martes, 12 de septiembre de 2017

GLINGAL. Parte 5. Crossover TVXQ/JYJ & YOI



~*~

Ni bien los lobos escucharon la frase “pensamientos prohibidos” titubearon de ser capaces en tal caso de obtener los favores de Ardamírë, ya que desde que conocieron a los elfos y wilwarin sus mentes han estado plagadas de deseo y mucho han debido poner de su parte para controlarse. A pesar de todo, Nikiforov es quien llevaba ventaja en autocontrol, mientras que Jung y Park habían ido considerablemente lejos con los elfos.

— Está bien, nosotros nos encargaremos de Ardamírë, y confiaremos a ustedes derrocar al Nigromante. — Mokomichi habló. Ignorando deliberadamente la preocupación de los anfauglir.

— Tengan cuidado, Ardamírë es engañosa.

— ¿No lo son todas las joyas creadas por los elfos?


Ambos príncipes sonrieron al comentario de Mokomichi.

— Entonces, nos reuniremos luego. — El elfo de cabellos castaños dijo, saliendo de inmediato junto a su hermano.

Una vez los príncipes se marcharon, era momento de que el resto de la comitiva hiciera su propia retirada, con un rumbo diferente según pedido de los elfos. Mokomichi dirigió al resto hacia el primer Palacio de la Ciudad de los Reyes, ubicado en las fronteras al norte de Armenelos.

En el sendero, lleno de paisajes cambiantes y personas ajenas a sus intereses, Nikiforov todavía luchaba contra el deseo de estar más cerca de Katsuki y de explicarle quizá, la razón por la que había dormido pegado a su cuerpo esa noche. Después de todo, tras despertar con una dolorosa caída de trasero, no habían tenido oportunidad de hablar de los hechos. Katsuki, sin embargo, no ha hecho más que evitarle, ya que él mismo lucha contra sus propios fantasmas. Más no solo eso, sino que desde que su compañero Plisetski marchó con Altin y la Reina Emeldir, su corazón no ha estado tranquilo.

Y ha recordado, de pronto, que antes soñara con encontrarse a los elfos, lo vinculado que estaban sus destinos y lo mucho que le asustaba el futuro. Algunas veces, no muy a menudo, él ha sido capaz de invocar una magia que le permite ver el futuro en escenas oníricas. Antes de soñar con los elfos, lo hizo con imágenes mucho menos esperanzadoras y más terroríficas. Soñó con destrucción y caos. Y no venía del Nigromante que los elfos han ido a buscar, sino del hombre de tez tostada que caminaba delante de ellos en esos instantes. Su honesto profesor Mokomichi Hayami.

— ¡Yuuri!

— ¿Eh? ¿Qué? ¿Víktor?

— Sí, soy yo. ¿Estás bien? Te detuviste repentinamente y aunque te llamaba, parecías en trance. — El lobo de cabello platinado dijo con expresión preocupada, mirándole tan fijamente que el corazón del wilwarin tembló.

— Estoy bien, Víktor. No ha sido nada.

— Si eso fuera verdad, no estarías algo pálido ni sudando frío. Además, una onda de magia salió disparada de tu cuerpo, no como un ataque ni nada peligroso, pero no creo que te hayas siquiera dado cuenta de eso. O de que el resto siguió el camino y nos quedamos atrás.

— Oh, ¿hace cuánto nos rezagamos?

— Una hora al menos. Les pedí que me dejaran contigo, y que siguieran adelante. Hayami dijo que estaba bien, no cree que sea absolutamente necesario que todos nosotros entremos al Primer Palacio.

— Hayami-san, se fue, con los demás.

— Sí. ¿Por qué pareces preocupado por eso? ¿Algo está mal con él?

— N-no. No es eso.

Nikiforov volvió a clavar sus ojos en Katsuki. El wilwarin sintió como si fuese capaz de ver sus pensamientos, y apartó la mirada por ello.

— Si no quieres decirme lo entiendo. No soy alguien confiable para ti de todas maneras. Pero, si en algún momento necesitas apoyo, lo que sea, solo tienes que decirme, Yuuri.

— Sí. Yo, lo siento. No es nada, son solo pensamientos absurdos que tuve por algo que soñé.

— Algunos magos tienen sueños premonitorios, ¿no?

— No es mi caso. — Dijo rápidamente.

Obviamente solo le dio más razones al anfauglir para pensar que era así.

— De acuerdo. Retomemos el camino entonces.

— Sí.


El Primer Palacio estaba a la vista, enclavado en las profundidades del bosque. Las ruinas que permanecían, se alzaban entre hiedras y frondosos árboles tropicales, la humedad se respiraba en el ambiente y ha hecho lo propio enmoheciendo piedra y madera por igual. No hay colores diferentes al verde y el castaño propio de una estación otoñal. Detrás se irgue una montaña, erosionada por la edad y el clima, se dice que hubo un tiempo en que una hermosa cascada coronaba sus faldas, pero hoy solo era roca. En la entrada al Palacio había esculturas de caballeros guardianes, tallados en piedra y alguna vez adornados con piedras preciosas de las que ahora solo quedaba el recuerdo y los vacíos en la piedra.

— Así que, dentro está el Armadírë, ¿alguien sabe cómo es esa joya? — Park preguntó.

Pero no recibió respuesta de nadie. Shim estaba admirando la antigua arquitectura, pensando quizá en ello. Jung tenía el mismo desconocimiento que su compañero. Y Mokomichi sencillamente había continuado el camino por la amplia entrada cubierta de pasto, piedrecillas y hojas secas. El azabache volvió la mirada atrás, esperando encontrar las siluetas de los rezagados, pero ni Katsuki o Nikiforov aparecían aún en su visión.

Jung y Park olfatearon el aire, buscando el olor de Nikiforov en él. comprendieron entonces que todavía se encontraban a un par de kilómetros de distancia, y que caminaban al paso del wilwarin aunque bien el anfauglir podía adoptar su forma lobuna y llegar más rápido. Pensaron en aullar a su llamado, pero desistieron cuando escucharon a Mokomichi indicarles avanzar.

— ¿No vamos a esperar realmente, Hayami?

— No es necesario. Incluso si solo uno de nosotros encuentra la joya, eso será suficiente.

— No es lo que entendí a Jaejoong, Hayami. — Jung dijo, notoriamente en desacuerdo con Mokomichi.

— ¿Tu instinto está dudando de mí, Jung?

— ¿Por qué? ¡Mi instinto debería dudar de ti, Hayami?

Lobo y wilwarin enfrentaron sus miradas, retándose mutuamente. Shim, que no estaba dispuesto a permitir que dudaran de su amante, se puso en el medio, captando la atención de ambos.

— No vinimos para tener una disputa. Vamos a esperar hasta que lleguen Yuuri y Víktor, Hayami. — Dijo con tono suave, mirando fijamente a su amante, esperando suavizar el repentino malhumor que se le notaba en las cuencas marrones.

— De acuerdo, esperaremos.

Jung miró a su compañero Park, comenzando a imaginar si sería buena idea llamar a su amigo o esperar hasta que llegara.

— Todavía está lejos, cuarenta minutos al menos.

— Vamos a esperar, quiero ver cómo actúa en la espera. Algo no se siente igual en Hayami. Su pulso, su respiración cambió. Tú y yo lo notamos, Yoochun.

— Sí, lo sé. Esperar y observar entonces. Así que cálmate también, Yunho.


Encontrar al Nigromante Terendul no había sido difícil para los elfos. De hecho, parecía que en cierta forma él también había estado esperando este encuentro.

Se han reunido en el lado sur de Armenelos, allá donde la comunidad no se acercaba a menos que fuese un festival anual dedicado a los fantasmas que transitaban las calles de la Ciudad de Reyes en un peregrinar eterno buscando el perdón de Endor. Y ese día no era hoy.

El afable paisaje que se abría paso hasta donde la visión de los elfos diera, fue opacada por la presencia de Terendul. El nigromante era alto, de espalda recta y ojos pequeños color ambarino, escondidos tras las arrugas que surcaban sus expresiones faciales. Tenía una melena entrecana que sujetaba al descuido en una coleta sobre su nuca, ropas raídas y un bastón de madera antigua en cuyo extremo descansaba una joya que, entonces, los elfos reconocieron de inmediato.

Tiene a Luinil. ¿Cómo es eso posible? Era resguardada en el Palacio en Cirith Ninniach. — Junsu dijo a su hermano, telepáticamente.

No tengo idea. Pero debemos tener cuidado, si puede usar el poder de la Estrella de Brillo Azul, él será capaz de invocar el poder de las estrellas fuera de Endor. — Jaejoong paseó su mirada más allá de la silueta imponente de Terendul. — Y él no está solo.

Lo sé, hay espectros-demonio moviéndose detrás de él. Jaejoong, hay que hacerlo.

¿Estás seguro? Vas a necesitar mucha concentración si queremos exterminarlos a todos de un solo golpe.

Confía en mí. Puedo hacerlo. Si Terendul no interfiere al mismo tiempo y solo nos atacan los espectros-demonio.

— De la magia oscura mi alma, de la luna roja mi sangre, como una tormenta se desate. La lúgubre voz que vibró en la garganta del nigromante hizo eco en el ambiente, casi sacudiendo la tierra bajo sus pies.

Sus palabras, como un hechizo mágico, hizo rugir los cielos, oscureciendo su gentil color de un rojizo intimidante que provocó la inquietud de los animales en los bosques y los habitantes en Armenelos, las nubes que comenzaron a formarse sobre sus cabezas eran atravesados por relámpagos del mismo carmín que el firmamento. Los príncipes elfo se mantuvieron en guardia, esperando el ataque oculto detrás de todo ese aspaviento.

Los espectros-demonio emergieron desde la retaguardia, yendo sobre ellos como una tormenta de negra desesperanza. Junsu y Jaejoong blandieron sus armas, invocaron sus propios hechizos y recibieron el embate. Terendul se mantuvo al margen, observando con frenético interés. Los movimientos de los elfos eran finos, precisos y leales. El Nigromante estuvo seguro del legado que les circulaba en la sangre.

Los elfos se movían espalda con espalda, siempre evitando alejarse demasiado. Pero los espectros-demonio eran demasiados, y su poder creciente.

— Es el hechizo de Terendul. Les da poder a través de la luz roja que cae sobre nosotros, y el sonido de los truenos engrandece algo en ellos, Junsu.

— ¿Lo atacamos?

— Sí.

Asegurándose de abrir una brecha entre los espectros, los elfos fueron capaces de ver con claridad al nigromante, de pie cual gobernante satisfecho de la guerra que desatan sus ejércitos. La espada de Jaejoong fue rápida, la flecha de Junsu también. Terendul lo fue más.

La sonrisa siniestra que cruzó sus finos labios podría haber hecho temblar a cualquier guerrero, más no a los elfos. Su bruñida mirada, cargada de una ambición exorbitada, lanzó un hechizo sobre los príncipes que consiguió paralizarles por segundos. Jaejoong fue el primero en liberarse con la fuerza de su voluntad, y defendió a su hermano de un ataque fatal que Terendul pretendió asestarle.

— ¡No nos subestimes, Terendul!

— Labia y agilidad no son suficiente reto, mocosos.

Junsu, que tardó un poco más en liberarse pues continuaba recitando una serie de poemas en su mente para invocar un hechizo superior, chasqueó la lengua, ofendido por la descarada aseveración del nigromante, y se unió al ataque. Su hermano y él parecían turnarse, con pulcra exactitud, para atacar al arcaico nigromante.

Terendul usó, por primera vez, su bastón para atacar. Cuando la piedra azul resplandeció, los elfos fueron cegados por brevedad y rodeados en un parpadeo por los espectros-demonio, mientras el nigromante retrocedía con una satisfactoria sonrisa en los labios. La línea que enfatizó la presencia del nigromante se matizaba de un profuso escarlata que parecía capaz de invocar el mismísimo fuego líquido de las entrañas de Endor

Hombro a hombro los hermanos elfo pelearon contra los espectro-demonios. Jaejoong, siendo el mayor, se apostó como escudo delante de Junsu, recibiendo así todos los ataques de los espectro-demonios. El veneno que las heridas provocadas por los espectros comenzaron a penetrar hacia su torrente sanguíneo, aguijoneándole con un dolor indescriptible que el príncipe soportó estoicamente hasta que Junsu fue capaz de contraatacar con el hechizo que estuviera preparando desde hace minutos.

Laurelindórenan lindelorendor malinornélion ornemalin.

Las palabras que Junsu rezara en su natal lengua, venían de un canto tan antiguo como los elfos sobre Endor, pues había sido el primero que su pueblo cantara en Cirith Ninniach a la beldad de sus favores. “El valle donde los árboles bajo una luz dorada cantan musicalmente, una tierra de música y sueños”. Este canto, que era invocado como hechizo, solo podía ser entonado después de concentrar la magia que viene del corazón y alma vinculados a Endor, pasando a través de sus raíces ancestrales en los elementos naturales. Para Junsu ha sido más fácil de invocar por su habilidad para encantar dragones, las omnipotentes criaturas que son tan antiguas y míticas como Endor.

Del cuerpo de Junsu emergió una luz tanto más cegadora y poderosa que la de Terendul. Como una estrella que libera toda su lumínica vida en un solo resplandor. Los espectros fueron reducidos a cenizas, y Terendul, alcanzado por el hechizo, recibió algunas heridas que asemejaban ámpulas de pus burbujeando sobre su gastada piel.

Junsu cayó de rodillas, agotado por el hechizo.
Jaejoong también se desvaneció, respirando tan laboriosamente, que su hermano lo entendió.

— ¡No, hermano!

— Es-toy, bien.

— Sin mentiras, hermano. Sopórtalo, voy a sanarte.

— No tienes el poder ahora, Junsu.

El menor de los elfos selló los labios con frustración.

— Necesitas el poder de nuestros padres.

— No soportaré el viaje a casa, Junsu.

— Te llevaré. Puedo llamar a Lairelossë, es un dragón pequeño, tengo poder suficiente todavía.

— Junsu.

— Déjame hacerlo. O la culpa perseguirá mis días si tú mueres en mis brazos, hermano.

El mayor de los príncipes asintió. Y en su cara se desdibujó una mueca de dolor que hizo al menor de los elfos lamentarse por haber cedido tan fácil a las estratagemas del Nigromante.


Más allá, en el Primer Palacio de la Ciudad de Reyes, Park y Jung habían olfateado desde antes, el aroma de los elfos en el aire. La ansiedad y desesperación les había acuciado durante largos minutos, esperar por el regreso de su amigo Nikiforov y el wilwarin Katsuki ha dejado de ser una prioridad desde hace rato. Sus instintos comienzan a emerger a flor de piel, ChangMin y Hayami lo notan en sus ojos.

La respiración de los lobos se altera, el aliento que escapa por las fosas nasales parece vapor de aquel que flota en una fuente de lava hirviendo. Caminaron de un lado a otro con el corazón latiendo a mil por hora. El aroma en el aire cambia, presienten que algo malo sucede con los elfos y no pueden contenerse. Se transforman e inician una carrera contra reloj.

— ¿A dónde irán? — Shim pregunta al aire. No espera realmente una respuesta de parte de su novio. Pero mira en dirección del camino que los anfauglir han tomado. — ¿Qué hacemos ahora?

— Como dije, incluso si solo uno de nosotros encuentra la joya, lo que importa es superar la prueba que ponga. Puedes adelantarte si quieres, ChangMin ah, esperaré aquí por Yuuri y Víktor. Por otro lado, no estoy seguro de que Yunho y Yoochun vuelvan.

— ¿Por qué no? — Shim mira a su novio, advierte en sus ojos marrones un secreto que no se le revelará incluso si intenta indagarlo.

— Por la forma en que se pusieron, tal vez fueron en busca de los elfos. Y ellos están enfrentando un Nigromante. Probablemente el más poderoso y antiguo de todos. Cuyo poder podría igualarse al de los padres de ellos, los Reyes de Cirith Ninniach deben ser los más allegados a Endor. Y por tanto, a todas las bondades que tiene para ofrecer.

El wilwarin miró fijamente a su novio.

— Cambiaste, Hayami.

— ¿Qué?

— Me di cuenta. Conforme más nos acercamos a este palacio, te notaba más diferente. Te está afectando, ¿verdad?

— No sé de qué estás hablando. — Mokomichi dijo, evadiendo la mirada de su joven amante.

Pero Shim no estaba dispuesto a dejarlo pasar. Le sujetó el brazo y le obligó a enfrentar de nuevo su mirada. En las cuencas marrones de Mokomichi flotaba un aura diferente.

— Lo sabes. Está latente en ti. Pero te lo dije antes y te lo diré ahora. No voy a permitir que la esencia nigromante en ti te aparte de mí, Hayami. Si tengo que luchar contra ti, voy a hacerlo. Si tengo que herirte, si tengo que llevarte al límite de tus poderes y pongo en el filo mi propia vida, voy a suprimir cualquier abertura de malicia de tu mente.


Siguiendo el sendero que antes tomaran sus amigos, Nikiforov y Katsuki continuaban en silencio. El peliplatino advirtió entonces en el aire el aroma de sus congéneres, alertándose por tal razón.

— ¿Víktor?

— Shh. — Nikiforov le cubrió la boca con una de sus manos, aguzando su desarrollado sentido del oído.

Escuchó entonces en el viento, el sonido gutural de las fauces de sus amigos en plena carrera, probablemente tomando un camino a un kilómetro o dos de distancia de ellos. Levantó el mentón y de su garganta emergió un aullido alto y agudo. Katsuki comprendió que estaba comunicándose con sus amigos. Un aullido sonó unos segundos después, luego otro más, y Katsuki sintió que se le erizaba el vello de la nuca.

Los ojos azules del anfauglir capturaron las avellanadas pupilas del wilwarin, provocándole otro escalofrío.

— Vamos, tenemos que llegar cuanto antes al Primer Palacio, debes montar en mí de nuevo.

— Pero…

— No hay tiempo, Yuuri. Tu amigo ChangMin podría estar en peligro.

El lobo de cresta plateada y un pelaje predominantemente blanco como la nieve, apareció una vez más ante los ojos del wilwarin. Montar en su lomo fue una acción casi refleja, aferrarse a su pelaje y refugiarse en la línea dorsal también. La carrera del lobo fue veloz, casi parecía que no tocaba el suelo y que, además, creaba de nuevo su propio camino al cruzar el bosque.


Junsu había rezado un poema en antiguo élfico, pidiendo los favores de su pueblo y conectando su mente a uno de los dragones en Cirith Ninniach. La concentración era vital en esos momentos, si se distraía por mínimo que fuera, el rompimiento del vínculo telepático podría colapsar su mente llevándolo a un palmo de la locura. Esto por la distancia existente entre Armenelos y La Grieta del Arcoiris.

El dragón que Junsu encanta lleva por nombre Lairelossë, no es de un gran tamaño, y su impenetrable piel es de color blanquecino, como el mármol más puro que se podía obtener de las cuevas en la parte más septentrional de Cirith Ninniach. Lairelossë es un dragón hermoso, de corazón noble y una garganta de hielo que pocas veces activaba pues, pese a su fría naturaleza, adoraba los climas cálidos y las estaciones de verano. Quizá por eso su nombre significaba en antiguo élfico, nieve de verano.

Cuando el dragón sintió el vínculo del joven príncipe encontró inquietante la tibia voluntad que se anclaba a su mente. Y supo que el elfo estaba agotado, incapaz de hacer fluir por su cuerpo la magia que infinita circundaba en todo Endor. Así que no dudo en responder a su llamado, expandir las membranosas alas y levantar el vuelo, tan alto, tan alto, que hubo un momento en que pareciera que atravesaba el cielo. Y fue así, en cierta forma, pues un portal mágico se abrió cuando el dragón lanzó una serpiente de hielo que al integrarse en un círculo conectó el cielo de Cirith Ninniach con el de Armenelos, siguiendo el débil pensamiento del príncipe elfo.

Mientras el dragón descendía en picada, su agudizada visión vislumbró a los anfauglir aproximándose al sitio donde los príncipes elfos se encontraban. Creyendo a los príncipes en peligro, el dragón lanzó desde la larga distancia serpientes de hielo, atacando a los lobos sin saber que lejos estaban de ser el enemigo.

Jung y Park zigzaguearon para evitar los repentinos ataques, levantaron el hocico y sus ojos reconocieron al dragón blanco disminuyendo la velocidad de su caída, extendiendo las alas y agitándolas antes de posarse sobre algún sitio no lejos de su ubicación. El olor de Jaejoong y Junsu era más fuerte a esa distancia, así que intuyeron que el dragón había “aterrizado” cerca de ellos.

Lairelossë, mi hermosa nieve de verano. — Suspiró el elfo de cabellos castaños al verle, ajeno a las serpientes de hielo que lanzara antes contra los lobos pues sus pensamientos estaban plagados de preocupación por su hermano. — Lleva a Jaejoong a La Grieta del Arcoiris, que nuestros padres lo curen de inmediato.

Debes venir también, Junsu-Meneldil, tu magia casi se ha extinto al llamarme.

No es posible, no puedes llevarnos a ambos. Y es mi amado hermano quien está muriendo. Te lo pido, Lairelossë, llévale, de prisa.

Nieve de verano quería negarse, pero el menor de los príncipes tenía razón. Su cuerpo no podría llevar a dos a cuestas, volar alto y atravesar de nuevo del cielo de Armenelos a Cirith Ninniach.

Espera aquí, pediré ayuda a tus padres. Otro dragón vendrá a tu encuentro. Deja a Jaejoong-Minardil bajo mi cuidado.

Jaejoong subió en el lomo de Nieve de verano apenas con fuerza, la conciencia comenzaba a abandonarle y su cuerpo a sentirse vacío. El dragón levantó el vuelo batiendo con fuerza sus alas. Cuando iba cuesta arriba, el lobo de pelaje rojizo mezclado con negro dio un impresionante salto, aferrándose a la larga y crestada cola del dragón. Su peso le hizo tambalear, pero decidido a llevar al príncipe ante sus padres y salvar su vida, Nieve de verano batió sus alas con más fuerza, impulsándose arriba, alto, hasta que su aliento de hielo abriera nuevamente un portal mágico hacia La Grieta del Arcoiris.

En Armenelos, Junsu se desvanecía sin haber podido siquiera presenciar lo sucedido. Caía, sin embargo, en brazos de Park.


El cielo en Cirith Ninniach era hermosamente azul y cegador. La nieve que callera hace no demasiado tiempo ha cubierto la ciudad de un blanco puro que destella brillante a la luz del sol. Lairelossë descendía en picada una vez más, pero a diferencia de antes en Armenelos, ahora agitaba su cola con intención de sacarse de encima al lobo que se ha ensañado contra su extremidad flexible clavando uñas y colmillos apenas en la escamosa y dura piel.

Jung vislumbró un hueco en la defensa del dragón, y saltó en plena caída, a una de las membranosas alas, sus filosas uñas desgarraron la piel, que a diferencia del resto de su cuerpo, era delgada y vulnerable en los pliegues alados. El dragón gritó de dolor, y era una especie de alarido tan ronco y alto que juraría hacía eco en los cielos. Abajo, donde los copiosos bosques se veían a corta distancia, sus robustos árboles fueron agitados por el vuelo de aves exóticas espantadas por el alarido del dragón.

Pero ahí, de entre las frondosas copas de los árboles, no salieron solo aves asustadas, sino también elfos guardianes, que muy lejos estaban de temerle al dragón, ni mucho menos al intruso que le ha hecho daño. Flechas y lanzas fueron disparadas sin reparo alguno, un único objetivo en la mira de los elfos guardianes.

— ¡Fárëa! ¡Eldandil!

La potente voz ha venido de la Reina Emeldir, cuya cabellera rojiza se agita con el viento mientras reza otras palabras en su idioma y aleja al lobo de las fauces de Nieve de verano, que a esas alturas, iracundo por la herida recibida, estaba más que dispuesto a tragarle. Poniendo a salvo al anfauglir, y tras haber indicado a los elfos guardianes que era amigo de su pueblo, la Reina finalmente vio a su hijo en el lomo del dragón. Su corazón se acongojó en pena y apresuró su grácil cuerpo al claro en que Lairelossë ha aterrizado con una sola de sus alas.

— Jaejoong, hinya melda.

La reina cobijó el cuerpo de su amado hijo entre sus brazos, citando en antiguo élfico un poema que transmitiera un poco de su energía vital de manera inmediata, trayéndole del peligroso límite de Nuruhuine, la sombra de la muerte para los elfos. La piel fría de Jaejoong comenzó a ganar tibieza y color mientras su madre continuaba citando el poema. El corazón de su hijo palpitó con más fuerza, pero todavía no era suficiente para arrancarle de las ambiciosas sombras de la muerte.

Lenwë llegó poco después, corriendo con su cabello plateado y negruzco ondeando con el viento, la coleta en la nuca apenas mantenía cada larga hebra en su lugar. El Rey se arrodilló junto a su esposa e hijo, llevando la diestra hacia el pecho del príncipe.

Que la generosa gracia de Endor mantenga tu vida conectada a la suya, y que fluya su magia en tu alma. — Rezó el rey, cerrando los ojos y repitiendo las mismas palabras una y otra vez.

Mientras lo hacía, y la reina interrumpía su poema para cambiar aquel por un venerable canto, la magia de los reyes fluía a través de sus cuerpos, envolviendo el cuerpo del mayor de sus hijos, sanando las heridas de los espectros-demonio, purificando su alma y trayéndole de las tenebrosas manos de Nuruhuine.

Jaejoong inhaló profundamente, como si tomara una bocanada de aire después de una larga privación de éste. Abrió los ojos y se sintió aliviado cuando sus padres le sonrieron.

— Bienvenido, hinya melda. — Dijeron al unísono. Siendo la reina quien le besase las mejillas mientras que el rey suspiraba con alivio al verle despierto.

— Mi corazón se acongoja por la preocupación que sembré en los suyos, amados padres.

— Estás bien ahora, es lo único que importa. Un minuto más y te habríamos perdido, Jaejoong. — Su madre dijo, mirándole de nuevo a los ojos, como asegurándose de que su fuerza vital se anidaba correctamente en sus brillantes pupilas.

— ¿Y tu hermano? — Lenwë preguntó, mirando aprehensivamente a su primogénito.

— Debemos volver por él, se ha debilitado al encargarse de los espectros, y encantar a Nieve de verano a tan larga distancia.

— Me encargaré de ello. Acompaña a tu padre, Jaejoong. Al parecer Yunho te siguió, Nieve de verano está iracundo con él.

El mayor de los príncipes asintió. Aunque no tenía plena conciencia de lo que había sucedido, podía imaginarlo. Y aun cuando lamentaba la ira del dragón, una parte de su alma se agitaba encantada por la presencia del anfauglir.

— Emeldir.

— Sí, mi amado Lenwë.

— No creo que debas partir.

— ¿Por qué no? Debo traer a Junsu.

— Aún necesitamos a Armadírë, confío en que Junsu volverá con la joya. Permítele completar su misión, Emeldir.

La reina miró fijamente a su esposo. El rey no titubeó ni un poco. Su voluntad debía cumplirse.

— ¿Has visto algo en el Espejo de Cuiviénen, Lenwë?

— Lo que he visto en su reflejo es un futuro prometedor. Si nosotros permitimos que nuestros hijos cumplan sus propias metas. Jaejoong protegió a Junsu hasta el límite de su cuerpo. Y Junsu le envió ante nosotros sin pedir que volviéramos por él porque todavía no termina su voluntad. Los elfos nos engrandecemos en batalla, en ellas demostramos de qué estamos hechos, y qué tanto Endor nos puede beneficiar con sus favores. Mostramos nuestra alma sin velos ni mentiras. Lo hiciste en tu juventud, mi hermosa Emeldir. Es hora de que Junsu lo haga. Y aun cuando vuelva, para él y Jaejoong todavía quedarán pruebas.

Armenelos

Cuando Nikiforov arribó al Primer Palacio de la Ciudad de Reyes, y recuperó su forma humana en cuanto Katsuki bajó de su lomo, su cuerpo se movió instintivamente con la intención de ponerse frente al wilwarin morocho. Fue sin embargo la mano de Katsuki la que frenó su movimiento.

— ¿Yuuri? Tenemos que ayudarle.

— No, Víktor. Esta es una pelea que solo ChangMin puede tener.

Dijo, mirando alternativamente a Shim y Mokomichi. La diferencia que pesaba en su corazón era en esos momentos, la siniestra mirada de su profesor. El aura de nigromante había despertado.

Lo que sucedió a continuación fue vertiginoso e intenso. Mokomichi comenzó a atacar a Shim, mientras el wilwarin se defendía con hechizos que recitaba con certeza, y una frialdad que esgrimía en sus ojos oscuros, centelleando como si los sentimientos hubieran abandonado su alma. Empero, era justo lo contrario. Con sus profundos y honestos sentimientos por Mokomichi, Shim estaba listo para hacerle “volver” a toda costa.

Los hechizos de defensa no fueron los únicos que el joven morocho recitara, sin embargo, casi como un plan perfectamente trazado en su pensamiento, el joven wilwarin también estaba trazando símbolos en el aire mientras se movía de un lado a otro esquivando los ataques de su amante, dominado ahora por la magia nigromante dentro de él.

En medio de su pelea, Víktor y Yuuri estaban al alcance, por lo que en más de una ocasión fue el anfauglir quien se puso como barrera entre el wilwarin y los ataques de Mokomichi. Hubo un momento en que, por la fuerza de un ataque, piedra, madera y corteza salieron volando hacia ellos. El anfauglir no titubeó ni un segundo, adoptó su forma lobuna y empujó a Katsuki bajo su cuerpo, apostándose sobre él, bajando su cuerpo casi hasta rozar la anatomía del muchacho, decidido a protegerle a como diera lugar. Katsuki, que no estaba dispuesto a dejar que el lobo llevase todo el “peso” del daño colateral de la batalla, invocó un hechizo. Un escudo formado por figuras y trazos perfectamente ornamentados entre sí se dibujó alrededor de ellos, funcionando como barrera entre los ataques mágicos de los otros dos y ellos.

Shim saltó a un lado, lastimándose ligeramente el tobillo al pisar abruptamente y con una mala postura. Incluso sintiendo falsearse aquella articulación, el joven morocho no flaqueó. Mokomichi estaba cerca, con una mirada extraña pero todavía lo suficientemente suya como para que el wilwarin supiera que su amado continuaba ahí, probablemente luchando también contra sí mismo. El de tez tostada levantó un brazo, asestaría un golpe definitivo directo al pecho. La magia que había acumulado sería suficiente para, al menos, hacerle caer y sufrir mucho dolor.

El wilwarin sin embargo estaba preparado, llevando las manos hacia su pecho, cual si tirase de algo frente a él, activó todos los sellos mágicos que había trazado en una circunferencia perfecta. Los sellos brillaron con un color azul índigo, y Mokomichi quedó atrapado en medio de ellas, como una cadena que lo apresaba contra su voluntad. Shim se le fue encima, literalmente derribándole de espalda al suelo. Una cuchilla de energía dorada se materializó en su diestra, cual si estuviese alrededor de sus dígitos y se extendiera con un delgado aguijón.

Omentielmo meleth dín, cuívië, írima.

Pronunciar un hechizo de origen élfico era arriesgado para los wilwarin, puesto que su nivel de magia no era tan puro y acercado a Endor como la de los elfos. Shim, sin embargo, tomó el riesgo en su mano. Y mientras decía aquellas palabras, que podían ser traducidas como “Por nuestro amor, despierta, amado mío”, la cuchilla dorada fue clavada en el pecho de Mokomichi.

El grito fue desgarrador, incluso Shim sintió ensordecer sus oídos por unos segundos. Quizá porque inconscientemente no deseaba lastimar a su amante. Mokomichi rugió, se agitó bajo el cuerpo del joven morocho pero este no cedió ni un ápice de fuerza, necesitaba mantenerle ahí en tanto la energía nigromante del mayor era sellada.

Al poco tiempo Mokomichi dejó de gritar y agitarse, exhaló una bocanada de aire oscuro y espeso que levitó sobre sus cuerpos hasta ser reducida a partículas mientras los sellos que Shim colocara alrededor iban desapareciendo también.

La respiración de ambos era irregular, pesada. Shim no sabía ni siquiera el momento en que había cerrado sus ojos, ni por qué todo lo que escuchaba era su corazón latir con desespero. Con una ansiedad que le carcomía las entrañas. La palma de su mano derecha estaba firmemente apoyada en el pecho de Mokomichi, las ropas de éste desgarradas ahí donde el wilwarin depositó su hechizo. Su voluntad, su más profundo deseo. Era ahí, en el pecho de su amado donde no podía sentir nada. Sollozó inconscientemente cuando temió lo peor, haber ido tan lejos como para robarle la vida en su intención de sellar la magia nigromante en él.

— Tomaste el camino peligroso, ChangMin ah. — Su voz le endulza el oído de pronto.

Es suave, demasiado para tratarse de algo real. Shim temía abrir los ojos y descubrir que era una ilusión. Pero entonces lo sintió en su mano, los latidos que no son suyos. Y una tibia mano acariciándole una mejilla.

— ¡Hayami idiota! — Gimoteó, respirando aliviado.

Está vivo. Y se sentía de nuevo como el hombre que amaba. Acariciándole así, mirándole así. Con esos ojos marrones que eran capaces de ofrecerle las mismísimas estrellas y cumplirle el capricho.

— Sí, sí. Soy un idiota, ChangMin ah.

— ¡Te mataré si lo haces de nuevo! — Gimoteó de nuevo, golpeándole el pecho con ambas manos, desplomándose finalmente cuando las manos del mayor le abrazaron empujándole contra su cuerpo. — Estaba asustado, parecías tan distante.

— Lo sé. Lo siento. Gracias, ChangMin ah. — Dijo, tratando de confortarle, de encontrar palabras para disculparse por su naturaleza.

El morocho levantó la mirada, moqueó tontamente y se levantó. Extendiendo la mano para ayudarle a ponerse en pie, cuando así lo hizo, se estiró apenas un poco y besó los resecos labios del mayor.

— Te lo había dicho, ¿no? Que no te dejaría ser dominado por esa parte tuya. — Musitó, de pronto cansado y avergonzado. Sobre todo lo segundo, pero luchaba por ocultarlo a ojos del mayor.

Mokomichi decidió dejarle ganar esta vez. Porque se lo debía y con creces. El sello que su joven amante había puesto en él no solo “dormía” su magia nigromante, sino que además la ha enlazado a su propio destino. De entonces en más, si vuelve a perder control sobre su herencia nigromante, Shim cargaría con la mitad del peso.

— ChangMin ah, te amo. Sabes que sí. — Dijo, casi tragándose esas otras palabras que le burbujeaban en la garganta.

Porque estaba más que agradecido por enfrentarle y “someterle”, estaba fascinado con su temple, con su voluntad. Con su forma tan fría de demostrar amor, llevándolo a un límite que no se conocía.

— Yo, no lo hice solo. Lo sé, Hayami. Una parte de ti, tal vez la que me ama, hizo todo menos difícil. Si hubieras usado el verdadero poder que viene de la magia nigromante, no habría podido atraparte. Tus ataques eran buenos, pero sentí que me estabas dando tiempo suficiente para preparar el hechizo final. En el fondo, siempre supiste que llegaría este momento. Y que sería solo yo quien podría sellarte.

Mokomichi sonrió, le acarició la mejilla, peinó sus cabellos morochos y le besó brevemente. Ambos saben que sí, que Shim tiene razón, pero de pronto las palabras ya no son necesarias.

— Ve ahora. Yuuri y tú pueden obtener los favores de Ardamírë.

El morocho asintió. Volviendo apenas la mirada alrededor, buscando a su amigo y al lobo. Antes apenas los había visto llegar, pero luego sencillamente no pudo hacer más nada que centrarse en Mokomichi y traerle de vuelta.

Nikiforov y Katsuki se sacudieron las ropas (aunque el lobo llevase apenas un saco largo que el wilwarin le prestara, no es como si tras cada transformación en lobo quedasen intactas sus prendas), miraron a los amantes y se acercaron con cautela. No por miedo a otro duelo, por respeto a la atmósfera romántica en que se habían sumido, por brevedad.

— Vamos, Yuuri.

— Sí. — Katsuki siguió al morocho, mirando de soslayo a su profesor, sonriéndole afable. — Bienvenido, profesor.

— Gracias, Yuuri. La siguiente, es tu prueba.

Katsuki asintió, aunque no del todo seguro de lo que significaba. Siguió los pasos de Shim y se perdieron en el amplio portón del Primer Palacio. O lo que quedaba de él, puesto que en el duelo entre los amantes, la estructura del palacio había sido alcanzada. Aún así, el acceso a sus interiores no era tan complicado.

— Antes, cuando tus amigos y nosotros los esperábamos, Yunho dudó de mí. — Mokomichi dijo cuando los otros se alejaron.

— Tiene buen instinto. Probablemente de los tres, el suyo es el mejor. — Nikiforov añadió. — Es cosa buena para ti que quien te ama haya podido manejar la situación.

— ChangMin es fuerte. Nuestros destinos iban a llegar a este punto de unión tarde o temprano.

Nikiforov miró a Mokomichi de reojo.

— Una extraña manera de cortejo. — Dijo, casi en tono bromista.

— Digamos que fueron nuestros votos. Ahora sin duda estaremos juntos hasta el fin de nuestros días. Y pienso tener una larga vida a su lado. — Agregó, mirando con una sonrisilla divertida en los labios al lobo.

El lobo gruñó.

— Para haber tenido un duelo a muerte, te ves bastante repuesto.

— Es el poder del amor.

El lobo gruñó una vez más.

— Por qué no fuimos con ellos.

— ¿No hay solo pensamientos prohibidos en tu cabeza desde que conociste a Yuuri?

— Cierto. — Admitió sin pizca de vergüenza.

— Me he estado preguntando, ¿cómo funciona entre ustedes? He escuchado sobre pareja destinada para los anfauglir. ¿Realmente es así?

— Lo es. Para mí Yuuri es mi pareja destinada. Pero, no siempre puede ser el mismo sentimiento para ambos, no cuando nuestro instinto elige a alguien de otra raza.

— ¿Y? Has estado alrededor de él todo este tiempo, ¿no? Esperas que él te corresponda.

— Sí. Lo espero con ansias.

— Conozco a Yuuri desde hace mucho tiempo. Puedo decirte que eres la primera persona en quien muestra interés romántico.

— Cuando Yuuri corresponda mis sentimientos y podamos volvernos uno, me aseguraré de grabar mi marca en su nuca.

— ¿Tu marca? — Mokomichi preguntó. Honestamente imaginándose algo como una grotesca mordida que deje cicatriz.

— Cuando un anfauglir se aparea con su pareja destinada, un tatuaje aparece en la frente del dominante, y uno entre la garganta y el pecho del dominado. Esos tatuajes son algo así como los votos que hiciste con ChangMin.

— Se puede saber qué tanto están parloteando. ¿Dónde están Yuuri y ChangMin?

— ¡Yoochun! — Nikiforov no se sorprendió por la llegada de su amigo, sino por la ausencia de olor en él. Como lobos, suelen identificarse a la distancia por el aroma. Además, verle cargando a Junsu en brazos le inquietó todavía más. — ¿Él está bien?

— Está desmayado, al parecer se debilitó enfrentando al Nigromante Terendul. Después un dragón apareció de la nada, se llevó a Jaejoong, y a Yunho cuando lo siguió. Desaparecieron en el cielo, y no puedo saber nada hasta que Junsu no despierte. ¿Dónde están Yuuri y ChangMin?

— Dentro. Obteniendo el Ardamírë. — Nikiforov respondió.

Park recostó al elfo en el pasto, sentándose junto a él, usando sus piernas como almohada.


Katsuki había tomado de un momento a otro la delantera, guiando a Shim por los intrincados pasillos debajo del Primer Palacio de Armenelos.

— Parece que sabes a dónde vamos, Yuuri.

Shim dijo, sin malicia alguna en realidad. Más bien asombrado por la seguridad con que su amigo wilwarin echaba a andar por los oscuros pasillos, valiéndose de una antorcha y nada más.

Katsuki calló por una sola razón. Él tampoco sabía cómo o por qué, pero tenía la sensación de que las vibraciones de la joya élfica le estaban dirigiendo. 

Continuará.

Muchas gracias a quienes se siguen pasando por este fic. Sé que algunas personas lo siguen en mi fb personal, así que no me extraña que casi no tenga comentarios xD 

Pero justamente por eso, estoy muy agradecida con @Alejandra Ramírez y @Felly que siempre me dejan sus lindos comentarios. Prometo responderles en cuanto pueda~ ¡Cariños~!

2 comentarios:

  1. Ayyy Dios aayy Dios!! Que capitulo!! Primero unos lobos q aceptan no tienen la mente más pura, aunq nosotras no nos molestamos x eso <_<
    Segundo un enfrentamiento de poder con el Nicromante y el resultado Jae queda al borde de la muerte y Junsu al límite de sus poderes...
    Tercero un Yunho que sigue a su amado no importando poder caer o enfretarse con un dragón, pero q pudo llegar junto a Jae a Cirith Ninniach...
    Tercero una batalla entre Changmin y Hayami para poder sellar a la esencia nicromante q vive en Hayami y Changmin demostrando todo lo q puede y va hacer por no perder a su amado...
    Cuarto un Junsu q al limite de sus poderes tiene q ser ayudado por Yoochun pero por alguna razón Chunnie ha podido camuflar o perder su olor q Viktor ni Hayami han podido persivir su arribo, que ha pasado para q esto haya sucedido, mo creo q Yoochun sea consciente de eso...
    Y por ultimo se acerca la prueba para Yuuri!!! 0o0 que va a pasar además como es eso q puede ver el futuro!!!!
    Ya quiero el siguiente capítulo!!!!
    PD: Gracias a ti por compartir tus hermosas historias!!! Mientras pueda ahi tendrás mi comentario!! ;)

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  2. ehhhh...
    como que las emociones van dominando de manera mas intensa las acciones de cada uno... son tan dulces en su forma de amar...
    Changmin es tan dulce a su forma de cuidar a Hayami....
    Yoochun es muy protector al igual de que Yunho con quienes aman...
    me encanto el capi gracias por compartir tu talento con nosotros...
    matta ne... <3

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