Título: SHY BOY
Autora: Felina
Pareja: KagaKuro
Género: Romance
Universo Alterno
Shy
Boy
~*~
Ser
vecinos no era el problema. De hecho, no es que se tratase de un problema como
tal, eran meras coincidencias de la vida que…
—
¡Suficiente, es culpa de Kuroko-sensei! — Exclamó ofuscado el adolescente de
cabellos rojos y una envergadura que alcanzaba el 1.80 cms. Todo porque cierta
parte de su anatomía le estaba dando terribles problemas esa mañana.
Y
no, no hay que malpensar, que no se trata de su entrepierna. Pero sí de su
corazón, el que latía a un ritmo demasiado apresurado ahora que esperaba
impacientemente por el mencionado, justo en la puerta de su casa.
Él
es Kagami Taiga, en sus plenos 16, cursa el segundo año de instituto, pertenece
al club de baloncesto y es, honestamente, un crío que solo tiene baloncesto en
la cabeza. Sus calificaciones no son para nada siquiera “promedio”, a menudo
termina en clases suplementarias o en tutorías con sus compañeros de equipo. Su
padre al menos agradece que sus compañeros de club sean lo suficientemente
inteligentes y capaces como para orientarlo y dedicarle horas de sus tiempos
libres.
—
¿De qué está culpándome ahora Kagami-kun? — La voz sutil de un hombre de
cabellos celestes hizo respingar al pelirrojo.
—
¡Kuroko-sensei! ¡No aparezca de la nada!
—
Eres tú quien está distraído, Kagami-kun. Ahora explícame de qué tengo culpa. Y
andando, o llegaremos tarde al instituto.
—
¡No se lo diré! — Exclamó alterado… — Kuroko-sensei. — Añadiendo de inmediato.
Respeto
ante todo, se recordó a sí mismo. Y es que en varias ocasiones su padre le
había reñido por hablar con el peliceleste con tal confianza, cuando todavía
era su “hermano mayor”, y ahora profesor de japonés en la escuela.
Él
es Kuroko Tetsuya, 25 de edad. Profesor recién nombrado en el Instituto Seirin,
aunque ya el año anterior había estado ahí como profesor en entrenamiento, por
lo que reincorporarse como titular no le había sido tan difícil. Con apenas
1.68 de estatura, complexión delgada, piel lechosa, fina cabellera celeste y
grandes ojos azul océano, el joven solía ser confundido con un estudiante de
preparatoria por su apariencia tan juvenil. Aquello sin embargo no le restaba
autoridad en sus clases. Incluso si en principios sus estudiantes intentaron
tomar ventaja de él al creer que no tendría el carácter, Kuroko había
conseguido demostrarles que era él quien estaba al frente. Si bien su
apariencia, además de juvenil, denotaba suma tranquilidad, era en realidad
estricto. Estaba prohibido dormirse durante sus clases, y aún más distraerse.
Si cualquiera de sus alumnos se acomodaba sobre el pupitre con la intención de
dormitar, un gis volaba directo a su cabeza, sin que nadie supiera de dónde
había salido. Si alguno se distraía con el móvil, alguna revista o juego ajeno
a su clase, situaciones similares sucedían. Como profesor, Kuroko tenía
impresionantes habilidades para tener la atención de sus estudiantes sin que
pareciera hacer esfuerzo alguno.
Como
fuese, en la clase de Kagami nadie intentaba ir en contra de los principios de
Kuroko-sensei porque el pelirrojo era el primero en exigir que le prestasen
atención. El peliceleste recordaba con agrado como durante su primer día como
profesor en entrenamiento, su pelirrojo vecino había sido el primero en ponerse
en pie en cuanto entró al aula, saludarle con entusiasmo y demandar lo mismo
del resto cual si él fuese el representante de la clase (lo que de paso, estaba
bastante lejos de la realidad). La actitud del pelirrojo había impuesto cierto
respeto, además de que imponía con su estatura y expresión poco amigable, no
que sea un delincuente ni nada
parecido.
—
Ah, Kagami-kun me culpa de algo y ni siquiera me lo explica. Me siento como un
mal sensei.
—
¡Está intentando manipularme, Kuroko-sensei!
—
Para nada.
—
¡Sí, lo hace! ¡Pero no se lo diré!
Los
aspavientos del pelirrojo eran entretenidísimos para el peliceleste, aunque
nunca lo demostraría en su cara, generalmente considerado un pokerface.
—
Está bien. Lo descubriré por mí mismo.
—
Nh.
—
Y entonces Kagami-kun tendrá que disculparse por ocultarlo.
—
Deje de intentar manipularme. Estoy decidido a callar ese único secreto.
Kuroko
suspiró, detuvo sus pasos y esperó que el pelirrojo lo hiciera también, después
de todo estaba el alto para el cruce peatonal en esos momentos. Pero Kagami iba
tan ensimismado en su “berrinche” matutino que no prestó atención.
—
¡Kagami! — El peliceleste tiró de su chaqueta con toda la fuerza que le fue
posible, haciéndole caer hacia atrás.
—
¡Ay, Kuroko! — Exclamó, dolorido del trasero. El peliceleste se arrodilló a su
lado, sujetándole el rostro con las manos y mirándole fijamente. Por primera
vez una expresión fue clara en su rostro. Estaba frunciendo el ceño por alguna
razón. — ¿Q-qué? — Ajeno a lo sucedido, el pelirrojo sintió sus mejillas
comenzar a calentarse. Después de todo, la única culpa que le atribuía a su
vecino, profesor y compañero de baloncesto callejero, era que le gustaba.
Demasiado. Románticamente.
—
No vuelvas a hacer algo así, Kagami.
—
¿Eh?
—
Presta atención, pudiste tener un accidente.
El
pelirrojo miró entonces alrededor, la gente pasar, los murmullos. El semáforo
cambiando otra vez a rojo peatonal.
—
Ah. Lo, siento. Lo siento, Kuroko-sensei.
—
Ahora recuerdas que soy tu sensei, eh. Hace un momento me gritaste
irrespetuosamente. — Dijo, sereno, aliviado.
—
¡Ah! ¡Lo siento!
—
Sí. Sí. Levántate, estamos llegando tarde por tu culpa, Kagami-kun.
—
¡Llegaremos a tiempo si corremos, sensei!
—
¿Eh, Kagami?
El
peliceleste apenas tuvo tiempo para reaccionar cuando ya su vecino y alumno
tomaba su muñeca y le jalaba echando a correr en cuanto el semáforo marcó luz
verde peatonal. Obviamente Kagami tenía resistencia, velocidad, y largas
piernas. Su zancada solo conseguía que Kuroko hiciera casi el doble de esfuerzo
para llevarle el ritmo. De cualquier manera se sentía bien. Casi olvidaba que
existían nueve años de diferencia entre ellos, porque el viento que golpeaba
sus rostros mientras corrían era el mismo. El mismo sol de verano y el mismo gusto
por la adrenalina.
Alumno
y profesor llegaron al instituto a tiempo, Kuroko se apresuró a la sala de
profesores para alistar su clase, Kagami se dirigía a su aula con repentina
pesadez. Ha soltado la delgada muñeca del peliceleste, ha perdido de vista su
delgada silueta.
—
¡Wow, qué cara Kagami!
—
Ah, Furihata.
—
Sí, al menos ahora recuerdas mi nombre a la primera. El año anterior te
esforzabas.
—
Oh.
—
Lo que sea, por qué esa cara. Luces deprimido.
Kagami
casi suelta un “es porque no veré a Kuroko-sensei hasta la última clase”, pero
se contuvo, y en cambio fingió que era debido a que no había desayunado
suficiente. Cuando soltó tal excusa recordó algo importante que había olvidado
esa mañana también. Y salió de prisa hasta la sala de profesores. Asomando el
rostro con sigilo se encontró su sensei favorito.
—
Qué sucede, Kagami-kun.
—
Increíble, Kuroko-sensei realmente me sentiste incluso si no miras hacia acá.
—
Es porque conozco bien la presencia de Kagami-kun. Entonces, ¿qué sucede? La
campana está por sonar.
—
Ah, es por eso que eres el único profesor aquí.
—
No tengo clase en la primera hora, pero tengo que preparar materiales. En
cambio tú sí que tienes clase.
—
Sí, sí. Correré de inmediato a mi aula. Solo vine a dejarle esto,
Kuroko-sensei.
—
¿Mh?
Una
caja de almuerzo fue dejada torpemente en su escritorio. Kagami tenía las
orejas rojas y desviaba su mirada.
—
Su madre me comentó el otro día que usted no come apropiadamente, así que me
pidió cuidara de su alimentación. A partir de hoy, prepararé su desayuno todos
los días. Por favor, disfrute del almuerzo cuando llegue la hora.
Haciendo
una reverencia, el pelirrojo hizo el amago de salir y volver a su aula. Pero el
llamado del peliceleste le detuvo de último momento. Kuroko se puso de pie,
rodeó el escritorio y tras asegurarse de que nadie estaba alrededor, justo
cuando la campana sonaba anunciando el inicio de las clases, él besaba la
mejilla de Kagami.
—
Gracias.
Dijo
con voz suave, volviendo tranquilamente a su lugar. Y el corazón del pelirrojo
explotaba de emoción.
¡Su
Kuroko le ha besado!
En
la mejilla, claro. Pero beso al fin y al cabo. Ha conocido la tersa suavidad de
sus labios.
—
Kuroko-sensei.
—
¿Sí?
—
Es usted cruel.
—
¿Eh?
Impetuoso
como solo un adolescente puede ser, el pelirrojo se inclinó sobre el escritorio
del peliceleste, besando aquella parte de su anatomía que no le dejaba siquiera
dormir apropiadamente, atormentándole dulcemente en sus sueños: su boca. Y
lograr así que no fuese solo su rostro el cubierto de rubor, sino también el de
su profesor.
—
Kagami…
—
Me voy, Kuroko-sensei.
El
peliceleste no tuvo tiempo a decir más puesto que el pelirrojo giró sobre sus
talones y salió como bólido de la sala de profesores. Incluso así, notó su
rostro encendido de rubor, y era curioso ya que era tan alto y fornido, con
esas peculiares cejas que cuando se fruncían realmente lucían intimidantes,
igual que cuando se concentraba durante un buen partido de baloncesto. Kagami
era un jugador que imponía su presencia sobre la duela, pero justo ahí,
mientras le ha robado un beso, lucía como un adolescente tímido y avergonzado
que seguramente más tarde no podría siquiera sostenerle la mirada.
Kuroko
tenía sin embargo un problema más grande que considerar, independientemente de
que le rehuyera la mirada o no.
—
¿Yo le gusto?
Bueno,
si Kuroko fuera más honesto con el comportamiento de Kagami, ni siquiera se lo
preguntaría porque era un rotundo “sí”. Y mucho.
En
tanto debiera preocuparle otra serie de circunstancias, el peliceleste terminó
vaciando sus pensamientos en sus clases, de pronto un poquito ansioso de
descubrir el comportamiento que el pelirrojo tendrá cuando vuelvan a
encontrarse en el aula durante la última clase.
Aun
así, toca primero el almuerzo, y se encuentra a sí mismo demasiado feliz
comiendo los alimentos que Kagami le entregase esa mañana.
—
Aunque ha preparado un montón, no sé dónde voy a meter tanta comida. — Dijo
para sí, preparando sus palillos y agradeciendo por los alimentos.
—
¿Hablando solo otra vez, Kuroko?
—
Ah, Kiyoshi-sensei, está aquí.
—
Con ese recibimiento casi siento que no me quieres aquí.
—
No tengo problema en realidad.
—
Sonó más a que te da igual.
El
intercambio podría resultar incluso cómico, con la expresión serena de Kuroko y
la risueña de su compañero. Kiyoshi, un profesor cuatro años mayor que él,
quien poseía además una personalidad bastante, retorcida pero amable. Vamos,
que tenía una forma bastante interesante de salirse con la suya cuando se lo
proponía, usando técnicas sutiles pero directas. Incluso había conseguido
hacerse cargo del club de baloncesto cuando fue recién llegado al instituto
años atrás. Entre otras cosas, como salir con un estudiante que actualmente se
encontraba en su primer año de universidad, por lo que estuvieron en una
relación clandestina durante tres años hasta que terminaron las clases en
primavera.
—
Está equivocado, Kiyoshi-sensei.
—
¿Lo estoy?
—
Por supuesto.
—
Está bien, voy a aceptarlo. Pero tengo curiosidad, ya que estoy seguro de que
no cocinas, ¿quién ha sido la linda señorita que te ha preparado una caja de
almuerzo?
—
No ha sido una señorita. Fue Kagami-kun.
—
¡¿Kagami?!
—
Sí. ¿Por qué te sorprendes tanto? Somos vecinos después de todo, y sabe cocinar
muy bien.
—
Sí, sé que sabe cocinar y que ustedes son vecinos, pero eso no necesariamente
es motivo para que te prepare el almuerzo.
—
Kagami-kun es un chico extraordinario que se preocupa por la alimentación de su
profesor favorito.
—
¿Estás jactándote? ¡Cielos, esto es histórico, Kuroko! — Dijo soltando una
risotada.
El
peliceleste por su parte solo le miró (sin dejar de comer), no entendiendo del
todo el punto al que su compañero de cabellos castaños se refería. Pero ya que
lo tenía enfrente.
—
¿Cómo le va a Izuki-kun?
—
Se está acostumbrando. El ritmo universitario es diferente, por supuesto. Y
además se ha unido también al club de baloncesto. Casi no nos hemos visto desde
que empezó el año.
—
Kiyoshi, ¿cómo te animaste a tener una relación con él?
—
¿Porque era mi alumno? — Preguntó con cautela, atento a las reacciones casi
imperceptibles de su amigo. El peliceleste asintió. — Al principio intenté
ignorarlo, incluso le pedí a Riko que fingiera ser mi novia, pero cuando me di
cuenta de cuánto lo estaba lastimando, y que mis sentimientos por él eran
fuertes, decidí simplemente intentarlo. Había muchas cosas a considerar por
supuesto, no solo era mi alumno, sino que además era menor de edad. Pero ¿el
amor triunfó? — Añadió, a modo de broma quizá.
Kuroko
pensó entonces si ese podría ser su caso también.
—
¿Kagami ya se te confesó?
—
No.
—
¿En serio? Entonces por qué el repentino interés en las relaciones prohibidas
entre maestro y alumno.
—
Bueno, Kagami me besó esta mañana.
—
¡En serio! Kagami sí que va en serio, eh.
—
Pero él no se ha confesado.
—
No irás a ignorarle, ¿verdad?
—
No podría. Pienso que ambos tenemos que tomar responsabilidad en esto.
—
Kuroko, ¿él te gusta? — Kiyoshi preguntó directamente, vigilando que nadie se
apareciera por la sala de profesores puesto que casi terminaba la hora del
almuerzo y algunos comenzarían a llegar.
El
peliceleste se quedó un momento en silencio. Meditando su respuesta quizá. Es
decir, él sabe lo que Kagami siente, pero llegados a este punto lo que debería
preocuparle es lo que él siente por el pelirrojo.
—
Su beso se sintió bien. — Murmuró, notando sus mejillas calientes. Demasiado
consciente ahora de lo que realmente significaba el gesto matutino.
Kiyoshi
suspiró, le palmeó el hombro y, tras volver a su escritorio murmuró un simple
“buena suerte” que le supo a nada a Kuroko. Necesitaba un apoyo más consistente
que eso. Aun así, comprendía que ciertamente era su “problema”.
…
Al
llegar al aula, Kuroko buscó inmediatamente a Kagami. Sintiendo un vuelco en el
corazón cuando el pelirrojo le sostuvo la mirada y no había ni pizca de culpa
en sus ojos rojos. Incluso si se le pintaban suavemente las orejas de rubor,
todavía parecía bastante seguro de que el beso que le había robado esa mañana
no era nada de lo que arrepentirse o pedir disculpas. Kuroko pensó que esa
reacción le dejaba en desventaja, y de alguna manera, vulnerable.
Con
todo eso en su cabeza, el joven profesor hizo acopio de voluntad y logró
centrarse en dar su clase. Un par de veces lanzó el gis con la dirección lo
suficientemente errada para atinar justamente en la frente de Kagami, aunque
fuese él quien más atención le estaba prestando. Naturalmente, pese a todos sus
esfuerzos, Kuroko se había visto influenciado por la presencia de su alumno.
Tan avasalladoramente honesto que su mirada la sentía penetrarle incluso si le
daba la espalda mientras escribía en la pizarra.
Al
terminar la clase, Kuroko guardó pacientemente sus cosas, se despidió de sus
alumnos y encargó la puntual limpieza al grupo en turno. Salió del aula con
paso calmado, no sorprendiéndose del todo cuando Kagami se puso a su par y
anduvo junto a él hasta el aula de profesores.
—
¿Podemos volver a casa juntos cuando termine el club, Kuroko-sensei? —
Preguntó, con un tono de voz áspero y bajo. Pero sin soltar los ojos azul
océano del mayor de los dos.
Kuroko
sintió mariposas en el estómago. Todo y que él era el adulto de los dos.
—
Voy a pasar por el gimnasio más tarde y observar un poco. Entonces nos iremos
juntos, Kagami-kun, como siempre hacemos.
Respondió,
esperando que su voz no sonara demasiado nerviosa y que más tarde, mientras
regresan juntos, la tensión no aparezca entre los dos.
El
pelirrojo asintió, dio media vuelta y se marchó. No parecía desconcentrado ni
nervioso, y eso le daba un poquito de grima al peliceleste. Casi lucía como si
fuera el único preocupado por la situación.
—
¿Será que Kagami está tratando de hacer como si lo de esta mañana no pasó?
Se
preguntó. Pero no, incluso él sabía que Kagami no era un chico que diera un
paso atrás una vez que ha comenzado a andar hacia un objetivo. Y estaba claro
que él era un objetivo en ese momento de su vida. Quizá como un amor pasajero,
tal vez como uno más duradero.
—
Estoy pensando demasiado en esto. Mejor me concentro en mi trabajo por ahora.
…
Pese
a que lo ha intentado, Kagami no puede tranquilizarse desde esa mañana. Le ha
robado un beso a su sensei. ¡Un beso! Y encima de todo no ha podido hablar con
él desde entonces. Atender la clase de japonés con Kuroko había sido casi un
martirio, una prueba demasiado difícil para él, que no había conseguido sacarse
de la mente el recuerdo del beso, incluso siendo capaz de memorar aún la
sensación de sus labios suaves como terciopelo.
—
¡Kagami, has cometido otra falta! — El entrenador Hyuuga le riñe, por enésima
vez en la última hora. — Suficiente, estás completamente fuera de ti hoy, toma
un descanso.
—
¡Sí! — Acepta sin argumentos para defenderse.
Está
distraído, no puede evitarlo. Quiere hablar con Kuroko, decirle lo que siente y
esperar no ser ignorado o rechazado.
—
¿Estoy esperando que seamos pareja
entonces? ¿Soy idiota? Sí, lo soy. Es nueve años mayor que yo, y además mi
profesor. Seguramente intentará convencerme de que no es buena idea que guste
de él. Ng, estoy frustrado. Pero quiero confesarme.
Eso
y muchas cosas más pensaba el pelirrojo mientras aguardaba, sentado a un lado
de la cancha, con la mirada perdida en ningún punto en particular.
Minutos
más tarde, cuando Kuroko apareció asomando la mirada por la puerta, se
sorprendió de no ver a Kagami en la cancha jugando, un poco más al buscarle y
encontrarlo tirado en la duela, con mirada ceñuda y jugando inconscientemente
con un balón en la mano.
—
Kuroko, que bueno que llegas.
—
Ah, Hyuuga, ¿qué pasa con Kagami-kun?
—
Eso iba a preguntarte.
—
¿Eh? ¿Por qué a mí?
—
Pues porque siempre que le pasa algo, tú tienes algo que ver.
—
Ah, sí. Bueno, ¿puede irse ya entonces? Hablaré con él de camino a casa.
—
Adelante, de todas formas me preocupaba que fuera a lesionarse o provocar un
accidente con los demás.
El
peliceleste sintió un pinchazo de culpa. Después de todo Kagami también había
estado pasándola mal durante todo el día por causa del beso de esa mañana.
—
Kagami-kun.
—
¿Kuroko-sensei?
—
Sí. Vamos, hoy nos retiramos temprano.
—
¿Eh? ¿Por qué?
—
Indicación de tu entrenador. Es tu deber escucharlo, ¿no?
—
Ah, sí. — Dijo, bajando la mirada con aire deprimido. El peliceleste suspiró.
—
Es mejor que hablemos, cuanto antes más pronto retomarás con normalidad las
prácticas, Kagami-kun.
—
¿Ha-hablar?
—
Sí. Tú y yo, sobre lo que hay detrás de lo que hiciste esta mañana, Kagami-kun.
El
pelirrojo se tensó de inmediato. La verdad es que había querido evadir un poco
el tema, al menos hasta que estuviera seguro de lo que le diría a su profesor.
No era tan sencillo como decirle “me gusta, sensei”, porque lo que él siente
por el peliceleste es más que “gustar”.
Aún
así, ni bien Kuroko echó a andar fuera del gimnasio, Kagami le siguió. Con el
bolso cruzado al hombro y arrastrando cada paso, con la mirada en el piso y el
corazón latiendo ansiosamente. El silencio le estaba inquietando demasiado, y
que se alejaran tan parsimoniosamente de las instalaciones escolares, más.
Kagami quería ser capaz de decir algo,
ser cool delante de su profesor, pero con el cerebro a punto de explotar no
podía hacer nada más que seguirle afanosamente. Rezagado detrás del
peliceleste, el muchacho no se dio cuenta del momento en que Kuroko torció el
camino por otro sendero, llegando a un sitio reservado del parque entre el
instituto y su zona residencial.
Kuroko
se sentó en el pasto, bajo un árbol frondoso que les daba privacidad
suficiente, las personas no pasan a menudo y aunque sea a la distancia, no
podrían escuchar la conversación que iban a tener.
Kagami
le imitó, sentándose a prudente distancia del mayor (tras mirar en todas
direcciones y preguntarse qué demonios hacían ahí en lugar de en casa, de todos
modos él estaba solo en esos días, su padre estaba de viaje), dejó su bolso a
un lado y aguardó a que el peliceleste hablara. Él no sabía qué decir sin
quedar como el adolescente poco cool que es.
—
Kagami-kun, ¿por qué me besaste esta mañana?
Al
pelirrojo primero se le fue el alma a los pies. Pero luego le subió un intenso
sonrojo en el rostro, encendiéndole las orejas de carmín. Mentalmente se
preguntaba por qué el mayor no fue un poco más sutil para preguntarle, que
hacerlo tan directamente le cohibía y ponía su mente en blanco. Momentáneamente
al menos.
—
El secreto de la mañana, es debido a eso, Kuroko-sensei.
—
Entonces dime cuál es ese secreto.
—
Ng.
El
pelirrojo gruñó, inconforme con la forma por donde quiera que lo mirase. Esto
estaba lejos de ser una confesión romántica o planeada. Pero pensándolo mejor,
todavía era su culpa, por impulsivo. Si solo no le hubiera besado esa mañana.
Kuroko
le miró de soslayo cuando no recibió más respuesta que ese sonido gutural.
Sonrió apenas perceptiblemente cuando le encontró rojo como tomate, luchando
probablemente contra su propia torpeza en el tema. Y no es como si él fuese
todo un experto a decir verdad. Pero era lindo,
a su manera al menos, verle sonrojarse debido a él.
—
Kagami-kun, ¿no vas a decirme?
—
Sensei es cruel desde esta mañana. No soy tan tonto, estoy seguro de que usted
lo sabe. Pero, incluso se le digo, Kuroko-sensei va a rechazarme, ¿cierto?
El
peliceleste miró hacia arriba, aunque la vista no era la mejor de todas para
admirar plenamente el firmamento nocturno, todavía alcanzaba a apreciar por
encima de la luz citadina, las estrellas fulgurar.
—
No voy a hacerlo, Kagami. Así que dime.
—
¿En serio? — El pelirrojo volvió la mirada inmediatamente, sujetándole los
hombros e instándole a mirarle impulsivamente.
Cuando
sus miradas se enfrentaron, ambos sintieron el correr de sus corazones a toda
velocidad, y no fue solo Kagami quien se supo sonrojado, Kuroko también estaba
lleno de vergüenza así de fácil.
—
En serio, Taiga.
Que
le llamase por su nombre, le atontaba otro poco.
—
Kuroko-sensei, estoy enamorado de usted. Por eso, en un arranque de miedo y
desesperación le besé esta mañana.
—
¿Miedo?
—
Usted besó mi mejilla con facilidad. Pensé que tal vez eso para usted era un
gesto sin significado alguno, así que me dio miedo darme cuenta de que no era,
después de todo, más que un vecino para Kuroko-sensei.
—
No eres solo mi vecino, Taiga.
—
Ng, pare de hacer eso, Kuroko-sensei.
—
¿Por qué?
—
Que mencione mi nombre, me hace sentir especial. Casi, como si fuéramos
íntimos. Como, más que vecinos, profesor y alumno, o amigos.
—
Taiga, no puedo dejar de ser tu profesor, lo sabes ¿verdad?
El
pelirrojo frunció el ceño. Y debido a sus características cejas, su molestia se
enfatizaba.
—
Lo sabía, usted iba a rechazarme.
—
Bueno, no podría hacerlo ya que solo dijiste que estás enamorado de mí,
Kagami-kun. No has preguntado qué opino o cómo me siento por ti. Pero es un
hecho que sea cual sea mi respuesta, no dejaré de ser tu profesor.
—
¿Está jugando conmigo, Kuroko-sensei?
—
No lo estoy haciendo, Kagami-kun.
—
Pero yo le quiero. Quiero que sea más que mi profesor, quiero que sea mi
pareja. — Dijo, casi de corrido y sin un tono particularmente romántico o
animado. Más bien enojado y decepcionado.
Aun
así, el peliceleste sonrió. Sujetó el rostro del menor con sus manos (que el
pelirrojo sintió absurdamente cálidas y pequeñas) y le obligó a mirarle
detenidamente otra vez.
—
¿Quieres que sea tu pareja, Taiga?
—
Nh. — Farfulló a modo de respuesta.
Notando
su corazón emocionarse al admirar tan de cerca el precioso rostro del mayor.
Desde las finas hebras de cabello celeste que caía en su frente, hasta los
expresivos ojos profundos como el océano y la pálida piel moteada de rubor. Se
enamoró otro poco, sobra decir.
—
No dejaré de ser tu profesor, Taiga. Y no podremos hacer cosas de adultos hasta
que te hayas graduado del instituto. Solo están permitidos los besos y las
citas inocentes.
—
¿Qué?
—
¿No estás contento de que lo esté aceptando, Taiga?
—
¿A-aceptando qué cosa, Kuroko-sensei?
—
Ser tu pareja, por supuesto. ¿No es eso lo que quieres conmigo?
—
¡¿Eh?! ¿¡En verdad!?
—
Sí. Pero tienes que respetar las condiciones.
—
V-voy a hacerlo. — Musitó, inclinándose inconscientemente, atraído por los
labios del mayor.
—
¿Seguro, Taiga? — Murmuró, sonriendo suavemente, así como solo Kagami podía
notarlo. Porque eran sonrisas exclusivas para él.
¿Cómo?
¿Cuándo? O ¿Por qué? Se había enamorado del pelirrojo adolescente eran
preguntas que el mayor no deseaba tener en mente en esos momentos. Lo que
siente por su vecino es sincero. Prohibido e inmoral para muchos, pero sus
sentimientos, a fin de cuentas. Y deseaba con todas sus fuerzas descubrir hasta
dónde eran de verdaderos los suyos y los de Kagami. Si lograban pasar a través
del tiempo y solidificar sus sentimientos, entonces era algo como amor
verdadero. Si fracasaban en alguna parte del camino que se estaba arriesgando a
tomar junto a él, entonces uno de los dos simplemente había sido efímero y
deshonesto.
—
Sí, Kuroko-sensei. Nada de cosas H hasta que me gradúe. — Respondió, respirando
el mismo aire que el mayor. — Pero, puedo besarle, ¿verdad?
—
Aquí es peligroso, Taiga.
—
Ng. — Gruñó, alejándose rápidamente, antes de que el cálido aliento y la
hermosa cara del peliceleste le hipnotizara y le besara sin reparo alguno. —
Entonces, ¿podemos ir a mi casa, sensei?
—
¿Sólo vas a besarme, Taiga~?
—
S-sí, Kuroko-sensei.
—
Pero estoy viendo una reacción en tu cuerpo bastante “honesta”, Taiga~.
—
¡No me provoque, sensei! — Exclamó, tomando aun más distancia del mayor,
cubriéndose la entrepierna con su bolso, jadeando involuntariamente cuando la
presión le hizo tomar conciencia de su excitación.
El
sonrojo le explotó en el rostro de tal manera que Kuroko juraría que en
cualquier momento le comenzaría a salir humo por las orejas.
—
Está bien, está bien. Volvamos a casa, Taiga.
—
N-no me llame por mi nombre, eso hace las cosas más difíciles para mí.
—
Así que le excita que lo llame por su
nombre. Es tan lindo~. — Pensó, sí, siendo un poquito, solo un poquito
malvado con su joven amante.
Su
amante.
Kuroko
también fue consciente de la situación recién en ese instante. Él era,
oficialmente, pareja de Kagami. El adolescente 9 años menor que él.
—
Oh, creo que estoy en problemas. —
Añadió a su tren de pensamientos. Poniéndose en pie y sacudiendo, por inercia,
su trasero.
Kagami,
que no se perdió detalle en sus movimientos, observó detenidamente aquella
parte de la anatomía del mayor. Un trasero pequeño, redondo, torneado. El bulto
en la entrepierna se hizo más evidente, y el sonrojo en su cara también.
—
¿Debería agregar algo sobre pensamientos lascivos, Kagami-kun?
—
¡No! ¡Lo siento, sensei!
—
¿Vas a poder caminar así?
—
Yo… necesito un momento para calmarme.
—
Entonces estaré esperando en el cruce, ¿bien? Seguro te calmas mejor sin mí
delante.
—
Es, buena idea, Kuroko-sensei.
Cuando
el celeste se alejó, Kagami realmente comenzó a respirar aliviado. Tenerle
enfrente era una tentación demasiado grande.
—
¿Realmente voy a soportarlo hasta graduarme? Mi cuerpo es más rápido y honesto
que mi cabeza.
En
tanto el pelirrojo trataba de desviar la atención de su mente hacia
pensamientos menos interesantes que su profesor, Kuroko aprovechaba para
tranquilizarse también. Aunque la reacción de su cuerpo no era tan evidente
como la del menor, era un hecho que su corazón estaba tamborileando demasiado y
que sentía caliente la zona en el bajo vientre.
—
Ah, tendremos momentos difíciles realmente.
…
Cuando
llegaron a casa, Kuroko anunció que dejaría antes sus cosas en su hogar, y que
en unos minutos llamaría a la de Kagami. El pelirrojo aprovechó para revisar
que estuviera lo suficientemente ordenado y revisar la lista de mangas que
tenía ahí, quizá alguno llamara la atención de su sensei, a quien le fascinaba
leer todo tipo de libros.
Transcurridos
30 minutos, Kagami comenzó a preguntarse si sensei en verdad volvería cuando
finalmente el timbre sonó. Al abrir la puerta se encontró con un Kuroko recién
duchado y vestido con ropa casual. Viéndole así, realmente no se notaba la
enorme diferencia de edad.
—
¿Taiga?
Llamarle
no consiguió nada, si es que algo esperaba el peliceleste. Kagami le ha
arrastrado dentro de su casa, besándole de inmediato. Un beso torpe pero muy
sincero, apasionado y algo áspero. Kuroko no le culpaba porque también estuvo
esperando esto desde que se confesaran (a su manera) en el parque, pero
necesitaban calmarse antes de que aquello subiera demasiado de tono; así que le
invitó a ir más lento, acompasando el ritmo de sus labios con un ritmo suave,
alejándose de vez en cuando para mover el rostro y buscar otro ángulo. En
momentos como ése, incluso Kuroko olvidaba que nueve años le separasen de
Kagami.
—
Paremos un momento, Kagami. — Dijo luego, presionando sus manos en el pecho del
pelirrojo, necesitado de aire.
—
S-sí, lo siento, me dejé llevar, Kuroko-sens…
—
Shh, no te disculpes. Me ha encantado. Besos así están permitidos, Kagami. Y
otra cosa, cuando estemos solos, si llamarme por mi nombre es demasiado para
ti, al menos omite el “sensei”, me sentiré menos culpable.
El
pelirrojo le miró intensamente. Asintió y le abrazó apretándole ligeramente
contra su cuerpo. Ambos podían sentir los latidos del otro. Y era tan cálido
estar así.
—
Te amo, Tetsuya.
El
sonrojo de Kagami se le contagió abruptamente a Kuroko. Era la primera vez en
muchísimo tiempo (cuando el pelirrojo era un niño solía llamarle Tetsu-chan)
que le nombraba. Y debido al tono de voz, a la situación y a los sentimientos
recíprocos, aquellas palabras se le grabaron a fuego en la memoria al mayor.
Apretando entonces un poco más el abrazo.
—
Y yo a ti, mi shy boy~.
FIN
Originalmente iba a escribir lemon, pero al final me puse muy inocente con esta couple tan *----* pero si alguien todavía quiere bonus lemonoso pues me avisa 7u7
ahhhh...
ResponderBorrarque tiernos son estos dos... con la torpeza de Kagami y la franqueza directa de Kuroko se complementan de manera tan dulce que hasta da dolor de muela... me reencanto la historia es una de las parejas que me guata del anime... la otra es Daiki y Sakurai son tan diferentes... mil gracuas por compartir tu hiatoria con nosotras se te re quiere...
matta ne... <3
uagfdjsjuw tan hermosos lokito *_________*
ResponderBorraryo quero ver graduado a kagami 6.6