“Esa
vez fue lejano como una estrella,
Cuando los ojos alumbraban y los labios eran carmesí”
Cuando los ojos alumbraban y los labios eran carmesí”
Fragmento Poema “Amor
Profanus” de Ernest Christopher Dowson
Capítulo
8. UN PASADO MISTERIOSO
~*~
…Flashback…
Aomine
y Sakurai llegaron puntuales a la casa del Dr. Hotaru tras haber sido citados
por el hombre con instrucciones claras para llegar. La casa no era para nada
como lo hubiesen imaginado, para empezar era sencilla, de una sola planta y de
tamaño razonable, un gato maullaba en la cornisa de una de las ventanas al
frente, el minino poseía un color negro brillante y unos ojos ambarinos
penetrantes. Al moreno aquel gato le irritó el instinto, mostró sus afilados
colmillos licántropos y gimió guturalmente como un can cuando reta a un felino.
–
¿En serio? Es solo un gato, Aomine-senpai… – El castaño dijo con una risita
contenida, todavía se sentía extraño pero mucho más aliviado por el solo hecho
de estar en compañía de su novio.
–
No me gustan los gatos… – Gruñó de mala gana, viendo cómo el minino ignoraba su
amenazante sonido y se dedicaba a ronronear sin apartarles la vista… – Y ése
gato en particular no me gusta.
–
Se llama Lukem, es un gato amigable Aomine-kun.
–
Un gato es un gato, y no me agradan, Dr. Hotaru.
–
Entiendo… – El hombre sonrió a modo de rendición. Dio una mirada al minino y tras
maullar inconforme, Lukem saltó al muro lateral y de ahí trepó hasta el techo…
– Pasen, por favor.
–
Tiene una casa muy bonita y sencilla.
–
Comparada con su mansión, naturalmente resulta sencilla para ti, Sakurai-kun.
Le agradezco el halago por considerarla bonita, la mayoría de las personas que
me conocen piensan que es un caos porque soy soltero y trabajo prácticamente
todo el día.
–
El horario del Instituto no es tan extenso.
–
También trabajo en un Hospital Privado y de vez en cuando tomo guardias como
voluntario en la Clínica de la prefectura, Aomine-kun. Pero eso no es lo
importante a fin de cuentas, están aquí por otra razón. ¿Cómo te has sentido,
Sakurai-kun?
–
Después de que desperté, algo confuso y con un dolor de cabeza que me mareó
hasta que Aomine-senpai me dio algo para beber.
–
Son síntomas normales, usaste un poder al que no estás acostumbrado mental ni
físicamente.
–
¿Va a explicarme claramente qué es lo que pasó conmigo?
–
A pesar de que Aomine está aquí, supongo que no tendré más alternativa. Tengo
cierto deber ético que me obliga a hablarte con la verdad, Sakurai.
–
¿Por qué le complica tanto que yo escuche?
–
Porque tú, Aomine Daiki, eres un licántropo testarudo y colérico. Probablemente
en el futuro te metas en más problemas de los que puedas manejar y por inercia
se sucederán eventos que no deberían darse. Pero esa decisión no me
correspondía a mí, sino a Sakurai, y es él quien ha dicho que no escuchará si
tú no estás presente. Así que me dejan sin opciones. ¿Gustan algo de tomar?
¿Agua, jugo, soda? Nada de licores, por supuesto.
–
Estamos bien así, por favor, hábleme Hotaru-san.
El
doctor tomó un largo y profundo respiro, tomó asiento en la estancia tras
invitar a los adolescentes a hacerlo también.
–
Bueno, el Clan Sakurai es reconocido entre las diversas razas por ser
cauteloso; aunque tu madre impone respeto por la severidad de sus acciones, la
prudencia de tu padre les ha permitido un lugar en el Concilio de Magia que
muchas otras familias solo pueden ver a la distancia y envidiar. Y créeme,
incluso si los magos son más prudentes o limpios
a la hora de actuar, también tienen un pasado oscuro acerca de cómo se manejan
para seguir en el Poder. Tus padres sin embargo están donde están porque se lo
han ganado.
–
Lo sé, lo he leído en los libros familiares, y el tema ha salido en colación
durante algunas cenas, particularmente con el Clan u otros representantes de
familias poderosas.
–
Lo más interesante, Sakurai, es que el Concilio Supremo también tiene interés
en ti.
–
¿Por lo de su condición especial?
–
Así es, Aomine. Como Sakurai es especial, y posee un poder especial, El
Concilio Supremo tiene su vista puesta en ti. Pero no eres el único, hay otros
en su lista.
–
¿Otros?
–
No hablaré de ellos porque no es de relevancia para ustedes, al menos no por
ahora. Aunque me mires así, Aomine. Y te lo advierto desde ahora, si te dejes
llevar tanto por tu temperamento licántropo, serás tú mismo quien cause
problemas a Sakurai.
El
moreno bufó y miró hacia cualquier otra parte con aire molesto. Sakurai le
sujetó la mano y apretó sus dedos con los propios. Él confiaba a pesar de todo,
le confiaría su vida misma sin dudarlo. Aquél pensamiento golpeó directamente
la mente de Aomine, lo que le hizo sentir particularmente alerta. Los poderes
mágicos de Sakurai iban en aumento y al parecer lo hacían sin que el propio
castaño tuviera plena conciencia.
El
Dr. Hotaru se percató del cambio casi imperceptible en la concentración de
Sakurai, e incluso de la recepción alerta de Aomine.
–
Un vínculo firme. Vi algo así antes, y no
resultó del todo bien…
–
Hotaru-san…
–
¿Alguna vez escuchaste hablar de los Guardianes?
–
Leí algo en un libro. Pero fue muy poco, no había mucha información acerca de
ellos.
–
¿Y qué fue lo que leíste?
–
Los Guardianes son una Orden casi
anónima. La razón por la que no hay escritos sobre ellos es porque actúan con
estricta prudencia, son casi invisibles. No encontré nombres de Guardianes, siempre se hablaba sobre
ellos en conjunto, con un solo fin. Proteger a Los Ángeles.
–
Correcto. Y tú, Sakurai, eres un Ángel.
–
¿Qué? – Sakurai dijo, pero la mirada de Aomine destelló curiosidad.
–
En la voz popular de muchas sociedades alrededor del mundo, los ángeles son
seres alados dotados de ciertos dones celestiales, casi siempre están
relacionados con alguna religión, un alma pura y devoto amor hacia un Dios. En
nuestro mundo, los Ángeles son un
poco diferentes. Son inmortales con
dones especiales, tan poderosos que incluso pueden ser un peligro para la
humanidad, y deben ser custodiados por Guardianes
hasta que se decide qué hacer con ellos.
–
¿Qué hacer con ellos? Por qué no me gusta cómo lo ha dicho, Dr.
–
No apelo a tu tranquilidad con todo lo que estoy contándoles, Aomine, pero es la
realidad. Sí, decidir qué hacer con ellos, porque incluso si son una amenaza
para la humanidad, los Guardianes
tienen el deber ético de detener a
estos Ángeles.
–
¿Matarlos?
–
Se ha dado el caso a lo largo de la historia. Sí, incluye asesinar.
–
Muy bien, entonces escuchamos suficiente. Vámonos, Ryo.
–
Espera, Aomine. Quiero saber más, quiero entender.
El
moreno vio determinación en la mirada del castaño, lanzó una mirada amenazante
al doctor y volvió a quedarse quieto junto a su novio, en alerta. Listo para
atacar si era necesario.
–
¿Por qué Ángeles? ¿Es usted uno de
estos Guardianes, Hotaru-san?
–
Eres perceptivo, Sakurai. Y aunque para la mayoría de las personas pasas
desapercibido, grandes inmortales han
sabido notarte. Incluso Aomine supo que eras diferente a los demás desde que te
conoció. Sí, soy el Guardián asignado
a tu custodia.
–
¿Mis padres lo saben?
–
No. Ellos me contactaron por otra vía y otra razón. Me temo que tus padres no
tienen pleno conocimiento de quién eres y cuán poderoso puedes llegar a ser.
Para ellos eres un mago por encima de los de Primera Generación, pero no creo
que sepan que eres un Ángel.
–
Tal como lo veo, los Ángeles solo
existen para los Guardianes. Quién
decidió llamarnos así.
–
Perspicaz e inteligente, bien hecho Sakurai, te mantendrás a salvo por mucho
más tiempo actuando así.
–
Deje de elogiarme, dígame lo que necesito saber, por favor.
–
Los Ángeles fueron concebidos por los
Guardianes desde casi principios de
los tiempos, cuando las razas comenzaron a identificarse entre los mortales. Dado que eran inmortales con mucho más poder que los
más fuertes de las razas existentes, un puñado de inmortales se rebelaron contra ellos y formaron los cimientos de la
Orden de los Guardianes. Básicamente fueron llamados Ángeles porque todos poseen alas, alas de una gran variedad de
formas, colores e incluso tamaños. Fueron llamados Ángeles porque en sus alas reside su poder.
–
Yo no tengo alas.
–
Las tuviste… – Aomine dijo de pronto. Sakurai volvió la mirada hacia él… – Por
un breve instante, cuando te transformaste, alas crecieron en tu espalda. Eran
hermosas, poseían el color del atardecer, y eran poderosas. Desaparecieron casi
al segundo de que se mostraron.
–
Los poderes de los Ángeles pueden
mostrarse poco a poco, o aparecer repentinamente. Tus poderes son pausados, y
creo que sé por qué. Analicé tu ADN hace tiempo, actualmente la genética entre
los mortales está considerablemente
avanzada, pero genios inmortales con
capacidades más allá de lo que se conoce, han descubierto lo que podrían
considerarse pasos agigantados en la evolución humana. En términos generales
nosotros, los inmortales somos
algunos de esos pasos, pero los Ángeles
como tú, son un salto enorme en la evolución humana. Tú posees lo que se ha
llamado el poder de sangre de dragón.
–
Sangre de dragón. ¿También existen las criaturas míticas de esa naturaleza?
–
El mundo es antiguo, muchas cosas sucedieron en él antes de que la humanidad se
asentara en él. No hay evidencias tangibles de la existencia de dragones, pero
el poder en tu sangre es una muestra de que puede ser así. No lo has preguntado
pero voy a decirlo, eres apenas el segundo inmortal
en la historia que ha desarrollado este poder.
–
¿Qué tan peligroso soy?
–
Eso no lo deciden los Guardianes,
sino tú mismo. Qué tanto deseas controlar lo que hay en ti, Sakurai.
–
¿Cómo controlo un poder que ni siquiera puedo sentir? ¿Algo de lo que no he
estado consciente?
–
Las respuestas vendrán a ti, Sakurai. Te lo aseguro.
…Flashback…
–
Las respuestas no llegarán solas, ¿o sí, Daiki?
–
No lo sé. Pero pase lo que pase, yo estaré ahí contigo, Ryo. Te lo prometo.
--//--//--
Desde
que había salido de la casa de Kuroko, Kagami no dejaba de sentirse inquieto.
Algo en la despedida del peliazul le tenía con los nervios crispados, y todos
sus sentidos estaban más desarrollados que nunca, como si estuviese a la espera
de algo en particular. Estaba, como todo lobo en su territorio, al acecho, pendiente del mínimo movimiento
a su alrededor.
Un
par de días han transcurrido desde la última vez que vio a Kuroko, no ha venido
a la Universidad ni ha contestado ninguna de sus llamadas. Kagami se siente
como fiera enjaulada, está de malhumor y ansioso. Ha querido ir a la Mansión
Kuroko pero está dubitativo por las palabras que el peliazul dijera
anteriormente, quizá no sea buena idea aparecerse por ahí así nada más.
–
Bueno, soy impulsivo después de todo. Iré.
El
pelirrojo torció su camino rumbo a la Mansión Kuroko antes que a la Universidad.
El corazón le martillaba contra el pecho y su respiración también se alteraba,
no era precisamente por la ansiedad, su naturaleza licántropa clamaba por
revelarse. Kagami se extrañó por su propia reacción, hacía mucho tiempo que
había dominado la transformación bajo circunstancias apremiantes de estrés o
ansiedad. Luego se dio cuenta de algo más, era una sensación de peligro que le calentaba la sangre en
sus venas.
–
¿Estás perdido, lobezno? – La pregunta en un tono de voz burlona hizo estallar
la poca paciencia que le quedaba al pelirrojo, cuando encaró a la persona que
le había hablado, se llevó una gran sorpresa.
Quien
fuera, menos Ella.
--//--//--
–
¿Por qué no me mataste, Kasamatsu?
–
Porque no huiste. Estabas dispuesto a permitirme asesinarte, Kise. ¿Por qué?
–
Te lo digo todos los días, Kasamatsu. Estoy enamorado de ti. Los Clanes no me
importan, vampiros y licántropos, incluso magos o híbridos, todos pueden irse a
la mierda, no voy a formar parte del juego que se montan entre todos por más
poder. Y definitivamente no usaría mis habilidades para matarte.
–
Te defendiste esperando que yo tomara ventaja. Eres un inmortal. Los vampiros no se enamoran, como tampoco lo hacemos los
lycans.
–
¿Entonces por qué no me mataste, Kasamatsu? No fue solo porque no huyera, yo te
gusto, ¿no es así?
Los
ojos azul cromado del licántropo centellaron con impetuosa ira, pero tras
aquella furia instintiva, el rubio alcanzó a vislumbrar algo parecido a la
vergüenza. El vampiro aprovechó su altura superior y tomando desprevenido al
otro le tumbó contra el escarpado suelo.
–
Ni siquiera se te ocurra, Kise.
–
Odias ser dominado, ¿verdad?
–
Como no tienes ni maldita idea.
–
Entonces cuéntame, Kasamatsu. Confía en mí, déjame entrar en tu vida como tu
amigo y no como enemigo, y entonces en algún momento, tal vez me aceptes como
tu amante.
–
Estás loco, haz perdido la cabeza.
–
Y el corazón, Yukio. Y el corazón.
El
rubio clavó sus pupilas doradas en las contrarias. El mayor de los dos se
revolvió bajo su cuerpo y con algo de esfuerzo consiguió invertir nuevamente
las posiciones. Ambos tenían la respiración alterada, las emociones tan
primitivas como su instinto estaban ahí a flor de piel.
Kasamatsu
finalmente se dejó llevar y le atacó,
asaltó los labios de Kise besándole salvajemente. Se mordieron sin reserva
hasta hacerse sangrar, el calor los estaba envolviendo.
--//--//--
Kiyoshi
miró la hora en su reloj de muñeca, eran las ocho en punto, Izuki le había
citado aquí porque necesitaba hablar urgentemente
con él. Kiyoshi sin embargo intuía la urgencia
del chico, y aunque no quería evadir más el asunto, tampoco estaba seguro de
cómo debía enfrentarlo. Cinco minutos después Izuki finalmente arribó al lugar,
un parque concurrido por personas de todas las edades, gente saliendo del
trabajo, gente tomándose un descanso, parejas en citas, grupos de jóvenes que
se reúnen para ir al karaoke o algún bar a tomar. Kiyoshi pensó que Izuki no
tenía intenciones de abordarlo más allá de una reunión amistosa.
–
Siento llegar tarde.
–
Está bien.
–
¿Puedo sentarme junto a ti?
–
Por supuesto… – Kiyoshi notó a Izuki actuar nervioso, se estrujaba las manos y
era demasiado formal… – Hey, puedes hablar tranquilamente, aunque soy bastante
mayor que tú, todavía luzco joven, ¿no crees?
–
Sí… – Izuki sonrió, aún así, nervioso… – Yo estuve pensando si debía o no hacer
esto, después de mucho darle vueltas y no llegar a nada, me di cuenta de que la
única forma de seguir adelante era enfrentándolo.
–
Izuki…
–
Por favor, déjame saber, Kiyoshi. La razón por la que me rechazaste la otra
noche, ¿es porque estás saliendo con la persona que realmente quieres?
–
¿Qué? No. Izuki, confundes las cosas. No estoy saliendo con…
–
Te vi…
–
¿Eh?
–
En un bar, con un hombre muy atractivo, y parecían entenderse muy bien.
Parecían íntimos.
–
¿Me viste? ¿Cómo es que, me viste, Izuki? ¿Pasabas por ahí casualmente?
Izuki
bajó la mirada y suspiró. Kiyoshi se sintió ligeramente ofuscado. Nunca le ha
gustado saberse perseguido, es
cuestión de instinto licántropo.
–
Lo siento, quería saber por qué me habías rechazado.
–
Las cosas no estaban yendo de la forma correcta, Izuki. La razón por la que no
tuvimos sexo fue porque te respeto, y porque no estaba listo. Hay muchas cosas
acerca de mí que no sabes.
–
¿Por qué no me las dices, Kiyoshi? ¿Tengo alguna oportunidad?
–
Hablas de esto como si se tratara de amor, Izuki.
–
¡Porque lo es! – Exclamó elevando un poco la voz. Kiyoshi miró alrededor,
algunas personas viraron la mirada movidos por la curiosidad, pero pronto la
atención se dispersó de nuevo. Izuki sabía que estaba actuando casi
patéticamente, que probablemente en lugar de acercarse a Kiyoshi como parecía
estar sucediendo, se alejaría.
–
Apenas si me conoces, Izuki.
–
Entonces déjame conocerte más, déjame acercarme a ti, y tal vez logre que te
enamores de mí y olvides a la persona que está en tu corazón.
–
Eso no va a pasar, no vuelvas a mencionarlo… – Kiyoshi dijo con cierto tono
brusco, apretó los puños y la mandíbula. El pasado no debía emerger, no ahora.
Izuki
también tensó los puños y sintió los ojos escocerle de impotencia.
–
Entonces hablabas en serio, ¿verdad? Los lobos
solo tienen una pareja para toda la vida. Eso dijiste esa noche. Creí que
tal vez si insistía, podría derribar ese muro, pero es imposible si amas tanto
a esa persona como para negarte a renunciarle. No me hubieras besado como lo
hiciste, Kiyoshi. No hubieras sembrado esperanza en mí con tus acciones, no
debiste preocuparte aquella noche ni salvarme de todos aquellos sujetos.
–
Izuki…
–
He terminado de hablar…
–
Izuki, espera…
–
¡No me toques! – Dijo zafándose del agarre del más alto, mirándole con sus
grises pupilas llenas de rencor. Kiyoshi encontró aquella expresión familiar,
ya antes le habían mirado de la misma manera mucho tiempo atrás… – Por favor,
sólo olvida que dije nada, que estuve aquí o que nos conocimos.
–
Estás siendo drástico e infantil, Izuki.
–
¿Te parece drástico e infantil que trate de proteger mi corazón?
–
No te enamoras de alguien a quien apenas conoces, Izuki. Estás confundiendo las
cosas…
Izuki
apretó los labios e inconscientemente levantó una barrera mágica alrededor de
su cuerpo, una suave ventisca agitó sus mechones oscuros y sacudió sus ropajes.
Izuki había temido enamorarse desde que supo que era capaz de sentir aquel tipo
de amor romántico y utópico. Era un mago poco común, nunca había conocido a sus
padres y había crecido en orfanatos y hogares temporales hasta que alcanzó la
adolescencia, entonces se había establecido con una familia que le dio nombre y
una identidad con la cual sentirse segura. Izuki, era más que un apellido, era
su vida. El amor, podría quitarle todo.
–
Izuki, Kiyoshi…
Ambos
muchachos voltearon a ver al dueño de esa voz algo tosca. Hyuuga, amigo de la
infancia de Izuki y conocido de
Kiyoshi estaba ahí, con las manos en los bolsillos de su chaqueta café oscuro y
esa serenidad aplastante en su expresión que, sin embargo, podía llegar a ser
tan fácilmente perturbable. Hyuuga es de esos chicos que pierden con facilidad
los estribos.
–
Hyuuga, qué haces por aquí.
–
¿Ah? Koganei me envío un texto para decirme que nos reuniéramos. ¿No te llamó?
Izuki
se mordió el labio, sacó su móvil para consultarlo y se dio cuenta de que lo
tenía apagado, mientras lo encendía y revisaba los textos que habían llegado
durante la última hora, alcanzó a percatarse de la intensa mirada que Kiyoshi
le dedicaba a Hyuuga. Algo se revolvió incómodo en su interior. Esa intensidad
no la había visto nunca en los ojos del pelicenizo.
–
¡Hey, chicos! – Koganei les llamó unos cuantos pasos más allá, agitó la mano y
apresuró a su amigo a andar. Mitobe le acompañaba con cierta reserva.
Aunque
Mitobe conocía a los amigos de Koganei, todavía no se sentía amigo de ellos. Y no porque no fuesen
confiables, era más bien que para Mitobe era difícil amistarse, sobre todo con inmortales. Koganei solo era una
excepción a muchas cosas en su vida. Cuando llegaron junto a los otros, Koganei
miró de hito en hito a los tres, Kiyoshi era un sempai al que pocas veces le
había dirigido la palabra con familiaridad.
–
Esto…
Un
grupo de chicos pasó corriendo por ahí, en la algarabía de su propia diversión,
pasaron entre ellos sin prestar demasiada atención, disculpándose apenas antes
de seguir su camino. En el acto, Mitobe había sido empujado y chocado
alternadamente con Izuki, Kiyoshi y Hyuuga. Los tres contactos produjeron visiones en su mente. Visiones que
bombardearon su pensamiento y le permitieron ver algo que generalmente no sucede por voluntad propia. El pasado
y el futuro.
–
Mitobe, ¿estás bien?
El
chico asintió, pero le dolía la cabeza y se sentía mareado. Más no fue el único
que se sintió mal. Hyuuga se tambaleó
y casi cae de no ser porque Kiyoshi lo sujetó por el brazo. Cuando Hyuuga
enfocó de nuevo su mirada y se encontró con la de Kiyoshi, muchas cosas
hicieron clic en su mente. Las memorias que su Guardián había ocultado, se abrieron paso en su pensamiento.
–
Teppei, aeternae solitarius lupus.
–
¿Junpei?
Izuki
abrió los ojos de par en par. Hyuuga estaba besando a Kiyoshi.
–
Mi eterno lobo solitario… – Izuki
sabía algo de latín, por eso lo había comprendido claramente. Lo que no podía
comprender, era la razón por la que Hyuuga había dicho eso, ni mucho menos por
qué besaba a Kiyoshi. Pero sobre todo, por qué Kiyoshi estaba respondiéndole
con tanto fervor.
--//--//--
–
Tetsuya, querido…
–
Sí, madre.
–
¿Cuándo piensas salir? Llevas días encerrado aquí. Sé que la Universidad no te
parece interesante, pero debes estudiar de todas formas.
–
Madre, ¿alguna vez tuviste miedo de salir al mundo?
Demiyah
lo pensó apenas por unos instantes.
–
Muchas veces, Tetsuya.
–
Es lo que siento ahora, todo el tiempo en mi pensamiento y me paraliza el
cuerpo. He estado teniendo sueños terribles, sueños en los que pierdo lo que
amo.
–
¿A Kagami Taiga, Tetsuya?
--//--//--
Murasakibara
había venido aquí por inercia. O algo parecido, ya que realmente no le llamaba
para nada la atención andar en bares ni antros, ni nada por el estilo. Hacer vida social no le interesaba. Pero
cuando Himuro le mandó un texto para avisarle que estaría llegando tarde, o que
probablemente no dormiría en su departamento, para que no se preocupara; el
instinto del de cabellos lilas fue salir en busca del de rasgos delicados. No
había tardado casi nada en dar con él, más cuando lo hizo y le vio junto a otro
tipo, besándose y acariciándose, la ira simplemente había podido con su
autocontrol. El tipo en cuestión salvó el pellejo solo porque mismo Himuro
detuvo a Murasakibara antes de que lo moliera a golpes. Todo y que el susodicho
era inmortal, uno más bien de casta
débil sin embargo.
–
¿Qué crees que hacías, Murasakibara?
–
Apartar a ese tipo.
–
Me di cuenta, pero por qué.
El
de cabellos lilas simplemente gruñó y volteó al lado. Estaban ahora fuera del
antro en donde la pelea se había suscitado, en el estacionamiento donde nadie,
o casi nadie, los podría escuchar.
–
Te lo había comentado antes, Murasakibara. Me acuesto con tipos, es así como
soy.
–
No me gusta.
–
Está bien. Ya lo entiendo, me marcharé de tu departamento cuanto antes.
–
No dije eso. No me gusta la idea de que te acuestes con tipos.
–
Pero ya te dije que es quien soy. Me gusta, lo disfruto. Y está bien para mí
tener sexo con tipos, Murasakibara.
El
alto muchacho se le fue encima acorralándolo contra uno de los pilares que
sostiene la estructura del parking.
–
Entonces, solo ten sexo conmigo, Himuro.
Continuará…
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