jueves, 27 de abril de 2017

WHISPERS IN THE SHADOWS (KNB). Capítulo 8.



“Esa vez fue lejano como una estrella,
Cuando los ojos alumbraban y los labios eran carmesí”

Fragmento Poema “Amor Profanus” de Ernest Christopher Dowson

Capítulo 8. UN PASADO MISTERIOSO
~*~

…Flashback…

Aomine y Sakurai llegaron puntuales a la casa del Dr. Hotaru tras haber sido citados por el hombre con instrucciones claras para llegar. La casa no era para nada como lo hubiesen imaginado, para empezar era sencilla, de una sola planta y de tamaño razonable, un gato maullaba en la cornisa de una de las ventanas al frente, el minino poseía un color negro brillante y unos ojos ambarinos penetrantes. Al moreno aquel gato le irritó el instinto, mostró sus afilados colmillos licántropos y gimió guturalmente como un can cuando reta a un felino.

– ¿En serio? Es solo un gato, Aomine-senpai… – El castaño dijo con una risita contenida, todavía se sentía extraño pero mucho más aliviado por el solo hecho de estar en compañía de su novio.

– No me gustan los gatos… – Gruñó de mala gana, viendo cómo el minino ignoraba su amenazante sonido y se dedicaba a ronronear sin apartarles la vista… – Y ése gato en particular no me gusta.

– Se llama Lukem, es un gato amigable Aomine-kun.

– Un gato es un gato, y no me agradan, Dr. Hotaru.

– Entiendo… – El hombre sonrió a modo de rendición. Dio una mirada al minino y tras maullar inconforme, Lukem saltó al muro lateral y de ahí trepó hasta el techo… – Pasen, por favor.

– Tiene una casa muy bonita y sencilla.

– Comparada con su mansión, naturalmente resulta sencilla para ti, Sakurai-kun. Le agradezco el halago por considerarla bonita, la mayoría de las personas que me conocen piensan que es un caos porque soy soltero y trabajo prácticamente todo el día.

– El horario del Instituto no es tan extenso.

– También trabajo en un Hospital Privado y de vez en cuando tomo guardias como voluntario en la Clínica de la prefectura, Aomine-kun. Pero eso no es lo importante a fin de cuentas, están aquí por otra razón. ¿Cómo te has sentido, Sakurai-kun?

– Después de que desperté, algo confuso y con un dolor de cabeza que me mareó hasta que Aomine-senpai me dio algo para beber.

– Son síntomas normales, usaste un poder al que no estás acostumbrado mental ni físicamente.

– ¿Va a explicarme claramente qué es lo que pasó conmigo?

– A pesar de que Aomine está aquí, supongo que no tendré más alternativa. Tengo cierto deber ético que me obliga a hablarte con la verdad, Sakurai.

– ¿Por qué le complica tanto que yo escuche?

– Porque tú, Aomine Daiki, eres un licántropo testarudo y colérico. Probablemente en el futuro te metas en más problemas de los que puedas manejar y por inercia se sucederán eventos que no deberían darse. Pero esa decisión no me correspondía a mí, sino a Sakurai, y es él quien ha dicho que no escuchará si tú no estás presente. Así que me dejan sin opciones. ¿Gustan algo de tomar? ¿Agua, jugo, soda? Nada de licores, por supuesto.

– Estamos bien así, por favor, hábleme Hotaru-san.

El doctor tomó un largo y profundo respiro, tomó asiento en la estancia tras invitar a los adolescentes a hacerlo también.

– Bueno, el Clan Sakurai es reconocido entre las diversas razas por ser cauteloso; aunque tu madre impone respeto por la severidad de sus acciones, la prudencia de tu padre les ha permitido un lugar en el Concilio de Magia que muchas otras familias solo pueden ver a la distancia y envidiar. Y créeme, incluso si los magos son más prudentes o limpios a la hora de actuar, también tienen un pasado oscuro acerca de cómo se manejan para seguir en el Poder. Tus padres sin embargo están donde están porque se lo han ganado.

– Lo sé, lo he leído en los libros familiares, y el tema ha salido en colación durante algunas cenas, particularmente con el Clan u otros representantes de familias poderosas.

– Lo más interesante, Sakurai, es que el Concilio Supremo también tiene interés en ti.

– ¿Por lo de su condición especial?

– Así es, Aomine. Como Sakurai es especial, y posee un poder especial, El Concilio Supremo tiene su vista puesta en ti. Pero no eres el único, hay otros en su lista.

– ¿Otros?

– No hablaré de ellos porque no es de relevancia para ustedes, al menos no por ahora. Aunque me mires así, Aomine. Y te lo advierto desde ahora, si te dejes llevar tanto por tu temperamento licántropo, serás tú mismo quien cause problemas a Sakurai.

El moreno bufó y miró hacia cualquier otra parte con aire molesto. Sakurai le sujetó la mano y apretó sus dedos con los propios. Él confiaba a pesar de todo, le confiaría su vida misma sin dudarlo. Aquél pensamiento golpeó directamente la mente de Aomine, lo que le hizo sentir particularmente alerta. Los poderes mágicos de Sakurai iban en aumento y al parecer lo hacían sin que el propio castaño tuviera plena conciencia.

El Dr. Hotaru se percató del cambio casi imperceptible en la concentración de Sakurai, e incluso de la recepción alerta de Aomine.

Un vínculo firme. Vi algo así antes, y no resultó del todo bien…

– Hotaru-san…

– ¿Alguna vez escuchaste hablar de los Guardianes?

– Leí algo en un libro. Pero fue muy poco, no había mucha información acerca de ellos.

– ¿Y qué fue lo que leíste?

Los Guardianes son una Orden casi anónima. La razón por la que no hay escritos sobre ellos es porque actúan con estricta prudencia, son casi invisibles. No encontré nombres de Guardianes, siempre se hablaba sobre ellos en conjunto, con un solo fin. Proteger a Los Ángeles.

– Correcto. Y tú, Sakurai, eres un Ángel.

– ¿Qué? – Sakurai dijo, pero la mirada de Aomine destelló curiosidad.

– En la voz popular de muchas sociedades alrededor del mundo, los ángeles son seres alados dotados de ciertos dones celestiales, casi siempre están relacionados con alguna religión, un alma pura y devoto amor hacia un Dios. En nuestro mundo, los Ángeles son un poco diferentes. Son inmortales con dones especiales, tan poderosos que incluso pueden ser un peligro para la humanidad, y deben ser custodiados por Guardianes hasta que se decide qué hacer con ellos.

– ¿Qué hacer con ellos? Por qué no me gusta cómo lo ha dicho, Dr.

– No apelo a tu tranquilidad con todo lo que estoy contándoles, Aomine, pero es la realidad. Sí, decidir qué hacer con ellos, porque incluso si son una amenaza para la humanidad, los Guardianes tienen el deber ético de detener a estos Ángeles.

– ¿Matarlos?

– Se ha dado el caso a lo largo de la historia. Sí, incluye asesinar.

– Muy bien, entonces escuchamos suficiente. Vámonos, Ryo.

– Espera, Aomine. Quiero saber más, quiero entender.

El moreno vio determinación en la mirada del castaño, lanzó una mirada amenazante al doctor y volvió a quedarse quieto junto a su novio, en alerta. Listo para atacar si era necesario.

– ¿Por qué Ángeles? ¿Es usted uno de estos Guardianes, Hotaru-san?

– Eres perceptivo, Sakurai. Y aunque para la mayoría de las personas pasas desapercibido, grandes inmortales han sabido notarte. Incluso Aomine supo que eras diferente a los demás desde que te conoció. Sí, soy el Guardián asignado a tu custodia.

– ¿Mis padres lo saben?

– No. Ellos me contactaron por otra vía y otra razón. Me temo que tus padres no tienen pleno conocimiento de quién eres y cuán poderoso puedes llegar a ser. Para ellos eres un mago por encima de los de Primera Generación, pero no creo que sepan que eres un Ángel.

– Tal como lo veo, los Ángeles solo existen para los Guardianes. Quién decidió llamarnos así.

– Perspicaz e inteligente, bien hecho Sakurai, te mantendrás a salvo por mucho más tiempo actuando así.

– Deje de elogiarme, dígame lo que necesito saber, por favor.

– Los Ángeles fueron concebidos por los Guardianes desde casi principios de los tiempos, cuando las razas comenzaron a identificarse entre los mortales. Dado que eran inmortales con mucho más poder que los más fuertes de las razas existentes, un puñado de inmortales se rebelaron contra ellos y formaron los cimientos de la Orden de los Guardianes. Básicamente fueron llamados Ángeles porque todos poseen alas, alas de una gran variedad de formas, colores e incluso tamaños. Fueron llamados Ángeles porque en sus alas reside su poder.

– Yo no tengo alas.

– Las tuviste… – Aomine dijo de pronto. Sakurai volvió la mirada hacia él… – Por un breve instante, cuando te transformaste, alas crecieron en tu espalda. Eran hermosas, poseían el color del atardecer, y eran poderosas. Desaparecieron casi al segundo de que se mostraron.

– Los poderes de los Ángeles pueden mostrarse poco a poco, o aparecer repentinamente. Tus poderes son pausados, y creo que sé por qué. Analicé tu ADN hace tiempo, actualmente la genética entre los mortales está considerablemente avanzada, pero genios inmortales con capacidades más allá de lo que se conoce, han descubierto lo que podrían considerarse pasos agigantados en la evolución humana. En términos generales nosotros, los inmortales somos algunos de esos pasos, pero los Ángeles como tú, son un salto enorme en la evolución humana. Tú posees lo que se ha llamado el poder de sangre de dragón.

– Sangre de dragón. ¿También existen las criaturas míticas de esa naturaleza?

– El mundo es antiguo, muchas cosas sucedieron en él antes de que la humanidad se asentara en él. No hay evidencias tangibles de la existencia de dragones, pero el poder en tu sangre es una muestra de que puede ser así. No lo has preguntado pero voy a decirlo, eres apenas el segundo inmortal en la historia que ha desarrollado este poder.

– ¿Qué tan peligroso soy?

– Eso no lo deciden los Guardianes, sino tú mismo. Qué tanto deseas controlar lo que hay en ti, Sakurai.

– ¿Cómo controlo un poder que ni siquiera puedo sentir? ¿Algo de lo que no he estado consciente?

– Las respuestas vendrán a ti, Sakurai. Te lo aseguro.

…Flashback…

– Las respuestas no llegarán solas, ¿o sí, Daiki?

– No lo sé. Pero pase lo que pase, yo estaré ahí contigo, Ryo. Te lo prometo.

--//--//--

Desde que había salido de la casa de Kuroko, Kagami no dejaba de sentirse inquieto. Algo en la despedida del peliazul le tenía con los nervios crispados, y todos sus sentidos estaban más desarrollados que nunca, como si estuviese a la espera de algo en particular. Estaba, como todo lobo en su territorio, al acecho, pendiente del mínimo movimiento a su alrededor.

Un par de días han transcurrido desde la última vez que vio a Kuroko, no ha venido a la Universidad ni ha contestado ninguna de sus llamadas. Kagami se siente como fiera enjaulada, está de malhumor y ansioso. Ha querido ir a la Mansión Kuroko pero está dubitativo por las palabras que el peliazul dijera anteriormente, quizá no sea buena idea aparecerse por ahí así nada más.

– Bueno, soy impulsivo después de todo. Iré.

El pelirrojo torció su camino rumbo a la Mansión Kuroko antes que a la Universidad. El corazón le martillaba contra el pecho y su respiración también se alteraba, no era precisamente por la ansiedad, su naturaleza licántropa clamaba por revelarse. Kagami se extrañó por su propia reacción, hacía mucho tiempo que había dominado la transformación bajo circunstancias apremiantes de estrés o ansiedad. Luego se dio cuenta de algo más, era una sensación de peligro que le calentaba la sangre en sus venas.

– ¿Estás perdido, lobezno? – La pregunta en un tono de voz burlona hizo estallar la poca paciencia que le quedaba al pelirrojo, cuando encaró a la persona que le había hablado, se llevó una gran sorpresa.

Quien fuera, menos Ella.

--//--//--

– ¿Por qué no me mataste, Kasamatsu?

– Porque no huiste. Estabas dispuesto a permitirme asesinarte, Kise. ¿Por qué?

– Te lo digo todos los días, Kasamatsu. Estoy enamorado de ti. Los Clanes no me importan, vampiros y licántropos, incluso magos o híbridos, todos pueden irse a la mierda, no voy a formar parte del juego que se montan entre todos por más poder. Y definitivamente no usaría mis habilidades para matarte.

– Te defendiste esperando que yo tomara ventaja. Eres un inmortal. Los vampiros no se enamoran, como tampoco lo hacemos los lycans.

– ¿Entonces por qué no me mataste, Kasamatsu? No fue solo porque no huyera, yo te gusto, ¿no es así?

Los ojos azul cromado del licántropo centellaron con impetuosa ira, pero tras aquella furia instintiva, el rubio alcanzó a vislumbrar algo parecido a la vergüenza. El vampiro aprovechó su altura superior y tomando desprevenido al otro le tumbó contra el escarpado suelo.

– Ni siquiera se te ocurra, Kise.

– Odias ser dominado, ¿verdad?

– Como no tienes ni maldita idea.

– Entonces cuéntame, Kasamatsu. Confía en mí, déjame entrar en tu vida como tu amigo y no como enemigo, y entonces en algún momento, tal vez me aceptes como tu amante.

– Estás loco, haz perdido la cabeza.

– Y el corazón, Yukio. Y el corazón.

El rubio clavó sus pupilas doradas en las contrarias. El mayor de los dos se revolvió bajo su cuerpo y con algo de esfuerzo consiguió invertir nuevamente las posiciones. Ambos tenían la respiración alterada, las emociones tan primitivas como su instinto estaban ahí a flor de piel.

Kasamatsu finalmente se dejó llevar y le atacó, asaltó los labios de Kise besándole salvajemente. Se mordieron sin reserva hasta hacerse sangrar, el calor los estaba envolviendo.

--//--//--

Kiyoshi miró la hora en su reloj de muñeca, eran las ocho en punto, Izuki le había citado aquí porque necesitaba hablar urgentemente con él. Kiyoshi sin embargo intuía la urgencia del chico, y aunque no quería evadir más el asunto, tampoco estaba seguro de cómo debía enfrentarlo. Cinco minutos después Izuki finalmente arribó al lugar, un parque concurrido por personas de todas las edades, gente saliendo del trabajo, gente tomándose un descanso, parejas en citas, grupos de jóvenes que se reúnen para ir al karaoke o algún bar a tomar. Kiyoshi pensó que Izuki no tenía intenciones de abordarlo más allá de una reunión amistosa.

– Siento llegar tarde.

– Está bien.

– ¿Puedo sentarme junto a ti?

– Por supuesto… – Kiyoshi notó a Izuki actuar nervioso, se estrujaba las manos y era demasiado formal… – Hey, puedes hablar tranquilamente, aunque soy bastante mayor que tú, todavía luzco joven, ¿no crees?

– Sí… – Izuki sonrió, aún así, nervioso… – Yo estuve pensando si debía o no hacer esto, después de mucho darle vueltas y no llegar a nada, me di cuenta de que la única forma de seguir adelante era enfrentándolo.

– Izuki…

– Por favor, déjame saber, Kiyoshi. La razón por la que me rechazaste la otra noche, ¿es porque estás saliendo con la persona que realmente quieres?

– ¿Qué? No. Izuki, confundes las cosas. No estoy saliendo con…

– Te vi…

– ¿Eh?

– En un bar, con un hombre muy atractivo, y parecían entenderse muy bien. Parecían  íntimos.

– ¿Me viste? ¿Cómo es que, me viste, Izuki? ¿Pasabas por ahí casualmente?

Izuki bajó la mirada y suspiró. Kiyoshi se sintió ligeramente ofuscado. Nunca le ha gustado saberse perseguido, es cuestión de instinto licántropo.

– Lo siento, quería saber por qué me habías rechazado.

– Las cosas no estaban yendo de la forma correcta, Izuki. La razón por la que no tuvimos sexo fue porque te respeto, y porque no estaba listo. Hay muchas cosas acerca de mí que no sabes.

– ¿Por qué no me las dices, Kiyoshi? ¿Tengo alguna oportunidad?

– Hablas de esto como si se tratara de amor, Izuki.

– ¡Porque lo es! – Exclamó elevando un poco la voz. Kiyoshi miró alrededor, algunas personas viraron la mirada movidos por la curiosidad, pero pronto la atención se dispersó de nuevo. Izuki sabía que estaba actuando casi patéticamente, que probablemente en lugar de acercarse a Kiyoshi como parecía estar sucediendo, se alejaría.

– Apenas si me conoces, Izuki.

– Entonces déjame conocerte más, déjame acercarme a ti, y tal vez logre que te enamores de mí y olvides a la persona que está en tu corazón.

– Eso no va a pasar, no vuelvas a mencionarlo… – Kiyoshi dijo con cierto tono brusco, apretó los puños y la mandíbula. El pasado no debía emerger, no ahora.

Izuki también tensó los puños y sintió los ojos escocerle de impotencia.

– Entonces hablabas en serio, ¿verdad? Los lobos solo tienen una pareja para toda la vida. Eso dijiste esa noche. Creí que tal vez si insistía, podría derribar ese muro, pero es imposible si amas tanto a esa persona como para negarte a renunciarle. No me hubieras besado como lo hiciste, Kiyoshi. No hubieras sembrado esperanza en mí con tus acciones, no debiste preocuparte aquella noche ni salvarme de todos aquellos sujetos.

– Izuki…

– He terminado de hablar…

– Izuki, espera…

– ¡No me toques! – Dijo zafándose del agarre del más alto, mirándole con sus grises pupilas llenas de rencor. Kiyoshi encontró aquella expresión familiar, ya antes le habían mirado de la misma manera mucho tiempo atrás… – Por favor, sólo olvida que dije nada, que estuve aquí o que nos conocimos.

– Estás siendo drástico e infantil, Izuki.

– ¿Te parece drástico e infantil que trate de proteger mi corazón?

– No te enamoras de alguien a quien apenas conoces, Izuki. Estás confundiendo las cosas…

Izuki apretó los labios e inconscientemente levantó una barrera mágica alrededor de su cuerpo, una suave ventisca agitó sus mechones oscuros y sacudió sus ropajes. Izuki había temido enamorarse desde que supo que era capaz de sentir aquel tipo de amor romántico y utópico. Era un mago poco común, nunca había conocido a sus padres y había crecido en orfanatos y hogares temporales hasta que alcanzó la adolescencia, entonces se había establecido con una familia que le dio nombre y una identidad con la cual sentirse segura. Izuki, era más que un apellido, era su vida. El amor, podría quitarle todo.

– Izuki, Kiyoshi…

Ambos muchachos voltearon a ver al dueño de esa voz algo tosca. Hyuuga, amigo de la infancia de Izuki y conocido de Kiyoshi estaba ahí, con las manos en los bolsillos de su chaqueta café oscuro y esa serenidad aplastante en su expresión que, sin embargo, podía llegar a ser tan fácilmente perturbable. Hyuuga es de esos chicos que pierden con facilidad los estribos.

– Hyuuga, qué haces por aquí.

– ¿Ah? Koganei me envío un texto para decirme que nos reuniéramos. ¿No te llamó?

Izuki se mordió el labio, sacó su móvil para consultarlo y se dio cuenta de que lo tenía apagado, mientras lo encendía y revisaba los textos que habían llegado durante la última hora, alcanzó a percatarse de la intensa mirada que Kiyoshi le dedicaba a Hyuuga. Algo se revolvió incómodo en su interior. Esa intensidad no la había visto nunca en los ojos del pelicenizo.

– ¡Hey, chicos! – Koganei les llamó unos cuantos pasos más allá, agitó la mano y apresuró a su amigo a andar. Mitobe le acompañaba con cierta reserva.

Aunque Mitobe conocía a los amigos de Koganei, todavía no se sentía amigo de ellos. Y no porque no fuesen confiables, era más bien que para Mitobe era difícil amistarse, sobre todo con inmortales. Koganei solo era una excepción a muchas cosas en su vida. Cuando llegaron junto a los otros, Koganei miró de hito en hito a los tres, Kiyoshi era un sempai al que pocas veces le había dirigido la palabra con familiaridad.

– Esto…

Un grupo de chicos pasó corriendo por ahí, en la algarabía de su propia diversión, pasaron entre ellos sin prestar demasiada atención, disculpándose apenas antes de seguir su camino. En el acto, Mitobe había sido empujado y chocado alternadamente con Izuki, Kiyoshi y Hyuuga. Los tres contactos produjeron visiones en su mente. Visiones que bombardearon su pensamiento y le permitieron ver algo que generalmente no sucede por voluntad propia. El pasado y el futuro.

– Mitobe, ¿estás bien?

El chico asintió, pero le dolía la cabeza y se sentía mareado. Más no fue el único que se sintió mal. Hyuuga se tambaleó y casi cae de no ser porque Kiyoshi lo sujetó por el brazo. Cuando Hyuuga enfocó de nuevo su mirada y se encontró con la de Kiyoshi, muchas cosas hicieron clic en su mente. Las memorias que su Guardián había ocultado, se abrieron paso en su pensamiento.

– Teppei, aeternae solitarius lupus.

– ¿Junpei?

Izuki abrió los ojos de par en par. Hyuuga estaba besando a Kiyoshi.

Mi eterno lobo solitario… – Izuki sabía algo de latín, por eso lo había comprendido claramente. Lo que no podía comprender, era la razón por la que Hyuuga había dicho eso, ni mucho menos por qué besaba a Kiyoshi. Pero sobre todo, por qué Kiyoshi estaba respondiéndole con tanto fervor.

--//--//--

– Tetsuya, querido…

– Sí, madre.

– ¿Cuándo piensas salir? Llevas días encerrado aquí. Sé que la Universidad no te parece interesante, pero debes estudiar de todas formas.

– Madre, ¿alguna vez tuviste miedo de salir al mundo?

Demiyah lo pensó apenas por unos instantes.

– Muchas veces, Tetsuya.

– Es lo que siento ahora, todo el tiempo en mi pensamiento y me paraliza el cuerpo. He estado teniendo sueños terribles, sueños en los que pierdo lo que amo.

– ¿A Kagami Taiga, Tetsuya?

--//--//--

Murasakibara había venido aquí por inercia. O algo parecido, ya que realmente no le llamaba para nada la atención andar en bares ni antros, ni nada por el estilo. Hacer vida social no le interesaba. Pero cuando Himuro le mandó un texto para avisarle que estaría llegando tarde, o que probablemente no dormiría en su departamento, para que no se preocupara; el instinto del de cabellos lilas fue salir en busca del de rasgos delicados. No había tardado casi nada en dar con él, más cuando lo hizo y le vio junto a otro tipo, besándose y acariciándose, la ira simplemente había podido con su autocontrol. El tipo en cuestión salvó el pellejo solo porque mismo Himuro detuvo a Murasakibara antes de que lo moliera a golpes. Todo y que el susodicho era inmortal, uno más bien de casta débil sin embargo.

– ¿Qué crees que hacías, Murasakibara?

– Apartar a ese tipo.

– Me di cuenta, pero por qué.

El de cabellos lilas simplemente gruñó y volteó al lado. Estaban ahora fuera del antro en donde la pelea se había suscitado, en el estacionamiento donde nadie, o casi nadie, los podría escuchar.

– Te lo había comentado antes, Murasakibara. Me acuesto con tipos, es así como soy.

– No me gusta.

– Está bien. Ya lo entiendo, me marcharé de tu departamento cuanto antes.

– No dije eso. No me gusta la idea de que te acuestes con tipos.

– Pero ya te dije que es quien soy. Me gusta, lo disfruto. Y está bien para mí tener sexo con tipos, Murasakibara.

El alto muchacho se le fue encima acorralándolo contra uno de los pilares que sostiene la estructura del parking.

– Entonces, solo ten sexo conmigo, Himuro.
Continuará…

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