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Parte
8
Por supuesto que el arcángel Choikang es
inteligente, e intuye lo que está sucediendo. No existen razones numerosas para
que Lilith, Reina de la Oscuridad y la Noche, uno de los cinco pilares del
inframundo, persiguiera específicamente a un simple mortal.
Las piezas estaban ahí, bastaba pensar
un poco e intentar encontrar la forma adecuada una vez conjuntándolas.
Mokomichi y su cercanía con Park. Su falta de sorpresa cuando el demonio
despertó. La misma ausencia cuando ellos se presentaron ante él. Su aparente
tranquilidad, la serenidad con que se tomaba eventos sobrenaturales e incluso
esa mirada que había conseguido inquietarlo.
Mokimichi no podía ser solo una
reencarnación mal controlada por los cielos.
Debía ser más importante. Lo suficiente
para que incluso el Señor hubiera dejado que las cosas siguieran su curso sin
intervenir más de lo que ya ha hecho a través de ellos. Choikang sabe que Xia
es importante para el Señor, que su naturaleza híbrida entre ángel y demonio y
la aparente armonía entre ambas naturalezas, hacían del ángel un eslabón de
suma importancia para el inframundo.
— Apártate, arcángel.
— No.
— Entonces no me contendré.
Cuando Lilith levantó sus manos con la
intención de deshacerse del arcángel, Yoon y JeJun aparecieron también. El
encuentro entre Lilith, Yoon y JeJun sacudió peligrosamente el edificio.
Choikang aprovechó el apoyo y jaló al detective fuera de allí. Mokomichi no
estaba del todo sorprendido, de hecho, había algo en su interior agitándose de
sobremanera por esta batalla entre el cielo y el infierno.
— ¡No podemos irnos!
— ¡Lo haremos!
— ¡Tus amigos no podrán contra ella! ¡Lo
sabes!
— Y pienso que ponerte a salvo ahora es
mi prioridad.
— Como si fuera a permitirlo. — El
detective Mokomichi se zafó del firme agarre del arcángel morocho.
E ilusamente desenfundó su arma,
volviendo sobre sus pasos hacia el edificio otra vez. Choikang intentó
detenerlo, pero cuando sus dedos rozaron la piel tostada, una chispa de luz le
hizo retroceder y desistir de su misión de detenerle. Y por el contrario,
siguió sus pasos.
En el edificio el caos ha sido desatado,
oscurecidos los cielos y enloquecido todo sistema tecnológico varios kilómetros
a la redonda. Para las personas comunes aquello era una especie de apagón, para
fuerzas de inteligencia gubernamental, un jaqueo que iba más allá de sus
expectativas y estrategias de manejo. Para los arcángeles y el Principado, una
batalla que debían ganar, de alguna manera.
Lilith era poderosa, casi tanto como
Lucifer, y aunque Yoon estaba haciéndole frente con la suficiente agilidad, la
Reina de la Oscuridad y la Noche se imponía a sus ataques. JeJun, como
Principado, tenía menos intervención en la batalla, pero destinaba su canto y
su fuerza divina para proteger al arcángel de los embates de la demonio.
La Reina de la Oscuridad y la Noche se
estaba divirtiendo, usando sus poderes como hacía mucho tiempo no podía darse
el “lujo”, después de todo había “dormido” durante decenios de años.
— ¡Ex
Anima!
La exclamación ha sido revelada por
Mokomichi, cuya arma adquiere entonces la forma de un báculo de casi dos metros de longitud, coronado en uno de sus
extremos por una figura tallada en la pieza irregular que enfatiza la punta.
Del cuerpo del japonés emergió un aura blanca que envolvió el báculo, el
cabello del detective creció un poco, tornándose incluso de color platinado,
sus ojos negros por completo, sin que pudiera diferenciarse iris, pupila o
esclerótica. Casi parecía que su alma hubiese abandonado su cuerpo, aunque este
todavía tuviese control sobre sus movimientos.
— ¡No tienes poder sobre mí, Azrael!
— Voy a averiguar si es que en verdad
los Pilares del Inframundo no tienen un alma qué probar.
Un destello cegó a los arcángeles y el
Principado. Cuando sus ojos pudieron ver más allá de sus narices, el único
presente era Mokomichi. El báculo en la siniestra, el cabello platinado cayendo
cual cascada en su espalda. Y ahí, un par de juego de alas replegadas.
— Ella dijo… — Yoon comenzó.
— Azrael. — JeJun prosiguió.
— Eres un Ángel de la Muerte. — Choikang
culminó.
El japonés volvió la mirada hacia los
tres. El báculo desapareció, quedando otra vez la simple forma de su arma. Su
cabello volvió a la normalidad, de la misma manera que sus ojos. Y al segundo,
cayendo cual rayo de fuego, Xia y Yoochun.
— Hayami, ¿estás bien?
— Por supuesto.
— Espera, qué es… — Ambos juegos de alas
del detective se desvanecieron cual lluvia de blancas plumas. — Eso. —
Sorprendido, el íncubo achicó la mirada. — Imposible, ¿quién eres?
Mokomichi enfrentó la mirada de su amigo
Park. De Xia, JeJun, Yoon y Choikang.
Si le hubiesen preguntado aquello hace unos minutos, él habría respondido
sencillamente “Detective Mokomichi Hayami”, pero ahora.
— Azrael, líder de los ángeles en el
tercer cielo, tan cercano al Señor que los Serafines
me permiten escuchar cuando le cantan. También era aceptado como igual por
Querubines y Tronos. Conocí a Jeliel, tu madre, la querubín más preciada por el Señor. — Dijo, mirando a Xia. — Su alma era única, y sigue
brillando en los cielos. Imperecedera y hermosa. Lucifer también la contempla,
y ansía llegar a ella.
— ¿De qué estás hablando? — Xia quiso saber. Movido por una
curiosidad natural tras escuchar el nombre de su madre.
— Es claro que no lo sabes. Cuando un
alma es llevada por un sendero de sacrificio por amor, esa alma puede renacer.
De la misma manera en que era al ser entregada. Jeliel puede volver a la vida.
Y de hacerlo, Lucifer la querría para él.
— ¿Por qué él buscaría eso? No es como
si la hubiera querido de verdad.
Azrael fijó su mirada en el demonio. Xia sostuvo sus fríos ojos.
— ¿Qué estarías dispuesto a hacer por la
libertad del alma de tu madre si callera en el Inframundo? Claramente estás
listo a todo por, amor. — Mokomichi desvió entonces su mirar hacia el íncubo.
Íncubo y demonio han comprendido.
JeJun, Choikang…
… y Yoon también.
La daga que el arcángel Mikaiyáh le
entregara vibró entre sus ropas. Presiente que vibra en pro de la misión que le
fue encomendada. Sin embargo, hay tantas variantes ahora, que no puede
simplemente empuñarla y “encargarse”
de Xia o el íncubo.
— Almas tan puras como las de los
ángeles cercanos al Señor, solo pueden ser llevadas de vuelta a la vida por el
mandato de Él. — El Principado JeJun dijo. Como si pretendiera desestimar las
insinuaciones del Ángel de la Muerte.
Azrael llevó entonces su mirada al
Principado. Captando de soslayo los ojos del arcángel Choikang.
— Hay formas secretas, conocidas
exclusivamente por contados ángeles. Incluido el primer ángel caído en la
historia de los cielos.
— Lucifer lo sabe. Y Xia debe ser una pieza clave. No le
quiere solo para gobernar el inframundo o dominar los cielos y traer caos a la
humanidad. Quiere a Jeliel de vuelta… — El arcángel Choikang parecía seguir la
línea de pensamientos del ángel de la muerte, como si supiera más de lo que quisiera
o debiera… — Para tener con ella más hijos.
Xia fue el primero en clavar su
mirada en el arcángel morocho. Demandando quizá más explicaciones.
— ¿Por qué mi madre tendría más hijos
con Lucifer? Mi madre me amaba, y sacrificó su vida en los cielos por mí.
Porque fue consciente del error que cometió al creer en él. Lo sé ahora.
— ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? No
importa cuántas veces pregunten “por qué” a todo lo que diga. La única realidad
que deben considerar ahora es que Jeliel no puede volver a la vida, que Lucifer
prepara sus legiones, y que los otros pilares del inframundo lo hacen también.
Como Ángel de la Muerte mi misión es recibir a las almas y conducirlas para ser
juzgadas por el Señor. Pero también dirigí invasiones en las puertas del Inframundo,
rescatando las almas que demonios bajo las órdenes de los Pilares del
Inframundo tomaban bajo engaños a la humanidad. En algún punto de la historia
que todavía no consigo recordar, mis poderes se incrementaron tanto, que al
separar el alma de mi cuerpo y depositarla en el báculo que el Señor me
obsequió, tuve la facultad de tocar algo
en los Pilares del Inframundo y hacerles daño. Algo, a lo que podríamos llamar alma.
¿Quieren saber por qué Lilith desapareció repentinamente? Es porque le causé
algún daño. La próxima vez que aparezca, no lo hará solo. Y no hablo solo de
sus legiones.
— Los cinco Pilares se levantarán.
La conclusión a la que todos han llegado
es evidente. Se ven entonces obligados a aliarse momentáneamente, ángeles y
demonios abandonan el edificio tras asegurarse que aquel evento fuese borrado
de las memorias de todos los mortales alrededor. Todo quedó reducido a un
incidente con la planta eléctrica y no pasaría a más.
En tanto, ángeles y demonios han partido
a un lugar seguro, ubicado entre la tierra y el primer cielo, ahí donde los
demonios todavía podían subir sin ser detectados como enemigos por los
arcángeles.
Yoon ha sido apartado brevemente por
JeJun, siendo que el Principado se había percatado de la daga que el arcángel
portaba.
— El arcángel Mikaiyáh te encomendó algo
en particular, ¿verdad?
— Si lo intuyes, no creo que necesites
una explicación.
— No puedes matar a Xia. Aunque él sea
ahora un demonio, no puedes, no debes.
— ¿Qué me detendría? ¿Tu simple palabra,
JeJun?
— Mis órdenes vinieron directamente del
Señor. Eso debería significar mucho más que la petición del arcángel Mikaiyáh.
El arcángel sostuvo entonces la mirada
del Principado. Por supuesto, no le verá ceder.
— No voy a usar la daga contra Xia,
puedes tranquilizarte JeJun.
— ¿Y por qué aun la llevas contigo?
— Porque si puede matar a Xia, debería
ser capaz de hacerle daño a cualquier demonio, ¿no? Planeo usarla contra
Lucifer, Lilith, Belial, Leviatán o cualquier otro demonio que se interponga en
mi camino. Mi misión es la misma que la tuya a fin de cuentas. Los cielos no
deben ser alcanzados por la guerra.
— Te equivocas. Mi misión no es solo
evitar que la guerra llegue a los cielos. Es evitar que el infierno suba a la
tierra y la humanidad caiga por sus propios pecados.
El Principado dio media vuelta, claramente
se encontraba molesto. El arcángel Yoon soltó el aire de sus pulmones, pasó con
aire desesperado los dedos por sus mechones marrones y cerró unos instantes los
ojos. Lo sabe. Lo sabe perfectamente. Pero si evita que una guerra se extienda
hasta los cielos, al menos tendrán más apoyo para cuidar de la humanidad.
— Ángeles y hombres no pueden separarse.
Si protejo a unos, hago lo mismo con los otros.
Más allá, Park interrogaba a Mokomichi
sobre su repentina revelación. Presentes estaban, por defecto, Xia y Choikang.
— ¿Desde cuándo sabías que eres un
ángel?
— Ángel de la Muerte, por favor, no soy
igual que los ángeles en las otras jerarquías.
— Me importa un carajo, ¡me mentiste!
— No lo hice. A menos que consideres que
tú también lo hiciste. Eres un íncubo, nada más y nada menos que hijo de dos de
los Pilares del Inframundo.
— ¡Yo no lo recordaba!
— Tampoco yo.
— Pues no lo parece.
— Es así. Al menos no estaba consciente.
Pero y qué si no me sorprendía como cualquier otra persona pudo hacerlo. Todavía
estoy diciendo la verdad, me revelé por la presencia de tu madre, Yoochun.
— Basta los dos. No estamos llegando a
ningún lado haciendo reclamos.
— Concuerdo con Xia. Hayami, ¿eres una
reencarnación?
— No. — El japonés respondió de
inmediato. Al mismo tiempo que JeJun y Yoon se añadían a la charla. — Como
Ángel de la Muerte no reencarno. Mi alma y mi cuerpo son eternos.
— ¿Has sido el mismo durante siglos?
— Una vida tras otra, las he visto
transcurrir con mis ojos. Y honestamente no es algo de lo que jactarse. Pero,
siendo de esta manera puedo ayudar a las almas a subir al paraíso. Muchas de
las almas en las puertas del infierno no merecen estar ahí, cometieron pequeños
errores en la tierra y no deben ser juzgados con el yugo del dolor eterno por
ello.
— No es como si el dolor fuera lo único
que hay en el infierno. — Park dijo.
Xia le miró. Una parte de él estaba de
acuerdo, pero otra, no. Se dio cuenta de que era imposible entonces separar su
esencia angelical de la demoniaca, y que ahora tenía en su mente memorias de
ambos estilos de vida.
— Los placeres que ofrece el infierno no
son reales. — El Principado JeJun señaló.
— ¿Alguna vez los has experimentado para
hablar con tanta franqueza? — Park siseó, casi saboreando la tensión del
Principado ante su pregunta.
— Evitemos confrontar nuestras opiniones
sobre los cielos y el infierno, ¿quieren? Me importa más saber por qué Lilith
te buscaba a ti, particularmente. — Xia miró fijamente al Ángel de la Muerte.
Azrael desvió la mirada de Xia a
Choikang. El arcángel morocho se tensó involuntariamente.
— Tú lo entendiste, ¿no es así?
— Tal vez.
Mokomichi sonrió con un dejo de sorna, crispando
los nervios del arcángel morocho.
— Como he dicho, soy capaz de pararme en
las puertas del infierno y rescatar las almas que no tienen el mérito
suficiente para pasar una vida en sus estratos. Almas cuyos pecados pueden ser
perdonados por el Señor e invitadas a vivir en los cielos. Sin almas que
torturar, que usar para engrosar las legiones, que condenar a la esclavitud
sexual entre muchos otros aspectos que tú, Yoochun, conoces de sobra, los
Pilares del Inframundo de hecho, pierden poder. Los cinco Pilares siempre han
estado detrás de los que son como yo, eliminando a los Ángeles de la Muerte tan
pronto como les posible.
— ¿Hay otros como tú? — Xia cuestionó.
— Por supuesto. Aunque no demasiados. No
somos una jerarquía como los ángeles menores, Arcángeles, Principados,
Potestades, Virtudes, Dominaciones, Tronos, Querubines o Serafines. Los ángeles
de la muerte somos especiales, élite si quieren ponerlo de alguna forma. Y en
la actualidad, quedamos tan pocos que hacemos todo lo posible por ocultarnos
entre los hombres. Pero nunca nos ocultamos cobardemente cuando un demonio
aparece.
— Es por eso que diste media vuelta
cuando Choikang intentó sacarte.
— Es así, Yoon.
— Bien. No tenemos alternativa, tenemos
que aliarnos contra el infierno.
JeJun volvió la mirada hacia Xia. El ángel-demonio
asintió.
— Lucifer debería ser nuestra prioridad.
Si él cae, los otros Pilares serán momentáneamente vulnerables.
— No creo que seamos un poder suficiente
para enfrentarlos.
— Confía más en ti mismo, arcángel
Choikang.
El morocho sintió su cuerpo estremecerse
cuando Azrael le miró significativamente. Incluso, su corazón tembló. Más que
eso, su alma lo hizo.
— Entonces, vamos a prepararnos.
OMG. Xiah tiene razón deben aliarse contra el infierno, no deben dejar que Lucifer se salga con la suya y tenga éxito.
ResponderBorrarAaayyyy Dios!!! Hayami es un angel de la muerte!!! °O° y yo que llegué a pensar q también era un demonio!! Creo q me he equivocado!! Jajajajajaja lo importante es lo que sigue... la Unión de sus fuerzas tienen que vencer aunque no va a hacer nada facil...
ResponderBorrarGracias Feli por el capi!!!
OMG!!!! Esto se pone cada vez más bueno!!!
ResponderBorrarYa decia yo que Hayami no podia ser un humano normal, cuando anda tan fresco despue de ver a su compañero transformarse en demonio y de 3 angeles revelarse ante él.
Gracias por el cao Feli!!!
Un abrazo ^_^