jueves, 27 de abril de 2017

WHISPERS IN THE SHADOWS (KNB). Capítulo 1.



“De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos” Pablo Neruda. Fragmento Poema 20.

Capítulo 1. ESCARCHA EN LA SANGRE
~*~


Aomine llegó a casa con el habitual desinterés que le caracterizaba. Sus padres nunca estaban pues era más importante hacerse cargo del Clan, y no tenía hermanos, ignoró a la servidumbre y se encerró en su habitación. Esa noche habría luna llena, no saldría a vagar como casi todos los días cuando la oscuridad caía sobre la ciudad, no porque le preocupara la reciente caza de criaturas de la noche que un grupo de magos estaba realizando por cuenta propia y sin el consentimiento del Concilio Supremo –o al menos eso decían, la realidad podía ser cualquiera–. Además, no quería perder el control si llegaba a transformarse en la bestia que es, desconocería a cualquiera y se guiaría por su instinto solamente, por sus deseos.

– Últimamente todo en lo que pienso es en Ryo. Podría ir a su casa y buscarle, y tal vez le metería en muchos problemas si me presento ahí como licántropo.

El moreno gruñó maldiciéndose a sí mismo. Detesta la idea de no tener aún bajo su absoluto control la transformación en licántropo durante luna llena. No es que fuese un novato, ha sido lycan desde su concepción, entrenado en sus habilidades desde que fue capaz de caminar.

– Aunque somos considerados meras bestias sin escrúpulos, seguimos teniendo la humanidad suficiente para tener esta forma cuando no nos domina nuestra verdadera naturaleza. Así que ten esto en mente, Aomine. Cuando quieras dominar todo lo que eres, primero has de controlar tu humanidad.

Esas palabras se repetían a menudo en su mente. El recuerdo del consejo que le dio la única persona que probablemente se interesó en él, no como el heredero de todo un linaje, sino como aquello que sus padres parecen haber olvidado que es, una persona.


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Torció el camino a la derecha con las prisas de un vendaval, corría literalmente por su vida. Y cómo detestaba esa sensación de adrenalina consumiéndole la paciencia. Y es que, honestamente, no le agrada en absoluto.

– ¡Tsk! Nunca se cansan… – El joven de cabello bruno chasqueó la lengua con aquel mohín de disgusto marcado en la cara.

Hace minutos que venía corriendo sin parar, tratando de evitar un enfrentamiento innecesario con ese puñado de vampiros y mortales que le seguían de cerca desde que salió del campus universitario. No sabe cómo ha sido esta vez, creyó haber realizado todos los hechizos necesarios para ocultar la naturaleza de su magia de los llamados predadores de poder. Obviamente, no ha resultado suficiente. Sin embargo en ese momento más que preocuparse por aquel detalle, tenía que ingeniárselas para escapar. Los vampiros y mortales estaban a un paso de darle alcance.

Frente a él, las arqueadas calles de la ciudad se convertían en un peligroso laberinto, su visión alcanzó a vislumbrar la treta pero no evadirla. Cayó en la ilusión y aunque corría y corría, cada nueva vuelta en una esquina le llevaba a otra calle más compleja y oscura que la anterior.

– ¿Magia negra? ¿Vampiros aliados con magos? ¿Un híbrido quizá? – El muchacho decidió invocar entonces su propia magia, rezó algunos hechizos en voz baja y sacó del bolso agitándose en su espalda por la carrera, unos papiros con un antiguo símbolo de la magia wicca, las cruces de brazos curvilíneos brillaron sobre cada papel y luego un resplandor iluminó la oscuridad ante el susurro del muchacho… – Lauburu.

La ilusión se desvaneció justo a tiempo, eludió a un grupo que casi consiguió cercarlo. Escuchó las maldiciones de los mortales que iban perdiendo energía y rezagándose incapaces de seguirles el ritmo –aunque para los fines de algunos clanes, su presencia era similar a la de un peón en el tablero de ajedrez, el primer eslabón que sacrificar sin remordimientos–. Luego los chillidos de vampiros, ese sonido irritante que producían desde la garganta, el rechinar de dientes y una nube de sombras que se desplegó hacia los muros y los altos edificios.

– ¿Cuándo llegué aquí? – El chico de cabellos ébano se cuestionó. Y es que estaba ante uno de los edificios más importantes de la capital… – La Corporación Akashi.

El de cabello bruno achicó la mirada, sus afilados ojos destellaron una tenue luz antes que sentir de nuevo ese tirón en la boca del estómago que le venía cada que usaba su magia. Pese a ser un mago de primera generación, su entrenamiento en las artes de la magia wicca había iniciado apenas unos meses atrás cuando todo su poder despertó luego de un enfrentamiento contra un grupo de vampiros como el que acababa de hacer retirada.

– ¿Qué quieren de todas maneras los vampiros conmigo? – Lleno de dudas, el de cabello bruno dio media vuelta y optó por marcharse.

Nada bueno venía para su Clan cuando el Imperio Akashi estaba de por medio. Claro, una historia ahí, pero no es tiempo de pensar en ello cuando, apenas unas cuantas calles más a bordo de un taxi, la transitada avenida quedó atrás.

– ¿Por qué está tomando esta calle, señor? – El de cabello ébano miró al frente, el conductor le devolvió la mirada a través del retrovisor. Una sonrisa sórdida atravesó los pálidos labios y pronto un par de colmillos emergieron por debajo del labio superior… – ¡Maldición!

El de cabello ébano buscó nuevamente en su bolso los papiros que solía traer consigo para esta clase de emergencias –que se presentaban demasiado a menudo desde que supo qué era–, pero antes que poder usarlos, el conductor aceleró yendo directo contra el muro de una calle cerrada. El de cabello ébano intentó salir, pero como era de esperarse, las puertas estaban atascadas.

– No tengo opción… – Y es que el tiempo se le agotaba.

Si impactaban, por mínimo perdería la conciencia y sería blanco fácil para este vampiro. Tomó un respiro profundo y concentrando parte de su magia en una sola palabra invocó su poder elemental por excelencia. Del centro de su frente brotó un vertiginoso viento que meció sus brunos cabellos antes que desatarse como una poderosa ventisca que voló estrepitosamente el metálico techo del automóvil y le elevó, apenas un instante antes del escandaloso impacto, cual si pudiese levitar. El remolino que le envolvía de pies a cabeza agitaba sus cabellos y revolvía su larga gabardina gris oscuro junto al bolso en su espalda. El vampiro que iba a bordo del taxi salió apenas tambaleándose, con muchos huesos rotos y sangre brotándole de varias partes del cuerpo, pero su mirada retorcida estaba inyectada de rabia, de un anhelo que el muchacho no podía comprender en absoluto.

– No tienes escapatoria, Izuki.

El vampiro siseó con voz trémula, desplegando unas sombras que parecieron fungir como puertas mágicas porque de ellas emergieron otro puñado de vampiros, todos tan peligrosos como él. El de cabellos brunos torció los labios en una mueca de preocupación, aunque como mago de primera generación sus poderes eran casi ilimitados, no estaba todavía listo para manejarlo, la resistencia de su cuerpo estaba por debajo de su nivel de poder. Sin embargo, lo que más le preocupó al chico fue el hecho de que éste sujeto supiera exactamente quién era.

Cuando los decrépitos vampiros se movieron sigilosos cual animal al acecho, el de cabellos brunos retrocedió un paso, tan solo para tomar conciencia de los vampiros a sus espaldas formando una barricada que le dejaba en el centro y se convertía en el peor escenario que podía haberse imaginado.

– Es un enfrentamiento demasiado injusto a mi parecer.

La voz que pronunciara aquellas palabras resultó familiar a oídos del muchacho, a su alrededor no estaba el portador de esta, podía saberlo porque tenía esa habilidad de ojo de águila. Entonces levantó la mirada siguiendo por instinto la dirección en que el vampiro líder lo hizo. Ahí, al filo del techo de una residencia de apenas un par de pisos, un apuesto muchacho de cabellos cenizos parecía de esos típicos héroes de película de acción, con la luna redonda y plateada a su espalda dándole una vista que, a pesar de la situación, apresuró los latidos del corazón del muchacho de cabellos brunos.

– Kiyoshi-senpai.

– Hola, Izuki… – El de cabellos cenizos sonrió dulcemente antes de lanzarse simplemente al vacío. El de cabellos brunos ahogó un grito de impresión, luego simplemente se le quedó mirando. ¿Era solo él y esa fascinación por lo inentendible, o su senpai lucía más que sexy con ese andar tan seguro en medio de esa veintena de vampiros que se iban cerrando en torno a ellos? – No deberías salir en noche de luna llena tan descuidadamente.

– ¿Eh?

– Es territorio de vampiros… y de lycans… – Al pronunciar aquello, los ojos del apuesto muchacho destellaron un tono rojizo que pareció provocar el mal humor de los vampiros.

– Kiyoshi-senpai, tú…

La frase del de cabellos brunos quedó a medio camino cuando ante sus oscuros ojos la figura del mayor se transformó en una de aquellas criaturas bestiales de las que ha escuchado hablar en sus clases de entrenamiento mágico. Las extremidades tanto inferiores como superiores lucieron potentes uñas afiladas, la piel fue cubierta por una capa de grueso pelaje pardo moteado de negro, y donde había un atractivo rostro varonil, quedaron unas feroces fauces de una impertérrita mandíbula equipada de los más poderosos colmillos caninos que el de cabellos brunos hubiese visto jamás. Esta era la primera vez que tenía la experiencia de ver con sus propios ojos a un licántropo de verdad. Las orejas puntiagudas, largas y anchas parecían intimidantes también, se agitaban de un lado a otro cual parábolas detectando el mínimo movimiento de sus contendientes. Y los ojos rojizos, Izuki tragó hondo, eran tan intimidantes que incluso él se preparó para defenderse si fuese necesario.

– No confíes ciegamente de ningún licántropo, particularmente en noches de Luna Llena. Es común verles enajenados, pierden control sobre sí mismos y, a menos que estén lo suficientemente capacitados, serán tu peor enemigo incluso si antes de su transformación era tu aliado.

El de cabellos brunos retrocedió instintivamente cuando escuchó el potente rugido del licántropo. Cerró los ojos por acto reflejo y se cubrió los oídos para evitar que el sonido le dejase sordo. Cuando se animó en abrir nuevamente los ojos, se quedó anonadado viendo al licántropo encargarse con facilidad de aquella veintena de vampiros, reduciéndolos a cenizas sin apenas recibir algunas heridas leves. Izuki sintió una punzada de humillación y vergüenza, aún tenía demasiado qué aprender. Porque unos cuantos minutos le bastaron al licántropo para encargarse del enemigo.

Con las mandíbulas manchadas de sangre y los colmillos goteando rastros del líquido carmín, la bestia redirigió su atención al de cabellos brunos. Izuki volvió a retroceder instintivamente, pero antes de que llegase a él, la figura humana volvió a tomar la anatomía del muchacho.

– ¿Estás bien?

– S-sí, pero… pero Kiyoshi-senpai… – Tartamudeó con las mejillas arreboladas de carmín.

– ¿Qué sucede?

– ¡Estás desnudo!

– Oh…

Luego de aquel embarazoso momento, Kiyoshi terminó agradeciendo nerviosamente la amabilidad de Izuki. Aunque la gabardina le quedaba algo corta y un poco ajustada, cubría lo suficiente. A fin de cuentas por eso no le gusta transformarse del todo en licántropo, siempre desgarra sus ropas y al recuperar su forma humana la desnudez es su única alternativa.

– Gracias por tu ayuda. Pero, ¿qué hacías aquí, senpai?


--//--//--

Kagami aguzó el oído, algo tenía la respiración de Kuroko que le atraía tanto. Se desconectó de la clase sin preocuparse demasiado por su puntaje o las represiones posibles del profesor a cargo, a una semana de su llegada ya era uno de los nombres que mejor se sabía el personal docente pues el chico de cabellos rojo fuego terminaba metido en alguno que otro lío, dormitando en plena clase, o armando jaleo cuando le preguntaban cosas que no sabía. ¡Qué mierda tenía que cursar filosofía si él solo quiere tener un trabajo que le distraiga de la monotonía!

– ¡Tsk! Estoy aburriéndome… – Murmuró quedo, sin ánimos de ser reprendido al menos por ahora. Entonces simplemente su atención volvió al peliazul.

A su respiración tan hipnotizante. El ritmo era pausado, como si estuviera durmiendo o descansando lánguidamente, el suave murmullo de las inspiraciones le producía al pelirrojo un cosquilleo agradable en la boca del estómago, y cuando exhalaba solo podía olfatear el olor a vainilla que flotaba fuera de aquellos carnosos labios que se le antojaban de sobremanera.

De todas maneras, qué demonios es este chico. No puedo oler su sangre con claridad, huele a inmortal, pero no es un licántropo, hay cierta esencia a vampiro pero no es su naturaleza dominante. Es híbrido, pero nunca había olfateado ningún aroma como el suyo… – Pensó sin quitarle la vista de encima, casi agradeciendo que se siente en la fila de a lado, justo un lugar después del suyo.

Deja de mirarme, Kagami-kun.

El pelirrojo respingó cuando aquella voz sonó en su pensamiento. Era el mismo tono desinteresado y monótono con que habla el peliazul. ¿Pero cómo podía escucharle si ni siquiera estaba hablando?

Tienes sangre de licántropo. Pero tampoco es esa tu única naturaleza, verdad Kagami-kun.

El pelirrojo frunció el ceño. Las cejas se arquearon con súbita molestia y de un momento a otro, estaba arrastrando al peliazul fuera del aula sin prestar atención a la sorpresa y el barullo que dejaba detrás. Kuroko se dejó llevar sin resistirse en absoluto, dejó que le jalara con prisas por el pasillo hasta que salieron del edificio y se perdieron en uno de los jardines traseros, bajo la sombra de un frondoso árbol cuyos ramajes se agitaron murmurando el viento.

– ¿Quién eres, Kuroko?

Pero aquellos grandes ojos azules le miraron con la intensidad propia del imponente océano. El pelirrojo sintió como si nuevamente fuera succionado en sus profundidades, le pesaron los párpados y se sintió mareado. Poderosamente atraído por los carnosos labios del más bajo.

Kuroko sonrió casi imperceptiblemente, la respiración del pelirrojo golpeaba su boca con la suavidad de una brisa de verano en la playa. Él deseaba tanto un beso.


--//--//--

Mitobe Rinnosuke, un mago de tercera generación que estaba bajo custodia directa del Concilio Supremo. Huérfano desde pequeño, creció en un orfanato hasta la adolescencia, cuando sus poderes mágicos comenzaron a cobrar fuerza y al jugar con libros de hechicería, descubrió que realmente era capaz de cambiar la realidad. Además, comenzaba a comprender que esos dolores de cabeza que le aquejaban a menudo, tenían una razón de ser. El alto muchacho fue llamado nuevamente por su tutor, un hombre de mediana edad que sentado tras el enorme escritorio de cristal, presionaba el mismo manipulando una pantalla digital de la más novedosa tecnología.

– Rinnosuke, bienvenido.

Al hombre no le extrañó que la única respuesta que recibiera fuera un movimiento de cabeza. El mutismo del muchacho era demasiado común para él. Cuando encontró a Mitobe hace más de cinco años, el chico tenía 13 años y vivía en una casa hogar en los suburbios de una ciudad europea. Había muchas cosas que todavía no sabía bien del muchacho, pero al menos tenía un conocimiento que era el que más le importaba. Su sensopercepción mágica.

– Necesito que me hagas otro favor.

El muchacho asintió sin mayor ceremonia. Los ojos oscuros estaban coronados por un destello grisáceo en el fondo de sus pupilas, y centellaba cada que este hombre mencionaba aquellas palabras. Mitobe hacía esto sin oponerse porque nunca tuvo razones para dudar de las intenciones que motivaban cada petición.

– La pasada noche de luna llena envié a uno de mis mejores grupos de vampiros aliados tras la búsqueda de un mago de primera generación, tal como me dijiste el chico mostró habilidades con la magia wicca, creí que no quedaban muchos magos que recurrieran a las más antiguas congregaciones, pero este chico, Izuki Shun, parece dominarlas con sorprendente naturalidad. Quiero sin embargo que me ayudes con algo más, no estoy tras magos de primera generación, ni vampiros ni licántropos. Quiero que busques para mí cualquier otro vestigio de magia diferente. Un híbrido, que haga estremecer a tu propia alma.

Mitobe empuñó las manos. No le gustó el tono con que aquella orden le fue dada. Y de pronto todo lo que quiso fue refugiarse en el único sitio donde se sentía libre de cargas que no le pertenecían. Y en su pensamiento flotó un nombre –Koganei–, y junto a aquel nombre, la silueta de un muchachito de personalidad juguetona y alegres ojos cafés.

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– Qué sorpresa encontrarnos, Taiga… – Aquellas palabras interrumpieron el momento justo en que los labios del pelirrojo rozaban los del peliazul.

– Tatsuya… – El pelirrojo frunció el ceño al contemplar al joven de rasgos delicados… – No puedo decir que sea agradable volver a verte. Y es que ahí había una larga historia que contar. La traición a la confianza y el abandono repentino calaba hondo en la mente del más alto. Kuroko paseó su mirada de uno a otro sintiendo deseos irrefrenables de morder.

– Había olvidado lo rencoroso que puedes ser, Taiga.

– Te olvidaste de muchas cosas.  


Continuará……

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