lunes, 16 de julio de 2018

Entrenando a Otosan. Capítulo 12.


Capítulo 12. En caso de emergencia, deshacerse del orgullo
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Takao siente que poco a poco Midorima le recuesta en la duela sin dejar de besarle. Estos besos son intensos, cargados de una pasión que no hubiera imaginado capaz al peliverde de expresar con aquellos gestos. Se pregunta qué está pasando por la mente del más alto y tiembla cuando siente las manos de su novio acariciarle los muslos y presionarse contra él de manera que sus caderas se friccionan alterándole los sentidos.

– Shin…Shintaro… – Jadea e intenta apartarle. Oh sí, después de tanto tiempo esperando moverle el piso al peliverde, ahora resultaba que era él quien quería cortarle el rollo… – Espera, ahh~

– ¿Quién te entiende, Takao? ¿No era esto lo que querías? – Midorima pregunta besándole el cuello, pasando sus manos debajo de la playera del pelinegro para acariciarle el vientre, sintiéndole estremecer y descubriendo que su calor corporal es capaz de ascender de la nada.

– Bueno sí, pero… – Suspira y entrecierra los ojos, sorprendido por la suavidad del tacto del peliverde… – Esperaba que tú lo desearas también, así parece que solo me estás siguiendo la corriente.

Midorima detuvo sus movimientos, se apartó y le dejó en libertad. Una libertad que a Takao comenzaba a pesarla demasiado, más de lo que podía siquiera comprender.

– Los horóscopos de hoy decían que los imprevistos podían hacer tambalear mi estabilidad sentimental. Asumo que esto es un imprevisto, no puedo dejar que nada influencié mi estabilidad, como quiera que sea.

– ¿Así que si los horóscopos dicen que no eres compatible con un escorpio, tú automáticamente terminarías conmigo? ¿De verdad solo haces lo que dicen los horóscopos?

– He regido mi vida de esa manera, Takao. Y lo sabes muy bien… – El pelinegro evadió la mirada. Vaya que lo sabe. Se levantó y sonrió con amargura. En su mente saltaban palabras de rompimiento, se sentía frustrado y vulnerable. Midorima sujetó su mano con una suavidad tal, que el corazón de Takao aumentó el ritmo como si se tratara de un auto de carreras en un circuito recto, libre de correr a toda velocidad… – También sabes que debes ser paciente. Esto de los sentimientos es… complicado para mí, Kazunari. No voy a soltarte palabras cursis, al menos no aún… – El peliverde carraspeó y miró hacia cualquier otra parte. Estaba avergonzado.

– Shin-chan, solo trata de no fastidiar mi primer amor… – El pelinegro sonrió y a cambio recibió un nuevo beso. Uno que se sentía como si fuera el primero. Dulce, suave, calmado. Los labios de Midorima eran tan sutiles para besar que Takao sintió que le temblaron las rodillas.

– No lo haré, Takao. Así que, formalicemos esto. Sé mi novio… – Dijo con las mejillas rojas, el pelinegro sonrió ampliamente, ladeando en sus labios una sonrisa pícara, divertida. Enamorada. Midorima pensó que, como siempre, tomaba lo mejor de los horóscopos y hacía de su vida una línea perfecta de victorias.


Sakurai no había querido contarle a nadie. De hecho todavía estaba aturdido por la noticia como para saber qué hacer al respecto. Que Momoi le haya dicho que estaba enterada se había sentido como un peso extra sobre los hombros para el castaño, lo que menos quería era decepcionar a nadie. Y temía que la chica le echara en cara que había sido su culpa por permitir que Aomine se aprovechara de él.

– ¿Piensas decirle a Aomine?

– No. Sería como si estuviera desesperado por tenerlo conmigo. Aomine-senpai no está enamorado de mí, Momoi-san, así que no tiene caso que le diga.

– Pero también es su hijo, Sakurai-kun; debe tomar responsabilidad y…

– No sé si seguir adelante, Momoi-san… – El castaño murmura ocultando sus ojos de la mirada de la chica.

La pelirosa abre los ojos desmesuradamente y se queda callada. No está segura de haber escuchado bien. Observa bien al chico y por un segundo intenta ponerse en su lugar para comprender cómo se sentiría, qué pararía por su cabeza. Qué haría ella si estuviera embarazada de un chico que no le demuestra un cariño sincero.

– Sakurai-kun, sé que Aomine es un idiota y te ha hecho sufrir, pero… – la chica sonrió suavemente mirando con ternura el vientre del castaño, básicamente plano… – Él ya es un ser vivo que crece dentro de ti, merece seguir adelante.

– Tengo mucho miedo, Momoi-san… – El castaño sollozó tragándose el llanto… – Aomine-senpai probablemente no le querrá, y estoy aterrado de todo. Mi familia no sabe, no sé cómo decirles, y tal vez todos se burlen de mí en la escuela.

– Que alguien se atreva a decirte algo malo y yo misma me encargaré de ponerle en su lugar… – La pelirosa dijo con determinación y movida por un instinto casi materno, abrazó al castaño tratando de transmitirle apoyo moral… – Te verás muy lindo con pancita y todo, y aunque tendré que sacarte del equipo mientras estás en este estado, tu lugar te seguirá esperando a tu regreso. Y sobre tu familia, no les conozco y no puedo ayudarte particularmente en nada, pero si algo fuera mal, no estás solo Sakurai-kun.

– Gracias, Momoi-san. Lamento darle tantas molestias.

– No digas tonterías, eres muy lindo Sakurai-kun, todos lo han ido notando conforme te conocen; y por favor, cree un poco más en Aomine.

– Él no me quiere, Momoi-san.

– Aomine es un bestia, te quiere es solo que aún no puede aceptarlo.

El castaño optó por no contradecirla. Una parte de él quiere creer en las palabras de la pelirosa, pero otra parte, la que está dolida por el comportamiento del moreno, solo espera que Aomine no le lastime más.

– ¿Le tendrás, verdad? No vas a renunciar a esa hermosa criaturita que crece dentro de ti, ¿cierto, Sakurai-kun? – La pelirosa le mira a los ojos, de pronto necesita saber con certeza que el castaño no hará alguna estupidez.

– Voy a tenerle. Y trataré de ser bueno para él o ella.

– ¿Se lo dirás a Aomine?

– No lo sé, Momoi-san. No sabría cómo decírselo.

– Como es. Dile que estás esperando un hijo suyo y ya, probablemente rabiará y se comportará tan bestia como siempre, pero luego recapacitará y vendrá a ti pidiendo disculpas con el rabo entre las patas.

Sakurai se permite una sonrisa, nunca había escuchado a la chica hablar de aquella manera pero se siente mejor, de alguna forma es como si hubiera encontrado una amiga. Él no había tenido amigos hasta ahora, aunque se lleva bien con sus compañeros de clase o de equipo, nunca se había sentido de esta manera.
Momoi sonríe, se avergüenza un poco y se jura mentalmente ser más cuidadosa, no es nada femenino de su parte comportarse de este modo. Aunque bueno, no es como si se pudiera poner a coquetear con Sakurai.

– Es usted muy fuerte Momoi-san.

– Habladora y algo impulsiva diría yo… – La pelirosa sonríe.

– Aomine-senpai le tiene confianza, le estima. Es usted afortunada, me gustaría poder entender a Aomine-senpai como usted.

– Solo te falta un poco de seguridad, Sakurai-kun; porque por lo demás, tienes a Aomine como nadie ha tenido hasta ahora, ni siquiera Tetsu-kun.

– ¿Eh?

– Aomine siente por ti algo más fuerte de lo que pudo sentir por nadie más.

– No es así. Aomine-senpai no me…

– Te quiere. Créeme cuando lo digo. Y sé que lo has notado. Te cela con todos los chicos.

– Solo porque le gusta sentir que tiene derecho sobre mí.

– Porque te quiere, pero es idiota y no sabe expresarlo. Imayoshi-kun también se ha dado cuenta, por eso lo fastidia más.


#2 aúlla y ladra, agita la esponjosa cola y hace escándalo, Kuroko bosteza y se cubre con las mantas hasta la cabeza, está demasiado cansado como para levantarse, además es sábado, no tiene nada qué hacer tan temprano. El can trepa a la cama y con una pata delantera comienza a golpear ahí donde sabe se encuentra el rostro del peliazul.

– Mh, Tetsu, déjame descansar un poco más. Te prometo que luego te sacaré a pasear… – El peliazul murmura revolviéndose un poco más bajo las mantas. Sería perfecto si Kagami estuviera ahí, sin embargo ha sido una de esas noches en que ha dormido en cada y no fuera de ella… – La casa de Taiga también se siente como mi casa… – Reflexiona aspirando el aroma de su camiseta, es del pelirrojo, la ha tomado prestada de su novio en una de las ocasiones en que ha dormido con él y la ha llevado consigo, para los momentos como ese, cuando le extrañe demasiado y solo quiera el aroma de su cuerpo junto al suyo.

El cachorro se echa al borde de la cama haciéndose ovillo, últimamente es todo más tranquilo con su dueño. Antes lo sacaba puntualmente todas las mañanas antes de ir a la escuela, o cuando el sol había despuntado los fines de semana. Pero hace algunos días todo ha cambiado, o bien su dueño no está, o bien prefiere dormir hasta más tarde.

Pero #2 es instintivo, y hay un aroma cada vez más diferente en su dueño. Además presiente una nueva vida creciendo en el vientre del peliazul, y aunque eso significa menos atención para él, está contento. Aparte ahora hay más ocasiones en que los otros amigos de Kuroko le prestan atención cuando le lleva a las prácticas, incluso el pelirrojo llega a cargarle, darle algunas caricias en las orejas y chasqueando la lengua soltarle con un ligero empujoncito que le resulta cariñoso.


Riko suspira otra vez, tamborilea el bolígrafo en su libreta pero su mirada está perdida en el exterior, el sonido del viento soplar y el murmullo de la noche le llega a través de la ventana. Debería estar terminando unas tareas y pulir las estrategias para los siguientes entrenamientos pero no se concentra, suceden demasiadas cosas alrededor como para pasarlas por alto. Kuroko con cuatro meses de gestación y su pronta separación del equipo hasta que sea capaz de retomar los entrenamientos, ella y los demás ya no estarán tanto tiempo para pasar en preparatoria. Ha descubierto que Izuki y Kiyoshi van más que en serio, el mayor no mintió cuando dijo que con Hyuga sus sentimientos se aclararon y quedaron solo en amistad.

Exhala y cierra un momento los ojos, debiera dejar de pensar tanto y enfocarse, pero le resulta imposible, con Hyuga todo iba bien hasta que comenzó a notarle más arisco que de costumbre, pendiente de las muestras de afecto entre los chicos del equipo, preocupado quizá de que sus relaciones sentimentales les distrajeran del verdadero objetivo, seguir siendo los mejores. Y es que no es solamente Izuki con Kiyoshi que cada día le han ido perdiendo más la vergüenza a abrazarse o besarse en cualquier oportunidad durante las prácticas; sino también Kuroko y Kagami, con un pelirrojo sobreprotector que no tolera que nadie toque siquiera por inercia al peliazul, maldiciendo cada dos por tres y exigiéndoles a todos tener cuidado con el más bajo.

– Se solucionaría un poco si se decidieran en contarles la verdad. Supe por Kuroko que Kise y Momoi están enterados ya, faltará que se entere antes la Generación de los Milagros y entonces más de alguno de los chicos se sentiría dejado de lado. Aunque también los entiendo, Kagami y Kuroko han estado ocultando de sus familias lo de su noviazgo y más aún lo del embarazo. Debe ser difícil estar en una situación como la suya, si de por sí es complicado cuando una chica queda embarazada a tan corta edad, que lo esté un chico debe ser una bomba.

Deja el bolígrafo sobre su cuaderno y estira los brazos, bosteza y apoya la barbilla en la palma de su mano mirando de nuevo el horizonte, los tejados y edificios casi totalmente a oscuras se entretejen en la semioscuridad de la noche, las luces municipales alumbran las calles y el maullar de gatos se mezcla con el silencio.


Kuroko está feliz, el apoyo de sus compañeros de equipo se siente fenomenal. Kagami está avergonzado, rehúye de las preguntas indiscretas que hacen los chicos, incluso los de primer año como ellos aprovechan la situación para burlarse de él, no hay malas intenciones, solo buena vibra. Hyuga les ha reclamado haberse esperado tanto para decirlo, luego algo hizo clic en su mente y entendió por qué Riko había estado manteniendo al peliazul en otro nivel en los entrenamientos.

– Riko, tú lo sabías… – Asevera, y se siente molesto. Aunque ella sea la entrenadora, él es el Capitán y debieran haberle confiado la noticia antes.

– Kuroko me lo ha dicho porque no tenía opción, Hyuga-kun.

– Y tú tendrías que haberme enterado.

– No era mi decisión, sino la de ellos. Es algo demasiado personal, Hyuga-kun.

– Aún así… – El Capitán refunfuña y la castaña sonríe divertida. Es como una lucha de poderes, el chico se ha sentido desplazado… – Pero bueno, hay muchos ajustes qué hacer ahora.

– Ya tengo algunas ideas, hablemos luego, ¿bien? – Ella le sonríe, una sonrisa cristalina que hace enrojecer al muchacho.

Hyuga asiente y se une a las felicitaciones para Kuroko y Kagami. También llama la atención a Kiyoshi por hacerle proposiciones indecorosas a Izuki ahí delante de todos.

– Solo le estoy diciendo que tal vez tendríamos que practicar otras formas de hacer el amor, mi Shun se verá hermoso con pancita… – El mayor comenta con esa expresión de bobo enamorado que parece no se le borrará nunca de la cara.

– ¡De eso te digo que no hables, tonto!

Izuki suspira resignado, con el rostro completamente colorado, pero sereno. Se siente bien estar así. Y honestamente, no le parece mala idea ser mamá, le gustaría ese privilegio.

Kuroko se acerca a Kagami y tira de su oreja llamando su atención como si fuera un crío. El pelirrojo le deja tratarle como quiere porque de todas maneras son sus formas de llevarse.

– Me duelen los pies, Taiga. Cárgame~

– ¡Tsk, idiota!

Casi parece mentira, cuando Kuroko quiere ser tierno no hay grandes cambios en su expresión, pero sus ojos son transparentes como el agua. Kagami ha comprendido que esa es su mayor debilidad, los grandes ojos azules de su novio. Se sienta en la duela y le atrae a su regazo, ni cinco minutos después el peliazul dormita entre sus brazos, a todos les da ternura, y terminan haciéndoles fotografías. Kagami suspira y acomoda los mechones azules en la frente del más bajo, sonríe y le besa casto en los labios, Kuroko suspira entre sueños. Están enamorados, aún faltan cosas por hacer.


Kasamatsu quiere darle una sorpresa a Kise, piensa en qué podría ser pero la luz no llega a sus ojos. Descarta los regalos porque duda que haya algo que el chico de acomodada posición económica necesite algo. Una cena romántica parece bien, pero espera reservarlo para cuando sea al menos su primer aniversario, que además tendrá que ahorrar dinero suficiente. Una salida al cine es algo que hicieron incluso antes de salir como pareja.

– Estoy muy limitado de ideas, debería pedirle consejo a alguien… – El de ojos cromados piensa en sus amigos y hasta imagina pateándolos a todos porque son mala idea para pedir consejo.

Luego piensa en su mamá. Suena loco, y hasta estúpido, pero se arriesgará. Aunque primero tanteará el terreno, su mamá es de mente abierta, y con ideas bastante alocadas cuando se lo propone.


Kagami respira profundamente, se alisa la camiseta y carraspea nerviosamente. Está parado fuera de la casa de Kuroko, esa noche finalmente les dirán a los padres de su novio que están saliendo, y que están en camino a ser abuelos. Un nudo se le atraviesa en la garganta, es una noticia demasiado grande y él está demasiado nervioso para pensar con claridad. Está tan tenso que su cuerpo no le responde, está clavado en el suelo de la acera fuera de la casa. Es domingo y apenas hace unos días vieron por primera vez a su bebé creciendo en el vientre de Kuroko. La eco había sido toda una experiencia, él casi se desmaya de la impresión y Kuroko hasta derramó unas lágrimas de felicidad cuando pudo ver a su pequeño en la pantalla del aparato con que realizaron la prueba.

Suelta el aire y se decide en llamar finalmente. No hay más tiempo qué esperar. Toca el timbre y espera pacientemente, una menuda mujer de cabello largo en tonos azulados le abre.

– Buenas noches.

– B-buenas noches, Sra. Kuroko… – aclara la garganta y se recuerda que está ahí básicamente de sorpresa, apenas esa mañana se decidieron y Kuroko simplemente le dijo que esa noche sus padres estarían en casa y podrían aprovechar…

– ¿Eres amigo de mi Tetsuya?

La pregunta le llega de golpe y sacude sus pensamientos. Kagami asiente y se convence de que es una mentira pequeñita que en cualquier momento habrán de aclarar. La mujer le sonríe y se aparta invitándole a pasar.

– Tetsuya mencionó que tal vez vendría alguien a visitarnos, y ha estado inquieto preguntando a qué hora llega su padre.

– ¿El Sr. Kuroko no se encuentra?

– Ha tenido que salir al aeropuerto para recoger a un pariente suyo que estará de visita con sus padres, pero volverá en un rato. ¿Sucede algo malo, jovencito?

– ¡Disculpe! Me llamo Kagami Taiga, es un gusto conocerla, Sra. Kuroko.

– Oh, tú eres el amigo de nuestro Tetsuya con quien se queda tantas veces a dormir. Tetsuya dice que vives solo.  

Kagami asintió, entró a la casa y respiró profundamente una vez más. Sería una tarde larga. Cuando vio a Kuroko y el peliazul le sonrió con cariño, sus mejillas se ruborizaron al instante. Esperaba que la Sra. Kuroko no se enterara, necesitaba al menos unos minutos más para terminar de mentalizarse.


Imayoshi frunce el ceño. Está enojado, verdaderamente enojado –carácter que rarísima vez muestra–, se acaba de enterar de que Sakurai está embarazado, nada más y nada menos que del desgraciado de Aomine. El castaño se sonroja y se encoge en su sitio, no tenía contemplado que nadie más supiera de su estado, pero conversando con Momoi se distrajo y no se dio cuenta de que el Capitán les escuchó al llegar al gimnasio. Las prácticas habían sido extrañas, con la analítica mirada del capitán sobre él todo el tiempo.

– ¿Y el idiota lo sabe?

– Sakurai-kun no ha querido decírselo aún, Imayoshi-kun.

– ¿Por qué no se lo has dicho, Sakurai?

– ¡Lo siento! Es… complicado.

– Si ese idiota no se hace responsable, tomaré su lugar.

– ¿Eh? – Tanto Sakurai como Momoi parpadearon confundidos.

Imayoshi se acomodó los anteojos y luego se fue a los vestidores para cambiarse el uniforme escolar por el de entrenamiento. Aomine valoraría a Sakurai de una manera o de otra, y ha visto que el único modo de hacer entrar algo en la cabezota del moreno es provocándole. Sakurai es para él como un hermano pequeño, no tiene ningún sentimiento romántico hacia el chico, quiere protegerle y cuidarle porque lo merece, pero sabe que el castaño solo será feliz a lado del idiota de Aomine. Se siente como el hermano mayor que no está de acuerdo con los gustos de su hermanito pero resignadamente tiene que admitir al usurpador en la familia.

Cuando Aomine llegó al gimnasio dispuesto a ignorar a todo mundo y sentarse a hojear sus revistas de Mai Horikita –aunque la silueta femenina no le causara para nada emoción alguna y todo lo que hiciera mientras finge atender la dichosa revista, fuera pensar en Sakurai, en su calor y en la falta que le hace tenerlo servido en bandeja de plata–, todo plan se fue al demonio porque se percató de inmediato cómo Imayoshi estaba más al pendiente del castaño que de nadie más.

– Tsk, maldición. Estúpido Ryo.

Decidido a hacerse el desinteresado hizo lo que ya había pensado. La revista no tuvo su atención ni por un segundo, todos sus sentidos estaban al tanto de Sakurai, y se enteraba de las constantes preguntas de Imayoshi sobre su rendimiento o si estaba mareado, si necesitaba agua o tomar un descanso.

¿Desde cuándo ese idiota de Imayoshi le trata como si fuera un debilucho? Ryo es lo suficientemente fuerte.

Aomine farfullaba en pensamientos, demasiado celoso como para que su aura asesina no fuera notada por el equipo. Wakamatsu le había molestado un par de ocasiones, y había descargado parte de su frustración en él, pero no era suficiente, porque esa vez el culpable de su estado de ánimo no era Wakamatsu, sino Imayoshi.

Inteligente como es, y observador innato; Imayoshi ideó un plan. Cuando las prácticas terminaron insistió en acompañar a Sakurai a su casa, sabía que Aomine les estaba prestando atención. Aunque el castaño quiso negarse, fue imposible conseguir su cometido. Antes de llegar a su casa pasaron por una callejuela más bien oscura y poco transitada.  Aomine les había seguido de cerca –se sentía como un estúpido acosador–, pero luego, al percatarse de su pensamiento, decidió que él no era de los que perseguían a nadie, menos a un simplón como Sakurai –pero ponía su mundo patas pa’arriba así que–. Iba a darse media vuelta cuando escuchó unos ruidos venir del sitio donde les vio por última vez. Dispuesto a ignorar lo que fuera, Aomine dio media vuelta, pero entonces escuchó claramente el tono de voz de Sakurai y todas sus alertas se dispararon. ¿Qué demonios estaría haciendo el castaño? Aguzó el oído y lentamente comenzó a avanzar hacia allí, los murmullos se iban haciendo más claros.

Imayoshi-senpai, no está bien.

– No te preocupes, Sakurai. Relájate.

– N-no… no creo que debamos.

– ¡Qué demonios! – Blasfemó entre dientes, tensando los puños y caminando a paso veloz se internó en aquella calle, entonces dejó de oír murmullos. Una imagen se dibujó de inmediato en su mente, y al momento de acostumbrarse lo suficiente a la semioscuridad, la realidad no distó mucho de ella… – ¡Imayoshi! – Bramó lleno de ira.

El Capitán sonrió, era justo lo que esperaba que sucediera. Aomine se le fue encima apartándole de Sakurai. El castaño se sorprendió al ver al moreno ahí, no es que estuviese haciendo propiamente algo malo con Imayoshi, aunque el más alto había sugerido besarle y él no se había precisamente negado.

– ¡Aomine-senpai! ¡Basta, déjelo!

– ¡No te metas, Ryo! ¡Les advertí a todos que se alejaran de ti! ¡Ryo es mío, mío!

Aomine alcanzó a propinarle un par de patadas a Imayoshi, pero cuando sus puños buscaron golpear el rostro del Capitán, él se había movido esquivándole y en un ágil movimiento consiguió estamparle contra el muro. Sakurai chilló preocupado, incapaz de interponerse entre dos bestias.

– ¿Tuyo, Aomine? ¿Acaso Sakurai es un objeto?

– ¡No te incumbe!

– Claro que sí. Decídete de una vez, Aomine. ¿Quieres o no a Sakurai? Pero piensa bien tu respuesta, porque si solo vas a actuar egoístamente como hasta ahora, no voy a dejar que tú te acerques a él otra vez, ¿entiendes, Aomine?

El moreno vio en los rasgados ojos de Imayoshi que estaba hablándole demasiado en serio. Pero Aomine no se dejaba amedrentar por nada ni nadie, las amenazas con él no funcionaban. Si continuaban midiendo sus fuerzas, probablemente él cedería primero. Está agotado, no ha dormido bien y tanto pensar en el castaño ha consumido mucha de su energía.

– Basta… – Ambos escuchan el susurro del castaño, que a un lado no había hecho más que mirar con impotencia la pelea de los chicos; tiembla y se siente molesto con ambos. Imayoshi podrá tener buenas intenciones pero a su manera no hace más que hacerle sentir como un crío indefenso incapaz de ver por sí mismo… – No le pertenezco a nadie, ni soy un trofeo que deban disputarse. Yo le quiero Aomine-senpai, pero no voy a dejar que siga aprovechándose de eso para hacer conmigo lo que quiera. Y le estimo mucho, Imayoshi-senpai, pero no quiero que haga nada al respecto. De ahora en adelante me valdré por mí mismo.

– Sakurai.

Imayoshi suelta al moreno y sonríe, está de acuerdo con la actitud del castaño. Aomine sigue en shock. Sakurai ha dicho que le quiere, de nuevo. Desarma en su interior una estructura levantada a lo largo de su vida, ni siquiera Kuroko había conseguido esto, claro que podría ser por el hecho de que con el peliazul lo suyo había sido una química diferente. No, correctamente dicho solo había sido química, con el castaño es, más que solo química.

– Imayoshi-senpai, ¿le importaría dejarnos a solas? Por favor.

– Como tú digas, Sakurai… – Se aleja y al pasar junto al castaño le revuelve el cabello en un gesto cariñoso. El más chico sonríe en agradecimiento, se siente como si un hermano mayor hubiera estado ahí. Aomine siente celos, pero esa vez se contiene… – Hazle algo y de cualquier manera te las cobraré, Aomine.

– Lárgate ya, idiota… – Le gruñe de mala gana, pero por primera vez desde que le conoce, Imayoshi se percata de que está siendo respetuoso, dentro de lo esperable en él… – ¿Qué se supone que hacías con él?

– No es momento de que me cuestione nada, Aomine-senpai. Esta vez soy yo quien hablará…


Continuará……

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