domingo, 27 de agosto de 2017

GLINGAL. Parte 4. Crossover TVXQ/JYJ/YOI.



Más, sin embargo, decidiendo que era mejor hablar con honestidad una vez llegaran a sus tierras. En Cirith Ninniach la magia del Glingal también sería más estable, y probablemente con el poder de los reyes, aceptaría abandonar el cuerpo del joven Altin. Porque es así, el Glingal ha penetrado en Altin, afianzándose a su corazón tras salvarle en aquella tienda de antigüedades en Alqualondë, evitando así caer, por defecto, en manos de un Nigromante. El Glingal es, después de todo, sabiduría también. Y tiene cierta inclinación mágica para autoprotegerse siempre que hay alrededor un alma pura. Como lo fue la de Otabek Altin en aquella ocasión, uniendo sus destinos sin que el muchacho se diera cuenta.

Emeldir siguió el camino sin mirar atrás, Plisetski miraba de tanto en tanto a los lados y detrás, buscando a los demás y preguntándose cuándo la Reina mencionaría esperarlos. Pero, cuando montaron en un bote y la reina no mencionó una sola palabra, el adolescente supo que no podía contenerse mucho más.

— Disculpe, ¿y los otros? No podemos irnos sin ellos.


— Nos alcanzarán en breve. Ya me he comunicado con mis hijos, Yuri. Confía en mí como lo hiciste al venir hasta aquí. — Añadió, susurrando en la mente del rubio adolescente con voz tranquila.

Altin miró de hito en hito a la reina y al rubio. Notando en la mirada de ambos cierto secretismo necesario, por lo que él guardó distancia y silencio, sin tomar parte de un tema que probablemente no le concernía.

— El viaje tomará un par de días, por favor, sean pacientes.


En tanto, los príncipes elfos han tomado sitio en otro hostal, frente a un montón de tabernas llenas de mercenarios. El mal olor, las escandalosas risas, los retos absurdos y los barriles de vino y cerveza sellaban la estampa de aquella ciudad.

— ¿Y qué se supone que hacemos aquí? — Shim se aventuró a preguntar.

— Investigación. — Respondió el elfo de cabellos oscuros. Aguzando la mirada sin mayor esfuerzo, prestando atención a todos los presentes alrededor.

— ¿Exactamente de qué? — Jung quiso saber. Tratando de seguir los objetivos en la mirada del elfo.

— La Reina ha partido, ¿no es así? — Katsuki señaló. Honestamente casi por inercia, con un ligero sentimiento a vacío en el corazón.

Los elfos miraron al wilwarin, apenas sorprendidos por la sensibilidad del mago. La mirada de los lobos y el morocho cayeron sobre ellos, mientras que la expresión de Mokomichi parecía decir más bien que estaba consciente de algunos movimientos de parte de los elfos. Aunque no deducía del todo las razones que los motivaban.

— Es así, Yuuri. Nuestra madre tiene una misión que cumplir por ahora. Llevar al Glingal a nuestra ciudad. — El mayor de los elfos dijo, sin dejar de escrutar los alrededores, buscando quizá algo, o a alguien en particular.

— ¿Qué hay de Yuri? Estaba con la Reina y Altin. — Shim volvió a tomar la voz.

— Nuestra madre consideró que era necesaria su compañía. Y no la cuestionamos. — Fue turno del menor de los elfos para hablar, en tanto sujetaba su cabello en una coleta y comenzaba a sacarse las armas de la cintura, la espalda y el muslo izquierdo.

— ¿Qué haces? — Park preguntó de inmediato, movido por un sentimiento de aprehensión que le resultaba novedoso.

Además, había un olor flotando alrededor del elfo que lo estaba inquietando de sobremanera. Todo y que ha hecho hasta lo imposible por mantener sus deseos lascivos a raya.

— Como mi hermano dijo, investigación.

— Ah, sí. Claro. ¿Y a dónde crees que vas?

— A la taberna más al oeste, casi al final de la cuarta calle de aquí.

— ¿Por qué?

— Tengo preguntas qué hacer.

— ¿A quién?

— Un mercenario.

— No.

— ¿Eh? — El elfo de cabellos castaños detuvo sus movimientos, mirando entonces al lobo de cabellos azabaches.

La negruzca mirada centelleaba recelo, una ira infundada que mantenía tensa la musculatura del azabache. El elfo se permitió un suspiro, y sostenerle las furiosas pupilas con serenidad, avanzar unos pasos y encararle.

— ¿No? ¿Por qué no?

— Eres hermoso. — Farfulló sin filtro alguno entre sus pensamientos, deseos y sentimientos. Aunque, de momento, todos aquellos estaban de acuerdo en lo dicho.

— Gracias. — Musitó, ligeramente avergonzado, aunque no fuese la primera vez que escuchaba tal palabra. — Pero eso todavía no…

— Porque eres hermoso es que no puedes ir. — Interrumpió, notando una fina ceja en el elfo elevarse en interrogación. — Tu presencia provocará más que ganas de responder cualquier pregunta que hagas, hacerte algo menos honesto y más vil.

— Los elfos no solo despertamos bajas pasiones, Yoochun.

— No, ciertamente no. Pero créeme cuando lo digo, en esos mercenarios, hambrientos de belleza sinigual, definitivamente así será.

— Cambiaré mis galas.

— ¿Qué?

— No será mi presencia elfica la que verán. Solo a un joven común y corriente, alguien que encajará más con ellos.

— No es necesario. Dame los detalles.

— ¿Eh?

— Yunho, Víktor y yo nos encargaremos. Estamos más familiarizados con este tipo de gente que ustedes.

— ¿Cómo sabes eso?

— ¡Por favor, Junsu! ¡Solo confía en nosotros!

— Yoochun no quiere que nadie vea a Junsu, incluso si dice que no lo verán como elfo. — Nikiforov dijo a Jung por lo bajo, honestamente entretenido con la “discusión” entre su amigo y el elfo.

— Haría lo mismo que Yoochun si Jaejoong actuara como Junsu. — Jung señaló, no perdiendo detalle en los movimientos del elfo de cabellos oscuros. Por si acaso.

— Debería decírselo así de simple y ya. De todas formas casi se confesó. Y tú también. Es obvio que te gusta el mayor. 

— Cállate, Víktor. Que te he visto todo cariñoso y seductor con Yuuri. El pobre muchacho no para de sonrojarse siempre que estás cerca de él.

— Bueno, ciertamente pienso confesarme pronto. En cuanto la ocasión sea más romántica y menos bélica.

Jung revoleó los ojos, volviendo entonces la atención a su amigo y el elfo de cabellos castaños. Al parecer, Junsu ha aceptado ceder la “misión” a los anfauglir.

— Lo que necesitamos ahora es encontrar al Nigromante cuanto antes. Mi hermano y yo creemos que si atraemos su atención, no será capaz de notar la ausencia de nuestra madre, así que lo alejaremos del Glingal el tiempo suficiente para que nuestra madre llegue sin problema alguno hasta Cirith Ninniach.

— Entiendo la importancia, Junsu. Mis amigos y yo vamos a encargarnos.

— ¿Por qué piensan que obtendremos información del Nigromante detrás del Glingal aquí? — Mokomichi preguntó. Tomando participación de los hechos después de un largo mutismo.

— Porque había reminiscencias de un hechizo mágico persiguiendo a Otabek. Y fueron las aves doradas de Yuri las que evitaron que el hechizo surtiera su efecto en el joven Altin. El Nigromante le siguió hasta aquí, y está oculto en alguna parte.

Las palabras del elfo de cabellos oscuros fueron suficientes para convencer a Mokomichi de la separación en ambos grupos. Después de todo tenía cierta aprehensión hacia Plisetski, siendo su pupilo. El resto fue relativamente sencillo.

Cuando los anfauglir fueron a la taberna indicada antes por los elfos (mientras ellos se mantenían a la espera en donde mismo, pero con sus sentidos agudizados, capaces de enterarse de todo), obtuvieron del mercenario lo que buscaban, y una pista bastante fiable del paradero del Nigromante. Durante la investigación, Katsuki, Shim y Mokomichi habían estado presentes, solo por si era necesario intervenir de una forma más pacífica y menos violenta, los lobos después de todo no tenían fama de ser precisamente amables cuando estaban de caza.

La cuestión fue, a ojos de Katsuki (y de los elfos, que se han colado lo suficientemente cerca cuando sus corazones se agitaron sin razón aparente), la increíble sensualidad que despedía Víktor (y Yoochun como Yunho a ojos de los elfos) mientras desataban una estúpida pelea para luego llevar a un callejón cercano al sujeto en cuestión, sacándole información con relativa facilidad. Ningún mercenario en su sano juicio y sin el armamento necesario, enfrentaría a un anfauglir, particularmente si no está solo.

— Tus amigos y tú tienen una forma bastante ruidosa para obtener información. — El menor de los elfos señaló ni bien se reunieron todos en el hostal.

— Querías que llamáramos la atención del Nigromante, ¿no? Esto seguro lo hará. Es probable que nos encontremos en el camino, Junsu. — Park dijo, inflando pecho con cierto orgullo masculino. Casi parecía que estaba buscando lucirse delante del elfo.

— ¿Cómo sabes que fuimos ruidosos? Incluso desde aquí, no creo que hayan podido verlo todo. Hay edificios altos que entorpecen hasta la visión de un elfo. — Jung dijo, mirando de hito en hito a ambos elfos, fijando finalmente la mirada en el mayor. — ¿Jaejoong?

— Eso no es importante. El plan puede funcionar, de todas formas, vamos a movernos.

La voz firme del elfo de cabellos oscuros no dio cabida a discrepancias. Así que partieron de Eglarest hacia el este, rumbo a Armenelos, llamada también “Ciudad de los Reyes”, antigua morada de una familia considerada la más arraigada a Endor. No eran elfos, ni magos o lobos, pero se consideraban a sí mismos élite entre los grandes. La grandeza fue parte de la historia de Armenelos tiempo atrás. El suficiente para que, con el pasar de los años, la Ciudad de los Reyes se convirtiera en poco más que un sitio turístico, como un enorme museo al que visitar con poco respeto hacia sus antiguos monarcas.

Incluso así, parecía lógico que un Nigromante pisara sus tierras, puesto que, dentro de todo el supuesto declive de su sociedad monárquica, todavía estaban ahí los cimientos de su grandeza. Ritos mágicos ocultos en los muros de sus pirámides.

— ¿No hace demasiado calor en Armenelos?

— Sí, Víktor, así que mejor prepárate mentalmente para soportarlo, amigo.

Nikiforov gimió inconforme, pero sin decir palabra siguió el camino con los demás. Como era de esperarse, los elfos dirigían la comitiva, haciendo pocas paradas, apenas dejándoles comer, dormir o descansar. El lobo solo se lamentaba de que, en medio de tanto ajetreo de ida y vuelta entre ciudades, no tenía tiempo para acercarse a Katsuki. El joven wilwarin por su parte, casi agradecía las pocas oportunidades para tener acercamientos íntimos. Como el lobo le besara de nuevo, probablemente él no solo moriría de vergüenza, sino que notaría cómo otras partes de su cuerpo reaccionan a sus avances.

Cirith Ninniach

La Grieta del Arcoiris era mucho más hermosa de lo que pudo imaginar en las contadas ocasiones en que la ciudad de los elfos fue tema de conversación en la escuela en Alqualondë. Plisetski estaba maravillado con la beldad de sus vivos colores en bosques, lagos y páramos rocosos, incluso había, atisbado en el horizonte, un cerco de montañas nevadas que tenían más que entretenido al rubio adolescente. Le parecía también extraordinario cuán protegida estaba la ciudad, desde la barrera mágica que solo se abrió cuando la Reina lo ordenó, hasta las guardias apostadas en lugares estratégicos a lo largo y ancho. Pero sobre todo, se encontró atraído por los dragones volando en sus azules cielos, y el unicornio que se acercó a la reina cuando andaban por un sendero de tierra húmeda alfombrada por hojas otoñales.

— Mi lady, bienvenida. El Rey Lenwë la espera. Y a sus invitados también.

— Gracias, Artamir. — La Reina volvió la mirada hacia los jóvenes, indicándoles con un simple gesto que la siguieran.

Otabek estaba particularmente callado. Plisetski se convenció en el momento de que se debía a cuán hermosa encontraba la ciudad, como él. Sin embargo, Otabek estaba más allá de maravillarse, presentía por qué ha sido traído aquí.

— Es un gusto tenerle aquí, joven Altin. Y a su compañero Plisetski. Espero encuentren grata su estadía. — El Rey Lenwë dijo con voz solemne, mirándoles con serenidad. Desviando casi de inmediato su atención a su amada Reina. — Emeldir, largos días mi corazón ha echado en falta tu ausencia. Dime, amada mía, ¿dónde el destino de nuestros hijos tomó un camino diferente?

— Mi angustia es compartida, amado mío. Pero debes confiar, Junsu y Jaejoong hacen lo correcto, y lo hicieron también en el momento en que comprendieron que nuestros caminos debían separarse. Lo más importante, ha sido devuelto a nuestro pueblo. Más, me temo, mi amado Lenwë, que no podemos tomarlo de vuelta del sitio que ha elegido para dormitar.

El rey no necesitó más explicaciones porque lo comprendía a la perfección. Podía sentir al Glingal vibrando en el joven Altin. Vibrando en los latidos de su corazón, en el flujo de su sangre, en el ritmo de su respiración. En absolutamente cada parte de su ser, física y emocional. Lenwë cerró los ojos unos momentos.

— Joven Altin, ¿me acompaña, por favor?

— Sí, mi Lord.

Cuando Altin comenzó a seguir al Rey, Plisetski se sintió inquieto. Más que eso, angustiado. No se movió por respeto, pero sus pensamientos y su magia actuaron por cuenta propia, siguiendo su voluntad. Y más que aves doradas emergiendo desde su pecho, esa vez flotaron un montón de criaturas aladas, pequeñas demostraciones de un afecto que todavía no podía explicar, pero que estaba ahí, y buscaba incesantemente al otro.

Armenelos

El arribo a la “Ciudad de los Reyes” sucedió tras casi tres días de camino. El grupo de inmediato buscó dónde hospedarse, Katsuki y Shim cayeron rendidos ni bien tomaron una ducha, durante todos esos días apenas habían dormido decentemente. Hacerlo en una cama se sentía sencillamente genial. Mokomichi se quedó despierto un rato más, analizando otros conocimientos que tenía en su mente. Los elfos salieron a caminar al bosque cercano, necesitados de su aura natural y pura. Dos de los lobos, Park y Jung, obviamente, les han seguido. Mientras que Nikiforov se colaba en la cama de Katsuki abrazándole la cintura y dormitando a su lado.

— No necesitamos que nos cuiden.

— No es eso. Realmente quiero pasar tiempo contigo, Jaejoong.

— Eres persistente, Yunho.

— Lo soy. Porque me gustas.

El mayor de los príncipes elfo sostuvo entonces la mirada del anfauglir, acercándose lentamente a él. Frente a frente ambos sintieron ese magnetismo vibrando en sus cuerpos, instándoles a buscar de repente más cercanía. Cual polos opuestos atrayéndose inevitablemente. La larga cabellera fuliginosa se agitó con el soplar del viento, los ojos negros repentinamente más brillantes que nunca. Jung alguna vez admiró hermosos firmamentos plagados de estrellas en Carcharoth, pero ninguno tan bello como el mirar del elfo.

— No existe criatura más hermosa que tú, Jaejoong. — Murmuró.

Y no. No lo ha hecho por inercia o sin filtro alguno entre su mente y su lengua. Lo ha dicho porque realmente quería hacerlo. Necesitaba acercarse al elfo de una forma o de otra, tener su atención, obligarle a tomar conciencia de su existencia no como un compañero de batalla, sino como el lobo hambriento de cariño y deseo que era en momentos como aquél.

— Dices tan francamente lo que sientes que mis pensamientos se sienten seducidos, Yunho. — Admite con voz clara.

Suave, aterciopelada y lechosa. No solo su voz, toda su esencia. El elfo da un paso más cerca, casi rozando el cuerpo ajeno. Sus rostros son apenas separados por una mínima distancia. Distancia que bien podría ser anulada con apenas una inclinación. Y probarse mutuamente si así tenían la voluntad de hacerlo.

Pero ahí, apostados uno frente al otro, parecían dos hombres retando la vanidad, el orgullo y la valía del acompañante. Quizá probando hasta dónde uno era capaz de llegar por el otro. Jung podía ceder fácilmente, suspirar un aliento bravío y con gula tomar los labios del príncipe elfo sin tregua alguna. Como el bando triunfante que se siente con derecho a reclamar los premios que ofrece el terreno gobernado, sitiado sin reparo.

— ¿Vas a retroceder ya, Yunho?

— ¿Es eso lo que quieres que haga, Jaejoong?

Los movimientos del elfo fueron entonces sutiles, provocativamente modestos. Los del Anfauglir, certeros como el lobo cazador que es. La diestra del elfo serpenteó por el pecho del moreno hasta posarse sobre el hombro, en tanto la siniestra del lobo zigzagueó suspicaz por el costado del príncipe elfo, acariciando ferveroso la delgada silueta, acunándose en su espalda baja, presionando lo suficiente para que sus cuerpos se volvieran uno a conciencia.

El elfo siente una ligera tensión sacudir su pensamiento, los ojos cafés del lobo estaban devorándole lentamente, seduciéndole con un letárgico encanto. Su respiración caliente, su musculatura tensa, las pequeñas gotas de sudor perlándose en el contorno varonil, refrescando su presencia de una forma sencillamente seductora.

Jung estaba a punto de enloquecer, su instinto al menos. Cada rasgo en el elfo, cada uno de sus sutiles movimientos, de sus miradas profundas, incluso su respiración, disparaba todas sus alarmas y activaba su primitivo deseo por aparearse. Mantener al lobo estático en su interior le estaba costando un control que ni siquiera sabía que tenía. Los labios rojos del elfo le llamaban, como el cebo de una hembra en celo.

El anfauglir gruñó instintivamente, su temperatura corporal elevándose por los cielos, su cuerpo febril deseando tomar aquel que roza contra el suyo. Su mirada, anclada hace tiempo en la boca del elfo se desvió apenas un segundo hacia sus ojos, cual si desease averiguar en una ojeada lo que podría estar pensando el príncipe de sus actos. Jaejoong le sonrió cándidamente, como invitándole a seguir. Y él, no reparó en obedecer.

El choque de labios no fue para nada sutil, apenas al primer contacto una llama de pasión pareció cobrar fuerza, y el beso fue salvaje, ansioso, caliente. Las  manos de ambos se movieron por el cuerpo del otro a diestra y siniestra, asiéndose de alguna parte de la anatomía contraria en cada momento. Hombros, brazos, espalda, nuca. Jung empujó repentinamente, el elfo retrocedió por inercia. Su cuerpo siempre ágil, se adaptaba al instante a los  movimientos del anfauglir, de la misma forma en que lo hacían sus labios, siguiendo el ritmo del moreno, seduciendo nítidamente y enclavándose en un sitio en el corazón del lobo que nunca nadie había alcanzado.

Por supuesto, es mucho más que instinto o apareamiento. Jung realmente quiere a este elfo en su vida. Tan profundamente que nunca pueda escapar de ella.

Entre besos, Jung consigue “dominarle”, llevándole abajo sin pensar particularmente en lo que está haciendo. El elfo de cabellos oscuros se deja hacer sin poner la mínima resistencia. Esto se siente increíblemente bien, y es la primera vez que lo experimenta. En alguna parte de su pensamiento, incluso parecía que había esperado pacientemente este momento. Conocer al lobo y permitir que tomase de él los páramos vírgenes de su anatomía, comenzando por sus labios, ofreciéndole de cualquier manera caricias que nunca había imaginado encenderían su cuerpo de esa forma tan lasciva.

— Ng. — El elfo jadea desprovisto de fuerza en las piernas (aunque de momento no las necesitase ya que estaba tumbado sobre suelo desigual), expone su cuello y siente la lengua caliente del lobo marcando un sendero húmedo a lo largo de su nívea piel. — Yunho~. — Jadea algo más alto, temblando de un placer desconocido pero seductor cuando las manos del lobo buscando algo más que caricias por encima de sus ropajes. — Suficiente, no podemos seguir~.

Su voz falta de respiración y fuerza detiene cada movimiento del anfauglir. Jung levanta la mirada y siente otro pinchazo de excitación cuando sus ojos se encuentran con el desaliñado elfo respirando laboriosamente debajo de su cuerpo. Su cabellera esparcida desordenadamente en el pasto cubierto de rocío, sus ropas fuera de sitio, sus labios rojos húmedos, su fina cara ligeramente ruborizada y algunas perlas de sudor dándole un matiz erótico a su rostro. Las puntiagudas orejas cubiertas también de carmín, en esos instantes llamándole poderosamente en seducción. Se le antojaba tanto morderlas, besarlas, juguetear con su lengua dentro de ellas, comprobando si acaso sería algo más sensible en aquellas zonas.

— Yunho, tu mirada es más sincera que tus palabras. Y refleja lo que siento contra mi vientre. — Dice con una sonrisilla, elevando apenas perceptiblemente una rodilla, rozando la entrepierna de su compañero.

— Ngh. — Gruñe gutural, entrecerrando los ojos y mostrando los caninos. — No me provoques más si esperas que me detenga, Jaejoong.

El elfo de cabellos oscuros sella los labios, aunque la sonrisa sigue brillando en sus orbes negras. Jung se levanta de inmediato, y le ayuda a incorporarse, notando que el elfo se tambalea perceptiblemente sorprendiéndose a sí mismo por la falta de fuerza en las rodillas. El lobo nota entonces también la excitación del elfo bajo sus galas. Aclara la garganta y trata de alejar todo pensamiento lascivo de su cabeza. O le saltaría encima de nuevo.

— Deberíamos volver con los demás.

— Pienso que es lo mejor, Yunho.


Cuando el alba amenazó con despuntar entre las montañas, otro lobo estaba tomando pasos agigantados hacia el menor de los príncipes elfo. A diferencia del elfo mayor y Jung, ellos estaban lejos de contener el deseo. Al menos hasta cierto punto.

Los castaños mechones que otrora hubieran estado atados en una coleta, caían gloriosamente sobre los hombros y espalda del elfo en esos momentos, pegándose algunos de aquellos al contorno de su rostro sudoroso y moteado de rubor. Sus carnosos labios entreabiertos, inhalando el aliento que rápidamente se le escapaba de los pulmones cuanto más se frotaba el lobo contra su pelvis.

Las ropas en su sitio solo hacían de aquella fricción un movimiento más excitante, más prohibido. Casi parecía que disfrutaban de la clandestinidad.


— Auuu~.

No, no ha sido precisamente un aullido, más bien un quejido de dolor. Cierto lobo de cabellos grises saludaba el alba de forma poco ortodoxa, cayendo de culo en el piso cuando su acompañante, tras despertar de su propio apacible letargo, se daba cuenta de su presencia. Y de la comprometedora postura en que se encontraban, abrazaditos cual pareja felizmente enamorada –puede que lo de enamorado sea muy cierto, pero pareja feliz todavía no–, empiernados, con el frente de Nikiforov presionando contra el trasero de Katsuki. Demasiado consciente el wilwarin del bulto que se le pegaba entre las nalgas. Obviamente, no es como si de repente aquella acción lo hubiese desvirgado físicamente. Pero bueno, la mente es tan rápida, que suele terminar situaciones antes de que siquiera hayan comenzado.

— Lo siento, Víktor. — Murmura con tono auténticamente culpable, sonrojándose como termostato por el cúmulo de eventos.

— Buen día, Yuuri. — El lobo le saluda con una sonrisa enorme. — Te veo abajo. — Excusándose al segundo, y es que necesitaba urgentemente encargarse del problema entre sus piernas.

Aunque, siendo el lobo que es, unos cuantos minutos no serían suficientes para calmar el deseo que le palpitaba en la entrepierna.

Cirith Ninniach

Otabek Altin conoce ahora los detalles de su situación. De alguna manera que todavía no logra comprender (los elfos dijeron que era sencillamente debido a su pureza de alma, aunque él no se sentía de esa forma), el Glingal se había hospedado en su interior, salvándole la vida durante el ataque del Nigromante Terendul en Alqualondë, pero ahora si le “extirpaban” la vida que la Llama Colgante le había ofrecido, podía ser arrebatada otra vez.

Así que estaba en una especie de dilema.

El Rey Lenwë le ha ofrecido permanecer en la Grieta del Arcoíris por tiempo indefinido, hasta que descubran si es posible extraer al Glingal sin poner su vida en la línea. Por otro lado, Altin no imagina una vida en una ciudad tan hermosa y pacífica. Lejos de su gente, de Plisetski.

— ¿Mh? ¿Por qué Yuri me detendría? — Su pensamiento le pilla por sorpresa, haciendo que se sienta inquieto y confuso.

No hay razón alguna para sentir lazo alguno hacia el joven wilwarin, solo resulta que sus destinos de cierta manera coincidieron. Pero eso era todo, no tenía por qué sentirse inquieto con la perspectiva de sus caminos tomando el lado contrario en la bifurcación.

— Otabek.

El llamado detiene su tren de pensamientos. Pero al mismo tiempo le pone algo más inquieto. Altin vuelve la mirada, el adolescente ha venido a buscarle según parece. De otra manera no entiende por qué está ahí. En aquél bello jardín del Palacio donde ningún otro elfo rondaba cerca. El mismo Rey había ordenado dejarle a solas, pues aunque no era uno de los suyos, no albergaba en su corazón mala intención alguna y el Glingal estaba seguro con él.

Plisetski, sin embargo, se sentía completamente ajeno a esta ciudad. Y aunque hermosa, le inspiraba una sensación de angustia que no le dejaba permanecer cerca de la familia real sin privarse a sí mismo de una respiración tranquila. Más seguro y cómodo se encontraba junto a Altin. Quizá, lo intuye, debido a esa extraña atracción que tenía hacia él.

— Yuri, ¿estás bien?

— Sí.

Altin quiso indagar su respuesta, pero al verle tomar sitio junto a él en el tronco de un árbol que, seguramente por su edad, había sido vencido y descansaba ahora en el suelo, entre pasto y enredaderas, optó por dejarle estar con simpleza. Le notaba algo pálido y con expresión asustadiza, pero no le tenía la suficiente confianza para irrumpir en sus pensamientos con preguntas que quizá el rubio no querría responder.

— Los reyes no me han dicho nada aún cuando les pregunté por qué estábamos aquí y no han venido los otros. La reina dijo que el único con derecho a responder eras tú, así que… ¿Por qué estamos aquí, Otabek?

Altin miró a Plisetski de reojo, suspiró y decidió responderle de frente, así que giró el cuerpo y esperó que el rubio también enfrentase su mirada. Lo que sucedió, de hecho. Por un segundo Altin se quedó sin habla. Los ojos verdes de Plisetski eran abrumadoramente hermosos y fuertes.

— Como un guerrero. — Murmuró, involuntariamente, cabe añadir.

— ¿Eh?

— Nada. — Se apresura a despejar aquel pensamiento de su mente. — Yuri, hay una razón por la que yo esté aquí, pero realmente no es una que deba retenerte también.

— Pero la Reina dijo que…

— Es porque yo tengo en mi interior una joya valiosa para el pueblo de los elfos. Glingal le llaman, la Reina lo dijo cuando me encontraron en Eglarest.

— Lo recuerdo. Pero, ¿a qué te refieres con que la tienes en tu interior?

— Bueno, no sé cómo o por qué pasó. Pero al parecer el Glingal se hospedó en mi interior para auto-protegerse cuando un Nigromante quiso tomarlo el día que visité Alqualondë en nombre de mi padre.

— También recuerdo ese día. Ahí comenzó toda esta extraña travesía. Y, te conocí entonces.

— ¿Lo hiciste?

— Te vi. Brevemente. Y mi profesor, Mokomichi, él me dijo tu nombre.

— Mokomichi… — Susurró, como repitiendo el nombre para sí mismo, quizá con la intención de averiguar si le resultaba familiar. — No le conozco.

— Pero él sí.

— Quizá a mi familia. No es raro que los Altin estén bajo el ojo visor de los Wilwarin. Mi linaje ha sido principal administrador de Echoriant desde hace mucho tiempo. Para los Wilwarin ese territorio siempre ha representado un punto estratégicamente importante, se le atribuye un poder directamente relacionado con este pueblo, ¿sabes?

— ¿Poder? Pero, en Echoriant no habitan magos, o lobos.

— Lo sé. Somos un clan de personas comunes y corrientes, pero el territorio es otra historia. Aún puedes escuchar a los ancianos hablar de cuentos muy interesantes con aquellos que prestan sus oídos para ellos. Relatan historias sobre grutas donde permanecen indemnes las almas de los primeros elfos de Endor, ya que se dice que Echoriant fue una de las ciudades más importantes para ellos.

— Si eso fuera cierto, ¿por eso el Glingal te eligió?

— No estoy seguro. Que haya nacido en las tierras del Valle de Himlan no significa que tenga herencia alguna relacionada con tan hermoso y noble pueblo.

— Pero es un hecho que el Glingal te eligió.

— Pudo ser solamente porque así evitaba seguir en manos del Nigromante.

— ¿Seguir?

— Verás, el hombre con quien me reuní aquel día, ya tenía en su poder el Glingal. O eso es lo que creo ya que no encuentro otra explicación para que la joya haya llegado a mí en ese lugar. Yo estaba ahí para recibir un encargo en nombre de mi padre, pero cuando el hombre me preguntó si yo sabía lo que iba a entregarme y respondí una negativa, él dijo que entonces no me lo cedería.

— ¿Por qué tu padre recibiría el Glingal? ¿No significa eso que él sabía lo que era?

Altin apartó finalmente la mirada.

— Claro que lo sabía. Y yo sé que mi padre no es el hombre más honesto de Endor.

Plisetski casi se arrepintió de sus palabras. Porque obviamente aquello debía ser incómodo y doloroso para el otro.

— Lo siento, Otabek.

— No tengo nada qué disculparte. Es verdad que mi padre no es honesto. Pero, si mi padre compró el Glingal a un Nigromante, eso solo significa que ha ido más bajo que eso. Y ha manchado el nombre de la familia. Los Altin jamás habían ido tan lejos como hacer tratos con seres tan malvados.

El semblante del muchacho se ensombreció entonces, sus rasgos varoniles se tensaron significativamente. E incluso el tono de su voz había sido más duro, hosco y profundo. Aún así, Plisetski no diría que escuchó resentimiento en sus palabras. Pero sí una profunda decepción hacia su progenitor.

— Así que, ¿qué harás con el Glingal? Los reyes deben querer la joya de vuelta, ¿no?

— Ellos la quieren. Pero no son asesinos.

— ¿Eh?

— El Glingal se alojó en mi interior para auto-protegerse quizá, pero al mismo tiempo salvó mi vida. Aquel día en tu ciudad, debí morir durante el ataque. Los reyes piensan que si toman el Glingal de vuelta, mi vida podría terminar.

— ¡Imposible!

— No podemos saberlo. Y ellos no quieren averiguarlo. Pero, permanecer aquí hasta que mi vida se extinga de manera natura. Bueno, ni siquiera sé si existe tal cosa como una muerte natural para mí.

— ¡No puede ser así! ¡Yo quiero volver a Alqualondë! ¡Y que vuelvas con tu familia! ¡Que puedas enfrentar a tu padre!

— Tú puedes volver cuando quieras, Yuri.

El rubio chasqueó la lengua inconscientemente, sintiéndose muy molesto repentinamente y sin razón.

No.
Hay una.
Otabek le gusta.

— No puedo.

— Por qué no.

La mirada de los jóvenes se encontró en un segundo. Plisetski lucía exaltado, Altin confundido. Las malditas aves doradas brotaron del pecho de Plisetski y revolotearon divertidas alrededor de Altin.

— Yo… tú, Otabek… me, gustas.

Dijo, con las mejillas coloreadas y la mirada brillando como un par de esmeraldas. En contraste, y sin explicación lógica para los dos muchachos, el cielo de Cirith Ninniach “lloró” copos de nieve, cubriendo de un blanco puro su faz.

Lenwë y Emeldir se sorprendieron por la repentina nevada.

— Mi amada Emeldir, estamos presenciando una muestra de la magia más antigua de todo Endor.

 — Lo sé, mi amado Lenwë. Y es grato volver a sentir su fluir en Cirith Ninniach. Pues aunque se ha cubierto de nieve, los árboles en Cuiviénen están floreciendo majestuosamente.

Armenelos

El menor de los elfos se encontraba en esos momentos completamente azorado de sus actos. Había permitido que el lobo hiciese aquello con él. ¡Y lo había disfrutado al punto de la locura! Es decir, durante aquellos minutos él se había olvidado de su misión, sus sentidos habían procesado sensaciones y estímulos que nunca antes había experimentado. Resumiendo la situación, su mente había quedado en blanco, inundado de un placer sobrenatural, incluso para él.

El anfauglir azabache también estaba que se maldecía a diestra y siniestra por haber permitido que su instinto lo dominase, y haber empujado al hermoso elfo a sus deseos. Sin embargo ¡había sido enloquecedoramente placentero! Sabe que, si tuviese la oportunidad otra vez, definitivamente no pondría filtro entre su instinto y la razón. ¡Qué lobo hace eso!

Y eso que solo me froté contra él. — Gruñendo, el lobo azabache volvió a meter la cabeza bajo el chorro de agua helada.

Sí, no iba a lograr enfriarse realmente, pero al menos mantenía sus insensatas manos lejos de la anatomía del elfo, quien en esos momentos estaba en otra habitación, probablemente duchándose también.

¡Joder! Debe sentirse sucio por mi culpa. Es decir, sí que está sucio, le hice correrse en sus galas. — La mente de Park fue bombardeada entonces por los recuerdos de lo que, hace apenas unos minutos, había hecho.

Frotarse deliberada y frenéticamente contra el cuerpo del elfo. Lamer su piel, saborear su sudor, oler su esencia, gruñir en su oído. Presionarse contra su anatomía, moler su pelvis, sentirle arder y escucharle gemir su nombre.

¡No, no, no! ¡Me estoy excitando de nuevo! — En efecto, la entrepierna no le bajaría si continuaba pensando en lo eróticamente exquisito que temblaba el elfo de cabellos castaños.


Cuando Shim despertó, y se percató de que los elfos y dos de los lobos no se encontraban por ahí. Ahora no estaba seguro de que haya sido buena idea hospedarse en un lugar como aquel, más parecido a un conjunto de cabañas que bien podían considerarse lo suficientemente independientes entre sí como para tener privacidad.

— Es como un pequeño pueblo donde hospedar turistas.

— O nómadas. Incluso mercenarios, no creas que la “Ciudad de los Reyes” atrae solo turismo, ChangMin.

— ¿Dónde estuviste toda la noche? — El wilwarin morocho preguntó apenas su amante apareció en su campo de visión.

— ¿Querías que durmiera contigo, ChangMin? Que atrevido.

— No juegues conmigo, idiota.

— Buen día para ti también, cariño~. — Reírse de su joven amante era tan divertido, que el hombre de tez tostada no podía evitar molestarle. De todas formas se quejó cuando, tras intentar besar al morocho éste le mordió el labio inferior, no precisamente de una forma coqueta. — Dormí en el sofá, más o menos. También estuve analizando todo lo que ha pasado. Y desperté temprano para prepararte el desayuno. Bueno, a todos. Me colaré en tu cama esta noche si seguimos aquí~.

— Ya no te quiero en mi cama. Sigue durmiendo en el sofá.

— Vamos, no te enojes. Aunque me encantas ceñudo, prefiero cuando te pones un poquito más accesible.

— ¿Me estás diciendo “pesado”?

— Huraño. Quisquilloso, terco, inteligente y terriblemente honesto. Son algunas de las cosas que pienso de ti, pero “pesado”, nunca ChangMin.

— Más te vale. De todas formas, dónde están los príncipes y esos lobos.

— Por ahí, déjales ser a su manera.

— ¿Y Yuuri?

— Salió a correr. Dijo que necesitaba despejar la mente.

— ¿Cuándo vamos a hacer algo más que esperar?

— Que vuelvan los príncipes elfo y lo sabremos. No te preocupes, estamos en el camino correcto, ChangMin.

— ¿Cómo lo sabes?

— Puedo sentir la magia del Nigromante cerca. Por alguna razón, parece que él está aguardando por nosotros con suma paciencia. Como si, de hecho, hubiera predicho este encuentro.

— Hayami, estás preocupado, ¿verdad?

— Tal vez.

— No me mientas, no soy tan crío y además, somos pareja ahora. — Añadió, avergonzado pero dispuesto a recordárselo cuantas veces fuera necesario. — Te he estado observando, cómo te contienes de usar magia conforme más nos hemos acercado a ese Nigromante. Temes de tu naturaleza aunque intentes ocultarlo.

Mokomichi sostuvo la mirada de su joven amante, casi agradeciendo que fuese capaz de leerle cual libro abierto y dispuesto exclusivamente para él. Sonrió ligeramente y le atrajo abrazándole la cintura, besándole lentamente los labios para luego dejar su frente apoyada en la contraria. El wilwarin se dejó hacer, como dándole tiempo de que se sincerara un poco más con él.

— Es verdad, me he estado conteniendo. Creo que cuanto más cerca esté de un Nigromante, más probable es que use la magia que viene de esa parte de mí. Y tengo miedo de no controlarlo. De lastimarte a ti o a los demás. O de ofrecerle ventaja alguna sin siquiera tenerlo en cuenta.

— Pero no puedes huir y contenerte para siempre, Hayami. Yo estoy aquí, si pierdes el control, voy a asegurarme de devolvértelo aunque tenga que golpearte.

— Qué motivación, ChangMin. — Dijo, con un tono de broma que ambos saben maquilla el resquicio de preocupación que inevitablemente se anida en sus corazones. — Tendrías que golpearme muy fuerte, lo sabes ¿verdad?

— Incluso si tengo que usar todo el poder que tenga y hacerte volver, estoy dispuesto a todo con tal de que no tengas miedo de ser quien eres, Hayami.

— Wow, ChangMin, acabo de enamorarme un poco más.

— ¡Qué!

— Ven aquí, cariño.

— No es momento para… — Callar, no por gusto o decisión propia, sino por la presión que los labios de su amante hicieron sobre los propios.

Y ceder, porque le temblaban las piernas y se le derretía el corazón.

Cirith Ninniach

La confesión de Plisetski por supuesto que le toma completamente desprevenido. Le genera un extraño sentimiento entre ternura y aprehensión, además de resultarle inexplicable. Apenas si han intercambiado palabras en La Grieta del Arcoiris, pero no podría decir que se conocen tanto como para hablar de “gustarse”.

Aún así, el mismo sentimiento le tamborileaba a él en el corazón, Altin lo sabe. Pero las palabras de pronto se le han atorado en la garganta y no tiene qué decir. Plisetski se toma su silencio como un rechazo inevitable. Incluso si piensa lo que ha hecho, él también se encontraría sorprendido e incómodo con una declaración de tal naturaleza. No es acerca de que ambos sean chicos o adolescentes, es más sobre no conocerse.

— Olvídalo. — Musita.

Pero cuando intenta alejarse de ahí, levantándose del sitio que había estado ocupando a lado de Altin en el tronco aquél, con los copos de nieve cayendo todavía sobre la ciudad; Plisetski es retenido por un gentil agarre alrededor de su brazo. Su mirada viaja primero a los dedos asiéndole la muñeca, luego sigue el camino por el brazo hasta encontrarse con los ojos oscuros del mayor de los dos.

— Por favor espera, Yuri. — Solicita con voz baja, pero grave.

Y el wilwarin casi se siente capaz de maldecir interiormente por la forma en que su corazón se aloca un poquito más al escucharle.

— Otabek, yo…

— Lo que dijiste, es algo precioso. Quiero atesorar esas palabras por el resto de mi vida, independientemente de cuán larga sea.

Plisetski sella los labios, incluso si tenía algunas palabras para decir. Altin se pone en pie sin soltar su mano, da un paso y enfrenta directamente los poderosos ojos esmeralda del rubio. Su pecho burbujea un sentimiento desconocido para él, pero tan cálido que no reniega de él en absoluto.

— Creo que la razón por la que nuestros caminos se cruzaron es porque, de alguna forma, estamos destinados a estar juntos, Yuri. Sin embargo, pesa en mi corazón la idea de atarte a esta ciudad, que, aunque hermosa, todavía es ajena a tus raíces.

— Lo es a tus raíces también. ¿Qué diferencia existe?

Altin quiso añadir varias diferencias que se le venían a la mente en esos momentos, pero decidió callarlas porque la expresión de Plisetski le agitaba demasiado. Tanto, que se imaginaba a sí mismo inclinándose un poco y probando los rosados labios del rubio.

— Otabek, ¿puedo gustarte? — Cuestiona con aire inocente.

Y Altin comprende cuán valioso puede ser algo como el amor de adolescente. Que aunque todavía en esa etapa, nunca había conocido a alguien que como Plisetski le hiciera pensar siquiera en tan bello sentimiento.

Sostiene el mentón del rubio delicadamente y, antes que añadir cualquier respuesta, reduce la distancia tocando los rosados labios de Plisetski. Él, que no se esperaba honestamente el gesto, tiembla cual hoja al viento, suspira y cierra los ojos rindiéndose al encanto del beso. Suavemente Altin mueve sus labios, el ritmo lento le da oportunidad a ambos muchachos de irse acoplando, sin dificultad alguna, a la unión de sus bocas.

La nieve sigue cayendo, La Grieta del Arcoíris se viste de blanco y los elfos que habitan la ciudad se maravillan por el milagro que, comprenden, viene de un sentimiento puro y sin precedentes cultivándose en sus sagradas tierras.

Armenelos

Cuando elfos, wilwarin y anfauglir coincidieron en el comedor, era obvia la tensión entre casi todos ellos. Naturalmente, Jaejoong y Yunho se dirigen miradas reservadas pero no la sostienen por demasiado tiempo; Junsu definitivamente elude la de Yoochun, y Yuuri no puede apartar el sonrojo de sus mejillas siempre que sus ojos se encuentran con los de Víktor, recordando en cada ocasión que esa mañana despertaron abrazados en la misma cama (lo que obviamente implica que durmieron de esa manera toda la noche), pero sobre todo, recuerda el claro “problema” en la entrepierna del lobo y no sabe exactamente cómo reaccionar a los hechos.

— ¿Necesito preguntar qué pasó? ¿O van a dejarlo pasar y buscaremos al dichoso Nigromante? — Sí, ha sido Shim y su muy directa forma de expresarse.

Los lobos se atoran con sus propias salivas, los elfos esquivan las insinuaciones sutilmente, y Katsuki se sonroja hasta las orejas. El morocho sonríe triunfante, les ha llevado al límite de sus acciones solo para espabilarles un poco, que lo necesitan según su criterio. Y tras ver que la expresión de todos cambia, como recordando la misión que les ha traído aquí, piensa que hizo lo correcto.

— Junsu y yo iremos solos. — Jung y Park estuvieron por rechazar su plan pero rápidamente añadió… — Esta vez es necesario que se haga así. Es por seguridad de todos. Mi hermano y yo estamos conscientes de la atracción mágica que puede suscitarse si Hayami viene con nosotros. Más no es solo acerca de eso, queremos que ustedes tomen otro camino mientras tanto.

— ¿Otro camino? — Mokomichi cuestionó interesado.

— Cuando estuvimos en la Biblioteca de Dolthorien, consultamos junto a nuestra madre unos textos conocidos como los Textos de Eru. Son antiquísimas revelaciones de la creación de Endor y sus intrincados caminos. Ahí nuestra madre nos entregó un conocimiento superior a través de los textos de Eru, conocimiento que suponía revelarse en una magia más poderosa, más allegada a las entrañas de Endor sin mancharse de la apasionada ambición que los Nigromante a lo largo de la historia han invocado. Junsu y yo no habíamos comprendido la razón por la que viajar inmediatamente a Tintallë era importante para que esa magia despertara en nosotros. Y no lo comprendíamos hasta esta mañana. Teníamos que vincularnos a Endor de una forma en que nuestro pueblo no suele realizar. Enamorándonos.

La revelación del mayor de los príncipes elfo sembró un mutismo bastante predecible. Jung y Park tragaron hondo, con la sangre caliente y un deseo irrefrenable de “marcar”. Jaejoong y Junsu bebieron un poco de agua y luego se levantaron de sus lugares.

— Es nuestro deber enfrentar al Nigromante llamado Terendul, porque fue alguna vez parte de nuestro pueblo. Sin embargo, Jaejoong y yo pedimos su apoyo en otro lugar, en las fronteras de Armenelos se encuentra el primer Palacio de la Ciudad de los Reyes, ahí se esconde otra joya preciosa creada por los antiguos gobernantes. La necesitamos, para poder extraer el Glingal del cuerpo de Otabek Altin sin poner su vida en riesgo. Les explicaremos los detalles después, pero deben saber que obtener esa joya es necesario que todos ustedes compartan un pensamiento de nobleza. Ardamírë es considerada la  Joya del Mundo, y no ofrece sus favores a nadie que tenga en su mente pensamientos prohibidos.

4 comentarios:

  1. Oh Dios, oh Dios, oh Dios!!! 😱 no puedo cree lo que esta pasando!!! °O° Altin y Yuri estan en una encrucijada!! Aunque los sentimientos de todos por fin se revelaron aunque esten con esa confusión que se tiene en el momento en que se dan cuenta de los sentimientos inesperados que se han despetado, Changmin, Hayami, Viktor y Yuuri no cambian no importa las circunstancias!!! Jajajajaja espero como se siguen desarrollando estan relaciones y sobre todo que puedan conseguir la forma de que Altin no pierda su vida si se separa del Glingal, también estoy en la intriga de quienes realmente son Altin y Yuri porque esa magia tan antigua viene con sus sentimientos?? 🤔
    Gracias por el capi!!!

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    1. El OtaYuri casi está en su luna de miel aunque con contratiempos extraños, pero una vez que comienzan a brotar sentimientos todo puede ir bien, a pesar de las circunstancias.
      Es que al HM las circunstancias les importan un cacahuate xD y el Victuuri es love primerizo de alguna forma, so, son tiernos y especiales a su manera~
      Por supuesto! Todo es acerca de confiar en los demás, Yuri tbn lo hace, y Altin solo podrá seguir adelante aun sin el Glingal.
      Todavía estamos en la resolución de qué tienen de especial tanto Yuri como Altin, ya verás/leerás *u*

      Gracias a ti por pasarte~ te veo en casi todo lo que subo y realmente te estoy agradecida por ello. Cariños! ;D

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  2. ehhhh!?!?!?!;
    ok... esto se pone cada vez mas interesante.... coMo que los chicos estan von los sentimientos a flor de piel... las emosiones y todo se junta... ya quiero saber como el nicromante afectara los eventos a venir....
    gracias por el capi besos y abrazos a la distancia...
    matta ne... <3

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    1. Me da gusto que sigas encontrando interesante la historia, comenzó de una forma pero cm suele pasar, ha ido cambiando la idea original conforme lo escribo *w*
      Es que ya era hora de que los sentimientos afloraran en todos~
      Verás cómo el nigromante realmente les complicará las cosas!
      Abrazos tbn, y gracias por pasarte en casi todo tbn, eres de las personas más activas en los blogs~
      *0* see ya!

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