Más, sin embargo, decidiendo que era
mejor hablar con honestidad una vez llegaran a sus tierras. En Cirith Ninniach
la magia del Glingal también sería más estable, y probablemente con el poder de
los reyes, aceptaría abandonar el cuerpo del joven Altin. Porque es así, el
Glingal ha penetrado en Altin, afianzándose a su corazón tras salvarle en
aquella tienda de antigüedades en Alqualondë, evitando así caer, por defecto,
en manos de un Nigromante. El Glingal es, después de todo, sabiduría también. Y
tiene cierta inclinación mágica para autoprotegerse siempre que hay alrededor
un alma pura. Como lo fue la de Otabek Altin en aquella ocasión, uniendo sus
destinos sin que el muchacho se diera cuenta.
Emeldir siguió el camino sin mirar
atrás, Plisetski miraba de tanto en tanto a los lados y detrás, buscando a los
demás y preguntándose cuándo la Reina mencionaría esperarlos. Pero, cuando
montaron en un bote y la reina no mencionó una sola palabra, el adolescente
supo que no podía contenerse mucho más.
— Disculpe, ¿y los otros? No podemos
irnos sin ellos.
— Nos alcanzarán en breve. Ya me he
comunicado con mis hijos, Yuri. Confía en
mí como lo hiciste al venir hasta aquí. — Añadió, susurrando en la mente
del rubio adolescente con voz tranquila.
Altin miró de hito en hito a la reina y
al rubio. Notando en la mirada de ambos cierto secretismo necesario, por lo que
él guardó distancia y silencio, sin tomar parte de un tema que probablemente no
le concernía.
— El viaje tomará un par de días, por
favor, sean pacientes.
…
En tanto, los príncipes elfos han tomado
sitio en otro hostal, frente a un montón de tabernas llenas de mercenarios. El
mal olor, las escandalosas risas, los retos absurdos y los barriles de vino y
cerveza sellaban la estampa de aquella ciudad.
— ¿Y qué se supone que hacemos aquí? —
Shim se aventuró a preguntar.
— Investigación. — Respondió el elfo de
cabellos oscuros. Aguzando la mirada sin mayor esfuerzo, prestando atención a
todos los presentes alrededor.
— ¿Exactamente de qué? — Jung quiso
saber. Tratando de seguir los objetivos en la mirada del elfo.
— La Reina ha partido, ¿no es así? —
Katsuki señaló. Honestamente casi por inercia, con un ligero sentimiento a
vacío en el corazón.
Los elfos miraron al wilwarin, apenas sorprendidos por la
sensibilidad del mago. La mirada de los lobos y el morocho cayeron sobre ellos,
mientras que la expresión de Mokomichi parecía decir más bien que estaba consciente
de algunos movimientos de parte de los elfos. Aunque no deducía del todo las
razones que los motivaban.
— Es así, Yuuri. Nuestra madre tiene una
misión que cumplir por ahora. Llevar al Glingal a nuestra ciudad. — El mayor de
los elfos dijo, sin dejar de escrutar los alrededores, buscando quizá algo, o a
alguien en particular.
— ¿Qué hay de Yuri? Estaba con la Reina
y Altin. — Shim volvió a tomar la voz.
— Nuestra madre consideró que era
necesaria su compañía. Y no la cuestionamos. — Fue turno del menor de los elfos
para hablar, en tanto sujetaba su cabello en una coleta y comenzaba a sacarse
las armas de la cintura, la espalda y el muslo izquierdo.
— ¿Qué haces? — Park preguntó de
inmediato, movido por un sentimiento de aprehensión que le resultaba novedoso.
Además, había un olor flotando alrededor
del elfo que lo estaba inquietando de sobremanera. Todo y que ha hecho hasta lo
imposible por mantener sus deseos lascivos a raya.
— Como mi hermano dijo, investigación.
— Ah, sí. Claro. ¿Y a dónde crees que
vas?
— A la taberna más al oeste, casi al
final de la cuarta calle de aquí.
— ¿Por qué?
— Tengo preguntas qué hacer.
— ¿A quién?
— Un mercenario.
— No.
— ¿Eh? — El elfo de cabellos castaños
detuvo sus movimientos, mirando entonces al lobo de cabellos azabaches.
La negruzca mirada centelleaba recelo,
una ira infundada que mantenía tensa la musculatura del azabache. El elfo se
permitió un suspiro, y sostenerle las furiosas pupilas con serenidad, avanzar
unos pasos y encararle.
— ¿No? ¿Por qué no?
— Eres hermoso. — Farfulló sin filtro
alguno entre sus pensamientos, deseos y sentimientos. Aunque, de momento, todos
aquellos estaban de acuerdo en lo dicho.
— Gracias. — Musitó, ligeramente
avergonzado, aunque no fuese la primera vez que escuchaba tal palabra. — Pero
eso todavía no…
— Porque eres hermoso es que no puedes
ir. — Interrumpió, notando una fina ceja en el elfo elevarse en interrogación.
— Tu presencia provocará más que ganas de responder cualquier pregunta que hagas,
hacerte algo menos honesto y más vil.
— Los elfos no solo despertamos bajas
pasiones, Yoochun.
— No, ciertamente no. Pero créeme cuando
lo digo, en esos mercenarios, hambrientos de belleza sinigual, definitivamente
así será.
— Cambiaré mis galas.
— ¿Qué?
— No será mi presencia elfica la que
verán. Solo a un joven común y corriente, alguien que encajará más con ellos.
— No es necesario. Dame los detalles.
— ¿Eh?
— Yunho, Víktor y yo nos encargaremos.
Estamos más familiarizados con este tipo de gente que ustedes.
— ¿Cómo sabes eso?
— ¡Por favor, Junsu! ¡Solo confía en
nosotros!
— Yoochun no quiere que nadie vea a
Junsu, incluso si dice que no lo verán como elfo. — Nikiforov dijo a Jung por
lo bajo, honestamente entretenido con la “discusión” entre su amigo y el elfo.
— Haría lo mismo que Yoochun si Jaejoong
actuara como Junsu. — Jung señaló, no perdiendo detalle en los movimientos del
elfo de cabellos oscuros. Por si acaso.
— Debería decírselo así de simple y ya.
De todas formas casi se confesó. Y tú también. Es obvio que te gusta el
mayor.
— Cállate, Víktor. Que te he visto todo
cariñoso y seductor con Yuuri. El pobre muchacho no para de sonrojarse siempre
que estás cerca de él.
— Bueno, ciertamente pienso confesarme
pronto. En cuanto la ocasión sea más romántica y menos bélica.
Jung revoleó los ojos, volviendo
entonces la atención a su amigo y el elfo de cabellos castaños. Al parecer,
Junsu ha aceptado ceder la “misión” a los anfauglir.
— Lo que necesitamos ahora es encontrar
al Nigromante cuanto antes. Mi hermano y yo creemos que si atraemos su
atención, no será capaz de notar la ausencia de nuestra madre, así que lo
alejaremos del Glingal el tiempo suficiente para que nuestra madre llegue sin
problema alguno hasta Cirith Ninniach.
— Entiendo la importancia, Junsu. Mis
amigos y yo vamos a encargarnos.
— ¿Por qué piensan que obtendremos
información del Nigromante detrás del Glingal aquí? — Mokomichi preguntó.
Tomando participación de los hechos después de un largo mutismo.
— Porque había reminiscencias de un
hechizo mágico persiguiendo a Otabek. Y fueron las aves doradas de Yuri las que
evitaron que el hechizo surtiera su efecto en el joven Altin. El Nigromante le
siguió hasta aquí, y está oculto en alguna parte.
Las palabras del elfo de cabellos
oscuros fueron suficientes para convencer a Mokomichi de la separación en ambos
grupos. Después de todo tenía cierta aprehensión hacia Plisetski, siendo su
pupilo. El resto fue relativamente sencillo.
Cuando los anfauglir fueron a la taberna indicada antes por los elfos
(mientras ellos se mantenían a la espera en donde mismo, pero con sus sentidos
agudizados, capaces de enterarse de todo), obtuvieron del mercenario lo que
buscaban, y una pista bastante fiable del paradero del Nigromante. Durante la investigación, Katsuki, Shim y Mokomichi
habían estado presentes, solo por si era necesario intervenir de una forma más
pacífica y menos violenta, los lobos después de todo no tenían fama de ser
precisamente amables cuando estaban de caza.
La cuestión fue, a ojos de Katsuki (y de
los elfos, que se han colado lo suficientemente cerca cuando sus corazones se
agitaron sin razón aparente), la increíble sensualidad que despedía Víktor (y
Yoochun como Yunho a ojos de los elfos) mientras desataban una estúpida pelea
para luego llevar a un callejón cercano al sujeto en cuestión, sacándole
información con relativa facilidad. Ningún mercenario en su sano juicio y sin
el armamento necesario, enfrentaría a un anfauglir,
particularmente si no está solo.
— Tus amigos y tú tienen una forma
bastante ruidosa para obtener información. — El menor de los elfos señaló ni
bien se reunieron todos en el hostal.
— Querías que llamáramos la atención del
Nigromante, ¿no? Esto seguro lo hará. Es probable que nos encontremos en el
camino, Junsu. — Park dijo, inflando pecho con cierto orgullo masculino. Casi
parecía que estaba buscando lucirse delante del elfo.
— ¿Cómo sabes que fuimos ruidosos?
Incluso desde aquí, no creo que hayan podido verlo todo. Hay edificios altos
que entorpecen hasta la visión de un elfo. — Jung dijo, mirando de hito en hito
a ambos elfos, fijando finalmente la mirada en el mayor. — ¿Jaejoong?
— Eso no es importante. El plan puede
funcionar, de todas formas, vamos a movernos.
La voz firme del elfo de cabellos
oscuros no dio cabida a discrepancias. Así que partieron de Eglarest hacia el este, rumbo a Armenelos, llamada también “Ciudad de
los Reyes”, antigua morada de una familia considerada la más arraigada a Endor.
No eran elfos, ni magos o lobos, pero se consideraban a sí mismos élite entre
los grandes. La grandeza fue parte de la historia de Armenelos tiempo atrás. El suficiente para que, con el pasar de los
años, la Ciudad de los Reyes se convirtiera en poco más que un sitio turístico,
como un enorme museo al que visitar con poco respeto hacia sus antiguos
monarcas.
Incluso así, parecía lógico que un
Nigromante pisara sus tierras, puesto que, dentro de todo el supuesto declive
de su sociedad monárquica, todavía estaban ahí los cimientos de su grandeza.
Ritos mágicos ocultos en los muros de sus pirámides.
— ¿No hace demasiado calor en Armenelos?
— Sí, Víktor, así que mejor prepárate
mentalmente para soportarlo, amigo.
Nikiforov gimió inconforme, pero sin
decir palabra siguió el camino con los demás. Como era de esperarse, los elfos
dirigían la comitiva, haciendo pocas paradas, apenas dejándoles comer, dormir o
descansar. El lobo solo se lamentaba de que, en medio de tanto ajetreo de ida y
vuelta entre ciudades, no tenía tiempo para acercarse a Katsuki. El joven wilwarin por su parte, casi agradecía
las pocas oportunidades para tener acercamientos íntimos. Como el lobo le
besara de nuevo, probablemente él no solo moriría de vergüenza, sino que
notaría cómo otras partes de su cuerpo reaccionan a sus avances.
…
Cirith Ninniach
La Grieta
del Arcoiris era mucho más hermosa de lo que pudo imaginar en las contadas
ocasiones en que la ciudad de los elfos fue tema de conversación en la escuela
en Alqualondë. Plisetski estaba
maravillado con la beldad de sus vivos colores en bosques, lagos y páramos
rocosos, incluso había, atisbado en el horizonte, un cerco de montañas nevadas
que tenían más que entretenido al rubio adolescente. Le parecía también
extraordinario cuán protegida estaba la ciudad, desde la barrera mágica que
solo se abrió cuando la Reina lo ordenó, hasta las guardias apostadas en
lugares estratégicos a lo largo y ancho. Pero sobre todo, se encontró atraído
por los dragones volando en sus azules cielos, y el unicornio que se acercó a
la reina cuando andaban por un sendero de tierra húmeda alfombrada por hojas
otoñales.
— Mi lady, bienvenida. El Rey Lenwë la
espera. Y a sus invitados también.
— Gracias, Artamir. — La Reina volvió la
mirada hacia los jóvenes, indicándoles con un simple gesto que la siguieran.
Otabek estaba particularmente callado.
Plisetski se convenció en el momento de que se debía a cuán hermosa encontraba
la ciudad, como él. Sin embargo, Otabek estaba más allá de maravillarse,
presentía por qué ha sido traído aquí.
— Es un gusto tenerle aquí, joven Altin.
Y a su compañero Plisetski. Espero encuentren grata su estadía. — El Rey Lenwë
dijo con voz solemne, mirándoles con serenidad. Desviando casi de inmediato su
atención a su amada Reina. — Emeldir, largos días mi corazón ha echado en falta
tu ausencia. Dime, amada mía, ¿dónde el destino de nuestros hijos tomó un
camino diferente?
— Mi angustia es compartida, amado mío.
Pero debes confiar, Junsu y Jaejoong hacen lo correcto, y lo hicieron también
en el momento en que comprendieron que nuestros caminos debían separarse. Lo
más importante, ha sido devuelto a nuestro pueblo. Más, me temo, mi amado
Lenwë, que no podemos tomarlo de vuelta del sitio que ha elegido para dormitar.
El rey no necesitó más explicaciones
porque lo comprendía a la perfección. Podía sentir al Glingal vibrando en el
joven Altin. Vibrando en los latidos de su corazón, en el flujo de su sangre,
en el ritmo de su respiración. En absolutamente cada parte de su ser, física y
emocional. Lenwë cerró los ojos unos momentos.
— Joven Altin, ¿me acompaña, por favor?
— Sí, mi Lord.
Cuando Altin comenzó a seguir al Rey,
Plisetski se sintió inquieto. Más que eso, angustiado. No se movió por respeto,
pero sus pensamientos y su magia actuaron por cuenta propia, siguiendo su voluntad.
Y más que aves doradas emergiendo desde su pecho, esa vez flotaron un montón de
criaturas aladas, pequeñas demostraciones de un afecto que todavía no podía
explicar, pero que estaba ahí, y buscaba incesantemente al otro.
…
Armenelos
El arribo a la “Ciudad de los Reyes”
sucedió tras casi tres días de camino. El grupo de inmediato buscó dónde
hospedarse, Katsuki y Shim cayeron rendidos ni bien tomaron una ducha, durante
todos esos días apenas habían dormido decentemente. Hacerlo en una cama se
sentía sencillamente genial. Mokomichi se quedó despierto un rato más,
analizando otros conocimientos que tenía en su mente. Los elfos salieron a
caminar al bosque cercano, necesitados de su aura natural y pura. Dos de los
lobos, Park y Jung, obviamente, les han seguido. Mientras que Nikiforov se
colaba en la cama de Katsuki abrazándole la cintura y dormitando a su lado.
— No necesitamos que nos cuiden.
— No es eso. Realmente quiero pasar
tiempo contigo, Jaejoong.
— Eres persistente, Yunho.
— Lo soy. Porque me gustas.
El mayor de los príncipes elfo sostuvo
entonces la mirada del anfauglir,
acercándose lentamente a él. Frente a frente ambos sintieron ese magnetismo
vibrando en sus cuerpos, instándoles a buscar de repente más cercanía. Cual
polos opuestos atrayéndose inevitablemente. La larga cabellera fuliginosa se
agitó con el soplar del viento, los ojos negros repentinamente más brillantes
que nunca. Jung alguna vez admiró hermosos firmamentos plagados de estrellas en
Carcharoth, pero ninguno tan bello
como el mirar del elfo.
— No existe criatura más hermosa que tú,
Jaejoong. — Murmuró.
Y no. No lo ha hecho por inercia o sin
filtro alguno entre su mente y su lengua. Lo ha dicho porque realmente quería
hacerlo. Necesitaba acercarse al elfo de una forma o de otra, tener su
atención, obligarle a tomar
conciencia de su existencia no como un compañero de batalla, sino como el lobo hambriento de cariño y deseo que era en
momentos como aquél.
— Dices tan francamente lo que sientes
que mis pensamientos se sienten seducidos, Yunho. — Admite con voz clara.
Suave, aterciopelada y lechosa. No solo
su voz, toda su esencia. El elfo da un paso más cerca, casi rozando el cuerpo
ajeno. Sus rostros son apenas separados por una mínima distancia. Distancia que
bien podría ser anulada con apenas una inclinación. Y probarse mutuamente si
así tenían la voluntad de hacerlo.
Pero ahí, apostados uno frente al otro,
parecían dos hombres retando la vanidad, el orgullo y la valía del acompañante.
Quizá probando hasta dónde uno era capaz de llegar por el otro. Jung podía
ceder fácilmente, suspirar un aliento bravío y con gula tomar los labios del
príncipe elfo sin tregua alguna. Como el bando triunfante que se siente con
derecho a reclamar los premios que ofrece el terreno gobernado, sitiado sin
reparo.
— ¿Vas a retroceder ya, Yunho?
— ¿Es eso lo que quieres que haga,
Jaejoong?
Los movimientos del elfo fueron entonces
sutiles, provocativamente modestos. Los del Anfauglir,
certeros como el lobo cazador que es. La diestra del elfo serpenteó por el
pecho del moreno hasta posarse sobre el hombro, en tanto la siniestra del lobo
zigzagueó suspicaz por el costado del príncipe elfo, acariciando ferveroso la
delgada silueta, acunándose en su espalda baja, presionando lo suficiente para
que sus cuerpos se volvieran uno a conciencia.
El elfo siente una ligera tensión
sacudir su pensamiento, los ojos cafés del lobo estaban devorándole lentamente,
seduciéndole con un letárgico encanto. Su respiración caliente, su musculatura
tensa, las pequeñas gotas de sudor perlándose en el contorno varonil,
refrescando su presencia de una forma sencillamente seductora.
Jung estaba a punto de enloquecer, su
instinto al menos. Cada rasgo en el elfo, cada uno de sus sutiles movimientos,
de sus miradas profundas, incluso su respiración, disparaba todas sus alarmas y
activaba su primitivo deseo por aparearse.
Mantener al lobo estático en su
interior le estaba costando un control que ni siquiera sabía que tenía. Los
labios rojos del elfo le llamaban, como el cebo de una hembra en celo.
El anfauglir
gruñó instintivamente, su temperatura corporal elevándose por los cielos, su
cuerpo febril deseando tomar aquel que roza contra el suyo. Su mirada, anclada
hace tiempo en la boca del elfo se desvió apenas un segundo hacia sus ojos,
cual si desease averiguar en una ojeada lo que podría estar pensando el
príncipe de sus actos. Jaejoong le sonrió cándidamente, como invitándole a
seguir. Y él, no reparó en obedecer.
El choque de labios no fue para nada
sutil, apenas al primer contacto una llama de pasión pareció cobrar fuerza, y
el beso fue salvaje, ansioso, caliente. Las
manos de ambos se movieron por el cuerpo del otro a diestra y siniestra,
asiéndose de alguna parte de la anatomía contraria en cada momento. Hombros,
brazos, espalda, nuca. Jung empujó repentinamente, el elfo retrocedió por
inercia. Su cuerpo siempre ágil, se adaptaba al instante a los movimientos del anfauglir, de la misma forma en que lo hacían sus labios, siguiendo
el ritmo del moreno, seduciendo nítidamente y enclavándose en un sitio en el
corazón del lobo que nunca nadie había alcanzado.
Por supuesto, es mucho más que instinto
o apareamiento. Jung realmente quiere
a este elfo en su vida. Tan profundamente que nunca pueda escapar de ella.
Entre besos, Jung consigue “dominarle”, llevándole abajo sin pensar
particularmente en lo que está haciendo. El elfo de cabellos oscuros se deja
hacer sin poner la mínima resistencia. Esto se siente increíblemente bien, y es
la primera vez que lo experimenta. En alguna parte de su pensamiento, incluso
parecía que había esperado pacientemente este momento. Conocer al lobo y
permitir que tomase de él los páramos vírgenes de su anatomía, comenzando por
sus labios, ofreciéndole de cualquier manera caricias que nunca había imaginado
encenderían su cuerpo de esa forma tan lasciva.
— Ng. — El elfo jadea desprovisto de
fuerza en las piernas (aunque de momento no las necesitase ya que estaba
tumbado sobre suelo desigual), expone su cuello y siente la lengua caliente del
lobo marcando un sendero húmedo a lo largo de su nívea piel. — Yunho~. — Jadea
algo más alto, temblando de un placer desconocido pero seductor cuando las
manos del lobo buscando algo más que caricias por encima de sus ropajes. —
Suficiente, no podemos seguir~.
Su voz falta de respiración y fuerza
detiene cada movimiento del anfauglir.
Jung levanta la mirada y siente otro pinchazo de excitación cuando sus ojos se
encuentran con el desaliñado elfo respirando laboriosamente debajo de su
cuerpo. Su cabellera esparcida desordenadamente en el pasto cubierto de rocío,
sus ropas fuera de sitio, sus labios rojos húmedos, su fina cara ligeramente
ruborizada y algunas perlas de sudor dándole un matiz erótico a su rostro. Las
puntiagudas orejas cubiertas también de carmín, en esos instantes llamándole
poderosamente en seducción. Se le antojaba tanto morderlas, besarlas, juguetear
con su lengua dentro de ellas, comprobando si acaso sería algo más sensible en
aquellas zonas.
— Yunho, tu mirada es más sincera que
tus palabras. Y refleja lo que siento contra mi vientre. — Dice con una
sonrisilla, elevando apenas perceptiblemente una rodilla, rozando la
entrepierna de su compañero.
— Ngh. — Gruñe gutural, entrecerrando
los ojos y mostrando los caninos. — No me provoques más si esperas que me
detenga, Jaejoong.
El elfo de cabellos oscuros sella los
labios, aunque la sonrisa sigue brillando en sus orbes negras. Jung se levanta
de inmediato, y le ayuda a incorporarse, notando que el elfo se tambalea
perceptiblemente sorprendiéndose a sí mismo por la falta de fuerza en las
rodillas. El lobo nota entonces también la excitación del elfo bajo sus galas. Aclara
la garganta y trata de alejar todo pensamiento lascivo de su cabeza. O le
saltaría encima de nuevo.
— Deberíamos volver con los demás.
— Pienso que es lo mejor, Yunho.
…
Cuando el alba amenazó con despuntar
entre las montañas, otro lobo estaba tomando pasos agigantados hacia el menor
de los príncipes elfo. A diferencia del elfo mayor y Jung, ellos estaban lejos
de contener el deseo. Al menos hasta cierto punto.
Los castaños mechones que otrora
hubieran estado atados en una coleta, caían gloriosamente sobre los hombros y
espalda del elfo en esos momentos, pegándose algunos de aquellos al contorno de
su rostro sudoroso y moteado de rubor. Sus carnosos labios entreabiertos,
inhalando el aliento que rápidamente se le escapaba de los pulmones cuanto más
se frotaba el lobo contra su pelvis.
Las ropas en su sitio solo hacían de
aquella fricción un movimiento más excitante, más prohibido. Casi parecía que
disfrutaban de la clandestinidad.
…
— Auuu~.
No, no ha sido precisamente un aullido,
más bien un quejido de dolor. Cierto lobo de cabellos grises saludaba el alba
de forma poco ortodoxa, cayendo de culo
en el piso cuando su acompañante, tras despertar de su propio apacible letargo,
se daba cuenta de su presencia. Y de la comprometedora postura en que se
encontraban, abrazaditos cual pareja felizmente enamorada –puede que lo de enamorado sea muy cierto, pero pareja feliz
todavía no–, empiernados, con el frente de Nikiforov presionando contra el
trasero de Katsuki. Demasiado consciente el wilwarin
del bulto que se le pegaba entre las nalgas. Obviamente, no es como si de
repente aquella acción lo hubiese desvirgado físicamente. Pero bueno, la mente
es tan rápida, que suele terminar situaciones antes de que siquiera hayan
comenzado.
— Lo siento, Víktor. — Murmura con tono
auténticamente culpable, sonrojándose como termostato por el cúmulo de eventos.
— Buen día, Yuuri. — El lobo le saluda
con una sonrisa enorme. — Te veo abajo. — Excusándose al segundo, y es que
necesitaba urgentemente encargarse del problema
entre sus piernas.
Aunque, siendo el lobo que es, unos
cuantos minutos no serían suficientes para calmar el deseo que le palpitaba en
la entrepierna.
…
Cirith Ninniach
Otabek Altin conoce ahora los detalles
de su situación. De alguna manera que todavía no logra comprender (los elfos
dijeron que era sencillamente debido a su pureza de alma, aunque él no se
sentía de esa forma), el Glingal se había hospedado
en su interior, salvándole la vida durante el ataque del Nigromante Terendul en
Alqualondë, pero ahora si le
“extirpaban” la vida que la Llama
Colgante le había ofrecido, podía ser arrebatada otra vez.
Así que estaba en una especie de dilema.
El Rey Lenwë le ha ofrecido permanecer
en la Grieta del Arcoíris por tiempo
indefinido, hasta que descubran si es posible extraer al Glingal sin poner su
vida en la línea. Por otro lado, Altin no imagina una vida en una ciudad tan
hermosa y pacífica. Lejos de su gente, de Plisetski.
— ¿Mh? ¿Por qué Yuri me detendría? — Su
pensamiento le pilla por sorpresa, haciendo que se sienta inquieto y confuso.
No hay razón alguna para sentir lazo
alguno hacia el joven wilwarin, solo
resulta que sus destinos de cierta manera coincidieron. Pero eso era todo, no
tenía por qué sentirse inquieto con la perspectiva de sus caminos tomando el
lado contrario en la bifurcación.
— Otabek.
El llamado detiene su tren de
pensamientos. Pero al mismo tiempo le pone algo más inquieto. Altin vuelve la
mirada, el adolescente ha venido a buscarle según parece. De otra manera no
entiende por qué está ahí. En aquél bello jardín del Palacio donde ningún otro
elfo rondaba cerca. El mismo Rey había ordenado dejarle a solas, pues aunque no
era uno de los suyos, no albergaba en su corazón mala intención alguna y el
Glingal estaba seguro con él.
Plisetski, sin embargo, se sentía
completamente ajeno a esta ciudad. Y aunque hermosa, le inspiraba una sensación
de angustia que no le dejaba permanecer cerca de la familia real sin privarse a
sí mismo de una respiración tranquila. Más seguro y cómodo se encontraba junto
a Altin. Quizá, lo intuye, debido a esa extraña atracción que tenía hacia él.
— Yuri, ¿estás bien?
— Sí.
Altin quiso indagar su respuesta, pero
al verle tomar sitio junto a él en el tronco de un árbol que, seguramente por
su edad, había sido vencido y descansaba ahora en el suelo, entre pasto y
enredaderas, optó por dejarle estar con simpleza. Le notaba algo pálido y con
expresión asustadiza, pero no le tenía la suficiente confianza para irrumpir en
sus pensamientos con preguntas que quizá el rubio no querría responder.
— Los reyes no me han dicho nada aún
cuando les pregunté por qué estábamos aquí y no han venido los otros. La reina
dijo que el único con derecho a responder eras tú, así que… ¿Por qué estamos
aquí, Otabek?
Altin miró a Plisetski de reojo, suspiró
y decidió responderle de frente, así que giró el cuerpo y esperó que el rubio
también enfrentase su mirada. Lo que sucedió, de hecho. Por un segundo Altin se
quedó sin habla. Los ojos verdes de Plisetski eran abrumadoramente hermosos y
fuertes.
— Como un guerrero. — Murmuró,
involuntariamente, cabe añadir.
— ¿Eh?
— Nada. — Se apresura a despejar aquel
pensamiento de su mente. — Yuri, hay una razón por la que yo esté aquí, pero
realmente no es una que deba retenerte también.
— Pero la Reina dijo que…
— Es porque yo tengo en mi interior una
joya valiosa para el pueblo de los elfos. Glingal le llaman, la Reina lo dijo
cuando me encontraron en Eglarest.
— Lo recuerdo. Pero, ¿a qué te refieres
con que la tienes en tu interior?
— Bueno, no sé cómo o por qué pasó. Pero
al parecer el Glingal se hospedó en mi interior para auto-protegerse cuando un
Nigromante quiso tomarlo el día que visité Alqualondë
en nombre de mi padre.
— También recuerdo ese día. Ahí comenzó
toda esta extraña travesía. Y, te conocí entonces.
— ¿Lo hiciste?
— Te vi. Brevemente. Y mi profesor,
Mokomichi, él me dijo tu nombre.
— Mokomichi… — Susurró, como repitiendo
el nombre para sí mismo, quizá con la intención de averiguar si le resultaba
familiar. — No le conozco.
— Pero él sí.
— Quizá a mi familia. No es raro que los
Altin estén bajo el ojo visor de los Wilwarin.
Mi linaje ha sido principal administrador de Echoriant desde hace mucho tiempo. Para los Wilwarin ese territorio siempre ha representado un punto
estratégicamente importante, se le atribuye un poder directamente relacionado
con este pueblo, ¿sabes?
— ¿Poder? Pero, en Echoriant no habitan magos, o lobos.
— Lo sé. Somos un clan de personas
comunes y corrientes, pero el territorio es otra historia. Aún puedes escuchar
a los ancianos hablar de cuentos muy interesantes con aquellos que prestan sus
oídos para ellos. Relatan historias sobre grutas donde permanecen indemnes las
almas de los primeros elfos de Endor, ya que se dice que Echoriant fue una de las ciudades más importantes para ellos.
— Si eso fuera cierto, ¿por eso el
Glingal te eligió?
— No estoy seguro. Que haya nacido en
las tierras del Valle de Himlan no
significa que tenga herencia alguna relacionada con tan hermoso y noble pueblo.
— Pero es un hecho que el Glingal te
eligió.
— Pudo ser solamente porque así evitaba
seguir en manos del Nigromante.
— ¿Seguir?
— Verás, el hombre con quien me reuní
aquel día, ya tenía en su poder el Glingal. O eso es lo que creo ya que no
encuentro otra explicación para que la joya haya llegado a mí en ese lugar. Yo
estaba ahí para recibir un encargo en nombre de mi padre, pero cuando el hombre
me preguntó si yo sabía lo que iba a entregarme y respondí una negativa, él
dijo que entonces no me lo cedería.
— ¿Por qué tu padre recibiría el
Glingal? ¿No significa eso que él sabía lo que era?
Altin apartó finalmente la mirada.
— Claro que lo sabía. Y yo sé que mi
padre no es el hombre más honesto de Endor.
Plisetski casi se arrepintió de sus
palabras. Porque obviamente aquello debía ser incómodo y doloroso para el otro.
— Lo siento, Otabek.
— No tengo nada qué disculparte. Es
verdad que mi padre no es honesto. Pero, si mi padre compró el Glingal a un
Nigromante, eso solo significa que ha ido más bajo que eso. Y ha manchado el
nombre de la familia. Los Altin jamás habían ido tan lejos como hacer tratos
con seres tan malvados.
El semblante del muchacho se ensombreció
entonces, sus rasgos varoniles se tensaron significativamente. E incluso el
tono de su voz había sido más duro, hosco y profundo. Aún así, Plisetski no
diría que escuchó resentimiento en sus palabras. Pero sí una profunda decepción
hacia su progenitor.
— Así que, ¿qué harás con el Glingal?
Los reyes deben querer la joya de vuelta, ¿no?
— Ellos la quieren. Pero no son asesinos.
— ¿Eh?
— El Glingal se alojó en mi interior
para auto-protegerse quizá, pero al mismo tiempo salvó mi vida. Aquel día en tu
ciudad, debí morir durante el ataque. Los reyes piensan que si toman el Glingal
de vuelta, mi vida podría terminar.
— ¡Imposible!
— No podemos saberlo. Y ellos no quieren
averiguarlo. Pero, permanecer aquí hasta que mi vida se extinga de manera
natura. Bueno, ni siquiera sé si existe tal cosa como una muerte natural para
mí.
— ¡No puede ser así! ¡Yo quiero volver a
Alqualondë! ¡Y que vuelvas con tu
familia! ¡Que puedas enfrentar a tu padre!
— Tú puedes volver cuando quieras, Yuri.
El rubio chasqueó la lengua
inconscientemente, sintiéndose muy molesto repentinamente y sin razón.
No.
Hay una.
Otabek le gusta.
— No puedo.
— Por qué no.
La mirada de los jóvenes se encontró en
un segundo. Plisetski lucía exaltado, Altin confundido. Las malditas aves doradas brotaron del pecho
de Plisetski y revolotearon divertidas alrededor de Altin.
— Yo… tú, Otabek… me, gustas.
Dijo, con las mejillas coloreadas y la
mirada brillando como un par de esmeraldas. En contraste, y sin explicación
lógica para los dos muchachos, el cielo de Cirith
Ninniach “lloró” copos de nieve, cubriendo de un blanco puro su faz.
Lenwë y Emeldir se sorprendieron por la
repentina nevada.
— Mi amada Emeldir, estamos presenciando
una muestra de la magia más antigua de todo Endor.
—
Lo sé, mi amado Lenwë. Y es grato volver a sentir su fluir en Cirith Ninniach. Pues aunque se ha
cubierto de nieve, los árboles en Cuiviénen están floreciendo
majestuosamente.
…
Armenelos
El menor de los elfos se encontraba en
esos momentos completamente azorado de sus actos. Había permitido que el lobo
hiciese aquello con él. ¡Y lo había
disfrutado al punto de la locura! Es decir, durante aquellos minutos él se
había olvidado de su misión, sus sentidos habían procesado sensaciones y
estímulos que nunca antes había experimentado. Resumiendo la situación, su
mente había quedado en blanco, inundado de un placer sobrenatural, incluso para
él.
El anfauglir
azabache también estaba que se maldecía a diestra y siniestra por haber
permitido que su instinto lo dominase, y haber empujado al hermoso elfo a sus deseos. Sin embargo ¡había sido
enloquecedoramente placentero! Sabe que, si tuviese la oportunidad otra vez,
definitivamente no pondría filtro entre su instinto y la razón. ¡Qué lobo hace
eso!
— Y
eso que solo me froté contra él. — Gruñendo, el lobo azabache volvió a
meter la cabeza bajo el chorro de agua helada.
Sí, no iba a lograr enfriarse realmente,
pero al menos mantenía sus insensatas manos lejos de la anatomía del elfo,
quien en esos momentos estaba en otra habitación, probablemente duchándose
también.
— ¡Joder!
Debe sentirse sucio por mi culpa. Es decir, sí que está sucio, le hice correrse
en sus galas. — La mente de Park fue bombardeada entonces por los recuerdos
de lo que, hace apenas unos minutos, había hecho.
Frotarse deliberada y frenéticamente
contra el cuerpo del elfo. Lamer su piel, saborear su sudor, oler su esencia,
gruñir en su oído. Presionarse contra su anatomía, moler su pelvis, sentirle
arder y escucharle gemir su nombre.
— ¡No,
no, no! ¡Me estoy excitando de nuevo! — En efecto, la entrepierna no le
bajaría si continuaba pensando en lo eróticamente exquisito que temblaba el
elfo de cabellos castaños.
…
Cuando Shim despertó, y se percató de
que los elfos y dos de los lobos no se encontraban por ahí. Ahora no estaba
seguro de que haya sido buena idea hospedarse en un lugar como aquel, más
parecido a un conjunto de cabañas que bien podían considerarse lo
suficientemente independientes entre sí como para tener privacidad.
— Es como un pequeño pueblo donde
hospedar turistas.
— O nómadas. Incluso mercenarios, no
creas que la “Ciudad de los Reyes” atrae solo turismo, ChangMin.
— ¿Dónde estuviste toda la noche? — El wilwarin morocho preguntó apenas su
amante apareció en su campo de visión.
— ¿Querías que durmiera contigo,
ChangMin? Que atrevido.
— No juegues conmigo, idiota.
— Buen día para ti también, cariño~. —
Reírse de su joven amante era tan divertido, que el hombre de tez tostada no
podía evitar molestarle. De todas formas se quejó cuando, tras intentar besar
al morocho éste le mordió el labio inferior, no precisamente de una forma
coqueta. — Dormí en el sofá, más o menos. También estuve analizando todo lo que
ha pasado. Y desperté temprano para prepararte el desayuno. Bueno, a todos. Me
colaré en tu cama esta noche si seguimos aquí~.
— Ya no te quiero en mi cama. Sigue
durmiendo en el sofá.
— Vamos, no te enojes. Aunque me
encantas ceñudo, prefiero cuando te pones un poquito más accesible.
— ¿Me estás diciendo “pesado”?
— Huraño. Quisquilloso, terco,
inteligente y terriblemente honesto. Son algunas de las cosas que pienso de ti,
pero “pesado”, nunca ChangMin.
— Más te vale. De todas formas, dónde
están los príncipes y esos lobos.
— Por ahí, déjales ser a su manera.
— ¿Y Yuuri?
— Salió a correr. Dijo que necesitaba
despejar la mente.
— ¿Cuándo vamos a hacer algo más que
esperar?
— Que vuelvan los príncipes elfo y lo
sabremos. No te preocupes, estamos en el camino correcto, ChangMin.
— ¿Cómo lo sabes?
— Puedo sentir la magia del Nigromante
cerca. Por alguna razón, parece que él está aguardando por nosotros con suma
paciencia. Como si, de hecho, hubiera predicho este encuentro.
— Hayami, estás preocupado, ¿verdad?
— Tal vez.
— No me mientas, no soy tan crío y
además, somos pareja ahora. — Añadió, avergonzado pero dispuesto a recordárselo
cuantas veces fuera necesario. — Te he estado observando, cómo te contienes de
usar magia conforme más nos hemos acercado a ese Nigromante. Temes de tu
naturaleza aunque intentes ocultarlo.
Mokomichi sostuvo la mirada de su joven
amante, casi agradeciendo que fuese capaz de leerle cual libro abierto y
dispuesto exclusivamente para él. Sonrió ligeramente y le atrajo abrazándole la
cintura, besándole lentamente los labios para luego dejar su frente apoyada en
la contraria. El wilwarin se dejó
hacer, como dándole tiempo de que se sincerara un poco más con él.
— Es verdad, me he estado conteniendo. Creo
que cuanto más cerca esté de un Nigromante, más probable es que use la magia
que viene de esa parte de mí. Y tengo miedo de no controlarlo. De lastimarte a
ti o a los demás. O de ofrecerle ventaja alguna sin siquiera tenerlo en cuenta.
— Pero no puedes huir y contenerte para
siempre, Hayami. Yo estoy aquí, si pierdes el control, voy a asegurarme de
devolvértelo aunque tenga que golpearte.
— Qué motivación, ChangMin. — Dijo, con
un tono de broma que ambos saben maquilla el resquicio de preocupación que
inevitablemente se anida en sus corazones. — Tendrías que golpearme muy fuerte,
lo sabes ¿verdad?
— Incluso si tengo que usar todo el
poder que tenga y hacerte volver, estoy dispuesto a todo con tal de que no
tengas miedo de ser quien eres, Hayami.
— Wow, ChangMin, acabo de enamorarme un
poco más.
— ¡Qué!
— Ven aquí, cariño.
— No es momento para… — Callar, no por
gusto o decisión propia, sino por la presión que los labios de su amante
hicieron sobre los propios.
Y ceder, porque le temblaban las piernas
y se le derretía el corazón.
…
Cirith Ninniach
La confesión de Plisetski por supuesto
que le toma completamente desprevenido. Le genera un extraño sentimiento entre
ternura y aprehensión, además de resultarle inexplicable. Apenas si han
intercambiado palabras en La Grieta del
Arcoiris, pero no podría decir que se conocen tanto como para hablar de “gustarse”.
Aún así, el mismo sentimiento le
tamborileaba a él en el corazón, Altin lo sabe. Pero las palabras de pronto se
le han atorado en la garganta y no tiene qué decir. Plisetski se toma su
silencio como un rechazo inevitable. Incluso si piensa lo que ha hecho, él
también se encontraría sorprendido e incómodo con una declaración de tal
naturaleza. No es acerca de que ambos sean chicos o adolescentes, es más sobre
no conocerse.
— Olvídalo. — Musita.
Pero cuando intenta alejarse de ahí,
levantándose del sitio que había estado ocupando a lado de Altin en el tronco
aquél, con los copos de nieve cayendo todavía sobre la ciudad; Plisetski es
retenido por un gentil agarre alrededor de su brazo. Su mirada viaja primero a
los dedos asiéndole la muñeca, luego sigue el camino por el brazo hasta
encontrarse con los ojos oscuros del mayor de los dos.
— Por favor espera, Yuri. — Solicita con
voz baja, pero grave.
Y el wilwarin
casi se siente capaz de maldecir interiormente por la forma en que su corazón
se aloca un poquito más al escucharle.
— Otabek, yo…
— Lo que dijiste, es algo precioso. Quiero
atesorar esas palabras por el resto de mi vida, independientemente de cuán
larga sea.
Plisetski sella los labios, incluso si
tenía algunas palabras para decir. Altin se pone en pie sin soltar su mano, da
un paso y enfrenta directamente los poderosos ojos esmeralda del rubio. Su pecho
burbujea un sentimiento desconocido para él, pero tan cálido que no reniega de
él en absoluto.
— Creo que la razón por la que nuestros
caminos se cruzaron es porque, de alguna forma, estamos destinados a estar
juntos, Yuri. Sin embargo, pesa en mi corazón la idea de atarte a esta ciudad,
que, aunque hermosa, todavía es ajena a tus raíces.
— Lo es a tus raíces también. ¿Qué
diferencia existe?
Altin quiso añadir varias diferencias
que se le venían a la mente en esos momentos, pero decidió callarlas porque la
expresión de Plisetski le agitaba demasiado. Tanto, que se imaginaba a sí mismo
inclinándose un poco y probando los rosados labios del rubio.
— Otabek, ¿puedo gustarte? — Cuestiona
con aire inocente.
Y Altin comprende cuán valioso puede ser
algo como el amor de adolescente. Que aunque todavía en esa etapa, nunca había
conocido a alguien que como Plisetski le hiciera pensar siquiera en tan bello
sentimiento.
Sostiene el mentón del rubio
delicadamente y, antes que añadir cualquier respuesta, reduce la distancia
tocando los rosados labios de Plisetski. Él, que no se esperaba honestamente el
gesto, tiembla cual hoja al viento, suspira y cierra los ojos rindiéndose al
encanto del beso. Suavemente Altin mueve sus labios, el ritmo lento le da
oportunidad a ambos muchachos de irse acoplando, sin dificultad alguna, a la
unión de sus bocas.
La nieve sigue cayendo, La Grieta del Arcoíris se viste de
blanco y los elfos que habitan la ciudad se maravillan por el milagro que, comprenden, viene de un
sentimiento puro y sin precedentes cultivándose en sus sagradas tierras.
…
Armenelos
Cuando elfos, wilwarin y anfauglir
coincidieron en el comedor, era obvia la tensión entre casi todos ellos. Naturalmente,
Jaejoong y Yunho se dirigen miradas reservadas pero no la sostienen por
demasiado tiempo; Junsu definitivamente elude la de Yoochun, y Yuuri no puede
apartar el sonrojo de sus mejillas siempre que sus ojos se encuentran con los
de Víktor, recordando en cada ocasión que esa mañana despertaron abrazados en
la misma cama (lo que obviamente implica que durmieron de esa manera toda la noche),
pero sobre todo, recuerda el claro “problema” en la entrepierna del lobo y no
sabe exactamente cómo reaccionar a los hechos.
— ¿Necesito preguntar qué pasó? ¿O van a
dejarlo pasar y buscaremos al dichoso Nigromante? — Sí, ha sido Shim y su muy
directa forma de expresarse.
Los lobos se atoran con sus propias
salivas, los elfos esquivan las insinuaciones sutilmente, y Katsuki se sonroja
hasta las orejas. El morocho sonríe triunfante, les ha llevado al límite de sus
acciones solo para espabilarles un poco, que lo necesitan según su criterio. Y tras
ver que la expresión de todos cambia, como recordando la misión que les ha
traído aquí, piensa que hizo lo correcto.
— Junsu y yo iremos solos. — Jung y Park
estuvieron por rechazar su plan pero rápidamente añadió… — Esta vez es
necesario que se haga así. Es por seguridad de todos. Mi hermano y yo estamos
conscientes de la atracción mágica que puede suscitarse si Hayami viene con
nosotros. Más no es solo acerca de eso, queremos que ustedes tomen otro camino
mientras tanto.
— ¿Otro camino? — Mokomichi cuestionó
interesado.
— Cuando estuvimos en la Biblioteca de Dolthorien, consultamos junto a nuestra
madre unos textos conocidos como los Textos de Eru. Son antiquísimas
revelaciones de la creación de Endor y sus intrincados caminos. Ahí nuestra
madre nos entregó un conocimiento superior a través de los textos de Eru,
conocimiento que suponía revelarse en una magia más poderosa, más allegada a
las entrañas de Endor sin mancharse de la apasionada ambición que los
Nigromante a lo largo de la historia han invocado. Junsu y yo no habíamos
comprendido la razón por la que viajar inmediatamente a Tintallë era importante para que esa magia despertara en nosotros. Y
no lo comprendíamos hasta esta mañana. Teníamos que vincularnos a Endor de una
forma en que nuestro pueblo no suele realizar. Enamorándonos.
La revelación del mayor de los príncipes
elfo sembró un mutismo bastante predecible. Jung y Park tragaron hondo, con la
sangre caliente y un deseo irrefrenable de “marcar”. Jaejoong y Junsu bebieron
un poco de agua y luego se levantaron de sus lugares.
— Es nuestro deber enfrentar al
Nigromante llamado Terendul, porque fue alguna vez parte de nuestro pueblo. Sin
embargo, Jaejoong y yo pedimos su apoyo en otro lugar, en las fronteras de
Armenelos se encuentra el primer Palacio de la Ciudad de los Reyes, ahí se
esconde otra joya preciosa creada por los antiguos gobernantes. La necesitamos,
para poder extraer el Glingal del cuerpo de Otabek Altin sin poner su vida en
riesgo. Les explicaremos los detalles después, pero deben saber que obtener esa
joya es necesario que todos ustedes compartan un pensamiento de nobleza. Ardamírë es considerada la Joya del Mundo, y no ofrece sus favores a
nadie que tenga en su mente pensamientos prohibidos.
Oh Dios, oh Dios, oh Dios!!! 😱 no puedo cree lo que esta pasando!!! °O° Altin y Yuri estan en una encrucijada!! Aunque los sentimientos de todos por fin se revelaron aunque esten con esa confusión que se tiene en el momento en que se dan cuenta de los sentimientos inesperados que se han despetado, Changmin, Hayami, Viktor y Yuuri no cambian no importa las circunstancias!!! Jajajajaja espero como se siguen desarrollando estan relaciones y sobre todo que puedan conseguir la forma de que Altin no pierda su vida si se separa del Glingal, también estoy en la intriga de quienes realmente son Altin y Yuri porque esa magia tan antigua viene con sus sentimientos?? 🤔
ResponderBorrarGracias por el capi!!!
El OtaYuri casi está en su luna de miel aunque con contratiempos extraños, pero una vez que comienzan a brotar sentimientos todo puede ir bien, a pesar de las circunstancias.
BorrarEs que al HM las circunstancias les importan un cacahuate xD y el Victuuri es love primerizo de alguna forma, so, son tiernos y especiales a su manera~
Por supuesto! Todo es acerca de confiar en los demás, Yuri tbn lo hace, y Altin solo podrá seguir adelante aun sin el Glingal.
Todavía estamos en la resolución de qué tienen de especial tanto Yuri como Altin, ya verás/leerás *u*
Gracias a ti por pasarte~ te veo en casi todo lo que subo y realmente te estoy agradecida por ello. Cariños! ;D
ehhhh!?!?!?!;
ResponderBorrarok... esto se pone cada vez mas interesante.... coMo que los chicos estan von los sentimientos a flor de piel... las emosiones y todo se junta... ya quiero saber como el nicromante afectara los eventos a venir....
gracias por el capi besos y abrazos a la distancia...
matta ne... <3
Me da gusto que sigas encontrando interesante la historia, comenzó de una forma pero cm suele pasar, ha ido cambiando la idea original conforme lo escribo *w*
BorrarEs que ya era hora de que los sentimientos afloraran en todos~
Verás cómo el nigromante realmente les complicará las cosas!
Abrazos tbn, y gracias por pasarte en casi todo tbn, eres de las personas más activas en los blogs~
*0* see ya!