jueves, 27 de abril de 2017

WHISPERS IN THE SHADOWS (KNB). Capítulo 15.



“Se me va de los dedos la caricia sin causa,
se me va de los dedos... En el viento, al pasar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida ¿quién la recogerá?”

Fragmento “La Caricia Perdida” de Alfonsina Storni


Capítulo 15. UN ENCUENTRO INESPERADO
~*~

Aomine escupió saliva mezclada con sangre cuando se levantó, miraba a su padre con ojos retadores y tras hacer crujir los huesos de su cuello alejando la tensión muscular acumulada por los certeros golpes de su progenitor, el moreno rugió revelando su apariencia licántropa. Si bien no era su deseo enfrentarse a su padre, tampoco lo era permitir que le atacase con absoluta libertad. No podía ser dominado por la voluntad de sus progenitores, tampoco podía abandonar a su Clan fácilmente. Salir de aquel sitio con la frente en alto no iba a ser cosa sencilla, más no iba a quedarse ni un solo día más. Él lo ha decidido.

Ambos licántropos se encontraron en un segundo, la colisión de las bestias sacudió el suelo de la estancia y la onda sonora que se expandió volcó algunos muebles y agitó las lámparas elegantes que cuelgan del alto techo. Miu, madre del moreno, se mantenía al margen con mirada apacible, incluso si esposo e hijo pasaban zumbando a su lado por la fuerza bruta con que se estaban enfrentando ella no se movía ni un ápice. Los ojos de la mujer son azul metálico como los del moreno, y su cabello largo y ondulado serpentea por sus hombros y espalda como relámpagos centelleando el poder y su belleza exótica, su tez es clara, sus labios pintados de un profundo rojo carmín y las mejillas bañadas de un rubor canela realzan su hermosura. Miu no se inmuta, no se mueve ni protesta porque confía en ambos; tanto en su esposo como en su hijo, confía en que no sea el otro el causante de la muerte de una mitad de su corazón, porque ellos dos son su vida y lo valen todo.

El licántropo mayor se impone de un momento a otro, domina al menor y le estruja contra el suelo agrietado presionando su torso para obstruirle el paso de oxígeno. Aomine gruñe ahogado, pierde de foco la imponente figura de su padre y se marea, sin embargo Hayato lo reconoce, que la mirada fiera de sus pupilas no se ha marchado ni menguado siquiera un poco.

— ¿Qué te tiene tan absorto, Daiki? ¿Cómo un chico se hizo tan valioso para ti que estás dispuesto a enfrentarte con todo tu poder a mí?

El hombre cuestiona sin apenas aflojar un poco su presión. La bestia sigue ahí, su fuerza y su experiencia, el moreno lo sabe bien y por eso no baja tampoco la guardia, busca desesperadamente un punto de titubeo del cual valerse para arremeter y librarse. Pero su padre no se lo deja para nada sencillo. Quiere respuestas.

— ¿Qué te unió a mi madre, papá? ¿No fue algo de eso tan burdo llamado amor?

Aomine trata de contraatacar, o de encontrar el mínimo pretexto para sustentar su decisión. Hayato no titubea, no cede más. Le mira sí profundamente. Los fieros ojos del licántropo mayor irradian una fuerza incomparable. El licántropo menor casi se siente pequeño ante ellos, pero tampoco cede, no teme. Ambos quieren respuestas, ambos tienen un objetivo fijo en la mente. Ninguno concuerda.

— Suficiente, Hayato. Suéltalo.

Miu ha hablado, y su voz suave pero imponente, es suficiente para que el licántropo mayor retroceda y abandone su apariencia sobrenatural. Aomine le imita y ambos varones quedan despojados de la bestia, así como de ropas que cubran su desnudez. Miu extiende una túnica a cada uno, el tinto aterciopelado hace resaltar la sensual tez morena de los varones y ella se dice que es casi pecado que su esposo haya heredado tales características a su hijo.

— Daiki, el Clan te necesita. Estoy apelando a tu fidelidad hacia nosotros para que permanezcas. Tu padre y yo no vamos a prohibirte seguir viendo a este mago, pero espero que entiendas tu posición en el Clan Aomine.

Su madre ha dicho. Y él se siente atrapado por tales palabras. La mujer parece tener cierto poder sobre ellos con su sola voz. Aomine se cuestiona por un segundo si no tendrá dotes mágicos que le permitan tal manipulación. Luego se convence de que no, de que esto es simplemente el amor filial. Porque se entiendan o no, son sus padres y le han criado lo mejor que han podido. De pronto se siente como un cachorro ansiando la adultez para abandonar la guarida.

— Quiero verle ahora. Si me dejan marchar, prometo volver en un par de días. Si he de estar ante el Canon de Lycans lo haré, pero no asumiré ninguna otra responsabilidad, no voy a casarme con una mujer de nuestra especie ni nada parecido. Haré mi vida a mi manera con quien yo elija.

— Exiges demasiado, Daiki.

— Son mis términos padre, si no son de su agrado entonces saldré de aquí así tenga que enfrentarte hasta que me arranques el último aliento.

— Tan temerario, idéntico a ti a su edad, Hayato.

— No era tan testarudo Miu.

— Oh claro que lo eras… — La mujer sonrió cuando su esposo estuvo por protestar, así sus quejas quedaron en un sonoro gruñido que hizo eco en la destartalada estancia… — Dos días, cariño.

Aomine asintió, y corriendo a su habitación en la planta alta por un cambio de ropa, el moreno ni siquiera miró una sola vez atrás cuando abandonó la mansión de sus padres.

--//--//--

La reunión de estos cuatro personajes se perfila como algo predestinado. Esta es la primera vez que se ven, y aún así encuentran cierta familiaridad en la presencia de los otros.

— Y a qué se debe este forzado encuentro, Takao… – Kasamatsu pregunta sin rodeos, su mirada es dura y crítica. Kise le observa casi embelesado, mientras que el de ojos verde-olivo se mantiene serio.

— En realidad Shin-chan ha venido porque es incapaz de dejarme solo cuando tengo alguna idea extremista. Le he dicho que escuché hablar de ustedes y que quería unirme a su Clan.

— ¿Quieres unirte a nosotros? ¿Por qué? — Kasamatsu dijo.

— ¡Bienvenido~! — Mientras que, simultáneamente, Kise ya les estaba recibiendo de buen agrado.

Kasamatsu volvió la mirada hacia su amante y éste infantilmente sonrió haciendo luego como que guardaría silencio pues su boca estaba cerrada bajo llave. Midorima no perdió detalle del intercambio entre los chicos y luego simplemente centró de nuevo su atención hacia su amante y Kasamatsu, quien parecía ser el único con neuronas entre esos dos.

— Tú debes ser el líder de la revuelta, igual que mi Shin-chan~

— Kazunari, no soy tu nada… — Midorima advirtió con tono hosco. Kasamatsu se sintió identificado con el ojiverde. O al menos en algún momento de su incipiente relación con Kise actúo y pensó de la misma manera. Tratando de no crear vínculos estrechos que pudieran plasmarse en palabras.

— Shintaro y yo pensamos que la idea de un Clan donde todos sean bienvenidos independientemente de su naturaleza nocturna es buena. Ya que él es un mago y yo un Diurno, nuestros Clanes no verán precisamente con buenos ojos nuestra relación. Además de eso, creo que Shintaro tiene asuntos pendientes con alguien importante, estar en un Clan como el que ustedes proponen suena bien para nosotros.

— Que quede claro que no estamos forjando este Clan para ser vía de venganzas de ningún tipo.

— ¿Incluso si la cabeza de ustedes tiene precio? Un precio que han puesto sus propias familias.

— Las cuestiones familiares serán solucionadas de manera independiente. El fin de este Clan es acoger a quien quiera pertenecer a algo.

— Bien dicen, que los lobos solo pueden actuar en manada… — Midorima comentó al tomar la palabra. Kasamatsu le miró con el ceño fruncido. Su comentario no le ha caído en gracia, pero tampoco comenzará una pelea por eso. Debe controlarse… — En realidad pienso que es bueno, ningún mago, vampiro, licántropo o híbrido debería estar solo. Pertenecer a un grupo será beneficioso, siempre que sepas elegir a los integrantes. Otros como Kazunari y yo seguirán viniendo a ti buscando asilo en tu Clan, ¿vas a aceptarlos a todos sin investigarlos primero? Tus intenciones son buenas, pero tienes muchos puntos ciegos en las bases.

— Lo sé. No es que estemos entrevistándonos con todos sin más. No te equivoques Midorima Shintaro, no eres el único que ve más allá de una simple idea loca.

— Entiendo por qué Akashi no dudó en patrocinarlos.

— Supuse que lo conocerías.

Licántropo y mago se sostuvieron la mirada por un considerable momento. Parecía que la seriedad de sus miradas decía lo que su mutismo no revelaba, estaban intercambiando algo que solo puede expresarse con los gestos, la presencia. Fortaleza, seguridad, temple, inteligencia, habilidad.

— Tú novio es sexy~ — Takao dijo sonriendo pícaro, mordiéndose el labio inferior sin apartarle la mirada a Kasamatsu.

— Bueno, el tuyo también lo es~ — Kise sonrió coqueto mientras recorría con la mirada la figura de Midorima.

Kasamatsu y Midorima sintieron cómo les palpitaba la venita en la sien cuando escucharon a su respectiva pareja. Kasamatsu tensó los puños, Midorima se acomodó los anteojos en el puente de su nariz, y luego ambos fulminaron con la mirada a Kise y Takao respectivamente.

— Si me disculpas, Midorima.

— Por favor, tómate el tiempo necesario. Takao y yo les contactaremos más tarde, ¿de acuerdo?

— ¿Eh? — Kise y Takao sonrieron nerviosos cuando Kasamatsu y Midorima les sujetaron de la muñeca tirando de ellos en direcciones contrarias, abandonando este local en los suburbios de la ciudad.

Cuando estuvieron algo retirados del lugar, Takao decidió preguntarle algo que le había llamado la atención antes.

— Shin-chan, no tenía idea de que conocieras a Akashi Seijuro.

— No es que seamos amigos.

— Pero le conoces.

— Le debo algunos favores.

— ¿Tú le debes, favores a Akashi Seijuro?

— El imperio Akashi tiene sus manos metidas en más sitios de los que imaginas, familias acomodadas incluso. La mía no es una excepción, por desgracia.

— ¿A qué te refieres?

Midorima volvió la mirada hacia su amante. Honestamente no quiere entrar en detalles, pero sabe que evadir la curiosidad de Takao solo incrementará su insistencia por saber.

— Como sabes, mis padres son mortales, aunque los Midorima siempre han tenido cierta solvencia económica no tenían el poder suficiente para tener presencia en el Concilio de Magia. Cuando supieron que yo era un mago de habilidades superiores a la media, ellos decidieron ganarse un sitio en el Concilio de Magia de una forma o de otra. Mi madre es hermosa, y mi padre extremadamente atractivo, imagínate el resto y no hagas más preguntas, Takao.

Que le llamase por su apellido ya decía mucho sobre la restricción. Takao guardó silencio y respetó la petición de su amante. De todas maneras algo había sabido antes, después de que Midorima fuera donde Iván Wagner a amenazarle, el ojiazul le había contado algo acerca de los padres de su novio. Él tiene muchas dudas, pero ahora entiende una cosa. Si el Imperio Akashi está involucrado y se hace mucha referencia al atractivo de los Midorima, es porque consiguieron lo que poseen a través de sus cuerpos.

No me imagino a sus padres vendiéndose estrictamente hablando, pero… Shin-chan no suele hablar de ellos, y premeditadamente evita encontrarse con sus padres incluso si viven bajo el mismo techo.


— Son interesantes, ¿no crees, Yukio?

— ¿Te gustó ese tipo?

— Se llama Midorima Shintaro~ — El rubio escuchó a su novio gruñir por lo bajo, y él a cambio sonrió divertido… — Celoso eres todavía más apuesto, Yukio~

— Deja de coquetear, Ryota.

— Pero si es contigo está bien, ¿no?

— Todavía tenemos muchas cosas qué hacer ahora.

— Vale, vale… — El rubio siguió el camino junto a su novio, andando por las calles sin que la gente tuviera la menor idea de nada. A veces le gustaba esto, sentirse invisible, que los mortales no se den la mínima idea de quién es o cuánto poder podría tener sobre ellos…

Luego de pronto se tambaleó, e instintivamente buscó el soporte del muro a su lado. Kasamatsu le sujetó la cintura mirándole preocupado.

— ¿Qué pasa? ¿Estás bien?

— Estoy bien, no te preocupes.

— Mientes… — Kasamatsu le tomó el mentón obligándole a mirarle a los ojos… — Estás débil, ¿verdad? Dijiste que te has alimentado adecuadamente, Ryota.

— Es porque…

— Ryota… — Demandó tras un minuto de silencio de parte del rubio.

— No me alimento de cualquier tipo de sangre. Soy, selectivo.

— ¿Y, qué tipo de sangre requieres?

El rubio llevó su mano al cuello del licántropo, acariciando con uno de sus dedos la línea donde Kasamatsu sabe se encuentra su yugular.

— Nunca me he alimentado de un licántropo, ¿sabes?

— ¿En serio? Tanta mordida y sangre que has lamido cuando tenemos sexo para qué es entonces… — Kasamatsu escuchó la risita ladina de Kise retumbar en su oído. Era estúpido pero realmente le llamaba la atención.

— Alimentarse, Yukio, requiere de más que unas cuantas gotas de sangre. Solo bebía sangre de mis propios padres antes.

— ¿En verdad? — El rubio asintió… — ¿Alguna razón en particular?

— La pureza. Solo eso.

— Entonces, ¿no es que vayas a morir si bebes sangre que no sea de tus padres, ¿cierto? — El rubio volvió a asentir… — Entonces vamos… — Kasamatsu le arrastró por la calle hasta una esquina que da calle arriba por un sendero oscuro… — Bebe, no me gusta verte decaído.

— Yukio, me amas, ¿verdad? — Kise preguntó con una sonrisilla, rodeando sus brazos en el cuello de su novio.

— Me parece que eso está más que claro ya, Ryota. Date prisa, o me arrepentiré.

— Sé que no lo harías~ — Dijo burlón, enamorado. Feliz.

Sentimientos que solo Kasamatsu era capaz de provocar en él. Luego le besó, tranquilo, apasionado, profundo. Jadeó extasiado cuando el licántropo fue quien empujó la lengua dentro de su boca, recorriendo sin prisas, masajeando, explorando. Más tarde, al separarse, Kise descendió directo hacia el cuello, sus colmillos crecieron puntiagudos y filosos se enterraron en la piel, atravesando el músculo alcanzando la vena, saboreando su sangre. Excitante, caliente, dulce néctar.

— Ngh… — Kasamatsu jadeó sintiéndose inquieto. Las succiones de Kise estaban alterando sus sentidos… — Ryota… — Gimió en todo de advertencia, como si pretendiera que su novio entendiera el sentido de su reclamo.

Kasamatsu piensa que Kise lo hace con alevosía, que succiona de esa manera como si pretendiera excitarle. El calor abrasador le sube al licántropo rápidamente, se le enciende más que la sangre cada fibra de su ser. Kise continúa ahí, succionando de la deliciosa sangre de su novio, sintiendo cómo le corre por el torrente sanguíneo una fuerza diferente, una sensación indómita de poder.

--//--//--

Cuando la luna azul se hizo presente, los colmillos de Kuroko crecieron casi involuntariamente y su piel casi transparente brilló bajo los rayos lunares. Kagami se le quedó mirando hipnotizado por tan peculiar belleza, y ahí, bajo el reflejo multicolor de los vitrales del amplio ventanal en un Templo cercano a la casa del Dr. Hotaru, las alas iridiscentes del peliazul emergieron a la altura de sus omóplatos. Necesita alimentarse, está nervioso, es un vampiro desesperado por sangre humana. Sus ojos azulinos se tiñen de un pálido y agreste color zafiro.

— Tetsuya, ven.

El pelirrojo extiende la mano. La expresión del peliazul luce como si tuviera delante un fantasma, o eso piensa Kagami. Hay ausencia de alma en las pupilas de su novio, se siente inquieto, pero no preocupado. Kagami da un paso aún con la mano extendida, Kuroko fija su mirada en él y sujeta su mano casi como autómata. Las alas en su espalda se agitan un par de veces, Kuroko le muestra los colmillos y abre su boca simulando la disposición a morder.

— Hazlo.

Kagami ladea el rostro, ofrece su cuello. Le ofrece su sangre y su vida misma. Kuroko no titubea, se estira y alcanza el cuello del pelirrojo clavando sus colmillos en él. Kagami rodea su cintura y la estrecha contra su cuerpo, más cerca y más confiado conforme cada succión altera sus sentidos.

Kuroko es fuerte, firme, erótico. Cada succión colapsa algo en el interior de Kagami. Después de varias succiones, Kagami siente algo encenderse en su propia sangre, y arder en sus ojos. Si pudiera verse a sí mismo se daría cuenta de que las pupilas rojizas lucen como auténticas brasas al rojo vivo, y que su piel tostada se ha vuelto febril. El ardor en su espalda le resulta novedoso, cosquillea sobre los omóplatos e incluso nota algo parecido en la frente. Kuroko succiona de nuevo y él siente que podría desvanecerse, pero lejos de sentirse débil se siente poderoso, ansioso.

— Tetsuya… — Jadea su nombre y le levanta en vilo, le lleva a la pilastra al centro de aquel templo y le deja sobre la superficie de madera sin que el peliazul haya soltado su cuello, alimentándose todavía… — Tetsuya.

Llamarle de nuevo y darse cuenta de que cuanto más le succiona, más deseo de arrancarle la ropa siente. Y él no es alguien que suela controlar sus deseos.

— ¡Taiga~! — Kuroko gimotea arqueando la espalda y obligado a desprenderse del cuello del pelirrojo cuando éste le desgarra los pantalones y rodea su virilidad masajeando algo tosco arriba y abajo.

— ¿Estás satisfecho, Tetsuya? — Le pregunta con la voz ronca, sonriendo lascivo mientras lame sus labios manchados de su propia sangre, hiriéndose sin que le importe cuando los colmillos del peliazul rozan su piel.

— No, Taiga. Quería más… — Jadea dejándose hacer, sonriendo apenas con picardía, relamiéndose los labios y rodeando con sus piernas la cintura del pelirrojo… — Quiero más… — Murmura sensual provocándole la libido a su novio.

--//--//--

Cuando Koganei supo cuál era la relación que Mitobe guardaba con el Concilio Supremo, y la razón por la que el mismísimo Kaage Den le buscaba insistentemente, comprendió por qué su amigo estaba escapando de él. Resultaba que el Adalid del Concilio Supremo estaba lejos de ser la persona que muchos creen. Carecía de bondad y poseía ambiciones a manos llenas. Y solo usaba a Mitobe para su propio beneficio. tras escuchar la verdadera historia de Mitobe, Koganei también se dio cuenta de otras cosas, del poder oculto que el silencioso muchacho poseía y lo peligroso que podía ser cayendo en manos como las del Adalid del Concilio Supremo, así como lo fiel que Mitobe era a su propio sistema de creencias, a su moralidad.

— Mamá ha dicho que Kaage-san ha venido de nuevo. Dejó este sobre con ella, es para ti… — El minino notó a su amigo mirar el sobre con desconfianza… — Lo abriré yo, ¿está bien? — Su amigo asintió. Una hoja de papel con la insignia del Concilio Supremo grabada en la parte superior estaba dentro del sobre. Unas cuantas palabras escritas ahí… — No puedes esconderte para siempre, Rinnosuke. Vuelve a casa por tu propia voluntad, o te obligaré a hacerlo… — Koganei leyó en voz alta, en cuanto terminó de hacerlo volvió la mirada hacia su amigo… — No vamos a hacer caso de sus amenazas, ¿bien? Ese hombre no puede tener tanto poder, tal vez si…

Mitobe negó con la cabeza, se levantó y tomó la hoja entre sus manos. Ni bien posó sus dedos en ella, imágenes bombardearon su mente. Escenas de algo que podría suceder si él no hacía caso. Koganei le vio tomar su chaqueta y encaminarse a la salida.

— ¡Mitobe! ¡A dónde vas! ¡Espera! — Le llamó, e incluso intentó detenerle, pero cuando tocó la piel de su amigo, una sensación de inmenso dolor le hizo doblegarse perdiendo fuerza en las piernas, cayendo de rodillas… — Mitobe… — Estiró la mano pero la borrosa silueta de su amigo se alejó.

Entre la confusión de sus sentidos y la sensación de dolor desapareciendo de su cuerpo tan rápido como llegó, Koganei juraría que escuchó por primera vez la voz de Mitobe. Un suave susurro de voz ronca, áspera y decidida que le pedía esperar. Koganei se levantó y salió a la calle, miró a ambos lados esperando encontrar a su amigo, pero no había ni rastros de Mitobe.

— No pudo ir lejos…

Convencido de aquello, Koganei echó a andar con paso veloz en una dirección al azar, solo siguiendo su instinto. Unos cuantos minutos más tarde alcanzó a vislumbrar la silueta de Mitobe acercándose a la estación del metro.

— ¡Mitobe!

Le llamó, gritando con todas sus fuerzas. Cuando el muchacho silencioso volvió la mirada y sus ojos reflejaron algo parecido a la esperanza, Koganei sintió que podía conseguirlo, detenerle y apartarle de ese destino que tanto temor le inspiraba al propio Mitobe. Pero cuando quiso dar un paso más en su carrera, una suerte de hilos invisibles sujetaron sus piernas deteniendo su avance, luego sus manos y finalmente algo selló sus labios impidiéndole el habla. Estaba desesperado. Y Mitobe también.

Al otro lado de la calle, Mitobe gritó –por primera vez– con todas sus fuerzas llamando al muchacho por su nombre. Un golpe en su nuca le hizo desvanecerse inconsciente, mientras que Koganei trataba de librarse también y se esforzaba por conseguir un hechizo mental, aunque no eran precisamente su habilidad más sobresaliente en las artes de la magia, en más de una ocasión le habían funcionado. Hoy rogaba porque fuera una de esas ocasiones.

En medio de su desesperación, Koganei sintió que le ardían las palmas de sus manos, los hilos invisibles que le sujetaban dejaron de ejercer fuerza y se sintió libre. Volvió la mirada en busca del mago que le estaba haciendo frente y se encontró con dos sujetos usando ropas holgadas y peinados con largas rastas, los pergaminos que lanzaron contra él le recordaron al tipo de magia que vio usar a Izuki hace algún tiempo. Evadió los hechizos apenas por un poco, echando a correr hacia el lado contrario, sabiendo que no podría cruzar la calle hasta que los autos dejaran de pasar a gran velocidad por la avenida.


Inquieto, Izuki abandonó la lectura de uno de los libros que el Dr. Hotaru le había prestado. A su lado, Sakurai parecía intranquilo también. Ambos tienen razones diferentes. Sin embargo, aunque Izuki reconoce que parte de su inquietud es el hecho de que Kiyoshi no volvió desde hace tres días, ahora algo más parece estar molestándole.

De pronto el móvil de Sakurai vibró, y el chico de cabellos castaños se apresuró a la salida ni bien leyó el texto que le habían enviado.

— ¡Daiki! — Sin molestar en ocultar su felicidad, Sakurai se lanzó a brazos del moreno.

— Siento llegar tan tarde, Ryo… — Dijo envolviéndole en sus fuertes brazos, besándole al instante devorándole los labios con toda la ansiedad de días sin verle.

A fin de cuentas había tenido que hacer algunas cosas antes de reunirse con su novio, y después de haber salido de la casa de sus padres. Se ha reunido con algunas personas importantes en el Clan Aomine, y también con un viejo amigo. Necesitaba tener al menos algunas cartas bajo la manga para cualquier cosa que pudiera suceder del día siguiente en adelante.

— Sabía que vendrías. Tarde o temprano lo harías, Daiki.

— Ahora, incluso si mañana tengo que presentarme ante el Canon de Lycans, ningún movimiento en mi vida se hará sin que estés a mi lado, Ryo.

El castaño asintió sonriendo suavemente, escondiéndose en su pecho sin estar seguro del por qué el nerviosismo repentino o la vergüenza. Parecía demasiado bueno para ser real, y al mismo tiempo demasiado peligroso como para no saber qué cosas malas podrían venir.  

Adentro, en la estancia, Izuki sintió una punzada en la frente, luego le pinchó algo más el pensamiento y una serie de imágenes bombardearon su mente. Vio a Koganei con la frente ensangrentada tirado en el piso, y a Mitobe siendo empujado dentro de una camioneta oscura. Ha tenido una especie de premonición. Y antes de que pudiera advertirlo, ya su cuerpo se ha movido aprisa fuera de la casa del Dr. Hotaru rumbo al lugar que cree haber visto en su mente.

— ¡Izuki! — Sakurai le llamó cuando les pasó a toda prisa por el lado. Al no recibir respuesta, el castaño se permitió a sí mismo vincular su mente con la del chico ojo de águila… — Izuki, a dónde vas con tanta prisa.

Me temo que uno de mis amigos está en problemas. No puedo explicarlo pero tampoco puedo quedarme de brazos cruzados. Voy en su ayuda.

— Espera, iremos contigo.

— Este no es asunto suyo, Sakurai.

— ¡Iremos! Somos Ángeles, es nuestro deber apoyarnos mutuamente.

El castaño miró a su novio. Aomine tomó su apariencia licántropa y le instó a montar en su espalda, así, corriendo llegaría mucho más rápido a donde quiera que fueran.


Hyuuga retrocedió un par de pasos cuando la realidad golpeó con fuerza su pensamiento. Podía sentirlo, podía verlo, tomaba conciencia de ello. Kiyoshi Teppei le renunciaría si lo pusiese entre la espada y la pared.

— Junpei…

— Preferiría que tus labios no volvieran a llamarme por mi nombre. Hacerlo habla de confianza, y yo ya no confío más en ti, Kiyoshi.

Ser llamado por esta forma tan impersonal y distante se le clava hondo en el corazón. Pero el licántropo lo sabe, ha sido su propia decisión la que ha provocado esta brecha entre los dos. Incluso si estos días no hizo más que frecuentar a Hyuuga, su corazón no hacía otra cosa que anhelar reunirse con Izuki, y al mismo tiempo dolía cuando lo pensaba. Porque tenía que dejar a Junpei para estar con Izuki.

— Hyuuga-san…

— ¿Tú quién eres? — Kiyoshi preguntó a la defensiva cuando un sujeto de unos treinta en apariencia se presentó ante ellos.

— Él es mi Guardián. Como ves, no tienes razón alguna para preocuparte más por mí, Kiyoshi. Adiós.

Hyuuga le da la espalda y él siente que esta despedida sabe demasiado a un adiós definitivo. No quiere que sea de esta manera. Aunque tampoco sabe de qué otra podría suceder. Y de pronto Hyuuga siente una punzada, similar a la que experimentó Izuki antes. Se tambalea y el brazo de Kiyoshi rodea su cintura casi por acto reflejo. Está por reclamarle cuando se da cuenta de que este toque le sigue gustando por sobre todas las cosas. Su Guardián se mantiene al margen, ya Demiyah-san le había dicho que Kiyoshi Teppei era de confianza, y que de hecho era mejor que estuviera en buenos términos con el Ángel a su cargo.

— Koganei… — Hyuuga murmura de pronto. No sabe el por qué, el nombre le ha brotado involuntariamente cuando ha visto lo mismo que Izuki antes.

Parece que están vinculados, probablemente por influencia de la magia de Mitobe aquella vez en que Hyuuga renació, cuando Izuki perdió control sobre sus poderes. Cuando todo cambió para todos.

— Qué sucede con Koganei, Junpei.

Hyuuga no le responde, pero se aferra al brazo que le sujeta. Kiyoshi va a preguntar de nuevo cuando su pecho se oprime y tiene un presentimiento. Izuki aparece de inmediato en su mente y se le agita el corazón.

— Izuki… — Murmura su nombre y de inmediato le suelta, quiere echar a correr en su búsqueda.

— Teppei…

— Tengo que irme…

— Si lo haces. Si te vas, será realmente un adiós.

Kiyoshi le miró un instante. Estar entre la espada y la pared duele. Pero él no puede. No puede quedarse. Izuki le necesita. Así que echó a correr hacia el norte. Y Hyuuga tuvo que tragarse su orgullo y aceptar, que cien años sí pueden socavar el amor.

--//--//--

Himuro se sorprende cuando al entrar al departamento de su amante, otro sujeto corpulento, alto y sumamente atractivo está allí.

— ¿Y tú eres?

— Murasakibara Etsu, hermano de Atsushi. ¿Y tú?

— Himuro Tatsuya, un… amigo de Atsushi.

— ¿Amigo? — El hombre de cabellos oscuros olfateó el aire… — Aquí huele a sexo… — Etsu se levantó del sofá y caminó hacia el chico de rasgos delicados, olfateando a su alrededor… — Tú hueles a él, te ha marcado concienzudamente. Eres su amante, y es algo que realmente nunca esperé de él. Un hombre tan hermoso como tú merece estar con un alpha. Aunque, un vampiro y un hombre lobo no serían precisamente bien vistos como pareja.

— Es algo que me tiene sin cuidado. Y solo para que lo sepas, estoy extremadamente satisfecho con el trato que Atsushi me brinda, así que no me interesa liarme con otro alpha.

Etsu se rió de buena gana ante su comentario. A Himuro parecía no inmutarle su risa burlona, aunque le inquietaba el motivo por el cual estaba aquí.

— Etsu, qué demonios haces en mi casa.

— Oh, hermano. Hablaba con tu amante acerca de sus malas decisiones, pero me ha echado en cara que no se arrepiente en absoluto.

— No volveré a preguntarte. Qué demonios haces en mi casa, Etsu.


Continuará……

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