WE
JUST DON´T CARE
YooSu
~*~
Vamos al parque,
Quiero besarte
bajo las estrellas,
Quizá vayamos más
lejos
No nos importa, no
nos importa,
No nos importa.
Su nombre es Kim Junsu, el chico
simpático y lindo al que todos admiraban con descaro y amaban en secreto. Y
aquel hombre de cabello azabache no era la excepción, salvo por un pequeño
–gran– detalle, no necesitaba amarle en secreto. Porque tras unas semanas de
haberle conocido durante una de sus reuniones de trabajo en aquel restaurante
del centro de la ciudad nipona, finalmente tuvo el valor de abordarle. Al
principio, con la intención de una conquista casual, pero desde la primera
cita, con la convicción palpitándole en el pecho de hacer de aquella conquista
una tarea diaria para toda la vida.
Se había enamorado casi, a primera
vista. La primera vez que salieron habían ido al cine, a cenar a un local con
vista hogareña y después, tras una mirada cómplice entre ambos, directo a un
antro donde los tragos, el calor y el furor de la noche, los llevaron a bailar
tan cerca, que un calor abrasador se le había encendido en el vientre,
serpenteando electrizante por todo su cuerpo.
En aquella época, hace ya más de tres
meses, Junsu llevaba el cabello castaño claro, y al azabache francamente le
encantaba, porque realzaba el chocolate de sus expresivos ojos en forma de
gota.
— Todo en ti me encanta, Junsu ah. — El
azabache dijo, mientras andaba de la mano con su novio por la transitada y
nevada calle de Tokio.
— Bobo… — Atina a responder, tiñendo sus
claras mejillas de carmín, exhalando un aliento que se volvía blanquecino al
contacto con el frío clima del invierno.
Así es como Park Yoochun, un hombre de
35 años, caía en el amor con un jovencito en sus 24 que casi parecía inyectarle
jovialidad cada que conseguían tener una cita. El azabache estaba tan enamorado
del castaño, que se sentía capaz de hacer todas las locuras posibles en el
mundo.
No, no se había sentido atraído por su
propio sexo hasta que le conoció a él. Nunca había tenido el pensamiento de
besar una boca masculina hasta que los carnosos labios en rosa del castaño se
clavaron en su mente atormentándole día y noche, llevándole a anhelar un beso suyo.
Nunca, se había enamorado con tal locura y desenfreno.
— Yoochun ah~. — Jadea sorprendido
cuando su novio acelera el paso y tira de su mano, internándose en el centro
del parque por el que iban pasando.
Park le abraza, y Kim atina a responder
el abrazo con el rostro colorado, chillando aún más sorprendido cuando su novio
le alza en vilo y sus profusos ojos negros como el carbón, le miran intensos.
Chispeantes como brasas encendidas de un sentimiento tan abrumador que su
corazón late a mil por hora, martilleándole en los oídos, sofocándole el pecho
con su ímpetu.
— Te amo, Junsu ah.
El azabache confiesa. No son palabras
vacías, ni necias, ni mucho menos frecuentes en su vocabulario. Tan así que
jura que es por Junsu por quien las ha pronunciado por primera vez en su vida.
El castaño sonríe, radiante, feliz, enamorado y emocionado. La vergüenza deja
de existir durante esos minutos, enfrascados en su propio mundo, ahí donde nada
ni nadie importa más que ellos mismos.
Kim pasa sus manos por los hombros de su
novio, enlazando sus dedos tras el cuello de Park, entrecierra los ojos y
suspira. Los copos de nieve comienzan a caer, el frío cubre la ciudad, pero él
se siente más cálido que el fogón de una chimenea. Tan enamorado.
— Y yo a ti, Yoochun ah.
Corresponde, y se inclina cuando la
mirada de su novio reclama la suavidad de su boca. Funden sus labios con
lentitud, con la misma parsimonia que esperan el tiempo les regale en esos
momentos. El beso es dulce, tierno, calmado. Como un baile romántico en el
centro de la pista, sin prisas por amarse. Tiernamente se encuentran también
sus lenguas, saludándose casi con timidez. Una timidez apasionada que
transforma aquel inocente beso en uno húmedo y profundo. Sus rostros se mueven
a un lado y a otro, acompasando el ritmo del beso, respirando por la nariz,
jadeando, mordiéndose y amándose.
— No tengo suficiente de ti, Junsu ah.
— Yoochun~.
El suspiro del castaño muere en labios
del azabache una vez más. Su aliento es robado una, y otra, y otra vez durante
minutos. Incluso si sus pies vuelven al nevado piso y siente que necesita aire
en sus pulmones, desesperadamente inhala ansioso por el candor fulgurante de
esa boca experimentada que le entrega entre besos, sentimientos que parecen
fundirse con su sangre, inyectándole las venas de un calor quemante que le
inquieta y vuelve sensible.
— Chun~.
Suspira de nuevo, mientras los labios
del azabache abandonan su boca pero en cambio dejan un juguetón camino de besos
cortos por sus mejillas hasta la línea de su cuello, donde mordisquea y lame
pícaro, alterándole los sentidos.
— Chun.
Jadea, su voz algo más aguda, su sonrojo
más intenso, expandiéndose hasta sus orejas. La bufanda enredada en su cuello
de pronto luce pálida frente al rojo carmín en su rostro.
— Quiero secuestrarte, y volverte
prisionero de mi amor por la eternidad, Junsu.
La voz ronca de Park estremece el cuerpo
inexperto del castaño, y sus ojos chocolate brillan con una intensidad que
asemeja el resplandor de los primeros rayos del sol al alba. Tierna luminosidad
que alberga un puro sentimiento al que el mismo Kim se ha entregado por primera
vez en su vida.
— Qué egoísta~. — Canturrea mientras las
comisuras de sus labios tiran en una sonrisa juguetona.
Su coqueteo inocente seduce al mayor, y
el calor abrasador en su cuerpo reclama la oportunidad de recorrer la anatomía del
otro con caricias sinuosas y palabras indecentes.
— Lo soy, y no me importa. ¿Qué otra
alternativa tengo cuando te amo con locura?
Los ojos del castaño se abren de par en
par, de pronto conmovido por todos los significados que envuelven tal cuestionamiento.
Sonríe ladino y son sus labios los que se acercan al oído de su novio,
rozándole delicadamente el lóbulo mientras susurra aquellas palabras.
— Entonces átame a ti, Park Yoochun. De
otra manera, podría escapar.
Ambos saben que aquella frase es casi
una treta absurda de parte de Kim, porque se siente necesitado de un poco de
seguridad masculina, porque no suele aceptar de buena gana la apabullante
dominación que Park ejerce sobre su inexperta trayectoria en el romance. Como
el náufrago que sabe que la balsa de la que se sostiene es su único salvavidas
en altamar.
— Incluso si lo intentaras, todavía te
seguiría hasta el fin del mundo, Kim Junsu. Porque eres mío, voy a marcar cada
recoveco de tu cuerpo, encadenaré tu corazón y tatuaré en tu alma mi nombre.
El castaño jadeó, emocionado y excitado.
La voz de su novio suena áspera, retumba en sus oídos y le vuelve vulnerable a
su seductora personalidad.
— Muéstrame cómo, Yoochun. — Demanda,
con mejillas arreboladas de carmín pero una mirada decidida.
Y es el beso apasionado que le sigue a
aquella petición el mudo sello de una promesa de amor. Los sonidos de los
murmullos alrededor no importan, las personas que les miran cuando pasan al
lado tampoco. Carece de valor que algunas personas mayores se escandalicen con
sus muestras de afecto, o que haya chillidos femeninos de jovencitas que se
sorprenden gratamente al verles. Siquiera escuchan el ladrido de un perro al
que su dueño pasea por el parque o las luces doradas de las fiestas ataviando
los desnudos árboles cubiertos de nieve.
Importa únicamente el sabor de sus
besos, la facilidad con que sus bocas calzan con la perfección de un puzle, y
la franqueza con que sus corazones laten al mismo ritmo. Como la música que
tamborilea la canción de sus sentimientos.
Sabes que te amo
cuando estás amándome,
A veces es mejor
cuando es públicamente,
No me avergüenzo,
no me importa quién mira,
Abrazándonos y
besándonos,
Nuestra exhibición
de amor, todo…
Con sus manos enlazadas, retoman el
camino por el parque, y los besos del azabache caen cada dos o tres pasos,
haciendo demasiado lento el andar. Aunque a ninguno de los dos realmente
importe el tiempo destinado a ese trayecto. Incluso si tomase la noche entera,
mientras estén juntos nada es más importante.
— Junsu.
Park le nombra, por el mero gusto de
saborear el nombre de su amante en los labios. Kim le mira, atendiendo el
llamado, aunque sospecha que nada le será dicho. Que lo único que vendrá será otro
beso, húmedo, profundo, robándole el aliento. Sus cuerpos se acercan más, mucho
más. Quizá demasiado. El roce de sus anatomías se vuelve con cada parada entre
besos más caliente. Cuando Park chupa la lengua de su novio, Kim jadea con las
mejillas encendidas de rubor, pero una sonrisita cómplice que dibuja otra igual
en labios del azabache.
— ¿Qué planeas, Park? — Cuestiona con
ese tono de voz que, el azabache sabe, va envestida de algo de seguridad. La
expresión de su rostro es juguetona, igual que los dedos que se pasean por su
pecho con gesto seductor. — La gente mira.
— Como si me importara. Soy libre de
besarte como me venga en gana, Junsu. — Asevera, afianzando la cintura del
castaño con la diestra, sujetando el mentón de su novio con la siniestra,
mordisqueándole el labio inferior.
— Ngh~ Yoochun~.
— Me encantas. Te lo dije, estoy loco de
amor por ti, Junsu ah.
— ¿Y por eso haces todo cuando la gente
mira? Me da vergüenza~.
— ¿Es acaso algo malo que nos
demostremos afecto en público?
— No es malo. Solo, ya sabes. No es bien
visto.
— ¿Te molesta?
— ¿Eh? Bueno, no precisamente. Solo es,
cuando pienso en ello, incómodo.
— Entonces te haré no pensar.
— ¿Ah?
La respuesta llega de inmediato. Porque
Park le besa de nuevo, apretándole contra su cuerpo, colando su lengua sin
pizca de pudor en la boca de Kim. Presiona su anatomía contra la ajena de una
forma tan sugerente que el cuerpo del castaño comienza a sentirse más y más
caliente. Se está excitando. Tan impúdicamente que se olvida del mundo
alrededor, tal como su amante prometió.
Y enreda sus manos en el cuello del
azabache, devolviendo el beso con entusiasmo. No era tan hábil como su novio,
seguramente, pero tampoco es que se quedase corto,
sabía cómo responder el fogoso beso de su novio y dar una lucha por el dominio.
Ajenos estaban a las miradas
sorprendidas de los transeúntes, a las risas nerviosas y avergonzadas de
algunos al pasar, a las indignaciones de otros, a los padres de familia
cubriendo los ojos de sus hijos menores. Ajenos incluso a los copos de nieve
que siguen cayendo, acumulándose en sus cabezas y hombros. Ajenos al tiempo
transcurrido, desconocen el número de besos compartidos, saben únicamente de
las sonrisas cómplices y la mirada brillante del otro. Del calor que les hierve
en la sangre y de las ganas de correr y reír, de presumir de su amor al mundo,
aunque de éste apenas un puñado pudieran comprender la felicidad de su romance.
— Quédate esta noche, Junsu ah.
El azabache pide de pronto, mirándole
fijo a los ojos chocolate, acariciando una de las pálidas mejillas bañada de
carmín. El castaño agita las pestañas, sonríe de lado y asiente. No tiene dudas
de nada. Ni será la primera vez que pase la noche en el departamento de su
novio.
Comparten una sonrisa, y enlazando una
vez más sus manos echan a correr por el parque, riendo de la sencilla felicidad
de amarse. Junsu toma de pronto la delantera, y Yoochun recuerda que no solo es
11 años mayor, sino que además su castaño novio era un deportista, amante del fútbol
soccer y además, bailarín. Su energía rebosaba, y le contagiaba.
La gabardina de Park ondeaba en la
carrera, igual que uno de los extremos de la bufanda de Kim. Corrieron y
evitaron chocar con otras personas en su camino, riendo y mirándose de tanto en
tanto. Frenando ansiosos en la calle, aguardando impacientes el momento en que
el semáforo les diese el paso, echando a correr una vez más cuando los autos se
detuvieron.
Nos reuniremos en
la escalera de incendios,
Me gustaría
activar una alarma hoy,
La emergencia de
amor no me hace esperar,
Solo sígueme, te
guio,
Te necesito
urgentemente.
Pasaron por una calle cuesta arriba,
solitaria a esas horas de la noche. Y aprovecharon los rincones oscuros para
ocultarse y besarse más, Kim atrapado entre el muro y el cuerpo de Park. Sus
respiraciones algo más agitadas. Sus labios hinchados de tantos besos
apasionados.
— Todavía quedan dos calles más para mi
departamento, Junsu ah.
— Lo sé.
— No entiendes.
— ¿Eh?
La mano de Park sujeta la diestra de su
novio, dirigiéndola con encendidos ojos negros hasta su entrepierna. Kim jadea
inquieto cuando comprende. La excitación de su novio es evidente. Traga hondo,
avergonzado por la situación. Pero frota su palma contra el bulto bajo los
pantalones de su novio.
— Junsu. — Jadea áspero, sin soltar sus
ojos de los de su amante.
— No hay nadie mirando ahora, Yoochun. —
Murmura, empinándose un poco y capturando la boca del azabache entre sus
labios, besándose profundamente mientras su mano continúa masajeando la
excitación de su amante.
Los jadeos graves de Park mueren entre
besos, mientras siente que su excitación aumenta con el toque de su novio. Y
Kim lo sabe. Convencido de que nadie les mira, abre los pantalones de su amante
y cuela su mano entre las ropas, el viril miembro está caliente, duro y
sensible. La palma de su mano rodea el tronco y suavemente comienza a darle un
masaje de arriba abajo.
— Junsu. — Gime ronco cuando sus labios
se separan.
Los ojos del castaño brillan a la luz de
los opacos faroles en aquella calle solitaria, algunas luces encendidas en los
departamentos de pisos superiores en los edificios alrededor, y el maullar de
gatos en algún lugar no muy lejos de allí. Park encuentra el momento seductor,
erótico y atrevido. Su mano busca entonces la pelvis de su amante, rozando la
excitación de éste, no tan pronunciada como la suya, probablemente porque su
inconsciente le traiciona y hay un resquicio de preocupación a ser
descubiertos. A él en cambio, nada le importa más que el toque de su novio.
— Mgh. — Gime gutural, llevando sus
labios a la línea del cuello del castaño, lamiendo y dando pequeños mordiscos.
— Yoochun~. — Suspira, movido por los
coquetos gestos de su amante.
Su mano aumenta el ritmo apenas un poco,
avivando la llama de pasión. La contraria entonces se une a su igual,
masajeando los testículos, subiendo hasta la punta fálica de vez en cuando y
jugando con ella.
— ¡Mierda! — Park gime sonoro,
succionando entonces una porción de piel en la clavícula de su novio, habiendo
apartado toda prenda en su camino.
La bufanda apenas se mantiene sobre el
hombro izquierdo de su dueño, mientras que el abrigo y la camiseta fueron
desabotonados y apartados para alcanzar su objetivo y marcarle.
Las manos del castaño aumentan otro poco
el ritmo. El falo del azabache se humedece, y el sonido del bombeo casi parece
hacer eco en la calle, ahí, ocultos en un callejón humedecido por la nieve y el
frío invierno.
— Apártate, Junsu.
— ¿Vas a correrte?
— Sí.
Kim aparta sus manos, pero contrario a
lo que Park pudo esperar, su joven novio se arrodilló, sujetó la base de su
falo y luego lo metió en su boca. Los carnosos labios del castaño descendieron
por el tronco tragándole hasta que la punta fálica tocó su garganta y le
produjo una arcada, retrocedió y aprovechó la saliva para deslizarse más
fácilmente. Chupando y apreciando en las paredes internas de sus mejillas el
sabor del semen de su novio exudando en el tronco.
Park se mordió los labios, callando
inconscientemente los gemidos roncos que se le agolpaban en la garganta. Con
sus manos apoyadas en el muro para evitar llevarlas a la cabeza de su novio y
marcar su propio ritmo, pero su pelvis aún así se movió, embistiendo la
caliente boca del castaño. Poco después sucedió, el orgasmo lo sacudió de pies
a cabeza, y su semilla fue capturada por la boca de Kim, quien tragó parte de
él. Eso sí era algo que hacía por primera vez. Antes, cuando le practicó sexo
oral a su amante, siempre se apartaba en cuanto el azabache la avisaba que
estaba por correrse, y el semen de Park terminaba en su pecho desnudo o en las
mantas del lecho donde hacían el amor.
— Junsu, joder, no lo tragues, escúpelo.
Casi obligado por su amante, parte del
semen del azabache terminó en el suelo helado de aquel callejón, ha escupido
sin realmente sentirse asqueado por lo que alcanzó a tragar.
— No tenías que ir tan lejos.
— Está bien. ¿No estamos siendo algo
alocados hoy, Yoochun ah?
Sonriendo con travesura, el castaño se
dejó hacer cuando el azabache limpió los rastros de su semilla con un pañuelo.
Park torció una sonrisa pícara, le besó
–aunque algo de su propia esencia se colara en su boca– y después, tras
arreglar un poco sus ropas, retomaron el camino a su departamento.
— Aloquémonos entonces, como si
iniciáramos un incendio en cada rincón helado hasta que pueda meterte en mi
cama, Junsu ah.
Hagamos el amor,
Vamos a un lugar
donde tal vez nos descubran,
Perdámonos en la
lujuria,
No nos importa, no
nos importa,
No nos importa.
Alocarse.
Aquella noche realmente estaban teniendo
mucho de aquella falta de cordura. Besarse en pleno parque, con decenas de
personas transitando por allí. Masturbarse en el callejón de una calle que, si
bien era solitaria, todavía podía alguien haberles visto. Y ahora, encerrados
en el ascensor del edificio de apartamentos donde Park vive, el calor
continuaba encendido entre los dos.
Probablemente fue el azabache quien lo
inició, pero Kim no hacía más que cooperar gustosamente. Era su turno, Park
había dicho al momento en que le empujó contra el muro metálico, besándole con
apremio, con esa misma pasión desenfrenada que han estado desbordando desde
hace largos minutos. El beso no era, sin embargo, lo más osado que el mayor
hiciera. Sus manos habían encontrado camino bajo los pantalones de su joven
amante en un santiamén, y haciéndole girar, se arrodilló frente al trasero del
castaño.
— ¡Chun~! — Jadeó a ojos cerrados,
mordiéndose los labios en un fútil intento por callar los gemidos sonoros que
parecían hacer eco en el ascensor, detenido a medio camino hacia el piso
correspondiente.
Por supuesto, frenado con intención,
presionando el botón emergente para detenerlo. No es que eso importe demasiado
–no en la mente nublado y lujuriosa de la pareja–. Park llevó una mano al
frente, masturbando a su novio, mientras su lengua lamía el orificio entre las
nalgas de Kim, mordiendo ocasionalmente cada una de ellas, palmeándoselas con
la siniestra, sonriendo pícaro al escucharle jadear, consciente del movimiento
de sus caderas, buscando más contacto con su lengua, con su mano.
— ¡Shit!
Estoy tan caliente que quiero metérsela rápidamente. — Park piensa.
Y abandonando el falo de su novio, se
prepara para separar con sus manos las nalgas del castaño, escupiendo saliva en
su orificio, presionando luego su lengua contra aquella cavidad estrecha que
casi parecía jugarle una broma negándose a dilatarse con la necesidad que a él
le palpitaba entre las piernas.
— Ngh~ Yoochun~.
Kim se relame, agitando suavemente sus
caderas adelante y atrás, su rostro contra el muro metálico, específicamente su
mejilla. Ladea el rostro para mirar a su amante trabajar en su trasero. Gime
gutural, y chupa uno de sus dígitos con aire seductor. Ansioso también por la
sensación de sus cuerpos unidos.
El rostro sonrojado y sudoroso del
castaño pincha otra oleada de excitación en el azabache. Sus ojos chocolate
brillantes, sus gruesos labios mojados de su propia saliva, un hilillo de ésta
resbalando por sus comisuras mientras su dígito se multiplica en su propia boca
y el gesto de su cara refleja un placer lascivo que enciende de más la llama de
pasión en la boca del estómago de Park.
— Levanta tu pierna, Junsu.
Park ordena con voz ronca. Kim obedece,
soportando su pie en la barra metálica que adorna el muro lateral del ascensor.
El ángulo facilita las intenciones del azabache. Presiona uno de sus dedos en
el orificio de su novio y comienza a ganar espacio en su interior, no deja de
lamerle, buscando mantener cierta lubricación aunque de sobra sepa que su
saliva no es suficiente.
Tan necesitado.
— Ngh~.
Kim gime. Su pecho se roza contra el
muro metálico, y aunque lleve puesta la ropa superior –obviemos la desnudez de
sus piernas–, sus pezones son sensibles al frotarse contra el muro. Se
estremece y busca más contacto, estimulando así su propia excitación.
— ¡Yoochun~!
Gimotea el nombre de su amante, dos
intrusos se mueven en su interior. Demasiado pronto, demasiado brusco. Tan
caliente. Cierra los ojos y eleva el mentón, sofocado por el placer y el deseo.
Se siente un poco masoquista, pero lo deja pasar.
— Suficiente, Chun. Hazlo, métemela~. —
Suplica, bajando su pie e inclinando un poco más la espalda, separando sus
piernas mientras le mira con el rostro ladeado.
Sus ojos brillantes le cautivan de
nuevo. Su pelo desordenado, el sudor de su frente y el rubor de todo su rostro.
Park aparta sus dedos, se irgue y perfila su virilidad entre las nalgas de su
amante. Kim suspira, toma aire y lo retiene en sus pulmones mientras siente
aquel trozo de carne caliente y duro penetrarle.
— ¡Holy shit, Junsu! — Park gime áspero,
presionando las nalgas de su amante mientras las separa con sus manos.
La sensación de placer mezcla con
ansiedad y deseo le dominan. Park empuja su pelvis más fuerte y se entierra por
completo en su novio sin darle tiempo a acostumbrarse en lo más mínimo.
— Nyagh~ ¡Chun! — Kim gimotea incómodo.
Pero masoquistamente complacido.
La hombría de su amante le llena por
completo. Siente las paredes internas de su cavidad anal palpitantes, contrae
su interior casi involuntariamente, apretando el pene del azabache,
arrancándole un sonoro gemido de placer.
Los movimientos comienzan de inmediato.
Adelante y atrás, penetrando hasta el fondo en cada embestida, saboreando la
sensación de la estrechez que atrapa su falo. El chapoteo de sus cuerpos
danzando hace un eco erótico en el ascensor, los sonidos indecentes de su
pasión rebotan en las paredes metálicos, y son éstas las que devuelven a los
amantes el reflejo de sus cuerpos unidos, de sus rostros sudorosos, de sus
miradas lujuriosas.
Park mueve una de sus manos al frente,
juega con los testículos de su novio, masturba su extensión, acaricia la punta
fálica. Le complace, alivia su excitación y le ofrece placer. Kim se muerde los
labios constantemente, jadea y agita sus caderas yendo en sentido contrario de
las estocadas de su amante.
Minutos más tarde el placer se desborda.
Al castaño le tiemblan las rodillas, al azabache se le tensa el cuerpo entero.
Experimentan el orgasmo juntos. Junsu cae de rodillas al piso, jadeando con el
corazón a mil. Yoochun le sigue, todavía unido al cuerpo de su novio, le besa
la nuca y acaricia sus nalgas aunque le ensucia de semen.
— Cielos, Junsu ah, no tengo suficiente.
— Tampoco yo, Yoochun ah.
Les toma algunos minutos tranquilizarse
lo suficiente para adecentar sus ropas –otra vez– y salir del ascensor. Cuando
lo hacen, se encuentran con un técnico de mantenimiento, que al mirarlos pasar
se queda de piedra, aunque hayan arreglado sus ropas hay ciertos detalles que
delatan lo que realmente ha sucedido.
— Y una mierda que se había descompuesto
el ascensor. Ese par de idiotas han tenido sexo ahí. — El hombre dice, con aire
malhumorado sobra decir.
Y se niega siquiera en echar un vistazo
más en el ascensor. Cuando las puertas se habían abierto y la feliz pareja
había salido, cogidos de la mano y sonrientes, el olor a sexo había sido más
que evidente. El malhumor del empleado les importa nada a los enamorados, en
cambio se apresuran dentro del apartamento, ni bien la puerta se cierra, los
besos han comenzado de nuevo.
— Estuvo delicioso hacerlo en un lugar
así, Junsu ah.
— Tienes ideas muy pervertidas,
Yoochunnie~.
— ¿Yo? No sé de qué hablas.
Se dicen entre besos. Al final, Park
sonríe coqueto, lascivo. Kim le devuelve la sonrisa, aunque haya un dejo de
vergüenza en su mirada.
Ciertamente. Lo han hecho en otros
lugares bastante, “peligrosos”. Incluso en una de las oficinas del restaurante
donde Kim trabaja.
Te veo cerrando el
restaurante,
A hurtadillas lo
haremos cuando tu jefe no esté,
Todos se están
yendo, nos divertiremos.
O quizá no esté
bien pero me estás encendiendo.
— ¿Tu jefe se fue temprano, Junsu ah?
— Sí. Hayami-san tenía una cita con su novio. Parece que hoy es su aniversario,
y planea pedirle matrimonio.
— Tu jefe te cuenta cosas demasiado
personales, ¿no?
— ¿Celoso~?
— Pues sí.
— No hay razón, a Hayami-san no le importo para nada de esa
manera. Y me cae muy bien, siento que puedo considerarlo un amigo, aunque tiene
tu edad y es mi sensei, o algo así.
Park bufó, receloso de la admiración y
respeto que su novio le tenía al dueño del restaurante.
— Vamos, no pongas esa cara, ayúdame a
cargar estas cajas, ¿sí? Y nos iremos de inmediato.
El azabache accedió a regañadientes.
Todavía pensando en que Mokomichi, el dueño del restaurante, no le simpatizaba
del todo. Además, solía pedirle favores como ese a su novio a menudo, y a veces
le trataba con demasiada confianza, incluso delante suyo.
— Junsu
es como mi hermano menor.
Le había dicho una vez, seguramente
porque captó sus ojos fieros.
Las cajas estaban acomodadas en la
bodega del local, y todo listo donde correspondía. Kim era el único empleado
allí, encargado de cerrar el restaurante, pasaba la medianoche ya, y su cita
con su novio se había visto afectada por esto. Ahora a las justas charlarían en
el auto mientras le llevaba a su casa.
— Junsu ah.
— Mh.
— ¿Esa es la oficina de tu jefe?
— Sí.
Park torció una sonrisa pícara,
arrastrándole a la oficina, besándole apasionadamente mientras le desnudaba,
sin darle tiempo a “defenderse”. Kim pensó en resistirse, pero su cuerpo era
demasiado honesto, y su novio sabía cómo encenderlo.
Esa noche se lo montaron en el
escritorio de su jefe. Mancharon la tabula rasa de semen, y desordenaron sus
cosas tan pulcramente acomodadas. Así que tuvieron que quedarse más tiempo aún,
limpiando todo y organizando de nuevo el escritorio.
— Pervertido, ¿qué si Hayami-san se da cuenta? Me despedirá~.
— No va a enterarse.
— ¿Cómo estás tan seguro~? Pudimos dejar
sus cosas de una forma diferente. Se dará cuenta~.
— Te digo que no. Tengo buena memoria.
Dejé todo exactamente como estaba.
Conversaban camino a casa del castaño,
el reloj marcaba casi las tres de la mañana. Sí, lo habían hecho más de una
vez. Park miró de soslayo a su novio. Su carita preocupada se le antojaba
bastante para besarle. Kim suspiró cuando su amante aparcó. Era momento de
despedirse.
— Oh, casi lo olvidaba. Mis padres nos
invitaron a cenar el fin de semana.
— ¿En serio? Iré encantado. ¿Qué debería
llevar?
— No necesitas llevar nada~ eres un
invitado. Mamá quiere conocerte, eso es todo.
— Me da gusto que no se hayan opuesto a
lo nuestro, Junsu ah.
— A mis padres solo les importa la
felicidad de su precioso hijo. — Canturreó feliz.
— Sí. A mí también me importa únicamente
la felicidad de mi precioso novio. — Dijo, atrapándole por la nuca y besando
sus labios con suavidad. — Llevaré un buen vino.
— Te digo que no necesitas…
— Quiero. Así que lo llevaré. Oh, y
Junsu.
— ¿Sí?
— Muéstrame tu habitación en casa de tus
padres. Seguro es más tierna que tu actual departamento.
— Babo~.
…
— ¡Ngh~!
El castaño gimió agudo cuando su novio
embistió contra su cuerpo. La cama rechinó y él buscó soporte en los hombros
del azabache, pasando sus manos hasta la espalda, arañándole cuando otra
penetración le hizo temblar de placer.
— Es aquí, ¿cierto? Le di a tu próstata,
Junsu ah.
Park sonríe lascivo, se relame los
labios y empuja de nuevo su pelvis, golpeando el mismo punto, gimiendo cuando
las uñas de su joven amante se entierran de nuevo en su piel.
Haremos una visita
a la casa de tu madre,
Deslicémonos a la
habitación mientras tu madre está afuera,
Quizá ella escuche
cuando gritemos
Y seguiremos
divirtiéndonos hasta que ella toque la puerta.
Después del primer orgasmo, la
apasionada pareja se había dedicado a mimarse entre besos y caricias antes de
retomar la labor del placer mutuo. Por supuesto, no han tenido suficiente, y el
calor que continuaba bulléndoles en la sangre demandaba más contacto físico,
más sexo. Así, para la segunda vuelta,
Kim estaba gimiendo escandalosamente mientras Park embestía contra él y hacía
temblar su cuerpo sumido en placer.
— Quiero hacerlo en el balcón, Junsu ah.
— El azabache jadeó al oído de su amante, sujetándole los brazos mientras se
vale de la postura para coger impulso y embestir con fuerza a su amante.
— ¡Ngh~noo~! — Se negó en medio de un
gemido inevitable, tensando el cuerpo y contrayendo su interior.
— ¡Mierda! — Obteniendo ese gemido del
mayor, sintiéndose sofocado por la presión de sus anillos internos.
Estaban cerca del ventanal, donde Park
había empujado a Kim contra un mueble, apenas dándole tiempo de sostenerse con
las piernas ya debilitadas por las oleadas de placer.
Aquello hizo pensar a ambos. De cuán
capaces podían ser de montárselo en lugares por demás “peligrosos”.
…
La invitación a comer en la casa de los
Kim había resultado perfecta (lo que, de cualquier manera, había implicado un
viaje de fin de semana desde Japón hasta Surcorea, donde reside la familia del
castaño). Los señores Kim eran sencillos y amables, la Sra. Kim todo un encanto
de mujer –Park jura que algo de la belleza de su novio la heredó de su
progenitora–, y el señor de la casa, un hombre respetable que no tenía
problemas en aceptar la relación homosexual de sus hijos. Sí, en plural, que
ahora el azabache sabe que el hermano gemelo de su novio también tenía pareja
masculina, aunque no sabe aún quién.
— Oh dios mío, pero qué cosas. Cariño,
Sr. Park, mi esposo y yo tendremos que salir. Pero, si no tienen planes,
quédense a cenar.
— Mamá…
— Está bien, señora. Encantado aceptaré
su invitación.
— No se diga más. Bueno, te quedas en tu
casa. Cariño, atiende a tu novio. Amor, vamos, que llegamos tarde~.
Los señores Kim se despidieron, de
momento, aludiendo que la salida no sería demasiado larga, ya que solo irían al
aeropuerto a recoger a JunHo, el gemelo de Junsu, quien volvía desde Estados
Unidos.
— No esperaba que mi hermano viniera. De
hecho, lo voy a molestar~ no me contó nada de que estaría aquí~. Podría haberle
traído un presente desde Japón.
— Pues parece que la sorpresa fue
también para tus padres. Se veían muy emocionados con su llamada.
— Sí, hace cuatro años que no venía,
pero terminó la Universidad, así que seguro vuelve para quedarse. Te va a caer
bien, Yoochun ah.
— Ya lo creo.
Después un silencio extraño. Junsu tomó
conciencia de que estaban solos, en casa de sus padres. Y se puso nervioso.
— Entonces, ¿quieres ver tv o algo?
Puedo prepararte algunos aperitivos si quieres o…
— Quiero conocer tu habitación.
— ¿Eh?
— Te lo dije antes, ¿no? Que querría
conocer tu habitación. Muéstrame, Junsu ah.
El castaño se sonrojó –innecesariamente,
pero de todas formas reaccionó así–, suspiró y lo llevó escaleras arriba.
— No vayas a burlarte~.
— ¿Por qué?
J O D E R
Fue el pensamiento de Park. La
habitación de su novio era. Una peculiar ternura. Tenía un montón de peluches
en su cama y hasta en los muebles por toda la habitación. Los había de varios
tipos y tamaños. Las paredes estaban pintadas con colores pastel y las mantas
de la cama tenían diseño deportivo.
— ¿Regalos de familia? — Preguntó,
refiriéndose naturalmente a los peluches.
— La mayoría. — El castaño respondió,
viendo venir una oleada de celos de parte de su novio.
— No preguntaré por lo demás, seguro me
dan celos. Pero, ¿realmente te gustan tanto los peluches? En tu departamento en
Tokio no tienes, Junsu ah.
— Nh, me gustan. Es solo que, no he
recibido esos regalos de nadie aún.
— Sé que regalarte a partir de ahora. —
Dijo sonriendo entre divertido y enternecido. El castaño se sonrojó.
Park se sentó en la cama de su novio,
mirando todavía alrededor. Su joven novio permanecía de pie, casi como si
esperara que la exploración culminase pronto y pudieran regresar a la estancia.
El azabache sonrió travieso. Tenía otros planes.
— Junsu ah.
— ¿Mh?
— Ven aquí… — Dijo, palmeando sus
piernas.
— No quiero~.
— Vamos.
— No. Vas a besarme.
— Sí, ¿y? — Preguntó, elevando una ceja
con aire desafiante.
— Tienes esa mirada~ sé que no te vas a
conformar con besarme~. Pero no podemos, Yoochun ah. Es la casa de mis padres.
— Ciertamente. Pero, ésta es tu
habitación. Y tus padres no están. Me portaré bien.
— ¿Lo prometes?
— ¡Claro que sí!
Kim, rojo hasta las orejas, fue y se
sentó a horcajadas en las piernas de su novio. Park comenzó a besarle –tal como
el castaño predijo–, al principio lento y dulce, pero húmedo. Conforme el
número de besos aumentó, la pasión de estos también ascendió. Y no solo eso, sino
que las manos de Park se pusieron traviesas,
pasando por debajo de la ropa de su novio para acariciarle la espalda con
sinuosos movimientos, apretándole el trasero también. Yendo al frente y rozando
con las yemas de sus dedos los pezones del castaño.
— Yoochun~ detente~. — Suspiró.
— Si me lo pides con esa expresión, no
puedo complacerte, Junsu. — Dijo, mordisqueándole un trozo de piel en el
cuello.
El rostro colorado del castaño estaba
adornado por una vidriosa mirada que enmarcaba el deseo del menor de los dos.
— P-pero, mis padres podrían llegar en
cualquier momento.
— No hace tanto que se fueron.
— ¡Ngh~ Yoochunnie~!
Sobra decir que no se detuvieron.
Minutos más tarde la desnudez del castaño era evidente, mientras que Park solo
conservaba su camiseta puesta, aunque abierta de par en par.
— Basta, Chun~. Si mis padres…
— Entonces estemos al pendiente.
— ¿Eh?
El azabache llevó a su novio cerca de la
ventana, y aunque las cortinas estaban cerradas y era casi imposible mirar nada
desde fuera, el castaño sintió un pinchazo de adrenalina, presa de vergüenza,
miedo y excitación, intentó alejarse. Pero Park volvió a empujarle cerca de la
ventana, aprovechando el desconcierto de su novio para perfilarse entre sus
piernas y unirse a él.
— ¡Mgh~! — Kim gimió ahogado,
mordiéndose el antebrazo con la intención de callar lo más posible los sonidos
indecentes de su boca.
— No hagas eso, te herirás. — Park jadeó
ronco en su oído, llevando sus propios dedos a la boca de su novio. Metiendo
tres de ellos en la calidad cavidad bucal. — Puedes morderme todo lo que
quieras. Pero mira, si tus padres llegan, podremos ver a través de esta
abertura.
El azabache descubrió apenas un poco el
lateral de la cortina. En tanto su novio, rojo hasta las orejas, jadeaba y
salivaba con los dedos de su amante en su boca, disfrutando de una forma pervertida
el placer de sus penetraciones. Las lágrimas que corrieron por sus mejillas
eran mezcla de vergüenza, frustración y placer. Y le mostraban al mayor cuán
lascivo y sádico podía ser con su amante.
— Pararé si me lo pides, Junsu ah.
Kim agitó la cabeza de un lado a otro. Y
poco después su amante abandonó su interior, le giró y levantándole en vilo,
volvió a entrar en él. El castaño se aferró a los hombros de su amante,
sollozando y gimiendo a partes iguales, empotrado contra el muro junto a su
ventana, con el atardecer cayendo y las luces municipales encendiéndose en la
calle.
Estaban cerca, muy cerca del orgasmo. El
tiempo había perdido todo su valor y ambos estaban más bien ausentes del mundo
a su alrededor. El teléfono de la casa sonó en la estancia, y poco después un
mensaje de voz dejado en la contestadora les anunció que sus padres estaban
volviendo, se les oía emocionados, incluso el gemelo Kim saludó a su hermano la
mar de contento, asegurando que le llevaba regalos y una sorpresa.
Ni Kim ni Park prestaron realmente
atención. Sudaban y gemían entre besos, comenzando a tensarse, a estremecerse y
abrazarlo. El éxtasis, la gloria. La sensación de plenitud al rozar el cielo
con la punta de los dedos. Park retrocedió a las justas, dejándose caer en la
cama de su novio con éste en su pelvis, todavía unidos de aquellas partes de
sus anatomías. Sudorosos, agitados, ahogados en placer.
Minutos tuvieron que pasar antes de que
ambos se recuperaran. Y cuando Kim se levantó, separándose de su amante, el
semen que escurrió entre sus piernas le hizo sentir todavía más vergüenza, y le
golpeó el pecho reclamándole su perversión.
— Lo siento, ya, no te enojes. No pude
evitarlo, estabas tan adorable, Junsu ah.
— Tonto pervertido~. Ahora tengo que
ducharme rápidamente~.
— ¿Te acompaño?
— ¡No~!
Pero claro, tuvieron que compartir la
ducha, o no tendrían tiempo suficiente para adecentarse. La habitación de todas
formas olía a sexo. Y cuando los señores Kim llegaron junto con JunHo, y la sorpresa. Park comprendió que el
mundo era muy chiquito y que el karma existía. Porque su castigo por corromper
inocentes jovencitos llegó de inmediato.
— ¿Hyung?
— ¿YooHwan? ¿Qué haces aquí?
La historia no fue demasiado larga, ni
tampoco tan dramática –no ahí al menos–. El hermano menor del azabache resultó
ser pareja del gemelo de su novio. Y habían vuelto a Seúl para quedarse. Los
Park no intercambiaron demasiadas palabras, no eran muy unidos realmente, el
mayor se había independizado a temprana edad y el vínculo con su familia en
Virginia se había debilitado casi al punto de desaparecer. De hecho, a YooHwan
lo había visto poco en los últimos años, fotos más que nada.
…
Recostados sobre el lecho, con la mirada
en el techo. El sudor les cubría completamente la febril piel, sus sentidos
estaban atontados por el reciente orgasmo. El condón que Park usara había sido
dejado al descuido en el piso, y la esencia de Kim ensuciaba el vientre de
ambos.
— ¿En la ducha? — El castaño dijo de
pronto, sonriendo coqueto mientras se levanta y su S-Line es bañada por la luz
que se cuela de la ciudad.
Todavía hela afuera, pero allí dentro,
el incendio aún no se apagaba.
— Por supuesto, voy a ayudarte a dejar
bien limpio ese sexy trasero tuyo, Junsu ah.
Reír y casi correr hasta la ducha,
besarse, abrazarse.
Amarse.
Si seguimos en
esta tontería
Seremos la
comidilla de la ciudad,
Le diré al mundo
que estoy enamorado en todo momento,
Abriremos las
persianas porque realmente no nos importa.
La noche candente terminó entrada la
madrugada. Cuando agotados y satisfechos cayeron en brazos de Morfeo y
arroparon sus cuerpos con la piel del otro en un abrazo por demás íntimo.
Los primeros rayos de sol se colaron a
temprana hora por la ventana, pasando apenas a través de las persianas
cerradas. Park fue el primero en despertar, somnoliento y perezoso, se talló
con una mano los ojos, apartando las molestas lagañas y bostezando. El peso
extra en su brazo derecho pertenecía a su novio, el rostro del castaño
descansaba sobre éste y parte de su pecho. Sus suaves ronquidos le acariciaban
la piel, y el flequillo de mechones le hacía un poco de cosquillas.
— De verdad que eres hermoso, Junsu ah.
— Susurra, atrapando un mechón del flequillo con sus dedos, moviéndose
suavemente para mirarle de lado, procurando no interrumpir el sueño de su
amante.
Kim ronroneó como auténtico minino, se
acurrucó un poco más cerca y suspiró, abrazándole con recelo la cintura y
enredando sus piernas con las ajenas. El azabache sonrió, acariciándole
gentilmente el contorno del rostro, siguiendo la línea hasta su cuello y
hombro. La respiración del castaño comenzó a alterarse, obviamente estaba
perturbando su sueño. Park sonrió con travesura, y llevó su nariz a la ajena,
rozándola con cariño, luego fueron sus labios los que rozaron los contrarios en
varias ocasiones, hasta que Kim gimoteó casi ofendido por la interrupción de su
descanso y dio media vuelta, apartándose de los cariños que su amante le
proporcionaba.
— Ingrato. — Murmuró el mayor, aunque no
había ni pizca de ofensa en su reclamo. Él sabe bien cuánto adora su novio
descansar cuando puede hacerlo.
Si es que él mismo adora descansar, pero
cuando tiene a su novio en sus brazos, le vale más admirarlo que dormir unos cuantos
minutos más. De alguna forma, a su edad el amor ganaba otras proporciones.
Le dejó ser durante largos minutos,
resignándose a mirarle y esperar. De todas formas era mejor estar ahí a tener
que abandonar el lecho. Afuera todavía estaba todo cubierto de nieve, y seguro
en cuanto salieran del cobijo de las mantas, sentiría el frío.
— Ng. — Park gruñó, y repentinamente
apretó el abrazo con su novio.
Kim sintió entonces la presión de
aquellas tibias manos contra su vientre, abandonando ineludiblemente el mundo
de los sueños, parpadeó varias veces antes de despertar un poco, bostezar y
sonreír somnoliento.
— Buenos días, Yoochun ah~. — Saluda
entonces, con la voz enronquecida por el estado amodorrado. Y por la forma en
que gimió durante la noche, para qué negarlo.
— Buenos días, Junsu ah. — Corresponde,
besándole corto los labios aunque el castaño reniegue y se cubra con las
mantas. — Sí, sí. Aseo bucal antes que besos. Vamos entonces, de prisa, quiero
besarte a mi antojo.
— Qué demandante tan temprano, Chun~.
— Es porque he estado aguantándome como
por una hora.
— ¿Eh?
— Aunque me gusta mirarte dormir
también.
— ¿Tanto llevas despierto?
— Bueno, quizá exageré un poco.
— ¡Me hubieras despertado~!
— No era necesario. Estabas muy lindo
durmiendo. Y seguro que necesitabas descansar, anoche me pasé un poquito, creo.
Kim sonríe, con las mejillas adornadas
de rubor al recordar la cantidad de cosas que hicieron esa noche, pero feliz.
— Estoy bien, lo disfruté muchísimo,
Yoochun ah, porque hicimos el amor.
— Eso sin duda. Te amo, Junsu ah.
El castaño suspira, emocionado por la
honestidad que destila la voz pastosa de su amante. Y se besan por encima de
las mantas, antes de que finalmente ambos abandonen el lecho y se encierren en
la ducha para asearse de pies a cabeza. Un beso, dos, y decenas más caen
durante el proceso de ponerse guapos.
Al salir del departamento, se topan con
algunos vecinos de Park. Algunas miradas caen en mal, los murmullos
malintencionados hacen eco a sus espaldas. Al azabache no le importa, pero
tampoco quiere exponer a su joven novio a habladurías. Ellos no solo son “amantes
que follan”, son novios, un par de enamorados como cualesquier otra pareja.
— Imbéciles.
— No hagas caso, Yoochun ah.
— Me molesta que hablen de nosotros como
si fuéramos unos pervertidos o degenerados.
El castaño miró a su novio, preocupado
por su temperamento cuando le vio cerrar la puerta de su auto con brusquedad.
No es que a él no le molesten esos comentarios, lo hacen y mucho. También le
incomodan y le hacen sentir mal. Pero, cuando pensaba en que sus padres estaban
de acuerdo con su relación sentimental con Park, todo aquello perdía peso.
— Ya sabes, Yoochun ah, pienso que la
sociedad entera se puede ir a la mierda si quiere. Mientras seamos felices, y
con la aprobación de mi familia, el resto realmente no me importa.
El azabache volvió la mirada hacia su
amante. Honestamente sorprendido por la severidad de sus palabras, ya que
generalmente era muy cuidadoso con sus expresiones. Era raro, muy raro
escucharle hablar así. Pero le gustaba. La sonrisa en labios de Park se ensanchó,
e infló pecho con orgullo.
— He aquí una de las miles y miles de
razones por las que me encantas, Junsu ah.
Dice, empinándose por los labios del
castaño con anhelo. Todo y que algunas personas iban pasando por ahí, rumbo a
su automóvil en el parking del edificio. Les importó nada, se besaron como les
gusta, lento, profundo y húmedo.
…
Durante al menos un par de meses después
el administrador del edificio comenzó a dejarle avisos a Park de que moderara
sus “actividades nocturnas” o se vería “obligado” en revocar su contrato.
— Debe ser cosa muy sabia del destino.
No había adquirido un departamento propio porque no sentía necesidad. Ahora,
con gusto buscaré junto a Junsu uno donde podamos vivir juntos.
Arrugando el papel que le habían dejado
pegado a la puerta de su actual departamento, Park entró, completamente
decidido a comenzar a empacar.
Ese fin de semana tenía cita con Junsu,
para visitar algunos departamentos en venta. Park no se lo dijo sino hasta que
se reunieron en un café cerca del primero que quería visitar.
— ¿Q-qué? ¿Quieres, que nos mudemos
juntos? — Kim, quien ahora llevaba el cabello teñido de rubio, abrió los ojos
de par en par, honestamente sorprendido.
— ¿No quieres?
— Bu-bueno, no es que no quiera. Es que,
es un poco, repentino.
— Está bien. No voy a obligarte a tomar
una decisión tan importante cuanto antes, pero, aún si no quieres mudarte
conmigo ahora, quiero que me ayudes a elegir un departamento en el que,
después, podamos vivir juntos, Junsu ah.
Kim boqueó como pez fuera del agua.
Honestamente, eso simplemente sonaba a que le daría tiempo de pensarlo, pero
que todavía esperaba que se mudara con él. Y no es que la idea no le agradase.
— ¿Junsu?
— Hace cinco meses que estamos saliendo.
Se siente, un poco apresurado.
Park sonrió con un dejo de decepción. Él
sabe que es apresurado, sobre todo para un jovencito de 24 años. También sabe
que sus sentimientos son honestos, y profundos. Que no cambiará ese “te amo” en
unos cuantos meses, ni un par de años o décadas. El azabache sabe que su amor
por el castaño es ese tipo de sentimiento que solo está destinado a madurar y
envejecer para toda la vida en su corazón.
— Está bien, no te sientas presionado.
Miraré por mi cuenta después, ¿quieres hacer algo? Tienes el día libre del
trabajo de todas formas, ¿no?
Kim se mordió el labio inferior. No se
sentía cómodo ahora. De alguna manera, parecía que había rechazado a su novio
en algo importante.
La tarde no fue del todo amena, Junsu se
sentía culpable, y Yoochun no sabía cómo aligerar la tensión. De alguna forma,
eran inexpertos en el mismo punto de la relación.
…
Hacía un mes que Park se había mudado a
un departamento propio, en una zona residencial lo suficientemente amable y
menos cerrada que su anterior residencia. Este complejo se sentía cálido, casi
como un hogar. Pero, Kim aún no se ha quedado una sola noche. Y el azabache no
quería presionarlo.
— Tampoco es que quiera dejar pasar la
situación. Así que, aquí vamos. — Respirando profundamente un par de veces
antes de entrar en el restaurante donde su novio trabaja, Park dio un paso
adelante, hacia otra decisión importante en su vida.
Era como “ganar o morir”. Algo parecido.
El rubio le esperaba en una mesa,
apuesto en un traje oscuro, es su 25 cumpleaños después de todo, y esa, la cena
para celebrar.
— ¡Yoochun~! — Radiante, el rubio le
saludó al verle, sonrojándose cuando vio ese ramo de rosas en la mano de su
novio.
— ¡Feliz cumpleaños, Junsu! — Exclamó
estrechándole en un cálido abrazo, besando dulcemente sus labios, extendiendo
el ramo de rosas con una sonrisa cariñosa.
— Gracias~. Le pediré a Hayami-san
ponerlas en agua cuanto antes~. Quiero que duren frescas muchos días~. — Dijo,
oliendo el arreglo floral con un rostro lleno de felicidad.
La cena transcurrió tranquila, cómoda,
felices los dos. Park sin embargo estaba nervioso, a punto de hacer algo que
probablemente no resulte como espera. O tal vez sí.
Una canción sonó un poco más alto en el
restaurante, Junsu la reconoció de inmediato. “Marry you” de Bruno Mars. El
castaño abrió los ojos de par en par cuando Park se levantó, apartó la silla y
se inclinó delante de su novio, apoyando el peso en una de sus rodillas, una
cajita abierta en la palma de su mano izquierda, un anillo brillando en su
interior.
— Junsu ah…
— ¡Sí~!
En efecto, Kim ni siquiera le había dado
tiempo de decir nada. Pero Park no se quejó. Los besos con lágrimas de
felicidad que el rubio le dio lo valían todo. Los comensales del restaurante
miraron asombrados la escena, pero pronto una ola de aplausos sonó. En la
puerta que da a las cocinas, Mokomichi miraba complacido la exitosa propuesta
de matrimonio, su morocho novio chasqueaba la lengua a su lado, farfullaba algo
y se internaba en las cocinas, dispuesto a robar algo de comida del chef
Jaejoong. Aunque probablemente Yunho no se lo dejase fácil.
— Te amo, Junsu ah.
— Y yo, Yoochun ah. Te amo, muchísimo.
No nos importa el
decoro,
Rompamos las
reglas, ignoremos a la sociedad,
Quizá nuestros
vecinos gusten espiar, es verdad,
¿Y qué si ellos
miran cuando hacemos lo que hacemos?
Park Junsu.
Ese era su nombre ahora, ha pasado a
formar parte del registro familiar de su esposo, por lo que el Kim ha quedado atrás. No hay ofensa en
absoluto, ni para él ni para su familia. Es parte de las decisiones que ha
tomado.
25 años, y felizmente casado. En el
trabajo sus compañeros se burlan de él y su mirada soñadora, de que su esposo
vaya y le recoja todas las noches, que en sus días libres le lleve de cita y
que los mensajes no paren durante su jornada laboral. Le hacen burla por estar estúpidamente feliz y enamorado. A él,
bueno, no le importa, porque son burlas amistosas, porque es un poco de envidia
y otro tanto de buena intención.
La boda ha sido diferente, como todo lo
que ha vivido con el azabache. Una ceremonia espiritual con familia y amigos
cercanos. La noche de bodas, bueno, ya que las vacaciones no habían podido ser
todavía, se han limitado a otra gran decisión. Vivir juntos, hasta ese gran
día.
Yoochun vestía traje negro, Junsu
blanco. Y le ha cargado en vilo mientras entraban a casa después del banquete
en el restaurante de Mokomichi. Las cosas del menor, ahora con cabellos teñidos
de un tierno rosado, habían llegado en el transcurso de la semana, y había
dedicado sus momentos libres para acomodar todo. Sonriendo enamorado porque
había notado que éste departamento había estado esperando por él todo ese
tiempo. Los espacios para sus cosas estaban destinados previamente, como si el
azabache los hubiera dejado vacíos a sabiendas de que tarde o temprano podrían
compartir aquel techo al que llamar hogar.
— ¡Ups!
— No importa.
El peliteñido se excusó, luego de que al
entrar, en medio de los apasionados besos que ya estaban compartiendo para
iniciar su “noche de bodas”, hubiese botado un florero al piso, haciéndose
pedazos. Al azabache aquello le importaba lo mismo que nada, mañana o pasado
simplemente comprarían otro, lo que necesitaba con urgencia era hacer el amor
con su esposo. Porque la sola idea de que lo sea, ya le tenía embobado y
alucinando un placer diferente.
— Ngh~.
— Hueles a vainilla.
Los dientes del mayor tiraron del labio
inferior de su esposo antes de correr cuesta abajo por el cuello y dejar
mordiscos aquí y allá por la lechosa piel del menor. El saco blanco cedió
primero su lugar, siendo olvidado en el respaldo del sofá en la estancia,
camino a la habitación quedó el calzado de ambos, junto a las corbatas y el
chaleco. Los elegantes trajes de novio estaban siendo reducidos a molestas
prendas en su camino a la desnudez del otro.
— Estabas muy guapo, Yoochun, pero me
encantas más cuando no llevas nada.
El peliteñido dijo, sonriendo coqueto,
deshaciéndose de los pantalones de su esposo, tumbándole en el lecho y
siguiéndole al sentarse a horcajadas en su regazo. El azabache le devolvió la
sonrisa, delineando con sus dedos de pianista la silueta de su esposo, trazando
con claridad la S-Line mientras sus bocas se unen y los besos compartidos suben
de tono cada vez. El mayor se las ingenia para sacarle los pantalones a su
esposo también, acariciando sinuosamente las torneadas piernas, los firmes
glúteos.
Los jadeos comienzan a llenar la
habitación, y el calor que emana del matrimonio sumirla en una atmósfera de
pasión. Sus manos, habilidosas acarician la anatomía del otro con sinuosa
intención, juguetean antes de entregarse al placer de la unión de sus cuerpos.
Las cortinas están corridas y las puertecillas de la ventana abiertas de par en
par; cualquiera podría mirarles desde los departamentos en los edificios
contiguos.
El aire del verano es caliente, pero a
ellos no les importa, tampoco encienden el aire acondicionado porque
sencillamente, vale poco. Las luces de la ciudad están encendidas, y el sonido propio
de ésta a esa hora de la noche, casi silencioso, pocos son los autos que pasan
por la avenida, algunas sirenas a la distancia, maullidos de gatos y ladridos
de perros. Los vecinos probablemente duermen.
Ellos hacen el amor.
— Necesitamos el lubricante, Junsu ah.
El azabache dice, y se deja hacer cuando
le tumban del todo sobre la cama y el cuerpo de su esposo se estira a lo largo
del suyo, rozándose de una forma deliciosa mientras alarga la mano y saca la
botellita del cajón en la mesita de noche, junto a un condón. Cuando el
peliteñido vuelve hacia atrás, aprovecha para besarle de nuevo, y dejar un
camino húmedo de besos por el pecho de su esposo, mordiendo coqueto los
pezones, acariciando los pectorales, rozando la entrepierna.
— Sí que lo necesitamos, Chun. Estás tan
duro~.
— Claro que sí, me pones caliente,
Junsu.
Se miran fijo a los ojos y después, el
menor desliza la ropa interior de su esposo, descubriendo el erecto miembro,
acariciándole con las yemas de sus dedos a lo largo, relamiéndose los labios.
— Mi esposo es un pervertido~. —
Canturreó con rintintin, lamiendo travieso el tronco del azabache, chupando la
punta fálica.
— ¡Mgh! Mi esposo es un diablillo
vestido de ángel. — Aseguró, trazando la línea de su mentón, indicándole con la
mirada que continúe.
Esa noche, gritaron de placer cuando
alcanzaron el orgasmo. Gimieron como un par de locos mientras hacían el amor,
yendo del lecho a la cocina y el sofá, terminando en la ducha con los primeros
rayos de sol asomando en el horizonte. Se habían dedicado la noche entera a
amarse de pies a cabeza. Al final se olvidaron de la protección o del pudor, y
simplemente se habían entregado sin límites, desinteresados por lo que los
vecinos pudieran decir.
Esa mañana durmieron cómodamente,
abrazados el uno al otro bajo las mantas de seda que habían comprado para su
primera noche juntos. Una colcha fina con un bordado en la parte inferior tenía
en detalle escritos sus nombres. Y una copa de vino a medio tomar descansaba en
la mesa del comedor, junto a dos copas vacías y la botella de lubricante en las
mismas condiciones.
El departamento olía a sexo, a vainilla
y colonia varonil. Una mezcla extraña que gustó al matrimonio mientras se
entregan al amor.
Vamos al parque,
Quiero besarte
bajo las estrellas…
Tres años casados.
El cumpleaños 39 de Yoochun.
Una cena en el restaurante de su amigo
Hayami –sí, ya entraba en la categoría de amigos, después de todos esos años
cómo si no, y en el paquete iban también ChangMin, su novio; además de Jaejoong
y Yunho, otros felizmente casados–, un brindis con los amigos, una videollamada
de YooHwan, anunciando su compromiso con JunHo. Al azabache en realidad le cae
en gracia la noticia, les desea felicidad y decide terminar la velada con su
esposo, caminando por que el parque.
Caminan abrazados de la cintura,
coqueteándose sin reparo alguno, ajenos a las miradas o las habladas. Buenas o
malas, les da lo mismo. Viven su vida a su manera. Se besan bajo un farol
municipal y tararean una canción bailando sin música junto a una fuente.
— Yoochun ah, aún tengo un regalo que
darte.
— ¿Otro? El reloj que me diste ya fue
demasiado, Junsu ah.
El menor, que llevaba el color natural
de su cabello, castaño oscuro, sonrió mientras negaba con la cabeza y le tomaba
una mano llevándola a su vientre. El mayor le miró sin entender demasiado. Su
esposo soltó una risita ladina y lo dijo en palabras.
— Seremos papás, Yoochun ah.
— ¡Oh cielos! ¡Qué felicidad, Junsu!
Besarle mucho, levantarle en vilo y dar
vueltas. Volver a besarle, gritar a los cuatro vientos que le ama, que será
papá. Que le ama de nuevo. Que todo es felicidad.
Y marcar esa noche, una página más en su
libro de vida.
El que lleva escritas palabras con tinta
de amor.
FIN
Simplemente hermoso y fabuloso, nada mas que decir *0*
ResponderBorrarCreo que cuando leo tus historias, lo único que puedo escribir es hermoso y perfecto!!
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