Título: Baby rude boy,
Allways be mine.
Autora: Felina
Pareja: YooSu
Género: Romance.
Clasificación: NC-18/Lemon
~*~
Difícil
sería renunciar a la adrenalina que le ha cautivado desde que se conocieron, a
los ir y venir a los que solían jugar
porque “no caerían en las garras del otro”. Ambos tenían carácter y una
sensualidad natural que seducía a propios y extraños. Pero él, para el otro,
eran otra historia. Volvían a reunirse cuando querían, una o dos veces por
semana sin lograr saciar su sed y deseo por poseer del todo a su aventura.
No,
no tienen una relación clara, ni mucho menos estable. Son más el
“entretenimiento seguro” mutuo. Sin embargo, uno de ellos estaba cayendo más y
más, dispuesto a renunciar a todo por el otro.
El
otro, jugaba deliberadamente a caer
también.
Sin
embargo, ¿qué es el amor?
¿Qué
necesidad de ser siempre el “esclavo” del otro cuando el corazón no estaba en
juego?
O
eso pensaban.
Kim
Junsu nunca había intentado seducir a nadie, mujeres y hombres lo abordaron
siempre primero. Y él, bueno, era un muchacho común y corriente, con cierta
moralidad, pero también curiosidades y anhelos. Salir con una, con otro, solo
había sido el curso natural de la vida. Pero cuando conoció a Park Yoochun,
lentamente aquellas curiosidades y deseos habían estado dirigidos expresamente
al apuesto hombre de cabellos azabaches y ojos brunos.
Y
puesto en perspectiva, la relación que sostienen hasta ahora había iniciado de
una forma muy extraña, por no decir insulsa. Park necesitaba un amante, Kim
estaba “disponible”. Casi podía considerarse cliché, o bizarro, trama sacada de cualquier drama, libro o manga
al puro estilo oriental. A esa población a la que ellos también pertenecen y
encarnan. Como fuese, aquella era su realidad. De cabo a rabo, de principio a fin, aunque ambos fuesen confusos y no
hubiera claridad acerca de “cuándo
comenzó a ser necesaria su presencia para sentirse pleno” ni saber “hacia dónde va la supuesta relación sexual
que comienza a quemar en el pecho y temblar en el corazón”.
Sí,
confuso. Increíblemente confuso.
Aunque
bastante evidente a ojos de algunos.
…
El
hombre de cabellos castaños agitó la mano despidiéndose de sus compañeros de
trabajo. Le han invitado a beber con ellos para celebrar el fin de otra semana intensa de trabajo, pero él ha
declinado pues ya tenía otro compromiso.
―
Di la verdad, Junsu ah, ¿estás saliendo con alguien?
―
¿Qué? ¡Claro que no! Solo voy a beber con un amigo.
La
sobriedad con que el castaño dijo aquellas palabras quitó el ánimo de
cualquiera de sus compañeros por intentar indagar más. Saben de antemano que el
joven jugueteaba antes, pero tenía algunos meses, tres o cuatro, que aquella
actitud suya había cambiado. Ahora generalmente sus invitaciones son declinadas
con aquel argumento “beber con un amigo”.
Amigo
que, dicho sea de paso, tiene una identidad desconocida para ellos.
De
todas formas, no es como si fueran tan cercanos como para conocer más de lo que
el castaño dice por cuenta propia cuando lo instigan.
Kim
subió a su auto y tomó un rumbo conocido. El bar de siempre cuando era Park
quien lo invitaba a beber. Todo y que él no se considera buen bebedor,
terminaba apresurándose ahí donde le llamaba y se engullía uno tras otro,
tragos de licor o cerveza. Embriagarse hasta entumecer sus sentidos y así, caer
en ese juego indecente del que ambos formaban parte y les quemaba en fuego vivo
hasta las entrañas.
No,
un burdo pretexto para liarse entre sábanas con olor a suavizante hasta dejar
la habitación inundada del aroma de sus sexos.
―
Ng.
El
gemido ha sido áspero, casi como una queja contenida por los labios ajenos
empujando deliberadamente contra los suyos. Su espalda ha dado de lleno contra
el muro, el sonido de la puerta al cerrarse bruscamente hizo eco en el
recibidor de esta conocida casa en una zona bien acomodada de Seúl.
A
ninguno le importa, Park vive solo, y Kim se siente cómodo gimiendo sin
restricciones.
―
Me embriaga el sabor de tus besos, baby. ― La voz del azabache es ronca,
nítidamente excitada. Su pelvis se frota contra la ajena un instante, después
su rodilla se acomoda entre las piernas del castaño y empuja contra la íntima
anatomía en medio de ellas.
―
Ngh~ ebrio ya estabas, Yoochun~. ― Gimotea, medio atontado por sus besos y el
licor, excitado y acalorado. Ansioso por sacarse las ropas y desnudarle
también.
―
Esta borrachera lejos de embotarme los sentidos, los despierta exclusivamente
por ti, baby. ― Sugerente, Park ataca el cuello de Kim, lamiendo y mordiendo,
besando y succionando esas níveas porciones de piel con sabor a dulce elixir
divino.
Kim
jadea de nuevo, su cuerpo tiembla en expectación y excitación, la boca de Park
es certera, conoce todos y cada uno de sus puntos sensibles y multiplica sus
sensaciones al por mayor. Le vuelve una frágil masa de barro lista para ser
moldeada a su antojo. Uno bastante pervertido, sobra decir.
―
¡Yoochun~! ― Gime su nombre y eleva el mentón, sus ojos perdidos en el cielo
raso de madera que coronaba una lámpara encendida a media luz.
Park
sonríe y sus labios coquetos dibujan una línea de sinuosas lamidas a lo largo
del cuello de su amante, al mismo tiempo en que su mano continúa frotando el
abultado falo bajo la ropa del castaño. Justo así como sabe le gusta, un poco
brusco contra el tronco, gentil sobre la punta. La mirada de Kim se vuelve
vidriosa, sus pupilas inyectadas de excitación son auténticas ventanas de su
propia lujuria.
De
pronto las manos de Kim se mueven con apresurada ansiedad por la espalda de
Park mientras sacude su pelvis y en compensación muta la fricción contra su
palma, jadeando en momentos, gimiendo su nombre en otros. La ropa sigue siendo
un estorbo, y por tanto el objetivo inmediato.
―
¿Podemos al menos pasar, Yoochun? ― Dice de pronto, con una sonrisa traviesa,
acariciando los brazos del azabache y dejando una sinuosa mordida en la
pronunciada nuez de su garganta. ― Ni siquiera me he quitado los zapatos~. ―
Gimotea con aire inocente, un puchero adornando su rosada boca.
Se
aleja un par de pasos, aprovechando el instante de desconcierto que sus
palabras han dejado en su amante. Se saca el calzado y luego entra finalmente,
comenzando por desanudar su corbata y sacarla lentamente de su cuerpo. El
murmullo de tela contra tela parece sensibilizar todavía más los ya alerta
sentidos de Park, siguiéndole entonces con ojos fieros, cual cazador seguro de
devorarse a su presa.
Kim
lo sabe, y lo provoca con alevosía. Sonríe con cándido encanto mientras
continúa su camino por el modesto recibidor y se interna en la estancia,
deteniéndose con aire coqueto en un sofá, recargando su anatomía en el mueble
de piel color hueso, sacando uno a uno los botones que mantienen su camiseta
cubriendo la parte superior de su cuerpo. Sus pupilas claras como la miel
destilan más la dulce tentación que produce en el azabache todo su ser.
Lo
invita sin dudas.
Y
Park está gustoso de caer en su pecado.
Sigiloso
como pantera, el azabache se le une, sus manos serpentean por la delgada
cintura del castaño con sutil provocación, aguardando pacientemente el momento
en que la camisa se abriera de par en par y sus pozos negros pudieran devorarse
la nívea piel debajo de ella.
La
intensa forma en que sus miradas se encontraban y chocaban desató ahí un
torbellino de fuego apasionado, sus bocas se fundieron en un segundo, moliendo
los labios y buscando una guerra con la lengua contraria, decididos a vencer la
rústica guarida que la boca del otro representaba. Chocaron sus dientes,
mordisquearon sus labios, exploraron a diestra y siniestra hasta sus gargantas.
Perdiendo el aliento una y otra vez, pero encendida la lujuria era imposible
que dejasen de encenderse mutuamente por tal nimiedad como aquella, cuando
bastaba separarse unos segundos y probar grandes bocanadas de aire para repetir
la misma acción.
Por
supuesto, sus manos no se han quedado tranquilas en absoluto. Por el contrario,
ágiles y decididas se movieron acariciando y desnudando. La parte superior de
sus anatomías estaban expuestas al calor corporal que emanaba del compañero, y
al aire acondicionado que tan distraídamente Park ha dejado encendido esa
mañana antes de salir a trabajar. El verano era un infierno, pero el calor
vertiginoso que ellos estaban liberando podía fácilmente competir con las
entrañas más profundas del hades.
―
Se arrugarán. ― Kim dice con aire caprichoso.
Las
camisetas en el piso son un montón de ropa que poco o nada le importaban a
Park.
―
Te prestaré una. ― El azabache selló los labios de su amante con otro beso
cuando le vio abrirlos con una absurda queja más.
Así,
distrayéndole con sus besos, Park se hizo también del cinto en el pantalón
formal de su amante, las largas piernas pronto quedaron al desnudo, y la
coqueta tanga masculina debajo de ellos pinchándole una ya excitada erección. Kim
sonrió pícaro cuando pescó los oscuros orbes concentradas en su silueta
semidesnuda. A propósito se tocó con encendidas pupilas, paseando la diestra
por el medio de su pecho hasta la delgada línea de vello que se perdía al sur
de su ombligo, en tanto la siniestra pellizcaba suavemente uno de sus pezones.
―
Hoy estás muy travieso, baby.
―
Es el licor en mi sangre~.
Park
sonríe, no cree que esta actitud lasciva de Kim sea causa del licor, tampoco
había ingerido tanto, aunque así lo quería mostrar. Personalmente le había pedido
al barman que preparara las bebidas del castaño con menos cantidad de licor,
por lo que, simplemente es un coqueto y disfruta tenerle excitado hasta las
entrañas por él.
―
Qué tal si me haces uno de esos bailes tan sexys tuyos, ¿eh? ― Dice de pronto,
rodeando el sofá y sentándose en él.
Los
labios de Kim se estiran esbozando una cantarina sonrisa, sus claras pupilas
brillan también. Y sin pensarlo demasiado, sus pies descalzos se deslizan hasta
quedar frente al azabache, dejando a posta la mesa de centro justo ahí, en
medio de ambos. Como una inútil barrera que de nada serviría cuando la lujuria
de su amante perdiera el control.
Park
estaba sentado cómodamente en el sofá, con las piernas abiertas y los brazos
extendidos sobre el respaldo, su torso desnudo perlado ya en finas gotas de
sudor, el prominente bulto bajo sus pantalones más que evidente. Kim apostó
mentalmente en que, en cuestión de un minuto, el azabache abriría sus
pantalones para inconscientemente masturbarse delante de sus ojos.
El
castaño no necesitó ni siquiera canción de fondo, su propia voz comenzó a
tararear alguna melodía contagiosa. Lenta, dulce, seductora cual notas
escapando del naturalmente romántico saxofón. Su cuerpo, instruido en la danza
y con ese sex-appeal tan jodidamente provocativo, comenzó a hacer estragos el
pulso de Park ni bien comenzó a moverse, las ondas de sus caderas y la elipse
de su S-Line iniciaron el vertiginoso camino de la creciente excitación entre
las piernas del azabache.
Su
respiración, algo más pesada conforme los movimientos de Kim lo seducían, se
volvió errática. Más parecida al jadeo de una bestia en celo que demanda ser
liberada de una prisión de hierro. Metal que cedería con el fuego crepitante en
sus negruzcas pupilas. Estos ojos que engullían la razón de Kim con apenas una
mirada, intensa e infinitamente apasionada, cargada de un sentimiento tan
caliente como lava misma, empujando precipitadamente la cúpula que tapa el
volcán de su interior.
―
Mg. ― El gemido nació de la garganta de Park cuando Kim se giró y mostró sin
vergüenza alguna su parte trasera, delineando sinuosamente con sus dedos la
forma continua de sus propias piernas. ― Oh, baby.
Park
traga hondo, la pronunciada nuez en su garganta se movió de arriba abajo con sigilo.
Al tiempo, la siniestra se ha movido cuesta abajo por su pecho hasta el bulto
bajo sus pantalones, frotando su miembro en la inconsciente búsqueda de alivio.
Kim
sonrió juguetón, y lentamente deslizó la última prenda fuera de su cuerpo,
sentándose luego en la mesa de centro, alargando la pierna derecha hasta la
rodilla de Park, acariciando deliberadamente por la parte interna hacia el
norte hasta la ingle. La mano del azabache presionó con más fuerza su propia
erección y su respiración se volvió más pesada. De pronto sentía la garganta
resaca y la única forma de hidratarse de nuevo sería bebiendo la dulce miel en
labios de su amante.
Así
que sujetó el tobillo de la traviesa pierna en su ingle y demandó con una
mirada su cercanía. El castaño agitó la cabeza en negación con la travesura
bailando en sus cuencas chocolatadas.
―
Junsu. ― Le nombró. Más como un ultimátum antes de obligarle a ceder y seguir sus toscas instrucciones.
Kim,
sin embargo, no era su amante por las puras. Se conocen (más de lo que
mutuamente podrían admitir), saben “de
qué pie cojea” el otro y sacan provecho de ello cuando quieren.
Particularmente durante el sexo. Provocarse, seducirse y llevarse al límite era
un juego bastante efectivo cuando ambos deseaban un desfogue de pasión y
calentura puramente hormonal.
La
caliente (y perfecta) atmósfera fue irrumpida por un tono de móvil. La melodía
señaló al culpable de inmediato. Park maldijo por lo bajo, y decidió ignorarlo.
Kim sonrió con un dejo de molestia, pero hizo lo mismo que su amante. Unos
segundos después el aparato sonó de nuevo. Y tras ser ignorado, lo hizo una,
dos, tres veces más.
―
Espera aquí, de verdad espera Junsu. ― Con voz trémula, Park se levantó de su
asiento VIP en la estancia y buscó su móvil.
Ni
siquiera recordaba el momento en que -estúpidamente-
lo ha dejado en el recibidor de su apartamento, junto a las llaves y su
maletín de trabajo. La excitación era cosa seria cuando Kim se la encendía.
Tomó el aparato y tras ver que eran números sin importancia, decididamente lo
puso en vibrador, volvió sobre sus pasos y sufrió otro espasmo en la
entrepierna cuando vio a Kim masturbándose, sentado en la mesa de centro,
aguardando pacientemente por él.
―
¿Una de tus novias? ― Cuestiona con
cierto tonito mezclado de molestia y burla. Sus preciosos ojos chocolate
refulgiendo un sentimiento que bien podría ser llamado celos.
―
Quién tiene novias, eh. Eres el único
para mí, baby. ― Se defiende con aire de casanova, sentándose nuevamente en el
sofá, admirando la forma en que su amante continúa masajeando su falo sin
apartarle la mirada. Su entrepierna pinchó dolorosamente entre sus pantalones.
―
Conozco bien la lista de contactos en tu móvil, Yoochun~.
―
Tonterías. Viejas conocidas nada más, nada importante.
―
Pero siguen ahí~.
―
Por negocios baby, solo por negocios.
―
Ya lo creo, negocios. ― El recelo se
deslizó en sus últimas palabras con un mohín de disgusto.
Sin
embargo, todavía estaba lo suficientemente excitado como para molestarse por montar
en celos y dejar pasar la dichosa oportunidad de disfrutar los placeres que
Park le brindaba.
―
Entonces, ¿vas a venir, Chun? ― Invitándolo, su rostro inclinado y la apertura
de sus piernas que casi detona en el azabache el último seguro de autocontrol,
mandó el pulso de su amante por las nubes. ― Vamos, Chun. Quítate los
pantalones por mí~. ― Caprichoso, el castaño cerró sus piernas, casi como una
advertencia de no hacer más nada a menos que su petición fuera complacida.
Park
sonrió altanero, pero seducido hasta la médula, terminó por sacarse los
pantalones con cero ceremonia y mucha excitación.
―
Soy tan amable, que voy a darte un plus, baby. ― Dijo, sacando la ropa interior.
Su
porte sobre el sofá fue elegante y encantador. Un casanova total, la intensidad
de sus ojos negros y la sonrisa tirando de sus sensuales labios lo eran todo. El
castaño sintió un espasmo correr por todo su cuerpo, las corrientes eléctricas
parecían viajar desde su espina dorsal en todas direcciones. Jadeó imperceptiblemente
y Park celebró una victoria.
Por
supuesto, Kim no pensaba rendirse, recorrió
lascivamente la desnuda figura de su amante, provocándole otro pinchazo al
azabache, su falo se hinchó a su máximo capacidad, doliendo de necesidad por
profanar el estrecho pasaje de su amante. Ese orificio que flirteaba
descaradamente con él desde hace minutos.
―
¿No crees que has jugado suficiente conmigo, baby? ¿Por qué no me muestras el
trasero y me dejas cogerte? ― Su voz, brumosamente exaltada sacudió las
entrañas del castaño, provocándole un exquisito cosquilleo en la cintura.
El
castaño soltó una de esas risas cantarinas que crispaba el vello del azabache,
porque nunca sabe si es una señal afirmativa o si va a burlarse un poco más de
su pervertida ansiedad.
―
Yoochunnie~ ¿siempre tienes que ser tan gentil
y esperar una invitación más directa que esto? ― El cuestionamiento que flota
en labios del castaño es todo lo que su amante necesita para soltar el último
seguro de autocontrol.
Se
le fue encima, como el cazador fiero que ha encontrado a su presa y pillándole
con la guardia baja, le ataca sin miramiento alguno. Le empujó sobre la mesa
mientras devoraba sus labios y era su diestra la que acompañaba la mano del
castaño bombeando lentamente su caliente falo. Los gemidos que estallaron en
sus gargantas murieron entre besos, amortiguados por el embriagador desliz de
sus bocas.
Aquello,
no era suficiente.
―
¡Ng!
De
un momento a otro Kim fue arrojado al sofá, arrodillado en la alfombra, su
torso descansó sobre la suave piel del mueble, y su trasero, expuesto para la
hambrienta mirada de su amante. Park se arrastró detrás suyo, acomodándose
entre sus piernas, la siniestra resbaló por la espalda acariciando fervorosamente
la nívea y febril piel. Para entonces, su falo estaba rozando descaradamente la
línea que divide sus nalgas.
―
Eres pervertido, baby.
―
Se me ha contagiado de ti, Yoochun.
Sabiendo
de antemano que esa vena lujuriosa solo palpitaba ardiente cuando se tenían el
uno al otro, los amantes continuaron el acto.
Park
escupió entre las nalgas de Kim, repartiendo la saliva sobre el orificio. Kim tembló
expectante, consciente también de lo que estaba por venir. Su cavidad anal
aflojó en pocos minutos, incluso si solo era saliva lo que su amante estaba
usando para lubricarle. Cuando la lengua del azabache se coló en sus carnosos anillos,
él gimió más alto, rogando por un poco de oxigeno frío porque todo el que
entraba en sus pulmones quemaba como el infierno. Todo por el fuego de la
pasión encendida entre los dos.
―
¡Mg!
El
pene de Park presionó contra el dilatado anillo perforando lentamente,
internándose en esas rugosas carnes que le arrastraban a la locura. Tensó la
mandíbula y se regocijó en las placenteras sensaciones conforme su falo era
tragado por la cavidad del castaño. Kim gimió algo más, sus manos buscaron
desesperadamente algo a lo que aferrarse, un cojín terminó bajo su cuerpo, sus
manos apretando las puntas. El placer inicial siempre iba mezclado con algo de
dolor e incomodidad.
―
¿Por qué te haces más grande cuando entras~? ¿No estabas ya en tu límite, Chun?
―
¿Es mi culpa que seas tan jodidamente sexy, baby? ― Mordisqueándole el hombro,
Park gruñó luego en su oído. Ha entrado por completo, sus testículos rozan la piel
febril de las ingles. ― Voy a moverme, así que solo respira profundo.
―
¡Ng~!
Kim
no pudo más que gemir, y buscar respirar entre las sensaciones que corrieron
por su cuerpo. Lentamente su cuerpo fue acostumbrándose a la invasión, y demandando
por más. Su lengua se soltaba y su boca se volvía algo sucia, soltando frases en inglés y notando la forma en que eso
ponía de un humor más exuberante a su amante.
Las
embestidas de Park variaban en intensidad, profundidad y velocidad. A veces iba
lento, saboreando el sudor y el sometimiento de Kim bajo su cuerpo. Otras,
empujaba con cadencia, sus testículos iban y venían adelante y atrás,
balanceándose como badajo de campana, chocando contra la parte interna de los
muslos del castaño, o incluso contra su pene. El tronco de Kim, presionado
contra la orilla del sofá, estaba en vertical hacia atrás, sufriendo y
exudando placer.
―
Chun~ Chun~ de frente ¡ng! ¡Házmelo más rudo
por delante~! ¡mg!
Dándole
unas palmadas a los torneados glúteos, Park le complació, abandonando su
cavidad para girarle, hacerle subir al sofá y recostarle en el para inmediatamente
entrar de nuevo. Su pelvis empujó con tal fuerza que Kim arqueó la espalda y
sufrió un espasmo de placer, la punta fálica comenzando a gotear. Los brillantes
ojos chocolate se dilataron, sumido en un océano de exquisitas sensaciones. El sudor
de su rostro fue lamido por la ávida lengua del azabache mientras remetía
contra él gimiendo áspero. Todos sus músculos tensos, cada fibra de su ser
enfocada en dar y recibir placer.
El
orgasmo los abrazaría demasiado pronto esa noche.
Y
honestamente no importaba.
―
¡Yoochun! ― Kim gimoteó primero.
Su
semen disparó manchando su torso y mentón. Pero el vaivén de Park no disminuyó,
pese a la contracción de los músculos del ano de Kim, fue hasta que sintió que
se sofocaba, moría y tocaba el cielo con la punta de los dedos, que su propio
miembro liberó la espesa esencia dentro.
―
Eso fue increíble. ― Dijo, apenas capaz de respirar sin colapsar sobre el
cuerpo de su amante.
Kim
asintió, sus vidriosos ojos buscando con recelo los pozos negros de Park.
―
¿La ducha? ― Preguntó, los ojos brunos de su amante delinearon el contorno de
su rostro con paciente lascivia antes de besarle fogosamente y arrastrarle
hasta el baño.
…
―
Estoy adolorido, Chun.
―
Te dije, abusamos cuando lo hicimos en el piso, baby. Ya nos habíamos corrido
tres veces, ni siquiera salió nada entonces. Mi orgullo está herido.
Kim
se rio de buena gana, cómodamente acostado boca abajo en la cama de su amante. El
alba había despuntado hace minutos, pero ambos se habían reportado enfermos en
sus trabajos. No tenían ganas de separarse. Y de todas formas el castaño no
estaba en condiciones de moverse de ahí.
Park
le acariciaba la espalda con sigilo, casi sintiendo que esa emoción que le
llenaba el pecho de pronto se sentía muy diferente y novedosa. Esta era la
primera vez desde que se liaron “de mentira” en que se quedaban juntos hasta el
amanecer, y aun más planeando permanecer así el resto del día.
La
tranquila atmósfera se vio cruelmente interrumpida por el rugir de sus tripas. El
hambre era incipiente.
―
Voy a preparar algo, ¿bien? Tú quédate tranquilo aquí. ― Sonriendo afablemente,
Park le besó los labios antes de abandonar el lecho.
Kim
devolvió la sonrisa, y decididamente se quedó en su sitio. Las sábanas, toda la
habitación, olía todavía a sexo. Su cuerpo estaba sudado y aun con rastros de
semen aquí y allá. Especialmente su ano. Quería salir y limpiarse, pero
realmente estaba cansado, quería comer, dormir y despreocuparse de todo.
En
minutos, el olor a café y waffles flotó desde la cocina seduciendo su nariz. Con
pesar, se puso de pie, rodeó su cuerpo con una sábana y caminó hasta allí. Park
era sexy incluso cocinando.
―
¿Qué haces levantado? Te dije que esperaras, baby.
―
Estaba muy solo sin ti.
Ambos
soltaron una risita. Casi nerviosa, encantadora, coqueta.
―
No flirtees conmigo tan temprano, todavía no nos reponemos. Para ser exactos,
tú y yo no tendremos sexo en todo el día, tienes que descansar, así que no me
provoques.
Kim
alzó los labios en trompetilla, pero no dijo nada. Esa vez, lo iba a escuchar. Sentado
en el desayunador, estaba esperando pacientemente cuando sus ojos se encontraron
con el móvil de Park a un lado. en la pantalla aparecían varias notificaciones,
de llamadas, mensajes y hasta alarmas.
―
Vaya que eres popular, Yoochun.
Park
volvió la mirada, entendiendo de inmediato a lo que se refería cuando lo pilló
mirando fijamente su móvil.
―
Te lo dije, es por negocios solamente.
―
Seguro.
Park
comenzó a servir los waffles en un plato, casi restándole importancia al
disfrazado recelo de Kim.
―
Puedes verificarlo si quieres. ― Dijo.
Su
rostro serio tomó por sorpresa al castaño. Sujetó el aparato, pero incluso si
tenía enorme curiosidad, también tenía un dejo de temor. ¿Qué si Yoochun solo
estaba probándolo? ¿Qué tal si en realidad son invitaciones íntimas? Los dedos
de Kim titubearon sobre la pantalla del aparato. Park, al verlo, se lo arrebató
y él mismo desbloqueó la pantalla. Para su pesar, es verdad que tiene ahí solo
textos y llamadas de mujeres. Algunas de ellas antiguas amantes.
―
Deberíamos dejar de vernos, Yoochun.
Las
palabras de Kim fueron como colmillos venenosos serpenteando rápidamente por
todo su cuerpo. El móvil resbaló de sus manos antes siquiera de darse cuenta de
lo impactado que estaba. El ruido sordo del aparato al caer al piso sacó a
ambos de sus pensamientos.
―
¿Por qué? ― Park preguntó con la boca reseca. Sin preocuparse en absoluto por
levantar su móvil. Sus ojos negros fijos en el castaño.
Kim
selló los labios. Cómo decirle que estaba asustado de la profundidad de sus
actuales sentimientos por él. Que le preocupa el futuro porque todo lo que ha
recibido de él son palabras ardientes e invitaciones lascivas.
―
Es porque quieres más, ¿verdad? ― Park dijo, casi leyéndole el pensamiento.
Kim
intentó correr lejos, pero su cuerpo adolorido le dio todo el tiempo del mundo
a Park para frenarle antes siquiera de que haya dado dos pasos.
―
Escucha, Junsu. No empezamos bien, es cierto. Pero lo que tengo contigo es más
que un negocio, ¿entiendes? Tú realmente
me gustas.
―
¿En serio? Entonces, cómo es que solo nos vemos para tener sexo, Yoochun. Nunca
me has invitado a salir en una cita, tampoco me dices cosas como que te guste o
que, me quieres.
―
De acuerdo, mis errores. Pero eso no significa que no sea serio, Junsu.
―
¿De verdad? ― Kim sonrió con un dejo de amargura. ― Entonces, cómo vamos a
demostrarme cuán serio eres, Yoochun.
Park
le soltó el brazo, giró sobre sus talones y levantó finalmente el móvil.
―
A partir de ahora, no conozco a ninguna de estas mujeres. No haré negocios con
ninguna de ellas. Tendremos citas, ¿bien? Hoy será la primera. Como estás
adolorido, subiremos al jardín en la azotea y la tendremos ahí, prepararé sándwiches,
kimbap y todo lo que se te antoje. Tomaremos una copa de vino y haremos el vago
sentados hasta que anochezca, y cuando salgan las estrellas, juraré ante ellas
que tus ojos son más brillantes y hermosos que su finita presencia. No sé qué
más podré hacer para convencerte, pero voy a esforzarme, porque en verdad me
gustas Junsu. Justo ahora ¿no fueron mis manos torpes cuando dijiste que deberíamos
dejar de vernos? Incluso mi cuerpo entiende lo que hay en mi mente, y yo
simplemente no soy bueno en comprender mi corazón, pero estoy seguro de que
contigo, lo haré como todo un experto.
Kim
sorbió la nariz, de pronto sollozando con lágrimas colgando de sus tiernas
pestañas.
―
Has dicho tantas cosas bonitas, Yoochun.
―
Solo para ti, Junsu. Jamás se las he dicho a nadie más. La gente podrá hablar
de mi pasado como casanova y ensuciar muchos de mis comportamientos, pero esto
baby, es exclusivamente tuyo.
―
¿De verdad? ¿Serás mío, Yoochun?
―
Siempre, Junsu. Solo tuyo, baby.
Kim
entonces no necesita más que confiar en este chico rudo, y entregar sus ilusiones y esperanzas en ese beso dulce
que entrega por iniciativa. Sus labios calzan perfecto, se acarician y
transmiten lo que, probablemente, en palabras jamás podría ser dicho.
Si
el camino todavía era largo, no hay dudas. Si comenzaron al revés, tampoco es innegable. Si confían en lo que quema en sus
pieles cuando tienen sexo, inevitablemente el amor se encontrará al final del
camino.
FIN
Saluditos...
ResponderBorrarEste Shot ha estado muy bueno y lindo. Admito que sufrí un poco por Junsu, pero el final ha sido encantador, adoro cuando Yoochun hace cualquier cosa por pertenecerle a él y sólo a él.
Gracias por la historia.
Hermoso! Yoochun siempre empezando al revés, jajaja pero siempre gana el amor, escribes y transmites tantas cosas, muchas gravgra Feli por existir!
ResponderBorrarMe encantó... Tal vez no siempre se se empiecen con citas y palabras rosas, a veces la pasión toma el control primero, pero no significa que no haya amor.
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