miércoles, 28 de marzo de 2018

Cold Night Crowned With Stars. Oneshot Victuuri.


Título: COLD NIGHT CROWNED WITH STARS
Autora: Felina
Pareja: Victuuri
Género: Romance. Mpreg (implícito)
Clasificación: NC-17/Lemon


COLD NIGHT CROWNED WITH STARS
~*~

El paisaje era hermoso. Enclavado en un valle montañoso, el destino de la pareja de patinadores. Una cálida cabaña apostada a la orilla de un lago congelado, con montañas nevadas rodeándola cual centinelas confiables y un bosque de pinos que daba ese toque a vida.

Katsuki abrió desmesuradamente los ojos cuando vislumbró el lugar a la distancia, arribando desde un camino colina arriba a un kilómetro de ahí. Han llegado ahí en un auto especial para nieve, y de todas formas hay un pueblo a un par de kilómetros por lo que el ruso no tiene preocupación particular por lo aislado de ese lugar. Después de todo, es la idea, ahí es a donde iba cuando quería despejarse de absolutamente todo. Por su parte, Katsuki nunca había visto un lugar tan bonito, aunque Japón tiene sitios de ensueño, y ha conocido otros lugares gracias a sus viajes por el patinaje artístico, este era sencillamente diferente, quizá por el solo hecho de estar ahí con su prometido. La panorámica era tan paradisiaca que no resistió la tentación de hacer unas fotografías con la cámara digital que Nikiforov le había regalado antes del viaje.


Fui a una tienda especialista y me recomendaron esta cámara. Dijeron que era ideal para aficionados, por lo que es perfecta, Yuuri. ― Eso le había dicho, antes de robarle uno de esos besos que el japonés no ve venir y le hacen sonrojar como colegial en su primer amor.

Y bueno, no es como si pudiera refutarse el hecho de que, en efecto, Víctor Nikiforov es su primer amor. Y, hoy día lo sabe, Katsuki Yuuri también es el primer amor del ruso. Vivían una especie de cuento de hadas, era increíble como a pesar de su personalidad, fama y popularidad, Nikiforov no había conocido el amor hasta que Katsuki llegó a su vida. El japonés, por otro lado, de muchas maneras era inocente, e incluso si estuvo enamorado del ruso prácticamente desde la adolescencia, no fue sino hasta que él se convirtió en su entrenador que la convivencia le hizo comprender el sentimiento tan especial y profundo que tenía por él desde hace mucho, mucho tiempo.

― Vamos, Yuuri. ― Nikiforov sonrió complacido por la reacción de su prometido. Aunque ajeno a los pensamientos que flotaban en la mente del japonés, le besó una mejilla y echó a andar colina abajo el auto.

Claro que había imaginado su reacción, pero era mil veces más adorable verlo en tiempo real. Su expresión maravillada, extasiado con el paisaje, apurado en inmortalizarlo en fotografías que, Nikiforov sabe, añadirá a uno de esos álbumes que ha estado recolectando últimamente. Le ha valido el brillo en sus ojos marrones, la sonrisa cristalina y el tartamudeo porque, ¿qué palabras serían adecuadas para expresar su fascinación?

Nikiforov aparcó detrás de la cabaña, luego bajaron juntos las maletas y entraron en la cabaña. El interior era tan paradisíaco como el exterior. La cabaña es amplia, de madera y piedra, con un olor a pino flotando en el ambiente, muebles rústicos y lámparas de gas o candelabros de velas.

― No hay luz eléctrica, así que estamos realmente aislados. Pero, si algo es urgente, tenemos una línea de teléfono para emergencias, de todas formas espero que no sea necesario usarlo. ― Nikiforov explicó, mostrándole el aparato montado en uno de los muros junto a la entrada.

― Tendremos días tranquilos, seguro no lo requerimos, Víctor. ― Dijo, sonriendo afable, admirando a detalle todo en la cabaña conforme iba avanzando. ― ¿Hace mucho que tienes esta cabaña?

― Sí, como una década. ¿Te gusta, Yuuri?

― Es preciosa. Todo aquí es de ensueño.

― Bueno, pues es nuestra. Así que siéntete libre de cambiar cualquier cosa si quieres, que sea todavía más de tu agrado.

― No cambiaría nada, Víctor. ― Dijo con honestidad, embelesado en la estancia con chimenea.

Un par de sofás individuales frente a la chimenea, algunos leños dentro, otros fuera, una alfombra con decorado de flores sakura, dando un toque romántico y peculiar sobre el fondo oscuro del tejido, una mesa ratona donde reposan algunos libros, y más allá una escalera que da a la segunda planta, donde hay varias puertas, Katsuki no se imagina que sean muchas habitaciones, por lo que se aventura a pensar que tal vez haya un cuarto de baño y quizá otro pequeño salón para otros fines, como escuchar música o tal vez relajarse.

― Yuuri~. ― Su tono suave saca del ensueño a su prometido, adorando entonces el sonrojo brillante que se apodera de sus mejillas. ― Realmente te ha gustado, eh.

― Es hermoso, debiste disfrutar tus momentos cuando venías, Víctor.

― La mayor de las veces sí, aquí surgieron algunas ideas para mis programas. Pero, también llegué a venir cuando me sentía solo.

Katsuki le miró de reojo, Nikiforov sonreía sinceramente, pero sus ojos azules no podían esconder esos retazos de su pasado que, todavía ocultos para él, seguramente lastimaron significativamente a su prometido.

― Ya nunca estarás solo, Víctor. ― Dijo de pronto, alargando la mano para enlazar sus dedos con los ajenos.

― Lo sé, Yuuri. Y es por lo que soy muy, muy feliz. Lleno de vida y amor, todo eso que tú me das, Yuuri. ― Dándole un ligero apretoncito, tiró de él lo suficiente para alcanzar sus labios, besándole lenta y dulcemente.

Al separarse, el japonés sonrió todavía más, con el corazón emocionado latiendo contra su pecho y una calidez infinita que le irradiaba por todo el cuerpo. El ruso correspondió su sonrisa, apoyó su frente sobre la de su prometido y tarareó la canción que patinara para su programa largo durante su primer año juntos. Yuri on Ice era como un himno para ellos, un himno de su amor mutuo, de la forma en que tan naturalmente alcanzaron el corazón del otro y compartieron todo; los sueños, los obstáculos, las dificultades para comunicarse, entenderse sin palabras, compartir miradas y cada latido de corazón, con un pulso incierto al principio, más confiado conforme los días transcurrieron hasta que ambos lo comprendieron. No era solo admiración o búsqueda de una nueva inspiración, no era solo el anhelo por algo diferente ni la superación de sus ansiedades, tampoco se trataba solamente de flirteos inocentes o coquetos. Era un sentimiento profundo llamado amor. Ese amor romántico que sacudía más que los sentidos o el corazón, se impregnaba en el alma misma.

― ¿Quieres salir antes de que oscurezca, Yuuri?

― Sí, Víctor. Pero déjame conocer antes la cabaña. ¿Puedo recorrerla?

― Por supuesto, explora todo cuanto quieras, voy a dejar las maletas y preparar una bebida caliente, ¿de acuerdo?

― Gracias.

Sonreírse de nuevo, Katsuki internándose primero en la estancia, mirando más de cerca la chimenea y casi pretendiendo entender cómo encenderla. Nikiforov tomó camino escaleras arriba, cargando ambas maletas y arrastrándolas luego por el pasillo, el sonido de la madera crujiendo en algunos puntos mientras llega a la habitación que estarán compartiendo durante esos días lejos de todo.

La alcoba era tan encantadora como el resto de la cabaña y el paisaje. Amplia, de techo alto y grandes troncos soportando la estructura. Una cama tamaño Queen en medio, con una alfombra aborregada alrededor, una mesita de noche a cada lado; en una de ellas unos libros y en la otra un candelabro sencillo. Muebles rústicos, uno con espejo, un baúl con mantas, un armario donde acomodar sus ropas, un par de sillas acolchadas. Un ventanal corredizo que da a un balcón.

― Esta noche me sentaré aquí con Yuuri, veremos las estrellas mientras nos abrazamos y besamos mucho. ― Dijo para sí, con tono soñador, perdido en su propia nube de algodón.

Abajo, Katsuki ha pasado ya por toda la planta baja, el comedor, la cocina, y un salón de juegos de mesa y azar. Subió las escaleras con cuidado, admirando los cuadros que colgaban del muro, no conoce mucho sobre arte, pero está seguro de que son réplicas de artistas reconocidos. Al llegar a la segunda planta asomó el rostro en la primera puerta, un salón vacío, literalmente. El japonés tuvo curiosidad, pero no preguntaría aún, esperaría a que la conversación saliera. Siguió su camino hasta la segunda puerta. Un baño con jacuzzi. El sonrojo le subió a las mejillas, era inevitable saber qué pasaría cuando lo usaran.

― Yuuri, ¿estás bien?

― ¡Sí!

El encuentro de miradas hace lo suyo. Katsuki se ha delatado solo, Nikiforov sonríe pícaro. Luego le llama a su lado para mostrarle la alcoba y juntos terminar de guardar sus ropas en el armario, ahí en cuyo rincón acomodan las maletas hasta que sean requeridas de nuevo.

― Yuuri, ven. ― El ruso palmeó en la cama, invitándole a sentarse a su lado.

Katsuki se dejó caer a un lado, a prudente distancia de su prometido (unos treinta centímetros, ahí donde sus manos se buscaron y enlazaron).

― Yuuri es adorable cuando se pone tímido. ― Comentó con tono amable, mirándole de reojo, con su sexy flequillo enfatizando su aura seductora.

― A Víctor le gusta jugar conmigo~. ― Gimotea. Dejándose llevar cuando el ruso le empuja sobre el lecho, dejando la mano sobre el pecho de su prometido, sintiendo los latidos algo más apresurados contra su palma. Katsuki está nervioso, Nikiforov ansioso. ― ¿Víctor?

― Quiero besarte ahora, Yuuri. ― Susurra, inclinándose sobre el cuerpo del japonés, mirándole directo a los ojos. ― ¿Puedo?

― No necesitas preguntar, Víctor.

Sonreírse una vez más (las finitas veces al día nunca son suficientes). Reducir la distancia y fusionar los labios. Los pliegues de Nikiforov inician el baile sensual, apenas acariciando los de Katsuki, invitándolo lentamente a seguirle el ritmo, a buscar el compartido, a imponer el propio si así lo desea.

El japonés suspira primero, cierra los ojos rendidos a la placentera sensación del beso que le da su prometido, se estremece cuando siente su lengua iniciar la exploración dentro de su boca, jugando con la suya, rozándose, empujándose, enredándose. Un beso apasionado, lento, coqueto. Las manos enlazadas permanecen igual, atrapadas entre sus cuerpos, con sus argollas de compromiso dejando una estela cálida contra sus pieles. La siniestra de Katsuki resbala inocentemente por la espalda de Nikiforov hasta llegar a su nuca, acariciarle el cuello y acunarse en su mejilla.

Un beso exquisito.
Un suave piquito de labios para despedirse, solo por ahora.

― Te amo, Yuuri.

― Yo también te amo, Víctor.

Quedarse en silencio sin importar el tiempo que transcurra, porque hay momentos en que mirarse a los ojos, anclar las pupilas y sentir el calor que emana de sus cuerpos es suficiente para sentirse cómodos, tranquilos, enamorados.

― Vamos afuera, Yuuri. Quiero mostrarte el lago. ― Nikiforov le invita, sus ojos azules brillan emocionados.

Katsuki asiente, y sigue sus pasos cuando le arrastra escaleras abajo y salen de la cabaña. Toman un camino a la derecha, perfectamente trazado para andar, la nieve bajo sus pies está compacta, facilita cada paso. Más allá, el lago congelado con un intenso azul marino en el que se reflejaban las montañas nevadas y las luces del pueblo cercano, aunque aun era temprano, el atardecer comenzaba a anunciarse.

― Es hermoso, Víctor.

― Eso pensaba también, pero justo ahora, mis ojos ven lo más hermoso del mundo, Yuuri.

Katsuki se sonrojó visiblemente cuando volvió la mirada y se dio cuenta de que Nikiforov lo observaba fijamente a él. Con esa sonrisa enamorada que lo estremece de pies a cabeza y lo llena de seguridad. Devolvió la sonrisa, empinándose por un beso dulce como agradecimiento por sus palabras.

― Víctor también es hermoso. ― Susurra, preguntándose si estaba bien devolverle el halago sin que parezca que simplemente le sigue por inercia.

Nikiforov soltó una risita, abrazando su cintura y pegándole un poco más a su cuerpo, agregó que, puesto en palabras más simples, ambos hacían el paisaje doblemente hermoso.

― ¿Patinas aquí, Víctor?

― Por supuesto. Es seguro hacerlo, Yuuri. ¿Quieres intentar mañana?

― Sí, eso será estupendo.

― Hagámoslo a primera hora~. ― Plantarle un beso sonoro en la mejilla, reír porque sí, porque estar juntos los hace sumamente felices.

Quedarse un rato más simplemente admirando la vista, el atardecer cayendo lentamente, el cielo cambiar de azul a nacarado. La temperatura descendiendo también. La pareja volviendo al interior de la cabaña, preparar la cena y pasar un rato agradable en la cocina, igual en el comedor, recoger y dejar limpio para el día siguiente.

― Vamos a sentarnos en la chimenea, Yuuri.

― Sí~ vas a encenderla, ¿verdad, Víctor?

― Claro~ pero primero voy a preparar esa bebida caliente que prometí cuando llegamos, Yuuri. Adelántate y espérame en la estancia.

Katsuki asiente y se dirige ahí, se sienta en uno de los sofás, cubriéndose con una manta tejida de algodón mientras espera por su prometido. En tanto, no puede evitar sonreír y pensar en lo feliz que es, en cómo su vida ha cambiado y él ni siquiera lo había imaginado antes.

Poco después Nikiforov regresa con un par de tazas con vino caliente, ofreciéndole una a su prometido, Katsuki agradece y se acurruca aún más en el sofá. Aunque cuando ve a su amante ocupar el otro, se pregunta por qué no hay uno doble donde ambos pudieran sentarse juntos. Pensándolo bien, sí, quizá sea necesario añadir algunas cosas a esta casa.

― ¿En qué piensas, Yuuri?

― Un sofá doble. ― Responde, sencillo, dando un sorbo a su vino caliente. ― Vendrá bien, ¿no, Víctor?

― Completamente de acuerdo contigo, Yuuri. Pero, ya que ahora no lo tenemos, todavía podemos sentarnos en la alfombra.

― Oh, es cierto. ― Reírse juntos, y cambiar de inmediato de sitio, dejando cojines en la alfombra y sentándose encima de ellos.

― Pero todavía compraremos un sofá doble. Será útil en otras ocasiones. ― Añadió con tono pícaro, provocando un sonrojo más en mejillas de su prometido.

Mejillas que no duda en besar, dejando la taza de vino caliente sobre la alfombra, retirando la de su prometido también, besándole los labios. Más besos, más ganas de sacarle la ropa y recorrer su cuerpo desnudo.

Porque cómo negar que una de las cosas que deseaba era tener sexo por la noche junto a la chimenea, a la luz de las estrellas y el fuego crepitante en el fogón, con una botella de champagne fresa en la cubitera y dos copas de fino cristal en el piso a medio vaciar, recostados en la alfombra compartiendo miradas cómplices y apasionados besos.

Aunque la cubitera estaría de más con este clima. Quizá en otra época. El champagne todavía es una buena opción. Y necesito encender la chimenea. ― Piensa, se pierde ahí, en ese páramo de su mente que lo desconecta un poquito de todo, incluso de los besos o de las pupilas marrón de su prometido.

― Víctor. ¡Víctor!

― ¿Eh? Lo siento, Yuuri, no estaba escuchando.

― Me di cuenta, ¿estás bien? ¿algo te preocupa, Víctor?

Nikiforov sonrió cariñoso. Katsuki era tan tierno.

― Yuuri, ¿no adviertes lo que dicen mis ojos azules? ― Dice, provocándole un poquito.

Y, por qué no aceptarlo, curioso por saber hasta dónde su prometido podría conocerle sin palabras de por medio. Katsuki le miró fijamente. Luego un sonrojo fue ganando matiz en sus mejillas hasta que se expandió hasta tinturarle las orejas de intenso carmín. Claro que sí. Incluso él ha aprendido mucho de su forma de ser, de fantasear con él, de flirtear y seducirle.

― Víctor me avergüenza incluso en su pensamiento. ― Musita, sintiéndose un poco más acalorado.

Afuera, el sonido de la salvaje noche parece hacer eco en las montañas. Algunos aullidos de lobo llegaban apenas como susurros en el aire, el mecer de ramajes y los graznidos de algunas aves nocturnas. El reloj marcaba apenas las ocho pero las penumbras y el frío hacían sentir que pasaba la medianoche. El vino caliente que apenas han probado se antoja de pronto con más entusiasmo.

Las ganas de tocarse y hacer el amor también ganan fuerza.

― Tú también puedes avergonzarme si quieres, Yuuri. ― Añade y le acaricia el contorno del rostro con un dedo, besándole algo más suave y lento.

Katsuki suspira, responde el beso y se entusiasma un poco cuando es él quien impone el ritmo, quien le mordisquea el labio inferior y empuja su lengua ganando confianza.

― Es difícil avergonzarte, Víctor. ― Musita con sus labios pegados, besándole una vez más antes que escuchar sus palabras.

― No tanto, Yuuri. Me avergüenzo incluso si solo me miras.

― Es mentira, es Víctor quien lo hace cuando me mira. Justo como ahora~.

Reírse juntos, alcanzar una de las tazas y beber el vino caliente entre besos. Avergonzarse o no, de pronto no importa. Ambos saben que quieren más, sus cuerpos lo necesitan, sus corazones lo anhelan.

Nikiforov se aparta apenas lo necesario para encender el fogón en la chimenea, después retoman besos y caricias. Minutos más tarde Katsuki descansa tumbado en la alfombra, con medio cuerpo de su prometido contra el suyo, sus dedos traviesos acariciándole el vientre por debajo de la ropa.

― Todavía está frío, esperemos que la chimenea caliente un poco más antes de desnudarnos. ― El ruso susurra en su oído, mordisqueándole el lóbulo con gentil sensualidad.

El japonés suspira de nuevo, sus anteojos son retirados y dejados sobre el sofá con cuidado. Aprovechan entonces para besarse más, acariciarse por encima de la ropa o buscar pequeñas aperturas debajo de ellas. Llenarse de mimos y cariños, terminarse la otra taza de vino caliente y sentir luego que es momento. Que comenzar a desnudarse está bien ahora y cuando una oleada de frío aparece, abrazarse y unir sus pieles se convierte en el mejor abrigo posible.

Minutos más tarde ambos están desnudos, sus ropas regadas alrededor sobre la alfombra, el fogón crepitando, la estancia tibia. Nikiforov está sentado con las piernas extendidas, Katsuki en su regazo, abrazándose y acariciándose mientras nuevos besos nacen y mueren contra los labios ajenos.

― Víctor~. ― Suspirar el nombre de su prometido sin aparente razón.

Con el amor y el deseo rebosando en todo su cuerpo. Febril de pies a cabeza, estremeciéndose cada que las yemas de los dedos del ruso se pasean por su anatomía, rozando su espalda y trazando la línea de su espina dorsal; cuando le siente rozarle las caderas o los glúteos y se pierde al frente por sus muslos, cuando tantea su ingle y evita con alevosía acariciar su entrepierna.

― Mi bello Yuuri está caliente~. ― Decirle con aire coqueto y provocador, tanteando el elixir entre sus nalgas.

Y sentirle temblar de expectación, estremecerse un poco más y agitar las caderas suavemente. Quizá buscando más contacto, tal vez deseando su toque íntimo. El ruso tiembla también, su falo roza directamente contra la apertura que divide el trasero del japonés, y la hombría de él permanece atrapada entre sus cuerpos pues de pronto abrazarse cerca y compartir el calor es inevitable. Sus corazones palpitan con fuerza, cual lobos llamándose en una nevada noche invernal, anhelando la compañía de la pareja elegida para toda una vida.

― Víctor, tócame, por favor~. ― Suplicar con voz aguda, mirándole con las mejillas arreboladas de carmesí y brillantes pupilas marrones, agitando la cadera con un poco más de conciencia e intención, rozando la erección de su ruso amante con deseo.

― ¿Dónde quieres que te toque, Yuuri? ― Provocarle otro poquito, mirarle temblar de placer y enrojecer de vergüenza y excitación.

― Aquí. ― Murmura mientras dirige la diestra de su amante entre sus cuerpos, ahí donde su erección suplica por atención. ― Y, aquí, Víctor. ― Sonreír ladino en tanto la siniestra del ruso es dirigida al comprimido anillo entre sus nalgas. ― Please~ my dear coach~.

Jugar también, provocar su libido y rendirse a las sensaciones. Nikiforov le besa algo más apasionado, dispuesto a complacerle. Y tantear a ojos cerrados mientras disfrutan del caliente intercambio de saliva y deseo, la botellita de lubricante que ha dejado antes al lado, verter algo del viscoso líquido y comenzar a untarlo en la contraída cavidad.

― Ng~. ― Gimotear entre besos mientras los dedos del ruso presionan contra su carne antes de empujar gentilmente el primer dígito. ― Víctor~. ― Y suspirar por enésima vez su nombre, jadear y perderse en las cristalinas lagunas azules que lleva por ojos.

Naufragar en ellos con la confianza que viene del amor mutuo, del placer carnal y la imposición de sus sentimientos, transformando el encuentro sexual en un acto de plenitud compartida.

Porque Katsuki navega en las lagunas del ruso, pero Nikiforov se pierde en el seductor marrón de sus pupilas, cual cafetales cubriendo las laderas de las colinas más rebosantes de vida que él pudiera recordar.

Nikiforov continúa entonces acariciando la erección de su amante mientras permanece presa entre sus torsos, se concentra en la punta y gentilmente presiona la yema en la hendidura. Casi parece imitar el movimiento del invasor en la cavidad anal de Katsuki, rozando y presionando la carne caliente de su interior, entrando y saliendo lentamente, casi saboreando la sensación de sus anillos alrededor de su dedo.

― Ahh~ Víctor, más
. ― Suspirar con la voz algo más ronca, con ojos lacrimosos y un calor abrasador ganando terreno por todo su cuerpo.

Nikiforov le complace de nuevo, agrega un segundo intruso y empuja con un poco más de fuerza hasta que las tres falanges se pierden en su interior. Katsuki jadea exaltado, entrecierra los ojos y se lame los labios antes de besarle. La postura es perfecta, están cerca, abrazados, con sus pechos unidos. Pueden sentir los latidos ajenos acompasarse a los propios, acelerados y frenéticos. Besarse y mirarse es fácil. Katsuki se mima, participa poco de las atenciones pero no escatima en caricias, araña la espalda del ruso aunque no deje más que finas líneas rojas en la pálida piel de su amante, entierra sus dedos en los mechones platinados y desordena su peinado antes de intentar acomodar el flequillo y reír por la supuesta travesura.

Se siente como el juego previo al verdadero placer.

― ¡Víctor~!

Justo así, como el momento exacto en que Nikiforov decide alcanzar la próstata de su prometido y golpearla. A veces gentilmente, otras con lasciva malicia. Apartar la diestra que acariciaba su entrepierna y cambiar el roce por la fricción o prisión de sus torsos al instarle a moverse con él.

Y tumbarle de un momento a otro cambiando de posición. Dejarle bajo su cuerpo y comenzar a repartir besos por su febril pecho, dejar marquitas aquí y allá, succionar las endurecidas tetillas y lamerla las axilas, ahí donde sabe que también tiene puntos de placer y le provoca temblorcitos. Cuando Nikiforov le separa las piernas, Katsuki responde llevándolas a los hombros de su prometido, deslizando las nalgas sobre los muslos del ruso, sintiendo su palpitante falo rozar contra su ano.  

― No estás listo, Yuuri.

― Está bien, Víctor. Puedo soportarlo.

Nikiforov le mira fijamente, y se deja convencer por la determinación en los ojos marrones. Estira la mano en busca de un preservativo, pero la siniestra de Katsuki lo detiene a medio camino.

― Hoy no, por favor. Quiero que me llenes de ti, Víctor.

Sin excusas para negarse, y porque él también quería sentirlo plenamente, el ruso desechó la idea de usar condón y ayudándose con la diestra acomodó la punta de su pene contra la cavidad de su amante, derramando tanto más del lubricante para facilitar la penetración. Y hacerlo lentamente, empujando la pelvis con delicadeza, gimiendo juntos mientras sus cuerpos se vuelven uno y sus miradas se anclan con la fuerza de un fénix elevando el vuelo, imponente ser de fuego, capaz de consumirlo todo y resurgir de sus cenizas con mayor vigor.

― ¿Estás bien, Yuuri?

― Lo estoy. Muévete, Víctor.

El vaivén inicia suave, lento, dulce. Así como sus besos, la ronda que dirigen con más y más entusiasmo, casi como si emularan el fuego en la chimenea, crepitando con más fuerza y candor, encendiendo los leños hasta formar brasas de pasión encendida.

― Ng, nh~ más, Víctor.

― Lo que mi Yuuri quiera.

Cambiar la cadencia de las embestidas en respuesta a la libido encendida en ambos. Y cambiar también la postura, ir de la tierna mirada de frente, al apasionado vaivén de espaldas, Katsuki soporta el peso en sus rodillas, inclina la espalda y baja el rostro casi hasta la alfombra, sacude las caderas por cuenta propia y toma el control unos instantes. Cual gato retozando que mueve la cola con travesura. Nikiforov le deja dominar, se deleita la pupila y complace su deseo. La postura y la inactividad le permite acariciar la espalda del japonés, besársela, mordérsela, chupársela y dejar marcas por doquier. También juega con sus nalgas, las amasa y palmea. De un momento a otro abandona su interior y agachándose decide mordisquearle y besarle, colar su lengua en la caliente y mojada cavidad anal mientras le separa las nalgas con las manos, escuchándole gimotear y nombrarle.

― No~ Víctor~. A ti, por favor, lléname con tu pene~.

― Me encanta también el Yuuri demandante que pierde la timidez.

Tumbarle de espaldas en la alfombra, perfilarse de nuevo entre sus piernas y empujar su virilidad con fuerza, aumentando el ritmo de las estocadas. Sudar, gemir, mirarse. Los minutos transcurren, el fogón crepita, sus cuerpos danzan la sensual música que les nace del corazón y se compone en los movimientos corporales llenos de pasión y lujuria.

Katsuki se estimula con la siniestra, la diestra alcanza el vientre de Nikiforov, araña sus pectorales y se muerde los labios cuando el caliente falo golpea su próstata y una oleada de placer sacude todo su cuerpo. están por alcanzar el orgasmo. La noche es profunda fuera, incluso parece que nevará, las estrellas podrían ocultarse. No es importante, no cuando hacen el amor y saborean la unión de sus anatomías al rozar el cielo con la punta de los dedos.

De todas formas, la estancia era solo la primera ronda. La estamina de Katsuki no es broma, y la libido de Nikiforov es capaz de aguantarle el paso.


Es la tercera noche que pasan ahí, y es la primera en que el cielo nocturno se deja observar en su máxima belleza. Ataviado de estrellas, con una coqueta luna redonda. Reflejado en el lago congelado, con las montañas nevadas y las luces del pueblo cercano dando una bonita postal para el recuerdo. Katsuki y Nikiforov están sentados sobre almohadones y cobijados bajo el calor de las mantas en el balcón de la alcoba, con una taza de chocolate caliente y el compás de sus corazones como melodía de fondo.

― Volvamos el año próximo, Yuuri.

― Cuando quieras, Víctor. Estaré feliz de acompañarte a donde sea que me invites.

Besarle porque sí, porque son un par de enamorados que viven en su nube de algodón y están listos para hacer lo que sea para mantenerse así.

― Vamos a casarnos al volver, Yuuri.

― ¿Eh?

― Hace un año que tenemos estos anillos, ¿no? Y has ganado el oro en el GPF esta vez, ¿no lo merecemos?

― S-sí, claro que sí. Solo, fue repentino, Víctor.

― ¿Sabes? Inicialmente había pensado sorprenderte con una ceremonia aquí, invitar a familia y amigos, pero… ― Mirarle a los ojos, sostener su mano y besarle el anillo… ― Creo que es mejor si lo planeamos juntos, si elegimos todo juntos. Pero, quiero casarme contigo, Yuuri. Quiero dejar de pensarte solo como mi prometido y llamarte esposo.

Sonreír con entusiasmo, besarle los labios, buscar su diestra y besar el anillo también. Abrazarle y llorar de emoción, embelesado con la idea, tocado en el corazón por la forma en que su amante siempre considera sus deseos.

― Sí, vamos a planearlo juntos, Víctor.


Mes y medio más tarde, en medio de las planeaciones para la boda, Katsuki tenía una noticia más para Nikiforov.

― ¿Esto es real, Yuuri? ― Pregunta, eclipsado por la hoja de papel que el japonés ha deslizado en la mesa mientras su ruso prometido escuchaba melodías para su próximo programa de patinaje (todo, después de casarse).

― Lo es, Víctor. Son los resultados de la prueba que me hice el día de ayer.

― Estás, embarazado. Vamos a ser papás.

― Lo seremos, Víctor.

― ¡Oh my god! ¡Yes! ¡Sí, sí, sí! ¡Seremos papás, Yuuri!

Despertar del letargo y emocionarse al por mayor, cargarle en brazos, llenarle el rostro de besos. Llorar juntos por la buena nueva. Sentarse de nuevo en la mesa de trabajo, con Katsuki en su regazo. Enjugarse las lágrimas mutuamente, sonreír con la emoción desbordada. Y besarse. Besarse mucho.

― Es increíble, la noticia más hermosa que has podido darme, Yuuri. Ahora, vamos a casarnos y ser papás. Soy tan feliz~.

― También soy feliz, Víctor.

― Debiste decirme, tendría que haber ido contigo a consulta.

― Quería asegurarme, y sorprenderte.

― Y vaya que me has sorprendido. Cielos, soy tan feliz que creo que voy a llorar todavía más.

Katsuki sonrió, enamorado por completo, disfrutando las caricias que los pulgares de Nikiforov dejan en sus mejillas. Tanto amor.

― ¿Recuerdas la habitación vacía en la cabaña, Víctor?

― Claro que sí.

― Entonces, y aun ocasionalmente he pensado por qué está así. Ahora, no he parado de pensar que ahí, en esa cabaña de ensueño, me gustaría decorarla para nuestro bebé, y pasar juntos un tiempo cuando el bebé pueda viajar.

― Así lo haremos, Yuuri. Porque tú y solo tú, puedes cambiar todo cuanto quieras en mi vida, porque todo lo que tú haces me vuelve más y más feliz. Mi amado Yuuri, gracias, por cada trozo de felicidad que me sigues dando. Mi vida, mi amor.

― Tú también eres mi vida y amor, Víctor. Y soy tan feliz que a veces temo continuar en un sueño.

― Si fuera así, no quiero despertar nunca. Porque voy a quedarme junto a ti, y nuestro bebé ― Añadió, acunando el vientre plano del japonés con ensimismado entusiasmo. ― para siempre.


En aquella fría noche coronada de estrellas, meses más tarde, el llanto de un bebé rompía el silencio. El Príncipe Nikiforov-Katsuki ha nacido. Y sus padres, son los más felices del mundo.

Su historia, todavía tenía mucho por contar.


FIN

 La buena noticia es que la srita. inspiración sigue de visita, yey~ y que he podido escribir este Victuuri porque bueh, tenía ganas enormes de escribir algo de este par de bellos que se aman tan dulcemente que no importa tener diabetes~ <3 

Espero que guste a quienes le den una oportunidad~ 
Sus comentarios siempre son bienvenidos también ;D 

Ya Ne!

2 comentarios:

  1. jsgfdkljddjsj son tan hermosos y con bb mas todavia lokito

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  2. *0* suspiro, suspiro...
    Fue tan melosamente lindo!! Viktor y Yuury son la meloseria hechas personas me encantan!!
    Que bueno que la señorita inspiración no te ha abandonado
    Gracias por tan linda historia!!!

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