Capítulo 6. De travesuras inocentes y deseos
impertinentes
~~*~~
Kasamatsu estaba nervioso, se le notaba por
esa actitud más renegada que en otras ocasiones durante el entrenamiento. Kise
por el contrario estaba animado, sonreía con esa alegría tan característica
suya, y saludaba cada tanto a las fans de siempre reunidas en torno a la cancha
en el gimnasio. Probablemente su coqueteo inocente
era razón para los nervios crispados del Capitán de Kaijo, sus compañeros
notaban el trato que últimamente Kasamatsu tenía con el rubio, y al Modelo
aquello parecía hacerle gracia porque ni de broma evitaba que el de ojos
cromados se diera cuenta de sus interacciones con las chicas.
– Pareciera que seas masoquista, haciendo
enfadar al Capitán por las puras.
– No hago nada para que se enfade, es el
único que reniega, ni el entrenador me llama la atención como Kasamatsu-senpai~
– Asegura con pose altiva, casi retadora, pucheando al final con aura infantil.
– ¡Tú, Kise idiota, qué es lo que estás
diciendo! – El Capitán exclama lanzándose sobre el modelo, amenazando con darle
una patada pero deteniéndose a medio camino porque se le crispa el cuerpo al
escuchar los gritos femeninos llamando al rubio... – Cuándo aprenderán que eres
basquetbolista, no un Modelo cuando estás aquí… – Gruñe con voz áspera, baja en
comparación de sus habituales gritos hacia el rubio.
– Kasamatsu-senpai~ está celoso de mi
popularidad~
– ¡Cállate!
El resto de las prácticas transcurrió de la
misma manera. Kise no entendía -aunque más bien fingía no hacerlo, le encantaba
ver a su novio con los estribos descontrolados y celoso- y dedicaba sonrisas y
guiños a sus admiradoras, mientras que Kasamatsu descargaba sus frustraciones
aumentando el ritmo del entrenamiento o maldiciendo a diestra y siniestra. Al
terminar ni siquiera esperó por Kise -todo y que a menudo salían juntos y
caminaban hasta la avenida junto a otros de sus compañeros-, esa noche
Kasamatsu estaba lo suficientemente enfadado como para dejar atrás a su novio. De todas maneras sabía que terminaría
dándole alcance. O eso esperaba, porque como no lo hiciera en cuanto lo
volviera a ver le patearía el trasero.
– Es increíble cuán celoso puedes llegar a
ser Kasamatsu-senpai… – El rubio dijo a un par de pasos de el mayor, desacelerando
la carrera y acomodándose el bolso al hombro… – Ni siquiera me has esperado… –
Emula un puchero y espera que su novio al menos le dedique una mirada, pero
aquel gesto no llega. Comprende entonces que esa vez Kasamatsu de verdad debe
estar enfadado con él.
– No tenía ganas de aguantar al señor
sonrisitas coqueteando con sus admiradoras… – El de ojos azul cromado señaló
con tono severo, su ceño fruncido le decía mucho al modelo acerca de su actual
enfado.
– Solo estaba siendo amable~ – Intenta
persuadirle suavizando al máximo sus facciones aniñadas.
– Perfecto… – Responde el de ojos cromados
sin tregua a más nada.
– Yukio, no te enfades, no es para tanto.
– No te he permitido llamarme por mi nombre,
idiota.
– Pero soy tu novio, idiota.
El mayor de los dos se detuvo abruptamente,
mirándole con la misma seriedad de hasta entonces, pero también con las
mejillas suavemente moteadas. No es que se le hallase olvidado ese detalle
acerca del grado de relación que sostienen ahora, es que le ha extrañado que lo
diga con tal soltura, ahí en medio de la calle, donde cualquiera podría
escucharles.
– ¿Tu familia lo sabe?
– ¿Que salgo contigo? – El rubio cuestionó en
susurro, las luces de los faroles y de los autos al pasar iluminaban con
claridad las aceras y por ende cada línea dibujada en sus expresiones. Kise vio
por primera vez en las facciones del mayor una madurez que le desconocía. Y que
para colmo, le enamoró otro poco.
– No solo eso, Kise. ¿Saben que te gustan los
chicos? – El de ojos azul cromado tenía sus manos en los bolsillos y sus pies
clavados en el mismo lugar. Se sentía inquieto por alguna razón, quizá deseoso
de comprender la profundidad de los sentimientos del rubio, probablemente los
suyos también.
El azul intenso de sus pupilas de pronto hizo
pensar al rubio en un cielo nocturno de aquellos a campo abierto que seducen
con su belleza del mismo modo que inspiran cierto respeto y hasta temor. Temor
a lo desconocido, a la grandeza inexplorable. Al misterio. Kise tragó saliva y
desviando la mirada negó con la cabeza.
– ¿Tus padres lo saben, senpai?
– No. A mí no me gustan los chicos, eres el
único que ha conseguido hacerme perder la cabeza, Ryota.
– ¿Por qué estamos hablando de esto?
– Porque es importante. No somos críos,
Ryota; tampoco quiero decir que vayamos a estar juntos toda la vida, puede ser
que dentro de un año estemos saliendo con alguien más.
– ¿Dejaré de gustarte? – Kise pregunta con
voz alterada, sus ojos miran con aprehensión al mayor.
– No lo sé. Hoy puedo asegurarte que no, que
seguirás haciéndome perder la cabeza dentro de un año o dos; pero no quiero
hacerte promesas que podría no cumplir, Kise. Somos adolescentes, casi adultos,
todavía tenemos muchas cosas que aprender de la vida. Muchos cambios aún deben
estar por sucedernos.
– Aún no entiendo qué importancia tiene que
nuestros padres sepan o dejen de saber si estamos saliendo.
– Apoyo, Kise. Saber si contarás o no con el
apoyo de tu familia.
– ¿Y si no están de acuerdo? ¿Para qué
complicarnos la vida desde ahora cuando podemos disfrutar lo que tenemos?
– ¿Una relación clandestina?
Kasamatsu no se sorprende cuando la sola
mirada ocre del rubio le responde todo lo que las palabras atoradas en su
garganta o echas un lío en su mente no permitirían. Kise reanuda el camino con
ese andar tan seguro, algo flojo pero firme a la vez, el andar de un jugador
confiado de sus habilidades, de un Modelo vanidoso seguro de sus encantos.
Kasamatsu le observó unos segundos antes de seguirle el paso, tal vez Kise es
menor y aún tienen ambos mucho qué aprender de la vida, pero cada día, cada
hora, cada minuto… cada aliento compartido o respiración exhalada con el rubio
bailoteando en sus pensamientos, aumentaba el cariño que el de ojos cromados
sentía por él.
Y eso en cierta forma, era lo que más le
asustaba.
Kise es un modelo y lo será probablemente
durante gran parte de su juventud. Es un prodigio no solo del baloncesto, sino
de cualquier deporte que se proponga practicar. Y él, un adolescente más
jugando a ganarse un lugar en el mundo del baloncesto estudiantil.
– Me
pregunto cuándo te darás cuenta de que puedes tener a alguien mucho mejor que
yo, Kise.
…
Sakurai había pasado demasiadas vergüenzas
esa tarde, ha sido imposible ocultar las marcas que Aomine ha dejado en su
cuerpo, visibles en el cuello, la clavícula y hasta en la espalda –el castaño
prefiere no recordar la forma en que aquellas marcas violáceas llegaron a
aquella zona de su anatomía– eran fácilmente reconocibles con el uniforme
puesto, fueron pues razón para que sus compañeros de equipo le hicieran
preguntas y trataran de sonsacarle el nombre de la responsable de aquellas marcas. Al final su rostro enrojeció
furiosamente por el comentario que Imayoshi hizo antes de entrar a los
vestuarios tras finalizar las prácticas.
– Es imposible que una chica deje tales
marcas. Se parecen más a las que hace un chico celoso que desea marcar su territorio.
Ni la sonrisa apacible del Capitán había sido
suficiente para ignorar el martilleo acelerado de su corazón, el castaño
observó a todos lados esperando darse cuenta de que nadie había escuchado, para
su desgracia más de algún compañero
lo había hecho, y le miraban con expresión extraña. La insinuación del Capitán
ha sido más que clara, Sakurai debía estar
saliendo con un chico.
Aomine ni siquiera se había inmutado, su
actitud desinteresada dolió al muchacho, le hubiera gustado recibir al menos
una mirada que le hiciera sentir tranquilo, apoyado. Pero el moreno seguía
hojeando su revista de Mai Horikita, tirado en la tarima superior con el
uniforme escolar calzado a su cuerpo. Entonces, avergonzado y tímido, Sakurai
simplemente susurró una disculpa -nada propio de él, que solía exclamar con voz
chillona- y desapareció de ahí sin siquiera cambiarse, echando el bolso al
hombro se despidió sin dirigirle la mirada a nadie.
– Sakurai-kun… – Ni el llamado de la pelirosa
le hizo detenerse, necesitaba marcharse de ahí. Momoi suspiró y luego con
mirada dura, fue directo a encarar al moreno… – ¡Aomine!
– ¿Qué quieres, Satsuki?
– Que te comportes apropiadamente y dejes de
ser tan egocéntrico. ¿Has visto lo que ha pasado al menos?
– ¿Lo que ha pasado con qué?
– ¡Con Sakurai-kun!
– ¿Ah? ¿Qué con él?
– ¡Aomine, no finjas que no sabes! ¿Qué es lo
que pasa contigo?
– No tienes que ponerte histérica, Satsuki.
– No lo haría si fueras un poco más
consciente de lo que haces. Sakurai-kun no es como Kuroko-kun, Aomine.
– ¿Qué mierda tiene que ver Kuroko ahora? –
Los ojos azul metálico abandonan finalmente las hojas de la revista y se posan
casi con furia sobre los femeninos. Momoi sabe que ha tocado un punto sensible
en la estructura mental de su amigo.
– Aomine, eres mi amigo y te quiero mucho;
pero no puedo permitir que lastimes a Sakurai-kun por ser tan egoísta e
inmaduro. ¿Sabes al menos por qué él te gusta?
– ¿Quién ha dicho que Ryo me guste?
– ¿Entonces por qué razón has dejado esas
marcas en su cuerpo?
Aomine pudo seguir jugando a no saber nada,
podría haberse hecho el desentendido al respecto; pero no tenía caso ocultarle
nada a Momoi, la chica tenía sus formas de saber muchas cosas acerca de él.
Hacerse el loco no ayudaría a sacarse a la chica de encima esta vez.
– Tenía hambre
y sacié mi necesidad, solo eso. No
significa que me guste.
– No puedes usarlo así nada más, Aomine.
Sakurai-kun es mucho más sensible y vulnerable que Kuroko-kun.
– Deja de mencionar a Kuroko, Satsuki… – El
moreno siseó, se puso de pie y emprendió la marcha... – Deja de meter tus
narices donde no te llaman. Si el idiota de Ryo pensó que me gustaba es su
problema, jamás le prometí nada.
––//––
Camino a su casa el castaño trataba de pensar
cómo ocultar las marcas que Aomine le ha dejado, y sobre todo, cómo evitar que
haga más de ellas. Sakurai presentía que el moreno seguiría buscándole para comerle, se lo había dicho desde la
primera vez, que le buscaría cada que quisiera. Y él admite con pesar que no
tendrá la valía para negarse, no solo porque tema al carácter del muchacho,
sino porque sabe que de todas formas no tiene la voluntad que viene del corazón
para negarse.
– Aomine-senpai realmente solo juega conmigo…
– Suspiró mirando sus pies al andar, la sombra de su silueta dibujándose sobre
la acera a cada paso que daba, los adoquines del Parque por el que atravesó
para llegar a su parada de autobús hacían eco bajo sus tenis, incluso si no era
gran cosa… – Ni siquiera soy una chica, si tanto le gustan los atributos
femeninos, por qué sacia su hambre
conmigo.
– ¡Hey, Ryo!
El castaño se paraliza, reconoce claramente
ese tono de voz grave llamándole con autoridad. Gira el cuerpo y se encuentra
con la figura del moreno, los ojos azules del muchacho atraviesan su débil
muralla y sacuden el interior de su mente, alcanzando incluso los latidos de su
corazón. Se acelera, arranca una carrera más agotadora que un desgastante
maratón.
– Aomine-senpai…
– Por qué te largaste así nada más… – Le
cuestiona sin rodeos, hay en su forma de mirar al castaño una sensación
escalofriante. Sakurai juraría que así es como se sienten las presas al acecho
de un temible depredador.
– E-estaba cansado. Lo siento.
– ¿Ah? ¿Y por qué mierda te disculpas?
– Eh, yo. No lo sé… – Admite y evade la
mirada con aire derrotado. Este es uno de esos momentos en los que piensa que
Aomine podría hacer con él lo que quisiera, y no se negaría en absoluto.
El moreno chasquea la lengua y distraídamente
mete las manos en los bolsillos de sus pantalones. ¿Qué hace aquí para empezar?
Simplemente podría haberse marchado a su casa, pero no. Está aquí, frente a un
silencioso y asustadizo Sakurai que parece aguardar cualquier orden de su
parte. Suspira frustrado y mira de soslayo al castaño. Le nota tan indefenso y
vulnerable que se le antoja darle
algunas mordidas, lamer su tersa piel y besar sus sedosos labios. Aomine se
muerde el labio inferior, ¿qué tiene este chiquillo que le hace sentir todo
eso?
– ¿Te han molestado los comentarios de los
demás? – Pregunta de pronto y no está seguro del por qué ha volcado su atención
en aquello.
Era más interesante comérselo. Aunque tuviera que ingeniárselas para secuestrarle por
ahí donde nadie les viera. Estando en la calle solo se le ocurría arrastrarlo a
su propia casa y no dejarle salir de su habitación. Aomine tenía entonces un
dilema, controlar sus hormonas. Porque sí, para el moreno todo se resumía a
eso, en su pensamiento lógico no había otra explicación.
– Creí que no te habías enterado,
Aomine-senpai… – Sakurai le mira entonces con sorpresa marcada en sus pupilas
chocolate. Al moreno se le estrujan las entrañas. Es mucho más apetecible con esa carita linda y las
mejillas bañadas de rosa.
– Hacían demasiado escándalo. No podía ver mi
revista de Mai Horikita cómodamente.
– C-claro. Lo siento.
– ¿Por qué te importa lo que digan o dejen de
decir? Ryo, no eres un niño, eres libre de hacer lo que te plazca. Salir con un
tipo o una tipa, dejar marcas o que te las dejen. Ignóralos y ya.
– Me hubiera… me hubiera gustado que
Aomine-senpai me mirara al menos. Pero solo mirabas tu revista, a una chica de
grandes pechos, de lindas piernas, de escultural cuerpo.
– ¿Y qué esperabas, Ryo? ¿Que dijera que era
el culpable de las marcas en tu cuerpo?
– N-no. Aomine-senpai tengo que irme ya.
Hasta mañana…
– Espera… – Su brazo sujeta con fuerza la
muñeca del castaño. Hay algo atorado en su garganta que se niega a salir. Pero
su cuerpo ha actuado por cuenta propia. Aomine frunce el ceño, detesta esta
vulnerabilidad innecesaria.
– Aomine-senpai…
– Cállate, Ryo. No puedo pensar con tu voz
grabada en mi cabeza.
El moreno le jala, acelera el paso y busca
algún sitio en el que ocultarse de miradas curiosas. Entran en un pequeño local
de videojuegos y luego atraviesa hasta los pasillos del modesto centro comercial.
Una cabina fotográfica se atraviesa en su campo de visión y sin pensarlo se
internan en ella.
– Aomine…
La voz del castaño se apaga cuando sus labios
son sellados por los del moreno, los brazos rudos y sus dedos toscos presionan
sobre sus hombros, sin embargo aquello ni siquiera le importa. La lengua de
Aomine se ha colado rápidamente en su boca y hace maravillas dentro, le hace
sentir avergonzado pero al mismo tiempo extasiado. Por supuesto, Sakurai está
enamorado. Lo perdonaría probablemente todo viniendo de él.
Las luces parpadean pero no se enteran. Una tira
de fotografías se desliza en la ventanilla. Escenas congeladas de un beso
desesperado.
…
– ¿Es
que alguna vez te di alguna señal de eso?
La pregunta había golpeado con fuerza la
mente de Takao. No. Esa era la respuesta que le taladraba el pensamiento desde
que se despidió de Midorima y prácticamente salió huyendo de su lado. No quería
pronunciar aquella negativa, sería como enterrarse un puñal en la espalda él
mismo. Lo que menos necesitaba era darle más motivos al peliverde para rechazarle.
– ¡Joder! ¡Ahora todo va de mal en peor!
Maldijo con frustración, jugando con la
pequeña pelotita de goma que golpeaba incesantemente el muro frontal de su
habitación. Ni todos los posters de jugadores de baloncesto profesional, ni las
luces parpadeantes de la esfera que cuelga del techo, ni el sonido estridente
de la música visual en su reproductor de audio, conseguían arrancarle de sus
meditaciones.
Porque no, no existían señales que hubiesen
ilusionado su corazón. Lo que había pasado con Takao Kazunari podría resumirse
en algo parecido al odio-amor. Al
principio no se habían llevado bien –técnicamente Midorima no se lleva bien con
nadie–, pero luego un día se vio a sí mismo hablando con el ojiverde y cuando
se dio cuenta, ya se sentía como si fuera su mejor amigo. Una noche se
descubrió a sí mismo teniendo pensamientos insanos con el chico. Shin-chan, así
es como le llamaba siempre, con la intención de molestarle, con la intención de
tener su atención.
– Y así, solo firmé mi contrato del demonio.
…
Kuroko se estaba quedando sin excusas para
avisarle a sus padres que llegaría tarde o que tendría que pasar la noche en
casa de su amigo Kagami. Comenzaba a sentirse culpable porque, lejos de
estudiar, lo único que estaban haciendo era besarse más y más, con más
confianza que días anteriores, con más anhelo también.
– Tetsuya… – El pelirrojo suspira y vuelve a
pasear sus labios por el cuello níveo del peliazul… – Tienes que pedirme que
pare.
– Pero no quiero que lo hagas, Taiga… – Jadea
a ojos cerrados y nota las pulsaciones ir en aumento, su pecho sube y baja con
la respiración más alterada a cada caricia candente de aquellos labios que
aprenden rápido y toman ritmo.
…
Izuki se terminó de secar el cabello, la
toalla mediana descansa sobre sus hombros para captar la humedad que aún queda
sobre sus mechones oscuros. Se ha puesto el pijama y decide mirar algunos
videos de jugadas espectaculares en la web. Se conecta a su red social casi por
costumbre, no es que haya algo novedoso de lo que se quiera enterar. La
ventanita parpadea en el borde inferior de su monitor. Es Kiyoshi quien le
habla. Emoticons con corazoncitos y sonrisas bobas adornan uno tras otro
mensaje.
– ¿Sales
conmigo a cenar mañana, Izuki?
El chico ojo
de águila suspira y observa la pantalla por minutos. Indeciso entre dar una
respuesta positiva o negativa.
– ¿Sabes
que he notado hoy mientras practicábamos? Que la forma en que tu silueta se
marca bajo el uniforme cambia con cada movimiento que realizas. Me gusta todo
de ti.
Las mejillas del menor de los dos se
ruborizaron al instante. Kiyoshi Teppei iba en serio con eso de mostrarle que en realidad gusta de él.
Continuará……
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