~*~
Ni bien los lobos escucharon la frase
“pensamientos prohibidos” titubearon de ser capaces en tal caso de obtener los
favores de Ardamírë, ya que desde que
conocieron a los elfos y wilwarin sus
mentes han estado plagadas de deseo y mucho han debido poner de su parte para
controlarse. A pesar de todo, Nikiforov es quien llevaba ventaja en
autocontrol, mientras que Jung y Park habían ido considerablemente lejos con
los elfos.
— Está bien, nosotros nos encargaremos
de Ardamírë, y confiaremos a ustedes
derrocar al Nigromante. — Mokomichi habló. Ignorando deliberadamente la
preocupación de los anfauglir.
— Tengan cuidado, Ardamírë es engañosa.
— ¿No lo son todas las joyas creadas por
los elfos?
Ambos príncipes sonrieron al comentario
de Mokomichi.
— Entonces, nos reuniremos luego. — El
elfo de cabellos castaños dijo, saliendo de inmediato junto a su hermano.
Una vez los príncipes se marcharon, era
momento de que el resto de la comitiva hiciera su propia retirada, con un rumbo
diferente según pedido de los elfos. Mokomichi dirigió al resto hacia el primer
Palacio de la Ciudad de los Reyes, ubicado en las fronteras al norte de Armenelos.
En el sendero, lleno de paisajes
cambiantes y personas ajenas a sus intereses, Nikiforov todavía luchaba contra
el deseo de estar más cerca de Katsuki y de explicarle quizá, la razón por la
que había dormido pegado a su cuerpo esa noche. Después de todo, tras despertar
con una dolorosa caída de trasero, no habían tenido oportunidad de hablar de
los hechos. Katsuki, sin embargo, no ha hecho más que evitarle, ya que él mismo
lucha contra sus propios fantasmas. Más no solo eso, sino que desde que su
compañero Plisetski marchó con Altin y la Reina Emeldir, su corazón no ha
estado tranquilo.
Y ha recordado, de pronto, que antes
soñara con encontrarse a los elfos, lo vinculado que estaban sus destinos y lo
mucho que le asustaba el futuro. Algunas veces, no muy a menudo, él ha sido
capaz de invocar una magia que le permite ver el futuro en escenas oníricas.
Antes de soñar con los elfos, lo hizo con imágenes mucho menos esperanzadoras y
más terroríficas. Soñó con destrucción y caos. Y no venía del Nigromante que
los elfos han ido a buscar, sino del hombre de tez tostada que caminaba delante
de ellos en esos instantes. Su honesto profesor Mokomichi Hayami.
— ¡Yuuri!
— ¿Eh? ¿Qué? ¿Víktor?
— Sí, soy yo. ¿Estás bien? Te detuviste
repentinamente y aunque te llamaba, parecías en trance. — El lobo de cabello
platinado dijo con expresión preocupada, mirándole tan fijamente que el corazón
del wilwarin tembló.
— Estoy bien, Víktor. No ha sido nada.
— Si eso fuera verdad, no estarías algo
pálido ni sudando frío. Además, una onda de magia salió disparada de tu cuerpo,
no como un ataque ni nada peligroso, pero no creo que te hayas siquiera dado
cuenta de eso. O de que el resto siguió el camino y nos quedamos atrás.
— Oh, ¿hace cuánto nos rezagamos?
— Una hora al menos. Les pedí que me
dejaran contigo, y que siguieran adelante. Hayami dijo que estaba bien, no cree
que sea absolutamente necesario que todos nosotros entremos al Primer Palacio.
— Hayami-san, se fue, con los demás.
— Sí. ¿Por qué pareces preocupado por
eso? ¿Algo está mal con él?
— N-no. No es eso.
Nikiforov volvió a clavar sus ojos en
Katsuki. El wilwarin sintió como si
fuese capaz de ver sus pensamientos, y apartó la mirada por ello.
— Si no quieres decirme lo entiendo. No
soy alguien confiable para ti de todas maneras. Pero, si en algún momento
necesitas apoyo, lo que sea, solo tienes que decirme, Yuuri.
— Sí. Yo, lo siento. No es nada, son
solo pensamientos absurdos que tuve por algo que soñé.
— Algunos magos tienen sueños premonitorios,
¿no?
— No es mi caso. — Dijo rápidamente.
Obviamente solo le dio más razones al anfauglir para pensar que era así.
— De acuerdo. Retomemos el camino
entonces.
— Sí.
…
El Primer Palacio estaba a la vista,
enclavado en las profundidades del bosque. Las ruinas que permanecían, se
alzaban entre hiedras y frondosos árboles tropicales, la humedad se respiraba
en el ambiente y ha hecho lo propio enmoheciendo piedra y madera por igual. No
hay colores diferentes al verde y el castaño propio de una estación otoñal.
Detrás se irgue una montaña, erosionada por la edad y el clima, se dice que
hubo un tiempo en que una hermosa cascada coronaba sus faldas, pero hoy solo
era roca. En la entrada al Palacio había esculturas de caballeros guardianes,
tallados en piedra y alguna vez adornados con piedras preciosas de las que
ahora solo quedaba el recuerdo y los vacíos en la piedra.
— Así que, dentro está el Armadírë, ¿alguien sabe cómo es esa
joya? — Park preguntó.
Pero no recibió respuesta de nadie. Shim
estaba admirando la antigua arquitectura, pensando quizá en ello. Jung tenía el
mismo desconocimiento que su compañero. Y Mokomichi sencillamente había
continuado el camino por la amplia entrada cubierta de pasto, piedrecillas y
hojas secas. El azabache volvió la mirada atrás, esperando encontrar las
siluetas de los rezagados, pero ni Katsuki o Nikiforov aparecían aún en su
visión.
Jung y Park olfatearon el aire, buscando
el olor de Nikiforov en él. comprendieron entonces que todavía se encontraban a
un par de kilómetros de distancia, y que caminaban al paso del wilwarin aunque bien el anfauglir podía adoptar su forma lobuna
y llegar más rápido. Pensaron en aullar a su llamado, pero desistieron cuando
escucharon a Mokomichi indicarles avanzar.
— ¿No vamos a esperar realmente, Hayami?
— No es necesario. Incluso si solo uno
de nosotros encuentra la joya, eso será suficiente.
— No es lo que entendí a Jaejoong,
Hayami. — Jung dijo, notoriamente en desacuerdo con Mokomichi.
— ¿Tu instinto está dudando de mí, Jung?
— ¿Por qué? ¡Mi instinto debería dudar
de ti, Hayami?
Lobo y wilwarin enfrentaron sus miradas, retándose mutuamente. Shim, que
no estaba dispuesto a permitir que dudaran de su amante, se puso en el medio,
captando la atención de ambos.
— No vinimos para tener una disputa.
Vamos a esperar hasta que lleguen Yuuri y Víktor, Hayami. — Dijo con tono
suave, mirando fijamente a su amante, esperando suavizar el repentino malhumor
que se le notaba en las cuencas marrones.
— De acuerdo, esperaremos.
Jung miró a su compañero Park,
comenzando a imaginar si sería buena idea llamar a su amigo o esperar hasta que
llegara.
— Todavía está lejos, cuarenta minutos
al menos.
— Vamos a esperar, quiero ver cómo actúa
en la espera. Algo no se siente igual en Hayami. Su pulso, su respiración
cambió. Tú y yo lo notamos, Yoochun.
— Sí, lo sé. Esperar y observar
entonces. Así que cálmate también, Yunho.
…
Encontrar al Nigromante Terendul no
había sido difícil para los elfos. De hecho, parecía que en cierta forma él
también había estado esperando este encuentro.
Se han reunido en el lado sur de Armenelos, allá donde la comunidad no se
acercaba a menos que fuese un festival anual dedicado a los fantasmas que transitaban las calles de
la Ciudad de Reyes en un peregrinar
eterno buscando el perdón de Endor. Y ese día no era hoy.
El afable paisaje que se abría paso
hasta donde la visión de los elfos diera, fue opacada por la presencia de
Terendul. El nigromante era alto, de espalda recta y ojos pequeños color
ambarino, escondidos tras las arrugas que surcaban sus expresiones faciales.
Tenía una melena entrecana que sujetaba al descuido en una coleta sobre su
nuca, ropas raídas y un bastón de madera antigua en cuyo extremo descansaba una
joya que, entonces, los elfos reconocieron de inmediato.
— Tiene
a Luinil. ¿Cómo es eso posible? Era resguardada en el Palacio en Cirith
Ninniach. — Junsu dijo a su hermano, telepáticamente.
— No
tengo idea. Pero debemos tener cuidado, si puede usar el poder de la Estrella de
Brillo Azul, él será capaz de invocar el poder de las estrellas fuera de Endor.
— Jaejoong paseó su mirada más allá de la silueta imponente de Terendul. — Y él no está solo.
— Lo
sé, hay espectros-demonio moviéndose detrás de él. Jaejoong, hay que hacerlo.
— ¿Estás
seguro? Vas a necesitar mucha concentración si queremos exterminarlos a todos
de un solo golpe.
— Confía
en mí. Puedo hacerlo. Si Terendul no interfiere al mismo tiempo y solo nos
atacan los espectros-demonio.
— De la magia oscura mi alma, de la luna
roja mi sangre, como una tormenta se desate. La lúgubre voz que vibró en la
garganta del nigromante hizo eco en el ambiente, casi sacudiendo la tierra bajo
sus pies.
Sus palabras, como un hechizo mágico,
hizo rugir los cielos, oscureciendo su gentil color de un rojizo intimidante
que provocó la inquietud de los animales en los bosques y los habitantes en Armenelos, las nubes que comenzaron a
formarse sobre sus cabezas eran atravesados por relámpagos del mismo carmín que
el firmamento. Los príncipes elfo se mantuvieron en guardia, esperando el
ataque oculto detrás de todo ese aspaviento.
Los espectros-demonio emergieron desde
la retaguardia, yendo sobre ellos como una tormenta de negra desesperanza.
Junsu y Jaejoong blandieron sus armas, invocaron sus propios hechizos y
recibieron el embate. Terendul se mantuvo al margen, observando con frenético
interés. Los movimientos de los elfos eran finos, precisos y leales. El
Nigromante estuvo seguro del legado que les circulaba en la sangre.
Los elfos se movían espalda con espalda,
siempre evitando alejarse demasiado. Pero los espectros-demonio eran
demasiados, y su poder creciente.
— Es el hechizo de
Terendul. Les da poder a través de la luz roja que cae sobre nosotros, y el
sonido de los truenos engrandece algo en ellos, Junsu.
— ¿Lo atacamos?
— Sí.
Asegurándose de abrir una brecha entre
los espectros, los elfos fueron capaces de ver con claridad al nigromante, de
pie cual gobernante satisfecho de la guerra que desatan sus ejércitos. La espada
de Jaejoong fue rápida, la flecha de Junsu también. Terendul lo fue más.
La sonrisa siniestra que cruzó sus finos
labios podría haber hecho temblar a cualquier guerrero, más no a los elfos. Su
bruñida mirada, cargada de una ambición exorbitada, lanzó un hechizo sobre los
príncipes que consiguió paralizarles por segundos. Jaejoong fue el primero en
liberarse con la fuerza de su voluntad, y defendió a su hermano de un ataque
fatal que Terendul pretendió asestarle.
— ¡No nos subestimes, Terendul!
— Labia y agilidad no son suficiente
reto, mocosos.
Junsu, que tardó un poco más en
liberarse pues continuaba recitando una serie de poemas en su mente para
invocar un hechizo superior, chasqueó la lengua, ofendido por la descarada
aseveración del nigromante, y se unió al ataque. Su hermano y él parecían
turnarse, con pulcra exactitud, para atacar al arcaico nigromante.
Terendul usó, por primera vez, su bastón
para atacar. Cuando la piedra azul resplandeció, los elfos fueron cegados por
brevedad y rodeados en un parpadeo por los espectros-demonio, mientras el
nigromante retrocedía con una satisfactoria sonrisa en los labios. La línea que
enfatizó la presencia del nigromante se matizaba de un profuso escarlata que
parecía capaz de invocar el mismísimo fuego líquido de las entrañas de Endor
Hombro a hombro los hermanos elfo
pelearon contra los espectro-demonios. Jaejoong, siendo el mayor, se apostó
como escudo delante de Junsu, recibiendo así todos los ataques de los
espectro-demonios. El veneno que las heridas provocadas por los espectros
comenzaron a penetrar hacia su torrente sanguíneo, aguijoneándole con un dolor
indescriptible que el príncipe soportó estoicamente hasta que Junsu fue capaz
de contraatacar con el hechizo que estuviera preparando desde hace minutos.
— Laurelindórenan
lindelorendor malinornélion ornemalin.
Las palabras que Junsu rezara en su
natal lengua, venían de un canto tan antiguo como los elfos sobre Endor, pues
había sido el primero que su pueblo cantara en Cirith Ninniach a la beldad de
sus favores. “El valle donde los árboles bajo una luz dorada cantan
musicalmente, una tierra de música y sueños”. Este canto, que era invocado como
hechizo, solo podía ser entonado después de concentrar la magia que viene del
corazón y alma vinculados a Endor, pasando a través de sus raíces ancestrales
en los elementos naturales. Para Junsu ha sido más fácil de invocar por su
habilidad para encantar dragones, las omnipotentes criaturas que son tan
antiguas y míticas como Endor.
Del cuerpo de Junsu emergió una luz
tanto más cegadora y poderosa que la de Terendul. Como una estrella que libera
toda su lumínica vida en un solo resplandor. Los espectros fueron reducidos a
cenizas, y Terendul, alcanzado por el hechizo, recibió algunas heridas que
asemejaban ámpulas de pus burbujeando sobre su gastada piel.
Junsu cayó de rodillas, agotado por el
hechizo.
Jaejoong también se desvaneció,
respirando tan laboriosamente, que su hermano lo entendió.
— ¡No, hermano!
— Es-toy, bien.
— Sin mentiras, hermano. Sopórtalo, voy
a sanarte.
— No tienes el poder ahora, Junsu.
El menor de los elfos selló los labios
con frustración.
— Necesitas el poder de nuestros padres.
— No soportaré el viaje a casa, Junsu.
— Te llevaré. Puedo llamar a Lairelossë, es un dragón pequeño, tengo
poder suficiente todavía.
— Junsu.
— Déjame hacerlo. O la culpa perseguirá
mis días si tú mueres en mis brazos, hermano.
El mayor de los príncipes asintió. Y en
su cara se desdibujó una mueca de dolor que hizo al menor de los elfos lamentarse
por haber cedido tan fácil a las estratagemas del Nigromante.
…
Más allá, en el Primer Palacio de la
Ciudad de Reyes, Park y Jung habían olfateado desde antes, el aroma de los
elfos en el aire. La ansiedad y desesperación les había acuciado durante largos
minutos, esperar por el regreso de su amigo Nikiforov y el wilwarin Katsuki ha dejado de ser una prioridad desde hace rato.
Sus instintos comienzan a emerger a flor de piel, ChangMin y Hayami lo notan en
sus ojos.
La respiración de los lobos se altera,
el aliento que escapa por las fosas nasales parece vapor de aquel que flota en
una fuente de lava hirviendo. Caminaron de un lado a otro con el corazón
latiendo a mil por hora. El aroma en el aire cambia, presienten que algo malo
sucede con los elfos y no pueden contenerse. Se transforman e inician una
carrera contra reloj.
— ¿A dónde irán? — Shim pregunta al
aire. No espera realmente una respuesta de parte de su novio. Pero mira en
dirección del camino que los anfauglir
han tomado. — ¿Qué hacemos ahora?
— Como dije, incluso si solo uno de
nosotros encuentra la joya, lo que importa es superar la prueba que ponga.
Puedes adelantarte si quieres, ChangMin ah, esperaré aquí por Yuuri y Víktor.
Por otro lado, no estoy seguro de que Yunho y Yoochun vuelvan.
— ¿Por qué no? — Shim mira a su novio,
advierte en sus ojos marrones un secreto que no se le revelará incluso si
intenta indagarlo.
— Por la forma en que se pusieron, tal
vez fueron en busca de los elfos. Y ellos están enfrentando un Nigromante.
Probablemente el más poderoso y antiguo de todos. Cuyo poder podría igualarse
al de los padres de ellos, los Reyes de Cirith Ninniach deben ser los más
allegados a Endor. Y por tanto, a todas las bondades que tiene para ofrecer.
El wilwarin
miró fijamente a su novio.
— Cambiaste, Hayami.
— ¿Qué?
— Me di cuenta. Conforme más nos
acercamos a este palacio, te notaba más diferente. Te está afectando, ¿verdad?
— No sé de qué estás hablando. —
Mokomichi dijo, evadiendo la mirada de su joven amante.
Pero Shim no estaba dispuesto a dejarlo
pasar. Le sujetó el brazo y le obligó a enfrentar de nuevo su mirada. En las
cuencas marrones de Mokomichi flotaba un aura diferente.
— Lo sabes. Está latente en ti. Pero te
lo dije antes y te lo diré ahora. No voy a permitir que la esencia nigromante
en ti te aparte de mí, Hayami. Si tengo que luchar contra ti, voy a hacerlo. Si
tengo que herirte, si tengo que llevarte al límite de tus poderes y pongo en el
filo mi propia vida, voy a suprimir cualquier abertura de malicia de tu mente.
…
Siguiendo el sendero que antes tomaran
sus amigos, Nikiforov y Katsuki continuaban en silencio. El peliplatino
advirtió entonces en el aire el aroma de sus congéneres, alertándose por tal
razón.
— ¿Víktor?
— Shh. — Nikiforov le cubrió la boca con
una de sus manos, aguzando su desarrollado sentido del oído.
Escuchó entonces en el viento, el sonido
gutural de las fauces de sus amigos en plena carrera, probablemente tomando un
camino a un kilómetro o dos de distancia de ellos. Levantó el mentón y de su
garganta emergió un aullido alto y agudo. Katsuki comprendió que estaba
comunicándose con sus amigos. Un aullido sonó unos segundos después, luego otro
más, y Katsuki sintió que se le erizaba el vello de la nuca.
Los ojos azules del anfauglir capturaron las avellanadas pupilas del wilwarin, provocándole otro escalofrío.
— Vamos, tenemos que llegar cuanto antes
al Primer Palacio, debes montar en mí de nuevo.
— Pero…
— No hay tiempo, Yuuri. Tu amigo
ChangMin podría estar en peligro.
El lobo de cresta plateada y un pelaje
predominantemente blanco como la nieve, apareció una vez más ante los ojos del wilwarin. Montar en su lomo fue una
acción casi refleja, aferrarse a su pelaje y refugiarse en la línea dorsal
también. La carrera del lobo fue veloz, casi parecía que no tocaba el suelo y
que, además, creaba de nuevo su propio camino al cruzar el bosque.
…
Junsu había rezado un poema en antiguo
élfico, pidiendo los favores de su pueblo y conectando su mente a uno de los dragones
en Cirith Ninniach. La concentración era vital en esos momentos, si se distraía
por mínimo que fuera, el rompimiento del vínculo telepático podría colapsar su
mente llevándolo a un palmo de la locura. Esto por la distancia existente entre
Armenelos y La Grieta del Arcoiris.
El dragón que Junsu encanta lleva por nombre Lairelossë,
no es de un gran tamaño, y su impenetrable piel es de color blanquecino, como
el mármol más puro que se podía obtener de las cuevas en la parte más
septentrional de Cirith Ninniach. Lairelossë
es un dragón hermoso, de corazón noble y una garganta de hielo que pocas veces
activaba pues, pese a su fría naturaleza, adoraba los climas cálidos y las
estaciones de verano. Quizá por eso su nombre significaba en antiguo élfico, nieve de verano.
Cuando el dragón sintió el vínculo del
joven príncipe encontró inquietante la tibia voluntad que se anclaba a su
mente. Y supo que el elfo estaba agotado, incapaz de hacer fluir por su cuerpo
la magia que infinita circundaba en todo Endor. Así que no dudo en responder a
su llamado, expandir las membranosas alas y levantar el vuelo, tan alto, tan
alto, que hubo un momento en que pareciera que atravesaba el cielo. Y fue así,
en cierta forma, pues un portal mágico se abrió cuando el dragón lanzó una
serpiente de hielo que al integrarse en un círculo conectó el cielo de Cirith
Ninniach con el de Armenelos,
siguiendo el débil pensamiento del príncipe elfo.
Mientras el dragón descendía en picada,
su agudizada visión vislumbró a los anfauglir
aproximándose al sitio donde los príncipes elfos se encontraban. Creyendo a los
príncipes en peligro, el dragón lanzó desde la larga distancia serpientes de
hielo, atacando a los lobos sin saber que lejos estaban de ser el enemigo.
Jung y Park zigzaguearon para evitar los
repentinos ataques, levantaron el hocico y sus ojos reconocieron al dragón
blanco disminuyendo la velocidad de su caída, extendiendo las alas y
agitándolas antes de posarse sobre algún sitio no lejos de su ubicación. El
olor de Jaejoong y Junsu era más fuerte a esa distancia, así que intuyeron que
el dragón había “aterrizado” cerca de ellos.
— Lairelossë,
mi hermosa nieve de verano. — Suspiró el elfo de cabellos castaños al verle,
ajeno a las serpientes de hielo que lanzara antes contra los lobos pues sus
pensamientos estaban plagados de preocupación por su hermano. — Lleva a
Jaejoong a La Grieta del Arcoiris, que
nuestros padres lo curen de inmediato.
— Debes
venir también, Junsu-Meneldil, tu magia casi se ha extinto al llamarme.
— No
es posible, no puedes llevarnos a ambos. Y es mi amado hermano quien está
muriendo. Te lo pido, Lairelossë, llévale, de prisa.
Nieve de verano quería negarse, pero el
menor de los príncipes tenía razón. Su cuerpo no podría llevar a dos a cuestas,
volar alto y atravesar de nuevo del cielo de Armenelos a Cirith Ninniach.
— Espera
aquí, pediré ayuda a tus padres. Otro dragón vendrá a tu encuentro. Deja a
Jaejoong-Minardil bajo mi cuidado.
Jaejoong subió en el lomo de Nieve de
verano apenas con fuerza, la conciencia comenzaba a abandonarle y su cuerpo a
sentirse vacío. El dragón levantó el vuelo batiendo con fuerza sus alas. Cuando
iba cuesta arriba, el lobo de pelaje rojizo mezclado con negro dio un
impresionante salto, aferrándose a la larga y crestada cola del dragón. Su peso
le hizo tambalear, pero decidido a llevar al príncipe ante sus padres y salvar
su vida, Nieve de verano batió sus alas con más fuerza, impulsándose arriba,
alto, hasta que su aliento de hielo abriera nuevamente un portal mágico hacia La Grieta del Arcoiris.
En Armenelos,
Junsu se desvanecía sin haber podido siquiera presenciar lo sucedido. Caía, sin
embargo, en brazos de Park.
…
El cielo en Cirith Ninniach era
hermosamente azul y cegador. La nieve que callera hace no demasiado tiempo ha
cubierto la ciudad de un blanco puro que destella brillante a la luz del sol. Lairelossë descendía en picada una vez
más, pero a diferencia de antes en Armenelos,
ahora agitaba su cola con intención de sacarse de encima al lobo que se ha
ensañado contra su extremidad flexible clavando uñas y colmillos apenas en la
escamosa y dura piel.
Jung vislumbró un hueco en la defensa
del dragón, y saltó en plena caída, a una de las membranosas alas, sus filosas
uñas desgarraron la piel, que a diferencia del resto de su cuerpo, era delgada
y vulnerable en los pliegues alados. El dragón gritó de dolor, y era una
especie de alarido tan ronco y alto que juraría hacía eco en los cielos. Abajo,
donde los copiosos bosques se veían a corta distancia, sus robustos árboles
fueron agitados por el vuelo de aves exóticas espantadas por el alarido del
dragón.
Pero ahí, de entre las frondosas copas
de los árboles, no salieron solo aves asustadas, sino también elfos guardianes,
que muy lejos estaban de temerle al dragón, ni mucho menos al intruso que le ha
hecho daño. Flechas y lanzas fueron disparadas sin reparo alguno, un único
objetivo en la mira de los elfos guardianes.
— ¡Fárëa! ¡Eldandil!
La potente voz ha venido de la Reina
Emeldir, cuya cabellera rojiza se agita con el viento mientras reza otras
palabras en su idioma y aleja al lobo de las fauces de Nieve de verano, que a esas alturas, iracundo por la herida
recibida, estaba más que dispuesto a tragarle.
Poniendo a salvo al anfauglir, y tras
haber indicado a los elfos guardianes que era amigo de su pueblo, la Reina
finalmente vio a su hijo en el lomo del dragón. Su corazón se acongojó en pena
y apresuró su grácil cuerpo al claro en que Lairelossë
ha aterrizado con una sola de sus alas.
— Jaejoong, hinya melda.
La reina cobijó el cuerpo de su amado
hijo entre sus brazos, citando en antiguo élfico un poema que transmitiera un
poco de su energía vital de manera inmediata, trayéndole del peligroso límite
de Nuruhuine, la sombra de la muerte
para los elfos. La piel fría de Jaejoong comenzó a ganar tibieza y color
mientras su madre continuaba citando el poema. El corazón de su hijo palpitó
con más fuerza, pero todavía no era suficiente para arrancarle de las
ambiciosas sombras de la muerte.
Lenwë llegó poco después, corriendo con
su cabello plateado y negruzco ondeando con el viento, la coleta en la nuca
apenas mantenía cada larga hebra en su lugar. El Rey se arrodilló junto a su
esposa e hijo, llevando la diestra hacia el pecho del príncipe.
— Que
la generosa gracia de Endor mantenga tu vida conectada a la suya, y que fluya
su magia en tu alma. — Rezó el rey, cerrando los ojos y repitiendo las
mismas palabras una y otra vez.
Mientras lo hacía, y la reina
interrumpía su poema para cambiar aquel por un venerable canto, la magia de los
reyes fluía a través de sus cuerpos, envolviendo el cuerpo del mayor de sus
hijos, sanando las heridas de los espectros-demonio, purificando su alma y
trayéndole de las tenebrosas manos de Nuruhuine.
Jaejoong inhaló profundamente, como si
tomara una bocanada de aire después de una larga privación de éste. Abrió los
ojos y se sintió aliviado cuando sus padres le sonrieron.
— Bienvenido, hinya melda. — Dijeron al unísono. Siendo la reina quien le besase
las mejillas mientras que el rey suspiraba con alivio al verle despierto.
— Mi corazón se acongoja por la
preocupación que sembré en los suyos, amados padres.
— Estás bien ahora, es lo único que
importa. Un minuto más y te habríamos perdido, Jaejoong. — Su madre dijo,
mirándole de nuevo a los ojos, como asegurándose de que su fuerza vital se
anidaba correctamente en sus brillantes pupilas.
— ¿Y tu hermano? — Lenwë preguntó,
mirando aprehensivamente a su primogénito.
— Debemos volver por él, se ha
debilitado al encargarse de los espectros, y encantar a Nieve de verano
a tan larga distancia.
— Me encargaré de ello. Acompaña a tu
padre, Jaejoong. Al parecer Yunho te siguió, Nieve de verano está iracundo con él.
El mayor de los príncipes asintió.
Aunque no tenía plena conciencia de lo que había sucedido, podía imaginarlo. Y
aun cuando lamentaba la ira del dragón, una parte de su alma se agitaba
encantada por la presencia del anfauglir.
— Emeldir.
— Sí, mi amado Lenwë.
— No creo que debas partir.
— ¿Por qué no? Debo traer a Junsu.
— Aún necesitamos a Armadírë, confío en que Junsu volverá con la joya. Permítele
completar su misión, Emeldir.
La reina miró fijamente a su esposo. El
rey no titubeó ni un poco. Su voluntad debía cumplirse.
— ¿Has visto algo en el Espejo de Cuiviénen,
Lenwë?
— Lo que he visto en su reflejo es un
futuro prometedor. Si nosotros permitimos que nuestros hijos cumplan sus
propias metas. Jaejoong protegió a Junsu hasta el límite de su cuerpo. Y Junsu
le envió ante nosotros sin pedir que volviéramos por él porque todavía no
termina su voluntad. Los elfos nos engrandecemos en batalla, en ellas
demostramos de qué estamos hechos, y qué tanto Endor nos puede beneficiar con
sus favores. Mostramos nuestra alma sin velos ni mentiras. Lo hiciste en tu
juventud, mi hermosa Emeldir. Es hora de que Junsu lo haga. Y aun cuando
vuelva, para él y Jaejoong todavía quedarán pruebas.
…
Armenelos
Cuando Nikiforov arribó al Primer
Palacio de la Ciudad de Reyes, y recuperó su forma humana en cuanto Katsuki
bajó de su lomo, su cuerpo se movió instintivamente con la intención de ponerse
frente al wilwarin morocho. Fue sin
embargo la mano de Katsuki la que frenó su movimiento.
— ¿Yuuri? Tenemos que ayudarle.
— No, Víktor. Esta es una pelea que solo
ChangMin puede tener.
Dijo, mirando alternativamente a Shim y
Mokomichi. La diferencia que pesaba en su corazón era en esos momentos, la
siniestra mirada de su profesor. El aura de nigromante había despertado.
Lo que sucedió a continuación fue
vertiginoso e intenso. Mokomichi comenzó a atacar a Shim, mientras el wilwarin se defendía con hechizos que
recitaba con certeza, y una frialdad que esgrimía en sus ojos oscuros,
centelleando como si los sentimientos hubieran abandonado su alma. Empero, era
justo lo contrario. Con sus profundos y honestos sentimientos por Mokomichi,
Shim estaba listo para hacerle “volver” a toda costa.
Los hechizos de defensa no fueron los
únicos que el joven morocho recitara, sin embargo, casi como un plan
perfectamente trazado en su pensamiento, el joven wilwarin también estaba trazando símbolos en el aire mientras se
movía de un lado a otro esquivando los ataques de su amante, dominado ahora por
la magia nigromante dentro de él.
En medio de su pelea, Víktor y Yuuri
estaban al alcance, por lo que en más de una ocasión fue el anfauglir quien se puso como barrera
entre el wilwarin y los ataques de
Mokomichi. Hubo un momento en que, por la fuerza de un ataque, piedra, madera y
corteza salieron volando hacia ellos. El anfauglir
no titubeó ni un segundo, adoptó su forma lobuna y empujó a Katsuki bajo su
cuerpo, apostándose sobre él, bajando su cuerpo casi hasta rozar la anatomía
del muchacho, decidido a protegerle a como diera lugar. Katsuki, que no estaba
dispuesto a dejar que el lobo llevase todo el “peso” del daño colateral de la
batalla, invocó un hechizo. Un escudo formado por figuras y trazos
perfectamente ornamentados entre sí se dibujó alrededor de ellos, funcionando
como barrera entre los ataques mágicos de los otros dos y ellos.
Shim saltó a un lado, lastimándose
ligeramente el tobillo al pisar abruptamente y con una mala postura. Incluso sintiendo
falsearse aquella articulación, el joven morocho no flaqueó. Mokomichi estaba
cerca, con una mirada extraña pero todavía lo suficientemente suya como para
que el wilwarin supiera que su amado
continuaba ahí, probablemente luchando también contra sí mismo. El de tez
tostada levantó un brazo, asestaría un golpe definitivo directo al pecho. La magia
que había acumulado sería suficiente para, al menos, hacerle caer y sufrir
mucho dolor.
El wilwarin
sin embargo estaba preparado, llevando las manos hacia su pecho, cual si tirase
de algo frente a él, activó todos los sellos mágicos que había trazado en una
circunferencia perfecta. Los sellos brillaron con un color azul índigo, y
Mokomichi quedó atrapado en medio de ellas, como una cadena que lo apresaba
contra su voluntad. Shim se le fue encima, literalmente derribándole de espalda
al suelo. Una cuchilla de energía dorada se materializó en su diestra, cual si
estuviese alrededor de sus dígitos y se extendiera con un delgado aguijón.
— Omentielmo
meleth dín, cuívië, írima.
Pronunciar un hechizo de origen élfico
era arriesgado para los wilwarin,
puesto que su nivel de magia no era tan puro y acercado a Endor como la de los
elfos. Shim, sin embargo, tomó el riesgo en su mano. Y mientras decía aquellas
palabras, que podían ser traducidas como “Por
nuestro amor, despierta, amado mío”, la cuchilla dorada fue clavada en el
pecho de Mokomichi.
El grito fue desgarrador, incluso Shim
sintió ensordecer sus oídos por unos segundos. Quizá porque inconscientemente
no deseaba lastimar a su amante. Mokomichi rugió, se agitó bajo el cuerpo del
joven morocho pero este no cedió ni un ápice de fuerza, necesitaba mantenerle
ahí en tanto la energía nigromante del mayor era sellada.
Al poco tiempo Mokomichi dejó de gritar
y agitarse, exhaló una bocanada de aire oscuro y espeso que levitó sobre sus
cuerpos hasta ser reducida a partículas mientras los sellos que Shim colocara
alrededor iban desapareciendo también.
La respiración de ambos era irregular,
pesada. Shim no sabía ni siquiera el momento en que había cerrado sus ojos, ni
por qué todo lo que escuchaba era su corazón latir con desespero. Con una
ansiedad que le carcomía las entrañas. La palma de su mano derecha estaba
firmemente apoyada en el pecho de Mokomichi, las ropas de éste desgarradas ahí
donde el wilwarin depositó su
hechizo. Su voluntad, su más profundo deseo. Era ahí, en el pecho de su amado
donde no podía sentir nada. Sollozó inconscientemente cuando temió lo peor,
haber ido tan lejos como para robarle la vida en su intención de sellar la
magia nigromante en él.
— Tomaste el camino peligroso, ChangMin
ah. — Su voz le endulza el oído de pronto.
Es suave, demasiado para tratarse de algo
real. Shim temía abrir los ojos y descubrir que era una ilusión. Pero entonces
lo sintió en su mano, los latidos que no son suyos. Y una tibia mano
acariciándole una mejilla.
— ¡Hayami idiota! — Gimoteó, respirando
aliviado.
Está vivo. Y se sentía de nuevo como el
hombre que amaba. Acariciándole así, mirándole así. Con esos ojos marrones que
eran capaces de ofrecerle las mismísimas estrellas y cumplirle el capricho.
— Sí, sí. Soy un idiota, ChangMin ah.
— ¡Te mataré si lo haces de nuevo! —
Gimoteó de nuevo, golpeándole el pecho con ambas manos, desplomándose
finalmente cuando las manos del mayor le abrazaron empujándole contra su
cuerpo. — Estaba asustado, parecías tan distante.
— Lo sé. Lo siento. Gracias, ChangMin
ah. — Dijo, tratando de confortarle, de encontrar palabras para disculparse por
su naturaleza.
El morocho levantó la mirada, moqueó
tontamente y se levantó. Extendiendo la mano para ayudarle a ponerse en pie,
cuando así lo hizo, se estiró apenas un poco y besó los resecos labios del mayor.
— Te lo había dicho, ¿no? Que no te
dejaría ser dominado por esa parte tuya. — Musitó, de pronto cansado y
avergonzado. Sobre todo lo segundo, pero luchaba por ocultarlo a ojos del mayor.
Mokomichi decidió dejarle ganar esta
vez. Porque se lo debía y con creces. El sello que su joven amante había puesto
en él no solo “dormía” su magia nigromante, sino que además la ha enlazado a su
propio destino. De entonces en más, si vuelve a perder control sobre su
herencia nigromante, Shim cargaría con la mitad del peso.
— ChangMin ah, te amo. Sabes que sí. —
Dijo, casi tragándose esas otras palabras que le burbujeaban en la garganta.
Porque estaba más que agradecido por
enfrentarle y “someterle”, estaba fascinado con su temple, con su voluntad. Con
su forma tan fría de demostrar amor, llevándolo a un límite que no se conocía.
— Yo, no lo hice solo. Lo sé, Hayami. Una
parte de ti, tal vez la que me ama, hizo todo menos difícil. Si hubieras usado
el verdadero poder que viene de la magia nigromante, no habría podido
atraparte. Tus ataques eran buenos, pero sentí que me estabas dando tiempo
suficiente para preparar el hechizo final. En el fondo, siempre supiste que
llegaría este momento. Y que sería solo yo quien podría sellarte.
Mokomichi sonrió, le acarició la
mejilla, peinó sus cabellos morochos y le besó brevemente. Ambos saben que sí,
que Shim tiene razón, pero de pronto las palabras ya no son necesarias.
— Ve ahora. Yuuri y tú pueden obtener
los favores de Ardamírë.
El morocho asintió. Volviendo apenas la
mirada alrededor, buscando a su amigo y al lobo. Antes apenas los había visto
llegar, pero luego sencillamente no pudo hacer más nada que centrarse en
Mokomichi y traerle de vuelta.
Nikiforov y Katsuki se sacudieron las
ropas (aunque el lobo llevase apenas un saco largo que el wilwarin le prestara, no es como si tras cada transformación en
lobo quedasen intactas sus prendas), miraron a los amantes y se acercaron con
cautela. No por miedo a otro duelo, por respeto a la atmósfera romántica en que
se habían sumido, por brevedad.
— Vamos, Yuuri.
— Sí. — Katsuki siguió al morocho,
mirando de soslayo a su profesor, sonriéndole afable. — Bienvenido, profesor.
— Gracias, Yuuri. La siguiente, es tu
prueba.
Katsuki asintió, aunque no del todo
seguro de lo que significaba. Siguió los pasos de Shim y se perdieron en el
amplio portón del Primer Palacio. O lo que quedaba de él, puesto que en el
duelo entre los amantes, la estructura del palacio había sido alcanzada. Aún así,
el acceso a sus interiores no era tan complicado.
— Antes, cuando tus amigos y nosotros
los esperábamos, Yunho dudó de mí. — Mokomichi dijo cuando los otros se
alejaron.
— Tiene buen instinto. Probablemente de
los tres, el suyo es el mejor. — Nikiforov añadió. — Es cosa buena para ti que
quien te ama haya podido manejar la situación.
— ChangMin es fuerte. Nuestros destinos
iban a llegar a este punto de unión tarde o temprano.
Nikiforov miró a Mokomichi de reojo.
— Una extraña manera de cortejo. — Dijo,
casi en tono bromista.
— Digamos que fueron nuestros votos. Ahora
sin duda estaremos juntos hasta el fin de nuestros días. Y pienso tener una
larga vida a su lado. — Agregó, mirando con una sonrisilla divertida en los
labios al lobo.
El lobo gruñó.
— Para haber tenido un duelo a muerte,
te ves bastante repuesto.
— Es el poder del amor.
El lobo gruñó una vez más.
— Por qué no fuimos con ellos.
— ¿No hay solo pensamientos prohibidos en tu cabeza desde que
conociste a Yuuri?
— Cierto. — Admitió sin pizca de vergüenza.
— Me he estado preguntando, ¿cómo
funciona entre ustedes? He escuchado sobre pareja
destinada para los anfauglir. ¿Realmente es así?
— Lo es. Para mí Yuuri es mi pareja
destinada. Pero, no siempre puede ser el mismo sentimiento para ambos, no
cuando nuestro instinto elige a alguien de otra raza.
— ¿Y? Has estado alrededor de él todo
este tiempo, ¿no? Esperas que él te corresponda.
— Sí. Lo espero con ansias.
— Conozco a Yuuri desde hace mucho
tiempo. Puedo decirte que eres la primera persona en quien muestra interés
romántico.
— Cuando Yuuri corresponda mis
sentimientos y podamos volvernos uno, me aseguraré de grabar mi marca en su nuca.
— ¿Tu marca? — Mokomichi preguntó. Honestamente
imaginándose algo como una grotesca mordida que deje cicatriz.
— Cuando un anfauglir se aparea con
su pareja destinada, un tatuaje aparece en la frente del dominante, y uno entre la garganta y el pecho del dominado. Esos tatuajes son algo así
como los votos que hiciste con ChangMin.
— Se puede saber qué tanto están
parloteando. ¿Dónde están Yuuri y ChangMin?
— ¡Yoochun! — Nikiforov no se sorprendió
por la llegada de su amigo, sino por la ausencia de olor en él. Como lobos,
suelen identificarse a la distancia por el aroma. Además, verle cargando a
Junsu en brazos le inquietó todavía más. — ¿Él está bien?
— Está desmayado, al parecer se debilitó
enfrentando al Nigromante Terendul. Después un dragón apareció de la nada, se
llevó a Jaejoong, y a Yunho cuando lo siguió. Desaparecieron en el cielo, y no
puedo saber nada hasta que Junsu no despierte. ¿Dónde están Yuuri y ChangMin?
— Dentro. Obteniendo el Ardamírë. — Nikiforov respondió.
Park recostó al elfo en el pasto,
sentándose junto a él, usando sus piernas como almohada.
…
Katsuki había tomado de un momento a
otro la delantera, guiando a Shim por los intrincados pasillos debajo del
Primer Palacio de Armenelos.
— Parece que sabes a dónde vamos, Yuuri.
Shim dijo, sin malicia alguna en
realidad. Más bien asombrado por la seguridad con que su amigo wilwarin echaba a andar por los oscuros
pasillos, valiéndose de una antorcha y nada más.
Katsuki calló por una sola razón. Él tampoco
sabía cómo o por qué, pero tenía la sensación de que las vibraciones de la joya
élfica le estaban dirigiendo.
Continuará.
Muchas gracias a quienes se siguen pasando por este fic. Sé que algunas personas lo siguen en mi fb personal, así que no me extraña que casi no tenga comentarios xD
Pero justamente por eso, estoy muy agradecida con @Alejandra Ramírez y @Felly que siempre me dejan sus lindos comentarios. Prometo responderles en cuanto pueda~ ¡Cariños~!
Ayyy Dios aayy Dios!! Que capitulo!! Primero unos lobos q aceptan no tienen la mente más pura, aunq nosotras no nos molestamos x eso <_<
ResponderBorrarSegundo un enfrentamiento de poder con el Nicromante y el resultado Jae queda al borde de la muerte y Junsu al límite de sus poderes...
Tercero un Yunho que sigue a su amado no importando poder caer o enfretarse con un dragón, pero q pudo llegar junto a Jae a Cirith Ninniach...
Tercero una batalla entre Changmin y Hayami para poder sellar a la esencia nicromante q vive en Hayami y Changmin demostrando todo lo q puede y va hacer por no perder a su amado...
Cuarto un Junsu q al limite de sus poderes tiene q ser ayudado por Yoochun pero por alguna razón Chunnie ha podido camuflar o perder su olor q Viktor ni Hayami han podido persivir su arribo, que ha pasado para q esto haya sucedido, mo creo q Yoochun sea consciente de eso...
Y por ultimo se acerca la prueba para Yuuri!!! 0o0 que va a pasar además como es eso q puede ver el futuro!!!!
Ya quiero el siguiente capítulo!!!!
PD: Gracias a ti por compartir tus hermosas historias!!! Mientras pueda ahi tendrás mi comentario!! ;)
ehhhh...
ResponderBorrarcomo que las emociones van dominando de manera mas intensa las acciones de cada uno... son tan dulces en su forma de amar...
Changmin es tan dulce a su forma de cuidar a Hayami....
Yoochun es muy protector al igual de que Yunho con quienes aman...
me encanto el capi gracias por compartir tu talento con nosotros...
matta ne... <3