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De
Estrategias ardientes y Entrenadores
Novatos
El
cerebro de Ukai se ha trabado en aquella pregunta y la cantidad de
explicaciones que puede tener para tal cuestionamiento. No necesariamente es
que el sensei esté insinuando que tiene interés por besar a un hombre, y menos
a él, aunque sea el único con quien está sentado en la barra de un bar que,
para empezar, no es visitado por gays. Uno pensaría que es netamente
curiosidad, o que busca algún tema en particular de conversación quizá para
discutir puntos de vista.
Mientras
el rubio maquinaba una y mil formas de explicar la naturaleza del
cuestionamiento del sensei, Takeda sonreía bobamente, algo mareado por el licor
en su sistema. Tenía en mente la situación que, inevitablemente, dos de los
chicos más responsables del Club le han confiado esa tarde. La razón por la
cual Daichi y Sugawara han decidido partir en dos el tipo de relación que
llevan. Por un lado, un noviazgo imprevisto y casi prematuro que surgió en gran
medida por la convivencia y la similitud de intereses; por otro, la difícil
decisión de separar la vida escolar de la personal. Suena lógico, hasta cierto
punto, decidir mantener ciertas distancias. Entonces, Sugawara decide
sacrificar su rol en el Club y renunciar al voleibol de instituto; pone por
encima su amor por Daichi y se queda únicamente con la relación de pareja
suficientemente sustentable en clases, más no en el Club. Tiene cierta lógica
sí, pero honestamente a él le confunde bastante. Para empezar, ¿cómo es que se
enamoraron siendo ambos chicos? Claro, en el amor el género nada tiene qué ver,
como muchas veces tampoco la edad u otras variables. Así que, Takeda está
curioso, se pregunta si podrá hablar de esto con alguien más, alguien como Ukai
quien, está seguro, debe tener experiencia suficiente en relaciones amorosas.
Solo falta saber si podrá ser algún tipo de experiencia homosexual.
–
Voy a los sanitarios, Ukai-kun.
El
sensei se levanta de pronto, el rubio asiente todavía absorto en su tren de
pensamientos, pero tiene suficiente lucidez para seguir los movimientos del
mayor. Le ve tambalearse y disculparse con cada persona –y aún mueble– en su
camino hacia los baños. Suspira y sonríe ligeramente divertido, debe ser todo
un caso estar con el sensei ebrio.
–
Voy contigo, Takeda-senpai.
–
Oh, debo lucir algo patético ahora, ¿no?
–
Diría que resulta gracioso, Takeda-senpai.
–
Nunca había bebido cerveza luego del sake, creo que… es mala combinación.
–
Lo es… ¡Cuidado! – El rubio alcanzó a sujetarlo por la cintura antes que el
sensei se fuera de bruces hasta el piso luego de tropezar con una silla, o
quizá se enredó con sus propias piernas.
–
Lo siento, soy algo torpe estando borracho.
–
No se preocupe, Takeda-senpai, yo le ayudo a llegar.
–
Gracias… – Respondió tímidamente.
Cuando
finalmente llegaron a los sanitarios, el rubio se sorprendió de lo desinhibido
que el sensei resultó para bajarse el zipper y orinar, casi había jurado que le
pediría no mirar o se encerraría en un cubículo. El mayor suspiró mientras
desahogaba la vejiga, ajeno totalmente a la mirada del rubio sobre su hombría.
El rubio tragó hondo, su propia entrepierna comenzaba a reaccionar ante aquella
visión, el tronco lampiño, el vello en la base dándole cierto toque varonil, la
punta húmeda y rojiza. Ukai sintió su cara caliente, pero no era lo único que
estaba ardiendo entonces.
–
¡Mierda! ¡Por qué diablos estoy
reaccionando así ante un hombre! No soy gay, nunca me había sentido atraído de
esta manera por alguien más. Estoy excitado solo de ver su pene. ¡Maldición!
–
¿Pasa algo, Ukai-kun? – Takeda preguntó inocentemente tras terminar su
necesidad, no tomando necesariamente en cuenta el hecho de que el rubio
estuviera observándole con hambre.
–
Nada. Absolutamente nada… Excepto que de
pronto tengo ganas de empujarte contra el muro y tocarte. ¡Ah, mierda! ¡Esto no
me puede estar pasando a mí!
El
sensei se lavó las manos y echó agua también en su rostro. Ukai continuó observándolo,
sin anteojos y con el cabello mojado pegado a la frente se veía incluso más
atractivo. El rubio lo imaginó completamente empapado, con la camiseta pegada a
su cuerpo y gotas de agua cayendo de su cabello y resbalando por el mentón. La
imagen resultó erótica en su pensamiento, y su cuerpo en respuesta se encendió
otro poco.
–
Takeda-senpai, por qué me preguntaste hace un momento si alguna vez había
besado a un hombre.
–
Oh, eso. Vayamos por otro tarro de cerveza, Ukai-kun.
–
Senpai…
–
Hay cosas vergonzosas sobre las que no se habla, pero un hombre borracho es
como los niños y dice la verdad, ¿cierto?
–
Mh, supongo.
Volver
a la barra ya fue de por sí un sufrimiento para el rubio, el hecho de que su
entrepierna incomodase bajo el pantalón solo fue añadiendo frustración conforme
el sensei bebía y sus mejillas se tenían de rojo, a juego con la cantidad de
palabras que salían de su boca a medio parlar por la lengua trabada. Y esa
risita avergonzada, algo tonta y ladina, y la forma constante con que los
anteojos de grueso armazón resbalan en el puente de la nariz perlada de sudor.
–
Ukai-kun~ ¿crees que Sugawara-kun y Daichi-kun hacen linda pareja?
–
¿Qué?
–
Son tan responsables~ no los imaginaría nunca haciendo algo que perjudicara sus
estudios ni la permanencia en el Club… – Dijo entre hipidos.
–
Ciertamente parecen de ese tipo de chicos responsables.
–
Entonces no puedo entender por qué Sugawara-kun renunció al Club. Dijiste que
su carta de renuncia era irrevocable y que aunque intentaste hablar con él, no
cambió de opinión.
–
Ellos dos están enamorados.
–
¿Ah?
–
Tan enamorados que me dan ternura~ hacen linda pareja, ¿verdad?
–
Eh… espera, ¿es en serio? ¿Sugawara y Daichi están en esa clase de relación?
Takeda
asintió, llevándose el tarro a los labios otra vez. Ukai le observó medio
aturdido por la noticia de los adolescentes, medio hipnotizado por la forma en
que el mayor bebía, dejando que unas gotas del líquido amargo resbalaran por
las comisuras de sus labios.
–
Por eso me preguntaba si podrías ayudarme.
–
¿Ayudarte?
–
Sí. A entender su relación, a saber cómo apoyarlos ahora. Soy su sensei después
de todo.
–
Ah, por eso me preguntaste antes sobre si he besado a un hombre. Bueno, la
respuesta es no, Takeda-senpai, pero… – El rubio bebió de una lo que quedaba de
su propia cerveza, atontando un poco sus ya adormilados sentidos. Que tanto el
mayor como él llevan al menos cuatro tarros de cerveza, previamente habían
ingerido una botella de sake cada uno… – ¿Quieres probar?
–
¿Eh? Te refieres a… ¿besarnos? – Dijo señalando al rubio y luego a él.
–
Es una sugerencia. Y no tengo problemas con ello si tú no los tienes tampoco.
–
Oh… – Las mejillas del sensei se encendieron mucho más… – Bueno, eso es un
poco…
–
Quedará entre nosotros, senpai.
–
Pero… ¿aquí?
–
Podemos… buscar algún sitio… – Aunque eso
suena aún más extraño.
–
Mi casa. Podemos, ir a mi casa, Ukai-kun.
¡Oh
por Dios! Ukai celebró mentalmente la propuesta del sensei. Y en cosa de
minutos estaban allí. Una casa modesta, con un bien cuidado Jardín típico
japonés, dentro olía a lavanda y todo estaba pulcramente ordenado. No esperaba
menos del sensei, se notaba a leguas que era totalmente dedicado y cumplido,
incluso como hombre soltero.
–
Ukai-kun…
–
¿Alguna vez te habían dicho que posees cierta sensualidad inocente?
–
¿Qué? Ukai-kun está más ebrio que yo… – Dijo riendo bobamente.
–
Lo digo en serio, Takeda-senpai.
–
Ukai…
Las
palabras entonces no fueron más necesarias. Ahí, en medio de la estancia, Ukai
sujetó la cintura de Takeda con una mano y se inclinó para besarle. No fue nada
tierno, el licor, la ansiedad y la adrenalina ante lo desconocido hicieron lo propio por los dos. Se besaron con ardiente
pasión, enredando las lenguas y mordiéndose los labios, mezclando sus salivas y
respirando apenas lo altamente necesario para continuar con aquel fogoso
intercambio de fluidos.
Por
un momento Ukai renegó mentalmente, no quería ni pensar dónde o con quién había
aprendido a besar así. Sin embargo rápidamente relegó todo aquello al fondo de
su mente, necesitaba emplear toda la energía y concentración que poseía en
registrar las sensaciones y disfrutar de tan sedosos y exquisitos labios.
–
¡Oh, que increíble beso!
–
¡Maldición!
Ukai
atacó nuevamente la boca de Takeda, y sin estar plenamente conscientes de sus
actos, ambos jóvenes fueron aumentando la pasión de los besos, el calor de sus
cuerpos deseando más y más contacto con el otro. Quizá era el licor
circulándoles en las venas, quizá el tiempo de no tener contacto íntimo con
alguien más, quizá la curiosidad o simplemente la lujuria; el hecho fue que las
ropas fueron sacadas camino a la habitación del sensei. Y cuando cayeron al
lecho, el roce de sus pieles desnudas incentivó la libido floreciente en sus
ansiedades, el deseo reprimido y acumulado de años, casi toda una vida.
–
Ahh Ukai~ – Takeda jadeó abochornado pero encantado con las atenciones, la
lengua del rubio se paseaba insistentemente por su torso y jugueteaba en su
ombligo, le ponía la piel chinita e inyectaba su virilidad de deseo.
–
Cómo un hombre como tú tiene un sabor tan dulce y una piel tan tersa,
Take-senpai… – Dijo anonadado en la belleza masculina, en la forma en que el
cuerpo del más bajo reaccionaba a sus caricias insinuantes.
–
Nhh, no… no digas esas cosas, ahh~
–
¿Puedo tocarte aquí también?
Ukai
bajó la mano hasta la erección del mayor, sujetando únicamente la punta de
esta. Takeda bajó la mirada al mismo tiempo que se erguía un poco apoyándose en
sus codos. La vergüenza y el deseo se dibujó en toda la expresión de su cara
cuando asintió. La lengua del rubio salió al instante, trazó una línea por toda
la extensión lamiendo desde la punta hasta la base, repitiendo la acción varias
veces antes que llevar a su boca aquel trozo de carne inyectado de sangre y
rebosando de deseo.
–
Nghh~ Ukai~
El
sonido húmedo de las succiones inundó la habitación, y al mismo tiempo
incentivó un poco más la excitación de Ukai, cuya palpitante erección se
mantenía erguida comenzando a chorrear su propio deseo. El rubio se tocó con
una mano, aunque era complicado coordinar más de una acción a la vez,
practicarle sexo oral al sensei le parecía más provechoso y ocupaba toda su
concentración.
–
Ahh, ahh~ b-basta… Ukai, más despacio~
Un
chasquido húmedo siguió la acción del rubio cuando sacó el falo del mayor de su
boca, la punta comenzaba a mostrar algunas gotas de la semilla del sensei, así
que él no pudo contenerse y presionó la base impidiendo que se corriera.
–
Ukai, duele…
–
Aguanta un poco, Take-senpai. Quiero que me toques también, por favor.
El
mayor levantó la mirada enfocándole entre espasmos de placer, asintió y fue su
turno de colocarse a cuatro sobre la cama, mientras que Ukai se sentaba sobre
el colchón y dejaba al descubierto su tronco. Takeda tragó hondo, era más grande su orgullo, lo sujetó con una
mano y sintió de inmediato contra la palma lo caliente del tronco. Acarició
arriba y abajo sintiéndose un poco inseguro, tratando de recordar en su mente
nublosa la forma en que él fue atendido.
–
Mi lengua, mi boca. Tengo que hacérselo
igual que él a mí.
Takeda
se inclinó hasta que su rostro quedó frente a la hombría del menor de los dos,
su cálida respiración alterada acarició el pene de Ukai haciéndole sentir
todavía más excitado ante la expectación.
–
¡Oh shit!
Exclamó
encorvando involuntariamente la espalda, cerrando los ojos y llevando una mano
a la cabeza del mayor, enredando sus dedos en los oscuros mechones conforme las
sensaciones de placer le atacaban. La boca de Takeda subía y bajaba por el
tronco, su lengua rugosa y caliente le acariciaba al mismo tiempo, y entre
succión y succión sentía cómo la punta de su falo tocaba la garganta del
sensei, provocándole algunas arcadas que a su vez producían más saliva
empapándole de la punta a la base. El sonido húmedo era cuanto más exquisito y
placentero.
–
¡Mghh! Takeda, nghh.
Ukai
sintió que podría correrse pronto como siguiera así. Quizá por causa del licor
o el tiempo de inactividad sexual, o quizá simplemente el hecho de que estaba
sobreestimulado por la seductora presencia del mayor. El rubio enfocó la
mirada, al frente tenía una impresionante vista erótica, la espalda de Takeda
perlada en sudor, y al final, el firme trasero al aire, levantado por inercia
de la postura. Su mano viajó inconscientemente por la columna hasta el extremo,
acarició los glúteos y uno de sus dedos se paseó por el medio de ellos rozando
un sitio tan íntimo que una punzada de deseo sacudió todo su cuerpo y, sin que
lo hubiera previsto ni mucho menos podido evitar, se corrió en la boca del
mayor.
–
¡Mierda, lo siento! ¡Escúpelo!
Takeda
le miró con los ojos vidriosos y tragó. Ukai hizo una mueca de desagrado porque
no podía siquiera imaginarse lo desagradable que podía ser tragarse el semen de
otro hombre. Aunque a él de pronto no le habría importado probar al sensei.
Unas gotas de su semilla colgaron de las comisuras de labios del mayor, gotas
que mismo Takeda limpió con sus dedos.
–
Tan jodidamente sexy. Me pregunto si
estará consciente de su erotismo.
–
Ukai…
–
¿Quieres venirte?
–
Sí. Pero yo, también… también te quiero… aquí… – El mayor se giró mostrándole
su intimidad, posó su cabeza en la almohada y levantó el trasero, separándose
los glúteos con las manos y sintiendo cómo su erección goteaba su propia
semilla.
–
¡Mierda! ¿Pretendes enloquecerme, Take-senpai?
El
mayor no dijo nada, simplemente continuó mirándole con esos ojos llorosos y las
mejillas arreboladas de carmín. El rubio se hincó acomodado entre las piernas
del sensei, admiró el orificio apretado y meditó cómo hacerlo.
–
Las mujeres lubrican por sí solas, un
hombre… – Ukai llevó su lengua al orificio comenzando a lamer alrededor,
dejando saliva y sintiendo cómo rápidamente su falo se erguía al escuchar los
jadeos incontrolables del mayor.
Takeda
se retorcía involuntariamente, mareado por el licor y el placer no podía tener
control alguno sobre su cuerpo. Ukai pasó una mano bajo el vientre del mayor y
la dirigió a la boca de éste, Takeda no dudó en tomar los dedos con ella y
lamer, dejar que su saliva los mojase mientras permanecían dentro de su boca y
simulaban embestidas. Más tarde esos dedos abandonaron su boca pero ocuparon el
espacio de su comprimida intimidad. Le arrancó jadeos incómodos e incluso
dolorosos cuando dos dígitos empujaban dentro dilatándole.
–
¡Mhh! – El gritó ahogado que amortigua contra la almohada mientras la muerde y
siente cómo el pene del rubio penetra su cavidad y toma su virginidad.
Las
primeras estocadas fueron realmente dolorosas, sin embargo Takeda no lo detuvo,
y Ukai no se enteraba del todo porque el rostro del mayor permaneció contra la
almohada. Le costó un poco moverse al principio pues a pesar de haberle
dilatado, se sentía apretado y rígido, pero luego de unos instantes pareció
cogerle el truco y sus estocadas fueron más hábiles como placenteras, para
ambos. Su mano volvió a pasar por debajo del cuerpo del sensei hasta alcanzar
su hombría para estimularlo, bombeando más o menos al ritmo de sus embestidas,
minutos más tarde de estimulación y placer, el éxtasis llegó para ambos.
Poco
después el cansancio y la embriagues los llevó hasta brazos de Morfeo,
durmiendo plácidamente uno a lado del otro. Pero cuando el alba despuntó a la
mañana siguiente y los ojos de ambos chicos se abrieron paso bajo los pesados
párpados, la sorpresa no fue la resaca, sino el saberse desnudos en la misma
cama y apestando a sexo y sudor.
–
Oh mierda, en verdad lo hice con el
sensei.
– ¡Oh mi dios! Tuve sexo
con Ukai-kun.
--//--
Yamaguchi
despertó como todos los fines de semana, temprano para acompañar a su madre a
realizar las compras de la despensa para el resto de la semana. Recibir un
texto de Tsukishima a esa hora del día era extraño, pero le daba gusto por
encima de todo.
– ¿Acaso somos estúpidos
los dos? No, más bien me has contagiado, Yamaguchi. Anoche te dije que te
recogería para irnos a la escuela, no me corregiste con que era sábado, estaba
por salir cuando mi madre me preguntó a dónde iba. ¡Estúpido Yamaguchi por qué
no me dijiste que era sábado hoy!
– Lo siento, Tsukki.
Anoche estaba sorprendido por… por todo. Lamento mucho que hayas madrugado en
sábado.
– No hables, quién dice
que no me levanto temprano los fines de semana. Solo me cambié y aproveché para
salir a correr. ¿Qué harás esta tarde?
– ¿Esta tarde? Vendrá
visita. Unos amigos de mis padres.
– ¿Solo ellos?
– ¿Eh? Bueno, tienen un
hijo de mi edad, supongo que querrán que mate el tiempo con él.
– Me niego. Vamos a
salir.
– ¿Qué? No puedo
negarme, Tsukki.
Después
de eso Yamaguchi no había recibido ningún otro mensaje. Y él no había tenido
tiempo ni cabeza para pensar en ello cuando su madre ya le estaba gritando para
marcharse. El resto del día fue extraño, demasiado ocupado con los preparativos
para la comida y la recepción de los amigos de sus padres. El momento de la
reunión se dio alrededor de las dos, estos amigos venían de una ciudad vecina y
eran amables y divertidos, el hijo de ellos también.
–
Soy Fujimi Arita, es un gusto conocerlos… – El chico era casi tan alto como él,
pero tenía el cabello negro brillante y lacio caía hasta sus hombros, los
rasgados ojos poseían un peculiar azul índigo que, seguramente, heredó de su
madre, de nacionalidad alemana.
–
Bienvenidos, vamos a comer todos.
Las
memorias de los mayores pronto se hicieron espacio en la conversación, mientras
que los adolescentes estaban más bien un poco aburridos y fueron enviados a la
habitación de Yamaguchi. El chico se sentía ligeramente incómodo, pero no
renegó.
–
¿Cuántas son?
–
¿Eh?
–
Tus pecas. ¿Alguna vez las has contado?
–
N-no.
–
Creo que son lindas, y te hacen lucir atractivo, Yamaguchi-kun.
--//--
En
Tokyo, Kenma era arrastrado como cada vez desde su infancia, a seguir los
pasatiempos de su amigo Kuroo. El peliteñido iba aletargado metido en su móvil,
confiado de los reflejos del más alto ni siquiera se preocupaba por sostenerse
en el metro, si el movimiento era brusco y perdía el equilibrio, seguramente
Kuroo le sostendría.
–
¿Aún te mensajeas con ese chico de Karasuno?
–
Sí.
–
¿De qué charlan?
–
Su primer beso.
–
¿Mh? ¿Un chico como él ha tenido ya su primer beso? No lo hubiera imaginado.
–
Creo que… es raro.
–
¿Por qué?
–
Sale con su setter. Kageyama-kun.
–
Oh. Eso sí es sorpresa.
–
Parece interesante.
–
¿El qué?
–
Dos chicos saliendo así.
–
¿Tú quieres? – Kuroo sonrió ante la mirada felina de su amigo, la seriedad casi
aburrida de sus facciones a él siempre le ha fascinado. No es tan difícil de
leer como parece… – Tú eres nuestro setter, Kenma.
–
No.
–
¿Por qué no?
Kenma
encogió los hombros. No tenía una respuesta, o quizá simplemente no tenía la
voluntad para expresarla.
--//--
Kageyama
practicaba en el patio de su casa, sin embargo no podía concentrarse. Le
hormigueaba algo en la boca del estómago y todo lo que tenía en la mente era el
recuerdo del beso que se diera la noche anterior con Hinata.
–
Ese idiota. Seguramente ni siquiera se acuerda. ¡Tsk!
Enfadado
con su propio comportamiento, el peliazabache se resignó por ahora y abandonó
la práctica. Tomó la ducha y se dispuso a mirar un poco de tv, sin embargo le
resultaba aburrido. Quería ver al pelinaranja…
– ¿Qué estás haciendo?
Kageyama
esperó y esperó, pero no le llegó una respuesta. Miró a su móvil con
frustración y se levantó por algo de agua. Quizá estaba volviéndose algo loco,
pero le retumbaba en los oídos el tic tac del reloj de pared que su madre ha
colocado en la estancia.
–
Ese idiota, qué está haciendo que ni siquiera puede contestarme.
--//--
Hinata
se carcajeó nerviosamente cuando sus antiguos amigos de escuela le preguntaron
cómo le estaba yendo en Karasuno.
–
Esto. Me ha ido bien. ¡El equipo es increíble! ¡El as es impresionante! ¡Todos
lo son!
–
Incluso el setter, dijiste que fue el chico contra el que perdimos en el torneo
aquella vez.
–
S-sí. Kageyama es un bastardo de mal carácter, pero es un genio.
–
¿Se llevan bien?
–
Bueno… – Tan bien que hasta somos novios.
¡Ah, por qué me estoy acordando de eso! – Gimoteó en pensamientos.
–
Oye, Shoyo, cuándo piensas atender tu móvil, parece que alguien te busca
urgentemente.
El
pelinaranja se mordió el labio inferior. ¿Sería Kageyama otra vez? No le ha
contestado su mensaje porque se siente demasiado nervioso. ¡Ni siquiera sabe
exactamente cómo enfrentarlo cuando vuelvan a la escuela!
--//--
Sugawara
y Daichi se han reunido esa mañana con la doctora que atendió al peliplatino
antes durante su prueba de embarazo. Les ha hablado acerca de todos los
cuidados y dado algunos consejos. En pocas palabras se ha convertido en quien
será su médico personal durante los meses de la gestación. Por la tarde-noche
han ido de cita, al cine y luego a cenar. Están emocionados aunque ligeramente
preocupados también. Hay muchas y muchas cosas sobre las qué pensar.
–
Hablemos cuanto antes con nuestras familias, Suga.
–
¿Estás seguro?
–
Si esperamos a que el embarazo avance de todas maneras llegará el momento en
que no podremos ocultarlo. Quizá lo mejor sea enfrentar las cosas desde ahora.
–
Me da un poco de miedo, Dai.
–
Lo sé. Pero voy a estar contigo, no voy a soltar tu mano ni un solo momento.
Daichi
dio un ligero apretón a la mano enlazada a la suya, Sugawara asintió y se dejó
envolver en sus brazos cuando le apretó contra su cuerpo, ocultos en una calle
oscura como siempre que querían ser cariñosos el uno con el otro.
–
A veces esto duele, Dai.
–
¿Te apreté?
–
No, tonto… – Dijo sonriendo suavemente… – Escondernos.
–
Oh. Lo siento. Por no haber podido evitar caer en el amor por ti, Suga.
El
peliplatino suspiró sintiéndose emocionado por aquella respuesta. Y pronto
olvidó por qué dolía amar a otro chico y ocultarse para hacerlo.
--//--
– Noya,
¿me quieres?
– Qué clase de pregunta
me haces ahora, Asahi.
– Lo siento, sigo celoso
por lo que me dijiste antes. Sé que Tanaka es tu amigo, pero… no puedo evitar
sentirme desplazado por tu amistad con él.
– No me gusta sentir que
me controlas.
– No intento
controlarte. Solo quiero sentir que realmente te importo.
– Si la forma en como te
lo muestro no es suficiente, entonces tal vez debamos terminar, Asahi.
Continuará…
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