“De
otro. Será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos
infinitos” Pablo Neruda. Fragmento Poema 20.
Capítulo
1. ESCARCHA EN LA SANGRE
~*~
Aomine
llegó a casa con el habitual desinterés que le caracterizaba. Sus padres nunca
estaban pues era más importante hacerse cargo del Clan, y no tenía hermanos,
ignoró a la servidumbre y se encerró en su habitación. Esa noche habría luna
llena, no saldría a vagar como casi todos los días cuando la oscuridad caía
sobre la ciudad, no porque le preocupara la reciente caza de criaturas de la noche que un grupo de magos estaba
realizando por cuenta propia y sin el consentimiento del Concilio Supremo –o al
menos eso decían, la realidad podía ser cualquiera–. Además, no quería perder
el control si llegaba a transformarse en la bestia que es, desconocería a
cualquiera y se guiaría por su instinto solamente, por sus deseos.
–
Últimamente todo en lo que pienso es en Ryo. Podría ir a su casa y buscarle, y
tal vez le metería en muchos problemas si me presento ahí como licántropo.
El
moreno gruñó maldiciéndose a sí mismo. Detesta la idea de no tener aún bajo su
absoluto control la transformación en licántropo durante luna llena. No es que
fuese un novato, ha sido lycan desde su concepción, entrenado en sus
habilidades desde que fue capaz de caminar.
– Aunque somos
considerados meras bestias sin escrúpulos, seguimos teniendo la humanidad
suficiente para tener esta forma cuando no nos domina nuestra verdadera
naturaleza. Así que ten esto en mente, Aomine. Cuando quieras dominar todo lo
que eres, primero has de controlar tu humanidad.
Esas
palabras se repetían a menudo en su mente. El recuerdo del consejo que le dio
la única persona que probablemente se interesó en él, no como el heredero de
todo un linaje, sino como aquello que sus padres parecen haber olvidado que es,
una persona.
--//--//--
Torció
el camino a la derecha con las prisas de un vendaval, corría literalmente por
su vida. Y cómo detestaba esa sensación de adrenalina consumiéndole la
paciencia. Y es que, honestamente, no le agrada en absoluto.
–
¡Tsk! Nunca se cansan… – El joven de cabello bruno chasqueó la lengua con aquel
mohín de disgusto marcado en la cara.
Hace
minutos que venía corriendo sin parar, tratando de evitar un enfrentamiento
innecesario con ese puñado de vampiros y mortales
que le seguían de cerca desde que salió del campus universitario. No sabe cómo
ha sido esta vez, creyó haber realizado todos los hechizos necesarios para
ocultar la naturaleza de su magia de los llamados predadores de poder. Obviamente, no ha resultado suficiente. Sin
embargo en ese momento más que preocuparse por aquel detalle, tenía que
ingeniárselas para escapar. Los vampiros y mortales
estaban a un paso de darle alcance.
Frente
a él, las arqueadas calles de la ciudad se convertían en un peligroso
laberinto, su visión alcanzó a vislumbrar la treta pero no evadirla. Cayó en la
ilusión y aunque corría y corría, cada nueva vuelta en una esquina le llevaba a
otra calle más compleja y oscura que la anterior.
–
¿Magia negra? ¿Vampiros aliados con magos? ¿Un híbrido quizá? – El muchacho
decidió invocar entonces su propia magia, rezó algunos hechizos en voz baja y
sacó del bolso agitándose en su espalda por la carrera, unos papiros con un
antiguo símbolo de la magia wicca, las cruces de brazos curvilíneos
brillaron sobre cada papel y luego un resplandor iluminó la oscuridad ante el
susurro del muchacho… – Lauburu.
La
ilusión se desvaneció justo a tiempo, eludió a un grupo que casi consiguió
cercarlo. Escuchó las maldiciones de los mortales
que iban perdiendo energía y rezagándose incapaces de seguirles el ritmo
–aunque para los fines de algunos clanes, su presencia era similar a la de un
peón en el tablero de ajedrez, el primer eslabón que sacrificar sin
remordimientos–. Luego los chillidos de vampiros, ese sonido irritante que
producían desde la garganta, el rechinar de dientes y una nube de sombras que
se desplegó hacia los muros y los altos edificios.
–
¿Cuándo llegué aquí? – El chico de cabellos ébano se cuestionó. Y es que estaba
ante uno de los edificios más importantes de la capital… – La Corporación
Akashi.
El
de cabello bruno achicó la mirada, sus afilados ojos destellaron una tenue luz
antes que sentir de nuevo ese tirón en la boca del estómago que le venía cada
que usaba su magia. Pese a ser un mago de primera generación, su entrenamiento
en las artes de la magia wicca había iniciado apenas unos meses atrás cuando
todo su poder despertó luego de un
enfrentamiento contra un grupo de vampiros como el que acababa de hacer
retirada.
–
¿Qué quieren de todas maneras los vampiros conmigo? – Lleno de dudas, el de
cabello bruno dio media vuelta y optó por marcharse.
Nada
bueno venía para su Clan cuando el Imperio Akashi estaba de por medio. Claro,
una historia ahí, pero no es tiempo de pensar en ello cuando, apenas unas
cuantas calles más a bordo de un taxi, la transitada avenida quedó atrás.
–
¿Por qué está tomando esta calle, señor? – El de cabello ébano miró al frente,
el conductor le devolvió la mirada a través del retrovisor. Una sonrisa sórdida
atravesó los pálidos labios y pronto un par de colmillos emergieron por debajo
del labio superior… – ¡Maldición!
El
de cabello ébano buscó nuevamente en su bolso los papiros que solía traer
consigo para esta clase de emergencias –que se presentaban demasiado a menudo
desde que supo qué era–, pero antes que poder usarlos, el conductor aceleró
yendo directo contra el muro de una calle cerrada. El de cabello ébano intentó
salir, pero como era de esperarse, las puertas estaban atascadas.
–
No tengo opción… – Y es que el tiempo se le agotaba.
Si
impactaban, por mínimo perdería la conciencia y sería blanco fácil para este
vampiro. Tomó un respiro profundo y concentrando parte de su magia en una sola
palabra invocó su poder elemental por excelencia. Del centro de su frente brotó
un vertiginoso viento que meció sus brunos cabellos antes que desatarse como
una poderosa ventisca que voló estrepitosamente el metálico techo del automóvil
y le elevó, apenas un instante antes del escandaloso impacto, cual si pudiese
levitar. El remolino que le envolvía de pies a cabeza agitaba sus cabellos y
revolvía su larga gabardina gris oscuro junto al bolso en su espalda. El
vampiro que iba a bordo del taxi salió apenas tambaleándose, con muchos huesos
rotos y sangre brotándole de varias partes del cuerpo, pero su mirada retorcida
estaba inyectada de rabia, de un anhelo que el muchacho no podía comprender en
absoluto.
–
No tienes escapatoria, Izuki.
El
vampiro siseó con voz trémula, desplegando unas sombras que parecieron fungir
como puertas mágicas porque de ellas emergieron otro puñado de vampiros, todos
tan peligrosos como él. El de cabellos brunos torció los labios en una mueca de
preocupación, aunque como mago de primera generación sus poderes eran casi
ilimitados, no estaba todavía listo para manejarlo, la resistencia de su cuerpo
estaba por debajo de su nivel de poder. Sin embargo, lo que más le preocupó al
chico fue el hecho de que éste sujeto supiera exactamente quién era.
Cuando
los decrépitos vampiros se movieron sigilosos cual animal al acecho, el de
cabellos brunos retrocedió un paso, tan solo para tomar conciencia de los
vampiros a sus espaldas formando una barricada que le dejaba en el centro y se
convertía en el peor escenario que podía haberse imaginado.
–
Es un enfrentamiento demasiado injusto a mi parecer.
La
voz que pronunciara aquellas palabras resultó familiar a oídos del muchacho, a
su alrededor no estaba el portador de esta, podía saberlo porque tenía esa
habilidad de ojo de águila. Entonces
levantó la mirada siguiendo por instinto la dirección en que el vampiro líder
lo hizo. Ahí, al filo del techo de una residencia de apenas un par de pisos, un
apuesto muchacho de cabellos cenizos parecía de esos típicos héroes de película
de acción, con la luna redonda y plateada a su espalda dándole una vista que, a
pesar de la situación, apresuró los latidos del corazón del muchacho de
cabellos brunos.
–
Kiyoshi-senpai.
–
Hola, Izuki… – El de cabellos cenizos sonrió dulcemente antes de lanzarse
simplemente al vacío. El de cabellos brunos ahogó un grito de impresión, luego
simplemente se le quedó mirando. ¿Era solo él y esa fascinación por lo
inentendible, o su senpai lucía más que sexy con ese andar tan seguro en medio
de esa veintena de vampiros que se iban cerrando en torno a ellos? – No
deberías salir en noche de luna llena tan descuidadamente.
–
¿Eh?
–
Es territorio de vampiros… y de lycans… – Al pronunciar aquello, los ojos del
apuesto muchacho destellaron un tono rojizo que pareció provocar el mal humor
de los vampiros.
–
Kiyoshi-senpai, tú…
La
frase del de cabellos brunos quedó a medio camino cuando ante sus oscuros ojos
la figura del mayor se transformó en una de aquellas criaturas bestiales de las
que ha escuchado hablar en sus clases de
entrenamiento mágico. Las extremidades tanto inferiores como superiores
lucieron potentes uñas afiladas, la piel fue cubierta por una capa de grueso
pelaje pardo moteado de negro, y donde había un atractivo rostro varonil, quedaron
unas feroces fauces de una impertérrita mandíbula equipada de los más poderosos
colmillos caninos que el de cabellos brunos hubiese visto jamás. Esta era la
primera vez que tenía la experiencia de ver con sus propios ojos a un
licántropo de verdad. Las orejas puntiagudas, largas y anchas parecían
intimidantes también, se agitaban de un lado a otro cual parábolas detectando
el mínimo movimiento de sus contendientes. Y los ojos rojizos, Izuki tragó
hondo, eran tan intimidantes que incluso él se preparó para defenderse si fuese
necesario.
– No confíes ciegamente de
ningún licántropo, particularmente en noches de Luna Llena. Es común verles
enajenados, pierden control sobre sí mismos y, a menos que estén lo
suficientemente capacitados, serán tu peor enemigo incluso si antes de su
transformación era tu aliado.
El
de cabellos brunos retrocedió instintivamente cuando escuchó el potente rugido
del licántropo. Cerró los ojos por acto reflejo y se cubrió los oídos para
evitar que el sonido le dejase sordo. Cuando se animó en abrir nuevamente los
ojos, se quedó anonadado viendo al licántropo encargarse con facilidad de
aquella veintena de vampiros, reduciéndolos a cenizas sin apenas recibir
algunas heridas leves. Izuki sintió una punzada de humillación y vergüenza, aún
tenía demasiado qué aprender. Porque unos cuantos minutos le bastaron al
licántropo para encargarse del enemigo.
Con
las mandíbulas manchadas de sangre y los colmillos goteando rastros del líquido
carmín, la bestia redirigió su atención al de cabellos brunos. Izuki volvió a
retroceder instintivamente, pero antes de que llegase a él, la figura humana
volvió a tomar la anatomía del muchacho.
–
¿Estás bien?
–
S-sí, pero… pero Kiyoshi-senpai… – Tartamudeó con las mejillas arreboladas de
carmín.
–
¿Qué sucede?
–
¡Estás desnudo!
–
Oh…
Luego
de aquel embarazoso momento, Kiyoshi terminó agradeciendo nerviosamente la
amabilidad de Izuki. Aunque la gabardina le quedaba algo corta y un poco
ajustada, cubría lo suficiente. A fin de cuentas por eso no le gusta
transformarse del todo en licántropo, siempre desgarra sus ropas y al recuperar
su forma humana la desnudez es su única alternativa.
–
Gracias por tu ayuda. Pero, ¿qué hacías aquí, senpai?
--//--//--
Kagami
aguzó el oído, algo tenía la respiración de Kuroko que le atraía tanto. Se
desconectó de la clase sin preocuparse demasiado por su puntaje o las
represiones posibles del profesor a cargo, a una semana de su llegada ya era
uno de los nombres que mejor se sabía el personal docente pues el chico de
cabellos rojo fuego terminaba metido en alguno que otro lío, dormitando en
plena clase, o armando jaleo cuando le preguntaban cosas que no sabía. ¡Qué
mierda tenía que cursar filosofía si él solo quiere tener un trabajo que le
distraiga de la monotonía!
–
¡Tsk! Estoy aburriéndome… – Murmuró quedo, sin ánimos de ser reprendido al
menos por ahora. Entonces simplemente su atención volvió al peliazul.
A
su respiración tan hipnotizante. El ritmo era pausado, como si estuviera
durmiendo o descansando lánguidamente, el suave murmullo de las inspiraciones
le producía al pelirrojo un cosquilleo agradable en la boca del estómago, y
cuando exhalaba solo podía olfatear el olor a vainilla que flotaba fuera de
aquellos carnosos labios que se le antojaban de sobremanera.
–
De todas maneras, qué demonios es este
chico. No puedo oler su sangre con claridad, huele a inmortal, pero no es un
licántropo, hay cierta esencia a vampiro pero no es su naturaleza dominante. Es
híbrido, pero nunca había olfateado ningún aroma como el suyo… – Pensó sin
quitarle la vista de encima, casi agradeciendo que se siente en la fila de a
lado, justo un lugar después del suyo.
–
Deja de mirarme, Kagami-kun.
El
pelirrojo respingó cuando aquella voz sonó en su pensamiento. Era el mismo tono
desinteresado y monótono con que habla el peliazul. ¿Pero cómo podía escucharle
si ni siquiera estaba hablando?
–
Tienes sangre de licántropo. Pero tampoco
es esa tu única naturaleza, verdad Kagami-kun.
El
pelirrojo frunció el ceño. Las cejas se arquearon con súbita molestia y de un
momento a otro, estaba arrastrando al peliazul fuera del aula sin prestar
atención a la sorpresa y el barullo que dejaba detrás. Kuroko se dejó llevar
sin resistirse en absoluto, dejó que le jalara con prisas por el pasillo hasta
que salieron del edificio y se perdieron en uno de los jardines traseros, bajo
la sombra de un frondoso árbol cuyos ramajes se agitaron murmurando el viento.
–
¿Quién eres, Kuroko?
Pero
aquellos grandes ojos azules le miraron con la intensidad propia del imponente
océano. El pelirrojo sintió como si nuevamente fuera succionado en sus
profundidades, le pesaron los párpados y se sintió mareado. Poderosamente
atraído por los carnosos labios del más bajo.
Kuroko
sonrió casi imperceptiblemente, la respiración del pelirrojo golpeaba su boca
con la suavidad de una brisa de verano en la playa. Él deseaba tanto un beso.
--//--//--
Mitobe
Rinnosuke, un mago de tercera generación que estaba bajo custodia directa del
Concilio Supremo. Huérfano desde pequeño, creció en un orfanato hasta la
adolescencia, cuando sus poderes mágicos comenzaron a cobrar fuerza y al jugar
con libros de hechicería, descubrió que realmente era capaz de cambiar la
realidad. Además, comenzaba a comprender que esos dolores de cabeza que le
aquejaban a menudo, tenían una razón de ser. El alto muchacho fue llamado
nuevamente por su tutor, un hombre de
mediana edad que sentado tras el enorme escritorio de cristal, presionaba el
mismo manipulando una pantalla digital de la más novedosa tecnología.
–
Rinnosuke, bienvenido.
Al
hombre no le extrañó que la única respuesta que recibiera fuera un movimiento
de cabeza. El mutismo del muchacho era demasiado común para él. Cuando encontró
a Mitobe hace más de cinco años, el chico tenía 13 años y vivía en una casa
hogar en los suburbios de una ciudad europea. Había muchas cosas que todavía no
sabía bien del muchacho, pero al menos tenía un conocimiento que era el que más
le importaba. Su sensopercepción mágica.
–
Necesito que me hagas otro favor.
El
muchacho asintió sin mayor ceremonia. Los ojos oscuros estaban coronados por un
destello grisáceo en el fondo de sus pupilas, y centellaba cada que este hombre
mencionaba aquellas palabras. Mitobe hacía esto sin oponerse porque nunca tuvo
razones para dudar de las intenciones que motivaban cada petición.
–
La pasada noche de luna llena envié a uno de mis mejores grupos de vampiros
aliados tras la búsqueda de un mago de primera generación, tal como me dijiste
el chico mostró habilidades con la magia wicca, creí que no quedaban muchos
magos que recurrieran a las más antiguas congregaciones, pero este chico, Izuki
Shun, parece dominarlas con sorprendente naturalidad. Quiero sin embargo que me
ayudes con algo más, no estoy tras magos de primera generación, ni vampiros ni
licántropos. Quiero que busques para mí cualquier otro vestigio de magia
diferente. Un híbrido, que haga estremecer a tu propia alma.
Mitobe
empuñó las manos. No le gustó el tono con que aquella orden le fue dada. Y de
pronto todo lo que quiso fue refugiarse en el único sitio donde se sentía libre
de cargas que no le pertenecían. Y en su pensamiento flotó un nombre –Koganei–, y junto a aquel nombre, la
silueta de un muchachito de personalidad juguetona y alegres ojos cafés.
--//--//--
–
Qué sorpresa encontrarnos, Taiga… – Aquellas palabras interrumpieron el momento
justo en que los labios del pelirrojo rozaban los del peliazul.
–
Tatsuya… – El pelirrojo frunció el ceño al contemplar al joven de rasgos
delicados… – No puedo decir que sea agradable volver a verte. Y es que ahí
había una larga historia que contar. La traición a la confianza y el abandono
repentino calaba hondo en la mente del más alto. Kuroko paseó su mirada de uno
a otro sintiendo deseos irrefrenables de morder.
–
Había olvidado lo rencoroso que puedes ser, Taiga.
–
Te olvidaste de muchas cosas.
Continuará……
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