miércoles, 18 de abril de 2018

BABY RUDE BOY, ALLWAYS BE MINE (Oneshot YooSu)


Título: Baby rude boy, Allways be mine.
Autora: Felina
Pareja: YooSu
Género: Romance.
Clasificación: NC-18/Lemon

~*~

Difícil sería renunciar a la adrenalina que le ha cautivado desde que se conocieron, a los ir y venir a los que solían jugar porque “no caerían en las garras del otro”. Ambos tenían carácter y una sensualidad natural que seducía a propios y extraños. Pero él, para el otro, eran otra historia. Volvían a reunirse cuando querían, una o dos veces por semana sin lograr saciar su sed y deseo por poseer del todo a su aventura.

No, no tienen una relación clara, ni mucho menos estable. Son más el “entretenimiento seguro” mutuo. Sin embargo, uno de ellos estaba cayendo más y más, dispuesto a renunciar a todo por el otro.

El otro, jugaba deliberadamente a caer también.
Sin embargo, ¿qué es el amor?
¿Qué necesidad de ser siempre el “esclavo” del otro cuando el corazón no estaba en juego?


O eso pensaban.

Kim Junsu nunca había intentado seducir a nadie, mujeres y hombres lo abordaron siempre primero. Y él, bueno, era un muchacho común y corriente, con cierta moralidad, pero también curiosidades y anhelos. Salir con una, con otro, solo había sido el curso natural de la vida. Pero cuando conoció a Park Yoochun, lentamente aquellas curiosidades y deseos habían estado dirigidos expresamente al apuesto hombre de cabellos azabaches y ojos brunos.

Y puesto en perspectiva, la relación que sostienen hasta ahora había iniciado de una forma muy extraña, por no decir insulsa. Park necesitaba un amante, Kim estaba “disponible”. Casi podía considerarse cliché, o bizarro, trama sacada de cualquier drama, libro o manga al puro estilo oriental. A esa población a la que ellos también pertenecen y encarnan. Como fuese, aquella era su realidad. De cabo a rabo, de principio a fin, aunque ambos fuesen confusos y no hubiera claridad acerca de “cuándo comenzó a ser necesaria su presencia para sentirse pleno” ni saber “hacia dónde va la supuesta relación sexual que comienza a quemar en el pecho y temblar en el corazón”.

Sí, confuso. Increíblemente confuso.
Aunque bastante evidente a ojos de algunos.


El hombre de cabellos castaños agitó la mano despidiéndose de sus compañeros de trabajo. Le han invitado a beber con ellos para celebrar el fin de otra semana intensa de trabajo, pero él ha declinado pues ya tenía otro compromiso.

― Di la verdad, Junsu ah, ¿estás saliendo con alguien?

― ¿Qué? ¡Claro que no! Solo voy a beber con un amigo.

La sobriedad con que el castaño dijo aquellas palabras quitó el ánimo de cualquiera de sus compañeros por intentar indagar más. Saben de antemano que el joven jugueteaba antes, pero tenía algunos meses, tres o cuatro, que aquella actitud suya había cambiado. Ahora generalmente sus invitaciones son declinadas con aquel argumento “beber con un amigo”.

Amigo que, dicho sea de paso, tiene una identidad desconocida para ellos.
De todas formas, no es como si fueran tan cercanos como para conocer más de lo que el castaño dice por cuenta propia cuando lo instigan.

Kim subió a su auto y tomó un rumbo conocido. El bar de siempre cuando era Park quien lo invitaba a beber. Todo y que él no se considera buen bebedor, terminaba apresurándose ahí donde le llamaba y se engullía uno tras otro, tragos de licor o cerveza. Embriagarse hasta entumecer sus sentidos y así, caer en ese juego indecente del que ambos formaban parte y les quemaba en fuego vivo hasta las entrañas.

No, un burdo pretexto para liarse entre sábanas con olor a suavizante hasta dejar la habitación inundada del aroma de sus sexos.

― Ng.

El gemido ha sido áspero, casi como una queja contenida por los labios ajenos empujando deliberadamente contra los suyos. Su espalda ha dado de lleno contra el muro, el sonido de la puerta al cerrarse bruscamente hizo eco en el recibidor de esta conocida casa en una zona bien acomodada de Seúl.

A ninguno le importa, Park vive solo, y Kim se siente cómodo gimiendo sin restricciones.

― Me embriaga el sabor de tus besos, baby. ― La voz del azabache es ronca, nítidamente excitada. Su pelvis se frota contra la ajena un instante, después su rodilla se acomoda entre las piernas del castaño y empuja contra la íntima anatomía en medio de ellas.

― Ngh~ ebrio ya estabas, Yoochun~. ― Gimotea, medio atontado por sus besos y el licor, excitado y acalorado. Ansioso por sacarse las ropas y desnudarle también.

― Esta borrachera lejos de embotarme los sentidos, los despierta exclusivamente por ti, baby. ― Sugerente, Park ataca el cuello de Kim, lamiendo y mordiendo, besando y succionando esas níveas porciones de piel con sabor a dulce elixir divino.

Kim jadea de nuevo, su cuerpo tiembla en expectación y excitación, la boca de Park es certera, conoce todos y cada uno de sus puntos sensibles y multiplica sus sensaciones al por mayor. Le vuelve una frágil masa de barro lista para ser moldeada a su antojo. Uno bastante pervertido, sobra decir.

― ¡Yoochun~! ― Gime su nombre y eleva el mentón, sus ojos perdidos en el cielo raso de madera que coronaba una lámpara encendida a media luz.

Park sonríe y sus labios coquetos dibujan una línea de sinuosas lamidas a lo largo del cuello de su amante, al mismo tiempo en que su mano continúa frotando el abultado falo bajo la ropa del castaño. Justo así como sabe le gusta, un poco brusco contra el tronco, gentil sobre la punta. La mirada de Kim se vuelve vidriosa, sus pupilas inyectadas de excitación son auténticas ventanas de su propia lujuria.

De pronto las manos de Kim se mueven con apresurada ansiedad por la espalda de Park mientras sacude su pelvis y en compensación muta la fricción contra su palma, jadeando en momentos, gimiendo su nombre en otros. La ropa sigue siendo un estorbo, y por tanto el objetivo inmediato.

― ¿Podemos al menos pasar, Yoochun? ― Dice de pronto, con una sonrisa traviesa, acariciando los brazos del azabache y dejando una sinuosa mordida en la pronunciada nuez de su garganta. ― Ni siquiera me he quitado los zapatos~. ― Gimotea con aire inocente, un puchero adornando su rosada boca.

Se aleja un par de pasos, aprovechando el instante de desconcierto que sus palabras han dejado en su amante. Se saca el calzado y luego entra finalmente, comenzando por desanudar su corbata y sacarla lentamente de su cuerpo. El murmullo de tela contra tela parece sensibilizar todavía más los ya alerta sentidos de Park, siguiéndole entonces con ojos fieros, cual cazador seguro de devorarse a su presa.

Kim lo sabe, y lo provoca con alevosía. Sonríe con cándido encanto mientras continúa su camino por el modesto recibidor y se interna en la estancia, deteniéndose con aire coqueto en un sofá, recargando su anatomía en el mueble de piel color hueso, sacando uno a uno los botones que mantienen su camiseta cubriendo la parte superior de su cuerpo. Sus pupilas claras como la miel destilan más la dulce tentación que produce en el azabache todo su ser.

Lo invita sin dudas.
Y Park está gustoso de caer en su pecado.

Sigiloso como pantera, el azabache se le une, sus manos serpentean por la delgada cintura del castaño con sutil provocación, aguardando pacientemente el momento en que la camisa se abriera de par en par y sus pozos negros pudieran devorarse la nívea piel debajo de ella.

La intensa forma en que sus miradas se encontraban y chocaban desató ahí un torbellino de fuego apasionado, sus bocas se fundieron en un segundo, moliendo los labios y buscando una guerra con la lengua contraria, decididos a vencer la rústica guarida que la boca del otro representaba. Chocaron sus dientes, mordisquearon sus labios, exploraron a diestra y siniestra hasta sus gargantas. Perdiendo el aliento una y otra vez, pero encendida la lujuria era imposible que dejasen de encenderse mutuamente por tal nimiedad como aquella, cuando bastaba separarse unos segundos y probar grandes bocanadas de aire para repetir la misma acción.

Por supuesto, sus manos no se han quedado tranquilas en absoluto. Por el contrario, ágiles y decididas se movieron acariciando y desnudando. La parte superior de sus anatomías estaban expuestas al calor corporal que emanaba del compañero, y al aire acondicionado que tan distraídamente Park ha dejado encendido esa mañana antes de salir a trabajar. El verano era un infierno, pero el calor vertiginoso que ellos estaban liberando podía fácilmente competir con las entrañas más profundas del hades.

― Se arrugarán. ― Kim dice con aire caprichoso.

Las camisetas en el piso son un montón de ropa que poco o nada le importaban a Park.

― Te prestaré una. ― El azabache selló los labios de su amante con otro beso cuando le vio abrirlos con una absurda queja más.

Así, distrayéndole con sus besos, Park se hizo también del cinto en el pantalón formal de su amante, las largas piernas pronto quedaron al desnudo, y la coqueta tanga masculina debajo de ellos pinchándole una ya excitada erección. Kim sonrió pícaro cuando pescó los oscuros orbes concentradas en su silueta semidesnuda. A propósito se tocó con encendidas pupilas, paseando la diestra por el medio de su pecho hasta la delgada línea de vello que se perdía al sur de su ombligo, en tanto la siniestra pellizcaba suavemente uno de sus pezones.

― Hoy estás muy travieso, baby.

― Es el licor en mi sangre~.

Park sonríe, no cree que esta actitud lasciva de Kim sea causa del licor, tampoco había ingerido tanto, aunque así lo quería mostrar. Personalmente le había pedido al barman que preparara las bebidas del castaño con menos cantidad de licor, por lo que, simplemente es un coqueto y disfruta tenerle excitado hasta las entrañas por él.

― Qué tal si me haces uno de esos bailes tan sexys tuyos, ¿eh? ― Dice de pronto, rodeando el sofá y sentándose en él.

Los labios de Kim se estiran esbozando una cantarina sonrisa, sus claras pupilas brillan también. Y sin pensarlo demasiado, sus pies descalzos se deslizan hasta quedar frente al azabache, dejando a posta la mesa de centro justo ahí, en medio de ambos. Como una inútil barrera que de nada serviría cuando la lujuria de su amante perdiera el control.

Park estaba sentado cómodamente en el sofá, con las piernas abiertas y los brazos extendidos sobre el respaldo, su torso desnudo perlado ya en finas gotas de sudor, el prominente bulto bajo sus pantalones más que evidente. Kim apostó mentalmente en que, en cuestión de un minuto, el azabache abriría sus pantalones para inconscientemente masturbarse delante de sus ojos.

El castaño no necesitó ni siquiera canción de fondo, su propia voz comenzó a tararear alguna melodía contagiosa. Lenta, dulce, seductora cual notas escapando del naturalmente romántico saxofón. Su cuerpo, instruido en la danza y con ese sex-appeal tan jodidamente provocativo, comenzó a hacer estragos el pulso de Park ni bien comenzó a moverse, las ondas de sus caderas y la elipse de su S-Line iniciaron el vertiginoso camino de la creciente excitación entre las piernas del azabache.

Su respiración, algo más pesada conforme los movimientos de Kim lo seducían, se volvió errática. Más parecida al jadeo de una bestia en celo que demanda ser liberada de una prisión de hierro. Metal que cedería con el fuego crepitante en sus negruzcas pupilas. Estos ojos que engullían la razón de Kim con apenas una mirada, intensa e infinitamente apasionada, cargada de un sentimiento tan caliente como lava misma, empujando precipitadamente la cúpula que tapa el volcán de su interior.

― Mg. ― El gemido nació de la garganta de Park cuando Kim se giró y mostró sin vergüenza alguna su parte trasera, delineando sinuosamente con sus dedos la forma continua de sus propias piernas. ― Oh, baby.

Park traga hondo, la pronunciada nuez en su garganta se movió de arriba abajo con sigilo. Al tiempo, la siniestra se ha movido cuesta abajo por su pecho hasta el bulto bajo sus pantalones, frotando su miembro en la inconsciente búsqueda de alivio.

Kim sonrió juguetón, y lentamente deslizó la última prenda fuera de su cuerpo, sentándose luego en la mesa de centro, alargando la pierna derecha hasta la rodilla de Park, acariciando deliberadamente por la parte interna hacia el norte hasta la ingle. La mano del azabache presionó con más fuerza su propia erección y su respiración se volvió más pesada. De pronto sentía la garganta resaca y la única forma de hidratarse de nuevo sería bebiendo la dulce miel en labios de su amante.

Así que sujetó el tobillo de la traviesa pierna en su ingle y demandó con una mirada su cercanía. El castaño agitó la cabeza en negación con la travesura bailando en sus cuencas chocolatadas.

― Junsu. ― Le nombró. Más como un ultimátum antes de obligarle a ceder y seguir sus toscas instrucciones.

Kim, sin embargo, no era su amante por las puras. Se conocen (más de lo que mutuamente podrían admitir), saben “de qué pie cojea” el otro y sacan provecho de ello cuando quieren. Particularmente durante el sexo. Provocarse, seducirse y llevarse al límite era un juego bastante efectivo cuando ambos deseaban un desfogue de pasión y calentura puramente hormonal.

La caliente (y perfecta) atmósfera fue irrumpida por un tono de móvil. La melodía señaló al culpable de inmediato. Park maldijo por lo bajo, y decidió ignorarlo. Kim sonrió con un dejo de molestia, pero hizo lo mismo que su amante. Unos segundos después el aparato sonó de nuevo. Y tras ser ignorado, lo hizo una, dos, tres veces más.

― Espera aquí, de verdad espera Junsu. ― Con voz trémula, Park se levantó de su asiento VIP en la estancia y buscó su móvil.

Ni siquiera recordaba el momento en que -estúpidamente- lo ha dejado en el recibidor de su apartamento, junto a las llaves y su maletín de trabajo. La excitación era cosa seria cuando Kim se la encendía. Tomó el aparato y tras ver que eran números sin importancia, decididamente lo puso en vibrador, volvió sobre sus pasos y sufrió otro espasmo en la entrepierna cuando vio a Kim masturbándose, sentado en la mesa de centro, aguardando pacientemente por él.

― ¿Una de tus novias? ― Cuestiona con cierto tonito mezclado de molestia y burla. Sus preciosos ojos chocolate refulgiendo un sentimiento que bien podría ser llamado celos.

― Quién tiene novias, eh. Eres el único para mí, baby. ― Se defiende con aire de casanova, sentándose nuevamente en el sofá, admirando la forma en que su amante continúa masajeando su falo sin apartarle la mirada. Su entrepierna pinchó dolorosamente entre sus pantalones.

― Conozco bien la lista de contactos en tu móvil, Yoochun~.

― Tonterías. Viejas conocidas nada más, nada importante.

― Pero siguen ahí~.

― Por negocios baby, solo por negocios.

― Ya lo creo, negocios. ― El recelo se deslizó en sus últimas palabras con un mohín de disgusto.

Sin embargo, todavía estaba lo suficientemente excitado como para molestarse por montar en celos y dejar pasar la dichosa oportunidad de disfrutar los placeres que Park le brindaba.

― Entonces, ¿vas a venir, Chun? ― Invitándolo, su rostro inclinado y la apertura de sus piernas que casi detona en el azabache el último seguro de autocontrol, mandó el pulso de su amante por las nubes. ― Vamos, Chun. Quítate los pantalones por mí~. ― Caprichoso, el castaño cerró sus piernas, casi como una advertencia de no hacer más nada a menos que su petición fuera complacida.

Park sonrió altanero, pero seducido hasta la médula, terminó por sacarse los pantalones con cero ceremonia y mucha excitación.

― Soy tan amable, que voy a darte un plus, baby. ― Dijo, sacando la ropa interior.

Su porte sobre el sofá fue elegante y encantador. Un casanova total, la intensidad de sus ojos negros y la sonrisa tirando de sus sensuales labios lo eran todo. El castaño sintió un espasmo correr por todo su cuerpo, las corrientes eléctricas parecían viajar desde su espina dorsal en todas direcciones. Jadeó imperceptiblemente y Park celebró una victoria.

Por supuesto, Kim no pensaba rendirse, recorrió lascivamente la desnuda figura de su amante, provocándole otro pinchazo al azabache, su falo se hinchó a su máximo capacidad, doliendo de necesidad por profanar el estrecho pasaje de su amante. Ese orificio que flirteaba descaradamente con él desde hace minutos.

― ¿No crees que has jugado suficiente conmigo, baby? ¿Por qué no me muestras el trasero y me dejas cogerte? ― Su voz, brumosamente exaltada sacudió las entrañas del castaño, provocándole un exquisito cosquilleo en la cintura.

El castaño soltó una de esas risas cantarinas que crispaba el vello del azabache, porque nunca sabe si es una señal afirmativa o si va a burlarse un poco más de su pervertida ansiedad.

― Yoochunnie~ ¿siempre tienes que ser tan gentil y esperar una invitación más directa que esto? ― El cuestionamiento que flota en labios del castaño es todo lo que su amante necesita para soltar el último seguro de autocontrol.

Se le fue encima, como el cazador fiero que ha encontrado a su presa y pillándole con la guardia baja, le ataca sin miramiento alguno. Le empujó sobre la mesa mientras devoraba sus labios y era su diestra la que acompañaba la mano del castaño bombeando lentamente su caliente falo. Los gemidos que estallaron en sus gargantas murieron entre besos, amortiguados por el embriagador desliz de sus bocas.

Aquello, no era suficiente.

― ¡Ng!

De un momento a otro Kim fue arrojado al sofá, arrodillado en la alfombra, su torso descansó sobre la suave piel del mueble, y su trasero, expuesto para la hambrienta mirada de su amante. Park se arrastró detrás suyo, acomodándose entre sus piernas, la siniestra resbaló por la espalda acariciando fervorosamente la nívea y febril piel. Para entonces, su falo estaba rozando descaradamente la línea que divide sus nalgas.

― Eres pervertido, baby.

― Se me ha contagiado de ti, Yoochun.

Sabiendo de antemano que esa vena lujuriosa solo palpitaba ardiente cuando se tenían el uno al otro, los amantes continuaron el acto.

Park escupió entre las nalgas de Kim, repartiendo la saliva sobre el orificio. Kim tembló expectante, consciente también de lo que estaba por venir. Su cavidad anal aflojó en pocos minutos, incluso si solo era saliva lo que su amante estaba usando para lubricarle. Cuando la lengua del azabache se coló en sus carnosos anillos, él gimió más alto, rogando por un poco de oxigeno frío porque todo el que entraba en sus pulmones quemaba como el infierno. Todo por el fuego de la pasión encendida entre los dos.

― ¡Mg!

El pene de Park presionó contra el dilatado anillo perforando lentamente, internándose en esas rugosas carnes que le arrastraban a la locura. Tensó la mandíbula y se regocijó en las placenteras sensaciones conforme su falo era tragado por la cavidad del castaño. Kim gimió algo más, sus manos buscaron desesperadamente algo a lo que aferrarse, un cojín terminó bajo su cuerpo, sus manos apretando las puntas. El placer inicial siempre iba mezclado con algo de dolor e incomodidad.

― ¿Por qué te haces más grande cuando entras~? ¿No estabas ya en tu límite, Chun?

― ¿Es mi culpa que seas tan jodidamente sexy, baby? ― Mordisqueándole el hombro, Park gruñó luego en su oído. Ha entrado por completo, sus testículos rozan la piel febril de las ingles. ― Voy a moverme, así que solo respira profundo.

― ¡Ng~!

Kim no pudo más que gemir, y buscar respirar entre las sensaciones que corrieron por su cuerpo. Lentamente su cuerpo fue acostumbrándose a la invasión, y demandando por más. Su lengua se soltaba y su boca se volvía algo sucia, soltando frases en inglés y notando la forma en que eso ponía de un humor más exuberante a su amante.

Las embestidas de Park variaban en intensidad, profundidad y velocidad. A veces iba lento, saboreando el sudor y el sometimiento de Kim bajo su cuerpo. Otras, empujaba con cadencia, sus testículos iban y venían adelante y atrás, balanceándose como badajo de campana, chocando contra la parte interna de los muslos del castaño, o incluso contra su pene. El tronco de Kim, presionado contra la orilla del sofá, estaba en vertical hacia atrás, sufriendo y exudando placer.

― Chun~ Chun~ de frente ¡ng! ¡Házmelo más rudo por delante~! ¡mg!

Dándole unas palmadas a los torneados glúteos, Park le complació, abandonando su cavidad para girarle, hacerle subir al sofá y recostarle en el para inmediatamente entrar de nuevo. Su pelvis empujó con tal fuerza que Kim arqueó la espalda y sufrió un espasmo de placer, la punta fálica comenzando a gotear. Los brillantes ojos chocolate se dilataron, sumido en un océano de exquisitas sensaciones. El sudor de su rostro fue lamido por la ávida lengua del azabache mientras remetía contra él gimiendo áspero. Todos sus músculos tensos, cada fibra de su ser enfocada en dar y recibir placer.

El orgasmo los abrazaría demasiado pronto esa noche.
Y honestamente no importaba.

― ¡Yoochun! ― Kim gimoteó primero.

Su semen disparó manchando su torso y mentón. Pero el vaivén de Park no disminuyó, pese a la contracción de los músculos del ano de Kim, fue hasta que sintió que se sofocaba, moría y tocaba el cielo con la punta de los dedos, que su propio miembro liberó la espesa esencia dentro.

― Eso fue increíble. ― Dijo, apenas capaz de respirar sin colapsar sobre el cuerpo de su amante.

Kim asintió, sus vidriosos ojos buscando con recelo los pozos negros de Park.

― ¿La ducha? ― Preguntó, los ojos brunos de su amante delinearon el contorno de su rostro con paciente lascivia antes de besarle fogosamente y arrastrarle hasta el baño.


― Estoy adolorido, Chun.

― Te dije, abusamos cuando lo hicimos en el piso, baby. Ya nos habíamos corrido tres veces, ni siquiera salió nada entonces. Mi orgullo está herido.

Kim se rio de buena gana, cómodamente acostado boca abajo en la cama de su amante. El alba había despuntado hace minutos, pero ambos se habían reportado enfermos en sus trabajos. No tenían ganas de separarse. Y de todas formas el castaño no estaba en condiciones de moverse de ahí.

Park le acariciaba la espalda con sigilo, casi sintiendo que esa emoción que le llenaba el pecho de pronto se sentía muy diferente y novedosa. Esta era la primera vez desde que se liaron “de mentira” en que se quedaban juntos hasta el amanecer, y aun más planeando permanecer así el resto del día.

La tranquila atmósfera se vio cruelmente interrumpida por el rugir de sus tripas. El hambre era incipiente.

― Voy a preparar algo, ¿bien? Tú quédate tranquilo aquí. ― Sonriendo afablemente, Park le besó los labios antes de abandonar el lecho.

Kim devolvió la sonrisa, y decididamente se quedó en su sitio. Las sábanas, toda la habitación, olía todavía a sexo. Su cuerpo estaba sudado y aun con rastros de semen aquí y allá. Especialmente su ano. Quería salir y limpiarse, pero realmente estaba cansado, quería comer, dormir y despreocuparse de todo.

En minutos, el olor a café y waffles flotó desde la cocina seduciendo su nariz. Con pesar, se puso de pie, rodeó su cuerpo con una sábana y caminó hasta allí. Park era sexy incluso cocinando.

― ¿Qué haces levantado? Te dije que esperaras, baby.

― Estaba muy solo sin ti.

Ambos soltaron una risita. Casi nerviosa, encantadora, coqueta.

― No flirtees conmigo tan temprano, todavía no nos reponemos. Para ser exactos, tú y yo no tendremos sexo en todo el día, tienes que descansar, así que no me provoques.

Kim alzó los labios en trompetilla, pero no dijo nada. Esa vez, lo iba a escuchar. Sentado en el desayunador, estaba esperando pacientemente cuando sus ojos se encontraron con el móvil de Park a un lado. en la pantalla aparecían varias notificaciones, de llamadas, mensajes y hasta alarmas.

― Vaya que eres popular, Yoochun.

Park volvió la mirada, entendiendo de inmediato a lo que se refería cuando lo pilló mirando fijamente su móvil.

― Te lo dije, es por negocios solamente.

― Seguro.

Park comenzó a servir los waffles en un plato, casi restándole importancia al disfrazado recelo de Kim.

― Puedes verificarlo si quieres. ― Dijo.

Su rostro serio tomó por sorpresa al castaño. Sujetó el aparato, pero incluso si tenía enorme curiosidad, también tenía un dejo de temor. ¿Qué si Yoochun solo estaba probándolo? ¿Qué tal si en realidad son invitaciones íntimas? Los dedos de Kim titubearon sobre la pantalla del aparato. Park, al verlo, se lo arrebató y él mismo desbloqueó la pantalla. Para su pesar, es verdad que tiene ahí solo textos y llamadas de mujeres. Algunas de ellas antiguas amantes.

― Deberíamos dejar de vernos, Yoochun.

Las palabras de Kim fueron como colmillos venenosos serpenteando rápidamente por todo su cuerpo. El móvil resbaló de sus manos antes siquiera de darse cuenta de lo impactado que estaba. El ruido sordo del aparato al caer al piso sacó a ambos de sus pensamientos.

― ¿Por qué? ― Park preguntó con la boca reseca. Sin preocuparse en absoluto por levantar su móvil. Sus ojos negros fijos en el castaño.

Kim selló los labios. Cómo decirle que estaba asustado de la profundidad de sus actuales sentimientos por él. Que le preocupa el futuro porque todo lo que ha recibido de él son palabras ardientes e invitaciones lascivas.

― Es porque quieres más, ¿verdad? ― Park dijo, casi leyéndole el pensamiento.

Kim intentó correr lejos, pero su cuerpo adolorido le dio todo el tiempo del mundo a Park para frenarle antes siquiera de que haya dado dos pasos.

― Escucha, Junsu. No empezamos bien, es cierto. Pero lo que tengo contigo es más que un negocio, ¿entiendes? Tú realmente me gustas.

― ¿En serio? Entonces, cómo es que solo nos vemos para tener sexo, Yoochun. Nunca me has invitado a salir en una cita, tampoco me dices cosas como que te guste o que, me quieres.

― De acuerdo, mis errores. Pero eso no significa que no sea serio, Junsu.

― ¿De verdad? ― Kim sonrió con un dejo de amargura. ― Entonces, cómo vamos a demostrarme cuán serio eres, Yoochun.

Park le soltó el brazo, giró sobre sus talones y levantó finalmente el móvil.

― A partir de ahora, no conozco a ninguna de estas mujeres. No haré negocios con ninguna de ellas. Tendremos citas, ¿bien? Hoy será la primera. Como estás adolorido, subiremos al jardín en la azotea y la tendremos ahí, prepararé sándwiches, kimbap y todo lo que se te antoje. Tomaremos una copa de vino y haremos el vago sentados hasta que anochezca, y cuando salgan las estrellas, juraré ante ellas que tus ojos son más brillantes y hermosos que su finita presencia. No sé qué más podré hacer para convencerte, pero voy a esforzarme, porque en verdad me gustas Junsu. Justo ahora ¿no fueron mis manos torpes cuando dijiste que deberíamos dejar de vernos? Incluso mi cuerpo entiende lo que hay en mi mente, y yo simplemente no soy bueno en comprender mi corazón, pero estoy seguro de que contigo, lo haré como todo un experto.

Kim sorbió la nariz, de pronto sollozando con lágrimas colgando de sus tiernas pestañas.

― Has dicho tantas cosas bonitas, Yoochun.

― Solo para ti, Junsu. Jamás se las he dicho a nadie más. La gente podrá hablar de mi pasado como casanova y ensuciar muchos de mis comportamientos, pero esto baby, es exclusivamente tuyo.

― ¿De verdad? ¿Serás mío, Yoochun?

― Siempre, Junsu. Solo tuyo, baby.

Kim entonces no necesita más que confiar en este chico rudo, y entregar sus ilusiones y esperanzas en ese beso dulce que entrega por iniciativa. Sus labios calzan perfecto, se acarician y transmiten lo que, probablemente, en palabras jamás podría ser dicho.

Si el camino todavía era largo, no hay dudas. Si comenzaron al revés, tampoco es innegable. Si confían en lo que quema en sus pieles cuando tienen sexo, inevitablemente el amor se encontrará al final del camino.


FIN

3 comentarios:

  1. Saluditos...

    Este Shot ha estado muy bueno y lindo. Admito que sufrí un poco por Junsu, pero el final ha sido encantador, adoro cuando Yoochun hace cualquier cosa por pertenecerle a él y sólo a él.
    Gracias por la historia.

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  2. Hermoso! Yoochun siempre empezando al revés, jajaja pero siempre gana el amor, escribes y transmites tantas cosas, muchas gravgra Feli por existir!

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  3. Me encantó... Tal vez no siempre se se empiecen con citas y palabras rosas, a veces la pasión toma el control primero, pero no significa que no haya amor.

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