“Podremos
olvidarnos de aquellos con quienes reímos, pero nunca nos olvidaremos de
aquellos con quienes lloramos”
Proverbio árabe.
Capítulo
2. HERIDAS QUE SANGRAN HIEL
~*~
La
sumisa personalidad del muchacho de cabellos castaños solía mandar una señal a
su alrededor etiquetándole como si fuera un debilucho.
Su manía de disculparse por todo y esa expresión acongojada que a menudo se
dibujaba en su cara no hacía otra que acentuar la apatía en las personas a su
alrededor. Incluso su familia a veces detestaba ese carácter en el menor de los
Sakurai.
–
Nuestro Clan no ha sido nunca siquiera mención de cobardía, pero Ryo podría ser
nuestra deshonra.
–
No puedes culparme a mí, querido. La personalidad de nuestro hijo no tiene que
ver con herencia, sabes de sobra que soy una mujer de iniciativa. Y jamás le
consentí siquiera un capricho cuando era un niño.
El
matrimonio intercambió una mirada. La bruja tenía razón, no podían adjudicar a
fallas suyas ni al linaje, el carácter tan dócil de su hijo.
–
Es un mago extraordinario, está por encima de nosotros, de cualquier mago de
primera generación. El Concilio Supremo me ha contactado, sospechan de Ryo,
quieren que le llevemos y realizar su propia investigación.
–
Pero querido, llevarle podría ser contraproducente, no solo para nuestro Clan,
sino para nuestro hijo. Si el Concilio Supremo averigua el potencial de Ryo,
van a separarle de nosotros y a explotar su poder.
–
No exageres mujer. Esa paranoia tuya va a arruinarnos un día.
–
Sabes bien que no es solo paranoia. Has recibido órdenes directas del Concilio
de Magia para la búsqueda de todos los magos de primera generación, ¿crees que
simplemente quieren realizar un censo? El Concilio Supremo está tramando algo,
y no es precisamente una celebración de paz.
–
Una vez más, trata de no externar con tanta soltura tus sospechas; si hay
alguien escuchando…
–
¿En nuestra propia casa? ¿La que juntos hemos encantado con todos los hechizos
posibles para ocultarnos del mundo? Eso sería casi imposible, a menos que uno
de nosotros dos liberara las barreras, o un mago de primera generación fuera lo
suficientemente inteligente para retarnos… – La mujer encaró a su esposo con
ese semblante recio que al hombre frente a él le exasperaba de sobremanera.
Pero que cuando eran jóvenes, le enamoró también.
–
Eres mi perdición, mujer. La gloria de nuestro linaje ha venido de la mano de
nuestros dones, pero presiento que de la misma manera vendrá nuestro declive. Te
escuché discutir hace unos días con Ryo, ¿vas a contarme de una vez lo que está
pasando?
La
mujer selló los labios con ese gesto de molestia que el hombre reconoce en su
esposa. El matrimonio se sostuvo la mirada, pero no hubo ni una sola palabra
más entre los dos. Ella sospecha lo que sucede con su hijo, pero también está
consciente de que no puede presionar la situación o será peor para su familia.
Él, intuye algo también, la presión que el Concilio Supremo sigue ejerciendo le
produce un mal presentimiento.
--//--//--
Kagami
apartó la mano del chico de cabellos negros y destellos purpúreos cuando quiso
tocarle el rostro. El de rasgos delicados sonrió casi divertido, como si esa
reacción del pelirrojo le confiriera cierta alegría o alimentara su ego.
Kuroko, pendiente de cada movimiento en ambos chicos, sintió ese ardor en las
encías que venía cada que su naturaleza vampírica luchaba por asumir control de
su persona; sin embargo, al peliazul le disgustaba de sobremanera aquel rasgo
de su inmortalidad, no le gustaba la
frialdad de su cuerpo cuando la sangre se le embotaba en las venas y todo lo
que sentía era deseo de morder, de clavar sus colmillos sobre carne y músculo
hasta alcanzar el torrente sanguíneo y succionar. Chupar la calidez de un
líquido carmín que calmara toda esa sensación entumeciéndole de pies a cabeza
no era su acción favorita en la vida. Pero, oh sí, no imagina del todo
aborrecible la idea de morder a este
chico que ha llegado a interrumpir su momento
con el pelirrojo, provocarle algo de dolor y tal vez encantar su alma con algún
maleficio que lo encadene a penares.
–
Control, Tetsuya. Control. Lanzar
maleficios no solo no es mi especialidad, sino que estoy en contra de ello.
Aunque este chico me haga sentir tan molesto… – Se autoconvence dando un
paso atrás, decidiendo si debería retirarse o no. Dudando porque de pronto la
idea de alejarse y dejarles a solas le da náuseas y algo parecido al miedo.
Aunque él se hubiese jurado hace mucho tiempo que no permitiría nunca que los
miedos socavaran sus decisiones.
–
Acusándome de olvidar, Taiga. ¿No eras tú quien decía que jamás olvidarías el
pasado?
–
Cállate, Tatsuya. No tienes derecho alguno a hablar cuando fuiste tú quien me
traicionó antes.
El
intercambio de palabras se queda en eso, la mirada del pelirrojo y el de rasgos
delicados se ancla por segundos que parecen eternos a ojos del peliazul. La
idea de profanar la mente de ambos le seduce, pero desiste cuando el rencor en
los ojos rojos quema como el mismísimo fuego del inframundo debe hacer. Luego
basta una sola mirada más para descubrir la naturaleza del recién llegado.
–
Vampiro. Eres un diurno.
–
Tu amigo tiene talento, Taiga… – El de rasgos delicados sonríe suavemente, casi
parece tranquilo ahora, con su mirada dirigida a los grandes ojos azules… –
¿Qué eres? ¿Mago de segunda generación?
–
Lo que Kuroko es no te incumbe. Además, eres quien ha interrumpido algo que él
y yo estábamos haciendo, así que sólo márchate, Tatsuya, no voy a repetirlo
otra vez.
–
El rencor hace estragos con tu personalidad, Taiga… – Dijo redirigiendo su
mirada al pelirrojo… – Por ahora aquí dejaremos el reencuentro, pero recuerda
esto. Lo que fuimos no desaparecerá tan fácil, ni por el hecho de que te mudes
de país. Me encomendaron una tarea, y voy a cumplirla a costa de lo que sea.
Nos vemos, Kuroko-kun.
El
de rasgos delicados agitó la mano y le dedicó una sonrisa al peliazul, pero sus
ojos reflejaron un tono púrpura que tensó los músculos del pelirrojo. Cuando el
chico se marchó, Kagami permaneció en silencio, ahí plantado en el piso, con
los puños tensos y la mandíbula apretada. Kuroko le observó de arriba abajo, le
dio un vuelco el estómago y luego su mano se movió casi por voluntad propia
hasta posarse suavemente sobre el pecho del pelirrojo.
–
Cálmate, Kagami-kun. Sólo cálmate.
Kuroko
no sabe qué le ha dado el permiso
para tomarse aquella libertad, pero cuando los latidos del corazón del más alto
fueron regulándose, él se sintió más relajado también.
–
Su nombre es Himuro Tatsuya. Es… fue…
–
Shh… – Le silenció posando uno de esos delgados dedos blancos en los labios del
pelirrojo… – No necesito saberlo, y no quiero que te alteres de nuevo. Sentí tu
sangre hervir, estabas a nada de transformarte en licántropo, Kagami-kun.
El
pelirrojo bajó la mirada buscando la del más bajo. Los pozos azules le
succionaron como minutos atrás, solo que había algo diferente entonces. Kagami
no sabía el qué, pero lo sentía en el calor de su cuerpo, en el cosquilleo de
sus manos rodeando la cintura del peliazul.
–
Nunca me había tranquilizado tan rápido, Kuroko. ¿Qué tienes que pareces tener
dominio sobre mí? Qué haces, que tengo tantos deseos de… besarte.
–
Kagami…
–
Shh…
Entonces,
no fue un dedo de Kagami lo que selló los labios del peliazul, si no su propia
boca. Una energía eléctrica les corrió de pies a cabeza apenas sus labios se
encontraron. Kagami no fue suave de ninguna manera, tras un par de roces se
decidió en tomar cada pliegue succionando su carnosidad, presionando suavemente
con los dientes, sintiendo esos latigazos en el vientre por cada suspirito y
jadeo que brotó de labios de Kuroko, devolviéndole el rudo beso con ansiedad.
Sus lenguas se encontraron para desatar una batalla por el dominio absoluto, la
maestría del pelirrojo al enredarse con la del peliazul pudo más que su deseo
de controlar el beso. Saliva y pasión, el sonido casi obsceno del húmedo beso
despertó en ellas una lujuria que ni siquiera sabían que se contenía en sus
cuerpos.
–
Detente, Kagami-kun… – Jadeó el peliazul cuando el más alto atacó su níveo
cuello con lametones indecentes.
–
Por qué, puedo sentir el ardor de tu cuerpo, Kuroko… – Gruñó colando
descaradamente su mano bajo la camiseta, acariciando la fría espalda del más
bajo.
–
No sé. Solo, creo que… ahh~ debemos parar…
–
¡Maldición!
Enfrentaron
sus miradas apenas se separaron unos centímetros. La respiración de ambos
estaba alterada, y el torrente sanguíneo circulándoles en las venas se sentía
demasiado caliente. ¿Qué unía a estas dos supuestas criaturas de la noche?
--//--//--
El
Imperio Akashi. Así se lo conocía al monopolio más importante de toda Asia, la
cadena de negocios con presencia en diversos rubros de la vida
político-económica ha sido ganada por el linaje Akashi a base de lucha
constante y un ejemplar plan de acción que, según dicen, ha sido trazado por
generaciones gracias al inhóspito poder heredado durante milenios y conocido
como el Ojo del Emperador, pero
dominado por contados representantes de la estirpe.
Contados
personajes conocen el funcionamiento interno de la familia, los Akashi son
reconocidos también por saber seleccionar a las personas de quienes se rodean.
Desde la servidumbre, hasta la seguridad; incluso de las amistades de cada uno
de sus integrantes dentro y fuera del negocio familiar.
–
Tu guardia personal me ha informado que te has estado reuniendo constantemente
con un chico fuera de la Universidad, Seijuro.
–
Furihata es un mago de segunda generación, tiene algunas habilidades que me
interesan.
–
Y el hijo de un empleado en la corporación. No me interesan tus motivaciones,
no está dentro de nuestros planes. Y sabes bien que nuestra familia sigue paso
a paso un plan bien trazado.
–
Me da la gana encontrarme con él y ya, no tengo qué darte explicaciones, papá.
Y tampoco tengo que ajustarme a tu plan sin más, pero para que estés más
tranquilo, te aseguro que mi relación con Furihata no afectará en absoluto al
Imperio.
--//--//--
Koganei
Shinji es su nombre, el chico de juguetona personalidad y esa aura que le hace
parecer un minino, es el mejor amigo
de Mitobe Rinnosuke. Se conocieron hace tres años, cuando el silencioso
muchacho le conoció de la forma más sencilla en una tarde de verano, a dos años
de su regreso a Japón y después de una extenuante tarde encerrado en aquel
recinto en la Mansión de su tutor.
Mitobe caminaba por la
calle con paso lento y mirada cansada. El día estaba precioso, cálido pero no
sofocante, y en el cielo serpenteaban pomposas nubes blancas. El barullo de la
gente caminando de aquí para allá realizando compras, charlando por teléfono o
murmurando sus planes del día, no tenían para nada la atención del muchacho.
Cerró sus cinco sentidos a todas esas percepciones de energía que solía
sobrecargar su mente confundiéndole gravosamente. Pero entonces, una estridente
risa le sacó del cansado estupor, viró la mirada inconscientemente en busca de
la fuente de aquel sonido chillón. Sus ojos fueron a parar a la acera del
frente, donde un chico de alborotados cabellos cafés se agitaba de un lado a
otro haciendo escándalo, al parecer, por haber ganado en una de esas máquinas que
él ha escuchado llaman “La Garra”, la caja de cristal a medio llenar de
peluches había sido “derrotada” por la habilidad del chiquillo según parecía.
– Tan contento por un
simple juguete, Koganei.
– ¡No es un simple
juguete, Izuki! ¡Es el peluche que tanto he querido desde que lo vi en la
máquina! Fue una suerte que nadie lo haya ganado antes.
Mitobe vio a la distancia
la forma en que el chico se aferraba a su peluche, un sencillo oso de felpa en
tono rosado. Incluso el silencioso muchacho pensaba que era un juguete
demasiado común para generarle tanta emoción a una persona.
– ¿Vamos a irnos ya?
Todavía tenemos que ir a la biblioteca, Koga.
– ¡Qué impaciente, Hyuga!
Pero está bien, vamos ya. ¡Al fin que ya tengo a mi pequeño Mito-chan!
– ¿Mito-chan? ¿Qué clase
de nombre acabas de ponerle a tu peluche?
– Se me acaba de ocurrir,
fue como una… ¿corazonada?
Los tres muchachos
caminaron a la esquina, Mitobe les seguía con la mirada, incapaz de
desprenderse de aquella menuda figura y la nítida alegría dibujada en la
expresión del chico al que sus amigos llaman Koganei. Les vio cruzar la calle y
echar a andar entonces por su acera. El silencioso muchacho estaba clavado en
su lugar con la mirada pegada a los tres, particularmente a Koganei. Cuando le
pasaron por el lado, juraría haber sentido una brisa de calor juguetear en su
cabello.
– ¿Mh? – Koganei dejó de
caminar junto a sus amigos. Giró el rostro y su mirada se encontró con la de
Mitobe. Ambos sintieron una oleada de calor subirles a las mejillas cuando se
dieron cuenta de que se miraban atentamente… – ¿Quién es él? Tengo una
sensación de familiaridad.
– Koganei, no te retrases,
ya vamos tarde para el entrenamiento.
– Voy… – Dijo, pero sentía
que no podía irse así nada más. Y cuando se dio cuenta, sus pies ya le habían
llevado ante el otro… – Esto… ahm…¿de casualidad nos conocemos de algún lado? –
El chico negó con la cabeza. Koganei sin embargo seguía sintiéndose demasiado
curioso… – ¿Vas a hacer algo ahora? – El chico volvió a negar con la cabeza… –
¡Bien! entonces, ¿te gustaría venir con nosotros? jugaremos un poco de
basquetbol.
Mitobe se le quedó mirando
antes que darle una respuesta. Escuchó a los amigos de Koganei llamarle a los
gritos y acusarle de quién sabe qué tanto, mientras él se defendía diciendo
cosas como “el basquetbol es para todos” y “qué hay de malo en invitarle, se ve
que juega muy bien, ¡tiene cuerpo atlético!” y entonces las mejillas del
castaño se bañaban de un ligero tono rosado.
–
¿Estás recordando de nuevo? – Koganei cuestionó con una sonrisita divertida
mientras se sentaba junto a su amigo en la banca de un parque deportivo. Mitobe
asintió mirándole con una sonrisa dulce. Ese tipo de sonrisas que de un tiempo
para acá hacía estragos con el ritmo cardíaco del castaño… – Sabes, Mito-chan
me contó un secreto anoche.
Mitobe
volvió la mirada prestándole total atención. Todavía le parecía increíble que
haya puesto aquel nombre al peluche de aquel día años atrás sin siquiera
conocerse. “Cosa del destino”, Koganei dijo con algarabía cuando le contó lo
sucedido. Y ahora, luego de cada sesión con su tutor, Mitobe le buscaba para contagiarse de su alegría y admirar
esa personalidad minina en Koganei.
Porque solo así lograba desconectarse de todo lo demás.
--//--//--
El
balón hizo una parábola perfecta antes que clavarse limpiamente en el aro. El
alto muchacho de cabellos verde olivo ajustó los anteojos que resbalaron por el
puente de su nariz y luego continuó lanzando balones al aro. Era así todos los
días por la tarde, cuando el gimnasio se quedaba solitario tras la partida del
equipo de baloncesto representante de su Facultad.
–
Shin-chan~ – Entonces esa voz taladrándole los oídos y desquiciando su casi
nula paciencia, provocó lo inevitable… – Oh, fallaste.
–
Qué quieres, Takao… – Preguntó sin apenas apartar su mirada de su objetivo. El
aro, y un perfecto tiro a la distancia de media cancha.
Ellos
son Midorima Shintaro y Takao Kazunari. Ambos con 19 años de edad,
pertenecientes sin embargo a dos familias completamente opuestas. El primero es
primogénito de una familia de reconocidos académicas sobresalientes en casi
todos los campos económicos. El segundo, hijo de una familia de vida nocturna
en la que él parece ser la excepción a la condición de los suyos.
–
Sabes qué día es hoy.
–
El día en que guardas silencio y me dejas practicar.
–
¡No! – El chico de cabellos azabaches canturreó más que entretenido mientras se
paraba detrás del peliverde.
Luego,
descaradamente, posó sus manos sobre la ancha espalda acariciando hacia arriba
hasta acabar en los hombros. Sintió entonces la tensión en cada músculo, escuchó
el gruñido inconforme y luego vio con orgullo (algo masoquista) cómo a pesar de
su vago intento de distracción, Midorima encestaba el balón en el aro.
–
Shin-chan, ¿no te aburres?
–
No. Perfeccionar mi habilidad no es aburrido.
–
No estoy hablando del basquetbol, sino de tu habilidad elemental.
El
peliverde finalmente dio media vuelta para encarar al peliazabache. ¿Cómo lo
sabe?
--//--//--
Modelo,
deportista destacado y primogénito de una de las familias más importantes en el
medio del espectáculo. Él es Kise Ryota, muchacho de 18 años que cursa en la
Facultad de Artes, pero que dedica sus tiempos de ocio a otras actividades. Enamorado
hasta la médula de un joven un año mayor que estudia en la Facultad de
Administración y que, hasta el momento, simplemente se niega en caer en sus
encantos.
–
¡Y vaya que soy encantador! ¡Y sexy! ¡Murocchi~ por qué Kasamatsu senpai no me
hace caso!
–
Tal vez si le regalas dulces.
–
No todas las personas son glotonas como tú.
–
Entonces no molestes, o te destruiré.
El
rubio se largó a llorar. A hacer un poco de drama en realidad. Realmente quería
que su senpai le mirara, pero cada
que el modelo hacía un nuevo intento por seducirle,
el mayor le mandaba lejos de una patada. A veces, muy literalmente.
--//--//--
–
¿Duele?
–
¿Qué cosa?
–
Cuando… cuando te transformas en licántropo. He leído en algunos libros de la
biblioteca en mi casa que la transformación produce dolor. Ya que hay un total
cambio en la anatomía.
–
Bueno, duele siempre, pero no es insoportable. No cuando te acostumbras y
aprendes a dominar la transformación… – El moreno miró de soslayo al castaño.
Sakurai jugueteaba con sus dedos pero no le miraba ni de reojo, parecía
nervioso ahí, sentado a su lado sin nada más que decir. O tal vez muchas
preguntas que no se atreve a realizar… – ¿La magia duele de alguna manera?
Cuando haces algún hechizo complicado, o algo.
–
Solo si el uso de la magia es superior a tu dominio sobre ella. Cuando era niño
a menudo me desmayaba o me producía algunas heridas cuando practicaba hechizos
que eran nuevos. Una vez casi incendié el jardín lateral de mi casa, me quemé
las puntas de los cabellos. Mi mamá dice que ha habido magos que mueren usando
sus dones, porque nuestros cuerpos no soportan tanto poder.
–
Ryo… – Cuando el castaño volvió la mirada. La boca del moreno atrapó la suya
con brusquedad. Tal parece, que se lo comería
otra vez.
Continuará……
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