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Del
descubrimiento del primer amor a besos salados
Oikawa
abrió los ojos de par en par cuando se supo cautivo
por Iwaizumi –aunque en el fondo aquella actitud de su novio en realidad le
gusta; sí, es un poco masoquista el muchacho. Pero solo un poco, que no llega a
altos niveles su gusto por la dominación–;
se atragantó con su propia saliva cuando no había otro camino para controlar el
inevitable nerviosismo que sentía al tener a su novio sobre su cuerpo mirándole
con esos ojos llenos de una lujuria furiosa que le erizaba la piel.
–
Ahora vas a escucharme, ¿verdad, kusokawa? – Iwaizumi preguntó con voz baja,
sonriendo de medio lado con una perversidad que rara vez mostraba con tal
pulcritud.
Oikawa
asintió casi sumiso. Luego analizó la situación, cómo se había despistado tanto
que no se percató de la intención de su novio. Aunque bien, como lo ha pensado
antes, no es que se oponga a este lado sádico
de Iwaizumi, le gusta que asuma el control de la relación de vez en cuando, y
cuando dice que asuma, se refiere a
algo más que los constantes regaños o levantadas de voz que se manda delante de
todo mundo, también más allá de sus celos tan obvios cuando él flirtea a posta
con chicas, o aún más con Kageyama o cualquier otro chico que, aunque sí que le
gustan –físicamente al menos, no es que sienta algún tipo de química
sentimental como con Iwaizumi–, no es que quiera obtener de ellos más que esas
expresiones enfurruñadas por su comportamiento descarado al coquetearles.
Ahora
bien, que le ate las manos y selle sus labios no es del todo desventajoso,
porque la desesperación al no tener el total dominio de su cuerpo le agrega una
dosis de excitación que no tiene explicación concreta. Que le retenga de esta manera estando aún en
pleno campamento, le ofrece un bonus que no piensa desaprovechar, es el éxtasis
del peligro, de saber que si son descubiertos por alguno de los adultos, la
cosa no quedará en un simple llamado de atención o la vergüenza que pasarían,
sino que pondrían en riesgo sus puestos en el club y aún más su moral en la
escuela. Ah, esa sensación de peligro vaya que le gusta, le excita, le sube la
temperatura de un modo diferente, increíblemente seductor.
Iwaizumi
le observa con aire analítico. Se imagina con bastante certeza lo que está
pasando por la mente de su novio. Que no ha sido de gratis el tiempo siendo
amigos, el ser amantes es un agregado que tarde o temprano iba a pasar. Se
conocen tanto que es casi imposible e inimaginable que haya otra persona sobre
la faz de la tierra que pueda soportar el carácter del otro y amarle al mismo
tiempo. O eso pensaba, y es algo a lo que el chico se ha aferrado para sentirse
seguro con sus sentimientos por Oikawa.
Pero
le ha cansado un poco toda esa actitud caprichosa suya en el campamento, sus
jueguitos tontos y ese constante coqueteo que lanza a diestra y siniestra casi
sin importar a quién van dirigidos. Pero lo de esa mañana con Kageyama, fue la gota que derramó el vaso. Y tan solo
iba a asegurarse un poquito, de que a Oikawa no se le haya olvidado que es él
su novio y el único a quien puede halagar con dobles intenciones.
Así,
cuando la noche cayó y todos comenzaron a retirarse a sus respectivas cabañas,
Iwaizumi advirtió a sus amigos que era mejor para ellos no pasarse por la
habitación que, Oikawa se las había ingeniado, compartían solamente ellos dos
–aunque hasta el momento Iwaizumi había hecho hasta lo imposible por evitar que
esto se convirtiera en una oportunidad para el sexo, ahora realmente le parecía
la mejor idea que su novio pudo tener–.
No
existió necesidad de preguntar nada, sus compañeros de club se imaginaban lo
que podría pasar esa noche en la habitación de sus amigos. De entre todos,
Kunimi y Kindaichi parecían de cualquier forma los más afectados, les daba
escalofríos pensar en el cómo ellos
compartirían futón, visto que el noviazgo aunque claro, no lucía del todo
estable pese a la camaradería, la confianza y la intimidad que Oikawa con
Iwaizumi compartían.
Como
fuera, la cosa ha sido la privacidad que Iwaizumi ha conseguido. Mientras
Oikawa había comenzado a colocarse el pijama, él ha aprovechado el momentáneo
despiste para atarle primero las manos, luego, tras la queja de su novio,
Iwaizumi le ha puesto otro listón en la boca, atándole tras la nuca sin
demasiada fuerza para evitar que pudiera lastimarse de cualquier manera.
–
¿Quieres sexo conmigo, Oikawa? – Va y le pregunta con tono ronco, torciendo esa
sonrisa sobrada de confianza que al setter le crispa los nervios con un
exquisito placer.
Oikawa
asiente tras el vano intento por responder con su propia voz, la que no ha
salido más que como un gutural sonido de afirmación. Fue entonces cuando
Iwaizumi le había empujado contra el colchón, trepando tras él y dejando sus
rodillas a cada lado de los muslos de su novio, con las manos apoyadas en los
laterales de sus hombros, sus rostros cerca para mirarse en medio de la
oscuridad de la habitación, valiéndose únicamente de la luz de luna que se
cuela por la ventana.
–
¿Sabes cuánto me jode que flirtees con Kageyama?
Iwaizumi
escucha los sonidos guturales de Oikawa y advierte la respuesta que ha de
darle. Claro que lo sé, por eso lo hago
Iwa-chan~. Y es que parecía no haber cosa más divertida en la vida de
Oikawa que fastidiarle a diario. Tenía una forma muy retorcida de demostrar sus
sentimientos, pero Iwaizumi más que estar acostumbrado a esta, sentía que por
la personalidad de su novio no habría mejor manera de hacerlo.
–
Tooru, a veces realmente quiero terminar contigo cuando te comportas así. Sé
que eres popular y terriblemente sexy, cualquiera podría notarlo. Pero entiende
algo de una buena vez, no soy un juguete, ni disfruto de tus juegos para
celarme, ya me es suficiente con todas esas niñas tontas que van tras de ti en
la escuela y aún fuera de ella. Intenta ponerte en mi lugar de vez en cuando,
de sentir cómo es estar en mis zapatos.
Iwaizumi
ha dicho con honestidad, Oikawa puede saberlo por el tono de su voz y por la
forma en que aprieta las mantas entre sus manos, justo al lado de sus hombros
el rumor se lo deja claro. Una de las ventajas de tener un sentido anulado, es
que los otros cuatro se sensibilizan en compensación.
Oikawa
sabe que es un patán en muchas ocasiones, que la forma en la que actúa no es
propia de un novio que se toma su relación en serio. Pero no lo puede evitar,
son características de su personalidad que no puede anular –y honestamente no
es que quiera, porque así es como ha aprendido a ser y le gusta, solo admite
que tendrá que moderarse más de ahora en adelante–. Parlotea algo pero el
listón en su boca le sigue impidiendo el habla, se frustra un poco y frunce el
ceño con desdén. Iwaizumi sonríe de medio lado, corre una mano por el torso de
su novio y acaricia por encima de la parte superior del pijama.
–
Sé que me quieres, no necesitas decirlo. Por qué crees que te he tapado la
boca, no necesito escuchar tus excusas ni tampoco quiero promesas. Solo quería
que escucharas esto de mí, porque de otro modo, siempre interrumpes y no me
dejas terminar de expresarme, Tooru.
Iwaizumi
se inclina por un beso, aunque la tela del listón le impide totalmente el
contacto real. Aún así se siente, el amor que el renegado muchacho quiere
transmitirle a su novio, Oikawa lo recibe con un temblor del corazón, y se le
agita el alma misma. O lo que sea que hace que el estómago se le llene de
mariposas y se le erice la piel cuando los dedos de su novio palpan su vientre
delineando con sensual parsimonia los abdominales.
Oikawa
jadea ahogado, comienza a molestarle la prohibición que el listón le trae a su
boca, su cuerpo comienza a calentarse cuando las caricias de Iwaizumi cambian
la intención y sus pezones son apresados entre dígitos toscos que no le tratan
con delicadeza para nada.
–
Separa las piernas, Tooru.
Escucharle
ordenar con la voz pastosa, con esa mirada vidriosa cargada de una pasión
quemante que le hace obedecer en el acto, levantando las caderas con aire
sumiso para facilitarle a su novio la tarea de sacarle los bóxers, la única
prenda que había quedado antes pues no le habían dado tiempo de vestirse por
completo. Lo que no era un problema porque, obviamente, Iwaizumi ya tenía
planeado desnudarle.
–
Como no pienso desatarte las manos, tendrás que conformarte con lo que te haga acá, Tooru.
Iwaizumi
le dice con una pícara sonrisa bailándole en los labios mientras le toca con la
punta de uno de sus dedos la cabeza de su falo. Oikawa se estremece y jadea una
vez más como antes.
–
Y por supuesto, lo que voy a hacerte aquí…
– Colar una mano debajo del cuerpo de su novio y alcanzar ese punto de su
anatomía que a Oikawa le encanta entregarle
aunque no lo diga y siempre quiera tomar el rol activo durante el sexo.
Iwaizumi
sube a sus labios y le besa con todo y listón de por medio, al final solo hay
saliva por todas partes y un contacto tosco que lo hace parecer un beso húmedo un
poco salvaje pero muy caliente que subió por las nubes la excitación de ambos
muchachos.
Oikawa
jadeaba alterado, sobre todo cuando los labios de Iwaizumi fueron de sus labios
a sus pezones, apartando apenas la parte superior de su pijama para poder hacer
aquello, lamiendo y succionando, humedeciéndole también con saliva caliente.
Deslizando luego las atenciones hacia el sur, dejando la estela húmeda de su
pasión cuesta abajo hasta llegar a la pelvis, besando y chupando trocitos de
piel en las ingles, dejando marcas rojizas que más adelante serían seguramente
cardenales invisibles a la vista pero el claro ejemplo de territoriedad que
Iwaizumi quería dejar en su cuerpo.
–
Nghh~ ngh~
Los
jadeos ahogados de Oikawa incentivaban la libido de Iwaizumi, finalmente lamió
el tronco, notando cómo crece inyectando las venitas de sangre para darle esa
exquisita forma que el morocho no duda en llevarse a la boca, tragándole
lentamente mientras sus labios presionan hasta llegar a la base, y comenzar a
mover su cabeza arriba y abajo proporcionándole ese placer que hace al setter
revolverse bajo su cuerpo, gemir y desesperarse por la imposibilidad de usar
sus manos.
Luego,
Iwaizumi le sujeta los tobillos y coloca sus pies sobre sus hombros mientras se
irgue y en la inercia del movimiento las caderas de Oikawa son elevadas
dejándole espacio para admirar su contraída entrada rosada. El pene de Oikawa
fue dejado de lado mientras que la lengua de Iwaizumi se dedicaba a lamer sobre
el anillo dejando grandes cantidades de su saliva allí, un minuto después usó
sus dígitos para comenzar a penetrar en aquel agujero, dilatándole para su
propio placer.
–
¡Nhh~!
Oikawa
gime y contrae sus paredes internas por acto reflejo cuando Iwaizumi sustituye
sus dedos por su falo. Apenas ha entrado la punta pero él sabe bien cuán grande
puede ponerse en su máxima excitación.
–
Relájate, Tooru.
–
Como si fuera tan sencillo~ – Oikawa
gimoteó en pensamientos, tensándose involuntariamente cuando su novio empujó su
pelvis entrando totalmente en él… – ¡Mgh~! Maldición,
Iwa-chan. Duele si no avisas~
–
Por eso te dije que te relajaras, Tooru.
–
Hajime idiota, quién te manda a tener el
pene lo suficientemente grande como para que me duela. Se te olvida que allí no
es anatómicamente para actividad sexual.
–
Incluso si me miras con esos ojos, Tooru. Esto es tu castigo por no ser buen
novio. Mira que estuve tentado de no prepararte.
–
Ah, con su lado sádico se ve más sexy~ –
Volvió a gimotear en pensamientos, relajando el cuerpo y echándose al frente
para pasar sus manos tras el cuello de su novio. Al menos el amarre no le
impedía abrazar y de hecho hacía del agarre algo más íntimo y firme. Se anclaba
a él con gusto, notando cómo la erección de su novio palpitaba dentro de sí.
–
¿Te vas a portar bien si te quito el listón de la boca?
Oikawa
asiente. De todas formas lo que más quiere en esos momentos es besarle y gemir
con libertad. Morderle el hombro para variar, lamerle el cuello y ensañarse con
toda piel desnuda que quede a su alcance.
Y
lo hace. Besar primero, con fuego, con ganas, con pasión. Con todos esos
sentimientos que él no puede expresar con palabras dulces ni gestos románticos.
Devorar la boca de Iwaizumi mientras siente cómo éste agita la pelvis iniciando
las embestidas con un pausado vaivén que le escoce un poco al principio pero
que pronto le va llenando de oleadas de placer que le obligan a romper el beso
y gemir el nombre de su novio sin tapujos.
–
Maldición Tooru, más bajo idiota.
–
Nghh~ Iwa-chan~ ahh ahí. ¡Otra vez ahí~!
Si
los adultos y sus compañeros no los han escuchado, como Oikawa siguiera así
seguro que pasaba. Así que Iwaizumi se dijo que no tenía opción, tendría que
besarle y hacerle ocupar esa boca en otras cosas.
…
Ikejiri
sostuvo su bote de helado mirándolo con algo parecido a la desconfianza.
–
¿Qué sucede? ¿No es un sabor que te guste?
–
No es eso. Es solo que, tienes la nevera llena de helado. Estaba pensando que,
venías preparado de verdad para el rechazo, ¿no es así?
–
Por supuesto… – Fujimi sonrió con tristeza, llevándose otra cucharada de helado
a la boca.
–
Eres un chico muy extraño, Fujimi.
–
Lo soy.
–
Te confesaste, robaste un beso y te arriesgaste no solo al rechazo, sino
también a que Tanaka-kun te detestara.
–
No sería la primera vez que ocurriría algo así… – El ojiazul advirtió en la
mirada de su acompañante la curiosidad… – Soy un ser humano después de todo. Y
debido a mi personalidad, resulta bastante común que algunas personas me
encuentren un tipo desagradable. Sé que no le caigo bien a todas las personas,
incluso si me hablan y se comportan como mis amigos, sé que hay gente hipócrita
alrededor de mí. Pero, también he conocido personas como Guchi, Tanaka-senpai y
tú; sé que no les agrado del todo, pero aún así se han dado la oportunidad de
conocerme y tratarme.
Ikejiri
se le quedó mirando. Fujimi era honesto en absolutamente todo, por eso es que
las cosas no le resultaban siempre.
–
Pienso, que tienes que comenzar a pensar antes de hablar o actuar, Fujimi.
–
¿Tiene algún caso?
–
A veces, sí.
El
ojiazul pareció meditarlo un momento. Luego de tres o cuatro cucharadas de
helado más, dijo algo que su acompañante no esperaba.
–
Lo siento, por haber hecho que confrontaras a Sawamura-san.
–
Mh, está bien. Quiero decir, me ha molestado un poco pero, pienso que fue lo
mejor para mí. Era momento de cerrar ese círculo.
–
Pues, de alguna forma, puede que exactamente eso sea lo que yo hice.
–
Pero Fujimi, sigo sin entender tu forma de enamorarte… – Ikejiri se arrepintió
de lo que dijo al instante… – Lo siento, no soy quién para juzgarte.
–
Te entiendo. Aunque el otro día cuando me lo dijiste realmente me cabreó, te
entiendo. Mi forma de amar es, extravagante. Y se presta a pensar que se trata
de caprichos más que de sentimientos sinceros. Pero, Guchi y Tanaka-senpai,
ellos realmente me gustan.
Ikejiri
saboreó otra cucharada de helado. Para él seguía sin tener lógica. Enamorarse
no es cuestión de unos cuantos días, pasar la hoja y enamorarse otra vez. Para
él, enamorarse ha tomado años, y es algo que sigue clavado en su corazón. Si
mañana saliera y conociera a un tipo mucho más apuesto y con carácter como
Sawamura, su corazón todavía latiría por el cuervo.
Eso, es el primer amor.
–
Toda mi vida recordaré este primer amor con amargura. Y creo que siempre
pensaré que hubiera estado bien al menos recibir mi primer beso de él. Pero,
tendré que esperar a que llegue un segundo amor, y tal vez entregarle todas mis
primeras veces a él.
–
Eso está bien, Ikejiri. No es tan genial darle todo de ti a tu primer amor.
Ikejiri
recordó entonces lo que antes le había dicho Fujimi. Él había tenido la
oportunidad de vivir un romance con su primer amor, pero también había tenido
un final amargo.
–
¿Qué harás ahora, Fujimi?
–
¿Hacer? ¿Con qué?
–
¿Estará bien para ti seguir yendo a la misma escuela?
–
Sí. Voy a estar bien. Incluso si Tanaka-senpai ahora me odia. Voy a estar bien,
siempre ha sido así, Ikejiri. Y tú también saldrás adelante. Aunque Sawamura-san
y tú no estén en la misma escuela, vas a pensar en él por un tiempo más
todavía, y seguirás plateándote posibilidades del tipo y si hubiera.
Ikejiri
le miró una vez más. Así, relajado. No, el chico se corrige a sí mismo. Así,
deprimido, Fujimi incluso le daba otra impresión. Pero no se lo imaginaba
pensando en si hubiera.
–
Pensar en si hubiera significa que te
arrepientes de lo que hiciste inicialmente, ¿no?
–
Tal vez. Pero, incluso yo los tengo. Por ejemplo, si hubiera presionado menos mis sentimientos en Guchi, tal vez al
menos me habría ahorrado la incomodidad que veía en sus ojos cuando me le
acercaba. O si hubiera respetado más
el espacio vital de Tanaka-senpai, no le habría besado ni estaría aquí comiendo
helado. Y, si hubiera pensado antes
de actuar, no te habría arrastrado conmigo.
–
Fujimi, no me arrepiento de estar aquí contigo.
–
¿En serio?
–
En serio. Yo creo que, si te modulas un poco, podríamos ser amigos de verdad.
–
G-gracias… – Ikejiri se sintió tocado en el corazón. Hacía tiempo que no notaba
tanta sinceridad en alguien al considerar su amistad como algo digno de tener.
…
Kamasaki
ha estado evitando a Moniwa desde que éste se le confesó. Claro, no es para
nada algo normal ni común que tu mejor amigo se te declare tan repentinamente.
Y en el fondo, Kamasaki está más que enojado, demasiado sorprendido y confuso. No
había notado ni una sola actitud en su amigo como para sospechar acerca de sus
preferencias sexuales, ni mucho menos que él fuese el receptor de sus
sentimientos. De alguna manera, también se sentía culpable. Él que alguna vez
se enamoró de una chica, sabe lo que se siente hablar con esa persona como
amigos cuando lo que se desea realmente siempre es más que una linda amistad.
–
Es
tan incómodo estar pensando en esto. Pero es imposible conciliar el sueño.
Además, me siento mal por él. Nunca le había visto deprimido y es extraño.
Moniwa suele estar lleno de energía, listo para reñir a Futakuchi y evitar que
Aone se meta con los más fuertes en los encuentros de voleibol aunque fueran
solo partidos de práctica.
Así,
pensando en Moniwa, la noche se le estaba consumiendo a Kamasaki. Mientras que
su amigo había solicitado expresamente al entrenador que le permitiese dormir
en otra habitación. Como Ukai ya le había hecho saber al entrenador de Datekou
los sucesos de esa mañana durante la actividad del Tesoro de los Elfos, el
hombre sabía que el muchacho estaba haciendo un esfuerzo por no debilitar más
al equipo con su pobre actuación.
…
A
la mañana siguiente, la mayoría tenían cara de haber pasado mala noche mientras
desayunaban. Algunos bostezaban y otros tenían ojeras. Pero para aquellos que
durmieron largo y tendido, o disfrutaron de su noche –como Oikawa e Iwaizumi–,
estaban aprovechando la hora para molestar a un par de personas. Hinata y
Kageyama.
–
Pero claro, siempre que Chibi-chan quiera demostrarle al mundo que Tobio-chan
es suyo, bastará con plantarle un beso de película frente a las personas… –
Sobra decir que ha sido Oikawa quien lo ha comentado. Y que lo ha hecho con una
divertida sonrisa en los labios y la mirada pícara que suele caracterizarle.
–
Cállate, Oikawa.
–
Pero no te enojes conmigo, Tobio-chan~
–
Vamos Kageyama, por esta vez le daré la razón a Oikawa. No es para que te
enojes, si Hinata y tú hacen una pareja muy linda… – Nishinoya dijo con una
sonrisita, mirando de hito en hito al pelinegro y al pelinaranja. Este último
estaba muy silencioso enfocado simplemente en terminarse su ración de comida lo
más pronto posible.
–
Es la pareja de raritos después de todo… – Tsukishima aportó con tono burlón, y
Yamaguchi rió bajito a su lado.
La
cosa más vergonzosa que Hinata recordará del campamento es el momento en que
besó a Kageyama delante de todos. Era claramente todavía el blanco de las
bromas de sus amigos y compañeros de las otras escuelas, haciéndole sonrojar
mientras busca algún tipo de apoyo en su novio, pero Kageyama –tan avergonzado
como él– no hacía más que fruncirle el ceño y recordarle que, después de todo,
era su culpa que todos supieran que estaban saliendo como una enamorada pareja
de verdad.
–
Bueno, somos una pareja de verdad, Kageyama… – Murmuró, rojito como tomate
hasta las orejas.
–
Ya sé que lo somos. Pero lo hemos
anunciado de una forma un poco…
–
lo tengo, lo tengo. Me he pasado con ese beso delante de todos.
–
Aunque en realidad, me ha gustado Hinata.
–
Mh… – El pelinaranja se estiró un poco más para verle más de cerca, pese a que
están sentados uno a lado del otro fuera del comedor, esperando la hora de la
siguiente actividad o que, por lo menos, todos terminen su desayuno… – De
casualidad, ¿te gusta que te cele?
Kageyama
carraspeó un poco incómodo. No, más que incómodo, avergonzado. Asintió pero
miró hacia otro lado huyendo de los expresivos ojos chocolate de su novio.
–
No vendría mal que admitieras de viva voz más de estas cosas, Kageyama… –
Respingó con un puchero, inflando los mofletes sonrosados y tratando de hacer
que su novio enfrente de nuevo su mirada al sujetarle el rostro con las manos…
– Así por lo menos podemos avergonzarnos juntos, ¿no crees? – Le sonrió, tan
cristalinamente que el corazón del pelinegro galopó a toda prisa.
–
Hinata… – Suspiró su nombre, siendo entonces su mano la que rodeó la cintura
del más bajo mientras, hipnotizado por sus ojos, se acerca para besarle.
–
Ka-Kageyama~ – Jadear sorprendido y rendirse. Dejarle ser quien le besa esa vez,
respondiendo sumiso pero apasionado al beso que el pelinegro ha iniciado.
–
Ya da igual si alguien nos ve, ¿no?
–
Sí.
Y
besarse de nuevo, una, dos, tres veces más. Saboreando los labios del otro,
Kageyama fue quien dominó cada uno de los besos, colando su lengua en la boca
de Hinata, enredando la suya con la de su novio, explorando su interior hasta
saciarse –aunque en realidad parecía casi imposible hacerlo, porque cuanto más
le besaba y se enamoraba de Hinata, más le parecía que caía en un hechizo del
que nunca se libraría, cegado por su enérgica presencia–. Cuando rompen el
último beso, un hilillo de saliva une sus bocas hasta que la elasticidad actúa y quiebra la unión
manchando sus mentones.
–
Kageyama…
–
Qué… – Y que fuera breve y rápido, que todavía quiere besarle más.
–
El otro día, lo que Asahi-san y Noya-san hacían… – Hinata dijo con seriedad, y
Kageyama presintió que vendría una conversación un tanto peligrosa para él… – Era tener sexo, ¿verdad?
Sí,
Kageyama retrocedió un poco para evitar la cercanía, porque con aquel tema sobre la mesa, a él solo le entrarían
ganas de arrancarle la ropa y demostrarle exactamente
lo que sus senpais hicieron. Pero se limitó a asentir y guardar la distancia,
por las dudas.
–
Kageyama, tú y yo… – Hinata murmuró con las mejillas arreboladas de carmín,
jugando nerviosamente con sus pulgares… – Cuándo vamos a, tú sabes… tener sexo.
El
pelinegro se sonrojó para igualar a su novio. A veces la inocencia de Hinata le hacía sentir en desventaja, porque pese a
todo era adorable y bastante honesto.
–
No tenemos prisa por tenerlo, Hinata… – Murmuró avergonzado.
–
Pero, el día que nos reconciliamos, cuando nos tocamos en la habitación… yo,
sentí como que era el momento. Sentí
que tocarnos no había sido suficiente. Eso es porque estamos listos para el
siguiente paso, ¿no, Kageyama?
El
pelinegro hubiera querido rebatir, solamente para evitar el tema y que suene a
que están apresurando las cosas. Pero fue incapaz, porque había sido demasiado
claro para los dos, que de no haber sido por Yaku y Lev que los hicieron salir
de su burbuja, ellos realmente habrían llegado hasta el final. Y no es que
Kageyama no quiera, es solo que…
–
Hinata, no quiero tener sexo contigo… – Murmuró serio, y vio al instante el
rostro de Hinata expresar sorpresa… – Y no me malinterpretes, es que yo quiero
que nosotros tengamos una primera vez especial, quiero hacerte el amor, Shoyo.
Las
mejillas del pelinaranja se encendieron nuevamente. Porque Kageyama ha dicho hacer el amor, y porque le ha llamado
por su nombre. Eso suena tan íntimo, y tan romántico.
…
Futakuchi
estaba más que enterado de que ha errado su actitud del día anterior. Aone ha
vuelto a evitarle, solo que esta vez él no está dispuesto a dejar pasar más
tiempo en aquella actitud. El campamento termina al día siguiente y lo que
menos quiere es volver a casa con esta sensación de vacío instalada en el
vientre.
El
muchacho aprovecha el descanso entre el desayuno y el inicio de las actividades
matutinas para hablar con el grandote.
Aunque éste parece poco dispuesto a escucharle y no se detiene cuando le llama.
–
¡También me gustas! – Exclama para tener su atención. La que efectivamente se
vuelve suya ni bien las palabras salieron de sus labios.
Aone
gira sobre sus talones y le enfrenta. La diferencia de alturas no era amplia,
pero en ese momento se volvió significativamente abrumadora para
Futakuchi. Quien, pese a saber que lo
que ha dicho es verdad, todavía siente que hay muchas cosas que no está tomando
en cuenta.
–
Qué dijiste.
–
Dije, que también me gustas, Aone.
–
Pero ayer…
–
Ayer me tomaste por sorpresa, no me diste tiempo a reaccionar cuando ya te
habías ido. Además, realmente tenía que pensarlo un poco, y procesar todo lo
que ha pasado. Y ya sabes, no sé qué puede gustarte de mí. Y somos chicos los
dos, y entonces es como mucho qué considerar antes que decidir liarnos como
pareja.
–
Te gusto, ¿pero no tienes pensado que seamos novios?
–
Bueno, no es eso tampoco. Solo, pienso que tengo un poco de miedo. Si no
resulta, si por algo tú mañana terminas dándote cuenta de que gustarte es un
error y me dejas, o comienzas a detestarme o…
Las
palabras de Futakuchi fueron interrumpidas por el abrazo sofocante de Aone.
Pero más que silenciarlo su abrazo, lo hicieron sus labios. La boca de Aone es
algo torpe pero muy decidida, y sus labios gruesos aunque agrietados, se
sienten suaves al tacto. Futakuchi suspiró en medio del beso y, cuando estaba
por corresponder, aquellos labios se alejaron.
–
Aone~ – Suspiró pucheroso, mirándole con un dejo de rencor… – Yo apenas iba a
besarte… – Reclamó con aire infantil.
–
Si sigues pensando que nuestra relación está destinada al fracaso o algo así,
para qué ibas tú a besarme, Futakuchi.
–
Bueno, yo… – El chico resopló el flequillo de su frente con aire frustrado,
cruzándose de brazos y volteándole la cara al grandote… – Si pudiera sentirme seguro no te estaría expresando
claramente mis temores.
–
Entonces, me encargaré de cuidar tus sentimientos para que no temas.
Entonces
la sonrisa se ensanchó en labios de Futakuchi. Y se lanzó a Aone enredando sus
manos alrededor de su cuello, besándole con ansias, siendo también algo torpe
pero franco con lo que quería, con lo que deseaba. Con lo que apenas estaba
comenzando.
…
A
un día de terminar el campamento, las actividades han transcurrido sin
contratiempo alguno. La tensión que se había respirado sobre todo el día
anterior, hoy era potencialmente la fuerza que impulsaba los vínculos de
amistad y compañerismo que Takeda había puesto como objetivo en su proyecto
escolar. Al final de la jornada solo queda una actividad pendiente, el dichoso
Todos a Bordo.
Como
días anteriores, Sawamura lidera el ejercicio, los distribuye prestando
atención a sus reacciones si es que los coloca en sitios donde no estarán
cómodos. Cuando está por enviar a Moniwa al otro lado del pequeño recuadro, ve
a Kamasaki sujetarle la muñeca y acercarle a él. Moniwa es el más sorprendido,
Sawamura sonríe quedito y lo deja pasar, está bien si es que ellos ya no han de
huir el uno al otro.
–
Kamasaki…
–
Shh, hablemos terminando esto, Kaname.
–
S-sí… – Moniwa traga hondo y trata de no mostrarse tan patéticamente
vulnerable. Pero la verdad es que tiene ganas de llorar.
Porque
le gusta sentir los dedos de Kamasaki alrededor de su muñeca, le gusta volver a
sentir su cercanía y saber que no le rehúye más, que esa vez ha sido el propio
Kamasaki quien ha querido estar cerca de nuevo. Le alberga tal felicidad que le
es inevitable contener el llanto. Solloza y con la mano que Kamasaki no sujeta
se limpia con prisas las lágrimas que corren pos sus mejillas.
–
¿Kaname?
Kamasaki
le llama suavecito, sintiendo un nudo en la garganta de solo pensar que ha
vuelto a provocar su llanto. Y Moniwa se siente estúpido por ser incapaz de
decir una sola palabra. Sus sollozos entonces suenan demasiado alto y llaman la
atención de los demás. Al principio los chicos piensan que se trata de Sugawara
–tan curioso que Yaku incluso pensó de inmediato si habría hecho o dicho algo
que provocara la sensibilidad del lindo
cuervo–.
Torpemente,
Kamasaki le da palmadas en la espalda y le deja esconderse contra su pecho,
donde sus sollozos se ahogan y esperan a que se calme. A la mayoría le inspira
ternura, a algunos más bien curiosidad. Pero al final es más el sentimiento de
tranquilidad lo que reina en el gimnasio.
El
ejercicio entonces se completa con creces. Hay armonía y trabajo en equipo,
comunicación y cooperación. Aunque al final todavía Oikawa va y le juega una
broma a Kageyama palmeándole el trasero y provocando los celos de Hinata, así
como la propia furia avergonzada del pelinegro. Iwaizumi, por supuesto,
comienza a perseguirle por todo el gimnasio para patearlo y darle unas cuantas
nalgadas también. Se lo merece por ser un chico
malo.
–
Bueno, parece que estamos terminando bien, ¿verdad, Takeda-kun?
–
Sí… – Sonríe y se siente dichoso, ha sido su primer proyecto en grande y al final está obteniendo muy
buenos resultados.
–
Han aprendido de sus errores, y también a admitir que todos tienen algo más
importante que el talento deportivo, la capacidad para hacer amigos y apoyarse
en ellos cuando los necesiten.
–
¡Atención todos! – El entrenador de Aoba eleva la voz… – Ahora pueden descansar
un momento, en treinta minutos se sirve la cena, luego a la ducha y a dormir.
Mañana es el último día del campamento, pero no habrá más entrenamiento…
–
¿Eh? – La reacción es generalizada…
–
Mañana será día de relajación para todos, iremos todos a las aguas termales y
tendrán un día de recreación.
–
¡Sí!
–
¡Eso es genial!
Las
expresiones de alegría y emoción llenaron el gimnasio. A todos le hizo ilusión
la idea de un día de absoluto descanso.
–
Kaname, ¿hablamos?
–
Sí.
Moniwa
y Kamasaki salieron del gimnasio rumbo a un lugar más apartado donde poder
tener una conversación privada. El capitán de Datekou estaba nervioso, pero
tenía la impresión de que nada peor podía pasar ya, quizá Kamasaki solo quería
puntualizar los términos en que estarían a partir de ahora.
–
Aquí debe estar bien, los chicos se irán directo al comedor a esperar la cena,
seguramente. Y los entrenadores suelen tomar el té en el salón del corredor
interno.
–
Cómo te has percatado de tanto, Kamasaki.
–
Porque también soy observador. Aunque no a menudo… – Sonríe suavemente y se
sienta en el suelo de madera. Este corredor es vacío y lo suficientemente
iluminado pero privado para sentirse cómodo… – Kaname, lo siento.
–
¿Eh?
–
Mi actitud desde anoche ha sido penosa. Por eso, me disculpo sinceramente
contigo.
–
No, no es necesario, yo… yo sé que, era esperable que actuaras así. Quien debe
disculparse soy yo por… por, por todo.
Moniwa
tartamudea nervioso, no sabe exactamente cómo decir las cosas o disculparse,
teme mencionar nada sobre sus sentimientos porque no quiere que Kamasaki vuelva
a ser tan indiferente.
–
Kaname, estuve pensando mucho en ti desde que… me dijiste sobre tus
sentimientos.
–
Kamasaki…
–
Realmente pienso que no podemos ser amigos ya. Es decir, es imposible, al menos
para mí…
–
Kamasaki…
–
Pero, cuando me puse a pensar acerca de cómo me había sentido mientras no nos
hablábamos, me di cuenta de que tampoco me gustaba ya no hablarte o estar
contigo. Y entonces entendí que estamos en una situación complicada.
–
Lo siento.
–
Lo que quiero decir es… Kaname, no puedo decir que correspondo tus sentimientos
exactamente de la misma manera en que tú los tienes hacia mí pero, no quiero
volver a estar distanciado de ti, no quiero volver a ignorarte ni a verte
deprimido. Tampoco creo que podamos ser los mismos amigos de antes, pero…
quiero seguir contigo.
Moniwa
no puede evitarlo, y sus lágrimas corren otra vez. Se siente feliz.
–
Vamos, no llores de nuevo Kaname…
–
Es porque, me siento feliz de que no me odies…
–
Tonto… – Kamasaki sonríe con ternura y limpia, inconscientemente, las lágrimas
de Moniwa con sus pulgares. Se le ve demasiado lindo así de cerca, y el corazón
del muchacho entonces decide latir más rápido. Y se siente extraño, es la
primera vez que le sucede. Pero por alguna razón, no es incómodo… – Kaname,
¿estaría bien intentarlo?
–
¿Eh? ¿Intentar qué cosa?
–
Salir. Tener una relación íntima.
Moniwa
agita la cabeza en negación. Sonríe quedito y aleja las manos de Kamasaki de su
rostro, aunque algunas lágrimas todavía fluyan por ahí.
–
No tienes por qué sentirte responsable o comprometido, Yasushi. No intento
empujar mis sentimientos en ti, porque si hiciera eso, lo que tengamos no sería
real. Yo, realmente soy feliz por el solo hecho de que no me odies, de que podamos
seguir estando juntos como amigos, aunque no los mismos de antes.
–
Pero, Kaname…
Y
luego simplemente sucede. No es que Kamasaki pueda explicar la razón por la que
lo hizo, o que Moniwa haya estado preparado para esto. Pero se besan. Los
labios de Moniwa saben a sal por su llanto, los de Kamasaki tiemblan pero son
delicados al besar. Cuando se separan y sin haber profundizado este primer
contacto, Kamasaki estrecha el cuerpo de Moniwa contra el suyo, topa sus
frentes y cierra los ojos.
–
La verdad es, que no puedo imaginarme siendo tu camarada ni mucho menos.
Quiero, este tipo de relación contigo, Kaname.
–
Yasushi…
…
Tanaka
se siente incómodo. Desde la noche anterior cuando volvió a la habitación, no
ha podido sacarse de la cabeza lo sucedido con Fujimi. Ni tampoco ha podido
evitar que en sus pensamientos se cuele Ennoshita, por alguna razón, ser besado
por el ojiazul le hacía sentir como si hubiera traicionado a su amigo.
–
Por qué traicionaría a Ennoshita por pensar en
Fujimi. ¡Argh! Me estoy volviendo loco de tanto darle vueltas a este asunto.
–
Has estado muy pensativo todo el día, Tanaka.
–
Ah, Ennoshita.
–
¿Pasó algo entre Fujimi y tú, ¿verdad? – Cuando Ennoshita dijo esto, Tanaka por
alguna razón se puso nervioso. Pero no pudo ocultarlo y terminó contándole lo
que sucedió con el ojiazul… – Así que, ¿estás enfadado con él?
–
Bueno, sí. ¿No es lo normal?
–
Supongo que sí, pero… también pienso que Fujimi debe haberlo pasado muy mal.
–
El puñetazo que le di no fue tan fuerte.
–
No lo digo por eso. En verdad que Fujimi no me cae particularmente bien, pero
tampoco es que lo deteste. Y cuando pienso en su forma de ser a veces me doy
cuenta de que tiene puntos buenos.
–
Ir por ahí robando besos o empujando sus sentimientos en los demás no es uno de
ellos, Ennoshita.
–
No, no exactamente eso. Pero es valiente, y honesto con lo que quiere o piensa.
Él fue capaz de confesarse a ti pese a que podías enojarte con él. No
cualquiera puede arriesgar de esa manera su corazón.
–
Es extraño que lo estés defendiendo.
–
Por qué, Tanaka.
–
Pues porque… – De alguna forma se supone
que eres como su rival de amores. Eso, en términos del idiota de Nishinoya que
jura que sientes algo por mí… Pensó, pero no lo dijo, simplemente encogió
los hombros.
–
Porque se supone que él y yo estamos compitiendo por tu amor, ¿es eso lo que
pretendiste decir, Tanaka?
–
¡Eh!
–
Nishinoya no es muy discreto cuando intenta hacerla de celestino.
–
Cierto…
–
Pero, a diferencia de Fujimi, yo no tendría el valor de confesarme a ti
sabiendo que eres heterosexual.
–
Lo soy…
–
En cambio, si tuviera la más mínima esperanza de que no fueras 100%
heterosexual, tal vez emularía el valor de Fujimi para confesarme.
Tanaka
volvió la mirada hacia Ennoshita tan rápido que sintió que se le tensó el
cuello. El chico con cara inexpresiva tenía las mejillas bañadas de rubor, e
incluso respiraba agitado. Bueno, Tanaka admite que en su lugar estaría igual,
o peor. Y cuando lo pensó, se dio cuenta de que se sentía completamente
diferente con Ennoshita a como se sintió con Fujimi. Si Ennoshita tuviese el
atrevimiento de robarle un beso ahora, él no se enfadaría, probablemente en su
lugar realmente querría corresponder el gesto.
–
¡Ah! ¡Qué mierda estoy pensando!
–
Así que Tanaka, si en algún momento decides cambiar tu orientación sexual…
–
Lo haría por alguien como tú, Ennoshita.
Fue
entonces el turno del chico pokerface
de mirar a su amigo con sorpresa. De hecho su mirada exigía una explicación.
–
Qué significa eso, Tanaka.
–
Ni yo lo sé. Pero, últimamente cuando pienso en este tipo de cosas, si estás en
mi pensamiento no parece estar mal. Pero, no sé si es realmente que estoy
sintiendo algo por ti, o si es
solamente que todo está fuera de sitio, la insistencia de Nishinoya al decidir
sobre mis sentimientos, la intromisión de Fujimi. No sé, Ennoshita. Y no quiero
confundirte ni nada parecido.
–
Entiendo…
…
Partir
a las aguas termales solo daría inicio al último día de su campamento. Todos
estaban particularmente emocionados, a algunos les excitaba especialmente la estancia en las aguas termales.
–
Iwa-chan, podríamos hacer cosas allí~
–
Cállate, Kusokawa.
–
Pero, Iwa-chan~ se me ocurren unos juegos para la ocasión.
–
¡Ni siquiera lo pienses, Oikawa! – No, no ha sido solamente Iwaizumi quien ha
exclamado aquello, sino que lo han hecho Kunimi, Kindaichi y Shibayama. Además
de Hinata y Kageyama, por supuesto.
–
Pero por qué~
Ya
en las termales, no dentro del campamento sino en las turísticas, los chicos se
toparon con Fujimi e Ikejiri a la entrada. Tanaka se tensó al instante, igual
que el propio Fujimi.
Continuará……
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