viernes, 17 de febrero de 2017

YooSu Porn Time. Oneshot.



Título: ¡YooSu Porn Time!
Autora: Felina
Pareja: YooSu
Género: Romance
Clasificación: NC-18

~*~*~


Cuando Junsu quería, su lado pervertido –ese “entrenado” y explotado por Yoochun– tomaba control de la situación. Claro, no es que a menudo saliese a flote ese lado suyo, porque si lo hacía, probablemente Park estaría un poquito más loco por el dulce muchachito de personalidad hiperactiva y alegre. Bueno, aunque él es víctima de la locura de amor por su novio, así que no hay demasiada diferencia. Pero bien, volviendo al tema original, Junsu hoy se sentía con ganas de ser coqueto, de tomar un poquito el control.

Ha preparado todo para la ocasión, en cuanto su novio llegue, le producirá un orgasmo visual. No, no es que lleve alguna prenda en particular para resaltar su sensualidad, de hecho, no lleva más que una prenda, le esperará prácticamente al desnudo. El negligé de color vino tinto caía asimétrico dibujando con sutil sensualidad su delicada figura. Debajo, una tanga masculina que al frente solo tenía la tela suficiente para “ocultar” el miembro, mientras que por detrás las dos tiras de fina tela bordeaban las torneadas nalgas y culminaban con un coqueto moño que caía justo al medio del trasero. Su cabello teñido de un color llamativo estaba desordenado, y se había maquillado con el efecto Drácula, siguiendo celosamente las indicaciones de sus maquillistas y estilistas. Aunque supone un secreto su relación con Park, sus más cercanos amigos estaban al tanto y hacían lo posible por echarle una mano cuando lo requería. Hoy Junsu quería darle aquella sorpresa a su novio por una sencilla razón, arrancar el año diferente, amorosos pero salvajes. O algo parecido.

— Por qué estoy tan nervioso~ debo relajarme, mi Chunnie debe estar por llegar.

Cinco minutos después, Park entraba al departamento de su novio con una sonrisa eufórica en los labios, no podía evitar estar emocionado por la sorpresa que Kim le ha preparado. El recibidor estaba oscuro, pero en el pasillo de la estancia y el camino a la habitación principal estaba alumbrado por velas rojas en forma de flores, pétalos carmín de rosas estaban desperdigados por todo el sendero. La puerta de la habitación entreabierta dejaba escapar un aroma que no reconocía, pero era agradable a su nariz, algo dulce pero no empalagoso, y fresco, pero sin opacar el ingrediente principal. El peliazabache entró con cuidado, abriendo lentamente la puerta fue viendo el interior de la habitación. Aquí y allá había más velas como las anteriores, con algunos pétalos a su alrededor, las lámparas a cada lado de la cama estaban cubiertas por bufandas de seda color rojizo. Las mantas de la cama eran de terciopelo rojo sangre, almohadas blancas a juego con las sábanas del interior. Y ahí, recostado en una pose sumamente sensual, dejando ver la perfecta S-Line de su figura, Junsu le sonreía invitándole al pecado.

~*~

Yoochun tragó hondo, jadeó involuntariamente cuando el peliteñido se relamió los labios en un gesto por demás sensual. A la vez, Junsu se irguió, quedando de rodillas sobre la cama, mostrando de frente su vestimenta. Obviamente, al peliazabache le palpitó la anatomía entre las piernas. Descalzo, Junsu puso pronto los pies sobre la alfombra, y caminó dos, tres, cuatro pasos con postura elegante, provocativa, dando media vuelta para que su amante pudiese verle por detrás. A Yoochun casi le da un orgasmo al ver aquellas nalgas firmes alzarse en el trasero de su amante, y ese moño coqueto caer lánguido en el medio. Inconscientemente estiró la mano, alcanzando las tiras de tela con la intención de jalar y deshacer el moño, pero el menor se alejó nuevamente un paso, con una sonrisa cantarina y una mirada lasciva. Chasqueó la lengua y agitó el anular diciendo “no” hacia la intención del mayor.

― No seas apresurado, Yoochunnie~… ― Sonreír coqueto y ser él quien se acerca sigiloso, con aires felinos.

Posar sus manos en el pecho del azabache y subir lentamente hasta los anchos hombros, empinarse y besarle apenas superficial, un roce de labios que Yoochun siente en todo el cuerpo como una corriente eléctrica de excitación, bufando cuando Junsu se aleja con el mismo roce por la piel de su cuello, sacando apenas la lengua para dejarle sentir su caliente humedad contra la manzana de adán, la que atrapa con los dientes presionando apenas lo suficiente para notar como en acto reflejo, sube y baja al tragar saliva.

Las manos de Yoochun se cerraron automáticamente en la cintura de Junsu, atrayéndole hasta dejar sus cuerpos completamente pegados. Su miembro pinchó contra la pelvis del peliteñido, sintiéndole en sus mismas condiciones. La lengua de Junsu ya se estaba ensañando contra su lóbulo, cuando Yoochun olfateó su cabello y dirigió su rostro hacia la línea del cuello de su amante, buscando besarle o lamer. Al mismo tiempo, sus manos se han deslizado por la espalda, delineando la espina dorsal y siguiendo el camino hasta el coxis, hasta los desnudos glúteos que apretó a la vez que aspiraba el perfume de Junsu y se sentía loco de deseo.

― Manos quietas, Yoochunnie~, todavía no, travieso.

― ¿Travieso yo? Eres tú quien me está excitando y solo quiere restringirme. Quiero lanzarte a la cama y enterrarme profundo en ti, baby… ― Su voz pastosa, algo más ronca y varonil, sedujo el oído del peliteñido, crispándole el vello y pinchando directamente en su entrepierna.

― Calma, lobo, ya llegaremos a eso. Ahora, ven y consiénteme, Chunnie~. 

Junsu le invitó con sensualidad, se sacó lentamente el negligé, dejando la bata de fina seda caer en la alfombra, luego trepó en la cama con movimientos felinos, recargándose en el respaldo y posando para Yoochun en una lasciva invitación, con las piernas abiertas y deslizando la tela que cubría su falo. El peliazabache sintió otro pinchazo al verle así, su propia erección comenzaba a ser incómoda apretada dentro de sus pantalones, pero se controlaría, vería hasta dónde Junsu llevaría este juego de seducción y placer. Así que se acercó, trepó en la cama y se perfiló entre las piernas de su amante, observando cómo lentamente Junsu pasaba sus dedos por su propio pene. La discreta mata de vello púbico en la base dejaba entrever la depilación que el peliteñido se había realizado con esmero, una línea delgada del mismo vello descendía desde su ombligo y partía su vientre por la mitad, la nívea piel se le antojaba deliciosa, fresca, lechosa.

― Yoochunnie, chúpame… ― Jadeó el peliteñido, abriendo un poco más sus piernas y dejando de tocarse a sí mismo. Desvió apenas un poco su mirada de los profundos ojos negros a la entrepierna del azabache. Sonrió juguetón cuando vio el prominente bulto bajo los pantalones. Pero todavía no le probaría, todavía no.

― Hoy quieres “mandar”, eh.

― Y vas a dejarme, ¿cierto, mi coqueto ratoncito pervertido?

― Lo que quieras, baby. Estoy para complacer todos tus deseos.

Aseguró, y pronto la mata azabache se perdió en la pelvis del menor. Yoochun no le tragó de inmediato, se dio su tiempo para lamer lentamente la extensión de Junsu, enredando la lengua en la punta fálica, pasándola también por la hendidura, jugando con sus dedos en los testículos.

― Nghh~ oh sí, Chunnie~, ngh.

Los gemidos de Junsu comenzaron a sonar de inmediato. Y la temperatura dentro de aquella habitación pronto se elevó varios grados. Yoochun sintió los dedos de su amante perderse entre sus cabellos, luego instó otro ritmo empujándole la cabeza. Fue entonces que el peliazabache finalmente lo tragó, sus labios rodearon el falo del peliteñido desde la cabeza y descendieron hasta la base, sintiéndole abrirse camino en su garganta. Por acto reflejo Yoochun produjo más saliva, y conforme sus succiones aumentaron, también la caliente humedad que envolvía el falo de Junsu.

― ¡Ahh~ dios, sí! ¡Más, Chunnie nghh, más!

Demandante, Junsu se mordió los labios, entrecerró los ojos y se entregó al placer, dejando que esas sensaciones se apropiaran de todos sus sentidos. Yoochun presionó sus labios al llegar a la base, y subió con aquella fuerza hasta la punta, notando finalmente el sabor del líquido presemen impregnársele en las mejillas internas. Un chasquido húmedo sonó cuando liberó la erección de Junsu, solo para dedicar las atenciones de su boca a los testículos e ingle del menor, mordiéndole, chupándole, dejándole marcas en la piel. La diestra mantenía presión en la base, evitando que pudiera correrse. Unos instantes después volvió a tragarle, dispuesto a beber hasta la última gota de semen.

― ¡Nghh~! ¡No, Yoochunnie, aparta! ¡Apártate~! ¡Mghh!

― ¡Ng, Su!

El último gemido de Junsu, y el reclamo de Yoochun sonaron al mismo tiempo. A saber, Junsu había tirado con fuerza de sus cabellos para alejarle, lo que le había provocado un dejo de frustración al azabache, y un segundo después el semen del peliteñido había salido disparado directamente a su rostro, ensuciándole. Junsu jadeaba con una sonrisita traviesa, su flácido miembro liberado descansó contra la ingle. Yoochun tenía una ceja elevada.

― ¿Querías venirte en mi cara, baby?

― Sí~ se ve tan sexy en los videos que ChangMin ve~.

― Te he dicho que no mires porno con ese idiota.

― No seas celoso~ es educación sexual.

Yoochun gruñó, anhelando de pronto tirar de los tobillos de Junsu y enterrarse sin más en él. Pero nuevamente, debía controlarse. Junsu sonrió, casi como si pudiera leerle el pensamiento, echó el cuerpo al frente y con sensuales lamidas fue retirando su semilla del rostro de Yoochun, besándole al final fogosamente. Y cuando el azabache reaccionó de nuevo, sus muñecas ya habían sido capturadas por esposas a cada lado del respaldo de la cama.

― ¿Su?

― Todavía no termino, Chun… ― Respondió coqueto, sentándose en el vientre del mayor.

~*~

Limitado de movimiento, el peliazabache comenzó a sudar por la excitación sufrible entre sus piernas. Y es que Junsu, no conforme con haberle esposado justo cuando él estaba en el límite, se encontraba ahí, sentado en su vientre, postura que favorecía ciertos niveles de contacto físico, como el falo del peliteñido rozándole la piel entre el torso y su abdomen después de haberle abierto la camiseta. Mientras que la parte inferior de su cintura aún llevaba los pantalones que, sinceramente, estaban odiando como nunca en ese momento.

― ¿Qué pasa, Chunnie? ¿Duele aquí? ― Coqueto, Junsu llevó una mano hacia atrás, palpando la prominente erección bajo los pantalones de su novio.

― Mgh, Su baby, ¿cuánto más vas a jugar conmigo? ― El peliazabache gimió lanzando un gruñido, alzando la pelvis con la intención de tener mayor contacto con la mano que rozaba su entrepierna.

― No estoy jugando~ qué mal que pienses así de mí Chun… ― Dijo, alzando los labios en un puchero. Que, con el maquillaje estilo Drácula le daba un efecto siniestramente encantador.

Park gruñó excitado, mordiéndose los labios para no acusarle de ser un pequeño diablillo jugando con sus sentidos. Junsu, conociendo las reacciones de su amante, sonrió ladino y luego, con una habilidad que Yoochun no le había conocido a tal punto, deshizo el cinto y se abrió camino entre los pantalones del azabache, frotando toda la palma de su mano contra el falo erecto. Al mismo tiempo, sin despegar la mirada de su amante, el peliteñido llevó un dedo a su boca, mordiendo primero la punta falange, y metiéndolo lentamente en su cavidad. Yoochun sintió otro pinchazo de excitación al verle así, tan erótico, que sus gemidos sonaron como ásperos gruñidos en un acantilado haciendo eco. Junsu comenzó a jugar con su propio dígito, sacándolo y metiéndolo de su boca mientras su otra mano seguía friccionando el pene del peliazabache, notando la ropa interior húmeda para entonces, probablemente porque exudaba ya el líquido presemen. El menor se sintió orgulloso de sí mismo, de llevar a ese nivel de excitación a su hombre sin tener que usar más que la visión erótica de su natural sensualidad.

― Mghh, Su ah.

― ¿Quieres penetrarme, Chun?

― ¡Joder, sí! Déjame, vamos baby, compláceme… ― Suplicó, tirando inútilmente de sus manos, escuchando con frustración el sonido metálico de las esposas impidiéndole cualquier movimiento.

― Chun, te ves tan sexy desesperado… ― Añadió con una sonrisita, dejando tranquilo su dígito, pero suplantando la ocupación de su boca en algo más.

Expresamente, el pecho de su amante. Junsu se inclinó, sin abandonar la tarea que su mano realiza sobre el falo de Yoochun, pero sin llegar a tocarle directamente, con el morbo de hacerle correrse en su ropa interior bailándole en el pensamiento. La boca del peliteñido tomó primero un pezón, saboreando los jadeos roncos que su amante dejó escapar, succionó y lamió con paciencia, luego mordisqueó el ajeno, y continuó de esa manera por minutos. Luego su lengua tomó otro camino, subiendo por el costado hacia la axila del peliazabache, lamiendo cada línea que se formaba ahí entre los músculos.

― ¡Ngh, joder! ― Yoochun gimió, y es que rara vez se exploraban aquellos sitios anatómicos. Sin embargo, era extrañamente placentero, le daba un poco de cosquillas, pero sobre todo sentía corrientes de placer atacarle el bajo vientre, justo donde podía sentir los redondos glúteos de su amante… ― ¡Junsu ah! 

Gimió, sin reclamar exactamente que el menor le permitiese el placer de su interior. El peliteñido se alejó, apartó su mano de la pelvis ajena y se deslizó hacia ella, cambiando entonces la fricción por la de su trasero, moviéndose adelante y atrás, en círculos y hasta botando suavemente, apoyando sus manos en el marcado vientre del mayor.

― ¡Oh, mierda! ¡Nghh, mgh! ― Yoochun gimió alto y ronco, entrecerrando los ojos ahogado en placer, embistiendo el trasero de Junsu aunque no estuviese dentro de él y la molesta tela de su ropa interior le impidiera el contacto de su caliente piel.

Luego de un momento a otro sintió tenso todo su cuerpo, gimió tan ronco que sintió que se lastimaba la garganta y al segundo, mojó su ropa interior. Tan vergonzosamente delicioso, que mandó al carajo la sensación sutil de su orgullo herido al correrse en su ropa. Junsu reía ladino, y se apartaba elevando su cadera, apoyándose entonces con sus rodillas a cada lado de la cintura de Yoochun, empinándose para besarle, caliente, fogoso, húmedo. La lucha de sus lenguas fue larga, sin tregua, mordiéndose los labios y chocando los dientes, Junsu se retiró chupando la lengua de Yoochun como si fuera un caramelo. Dejándole algo de su maquillaje en el acto, ensuciando los labios del peliazabache, desordenando el suyo.

Con una lamida a lo largo del cuello del peliazabache, el menor finalmente se deslizó hacia atrás para sacarle la ropa, pantalones y ropa interior. La pelvis de Yoochun estaba pegajosa y caliente debido a su semilla, y aún había rastros de ésta en su falo, el que Junsu admiró con ganas de hacerle una foto, y sobre el que sopló su cálido aliento, sonriendo casi infantil al verle estremecerse.

― Baby… ― Yoochun jadeó con tono de advertencia, como si de hecho estuviera demandando un poco más de atención.

― ¿Puedes soportarlo un poco más, Chun? ― Cuestionó, trepando nuevamente al vientre de su amante, estirando las manos para rozar las muñecas del mayor, sonriendo con un dejo de disculpa pues ahora se veían unas marcas ligeramente rojizas.

― Hazlo, cumple todas tus fantasías planeadas para mí, Junsu ah. Soy tuyo, y me encanta cuando te pones así… ― El peliazabache dijo con su voz varonil, con las pupilas ónix tan salvajemente arrebatadoras que Junsu jadeó excitado.

Volvió a besarle y luego se acercó mucho más, arrodillado bajo las axilas de Yoochun su falo quedaba a la altura suficiente de su rostro como para que le hiciese felación. Y por supuesto, Park le complacería.

~*~

― ¡Ngh~! ― Junsu gimió áspero, sintiendo que le temblaban incluso las rodillas cuando Yoochun lamió la punta de su falo con una mirada llena de lujuria, olfateando su sexo y luego chupando nuevamente la cabeza.

El peliteñido apoyó sus manos en el muro, evitando apenas consciente de su propia calentura, llevarlas a la cabeza del peliazabache e imponerle otro ritmo o embestir contra su boca. Esa que caliente y mojada le recibía gustosa hasta el fondo de su garganta. Junsu se mordió los labios, arruinando de paso otro poco el maquillaje, pero importando poco cuán sucia pudiera quedar su cara después de la noche de sexo que estaba teniendo tan a su antojo con Yoochun, que, aunque podía dar la impresión de comportarse demasiado “sumiso”, simplemente le estaba consintiendo como de costumbre. Porque así es Park Yoochun con Kim Junsu incluso en la intimidad, dejándole ser a su manera, cumpliendo incluso estas fantasías tan llenas de una pasión que el menor cotidianamente no exploraba.

Park maldijo con un gruñido excitado cuando el escozor de las esposas le recordó miserablemente su poca movilidad, pues deseaba poder rodear con sus dedos aquel tronco caliente que seguía succionando con diestra, también se le antojaba jugar nuevamente con los testículos; pero, sobre todo, deseaba poder apretar el trasero de su amante, palmearle las nalgas antes de abrírselas y mimar su orificio, lamerle, llenarle de saliva y profanarle lentamente con sus dedos para prepararle.

― ¡Mgh, Chun~! ― De repente Junsu se apartó, el sonido húmedo de la boca de Yoochun al soltarle fue lo suficientemente erótico como para que el calor en la habitación aumentase otros grados a ser posible.

El peliazabache se relamió los labios y tragó saliva, llevándose el sabor agridulce del pene de su amante hasta el estómago.

― ¿Qué sucede, baby? ― Preguntó, mirándole con una sonrisa siniestra que al menor le produjo un curioso rubor en las mejillas.

― No quiero terminar todavía, y tú casi me comes~.

― Es lo que quiero, devorarte.

  Pero tú me devoras siempre, yo también quiero… ― Dijo, sensual, insinuante, lascivo.

Como si el personaje de un íncubo (aunque sátiro encajase mejor con su fisiología, no así con su carácter) se hubiese encarnado en él, Junsu se deslizó nuevamente hacia abajo, hasta recostarse entre las piernas de Yoochun, obligándole a flexionar las rodillas mientras él le lamía lentamente la línea desde el coxis hasta los testículos, mordiendo luego estos. Dejando cortos besos a lo largo del tronco, sonriendo ladino cuando le vio ganar tamaño en un santiamén y la respiración del peliazabache volverse errática otra vez. Junsu entrecerró los ojos, haciendo un anillo con sus dedos rodeó la base del miembro de su novio, mientras su lengua le lamía como si de un dulce se tratara, haciendo ese movimiento tan suyo y que toda persona le conoce, sacando la lengua y abriendo la boca antes de meter el pene en ella, chupando y repitiendo la acción al sacar el falo completamente.

― ¡Mgh, mierda! ― Yoochun gimoteó sudoroso, encontrando demasiado erótica aquella visión, sabiendo que nunca más en la vida podría ver a Junsu comer helado sin acordarse expresamente de éste momento... ― Joder, joder, quiero enterrarme tan duro en ti Junsu, que tengas un orgasmo solo con sentirme dentro… ― Pensaba, algo frustrado por no poder cumplir su deseo, pero no menos jadeoso por las corrientes eléctricas de placer que seguían golpeando su ingle.

Junsu levantó los párpados para verle bien, sonriendo con “la boca llena” cuando le encontró tembloroso, tirando inconscientemente de sus manos y siendo él quien embiste su boca al agitar la cadera hacia adelante. Cuando el peliteñido le sintió completamente duro y caliente en su boca, se apartó, lamiendo juguetón la abertura de la cabeza fálica antes de trepar por el sendero de vello que ascendía desde el pubis hasta el ombligo. Besándole casto los pectorales, pellizcando sus pezones al mismo tiempo que ataca de nuevo su manzana de adán con una mordida que hace gemir mucho más ronco al peliazabache, seguro de que sus dientes sí que dejarán una violácea marca para la mañana siguiente.

Y finalmente ese beso apasionado, caliente y lujurioso, saliva y deseo yendo de una boca a otra, lenguas implacables echando el pulso de su vida en la cavidad ajena.

Ahí, con su trasero rozando el falo del mayor, Junsu finalmente liberó la diestra de Yoochun, dejándole la llave de la contraria en la palma, invirtiendo rápidamente la posición de manera que quedó cruzado en relación al cuerpo de su novio. Su rostro estaba frente al pene del azabache, mientras que su trasero estaba a la altura del rostro de un Yoochun que no dudó en lamerle los testículos y la línea que subía hasta su cavidad anal. En tanto, se las ingenió para con una sola mano soltar la contraria. Libre al fin de moverse a su antojo, Park apretujó el trasero de Junsu mordisqueándole las redondeadas nalgas, resoplando cegado de placer.

Junsu reía entre divertido y nervioso, sabe que ha provocado por demasiado tiempo a su hombre. Esto no podía terminar ahí. Yoochun separó los glúteos con sus manos, lamiendo directamente el orificio anal, en tanto sus gemidos roncos venían producto de su anhelo y la excitación que su amante atendía al sur de su ombligo, lamiéndole y masturbándole con la mano. Nada de boca ya, ambos deseaban correrse la siguiente vez siendo uno. Pronto la lengua de Yoochun se abrió paso en la entrada de Junsu, y al músculo le siguieron dos dígitos, que sin miramientos empujaron contra la fuerza de los anillos internos dilatándole en brevedad.

― ¡Uohh~! ¡Yoochun~!

La penetración había llegado de una, casi sin aviso y tomándole absolutamente desprevenido. Junsu simplemente sintió ser empujado de espaldas al colchón y luego sus tobillos sujetados con fuerza, tirando de ellos y el pene de Yoochun clavándose certero en su interior. Un par de lágrimas rodaron por sus mejillas, gotas saladas que el peliazabache lamió con fervor.

― ¿Estás bien?

― S-sí, solo déjame recuperar el aliento, mi Chunnie pervertido~. Todavía no terminamos, ¿verdad?

― Ni de cerca, baby. Ni de cerca… ― Promete y comienza a moverse.

Nada lento, nada suave, nada considerado. Salvaje, deseoso, caliente. Junsu no renegó, se aferró a los musculosos brazos de Yoochun. Este sexo era solo otra forma de hacer el amor.

~*~

Park se detuvo justo cuando estaba profundamente insertado en Junsu, sonrió lascivo y se quedó quieto unos instantes. No era que se hubiese agotado, o que alguno de los dos estuviera cerca del orgasmo. No, ese era el momento exacto en que el menor cruzaba la línea del placer carnal, al placer emocional. Y quería hacerlo sufrir un poco, solo un poco por todo el tiempo que le hizo esperar para poder hacerle suyo.

El peliteñido respiraba laboriosamente, y su mirada lacrimosa estaba pegada a los lujuriosos ojos negros de su amante. Comprende que se está “cobrando” el tiempo en “stand by”. Intenta aliviar un poco su desesperación por placer tocándose, pero el peliazabache ni siquiera necesita mover un músculo, su sola mirada y ese gruñido de advertencia le son suficientes para saber que, aún sin esposas, él también está imposibilitado de movimiento hasta que Yoochun diga lo contrario.

― Yoochunnie~ vamos cariño, muévete~ ― Jadeó con tono sexy, intentando provocar la libido de su amante. Aunque si era honesto consigo mismo, el peliazabache no necesitaba más incentivo, estaba más que excitado, pero también tenía su “tonto” orgullo seme.

― Jugaste conmigo, ahora te devuelvo el favor, baby… ― Asegura con una sonrisilla engreída, se relame los labios y luego escupe un poco de saliva en la palma de su mano.

La diestra bajo y envuelve el falo del menor, la caliente sensación de su saliva le produce escalofríos de placer al peliteñido, pero, aunque aquello se siente bien, no es suficiente. El pedazo de carne insertado en su cavidad anal es mucho más satisfactorio, y no se digna en moverse. Un puchero adornó sus labios, y su ceño curiosamente fruncido marcó el mohín de disgusto en su bonita cara manchada por el maquillaje que, a esas alturas, era más que embadurnadas oscuras en tono carmín y negro. Yoochun solo podía pensar que Junsu era erótico como quiera que lo mirase. Y saber que es por él que el perfecto maquillaje de Drácula se corrió, le ponía un poquito más de humor.

― Ngh, Junsu... ― El jadeo ronco sonó sin embargo a advertencia.

Y es que el peliteñido ha contraído su ano, apresando un poco más el ya henchido miembro de su amante enterrado en su interior.

― Muévete~ por favor mi amor~. Anda, lo quieres, ¿verdad? ― Insistió, algo más coqueto y sensual, moviéndose con la cautela de un felino al acecho. Agitando la cadera un poco al frente, un poco atrás, usando sus piernas para rozar los muslos del azabache, acariciando con sus manos los amplios hombros, los marcados pectorales.

― ¡Mierda! ― Yoochun maldijo sin reparo, alzando la cadera de su novio con el impulso de sus manos, prologando la profunda penetración unos segundos más, antes de salir y empujar de nuevo.

Una, y otra, y otra vez. Cada embestida era tan profunda y poderosa como la anterior, y mandaba chispazos eléctricos por toda la columna del menor, haciéndole gemir de placer, entrecerrar los ojos y apretar las sábanas blancas entre el desorden que era su lecho ya. Park volvió abajo, sus rodillas bien abiertas, el trasero de Junsu calzando perfecto en el ángulo que marcaba su anatomía. Los glúteos del peliteñido chocaban contra las ingles del azabache, y el jugoso sonido de sus estocadas era el coro del concierto de gemidos que ambos lanzaban al aire caliente de la habitación.

― ¡Ahh~ Chunnie~! ¡Más, más Chun~!

Pedir sin tregua y dejarse hacer. Seguir los movimientos casi acrobáticos que el peliazabache le instaba a realizar, manejándose con una elasticidad que, hace tiempo comprendió, agradece a su anatomía flexible. Porque Yoochun se impulsa de nuevo y con la fuerza de sus muslos le empuja hacia arriba, le sujeta los tobillos y los lleva a la altura de sus propios hombros. Junsu no recuerda haber arqueado de esa manera la espalda en ninguna otra experiencia de su vida, salvo la intimidad con Yoochun. El placer era exquisito, la profunda sensación del pene del azabache tocándole las fibras calientes de sus anillos internos con fuerza, con rapidez, con lujuria.

― ¡Mgh, baby! ¡Joder, yes!

Sentirse tan caliente que el orgasmo podría anunciarse en cualquier momento, pero decidir que no quiere alcanzarlo todavía y retroceder, soltar los tobillos de Junsu y verle volver lentamente a la postura inicial sin parar de gemir, de cerrar los ojos y tomar de tanto en tanto grandes bocanadas de aire. El chasquido mojado de sus cuerpos unidos le vuelve un poco más loco de placer. Y luego de pronto, detenerse por completo otra vez, saliendo de un Junsu contrariado que jadea con el rostro perlado en sudor y la piel de toda su figura teñida de rubor.

El falo de Yoochun palpita, se agita casi como si fuese capaz de reclamar la ausencia de aquel cálido y apretado pasaje. El peliazabache se masajea con la diestra para aliviar la excitación, Junsu le mira expectante, casi sumiso a sus movimientos. No intenta tocarse aunque duele un poco. Es entonces cuando el peliteñido es consciente del nudo que ata la base de su falo. No sabe en qué momento Yoochun ató su propia ropa interior en su erección. ¿Fue acaso cuando en vilo su trasero estuvo completamente a su merced? Sí, Junsu podría asegurarlo, aunque de momento solo pudiese memorar el placer y la voz de su amante gimiendo como lobo a la luna llena.

Park se sentó donde instantes atrás estuviera esposado, de espaldas al respaldo de la cama, extendió las piernas y sonrió pícaro.

― Te gusta montar, ¿verdad, baby? Ven, móntame… ― Ordenó con voz profunda.

Y Junsu no dudó en ir y sentarse en la pelvis de su amante. Pero antes de que el falo de Yoochun pudiera hacerle temblar de gozo, el peliazabache le indicó hacerlo de espaldas a él.

― Muéstrame ese trasero tuyo tan sexy, baby… ― Sonrió, palmeando las firmes nalgas cuando el peliteñido se agachó dándole la espalda, perfilándose contra su erecto miembro.

― ¡Ngh~ Chun~! ― Y comenzar a subir y bajar, botando arriba y abajo sobre el pene del peliazabache.

Gozando en grande cada sensación de penetración, del roce de carne contra carne caliente, húmeda, excitada. Junsu siente la boca resaca, comienza a escocerle la garganta de tanto gemir, la saliva se siente demasiado caliente cuando traga, y sus pulmones no logran calibrar el ritmo de respiración. Se le agita el pulso, enloquece, se desespera por sed y placer. El sudor le nubla la vista, sus labios duelen por la fuerza con que los muerde inconscientemente, por la cantidad de besos ardientes que recibe de su amante. Quiere terminar, necesita el orgasmo, el nudo en su pene duele. Y él suplica con voz aguda llegar a su final.

Park le acaricia la espalda, le lame en todas partes a su alcance, le muerde aquí y allá sin miramientos. Luego de pronto le empuja de nuevo, de aquella manera Junsu queda a cuatro sobre su lecho, y Yoochun embiste con perversa ansiedad. El orgasmo está cerca, sus dedos se mueven sigilosos bajo el pecho del menor, se deslizan por su vientre hasta la pelvis, deshace el nudo con facilidad y lo siente. Junsu explota, y al hacerlo contrae su interior con una fuerza que consigue exprimir el falo de Yoochun haciéndole terminar casi al mismo tiempo.

Ambos caen sobre la cama, Yoochun ha rodado a su lado, respiran tan agitados que casi parece que les dará taquicardia, o algo. Las palabras no salen, la euforia del encuentro les ha dejado la garganta seca, el cerebro trabado, los sentidos embotados.

― Traeré agua, porque todavía no termino contigo, Junsu ah… ― Sonríe perverso, y tras besarle llevándose el raquítico aliento de su amante, Yoochun abandona el lecho. La cocina es su destino, una botella de agua para compartir.

Y esperar, porque la noche es joven. Y a ninguno le importa el mañana.

~*~

Después de hidratarse, ninguno tiene recato en continuar con los besos y las caricias, con el juego de seducción que Junsu iniciara antes. Excepto que esa vez, Yoochun ha tomado las riendas de la situación. Los dos cuerpos aún están febriles, el deseo no se ha extinto y todavía queda mucha pasión para desbordar. Sobre el lecho, Junsu está de rodillas dándole la espalda a Yoochun, cuyo pecho y pelvis le rozan la silueta, compartiendo el calor y más de los mismos lujuriosos besos. Saliva y sudor se mezclan en páramos de piel que ninguno se cansa de explorar. Los brazos del peliteñido se extienden hacia atrás, rodeando el cuello de Yoochun mientras su rostro ligeramente virado es absorbido por la libido en los ónix de su amante, chupa su lengua y luego le besa, lo domina sin tregua.

En aquella postura, las manos de Yoochun tienen toda la libertad de tocarle a su antojo, con sus manos al frente acaricia el pecho del menor, pellizca sus pezones y palpa cada centímetro de piel hacia el sur, le toca los muslos y rodea furtivamente la despierta erección. Junsu gimotea, y mueve su cadera friccionándose deliberadamente contra la pelvis de su novio, que detrás suyo le deja ser, notando cómo el tronco caliente le palpita de excitación y se roza contra los redondeados glúteos. Esos que no duda en estrujarle, colando dos dígitos entre ellos y entrando en el pasaje que aún tiene rastros de su semilla.

― Sigues dilatado, baby… ― Gimió con esa voz tan suya, tan varonil y sexy.

― Porque quiero que me lo des otra vez, Chun~ ― Jadea coqueto, mirándole de reojo y lamiéndose el labio inferior, ofreciéndole luego ese músculo rugoso que el peliazabache no duda en tomar con su boca, llevando la lengua de su amante hasta la suya, chupándola y arrancándole más de esos amortiguados jadeos de placer.

― Voy a cogerte tanto esta noche, que mañana no te vas a poder incorporar, Junsu ah.

― Oh, ¿realmente? Porque quiero eso, Yoochunnie~ dámelo fuerte, amor~.

El mayor llevó sus manos a la cintura de su novio, presionó los costados de ésta mientras frotaba su miembro contra el trasero, luego las llevó a las nalgas, separándolas y perfilando su hombría en aquel pasaje que, aunque un poco más estrecho que hace unos minutos, aún era capaz de recibirle sin mayor preparación –como si no le hubiese embestido antes con la suficiente salvajez como para tener consideración ahora–. Yoochun penetró lento, gimiendo gutural en el oído de un Junsu que jadeaba extasiado y sentía que le temblaban las rodillas, yéndose involuntariamente al frente, apoyando las manos sobre la cama otra vez. El peliazabache embistió unas cuantas veces, y más tarde rodeó con la diestra el vientre del menor instándole a erguirse.

― Ngh~ así mi ratón pervertido~ me gusta cuando la metes hasta el fondo~.

― Yo tengo a un delfín lujurioso entre mis brazos, y la próxima vez voy a grabarnos y mostrarte lo pervertido que eres también cuando te follo.

El peliteñido soltó una sonrisita, luego arqueó la espalda porque el peliazabache empujó con fuerza su pelvis entrando profundamente en él.

― Me pone cuando me hablas así, Chun~.

― Deja de provocarme, joder.

Así, ambos de rodillas, pecho contra espalda, Yoochun y Junsu sincronizaron sus movimientos. Mientras la pelvis de Yoochun iba al frente, la de Junsu iba atrás, encontrándose en la fusión íntima de sus cuerpos con un candente vaivén que pronto los obligó a cambiar de postura. Junsu fue empujado de nueva cuenta contra el colchón, pero esa vez de medio lado; Yoochun detrás suyo le levantó una pierna, flexionándola hasta que tocara el pecho del propio Junsu, arremetiendo con salvaje lujuria su cavidad anal. Con sus gemidos llenando la habitación, el peliteñido alivió la excitación de su pene tocándose, jugando con sus testículos y bombeando el tronco.

Llegarían al clímax pronto de seguir así. Yoochun entonces se incorporó, evitando salir de Junsu se acomodó entre sus piernas, permitiéndole quedar de espaldas sobre la cama, mirándose de frente. Le mordió los labios y embistió otra vez con pasión, saboreando cada sensación de placer al entrar y salir del apretado agujero, del sofoco de sus anillos internos, del roce de la carne caliente. Gimió al oído de Junsu, lamiéndole la piel, sucia de maquillaje y sudor, pero exquisita a su antojo. Las piernas de Junsu pronto se cerraron alrededor de la cintura de su novio, aferrándose con las manos a la espalda baja, arañándole la piel hasta casi rasgársela, dejando marcas que seguro serían visibles. Mañana, ambos tendrían demasiado que “maquillar” si querían salir a la calle.

Bastaron entonces algunas estocadas más, Junsu no había tenido necesidad de masturbarse, se había corrido con el solo placer del falo de Yoochun tocándole una y otra vez la próstata. Los torsos de ambos hombres quedaron manchados por su semen, mientras que la semilla del peliazabache llenó por segunda vez la cavidad del peliteñido. Cuando el mayor retrocedió abandonando el pasaje caliente, el movimiento natural de contracción y dilatación que aún agitaba los anillos del peliteñido, empujó fuera el semen de su novio, la blanquecina sustancia se deslizó entre sus nalgas hasta manchar las sábanas.

― Yoochun~ déjame respirar~ ― Gimoteó sintiéndose sobre-excitado cuando la lengua del mayor comenzó a limpiar su ano, penetrándole con aquel músculo flexible para sacar hasta el último rastro de su semen.

― Solo te estoy limpiando, baby… ― Sonrió presuntuoso, metiendo un dedo y haciendo un movimiento como de gancho para frotar lo más hondo que el dígito podía entrar y sacar las supuestas reminiscencias de su semilla.

Junsu sostuvo la mirada de Yoochun cuando éste volvió a su rostro para besarle. No estaba seguro del por qué, pero estaba locamente enamorado de este hombre. Y está seguro de que es un amor que nunca se apagará.

― Házmelo otra vez, Yoochun ah.

― No necesitas pedírmelo, claro que lo haré, Junsu.

Deslizar sus labios por el mentón y el cuello, dejando también algunos de esos chupetones que mañana serán una marca con el título mudo de “mío” que, sabe, su propio cuerpo gritará con todas las cosas que el menor le hizo antes. Y siguió cuesta abajo lamiendo en el trayecto el semen de Junsu de su torso, un poco de jugueteo mientras su cuerpo se repone y pueden ir por una tercera ronda.

Hacerle el amor, hasta perder la cuenta de las veces en que se vuelve uno con el hombre de su vida.


Habían hecho el amor hasta que el alba despuntó. Rendidos por el esfuerzo físico inherente al acto de amor, Junsu y Yoochun cayeron rendidos en brazos de Morfeo. Arropados por la anatomía del otro, ambos durmieron hasta que el sonido de la ciudad en movimiento irrumpió a través de las puertas corredizas que dan al balcón en el departamento. La luz del día apenas se cuela débilmente a través de las cortinas que permanecen cerradas, cubriendo las puertas corredizas. La alarma de ambos teléfonos celulares ha sido ignorada por sus dueños desde hace al menos un par de horas. Es Yoochun el primero en despertar, pestañeando somnoliento afianzó el abrazo contra el vientre de Junsu, sonriendo enamorado al verle ahí. Tenían tan pocos amaneceres así, sintiéndose tan relajado y feliz.

El azabache jugueteó con las yemas de sus dedos acariciando el vientre del peliteñido, sonriendo contra uno su hombro derecho le besó la desnuda piel tibia con devoto cariño. El menor se removió entre sueños, arrugando la nariz y apretándose más contra el cuerpo de su novio. Park se rió bajito, deslizando sus labios por el hombro hasta el cuello, desperdigando algunos besos por los omóplatos y la espalda superior. Kim suspiró y se giró en medio del abrazo, pestañeando lindamente mientras despertaba, enfocando lentamente la silueta del mayor.

― Buen día, Chun~ ― Saludarle con voz pastosa, medio dormido todavía, pero feliz.

― Buen día, Su baby… ― Corresponder con la voz enronquecida por el letargo, devolverle la sonrisa y enterrar sus dedos en los desordenados mechones teñidos... ― Ng, está tieso.

― Calla~ es porque tú hiciste eso esta madrugada~ ― Quejarse con un pucherito, sonriendo al sentir las manos del mayor acariciarle el trasero. Que sí, van completamente desnudos bajo el desorden de sábanas.

― Tú te corriste en mi cara primero, no fue mi culpa que cuando yo lo intenté, saliera disparado hasta tu cabello, baby.

― Chunnie~ no seas tan pervertido apenas despertar~.

― ¿Me dices eso ahora? Que sepas que no tuve suficiente de ti, eh. Solo tomamos un descanso para reponer energías, pero yo ya quiero hacértelo de nuevo.

Insinuarle sin tapujos mientras le roba pequeños besos y le va empujando contra el colchón, siguiéndole entre sonrisas y jadeos, y mirada cómplice, acomodado entre las piernas del peliteñido.

― La habitación apesta a sexo, Yoochunnie~.

― ¿Te estás quejando?

― No~ me gusta porque huele a nosotros. Ngh~ ― Jadear al sentir cómo el pene del mayor le roza los muslos, y su propia libido resurge… ― Vas a tener que llevarme cargando a la ducha después de esto, Chunnie.

― Con gusto, Su baby… ― Sonríe lascivo, lamiéndole los labios antes de besarle con desenfrenado y renovado deseo.

No mucho después, Yoochun ha entrado en Junsu, lentamente friccionando la punta en la cavidad anal fue empujando su pelvis hasta que centímetro a centímetro toda su extensión penetró el caliente orificio. Junsu suspiró cuando le sintió completamente dentro, estirando sus piernas para apoyarse únicamente con sus pies mientras arquea la espalda y siente su trasero rozarle los muslos al azabache; su peso recae en aquella postura básicamente en sus hombros y la espalda media. La sensación de profundidad en la penetración le brinda un placer casi sofocante, por cada embestida Yoochun toca expresamente la próstata de Junsu. Además, así, puede masturbarle a su antojo, sujetando el tronco del peliteñido con la diestra bombea al ritmo de sus estocadas, algunas rápidas, luego lento.

― Ngh~ Yoochun~.

― ¿Te gusta, baby?

― Me encanta~, dame más fuerte, Chun~.

Compartir una mirada lujuriosa y acercar sus rostros para besarse nuevamente, con la misma pasión, con mucha más dulzura. Cuando rompen el beso, Yoochun se aleja y cambia la postura, sujeta los tobillos de Junsu y los lleva arriba y al frente, uniendo las piernas del menor al centro, realizando penetraciones lentas entonces. Un ritmo desesperantemente placentero que es impuesto por el azabache, que arranca nuevos gemidos de la garganta del teñido, que no duda en estimularse cuando su falo es dejado por su amante. Yoochun, sin embargo, encuentra otro inconveniente a la postura, y es que no puede besar a Junsu a su antojo, así que le suelta las piernas y sonríe con cierta picardía cuando el menor las extiende a un lado, formando una V con ellas, recibiendo el impacto de sus penetraciones con gemidos extasiados.

― Esto sí que te gusta, Junsu ah.

― ¿Q…? ― La pregunta nunca llega, Park le interrumpe asaltando su boca como si la vida le fuese a depender de qué tanto lo haga disfrutar con sus labios.

Cuando el oxígeno simplemente no fue suficiente para abastecerle los pulmones, ambos rompieron el beso con un erótico chasquido húmeda, saliva colgó por allí en pálidos hilos de pasión que mojaron sus rostros. La pelvis de Yoochun, que hasta el momento se había mantenido quieta, se agitó nuevamente golpeando el trasero de Junsu, penetrando profundo, fuerte, lento.

― Ahh~, vamos Chun, lléname… ― Susurra coqueto, tocándose el vientre con los delgados dedos de la diestra, mientras la contraria sube por su pecho hasta su propia boca, lamiendo y chupando un dígito.

Park siente el mismo chispazo que en varias ocasiones durante toda la noche, y su miembro se hincha en su máxima expresión dentro del ano de Kim, haciéndoles jadear a ambos de placer. Los carnosos anillos del menor se contraen y dilatan constantemente, presionando y soltando el falo que entra y sale de su interior con un ritmo relajado. Y siguen así durante minutos, compartiendo besos fogosos, tiernos, cariñosos y calientes. Junsu se toca de tanto en tanto, a veces la mano de Yoochun le acompaña. El sudor ha comenzado a perlarles la piel, y luego el ritmo va ganando cadencia, los gemidos de Junsu aumentan, los de Yoochun le siguen.

― ¡Yoochunnie~! ― Grita y arquea la espalda cuando el mayor empuja con fuerza, agitándose en un gemido tras otro cuando las embestidas aumentan ferozmente en velocidad, pero no escatiman en fuerza y profundidad.

― ¡Mgh, ngh! ― Los gemidos del peliazabache hacen eco, retumban en los tímpanos de un peliteñido que no sabe qué hacer con su cuerpo, colapsado en placer.

Park sujeta las piernas de Kim con sus manos, apretando las rodillas contra sus costados, la V que forman las piernas del peliteñido se pronuncia con aquella postura, las penetraciones del peliazabache, también. La garganta se les resaca nuevamente entre tanto gemido y calor, Junsu lleva una de sus manos al torso de Yoochun sin saber muy bien el por qué, simplemente tocando con sus dedos la sudorosa y febril piel, casi seguro de que ese repiqueteo exorbitante que detecta a través de ellos es el corazón enloquecido de su amante golpeando contra la caja torácica. ¿O eran quizá las vibraciones de su propio pulso desquiciado?

Yoochun respiraba laboriosamente, casi parecía igual que una carrera a toda velocidad en plena pendiente. Junsu jadeaba agitado, ambos hombres gozando la unión, el acalorado vaivén de caderas provocando sonidos tan húmedos que el erotismo mismo podría rendirle tributo al sexo que compartían en aquellos momentos. Pero lo sentían cerca, tanto que era imposible controlarse a sí mismos, sus cuerpos llevaban la batuta en aquellos instantes. Y perdieron noción de tiempo y espacio unos segundos después, estallando en el cuerpo ajeno. Junsu ensuciando sus torsos –otra vez–, Yoochun llenándole, tal como le había pedido. Park se dejó caer a un lado, agitado, sudoroso y extasiado, Kim sintió que las piernas se le habían entumecido, pero el calor húmedo en su interior de alguna manera le hacía sentir sumamente dichoso.

― Siento que tu semen escurre entre mis piernas, Chun~ creo que esto último fue el límite de mi traserito~.

― Espera unos minutos, tomamos la ducha y limpiecito de cabo a rabo, te puedo llenar de nuevo, Su baby.

― Pervertido~.

Reír juntos, buscarse en un abrazo y besarse. Y saber que esa mañana es tan joven que el amor todavía puede fluir. Aunque para el día siguiente Junsu tenga que encontrar la forma de justificar su cuasi cojera y cancele todos sus compromisos laborales porque, oh joder, Yoochun sí que estaba cumpliendo con darle hasta que no pudiese ni levantarse.


FIN


1 comentario:

  1. OMG!!...Junsu en negligé color vino... que ricura para Yoochun...

    Este porn time ha estado maravilloso!!!... adoro que Junsu no sólo sea hermoso, delicado y tierno, sino apasionado y lascivo. Al parecer lo ha aprendido muy bien de su amado Chunnie...

    Gracias por la historia, la he disfrutado mucho mucho...

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