martes, 28 de febrero de 2017

STUPID LOVE (Parte 1)



Había subido este miniserial (?) anteriormente en A-Y, pero cuando estaba revisando los archivos me di cuenta de que lo tenía sin nombre, únicamente fueron "drabbles" que se supone escribí el año pasado en Marzo ;D lo siento, mis locuras a veces están terriblemente desorganizadas. Intenté recordar con qué nombre lo subí antes, pero no conseguí hacerlo, y la vdd es que tuve pereza de buscar. Pero estoy segura de que por ahí iba el nombre, y que de todas formas no anda tan errado. 

Después del testamento de notas iniciales, que disfruten (nuevamente, tal vez) del fic~. 

~*~

Enamorarse no había sido tan complicado. La verdad no. Lo complejo fue llevar esos sentimientos al nivel adecuado, es decir, una relación estable en la que ambos se sintieran cómodos y felices con el otro. Lo cual no ha sido sencillo, dada la personalidad de cada uno. Pero, lo estaban llevando bien. Lo suficientemente bien como para que Steve Rogers sintiera la mansión Stark como su propio hogar. Aunque Tony tenía unos gustos extravagantes para todo. Todo, señoras y señores, lo que, obviamente, se extiende al plano sexual.

— ¡De ninguna manera, Tony!

— Oh vamos, Steve, es solo un delantal.

— ¡Sumamente vergonzoso! ¡He dicho que no, y no lo haré!

— Tacaño… — Farfulló el multimillonario, guardando de vuelta en un cajón en la amplia cocina, el delantal que había comprado con la ilusión de convencer a su amante de usarlo para él.

— No me digas así, es porque quieres que lo use para tu propio placer, Tony… — El capitán dijo, alzando la barbilla con ademán caprichoso.

— Pero tú también lo vas a disfrutar, eso es obvio, Steve.

— No, solo estaría en una crisis de vergüenza dándote el gusto. Y mejor que no lo vuelvas a mencionar o me molestaré en serio, Tony.

El morocho suspiró. De momento era mejor dejar el tema por la paz. Pero solo de momento. Ya volvería “al ataque” después. Uno de esos días tendría que conseguir que el ojiazul le cumpla la erótica fantasía de hacerle el amor con aquella única prenda cubriendo su esculpida desnudez.

— Ah, te estás imaginando la vergonzosa escena, ¿verdad, Tony? — El rubio le dio un puñetazo en el costado, demasiado abochornado para ignorar la lujuriosa mirada de su amante.

— ¡Ng! Eso dolió, Steve. Trátame con más cariño, algodoncito de azúcar… — Stark dijo. Y vio el semblante de Rogers ensombrecerse. Realmente detestaba cuando se ponía “meloso” con él, porque ambos saben que es más un jugueteo que un gesto sincero o propio de la personalidad del magnate.

— Sigue provocándome y dormiré en otra habitación esta noche.

— Ok, ok. Cielos, tantos meses saliendo y todavía no puedes compartir mi sentido del humor. En serio, Steve, en algo estoy fallando como tu amante, me haré un análisis exhaustivo. JARVIS. 

— “De inmediato, Sr. Stark. Iniciando secuencia de análisis.”

— Eres tan… — Rogers soltó una risita, ver a Tony ser escaneado por su propio sistema computarizado era divertido. Sobre todo porque de pronto “babas” le estaba arrastrando al sótano, donde seguramente el “análisis” le haría hacer más de alguna rabieta… — A veces tan, pero tan infantil que casi es lindo.

— ¡Te escuché, Steve! ¡Deja que termine de desarmar a “babas” y te mostraré quién es el lindo aquí!

Por supuesto, Stark cumplió –y con creces– lo “prometido”. Pero Rogers no se quejó. De hecho no hizo otra cosa más que gemir bajo el cuerpo de su amante, sudar con el rostro colorado y temblar por cada oleada de placer que lo recorrió de pies a cabeza durante horas hasta que el morocho se sintió “saciado” de él. Lo que de todas formas no duraba gran cosa, porque el ojiazul presiente que, si por Tony fuera, estarían como conejos teniendo sexo todo el tiempo posible.

— ¿Quieres ducharte?

— No quiero moverme de aquí, ¿me llevarás cargando?

— Steve, si no fueras un poquito más alto y robusto que yo, seguramente lo haría. Pero no, así como me has dejado de agotado, soy incapaz de cargarte al estilo princesa.

— Oh, pero dijiste que soy lindo, deberías ser capaz de llevar a tu lindo novio a la ducha, Tony~.

El morocho podía darse cuenta del tono divertido con que su novio hablaba, riéndose descaradamente de su rostro frustrado. Y Stark no es de los que dejan pasar una “broma” de esta naturaleza. Orgullo y vanidad, eran rasgos de su personalidad imposibles de ignorar.

— ¡Tony! ¿Qué estás haciendo? Bájame, te vas a lastimar la espalda~.

Claro, Stark consiguió llevar en brazos a Rogers a la ducha, y darle una buena lección del por qué no debe meterse con su orgullo masculino –o lo que es lo mismo en el lenguaje del multimillonario, le hizo nuevamente el amor, castigándole un poquito al no dejarle correrse hasta que le vio llorar necesitado de aquel desahogo sexual–. Naturalmente, al día siguiente se quejó de dolor de espalda, y tuvo que usar una faja de apoyo dorsal para recuperarse.

En realidad, no les iba nada mal como pareja. Aunque todavía había ocasiones en las que Rogers se ponía un poco ansioso cuando Stark tenía una reunión de negocios o asistía a alguna fiesta. Las mujeres lo perseguían como moscas, y el magnate no podía flirtear con ellas. Aunque ser infiel estaba simplemente fuera de toda posibilidad, el capitán no disfrutaba para nada las portadas de revistas que veía por la calle o hasta en el trabajo.

— ¿Capitán, está todo bien?

— ¿Qué? Ah, sí Srita. Hll. ¿En qué puedo ayudarla?

— Ya sabes, eres el jefe. Tony quiere que firmes unos documentos.

— ¿Qué documentos?

— Solo, documentos que te avalan como su, pareja.

— ¿Qué? Pero, no estamos casados.

— Oh, esto es similar. De todas formas, te los dejo, puedes leerlos si gustas. Cualquier duda que tengas, no dudes en llamarme. Ah, capitán, ustedes podrán no estar casados, no portar un anillo de bodas pero, a mi parecer, y de todo el equipo, ustedes estarán juntos para siempre, ese es un compromiso más valioso que un papel o una argolla.

En cuanto María Hill dio media vuelta, Rogers sintió sus mejillas calientes. Que todos –los más cercanos, los verdaderos amigos– sepan sobre su relación con Stark hacía todo más sencillo, pero al mismo tiempo le seguía llenando de vergüenza. Observó la carpeta que Hill le entregó antes y sonrió, está seguro de que algo como dejar propiedades a su nombre estará entre todos esos papeles. Y eso, aunque le agradaba, también se sentía como una gran carga.

— Comportándonos como una pareja felizmente casada, esa es la idea que tengo… — Dijo para sí. Consciente de los valores morales que todavía estaban bien arraigados en su mente.


Habían pasado dos, DOS días sin verse. Stark estaba ansioso, todo lo que quería era que Rogers volviera también pronto de su trabajo y comérselo a besos.

— Besos, mordiscos, algunas lamidas por aquí y allá. Diablos, quiero empujarlo tan fuerte que tenga que mostrar los músculos de sus brazos, tensar el torso y morderle la clavícula.

— ¿Qué cosas impúdicas estás balbuceando, Tony?

— ¡Steve! — Excitado, el morocho lo recibió con un húmedo y profundo beso, lengua y saliva por todas partes. Y las rojas mejillas en la tez clara de su amante… — De prisa, quítate la ropa.

— ¿Qué? ¡Acabo de llegar, deja tus manos quietas! ¡Tony~!

No, Rogers no ganó esa batalla. E hicieron el amor en plena estancia, ensuciando el sofá con semen y sudor. El semen era lo vergonzoso. Y más, saber que no eran ellos quienes limpiaban lo que “ensuciaban”.

— Pervertido, siempre haces lo que quieres.

— Fue un impulso debido a la abstinencia sexual, Steve.

— ¿Abstinencia sexual? ¡Lo hicimos toda la noche antes de que te fueras de viaje! ¡Y solo fueron un par de días!

— Uno solo, unas horas, minutos incluso. El tiempo que no puedo estar contigo, ya me hace entrar en crisis. Y es porque te amo, Steve Rogers. Acostúmbrate a eso.

La seriedad, la determinación, el brillo juguetón en la mirada oscura de Stark. Todo eso hacía flaquear las débiles defensas de Rogers, y tiraba de sus labios formando una sonrisa enamorada que no tardaba en desaparecer cuando la boca del morocho le besaba.

Bueno, no era una relación sencilla, y sus personalidades podían tener grandes diferencias. Pero, a su manera, encajaban. Y estaban enamorados así.

~~*~~

Cuando comenzaron a salir, Rogers siempre estaba inquieto alrededor de Stark, le ponía los nervios de punta que le abrazara o besara despreocupadamente en cualquier momento sin importar las personas o la situación. En una misión incluso tuvo el atrevimiento de besarle en medio de una ráfaga de disparos, cubriéndose con el escudo del capitán para evitar ser heridos.

— Para recargar energía.

Había sido la excusa del Ironman, sonriendo pícaro antes de lanzarse al vuelo y continuar como si nada hubiese pasado, dejándole a él con el corazón desbocado y las mejillas calientes. Por mero instinto, el capitán se había defendido y enfrentado a los enemigos, terminando satisfactoriamente la misión encomendada. Aunque aquella había sido una de las tantas discusiones sin fin en que no llegaban a un acuerdo en común, la verdad es que su relación había continuado “viento en popa”. Y poco a poco se iban acostumbrando, adaptando y aceptando la personalidad del otro. Las discusiones iban y venían, pero ninguna tan importante como para poner en riesgo la relación.

Aún así, el noviazgo de la pareja de superhéroes era tema de conversación a menudo, sobre todo cuando ellos estaban presentes y se convertían en la comidilla de las reuniones. Generalmente era Rogers quien terminaba todo avergonzado, y Stark más que feliz reconociendo que están enamorados, entre otros datos indecentes que el multimillonario soltaba sin “pelos en la lengua”.

— Ahora lo disfrutas, pero durante los primeros meses también te ponías ansioso, Tony.

— Pepper, no sabía que vendrías.

— Por si lo has olvidado, me tienes dirigiendo tu empresa, por supuesto que de vez en cuando todavía tengo que pasar por aquí. Capitán, chicos… — La rubia saludó a todos, sentándose luego junto a Natasha, viendo cómo el morocho le ignoraba y se servía una copa de vino, mientras que el ojiazul continuaba leyendo algo en una tableta.

— Se pone al día con algo diferente cada vez. Creo que hoy está leyendo sobre maternidad… — Natasha relató por lo bajo, mientras la rubia revisaba en su móvil algo relacionado con la dirección de Industrias Stark.

— ¿Maternidad? — Preguntó incrédula. Viuda negra asintió.

— También me intriga saber por qué está tan interesado en el tema.

— ¿Será que esté pensando en familia?

— Pues con Stark no podría. A menos que consideren la adopción, es decir, ambos son hombres. O quizá busquen una madre sustituta.

— Con una madre sustituta seguiría siendo el hijo de uno u otro, no de ambos. No me los imagino asumiendo una paternidad de esa manera. Quizá adopción, pero todavía sigue siendo extraño que esté leyendo sobre maternidad.

— Pepper, te ves relajada.

— ¿Eh?

— Solo me estaba dando cuenta, hasta hace algunos meses tú también te veías más estresada. Quizá porque tenías que cuidar de Stark, bueno, de que ninguna de esas arpías que suelen buscarlo consiguiera meterse en sus pantalones.

La rubia sonrió. Realmente había sido así.

— Sí, antes de que conociera a Steve, Tony aprovechaba cualquier oportunidad para llevar mujeres a la cama. El sexo para él no era más que eso, el placer físico sin compromiso alguno. Pero, incluso antes de que comenzaran a salir, ni bien Tony supo que el capitán había vuelto de su estado de congelamiento, iniciaron los cambios. A veces hablaba del capitán como si le cayera mal, pero siempre supe que simplemente estaba ansioso por todo lo relacionado con Steve. Después de su primera reunión, Tony simplemente dejó de conquistar mujeres, digamos que se mostró fiel desde entonces. Cuando Steve aceptó salir con él, mismo Tony me pidió que vigilara que ninguna mujer se metiera en su vida.

— Pero no han parado de buscarlo, ¿cierto?

— Bueno, no será sencillo que se deshaga de su pasado como playboy, sobre todo cuando él mismo lo ostentaba con orgullo.

— ¿Crees que llegue a hacer pública su relación con el capitán?

— Definitivamente. No me sorprenderá cuando lo haga. Tony es así, te aseguro que ahora se ha contenido solamente porque sabe que Steve no lo toleraría, pero en cuanto sienta un poco más seguro al capitán, Tony soltará “la bomba”.

— Sí que le conoces bien.

— He estado con él durante mucho tiempo, supongo que soy su mejor amiga.

— ¿Y ya no estás enamorada de él?

— No, Natasha. Ya superé ese sentimiento, ahora me es suficiente con ser su amiga. Y encargarme de que Industrias Stark se mantenga en la cúspide del éxito.

Las mujeres sonrieron, viendo lo insistente que Stark había comenzado a ponerse con Rogers, queriendo su atención como un niño malcriado.

— Deja ya de leer, vamos a darnos un chapuzón en la alberca, Steve.

— ¿Qué? ¿Ahora? Es casi hora de cenar, Tony. Es verdad, debería ponerme en ello.

— ¿Ya vas a usar el delantal?

— No… — Dijo de inmediato, fulminándole con la mirada antes de dejar la tableta sobre la mesa de centro y levantarse… — Ni se te ocurra venir a la cocina si no piensas ayudar.

— Que aburrido, no me dejas hacerte nada porque tenemos visita, ¿verdad?

— Obviamente… — El ojiazul sonrió a las mujeres, y más allá a Bruce y Clint, el doctor revisando algún artículo, y el arquero haciendo zapping en la tv.

— Steve, la habitación es insonora, ¿sabes?

— Dormiré en otra.

— Nh, puras privaciones, los voy a correr a todos.

— No te atrevas, me enojaré.

— Siempre me amenazas con eso, Steve.

— Porque sé que me escuchas… — El ojiazul le dedicó una sonrisa. Y fue suficiente para que el morocho se resignara.

— Lo sabe, me manipula a su antojo con esa sonrisa linda.

Pronto, Pepper se unió a Rogers en la cocina para ayudarle con la cena, ya que estaba de invitada quería ayudar, y la verdad es que se le daba bastante bien. Natasha por su parte, terminó uniéndose a Clint haciendo zapping en la tv. Stark echó una ojeada en los archivos que su amante estuvo leyendo en la tableta. Igual que sus amigas, estaba curioso acerca del motivo por el que el ojiazul estaba leyendo específicamente acerca del tema.

— ¿Querrá tener hijos? — Pensó.

Pero dio por zanjado el tema, era un poco extraño incluso para él, que hasta el momento no ha pensado en familia, demasiado ocupado en disfrutar de la relación siendo solo ellos dos.

— Además, deberíamos casarnos primero de todas formas… — Concluyó, y se unió al Dr. Banner hasta que la cena estuvo lista.


Durante las semanas siguientes, Rogers continuó leyendo un montón acerca de la maternidad, aprovechando los pocos momentos libres que tenía entre el trabajo y su demandante novio. Luego de pronto, una mañana despertó sintiéndose “raro”, como enfermo. Lo que ya de por sí era raro pues él no se enfermaba. Tenía dolor de cabeza y náuseas, y aunque normalmente consumía líquidos suficientes para mantenerse hidratado, ir contantemente al baño comenzó a preocuparle. Y por si fuera poco, tenía sensibles los pezones, el simple roce de su camiseta le resultaba extraño.

— ¿Otra vez al baño?

— No molestes, Tony. Es solo que he tomado mucha agua.

— Yo he visto que tomas lo de siempre, Steve. ¿Estarás enfermo?

— ¿Qué? No, no creo. Estoy bien.

— También vomitaste esta mañana después de desayunar, y durante la comida apenas tocaste tu plato.

— Yo no me enfermo.

— Sé que no, pero es raro, tienes que admitirlo. Vamos con Banner, que te haga un chequeo médico, por las dudas.

A regañadientes, Rogers aceptó. A la mañana siguiente se pasaron por el laboratorio, y después de que el Dr. Banner hiciera lo propio, la gran revelación llegó.

— Enfermo no estás, Steve.

— Lo sabía.

— Sin embargo, y desde ahora les digo que hice la prueba tres veces porque yo tampoco podía creerlo, lo que tienes es una condición que “pasa” transcurridos unos meses.

— ¿Qué? — Dijeron al unísono la pareja.

— Bueno, seguro que leíste sobre esto desde que has estado interesado en el tema de la maternidad. De hecho, puede ser que instintivamente hayas buscado prepararte para este momento.

— Bruce, no te estamos siguiendo el hilo, amigo… — Stark dijo, aunque la expresión de Rogers decía lo contrario. Sí que estaba entendiendo.

— Pero, es imposible Bruce. Soy, hombre.

— Lo sé, pero como dije antes, hice la prueba varias veces. Y fue positivo en todas ellas.

— ¿De qué están hablando? Qué tiene Steve.

— Pues, que está embarazado.

Stark se quedó boquiabierto. Rogers se cubrió el rostro con las manos. Ambos demasiado incrédulos de la noticia.

~~*~~

Banner estaba esperando pacientemente por una reacción más allá del asombro, aunque le estaba divirtiendo bastante la cara de idiota que estaba poniendo Stark. Un par de minutos después, finalmente la pareja salió del trance. Con un comentario un poco “extraño” de parte del morocho.

— ¿Eso significa que estarás gordito en unos cuantos meses? ¡Wow! ¡Eso será asombroso, Steve!

— ¿Gordito? — Al ojiazul le saltó una venita en la sien. Y no era cosa buena hacerle enfadar, sobre todo metiéndose desde tan pronto con su figura. Que además, es en parte culpa del morocho.

— Sí, bueno. Ganarás peso con el embarazo, ¿verdad, Bruce? Me encantará verte con tripa abultada, y tengo curiosidad por ver cómo ese cuerpazo que te mandas cambia. ¿Puedo hacer un diario con videos a lo largo de los meses?

— Tony, estás diciendo tonterías, ¿sabes?

— ¿Eh? ¿Por qué? Vamos a tener un hijo. Un bebé crece en tu vientre desde, espera, ¿cuánto tiene de embarazo, Bruce?

— Dos meses y medio.

— ¡Eso! Un mini capi-paleta crece en tu interior desde hace dos meses y medio. Aunque, la tripa es calientita, ¿verdad? Por lo que no es mini capi-paleta, sino un mini ironman.

— Tony, ¿estás bien? — El Dr. Banner preguntó, visto que el morocho estaba demasiado hablador con tonterías, sudaba y parecía que estaba al punto del desmayo.

— ¿Yo? ¡De maravilla! Voy a ser papá… — Dijo, y comenzó a reírse escandalosamente, parándose y caminando de un lado a otro repitiendo la misma frase… — Voy a ser, papá.

Hasta que finalmente se desmayó. El sonido de su cuerpo cayendo en el suelo fue bastante escandaloso, pero Banner pronto dijo que estaba bien, que simplemente se había desmayado y si acaso, tendría un chichón en la nuca.

— ¿Me ayudas a levantarlo, Steve?

— Oh no, vamos a dejarle ahí.

— ¿Te estás vengando por todo lo que dijo?

— No, estoy velando por su orgullo masculino. Él detesta que le cargue, ya que él es “el hombre” de la relación, así que simplemente esperaré a que recobre la conciencia. A menos que te estorbe, Bruce.

— No, para nada. Yo, voy a volver al laboratorio, ustedes… Felicidades por tu embarazo, Steve.

— Sí, gracias. Todavía es como un sueño, pero, gracias. Realmente me siento feliz.

Minutos más tarde, Stark despertó. Quejándose de un ligero dolor de cabeza.

— ¿Por qué sigo tirado en el piso?

— Porque eres “el hombre”, ¿no?

— Ah, tienes unas maneras muy extrañas de vengarte, Steve. aunque me agrada el sitio donde estuve desmayado, deja pierdo la conciencia otra vez.

— ¡No me estés tocando las piernas! ¡Descarado~! — El ojiazul le empujó, levantándose de su sitio y quejándose de un entumecimiento en las piernas por haber estado arrodillado tantos minutos, ofreciendo su regazo como cabecera para su amante.

El multimillonario se rio de buena gana un rato, aún ahí, en el piso. Luego se quedó callado, mirando hacia arriba, teniendo una buena vista del capitán.

— En serio, Steve, tienes un cuerpo condenadamente sexy, quiero hacerte el amor aquí y ahora.

— De ninguna manera, estamos en los laboratorios Stark.

— Steve.

— Ya te dije que…

— Te amo.

Rogers se sonrojó profusamente.

— Yo, yo también a ti.

— Y, de verdad estoy feliz porque vamos a ser padres. No sé cómo es posible pero, ahora mismo me siento absurdamente dichoso, más millonario que nunca.

— A veces dices cosas realmente cursis, ¿sabes, Tony? — Dijo, agachándose hasta que su rostro estuvo a poca distancia del de su amante. Sonriendo radiante.

— Sí, bueno. Un hombre tiene que hacer lo suyo. Además, estoy haciendo méritos para una buena sesión de sexo.

— ¡Idiota! — Dijo, empujándole cuando le vio con las claras intenciones de besarle, levantándose e ignorando las palabras de su novio mientras salía de ahí.

Rogers sonrió mientras le daba la espalda a Stark. Ambos saben que así se demuestran sus sentimientos, cada uno a su manera. Y esperaba que esta nueva experiencia como pareja, solo les uniera más, mucho más.


La noticia del embarazo de Rogers corrió rápidamente entre sus amigos vengadores. Pero todavía estaban haciendo lo posible por mantenerlo en secreto del mundo entero a ser necesario.

— Eso significa que tienes que dejar de trabajar entrenando reclutas y en misiones, Steve.

El rubio abrió la boca para decir algo, pero la cerró al instante. No podía negar eso. Ahora tenía una prioridad en su vida, traer al mundo a su bebé.

— ¿Cómo vamos a cubrir mi repentina ausencia?

— No sé, algo se nos ocurrirá. Prometo asegurarme de que no te aburras… — Agregó con una mirada pícara. El ojiazul sonrió, agitando la cabeza de un lado a otro con resignación.

— No vamos a tener sexo como conejos, Tony.

— ¿Por qué no? Vas a tener tanto tiempo sin nada más interesante que hacer, necesitas desfogar toda esa adrenalina que se te acumulará.

— Tonto… — Sonrió, dejándose hacer cuando el morocho comenzó a besarle, sabiendo que no solo serían besos.

— ¿Tus pezones siguen sensibles? — Murmuró con voz ronca, frotando con sus dedos los montecitos del ojiazul.

— Ngh~ basta, no seas tan aprovechado, Tony.

— Lo siento, no puedo prometerlo, Steve… — Dijo, abriéndose paso hasta el pecho de su amante, lamiendo y succionando sus pezones.

Le hizo el amor con lentitud, hasta que sus cuerpos no dieron para más.

Y fue de la misma manera en adelante, siempre que intimaban se tomaban su tiempo para disfrutarse. Por supuesto, Stark encontró sumamente satisfactoria su vida como “esposo responsable que atiende 24/7 a su amante”, largo el nombre, pero título que se había adjudicado sin titubeos.

Luego, al cuarto mes de gestación, en una cena romántica, la propuesta de matrimonio que hizo llorar a Rogers. Quizá también por el cambio hormonal. No, honestamente conmovido por la sencillez de Stark para entregarle el anillo que ahora no deja de mirar.

— ¿Qué tanto le miras? No es tan impresionante, ya que decidí algo sencillo y no llamativo… — Dijo, bostezando y espabilando el estado somnoliento, todo y que el sol había despuntado desde hace rato.

— Es perfecto, y me hace sentir más unido a ti.

Stark sonrió, y se inclinó por un beso. Y luego otro, y otro. Por supuesto, hicieron el amor esa mañana. Luego compartieron el desayuno y salieron de compras. Lo que ya de por sí fue bastante llamativo, Stark simplemente llamaba la atención, y Rogers igual. Aunque ahora intentaba ocultarse, particularmente porque sus pectorales han comenzado a dejar paso a un vientre abultado.

— ¿Qué crees que tendremos? ¿Niña, niño?

— No sé, pero será precioso cuando podamos tenerlo en nuestros brazos.

— Tenemos que pensar en nombres.

— Sí.

— ¿Quieres que conozcamos el sexo antes de que nazca?

— ¿Tú quieres, Tony?

— Bueno, la verdad sí.

— Entonces está bien.

— No tienes que acceder solo porque yo quiero, Steve.

— No es eso, es que realmente no es algo que me preocupe. Pero, si sabemos qué viene, podemos elegir mejor todo lo que comprar para su habitación, ¿verdad?

— ¡Exacto!

Y fue así, que, en la siguiente ecografía, supieron que tendrían un varón.

~~*~~

— ¿Quieres que organice la boda para el próximo mes?

— Sí, no debe ser tan difícil Steve. Además, voy a estar aquí para ayudarte.

— Pe-pero… ¿en verdad? ¿Quieres que organicemos una boda? Con invitaciones, pruebas de traje, anillos y todas esas cosas… — Murmuró, con las mejillas encendiéndosele cada segundo más, hasta parecer un lindo tomatito colorado, o quizá semáforo en alto.

— Así es… — Stark respondió, mirándole de frente, sin perderse detalle de la forma en que su expresión iba mutando del desinterés a la vergüenza matizada de felicidad… — Pero sin despedida de soltero, a menos que sea yo quien sale del enorme pastel para bailarte un privado… — Alardeó con aire coqueto, agitando las cejas con picardía. Aunque de momento lucía más como un gesto cómico que hizo reír honestamente al ojiazul.

— No creo que quiera esa escena delante de nuestros amigos, Tony. Y definitivamente no querría una despedida de soltero para ti, seguro habría un montón de chicas queriendo meterse en tus pantalones.

— Ellas podrían, pero yo no estaría interesado en absoluto. Porque tengo al hombre más sexy del universo entero esperando por mí, o quizá ese hombre sexy podría salir de un enorme pastel vestido con algún provocativo conjunto de lencería.

Lo que Stark recibió fue un golpe de un muy avergonzado y caprichoso Rogers, que, por si fuera poco, es además un hombre embarazado que no quiere bromitas de aquella naturaleza.

— Ya te he dicho que no me gusta que pienses en mí vestido con ropa de mujer, Tony.

— Ok, ok. Era una broma. De cualquier manera te prefiero mil veces desnudo que con ropa, no importa de cuál sea. Aunque desnudarte también es entretenido y… — Uno de los cojines de la sala fue a dar a su rostro. Obviamente, Rogers se ha avergonzado de sobremanera.

Stark se rio sin ánimo de burla. Claro que adora avergonzar a su prometido, pero sobre todo le encanta que, a pesar de todo, Rogers haya entendido que es esa su manera de expresarle su amor. Un poco retorcido, quizá demasiado lleno de orgullo y vanidad, pero honesto.

— Entonces, ¿planeamos la boda, Steve?

— Siempre que prometas estar para ayudarme, supongo que no está mal.

— ¡Excelente! Bien, vámonos de compras.

— ¿Qué? ¿Ahora? Ni siquiera he tomado una ducha, y no estoy vestido para salir, y ¡Tony~!

— Excusas. Estás sexy así, es más, si tuvieras pijama aun así todo mundo voltearía a mirarte. ¿Tienes idea de cuánto me tengo que controlar?

— ¿Te pones celoso?

— Bueno, sí, también. Pero, oye, quiero presumirte en todas y partes y decir con orgullo que solo pueden mirar, porque para amarte ya me tienes a mí. Al gran Tony Stark.

Fue turno del ojiazul de reírse de buena gana, aunque al sujetarse el estómago, la forma de éste le recordara con infinita alegría que ahí, ahora, no estaban sus bien trabajados pectorales, sino una tripa que comenzaba a redondearse.

— ¿Me veré gordo cuando nos casemos? Tendré cinco meses, Tony.

— ¿Gordo? Bueno, probablemente se te note más la tripa, pero pienso que te verás lindo, precioso, atractivo. Mh, creo que “hermoso” es una mejor palabra para definirte.

— Que tonto~.

— Ese lenguaje, últimamente te has puesto muy rebelde con eso, Steve.

— ¿Qué? N-no, yo solo… es tu culpa, Tony.

— Sí, sí. Mía. Ahora deja de aferrarte a la puerta y vámonos ya, hay mucho qué comprar. JARVIS, investiga por mí todo lo referente a la organización de una boda.

— “Enseguida, señor”.


Apenas es el tercer día, pero Rogers ha pasado más tiempo escuchando las interminables charlas de Natasha y Pepper, que concentrándose realmente en su boda. Y Stark, bueno, él se la pasaba reprogramando, reconstruyendo y haciendo berrinche porque sus amigas tenían acaparado a su novio.

— Pepper, Natasha, soy yo quien va a organizar mi boda con mi prometido, así que.

— ¿Nos echas de tu casa, Tony?

— Pues. Sí, eso es.

— ¡Tony~! No seas grosero con las chicas.

— Ellas son más groseras interrumpiendo sin parar. Y a quién le interesan los vestidos de novia que ellas quieren usar, cuando vayan a casarse que lo piensen.

— Fue un tema de conversación, y duró apenas unos minutos, Tony, no seas tan exagerado y celoso.

— Una hora, Natasha, ese tiempo valiosísimo consumieron de MI tiempo con MI prometido.

— Oh, cielos, estás demasiado engreído y celoso hoy, Tony. Debe ser que te estás contagiando de los cambios hormonales de Steve.

— No me estoy contagiando de nada, es que me están arruinando las grandiosas sesiones de sexo que tenía planeadas para estos días.

— ¿Quién dijo que íbamos a tener sexo, Tony? — Rogers preguntó, enarcando una ceja con ese gesto suyo que dice que está a punto de darle un golpe o irse a dormir a otra habitación.

— ¿No? Ya sabes, entre los modelos de invitaciones o destinos paradisiacos para la luna de miel, iba a darte un masajito y luego una cosa llevaría a la otra y…

— ¡Tony, pervertido!

— Bueno, nunca dije que sería abstemio durante estos días.

Rogers suspiró. Honestamente, cómo podía ser que su prometido no pensase en otra cosa más que sexo. Aun así terminó por sonreír, también le gustaba ese lado suyo, aunque nunca se lo diría. Natasha y Pepper finalmente se despidieron.

— No nos vamos porque nos corras, Tony. Es que tenemos una cita doble con unos chicos súper ardientes.

— Mal influencias a Pepper, Natasha.

— No quiero escuchar eso de ti, Tony.

— Al fin solos, bebé… — Obviamente, Stark iniciaría su “ataque”. Y seguramente Rogers cedería.

~~*~~

Rogers se estiró bajo el calor de las mantas, dando media vuelta y suspirando cuando sintió la presión en la vejiga. Tenía que levantarse al baño, aunque se le antojaba quedarse otro rato ahí, compartiendo el calor con su prometido.

— ¿Vas a orinar tan temprano, Steve?

— Sí, nuestro bebé insiste en presionarme la vejiga aunque aún es pequeñito.

— ¿Te puedo mirar?

— ¿Qué? — Preguntó, pero en cuanto se topó con la mirada pícara de su prometido, gimoteó casi ofendido… — ¡No!

Stark simplemente se rio de los tiernos berrinches que su prometido hacía siempre que insinuaba algo lascivo.

— Como si fuera mi culpa de todas formas, él despertó en mí un lado pervertido que ni yo me conocía.

Meditó, preguntándose al mismo tiempo si debería esperarle ahí y tomarse otro rato acostados, o si sería mejor levantarse y prepararle el desayuno.

— Supongo que debo consentirlo. Así que le preguntaré qué prefiere en este momento.

Después de liberar espacio en su vejiga, Rogers no pudo contener la curiosidad por mirarse el vientre en el espejo del baño. El bulto se notaba bastante para su gusto.

— ¿Y tendré que casarme luciendo así? Bueno, no me quejo realmente. Pienso que Tony me hace sentir lo suficientemente bien como para no avergonzarme. ¿Mh? ¿Mi pecho realmente luce, crecido? — El ojiazul se tocó el pecho, notando cómo la sensibilidad en sus pezones continuaba ahí… — Bruce dijo que era normal por los cambios hormonales. Pero, que haya dicho que era altamente probable que pudiera amamantar me dio un poco de escalofríos. ¿Voy a ser un hombre amamantando? ¿Y si nuestro bebé se trauma por eso?

— Ya decía yo, que deberías estar pensando algunas tonterías para tardar en volver.

— Tony, no me sorprendas así.

— Y tú no pienses bobadas. Nuestro bebé va a ser afortunado por todo lo que ya haces por él, está creciendo dentro de ti, y vas a amamantarle. ¿Sabes que hay mujeres que no pueden hacerlo? Tú también deberías sentirte afortunado, y no pensar en nada como traumarlo.

— ¿Estás enojado? — Rogers preguntó, honestamente sorprendido de ver cuánto sus palabras e inquietudes podían afectar a su prometido.

El morocho aclaró la garganta, como si recién se diera cuenta de su propio comportamiento. E intentó disfrazarlo con una expresión arrogante y uno de sus tantos comentarios cargados de lujuria.

— Sí, pero lo puedo pasar por alto si me dejas probarte ahora mismo.

— ¡Definitivamente no~! ¡Tony, pervertido!

— Ok, ok. No te enojes, ¿quieres desayunar?

— Ahora que lo mencionas, sí, tengo hambre. Quiero fruta, y pan recién horneado, también leche con chocolate, y jugo de zanahoria.

— Bueno, bueno, hoy se despertaron con mucho apetito eh.

— Estamos en pleno desarrollo… — Dijo con una sonrisa ancha, sobándose la tripa con orgullo.

— Ya veo, me encargaré de vigilar que mis nenes crezcan súper bien.

— Deja de coquetearme y apresúrate a la cocina, Tony.

— ¿Ya me mandoneas tan pronto? Al menos un besito de buenos días.

— Tú no sabes de “besitos”, siempre terminas metiendo tu lengua y acariciándome por todas partes.

— ¿Y? Ni que no lo disfrutaras.

Rogers entonces selló sus labios. Porque se defendía mejor guardando silencio. Pero claro, todo era causa y culpa de las hormonas, que se le revolucionaban en un santiamén cada que su prometido se ponía un poquito caliente. Casi parecía que, con el embarazo, su cuerpo se había vuelto terriblemente lascivo.


Esa mañana salieron temprano, tenían cita con un diseñador para elegir los trajes a usar el día de su boda. Stark quería vestir de negro, y que Rogers lo hiciera de blanco. Aunque Rogers se inclinaba también por el negro, presentía que terminaría usando el color que su prometido quería. De alguna forma, parecía más armónico hacerlo así.

— ¿Ya terminaste de cambiarte?

— Espera un poco, ya casi, Tony.

El ojiazul jadeó cuando su prometido entró, de todas formas, en el probador. Le veía las “malas” intenciones en los oscuros ojos. El morocho sonrió coqueto, pero mantuvo la distancia, solo mirando con ojos hambrientos la forma en que su prometido terminaba de cambiarse. El traje blanco le quedaba simplemente perfecto.

— Deja de mirarme así, me avergüenzas.

— Pero te estoy mirando con cariño. Estás muy guapo, Steve.

— Por eso te digo que me avergüenzas. Y de todas formas no quieras convencerme con unas simples palabras cuando tu cuerpo es tan honesto.

El morocho se dio cuenta de que el ojiazul estaba mirándole, en el reflejo del amplio espejo, la entrepierna. Donde, naturalmente, había un bulto que delataba su excitación.

— Entonces, ¿lo hacemos aquí?

— No. Y es en serio, Tony. Moriré de vergüenza.

— No te vas a morir, Steve.

— De todas formas, no quiero. Así que no me “obligues”, por favor.

La mirada de “cachorro abandonado” que puso el capitán, desarmó las lujuriosas intenciones del ironman, que tuvo que conformarse con admirarle, grabarse la imagen a fuego en la retina, y conseguirle un modelo extra de este traje para hacerle todas las cosas pervertidas que se le vinieron a la mente después, quizá en la comodidad de su casa.

Después de eso pasaron a una joyería, donde se probaron los anillos de bodas, pero mismos que no se llevaron aún pues había que hacerles algunos ajustes.

— Supongo que estoy reteniendo líquidos, siento un poco hinchados mis dedos… — Rogers dijo, mirándose con un tierno puchero, los dedos de sus manos.

— Pues vamos con Bruce, para cerciorarnos.

— No tenemos que molestarlo cada vez que me siento un poquito diferente. Bruce también tiene muchas ocupaciones con sus investigaciones y todas esas cosas que hace en los laboratorios.

— No me gusta.

— ¿Eh?

— Que hables tan bien de otro hombre delante de mí.

— Pero, es Bruce, nuestro amigo.

— Da igual, habla bien de mí. Mira que tengo miles de cosas buenas para decir, comienza cuando quieras y por donde quieras.

Rogers le miró un segundo, luego simplemente siguió su camino, ignorándole por completo. Iba a ser difícil que dejara de ser, a veces, tan infantil. Pero así es el amor.

~~*~~

El momento en que la pareja de superhéroes pudo llevarse finalmente los anillos de bodas, ambos sintieron como que todo iba perfecto, que nada ni nadie les arruinaría la felicidad que se avecinaba en el horizonte. Y la sensación era idílica.

— Voy a ponerlos en un lugar seguro, no quiero que “babas” los encuentre y los tire por error, o algo así.

— Tony, eso es exagerado.

— Qué, ¿no has visto la cantidad de cosas inútiles que “babas” hace? Lo voy a desarmar un día de estos, lo juro, montón de chatarra… — Farfulló. Mientras que Rogers se limitó a sonreír, guardando para sí los comentarios que le bailaban en la mente… — ¿Por qué me miras como si hubieras descubierto algo increíble de mí? Digo, porque todo en mí es increíble de por sí, Steve.

— ¿Sabes que no tienes ni pizca de modestia, Tony? — Dijo, con una sonrisilla divertida.

— ¿La necesito?

— No, supongo que tratándose de ti, no la necesitas.

— Uy, no estás peleándome, ¿te sientes mal? ¿te duele algo? Es raro que no me riñas. Ya sé, es parte de los cambios de humor, ¿verdad? No sé, me pones de los nervios cuando solo me miras con esa sonrisa transparente y yo siento que eres como un ángel, y entonces tengo todos estos pensamientos pervertidos que me hacen sentir como un pecador, no, como un demonio, un sátiro que quiere corromperte hasta el alma.

— Tony, ya cállate y bésame.

— Oh my god, Houston, tenemos un problema. El gran Capitán América le está pidiendo un beso al extraordinario IronMan.

— Tony~.

— ¿Solo un beso?

— ¿Qué más tiene, el multimillonario genio Tony Stark para mí?

— Ya sabes, un gran “poder” entre las piernas.

— ¿Sí?

— Sí, ¿quieres verlo?

— No sé, ¿me meteré en problemas?

— Lo que voy a meterte es todo mi poder, Steve.

El obvio coqueteo entre los prometidos terminó en la habitación, hicieron el amor lentamente, dedicándose a acariciar con pasión y cariño la desnudez ajena, tan suya como cada latido del corazón que palpita al unísono del propio. Casi al caer la noche, Rogers tuvo –para variar– antojo. Y Stark se estaba volviendo todo un experto en la cocina.

— Terminé de revisar los diseños para las invitaciones, me gustan estos dos, ahora queda elegir uno.

— ¿No pudiste decidirte por uno?

— No, creo que ambos son realmente, lindos.

— Entonces por qué no usar ambos.

— ¿Qué? Pero, Tony…

— ¿Pero qué? Es nuestra boda, y de todas formas no será nada ordinaria, qué más da hacerlo como queramos. Y será sencilla, amigos solamente, no es como si fuéramos a tener cientos de invitados. Yo opino que usemos ambos diseños, Steve.

El ojiazul sonrió. La idea no era tan mala, y los argumentos de su prometido bastante ciertos. No hay nada de ordinario en su boda. Stark vio la mirada melancólica de su prometido y casi se arrepintió de haber hablado.

— Steve…

— Desde que comencé a salir contigo, muchas veces me pregunté cómo es que había terminado enamorado justamente de ti. No somos compatibles en casi nada, y definitivamente hay muchas cosas que no me gustan de ti. Bueno, que no me gustaban de ti, tenía muchos prejuicios con tu personalidad, en realidad, pero… te he ido conociendo, Tony, y ahora, por más que piense en el por qué me enamoré de ti, yo solo puedo concluir que, si no fueras tú, no me enamoraría de nadie más ahora.

— Soy muy diferente de “Ella”, ¿cierto?

— Abismalmente.

— Supongo que, si yo hubiera existido en tu época pasada, nosotros no hubiéramos coincidido para nada.

— Tal vez no.

— ¿La extrañas? O, ¿has pensado que hubiera sido mejor casarte con alguien como “ella”?

Stark preguntó directamente. Aunque sentía un nudo atorado en la garganta. Probablemente esto era miedo, la ansiedad de recibir una respuesta que exponga demasiado su vulnerable corazón. Rogers le sostuvo la mirada, sonrió y alcanzó la mano de su prometido, acariciando los nudillos de Stark negó agitando la cabeza de un lado a otro.

— Te amo a ti, Tony Stark. El pasado es eso, cuando desperté tal vez echaba de menos todo lo que quedó allí, pero… — Levantar la mirada y sostener la de su prometido… — Eres mi presente, y nuestro futuro crece dentro de mí. ¿Cómo cambiaría o dudaría de esta felicidad? Soy el hombre más dichoso del universo entero teniendo todo esto.

— Yo debería decir eso, Steve… — Stark sonrió. No una de sus arrogantes sonrisas, una diferente. De puro amor. Rogers pensó que sería fantástico si hubiera podido hacer una fotografía de su expresión justo en ese momento. Pero tendría que conformarse con guardarlo a fuego en su memoria.

— ¿Tú, no extrañas tu vida de soltero?

— Para nada. Quién se preocuparía por algo como eso cuando puedo hacerle el amor a Steve Rogers, y no hablo solo del sexo. En verdad, me has cambiado como no tienes idea.

Y con los aromas de la cena flotando en la cocina, los prometidos se besaron. Lento, dulce. Profundo, fogoso. Rogers terminó sentado en la encimera de la isla al centro de la cocina, con los pantalones en el piso y la ropa interior en los tobillos, y el rostro de Stark clavado en su pelvis, lamiendo y succionando su erección, haciéndole temblar de puro placer.

— Ngh~ Tony~ no tan fuerte~.

Los movimientos de cabeza del morocho disminuyeron, pero en cambio su diestra se movió hábil entre los glúteos del ojiazul, acariciando la superficie del anillo comprimido, descendiendo luego hasta ahí con su lengua, lamiendo alrededor, dejando una estela de saliva que, sabe, no será suficiente para dilatarle, pero si para incentivar su propia libido.

— No tengo lubricante en la cocina, ¿por qué no tengo aquí? — Gruñó, ansioso por dilatarle y poder entrar en él.

— Solo, hazlo así, Tony… — Jadeó excitado, con las mejillas a tope de carmín, llevando los dedos de su prometido a su boca, chupándolos con gesto sensual.

— Oh cielos, tan erótico, Steve… — Gimió con éxtasis, sintiendo cómo su entrepierna se hinchaba otro poco solo por sentir la lengua caliente de su prometido jugando con sus dedos.

— Hazlo, rápido, te necesito Tony~.

Por supuesto, su necesidad fue atendida, y con creces. Porque bastaron unos pocos minutos para prepararle, y después, cuando Stark le penetró, Rogers se aferró a la cadera de su prometido cruzando sus piernas en ella. Poderosos muslos que se anclaron con firmeza con cada embestida. Y sus gemidos hicieron eco hasta que el orgasmo los alcanzó.

— Es una suerte contar con JARVIS, o la cena estaría quemada.

Rogers atinó a esconderse, avergonzado para variar. Estaba ahí, desnudo, sudado y oloroso a sexo. Acababa de hacerlo en la cocina, ¡cuando se supone que solo iban a cenar!

— Me he vuelto tan lujurioso~ — Gimoteó, haciendo puchero y cubriéndose el rostro.

— Oh, pienso que ya lo eras. Solo necesitabas encontrar al hombre adecuado para sacar todo ese potencial… — El morocho dijo con tono sórdido, ayudándole a limpiarse y dejándole cambiarse mientras hacía lo propio consigo mismo… — Por cierto, aún no hemos decidido dónde realizar la ceremonia.

— Todas las opciones son encantadoras, París, Venecia, Verona, Londres, Kioto. Había más ciudades en los archivos que dejaste en la tableta para mí, todavía estoy revisándolos, Tony.

— Pero no te tardes demasiado, tenemos que elegir al menos una semana antes de la fecha.

— Sí, sí, lo decidiré esta misma semana.

Stark terminó de cambiarse, y revisó la cena. Necesitaba terminar de prepararla. Rogers suspiró, se tocó el vientre y observó a su prometido continuar con su labor. Honestamente, es tan feliz y amado.

~~*~~

Elegir el lugar dónde celebrar su ceremonia de compromiso había sido difícil. A Rogers le habían encantado todos los sitios que Stark le propuso; sin embargo, a diferencia de los diseños de invitaciones, no podían casarse en todos esos sitios, habían de elegir solamente uno de ellos. Al final se habían inclinado por la idílica ciudad de París, la capital del romanticismo. Y ahí, el destino estaba en Louveciennes, en la zona oeste suburbana de la ciudad de las luces, en el Castillo que lleva el mismo nombre.

Stark ha terminado invirtiendo una considerable suma de dinero para comprar este lugar, no pretende “rentar” el sitio aquél que se convertirá en el recuerdo irremplazable de su ceremonia, quiere sentirlo tan suyo que, en cualquier momento pueda simplemente llegar ahí y sentirse en casa. Por supuesto, Rogers piensa que es un gesto extravagante, demasiado para su gusto, pero admite que es ese el estilo de su prometido, y nada puede hacer para cambiarle. Además, no lo pretende, respetarse y adaptarse es parte de la vida en pareja.

El Castillo de Louveciennes tiene su historia, y una vista espectacular desde el cielo, piensa Stark. Los amplios terrenos del castillo despliegan una hermosa panorámica ataviada de verde, tinturada aquí y allá de colores vivos gracias a los rosales y otras flores que crecen en sus bonitos jardines, así como las fuentes y el pequeño lago, o la vista que solo El Pabellón de Música ofrece del Sena. La arquitectura del edificio no es para menos, bella a la vista, con prominentes arquitectos de antaño habiendo dedicado su genio para embellecer el castillo. La decoración interna le hace justicia a la vista externa, es elegante e incluso, ostentosa. Oro, plata y maderas finas, y un toque casi de fantasía con sus luces que, suspendidas en frente de los espejos entre las pilastras de forma semicircular, dan la impresión de candelabros circulares flotando en el espacio con el juego de sus reflejos en ellos.

El día de la ceremonia está ahí, y los invitados (aquellos a quienes consideran familia) están ahí, admirando la glamurosa belleza del antiquísimo castillo, esperando por el gran momento en que, finalmente, sus amigos contraigan matrimonio.

Rogers viste de blanco, Stark de negro. Ambos, extraordinariamente apuestos. La abultada tripa del ojiazul lo hace lucir sencillamente adorable, y el multimillonario tiene que contenerse para no hacerle el amor ahí mismo, conformándose con un largo y dulce beso antes de pararse en el jardín, bajo aquel altar arqueado decorado con flores blancas, con un ministro que legalmente les nombraría esposos, y sus amigos como testigos, con Fury cm padrino de bodas. Los votos han sido tiernos, honestos, cortos. Sin demasiado aspaviento pues lo que más les importa ya se lo han dicho, y luego, ese beso que hace gritar y aplaudir a todos, sonriendo felices por verles así, tan entregados el uno con el otro. Los anillos brillan bajo la luz del sol crepuscular, y pronto da inicio la fiesta en honor de la pareja recién casada, las estrellas brillan en el firmamento, la luna hace acto de presencia, amplia y brillante cual si se hubiese vestido de gala para la ocasión, y las luces interiores juegan a seducir el ojo humano.

— Esto es, tan hermoso Tony.

— ¿En serio? ¿Te gusta, Steve?

— Sí, todo. Me encanta. Me encanta bailar contigo, aunque no se me da muy bien, me encanta que me guíes, que me mires como lo haces, que me hagas sentir tan, especial para ti.

— Porque lo eres, Steve. Eres mi todo.

Besarse en medio de la improvisada pista de baile en uno de los salones del Pabellón de Música, y suspirar, ansiosos por estar a solas, hacer el amor y despertar otra vez juntos, con la diferencia de que, a partir de ahora, son más que novios o amantes, son esposos.

— Pepper, estás llorando.

— Es que, todo salió perfecto, ¿cierto? Y ahora Steve y Tony realmente son esposos, estoy tan feliz por ellos, Natasha.

— Bueno, pienso yo que todos los presentes lo estamos. Aunque tú has sido la más emotiva de todas.

— Sí, sí, ya sé, soy una llorona en momentos como éste. Pero, ¿qué hay de Barton y tú? ¿No voy a verlos casarse también?

— Eso es, complicado. Clint y yo, bueno, todavía no diría que encajamos como para pensar en matrimonio.

Después del vals y otras canciones románticas, llegó el momento de “sacudir” el cuerpo, el baile de todos resultaba incluso gracioso, pero también sensual. O al menos Stark pensó eso cuando vio a su esposo moverse como lo hacía, razón por la que terminó empalmándose en pleno baile.

— Tony, por qué te excitas tan de pronto~… — Gimoteó el ojiazul.

— Bueno, alguien me estuvo restregando el trasero en la pelvis, ¿cómo esperabas que reaccionara, Steve? — Gruñó, apretándole más contra su cuerpo, listo para mandar a todos al carajo y secuestrar a su esposo para iniciar la luna de miel… — Exijo mi noche de bodas… — Susurró seductor, mordisqueándole el lóbulo.

Naturalmente, se largaron de su propia fiesta, temprano. Que a Stark le apetecía hacer “fondue” con su esposo. Y obviaremos los detalles. De todas formas, el tiempo es inclemente, y siguió su curso sin consideraciones de ninguna naturaleza. Los nueve meses de gestación se han completado, y Rogers ha comenzado con los dolores propios de un parto desde hace al menos diez horas.

— ¿Cuánto más va a tardar, Bruce? Steve no se queja demasiado, pero puedo ver en su cara que le duele.

— Bueno, él no tendrá al bebé por la vía natural, pero todavía debo asegurarme de que esté listo para nacer.

— No me respondiste, Bruce.

— Está bien, no te alteres. Solo digo que, ya lo estamos preparando para la cirugía. Tú también debes alistarte.

— ¿Qué?

— Que te pongas el traje estéril para que puedas entrar en la sala de operaciones… — El doctor empujó la prenda en el pecho del morocho.

Stark tardó unos segundos en reaccionar, luego simplemente se volvió un curioso manojo de nervios que, dada su personalidad, no se notaría de cualquier manera. Y unos instantes después, estaba grabando el nacimiento de su hijo. Un escandaloso pequeñín que lloró con fuerza ni bien le sacaron del vientre de su “madre”.

— Qué buenos pulmones.

— Eso es excelente, Tony.

— Espera, espera, no te lo lleves aún.

— Tiene que hacerlo, Tony, hay que revisar que todo esté bien, y limpiarle.

El morocho siguió los movimientos de la enfermera que ahora tenía a su bebé. Y él, tembloroso, continuaba grabando, con una boba sonrisa en la cara y los ojos a punto del llanto de felicidad.

— Déjalo ser, Bruce. Es un papi primerizo que ahora solo tendrá ojos para su hijo… — Rogers dijo con voz suave, aletargado por la anestesia local, radiante porque su bebé ha nacido.

— Nada de eso, cariño, todavía tengo ojos, y mucho más que eso, para ti… — Acotó, volviendo la mirada hacia él, haciéndole un guiño coqueto antes de apresurase en besarle los resecos labios, y retomar su acción grabando todo acerca de su bebé.

Más tarde al fin entregaron al pequeño en brazos de Rogers, el bebé se tranquilizó en su regazo al instante, y aunque no abriría sus ojitos aún, claramente reconocía los armoniosos latidos de su “madre”.

— Es momento de alimentarle, Steve. — Banner dijo, y avergonzado, el ojiazul acercó el pequeño a su pecho.

El pezón de inmediato fue succionado por el bebé. Y a Tony se le aguaron los ojos.

— Que papá tan sentimental resultaste, Tony.

— ¿Por qué lo dices, Bruce?

— Estás al borde del llanto viendo cómo tu esposo amamanta a tu hijo.

— Ah, qué. No, estoy que lo envidio. Steve, yo del otro lado, ¿sí?

En cuanto el morocho hizo el amago de hacerse del pezón libre de su esposo, la mirada asombrada del ojiazul fue suficiente para que el doctor interviniera, sacándole a rastras de la sala para que terminara de llenar la documentación pertinente.

— No seas tan pervertido, Tony. Compórtate y no hagas pasar vergüenzas innecesarias a Steve.

— Pero realmente quiero hacerlo, tengo la fantasía desde hace meses, ¡meses!

— No tienes remedio, ya no quiero ser tu amigo.

— Mojigato.

— ¿Qué dijiste?

— No te pongas verde, amigo.

— Jódete.

— Ya, ya, que amarguitos, ¿te consigo novia?

— Piérdete.

— ¿Prefieres novio?

Banner lo lanzó lejos. Pero claro, nada detendría a Stark de conseguir su objetivo. Nada.

Excepto, su propio hijo. Que, cuando la feliz familia volvió a casa, y el pequeño exigió alimento, Stark quiso aprovecharse de la situación, pero cuando su rostro se acercó apenas un poco al pecho de Rogers, una extraña tela de araña cubrió su boca. Y no fue tan fácil sacársela.

— ¿Peter lo hizo?

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