ngh~!
Kim arquea aun mas
la línea dorsal, Park succiona su falo con fuerza, quiere exprimirle como si
fuese un castigo. El peliteñido sonríe, comienza a entenderlo. A conocer sus
muros, y la forma de derribarlos. Aunque la lujuria venga primero, mezclada con
enojos reprimidos y deseos insaciables.
Porque él está
dispuesto.
Porque ya lo ha
hecho.
Cruzar la línea,
de un sentimiento condenado a la fatalidad.
Park es otra
historia. Se aferra a su muro, intenta levantar nuevas barreras y ceñir
alrededor incontables obstáculos. Está dispuesto a herirle si es necesario, a mancillarle tanto como fuese necesario
con tal de alejarlo, de hacerle retroceder. Piensa, probablemente sin mayor
fundamento que sus propios demonios, que será capaz de ofrecerle solo sexo sin
exponer su corazón, sin permitirle tocar su alma. Esa que, un resquicio de su
mente lo sabe, ya le pertenece al cazador.
Así que lo seduce,
no se conforma con estimular la hombría del teñido hasta hacerle temblar sin
control y saborear su semilla en la garganta. No, Park quiere imponerse,
demostrarle que incluso si es su escudo,
todavía es él quien le domina, quien puede hacer con él su voluntad, aunque
meramente responda a la lujuria y la caliente pasión que se le enciende sin
reserva en el cuerpo. Por eso no lo deja descansar, no permite que asimile su
orgasmo cuando ya le ha empujado hacia abajo, alzándole el trasero y
perfilándose entre sus piernas, penetrar sin preparación alguna su comprimido
anillo.
― ¡Ngh! ― Kim
gimotea, incómodo y adolorido. Pero de pronto se reconoce masoquista, porque lo
disfruta.
Porque lo entiende.
Sabe que esta salvaje lujuria solo quiere entregarle un mensaje. Y lo recibe.
Lo recibe con una sonrisa, con gemidos ásperos e infinito placer.
― ¡Nh~ Chun~!
¡Así, más~!
― ¡Mierda, Junsu!
Su gemido ronco es
diferente. Park tira de los cortos mechones teñidos del cazador obligándole a alzar la barbilla. Acelera sus embestidas y
pretende humillarle con aquel trato,
con aquella postura en la que lo tiene completamente dominado, sumiso, aunque de ambos el vampiro
estuviese comprendiendo no había nada.
Porque Kim no está
dispuesto a ceder. Se ha decidido, comprometido y entregado. Porque lo sabe,
podrá ofrecerle sexo salvaje, pero realmente no le hará daño. Lo siente en la
forma en que a pesar de tirar sus mechones no usa tanta fuerza como para romperle el cuello, lo sabe también
porque sus estocadas son profundas y apasionadas, pero no es como si fuese a
partirle en dos. ¿Quién sabe? Quizá simplemente le ha despertado la vena
masoquista.
― ¡Chun!
Quizá, porque
incluso si las uñas del vampiro se le entierran dolorosamente en los costados
de su cintura, cuando su sangre corre él solo tiembla de placer, contrae su ano
y suplica por más.
― ¿Estás loco,
Junsu? ― Le susurra repentinamente al oído, lamiéndole lascivamente la nuca.
Notando esa ansiedad que motivan en cualquier otra circunstancia a sus
colmillos para morder.
― Ngh~ por ti,
Yoochun. ¡Ngh! ¡Debo ser el más loco! ― Gimotear, sentir las piernas
temblorosas, las rodillas cansadas. Pero desear todavía más de esa imponente
lujuria.
Park entonces
gruñe, y retrocede el rostro cuando sus colmillos rozan la enrojecida y
sudorosa piel de su amante. El cazador
jadea con sorpresa cuando de pronto es empujado hacia atrás y de un momento a
otro está sentado en la pelvis del azabache. Aunque le de la espalda, no duda
en comenzar a moverse, saboreando los espasmos de placer y las lágrimas que
corren por sus mejillas, motivadas por la misma gozosa sensación.
Y continúa así, moliendo
sus caderas de un lado a otro, cual si estuviese danzando sensualmente sobre su
pelvis, torturando de una forma tan
deliciosa su falo que no podía hacer más que dejarle dominar el momento,
empujando hacia abajo, adelante y atrás, a los lados, en elipses, botando de
arriba abajo, gimiendo su nombre, temblando de placer, apoyando sus manos en sus
muslos, arañándole la piel aunque nada pudiera herirle y en cambio fuese el
azabache quien le marcases la nívea piel con sus largas uñas.
Sus gemidos se
confunden, se vuelven uno, igual que sus cuerpos, aunque sus corazones tengan
aún otra sintonía y uno de ellos luche por sincronizarse mientras el otro se
endurece a base de supuesta indiferencia y frialdad.
Pero lo traiciona
su propia jugarreta. La lujuria lo sobrepasa y Park se reconoce completamente
encendido, caliente. Con su corazón palpitando endemoniadamente acelerado,
ardiendo y casi alcanzando el ritmo del otro. Kim se deja ir hacia atrás,
recostándose sobre el pecho de su amante, eleva las piernas y deja que sea Park
quien tome de nuevo el control, impulsando la pelvis hacia arriba, chocando
contra sus nalgas, perforando su cavidad.
― Chun~ Chun~
Chun~.
Gime su nombre sin
parar, jadeando con los sentidos embotados, cayendo en un abismo de lujuria y
placer. Cerca de su segundo orgasmo. El pene del cazador va de arriba abajo botando al ritmo de las estocadas que
recibe, alarga una mano y comienza a masturbarse, solloza por cada espasmo de
placer y siente su cuerpo estremecerse sin tregua.
― Ng.
Park apenas gime,
gutural y áspero. Está cerca de su propio orgasmo pero de pronto algo sacude violentamente su interior.
Ése coronado por el alma. Es su corazón, sincronizado con el de Kim, ése que
galopa contra su pecho, cuyas vibraciones puede percibirlas a través de su
espalda pegada a su torso.
Gruñe y, en un
rápido y ágil movimiento invierte de nuevo la postura, lo empuja contra el suelo,
esa vez mirándole de frente, y penetra de nuevo su hermoso cuerpo. Kim arquea
la espalda, y no puede evitar su éxtasis, expulsando su semilla y manchando sus
cuerpos. Su gemido es agudo, y su llanto copioso. El placer es ínfimo.
― Vamos a
arrepentirnos de esto, Junsu.
― No me importa.
― Fui maldecido
para nunca alcanzar la felicidad.
― Romperé esa
maldición entonces.
― Soy un vampiro,
Junsu.
― Y yo un demonio,
¿no es así? ― Sonríe, acariciándole una mejilla antes de ser él quien busque un
beso. Profundo, fogoso. ― Ahora, muévete ya, estás demasiado duro y caliente~.
― Eres mi
perdición, Junsu. ― Asegura, abrazándole con recelo la cintura, empujando con
fuerza su pelvis una, dos, tres veces y más hasta que su semen lo llena y es él
quien tiembla azotado por el placer. ― Mi jodida perdición, baby.
…
La escena casi le
parecía surrealista, él, conocido vampiro temido por su propia especie, tiernamente
arropado junto a su amante, en el lecho. Pintándole las uñas.
¡Pintándole las
uñas!
Si el azabache
fuera el mismo de antes, seguro moría de risa solo por la insinuación de que él
fuese capaz de una escena de tal naturaleza. Por una cantidad de razones que
bien podría describir, pero que, de momento, ni siquiera le cruzan la mente.
Porque, honestamente, estaba concentradísimo colocando el esmalte negro en las
preciosas uñas de su amante.
― Hazlo con
cuidado, Yoochunnie~ quiero que se vean bonitas. ― Que hiciera puchero mientras
le pedía aquello, hizo que el corazón del vampiro diera un salto.
Y que su alma se
alegrara de sobremanera por el ridículamente tierno gesto.
― No presiones, lo
estoy haciendo bien, Junsu. ― Dijo, gruñendo un poquito antes de soplar sobre
el esmalte.
La espalda del
teñido contra su pecho solo conseguía recordarle que esa calidez estaba
alimentando un sentimiento que, tarde o temprano, lo haría sufrir más de lo que
probablemente será capaz de soportar. Y es que, aunque el cazador hubiese asegurado que rompería la maldición, aquello no iba
a ser nada sencillo aunque se tuviese toda la voluntad del mundo.
― ¿Crees que se me
ven bien, Chun? ― Pregunta de pronto, y consigue devolverle a esa pequeña
burbuja en que se habían sumido.
― Bastante bien.
Pero dime, ¿por qué de pronto quieres pintarte las uñas? También te teñiste el
cabello de gris.
― ¿No te gusta
como me veo? ― Pregunta una vez más, volviendo ligeramente la mirada hacia
atrás, buscando desesperadamente los ojos negros de su amante.
― Me encantas,
baby. ― Responde sin pizca de duda o jugueteo. Besándole ávidamente aunque al
joven Kim casi se le tire la botellita con el esmalte. ― Mejor termino tus uñas
o las arruinaremos. ― Murmura contra sus labios, lamiéndoselos.
Deseando morderle,
otra vez. Pero esa ansia de la mordida que viene cuando anhela la sangre. Cada
día se le hacía más fuerte el deseo, y más tambaleante la resistencia.
― Cuando me viste al
llegar, hubo una expresión extraña en tu mirada. Pensé que tal vez no te había
gustado este cambio de color en mi cabello.
― Solo me
sorprendí. No es como si no estuviera acostumbrado a los looks extravagantes.
― ¿Estás hablando
de otros amantes? ― Dijo. Con un tono amargo, serio. Celoso.
Park aclaró la
garganta. Francamente saboreando el humor agrio en su voz.
― ¿No debería
hablar de eso?
― ¡Por supuesto
que no! ¡Soy tu único amante ahora, Yoochun!
― De acuerdo,
Junsu. ― Aceptó, quitándole la botellita de esmalte de las manos, tapándolo y
dejándolo a un lado en la mesa de noche. ― Entonces, solo sé tu mismo y dame
tanto placer que no pueda pensar en absoluto en nadie más.
― ¡Te lo ordeno!
¡Piensa solo en mí, Chun! ― Exclama con tono severo, con la mirada hacia atrás,
enganchado a los ojos brunos de su amante.
― ¿Me ordenas,
Junsu? ― Dice, un dejo de burla destila su ronca voz. ― Estoy para protegerte,
mi amado cazador, pero todavía no
puedes solo ordenarme a tu antojo. ― Asegura, lamiéndole lascivamente el cuello
y el mentón.
― De-deberías
dejarme, solo tengo una vida para amarte y romper la maldición. ― Gimotea, casi
como un mero capricho. ― De todas formas, por qué se me está clavando tu pene
en el trasero~ ¿te excita hacerme enfadar~?
― Bueno, algo de
eso. Es solo que me pone tu hermoso cuerpo, Junsu baby.
― Eres tan
lascivo, Yoochun. Le haces honor a tu raza, vampiro calenturiento.
― Así resulta que
me quieres, ¿no?
― Sí. Debo tener
el peor gusto del mundo en hombres.
― Gracias. Aunque
no soy un hombre, sino un vampiro. Y
uno con alma además, condenado, ya sabes.
― Chun~ no
arruines el momento~.
― ¿Cuál momento? Y
no lo estoy arruinando, yo sigo caliente. Así que vamos, dame ese culo tuyo
para saciar mi lujuria.
― ¡Yoochun!
El cazador gimoteó
cuando el azabache le palmeó el trasero. Por supuesto, entiende que Park
realmente quiere su culo. Sí, lo
quiere para enterrarse en él tan profundamente que el teñido sienta que hace
estragos en sus entrañas. Y no es que se queje, oh claro que no.
― Venga, dijiste
que eres mi único amante, ¿no? Entonces satisfáceme, baby. ― Sugirió, con
pícaras pupilas y desinhibidos lametones en su nuca y hombros, mordisqueando
pero sin llegar a encajar sus colmillos en él.
La postura le
facilitaba algunas cosas al vampiro, como molestarle
de aquella manera. Y es que no conforme con haberle palmeado el trasero tras
empujarle al frente, se ha ido encima suyo, rozando descaradamente su virilidad
entre las nalgas del cazador, mientras continúa lamiendo aquí y allá, ansioso
por entrar en él de nuevo.
― Ng~ Chun, deja
de provocarme~.
― Fuiste tú quien
me provocó por principio de cuentas, Junsu.
― ¿Yo?
¿Exactamente en qué momento~?
― Tanta charla
después de una sola ronda de sexo no es suficiente, encima de todo pinté tus
uñas y te tuve pegadito a mí durante minutos. Obviamente me provocaste, ahora
déjame hacerte otra vez el amor sin quejas, baby.
Apenas ha
terminado de decir, Park ya estaba empujando su pelvis, perforando la cavidad
anal del joven Kim, notando rastros de su semilla y saliva, todo ese que él
dejó minutos atrás.
― ¡Ngh~!
Y mientras el
cazador gime ahogado, temblando presa de esas sensaciones de incomodidad y placer
que lo volvían malditamente masoquista siempre que el vampiro decidía saciar su
lujuria en su cuerpo. depositando en él estelas de caliente pasión que parecían
ir impregnándose en cada una de sus fibras. Era más que eso, parecía que fluía
en su sangre, como una llamarada encendida que podría mantenerle con ese júbilo
lascivo de por vida.
― También estás
duro, Junsu. ― La áspera voz del vampiro suena en su oído.
Es seductora,
divertida, obviamente provocándole el deseo. La mano del vampiro acarició el
falo del cazador con sinuosa calma, mientras daba esas estocadas lentas pero
profundas, golpeando certeramente su próstata, haciéndole temblar y mojarse
otro poco, exudando el presemen y comprimiendo su intimidad cuando le sentía
llenarle.
― Yoochun~ más
¡por favor~!
― Te estoy mal
acostumbrando a consentir tus caprichos, Junsu.
Y así, mientras
Park aumentaba el ritmo de sus estocadas al mismo tiempo en que le masturbaba,
la sangre del vampiro mutaba. Su maldición se hacía presente. Porque estaba disfrutando
ese momento, unirse a Kim no solo por el mero placer banal, sino que estaba
involucrando sentimientos. Esas emociones latentes que poco a poco han ido
anidándose en su corazón, afianzándose a su alma.
Esa, que está
condenada a no conocer la felicidad plena.
En ese instante
Park no lo sabía, no se daba cuenta de cómo su sangre se iba volviendo más
vulnerable. Inmortal como siempre, pero dolorosamente endeble.
…
El demonio cazador. Así era conocido el
joven Kim entre las castas de vampiros, la mayoría de ellos comenzando a
ocultarse, a tomar medidas y evitar enfrentarse a él. El vampiro traidor, así llaman a Park, capaz de enfrentarse a los
suyos mientras actúa como escudo para el cazador.
Pero la verdad se
reveló, meses después de que cazador y vampiro comenzaran su relación, aunque
no tuviese un nombre claro y ambos fingieran que no se trata de más que sexo.
Habían llegado a un prostíbulo de los barrios bajos de la ciudad vecina, usado
por vampiros para atraer clientes políticos y magnates de las altas esferas con
la intención de ofrecerles los beneficios de negociar con ellos a cambio de la
inmortalidad. Pacto que casi nunca se cumplía pero que exprimía a diestra y
siniestra a todos esos impíos hombres y mujeres que llegaban allí en busca de
poder. Y placer. El delicioso placer de mujeres y hombres seducidos y entrenados por vampiros para satisfacer
a cualquiera que entrase en el lugar.
El joven Kim
estaba aquí con la intención de liberar a todos los mortales atrapados en el encanto seductor de los vampiros que
lideran el negocio. Está ahí, porque
una de las desafortunadas seducidas
había sido amiga suya durante sus tiempos de instituto.
La pelea había
sido fácil, él se estaba volviendo más
y más habilidoso, confiado quizá de que Park siempre estaba ahí para
protegerle. Sin embargo, al final de esta pelea, algo cambió.
― ¿Yoochun? ― Lo
nombró, mirando con asombro cómo el azabache escupía sangre.
Sangre negra. Con
un extraño olor a azufre.
― Estoy bien.
― No lo estás.
Kim se arrodilló a
su lado, mirándole con aprehensión. Las venas de Park sobresalían, inyectadas
con el mismo tono negruzco de la sangre que manchaba sus labios tras haber
escupido. Sus entrañas estaban siendo destrozadas desde su interior. La
maldición lo estaba dañando. Un daño que dolería por minutos, hasta que su
naturaleza nocturna le permitiera sanar. Un daño que, sin embargo, no
terminaría ahí. Por el contrario, aparecería cada que peleara, cada que actuara
como escudo del cazador. Cada que pensara en él con ese interés emocional que
le venía del alma.
― Dime qué puedo
hacer, Yoochun.
― Nada. No te
agobies, Junsu. Esto pasará.
― ¡Sé que no será
así! ¿Por qué no me lo dices? ¿Por qué no me explicas cómo podemos romper tu
maldición?
― Yo tampoco lo
sé, Junsu. Entiende, jamás tuve interés en deshacerme de ella. Jamás, me había
enamorado, hasta que te conocí.
Las palabras hacen
eco contra el pecho del cazador, y
aunque podría apreciarlas y sentirse superior por haber enamorado al vampiro
más insensible de todos, en dicha situación solo podía sentir dolor.
― Entonces es mi
culpa. ― Murmuró, mordiéndose con tal fuerza que se sangró los labios.
Sangre que, al
instinto primitivo de la naturaleza nocturna del vampiro, solo hacía tambalear
su voluntad y le mandaba a probarle, a
morderle y beber del precioso líquido carmín.
― Soy un idiota,
hablar con tal confianza de algo que desconozco y no sé cómo manejar.
― Solo olvídalo,
Junsu. Ya te dije, estaré bien.
― Ambos sabemos
que no es así, Yoochun. Sanará ahora, lo hará en otras ocasiones, pero ¿hasta
cuándo? ¿Cuánto dolor deberé provocarte solo por haberme enamorado de ti y
arrastrándote a este cruel destino?
― Que tú te hayas
enamorado no significa que es solo tu culpa, Junsu. Es una maldición por una
razón, soy yo quien la ha activado, así que esto es solo responsabilidad mía.
― ¿En serio,
Yoochun? ¿Vamos a discutir sobre eso? Deberíamos comenzar a investigar cómo
deshacernos de ella.
― Por ahora lo
mejor será solo vernos cuando tengas que salir a cazar, Junsu.
― ¿Qué?
― Tomemos un poco
de distancia.
― Incluso si nos
alejáramos, lo que sentimos el uno por el otro seguirá ahí, ¿verdad? Así que,
no tiene caso en que digas algo como “vamos
a separarnos” con otras palabras, Yoochun.
― Junsu, entiende
que…
― ¡Crees que no lo
entiendo! ¡Es como morir cada vez para ti! ¡Entiendo el daño que te hace esa
maldición! ¡Pero es absurdo separarnos! ¡Cómo vamos a romper la maldición si no
estamos juntos, Yoochun!
El azabache rumió
con enfado y desesperación, el cazador
era complicado, caprichoso, testarudo. Demasiado honesto con sus sentimientos y
transparente con sus deseos. Era como un niño que piensa que con voluntad podrá
comerse el mundo de un bocado, y al
mismo tiempo un joven inexperto que confía en la fuerza del amor.
― Eres tan terco, Junsu. ― Gruñó. Con una
pequeña sonrisa en los labios.
La expresión de
dolor seguía en sus severas facciones, pero el clamor de sus ojos negros
parecía ganar fulgor.
― Creo que es de
familia. ― Dijo, encogiendo los hombros y queriendo serle soporte mientras se
pone en pie, con las ropas manchadas de su propia sangre, igual que sus labios
y mentón. ― ¿Estás mejor?
― Por supuesto, te
dije que pasaría. Pero aquí estabas gritoneándome. Eres bastante caprichoso
incluso asustado, Junsu ah. ― Añadió con otra sonrisilla. Algo más traviesa y
viva.
La pesadumbre en
su pecho se ha aligerado. Y el miedo en el teñido también.
― ¡Quién estaba
asustado!
― En serio, deja
de gritar, tengo oídos sensibles, ¿sabes?
― No te quejas
cuando tenemos sexo. ― Dijo, alzando los labios en trompetilla y cruzando los
brazos.
Casi parecía
mentira que hace nada su corazón casi se paraliza de miedo e impresión. O que
le flaquearon las rodillas y le temblaron las piernas temiendo lo peor.
Casi parecía mentira.
Pero no lo era.
Yoochun sufrió.
Y lo haría en
adelante cada vez que actuara como su escudo.
― Deja de hacer
líos en esa cabecita tuya, Junsu baby. ― Le acaricia el cabello y luego mira
alrededor.
Cenizas y cuerpos
inertes. Es la estela que dejan detrás en cada pelea. Sin embargo, algo más
llama la atención del azabache cuando presta atención a las joyas que han
quedado de los vampiros asesinados. Un grueso anillo negro con tallados de
calavera, coronado por rubíes rojos que dan forma a una serpiente.
― Conozco este
entramado de símbolos.
― ¿De dónde? ― El
joven Kim preguntó, intentando tomar un anillo de uno de los puñados de ceniza,
pero detenido por la mano de su amante. ― ¿Qué sucede, Yoochun?
― Es mejor si no
lo tocas, Junsu.
― ¿Por qué?
― Los dones de tu
sangre todavía están despertando. No sabemos todavía cuál es tu alcance, o qué
puedes ver si entras en contacto con estos artilugios.
― ¿Qué? ¿Sugieres
que puede haber magia en todo esto?
― Sí, lo estoy
sugiriendo. Así que, si quieres que sigamos juntos y luchemos contra mi
maldición, entonces escúchame y cuida más de ti.
El joven Kim bufó,
pero asintió. Park le sacó luego de ahí, arrastrándole fuera, liberando a los
que habían estado bajo el seductor encanto de todos los vampiros. Entre ellos,
a la amiga del castaño por quien originalmente decidieron actuar. Ella apenas
recordaba todo lo que había sucedido mientras estuvo en trance bajo el encanto seductor de un vampiro, pero ni bien vio
al castaño, se le notó una alegría rebosante en la mirada.
Park sintió celos
porque reconoció el sentimiento en la fémina mirada. Aquella simple sensación
sacudió de nuevo su alma. Y le provocó otra dolorosa herida en las entrañas.
Tuvo que aprovechar la momentánea distracción de su amante para escurrirse a un
callejón, y escupir de nuevo sangre negra con olor a azufre.
― Maldición, esto
duele como el carajo.
― El gran vampiro
Park con la guardia baja. ― Una voz que le resultaba conocida retumbó a sus
espaldas.
Cuando el azabache
se giró listo para el ataque, una daga ya se había clavado en su costado,
atravesando entre las costillas hasta que escasos milímetros separaban la
filosa punta de su corazón. Además, otra cuchilla estaba sobre su garganta, la
fina hoja ya había cortado su piel.
― Esa maldición sí
que es efectiva, te debilitaste a tal grado que pude tenerte en este dilema.
― Shakil,
bastardo, me sigues vigilando.
― Por supuesto,
Park. Eres el más perseguido por los clanes.
El sujeto en
cuestión es un vampiro de origen árabe. Alto, fornido, de piel tostada y ojos
marrones. Todo un guerrero a la antigua usanza. Y ellos tienen su historia.
Shakil prácticamente es un cazador que lo ha perseguido por décadas, que ha
fallado cada vez, pero el azabache reconoce cuánto ha mejorado. Y la debilidad
de su maldición, solo podía ser una ventaja para Shakil.
― Suéltalo. ― La
voz del cazador Kim llega desde la
única entrada al callejón. Le apunta con un arma directo a la frente. No podía
fallar.
― Un amante
bastante caliente, Park. Mejoraste.
― Púdrete. ― Bufó.
La daga en su costado fue empujada una vez más, su corazón alcanzado. La
cuchilla en su garganta comenzando a cortar con intención de degollarlo.
Al ver el actuar
del intruso, Kim no titubeó. Presionó el gatillo. Pero su disparo no alcanzó el
objetivo. Shakil era hábil, demasiado para ser un vampiro como cualquiera de
los que ha enfrentado hasta el momento. Sin embargo, la distracción sirvió para
que el azabache se liberara y el árabe se alejara, escapando por las escaleras
de emergencia hacia el techo. Park no tenía fuerza para seguirle, y a Kim solo
le importaba su amante.
― Sanas
lentamente, Yoochun.
― Es porque estoy
débil.
― Necesitas
alimentarte, ¿verdad?
Park vio en los
ojos chocolate la intención de su amante.
― Estoy bien.
― Yoochun.
― Vamos a casa,
estaré bien, Junsu.
Kim no insistió.
Pero tenía que comenzar a ser más inteligente que su amante. Y ayudarle de
verdad. Por principio de cuentas, investigar quién es el maldito que se atrevió a atacarle por la espalda.
…
― Te involucras
demasiado, cariño.
― Madre, ¿no es lo
mismo que hiciste tú al casarte con mi padre? Te involucraste, a pesar de que
sabías que no obtendrías lo que deseabas.
― No es lo mismo,
hijo mío. Tu padre y yo teníamos que continuar un legado. Tú, estás jugando con
la muerte, cariño.
El teñido levantó
la mirada del computador para enfrentar a su madre. Ella, estoica y serena como
solía ser, le miraba desde el sofá en una de las oficinas de la empresa de su
padre, allí donde solo ella podía entrar y que todavía le daba su lugar como la
esposa del presidente Seok Jun. Aunque ahora estuvieran a punto de divorciarse,
algunas cosas no cambiarían. No por el supuesto bien del Clan Kim.
― Eso puede ser
tal como dices, madre. Pero justo ahora, flirtear con la muerte es lo único que
le da sentido a mi vida y a este legado. Si Yoochun muere por mi causa, ¿qué
sentido tiene ser un demonio cazador que ni siquiera puede cuidar de
su escudo?
Su progenitora
selló los labios. Su hijo tenía demasiado de ella, de su padre. Era testarudo y
se aferraba a sus ideales. Y en aquel momento, el amor era su estandarte. Así
que lo entiende, y no tiene más remedio que dejarle ser y apoyarlo.
― Deja eso y
sígueme.
― ¿A dónde?
― Quieres saber
quién fue el vampiro que atacó a tu escudo,
¿no?
― Sí.
― Te llevaré al
lugar apropiado. Sin embargo, deberás estar dispuesto a ciertos sacrificios.
― ¿Qué clase de sacrificios? ― Preguntó. Su madre sonrió
de una forma diferente.
Como una mujer
cuando usará sus encantos naturales para obtener lo que quiere.
El joven Kim
sonrió también. Incluso si tenía que flirtear con un desconocido, estaba
dispuesto a todo por su amante vampiro.
― Otra cosa, ni
una palabra de esto a tu padre, cariño.
― Como si hablara
a menudo con él o le interesara algo sobre mí, madre.
― Si algo de esto
llega a sus oídos, él definitivamente se interesará, Junsu.
El cazador
estuvo curioso, pero no indagó más nada con su progenitora. Guardaría sus dudas
para el momento oportuno de realizarlas, incluso si eso significaba esperar
justamente aquello que la mujer quiere evitar.
La mujer sabe que
su hijo le sigue sin preguntar nada porque está evitando confrontamientos
innecesarios. También porque es inteligente y sabe que indagar más en esos
momentos solo podría alterarle y nublar sus pensamientos. Entiende, que su hijo
tiene un solo objetivo en mente, y que no piensa desviarse de él.
…
El peliteñido ni
siquiera tuvo idea de que iban a viajar, no hasta Kioto, y mucho menos hasta
una casa negra, como eran llamados los lugares considerados como refugio
por los chupasangre.
― ¿Qué hacemos
aquí, mamá?
― Deja que hable.
Pero si tu vida corre peligro, no dudes en atacar.
Los chupasangre
les miraban pasar por los pasillos y salones sin decir nada ni interponerse.
Sus ojos particularmente azules resplandecían entre las luces de neón y la
semioscuridad del sitio. Mujeres y hombres seducidos por drogas y licor reían
con la vista perdida y la voluntad doblegada, todos ellos estaban ahí para el
puro disfrute y complacencia de los inmortales. Esos que lucían cautos y
temerosos a partes iguales, no era común que un cazador se presentase en
ninguna de sus casas sin la intención de exterminarlos, pero Ella
era especial.
― Cherry,
una visita inesperada.
― Mitsuki, tu casa
ha mejorado. Veo que tienes más clientes.
― No juzgues el
negocio, Cherry. Hacemos lo que debemos para sobrevivir.
La mujer con quien
su madre se ha reunido sonríe, e indica con un sutil movimiento de mano a todos
los presentes en este salón a retirarse, dejando a los tres a solas. Esta mujer
llamada Mitsuki por su madre lo observa fijamente unos segundos, luego sonríe
de nuevo y los invita a sentarse.
― ¿Sake?
― No estamos aquí
para celebrar una reunión, Mitsuki.
― De acuerdo, solo
intentaba ser amable con la cazadora número uno del mundo. ¿O debo decir
la número dos ahora? ¿Es éste tu hijo, Cherry?
― Quizá sea
conveniente que pienses que no se trata de él.
Advertencias
sutiles, comprensiones claras.
― Así que entonces,
¿qué puedo hacer por ti, Cherry? ― La elegante mujer, vestida con un
provocativo atuendo similar al kimono, preguntó tras dejar sobre la mesa una
pequeña daga que, hasta ese momento, había sostenido su largo cabello lacio y
negro en un molote sobre su coronilla.
― Conoces a Park
Yoochun, ¿cierto?
― Todos los
vampiros lo conocemos. Es un traidor para nosotros, pero aliado para tu Clan.
― ¿Qué puedes
decirme de sus orígenes?
Mitsuki se tomó el
tiempo de encender un cigarrillo y dar una calada antes de decir una palabra.
― Qué interés
tiene el Clan Kim en conocer sus orígenes. Cualquiera diría que el amo
no conoce a su perro.
El peliteñido
tensó los puños y fue imposible evitar que sus ojos revelaran la ira que le
corroyó sus entrañas en ese instante. Su madre, audaz y conociendo el vínculo
de su hijo con el azabache, dio un paso al frente, interponiéndose
deliberadamente entre la vampiresa y su hijo.
― ¿Vas a decirme o
no si sabes algo? No tengo tiempo para juegos de palabras, Mitsuki.
― Eres tú quien
viene a mi casa, ¿y me amenazas, Cherry?
― Sabes bien que
la única razón por la que tu casa sigue activa es porque me conviene.
Tenemos un trato, Mitsuki, si no piensas respetarlo, puedo destruir tu casa
aquí y ahora.
La japonesa golpeó
la mesa y se echó al frente con aura amenazante, pero antes de que pudiera
tomar su daga como pretendió, el cañón de un arma de fuego ya descansaba sobre
su pecho, justo contra su corazón.
― ¿Debo tirar del
gatillo, Mitsuki?
La vampiresa
sonrió, echándose nuevamente hacia atrás con cautela, el cañón seguía apuntado
a su corazón.
― No has perdido
tu toque, Cherry. Y claramente le has enseñado bien. ― Dijo, consciente de
la segunda arma que apuntaba al mismo punto que la primera.
El peliteñido
había desenfundado al mismo tiempo que su progenitora. Y sus ojos seguían tan
iracundos como en el momento en que hizo alusión a Park como un perro.
― El linaje de
aquella que maldijo a tu perro existe aún. Este conocimiento ha sido
conservado cautelosamente entre los chupasangre, contados clanes saben
de ello. Pero solo uno sabe su ubicación.
― ¿Quién? ― Esa
vez no fue la cazadora quien preguntara, sino la firme voz del cazador.
La vampiresa
sostuvo la mirada del joven, casi retándole a tirar del gatillo. De pronto
seducida por el poder que brillaba en aquellos ojos chocolate.
― No voy a
preguntarlo otra vez, Mitsuki-san.
― Pero qué bien
educado, Cherry. Cordial y asesino. Su nombre es Karima, la encontrarás
en la casa negra del Sahara.
…
Park está ansioso,
hace una semana que su amante no responde sus llamadas. Cinco días desde que
solo le pidió esperar pacientemente.
Paciencia.
Eso de lo que el
azabache carece por montones.
― Señor, necesita
alimentarse.
― Ya lo sé, Hoon.
Ya lo sé. ― Con tono cansino, el azabache salió de su casa justo a las once, la
noche era fresca, no hacía mucho una tormenta había caído sobre la ciudad.
Aun así, es fin de
semana, los que gustan de visitar un bar para el desestrés no se detienen por
nada. Y él, como su mayordomo dijo, necesita sangre para beber.
― ¿Debo preparar
la habitación, Señor?
― No, Hoon. En
esta casa no volverá a entrar nadie más que Junsu, ¿entiendes?
― Perfectamente,
Señor.
…
Cuando el cazador
estuvo frente a esta persona, no imaginó ni de cerca que le hablaría del origen
de la hechicera que maldijo a su vampiro amante.
― Para haberme
encontrado, significa que alguna de las cinco estrellas habló.
― El linaje que
maldijo a Park Yoochun, ¿dónde se encuentra?
Karima era una
vampiresa de la antigua casta árabe, sus dominios se centraban en el Sahara
Occidental, territorio del norte de África per se conflictivo a nivel
internacional. Demasiados intereses políticos, económicos y de tráfico se
centraban en él. La casa negra en estos territorios era un sitio
peligroso para cualquier cazador, ya que aquí solían reunirse chupasangre
de todos los clanes, y mercenarios cuyo único interés es, obviamente, el dinero.
Aún así, ahí
estaban los Kim, se habían infiltrado con cautela y habían tenido éxito hasta
llegar ante la vampiresa llamada Karima, cuyos ojos azul índigo parecían
divertidos por su presencia.
― Puedo
responderte pero, ¿qué me darás a cambio, jovencito?
― ¿Su vida no es
precio suficiente?
Karima se rio
abiertamente, la cazadora aguzó los oídos, por si se escuchaban
movimientos fuera de esta sala. Su primogénito ni siquiera pestañeó, claramente
no estaba para bromas.
― Su-Jin, no le
has enseñado todo sobre este mundillo, ¿verdad?
― No tiene tiempo
para clases particulares, ¿qué quieres, Karima?
― Ah, tú entiendes
este idioma muy bien, Su-Jin.
― No uses
demasiado mi nombre, no recuerdo haberte permitido tal privilegio.
La vampiresa se
rio de nuevo, pero esa vez había ironía en sus ojos. La cazadora respiró
pausada y profundamente, atenta a todo a su alrededor. Su hijo hace lo mismo,
disimula con maestría, está bien entrenado y perfectamente motivado. No tiene
tiempo para errores, si ha de salir de ahí tiene que hacerlo con información,
tampoco tiene permitido matar a la vampiresa así como así, y un enfrentamiento
en esta casa negra solo pondría en alerta a todas las demás. Necesitaba
ser cauteloso, inteligente.
― Quiero un pase.
― Es alto el
precio, Karima.
― La información
que quieres lo merece, ¿no, Cherry?
Fueron segundos de
silencio, tiempo suficiente para saber que Karima les daría lo que quieren pero
no les dejaría ir limpiamente.
― De acuerdo.
― Su nombre es
Kayla, vive en las montañas de la selva amazónica. En alguna parte de ese
inmenso lugar.
― No estás dándome
todo lo que quiero, Karima. Un pase está en juego.
― Kayla nunca
permanece en el mismo lugar, y nunca se sabe exactamente dónde está. Te doy lo
que tengo, tómalo o déjalo, Cherry.
― Vamos, Junsu.
El peliteñido
enfundó su arma de inmediato, y siguió a su madre saliendo de aquel salón por
la ventana y trepando al techo. Luego todo se convirtió en una carrera
contrarreloj y contra algunos mercenarios que fueron advertidos por la
vampiresa.
Escapar en
realidad no fue tan complicado, aunque dejar una estela de muertes sin
consultar con el Clan. Después de todo, era regla inquebrantable notificar de
cada movimiento que el cazador realice, particularmente fuera de la
ciudad donde su Clan radica, o el territorio bajo su jurisdicción. Es
por eso que Su-Jin no se extraña cuando su esposo le llama.
― Seok Jun, no
atacamos nosotros. Junsu y yo solo estábamos paseando por el lugar.
― ¿Qué demonios
haces paseando por la casa negra del Sahara, Su-Jin? Vuelvan a casa, es una
orden.
― No recuerdo la
última vez en que obedecí una orden tuya, Seok Jun.
― ¿Pretendes
acabar con el Clan?
― ¿Cómo voy a
acabar con el Clan cuando tuve a nuestro precioso Junsu? Sabes tan bien como yo
que un cazador de sangre demoniaca como él no nacen en cada
generación. Así que no te atrevas a ordenarme ni echarme en cara nada
relacionado con el Clan.
La mujer colgó y
apretó el móvil con tal fuerza que lo destruyó. Su hijo la miró con sorpresa,
llegando a la mesa en una de las salas de espera del aeropuerto internacional
Hassan I, con un par de tazas de café.
― ¿Era papá?
― Sí. Mejor no
contestes tu teléfono si te llama. Está de mal genio.
― ¿Sabe que estoy
haciendo todo esto por Yoochun?
― No. ― La mujer
vio a su hijo, sonriendo por la expresión en su rostro, por el brillo en su
mirada. ― Has madurado a pasos agigantados en estos días, Junsu cariño. Aunque
sea muy difícil para mí entender tu motivación, no me opondré a lo que tienes
con Park. Sin embargo, deberás tener siempre en mente que estarán en el ojo del
huracán.
― Lo sé, mamá.
La mujer le sujetó
la siniestra por encima de la mesa, palmeando su dorso con maternal gesto.
Luego hubo un breve silencio, los ojos de la cazadora no paraban de
mirar alrededor, atenta a todo. Faltaban casi 30 minutos antes de abordar su siguiente
vuelo, y está segura de que podrían no irse fácilmente de ahí.
― Mamá.
― ¿Sí, cariño?
― ¿Qué significa
un matrimonio por contrato?
Ji-Sun volvió a
mirarle, sabe que su hijo necesita entender esto, quizá para entender su propia
existencia.
― Significa lo que
dice. Es solo un matrimonio por contrato, cuyas cláusulas incluyen dar a luz de
uno a tres hijos, criarlos y educarlos en las artes de la cacería. Ser
fiel, nunca tener hijos fuera del matrimonio por contrato, y mantener una buena
imagen pública.
― ¿Qué hay de los
sentimientos?
― No son la base.
Pero si existen entre ambas partes, el matrimonio se vuelve más real.
― ¿Por qué no te
divorcias, mamá?
― Está prohibido.
Es una cláusula.
― Así que
básicamente te casaste para ser infeliz.
― Cuando conocí a
tu padre, incluso cuando me casé con él, tenía la esperanza de que los
sentimientos se desarrollaran con la convivencia. El problema fue que tu padre
casi nunca está en casa. ― La mujer largó un suspiro. ― Cariño, no me
arrepiento, eres lo mejor que me ha pasado en la vida.
― Pero mereces ser
amada, mamá. Y me enoja mucho saber que no fue así.
― No odies a tu
padre. Cumplió su parte como miembro del Clan. No es un tipo tan malo.
― No puedo
compartir tu opinión, mamá.
― Lo sé, Junsu cariño.
― Mamá, ¿el Clan
intentará casarme con alguien también?
― Sí.
― ¿Qué tan malo
será para ti cuando me niegue?
Su-Jin tomó
finalmente de su café. Expresso, justo como le gusta. Sonrió internamente al
ser consciente de cuánta atención le pone su hijo, cuánto intenta ser bueno con
ella.
― Probablemente el
Clan entonces haga una excepción. Me divorciaré de tu padre y le ofrecerán otra
esposa.
― Es broma,
¿cierto?
― No. Junsu, el
Clan necesita cazadores. Yo no puedo darle más hijos a tu padre, por lo
tanto seré innecesaria para el Clan.
― ¿En qué época
creen que vivimos?
― Eso no tiene
nada qué ver. El Clan Kim solo se preocupa por su subsistencia. Además, los vampiros
no proliferan en el mundo por personas como nosotros por lo que somos indispensables,
pero ser cazador no nos hace invencibles. Como dije, tú eres especial
cariño. Pero una vez que te opongas a los principios del Clan, te desconocerán.
Y tendrán la súbita necesidad de buscar otros como tú. Seok Jun es el mejor cazador,
sus genes son superiores de muchas formas. De la misma forma yo fui la mejor
cuando me eligieron para casarme con él, pero no soy la única cazadora
en el Clan, probablemente haya alguna que se ajuste a los intereses del Clan,
incluso a los gustos de tu padre.
― Es inverosímil.
― Junsu cariño,
cuando te tuve supe que eres especial. No por ser un cazador con sangre
demoniaca, sino porque habías salido de mí, porque te tuve en mi vientre
durante nueve meses. Sabía que tu camino sería peligroso en cuanto pudieras
caminar por cuenta propia, así que le dije a tu padre que le dejaría todo lo
relacionado con tu entrenamiento, siempre que me concediera tres privilegios.
Uno de ellos fue que nunca conocieras el lado putrefacto del Clan, otro
fue que se me permitiera criarte como un niño común y corriente en casa.
― ¿Y el tercero?
― Es algo
vergonzoso de decir, cariño.
― Oh.
Kim no insistió,
su madre solo pensó que a pesar de que le fue prometido, hacía al menos un par
de años que su esposo no pasaba con ella su aniversario de bodas.
― Todo lo que
quería era, ser tu esposa al menos en esa fecha, Seok Jun. Eras buen actor
hasta hace unos años, incluso preparabas rosas y el mejor vino en la cava del restaurante en el que
tienes inversiones, llegabas temprano a casa y compartíamos la cama. Me
pregunto si habrás conocido finalmente a una mujer a la cual amar de verdad.
…
Esa vez cuando
arribaron a su destino, no había más nadie alrededor. Literalmente, estaba
aislada en un edificio abandonado en los suburbios de una conocida ciudad en
España.
― Un paso más, y
disparo.
― Solo queremos
hablar, Kayla.
― ¿Sobre qué?
― Park Yoochun. ―
Dijo el peliteñido.
La hechicera
bajó el arma, sonriendo con suspicacia.
― Oh, ese vampiro.
¿Qué quieren saber sobre él?
― La maldición,
¿cómo revertirla?
― Solo una
hechicera de la casta de quien lo maldijo podría hacerlo.
― Es por eso que
estamos aquí, Kayla. Sabemos que eres la única del linaje. Te ofreceremos
protección, una vida sin miedo. Dejarás de esconderte para proteger a quien más
amas. ― Su-Jin dijo entonces, mirando fijamente a la joven bruja. La cazadora
sabe que no está sola, que hay un bebé cerca, pero oculto. Es por ello que la
bruja está a la defensiva, probablemente más que nunca.
Ella es bonita, de
larga cabellera marrón y preciosos rizos atados en una coleta a lado, viste
como gitana pero se defiende y oculta como asesina. Es claro que no está de
buen humor, que tiene prioridades también.
― Las eternas
batallas entre los tuyos y esos chupasangre casi extermina a mi gente.
¿Y ahora vienes a ofrecerme protección? ¡Já! Puedes irte al infierno con tu cachorro,
Kim Su-Jin. No voy a ayudarlos.
― Por favor, el
único pecado de Park Yoochun fue no corresponder los sentimientos de tu
antepasado. Ya sufrió suficiente. ― El peliteñido dijo, dando un par de pasos
pero frenando en cuanto el arma fue levantada de nuevo.
― ¿Quién lo dice?
Tú, quien, obviamente. ― Enfatizó. ― Es su amante. Cuidado, muchachito, los vampiros
son bien conocidos por su habilidad para seducir, ¿no le enseñaste lo básico,
Su-Jin?
― No me sedujo. Yo
lo seduje a él. Y no quiero verle morir lentamente por cada herida que tengo. Una
vida digna para tu hijo, a cambio de retirarle la maldición, ¿no es suficiente?
― No. Y mejor se
largan. ― Kayla dijo tajante. Sus ojos lucían furiosos. Tarde comprende el
peliteñido que mencionar a su hijo fue el detonante de su ira.
― No te preocupes
cariño, no está lo suficientemente enojada como para atacarnos. Tendrás una
segunda oportunidad, y no seré yo quien te acompañe.
Cuando los Kim se
retiraron, el regreso a casa no fue tranquilo. Ni bien pisaron Seúl, fueron
atacados por un grupo de chupasangre que tenía por intención encargarse
específicamente del cazador.
― Debieron ser
Mitsuki y Karima, odian cuando no se les complace de inmediato.
― Mamá, no es
tiempo para teorías.
Espalda con
espalda, los Kim se encargaron de todos los vampiros en cuestión de minutos.
¿Lo malo? Ha sido en pleno aeropuerto, a medianoche, con suficientes testigos
como para evitar que esto pronto se hicieran viral en la web y otros medios de
comunicación.
― Iré a casa, tú
ve con él.
― Gracias, mamá.
La única razón por
la que el peliteñido no tenía tiempo para lidiar con el enojo del Clan
Kim, era que durante el enfrentamiento se había dado cuenta, sin pizca de duda,
de que su escudo seguía funcionando independientemente de que estaban
separados. Sin embargo, su preocupación aumentó cuando recibió un mensaje
encriptado del mayordomo de su amante.
― El Sr. Park
está debilitándose, me preocupa que no pueda sobrevivir la noche. Desde que
ustedes se separaron, él no quiso beber sangre.
…
Estacionó con
descuido en la entrada de la residencia Park, entró con prisas y casi no puso
atención al mayordomo del azabache, salvo porque entendió perfectamente
cuando le advirtió que su amo no podía alimentarse.
― ¡Yoochun!
― Ng, Junsu ¿qué
haces aquí?
― ¿Qué hago aquí?
¿Cuándo pensabas decirme que incluso si no estás junto a mí, todavía actúas
como escudo para mí?
El azabache se
sentó en el lecho, con algo de dificultad, obvio a la vista.
― No pensaba
hacerlo, de hecho.
― Eres un…
El peliteñido
quería gritonearle un montón de cosas, pero se iba a contener solamente porque
su amante realmente estaba maltrecho. Apenas podía mantenerse en pie, y era
obvio que hacía días no se alimentaba. Su corazón se apretujó involuntariamente
al verle así, el poderoso vampiro odiado por los suyos, aceptado a
regañadientes por su Clan, estaba frente a él, apenas consciente.
Antes, cuando las
heridas no dejaron huella alguna en su cuerpo, él quiso maldecirle a diestra y
siniestra por no haberle advertido de esto, pero casi de inmediato desechó toda
esa ira y la suplantó por miedo. Él no quiere perder a su amante, mucho menos
por su propia causa.
Por ahora la
prioridad era alimentarle. Incluso si renegaba.
Kim sacó un
cuchillo de la muslera izquierda, pero cuando intentó cortar su muñeca, la mano
del azabache, algo más lenta que otrora, le detuvo. Kim evadió el agarre, pero
cuando intentó cortarse la mano contraria, su amante le detuvo otra vez.
Después se enfrascaron en una pequeña pelea por la posesión del arma blanca,
Kim incluso tuvo que patearle y lanzarle un puñetazo para doblegarlo contra su
voluntad, tirarle al piso y montarse en su estómago. Luego finalmente cortó su
muñeca, lo suficientemente profundo para que su sangre fluyera en una fina
línea que goteaba sobre el mentón del vampiro.
― Bebe, Yoochun.
Park gruñó,
todavía queriendo negarse a hacerlo.
― De todas formas
se está desperdiciando. ¡No seas terco y bebe de una vez!
Park volvió a
gruñir, pero entonces reveló sus colmillos y hambriento se asió a la muñeca de
su amante, chupando con ansiedad del preciado y precioso líquido carmín.
― Ng. ― Kim gimió
inconscientemente, con dolor y placer.
Los ojos brunos
del vampiro se tinturaron de azul cobalto mientras se alimentaba, y sus labios
presionaban la suave piel de su amante en tanto su lengua comprimía y bebía de
su sangre. Una vez bebió lo suficiente como para que su cuerpo se revitalizara,
retrocedió, relamió sus labios y le observó minuciosamente la muñeca. La marca
de sus colmillos era casi nula, pero permaneció ahí sin desaparecer como
cualquier otra herida.
― ¿Por qué no te
alimentaste, Yoochun?
Los ojos del
vampiro subieron a su rostro, enganchándose en su mirada. Era raro, pero no le
importaba haber sido sometido por él cuando se encontraba más
vulnerable. Elevó la diestra y acarició su mejilla con un cariño que le nacía
honestamente del corazón. El alma maldita en su interior se sacudió
violentamente obligándole a retroceder.
― Yoochun,
háblame.
― Lo intenté. Pero
mi cuerpo rechazó todo tipo de sangre que quise beber. Y la maldición era más
dolorosa. ¿Qué tanto estuviste haciendo en estos días, Junsu?
― Buscando una
solución.
― ¿Te expusiste
por mí?
― Mi madre y tú
son los únicos por quienes nunca dudaría.
― Como dije antes,
eres un ser puro, Junsu baby. ― El azabache sonrió, y jaló de su amante para
abrazarle.
El peliteñido se
sorprendió un poco, pero cuando estuvo recostado sobre su amante, sonrió por
los latidos que palpitaban contra su oído. Sin embargo, recordó que cuanto más
cariñosos se ponían, más doloroso era para su amante.
― La encontré,
Yoochun.
― ¿A quién?
― La última descendiente
de la bruja que te maldijo.
― Junsu. ―
Levantándole el rostro, el azabache le miró con cierto enojo.
― Ella puede
revertirla. No me importa cuánto tenga que pedírselo, si tengo que suplicar, no
pararé hasta convencerla de que ha sido suficiente y la retire.
El azabache
suspiró.
― Tu sangre es
deliciosa, por cierto. ― Dijo, buscando cambiar el rumbo de la conversación.
Aunque eso era miserablemente lo mismo.
― ¿Qué esperabas?
Soy sexy por fuera y delicioso por dentro.
― No coquetees conmigo,
baby, no puedo hacerte nada pervertido justo ahora.
― Es por eso que
vendrás conmigo. Descansa un poco, nos iremos en cuanto te recuperes lo
suficiente.
― No vas a cambiar
de opinión ¿verdad?
― Yoochun, ¿no
quieres una vida conmigo?
― La quiero. Pero
es peligroso para ti, así que no puedo solamente aceptar de buena gana cada
locura que cruza esa cabecita tuya.
― Entonces está
bien que lo hagas de mala gana, siempre que las aceptes.
Cazador y presa
se sonrieron mutuamente. Y sellaron aquel momento con un apasionado beso,
lengua, saliva y mucho deseo lascivo intercambiaron en aquel gesto, no teniendo
más opción que contenerse en cuanto Park experimentó los síntomas de la
maldición. Comenzaba con un dolor específico en su pecho, y si no se controlaba
se bifurcaba por todo su cuerpo. durante una batalla, todo es tan simple como
exterminar al enemigo y esperar, en cuanto las heridas sanaban, el doloroso
proceso de regeneración terminaba también. Pero cuando se excitaba, cuando
deseaba estar con el teñido por el deseo que le nacía del alma. Lo mejor que
podían hacer era tomar distancia, porque no era posible controlarse con el
objeto de su deseo frente a él.
― Estaré en la
otra habitación, Chun.
― Sí, ya entendí.
― Asegúrate de
descansar, saldremos de viaje mañana en cuanto anochezca.
― Sí, Junsu baby.
Anda, ve y descansa también.
…
Cuando Su-Jin
llegó a la Mansión del Clan Kim, la casa paterna de hecho, no se sorprendió
cuando fue llamada de inmediato por el cabeza de familia. Seok Jun estaba ahí
también. Y aunque su expresión lucía serena e imperturbable como siempre, ella
podía leer claramente el enojo y la decepción en sus ojos marrones.
― ¿Dónde está
Junsu, Su-Jin?
― Tuvo asuntos que
atender. No vendrá pronto.
― ¿Perdiste el control,
Su-Jin? No recuerdo haberte criado de esta manera.
― Ahórrate el
discurso, papá. Ambos sabemos qué tipo de crianza ofrece el Clan. Hice algo
diferente, Junsu lo hace también, por eso están todos tan iracundos con
nosotros. Vine aquí solo a decirles esto, Junsu no responderá más a las
expectativas del Clan Kim, así que pueden olvidarse de él. En cuanto a mí,
estoy dispuesta a ser retirada del registro familiar cuanto antes.
La cazadora
miró enfáticamente a su esposo al final. El hombre ni siquiera parpadeó, pero
cuando ella dio media vuelta, dejando atrás a su progenitor con el rostro
desencajado, no pudo presenciar el cambio visible en la expresión de Seok Jun
también. Por primera vez desde que fueron elegidos para casarse, daba señales
de interés. Por ella, por su hijo.
Por eso, cuando la
cazadora se retiró, tampoco presenció el momento en que su esposo habló
con su suegro para convencerle de dejarle abordar esta situación lo más
discretamente posible.
― No quiero a
Su-Jin fuera del registro familiar. Ella es mi amada esposa después de
todo.
…
Kim y Park
partieron puntualmente esa noche, a sabiendas de que no encontrarían a Keyla en
el mismo lugar, comenzaron a seguirle el rastro. Sin embargo, para cuando
dieron con la bruja, no habían sido los únicos que la estuvieran buscando.
Los vampiros también
le habían seguido la pista, y dado con ella un poco antes. Después de todo, si
se encargaban de la bruja y acababan con su linaje, ahora que la maldición de
Park estaba claramente manifestada, matarlo sería más fácil también. Un
enfrentamiento bien organizado contra el cazador de sangre demoniaca le
dejaría lo suficientemente vulnerable para acabarlo de una vez por todas.
El momento en que
Kim y Park arribaron a este lugar, ambos se movieron a la velocidad del sonido.
Kayla estaba malherida debido a que estaba protegiendo a su bebé. El pequeño de
meses de nacido estaba en un portabebé cubierto de amuletos mágicos, pero su
madre sabía que estos no soportarían un ataque directo, por lo que había estado
interponiéndose entre las balas y su pequeño. El llanto del bebé era
estridente, llegaba a oídos del vampiro y del cazador incluso por encima
de las ráfagas de fusiles.
Cuando Kim y Park
se movieron, lo hicieron al unísono, como si el movimiento de uno complementara
el del otro. Lo que es más, el chaleco antibalas especial del cazador estaba
recibiendo menos disparos de los que se hubiera esperado, el vampiro estaba
recibiendo la mayoría de ellos.
Kim maldijo entre
dientes y se dispuso a ser más veloz y certero. Uno a uno las decenas de chupasangre
fueron cayendo. También algunos mercenarios que se habían unido por contrato.
De pronto la lluvia comenzó a caer, fuerte y vertiginosa, afectando la visión
del cazador, pero no afectando en demasía a los chupasangre. Una bala
alcanzó el hombro del cazador, pero esta de inmediato fue expulsada de su
cuerpo y en cambio, la herida apareció en su escudo mientras su cuerpo
permanecía intacto.
― Mierda. ― El
teñido gimió de nuevo.
Tenía que
serenarse, y sacar provecha de los largos años de entrenamiento espartano
al que fue sometido. Controlarse, asumir el control absoluto de su cuerpo, su
respiración, los latidos de su corazón, luego casi pareció que todo iba en
cámara lenta, y él podía hacerlo todo con mayor eficacia.
Recargó sus armas,
una en cada mano. Cada vez que presionó el gatillo, la bala que salía disparada
terminaba expresamente en el corazón de un vampiro, reduciéndole a cenizas bajo
la lluvia. Así mismo, veía claramente los movimientos de su amante, cómo sus largas
uñas rasgaban sin piedad a todo el que se interponía en su camino. Los disparos
que Kim realizó llegaron a pasarle cerca, sin probabilidad alguna de alcanzarle
empero.
Luego de pronto
ambos escucharon un peculiar sonido de disparo. Más sonoro y lejano. Park lo
advirtió primero, y su cuerpo se movió automáticamente, cubriendo en su
totalidad al bebé y la bruja. Kim vio el misil cuando estaba cerca,
prácticamente le ha pasado por un lado, pero es evidente el objetivo. Si no lo
detenía antes, su amante no sobreviviría al impacto en ese momento. No había
tiempo para pensar, ni siquiera para actuar. No conscientemente, sin embargo,
Kim es un cazador especial, uno con sangre de demonio le habían
dicho. Y hasta entonces, todavía no había comprendido el por qué. Hasta que
sintió su sangre hervir en un parpadeo, y cuando exhaló un aliento que ni
siquiera supo cuánto contuvo, el misil explotó antes, a una distancia
suficiente para que su amante soportara la onda expansiva.
Cuando el azabache
se incorporó, su amante estaba de rodillas, sujetando su cabeza con ambas
manos, como si una jaqueca le hubiese doblegado, y una fina línea de sangre
corría por su nariz.
El vampiro
sencillamente enfureció. Y mucho más hábil, veloz y fuerte actuó. El mercenario
que disparara el misil antes fue alcanzado por sus colmillos y garras en un
instante, derribándole sin vida, le siguió otro puñado de los mismos, hasta que
solo quedó un chupasangre entre ellos.
― Shakil.
El vampiro árabe
que lo acorralara antes en un callejón, se alejó antes de que el azabache
pudiera alcanzarlo. De pronto su cuerpo se vio doblegado por causa de la
maldición, y escupió de nuevo borbotones de sangre, sus entrañas estaban contrayéndose
y muriendo lentamente antes de comenzar a regenerarse de nuevo.
― ¡Mierda! ― Gruñó.
Con dolor, sobra decir.
Quiso incorporarse
pero el dolor lo doblegó de nuevo.
― ¡Yoochun! ― Kim le
llamó, pero sin atreverse aún a dejar a la bruja con su bebé solos. Miraba alrededor,
inquieto sobre la posible presencia de otros mercenarios o chupasangre.
― Voy a ayudarle. ―
Dijo de pronto la bruja, levantándose con dificultad, una herida en el costado.
― Una vida a cambio de otra. Ustedes protegieron a mi bebé, devolveré el favor
con la petición que me hiciste antes. Quédate con él, no tardaré nada.
Kim prácticamente
fue obligado a cargar el bebé en brazos. Le consoló con torpeza,
protegiéndole de la lluvia ocultándose bajo la cornisa de un edificio. Las sirenas
de patrullas se escuchaban a la distancia, y las luces en los departamentos de algunos
edificios contiguos finalmente se encendían. Incluso vio la sombra de un hombre
retraerse tras asomarse en su ventana.
Kayla llegó junto
al vampiro, y le indicó confiar en ella.
― Vas a sentir más
dolor que nunca, pero cuando haya terminado la maldición no existirá más. No conozco
la verdad de lo sucedido siglos atrás, pero ya que protegiste a mi hija con tu
propia vida, te concederé este deseo.
Kayla se sentó en
posición de flor de loto, luego buscó algo en sus bolsillos y comenzó a recitar
hechizos en antiguos idiomas, la mayoría de ellos eran desconocidos para el
vampiro, particularmente porque estaba agonizando de dolor. El cuerpo del
azabache se elevó algunos centímetros mientras se retorcía entre dolor y desespero.
Su alma estaba siendo, literalmente, arrancada de su cuerpo. Una especie de
polvo negruzco salió de todos los poros del cuerpo del vampiro, reuniéndose en
una sola esfera que se mantuvo flotando cerca de su corazón. Los ojos de la
bruja entonces se tornaron completamente blancos, irradiando una luz cegadora
que incluso obligó al peliteñido a cerrar los suyos brevemente.
El corazón de Kim
iba a mil por hora, pero se mantenía sereno y confiado mientras el bebé en sus
brazos se dormía profundamente, probablemente arrullado por el aura pura que
emanaba de su cuerpo.
La esfera se fue
reduciendo hasta caber perfectamente en la palma de una mano. La bruja la tomó
y luego el cuerpo del azabache cayó estrepitosamente al suelo. Kayla llamó al
teñido a su lado.
― Retiré la
maldición, tal como querías. Pero ahora debes saber que tu destino y el de Park
Yoochun están unidos hasta el final de tus días. Él sigue siendo un vampiro, y
tú el mejor cazador de todo el mundo, los enemigos los perseguirán
siempre. Los suyos, los tuyos, no tendrás la vida color de rosa que
probablemente querías.
― Nunca lo pensé
de esa manera. Solo quiero estar a su lado sin remordimientos ni pesares.
― Kim Junsu, eres
un ser de pureza. Con sangre demoniaca, irónicamente. A partir de ahora,
Yoochun vivirá tanto como vivas tú. Seguirá siendo tu escudo pero no
morirá por las heridas que reciba. En cambio, su inmortalidad solo será
afectada por tu mortalidad, el día que tú mueras, él te seguirá; ¿entiendes?
― Sí, Kayla. Lo entiendo.
La bruja suspiró,
luego puso a su bebé, con ayuda del cazador, en la bolsa canguro que acomodó en
su vientre. La esfera en la palma de su mano fue puesta contra el pecho del
muchacho.
― ¿Qué estás
haciendo?
― La única forma
de devolverle el alma a tu vampiro es mediante un acto de amor. Estoy agradecida
con ustedes, pero de ninguna manera siento aprecio o cariño por él. En cambio
tú, ya lo amas ¿cierto?
Las mejillas del
teñido se colorearon. Las sirenas estaban mucho más cerca, llegarían en cualquier
momento y lo que menos querían era lidiar con la presencia policiaca.
― No sé
hechicería, cómo se supone que se la entregue.
― Oh, lo harás
cuando compartan un acto de amor juntos. Ya sabes, durante el sexo.
La bruja se rio
por la reacción del cazador, y murmuró algo sobre “demasiado puro para ser
un cazador” mientras se marchaba por su propia cuenta. Kim quiso levantar a
Park pero pesaba más de lo que recordaba, o quizá estaba débil después del
enfrentamiento.
― Súbelo.
― ¿Mamá? ¿Cómo?
― De prisa, cariño.
Kim subió a su
amante en la parte trasero del auto de su progenitora, luego él subió al frente
y fueron perseguidos algunos kilómetros hasta que la mujer los perdió. Después le
dejó en casa del azabache, recordándole no salir en algunos días.
― Todo se va a
poner algo turbulento, tu padre y yo nos encargaremos de todo pero tomará un
tiempo. Permanezcan en silencio hasta que te diga, ¿de acuerdo?
― Sí, mamá.
…
Cuando Park
despertó, ya estaba en su habitación, su cuerpo se sentía diferente, pero
todavía no sabría decir por qué.
― Yoochun,
despertaste. ― El teñido dijo cuando entró, con una bandeja de comida. Para sí
mismo.
― ¿Cuánto tiempo
pasó?
― Un par de horas.
Tenía hambre, así que fui por algo de comida, ¿quieres? Quedó suficiente en tu
cocina. Por cierto, mañana tendremos que hacer compras, no tienes nada en tu
nevera ni la alacena.
― Ven aquí, baby. ―
El azabache le jaló, casi botando la bandeja de comida en el acto. ― Voy a
alimentarme justo ahora.
Dijo tras haberle
sentado entre sus piernas, la espalda del teñido estaba contra el pecho de su
amante, y la bandeja de comida descansaba en su regazo. Un cuenco de pollo
frito y fideos
― ¿Q-qué? Ng~
Chun~, despacio~.
Los colmillos de Park
se enterraron suavemente en su cuello, lengua y labios presionando en cada
succión. El torrente sanguíneo del azabache se encendió al rojo vivo mientras
se alimentaba. Kim gimoteó varias veces, sintiendo un chispazo de excitación
con cada succión. Luego el azabache presionó el vientre de su amante con
lascivia, pero se quedó ahí sin hacer nada, solo tomando un poco más de sangre.
Cuando se sintió satisfecho retrocedió, relamiéndose los labios.
― Estuvo
delicioso, Junsu baby. ― Dijo con voz ronca, lamiendo descaradamente la línea
de su cuello.
― Ng Chun~.
― Tienes que comer
también, baby.
Park entonces tomó
los palillos de la bandeja, y llevó un bocado de comida a la boca de Kim. Medio
aturdido, el teñido aceptó que los primeros bocados le fueran ofrecidos
directamente en su boca, luego terminó dejando la bandeja en la mesa de noche y
trepando en su amante con hambrienta necesidad de besarle.
Los primeros besos
sabían a jajangmyeong y sangre, una extraña pero excitante combinación de
sabores que, de todas formas, no importaba a la pareja que se devoraba los labios
como si la vida les dependiese de ello. Park invirtió posiciones, y sus manos
ávidas comenzaron a retirarle las ropas al Kim jadeante y excitado que
suspiraba su nombre entre besos y mordiscos.
― Tú también,
Yoochun~. ― Jadeó, sacándole a tirones la ropa a su amante.
Ropas que estaban
raídas por la batalla anterior, y que más tarde serían tiradas en la basura. Más
tarde, porque en ese momento lo único importante era rozar sus pieles y hacer
el amor.
― Estoy tan
excitado, Junsu baby.
― No te
contengas~.
Park le giró de
nuevo, dejándole de pecho a la cama, palmeó sus nalgas varias veces y luego frotó
su erecto pene entre ellas. Mientras él murmuraba palabras sucias en su oído y dejaba
marcas de beso por sus hombros. Kim estaba demasiado excitado, agitaba sus
caderas y se calentaba más, no solo por sentir el trozo de carne entre sus
nalgas, sino también porque su propio miembro se estaba rozando contra las
mantas.
― Mgh~ Yoochun~.
― ¿Lo quieres,
baby? ¿Lo quieres dentro de ti?
― Sí~ dámelo~.
El vampiro
retrocedió, elevó las caderas del cazador y usó su lengua para mojarle,
metiendo uno en uno tres de sus dedos para dilatarle. Las caderas del teñido no
paraban de moverse, ansiando el placer de la penetración. Su pene, que colgaba
y se movía adelante y atrás, comenzaba a gotear.
Luego de pronto el
teñido fue girado de nuevo, sus piernas abiertas perfectamente. Y una poderosa
embestida profanando su interior le hizo gritar entre dolor y placer. Abrió los
ojos de par en par y arqueó la espalda, temblando por las oleadas de placer. Park
se inclinó para besarle mientras se quedaba quieto y usaba la diestra para
masturbarle.
― Estás tan
mojado, baby.
― Es porque me
pones caliente, Chun~.
― Eres un diablillo
cuando lo hacemos, eh.
― Solo porque tú
me seduces así~.
― ¿Yo te seduzco?
¿No es al contrario, baby? ― Dijo, retrocediendo y embistiendo profundamente
después.
― Ng~ más Chun~
¡dame más~!
Park le sujetó los
tobillos, le hizo flexionar las rodillas e instintivamente Kim sujetó sus piernas.
La flexibilidad del cazador era envidiable, y muy adecuada para las
posturas que el vampiro buscaba. Además, de esa forma parecía ir más profundo, y
al mismo tiempo las paredes de su amante se estrechaban ofreciéndole un indescriptible
placer.
Soltando los tobillos
del teñido, el vampiro echó la espalda hacia atrás, apoyándose con sus manos
continuó empujando la pelvis. Lento, rápido, en círculos. Adoraba verle desde
ahí, sentirle temblar, escucharle gemir. El pene de su amante descansaba sobre
su bajo vientre, exudando presemen, a Park se le antojaba tanto que abandonó su
interior y luego se inclinó sobre él, tragando su hombría.
― ¡Yoochun~! ¡Ng~
ng!
Park le succionó
hasta que obtuvo el semen de su amante, saboreándolo con gusto. Se irguió y le
miró desde ahí. Kim estaba respirando agitadamente, sudado, con la piel rojiza
aquí y allá por la excitación. Sus ojos chocolate brillando hermosamente, y los
latidos de su corazón tan claros que el sonido revotaba en sus oídos.
― Eres mi perdición,
baby. Pierdo la cordura cuando estoy contigo.
― Me confieso
culpable~.
Kim se tumbó de medio
lado, dándole espacio a su amante para acomodarse detrás de él. Elevó la pierna
derecha y le sintió entrar lentamente en él. La sensación del roce carne contra
carne, del caliente tronco adentrándose, era sofocantemente placentero. Kim tembló,
arqueó la espalda y contrajo su interior. Park gimió en su oído, luego enterró
una vez más sus colmillos en el níveo cuello.
― ¡Mg!
El gemido hizo eco
en las paredes de la habitación. Y le secundó el chapoteo del choque de sus
cuerpos. Park comenzó a masturbarle otra vez, concentrándose en momentos en la
punta fálica, presionando con el pulgar la hendidura, acariciándole. La mano de
Kim acompañó la de su amante, masturbándose de esa manera mientras disfrutaba
las fuertes embestidas.
Y ahí, mientras
perdían juntos la noción de tiempo y espacio, perdidos en un torrente de
emociones y placer, el alma de Yoochun pasó a su cuerpo sin que ninguno se
diera cuenta. No en ese momento, pero lo hicieron cuando, agotado, Kim suplicó
por descanso horas más tarde.
Park de todas
formas le estaba besando mientras le limpiaba con una toalla húmeda. Cuando pasó
el trapo por el vientre, un curioso sonido gruñó en él. Las mejillas de Kim se
ruborizaron mientras el azabache sonreía divertido.
― Creo que iré a
calentarte esa comida que compraste anoche, baby.
Mientras Park
abandonaba el revuelto lecho completamente desnudo, Kim sonreía feliz. Aunque esta
felicidad que la peculiar pareja compartía no llegase al mundo fuera de esas
paredes.
…
Kim ha renunciado
al Clan días atrás, su nombre permaneció en el registro familiar a petición de
su abuelo, quien le dejó ir siempre que estuviera dispuesto a ayudar
cuando se necesitara. El muchacho dejó muy en claro que él seguiría cazando a
los chupasangre, pero cualquier otra petición que le hicieran fuera de
eso sería tajantemente negado.
Después de la no
grata reunión familiar, Kim fue a su casa por algunas cosas. Su madre le había
dicho que estaría ocupada, y nunca imaginó que su padre llegara justo cuando él
se encontraba ahí.
― ¿Qué haces aquí,
papá?
― Solo, vine a
dejarle unos documentos a tu madre. ― Respondió, dejando un sobre en la mesa ratona
de la estancia. ― Así que, ¿te mudas con ese vampiro?
― Sí.
Seok Jun aclaró la
garganta. Pero no añadió más. El muchacho, que recientemente se había teñido de
rojo, arrastró una maleta y colgó otra en su hombro. Cuando le pasó por un
lado, finalmente se animó en preguntar algo que le estaba molestando desde la
última reunión en casa de su abuelo.
― ¿Te divorciarás
de mamá?
― Sí.
― ¿Nunca… nunca
sentiste amor por ella? ¿O por mí?
El hombre respiró
profundo. Sabe que nunca fue un buen esposo o un buen padre. Eso, simplemente
no estaba en su carácter.
― Olvídalo, sé la
respuesta.
Kim finalmente
salió de esta casa. No tenía malos recuerdos de ella, y seguramente volvería ocasionalmente
en adelante, después de todo ahí estaría siempre su madre. Sin embargo, sentía
tristeza por ella. Por todo lo que le fue arrebatado solo por tenerle.
…
Meses después, Kim
y Park estaban ahí, a punto de saltar de un avión. Ha sido idea del cazador
entrar en aquel territorio en las espesas montañas de algún lugar de Asia de
esa manera. El vampiro no estaba muy conforme, pero se trata de una de las tantas
ideas algo locas y descabelladas que suele tener.
No importaba
realmente, está enamorado.
Y posee un alma,
que le hace sentir vivo. Realmente vivo.
Un alma que le fue
entregada inicialmente con un sentimiento asesino por una bruja.
La misma alma que
le fue devuelta con un sentimiento que podría ser mortal, pero en un sentido
muy diferente.
Cazador y vampiro, una
dupla que ningún grupo quería enfrentar.
Mientras iban en
caída libre, Kim llevaba una expresión de adrenalina llena de vida. Park
hubiera querido tener la facultad de hacerle el amor justo ahí.
De todas formas,
sabe que una vez terminen con el grupo de vampiros que tiene su base de
operaciones en aquellas montañas, él saciará sus deseos, y su sed de sangre, empiernado
con su amante.
Y ese tipo de sentimiento
asesino se sentía jodidamente bien.
FIN
Otro proyecto terminado~
Mil gracias a Nadya por la paciencia que tuvo hasta ver terminado este YS, que inicialmente estuve subiendo a mi fb personal como miniserial, pero que dejo aquí como longshot.
Espero que guste~
Ya Ne!
No sé qué decir realmente, me encantó. Siempre he amado a Yuchun vampiro, siento que le va demasiado bien el papel.
ResponderBorrarAsdassasds yoosu!!!!amo tus fic y este no fue la excepción susu de cazador y chun de vampiros una combinación exitante xD para darle rienda a sus impulsos :3 ... Muchas gracias por el fic!!!
ResponderBorrarMuchísimas gracias por terminarlo!! Espere más de un año y jamás perdí la esperanza, el final fue perfecto, gracias por seguir haciendo esto!! Eres la diosa del YooSu!!
ResponderBorrarFeli, muchas gracias por hacer realidad una historia tan genial. Te quedo perfecta. Creo que nunca imagine que la escribirias tan bien. De nuevo gracias por tu tiempo e imaginación. 😘😘😘😘😘. Me encanto el toda la trama, pero sobre todo el final, adore a la madre de Junsu y cómo Yoochun poco a poco aceptó su gran amor por Junsu. Te quedó genial. 💗💗💗💗💗💗
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