Capítulo 8. Para sorpresas de infarto, un beso enamorado
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No es que no tuviese importancia la Winter Cup,
es que ahora hay otras cosas en las que enfocarse también. Y es que no se trata
de que el baloncesto haya salido de sus vidas, simplemente se ha reajustado.
Antes a Kagami le asaltaba el pensamiento la ausencia de su padre, a veces
contemplaba el techo de su habitación y se preguntaba cuánto tiempo iba a pasar
antes de que pudieran reunirse de nuevo. Una familia monoparental, pero su
familia al fin y al cabo. Ahora el pelirrojo solo se preocupa por cómo llegar a
decirle que tiene novio, por principio de cuentas, y que además –frente a todo
pronóstico– dicho novio estaba esperando un bebé. Suyo. De ambos en realidad.
Bueno, eso dentro de todo es lógico.
– No sé por qué me parece aburrido verte con
esa cara, Kagami… – Hyuga dice sin ceremonia, como si solo estuviera buscando
algún pretexto para molestar al pelirrojo, hace días que solo le ve con la
mirada ida y agotado.
Un tigre
amansado bajo la tutela y cariño de Kuroko, según han concluido los chicos
en las ocasiones en que han intercambiado algunas impresiones acerca del
reciente noviazgo entre el dúo de Seirin.
– Tampoco lo sé… – Gruñe, pero al segundo un
bostezo interrumpe su supuesto malhumor. Kuroko está fresco como lechuga
conversando con la entrenadora Riko de algo que a la distancia, nadie alcanza a
saber.
– Me tiene intrigado tanto secretismo… –
Izuki comenta y al instante un brazo de Kiyoshi rodea su cintura con tal
confianza y cariño que consigue hacerle enrojecer… – Teppei… – Susurra su
nombre ladeando el rostro apenas lo suficiente para mirarle.
– Estamos tomando un merecido descanso,
quiero aprovecharlo para estar con mi novio… – El corazón de hierro dice con marcada alegría, toda la expresión de su
cara refleja lo enamorado que está y es motivo para el cotilleo del resto del
equipo.
Al mismo tiempo por un instante la atención
se descentraliza de Kuroko y Kagami; Izuki aparta a Kiyoshi de un empujón y
reclama con la mirada la actitud de su novio, pero él solo se limita a
sonreírle. La bulla de los demás atrapa un instante la atención de Riko y
Kuroko, ellos sonríen también.
– Bakagami y tú también deberían decirle a
los chicos… – Riko sugiere en voz baja, mirando de soslayo al peliazul.
Kuroko sonríe porque la entrenadora no ha
cambiado el mote de su novio, incluso ahora presiente que inconscientemente
está enfadada con el pelirrojo por ser el culpable
de su estado.
– Ellos saben que estamos saliendo… –
Responde sin apenas mover los labios, la sonrisa que danza en sus ojos es
suficiente para calmar cualquier rasgo de ansiedad. Además él es experto en
autocontrol.
– Lo demás, Kuroko-kun.
Riko mira el vientre del peliazul y sonríe.
Han estado hablando de esto, de los ajustes que habrá que hacer ahora que dos
meses de gestación rebozan en el vientre aún plano del jugador fantasma. La entrenadora lamenta saber que no podrá contar
con él durante todo el año, es su último curso en la preparatoria, y tiene
sentimientos encontrados entre la alegría de ver cómo han florecido las
diversas relaciones sentimentales -la suya incluida- de sus amigos, y el hecho
de saber que al final del año vendrá la inevitable despedida.
– Hablaré con Taiga sobre eso… – El peliazul
centra su mirada en su novio, y de pronto pareciera que tienen magneto para el
otro pues el pelirrojo gira el rostro y atrapa sus grandes ojos azules con los
suyos.
Rojo contra azul, pasión contra armonía, sol
y luna. Perfección. Kagami sonríe y desliza sus pies hasta él, le dirige apenas
una mirada a la entrenadora y luego inclina el rostro besando dulcemente la
boca de Kuroko, el peliazul sonríe avergonzado pero feliz. Han cambiado tanto
las cosas en tan poco tiempo, que casi parece irreal.
...Flashback...
Había comenzado con antojos raros y aumento
de apetito, con sentimiento de tristeza cada que tenía que despedirse de
Kagami, deseando pasar todos los días con él y amanecer a su lado cuando el
alba despunte o irse a dormir acurrucado en su pecho. Kuroko sabe que esto es
parte del amarse, de ese enamoramiento juvenil que engrandece los sentimientos
y les hincha el pecho de felicidad. Por eso, Kuroko se pregunta qué tan loco es pensar en vivir juntos, después
de todo Kagami vive solo y al parecer la llegada de su padre se aleja cada día
más de una realidad. Tienen apenas unas siete semanas de estar saliendo, pero
ya siente que es toda una vida, y que está listo para toda una eternidad a lado
del pelirrojo. Kuroko se siente soñador, de una manera en la que nunca antes
había imaginado.
– ¿Qué estás pensando, Tetsuya? – Es la voz
amable de su madre lo que le hace salir de su estupor. El peliazul levanta el
rostro y se encuentra con la aprehensiva mirada de su progenitora, hay un
destello de preocupación en sus ojos azul claro, casi felinos.
– Mamá, cuándo te diste cuenta de que querías
vivir toda tu vida con papá.
La pregunta pilla por sorpresa a la mujer.
Parpadea unos instantes y tras suspirar con alivio, toma asiento junto a su
hijo en el sofá de la estancia. Así que es solo esto, su pequeño ya es un
adolescente capaz de suspirar por los rincones enamorado de alguna linda chica.
La mujer se pregunta si será aquella bonita jovencita de pelo rosado que
cursaba en Teiko como él. Eso piensa, pero al mismo tiempo tiene un
presentimiento. Algo más parece
inquietar a su muchacho.
– ¿Me dirás por qué la repentina curiosidad,
Tetsuya?
– Estoy enamorado, y he pensado que me
gustaría vivir con esa persona para siempre… – El peliazul responde con
serenidad, pero sus mejillas arreboladas de carmín. La mujer sonríe enternecida
por la honestidad de su hijo… – Mamá, quiero presentarte a esa persona. A ti y
a papá. Quiero, pero también tengo miedo de que no vayan a aceptarle.
– ¿Por qué no habríamos de aceptarla?
Kuroko baja la mirada. Eh ahí el motivo por
el cual teme. Ellos esperarán una novia, él quiere presentarles a su novio.
– Papá y tú tal vez esperan a alguien
diferente de quien está en mi corazón, mamá.
– Lo único que nos importará a tu padre y a
mí es que te haga feliz, Tetsuya… – La mujer le sonrió con absoluto cariño. El
peliazul sin embargo no podía evitar tener cierto escepticismo. Además, él
quiere vivir con Kagami. Desde ahora.
…
Kuroko llama a su novio, es domingo por la
mañana pero todo lo que necesita es sentirse seguro con Kagami. Quedan de verse
en el parque para practicar un poco, al pelirrojo se le da mejor aliviar tensiones
jugando baloncesto, y al peliazul simplemente le encanta pasar el tiempo con
él. #2 se ha quedado en casa de Kuroko, y de alguna manera eso le agrada al
pelirrojo, aunque tolera mucho mejor la presencia y compañía del can, todavía
consigue crisparle los nervios.
– He hablado con mi madre hace un par de
días.
– ¿Acerca de qué?
– Le dije que estoy enamorado… – Kuroko
murmura, y Kagami pierde control sobre su cuerpo en aquel instante, su tiro ni
siquiera toca el aro.
– ¿Por… por qué le dijiste eso, Kuroko? – El
pelirrojo carraspea, va por el balón y decide hacerle girar sobre su dedo antes
que animarse a realizar otro tiro o siquiera driblear, se siente nervioso. El
tema le resulta delicado al pensamiento.
– Supongo que en parte fue un impulso.
También pudo ser el hecho de que no suelo mentirle. Ella estaba preocupada
porque llevo días pensativo.
Kagami no preguntó más al respecto, él
también le ha visto en aquel estado de concentración cuando están juntos, entre
los descansos de las prácticas y las clases; no duda pues que la señora se
hubiese percatado del estado ensimismado de Kuroko.
– ¿Hablaron de algo más?
– Le dije que me gustaría presentarle a la
persona de quien estoy enamorado… – Kuroko dijo y vio el balón escapar de manos
de su novio… – También que eso me preocupaba porque temía que no fuera a ser
quienes ellos esperan.
– Seguramente tus padres esperarán que se
trate de alguna chica bonita e inteligente. No de un sujeto como yo, nada
atractivo y de aprovechamiento apenas regular… – Kagami se dejó caer en la
banca con pesadez. No es que haya descartado la posibilidad de llegar a este
momento en su noviazgo con Kuroko, es solo que no lo esperaba tan pronto. Él
está inseguro, no solo por la cuestión de la inteligencia, sino sobre todo por
el género de su cuerpo.
– Pienso que tu inteligencia está bien, no me
interesaría para nada salir con un genio… – Kuroko señala con tono calmado,
pero el pelirrojo percibe el intento de consuelo cómplice en sus palabras, la
suave sonrisa que tironea lánguidamente de sus labios… – Y aunque mis padres
esperan que tenga una novia, no me arrepiento en absoluto de tener un novio tan
guapo y tierno como tú, Taiga.
– No soy guapo, Tetsuya… – El pelirrojo
sonríe y le mira de soslayo, su novio se ha sentado a su lado y ambos miran al
frente, hay más gente en el parque esta mañana, incluso familias practicando
algún deporte… – Pero el día que quieras que conozca a tu familia, lo haré.
Quiero estar contigo en cualquier decisión que tomes.
– Prefiero que sea una decisión mutua, Taiga.
– Mi decisión es, Tetsuya… – El pelirrojo
alargó la mano sujetando la de su novio con disimulo, procurando que nadie más
se diera cuenta del íntimo contacto de los dos. Todo lo que quiere es protegerle,
amarle sin exponerle… – Hacerte feliz, no importa cuántos obstáculos tenga que
pasar para eso. Si quieres que tu familia sepa de lo nuestro, entonces yo estoy
aquí para apoyarte, para presentarme ante ellos y jurarles que te amo.
Las mejillas del peliazul explotaron en
rubor. Estas eran las palabras más conmovedoras que el pelirrojo pudiera
haberle dicho en esas semanas. Significaban mucho para él y le hablaban del
compromiso que su novio estaba tomando para con él. De pronto las tripas de
Kuroko gruñeron, tenía hambre… otra vez.
– Eso ha roto la atmósfera romántica, lo
siento Taiga… – El peliazul murmura avergonzado. Kagami ríe y besa rápidamente
una de las ruborizadas mejillas.
– No importa. Vamos a comer algo.
– Quiero batido de vainilla.
– Batido tendrás.
– También tengo ganas de…
Y ahí empezó de nuevo la extraña lista de
antojos. Más tarde Kuroko estaba satisfecho, con las mejillas torpemente sucias
de migajas y el estómago lleno a reventar. Ni bien pasaron unos cuantos minutos
de camino a casa de Kagami, el peliazul comenzó a tener náuseas y a sentirse
mareado.
– Tal vez estás enfermo. No es nada normal
cómo te has estado comportando últimamente, Tetsuya.
– Estoy bien, Taiga.
Pero los síntomas se acentuaron un par de
días después. Entonces Kagami no dio cabida ni a un solo más de esos “estoy bien, Taiga” que Kuroko le decía,
así que terminaron yendo al médico. La consulta transcurrió con relativa
normalidad, excepto por la expresión del doctor que estaba poniendo de los
nervios al pelirrojo, no solo por la cantidad de preguntas que estaba soltando,
sino porque no le apartaba la intensa mirada al peliazul y porque había dicho
algo sobre revisar su vientre por lo
que le pedía recostarse en la camilla y descubrirse. Kagami estaba que
chirreaba los dientes por los celos que estaba sintiendo, estúpidos e innecesarios
visto que el doctor solo hacía su trabajo, además casi le agradecía que le
hubiera llamado al interior de la consulta luego de los minutos que Kuroko
estuvo ahí solo respondiendo una serie de preguntas de rutina.
– No estoy seguro de que pueda darte ahora
mismo un diagnóstico, te mandaré a hacer unas pruebas de sangre, mañana a
primera hora deberás presentarte en el laboratorio, los resultados me los
traerás más tarde y veremos entonces lo que sucede.
El doctor les despidió con aquella indicación.
Kuroko y Kagami se miraron sin comprender demasiado, no le ha recetado ni un
solo medicamento ni tampoco alguna recomendación acerca de evitar algún
alimento. Tan solo pruebas de sangre, que según la curiosidad del peliazul, no
parecían comunes para varones. Aún así, se presentó puntual al día siguiente,
saltándose inevitablemente la primera clase en la escuela, el pelirrojo le acompaña,
razón que le tranquiliza.
– ¿Te han sacado mucha sangre, Tetsuya?
– No. Y la enfermera me ha dado leche y un
emparedado. Dijo que aunque no ha sido gran cosa, se me escuchaba el estómago
clamando comida… – El peliazul sonrió ligeramente, degustando sin prisas su
aperitivo, pero sintiendo antojo de algo más… – ¿Podemos ir a desayunar algo
antes de que de inicio la consulta?
El pelirrojo asintió, mirando todavía con
cierta aprehensión el comportamiento de su novio. El desayuno fue silencioso,
Kuroko comía animosamente mientras él pensaba en lo que podría pasar con el más
bajo. Kagami no quería ni imaginarse alguna enfermedad importante, de cualquier
manera lo que fuera, lo asumiría con templanza y le acompañaría en el
tratamiento con una sonrisa y vitalidad. No dará ni una sola oportunidad de que
llegue a deprimirse. Cuando finalmente volvieron a la consulta y el doctor revisó
los resultados de los análisis sanguíneos de Kuroko, una sonrisa se expandió en
el rostro del hombre.
– Bueno, debo de decir que no es común que de
esta clase de diagnóstico a chicos de tu edad, Kuroko-kun; pero, te aseguro que
lo que tienes pasará en unos cuantos meses, no es nada grave y lo único que
necesitas es comer suficiente, hacer algo de ejercicio sin excederte y acudir a
revisión mensual.
– ¿Eh?
– Kuroko Tetsuya, está usted embarazado
jovencito. Felicidades.
Claramente, aquellas palabras fueron por un
instante vacías. Ni Kuroko ni Kagami podían comprender lo que significaba. El
doctor les dio tiempo para procesar la información, cuando finalmente las
palabras cobraron sentido en la mente de los adolescentes, se limitaron a
recibir las indicaciones para los cuidados de Kuroko a partir de entonces, pero
aún sumidos en silencio y con mil cosas dándoles vuelta en la cabeza, salieron
de la clínica.
– Kagami-kun…
– ¿Por qué no me dices Taiga?
– No sé si estás molesto.
– ¡Ah! ¿Por qué iba a estar molesto?
– Bueno… – El peliazul se tocó el vientre.
Incrédulo aún de que haya un ser creciendo en su interior.
– Tetsuya, escucha… – El pelirrojo le sujetó
por los hombros e inclinando el rostro lo suficiente para estar a la altura del
de su novio le dijo… – No estoy de ninguna manera molesto por esto, estoy
sorprendido. Muy sorprendido, y es un lío en mi cabeza porque ahora tengo
muchas cosas en las qué pensar, hablar con tus padres, con el mío, pensar en
cómo le haré para cuidar de ti y de nuestro bebé y muchísimas cosas más. Pero,
estoy feliz. No me arrepiento en absoluto de todo lo que hemos pasado, aunque
no había ni siquiera contemplado esta posibilidad y estoy aterrado, no voy a
dejarte. Porque queremos a este bebé, ¿cierto?
– ¡Claro que lo quiero! – Kuroko exclamó
aferrándose a la cintura de Kagami, pegando su rostro contra el musculoso pecho.
Cálido y rítmico golpeteo que aligeró ese mar de miedos que se habían desatado
en su mente… – Taiga, te amo… – Suspiró apretándose otro poco contra él.
– I-idiota, adoras avergonzarme, ¿verdad? –
Kagami le acarició la espalda y peinó sus azulados cabellos… – También te amo,
Tetsuya. Hoy y siempre, te lo prometo… – Murmuró inclinándose para besarle la
sien. Apresándole delicadamente contra su cuerpo. Poco le importó que alguien
pudiera verles así.
Tenía muchas razones por las que sentirse
feliz ahora.
Por eso, acunó el rostro de Kuroko entre sus
manos y volvió a descender hasta topar sus labios en un beso dulce, lento y
delicado. Kagami saboreó sus labios con la suavidad propia de un pétalo
aterciopelado, colando sutilmente su lengua y recorriendo el interior de la
boca de Kuroko con devoto cariño. Pueden ser adolescentes, pero están seguros
de que eso que sienten, es amor.
...Flashback...
Kagami lee en la mirada de Kuroko las dudas e
inquietudes que asaltan su pensamiento. Ha aprendido a conocerle más desde que
son novios y pasan prácticamente todo el día juntos, exceptuando las noches y
algunos fines de semana, porque sería
demasiado sospechoso para sus padres. Ese ha sido el pretexto, el pelirrojo
teme la reacción de los progenitores de su novio cuando se enteren de la
relación que sostienen, pero sobre todo, del estado de embarazo de Kuroko del
que apenas se han enterado el día anterior.
– Tetsuya, estaremos bien. Quita esa mirada
que le hará daño… – Kagami no necesita decir más nada, la expresión del
peliazul se suaviza totalmente, sonríe flojito y asiente.
– Gracias, Taiga… – Dice apenas moviendo los
labios. Se convierte en el secreto de los dos. No están listos aún para
contarles a todos, solo a Riko por ser la entrenadora y porque ahora Kuroko
tendrá que ir bajando el ritmo de los entrenamientos hasta llegar a ausentarse
totalmente de ellos.
Kiyoshi los mira a la distancia con prudencia.
Algo intuye pero decide dejarles la privacidad que naturalmente han buscado.
Izuki le codea el estómago y sus ojos afilados le reclaman el ausentismo.
– Creí que no querías que te abrazara, Izuki…
– Le dice con cierto jugueteo, se burla cariñosamente del sonrojo que asalta
las mejillas del ojo de águila y le
promete una cita el fin de semana.
– ¿Como la primera vez que salimos?
– Como la primera vez…
Una sonrisa mutua basta para calmar los celos
bobos del chico ojo de águila, su corazón de hierro le besa la frente y
acaricia una de sus mejillas antes de que el silbato de la entrenadora haga eco
en el gimnasio. Los recuerdos están ahí, flotando en su mente a espera de ser
liberados. Izuki está feliz, agradecido de no haberse equivocado, de haber
confiado en los sentimientos de Kiyoshi porque resultan ser sinceros.
...
Kise está celoso. Muy celoso. La chica que
conversa con SU Kasamatsu le mira con amor, seguramente quiere declararse,
intuye que hay una confesión escrita en la carta que resguarda contra su pecho
mientras parlotea ruborizada hasta las orejas con su novio. Kise está celoso,
oh vaya que lo está. Kasamatsu se rasca torpemente la nuca pero no se digna en rechazar de una vez a la chiquilla de primer año, con suerte no
es de la clase del rubio porque si no, él mismo se encargaría de marcarle el
alto.
Últimamente Kise se molesta con facilidad, ve
moros con tranchete en absolutamente
todas las chicas que voltean a mirar a su novio, y detesta de sobremanera que
Kasamatsu no sea un tipo como Aomine que es un auténtico mequetrefe para
rechazar a las chicas.
– ¡Maldición! – Bufa por lo bajo, se revuelve
los rubios mechones y patea frustrado el césped. Algunos de sus compañeros le
miran intrigados, no comprenden por qué los enojos del modelo son cada día más
evidentes, ni la razón por la que todos y cada uno parecen estar relacionados
al Capitán del equipo… – Estúpido Kasamatsu… – Masculle con los ojos encendidos
de una furia que hasta entonces nadie le había visto, ni siquiera en los
encuentros más reñidos de baloncesto.
Finalmente el rubio ve a Kasamatsu recibir la
carta que la chica le entrega antes de despedirse y salir, literalmente,
corriendo de ahí. Le ve rascarse torpemente la nuca y dar media vuelta, seguro
de que irá a reunirse con él. Kise sin embargo toma su bolso y se marcha al
gimnasio, tiene muchas ganas de destrozar
el aro.
– ¿Qué acaso quieres lesionarte, Kise?
– ¡Cállate, no me hables!
– ¿Ah?
– Idiota… – Kise farfulla enojado y emula una
de esas gloriosas jugadas que eran digno espectáculo. Clava el balón con fuerza
en el aro y al caer siente un dolorcito en el tobillo derecho. Se queja
audiblemente y escucha los chillidos de los tenis de su novio acercarse. Sigue
sin querer mirarle siquiera a la cara. Está muy molesto… – No me toques.
– Déjate de tonterías y sujétate, cabeza
dura… – Kasamatsu maldice internamente. Está seguro de que no ha hecho nada
malo para que su novio explote así, exponiéndose incluso a una lesión.
– ¿Vas a dejarme, Yukio?
– ¡Qué! ¿Pero qué estupidez tienes metida en
la cabeza, Ryota?
– Esa chica, ¿te gusta?
Kasamatsu abrió los ojos de par en par. ¿Era
ese el problema? Tuvo unas enormes ganas de patearlo, pero se contuvo porque
primero tenían que revisarle el maldito tobillo.
...
Sakurai suspira dejándose hacer, Aomine
recorre su cuerpo con ansias, como si no fuera a tener otra oportunidad de
hacerle lo que quiere. No es la primera vez que llegan tan lejos, de hecho el
castaño incluso ha perdido la cuenta, y sabe que al moreno no le importa en
absoluto. Es solo sexo.
– Nhh, Aomine-senpai… – Jadea incómodo, el
moreno no está siendo delicado, no es que lo sea de hecho. Es más, desde la
primera vez se ha sentido más como si estuviera desesperado por entrar en él… –
D-duele…
– Relájate, Ryo… – Su voz pastosa hace eco en
sus oídos y se clava como espinas de dulce dolor en su mente. El castaño se
aferra a la musculosa espalda morena y cierra los ojos con fuerza, no hay
manera de que se relaje. Aomine penetra sin parar, ocupa hasta el último
espacio de su intimidad comprimida.
Sakurai se pregunta hasta cuándo será así.
Hasta cuándo dejará que su amor por el prodigio sea más fuerte que su voluntad.
El castaño gimotea en las primeras estocadas, no hay amor en cada uno de
aquellos movimientos, ni ceremonia alguna al poseerle.
No hacen el amor.
Una lágrima resbala. Otra vez. Pero parece
que Aomine se ha ido acostumbrando al sabor salado de sus besos. Sakurai se aferra
con más fuerza, le gustaría sentirse seguro, pero no importa cuán fuerte se
sujete al cuerpo de Aomine, cada vez se siente frío, casi como si estuviera
ausente. Como si no pensara en él.
– Aomine-senpai, lo amo… – El castaño se
mordió la lengua al darse cuenta de lo que ha dicho en voz alta. El moreno
frenó abruptamente el vaivén de sus caderas. Le buscó la mirada y al chocar con
las pupilas chocolate sintió un pinchazo de culpa en el pecho. Aomine abandonó
el interior de Sakurai con brusquedad… – Aomine-senpai…
El castaño solo vio al moreno vestirse
rápidamente. No hizo ni un solo movimiento por intentar detenerle. Era
malgastar energías. Obviamente estaba rechazando sus sentimientos. Le mostraba
que solo había sido un juguete. Un juguete que no le servía de nada cuando
hablaba de amor. Sakurai se encogió en su lugar, las mantas olían a cloro y un
ligero toque de suavizante de telas. Así olía cada sábana de cada hotel en que
terminó liándose con el moreno durante aquellas semanas. Cerca de tres meses
ya. Pensó que podría haberlo dejado luego de aquel beso en la cabina
fotográfica, pero había bastado una mirada de Aomine para volver a caer en él.
Y al moreno parecía haberle gustado buscarle a diario, a veces solo para
comérselo a besos, otras para desnudarle, tocarle, tomarle.
--//--
Aomine se detuvo al cruzar la calle. Estaba
agitado y el pecho se le apretaba cuanto más resonaban aquellas palabras en su
cabeza.
– Maldito Ryo, tendrías que haberte quedado
callado… – Gruñe entre dientes y frunce el ceño.
Detesta todo lo relacionado a los
sentimientos. Detesta cualquier cosa que pueda hacerle vulnerable. Detesta a
Sakurai. A él y su personalidad insulsa, a él y sus expresivos ojos chocolates,
a él y sus sonrisas, a él y sus sonrojos. A Ryo y su cálido cuerpo pegado al
suyo.
– ¡Joder! – Se mira las manos y siente en
ellas el rastro del calor del cuerpo que hace unos minutos jadeaba bajo el
suyo.
Ya quiere volver, dar media vuelta y entrar
de nuevo en aquel frágil cuerpo que se ha convertido en algo así como su droga.
Está metido en un gran lío.
Y no sabe cómo escapar esta vez.
Continuará……
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