Título: COLD NIGHT CROWNED WITH STARS
Autora:
Felina
Pareja:
Victuuri
Género:
Romance. Mpreg (implícito)
Clasificación:
NC-17/Lemon
COLD NIGHT CROWNED WITH STARS
~*~
El paisaje era hermoso. Enclavado en un
valle montañoso, el destino de la pareja de patinadores. Una cálida cabaña
apostada a la orilla de un lago congelado, con montañas nevadas rodeándola cual
centinelas confiables y un bosque de pinos que daba ese toque a vida.
Katsuki abrió desmesuradamente los ojos
cuando vislumbró el lugar a la distancia, arribando desde un camino colina
arriba a un kilómetro de ahí. Han llegado ahí en un auto especial para nieve, y
de todas formas hay un pueblo a un par de kilómetros por lo que el ruso no
tiene preocupación particular por lo aislado de ese lugar. Después de todo, es
la idea, ahí es a donde iba cuando quería despejarse de absolutamente todo. Por
su parte, Katsuki nunca había visto un lugar tan bonito, aunque Japón tiene sitios de ensueño, y ha conocido otros
lugares gracias a sus viajes por el patinaje artístico, este era sencillamente
diferente, quizá por el solo hecho de estar ahí con su prometido. La panorámica
era tan paradisiaca que no resistió la tentación de hacer unas fotografías con
la cámara digital que Nikiforov le había regalado antes del viaje.
― Fui
a una tienda especialista y me recomendaron esta cámara. Dijeron que era ideal
para aficionados, por lo que es perfecta, Yuuri. ― Eso le había dicho,
antes de robarle uno de esos besos que el japonés no ve venir y le hacen
sonrojar como colegial en su primer amor.
Y bueno, no es como si pudiera refutarse
el hecho de que, en efecto, Víctor Nikiforov es su primer amor. Y, hoy día lo
sabe, Katsuki Yuuri también es el primer amor del ruso. Vivían una especie de cuento de hadas, era increíble como a
pesar de su personalidad, fama y popularidad, Nikiforov no había conocido el
amor hasta que Katsuki llegó a su vida. El japonés, por otro lado, de muchas
maneras era inocente, e incluso si estuvo enamorado del ruso prácticamente
desde la adolescencia, no fue sino hasta que él se convirtió en su entrenador
que la convivencia le hizo comprender el sentimiento tan especial y profundo
que tenía por él desde hace mucho, mucho tiempo.
― Vamos, Yuuri. ― Nikiforov sonrió
complacido por la reacción de su prometido. Aunque ajeno a los pensamientos que
flotaban en la mente del japonés, le besó una mejilla y echó a andar colina
abajo el auto.
Claro que había imaginado su reacción,
pero era mil veces más adorable verlo en tiempo real. Su expresión maravillada,
extasiado con el paisaje, apurado en inmortalizarlo en fotografías que,
Nikiforov sabe, añadirá a uno de esos álbumes que ha estado recolectando
últimamente. Le ha valido el brillo en sus ojos marrones, la sonrisa cristalina
y el tartamudeo porque, ¿qué palabras serían adecuadas para expresar su fascinación?
Nikiforov aparcó detrás de la cabaña,
luego bajaron juntos las maletas y entraron en la cabaña. El interior era tan
paradisíaco como el exterior. La cabaña es amplia, de madera y piedra, con un
olor a pino flotando en el ambiente, muebles rústicos y lámparas de gas o
candelabros de velas.
― No hay luz eléctrica, así que estamos
realmente aislados. Pero, si algo es urgente, tenemos una línea de teléfono
para emergencias, de todas formas espero que no sea necesario usarlo. ―
Nikiforov explicó, mostrándole el aparato montado en uno de los muros junto a
la entrada.
― Tendremos días tranquilos, seguro no
lo requerimos, Víctor. ― Dijo, sonriendo afable, admirando a detalle todo en la
cabaña conforme iba avanzando. ― ¿Hace mucho que tienes esta cabaña?
― Sí, como una década. ¿Te gusta, Yuuri?
― Es preciosa. Todo aquí es de ensueño.
― Bueno, pues es nuestra. Así que
siéntete libre de cambiar cualquier cosa si quieres, que sea todavía más de tu
agrado.
― No cambiaría nada, Víctor. ― Dijo con
honestidad, embelesado en la estancia con chimenea.
Un par de sofás individuales frente a la
chimenea, algunos leños dentro, otros fuera, una alfombra con decorado de
flores sakura, dando un toque romántico y peculiar sobre el fondo oscuro del
tejido, una mesa ratona donde reposan algunos libros, y más allá una escalera
que da a la segunda planta, donde hay varias puertas, Katsuki no se imagina que
sean muchas habitaciones, por lo que se aventura a pensar que tal vez haya un
cuarto de baño y quizá otro pequeño salón para otros fines, como escuchar
música o tal vez relajarse.
― Yuuri~. ― Su tono suave saca del
ensueño a su prometido, adorando entonces el sonrojo brillante que se apodera
de sus mejillas. ― Realmente te ha gustado, eh.
― Es hermoso, debiste disfrutar tus
momentos cuando venías, Víctor.
― La mayor de las veces sí, aquí
surgieron algunas ideas para mis programas. Pero, también llegué a venir cuando
me sentía solo.
Katsuki le miró de reojo, Nikiforov
sonreía sinceramente, pero sus ojos azules no podían esconder esos retazos de
su pasado que, todavía ocultos para él, seguramente lastimaron
significativamente a su prometido.
― Ya nunca estarás solo, Víctor. ― Dijo
de pronto, alargando la mano para enlazar sus dedos con los ajenos.
― Lo sé, Yuuri. Y es por lo que soy muy,
muy feliz. Lleno de vida y amor, todo eso que tú me das, Yuuri. ― Dándole un
ligero apretoncito, tiró de él lo suficiente para alcanzar sus labios,
besándole lenta y dulcemente.
Al separarse, el japonés sonrió todavía
más, con el corazón emocionado latiendo contra su pecho y una calidez infinita
que le irradiaba por todo el cuerpo. El ruso correspondió su sonrisa, apoyó su
frente sobre la de su prometido y tarareó la canción que patinara para su
programa largo durante su primer año juntos. Yuri on Ice era como un himno para ellos, un himno de su amor
mutuo, de la forma en que tan naturalmente alcanzaron el corazón del otro y
compartieron todo; los sueños, los obstáculos, las dificultades para
comunicarse, entenderse sin palabras, compartir miradas y cada latido de corazón,
con un pulso incierto al principio, más confiado conforme los días
transcurrieron hasta que ambos lo comprendieron. No era solo admiración o
búsqueda de una nueva inspiración, no era solo el anhelo por algo diferente ni
la superación de sus ansiedades, tampoco se trataba solamente de flirteos
inocentes o coquetos. Era un sentimiento profundo llamado amor. Ese amor
romántico que sacudía más que los sentidos o el corazón, se impregnaba en el
alma misma.
― ¿Quieres salir antes de que oscurezca,
Yuuri?
― Sí, Víctor. Pero déjame conocer antes
la cabaña. ¿Puedo recorrerla?
― Por supuesto, explora todo cuanto
quieras, voy a dejar las maletas y preparar una bebida caliente, ¿de acuerdo?
― Gracias.
Sonreírse de nuevo, Katsuki internándose
primero en la estancia, mirando más de cerca la chimenea y casi pretendiendo
entender cómo encenderla. Nikiforov tomó camino escaleras arriba, cargando
ambas maletas y arrastrándolas luego por el pasillo, el sonido de la madera
crujiendo en algunos puntos mientras llega a la habitación que estarán
compartiendo durante esos días lejos de todo.
La alcoba era tan encantadora como el
resto de la cabaña y el paisaje. Amplia, de techo alto y grandes troncos
soportando la estructura. Una cama tamaño Queen en medio, con una alfombra
aborregada alrededor, una mesita de noche a cada lado; en una de ellas unos
libros y en la otra un candelabro sencillo. Muebles rústicos, uno con espejo,
un baúl con mantas, un armario donde acomodar sus ropas, un par de sillas
acolchadas. Un ventanal corredizo que da a un balcón.
― Esta noche me sentaré aquí con Yuuri,
veremos las estrellas mientras nos abrazamos y besamos mucho. ― Dijo para sí,
con tono soñador, perdido en su propia nube de algodón.
Abajo, Katsuki ha pasado ya por toda la
planta baja, el comedor, la cocina, y un salón de juegos de mesa y azar. Subió
las escaleras con cuidado, admirando los cuadros que colgaban del muro, no
conoce mucho sobre arte, pero está seguro de que son réplicas de artistas
reconocidos. Al llegar a la segunda planta asomó el rostro en la primera
puerta, un salón vacío, literalmente. El japonés tuvo curiosidad, pero no preguntaría
aún, esperaría a que la conversación saliera. Siguió su camino hasta la segunda
puerta. Un baño con jacuzzi. El sonrojo le subió a las mejillas, era inevitable
saber qué pasaría cuando lo usaran.
― Yuuri, ¿estás bien?
― ¡Sí!
El encuentro de miradas hace lo suyo.
Katsuki se ha delatado solo, Nikiforov sonríe pícaro. Luego le llama a su lado
para mostrarle la alcoba y juntos terminar de guardar sus ropas en el armario,
ahí en cuyo rincón acomodan las maletas hasta que sean requeridas de nuevo.
― Yuuri, ven. ― El ruso palmeó en la
cama, invitándole a sentarse a su lado.
Katsuki se dejó caer a un lado, a
prudente distancia de su prometido (unos treinta centímetros, ahí donde sus
manos se buscaron y enlazaron).
― Yuuri es adorable cuando se pone
tímido. ― Comentó con tono amable, mirándole de reojo, con su sexy flequillo
enfatizando su aura seductora.
― A Víctor le gusta jugar conmigo~. ―
Gimotea. Dejándose llevar cuando el ruso le empuja sobre el lecho, dejando la
mano sobre el pecho de su prometido, sintiendo los latidos algo más apresurados
contra su palma. Katsuki está nervioso, Nikiforov ansioso. ― ¿Víctor?
― Quiero besarte ahora, Yuuri. ―
Susurra, inclinándose sobre el cuerpo del japonés, mirándole directo a los
ojos. ― ¿Puedo?
― No necesitas preguntar, Víctor.
Sonreírse una vez más (las finitas veces
al día nunca son suficientes). Reducir la distancia y fusionar los labios. Los
pliegues de Nikiforov inician el baile sensual, apenas acariciando los de
Katsuki, invitándolo lentamente a seguirle el ritmo, a buscar el compartido, a
imponer el propio si así lo desea.
El japonés suspira primero, cierra los
ojos rendidos a la placentera sensación del beso que le da su prometido, se
estremece cuando siente su lengua iniciar la exploración dentro de su boca,
jugando con la suya, rozándose, empujándose, enredándose. Un beso apasionado,
lento, coqueto. Las manos enlazadas permanecen igual, atrapadas entre sus cuerpos,
con sus argollas de compromiso dejando una estela cálida contra sus pieles. La
siniestra de Katsuki resbala inocentemente por la espalda de Nikiforov hasta
llegar a su nuca, acariciarle el cuello y acunarse en su mejilla.
Un beso exquisito.
Un suave piquito de labios para
despedirse, solo por ahora.
― Te amo, Yuuri.
― Yo también te amo, Víctor.
Quedarse en silencio sin importar el
tiempo que transcurra, porque hay momentos en que mirarse a los ojos, anclar
las pupilas y sentir el calor que emana de sus cuerpos es suficiente para
sentirse cómodos, tranquilos, enamorados.
― Vamos afuera, Yuuri. Quiero mostrarte
el lago. ― Nikiforov le invita, sus ojos azules brillan emocionados.
Katsuki asiente, y sigue sus pasos
cuando le arrastra escaleras abajo y salen de la cabaña. Toman un camino a la
derecha, perfectamente trazado para andar, la nieve bajo sus pies está
compacta, facilita cada paso. Más allá, el lago congelado con un intenso azul
marino en el que se reflejaban las montañas nevadas y las luces del pueblo
cercano, aunque aun era temprano, el atardecer comenzaba a anunciarse.
― Es hermoso, Víctor.
― Eso pensaba también, pero justo ahora,
mis ojos ven lo más hermoso del mundo, Yuuri.
Katsuki se sonrojó visiblemente cuando
volvió la mirada y se dio cuenta de que Nikiforov lo observaba fijamente a él.
Con esa sonrisa enamorada que lo estremece de pies a cabeza y lo llena de
seguridad. Devolvió la sonrisa, empinándose por un beso dulce como
agradecimiento por sus palabras.
― Víctor también es hermoso. ― Susurra,
preguntándose si estaba bien devolverle el halago sin que parezca que
simplemente le sigue por inercia.
Nikiforov soltó una risita, abrazando su
cintura y pegándole un poco más a su cuerpo, agregó que, puesto en palabras más
simples, ambos hacían el paisaje doblemente hermoso.
― ¿Patinas aquí, Víctor?
― Por supuesto. Es seguro hacerlo,
Yuuri. ¿Quieres intentar mañana?
― Sí, eso será estupendo.
― Hagámoslo a primera hora~. ― Plantarle
un beso sonoro en la mejilla, reír porque sí, porque estar juntos los hace
sumamente felices.
Quedarse un rato más simplemente admirando
la vista, el atardecer cayendo lentamente, el cielo cambiar de azul a nacarado.
La temperatura descendiendo también. La pareja volviendo al interior de la
cabaña, preparar la cena y pasar un rato agradable en la cocina, igual en el
comedor, recoger y dejar limpio para el día siguiente.
― Vamos a sentarnos en la chimenea,
Yuuri.
― Sí~ vas a encenderla, ¿verdad, Víctor?
― Claro~ pero primero voy a preparar esa
bebida caliente que prometí cuando llegamos, Yuuri. Adelántate y espérame en la
estancia.
Katsuki asiente y se dirige ahí, se
sienta en uno de los sofás, cubriéndose con una manta tejida de algodón
mientras espera por su prometido. En tanto, no puede evitar sonreír y pensar en
lo feliz que es, en cómo su vida ha cambiado y él ni siquiera lo había
imaginado antes.
Poco después Nikiforov regresa con un
par de tazas con vino caliente, ofreciéndole una a su prometido, Katsuki
agradece y se acurruca aún más en el sofá. Aunque cuando ve a su amante ocupar
el otro, se pregunta por qué no hay uno doble donde ambos pudieran sentarse juntos.
Pensándolo bien, sí, quizá sea necesario añadir algunas cosas a esta casa.
― ¿En qué piensas, Yuuri?
― Un sofá doble. ― Responde, sencillo,
dando un sorbo a su vino caliente. ― Vendrá bien, ¿no, Víctor?
― Completamente de acuerdo contigo,
Yuuri. Pero, ya que ahora no lo tenemos, todavía podemos sentarnos en la
alfombra.
― Oh, es cierto. ― Reírse juntos, y
cambiar de inmediato de sitio, dejando cojines en la alfombra y sentándose
encima de ellos.
― Pero todavía compraremos un sofá
doble. Será útil en otras ocasiones. ― Añadió con tono pícaro, provocando un
sonrojo más en mejillas de su prometido.
Mejillas que no duda en besar, dejando
la taza de vino caliente sobre la alfombra, retirando la de su prometido
también, besándole los labios. Más besos, más ganas de sacarle la ropa y
recorrer su cuerpo desnudo.
Porque cómo negar que una de las cosas
que deseaba era tener sexo por la noche junto a la chimenea, a la luz de las
estrellas y el fuego crepitante en el fogón, con una botella de champagne fresa
en la cubitera y dos copas de fino cristal en el piso a medio vaciar,
recostados en la alfombra compartiendo miradas cómplices y apasionados besos.
― Aunque
la cubitera estaría de más con este clima. Quizá en otra época. El champagne
todavía es una buena opción. Y necesito encender la chimenea. ― Piensa, se
pierde ahí, en ese páramo de su mente que lo desconecta un poquito de todo,
incluso de los besos o de las pupilas marrón de su prometido.
― Víctor. ¡Víctor!
― ¿Eh? Lo siento, Yuuri, no estaba
escuchando.
― Me di cuenta, ¿estás bien? ¿algo te
preocupa, Víctor?
Nikiforov sonrió cariñoso. Katsuki era
tan tierno.
― Yuuri, ¿no adviertes lo que dicen mis
ojos azules? ― Dice, provocándole un poquito.
Y, por qué no aceptarlo, curioso por
saber hasta dónde su prometido podría conocerle sin palabras de por medio. Katsuki
le miró fijamente. Luego un sonrojo fue ganando matiz en sus mejillas hasta que
se expandió hasta tinturarle las orejas de intenso carmín. Claro que sí.
Incluso él ha aprendido mucho de su forma de ser, de fantasear con él, de
flirtear y seducirle.
― Víctor me avergüenza incluso en su
pensamiento. ― Musita, sintiéndose un poco más acalorado.
Afuera, el sonido de la salvaje noche
parece hacer eco en las montañas. Algunos aullidos de lobo llegaban apenas como
susurros en el aire, el mecer de ramajes y los graznidos de algunas aves
nocturnas. El reloj marcaba apenas las ocho pero las penumbras y el frío hacían
sentir que pasaba la medianoche. El vino caliente que apenas han probado se
antoja de pronto con más entusiasmo.
Las ganas de tocarse y hacer el amor
también ganan fuerza.
― Tú también puedes avergonzarme si
quieres, Yuuri. ― Añade y le acaricia el contorno del rostro con un dedo,
besándole algo más suave y lento.
Katsuki suspira, responde el beso y se
entusiasma un poco cuando es él quien impone el ritmo, quien le mordisquea el
labio inferior y empuja su lengua ganando confianza.
― Es difícil avergonzarte, Víctor. ―
Musita con sus labios pegados, besándole una vez más antes que escuchar sus
palabras.
― No tanto, Yuuri. Me avergüenzo incluso
si solo me miras.
― Es mentira, es Víctor quien lo hace
cuando me mira. Justo como ahora~.
Reírse juntos, alcanzar una de las tazas
y beber el vino caliente entre besos. Avergonzarse o no, de pronto no importa.
Ambos saben que quieren más, sus cuerpos lo necesitan, sus corazones lo
anhelan.
Nikiforov se aparta apenas lo necesario
para encender el fogón en la chimenea, después retoman besos y caricias.
Minutos más tarde Katsuki descansa tumbado en la alfombra, con medio cuerpo de
su prometido contra el suyo, sus dedos traviesos acariciándole el vientre por
debajo de la ropa.
― Todavía está frío, esperemos que la
chimenea caliente un poco más antes de desnudarnos. ― El ruso susurra en su
oído, mordisqueándole el lóbulo con gentil sensualidad.
El japonés suspira de nuevo, sus
anteojos son retirados y dejados sobre el sofá con cuidado. Aprovechan entonces
para besarse más, acariciarse por encima de la ropa o buscar pequeñas aperturas
debajo de ellas. Llenarse de mimos y cariños, terminarse la otra taza de vino
caliente y sentir luego que es momento. Que comenzar a desnudarse está bien
ahora y cuando una oleada de frío aparece, abrazarse y unir sus pieles se
convierte en el mejor abrigo posible.
Minutos más tarde ambos están desnudos,
sus ropas regadas alrededor sobre la alfombra, el fogón crepitando, la estancia
tibia. Nikiforov está sentado con las piernas extendidas, Katsuki en su regazo,
abrazándose y acariciándose mientras nuevos besos nacen y mueren contra los
labios ajenos.
― Víctor~. ― Suspirar el nombre de su
prometido sin aparente razón.
Con el amor y el deseo rebosando en todo
su cuerpo. Febril de pies a cabeza, estremeciéndose cada que las yemas de los
dedos del ruso se pasean por su anatomía, rozando su espalda y trazando la
línea de su espina dorsal; cuando le siente rozarle las caderas o los glúteos y
se pierde al frente por sus muslos, cuando tantea su ingle y evita con alevosía
acariciar su entrepierna.
― Mi bello Yuuri está caliente~. ―
Decirle con aire coqueto y provocador, tanteando el elixir entre sus nalgas.
Y sentirle temblar de expectación,
estremecerse un poco más y agitar las caderas suavemente. Quizá buscando más
contacto, tal vez deseando su toque íntimo. El ruso tiembla también, su falo
roza directamente contra la apertura que divide el trasero del japonés, y la
hombría de él permanece atrapada entre sus cuerpos pues de pronto abrazarse
cerca y compartir el calor es inevitable. Sus corazones palpitan con fuerza,
cual lobos llamándose en una nevada noche invernal, anhelando la compañía de la
pareja elegida para toda una vida.
― Víctor, tócame, por favor~. ― Suplicar
con voz aguda, mirándole con las mejillas arreboladas de carmesí y brillantes
pupilas marrones, agitando la cadera con un poco más de conciencia e intención,
rozando la erección de su ruso amante con deseo.
― ¿Dónde quieres que te toque, Yuuri? ―
Provocarle otro poquito, mirarle temblar de placer y enrojecer de vergüenza y
excitación.
― Aquí. ― Murmura mientras dirige la
diestra de su amante entre sus cuerpos, ahí donde su erección suplica por
atención. ― Y, aquí, Víctor. ―
Sonreír ladino en tanto la siniestra del ruso es dirigida al comprimido anillo
entre sus nalgas. ― Please~ my dear coach~.
Jugar también, provocar su libido y
rendirse a las sensaciones. Nikiforov le besa algo más apasionado, dispuesto a
complacerle. Y tantear a ojos cerrados mientras disfrutan del caliente
intercambio de saliva y deseo, la botellita de lubricante que ha dejado antes
al lado, verter algo del viscoso líquido y comenzar a untarlo en la contraída
cavidad.
― Ng~. ― Gimotear entre besos mientras
los dedos del ruso presionan contra su carne antes de empujar gentilmente el
primer dígito. ― Víctor~. ― Y suspirar por enésima vez su nombre, jadear y
perderse en las cristalinas lagunas azules que lleva por ojos.
Naufragar en ellos con la confianza que
viene del amor mutuo, del placer carnal y la imposición de sus sentimientos,
transformando el encuentro sexual en un acto de plenitud compartida.
Porque Katsuki navega en las lagunas del
ruso, pero Nikiforov se pierde en el seductor marrón de sus pupilas, cual
cafetales cubriendo las laderas de las colinas más rebosantes de vida que él
pudiera recordar.
Nikiforov continúa entonces acariciando
la erección de su amante mientras permanece presa entre sus torsos, se
concentra en la punta y gentilmente presiona la yema en la hendidura. Casi
parece imitar el movimiento del invasor en la cavidad anal de Katsuki, rozando
y presionando la carne caliente de su interior, entrando y saliendo lentamente,
casi saboreando la sensación de sus anillos alrededor de su dedo.
― Ahh~ Víctor, más
. ― Suspirar con la voz algo más ronca,
con ojos lacrimosos y un calor abrasador ganando terreno por todo su cuerpo.
Nikiforov le complace de nuevo, agrega
un segundo intruso y empuja con un poco más de fuerza hasta que las tres falanges
se pierden en su interior. Katsuki jadea exaltado, entrecierra los ojos y se
lame los labios antes de besarle. La postura es perfecta, están cerca,
abrazados, con sus pechos unidos. Pueden sentir los latidos ajenos acompasarse
a los propios, acelerados y frenéticos. Besarse y mirarse es fácil. Katsuki se
mima, participa poco de las atenciones pero no escatima en caricias, araña la
espalda del ruso aunque no deje más que finas líneas rojas en la pálida piel de
su amante, entierra sus dedos en los mechones platinados y desordena su peinado
antes de intentar acomodar el flequillo y reír por la supuesta travesura.
Se siente como el juego previo al
verdadero placer.
― ¡Víctor~!
Justo así, como el momento exacto en que
Nikiforov decide alcanzar la próstata de su prometido y golpearla. A veces
gentilmente, otras con lasciva malicia. Apartar la diestra que acariciaba su
entrepierna y cambiar el roce por la fricción o prisión de sus torsos al
instarle a moverse con él.
Y tumbarle de un momento a otro cambiando
de posición. Dejarle bajo su cuerpo y comenzar a repartir besos por su febril
pecho, dejar marquitas aquí y allá, succionar las endurecidas tetillas y
lamerla las axilas, ahí donde sabe que también tiene puntos de placer y le
provoca temblorcitos. Cuando Nikiforov le separa las piernas, Katsuki responde
llevándolas a los hombros de su prometido, deslizando las nalgas sobre los
muslos del ruso, sintiendo su palpitante falo rozar contra su ano.
― No estás listo, Yuuri.
― Está bien, Víctor. Puedo soportarlo.
Nikiforov le mira fijamente, y se deja
convencer por la determinación en los ojos marrones. Estira la mano en busca de
un preservativo, pero la siniestra de Katsuki lo detiene a medio camino.
― Hoy no, por favor. Quiero que me
llenes de ti, Víctor.
Sin excusas para negarse, y porque él
también quería sentirlo plenamente, el ruso desechó la idea de usar condón y
ayudándose con la diestra acomodó la punta de su pene contra la cavidad de su
amante, derramando tanto más del lubricante para facilitar la penetración. Y
hacerlo lentamente, empujando la pelvis con delicadeza, gimiendo juntos
mientras sus cuerpos se vuelven uno y sus miradas se anclan con la fuerza de un
fénix elevando el vuelo, imponente ser de fuego, capaz de consumirlo todo y
resurgir de sus cenizas con mayor vigor.
― ¿Estás bien, Yuuri?
― Lo estoy. Muévete, Víctor.
El vaivén inicia suave, lento, dulce.
Así como sus besos, la ronda que dirigen con más y más entusiasmo, casi como si
emularan el fuego en la chimenea, crepitando con más fuerza y candor,
encendiendo los leños hasta formar brasas de pasión encendida.
― Ng, nh~ más, Víctor.
― Lo que mi Yuuri quiera.
Cambiar la cadencia de las embestidas en
respuesta a la libido encendida en ambos. Y cambiar también la postura, ir de
la tierna mirada de frente, al apasionado vaivén de espaldas, Katsuki soporta
el peso en sus rodillas, inclina la espalda y baja el rostro casi hasta la alfombra,
sacude las caderas por cuenta propia y toma el control unos instantes. Cual gato
retozando que mueve la cola con
travesura. Nikiforov le deja dominar, se deleita la pupila y complace su deseo.
La postura y la inactividad le
permite acariciar la espalda del japonés, besársela, mordérsela, chupársela y
dejar marcas por doquier. También juega con sus nalgas, las amasa y palmea. De un
momento a otro abandona su interior y agachándose decide mordisquearle y
besarle, colar su lengua en la caliente y mojada cavidad anal mientras le
separa las nalgas con las manos, escuchándole gimotear y nombrarle.
― No~ Víctor~. A ti, por favor, lléname
con tu pene~.
― Me encanta también el Yuuri demandante
que pierde la timidez.
Tumbarle de espaldas en la alfombra,
perfilarse de nuevo entre sus piernas y empujar su virilidad con fuerza,
aumentando el ritmo de las estocadas. Sudar, gemir, mirarse. Los minutos
transcurren, el fogón crepita, sus cuerpos danzan la sensual música que les
nace del corazón y se compone en los movimientos corporales llenos de pasión y
lujuria.
Katsuki se estimula con la siniestra, la
diestra alcanza el vientre de Nikiforov, araña sus pectorales y se muerde los
labios cuando el caliente falo golpea su próstata y una oleada de placer sacude
todo su cuerpo. están por alcanzar el orgasmo. La noche es profunda fuera,
incluso parece que nevará, las estrellas podrían ocultarse. No es importante,
no cuando hacen el amor y saborean la unión de sus anatomías al rozar el cielo con
la punta de los dedos.
De todas formas, la estancia era solo la
primera ronda. La estamina de Katsuki no es broma, y la libido de Nikiforov es
capaz de aguantarle el paso.
…
Es la tercera noche que pasan ahí, y es la
primera en que el cielo nocturno se deja observar en su máxima belleza. Ataviado
de estrellas, con una coqueta luna redonda. Reflejado en el lago congelado, con
las montañas nevadas y las luces del pueblo cercano dando una bonita postal
para el recuerdo. Katsuki y Nikiforov están sentados sobre almohadones y
cobijados bajo el calor de las mantas en el balcón de la alcoba, con una taza
de chocolate caliente y el compás de sus corazones como melodía de fondo.
― Volvamos el año próximo, Yuuri.
― Cuando quieras, Víctor. Estaré feliz
de acompañarte a donde sea que me invites.
Besarle porque sí, porque son un par de
enamorados que viven en su nube de algodón y están listos para hacer lo que sea
para mantenerse así.
― Vamos a casarnos al volver, Yuuri.
― ¿Eh?
― Hace un año que tenemos estos anillos,
¿no? Y has ganado el oro en el GPF esta vez, ¿no lo merecemos?
― S-sí, claro que sí. Solo, fue
repentino, Víctor.
― ¿Sabes? Inicialmente había pensado
sorprenderte con una ceremonia aquí, invitar a familia y amigos, pero… ― Mirarle
a los ojos, sostener su mano y besarle el anillo… ― Creo que es mejor si lo
planeamos juntos, si elegimos todo juntos. Pero, quiero casarme contigo, Yuuri.
Quiero dejar de pensarte solo como mi prometido y llamarte esposo.
Sonreír con entusiasmo, besarle los
labios, buscar su diestra y besar el anillo también. Abrazarle y llorar de
emoción, embelesado con la idea, tocado en el corazón por la forma en que su amante
siempre considera sus deseos.
― Sí, vamos a planearlo juntos, Víctor.
…
Mes y medio más tarde, en medio de las
planeaciones para la boda, Katsuki tenía una noticia más para Nikiforov.
― ¿Esto es real, Yuuri? ― Pregunta,
eclipsado por la hoja de papel que el japonés ha deslizado en la mesa mientras
su ruso prometido escuchaba melodías para su próximo programa de patinaje
(todo, después de casarse).
― Lo es, Víctor. Son los resultados de la
prueba que me hice el día de ayer.
― Estás, embarazado. Vamos a ser papás.
― Lo seremos, Víctor.
― ¡Oh my god! ¡Yes! ¡Sí, sí, sí! ¡Seremos
papás, Yuuri!
Despertar del letargo y emocionarse al
por mayor, cargarle en brazos, llenarle el rostro de besos. Llorar juntos por la
buena nueva. Sentarse de nuevo en la mesa de trabajo, con Katsuki en su regazo.
Enjugarse las lágrimas mutuamente, sonreír con la emoción desbordada. Y besarse.
Besarse mucho.
― Es increíble, la noticia más hermosa que
has podido darme, Yuuri. Ahora, vamos a casarnos y ser papás. Soy tan feliz~.
― También soy feliz, Víctor.
― Debiste decirme, tendría que haber ido
contigo a consulta.
― Quería asegurarme, y sorprenderte.
― Y vaya que me has sorprendido. Cielos,
soy tan feliz que creo que voy a llorar todavía más.
Katsuki sonrió, enamorado por completo,
disfrutando las caricias que los pulgares de Nikiforov dejan en sus mejillas. Tanto
amor.
― ¿Recuerdas la habitación vacía en la
cabaña, Víctor?
― Claro que sí.
― Entonces, y aun ocasionalmente he
pensado por qué está así. Ahora, no he parado de pensar que ahí, en esa cabaña
de ensueño, me gustaría decorarla para nuestro bebé, y pasar juntos un tiempo
cuando el bebé pueda viajar.
― Así lo haremos, Yuuri. Porque tú y
solo tú, puedes cambiar todo cuanto quieras en mi vida, porque todo lo que tú
haces me vuelve más y más feliz. Mi amado Yuuri, gracias, por cada trozo de
felicidad que me sigues dando. Mi vida, mi amor.
― Tú también eres mi vida y amor,
Víctor. Y soy tan feliz que a veces temo continuar en un sueño.
― Si fuera así, no quiero despertar
nunca. Porque voy a quedarme junto a ti, y nuestro bebé ― Añadió, acunando el
vientre plano del japonés con ensimismado entusiasmo. ― para siempre.
…
En aquella fría noche coronada de estrellas,
meses más tarde, el llanto de un bebé rompía el silencio. El Príncipe Nikiforov-Katsuki
ha nacido. Y sus padres, son los más felices del mundo.
Su historia, todavía tenía mucho por
contar.
FIN
La buena noticia es que la srita. inspiración sigue de visita, yey~ y que he podido escribir este Victuuri porque bueh, tenía ganas enormes de escribir algo de este par de bellos que se aman tan dulcemente que no importa tener diabetes~ <3
Espero que guste a quienes le den una oportunidad~
Sus comentarios siempre son bienvenidos también ;D
Ya Ne!
jsgfdkljddjsj son tan hermosos y con bb mas todavia lokito
ResponderBorrar*0* suspiro, suspiro...
ResponderBorrarFue tan melosamente lindo!! Viktor y Yuury son la meloseria hechas personas me encantan!!
Que bueno que la señorita inspiración no te ha abandonado
Gracias por tan linda historia!!!