Capítulo 10. Para celos de bestia, un empujoncito sin
tregua
~~*~~
El "así que" se queda en el aire.
Midorima está en blanco, no sabe qué más decir. O quizá lo sepa pero no quiere
decirlo. Lo que sea, las palabras han muerto en su boca y se han esfumado de su
pensamiento inmediato. Takao le sostiene la mirada, sus ojos negros lucen
molestos, ansiosos, desesperados. Midorima presiente que probablemente ha
desatado la ira en el más bajo.
– Así que… – Takao repite, está instándole a
continuar porque él necesita que lo haga. Necesita saber qué hay en la cabeza
del ojiverde o terminará golpeándole su atractiva cara de limón amargado. Una
sonrisita escapa de sus labios ante su último pensamiento, al prodigio aquello
le confunde y le pone de mal humor.
– ¿En qué mierda estás pensando, imbécil?
– ¿Te atreves a preguntarme eso cuando eres
tú quien acaba de besarme de la nada? Eso es tener agallas, Shin-chan… – El
pelinegro se permite otra sonrisa. Nota el ceño del más alto fruncirse, sabe
que le ha picado en su orgullo. Se siente bien hacerlo.
– Eso… – Midorima carraspea y se aparta,
finalmente, del cuerpo del pelinegro… – Ha sido un impulso sin sentido.
– ¿Así que me has besado por las puras? Lindo
de tu parte, Shin-chan, considerando los últimos hechos en torno a los dos.
– No estoy enamorado de ti, Takao… – El
ojiverde advierte, o al menos el tono de su voz ha sonado de esa manera. El
pelinegro se ríe en su cara y agita la cabeza en negación, la frustración
burbujea en el interior del prodigio.
– Por supuesto que no, me has besado nada más
porque se te ha dado la gana. Dudo que me hayas confundido con una chica, así
que tendrás que hacer algo mejor que solamente aclarar que no se trata de que
estés enamorado de mí, Shin-chan.
– Estúpido Takao, estabas hablando con Miyaji
con demasiada confianza; y has estado ignorándome. Y hoy es un día vital para
mí, los astros lo han indicado, es tu maldito deber tomar responsabilidad de
eso… – Midorima gruñe perdiendo algo de su fría paciencia. Ni siquiera tendría
que haber soltado todo eso, pero el pelinegro le está atrofiando el cerebro y
crispa sus nervios, su pulcra capacidad de autocontrol se va a la mierda con
una facilidad que le cincha un golpe bajo en el orgullo.
– No tengo nada qué ver con esa manía tuya de
guiarte por los horóscopos, no me molestes con esa idiotez. Y he platicado con
Miyaji como cualquier otro día y como con cualquiera de nuestros compañeros.
Por si no lo has notado tengo amigos, no soy un maldito engreído y presuntuoso
como tú, Midorima.
El ojiverde achicó la mirada con dureza. Una
máscara para ocultar lo que ha resentido esas palabras. Él nunca ha necesitado
amigos, desde que estuvo en Teiko no los había necesitado. Kuroko, Kise,
Aomine, Murasakibara o Akashi, no fueron amigos, solo compañeros de equipo que
compartían una sola cosa en común: talento nato para el baloncesto.
– Siendo así, por qué te enamoraste de mí por
principio de cuentas. No necesitas a un maldito
engreído y presuntuoso como yo en tu lista de amores fallidos, Takao.
Midorima dice con lo que intenta suene como
un tono altanero, un tono que disfrace ese dolorcito que le aguijonea el
interior. Takao balbucea incoherencias y sus ojos negros de pronto lucen
arrepentidos, como si su voz o la expresión seria en cara del ojoverde no
hubiese sido suficiente para ocultar el significado de sus palabras, ese
reclamo inocente pero sincero que va mezclado con la supuesta indiferencia.
Takao se muerde el labio inferior y sostiene con fuerza las solapas de la
sudadera del uniforme, evita que se marche, que se vaya con la idea errónea.
– No me malentiendas, Shin-chan. Lo que
siento por ti es mucho más fuerte e importante que lo agria que sea tu
personalidad… – El pelinegro sonríe y nota el ceño fruncido pronunciarse al
centro del rostro del otro… – Vamos Shin-chan, todos sabemos que no tienes una
personalidad fácil, y no me importa en verdad. Tú lo dijiste, por qué me
enamoré de ti siendo como eres… – Suspiró y clavó sus ojos en los esmeralda del
más alto… – No tengo ni una poquita de idea, solo sé que te quiero de esa
manera Shin-chan. Me pasan todas esas cursilerías del enamoramiento que escuchamos
decir a nuestras compañeras, pero no me pasan con chicas, sino solo contigo.
– Cállate ya, Takao… – El ojiverde demanda
con tosquedad. El pelinegro sella los labios e incluso simula que pone su boca
bajo candado y se deshace de la llave tirándola por ahí.
Midorima se talla las sienes, se acomoda los
anteojos y respira profundo. A Takao no le resulta difícil hablar, a él por el
contrario se le mezclan las palabras en la mente y se le atoran en la garganta.
Los horóscopos deberían echarle una mano en situaciones como estas, pero todo
lo que su suerte ha indicado en los últimos tiempos es que el amor pondría su
mundo de cabeza.
Takao aguarda pacientemente, aunque no sepa
bien qué es eso que está esperando. De cualquier forma, tenerle ahí, tenso y pensativo,
se siente como un gran paso para él. Como si hubiera derribado la última capa
de gruesa resistencia en la coraza del ojiverde. Ahora solo había que tratarle
como al puercoespín, buscarle pacientemente el lado por el cual sujetarle. O quizá que él solito conforme se vaya
sintiendo seguro de sus emociones, se
acercaría como lo hizo en ese momento al besarle. Vale, el beso ha sido por
impulso, pero para el caso se trata de una muestra de sentimientos, de ganas de
estar con él.
– Kazunari, no te voy a pedir nada en
específico. Simplemente vamos a salir, tantas señales de los horóscopos deben
significar algo, y tú has estado metiéndote en todo como agua minándose por
todas partes.
– Ah, joder, adiós al romanticismo contigo.
– Púdrete, idiota.
– También te quiero~ Shin-chan.
Definitivamente lo de ellos, sería todo menos
normal dentro de lo normal que puede llegar a ser una relación gay.
...
A Kuroko le llama la atención el hecho de que
Kagami siga conservando el anillo que sella su amistad con Himuro. No es que le
moleste -demasiado- el que lo siga
usando en la cadena al cuello, tan solo le da un poco, poquitito de celos que a pesar de todo siga siendo tan importante
como para no dejarlo ni un solo día.
– Taiga, ¿has hablado con Himuro-kun
últimamente?
– Ahora que lo mencionas, no.
– Entonces, ¿no sabe de lo nuestro?
– No.
– ¿Se lo piensas decir?
– No lo sé.
Kuroko frunció ligeramente el ceño, parecía
que le estaba sacando las palabras a tirabuzón. Se llevó otro trozo de sushi a
la boca y desvió la cara con aire molesto, Kagami se dio cuenta de eso, suspiró
y trató de serenarse -desde que su novio está embarazado no ha tenido más
opción que aprender autocontrol, más de una vez por impulsivo el peliazul le
había castigado con su indiferencia,
negándole su mirada o el tono de su voz, por supuesto también sus besos y sus
sonrisas; el pelirrojo comprendió que ahora su vida sin aquellos gestos no
tenía sentido-.
– ¿Quieres que se lo diga?
– No es lo que yo quiera… – Contesta pero su
tono suena algo severo, celoso más bien.
Piensa decirle la verdad, pero al mismo
tiempo siente que no sería correcto. No es como si Kagami fuera a dejarle así
nada más, le ha demostrado que lo quiere. Aún así, Himuro le hace sentir incómodo,
su lazo con Kagami. El significado de ese anillo. Ni siquiera él tiene una
sortija, y tendrá un bebé con el pelirrojo.
– Tetsuya, tienes que ayudarme en esto, sabes
que soy muy torpe para algunas cosas. No es que no quiera decirle a Tatsuya que
estoy contigo o que vamos a ser padres, es simplemente que no he pensado en
ello, ni creo que vaya a afectar de ninguna manera lo que tengo contigo o mi
amistad con él.
– Lo que diré sonará egoísta, pero me molesta
que aún uses el anillo en tu cuello, Taiga… – Kuroko dijo sinceramente,
suspirando y bajando la mirada. Luego de escuchar a su novio se sentía algo
bobo… – Nosotros no tenemos algo así.
– ¿Quieres… – Carraspeó aclarándose la
garganta… – Ya sabes, quieres que tengamos anillos, como de compromiso?
– No es eso. No exactamente. No sé. Solo es
que no puedo evitar sentirme celoso del lazo que tienes con Himuro-kun.
– Tetsuya, ningún lazo con nadie va a ser
nunca tan fuerte como lo que me une a ti. Tatsuya, los chicos del equipo, mi
padre o cualquier otra persona no son como tú; porque a ti te amo, porque tú
llevas en tu vientre el fruto de esto que sentimos. Eso es mucho más valioso,
más fuerte, un lazo realmente irrompible, que solo tengo contigo, Tetsuya.
El pelirrojo le abrazó acunando su figura
contra su cuerpo. Kuroko suspiró emocionado, Kagami podría decir que es torpe,
poco romántico o que no sabe cómo hacer las cosas con él; pero siempre consigue
aligerar sus tensiones y brindarle seguridad. Incluso si solo le abraza, si le
mira o le besa, el peliazul tiene suficiente para sentirse bien.
...
Izuki jadeó con las mejillas arreboladas de
carmín. Esta será la primera vez que se permitan llegar más allá de los besos
apasionados o las caricias superfluas. Kiyoshi recorre su torso con besos suaves,
sin llegar a lamer siquiera un trocito de piel, pero alterándole de sobremanera
con su simple aliento caliente, con el tacto de sus manos ásperas y grandes.
– Teppei… – El de ojos rasgados arqueó el
cuerpo involuntariamente cuando una mano de su novio descendió por su cuerpo
serpenteando por encima de su entrepierna y acariciando fervientemente la parte
interna de su muslo. El pinchazo que electrificó su erección le hizo sentir
avergonzado y excitado a partes iguales.
– Te deseo tanto, Shun… – Las palabras del corazón de hierro resuenan en los oídos
del menor con erótica insinuación. La lengua de Kiyoshi finalmente emerge con
intención, lame el blanco cuello y se desliza hacia abajo hasta llegar al
ombligo, más hacia el sur el anhelo del más alto palpita deseoso de ser atendido.
A Kiyoshi no le entra reparo alguno en
desnudar, aunque sienta vergüenza, su seguridad ante lo que hace con Izuki es
más fuerte. Y la participación activa de su novio incentiva cada una de sus
acciones. Las prendas eran un curioso desorden en el piso de la habitación de
Kiyoshi, los jadeos mal disimulados y el carmín adornando porciones de piel a
lo largo de sus cuerpos el reflejo de sus excitaciones, del calor, del placer.
El sudor perlado la consecuencia natural de su entrega. Aunque hasta el momento
todo ha sido juegos seductores entre
caricias, besos y miradas cómplices, se siente como si hubiesen alcanzado un
nivel de excitación cercano al orgasmo.
Cuando Izuki contempló por primera vez la
virilidad de Kiyoshi, tragó hondo. Todo en Teppei es grande. Un intenso sonrojo cubrió el rostro del más bajo, acaba de
imaginarse aquel trozo de carne enterrado en su interior. Dolor y placer se
mezclaron en su fugaz fantasía de manera tal que casi colapsa su mente.
– No sé qué estás pensando, Shun… – Kiyoshi
le trae de vuelta a la realidad, y él se avergüenza.
– Va a doler más que solo doler con
normalidad, Teppei… – Asegura cerrando instintivamente las piernas.
Su mirada cae sobre aquella parte de la
anatomía del corazón de hierro y es
suficiente para que todo cobre sentido en el pensamiento de éste. El tronco se
agita entonces bajo la mirada de Izuki, le ha excitado otro poco. Y no es que
Kiyoshi sea sádico, es que le resulta adorable y erótica la manera en que su
novio permanece ahí, de piernas cerradas pero mirándole con una intensidad que
raya en la locura.
– No tenemos que hacerlo si no quieres, Shun.
– ¿Bromeas?
– No.
– Llevamos tres meses saliendo, no pienso
retractarme solo por un poco de miedo. Además, vas a mimarme, ¿no?
– Por supuesto… – Dicho lo cual la mano del corazón de hierro rodeó el falo del ojo de águila. Un estremecimiento
sacudió el cuerpo del más bajo, y un jadeo ahogado brotó de su garganta.
– ¡Teppei! Ahh~ – Izuki sintió que
rápidamente se le nublaban los sentidos. La mano de su novio es grande, le
rodea con una facilidad increíble, y cuando sube y baja bombeando su erección,
le hace sentir mareado.
Kiyoshi le observa y se emboba con la imagen
erótica de su novio, la forma en que jadea, cuando gime su nombre, cómo le
resulta casi imposible mantener los ojos abiertos, lo rojo de sus mejillas, el
sudor resbalando por su contorno, el pelo pegándosele en la frente, la
inestabilidad de sus movimientos, la curva que marca su cintura cuando la
espalda se sacude presa de una oleada de placer. El corazón de hierro nunca pensó acerca de las ventajas de lo grande de sus manos más allá del baloncesto, pero en
ese momento definitivamente lo agradece. Porque mientras su palma rodea el
tronco al bombear, su pulgar juega en la punta, presionando suavemente ahí
donde la fisura en la cabeza rojiza del pene se le antoja para chupar, morder y
lamer.
Las fantasías acerca del sexo con la persona
que te gusta no tienen punto de comparación con la realidad de hacer el amor con el chico que ama.
...
Kuroko y Kagami pasean por el centro
comercial mirando los escaparates de las tiendas de artículos para bebé y el
hogar, necesitan ir haciendo un balance de los gastos que necesariamente
tendrán para dentro de poco más de cinco meses, cuando su bebé nazca. Por ahora
no es que vayan a comprar a nada -no tienen dinero qué gastar, aunque Kagami ha
encontrado ya un trabajo de medio tiempo en un restaurante lavando trastes y
cargando cajas de víveres- pero están mirando y comparando precios. Al peliazul
comienzan a hacerle ilusión algunas cosas, como la cuna que vieron en la tienda
anterior, y algunos mamelucos de la tienda en la que aún están mirando. Sus
grandes ojos azules brillando lo delatan, al menos para Kagami que ya le conoce
mucho mejor.
– Tendremos suficiente para comprar lo que
necesite, no importa lo que tenga que hacer, Tetsuya… – El pelirrojo promete
apretando la mano de su novio, la mirada azulina del más bajo busca la suya y
se ancla, su novio le sonríe con cariño y agradecimiento.
– Tendrá lo que necesite, pero no te exigiré
más Taiga, así que no digas que no importa lo que tengas que hacer, porque sí
importa. Sé que preguntaste en Control Escolar sobre las opciones que tienes
para ausentarte de la escuela y retomar los estudios después.
– ¿Cómo te enteraste? – El pelirrojo preguntó
luego de recuperarse de la sorpresa. Hace una semana que hizo eso y según él,
se había asegurado de que su novio no se diera cuenta.
– La verdad te seguí ese día y escuché todo
desde un rincón. Aún puedo ocultarme como
un fantasma cuando quiero, incluso de ti, Taiga. No quiero que dejes la
escuela. Cuando hablemos con mis padres podemos pedirles ayuda, yo también
puedo trabajar a medio tiempo.
– No. Yo quiero que tú te concentres solo en
cuidarte, y en la escuela.
– Queremos lo mismo, Taiga. Así que tendremos
que llegar a algunos acuerdos.
Kagami abrió la boca para replicar, pero
entonces un torbellino rubio apareció de pronto.
– ¡Kurokocchi~! – Kise se fue sobre el
peliazul, abrazándole con efusiva alegría. Al pelirrojo le dio un tic en el
ojo, y Kasamatsu resopló con aire frustrado… – ¡Qué sorpresa encontrarte por
aquí!... – Exclamó todo sonrisas.
– Kise-kun, suelta un poco por favor.
– ¡Me he enterado de la buena nueva,
Kurokocchi~! ¡Has sido muy malo por no contarme a mí, a tu gran amigo, que
estabas esperando a la cigüeña!
– ¿¡Q-qué?! ¡Oye tú, Kise bastardo, cómo te
enteraste!
– Tú no me dirijas la palabra, te robaste la
inocencia de Kurokocchi~ – El rubio lagrimeó dramáticamente, acusándole con un
dedo y abrazando de nuevo con efusión al peliazul. Cual madre que quiere
proteger a su crío de un depredador.
– Maldito… – A Kagami comenzó a emergerle un
aura rojiza con vibra peligrosa... –
Suelta a mi novio.
– ¡No quiero!
– Kise… – Kagami advirtió con voz áspera. El
modelo simplemente apresó más el cuerpo del peliazul, con un puchero en los
labios que le daba un toque infantil a la escena.
– Ryota, no seas crío y déjalos en paz… –
Kasamatsu tiró de su novio para evitar que ahí comenzara una masacre, honestamente Kagami impone
cuando se enoja. Y Kuroko, aunque paciente, parecía que en cualquier momento le
mandaría a volar también.
– Pero es que la inocencia de Kurokocchi fue
robada por ese pervertido – Kise gimoteó acusando nuevamente al pelirrojo.
– Taiga no me robó nada, fue decisión de los
dos. De todas maneras, cómo supiste Kise-kun.
– Casualmente
fui a consulta y el doctor mencionó algo sobre un lindo jovencito de cabellos
celestes que estaba embarazado. Además de cierto castaño de la Preparatoria
Touou en el mismo estado. El doctor dijo que le parecía extraño tener tres
casos de adolescentes embarazados, así que yo, amablemente, le pedí que me
dijera quienes eran los otros dos lindos chicos, y claro está, tú eres uno de
ellos Kurokocchi~ ¡apuesto que adivinas quién es el otro! – Exclamó de corrido,
emocionándose demasiado para gusto de Kagami pues nunca le había visto de esa
manera; Kasamatsu simplemente estaba ahí con su cara de pocos amigos aguardando
pacientemente a que su novio dejara de parlotear, y Kuroko estaba escuchando
con su habitual serenidad, mientras pensaba en la clase de artimañas que
seguramente habría usado el rubio para sonsacarle tal información al doctor.
Kasamatsu pensó que Kise además de modelo,
también podría hacerla de actor. Porque esa cara suya de inocencia sí se la
compraría cualquiera que no le conociera. Y es que la casualidad de la que habla fue más bien un truco que a él le hizo
sentir avergonzado. Kise había amenazado al doctor con demandarlo por acoso si
no le decía quién era ese chico de cabellos celestes del que habló -eso sí que
lo hizo- y el otro chico de Touou. Y ya que está mencionando eso, la razón por
la que se han encontrado aquí es justamente que ellos dos también han recibido
la gran -bomba- noticia de que su
rubio está embarazado, de dos meses aproximadamente.
– Ah,
menudo lío en que nos hemos metido. Ni siquiera lo he hablado con mis padres,
menos con los suyos. Pero estamos aquí, actuando como si nos hubiéramos
enterado de cualquier cosa.
– ¿Aomine-kun embarazó a Sakurai-kun?
– ¡Sí, Kurokocci~! Seguramente que Momoi-chan
quería hablarnos de eso justamente.
– Bueno, Taiga, pasaremos una tarde muy
activa mañana.
– ¡Tsk, maldición! – El pelirrojo gruñó.
Honestamente no le hacía gran ilusión reunirse con los amigos de su novio. Es
que eso le daba algo de celos, de todas esas cosas que Kuroko vivió antes de
conocerle.
A veces Kagami se sorprende a sí mismo demasiado
pensativo al respecto. Tiene sus dudas, del tipo de relación que Kuroko llevó
con cada uno de los prodigios de la Generación Milagrosa.
...
Aomine estaba que trinaba de enojo, Wakamatsu
tiene sus sucias manos alrededor de
los hombros de Sakurai, y el castaño parecía de lo más tranquilo con aquel
toque. No es precisamente que sea aquel gesto lo que está sacando de quicio al
moreno, sino todo lo que vino antes. La indiferencia del castaño, las risas que
le estaba mostrando a los otros en el equipo, su alegría inusitada. Su rechazo.
Sí, eso era lo que le enojaba más que
nada, que esa mañana cuando Aomine intentó besarle -sin más preámbulo que el
simple deseo de hacerlo-, Sakurai le empujara y dijera "no". Y ahora
estuviera permitiendo tanta confianza de parte de Wakamatsu, de Imayoshi, o de
cualquiera que se acercara a saludarle. El moreno se preguntó incluso si no
estaba convirtiéndose en un paranoico de primer nivel, quizá que estaba viendo
cosas donde no las hay. ¡Y una mierda! Aomine apretó los puños y a paso lento
pero firme avanzó hacia donde están los demás.
– Oye imbécil, ¿no te advertí una vez que te
alejaras de Ryo? – La voz de Aomine atrae la atención de todos. Wakamatsu
recula por instinto, Imayoshi sonríe y Sakurai se sonroja.
– ¡Maldito Aomine, con qué derecho exiges
eso! – El rubio grandulón encara, pelearse con el moreno es casi una costumbre.
Wakamatsu sabe que siempre parece llevar las
de perder, el prodigio tenía impresionantes habilidades no solo en el
baloncesto, sino también en el combate cuerpo a cuerpo. Bastaba recordar
algunos golpes que se ha llevado para afirmar a su conciencia que no hay deseos
de experimentar otra vez una de sus patadas. Aomine afiló la mirada, sus
metálicos ojos azules relampaguearon con celo. Cómo se atreve el imbécil ese a retarle de esa manera.
– Aomine, ¿no crees que estás siendo un poco
celoso? Cualquiera diría que Sakurai te gusta… – Imayoshi toma la palabra
entonces, y lo que sale de su boca golpea con fuerza el pensamiento del moreno.
– No te metas, Imayoshi… – Aomine advierte
con severo tono. El mayor sonríe más, e intencionadamente se acerca al castaño
rodeando su cintura, inclinando el rostro hasta la altura del cuello de
Sakurai, quien paralizado por los sucesos atina a respirar laboriosamente sin
quitarle la mirada de encima al moreno, sus ojos centellan con furia, y el
aliento de Imayoshi le golpea el cuello… – Imayoshi… – Sisea apretando los
puños.
– ¿Qué, Aomine? ¿Esto te molesta? – El
Capitán de Touou sonrió maliciosamente antes de acercar sus labios al cuello
del castaño.
La ira de Aomine se desataría sin dudas.
Continuará……
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