Capítulo 14. Para dolores del corazón, más que una
promesa de amor
~~*~~
Izuki corre con todas sus fuerzas, odiando
esas lágrimas que corren por sus mejillas y la razón de ellas. Corre con prisas
sabiendo que esos pasos que escucha detrás pertenecen a la carrera de Kiyoshi.
Y sabe, dolorosamente, que le dará alcance pues su zancada es mayor y el ritmo
de su carrera superior. No quiere que le alcance, pero al mismo tiempo sabe que
no podrá evitarlo. No, una parte de él quiere de hecho que lo haga. Anhela una
explicación, aunque sea burda y no alivie el dolor de su corazón.
– ¡Izuki! ¡Por favor espera!
– ¡No me sigas!
– ¡Lo que has visto ha sido un error!
– ¡Cállate!
Y el chico ojo de águila tropieza y cae, se raspa las rodillas y lastima las
palmas de sus manos. Llora a conciencia y se le agita el corazón falto de
aquellas emociones que durante días experimentó. Kiyoshi llega a su lado e
intenta socorrerle, pero es apartado de un manotazo por el menor de los dos.
– No me toques… – Escupe las palabras que
agrias se deslizan por sus labios.
– Tienes que escucharme.
– ¿Escuchar qué? ¿Hace cuánto te burlas de mí
a mis espaldas? ¿Desde el principio tal vez?
– No apresures conclusiones, te juro que no
ha pasado nada antes entre Hyuga y yo. Eso no es posible…
– ¡Se besaban! ¡Maldita sea Teppei, besabas a
Hyuga! – Espeta con los ojos inyectados de un dolor que estremeció al más alto,
poniéndose en pie y negando tercamente cualquier ayuda de parte del otro, los
raspones podían arder pero no era para nada equiparable con el dolor que
sacudía cada una de sus fibras sensibles…
– Ha sido el peor error de mi vida. Ni
siquiera sé cómo sucedió, yo…
– Te diré cómo sucedió… – Izuki siseó con
todo el dolor carcomiéndole las entrañas… – Tu idiota corazón habló por ti.
Jamás me has querido más de lo que le quieres a él, no nos hagamos más
estúpidos, Kiyoshi; terminemos lo que por principio de cuentas no debió
comenzar.
– ¡No! ¡Izuki no digas eso! Te juro que te
quiero. Más de lo que quise a Hyuga. Él me gustaba sí, pero…
– ¡Pero qué! ¿Besarle fue qué, un accidente?
– Un error. Izuki… – El mayor intentó
sujetarle nuevamente, temeroso de que, efectivamente, aquel error le costase lo
que de verdad quería.
– Te he dicho que no me toques… – El chico ojo de águila espetó, dando un paso
atrás y deseando emprender la huida pero sabiendo de antemano que al hacerlo,
el final sería el mismo. Kiyoshi le alcanzaría.
– Te lo ruego, Izuki; no termines lo nuestro.
– ¿Lo nuestro? – Suelta una risita que aunque
suena socarrona, ambos saben que desliza un dolor sin precedentes… – No tiene
sentido para mí que uses esa palabra, cualquier nosotros que pudo haber existido se derrumbó cuando besaste a
Hyuga. Así que déjame en paz, da media vuelta y haz lo que te dé la gana con
Hyuga. Me da igual.
Izuki avanza, se aleja varios pasos sin que
Kiyoshi reaccione. Se limpia el rastro húmedo de lágrimas y traga hondo
llevándose en aquel nudo de saliva todas las emociones que espera contener.
Poco le importa que haya gente mirando, que susurren a sus espaldas aquellos
comentarios que llegan a ser mordaces y malintencionados. Nada peor puede
suceder ahora que el chico de quien está tan enamorado haya roto su corazón.
– Te Amo, Izuki Shun… – Aquellas palabras
suenan tan cerca que consiguen estremecerle. Llora amargamente por ellas pues
ahora saben a hiel y queman.
Los brazos del mayor rodean su cintura y
detienen su caminata, el rostro de Kiyoshi cae en el hueco entre su hombro y
cuello, pronto algo húmedo moja sus ropas y hasta su piel. El mayor llora, y
parece un llanto sincero. Todo en él antes le resultó así de honesto, cada
sonrisa, cada mirada, cada beso, cada caricia y cada suspiro que salió de su
boca fue para él lo más sincero y hermoso que podía imaginar. Se sentía
realizado, completo, pleno. Y cuando intimaron, Izuki se juró a sí mismo que
repetiría ese hacer el amor toda su
vida si era con este chico al que su corazón había entregado.
– Te lo ruego, no termines conmigo. No me
dejes… – Ajusta sus manos a la cintura del más bajo e implora por su perdón.
Hay errores en la vida que no puede
simplemente explicarse. Suelen ser los errores más grandes, los que provocan
más dolor en quien lo comete y aquellos sobre los que repercute.
Kiyoshi sabe que pide demasiado, que una sola
acción inconsciente puede costarle aquel amor que realmente quiere en su vida.
Izuki tiembla, su mente es un lío porque, como era de esperarse, no tiene un
acuerdo con su corazón; una parte de él quiere responder afirmativamente, la
otra se niega en rotundo. Tiene miedo. De ser herido después más de lo que ya
se siente ahora.
– No sé si pueda confiar más en ti o en tus
palabras, siquiera en tus acciones, Teppei… – Solloza encogiéndose
involuntariamente contra el cuerpo del mayor, su espalda pegada al torso de
éste, y los latidos de su corazón traspasándolo hasta tocar el suyo. Le cree a
ese músculo, a ese agarre firme, a esas lágrimas que mojan su piel. Duda sin
embargo, del pasado que impulsa al inconsciente, de aquel sentimiento que tal
vez vuelva a conseguir que Kiyoshi le traicione.
--//--
Hyuga miraba a Riko, asustado de lo que ha
hecho, de lo que puede pasar ahora. No tiene idea de cómo explicarle a la chica
lo que sucedió. Ni siquiera sabe por qué besó a Kiyoshi. Porque sí, ha sido él
quien ha realizado el primer movimiento, han sido sus labios los que buscaron
los de su amigo.
Amigo.
Tan cercano, tan suyo, que se ha confundido
profundamente y ha querido averiguar de la peor manera lo que realmente
significa Teppei para él. ¿Ha sido cosa del destino que su novia se apareciera
justo en ese instante? ¿Qué habrá pasado con Izuki y Kiyoshi?
– Hyuga, ¿no dirás nada?
– Yo… Riko…
Y se atora. Las palabras no le llegan a la
boca, no se sabe capaz de elaborar pensamientos coherentes y todo lo que se
pasea por su mente es una serie de recuerdos de ambos jóvenes. De Aida Riko
siendo su amiga toda la vida, de Kiyoshi Teppei ganándose toda su confianza
incluso si recién se encontraron en preparatoria. Ambos son importantes, las
piezas medulares de su vida social, del logro de sus metas, del autonocimiento
de su personalidad. De tantas cosas.
– ¿Te ha gustado?
– ¿Qué?
– Besar a Kiyoshi, ¿es lo que realmente
quieres? ¿Hacer ese tipo de cosas con él?
La castaña pregunta sin soltarle la mirada.
Él traga hondo, le sorprende la serenidad en la voz de ella, le inquieta la
seriedad reflejada en sus ojos. Riko no se quiebra, no se deja vencer por el
dolor que le imprimió aquella escena, por el significado de aquel beso entre
dos chicos a los que le tiene un aprecio diferente. Ama a Hyuga, pero pese a
todo, no podría odiar a Kiyoshi. Ella sabe muy bien que en cosas del amor no se
manda.
– No… – La respuesta finalmente llega.
Hyuga camina hacia Riko, duda entre sujetar
su mano o intentar abrazarla. De todas maneras disculparse debería ir primero,
aunque adivina no serán palabras suficientes.
– ¿Por qué? – Riko pregunta, es lo que su
tembloroso corazón quiere saber con anhelo.
– No lo sé… – Hyuga presiente que esa no es
la respuesta que la castaña espera, sin embargo es lo más honesto que puede
decir en aquel momento.
– Entonces hasta que lo sepas y definas
claramente tus sentimientos, tú y yo volvemos a ser solamente amigos, Hyuga.
La determinada condición que Riko plantea se
siente como una fisura en el corazón, a Hyuga le duele como nada en la vida.
Comprende cuán importante es la muchacha para él pero también evita
precipitarse. No necesita liar más las cosas. Tendrá que disculparse antes con
Kiyoshi, sobre todo con Izuki. Cuando esté en
paz con ellos, no habrá dudas de que hace lo correcto.
Cometió un grave error, por supuesto que lo
hizo. Besó a su mejor amigo y resultaron cuatro corazones heridos. Solucionarlo
debería ser casi sencillo pues todo es cosa de justamente escuchar el corazón, pero
cómo hacerlo cuando se ocasionan dudas y resentimientos.
…
La visita a casa de Kuroko ha sido muy
provechosa, la mujer le ha aligerado la carga con su aceptación tan amorosa de
los hechos. Kagami se despide de la señora con una sonrisa y renovadas esperanzas
de que todo marche bien.
– Aunque me hubiera gustado que conocieras a
mi esposo, encuentro mejor que suceda de esta manera. Así podré hablar con él
antes de que lo hagan ustedes, y cuando eso pase, asegúrate de ser tan sincero
como hoy.
– Muchas gracias por su atención y
comprensión, Sra. Kuroko… – Hace una reverencia y da un paso fuera de la casa
de su novio. El peliazul le acompaña en silencio, parece metido en sus
pensamientos otra vez.
– Presentía que mi mamá sabía algo, pero no
estaba seguro de que tanto.
– Pero ha ido mucho mejor de lo que pensaba.
Ya creía que no podría siquiera convencerles de que no es malo que estemos
saliendo.
– Papá también lo aceptará, confío en ello.
Aunque lo más probable es que no sea tan cariñoso como mamá. Su personalidad es
un poco diferente… – Kuroko dijo y Kagami no supo a ciencia cierta cómo
interpretar aquellas palabras. No se imagina cómo podría ser la personalidad
del padre de su novio, la de su madre le ha encantado. Que sí, el hecho de que
los haya aceptado y ofrecido su ayuda le tiene completamente cautivado con la
mujer… – Incluso te sonrojas, estoy celoso de mi propia madre.
– ¡Ah! – Kagami le mira confundido, la
expresión del peliazul es adorable pese a que lleva ligeramente fruncido el
ceño. Su corazón galopa como potro desbocado otra vez, cada que lo mira se
enamora de él otro poquito como si no estuviera ya locamente enganchado a él.
– Quiero ser el único que te provoque
sonrojos, Taiga.
– Eres lindo, Tetsuya… – Sonríe e inclina el
rostro besándole una mejilla.
– Estoy celoso… – Aclara, como si realmente
fuera necesario hacerlo. El pelirrojo sonríe un poco más y asegurándole que lo
sabe, le abraza con cuidado fusionando con delicadeza sus labios.
– Solo tengo ojos y amor para ti, Tetsuya,
así que no seas celoso…
– Quiero dormir contigo hoy.
Cuando Kuroko menciona aquello el rostro de
Kagami se enciende al rojo vivo. De pronto piensa en el hecho de que su
relación ya no es un secreto para la madre de su novio y le entra infinita
vergüenza. Antes podían simplemente decir que tenían que estudiar o que era
demasiado tarde para volver a casa, o una serie de pretextos más que hasta
entonces les dieron buenos resultados. Habían sido meses de mentiras blancas
para poder estar juntos, pero mentiras al fin y al cabo. El pelirrojo se perdió
en aquel hilo de pensamientos, pero siendo tan transparente para el peliazul
que una sonrisa cruzó los labios del más bajo antes que tirar de la camiseta de
su novio y unir nuevamente sus bocas en un beso.
– Espérame, iré por un abrigo y avisaré a
mamá.
– ¡Eh, pero Tetsuya!
Sin embargo, nada detendría al peliazul de
compartir aquella noche con su novio. En realidad su madre ya le tenía un
abrigo y un bolso en el mueble junto a la puerta de entrada.
– Eres un adolescente mi Tetsuya, pero no hay
razón para desconfiar de tus acciones. Dile a Kagami-kun que no se preocupe por
lo que piense, sé que cuidará bien de ti.
Cuando el peliazul entregó el mensaje a su
novio mientras esperan su línea del autobús, el pelirrojo sintió el verdadero
peso de la confianza de la mujer. Cuidar de Tetsuya sería su meta toda la vida,
cuidarlo de todo y de todos, estar con él en las buenas y en las malas,
apoyarle y amarlo. Kagami pensó entonces también en las cosas que faltan en su
vida, como tal vez llevar su noviazgo a un compromiso más sólido como el
matrimonio. La sola palabra en su mente le produce un estremecimiento, es un
paso demasiado grande que dar.
– Taiga…
– Te haré feliz siempre, Tetsuya…
No hacen falta más palabras que aquellas, han
aprendido a conocerse tan bien que en ocasiones parecieran adivinarse el
pensamiento como si se estuvieran leyendo la mente. Es tan solo que han
aprendido a descifrar el brillo en la mirada del otro, la intensidad que
reflejan sus pupilas.
…
Ha transcurrido el tiempo. Kuroko tiene cinco
meses de gestación, Kise roza los cuatro y Sakurai anda sobre los tres y días. Las
cosas van bien para todos, el padre de Kuroko supo del estado de su hijo a
través de su esposa, pero no ha querido conocer a Kagami aún.
– No
estoy listo para conocer al chico que corrompió a mi hijo.
Aquella seguía siendo la principal razón. Y
aunque desanimaba bastante al pelirrojo, la sonrisa amable de la mujer y sus
palabras de aliento le animaban de sobremanera. Además, el peliazul también le
tranquilizaba diciéndole que era solo temporal, que ahora que comienza a
notársele un poco más la tripa ve a su padre emocionado con la idea de ser
abuelo.
Por otro lado, Aomine sigue sin saber del
estado de Sakurai. Momoi e Imayoshi parecen guardia personal del castaño,
siempre al pendiente de lo que hace o deja de hacer con él, prohibiéndole
incluso en ocasiones robarle sus alimentos y mandándole comprarse algo en la
cafetería.
– ¡Maldición! No me gusta lo que venden en la
cafetería, me gusta lo que Ryo prepara. Además es mi novio, tengo derecho a que
me comparta… – Argumentó esa tarde durante el período de descanso en el
entrenamiento.
– No puedes comerte lo que se comerá. Al
menos durante un tiempo lo mejor será que coma suficiente.
– ¿Ah? No entiendo nada de lo que estás
diciendo, Satsuki.
– Ya llegará el momento en que lo hagas,
Aomine.
La sonrisa de la pelirosa no le agrada al
moreno. Le hace sentir algo perdido pues no comprende de qué va tanto misterio
y tanta protección hacia el castaño.
– Oye, por qué actúan tan sobreprotectores
Satsuki y hasta Imayoshi contigo, me ponen de mal humor. Y tengo hambre.
– Puedes tomar lo que quieras, Aomine-senpai…
– Sakurai extiende su bento, sonríe con las mejillas rosadas y trata de ignorar
la curiosidad de su novio. El moreno achica la mirada, tendrá que sacarle la verdad a su novio después,
cuando estén a solas y no haya terceros metiendo sus narices donde no les
llaman.
…
Kasamatsu le quita el balón a Kise por
enésima vez durante el día.
– Ya te dije que no vas a entrenar más, he
hablado con el couch y puesto de pretexto que estás lesionado. Eso al menos por
ahora, hasta que se nos ocurra algo mejor que decirle.
– Pero quiero jugar~
– No en tu estado. ¿Acaso piensas exponer la
salud de nuestro bebé? – El de ojos cromados frunce el ceño en automático, a
veces le sorprende la actitud del rubio, tan despistado e irresponsable.
– No iba a esforzarme, solo algunos tiros y
un poco de movimiento… – Kise puchea, voltea la cara y luce enfadado. En
realidad sabe que está mal que quiera seguir su vida como si nada, con el
pequeño bulto resaltando en su tripa debiera tomarse las cosas con más calma
ahora. Tiene muchas cosas que ir modificando de hecho, pero le cuesta un poco
admitirlo.
– Ryota, hablemos de esto con calma hoy al
terminar el entrenamiento. Va siendo hora de que nos pongamos realmente serios
al respecto, tu estado no es algo que tomarse a la ligera.
El rubio asiente sin chistar, su novio tiene
razón. Además desde que supieron de su embarazo no se han sentado a hablar a
conciencia de ello. Se toca el pecho y siente el palpitar de su corazón, tiene
miedo, no puede evitarlo. Dar vida a otro ser es una responsabilidad mayúscula,
y después de todo ellos no son más que adolescentes.
…
A Takao le ha sorprendido por completo que
Midorima esté ahí.
– Deja de mirarme como idiota, apresúrate o
llegaremos tarde a clases… – El peliverde dice con su tono habitual,
desesperándose al percatarse de que el pelinegro sigue en trance.
Suspira y se acomoda los anteojos. Sabe que
debe ser sumamente inesperado que esa vez sea él quien pase a casa del
pelinegro para ir juntos a la escuela. Le ha costado un poco romper con su
rutina, pero se ha decidido a realizar algunos cambios –decisión que, acá entre
nos, ha tomado luego de consultar su horóscopo a primera hora del día. “Arriesgarse con las cosas que normalmente
no haría será signo de buena suerte”. Por supuesto, Midorima no iba a dejar
pasar esa señal.
– Takao… – Advierte, pero el pelinegro sigue
sin hacer otra cosa que parpadear cada tantos segundos. Le brota una venita
palpitando en la sien, está perdiendo los estribos.
– Pareciera signo del apocalipsis… –
Finalmente murmura el pelinegro.
– Idiota. Anda ya… – El peliverde da media
vuelta, su carreta está aparcada en la calle.
Esa mañana él ha tenido que pedalear hasta
esta dirección a la que realmente nunca había venido. Ha sido mera suerte que
supiera el domicilio porque el pelinegro se lo recordaba a menudo espetándole
que luego de llevarle a casa él tenía que apresurarse en tomar el metro y un
autobús para llegar a casa.
– Espera un poco, debo preparar mi desayuno.
– ¿Aún?
– Has llegado demasiado temprano. No iba a ir
por ti hasta dentro de veinte minutos.
– Tch.
Takao sonríe. Los cambios sutiles que
Midorima ha ido teniendo le gustan, le gusta todo de él claramente, incluso esa
personalidad que raya en lo odioso, pero eso debe ser parte del amor
finalmente.
– Pasa, te presentaré a mis padres ya que
estás por aquí.
Midorima abre los ojos desmesuradamente. ¿Qué
haría qué?
…
Izuki está a temprana hora en la consulta. No
se ha sentido bien en la última semana. El día anterior le mandaron a realizar
una prueba exhaustiva de análisis clínicos para determinar su estado de salud.
Continuará……
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