Título:
CELOS, MAL CONSEJERO
Autora:
Felina
Pareja: TonyxSteve (The Avengers)
Género: Romance, Humor
Clasificación:
NC-17
CELOS, MAL CONSEJERO
***
¿Celos?
No.
Hasta ahora él nunca había sentido aquello llamado “celos”.
Durante
su vida antes de este tiempo Steve Rogers se dedicó a tratar de encajar aquí o
allá, luego simplemente aceptó que no era nada atractivo para las féminas; y
más tarde, se enfocó a servir a su país. Carter fue por aquel entonces la única
mujer que vio más allá de su escuálido cuerpo debilucho y le ofreció algo
parecido al afecto y sin duda, su amistad; con el tiempo se enamoró de ella,
pero incluso con sus sentimientos perteneciéndole a una mujer, Steve Rogers
nunca sintió “celos”. Tal vez porque no tenía tiempo para aquellas bobadas, o
quizá porque no había motivos para estarlo; y no porque la Srita. Carter no
fuese sumamente bonita y tuviera a muchos hombres “tras de sus faldas”.
Simplemente no los había experimentado, ni siquiera podría haber dicho –si se
lo hubiesen preguntado– cómo eran o en qué consistían.
Pero
claro, una vez más vivir en el siglo XXI ponía su mundo interior completamente
de cabeza. Se ha acostumbrado a muchas cosas, ha encajado en las básicas sin
mayor esfuerzo –ciertamente que muchas costumbres humanas no cambian ni con el
pasar de las décadas–, y no duda en que si la gente no supiera que “viene del
pasado”, nadie se daría cuenta de ello. Ok, si también puliera su sentido de la
moda y permitiese mayor flexibilidad a su sistema de creencias, aquello definitivamente
no tendría lugar a dudas.
En
fin, que lo que atañe ahora es su capacidad asombrosa de sentir “celos”. ¿Y por
quién? Justamente la persona que menos habría pensado. Tony Stark.
La
primera vez que sintió esa punzada incómoda en la boca del estómago fue cuando
le conoció en la Base Flotante de SHIELD. El engreído no hacía otra cosa más
que presumirse con aire pomposo y dejarles en inferioridad de conocimientos.
Pero claro, no fue esa razón por la que sintiera celos, claro que no. Fue
porque Stark se entendió de inmediato con el Dr. Banner. Y Rogers no tiene
absolutamente nada en contra del Dr., envidia sí, el que sea tan inteligente
como Stark como para que ellos puedan hablar –como Stark mismo dijo– “el mismo
idioma”. Esa vez Rogers no comprendió del todo, pero apenas supo el significado
de aquella frase se sintió molesto y enfadado. Ridículo e inferior. Él quería
poder comprender todo como Tony, demostrarle que podía ser tan inteligente como
Bruce y que pudieran pasar horas hablando en ese complejo idioma de términos
científicos.
–
Un total fracaso…
Dijo
para sí, convenciéndose de que a pesar de que pudiera memorizar todos esos
libros que encontró –días después de la pelea contra Loki– en la Biblioteca de
la ciudad, no entendía ni el mínimo porcentaje de todas esas palabras
complicadas que le dieron jaqueca y cansaron sus ojos.
–
No puedo ser tan inteligente solo por esfuerzo. En verdad para esto se nace
siendo como Stark, un genio.
Resopló
fastidiado y decepcionado de sí mismo. Así deseara sentarse a charlar con el
genio mientras trabaja en su laboratorio, él sería más un estorbo, o una
emulación de carne y hueso de Babas.
Torpe e innecesario.
Steve
Rogers tomó su chaqueta y decidió marcharse de allí. Había mucha información
nadando en sus pensamientos, pero no entendía nada de nada. Y solo quería irse
a su departamento, hacer ejercicio en el gimnasio, practicar un poco de boxeo y
tomar una ducha de agua fresca, meterse a la cama y fingir que puede dormir.
Sí, eso pintaba bien.
Cuando
llegó a su departamento, el ojiazul se ciñó a su plan anterior. Sudó durante
horas, ejercitando en el gimnasio y golpeando en la azotea el saco de boxeo con
las manos desnudas, con esa necesidad de sentir al menos un poco de “dolor”
cuando sus nudillos asestaban directamente contra la dureza del saco, podía
sentir contra los huesos y la piel, la gomaespuma y la finura de los granos de
arena que llenan el interior dejándole primero la zona rojiza y luego
entumeciéndole los puños –después de mucho tiempo golpeando prácticamente sin
descansar–. No fue sin embargo hasta que percibió el fresco aire de la
madrugada golpearle la piel sudada, que el soldado se percató de la hora.
Entró
al interior de su departamento, vio en el reloj –de aspecto antiguo– que
descansa encima del mueble a lado de la puerta principal que marcaba ya las
3:28 am; se secó el sudor de la cara y tomó un vaso de agua antes de internarse
a la ducha. Pasó fácilmente otra media hora ahí bajo el chorro de agua
golpeándole la cabeza y la espalda, surcando caminos del transparente líquido
por todo su cuerpo, pero sin llegar a despejar su mente.
Recordó
entonces otra de las ocasiones en que experimentó esos llamados “celos”. Cuando
se despidieron todos tras la partida de Thor y Loki de regreso a su mundo
llamado Asgard, el hecho de que Stark mantuviera firme su invitación para el
Dr. Banner de pasar tiempo en sus laboratorios. Tiempo juntos platicando “en su
idioma”. Rogers maldijo muchas veces ese ardor en la boca del estómago cuando
el evento fue reciente, tenía unas ganas increíbles de montarse en su moto y
tomar camino hacia la Torre Stark; pero como en muchas otras ocasiones, el
ojiazul se controló y mantuvo al margen sus pensamientos.
No
era sano que se carcomiera los sesos por algo tan absurdo como tratar de llamar
la atención del playboy y genio. Supo que el multimillonario y ególatra no
había cambiado demasiado, que seguía teniendo sus aventuras y faltándole al
respeto a la que conoció como su novia; Pepper Potts. Eh ahí otra de las
motivaciones para sus celos. Primero saberle pareja formal, y más tarde, que
Stark era incapaz de comprometerse y seguía siendo el mismo mujeriego de
siempre. Pero llegamos al punto base: ¿Por qué sentir celos por alguien como
él?
Sí,
Steve Rogers se ha hecho esta pregunta innumerables veces. ¿Su respuesta? No
tiene ni remota idea. Algo en el egocéntrico hombre le cautivaba, le tenía
pensando demasiado en él y además le hacía soñar con sus labios pegados en un
beso. Era insano. Frustrantemente
insano. Rogers cortó el fluir del agua, enredó la toalla en su cintura y
saliendo del cuarto de baño se dirigió a su habitación. No tenía sueño para
variar, y aún cuando intentara conciliar un poco, él sabe que terminará
pensando en el multimillonario.
¿Pero
cómo hacer que esto pare? Él quisiera saberlo, quisiera tener certeza de muchas
cosas en torno a toda esta situación dominada por Stark. Sí, porque Steve se
sentía como un simple esclavo del hombre, incluso si trataba de oponerse,
inevitablemente caía de nuevo en él. ¿Era así estar enamorado? ¿Los celos se
trataban de eso?
–
No puede ser. Todo menos enamorado de un hombre como Stark.
Ya
suficiente tenía con hacerse a la idea de ser gay, como para tener que asimilar
que sea justamente Tony Stark el hombre sobre el que deposite sus sentimientos.
Y sin embargo ahí estaba, con los ojos abiertos mirando el techo de su
habitación sin realmente prestarle atención. Perderse en sus pensamientos se
había convertido prácticamente en una rutina.
~*~
Estar
aquí no parece la mejor de las ideas posibles, pero Stark le había invitado
personalmente. Bueno, una llamada telefónica es impersonal pero al mismo tiempo
directa. Bueno, Rogers se entiende, ha apreciado el gesto del multimillonario.
–
Realmente pensé que no vendrías. Vi en los archivos de SHIELD que pides
misiones todo el tiempo, ¿qué acaso no piensas divertirte? No sé si ya te diste
cuenta, cap, pero estar en este tiempo es como una segunda oportunidad para ti…
– El filántropo dijo con su habitual tono sarcástico, rasgo de su personalidad
al que el ojiazul ya no quería oponerse. Está cansado, mentalmente al menos.
–
¿Para qué me llamaste?
–
Uy pero qué tono tan agrio. Necesitas acción, Rogers ¡divertirte! Es una
actividad bastante saludable cuando le tomas el truco… – Sonrió con picardía,
buscando un gesto en el otro del cual aprovecharse para gastarle alguna que
otra broma. Pero aquello no sucedió, porque el soldado simplemente permanecía
sentado, con su rostro serio y la mirada apagada. Ahora que el genio lo
observaba, se daba cuenta de que incluso lucía algo pálido… – ¿Por casualidad
estás enfermo?
–
No. Solo dime a qué he venido Stark.
–
Carece de importancia ahora. Tú realmente luces enfermo… – El genio se acercó,
inclinándose para mirarle a la cara como si así pudiera adivinar de qué padece.
Los ojos azules del soldado siguieron los suyos anclándose a ellos con aparente
pasividad, aunque oculto en sus pupilas estuviera ese algo que ni el mismo Tony
podía ver… – ¿Te has revisado ya? En SHIELD debe haber médicos competentes,
conozco algunos si…
–
Estoy bien Tony, agradezco tu preocupación. Lo cual por cierto me sorprende.
–
Sé que soy un engreído y ese largo etcétera que tengo flojera de repetir, pero
bueno… estás aquí y no puedo fingir que no te veo enfermo.
–
Sigo siendo una persona, y las personas tenemos problemas que nos quitan el
sueño e invaden nuestra mente.
–
Así que el gran Capitán América tiene problemas del corazón… – Aquello pareció
incentivar la curiosidad innata del genio, por lo que el ojiazul no mostró
mayor sorpresa al verle sentarse en la mesa de centro, justo frente a él; con
su luminoso pecho distrayéndole y su cercanía comenzando a ponerle nervioso… –
Quién es.
–
¿Exactamente qué parte de nuestra relación de
trabajo te hace pensar que voy a contarte?
–
La parte que… ¡Qué importa! Cap, tal vez lo que te hace falta para sentirte en
casa en este tiempo es conocer a una mujer que te arranque del pasado.
–
Mis problemas no tienen que ver con ninguna mujer, Stark.
–
¿Con un hombre entonces? – Cuestionó con tono burlón. Pero el silencio y el
titubeo incómodo en la mirada del ojiazul le hizo carraspear y hasta sentirse
tentado de pedir disculpas. O lo que fuera… – No sabía que tú… pensé que… –
Aclaró la garganta y terminó por dirigirse al minibar sirviéndose un vaso de
whiskey… – ¡Wow! No me lo esperaba de ti. No de ti.
Steve
suspiró, se levantó y caminó hacia la puerta.
–
Me retiro Stark. Cualquier cosa que tengas para decirme, puedes mandarme un
mensaje o lo que sea.
–
¿Lo conozco? – Le preguntó antes de que se marchara. Movido por una curiosidad
extraña que le quemaba en la boca del estómago.
–
No es de tu incumbencia… – Respondió sin afán de ser grosero. Pero vamos, que
la persona que se lo pregunta es justamente la fuente de sus problemas.
–
Tienes razón, no lo es; pero quiero saber.
–
Mejor que no.
Aquella
visita había sido infructuosa. Y para Rogers el inicio de una caída en picada
que inevitablemente comenzó a reflejarse en su físico y en su capacidad de
concentración. Unas semanas más tarde SHIELD le indicó que se tomara unas vacaciones, aunque Rogers sabía de
antemano que lo que necesitaba era sacarse a Tony de la cabeza. Pero ni aún en
los libros más sofisticados que pudo consultar encontró solución a este
problema.
–
Los rumores dicen que estás deprimido.
–
Stark, qué haces aquí. Cómo entraste.
–
Tranquilo Rogers, no te pongas histérico que no va contigo. Aunque casi eh,
recuerdo bien cómo la traías contra mí cuando nos conocimos como Avengers.
–
Qué quieres.
–
Ese tono tan lindo, me hace sentir
bienvenido a tu casa… – Ironizó sonriendo de medio lado, ignorando
deliberadamente el gesto de malhumor del ojiazul… – ¿Quién te dio el
departamento? ¿SHIELD? Podrías haber exigido algo mejor.
–
¿Como tu casa en Malibú o esa odiosa Torre que lleva tu nombre?
–
¿Tan pronto con las discusiones? Uno que viene en son de paz… – Señaló entre
divertido y molesto. Y tratándose de Stark aquella mezcla resultaba
particularmente encantadora. Bien, a ojos de Rogers cada maldita cosa que el
genio hacía terminaba convirtiéndose en especial y seductora para sus sentidos…
– Está bien, ya sé por qué estás así. Bueno, la verdad es que estuve pensando
en esto desde que nos vimos la última vez. Y creo que ya lo descubrí si he
interpretado bien todas las señales, y no es por ser egocéntrico pero nunca me
equivoco.
Rogers
tragó hondo. El intelecto de Stark le puso honestamente nervioso. Si él
efectivamente lo había comprendido, ¿cómo debería manejar ahora un rechazo si
aún ni siquiera ha podido asimilar que esté enamorado de este hombre?
–
Vamos Steve, no eres un muchachito asustadizo, enfrenta lo que sientes y ya.
–
Es fácil decirlo para alguien que no siente nada por nadie. No te ofendas Tony,
pero eres la persona menos indicada para venir a decirme nada. Por favor vete.
–
Cuando comprendí lo que tu silencio significó aquél día… – El genio comenzó,
ignorando deliberadamente la petición del ojiazul de que se marchara… – me
sentí importante, quiero decir no es que me extrañe que las personas caigan
seducidas por mi atractivo o los millones en mis cuentas bancarias…
–
No sigas Tony. Solo vete.
–
Pero aún ni siquiera he terminado de hablar.
–
No estoy dispuesto a ser tu objeto de burla.
–
¿Quién se está burlando? – Rezongó con aire ofendido, colándose en el reducido
departamento (en comparación a su mansión y la torre, por supuesto que este
espacio es pequeño) en busca de algo que tomar… – ¿No tienes whiskey o cerveza
al menos?
–
No, para qué los necesito si de todas maneras no puedo emborracharme.
–
Cierto… – Husmeó en la nevera y terminó tomando una botella de agua… –
Entonces, como te decía, no me extraña gustarle a alguien, pero generalmente
son mujeres las que andan tras de mí intentando acercarse. Que un hombre tenga
esas intenciones conmigo es extraño la verdad.
–
Estás haciendo de esto un momento demasiado incómodo, Tony.
–
¡Es que es extraño! ¿O vas a decirme que el estado tan deplorable en el que te
encuentras se debe a algún virus en tu sistema? ¿Verdad que no? Es porque
también resulta extraño para ti. Quiero decir, debe ser raro imaginarte
besándome y cosas de esas.
Rogers
rompió el contacto visual, saliendo de la cocina y preguntándose qué le detenía
de abandonar su propio departamento y dejar de escuchar tantas sandeces de
parte del moreno; lo único que podría pasar si continuaba ahí es que su orgullo
fuese herido, y no es que Rogers sea precisamente orgulloso, pero venga que la
dignidad debía mantenerse en alto. Stark se tomó la mitad del líquido en la
botella y luego siguió al soldado, quien ya se había alejado hasta la azotea,
golpeando uno de sus sacos de boxeo.
–
No creo que el ejercicio físico logre distraerte lo suficiente Steve, o SHIELD
no te habría mandado a tomar vacaciones.
–
¿Y qué debería hacer, Tony? – Siseó enfadado, frustrado y con ese ardor en el
estómago que nada tiene que ver con celos, sino con miedo a lo desconocido.
–
Tal vez preguntarme por qué no parece que esto me de repulsión.
El
ojiazul se giró para encararle, olvidando del todo el saco de boxeo o los rayos
del sol anunciando el atardecer en el horizonte. Parecía increíble sin embargo,
que el rostro maduro de Stark luciera mucho más atractivo bajo los tonos
nacarados del ocaso, la barba trazada en aquella forma tan varonil, las cejas
pobladas, la nariz aguileña, el cabello oscuro, la tez morena, el porte seguro.
Tan malditamente sexy.
–
Rogers…
–
¿Alguna vez te has enamorado, Tony?
No,
esa no era la pregunta que el genio esperaba. Cruzó los brazos y evadió la
mirada. No es que sus mejillas fueran a ruborizarse aunque de hecho las
sintiera tibias. Tampoco es que esté dudando, el NO, es firme y rotundo en sus
pensamientos.
–
¿Alguna vez te ha besado un hombre, Rogers?
Por
supuesto, el ojiazul sabe que la pregunta se la ha lanzado con alevosía y
ventaja, que evadirá lo que le ha dicho porque la negativa es evidente.
–
Lo he imaginado y soñado muchas veces, pero no. Nunca me ha besado un hombre.
–
Estás de suerte hoy, Cap… – La sonrisa sobrada de orgullo y prepotencia.
El
genio caminó con seguridad hacia el ojiazul, sin ceremonia alguna, ni tacto o
romanticismo, topó sus labios contra los del otro. Demasiado suaves, carnosos,
húmedos e inexpertos. Mejor que los de ninguna mujer. Adictivos. Fue un beso
sencillo, nada demasiado confiado ni apasionado, aunque lo suficientemente íntimo
para alocarles el pulso a ambos, aunque el ojiazul juraría que ahí el único al
que se le ha disparado todos los signos vitales es a él.
–
Estuvo bien, ¿no? Pero pienso que podría ser mucho mejor… – Stark sonrió
altanero, seductor, coqueto. Todas esas características que Rogers detestaba
pero que al mismo tiempo probablemente son culpables de la atracción que siente
por él… – En lugar de estar pensando deberías actuar, Steve.
El
moreno vio un sonrojo explotar en las mejillas del ojiazul. Sonrió divertido al
imaginar la interpretación que el soldado pudo darle a sus palabras. Tal vez
algo más sexual que emotivo. No le
extraña, después de todo él ha reflejado eso, que solo busca el placer banal y
nada de relaciones formales.
Rogers
carraspeó y despistadamente volvió su atención al saco de boxeo. Necesitaba
pensar lejos de actuar. Los puñetazos que lanzaba al saco sirvieron también
para alejar la sensación de los labios del moreno de su pensamiento. Aunque era
casi imposible, aquellos pliegues carnosos se sintieron como auténtico fuego y
aún le abrasaban la piel hormigueando en su boca con tortuoso placer.
Acaba
de besar y ser besado por un hombre, y por más que había querido sentir su
sistema de creencias colapsado, más parecía que se había rendido a aquel gratificante placer. Probablemente en el pasado
todo lo que había aprendido era lo correcto sobre el amor entre un hombre y una
mujer. ¿Pero realmente había algo de malo con enamorarse de otro hombre como
él? Su moralidad le diría que sí, pero su corazón estaba en desacuerdo, y
palpitando furioso le gritaba que no.
Un
último puñetazo hizo ceder el gancho que sostenía el saco haciéndole caer al
suelo con un sonoro estruendo. Stark observaba pacientemente, esperando a que
el ojiazul saliera de su letargo mental. Honestamente no tiene problemas en
aguardar, ese beso le ha gustado lo suficiente como para darle una oportunidad.
O dársela a sí mismo quizá. Lo que fuera. No se quejaba por el simple hecho de
que estaba más que entretenido observando al ojiazul y el trabajo de cada uno
de sus músculos. Su fuerza definitivamente es impresionante, la ligereza y
perfeccionamiento de sus movimientos un espectáculo digno de observarse. La
silueta de su cuerpo trazando cada pulsión exacta para sus fines, y la fina
brisa de sudor cubriéndole la piel, seductora invitación al pecado. Y él tan
gustosamente deseoso de pecar.
–
Me pregunto si eres consciente de lo sexy que eres, Rogers… – Comenta con tono
pícaro, concentrado en admirarle y orgulloso del intenso sonrojo ganando
terreno en el rostro varonil del Capitán.
–
¿Podrías evitar… hacer esa clase de comentarios, Stark?
–
¿Por qué? No te estoy ofendiendo ni faltando al respeto. Además, ¿no te gustó
el beso? Qué tanto estás pensando que llevas diez minutos golpeando el saco con
tanto ímpetu. Y no es que me queje, en serio, me regalas una vista espectacular
de tu sexy cuerpo… – El moreno silbó dando una lasciva mirada al cuerpo del
ojiazul.
–
No hagas eso, Stark… – Le advirtió con tono serio, volviendo a acomodar el saco
en su sitio.
–
¿Tampoco puedo mirarte con deseo? ¡Cielos, Rogers! ¡No me dejas hacer ni decir
nada! ¿Qué clase de pareja vamos a ser?
–
¿Pareja? – El ojiazul le miró con los ojos de par en par. ¿Cuándo habían
llegado a esto? Tan incómodamente extraño.
–
¿No era ese el objetivo final?
–
Tony, no apresures nada.
–
En serio, ¿no era esa tu intención? – El moreno casi pareció dolido. Y no era
solo su ego incapaz de admitir un rechazo; sino algo más en su interior que se
agitaba incómodo contra su pecho.
–
Ni siquiera había pensado en las probabilidades de sostener esta conversación
contigo, Tony. Es vergonzoso e incómodo.
–
Al menos me llamas otra vez por mi nombre, Steve. Y oye, no soy tan malo. Digo,
sí ya sé que carezco de muchas habilidades para manejo emocional y que soy casi
incapaz de sostener una relación estable. ¡Pero tampoco es que crea en la
poligamia! Aunque…
–
Cállate, Tony… – El Capitán demandó con cierto resentimiento… – Que digas eso
con tal soltura no ayuda precisamente a lo que está pasando.
–
¿Y qué es lo que está pasando según tú, Steve? Porque te cuento, desde mi punto
de vista acá no está pasando nada, el beso de hace un momento fue increíble
para haber sido a las justas un sensual intercambio de caricias entre tu boca y
la mía; pero seamos honestos, no está pasando nada. No estás siendo claro con
lo que sientes y yo estoy presionándote tanto que probablemente me quieras
sacar a patadas de acá.
Rogers
le dio un voto a favor. El maldito genio había resuelto parte del enigma del
momento. Aún así el ojiazul sentía que no encajaban correctamente todas las
piezas del rompecabezas, si es que hay que considerar esto un problemático
acertijo.
–
Steve…
–
¿Eres gay? ¿O simplemente te parece entretenido experimentar?
–
Sé cuánto aprecias la sinceridad así que te diré la verdad. No, no soy gay. Y
tal vez la intención de experimentar con un hombre sea parte de la motivación
por la que estoy aquí. Pero no confundas Steve, no se trata de un simple juego
para entretenerme. Es que se trata de ti y, por más que lo pensé y analicé, lo
único que tuve en claro es que la idea de gustarte a ti me parecía de lo más
encantadora.
Rogers
parpadeó sin poder creer que fuera el egocéntrico Tony Stark quien estuviera
diciendo eso. Es que había implicaciones sentimentales ahí que casi parecían
irreales para alguien como el genio playboy. Sin darse cuenta, el ojiazul lanzó
un suspiro y en sus labios se curvó una transparente sonrisa.
–
¿Ya casi haces algo? Porq…
El
reclamo evidente que iba a soltar Stark fue callado por los labios del Capitán.
Un segundo beso, algo más confiado y húmedo que el primero. Más pasión y fuego.
El moreno sin embargo le enseñó a dominar cuando fue su lengua la que irrumpió
en la boca del ojiazul echándose un pulso con su igual.
–
No estoy seguro acerca de ser pareja, pero…
–
Cállate Steve, ya hablaremos de eso, ahora tengo algo más interesante en mente…
– Stark sonrió perverso. Y cuando Rogers asimiló lo que aquellas palabras
implicaban, ya estaba a medio desnudar empotrado contra el muro de la puerta
que daba a la azotea.
Celos.
Sí.
Amor.
Tal vez.
Atracción.
Definitivamente.
Y
en realidad, la historia estaba comenzando.
FIN
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