domingo, 17 de septiembre de 2017

ANYTHING GOES IN A STUPID LOVE (Avengers&XMen) Parte 1



ANYTHING GOES IN A STUPID LOVE
By Felina

TonyxSteve~*~ErikxCharles~*~PoolSpidey
~~~*~~~*~~~

Aquella mañana estaba demasiado cansado para continuar. El simple dolor de cabeza mutó a jaqueca, y ésta en una insufrible migraña que le mantenía el cerebro punzando día y noche, despierto o dormido. Y lo que era aún peor, después de los sucesos en Nueva York, las pesadillas no paraban. Así que ha renunciado a dormir –aunque después de varias noches su cuerpo hubiese comenzado ya a reclamar un “descanso”–, de la misma manera en que lentamente fue apartándose de absolutamente todo lo demás que tenía en aquellos momentos. Pepper Potts incluida. Tony Stark quiere mucho a la rubia, si en algún momento vislumbró algo como el “futuro”, con alguna mujer, esa definitivamente habría sido ella. Pero ahora, todo se iba “cuesta abajo” en la relación sentimental. Y en general, en todo lo que podía pensar.


La vida ha continuado, los villanos han llegado sin cesar, algunos más peligrosos que otros. Y IronMan se ha encargado de todo sin reparar en más nada. Hasta que “Los Vengadores” fueron requeridos de nuevo, y el multimillonario se dio cuenta de que no había lugar donde se sintiese mejor que junto a todos ellos. Particularmente, junto a Steve Rogers, curiosamente.

— Es una química muy extraña la que tengo con Steve, Bruce. De hecho, no es exactamente como “química”, es más como tensión. Pero, de alguna manera, me siento aliviado cuando estamos en el mismo espacio.

— Aunque todavía no puedes dormir sin tener pesadillas, ¿verdad?

— Bueno, pero no son tan irritantes como antes. Y ahora consigo dormir un poco, aunque siempre termino despertando antes de que el sol salga, sudado y angustiado.

— Por qué no pruebas cambiar de habitación.

— ¿Qué?

— Más cerca de Steve. Si te sientes seguro con él, quizá saber que está al otro lado, ayude.

Había un dejo de broma en las palabras del Dr. Banner, sin embargo, para Stark no sonó tan descabellado. Y hubo un reacomodo de habitaciones en la “fortaleza Avengers”. Aunque Stark omitió explicar los motivos verdaderos. Sin embargo, aunque dormía un poco mejor, las pesadillas seguían llegando cada noche. Y se estaba volviendo un dolor de cabeza nivel migraña. Jodidamente molesto. Las ojeras que hacían sombra bajo los ojos de Stark le estaban quitando atractivo –según su propio pensamiento cada que se miraba al espejo para retocar la forma de su barba–.

— Tony, ¿estás bien?

— Steve, qué, por qué. ¿Ah?

El capitán suspiró, sonriendo con una pizca de preocupación.

— Llevas media hora metido en el baño, no se ha escuchado el agua correr ni un solo momento, y has estado extrañamente callado. El arrogante y siempre cómico Tony Stark parece estar de vacaciones, o algo.

— Demasiado parlanchín tú, en cambio, Steve… — Dijo, sonriendo con galantería. Sintiéndose otra vez algo más ligero, casi como si la sola presencia del capitán le quitase otros gramos del peso sobre sus hombros. Como si iluminase un poquito las sombras de culpa sobre su conciencia… — Estoy bien, no he conseguido dormir mucho, pero no es algo por lo que debas preocuparte, cap.

— Pero lo estoy. Eres parte de este equipo, es mi responsabilidad ver por todos.

— Uy, me sentí como un niño. No seas tan serio, cap. Relájate, no hay grandes problemas ahora, hemos cumplido con nuestro trabajo… — Agregó, palmeándole el hombro y sintiendo un extraño cosquilleo que fue desde las puntas de sus dedos hasta su estómago… — “Qué demonios. Parece que tengo aleteos en el estómago”… — Pensó, alargando innecesariamente la mano cuando Rogers dio media vuelta anunciando que le dejaba para que terminase lo que sea que estuviese haciendo.

Aunque Rogers no se ha quedado para nada convencido. Stark le preocupa, y no se alejará hasta averiguar qué es. Y ayudarle. Si es que estaba en su poder. De lo contrario, buscaría ese “poder” donde quiera que fuese.

Al día siguiente, después del arduo y siempre puntual entrenamiento vespertino, Rogers tomó la ducha, y se sentó en la estancia frente al televisor, mirando documentales en canales de historia para “continuar poniéndose al día”. Luego de pronto, Stark se le unió, bebiendo café en lugar del común whisky, y en un poco común silencio que inquietó al capitán.

— Tony, qué… — El diálogo de Rogers se vio interrumpido repentinamente.

El rostro de Stark ha caído sobre su hombro, y los quedos ronquidos le han llegado a los oídos. Se ha quedado dormido, profundamente. Rogers sonrió, esa era la primera vez que veía a Stark dormir. Y no se veía mal, de hecho, lucía bastante más maduro, y atractivo.

— ¿Qué estoy pensando? — Murmuró para sí, poniéndose de pie y llevándole en brazos hasta la habitación de Stark, para que descansase apropiadamente en su cama.

Pero tras dejarle sobre el lecho e intentar alejarse, la mano de Stark sujetó con fuerza su muñeca, parloteando palabras que no pudo entender. Y de algún modo, terminó acostado a su lado. Horas más tarde, cuando Rogers despertó –sin siquiera haber estado consciente de cuándos e durmió, por principio de cuentas–, estaba en una postura demasiado. Demasiado íntima para ellos dos. Rogers supo que había estado acurrucado en el pecho de Stark, mientras que el brazo izquierdo del morocho se adueñó de su cintura durante todo aquel tiempo, como reclamándole suyo.

— ¿Reclamándome? ¿Qué hago con este tipo de pensamientos?


— ¿Las pesadillas desaparecieron, Tony?

— ¿Por qué lo preguntas?

— Bueno, para empezar, no tienes ojeras. Además, has estado de muy buen humor desde hace unos días.

— Bien, es verdad. Las pesadillas se fueron.

— Genial. Entonces sirvió mudarte al lado de la habitación de Steve.

— Oh, sí, también.

— ¿También? — Banner se le quedó viendo. Esperando una mejor respuesta que eso. Incluso se sacó los anteojos de grueso armazón, así como solía hacer cuando cedía toda su atención a algo en particular.

— He estado durmiendo con Steve desde hace una semana.

Stark dijo, pero por el tono de su voz, el Dr. Banner interpretó aquel “dormir” como algo más, “íntimo”.

— ¿Estás loco, Tony?

— ¿Por qué?

— Es cierto que algunas teorías sostienen que después del sexo el cuerpo se relaja y dormir se vuelve sencillo e incluso más relajante. Pero, ¿acostarte con Steve? Eso es ir lejos, Tony.

— Espera, qué. ¿Quién tuvo sexo con Steve?

— ¡Tony, tú acabas de decirlo!

— Yo dije que estoy durmiendo con él. No que me lo estoy tirando.

El Dr. Banner quiso reñirle por el uso de tal palabra, pero no había caso molestarse con eso. De todas formas era Stark, y a veces era tan, tan él.

— Qué malpensado eres, Bruce.

— ¡Fue tu culpa! La forma en que lo dijiste. Tenías esa sonrisa de playboy en la cara al decirlo. ¡Lo hiciste a propósito!

— Ya, cielos. No te alborotes, no vaya a salir el intolerante Hulk a arruinar mi mansión.

— No va a venir Hulk solo por esto.

— De todas formas, ¿cómo pudiste pensar que realmente estaba teniendo sexo con Steve? o sea, siquiera crees que él se dejaría.

— No, definitivamente no lo creo capaz. Pero a ti sí te creo capaz de usar sucias artimañas.

— ¿Parezco interesado de esa manera en Steve?

— Ciertamente, sí.

— ¿Qué?

— Tienes que admitir que la tensión que ha habido entre ustedes desde que se conocieron es más del tipo sexual. Y como la otra vez dijiste que tú con él tenías tensión más que química, bueno, pensé que te referías a eso. Y luego vienes y dices que tus pesadillas se acabaron después de dormir con él.

— Haces tormentas en vasos de agua, Bruce. Pero no, solo estoy durmiendo con Steve, no teniendo sexo. Aunque, pese a que los hombres nunca me han interesado, el cap tiene sex appeal, sabes. Bastante a decir verdad. No pienso que sería mala idea tratar de conquistarlo.

— No quiero saber.

— Vamos, Bruce. ¡Tienes que ayudarme!

— ¡Ni loco!


Esa noche, cuando Steve pensó que finalmente podría descansar tranquilamente en su habitación sin un Tony sospechosamente parlanchín acompañándole hasta quedarse dormido en su cama, el mencionado se coló sin siquiera llamar a la puerta.

— Tony, oye ¿vas a dormir aquí otra vez?

— Sí, por qué, ¿te incomodo?

— No es eso, pero… bueno, he estado esperando que por lo menos me expliques por qué tienes que dormir conmigo. Tienes tu habitación. Y las camas son iguales, ya lo revisé, así que no se trata de comodidad. ¿Apostaste con los chicos o algo así?

— ¿Tan desgraciado crees que soy, Steve?

— ¿Qué? N-no. No me refiero a eso, Tony.

— Entonces cómo es que lo primero que se te ocurre que puede explicar que quiera dormir contigo es simplemente una apuesta con los chicos.

— Solo dije algo al azar. De todas formas, todavía no entiendo cuál es la razón, Tony.

— Me gusta dormir contigo.

— ¿Eh?

— Así de simple, Steve. Me gusta. Es cómodo, y duermo como un angelito… — Añadió, sonriendo divertido por el repentino rubor que se expandió por las mejillas del capitán.

— Aunque eres más como un diablillo… — Susurró Rogers, mirando la forma en que el morocho finalmente iba del otro lado de la cama, apartaba las cobijas y se metía debajo de ellas.

— Qué ingrato. Siempre andas pensando lo peor de mí, eh.

— No es que piense lo peor. Realmente no pareces un angelito cuando duermes.

— ¿Me has visto mientras duermo?

— Ha sido casualidad. Yo, despierto antes que tú todas las mañanas.

— Pero me miras, Steve… — Dijo, girándose para enfrentar su rostro con el del otro. La sonrisa pícara y juguetona tironeó inconscientemente de sus labios… — Tienes que admitir que no es necesario. Despiertas, te levantas y te vas. No necesitas mirarme dormir, a menos que… te guste mi cara, o algo.

— ¿¡Gu-gustarme!? N-no~.

— Así que soy feo… — Farfulló con expresión ofendida.

— ¡No! ¡Eres muy guapo!

— Oh, lo soy eh. Entonces, sí te gusto, Steve.

— Bu-bue-ng~ ¡ya duérmete y no empieces conversaciones incómodas~!

— ¿Qué tiene de incómodo lo que estamos hablando? Yo creo que tú eres muy guapo también, sexy, atractivo y caliente.

— Tony~ — Parloteó cubriéndose hasta las orejas con la sábana, volviendo el cuerpo y dándole la espalda al morocho. Estaba terriblemente avergonzado.

— No dije mentiras, ¿ok? Así que tenlo en cuenta, Steve. Me gusta dormir contigo, es sumamente cómodo compartir la cama, tu calor me hace sentir súper a gusto, y supongo que la razón por la que me siento tan cómodo aquí, es porque tu presencia da seguridad. Las pesadillas se fueron desde que comencé a dormir contigo.

— ¿Pesadillas? — Rogers volvió a girarse, asomando el rostro de debajo de la sábana, mirándole atentamente… — ¿Tony? — Le llamó cuando el morocho guardó silencio, tenía los ojos cerrados pero sabe que no está dormido.

— Las tuve, desde lo de Nueva York.

— ¿Por qué nunca me lo dijiste, Tony?

— Ya sabes, no lo encontré necesario. De todas formas, eso ya no me preocupa, mi mejor terapia ha sido dormir con el gran Capitán Steve Rogers. ¿Qué puede ser más seguro y confiable que eso? Sería la envidia de todas tus fans si lo supieran… — Añadió con ese tono juguetón tan suyo.

Y de pronto se halló a sí mismo interesado en los labios de Rogers, en empujarle hacia abajo y descubrir cómo reaccionaría ese fornido cuerpo masculino al acariciarle. Un súbito calor descendió desde sus mejillas hasta el bajo vientre y pinchó directamente en su entrepierna.

Oh mierda, estoy excitado. Deseo a Steve como solo sentí con mujeres antes. ¿En serio? Porque, aunque le dije a Bruce que no estaría mal tener sexo con Steve, solo bromeaba. O eso pensé.

— Tony.

— ¿Qué? — “Joder, no me digas que dije algo en voz alta”.

— Estoy contento, porque confías tanto así en mí. Y porque ya no tienes pesadillas… — Dijo con una de esas sonrisas suyas tan cristalinas, tan puras y honestas.

— Sí, pero sabes, probablemente eso signifique que de ahora en adelante debo dormir contigo.

— N-no, no me importa. Siempre que estés bien, Tony.

¡Cómo puede un hombre ser tan lindo! ¡Fuck, quiero besarlo! Realmente quiero besarte, Steve Rogers.

El pensamiento de Stark quedó en eso. Porque Rogers cerró sus ojos, y pronto su respiración calmada dejó ver que estaba descansando, probablemente no en un sueño profundo, pero cerca de. Stark le contempló unos momentos, sonrió y se contuvo de ese nuevo deseo que surgió desde sus entrañas. Quería acariciar el contorno de su atractivo rostro con sus dedos, y besarle. El multimillonario cerró sus propios ojos, más como un último recurso para no írsele encima y besarle, que porque tuviese sueño. Todo menos eso, estaba excitado y con unas ganas enormes de besarle.

--//--

A algunos kilómetros al noreste de Nueva York, en el condado de Westchester, dos personajes bastante peculiares iniciaban una vida. Diferente. La Mansión Xavier se ha convertido en su nuevo hogar, más que eso, ni el dueño e intelectual científico genetista, Charles Xavier; ni su “compañero” Erik Lehnsherr, otro intelectual con ideales poco convencionales, han decidido iniciar una relación, sentimental. Aunque los sentimientos del uno por el otro no estuviesen del todo claros y decidir la vida en convivencia y considerarse “pareja” hubiese respondido a la supuesta conveniencia de compartir proyectos relacionados con la raza igual a la suya, los mutantes.

— La mansión tiene habitaciones suficientes, por qué debemos compartir la misma, Erik.

— ¿No es lo que normalmente hacen las parejas, Charles?

— Pero no somos una pareja de verdad. Solo, lo estamos pretendiendo.

— Bien, pues pienso pretender como se debe.

Erik, alto y con un cuerpo atlético, poseía un atractivo que ni Charles podía ignorar. Además, sus ojos claros tenían la extraña facultad de cautivarle, más acertadamente dicho, de seducirle. Por eso, cuando le sonreía de aquella forma tan llena de sí, el telépata se encontraba a sí mismo desesperado por controlar las emociones que sacudían su cuerpo y entorpecían su poderosa mente.

— Erik, basta. Estás demasiado cerca.

— Obviamente es porque quiero estar cerca, Charles.

— No me gusta.

— No lo creo, tus manos están temblorosas y haz comenzado a sudar porque estás nervioso. Yo, te hago sentir así, Charles. Y eso, ambos sabemos a qué se debe.

— ¡No estarás pensando que me gustas! — Exclamó. Demasiado exaltado para controlar lo que vendría a continuación.

Erik le ha empujado contra la puerta de la habitación, y robado de sus labios el primer beso.

La desconcertante sensación de ser besado por quien considera su mejor amigo, retumbó penosamente contra su poderosa mente. El mutante telépata se sintió pequeño frente a los instintos básicos de su humanidad. El placer y la curiosidad. Le encantaría saber qué está pensando Erik, o por qué tan repentinamente le asalta de esta manera. Pero al mismo tiempo no quería conocer la razón. Como si la dualidad de su mente superior contra sus deseos primitivos pudiera hacer colapsar algo muy arraigado dentro de él. ¿El qué? Honestamente, no lo sabe.

Satisfecho por la victoria de su primer asalto, Erik soltó los labios de Charles, lamiéndolos antes de dar un paso atrás, sonriendo coqueto al verle con las mejillas coloradas, igual que sus orejas, aunque el largo y ondulado cabello castaño le cubriera casi por completo. Sorprender a Charles Xavier no era fácil, pero él encontraba maneras de hacerlo de una forma muy natural. ¿Era acaso que realmente se ha enamorado de éste hombre en particular?

— Charles.

— Erik.

El más alto sonrió, inflado en orgullo por descolocar de tal manera al telépata, ya que, obviamente, aún estaba en shock por el beso.

— Esta noche, vamos a dormir juntos, Charles.

— ¿Qué? — Abrir los ojos de par en par y sonrojarse como termostato, no iba a ayudar a su causa. Si es que tenía alguna.

--//--

Stark estaba actuando caprichosamente desde hacía unos días. Y había comenzado a llevar cosas de su habitación a la de Rogers. Como pijamas, sus tratamientos para la piel –sí, los usa, que es vanidoso el hombre– y hasta algunas mudas deportivas. Al principio Rogers intentó hacerse “de la vista gorda”, pero ya que su habitación parecía cada vez más una “compartida”, ha comenzado a ponerse ansioso e inquieto.

— Tony, ¿podemos hablar?

— Seguro, cap, tú ignora a Babas, como siempre está haciendo alguna cosa inútil.

El ojiazul sonrió incómodo. La máquina llamada “Babas” se perdió por unos momentos, y para cuando Rogers se sentó frente a Stark, Babas había vuelto, una bandeja con champagne y dos copas de cristal en su brazo mecánico.

— Esto.

— Otra vez, Babas. Ya te dije que no estoy celebrando una cita romántica con nadie. Pero bueno, ya que lo has traído, vamos a brindar, Steve.

— ¿Cita? ¿Romántica? ¿Brindar?

— ¿Qué? ¿Eres un niño pequeño ahora y tienes que preguntar palabra a palabra para comprender? Porque no soy muy paciente con los niños, sabes.

— Tony, qué está pasando aquí. — Preguntó, mientras Stark servía champagne en ambas copas.

— ¿Aquí? Pues bien, yo estaba haciendo algunos ajustes a uno de mis trajes cuando llegaste, así que… — Respondió, entregando una copa al capitán.

— No estoy hablando de eso. Y lo sabes. Así que no intentes confundirme, Tony.

El multimillonario le sostuvo la mirada unos instantes. Pero no demasiado, un minuto después se apartó, dio un sorbo a su copa y comenzó a juguetear distraídamente con las herramientas en la gran mesa metálica de trabajo.

— No es el lugar más cool para tener esta conversación, ¿no, cap?

— Solo quiero entender lo que está pasando. ¿Sigues teniendo pesadillas?

— Ni una sola.

— ¿No quieres, intentar recuperar tu vida nocturna?

— ¿Quieres que salga a conquistar mujeres?

— ¡No!

— Respuesta inmediata, eh… — Dijo con una sonrisilla. De pronto llenándose de confianza.

— Estaba hablando de dormir en tu habitación, Tony.

— ¿No habías dicho que no te importaba que durmiera contigo? Cambias de opinión muy pronto, cap.

— ¡Te digo que no es eso, Tony! Solo, es… bueno, siento que somos… mh, que estamos…

— ¿Compartiendo habitación como un par de enamorados? — Ayudó. Haciendo el cuestionamiento con una sonrisa confiada, pero también tomándolo lo suficientemente en serio como para que el ojiazul no lo fuese a tomar por una de sus tontas bromas.

Las mejillas del capitán se encendieron al rojo vivo.

— Tony, deja de hacer cosas confusas, o decir palabras vergonzosas.

— No puedo… — Respondió tajante… — Verás, la verdad es que sí. Me gustas. Románticamente hablando. Y espero que con eso sea suficiente para que entiendas lo que te estoy diciendo, Steve.

— ¿Te gustan los hombres?

— No, corrección, solo me gusta Steve Rogers. Es decir, tú… — Alegó, acercándose a un Rogers demasiado avergonzado como para sostenerle la mirada cuando está tan, pero tan cerca… — ¿Eso es un problema para ti?

— Yo… yo, no sé. Es decir. No soy, gay.

— Tampoco yo. Ya sabes, es más como que soy capisexual, o Stevesexual, algo así. Ya te dije, solo me gustas tú. En serio.

Rogers abrió la boca. Y volvió a cerrarla, porque no tenía palabras qué responder. Y era extraño, caluroso, bochornoso. Pero no incómodo. Pese a que con Stark casi todo el tiempo discuten, el que se le esté confesando, se sentía bien. Es más, estaba realmente feliz. Y terriblemente avergonzado.

— Eh, Steve, esta es la parte en la que dices que tú también, o me rechazas mandándome al demonio. De preferencia sin golpes, por favor, soy sensible cuando no tengo mi armadura… — Bromeó, quizá con la intención de aligerar la tensión que tan claramente podía sentir alrededor.

Rogers finalmente se animó en mirarle a los ojos. Y la respuesta que le dio fue…

Besarle.

Sí, señoras y señores, besarle. Porque Rogers era corto de palabras en situaciones como aquella. Y no tiene el valor de responder lo que seguramente significan los repetidos latidos de su corazón o el sudor de sus manos nerviosas. Aunque bien, visto que su experiencia en el arte del besar es básicamente nula –dos besos en su haber, el primero con Peggy, quien fuera su primer amor décadas atrás. Y el segundo, obligado por las circunstancias con Natasha–, el gesto ha resultado demasiado corto, pero profundamente sublime. O al menos eso piensa Stark. Porque aún si apenas sintió fugaz la lengua del capitán colarse entre sus labios y huir rápidamente de la humedad de su boca, ha comprendido bien el significado oculto detrás.

— Steve, confíame la tarea de mostrarte todo, absolutamente todo lo que significa amar a una persona.

Rogers no supo si el sonrojo que asaltó sus mejillas fue producto del arrogante tono de voz de Stark, o del hecho de sentirse avergonzado hasta la médula. O, y lo más probable, a la forma tan posesiva con que el morocho asió su cintura atrayéndole a su cuerpo –demasiado para su corazón, y una parte de su anatomía más al sur de su ombligo, hablando con sinceridad–, haciendo desaparecer cualquier desventaja que pudiera achacársele a cuestiones tales como la altura o la edad –venga, que Rogers se siente ocasionalmente un auténtico anciano, de pensamiento al menos, que físicamente. Bueno, Stark usaría hábilmente las palabras “sexy” y “caliente”– con el aura de sensualidad que emitía con la mirada. Y la sonrisa sobrada de confianza que bordeaba sus labios, o la varonil apariencia que venía con todo el bendito paquete.

— Tony, ¿sabes lo que es amar a una persona?

Tarde mordió su lengua al comprender la severidad con que aquellas palabras han sido recibidas. Rogers sintió un agrio sabor en la garganta que se deslizó hasta sus entrañas cuando vio la mirada de Stark, claramente dolida.

— Bueno, amé a mi madre, ¿sabes? Y, aunque probablemente no tan intensamente, también quise a Peppers. Pero, comprendo que tú no confíes en mis palabras. Sinceramente, tal vez tengas razón en dudar. Quizá yo no sepa lo que significa amar a una persona.

Verle así, dubitativo e incómodo, era como una revelación de un mal presagio. Y al capitán esta panorámica no le gustaba. Porque era mucho más entrañable la imagen de un Tony Stark egocéntrico, autosuficiente, Casanova incluso.

— Lo siento, Tony. No quise…

— Sí quisiste. Y a decir verdad lo entiendo, en serio que sí, Steve. Puesto así, creo que es más justo decir que, quiero que tú me des la oportunidad de saber lo que es amar a alguien. Si eres tú, Steve Rogers, hasta yo me sentiré más humano.

— Ya lo eres, Tony.

— Sueles decirme cosas que me hacen dudar, eh… — Bromeó. Un poco al menos.

Rogers bajó la mirada sintiéndose culpable. Indudablemente ha dicho algunas palabras hirientes. ¿Intención? Sí, tal vez ha tenido la intención de serlo. No, más que herir el orgullo de Stark, siempre ha querido pasar por encima de él y conocer al hombre debajo de toda esa coraza de vanidad y egocentrismo.

— Tony, tú eres un gran ser humano. Es solo que tu actitud, a veces… bueno.

— Es de lo peor. Lo sé, Steve. Soy bastante mierda.

— No digas eso de ti mismo. Como IronMan nunca has dudado en ayudar a otros.

— Al principio fue vanidad pura. Una gratificante sensación de poder me corría por las venas. La armadura IronMan me dio algo que ni el dinero había conseguido, un peldaño por encima de otros. Después, bueno, supongo que ser un “súper héroe” no era tan malo. De hecho, me gustaba. He aprendido mucho siendo Vengador junto a ti y los otros. Y espera, ¿no estamos saliéndonos de tema? ¿Intentas persuadirme de algo?

Rogers sonrió, sintiéndose repentinamente avergonzado de nuevo. Ocultando su mirada bajo las largas pestañas claras, dándose cuenta también de que continuaban juntos, abrazados. Que el calor de sus cuerpos así de cerca era extrañamente relajante. Una sensación única.

— Te di mi respuesta antes, Tony. No te persuado de nada. Además, no creo que haya ser humano que sepa exactamente lo que es el amor, pero… — Levantar la mirada y enfrentar los oscuros ojos de su repentinamente, novio. ¿Lo eran, cierto? — Tony, ¿está bien si lo intentamos?

— ¿Tú quieres, Steve?

— Me da un poco de miedo. Porque los dos somos hombres. Sé que hoy día las relaciones gay son, más o menos, aceptadas socialmente. Pero, somos como figuras públicas y…

— Shh, Steve, no pienses en eso. Como hombre, no como Capitán América. ¿Quieres intentarlo?

El rubio suspiró. La respuesta no era tan difícil, pero su moralidad le impedía decirla abiertamente. Si responde que “sí”, todo cambiará significativamente entre ellos, deberán iniciar una relación clandestina, algo que no podrían contarle a todos los demás. A sus amigos o familia. Bueno, Rogers no tenía más familia. Y Stark, tampoco. ¿Y si era esto por causa de la soledad?

Stark le soltó, empujándole por los hombros y alejándose. Su mirada lo decía todo. Estaba decepcionado, quizá sintiéndose rechazado.

— No te presiones. Si quieres pensarlo.

— ¡No! — Exclamó. Sorprendido de sí mismo a decir verdad. Es que de pronto sintió un miedo irracional a que esto se convirtiera en un “pretexto” para distanciarse… — Si quiero. Me gustas, Tony. A veces eres un dolor de cabeza, pero todavía me gustas.

— ¿En serio? — Stark preguntó con una sonrisilla vanidosa. Ganando confianza e inflando el ego… — Debo decirlo, no es que me sorprenda del todo, soy un hombre sexy, seductor y…

— Cállate, Tony. Arruinas el ambiente… — Rogers sonrió, estampando de nuevo sus labios contra los del morocho.

— Oye no, suficiente con que hayas tomado la iniciativa antes. No voy a dejarte hacerlo de nuevo.

— ¿Qué?

— Que voy a besarte mucho de ahora en adelante, Steve.

Y vaya que el morocho cumpliría con creces la “amenaza”. Besos y más besos caerían.

--//--

Cuando Charles despertó renegó curiosamente del sol que se colaba por los ventanales de la habitación, y con el pensamiento cerró las cortinas hasta quedar nuevamente en la oscuridad. Se sentía demasiado perezoso, y cansado. Y por alguna razón, su cuerpo pesaba demasiado. Giró sobre el lecho y topó contra otro cuerpo.

— Buen día, Charles.

— ¿Erik? ¿Qué haces en mi cama?

— ¿Quieres que te lo recuerde? — Las manos del polaco corrieron bajo las mantas por las piernas del psíquico, desviándose por la parte interna de los muslos hasta rozar las ingles del otro.

Justo ahí, Charles recordó su desnudez. Y todo lo que había pasado la noche anterior entre ellos. Su rostro enrojeció furiosamente.

— Charles… — Erik insistió, rozando sus labios por el cuello del telépata.

El de cabellos castaños jadeó, casi involuntariamente. Recordando con nitidez la cantidad de besos que había recibido exactamente en el mismo sitio apenas unas horas atrás. Y fue consciente de la sensación que prevalecía en su piel, el peso del cuerpo del amo del magnetismo sacudiéndose contra el suyo con un frenético deseo; lo que es más, y por vulgar que sonase, recuerda cuán hábilmente abrió las piernas para él, recibiéndole en su interior con una pasión desenfrenada que los había llevado al éxtasis en más de una ocasión.

¡No es posible! Tuve sexo con Erik. Realmente lo hice~… — Gimoteó en sus pensamientos mientras hacía hasta lo imposible por ocultarse debajo de las mantas… — Ng… — Quejándose inconscientemente cuando los bruscos movimientos pincharon en su espalda baja con un incómodo dolorcito que nacía en su estrecho y otrora virgen agujero.

— ¿Estás bien?

— ¡Cómo demonios voy a estar bien si estuviste penetrándome como bestia anoche!

Erik no supo si reírse o, reírse. Sí, honestamente que el malhumor matutino de Charles se le antojaba por demás gracioso. Pero, por su propia salud mental –lo más literalmente posible– decidió guardarse las carcajadas y en cambio mostró un semblante sereno.

— Charles, ¿estás arrepentido? — Preguntó, francamente desesperado por saber si realmente había jodido su amistad con el telépata.

El castaño tardó en responder. Seguía oculto bajo las mantas, aunque sus piernas continuasen enredadas con las del amo del magnetismo y el calor que irradiaba desde las puntas de sus dedos le llegase hasta las mejillas coloreándolas de rubor. ¿Si estaba arrepentido? Bueno, no iba a negar que una parte de él sí que lo estaba. Pero, no era como si le hubiesen obligado a tener relaciones sexuales con el polaco. Lo hizo, porque una parte de él también lo deseaba.

— Erik, ¿qué hicimos? No, espera, no es eso lo que quiso preguntar. Es, ¿por qué lo hicimos? ¿Lujuria? ¿Soledad?

— Me gustas, Charles.

¡Hombre, un poco de compasión con su corazón! Soltarle tan de golpe esas palabras no ayudaban a los sonrojos en su rostro. El telépata asomó el rostro de entre el lío de mantas, buscando la mirada clara del amo del magnetismo.

— Y sé que te gusto a ti.

— Estás demasiado confiado de eso, Erik… — Farfulló pucheroso. Sí, había ocasiones en que los pucheros se formaban lindamente sin tener en cuenta su orgullo masculino. ¡Que es un hombre, joder!

— Lo estoy. Porque de no ser así, anoche no habría conseguido siquiera besarte aunque hubiera usado mis poderes. Te gusto, Charles. Y me gustas. Y esto de pretender ser pareja es algo que, en realidad queremos. Solo que no lo decimos abiertamente porque… bien, eso debe ser particularmente porque no estabas listo para admitir que te gusta tu mejor amigo, otro hombre.

Charles gimoteó, francamente frustrado porque Erik le conociera tan bien.

— Dijiste “estaba”, ¿piensas que ya lo estoy, Erik?

— No lo sé. A diferencia tuya, yo no puedo leer el pensamiento de nadie. Menos el tuyo.

— No hables como si usara mi telepatía todo el tiempo. Además, sabes bien que contigo no uso mis poderes.

— Charles, ¿qué es lo que temes tanto?

— Que no funcione, Erik. Que estemos arruinando nuestra amistad.

— Porque no lo ves como yo, Charles. Para mí, ser tu amigo fue la base para enamorarme. No pienso que tengo que cambiar una cosa por la otra. Es, como nosotros, una evolución inevitable.

Charles se sonrojó hasta las orejas. Y para qué negarlo, se ha conmovido. Como si Erik hubiese usado las palabras exactas para hacerle sentir seguro. O cerca de la seguridad. Fue así que cuando Erik se acercó lentamente, Charles comprendió que estaba dándole tiempo de retroceder, de alejarse o lanzarle incluso lejos con sus poderes. Pero el beso llegó. Lento, pero no suave. El beso fue húmedo, profundo, apasionado. ¿Cómo decirlo? Este beso decía, más que mil palabras.

--//--

Ser novio de Stark era, extravagante. Sí, Rogers lo admitía. Pero también era excitante, y a su manera, romántico. Además de que han pasado a compartir habitación –se han mudado a una más amplia donde las cosas de ambos entraron cómodamente–, Stark era de esos hombres que llevan el desayuno a la cama cuando despierta antes que su amante. Y desde que han comenzado a Salir, hace cerca de tres semanas, más de la mitad de las veces lo ha conseguido. Lo mejor del desayuno a la cama era el beso de buenos días. El capitán no quiere pensar mucho en ello, pero sospecha que el morocho es experto porque tiene bastante experiencia. Mientras que él, bueno, le sigue molestando un poquito saber que antes de su amante, solo tuvo dos besos en su haber.

— Steve, no le digas a Tony que nos besamos aquella vez en medio de una misión.

— No lo haré, Natasha.

— En serio, ni de broma lo vayas a soltar. Tony es lo suficientemente celoso como para que me preocupe mi integridad física si lo descubre.

— Incluso si lo supiera, Tony no tendría por qué enojarse. Es ridículo pensar eso.

— ¿A ti no te molesta saber que se besó con muchísimas modelos, periodistas…?

— Es suficiente, Natasha.

— Oh, sí eres celoso.

— Que me dé un poco de celos no significa que le haré una escena por eso. Son cosas que pasaron antes de que nosotros decidiéramos salir.

— Ok, pero, de todas formas no lo digas.

— Sí, ya lo he entendido Natasha. Por cierto, ¿quién más sabe que Tony y yo? Ya sabes, que estamos saliendo.

— Todos los vengadores.

— ¡¿Todos?!

— Bueno, Tony prácticamente lo grita a los cuatro vientos. Oh, pero no te preocupes, todos nosotros los apoyamos. Y sabíamos que tarde o temprano pasaría, además de la tensión sexual que transpiraban, se lanzaban miraditas de amor todo el tiempo.

Rogers se arrepintió de preguntar, Natasha era tan honesta que lo avergonzaba.

Pero así como ella, todos sus amigos vengadores pensaban básicamente igual. Y fue por eso, quizá, que su noviazgo con Stark fue viento en popa por los siguientes meses. Hasta que, por azares del destino y después de una misión, coincidieron con otros “héroes” que se llamaban a sí mismos mutantes. Humanos por encima del humano promedio. La Mansión Xavier se estaba volviendo rápidamente popular como un instituto para “súperdotados”. Charles Xavier encabezaba dicho instituto, y su “compañero” Erik Lehnsherr actuaba como su mano derecha.

— En cierta forma somos iguales, Capitán Rogers.

— Disculpe.

— Bueno, en su caso el multimillonario Tony Stark es quien financia al grupo Vengadores, ¿cierto? y usted es líder de ellos. Aquí, financio todo lo relacionado con los “súperdotados” que llegan a mi escuela a aprender a manejar sus poderes; y Erik es quien me da apoyo, es un líder duro, pero lo hace bien.

— Profesor Charles, creo que puedo entender la visión de Erik, aunque no comparto del todo sus ideales.

— Digo lo mismo de ti, Capitán Rogers.

— Wo, wo. Qué tal si nos relajamos todos.

Ver a cuatro de los hombres más influyentes en todo el mundo en el mismo espacio, era como juntar en una sola habitación predadores luchando por el territorio. Aunque siempre podía resultar en una peculiar y firme amistad.  

Erik era receloso ante la presencia de Steve Rogers y Tony Stark, no le agradaban particularmente, aunque la razón no la tuviese clara. Por otro lado, Charles era un tipo amistoso, siempre que encontraba la posibilidad de hacer aliados, se emocionaba, y claramente con Rogers parecía que podía entenderse. Stark, bien, él le daba un poquito de desesperación, demasiado arrogante para su gusto.

 — ¿Fumamos la pipa de la paz? — Stark dijo.

Charles y Rogers le miraron con confusión, mientras que Erik le ignoraba y se servía una copa de vino.

— Este tipo es más grosero de lo que esperaba.

— Tony, no hables de Erik como si no estuviera.

— Bueno, él me está ignorando de la misma manera, Steve.

— Pero somos invitados aquí. Tony, por favor, vamos a comportarnos civilizadamente.

En tanto Rogers trataba de suavizar el repentino malhumor de Stark, Charles hacía lo propio con Erik.

— ¿Qué te pasa? Sé que no eres precisamente bueno cuando hay visitas, pero te estás excediendo, Erik.

— Ese tipo no me agrada.

— No le digas “tipo”, se llama Tony Stark. Erik, no hagas esto, por favor.

El telépata se talló el puente de la nariz, mientras que el amo del magnetismo se tragaba su orgullo y ofrecía una copa de vino a los visitantes. La conversación entre Charles y Steve se alargó en buenos términos, incluso riendo de vez en cuando por situaciones que a sus respectivas parejas probablemente no les causaría mayor gracia. Stark y Erik por su parte se limitaron a ser cordiales el uno con el otro, pero no intercambiaron ni una sola palabra. Varios vasos de vino con hielo y absoluto silencio entre los dos, sus miradas apuntando directamente a los otros, la mar de entretenidos haciendo incluso planes para aliar sus causas, cualesquiera que fuesen. Varias horas después, tras haber compartido la comida y la cena, Rogers y Stark finalmente se despidieron.

— Vuelvan cuando gusten, la Mansión Xavier los recibirá con los brazos abiertos.

— Gracias, Charles, ha sido un día estupendo. Gran conversación, exquisitos alimentos. Estamos en deuda con ustedes, ¿verdad, Tony?

— Eh, sí. La Mansión Stark también les dará la bienvenida cuando deseen visitarnos.

— Nos animaremos a tomar tu palabra en el futuro, espero que no muy lejano.

Erik volvió a ser de pocas palabras, pero los despidió amablemente. Camino a casa Rogers no paraba de hablar de lo bien que lo había pasado. Y Stark comprendió que su amante había hecho un buen amigo.

Aunque tenga que soportar el mal genio de Erik, supongo que no será mala idea frecuentarnos. — Pensó el multimillonario. Además, ha escaneado a hurtadillas la mansión Xavier y se ha vuelto un sitio de sumo interés para él… — Un gran sistema de seguridad no tiene, aparentemente, pero hubo un sitio al que me fue imposible acceder. Estoy seguro de que guarda algunos secretillos interesantes.

— ¿Por qué sonríes como demente, Tony?

— ¿Demente? Oye, me ofendes, eh.

— Es que nunca te había visto sonreír así~.

— No, no. Pero si me besas te perdono.

Rogers se sonrosó tibiamente, mientras Stark sonreía casi infantil. No, provocativo, juguetón. El capitán mordió su labio inferior, luego se acercó estampando un beso en la prieta mejilla de su amante.

— ¿Qué fue eso?

— Un beso~.

— ¿Es en serio? ¿En la mejilla? ¡Vamos, Steve!

— Nunca dijiste dónde desde el principio~ así que he cumplido, Tony. Ya no puedes estar ofendido~.

Sonriendo inocentemente, Rogers se salió con la suya esa vez. Pero claro, cuando llegaron a casa, entrada la madrugada, Stark aprovechó la oscuridad de la alcoba y le comió a besos, mordiendo sus labios mientras le desnudaba y empujaba sobre el lecho, sacándose las ropas también. Rogers no se opuso, por el contrario, parecía que también lo había estado deseando todo el día.

--//--

El capitán Rogers había salido a una misión por cerca de una semana, cuando volvió a casa se encontró con varios cambios. El más abrumador, había toda una sala (remodelada) que parecía un auténtico museo del Capitán América, de hace 70 años. Lo más “loco” de todo, era ver a su novio sentado mirando cintas de sus misiones, de su tiempo como recluta en los campos de concentración.

— Tony, qué estás haciendo.

— ¿No es obvio? Mirándote. Bienvenido, Steve. — El multimillonario le jaló del brazo, sentándole en su regazo y besándole lentamente… — Pensándolo bien, mejor yo me siento en ti… — Dijo, cambiando de posiciones con su amante… — ¿Qué diablos? ¿Hiciste más músculo en la misión? Ya eres sexy, no exageres.

— No seas bobo~ no he hecho más músculo, tú en cambio estás ganando peso.

— ¿Estoy gordo? Le dije a JARVIS que las comidas que pedía a domicilio no eran buenas. Gané grasa en el estómago, ¿verdad? Por otro lado, tú en verdad estabas delgadísimo en aquella época, eh. Pareces desnutrido.

Rogers se rio de buena gana, pellizcando el estómago de su amante en gesto de broma. Mirándose en la imagen proyectada con un viejo cañón de diapositivas.

— Sí, era escuálido. Estoy seguro que si tú hubieras estado allí, ni siquiera me habrías notado, Tony.

— Tal vez. Pero, no soy tan superficial como parezco. Pienso que lo nuestro es cosa del destino, así que no importa la época en que haya sido, nos íbamos a enamorar cuando nos conociéramos.

Rogers apoyó su rostro en el hombro de Stark, dejándole que continuara parloteando acerca de cómo era él en los años 40´s. Meses atrás, al ver aquellas imágenes, probablemente habría echado demasiado en menos su vida de aquel entonces, habría pensado en Peggy y en cuánto la amaba. Hoy, su corazón realmente le pertenece a Stark. Hoy, no hay mejor lugar para él que ése. Este es su hogar.

— Oye, Steve. Te estoy hablando. No me digas que estás pensando en Peggy.

— No particularmente, Tony.

— ¿En serio? — Stark preguntó. Y la respuesta que recibió fue un simple asentimiento de cabeza… — ¿Sabes? Tengo hambre, vamos a preparar algo a la cocina.

— ¿Hambre? ¿No has desayunado?

— Ya lo hice, hace como dos horas. Pero, tengo hambre otra vez.

— Vamos a tener que hacer ejercicio, Tony~. — Dijo con aire divertido.

— Si es en la cama, todo el que quieras, Steve… — Añadió coqueto.

Y se enfrascaron en la misma discusión de siempre cuando se trataba de sexo. Aunque, naturalmente, terminarían haciéndolo en algún momento del día. Y el ejercicio también.

--//--

En el condado de Westchester, cierto telépata despertó sobresaltado esa mañana. ¿La razón? Bueno, al parecer para él, era obvia. Aún así, hizo algunas pruebas para asegurarse. Los varios intentos, dieron positivo.

— ¿Charles? ¿Qué haces tan temprano en el laboratorio?

— Erik, tengo una noticia increíble que darte.

— Sí, ¿qué es?

— Vamos a ser papás.

— ¿Qué?

— Serán mellizos.

En resumidas cuentas, Erik se ha quedado congelado en su sitio.

Y varios kilómetros más allá, en Nueva York, el apetito de Stark finalmente tiene una explicación. Había empatizado ciertos “síntomas” con su amante, y Rogers, tenía la misma experiencia que Charles para vivir.

Un extraordinario embarazo.

--//--

Saber que su amante estaba en “la dulce espera” ha sido una noticia “bomba”, no es que Stark haya siquiera considerado la posibilidad de engendrar familia junto a Rogers. Tampoco es que sintiera arrepentimiento alguno por el grandioso “milagro”. Eso sí, asimilar la noticia no ha sido difícil, complacer los extravagantes antojos de su adorable capitán. Bueno, ha requerido de toda su paciencia, y se ha tenido que poner el traje IronMan no precisamente para arduas batallas contra poderosos enemigos, sino para optimizar tiempo cuando al lindo capitán se le antoja algo que debe conseguir desde el otro lado del país, o incluso en otro continente.

— Oye Steve, ¿no te traje suficiente pastel de Viena?

— Pero se terminó, y quiero más.

— Te has vuelto todo un caprichoso con el embarazo, eh.

— ¿Y ya no me quieres por eso? Porque soy yo quien está dando vida a nuestro hijo, Tony.

— ¡Maldición, Steve! Me pones esa carita y me dan ganas de comerte a besos. Sí sabes a lo que me refiero, ¿verdad?

— Deja de mirarme con lujuria, eres un lascivo Tony.

— Tengo al culpable justo frente a mí.

— ¡Mentiroso! Ya eras así desde antes.

— No, déjame corregirte. Tal vez antes era, bueno, un playboy que no desdeñaba una oportunidad de sexo. Pero, mi adorable Steve Rogers, contigo es más que lujuria o pasión, la forma en la que tú me enciendes nace desde aquí… — Dijo, llevando una mano del capitán a su pecho, permitiéndole sentir los presurosos latidos de su corazón.

 Tony, ¿cuándo vas a traerme dulces de la pastelería en Italia? ¿Recuerdas lo que estuvimos viendo por la tv el otro día?

Al multimillonario y seductor Stark casi le dio “algo” por el repentino cambio de tema de Rogers. Pero lo iba a perdonar el pasarse por el arco del triunfo su momento romántico solo porque está embarazado, es un caprichoso y tiene antojos de lo más exquisitos y es, cual guinda en el pastel, el amor de su vida.

— Supongo que no habrá opción, me pondré el traje.

— Póntelo, póntelo~ y vuelve lo más rápido posible, ¿sí? Nuestro bebé y yo tenemos mucha, mucha hambre.

— ¿Mi pago por adelantado?

Rogers sonrió, estiró el cuello y alcanzó el rostro de Stark –ya que éste se ha levantado de su preciado sitio junto al capitán en el sofá para cumplirle el deseo–, besándole tiernamente.

— Me siento estúpidamente manipulado. Ahora entiendo eso de que el amor debilita.

— No digas eso~ ¡eres más fuerte que nunca, Tony!

— Para protegerlos definitivamente. Pero para cumplir tus caprichos, soy un pan de azúcar, Steve.

Antes de que el capitán dijese algo, el morocho le besó de nuevo. Y dejándole medio embobado con el beso, Stark se apresuró fuera, colocándose el traje IronMan y trazando la ruta más directa y rápida hasta Italia. Lo que un hombre hace por amor.

--//--

— ¿Vas a ir a Nueva York?

— Sí. Fui invitado a un Congreso Internacional, daré algunas conferencias por lo que estaré allá toda la semana.

— No me habías dicho nada, Charles.

— Porque fue repentino, y tú estabas fuera observando a algunos mutantes que identifiqué antes con ayuda del prototipo “cerebro”, Erik. ¿Estás molesto?

— Me enteré de tu embarazo hace semana y media, y hace una semana que no estoy en casa; y ahora que vuelvo tú te vas por otra semana. Bueno sí, me parece que estoy molesto, Charles.

El amo del magnetismo era así, sus emociones lo dominaban, particularmente cuando se trataba de enojos, frustraciones y hasta ira. Aunque desde que comenzaron su romántica relación, el telépata también ha aprendido a verle ser dominado por la felicidad y la pasión. Su cuerpo recuerda particularmente el segundo.

— Erik, siempre puedes venir. Ni siquiera lo has preguntado, y era lo más sencillo. Te molestas sin razón.

— ¿No crees que de la misma manera podrías haber consultado conmigo antes de aceptar? Ya sé que adoras eso, también sé que eres un profesor, doctor y no sé cuántas cosas más que te hacen digno conferencista, asesor y todos esos títulos que hacen importante tu nombre, Charles. Pero soy tu pareja, no digo que me pidas permiso, pero sí que me hagas parte de tus decisiones, por lo menos antes de tener la maleta empacada.

El castaño suspiró, revolvió su cabello y luego fue a sentarse junto a su amante. La maleta estaba efectivamente hecha, aguardando en el umbral de la habitación. Hablando de honestidad, Charles estaba aprendiendo a serlo con Erik. A serlo de una forma diferente, porque antes lo fue como amigo, el mejor. Pero ahora, pensar como su amante simplemente era algo a lo que no conseguía acostumbrarse. Y sabe que no es por falta de amor o confianza. Es, absurda y sencillamente, costumbre.

— Erik, te amo… — Dijo. Casi como si esas palabras hubieran brotado inconscientemente desde el fondo de su alma. Sujetó la mano del amo del magnetismo y la apretó suavemente… — Esto es importante para mí, pero no lo es más que estar bien contigo, o hacer lo correcto por nuestros hijos. Hoy no puedo dar marcha atrás, o faltar a mi palabra; pero, te prometo que no tomaré más decisiones importantes sin hablarlo contigo antes, daré mi mejor esfuerzo para hacer que realmente te sientas parte de mi vida, porque ya lo eres, Erik. Si bien este embarazo fue sorpresivo, y todavía no puedo explicarlo científicamente, soy inmensamente feliz por estarlo. Por saber que hay dos seres hermosos creciendo en mi interior, y que ellos tienen parte de ti, como parte de mí. Y esa, es la mejor forma en que puedo hacerte parte de mi vida, como sé que lo soy en la tuya. Es nuestro legado, Erik.

El amo del magnetismo le empujó repentinamente sobre el lecho, mirándole a esos preciosos ojos marrones con una fiereza que lejos estaba de amedrentar al telépata. Porque sabía bien el origen y motivación de esa mirada.

— ¿A qué hora debes marcharte?

— Eso no importa. Tengo tiempo, Erik.

Charles dijo, porque lo que había en aquella mirada era deseo, puro y honesto. Y a decir verdad, también necesitaba del calor de su amante. El polaco sonrió con lascivia, y pronto sus labios se apoderaron de la boca ajena. Las ropas desaparecieron a base de ansiedad y poderes mutantes, y la fricción cuerpo a cuerpo vino como respuesta al deseo mutuo, dando rienda suelta a la pasión.

--//--

— Creí que no vendrías.

— ¿Y estar otra semana lejos de ti? Ni un centinela se pondría en mi camino, Charles.

Ambos mutantes se sonrieron con un dejo de diversión. El ajedrez con piezas metálicas estaba en una jugada crucial, y mientras el amo del magnetismo hacía sus movimientos con su poder para manipular el metal; el telépata lo hacía con su mente. Faltaban pocos minutos para llegar a su destino, cuando el móvil sobre la mesa junto al tablero vibró, mostrando en la pantalla iluminada un texto.

— Te escribes mucho con Steve, ¿no?

— Porque también participará en el Congreso. Y supongo que porque nos hemos entendido bien ahora que ambos estamos pasando por la misma travesía… — Añadió, aludiendo deliberadamente su embarazo. — ¿Estás celoso?

— Hasta del aire que respiras.

El telépata sonrió entre divertido y avergonzado.

— Eres imposible, Erik~.


— ¿A dónde vas, Steve?

— Voy a salir, ya te lo había dicho Tony.

— Sí, pero. Has estado sonriendo mucho desde hace rato. ¿Hablabas con Charles otra vez?

— Ah, eso. Sí, lo hacía.

— No me agrada tanta amistad, sabes.

— No seas celoso~ ¿o es acaso que no puedo hacer amigos ahora, Tony?

— Ah, ¿debo responder honestamente? ¿O seguir siendo un buen novio?

— Tony~.

— ¿Qué tal si salimos a bailar esta noche?

— ¿Esta noche?

— Sí, esta noche. ¿O es que tienes algo mejor qué hacer?

— Bueno, no es que sea mejor pero, ya tengo planes, Tony.

— Ok, en qué momento mi adorable novio hace planes sin invitarme. ¿Qué vas a hacer?

— Cenaré con Charles. Estaremos terminando nuestra participación en el Congreso y luego compartiremos experiencias.

— ¿Con alguien más?

— No, solo nosotros dos.

— ¿Estás engañándome, Steve?

— Qué tonterías se te ocurren. Claro que no. Somos amigos, A M I G O S~.

— Sigue sin parecerme.

Rogers sonrió, pero antes de poder decirle más nada recibió un texto.

— Entonces, qué te parece una cena doble.

— No me digas. Erik viene con Charles.

— Sí~.

— ¿Y si mejor cenamos cada parejita feliz por su lado?

--//--

La respuesta fue negativa. Y esa noche estaban ahí los cuatro, en una interesante cena doble en un popular restaurante en el centro de Nueva York. Las miradas estaban naturalmente callendo sobre ellos, que sentados en una mesa VIP disfrutaban de sus platillos mientras charlaban. Bien, mientras Charles y Steve conversaban animadamente de las reacciones que obtuvieron de su respectiva participación en el Congreso.

— Ahora la mayoría de las personas están resistentes a la idea de personas superiores, los llamados mutantes son en realidad personas con habilidades que han despertado en nosotros, un salto en la evolución humana impresionante, pero que debe ser considerado como un privilegio y no algo de temer.

— Puedo entender tu punto, Charles; pero también el de esas personas que mencionas “resistentes”. Pongo de ejemplo mi propia existencia, un humano común y corriente que de repente, por un experimento, se convierte en un súper hombre. Hay muchas con las cuales lidiar cuando eres tan diferente del resto. Incluso Tony, que usa una armadura para ser diferente y superior que el resto, puede entender esto, ¿verdad, Tony?

— Oh, seguro. Pero, acerca de ser superiores, no es solo cuestión de “poderes mutantes” como Charles mencionas. Simplemente el ingenio por encima de la media, ser un genio, vuelve a cualquiera un “bicho raro” y alguien de temer para el gobierno. Ahí tienen a SHIELD, espías cuidando de espías, inteligencia contra inteligencia. Hay mucha tela de dónde cortar, si me permites la observación.

— Los mutantes somos diferentes de los genios o de un súper hombre, nuestras habilidades mutantes podrían valerse de sus capacidades y volverlos simples marionetas. Tal es el caso de Charles y su habilidad telepática, y mi poder para controlar campos magnéticos es realmente de temer, Stark.

— Pensaría en algo, pero no estamos hablando de quién dominaría a quién. Solo son situaciones hipotéticas, puntos de vista. No te lo tomes tan personal, hombre.

El polaco estuvo en desacuerdo, y su expresión lo mostró con creces. Pero guardó silencio, no quería volver esta cena un campo de batalla. Y Charles se lo ha pedido, que tratase de llevarse bien con sus nuevos amigos. No iba a ser una tarea sencilla cuando tenía la mente en una meta muy diferente. Pero lo va a intentar.

— Entonces, ¿a dónde vamos después de esto? — Stark dijo.

Y mismo Stark fue quien los arrastró hasta un antro porque seguía queriendo bailar con su amante. Rogers no se sentía cansado, y después de aquella pequeña discusión realmente habían conseguido una buena atmósfera entre los cuatro. Charles había accedido, y Erik ha ido con la corriente siguiendo a su novio.

El ambiente en el antro era de lo mejor, la música divertida, los láseres jugando en todas direcciones, la masa de hombres y mujeres bailando en la pista. Rogers aún se sentía un poco fuera de “tono”, pero Stark pronto hace que se le olvide cualquier cosa y simplemente disfrute. A Charles esto le gusta, porque todavía es joven y bailar le gusta, y Erik, bueno, a él también le encanta, particularmente si el baile es con el telépata.

— ¡Erik! ¡Tu canción favorita, vamos a bailar~!

Casi sin darle a tiempo a nada, el telépata arrastró a su novio hasta la pista. Alto sonaba Blurred Lines, con un ritmo peculiarmente contagioso y movido. Charles agitó la pelvis con sensualidad, mordiéndose el labio inferior, y Erik se le unió transformando el coqueto baile en un cómico festín de idioteces. En la barra, Rogers y Stark miraban simplemente, ya que el morocho había pedido una bebida con licor y otra para su amante sin gota de alcohol. Sin embargo, mezclándose con la canción del amo del magnetismo, sonó una canción techno dance que llevó a Stark directo a finales de los 90´s.

— He escuchado esa canción antes en la Mansión.

— Sí, es parte de la lista que se reproduce cuando trabajo en mis trajes.

— Te gusta.

— Me gustaba. Bueno, supongo que aún un poco.

Rogers vio de reojo a su novio, y en un instante ya le había jalado pista adentro, tratando de bailar aunque lo suyo no fuese precisamente el ritmo. Se sentía algo torpe y para nada sexy. Por supuesto, Stark piensa absolutamente lo contrario.

No estaban bailando pegaditos, ni parecía una pareja de enamorados. Quizá por eso es que mujeres y hombres comenzaron a mirarles con obvias intenciones de ligar.

— ¡Sr. Stark! ¡Soy su fan! — Y algunos, tenían el atrevimiento de abordarles. En ese preciso momento, un hombre de no más de treinta y algunas copas encima, se acercó todo sonrisas… — Oh por dios, hoy es el mejor día de mi vida. ¡Lo amo!

— Eh, sí. Gracias, creo. Ah, estoy ocupado, ¿sabes?

— Oh sí, sí. ¡Wow! Es que no puedo creerlo. ¡Es usted lo máximo! ¡Estoy perdidamente enamorado de usted, Sr. Stark!

— Eh. Ah, bien. No, quiero decir, lo siento, estoy en una relación seria ahora. Y honestamente no me van los hombres.

— Es porque usted no conoce los placeres del sexo gay, Sr. Stark… — Dijo el tipo, insinuándose sin rodeos.

Stark casi le tira un puñetazo. Y Rogers, él estaba que hacía lo mismo. No conforme con tener que lidiar con mujeres queriendo meterse en los pantalones de su amante, ahora también tendría que soportar a otros hombres coqueteándole a su novio.

— Ok, ya fue suficiente… — Stark iba a actuar, pero entonces la mirada del sujeto en cuestión cambió, y sin más dio media vuelta marchándose de ahí… — Ok, ¿qué acaba de pasar?

— Pasa que te di una mano… — Charles dijo, detrás de ellos aún estaba con Erik en la pista. Sonrió y señaló su frente, aludiendo a sus poderes psíquicos.

— Gracias, aunque lo tenía bajo control.

— Seguro. Tienes imán para los problemas, Stark.

— Tú cállate, Lehnsherr.

— Vamos ya, sigamos disfrutando. Esa canción me gusta~.

El remix de “Another one bites the dust” sonaba pegajoso. Si bien no eran “hits” del momento, eran como esas canciones clásicas que de una u otra forma terminaban sonando en los antros. Y así, la noche siguió.

Horas más tarde, honestamente de madrugada, Charles y Erik estaban ocupando una habitación en la Mansión Stark, y aunque el amo del magnetismo había tomado, Charles estaba perfectamente sobrio. Y caliente, muy caliente.

— Vamos, Erik~. Quítate la ropa.

— Ya voy, espera, no jales que vamos a… — Tarde, la advertencia no iba a servir de nada cuando ellos ya habían tropezado y caído. Con suerte y unos impresionantes reflejos, Erik giró siendo quien dio de lleno contra el suelo, mientras que Charles estaba encima suyo. Y ya en ello, besándole como si la vida le dependiese de ello.

Y créanlo, no eran los únicos en urgencia de unir sus cuerpos.


Charles comenzó a frotarse contra la pelvis de Erik, la fricción de sus erecciones estaba consiguiendo el efecto deseado. Excitación. Y comenzaba a ser realmente molesto no tocarse directamente.

— Erik, tu mano… — El telépata jadeó, mirando desesperadamente a los ojos claros de su amante, llevando la diestra ajena hasta su entrepierna, necesitado de tacto.

Faltos de desnudez, el amo del magnetismo jadeó áspero, y mientras le besaba apasionadamente, su mano se coló en los pantalones del castaño, comenzando a masajear el miembro de su amante, aliviando su excitación, pero al mismo tiempo incentivando la libido de ambos. Las manos de Charles hicieron lo propio para abrirse paso entre la ropa de Erik, atrapando su virilidad con ambas, agitando su cadera con ansiedad. Ambos troncos estaban calientes, pegajosos y a punto de explotar.

— Charles, sujétate.

Erik no necesitó advertirle más nada. brazos y piernas de su novio se anclaron a su cuerpo mientras se levantaba y finalmente le llevaba a la cama, dejándole sobre el lecho se dedicó a besarle mil y una veces, desnudándole impaciente, recibiendo el mismo traro de parte de Charles. Sus cuerpos febriles finalmente encontraron alivio en el roce piel contra piel, en las caricias certeras y los besos húmedos.

Vamos Erik, te necesito ya. Ponla dentro de mí, hazme el amor~.

— Maldición, desde cuándo usas tu telepatía durante el sexo, Charles.

¿Qué~? ¡Ngh~!

Tiempo para razonar, no hay. Charles estaba desesperado por ir hasta el final, pero Erik no lo haría hasta haberle preparado debidamente.

— Ven aquí, Charles. — Dijo, tumbándose de espaldas al colchón e instando a su novio a acomodarse encima suyo, en la posición invertida.

Darse mutuo placer era prioritario en ese momento. Charles sintió cómo Erik presionaba su espalda baja, llevándole a descender más sobre el rostro de su amante. La lengua del polaco fue rápida, humedeciendo el contorno del estrecho pasaje del telépata. En tanto, Charles llevó el miembro de Erik a su boca, succionando lentamente restregaba la punta fálica contra la parte interna de su mejilla en reiteradas ocasiones antes de arrastrarlo hasta el fondo de su garganta, provocándose arcadas y expulsando más de su saliva sobre el tronco caliente y duro.

— ¡Mgh! Holy shit, Charles.

Gimiendo de auténtico placer, el polaco estaba haciendo un gran esfuerzo por alargar su orgasmo. Dos de sus dedos se han abierto paso en el agujero del telépata, y se regocija al escucharle gemir ahogado contra su miembro. El sonido húmedo de las penetraciones de sus dígitos se le antoja erótico.

No más~ ¡te quiero ya, Erik!

Erik, dispuesto a complacer el capricho sexual de su amante –y satisfacer su libido, obviamente–, se incorporó mientras que Charles permaneció ahí, a cuatro sobre la cama, con las piernas abiertas y su entrada palpitando deseosa del trozo de carne caliente que pronto se abrió paso en su interior.

¡Erik~! ¡Ngh~ ahh~!

— Sigues hablando en mi cabeza, Charles… — Gruñó extasiado por la presión de las paredes internas de su novio.

Muévete~ vamos Erik, sé que te gusta hacerlo salvaje~ ¡Ahh, mgh~!

— Mierda.

El polaco le recordaría después que lo único que salió de su boca fueron gemidos. Aunque todas sus palabras “calientes” sonaron claras y eróticas en su mente.

Las penetraciones de Erik no fueron condescendientes, le dio duro desde el principio, empujando fuerte, llegando profundo, eludiendo deliberadamente la próstata de Charles pues no quería que se corriera aún. Erik afianzó con sus toscas y grandes manos las caderas de Charles, empujando una y otra vez su pelvis contra el trasero del telépata, saboreando la deliciosa presión de su cavidad anal alrededor de su pene.

No mucho después cambiaron la postura. Charles se encontraba de espaldas al colchón, con una almohada bajo su espalda baja y las piernas abiertas elevadas; mientras que Erik, sosteniendo su peso únicamente en las puntas de sus pies, impulsaba adelante y atrás su pelvis penetrando el estrecho y húmedo agujero. La fuerza que se marcaba en los músculos de sus pantorrillas y los muslos relucía en el apuesto mutante polaco de una forma seductora. Charles no paró de gemir, buscando cómo aferrarse a la ancha espalda de Erik, demandando de su boca fogosos besos. Su erección, olvidada hasta el momento, finalmente fue prisionera entre sus torsos cuando Erik bajó la cadera de Charles y se inclinó sobre él empujando su pelvis más fuerte, golpeando entonces con alevosía el punto sensible al placer de su interior.

— ¡Erik~! — El telépata finalmente gimió su nombre, derramándose entre sus estómagos mientras arañaba la espalda del amo del magnetismo y sentía su interior llenarse de la caliente esencia de su amante.

Un Charles jadeoso, sudado y enrojecido de la piel, dejó caer lánguidamente todo su cuerpo, sonreía satisfecho y relamía sus labios en respuesta a la resequedad que de pronto asaltaba su garganta. Erik, igual de satisfecho que su amante, rodó a un lado, tanteando con sus dedos el semen de su novio que ha manchado su vientre. Sonrió lascivo y lamió el rastro blanquecino antes de besar a un Charles que no sabría si el sexo con Erik simplemente le gustaba así de arrebatado, o si en esa ocasión, podría culpar al licor que tuvo de los tantos besos que le embriagaron en aquella habitación ajena.


Cuando Rogers volvió de la ducha, Stark ya le había atrapado entre sus brazos. Y aunque detestaba un poquito –solo por orgullo– que el ojiazul fuese más alto, le venía bien que su inocencia y hasta ternura fuesen igual de equivalentes. Porque cuando le rodeó con los brazos y lamió el blanco cuello, las orejas del capitán enrojecieron furiosamente.

— Tony~, me haces cosquillas~.

— Oh, yo sé que hago más que provocarte cosquillas, Steve… — Dijo coqueto, guiñándole un ojo y acariciando los pectorales de su novio por debajo de la casaca que acababa de ponerse… — Todavía te sientes un poco húmedo.

— Basta, Tony~ estate quieto, ya me duché, y tenemos invitados~.

— No es como si no pudieras ducharte de nuevo, Steve. Y, nuestros invitados estuvieron bastante ruidosos anoche, seguro que entienden que nos hayan arruinado el humor anoche… — Añadió, besando porciones de piel frescas… — Hueles delicioso, ¿qué jabón es? Me aseguraré de comprarlo siempre.

— Tony~ deja de intentar hacer cosas pervertidas desde tan temprano~. Además, anoche no te detuviste~ vi las marcas de beso que dejaste por todo mi cuerpo~. Ngh~ Tony~ no quiero “ensuciarme” de nuevo~.

— Un poco de sudor no te hará daño… — Dijo seductor. Claro que, también omitiendo todo lo dicho antes de eso. Él no se detenía fácilmente por pequeñeces como invitados teniendo sexo a un par de puertas de su habitación, tan escandalosos que se escucharon hasta ahí… — Supongo que lo siguiente es insonorizar todas las habitaciones en la mansión.

— ¡Tony~! — Bueno, obviemos lo que pasó después.


Cuando Rogers y Stark bajaron, en el comedor ya estaban tomando el desayuno sus invitados, junto a Natasha y Clint.

— ¿Ustedes cuándo llegaron?

— Buen día, Tony, también nos es grata tu presencia.

— Vamos Nat, ya sabes cómo es Tony. Solo ignóralo.

— Ustedes tienen la culpa, ¿quién visita tan temprano a los amigos?

— Al menos entramos en la categoría de “amigos”.

— No por mucho tiempo, así que no se acostumbren.

— Tony~.

— Ellos me provocan, Steve. Regáñalos a ellos.

Rogers le fulminó tiernamente con la mirada –si es que existe tal–. Stark alzó los brazos en señal de rendición y fue directo a la cafetera a servirse una taza, el aroma ya le estaba inundando las fosas nasales. Era –casi– tan placentero como el sexo.

— Eres un anfitrión poco amable, Stark.

— No me digas, Erik. En mi defensa debo decir que no tenía ni idea de que se quedarían en mi humilde… — Nótese el sarcasmo… — Casa. Y menos que tendría que enterarme de cuán escandalosos son teniendo sexo. ¿Qué le hacías a Charles que gritaba como poseído?

— ¡Tony~! — Rogers, avergonzado al doble pues parecía que él tomaba responsabilidad por las palabras de su novio, atinó a taparle la boca con una mano y, para variar, enrojecer furiosamente.

Solo que entonces no era el único. Y no, Stark no era el otro avergonzado, ni siquiera Lehnsherr, sino que el mismo Xavier. Natasha y Clint se estaban divirtiendo, honestamente.

— Le daba lo que le gusta. Seguro que Steve también entiende, no es como si hubiera estado precisamente callado anoche.

— ¡Erik!

Sí, fue turno de Charles de taparle la boca a su amante. Que como siguieran con ese “debate”, los únicos pagando “los platos rotos” serían Rogers y él.

— Elegimos buena mañana para venir, Nat.

— Te lo dije, mi intuición no falla, Clint.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Disculpen las molestias, pero se eliminaran los comentarios con contenido de otras parajes fuera de las que se abordan en este blog, esperamos su comprensión