viernes, 17 de febrero de 2017

We just dont care. Oneshot YooSu. 2016.



WE JUST DON´T CARE
YooSu
~*~

Vamos al parque,
Quiero besarte bajo las estrellas,
Quizá vayamos más lejos
No nos importa, no nos importa,
No nos importa.

Su nombre es Kim Junsu, el chico simpático y lindo al que todos admiraban con descaro y amaban en secreto. Y aquel hombre de cabello azabache no era la excepción, salvo por un pequeño –gran– detalle, no necesitaba amarle en secreto. Porque tras unas semanas de haberle conocido durante una de sus reuniones de trabajo en aquel restaurante del centro de la ciudad nipona, finalmente tuvo el valor de abordarle. Al principio, con la intención de una conquista casual, pero desde la primera cita, con la convicción palpitándole en el pecho de hacer de aquella conquista una tarea diaria para toda la vida.

Se había enamorado casi, a primera vista. La primera vez que salieron habían ido al cine, a cenar a un local con vista hogareña y después, tras una mirada cómplice entre ambos, directo a un antro donde los tragos, el calor y el furor de la noche, los llevaron a bailar tan cerca, que un calor abrasador se le había encendido en el vientre, serpenteando electrizante por todo su cuerpo.

En aquella época, hace ya más de tres meses, Junsu llevaba el cabello castaño claro, y al azabache francamente le encantaba, porque realzaba el chocolate de sus expresivos ojos en forma de gota.

— Todo en ti me encanta, Junsu ah. — El azabache dijo, mientras andaba de la mano con su novio por la transitada y nevada calle de Tokio.

— Bobo… — Atina a responder, tiñendo sus claras mejillas de carmín, exhalando un aliento que se volvía blanquecino al contacto con el frío clima del invierno.

Así es como Park Yoochun, un hombre de 35 años, caía en el amor con un jovencito en sus 24 que casi parecía inyectarle jovialidad cada que conseguían tener una cita. El azabache estaba tan enamorado del castaño, que se sentía capaz de hacer todas las locuras posibles en el mundo.

No, no se había sentido atraído por su propio sexo hasta que le conoció a él. Nunca había tenido el pensamiento de besar una boca masculina hasta que los carnosos labios en rosa del castaño se clavaron en su mente atormentándole día y noche, llevándole a anhelar un beso suyo. Nunca, se había enamorado con tal locura y desenfreno.

— Yoochun ah~. — Jadea sorprendido cuando su novio acelera el paso y tira de su mano, internándose en el centro del parque por el que iban pasando.

Park le abraza, y Kim atina a responder el abrazo con el rostro colorado, chillando aún más sorprendido cuando su novio le alza en vilo y sus profusos ojos negros como el carbón, le miran intensos. Chispeantes como brasas encendidas de un sentimiento tan abrumador que su corazón late a mil por hora, martilleándole en los oídos, sofocándole el pecho con su ímpetu.

— Te amo, Junsu ah.

El azabache confiesa. No son palabras vacías, ni necias, ni mucho menos frecuentes en su vocabulario. Tan así que jura que es por Junsu por quien las ha pronunciado por primera vez en su vida. El castaño sonríe, radiante, feliz, enamorado y emocionado. La vergüenza deja de existir durante esos minutos, enfrascados en su propio mundo, ahí donde nada ni nadie importa más que ellos mismos.

Kim pasa sus manos por los hombros de su novio, enlazando sus dedos tras el cuello de Park, entrecierra los ojos y suspira. Los copos de nieve comienzan a caer, el frío cubre la ciudad, pero él se siente más cálido que el fogón de una chimenea. Tan enamorado.

— Y yo a ti, Yoochun ah.

Corresponde, y se inclina cuando la mirada de su novio reclama la suavidad de su boca. Funden sus labios con lentitud, con la misma parsimonia que esperan el tiempo les regale en esos momentos. El beso es dulce, tierno, calmado. Como un baile romántico en el centro de la pista, sin prisas por amarse. Tiernamente se encuentran también sus lenguas, saludándose casi con timidez. Una timidez apasionada que transforma aquel inocente beso en uno húmedo y profundo. Sus rostros se mueven a un lado y a otro, acompasando el ritmo del beso, respirando por la nariz, jadeando, mordiéndose y amándose.

— No tengo suficiente de ti, Junsu ah.

— Yoochun~.

El suspiro del castaño muere en labios del azabache una vez más. Su aliento es robado una, y otra, y otra vez durante minutos. Incluso si sus pies vuelven al nevado piso y siente que necesita aire en sus pulmones, desesperadamente inhala ansioso por el candor fulgurante de esa boca experimentada que le entrega entre besos, sentimientos que parecen fundirse con su sangre, inyectándole las venas de un calor quemante que le inquieta y vuelve sensible.

— Chun~.

Suspira de nuevo, mientras los labios del azabache abandonan su boca pero en cambio dejan un juguetón camino de besos cortos por sus mejillas hasta la línea de su cuello, donde mordisquea y lame pícaro, alterándole los sentidos.

— Chun.

Jadea, su voz algo más aguda, su sonrojo más intenso, expandiéndose hasta sus orejas. La bufanda enredada en su cuello de pronto luce pálida frente al rojo carmín en su rostro.

— Quiero secuestrarte, y volverte prisionero de mi amor por la eternidad, Junsu.

La voz ronca de Park estremece el cuerpo inexperto del castaño, y sus ojos chocolate brillan con una intensidad que asemeja el resplandor de los primeros rayos del sol al alba. Tierna luminosidad que alberga un puro sentimiento al que el mismo Kim se ha entregado por primera vez en su vida.

— Qué egoísta~. — Canturrea mientras las comisuras de sus labios tiran en una sonrisa juguetona.

Su coqueteo inocente seduce al mayor, y el calor abrasador en su cuerpo reclama la oportunidad de recorrer la anatomía del otro con caricias sinuosas y palabras indecentes.

— Lo soy, y no me importa. ¿Qué otra alternativa tengo cuando te amo con locura?

Los ojos del castaño se abren de par en par, de pronto conmovido por todos los significados que envuelven tal cuestionamiento. Sonríe ladino y son sus labios los que se acercan al oído de su novio, rozándole delicadamente el lóbulo mientras susurra aquellas palabras.

— Entonces átame a ti, Park Yoochun. De otra manera, podría escapar.

Ambos saben que aquella frase es casi una treta absurda de parte de Kim, porque se siente necesitado de un poco de seguridad masculina, porque no suele aceptar de buena gana la apabullante dominación que Park ejerce sobre su inexperta trayectoria en el romance. Como el náufrago que sabe que la balsa de la que se sostiene es su único salvavidas en altamar.

— Incluso si lo intentaras, todavía te seguiría hasta el fin del mundo, Kim Junsu. Porque eres mío, voy a marcar cada recoveco de tu cuerpo, encadenaré tu corazón y tatuaré en tu alma mi nombre.

El castaño jadeó, emocionado y excitado. La voz de su novio suena áspera, retumba en sus oídos y le vuelve vulnerable a su seductora personalidad.

— Muéstrame cómo, Yoochun. — Demanda, con mejillas arreboladas de carmín pero una mirada decidida.

Y es el beso apasionado que le sigue a aquella petición el mudo sello de una promesa de amor. Los sonidos de los murmullos alrededor no importan, las personas que les miran cuando pasan al lado tampoco. Carece de valor que algunas personas mayores se escandalicen con sus muestras de afecto, o que haya chillidos femeninos de jovencitas que se sorprenden gratamente al verles. Siquiera escuchan el ladrido de un perro al que su dueño pasea por el parque o las luces doradas de las fiestas ataviando los desnudos árboles cubiertos de nieve.

Importa únicamente el sabor de sus besos, la facilidad con que sus bocas calzan con la perfección de un puzle, y la franqueza con que sus corazones laten al mismo ritmo. Como la música que tamborilea la canción de sus sentimientos.

Sabes que te amo cuando estás amándome,
A veces es mejor cuando es públicamente,
No me avergüenzo, no me importa quién mira,
Abrazándonos y besándonos,
Nuestra exhibición de amor, todo…

Con sus manos enlazadas, retoman el camino por el parque, y los besos del azabache caen cada dos o tres pasos, haciendo demasiado lento el andar. Aunque a ninguno de los dos realmente importe el tiempo destinado a ese trayecto. Incluso si tomase la noche entera, mientras estén juntos nada es más importante.

— Junsu.

Park le nombra, por el mero gusto de saborear el nombre de su amante en los labios. Kim le mira, atendiendo el llamado, aunque sospecha que nada le será dicho. Que lo único que vendrá será otro beso, húmedo, profundo, robándole el aliento. Sus cuerpos se acercan más, mucho más. Quizá demasiado. El roce de sus anatomías se vuelve con cada parada entre besos más caliente. Cuando Park chupa la lengua de su novio, Kim jadea con las mejillas encendidas de rubor, pero una sonrisita cómplice que dibuja otra igual en labios del azabache.

— ¿Qué planeas, Park? — Cuestiona con ese tono de voz que, el azabache sabe, va envestida de algo de seguridad. La expresión de su rostro es juguetona, igual que los dedos que se pasean por su pecho con gesto seductor. — La gente mira.

— Como si me importara. Soy libre de besarte como me venga en gana, Junsu. — Asevera, afianzando la cintura del castaño con la diestra, sujetando el mentón de su novio con la siniestra, mordisqueándole el labio inferior.

— Ngh~ Yoochun~.

— Me encantas. Te lo dije, estoy loco de amor por ti, Junsu ah.

— ¿Y por eso haces todo cuando la gente mira? Me da vergüenza~.

— ¿Es acaso algo malo que nos demostremos afecto en público?

— No es malo. Solo, ya sabes. No es bien visto.

— ¿Te molesta?

— ¿Eh? Bueno, no precisamente. Solo es, cuando pienso en ello, incómodo.

— Entonces te haré no pensar.

— ¿Ah?

La respuesta llega de inmediato. Porque Park le besa de nuevo, apretándole contra su cuerpo, colando su lengua sin pizca de pudor en la boca de Kim. Presiona su anatomía contra la ajena de una forma tan sugerente que el cuerpo del castaño comienza a sentirse más y más caliente. Se está excitando. Tan impúdicamente que se olvida del mundo alrededor, tal como su amante prometió.

Y enreda sus manos en el cuello del azabache, devolviendo el beso con entusiasmo. No era tan hábil como su novio, seguramente, pero tampoco es que se quedase corto, sabía cómo responder el fogoso beso de su novio y dar una lucha por el dominio.

Ajenos estaban a las miradas sorprendidas de los transeúntes, a las risas nerviosas y avergonzadas de algunos al pasar, a las indignaciones de otros, a los padres de familia cubriendo los ojos de sus hijos menores. Ajenos incluso a los copos de nieve que siguen cayendo, acumulándose en sus cabezas y hombros. Ajenos al tiempo transcurrido, desconocen el número de besos compartidos, saben únicamente de las sonrisas cómplices y la mirada brillante del otro. Del calor que les hierve en la sangre y de las ganas de correr y reír, de presumir de su amor al mundo, aunque de éste apenas un puñado pudieran comprender la felicidad de su romance.

— Quédate esta noche, Junsu ah.

El azabache pide de pronto, mirándole fijo a los ojos chocolate, acariciando una de las pálidas mejillas bañada de carmín. El castaño agita las pestañas, sonríe de lado y asiente. No tiene dudas de nada. Ni será la primera vez que pase la noche en el departamento de su novio.

Comparten una sonrisa, y enlazando una vez más sus manos echan a correr por el parque, riendo de la sencilla felicidad de amarse. Junsu toma de pronto la delantera, y Yoochun recuerda que no solo es 11 años mayor, sino que además su castaño novio era un deportista, amante del fútbol soccer y además, bailarín. Su energía rebosaba, y le contagiaba.

La gabardina de Park ondeaba en la carrera, igual que uno de los extremos de la bufanda de Kim. Corrieron y evitaron chocar con otras personas en su camino, riendo y mirándose de tanto en tanto. Frenando ansiosos en la calle, aguardando impacientes el momento en que el semáforo les diese el paso, echando a correr una vez más cuando los autos se detuvieron.

Nos reuniremos en la escalera de incendios,
Me gustaría activar una alarma hoy,
La emergencia de amor no me hace esperar,
Solo sígueme, te guio,
Te necesito urgentemente.

Pasaron por una calle cuesta arriba, solitaria a esas horas de la noche. Y aprovecharon los rincones oscuros para ocultarse y besarse más, Kim atrapado entre el muro y el cuerpo de Park. Sus respiraciones algo más agitadas. Sus labios hinchados de tantos besos apasionados.

— Todavía quedan dos calles más para mi departamento, Junsu ah.

— Lo sé.

— No entiendes.

— ¿Eh?

La mano de Park sujeta la diestra de su novio, dirigiéndola con encendidos ojos negros hasta su entrepierna. Kim jadea inquieto cuando comprende. La excitación de su novio es evidente. Traga hondo, avergonzado por la situación. Pero frota su palma contra el bulto bajo los pantalones de su novio.

— Junsu. — Jadea áspero, sin soltar sus ojos de los de su amante.

— No hay nadie mirando ahora, Yoochun. — Murmura, empinándose un poco y capturando la boca del azabache entre sus labios, besándose profundamente mientras su mano continúa masajeando la excitación de su amante.

Los jadeos graves de Park mueren entre besos, mientras siente que su excitación aumenta con el toque de su novio. Y Kim lo sabe. Convencido de que nadie les mira, abre los pantalones de su amante y cuela su mano entre las ropas, el viril miembro está caliente, duro y sensible. La palma de su mano rodea el tronco y suavemente comienza a darle un masaje de arriba abajo.

— Junsu. — Gime ronco cuando sus labios se separan.

Los ojos del castaño brillan a la luz de los opacos faroles en aquella calle solitaria, algunas luces encendidas en los departamentos de pisos superiores en los edificios alrededor, y el maullar de gatos en algún lugar no muy lejos de allí. Park encuentra el momento seductor, erótico y atrevido. Su mano busca entonces la pelvis de su amante, rozando la excitación de éste, no tan pronunciada como la suya, probablemente porque su inconsciente le traiciona y hay un resquicio de preocupación a ser descubiertos. A él en cambio, nada le importa más que el toque de su novio.

— Mgh. — Gime gutural, llevando sus labios a la línea del cuello del castaño, lamiendo y dando pequeños mordiscos.

— Yoochun~. — Suspira, movido por los coquetos gestos de su amante.

Su mano aumenta el ritmo apenas un poco, avivando la llama de pasión. La contraria entonces se une a su igual, masajeando los testículos, subiendo hasta la punta fálica de vez en cuando y jugando con ella.

— ¡Mierda! — Park gime sonoro, succionando entonces una porción de piel en la clavícula de su novio, habiendo apartado toda prenda en su camino.

La bufanda apenas se mantiene sobre el hombro izquierdo de su dueño, mientras que el abrigo y la camiseta fueron desabotonados y apartados para alcanzar su objetivo y marcarle.

Las manos del castaño aumentan otro poco el ritmo. El falo del azabache se humedece, y el sonido del bombeo casi parece hacer eco en la calle, ahí, ocultos en un callejón humedecido por la nieve y el frío invierno.

— Apártate, Junsu.

— ¿Vas a correrte?

— Sí.

Kim aparta sus manos, pero contrario a lo que Park pudo esperar, su joven novio se arrodilló, sujetó la base de su falo y luego lo metió en su boca. Los carnosos labios del castaño descendieron por el tronco tragándole hasta que la punta fálica tocó su garganta y le produjo una arcada, retrocedió y aprovechó la saliva para deslizarse más fácilmente. Chupando y apreciando en las paredes internas de sus mejillas el sabor del semen de su novio exudando en el tronco.

Park se mordió los labios, callando inconscientemente los gemidos roncos que se le agolpaban en la garganta. Con sus manos apoyadas en el muro para evitar llevarlas a la cabeza de su novio y marcar su propio ritmo, pero su pelvis aún así se movió, embistiendo la caliente boca del castaño. Poco después sucedió, el orgasmo lo sacudió de pies a cabeza, y su semilla fue capturada por la boca de Kim, quien tragó parte de él. Eso sí era algo que hacía por primera vez. Antes, cuando le practicó sexo oral a su amante, siempre se apartaba en cuanto el azabache la avisaba que estaba por correrse, y el semen de Park terminaba en su pecho desnudo o en las mantas del lecho donde hacían el amor.

— Junsu, joder, no lo tragues, escúpelo.

Casi obligado por su amante, parte del semen del azabache terminó en el suelo helado de aquel callejón, ha escupido sin realmente sentirse asqueado por lo que alcanzó a tragar.

— No tenías que ir tan lejos.

— Está bien. ¿No estamos siendo algo alocados hoy, Yoochun ah?

Sonriendo con travesura, el castaño se dejó hacer cuando el azabache limpió los rastros de su semilla con un pañuelo.

Park torció una sonrisa pícara, le besó –aunque algo de su propia esencia se colara en su boca– y después, tras arreglar un poco sus ropas, retomaron el camino a su departamento.

— Aloquémonos entonces, como si iniciáramos un incendio en cada rincón helado hasta que pueda meterte en mi cama, Junsu ah.

Hagamos el amor,
Vamos a un lugar donde tal vez nos descubran,
Perdámonos en la lujuria,
No nos importa, no nos importa,
No nos importa.

Alocarse.
Aquella noche realmente estaban teniendo mucho de aquella falta de cordura. Besarse en pleno parque, con decenas de personas transitando por allí. Masturbarse en el callejón de una calle que, si bien era solitaria, todavía podía alguien haberles visto. Y ahora, encerrados en el ascensor del edificio de apartamentos donde Park vive, el calor continuaba encendido entre los dos.

Probablemente fue el azabache quien lo inició, pero Kim no hacía más que cooperar gustosamente. Era su turno, Park había dicho al momento en que le empujó contra el muro metálico, besándole con apremio, con esa misma pasión desenfrenada que han estado desbordando desde hace largos minutos. El beso no era, sin embargo, lo más osado que el mayor hiciera. Sus manos habían encontrado camino bajo los pantalones de su joven amante en un santiamén, y haciéndole girar, se arrodilló frente al trasero del castaño.

— ¡Chun~! — Jadeó a ojos cerrados, mordiéndose los labios en un fútil intento por callar los gemidos sonoros que parecían hacer eco en el ascensor, detenido a medio camino hacia el piso correspondiente.

Por supuesto, frenado con intención, presionando el botón emergente para detenerlo. No es que eso importe demasiado –no en la mente nublado y lujuriosa de la pareja–. Park llevó una mano al frente, masturbando a su novio, mientras su lengua lamía el orificio entre las nalgas de Kim, mordiendo ocasionalmente cada una de ellas, palmeándoselas con la siniestra, sonriendo pícaro al escucharle jadear, consciente del movimiento de sus caderas, buscando más contacto con su lengua, con su mano.

¡Shit! Estoy tan caliente que quiero metérsela rápidamente. — Park piensa.

Y abandonando el falo de su novio, se prepara para separar con sus manos las nalgas del castaño, escupiendo saliva en su orificio, presionando luego su lengua contra aquella cavidad estrecha que casi parecía jugarle una broma negándose a dilatarse con la necesidad que a él le palpitaba entre las piernas.

— Ngh~ Yoochun~.

Kim se relame, agitando suavemente sus caderas adelante y atrás, su rostro contra el muro metálico, específicamente su mejilla. Ladea el rostro para mirar a su amante trabajar en su trasero. Gime gutural, y chupa uno de sus dígitos con aire seductor. Ansioso también por la sensación de sus cuerpos unidos.

El rostro sonrojado y sudoroso del castaño pincha otra oleada de excitación en el azabache. Sus ojos chocolate brillantes, sus gruesos labios mojados de su propia saliva, un hilillo de ésta resbalando por sus comisuras mientras su dígito se multiplica en su propia boca y el gesto de su cara refleja un placer lascivo que enciende de más la llama de pasión en la boca del estómago de Park.

— Levanta tu pierna, Junsu.

Park ordena con voz ronca. Kim obedece, soportando su pie en la barra metálica que adorna el muro lateral del ascensor. El ángulo facilita las intenciones del azabache. Presiona uno de sus dedos en el orificio de su novio y comienza a ganar espacio en su interior, no deja de lamerle, buscando mantener cierta lubricación aunque de sobra sepa que su saliva no es suficiente.

Tan necesitado.

— Ngh~.

Kim gime. Su pecho se roza contra el muro metálico, y aunque lleve puesta la ropa superior –obviemos la desnudez de sus piernas–, sus pezones son sensibles al frotarse contra el muro. Se estremece y busca más contacto, estimulando así su propia excitación.

— ¡Yoochun~!

Gimotea el nombre de su amante, dos intrusos se mueven en su interior. Demasiado pronto, demasiado brusco. Tan caliente. Cierra los ojos y eleva el mentón, sofocado por el placer y el deseo. Se siente un poco masoquista, pero lo deja pasar.

— Suficiente, Chun. Hazlo, métemela~. — Suplica, bajando su pie e inclinando un poco más la espalda, separando sus piernas mientras le mira con el rostro ladeado.

Sus ojos brillantes le cautivan de nuevo. Su pelo desordenado, el sudor de su frente y el rubor de todo su rostro. Park aparta sus dedos, se irgue y perfila su virilidad entre las nalgas de su amante. Kim suspira, toma aire y lo retiene en sus pulmones mientras siente aquel trozo de carne caliente y duro penetrarle.

— ¡Holy shit, Junsu! — Park gime áspero, presionando las nalgas de su amante mientras las separa con sus manos.

La sensación de placer mezcla con ansiedad y deseo le dominan. Park empuja su pelvis más fuerte y se entierra por completo en su novio sin darle tiempo a acostumbrarse en lo más mínimo.

— Nyagh~ ¡Chun! — Kim gimotea incómodo. Pero masoquistamente complacido.

La hombría de su amante le llena por completo. Siente las paredes internas de su cavidad anal palpitantes, contrae su interior casi involuntariamente, apretando el pene del azabache, arrancándole un sonoro gemido de placer.

Los movimientos comienzan de inmediato. Adelante y atrás, penetrando hasta el fondo en cada embestida, saboreando la sensación de la estrechez que atrapa su falo. El chapoteo de sus cuerpos danzando hace un eco erótico en el ascensor, los sonidos indecentes de su pasión rebotan en las paredes metálicos, y son éstas las que devuelven a los amantes el reflejo de sus cuerpos unidos, de sus rostros sudorosos, de sus miradas lujuriosas.

Park mueve una de sus manos al frente, juega con los testículos de su novio, masturba su extensión, acaricia la punta fálica. Le complace, alivia su excitación y le ofrece placer. Kim se muerde los labios constantemente, jadea y agita sus caderas yendo en sentido contrario de las estocadas de su amante.

Minutos más tarde el placer se desborda. Al castaño le tiemblan las rodillas, al azabache se le tensa el cuerpo entero. Experimentan el orgasmo juntos. Junsu cae de rodillas al piso, jadeando con el corazón a mil. Yoochun le sigue, todavía unido al cuerpo de su novio, le besa la nuca y acaricia sus nalgas aunque le ensucia de semen.

— Cielos, Junsu ah, no tengo suficiente.

— Tampoco yo, Yoochun ah.

Les toma algunos minutos tranquilizarse lo suficiente para adecentar sus ropas –otra vez– y salir del ascensor. Cuando lo hacen, se encuentran con un técnico de mantenimiento, que al mirarlos pasar se queda de piedra, aunque hayan arreglado sus ropas hay ciertos detalles que delatan lo que realmente ha sucedido.

— Y una mierda que se había descompuesto el ascensor. Ese par de idiotas han tenido sexo ahí. — El hombre dice, con aire malhumorado sobra decir.

Y se niega siquiera en echar un vistazo más en el ascensor. Cuando las puertas se habían abierto y la feliz pareja había salido, cogidos de la mano y sonrientes, el olor a sexo había sido más que evidente. El malhumor del empleado les importa nada a los enamorados, en cambio se apresuran dentro del apartamento, ni bien la puerta se cierra, los besos han comenzado de nuevo.

— Estuvo delicioso hacerlo en un lugar así, Junsu ah.

— Tienes ideas muy pervertidas, Yoochunnie~.

— ¿Yo? No sé de qué hablas.

Se dicen entre besos. Al final, Park sonríe coqueto, lascivo. Kim le devuelve la sonrisa, aunque haya un dejo de vergüenza en su mirada.

Ciertamente. Lo han hecho en otros lugares bastante, “peligrosos”. Incluso en una de las oficinas del restaurante donde Kim trabaja.

Te veo cerrando el restaurante,
A hurtadillas lo haremos cuando tu jefe no esté,
Todos se están yendo, nos divertiremos.
O quizá no esté bien pero me estás encendiendo.

— ¿Tu jefe se fue temprano, Junsu ah?

— Sí. Hayami-san tenía una cita con su novio. Parece que hoy es su aniversario, y planea pedirle matrimonio.

— Tu jefe te cuenta cosas demasiado personales, ¿no?

— ¿Celoso~?

— Pues sí.

— No hay razón, a Hayami-san no le importo para nada de esa manera. Y me cae muy bien, siento que puedo considerarlo un amigo, aunque tiene tu edad y es mi sensei, o algo así.

Park bufó, receloso de la admiración y respeto que su novio le tenía al dueño del restaurante.

— Vamos, no pongas esa cara, ayúdame a cargar estas cajas, ¿sí? Y nos iremos de inmediato.

El azabache accedió a regañadientes. Todavía pensando en que Mokomichi, el dueño del restaurante, no le simpatizaba del todo. Además, solía pedirle favores como ese a su novio a menudo, y a veces le trataba con demasiada confianza, incluso delante suyo.

Junsu es como mi hermano menor.

Le había dicho una vez, seguramente porque captó sus ojos fieros.
Las cajas estaban acomodadas en la bodega del local, y todo listo donde correspondía. Kim era el único empleado allí, encargado de cerrar el restaurante, pasaba la medianoche ya, y su cita con su novio se había visto afectada por esto. Ahora a las justas charlarían en el auto mientras le llevaba a su casa.

— Junsu ah.

— Mh.

— ¿Esa es la oficina de tu jefe?

— Sí.

Park torció una sonrisa pícara, arrastrándole a la oficina, besándole apasionadamente mientras le desnudaba, sin darle tiempo a “defenderse”. Kim pensó en resistirse, pero su cuerpo era demasiado honesto, y su novio sabía cómo encenderlo.

Esa noche se lo montaron en el escritorio de su jefe. Mancharon la tabula rasa de semen, y desordenaron sus cosas tan pulcramente acomodadas. Así que tuvieron que quedarse más tiempo aún, limpiando todo y organizando de nuevo el escritorio.

— Pervertido, ¿qué si Hayami-san se da cuenta? Me despedirá~.

— No va a enterarse.

— ¿Cómo estás tan seguro~? Pudimos dejar sus cosas de una forma diferente. Se dará cuenta~.

— Te digo que no. Tengo buena memoria. Dejé todo exactamente como estaba.

Conversaban camino a casa del castaño, el reloj marcaba casi las tres de la mañana. Sí, lo habían hecho más de una vez. Park miró de soslayo a su novio. Su carita preocupada se le antojaba bastante para besarle. Kim suspiró cuando su amante aparcó. Era momento de despedirse.

— Oh, casi lo olvidaba. Mis padres nos invitaron a cenar el fin de semana.

— ¿En serio? Iré encantado. ¿Qué debería llevar?

— No necesitas llevar nada~ eres un invitado. Mamá quiere conocerte, eso es todo.

— Me da gusto que no se hayan opuesto a lo nuestro, Junsu ah.

— A mis padres solo les importa la felicidad de su precioso hijo. — Canturreó feliz.

— Sí. A mí también me importa únicamente la felicidad de mi precioso novio. — Dijo, atrapándole por la nuca y besando sus labios con suavidad. — Llevaré un buen vino.

— Te digo que no necesitas…

— Quiero. Así que lo llevaré. Oh, y Junsu.

— ¿Sí?

— Muéstrame tu habitación en casa de tus padres. Seguro es más tierna que tu actual departamento.

— Babo~.


— ¡Ngh~!

El castaño gimió agudo cuando su novio embistió contra su cuerpo. La cama rechinó y él buscó soporte en los hombros del azabache, pasando sus manos hasta la espalda, arañándole cuando otra penetración le hizo temblar de placer.

— Es aquí, ¿cierto? Le di a tu próstata, Junsu ah.

Park sonríe lascivo, se relame los labios y empuja de nuevo su pelvis, golpeando el mismo punto, gimiendo cuando las uñas de su joven amante se entierran de nuevo en su piel.

Haremos una visita a la casa de tu madre,
Deslicémonos a la habitación mientras tu madre está afuera,
Quizá ella escuche cuando gritemos
Y seguiremos divirtiéndonos hasta que ella toque la puerta.

Después del primer orgasmo, la apasionada pareja se había dedicado a mimarse entre besos y caricias antes de retomar la labor del placer mutuo. Por supuesto, no han tenido suficiente, y el calor que continuaba bulléndoles en la sangre demandaba más contacto físico, más sexo. Así, para la segunda vuelta, Kim estaba gimiendo escandalosamente mientras Park embestía contra él y hacía temblar su cuerpo sumido en placer.

— Quiero hacerlo en el balcón, Junsu ah. — El azabache jadeó al oído de su amante, sujetándole los brazos mientras se vale de la postura para coger impulso y embestir con fuerza a su amante.

— ¡Ngh~noo~! — Se negó en medio de un gemido inevitable, tensando el cuerpo y contrayendo su interior.

— ¡Mierda! — Obteniendo ese gemido del mayor, sintiéndose sofocado por la presión de sus anillos internos.

Estaban cerca del ventanal, donde Park había empujado a Kim contra un mueble, apenas dándole tiempo de sostenerse con las piernas ya debilitadas por las oleadas de placer.

Aquello hizo pensar a ambos. De cuán capaces podían ser de montárselo en lugares por demás “peligrosos”.


La invitación a comer en la casa de los Kim había resultado perfecta (lo que, de cualquier manera, había implicado un viaje de fin de semana desde Japón hasta Surcorea, donde reside la familia del castaño). Los señores Kim eran sencillos y amables, la Sra. Kim todo un encanto de mujer –Park jura que algo de la belleza de su novio la heredó de su progenitora–, y el señor de la casa, un hombre respetable que no tenía problemas en aceptar la relación homosexual de sus hijos. Sí, en plural, que ahora el azabache sabe que el hermano gemelo de su novio también tenía pareja masculina, aunque no sabe aún quién.

— Oh dios mío, pero qué cosas. Cariño, Sr. Park, mi esposo y yo tendremos que salir. Pero, si no tienen planes, quédense a cenar.

— Mamá…

— Está bien, señora. Encantado aceptaré su invitación.

— No se diga más. Bueno, te quedas en tu casa. Cariño, atiende a tu novio. Amor, vamos, que llegamos tarde~.

Los señores Kim se despidieron, de momento, aludiendo que la salida no sería demasiado larga, ya que solo irían al aeropuerto a recoger a JunHo, el gemelo de Junsu, quien volvía desde Estados Unidos.

— No esperaba que mi hermano viniera. De hecho, lo voy a molestar~ no me contó nada de que estaría aquí~. Podría haberle traído un presente desde Japón.

— Pues parece que la sorpresa fue también para tus padres. Se veían muy emocionados con su llamada.

— Sí, hace cuatro años que no venía, pero terminó la Universidad, así que seguro vuelve para quedarse. Te va a caer bien, Yoochun ah.

— Ya lo creo.

Después un silencio extraño. Junsu tomó conciencia de que estaban solos, en casa de sus padres. Y se puso nervioso.

— Entonces, ¿quieres ver tv o algo? Puedo prepararte algunos aperitivos si quieres o…

— Quiero conocer tu habitación.

— ¿Eh?

— Te lo dije antes, ¿no? Que querría conocer tu habitación. Muéstrame, Junsu ah.

El castaño se sonrojó –innecesariamente, pero de todas formas reaccionó así–, suspiró y lo llevó escaleras arriba.

— No vayas a burlarte~.

— ¿Por qué?

J O D E R
Fue el pensamiento de Park. La habitación de su novio era. Una peculiar ternura. Tenía un montón de peluches en su cama y hasta en los muebles por toda la habitación. Los había de varios tipos y tamaños. Las paredes estaban pintadas con colores pastel y las mantas de la cama tenían diseño deportivo.

— ¿Regalos de familia? — Preguntó, refiriéndose naturalmente a los peluches.

— La mayoría. — El castaño respondió, viendo venir una oleada de celos de parte de su novio.

— No preguntaré por lo demás, seguro me dan celos. Pero, ¿realmente te gustan tanto los peluches? En tu departamento en Tokio no tienes, Junsu ah.

— Nh, me gustan. Es solo que, no he recibido esos regalos de nadie aún.

— Sé que regalarte a partir de ahora. — Dijo sonriendo entre divertido y enternecido. El castaño se sonrojó.

Park se sentó en la cama de su novio, mirando todavía alrededor. Su joven novio permanecía de pie, casi como si esperara que la exploración culminase pronto y pudieran regresar a la estancia. El azabache sonrió travieso. Tenía otros planes.

— Junsu ah.

— ¿Mh?

— Ven aquí… — Dijo, palmeando sus piernas.

— No quiero~.

— Vamos.

— No. Vas a besarme.

— Sí, ¿y? — Preguntó, elevando una ceja con aire desafiante.

— Tienes esa mirada~ sé que no te vas a conformar con besarme~. Pero no podemos, Yoochun ah. Es la casa de mis padres.

— Ciertamente. Pero, ésta es tu habitación. Y tus padres no están. Me portaré bien.

— ¿Lo prometes?

— ¡Claro que sí!

Kim, rojo hasta las orejas, fue y se sentó a horcajadas en las piernas de su novio. Park comenzó a besarle –tal como el castaño predijo–, al principio lento y dulce, pero húmedo. Conforme el número de besos aumentó, la pasión de estos también ascendió. Y no solo eso, sino que las manos de Park se pusieron traviesas, pasando por debajo de la ropa de su novio para acariciarle la espalda con sinuosos movimientos, apretándole el trasero también. Yendo al frente y rozando con las yemas de sus dedos los pezones del castaño.

— Yoochun~ detente~. — Suspiró.

— Si me lo pides con esa expresión, no puedo complacerte, Junsu. — Dijo, mordisqueándole un trozo de piel en el cuello.

El rostro colorado del castaño estaba adornado por una vidriosa mirada que enmarcaba el deseo del menor de los dos.

— P-pero, mis padres podrían llegar en cualquier momento.

— No hace tanto que se fueron.

— ¡Ngh~ Yoochunnie~!

Sobra decir que no se detuvieron. Minutos más tarde la desnudez del castaño era evidente, mientras que Park solo conservaba su camiseta puesta, aunque abierta de par en par.

— Basta, Chun~. Si mis padres…

— Entonces estemos al pendiente.

— ¿Eh?

El azabache llevó a su novio cerca de la ventana, y aunque las cortinas estaban cerradas y era casi imposible mirar nada desde fuera, el castaño sintió un pinchazo de adrenalina, presa de vergüenza, miedo y excitación, intentó alejarse. Pero Park volvió a empujarle cerca de la ventana, aprovechando el desconcierto de su novio para perfilarse entre sus piernas y unirse a él.

— ¡Mgh~! — Kim gimió ahogado, mordiéndose el antebrazo con la intención de callar lo más posible los sonidos indecentes de su boca.

— No hagas eso, te herirás. — Park jadeó ronco en su oído, llevando sus propios dedos a la boca de su novio. Metiendo tres de ellos en la calidad cavidad bucal. — Puedes morderme todo lo que quieras. Pero mira, si tus padres llegan, podremos ver a través de esta abertura.

El azabache descubrió apenas un poco el lateral de la cortina. En tanto su novio, rojo hasta las orejas, jadeaba y salivaba con los dedos de su amante en su boca, disfrutando de una forma pervertida el placer de sus penetraciones. Las lágrimas que corrieron por sus mejillas eran mezcla de vergüenza, frustración y placer. Y le mostraban al mayor cuán lascivo y sádico podía ser con su amante.

— Pararé si me lo pides, Junsu ah.

Kim agitó la cabeza de un lado a otro. Y poco después su amante abandonó su interior, le giró y levantándole en vilo, volvió a entrar en él. El castaño se aferró a los hombros de su amante, sollozando y gimiendo a partes iguales, empotrado contra el muro junto a su ventana, con el atardecer cayendo y las luces municipales encendiéndose en la calle.

Estaban cerca, muy cerca del orgasmo. El tiempo había perdido todo su valor y ambos estaban más bien ausentes del mundo a su alrededor. El teléfono de la casa sonó en la estancia, y poco después un mensaje de voz dejado en la contestadora les anunció que sus padres estaban volviendo, se les oía emocionados, incluso el gemelo Kim saludó a su hermano la mar de contento, asegurando que le llevaba regalos y una sorpresa.

Ni Kim ni Park prestaron realmente atención. Sudaban y gemían entre besos, comenzando a tensarse, a estremecerse y abrazarlo. El éxtasis, la gloria. La sensación de plenitud al rozar el cielo con la punta de los dedos. Park retrocedió a las justas, dejándose caer en la cama de su novio con éste en su pelvis, todavía unidos de aquellas partes de sus anatomías. Sudorosos, agitados, ahogados en placer.

Minutos tuvieron que pasar antes de que ambos se recuperaran. Y cuando Kim se levantó, separándose de su amante, el semen que escurrió entre sus piernas le hizo sentir todavía más vergüenza, y le golpeó el pecho reclamándole su perversión.

— Lo siento, ya, no te enojes. No pude evitarlo, estabas tan adorable, Junsu ah.

— Tonto pervertido~. Ahora tengo que ducharme rápidamente~.

— ¿Te acompaño?

— ¡No~!

Pero claro, tuvieron que compartir la ducha, o no tendrían tiempo suficiente para adecentarse. La habitación de todas formas olía a sexo. Y cuando los señores Kim llegaron junto con JunHo, y la sorpresa. Park comprendió que el mundo era muy chiquito y que el karma existía. Porque su castigo por corromper inocentes jovencitos llegó de inmediato.

— ¿Hyung?

— ¿YooHwan? ¿Qué haces aquí?

La historia no fue demasiado larga, ni tampoco tan dramática –no ahí al menos–. El hermano menor del azabache resultó ser pareja del gemelo de su novio. Y habían vuelto a Seúl para quedarse. Los Park no intercambiaron demasiadas palabras, no eran muy unidos realmente, el mayor se había independizado a temprana edad y el vínculo con su familia en Virginia se había debilitado casi al punto de desaparecer. De hecho, a YooHwan lo había visto poco en los últimos años, fotos más que nada.


Recostados sobre el lecho, con la mirada en el techo. El sudor les cubría completamente la febril piel, sus sentidos estaban atontados por el reciente orgasmo. El condón que Park usara había sido dejado al descuido en el piso, y la esencia de Kim ensuciaba el vientre de ambos.

— ¿En la ducha? — El castaño dijo de pronto, sonriendo coqueto mientras se levanta y su S-Line es bañada por la luz que se cuela de la ciudad.

Todavía hela afuera, pero allí dentro, el incendio aún no se apagaba.

— Por supuesto, voy a ayudarte a dejar bien limpio ese sexy trasero tuyo, Junsu ah.

Reír y casi correr hasta la ducha, besarse, abrazarse.
Amarse.

Si seguimos en esta tontería
Seremos la comidilla de la ciudad,
Le diré al mundo que estoy enamorado en todo momento,
Abriremos las persianas porque realmente no nos importa.

La noche candente terminó entrada la madrugada. Cuando agotados y satisfechos cayeron en brazos de Morfeo y arroparon sus cuerpos con la piel del otro en un abrazo por demás íntimo.

Los primeros rayos de sol se colaron a temprana hora por la ventana, pasando apenas a través de las persianas cerradas. Park fue el primero en despertar, somnoliento y perezoso, se talló con una mano los ojos, apartando las molestas lagañas y bostezando. El peso extra en su brazo derecho pertenecía a su novio, el rostro del castaño descansaba sobre éste y parte de su pecho. Sus suaves ronquidos le acariciaban la piel, y el flequillo de mechones le hacía un poco de cosquillas.

— De verdad que eres hermoso, Junsu ah. — Susurra, atrapando un mechón del flequillo con sus dedos, moviéndose suavemente para mirarle de lado, procurando no interrumpir el sueño de su amante.

Kim ronroneó como auténtico minino, se acurrucó un poco más cerca y suspiró, abrazándole con recelo la cintura y enredando sus piernas con las ajenas. El azabache sonrió, acariciándole gentilmente el contorno del rostro, siguiendo la línea hasta su cuello y hombro. La respiración del castaño comenzó a alterarse, obviamente estaba perturbando su sueño. Park sonrió con travesura, y llevó su nariz a la ajena, rozándola con cariño, luego fueron sus labios los que rozaron los contrarios en varias ocasiones, hasta que Kim gimoteó casi ofendido por la interrupción de su descanso y dio media vuelta, apartándose de los cariños que su amante le proporcionaba.

— Ingrato. — Murmuró el mayor, aunque no había ni pizca de ofensa en su reclamo. Él sabe bien cuánto adora su novio descansar cuando puede hacerlo. 

Si es que él mismo adora descansar, pero cuando tiene a su novio en sus brazos, le vale más admirarlo que dormir unos cuantos minutos más. De alguna forma, a su edad el amor ganaba otras proporciones.

Le dejó ser durante largos minutos, resignándose a mirarle y esperar. De todas formas era mejor estar ahí a tener que abandonar el lecho. Afuera todavía estaba todo cubierto de nieve, y seguro en cuanto salieran del cobijo de las mantas, sentiría el frío.

— Ng. — Park gruñó, y repentinamente apretó el abrazo con su novio.

Kim sintió entonces la presión de aquellas tibias manos contra su vientre, abandonando ineludiblemente el mundo de los sueños, parpadeó varias veces antes de despertar un poco, bostezar y sonreír somnoliento.

— Buenos días, Yoochun ah~. — Saluda entonces, con la voz enronquecida por el estado amodorrado. Y por la forma en que gimió durante la noche, para qué negarlo.

— Buenos días, Junsu ah. — Corresponde, besándole corto los labios aunque el castaño reniegue y se cubra con las mantas. — Sí, sí. Aseo bucal antes que besos. Vamos entonces, de prisa, quiero besarte a mi antojo.

— Qué demandante tan temprano, Chun~.

— Es porque he estado aguantándome como por una hora.

— ¿Eh?

— Aunque me gusta mirarte dormir también.

— ¿Tanto llevas despierto?

— Bueno, quizá exageré un poco.

— ¡Me hubieras despertado~!

— No era necesario. Estabas muy lindo durmiendo. Y seguro que necesitabas descansar, anoche me pasé un poquito, creo.

Kim sonríe, con las mejillas adornadas de rubor al recordar la cantidad de cosas que hicieron esa noche, pero feliz.

— Estoy bien, lo disfruté muchísimo, Yoochun ah, porque hicimos el amor.

— Eso sin duda. Te amo, Junsu ah.

El castaño suspira, emocionado por la honestidad que destila la voz pastosa de su amante. Y se besan por encima de las mantas, antes de que finalmente ambos abandonen el lecho y se encierren en la ducha para asearse de pies a cabeza. Un beso, dos, y decenas más caen durante el proceso de ponerse guapos.

Al salir del departamento, se topan con algunos vecinos de Park. Algunas miradas caen en mal, los murmullos malintencionados hacen eco a sus espaldas. Al azabache no le importa, pero tampoco quiere exponer a su joven novio a habladurías. Ellos no solo son “amantes que follan”, son novios, un par de enamorados como cualesquier otra pareja.

— Imbéciles.

— No hagas caso, Yoochun ah.

— Me molesta que hablen de nosotros como si fuéramos unos pervertidos o degenerados.

El castaño miró a su novio, preocupado por su temperamento cuando le vio cerrar la puerta de su auto con brusquedad. No es que a él no le molesten esos comentarios, lo hacen y mucho. También le incomodan y le hacen sentir mal. Pero, cuando pensaba en que sus padres estaban de acuerdo con su relación sentimental con Park, todo aquello perdía peso.

— Ya sabes, Yoochun ah, pienso que la sociedad entera se puede ir a la mierda si quiere. Mientras seamos felices, y con la aprobación de mi familia, el resto realmente no me importa.

El azabache volvió la mirada hacia su amante. Honestamente sorprendido por la severidad de sus palabras, ya que generalmente era muy cuidadoso con sus expresiones. Era raro, muy raro escucharle hablar así. Pero le gustaba. La sonrisa en labios de Park se ensanchó, e infló pecho con orgullo.

— He aquí una de las miles y miles de razones por las que me encantas, Junsu ah.

Dice, empinándose por los labios del castaño con anhelo. Todo y que algunas personas iban pasando por ahí, rumbo a su automóvil en el parking del edificio. Les importó nada, se besaron como les gusta, lento, profundo y húmedo.


Durante al menos un par de meses después el administrador del edificio comenzó a dejarle avisos a Park de que moderara sus “actividades nocturnas” o se vería “obligado” en revocar su contrato.

— Debe ser cosa muy sabia del destino. No había adquirido un departamento propio porque no sentía necesidad. Ahora, con gusto buscaré junto a Junsu uno donde podamos vivir juntos.

Arrugando el papel que le habían dejado pegado a la puerta de su actual departamento, Park entró, completamente decidido a comenzar a empacar.

Ese fin de semana tenía cita con Junsu, para visitar algunos departamentos en venta. Park no se lo dijo sino hasta que se reunieron en un café cerca del primero que quería visitar.

— ¿Q-qué? ¿Quieres, que nos mudemos juntos? — Kim, quien ahora llevaba el cabello teñido de rubio, abrió los ojos de par en par, honestamente sorprendido.

— ¿No quieres?

— Bu-bueno, no es que no quiera. Es que, es un poco, repentino.

— Está bien. No voy a obligarte a tomar una decisión tan importante cuanto antes, pero, aún si no quieres mudarte conmigo ahora, quiero que me ayudes a elegir un departamento en el que, después, podamos vivir juntos, Junsu ah.

Kim boqueó como pez fuera del agua. Honestamente, eso simplemente sonaba a que le daría tiempo de pensarlo, pero que todavía esperaba que se mudara con él. Y no es que la idea no le agradase.

— ¿Junsu?

— Hace cinco meses que estamos saliendo. Se siente, un poco apresurado.

Park sonrió con un dejo de decepción. Él sabe que es apresurado, sobre todo para un jovencito de 24 años. También sabe que sus sentimientos son honestos, y profundos. Que no cambiará ese “te amo” en unos cuantos meses, ni un par de años o décadas. El azabache sabe que su amor por el castaño es ese tipo de sentimiento que solo está destinado a madurar y envejecer para toda la vida en su corazón.

— Está bien, no te sientas presionado. Miraré por mi cuenta después, ¿quieres hacer algo? Tienes el día libre del trabajo de todas formas, ¿no?

Kim se mordió el labio inferior. No se sentía cómodo ahora. De alguna manera, parecía que había rechazado a su novio en algo importante.

La tarde no fue del todo amena, Junsu se sentía culpable, y Yoochun no sabía cómo aligerar la tensión. De alguna forma, eran inexpertos en el mismo punto de la relación.


Hacía un mes que Park se había mudado a un departamento propio, en una zona residencial lo suficientemente amable y menos cerrada que su anterior residencia. Este complejo se sentía cálido, casi como un hogar. Pero, Kim aún no se ha quedado una sola noche. Y el azabache no quería presionarlo.

— Tampoco es que quiera dejar pasar la situación. Así que, aquí vamos. — Respirando profundamente un par de veces antes de entrar en el restaurante donde su novio trabaja, Park dio un paso adelante, hacia otra decisión importante en su vida.

Era como “ganar o morir”. Algo parecido.
El rubio le esperaba en una mesa, apuesto en un traje oscuro, es su 25 cumpleaños después de todo, y esa, la cena para celebrar.

— ¡Yoochun~! — Radiante, el rubio le saludó al verle, sonrojándose cuando vio ese ramo de rosas en la mano de su novio.

— ¡Feliz cumpleaños, Junsu! — Exclamó estrechándole en un cálido abrazo, besando dulcemente sus labios, extendiendo el ramo de rosas con una sonrisa cariñosa.

— Gracias~. Le pediré a Hayami-san ponerlas en agua cuanto antes~. Quiero que duren frescas muchos días~. — Dijo, oliendo el arreglo floral con un rostro lleno de felicidad.

La cena transcurrió tranquila, cómoda, felices los dos. Park sin embargo estaba nervioso, a punto de hacer algo que probablemente no resulte como espera. O tal vez sí.

Una canción sonó un poco más alto en el restaurante, Junsu la reconoció de inmediato. “Marry you” de Bruno Mars. El castaño abrió los ojos de par en par cuando Park se levantó, apartó la silla y se inclinó delante de su novio, apoyando el peso en una de sus rodillas, una cajita abierta en la palma de su mano izquierda, un anillo brillando en su interior.

— Junsu ah…

— ¡Sí~!

En efecto, Kim ni siquiera le había dado tiempo de decir nada. Pero Park no se quejó. Los besos con lágrimas de felicidad que el rubio le dio lo valían todo. Los comensales del restaurante miraron asombrados la escena, pero pronto una ola de aplausos sonó. En la puerta que da a las cocinas, Mokomichi miraba complacido la exitosa propuesta de matrimonio, su morocho novio chasqueaba la lengua a su lado, farfullaba algo y se internaba en las cocinas, dispuesto a robar algo de comida del chef Jaejoong. Aunque probablemente Yunho no se lo dejase fácil.

— Te amo, Junsu ah.

— Y yo, Yoochun ah. Te amo, muchísimo.

No nos importa el decoro,
Rompamos las reglas, ignoremos a la sociedad,
Quizá nuestros vecinos gusten espiar, es verdad,
¿Y qué si ellos miran cuando hacemos lo que hacemos?

Park Junsu.
Ese era su nombre ahora, ha pasado a formar parte del registro familiar de su esposo, por lo que el Kim ha quedado atrás. No hay ofensa en absoluto, ni para él ni para su familia. Es parte de las decisiones que ha tomado.

25 años, y felizmente casado. En el trabajo sus compañeros se burlan de él y su mirada soñadora, de que su esposo vaya y le recoja todas las noches, que en sus días libres le lleve de cita y que los mensajes no paren durante su jornada laboral. Le hacen burla por estar estúpidamente feliz y enamorado. A él, bueno, no le importa, porque son burlas amistosas, porque es un poco de envidia y otro tanto de buena intención.

La boda ha sido diferente, como todo lo que ha vivido con el azabache. Una ceremonia espiritual con familia y amigos cercanos. La noche de bodas, bueno, ya que las vacaciones no habían podido ser todavía, se han limitado a otra gran decisión. Vivir juntos, hasta ese gran día.

Yoochun vestía traje negro, Junsu blanco. Y le ha cargado en vilo mientras entraban a casa después del banquete en el restaurante de Mokomichi. Las cosas del menor, ahora con cabellos teñidos de un tierno rosado, habían llegado en el transcurso de la semana, y había dedicado sus momentos libres para acomodar todo. Sonriendo enamorado porque había notado que éste departamento había estado esperando por él todo ese tiempo. Los espacios para sus cosas estaban destinados previamente, como si el azabache los hubiera dejado vacíos a sabiendas de que tarde o temprano podrían compartir aquel techo al que llamar hogar.

— ¡Ups!

— No importa.

El peliteñido se excusó, luego de que al entrar, en medio de los apasionados besos que ya estaban compartiendo para iniciar su “noche de bodas”, hubiese botado un florero al piso, haciéndose pedazos. Al azabache aquello le importaba lo mismo que nada, mañana o pasado simplemente comprarían otro, lo que necesitaba con urgencia era hacer el amor con su esposo. Porque la sola idea de que lo sea, ya le tenía embobado y alucinando un placer diferente.

— Ngh~.

— Hueles a vainilla.

Los dientes del mayor tiraron del labio inferior de su esposo antes de correr cuesta abajo por el cuello y dejar mordiscos aquí y allá por la lechosa piel del menor. El saco blanco cedió primero su lugar, siendo olvidado en el respaldo del sofá en la estancia, camino a la habitación quedó el calzado de ambos, junto a las corbatas y el chaleco. Los elegantes trajes de novio estaban siendo reducidos a molestas prendas en su camino a la desnudez del otro.

— Estabas muy guapo, Yoochun, pero me encantas más cuando no llevas nada.

El peliteñido dijo, sonriendo coqueto, deshaciéndose de los pantalones de su esposo, tumbándole en el lecho y siguiéndole al sentarse a horcajadas en su regazo. El azabache le devolvió la sonrisa, delineando con sus dedos de pianista la silueta de su esposo, trazando con claridad la S-Line mientras sus bocas se unen y los besos compartidos suben de tono cada vez. El mayor se las ingenia para sacarle los pantalones a su esposo también, acariciando sinuosamente las torneadas piernas, los firmes glúteos.

Los jadeos comienzan a llenar la habitación, y el calor que emana del matrimonio sumirla en una atmósfera de pasión. Sus manos, habilidosas acarician la anatomía del otro con sinuosa intención, juguetean antes de entregarse al placer de la unión de sus cuerpos. Las cortinas están corridas y las puertecillas de la ventana abiertas de par en par; cualquiera podría mirarles desde los departamentos en los edificios contiguos.

El aire del verano es caliente, pero a ellos no les importa, tampoco encienden el aire acondicionado porque sencillamente, vale poco. Las luces de la ciudad están encendidas, y el sonido propio de ésta a esa hora de la noche, casi silencioso, pocos son los autos que pasan por la avenida, algunas sirenas a la distancia, maullidos de gatos y ladridos de perros. Los vecinos probablemente duermen.

Ellos hacen el amor.

— Necesitamos el lubricante, Junsu ah.

El azabache dice, y se deja hacer cuando le tumban del todo sobre la cama y el cuerpo de su esposo se estira a lo largo del suyo, rozándose de una forma deliciosa mientras alarga la mano y saca la botellita del cajón en la mesita de noche, junto a un condón. Cuando el peliteñido vuelve hacia atrás, aprovecha para besarle de nuevo, y dejar un camino húmedo de besos por el pecho de su esposo, mordiendo coqueto los pezones, acariciando los pectorales, rozando la entrepierna.

— Sí que lo necesitamos, Chun. Estás tan duro~.

— Claro que sí, me pones caliente, Junsu.

Se miran fijo a los ojos y después, el menor desliza la ropa interior de su esposo, descubriendo el erecto miembro, acariciándole con las yemas de sus dedos a lo largo, relamiéndose los labios.

— Mi esposo es un pervertido~. — Canturreó con rintintin, lamiendo travieso el tronco del azabache, chupando la punta fálica.

— ¡Mgh! Mi esposo es un diablillo vestido de ángel. — Aseguró, trazando la línea de su mentón, indicándole con la mirada que continúe.

Esa noche, gritaron de placer cuando alcanzaron el orgasmo. Gimieron como un par de locos mientras hacían el amor, yendo del lecho a la cocina y el sofá, terminando en la ducha con los primeros rayos de sol asomando en el horizonte. Se habían dedicado la noche entera a amarse de pies a cabeza. Al final se olvidaron de la protección o del pudor, y simplemente se habían entregado sin límites, desinteresados por lo que los vecinos pudieran decir.

Esa mañana durmieron cómodamente, abrazados el uno al otro bajo las mantas de seda que habían comprado para su primera noche juntos. Una colcha fina con un bordado en la parte inferior tenía en detalle escritos sus nombres. Y una copa de vino a medio tomar descansaba en la mesa del comedor, junto a dos copas vacías y la botella de lubricante en las mismas condiciones.

El departamento olía a sexo, a vainilla y colonia varonil. Una mezcla extraña que gustó al matrimonio mientras se entregan al amor.

Vamos al parque,
Quiero besarte bajo las estrellas…

Tres años casados.
El cumpleaños 39 de Yoochun.

Una cena en el restaurante de su amigo Hayami –sí, ya entraba en la categoría de amigos, después de todos esos años cómo si no, y en el paquete iban también ChangMin, su novio; además de Jaejoong y Yunho, otros felizmente casados–, un brindis con los amigos, una videollamada de YooHwan, anunciando su compromiso con JunHo. Al azabache en realidad le cae en gracia la noticia, les desea felicidad y decide terminar la velada con su esposo, caminando por que el parque.

Caminan abrazados de la cintura, coqueteándose sin reparo alguno, ajenos a las miradas o las habladas. Buenas o malas, les da lo mismo. Viven su vida a su manera. Se besan bajo un farol municipal y tararean una canción bailando sin música junto a una fuente.

— Yoochun ah, aún tengo un regalo que darte.

— ¿Otro? El reloj que me diste ya fue demasiado, Junsu ah.

El menor, que llevaba el color natural de su cabello, castaño oscuro, sonrió mientras negaba con la cabeza y le tomaba una mano llevándola a su vientre. El mayor le miró sin entender demasiado. Su esposo soltó una risita ladina y lo dijo en palabras.

— Seremos papás, Yoochun ah.

— ¡Oh cielos! ¡Qué felicidad, Junsu!

Besarle mucho, levantarle en vilo y dar vueltas. Volver a besarle, gritar a los cuatro vientos que le ama, que será papá. Que le ama de nuevo. Que todo es felicidad.

Y marcar esa noche, una página más en su libro de vida.
El que lleva escritas palabras con tinta de amor.


FIN




2 comentarios:

  1. Simplemente hermoso y fabuloso, nada mas que decir *0*

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  2. Creo que cuando leo tus historias, lo único que puedo escribir es hermoso y perfecto!!

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Disculpen las molestias, pero se eliminaran los comentarios con contenido de otras parajes fuera de las que se abordan en este blog, esperamos su comprensión