“Se
me va de los dedos la caricia sin causa,
se me va de los dedos... En el viento, al pasar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida ¿quién la recogerá?”
se me va de los dedos... En el viento, al pasar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida ¿quién la recogerá?”
Fragmento
“La Caricia Perdida” de Alfonsina Storni
Capítulo
15. UN ENCUENTRO INESPERADO
~*~
Aomine
escupió saliva mezclada con sangre cuando se levantó, miraba a su padre con
ojos retadores y tras hacer crujir los huesos de su cuello alejando la tensión muscular acumulada por los certeros golpes de
su progenitor, el moreno rugió revelando su apariencia licántropa. Si bien no
era su deseo enfrentarse a su padre, tampoco lo era permitir que le atacase con
absoluta libertad. No podía ser dominado por la voluntad de sus progenitores,
tampoco podía abandonar a su Clan fácilmente. Salir de aquel sitio con la
frente en alto no iba a ser cosa sencilla, más no iba a quedarse ni un solo día
más. Él lo ha decidido.
Ambos
licántropos se encontraron en un segundo, la colisión de las bestias sacudió el
suelo de la estancia y la onda sonora que se expandió volcó algunos muebles y
agitó las lámparas elegantes que cuelgan del alto techo. Miu, madre del moreno,
se mantenía al margen con mirada apacible, incluso si esposo e hijo pasaban
zumbando a su lado por la fuerza bruta con que se estaban enfrentando ella no
se movía ni un ápice. Los ojos de la mujer son azul metálico como los del
moreno, y su cabello largo y ondulado serpentea por sus hombros y espalda como
relámpagos centelleando el poder y su belleza exótica, su tez es clara, sus labios
pintados de un profundo rojo carmín y las mejillas bañadas de un rubor canela
realzan su hermosura. Miu no se inmuta, no se mueve ni protesta porque confía
en ambos; tanto en su esposo como en su hijo, confía en que no sea el otro el
causante de la muerte de una mitad de su corazón, porque ellos dos son su vida
y lo valen todo.
El
licántropo mayor se impone de un momento a otro, domina al menor y le estruja
contra el suelo agrietado presionando su torso para obstruirle el paso de
oxígeno. Aomine gruñe ahogado, pierde de foco la imponente figura de su padre y
se marea, sin embargo Hayato lo reconoce, que la mirada fiera de sus pupilas no
se ha marchado ni menguado siquiera un poco.
—
¿Qué te tiene tan absorto, Daiki? ¿Cómo un chico se hizo tan valioso para ti
que estás dispuesto a enfrentarte con todo tu poder a mí?
El
hombre cuestiona sin apenas aflojar un poco su presión. La bestia sigue ahí, su
fuerza y su experiencia, el moreno lo sabe bien y por eso no baja tampoco la
guardia, busca desesperadamente un punto de titubeo del cual valerse para
arremeter y librarse. Pero su padre no se lo deja para nada sencillo. Quiere
respuestas.
—
¿Qué te unió a mi madre, papá? ¿No fue algo de eso tan burdo llamado amor?
Aomine
trata de contraatacar, o de encontrar el mínimo pretexto para sustentar su
decisión. Hayato no titubea, no cede más. Le mira sí profundamente. Los fieros
ojos del licántropo mayor irradian una fuerza incomparable. El licántropo menor
casi se siente pequeño ante ellos, pero tampoco cede, no teme. Ambos quieren
respuestas, ambos tienen un objetivo fijo en la mente. Ninguno concuerda.
—
Suficiente, Hayato. Suéltalo.
Miu
ha hablado, y su voz suave pero imponente, es suficiente para que el licántropo
mayor retroceda y abandone su apariencia sobrenatural. Aomine le imita y ambos
varones quedan despojados de la bestia, así como de ropas que cubran su
desnudez. Miu extiende una túnica a cada uno, el tinto aterciopelado hace
resaltar la sensual tez morena de los varones y ella se dice que es casi pecado
que su esposo haya heredado tales características a su hijo.
—
Daiki, el Clan te necesita. Estoy apelando a tu fidelidad hacia nosotros para
que permanezcas. Tu padre y yo no vamos a prohibirte seguir viendo a este mago,
pero espero que entiendas tu posición en el Clan Aomine.
Su
madre ha dicho. Y él se siente atrapado por tales palabras. La mujer parece
tener cierto poder sobre ellos con su sola voz. Aomine se cuestiona por un
segundo si no tendrá dotes mágicos que le permitan tal manipulación. Luego se
convence de que no, de que esto es simplemente el amor filial. Porque se
entiendan o no, son sus padres y le han criado lo mejor que han podido. De
pronto se siente como un cachorro
ansiando la adultez para abandonar la guarida.
—
Quiero verle ahora. Si me dejan marchar, prometo volver en un par de días. Si
he de estar ante el Canon de Lycans lo haré, pero no asumiré ninguna otra
responsabilidad, no voy a casarme con una mujer de nuestra especie ni nada
parecido. Haré mi vida a mi manera con quien yo elija.
—
Exiges demasiado, Daiki.
—
Son mis términos padre, si no son de su agrado entonces saldré de aquí así
tenga que enfrentarte hasta que me arranques el último aliento.
—
Tan temerario, idéntico a ti a su edad, Hayato.
—
No era tan testarudo Miu.
—
Oh claro que lo eras… — La mujer sonrió cuando su esposo estuvo por protestar,
así sus quejas quedaron en un sonoro gruñido que hizo eco en la destartalada
estancia… — Dos días, cariño.
Aomine
asintió, y corriendo a su habitación en la planta alta por un cambio de ropa,
el moreno ni siquiera miró una sola vez atrás cuando abandonó la mansión de sus
padres.
--//--//--
La
reunión de estos cuatro personajes se perfila como algo predestinado. Esta es
la primera vez que se ven, y aún así encuentran cierta familiaridad en la
presencia de los otros.
—
Y a qué se debe este forzado
encuentro, Takao… – Kasamatsu pregunta sin rodeos, su mirada es dura y crítica.
Kise le observa casi embelesado, mientras que el de ojos verde-olivo se
mantiene serio.
—
En realidad Shin-chan ha venido porque es incapaz de dejarme solo cuando tengo
alguna idea extremista. Le he dicho
que escuché hablar de ustedes y que quería unirme a su Clan.
—
¿Quieres unirte a nosotros? ¿Por qué? — Kasamatsu dijo.
—
¡Bienvenido~! — Mientras que, simultáneamente, Kise ya les estaba recibiendo de
buen agrado.
Kasamatsu
volvió la mirada hacia su amante y éste infantilmente sonrió haciendo luego
como que guardaría silencio pues su boca estaba cerrada bajo llave. Midorima no perdió detalle del intercambio
entre los chicos y luego simplemente centró de nuevo su atención hacia su
amante y Kasamatsu, quien parecía ser el único con neuronas entre esos dos.
—
Tú debes ser el líder de la revuelta, igual que mi Shin-chan~
—
Kazunari, no soy tu nada… — Midorima
advirtió con tono hosco. Kasamatsu se sintió identificado con el ojiverde. O al
menos en algún momento de su incipiente relación con Kise actúo y pensó de la
misma manera. Tratando de no crear vínculos estrechos que pudieran plasmarse en
palabras.
—
Shintaro y yo pensamos que la idea de un Clan donde todos sean bienvenidos
independientemente de su naturaleza nocturna es buena. Ya que él es un mago y
yo un Diurno, nuestros Clanes no verán precisamente con buenos ojos nuestra relación.
Además de eso, creo que Shintaro tiene asuntos pendientes con alguien
importante, estar en un Clan como el que ustedes proponen suena bien para
nosotros.
—
Que quede claro que no estamos forjando este Clan para ser vía de venganzas de
ningún tipo.
—
¿Incluso si la cabeza de ustedes tiene precio? Un precio que han puesto sus
propias familias.
—
Las cuestiones familiares serán solucionadas de manera independiente. El fin de
este Clan es acoger a quien quiera pertenecer a algo.
—
Bien dicen, que los lobos solo pueden actuar en manada… — Midorima comentó al
tomar la palabra. Kasamatsu le miró con el ceño fruncido. Su comentario no le
ha caído en gracia, pero tampoco comenzará una pelea por eso. Debe controlarse…
— En realidad pienso que es bueno, ningún mago, vampiro, licántropo o híbrido
debería estar solo. Pertenecer a un
grupo será beneficioso, siempre que sepas elegir a los integrantes. Otros como
Kazunari y yo seguirán viniendo a ti buscando asilo en tu Clan, ¿vas a aceptarlos a todos sin investigarlos
primero? Tus intenciones son buenas, pero tienes muchos puntos ciegos en las
bases.
—
Lo sé. No es que estemos entrevistándonos con todos sin más. No te equivoques
Midorima Shintaro, no eres el único que ve más allá de una simple idea loca.
—
Entiendo por qué Akashi no dudó en patrocinarlos.
—
Supuse que lo conocerías.
Licántropo
y mago se sostuvieron la mirada por un considerable momento. Parecía que la
seriedad de sus miradas decía lo que su mutismo no revelaba, estaban
intercambiando algo que solo puede expresarse con los gestos, la presencia. Fortaleza, seguridad,
temple, inteligencia, habilidad.
—
Tú novio es sexy~ — Takao dijo sonriendo pícaro, mordiéndose el labio inferior
sin apartarle la mirada a Kasamatsu.
—
Bueno, el tuyo también lo es~ — Kise sonrió coqueto mientras recorría con la
mirada la figura de Midorima.
Kasamatsu
y Midorima sintieron cómo les palpitaba la venita en la sien cuando escucharon
a su respectiva pareja. Kasamatsu tensó los puños, Midorima se acomodó los
anteojos en el puente de su nariz, y luego ambos fulminaron con la mirada a
Kise y Takao respectivamente.
—
Si me disculpas, Midorima.
—
Por favor, tómate el tiempo necesario. Takao y yo les contactaremos más tarde,
¿de acuerdo?
—
¿Eh? — Kise y Takao sonrieron nerviosos cuando Kasamatsu y Midorima les
sujetaron de la muñeca tirando de ellos en direcciones contrarias, abandonando
este local en los suburbios de la ciudad.
Cuando
estuvieron algo retirados del lugar, Takao decidió preguntarle algo que le
había llamado la atención antes.
—
Shin-chan, no tenía idea de que conocieras a Akashi Seijuro.
—
No es que seamos amigos.
—
Pero le conoces.
—
Le debo algunos favores.
—
¿Tú le debes, favores a Akashi Seijuro?
—
El imperio Akashi tiene sus manos metidas en más sitios de los que imaginas,
familias acomodadas incluso. La mía no es una excepción, por desgracia.
—
¿A qué te refieres?
Midorima
volvió la mirada hacia su amante. Honestamente no quiere entrar en detalles,
pero sabe que evadir la curiosidad de Takao solo incrementará su insistencia
por saber.
—
Como sabes, mis padres son mortales,
aunque los Midorima siempre han tenido cierta solvencia económica no tenían el
poder suficiente para tener presencia en el Concilio de Magia. Cuando supieron
que yo era un mago de habilidades superiores a la media, ellos decidieron
ganarse un sitio en el Concilio de Magia de una forma o de otra. Mi madre es
hermosa, y mi padre extremadamente atractivo, imagínate el resto y no hagas más
preguntas, Takao.
Que
le llamase por su apellido ya decía mucho sobre la restricción. Takao guardó
silencio y respetó la petición de su amante. De todas maneras algo había sabido
antes, después de que Midorima fuera donde Iván Wagner a amenazarle, el ojiazul
le había contado algo acerca de los padres de su novio. Él tiene muchas dudas,
pero ahora entiende una cosa. Si el Imperio Akashi está involucrado y se hace
mucha referencia al atractivo de los Midorima, es porque consiguieron lo que
poseen a través de sus cuerpos.
—
No me imagino a sus padres vendiéndose
estrictamente hablando, pero… Shin-chan no suele hablar de ellos, y
premeditadamente evita encontrarse con sus padres incluso si viven bajo el
mismo techo.
…
—
Son interesantes, ¿no crees, Yukio?
—
¿Te gustó ese tipo?
—
Se llama Midorima Shintaro~ — El rubio escuchó a su novio gruñir por lo bajo, y
él a cambio sonrió divertido… — Celoso eres todavía más apuesto, Yukio~
—
Deja de coquetear, Ryota.
—
Pero si es contigo está bien, ¿no?
—
Todavía tenemos muchas cosas qué hacer ahora.
—
Vale, vale… — El rubio siguió el camino junto a su novio, andando por las
calles sin que la gente tuviera la menor idea de nada. A veces le gustaba esto,
sentirse invisible, que los mortales no se den la mínima idea de
quién es o cuánto poder podría tener sobre ellos…
Luego
de pronto se tambaleó, e instintivamente buscó el soporte del muro a su lado.
Kasamatsu le sujetó la cintura mirándole preocupado.
—
¿Qué pasa? ¿Estás bien?
—
Estoy bien, no te preocupes.
—
Mientes… — Kasamatsu le tomó el mentón obligándole a mirarle a los ojos… —
Estás débil, ¿verdad? Dijiste que te has alimentado adecuadamente, Ryota.
—
Es porque…
—
Ryota… — Demandó tras un minuto de silencio de parte del rubio.
—
No me alimento de cualquier tipo de sangre. Soy, selectivo.
—
¿Y, qué tipo de sangre requieres?
El
rubio llevó su mano al cuello del licántropo, acariciando con uno de sus dedos
la línea donde Kasamatsu sabe se encuentra su yugular.
—
Nunca me he alimentado de un licántropo, ¿sabes?
—
¿En serio? Tanta mordida y sangre que has lamido cuando tenemos sexo para qué
es entonces… — Kasamatsu escuchó la risita ladina de Kise retumbar en su oído.
Era estúpido pero realmente le llamaba la atención.
—
Alimentarse, Yukio, requiere de más que unas cuantas gotas de sangre. Solo
bebía sangre de mis propios padres antes.
—
¿En verdad? — El rubio asintió… — ¿Alguna razón en particular?
—
La pureza. Solo eso.
—
Entonces, ¿no es que vayas a morir si bebes sangre que no sea de tus padres, ¿cierto?
— El rubio volvió a asentir… — Entonces vamos… — Kasamatsu le arrastró por la
calle hasta una esquina que da calle arriba por un sendero oscuro… — Bebe, no
me gusta verte decaído.
—
Yukio, me amas, ¿verdad? — Kise preguntó con una sonrisilla, rodeando sus
brazos en el cuello de su novio.
—
Me parece que eso está más que claro ya, Ryota. Date prisa, o me arrepentiré.
—
Sé que no lo harías~ — Dijo burlón, enamorado. Feliz.
Sentimientos
que solo Kasamatsu era capaz de provocar en él. Luego le besó, tranquilo,
apasionado, profundo. Jadeó extasiado cuando el licántropo fue quien empujó la
lengua dentro de su boca, recorriendo sin prisas, masajeando, explorando. Más
tarde, al separarse, Kise descendió directo hacia el cuello, sus colmillos
crecieron puntiagudos y filosos se enterraron en la piel, atravesando el
músculo alcanzando la vena, saboreando su sangre. Excitante, caliente, dulce
néctar.
—
Ngh… — Kasamatsu jadeó sintiéndose inquieto. Las succiones de Kise estaban
alterando sus sentidos… — Ryota… — Gimió en todo de advertencia, como si
pretendiera que su novio entendiera el sentido de su reclamo.
Kasamatsu
piensa que Kise lo hace con alevosía, que succiona de esa manera como si
pretendiera excitarle. El calor abrasador le sube al licántropo rápidamente, se
le enciende más que la sangre cada fibra de su ser. Kise continúa ahí,
succionando de la deliciosa sangre de su novio, sintiendo cómo le corre por el
torrente sanguíneo una fuerza diferente, una sensación indómita de poder.
--//--//--
Cuando
la luna azul se hizo presente, los
colmillos de Kuroko crecieron casi involuntariamente y su piel casi
transparente brilló bajo los rayos lunares. Kagami se le quedó mirando
hipnotizado por tan peculiar belleza, y ahí, bajo el reflejo multicolor de los
vitrales del amplio ventanal en un Templo cercano a la casa del Dr. Hotaru, las
alas iridiscentes del peliazul emergieron a la altura de sus omóplatos.
Necesita alimentarse, está nervioso, es un vampiro desesperado por sangre
humana. Sus ojos azulinos se tiñen de un pálido y agreste color zafiro.
—
Tetsuya, ven.
El
pelirrojo extiende la mano. La expresión del peliazul luce como si tuviera
delante un fantasma, o eso piensa
Kagami. Hay ausencia de alma en las
pupilas de su novio, se siente inquieto, pero no preocupado. Kagami da un paso
aún con la mano extendida, Kuroko fija su mirada en él y sujeta su mano casi
como autómata. Las alas en su espalda se agitan un par de veces, Kuroko le
muestra los colmillos y abre su boca simulando la disposición a morder.
—
Hazlo.
Kagami
ladea el rostro, ofrece su cuello. Le ofrece su sangre y su vida misma. Kuroko
no titubea, se estira y alcanza el cuello del pelirrojo clavando sus colmillos
en él. Kagami rodea su cintura y la estrecha contra su cuerpo, más cerca y más
confiado conforme cada succión altera sus sentidos.
Kuroko
es fuerte, firme, erótico. Cada succión colapsa algo en el interior de Kagami.
Después de varias succiones, Kagami siente algo encenderse en su propia sangre,
y arder en sus ojos. Si pudiera verse a sí mismo se daría cuenta de que las
pupilas rojizas lucen como auténticas brasas al rojo vivo, y que su piel
tostada se ha vuelto febril. El ardor en su espalda le resulta novedoso,
cosquillea sobre los omóplatos e incluso nota algo parecido en la frente. Kuroko
succiona de nuevo y él siente que podría desvanecerse, pero lejos de sentirse
débil se siente poderoso, ansioso.
—
Tetsuya… — Jadea su nombre y le levanta en vilo, le lleva a la pilastra al
centro de aquel templo y le deja sobre la superficie de madera sin que el
peliazul haya soltado su cuello, alimentándose todavía… — Tetsuya.
Llamarle
de nuevo y darse cuenta de que cuanto más le succiona, más deseo de arrancarle
la ropa siente. Y él no es alguien que suela controlar sus deseos.
—
¡Taiga~! — Kuroko gimotea arqueando la espalda y obligado a desprenderse del
cuello del pelirrojo cuando éste le desgarra los pantalones y rodea su
virilidad masajeando algo tosco arriba y abajo.
—
¿Estás satisfecho, Tetsuya? — Le pregunta con la voz ronca, sonriendo lascivo
mientras lame sus labios manchados de su propia sangre, hiriéndose sin que le
importe cuando los colmillos del peliazul rozan su piel.
—
No, Taiga. Quería más… — Jadea dejándose hacer, sonriendo apenas con picardía,
relamiéndose los labios y rodeando con sus piernas la cintura del pelirrojo… —
Quiero más… — Murmura sensual provocándole la libido a su novio.
--//--//--
Cuando
Koganei supo cuál era la relación que Mitobe guardaba con el Concilio Supremo,
y la razón por la que el mismísimo Kaage Den le buscaba insistentemente,
comprendió por qué su amigo estaba escapando
de él. Resultaba que el Adalid del Concilio Supremo estaba lejos de ser la
persona que muchos creen. Carecía de bondad y poseía ambiciones a manos llenas.
Y solo usaba a Mitobe para su propio beneficio. tras escuchar la verdadera historia de Mitobe, Koganei también se dio
cuenta de otras cosas, del poder oculto que el silencioso muchacho poseía y lo peligroso que podía ser cayendo en manos
como las del Adalid del Concilio Supremo, así como lo fiel que Mitobe era a su
propio sistema de creencias, a su moralidad.
—
Mamá ha dicho que Kaage-san ha venido de nuevo. Dejó este sobre con ella, es
para ti… — El minino notó a su amigo
mirar el sobre con desconfianza… — Lo abriré yo, ¿está bien? — Su amigo
asintió. Una hoja de papel con la insignia del Concilio Supremo grabada en la
parte superior estaba dentro del sobre. Unas cuantas palabras escritas ahí… — No puedes esconderte para siempre,
Rinnosuke. Vuelve a casa por tu propia voluntad, o te obligaré a hacerlo… —
Koganei leyó en voz alta, en cuanto terminó de hacerlo volvió la mirada hacia
su amigo… — No vamos a hacer caso de sus amenazas, ¿bien? Ese hombre no puede
tener tanto poder, tal vez si…
Mitobe
negó con la cabeza, se levantó y tomó la hoja entre sus manos. Ni bien posó sus
dedos en ella, imágenes bombardearon su mente. Escenas de algo que podría suceder
si él no hacía caso. Koganei le vio tomar su chaqueta y encaminarse a la
salida.
—
¡Mitobe! ¡A dónde vas! ¡Espera! — Le llamó, e incluso intentó detenerle, pero
cuando tocó la piel de su amigo, una sensación de inmenso dolor le hizo
doblegarse perdiendo fuerza en las piernas, cayendo de rodillas… — Mitobe… —
Estiró la mano pero la borrosa silueta de su amigo se alejó.
Entre
la confusión de sus sentidos y la sensación de dolor desapareciendo de su
cuerpo tan rápido como llegó, Koganei juraría que escuchó por primera vez la
voz de Mitobe. Un suave susurro de voz ronca, áspera y decidida que le pedía esperar. Koganei se levantó y salió a la
calle, miró a ambos lados esperando encontrar a su amigo, pero no había ni
rastros de Mitobe.
—
No pudo ir lejos…
Convencido
de aquello, Koganei echó a andar con paso veloz en una dirección al azar, solo
siguiendo su instinto. Unos cuantos minutos más tarde alcanzó a vislumbrar la
silueta de Mitobe acercándose a la estación del metro.
—
¡Mitobe!
Le
llamó, gritando con todas sus fuerzas. Cuando el muchacho silencioso volvió la
mirada y sus ojos reflejaron algo parecido a la esperanza, Koganei sintió que
podía conseguirlo, detenerle y apartarle de ese destino que tanto temor le
inspiraba al propio Mitobe. Pero cuando quiso dar un paso más en su carrera,
una suerte de hilos invisibles sujetaron sus piernas deteniendo su avance,
luego sus manos y finalmente algo
selló sus labios impidiéndole el habla. Estaba desesperado. Y Mitobe también.
Al
otro lado de la calle, Mitobe gritó –por primera vez– con todas sus fuerzas
llamando al muchacho por su nombre. Un golpe en su nuca le hizo desvanecerse
inconsciente, mientras que Koganei trataba de librarse también y se esforzaba
por conseguir un hechizo mental, aunque no eran precisamente su habilidad más
sobresaliente en las artes de la magia, en más de una ocasión le habían
funcionado. Hoy rogaba porque fuera una de esas ocasiones.
En
medio de su desesperación, Koganei sintió que le ardían las palmas de sus
manos, los hilos invisibles que le sujetaban dejaron de ejercer fuerza y se
sintió libre. Volvió la mirada en busca del mago que le estaba haciendo frente
y se encontró con dos sujetos usando ropas holgadas y peinados con largas
rastas, los pergaminos que lanzaron contra él le recordaron al tipo de magia
que vio usar a Izuki hace algún tiempo. Evadió los hechizos apenas por un poco,
echando a correr hacia el lado contrario, sabiendo que no podría cruzar la
calle hasta que los autos dejaran de pasar a gran velocidad por la avenida.
…
Inquieto,
Izuki abandonó la lectura de uno de los libros que el Dr. Hotaru le había
prestado. A su lado, Sakurai parecía intranquilo también. Ambos tienen razones
diferentes. Sin embargo, aunque Izuki reconoce que parte de su inquietud es el
hecho de que Kiyoshi no volvió desde hace tres días, ahora algo más parece estar molestándole.
De
pronto el móvil de Sakurai vibró, y el chico de cabellos castaños se apresuró a
la salida ni bien leyó el texto que le habían enviado.
—
¡Daiki! — Sin molestar en ocultar su felicidad, Sakurai se lanzó a brazos del
moreno.
—
Siento llegar tan tarde, Ryo… — Dijo envolviéndole en sus fuertes brazos,
besándole al instante devorándole los labios con toda la ansiedad de días sin
verle.
A
fin de cuentas había tenido que hacer algunas cosas antes de reunirse con su
novio, y después de haber salido de la casa de sus padres. Se ha reunido con
algunas personas importantes en el Clan Aomine, y también con un viejo amigo. Necesitaba tener al menos
algunas cartas bajo la manga para cualquier cosa que pudiera suceder del día
siguiente en adelante.
—
Sabía que vendrías. Tarde o temprano lo harías, Daiki.
—
Ahora, incluso si mañana tengo que presentarme ante el Canon de Lycans, ningún
movimiento en mi vida se hará sin que estés a mi lado, Ryo.
El
castaño asintió sonriendo suavemente, escondiéndose en su pecho sin estar
seguro del por qué el nerviosismo repentino o la vergüenza. Parecía demasiado
bueno para ser real, y al mismo tiempo demasiado peligroso como para no saber qué cosas malas podrían venir.
Adentro,
en la estancia, Izuki sintió una punzada en la frente, luego le pinchó algo más
el pensamiento y una serie de imágenes bombardearon su mente. Vio a Koganei con
la frente ensangrentada tirado en el piso, y a Mitobe siendo empujado dentro de
una camioneta oscura. Ha tenido una especie de premonición. Y antes de que
pudiera advertirlo, ya su cuerpo se ha movido aprisa fuera de la casa del Dr.
Hotaru rumbo al lugar que cree haber visto en su mente.
—
¡Izuki! — Sakurai le llamó cuando les pasó a toda prisa por el lado. Al no
recibir respuesta, el castaño se permitió a sí mismo vincular su mente con la
del chico ojo de águila… — Izuki, a dónde vas con tanta prisa.
—
Me temo que uno de mis amigos está en
problemas. No puedo explicarlo pero tampoco puedo quedarme de brazos cruzados.
Voy en su ayuda.
— Espera, iremos contigo.
— Este no es asunto suyo,
Sakurai.
— ¡Iremos! Somos Ángeles,
es nuestro deber apoyarnos mutuamente.
El
castaño miró a su novio. Aomine tomó su apariencia licántropa y le instó a
montar en su espalda, así, corriendo llegaría mucho más rápido a donde quiera que
fueran.
…
Hyuuga
retrocedió un par de pasos cuando la realidad golpeó con fuerza su pensamiento.
Podía sentirlo, podía verlo, tomaba
conciencia de ello. Kiyoshi Teppei le renunciaría si lo pusiese entre la espada
y la pared.
—
Junpei…
—
Preferiría que tus labios no volvieran a llamarme por mi nombre. Hacerlo habla
de confianza, y yo ya no confío más en ti, Kiyoshi.
Ser
llamado por esta forma tan impersonal y distante se le clava hondo en el
corazón. Pero el licántropo lo sabe, ha sido su propia decisión la que ha
provocado esta brecha entre los dos. Incluso si estos días no hizo más que
frecuentar a Hyuuga, su corazón no hacía otra cosa que anhelar reunirse con
Izuki, y al mismo tiempo dolía cuando lo pensaba. Porque tenía que dejar a
Junpei para estar con Izuki.
—
Hyuuga-san…
—
¿Tú quién eres? — Kiyoshi preguntó a la defensiva cuando un sujeto de unos
treinta en apariencia se presentó ante ellos.
—
Él es mi Guardián. Como ves, no tienes razón alguna para preocuparte más por
mí, Kiyoshi. Adiós.
Hyuuga
le da la espalda y él siente que esta despedida sabe demasiado a un adiós
definitivo. No quiere que sea de esta manera. Aunque tampoco sabe de qué otra
podría suceder. Y de pronto Hyuuga siente una punzada, similar a la que
experimentó Izuki antes. Se tambalea y el brazo de Kiyoshi rodea su cintura
casi por acto reflejo. Está por reclamarle cuando se da cuenta de que este
toque le sigue gustando por sobre todas las cosas. Su Guardián se mantiene al
margen, ya Demiyah-san le había dicho que Kiyoshi Teppei era de confianza, y
que de hecho era mejor que estuviera en buenos
términos con el Ángel a su cargo.
—
Koganei… — Hyuuga murmura de pronto. No sabe el por qué, el nombre le ha
brotado involuntariamente cuando ha visto lo mismo que Izuki antes.
Parece
que están vinculados, probablemente por influencia de la magia de Mitobe
aquella vez en que Hyuuga renació,
cuando Izuki perdió control sobre sus poderes. Cuando todo cambió para todos.
—
Qué sucede con Koganei, Junpei.
Hyuuga
no le responde, pero se aferra al brazo que le sujeta. Kiyoshi va a preguntar
de nuevo cuando su pecho se oprime y tiene un presentimiento. Izuki aparece de
inmediato en su mente y se le agita el corazón.
—
Izuki… — Murmura su nombre y de inmediato le suelta, quiere echar a correr en
su búsqueda.
—
Teppei…
—
Tengo que irme…
—
Si lo haces. Si te vas, será realmente un adiós.
Kiyoshi
le miró un instante. Estar entre la espada y la pared duele. Pero él no puede.
No puede quedarse. Izuki le necesita. Así que echó a correr hacia el norte. Y
Hyuuga tuvo que tragarse su orgullo y aceptar, que cien años sí pueden socavar
el amor.
--//--//--
Himuro
se sorprende cuando al entrar al departamento de su amante, otro sujeto
corpulento, alto y sumamente atractivo está allí.
—
¿Y tú eres?
—
Murasakibara Etsu, hermano de Atsushi. ¿Y tú?
—
Himuro Tatsuya, un… amigo de Atsushi.
—
¿Amigo? — El hombre de cabellos oscuros olfateó el aire… — Aquí huele a sexo… —
Etsu se levantó del sofá y caminó hacia el chico de rasgos delicados,
olfateando a su alrededor… — Tú hueles a él, te ha marcado concienzudamente.
Eres su amante, y es algo que realmente nunca esperé de él. Un hombre tan hermoso como tú merece estar con un alpha. Aunque, un vampiro y un hombre
lobo no serían precisamente bien vistos como pareja.
—
Es algo que me tiene sin cuidado. Y solo para que lo sepas, estoy
extremadamente satisfecho con el trato que Atsushi me brinda, así que no me
interesa liarme con otro alpha.
Etsu
se rió de buena gana ante su comentario. A Himuro parecía no inmutarle su risa
burlona, aunque le inquietaba el motivo por el cual estaba aquí.
—
Etsu, qué demonios haces en mi casa.
—
Oh, hermano. Hablaba con tu amante acerca de sus malas decisiones, pero me ha
echado en cara que no se arrepiente en absoluto.
—
No volveré a preguntarte. Qué demonios haces en mi casa, Etsu.
Continuará……
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