lunes, 16 de julio de 2018

Entrenando a Otosan. Capítulo 8


Capítulo 8. Para sorpresas de infarto, un beso enamorado
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No es que no tuviese importancia la Winter Cup, es que ahora hay otras cosas en las que enfocarse también. Y es que no se trata de que el baloncesto haya salido de sus vidas, simplemente se ha reajustado. Antes a Kagami le asaltaba el pensamiento la ausencia de su padre, a veces contemplaba el techo de su habitación y se preguntaba cuánto tiempo iba a pasar antes de que pudieran reunirse de nuevo. Una familia monoparental, pero su familia al fin y al cabo. Ahora el pelirrojo solo se preocupa por cómo llegar a decirle que tiene novio, por principio de cuentas, y que además –frente a todo pronóstico– dicho novio estaba esperando un bebé. Suyo. De ambos en realidad. Bueno, eso dentro de todo es lógico.

– No sé por qué me parece aburrido verte con esa cara, Kagami… – Hyuga dice sin ceremonia, como si solo estuviera buscando algún pretexto para molestar al pelirrojo, hace días que solo le ve con la mirada ida y agotado.


Un tigre amansado bajo la tutela y cariño de Kuroko, según han concluido los chicos en las ocasiones en que han intercambiado algunas impresiones acerca del reciente noviazgo entre el dúo de Seirin.

– Tampoco lo sé… – Gruñe, pero al segundo un bostezo interrumpe su supuesto malhumor. Kuroko está fresco como lechuga conversando con la entrenadora Riko de algo que a la distancia, nadie alcanza a saber.

– Me tiene intrigado tanto secretismo… – Izuki comenta y al instante un brazo de Kiyoshi rodea su cintura con tal confianza y cariño que consigue hacerle enrojecer… – Teppei… – Susurra su nombre ladeando el rostro apenas lo suficiente para mirarle.

– Estamos tomando un merecido descanso, quiero aprovecharlo para estar con mi novio… – El corazón de hierro dice con marcada alegría, toda la expresión de su cara refleja lo enamorado que está y es motivo para el cotilleo del resto del equipo.

Al mismo tiempo por un instante la atención se descentraliza de Kuroko y Kagami; Izuki aparta a Kiyoshi de un empujón y reclama con la mirada la actitud de su novio, pero él solo se limita a sonreírle. La bulla de los demás atrapa un instante la atención de Riko y Kuroko, ellos sonríen también.

– Bakagami y tú también deberían decirle a los chicos… – Riko sugiere en voz baja, mirando de soslayo al peliazul.

Kuroko sonríe porque la entrenadora no ha cambiado el mote de su novio, incluso ahora presiente que inconscientemente está enfadada con el pelirrojo por ser el culpable de su estado.  

– Ellos saben que estamos saliendo… – Responde sin apenas mover los labios, la sonrisa que danza en sus ojos es suficiente para calmar cualquier rasgo de ansiedad. Además él es experto en autocontrol.  

– Lo demás, Kuroko-kun.

Riko mira el vientre del peliazul y sonríe. Han estado hablando de esto, de los ajustes que habrá que hacer ahora que dos meses de gestación rebozan en el vientre aún plano del jugador fantasma. La entrenadora lamenta saber que no podrá contar con él durante todo el año, es su último curso en la preparatoria, y tiene sentimientos encontrados entre la alegría de ver cómo han florecido las diversas relaciones sentimentales -la suya incluida- de sus amigos, y el hecho de saber que al final del año vendrá la inevitable despedida.

– Hablaré con Taiga sobre eso… – El peliazul centra su mirada en su novio, y de pronto pareciera que tienen magneto para el otro pues el pelirrojo gira el rostro y atrapa sus grandes ojos azules con los suyos.

Rojo contra azul, pasión contra armonía, sol y luna. Perfección. Kagami sonríe y desliza sus pies hasta él, le dirige apenas una mirada a la entrenadora y luego inclina el rostro besando dulcemente la boca de Kuroko, el peliazul sonríe avergonzado pero feliz. Han cambiado tanto las cosas en tan poco tiempo, que casi parece irreal.

...Flashback...

Había comenzado con antojos raros y aumento de apetito, con sentimiento de tristeza cada que tenía que despedirse de Kagami, deseando pasar todos los días con él y amanecer a su lado cuando el alba despunte o irse a dormir acurrucado en su pecho. Kuroko sabe que esto es parte del amarse, de ese enamoramiento juvenil que engrandece los sentimientos y les hincha el pecho de felicidad. Por eso, Kuroko se pregunta qué tan loco es pensar en vivir juntos, después de todo Kagami vive solo y al parecer la llegada de su padre se aleja cada día más de una realidad. Tienen apenas unas siete semanas de estar saliendo, pero ya siente que es toda una vida, y que está listo para toda una eternidad a lado del pelirrojo. Kuroko se siente soñador, de una manera en la que nunca antes había imaginado.

– ¿Qué estás pensando, Tetsuya? – Es la voz amable de su madre lo que le hace salir de su estupor. El peliazul levanta el rostro y se encuentra con la aprehensiva mirada de su progenitora, hay un destello de preocupación en sus ojos azul claro, casi felinos.

– Mamá, cuándo te diste cuenta de que querías vivir toda tu vida con papá.

La pregunta pilla por sorpresa a la mujer. Parpadea unos instantes y tras suspirar con alivio, toma asiento junto a su hijo en el sofá de la estancia. Así que es solo esto, su pequeño ya es un adolescente capaz de suspirar por los rincones enamorado de alguna linda chica. La mujer se pregunta si será aquella bonita jovencita de pelo rosado que cursaba en Teiko como él. Eso piensa, pero al mismo tiempo tiene un presentimiento. Algo más parece inquietar a su muchacho.

– ¿Me dirás por qué la repentina curiosidad, Tetsuya?

– Estoy enamorado, y he pensado que me gustaría vivir con esa persona para siempre… – El peliazul responde con serenidad, pero sus mejillas arreboladas de carmín. La mujer sonríe enternecida por la honestidad de su hijo… – Mamá, quiero presentarte a esa persona. A ti y a papá. Quiero, pero también tengo miedo de que no vayan a aceptarle.

– ¿Por qué no habríamos de aceptarla?

Kuroko baja la mirada. Eh ahí el motivo por el cual teme. Ellos esperarán una novia, él quiere presentarles a su novio.

– Papá y tú tal vez esperan a alguien diferente de quien está en mi corazón, mamá.

– Lo único que nos importará a tu padre y a mí es que te haga feliz, Tetsuya… – La mujer le sonrió con absoluto cariño. El peliazul sin embargo no podía evitar tener cierto escepticismo. Además, él quiere vivir con Kagami. Desde ahora.


Kuroko llama a su novio, es domingo por la mañana pero todo lo que necesita es sentirse seguro con Kagami. Quedan de verse en el parque para practicar un poco, al pelirrojo se le da mejor aliviar tensiones jugando baloncesto, y al peliazul simplemente le encanta pasar el tiempo con él. #2 se ha quedado en casa de Kuroko, y de alguna manera eso le agrada al pelirrojo, aunque tolera mucho mejor la presencia y compañía del can, todavía consigue crisparle los nervios.

– He hablado con mi madre hace un par de días.

– ¿Acerca de qué?

– Le dije que estoy enamorado… – Kuroko murmura, y Kagami pierde control sobre su cuerpo en aquel instante, su tiro ni siquiera toca el aro.

– ¿Por… por qué le dijiste eso, Kuroko? – El pelirrojo carraspea, va por el balón y decide hacerle girar sobre su dedo antes que animarse a realizar otro tiro o siquiera driblear, se siente nervioso. El tema le resulta delicado al pensamiento.

– Supongo que en parte fue un impulso. También pudo ser el hecho de que no suelo mentirle. Ella estaba preocupada porque llevo días pensativo.

Kagami no preguntó más al respecto, él también le ha visto en aquel estado de concentración cuando están juntos, entre los descansos de las prácticas y las clases; no duda pues que la señora se hubiese percatado del estado ensimismado de Kuroko.

– ¿Hablaron de algo más?

– Le dije que me gustaría presentarle a la persona de quien estoy enamorado… – Kuroko dijo y vio el balón escapar de manos de su novio… – También que eso me preocupaba porque temía que no fuera a ser quienes ellos esperan.

– Seguramente tus padres esperarán que se trate de alguna chica bonita e inteligente. No de un sujeto como yo, nada atractivo y de aprovechamiento apenas regular… – Kagami se dejó caer en la banca con pesadez. No es que haya descartado la posibilidad de llegar a este momento en su noviazgo con Kuroko, es solo que no lo esperaba tan pronto. Él está inseguro, no solo por la cuestión de la inteligencia, sino sobre todo por el género de su cuerpo.

– Pienso que tu inteligencia está bien, no me interesaría para nada salir con un genio… – Kuroko señala con tono calmado, pero el pelirrojo percibe el intento de consuelo cómplice en sus palabras, la suave sonrisa que tironea lánguidamente de sus labios… – Y aunque mis padres esperan que tenga una novia, no me arrepiento en absoluto de tener un novio tan guapo y tierno como tú, Taiga.

– No soy guapo, Tetsuya… – El pelirrojo sonríe y le mira de soslayo, su novio se ha sentado a su lado y ambos miran al frente, hay más gente en el parque esta mañana, incluso familias practicando algún deporte… – Pero el día que quieras que conozca a tu familia, lo haré. Quiero estar contigo en cualquier decisión que tomes.

– Prefiero que sea una decisión mutua, Taiga.

– Mi decisión es, Tetsuya… – El pelirrojo alargó la mano sujetando la de su novio con disimulo, procurando que nadie más se diera cuenta del íntimo contacto de los dos. Todo lo que quiere es protegerle, amarle sin exponerle… – Hacerte feliz, no importa cuántos obstáculos tenga que pasar para eso. Si quieres que tu familia sepa de lo nuestro, entonces yo estoy aquí para apoyarte, para presentarme ante ellos y jurarles que te amo.

Las mejillas del peliazul explotaron en rubor. Estas eran las palabras más conmovedoras que el pelirrojo pudiera haberle dicho en esas semanas. Significaban mucho para él y le hablaban del compromiso que su novio estaba tomando para con él. De pronto las tripas de Kuroko gruñeron, tenía hambre… otra vez.

– Eso ha roto la atmósfera romántica, lo siento Taiga… – El peliazul murmura avergonzado. Kagami ríe y besa rápidamente una de las ruborizadas mejillas.

– No importa. Vamos a comer algo.

– Quiero batido de vainilla.

– Batido tendrás.

– También tengo ganas de…

Y ahí empezó de nuevo la extraña lista de antojos. Más tarde Kuroko estaba satisfecho, con las mejillas torpemente sucias de migajas y el estómago lleno a reventar. Ni bien pasaron unos cuantos minutos de camino a casa de Kagami, el peliazul comenzó a tener náuseas y a sentirse mareado.

– Tal vez estás enfermo. No es nada normal cómo te has estado comportando últimamente, Tetsuya.

– Estoy bien, Taiga.

Pero los síntomas se acentuaron un par de días después. Entonces Kagami no dio cabida ni a un solo más de esos “estoy bien, Taiga” que Kuroko le decía, así que terminaron yendo al médico. La consulta transcurrió con relativa normalidad, excepto por la expresión del doctor que estaba poniendo de los nervios al pelirrojo, no solo por la cantidad de preguntas que estaba soltando, sino porque no le apartaba la intensa mirada al peliazul y porque había dicho algo sobre revisar su vientre por lo que le pedía recostarse en la camilla y descubrirse. Kagami estaba que chirreaba los dientes por los celos que estaba sintiendo, estúpidos e innecesarios visto que el doctor solo hacía su trabajo, además casi le agradecía que le hubiera llamado al interior de la consulta luego de los minutos que Kuroko estuvo ahí solo respondiendo una serie de preguntas de rutina.

– No estoy seguro de que pueda darte ahora mismo un diagnóstico, te mandaré a hacer unas pruebas de sangre, mañana a primera hora deberás presentarte en el laboratorio, los resultados me los traerás más tarde y veremos entonces lo que sucede.

El doctor les despidió con aquella indicación. Kuroko y Kagami se miraron sin comprender demasiado, no le ha recetado ni un solo medicamento ni tampoco alguna recomendación acerca de evitar algún alimento. Tan solo pruebas de sangre, que según la curiosidad del peliazul, no parecían comunes para varones. Aún así, se presentó puntual al día siguiente, saltándose inevitablemente la primera clase en la escuela, el pelirrojo le acompaña, razón que le tranquiliza.

– ¿Te han sacado mucha sangre, Tetsuya?

– No. Y la enfermera me ha dado leche y un emparedado. Dijo que aunque no ha sido gran cosa, se me escuchaba el estómago clamando comida… – El peliazul sonrió ligeramente, degustando sin prisas su aperitivo, pero sintiendo antojo de algo más… – ¿Podemos ir a desayunar algo antes de que de inicio la consulta?

El pelirrojo asintió, mirando todavía con cierta aprehensión el comportamiento de su novio. El desayuno fue silencioso, Kuroko comía animosamente mientras él pensaba en lo que podría pasar con el más bajo. Kagami no quería ni imaginarse alguna enfermedad importante, de cualquier manera lo que fuera, lo asumiría con templanza y le acompañaría en el tratamiento con una sonrisa y vitalidad. No dará ni una sola oportunidad de que llegue a deprimirse. Cuando finalmente volvieron a la consulta y el doctor revisó los resultados de los análisis sanguíneos de Kuroko, una sonrisa se expandió en el rostro del hombre.

– Bueno, debo de decir que no es común que de esta clase de diagnóstico a chicos de tu edad, Kuroko-kun; pero, te aseguro que lo que tienes pasará en unos cuantos meses, no es nada grave y lo único que necesitas es comer suficiente, hacer algo de ejercicio sin excederte y acudir a revisión mensual.

– ¿Eh?

– Kuroko Tetsuya, está usted embarazado jovencito. Felicidades.

Claramente, aquellas palabras fueron por un instante vacías. Ni Kuroko ni Kagami podían comprender lo que significaba. El doctor les dio tiempo para procesar la información, cuando finalmente las palabras cobraron sentido en la mente de los adolescentes, se limitaron a recibir las indicaciones para los cuidados de Kuroko a partir de entonces, pero aún sumidos en silencio y con mil cosas dándoles vuelta en la cabeza, salieron de la clínica.

– Kagami-kun…

– ¿Por qué no me dices Taiga?

– No sé si estás molesto.

– ¡Ah! ¿Por qué iba a estar molesto?

– Bueno… – El peliazul se tocó el vientre. Incrédulo aún de que haya un ser creciendo en su interior.

– Tetsuya, escucha… – El pelirrojo le sujetó por los hombros e inclinando el rostro lo suficiente para estar a la altura del de su novio le dijo… – No estoy de ninguna manera molesto por esto, estoy sorprendido. Muy sorprendido, y es un lío en mi cabeza porque ahora tengo muchas cosas en las qué pensar, hablar con tus padres, con el mío, pensar en cómo le haré para cuidar de ti y de nuestro bebé y muchísimas cosas más. Pero, estoy feliz. No me arrepiento en absoluto de todo lo que hemos pasado, aunque no había ni siquiera contemplado esta posibilidad y estoy aterrado, no voy a dejarte. Porque queremos a este bebé, ¿cierto?

– ¡Claro que lo quiero! – Kuroko exclamó aferrándose a la cintura de Kagami, pegando su rostro contra el musculoso pecho. Cálido y rítmico golpeteo que aligeró ese mar de miedos que se habían desatado en su mente… – Taiga, te amo… – Suspiró apretándose otro poco contra él.

– I-idiota, adoras avergonzarme, ¿verdad? – Kagami le acarició la espalda y peinó sus azulados cabellos… – También te amo, Tetsuya. Hoy y siempre, te lo prometo… – Murmuró inclinándose para besarle la sien. Apresándole delicadamente contra su cuerpo. Poco le importó que alguien pudiera verles así.

Tenía muchas razones por las que sentirse feliz ahora.

Por eso, acunó el rostro de Kuroko entre sus manos y volvió a descender hasta topar sus labios en un beso dulce, lento y delicado. Kagami saboreó sus labios con la suavidad propia de un pétalo aterciopelado, colando sutilmente su lengua y recorriendo el interior de la boca de Kuroko con devoto cariño. Pueden ser adolescentes, pero están seguros de que eso que sienten, es amor.

...Flashback...

Kagami lee en la mirada de Kuroko las dudas e inquietudes que asaltan su pensamiento. Ha aprendido a conocerle más desde que son novios y pasan prácticamente todo el día juntos, exceptuando las noches y algunos fines de semana, porque sería demasiado sospechoso para sus padres. Ese ha sido el pretexto, el pelirrojo teme la reacción de los progenitores de su novio cuando se enteren de la relación que sostienen, pero sobre todo, del estado de embarazo de Kuroko del que apenas se han enterado el día anterior.

– Tetsuya, estaremos bien. Quita esa mirada que le hará daño… – Kagami no necesita decir más nada, la expresión del peliazul se suaviza totalmente, sonríe flojito y asiente.

– Gracias, Taiga… – Dice apenas moviendo los labios. Se convierte en el secreto de los dos. No están listos aún para contarles a todos, solo a Riko por ser la entrenadora y porque ahora Kuroko tendrá que ir bajando el ritmo de los entrenamientos hasta llegar a ausentarse totalmente de ellos.

Kiyoshi los mira a la distancia con prudencia. Algo intuye pero decide dejarles la privacidad que naturalmente han buscado. Izuki le codea el estómago y sus ojos afilados le reclaman el ausentismo.

– Creí que no querías que te abrazara, Izuki… – Le dice con cierto jugueteo, se burla cariñosamente del sonrojo que asalta las mejillas del ojo de águila y le promete una cita el fin de semana.

– ¿Como la primera vez que salimos?

– Como la primera vez…

Una sonrisa mutua basta para calmar los celos bobos del chico ojo de águila, su corazón de hierro le besa la frente y acaricia una de sus mejillas antes de que el silbato de la entrenadora haga eco en el gimnasio. Los recuerdos están ahí, flotando en su mente a espera de ser liberados. Izuki está feliz, agradecido de no haberse equivocado, de haber confiado en los sentimientos de Kiyoshi porque resultan ser sinceros.

...

Kise está celoso. Muy celoso. La chica que conversa con SU Kasamatsu le mira con amor, seguramente quiere declararse, intuye que hay una confesión escrita en la carta que resguarda contra su pecho mientras parlotea ruborizada hasta las orejas con su novio. Kise está celoso, oh vaya que lo está. Kasamatsu se rasca torpemente la nuca pero no se digna en rechazar de una vez a la chiquilla de primer año, con suerte no es de la clase del rubio porque si no, él mismo se encargaría de marcarle el alto.

Últimamente Kise se molesta con facilidad, ve moros con tranchete en absolutamente todas las chicas que voltean a mirar a su novio, y detesta de sobremanera que Kasamatsu no sea un tipo como Aomine que es un auténtico mequetrefe para rechazar a las chicas.

– ¡Maldición! – Bufa por lo bajo, se revuelve los rubios mechones y patea frustrado el césped. Algunos de sus compañeros le miran intrigados, no comprenden por qué los enojos del modelo son cada día más evidentes, ni la razón por la que todos y cada uno parecen estar relacionados al Capitán del equipo… – Estúpido Kasamatsu… – Masculle con los ojos encendidos de una furia que hasta entonces nadie le había visto, ni siquiera en los encuentros más reñidos de baloncesto.

Finalmente el rubio ve a Kasamatsu recibir la carta que la chica le entrega antes de despedirse y salir, literalmente, corriendo de ahí. Le ve rascarse torpemente la nuca y dar media vuelta, seguro de que irá a reunirse con él. Kise sin embargo toma su bolso y se marcha al gimnasio, tiene muchas ganas de destrozar el aro.

– ¿Qué acaso quieres lesionarte, Kise?

– ¡Cállate, no me hables!

– ¿Ah?

– Idiota… – Kise farfulla enojado y emula una de esas gloriosas jugadas que eran digno espectáculo. Clava el balón con fuerza en el aro y al caer siente un dolorcito en el tobillo derecho. Se queja audiblemente y escucha los chillidos de los tenis de su novio acercarse. Sigue sin querer mirarle siquiera a la cara. Está muy molesto… – No me toques.

– Déjate de tonterías y sujétate, cabeza dura… – Kasamatsu maldice internamente. Está seguro de que no ha hecho nada malo para que su novio explote así, exponiéndose incluso a una lesión.

– ¿Vas a dejarme, Yukio?

– ¡Qué! ¿Pero qué estupidez tienes metida en la cabeza, Ryota?

– Esa chica, ¿te gusta?

Kasamatsu abrió los ojos de par en par. ¿Era ese el problema? Tuvo unas enormes ganas de patearlo, pero se contuvo porque primero tenían que revisarle el maldito tobillo.

...

Sakurai suspira dejándose hacer, Aomine recorre su cuerpo con ansias, como si no fuera a tener otra oportunidad de hacerle lo que quiere. No es la primera vez que llegan tan lejos, de hecho el castaño incluso ha perdido la cuenta, y sabe que al moreno no le importa en absoluto. Es solo sexo.

– Nhh, Aomine-senpai… – Jadea incómodo, el moreno no está siendo delicado, no es que lo sea de hecho. Es más, desde la primera vez se ha sentido más como si estuviera desesperado por entrar en él… – D-duele…

– Relájate, Ryo… – Su voz pastosa hace eco en sus oídos y se clava como espinas de dulce dolor en su mente. El castaño se aferra a la musculosa espalda morena y cierra los ojos con fuerza, no hay manera de que se relaje. Aomine penetra sin parar, ocupa hasta el último espacio de su intimidad comprimida.

Sakurai se pregunta hasta cuándo será así. Hasta cuándo dejará que su amor por el prodigio sea más fuerte que su voluntad. El castaño gimotea en las primeras estocadas, no hay amor en cada uno de aquellos movimientos, ni ceremonia alguna al poseerle.

No hacen el amor.

Una lágrima resbala. Otra vez. Pero parece que Aomine se ha ido acostumbrando al sabor salado de sus besos. Sakurai se aferra con más fuerza, le gustaría sentirse seguro, pero no importa cuán fuerte se sujete al cuerpo de Aomine, cada vez se siente frío, casi como si estuviera ausente. Como si no pensara en él.

– Aomine-senpai, lo amo… – El castaño se mordió la lengua al darse cuenta de lo que ha dicho en voz alta. El moreno frenó abruptamente el vaivén de sus caderas. Le buscó la mirada y al chocar con las pupilas chocolate sintió un pinchazo de culpa en el pecho. Aomine abandonó el interior de Sakurai con brusquedad… – Aomine-senpai…

El castaño solo vio al moreno vestirse rápidamente. No hizo ni un solo movimiento por intentar detenerle. Era malgastar energías. Obviamente estaba rechazando sus sentimientos. Le mostraba que solo había sido un juguete. Un juguete que no le servía de nada cuando hablaba de amor. Sakurai se encogió en su lugar, las mantas olían a cloro y un ligero toque de suavizante de telas. Así olía cada sábana de cada hotel en que terminó liándose con el moreno durante aquellas semanas. Cerca de tres meses ya. Pensó que podría haberlo dejado luego de aquel beso en la cabina fotográfica, pero había bastado una mirada de Aomine para volver a caer en él. Y al moreno parecía haberle gustado buscarle a diario, a veces solo para comérselo a besos, otras para desnudarle, tocarle, tomarle.

--//--

Aomine se detuvo al cruzar la calle. Estaba agitado y el pecho se le apretaba cuanto más resonaban aquellas palabras en su cabeza.

– Maldito Ryo, tendrías que haberte quedado callado… – Gruñe entre dientes y frunce el ceño.

Detesta todo lo relacionado a los sentimientos. Detesta cualquier cosa que pueda hacerle vulnerable. Detesta a Sakurai. A él y su personalidad insulsa, a él y sus expresivos ojos chocolates, a él y sus sonrisas, a él y sus sonrojos. A Ryo y su cálido cuerpo pegado al suyo.

– ¡Joder! – Se mira las manos y siente en ellas el rastro del calor del cuerpo que hace unos minutos jadeaba bajo el suyo.

Ya quiere volver, dar media vuelta y entrar de nuevo en aquel frágil cuerpo que se ha convertido en algo así como su droga.

Está metido en un gran lío.
Y no sabe cómo escapar esta vez.


Continuará……

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