~~*~~
De
besos “rápidos” y la “vista al otro lado del muro”
Daichi
buscó la oportunidad de hablar con Sugawara durante casi todo el día de
escuela, pero el peliplatino le estaba evadiendo con maestría. El Capitán sabe
perfectamente que su setter está enfadado; no, más que eso, decepcionado de él
como pareja. Y lo comprende, en serio que sí, porque una vez que volvió a su
casa la noche anterior y reflexionó acerca de todo lo sucedido, comprendió cuán
mal estuvieron sus palabras. Lo que Sugawara más había necesitado de él en
aquellos momentos era su total apoyo, y era lo único que no le había ofrecido.
–
Tampoco me contesta los mensajes a su
móvil, mucho menos una llamada. Está tan herido que me castiga con su silencio
e indiferencia. Está bien, ya admití que me equivoqué, por qué no me deja
hablar con él apropiadamente.
Frustrado
por las evasivas de su novio –que estaba que rezaba a todos los dioses habidos
y por haber que aún lo fueran y el peliplatino no tuviese otra cosa en mente–,
Daichi caminó rumbo al gimnasio con la puntualidad de siempre para las
prácticas. Aunque justo en ese momento lo que menos quería era pisar la duela
sabiendo que está en tan malos términos con Sugawara. Los rechinidos de tenis y
el golpeteo del balón contra palmas y duela se escuchaba claramente por el
pasillo, los gritos de Hinata y Kageyama ya estaban inundando el gimnasio.
Daichi sonrió, ese par tenía tanta energía que había ocasiones en que sí le
hacían sentir viejo.
–
Daichi-kun…
–
Sensei… – El Capitán inclinó la cabeza a modo de saludo cuando se giró para
encontrarse con Takeda, el profesor le sonrió gentilmente.
–
Hablé con Ukai-kun para pedirle un favor, así que por ahora está bien si no
entras ahí.
–
¿Eh?
–
Pregunté a tus profesores acerca de tu rendimiento del día, cada uno de ellos
me dijo básicamente lo mismo, que no has estado para nada atento a sus clases.
Y Sugawara-kun también ha estado distraído. Que dos de sus alumnos estén así
cuando por lo menos son atentos y se esfuerzan en cada clase señala que algo no
anda bien. busca a Sugawara-kun, y cuando consigan arreglar sus asuntos vuelve,
Daichi-kun.
El
Capitán apretó el cincho de su bolso, había muchas sensaciones corriendo por su
cuerpo, estaba preocupado por muchas cosas a la vez, pero tras observar la
determinación en la mirada de Takeda-sensei, comprendió que él, siendo adulto y
teniendo otro tipo de pensamiento más maduro que el suyo, debía tener razón.
–
Gracias, sensei.
Dio
media vuelta y pasó a lado del sensei al retirarse, con suerte no se encontró
con ninguno de los chicos del equipo, no tenía ni idea de cómo debía explicar
su ausencia, y la de Sugawara. Apresurado por las circunstancias, Daichi volvió
a llamar a Sugawara por móvil, pero como durante todo el día, su llamado no fue
atendido. Envió otro texto y esperó por al menos treinta minutos hasta que,
finalmente, recibió una respuesta.
Se
reunieron en el descanso de las escaleras a la azotea, la mayoría de los alumnos
se han retirado a sus clases, y solo algunos permanecen en actividades de sus
respectivos clubes, pero nadie pasa por ahí a esa hora, así que es lo
suficientemente privado para ellos. Daichi y Sugawara estaban uno frente al
otro en los extremos del descanso, cada uno recargado en el muro, el
peliplatino tenía los brazos cruzados y no le estaba mirando directamente, esos
gestos que el capitán bien le conoce de cuando está de mal humor. Aunque la
gente suele pensar que Sugawara nunca se enoja porque siempre sonríe o está
dispuesto a conciliar opiniones, Daichi le conoce esas facetas de su
personalidad que, justo ahora, le resultan incluso más preciadas.
–
¿Y bien?
–
Ah, sí… – Daichi carraspeó, estaba nervioso. Hacía tanto tiempo que no
experimentaba esto con Sugawara… – Takeda sensei me dijo de tu carta de
renuncia al Club.
–
No voy a volver al Club, no necesitas venir a tratar de persuadirme.
–
No pensaba hacerlo, Suga. No te pediría que siguieras en el Club en tu estado,
debes cuidarte, por dos ahora.
Daichi
se reprendió mentalmente. No estaba usando las palabras adecuadas ni mostrando
arrepentimiento alguno, o el cariño suficiente para llegar nuevamente al
corazón de su novio, y Sugawara es una persona muy sensitiva. El silencio se
instaló incómodo en el ambiente, pero el hecho de que el peliplatino no
estuviera marchándose le dio a entender al capitán que estaba esperando más de
él. Y él tenía más para darle, por supuesto.
–
Siento mucho mi reacción de ayer, nada justifica la forma en que actúe, Suga.
Fue mucha la sorpresa, y creo que me aterré.
–
Yo también estaba aterrado, Dai. Aún lo estoy. Pero, dolió mucho el solo hecho
de que titubearas, que me hicieras pensar que considerarías la opción de
interrumpirlo.
–
Suga…
–
No estábamos hablando de cualquier cosa, sino de nuestro bebé. Un trocito de
vida concebida entre tú y yo. Aunque suene cursi, es el fruto de nuestro amor,
Daichi, ¿no es así? – Sugawara dijo con lágrimas acumulándose nuevamente en sus
bellos ojos.
–
Sí, Suga, es así… – Daichi avanzó algunos pasos, vio los hombros de su novio
temblar, le vio morderse los labios también y sollozar… – Koushi, lo siento. Lo
siento mucho… – Redujo del todo la distancia abrazándole entre sus brazos, el
peliplatino no se resistió, contrariamente aferró sus manos en la espalda ancha
de su novio, derramando su llanto en su hombro.
–
¿No vas a dejarme, Dai?
–
Claro que no, Suga.
–
¿Quieres al bebé tanto como yo?
–
Tanto como tú, Suga. Tú lo acabas de decir, es nuestro bebé, el fruto de
nuestro amor. Cómo no voy a quererlo.
–
Me asusté mucho ayer, realmente parecía que no lo querías.
–
Porque soy estúpido y hablé sin pensar. ¿Puedes perdonarme?
–
Solo si me amas. No, solo si nos amas, a los dos… – Sugawara se separó apenas
lo suficiente para mirarle a los ojos.
–
Los amo, Koishi amo a nuestro bebé tanto como te amo a ti… – Sus dedos fueron a
las mejillas del peliplatino limpiando el surco de lágrimas, luego le besó
cándidamente los fríos pómulos y bebió las lágrimas que pendían de sus
pestañas… – Tendremos mucho qué hablar aún, y más que enfrentar. Nuestras
familias, al sensei y al entrenador Ukai, al equipo. Tenemos muchas decisiones
que tomar aún, Suga, pero te prometo que de ahora en adelante, no recibirás más
que amor y comprensión de mi parte. Voy a cuidar de ti, de nuestro bebé, de
nosotros.
–
Y yo voy a confiar en ti, Sawamura Daichi… – Dijo sonriendo suavemente,
tallándose la nariz con el dorso de la mano y sintiéndose de repente demasiado
infantil y vulnerable, pero por sobre todo, amado como antes de la pelea de
anoche… – Te maldije mucho desde ayer, estaba tan decepcionado y enojado.
–
En tu lugar habría reaccionado igual. De hecho, creo que soy afortunado de
tenerte, si fueras una persona rencorosa, no me habrías dado siquiera la oportunidad
de hablar, Suga.
–
No pude soportarle por más que esto. Es más, desde tu primer mensaje en la
mañana quise responderte y perdonarte. No tienes idea de cuánto necesitaba que
me abrazaras así, que me dijeras todo lo que acabo de escuchar. Sé que estabas
asustado, tal vez debí decírtelo de otra manera. Yo también pensé en el futuro,
en que tengo 17 y que este era mi último año en el Club. Pero entre el voleibol
y nuestro bebé, ni siquiera tuve que meditarlo demasiado.
–
Sabes que aún estoy sorprendido. Todavía se siente como algo irreal, que estés
embarazado… – Daichi le separó otro poco solo para posar su mano sobre el
vientre plano de su novio… – Es increíble que nuestro bebé esté allí dentro,
creciendo, tal vez escuchándonos. Seguramente él también estuvo decepcionado de
su padre anoche.
Sugawara
negó agitando la cabeza de un lado a otro, apoyando su mano sobre aquella que
le acariciaba el vientre con súbito cariño.
–
Hablé con él ni bien me marché anoche, le dije que no debía estar enojado con
papá Dai, que tenía que entenderlo porque hablarle de su existencia era una
noticia muy grande que le había dejado noqueado. Le dije, que conocía bien a su
papi, que vendría a pedir perdón y le amaría, porque no puede menos que amar lo
que viene de él y el chico a quien no solo le ha jurado amor, sino que se lo ha
hecho sentir durante mucho, mucho tiempo. Le dije, que no había entregado todo
de mí a un chico cualquiera, que venía del amor. Del amor entre los dos, porque
te amo Daichi. Y creo en cada una de las ocasiones en que me has dicho esas
mismas palabras. Así que no te preocupes, nuestro bebé confío mucho más en ti
de lo que su madre porque estaba
momentáneamente herido.
–
Te Amo, Suga. Los amo a los dos… – Daichi volvió a estrecharle entre sus brazos
con todo el cariño del que era capaz en aquellos instantes.
Le
abrazó y le llenó el rostro de besos, dejando sobre los aterciopelados labios
de su novio el amor que con palabras nunca podría terminar de expresar.
Sugawara enredó sus brazos alrededor del cuello de su novio respondiendo ese
beso dulce y pausado, las caricias de labios se sentían fervientes al tacto, el
juego de sus lenguas participando en aquel sedoso intercambio de sentimientos
encendió aquella llama que les avivaba el alma misma y plagaba sus corazones de
plenitud. Mutó el beso en dulce pasión, en húmedas sensaciones de placer.
Cuando rompieron el contacto la mirada de ambos también había cambiado, estaba
ahí nuevamente la tranquilidad, la certeza, el deseo. Se sonrieron y
compartieron otra ronda de besos por minutos enteros que pasaron demasiado
rápidos para la incipiente necesidad de congelar el tiempo.
–
Lo primero que tenemos que hacer es pensar en lo que le diremos a
Takeda-sensei.
–
Sí, pero Dai, no quisiera hablarle de esto a nadie más hasta que nuestras
familias no lo sepan.
–
Está bien, se hará como te sientes más seguro y tranquilo, Suga.
--//--
La
curiosidad tras el motivo por el cual Daichi y Sugawara habían faltado a las
prácticas era evidente. El entrenamiento había transcurrido un poco tenso,
incluso Hinata y Kageyama, hasta Tsukishima, habían estado considerablemente
tranquilos, las bromas y el cotilleo casi no habían aparecido en toda la tarde.
–
Supongo que debí hablar directamente con Daichi-kun y Sugawara-kun.
–
Para nada, Takeda-san; hiciste lo correcto. Darles un poco de espacio fue una
decisión acertada. Si hubiera contado con un sensei como tú en mis tiempos de
secundaria, las cosas para mí habrían sido muy diferentes.
–
¿Eh? – Takeda volvió la mirada hacia el entrenador, pero el rubio evadió el
curso de la conversación dando las indicaciones finales y despidiéndose de los
chicos… – Ukai-kun…
–
Tengo que volver pronto a la tienda. Pero, mañana es viernes, ¿te parece bien
salir a beber?
–
Oh, sí. Claro.
–
¡Perfecto! Bueno, hasta mañana de cualquier forma.
En
tanto…
–
Todo mundo está actuando raro
últimamente.
–
Cállate Tanaka, el único que ve todo raro
eres tú.
–
¿Y me lo dices tú, Noya?
–
Oh vamos, sigues fijado con haber descubierto que soy gay.
–
¡Que sí! ¡Siento que perdí a mi mejor amigo en la oscuridad!
–
Tú definitivamente eres drama queen.
–
No me simpatiza el tono con que me dices eso.
Mientras
el par de amigos seguía en su peculiar conversación, a la distancia el as de
Karasuno les observaba con expresión seria. El resto del equipo no prestaba
atención puesto que cada quien estaba en lo suyo, metido también en sus propios
pensamientos, algunos con prisas pues tenían que partir cuanto antes. Asahi se
irguió en toda su altura sin apartar su vista del par de amigos, sintió un
ardorcito en la boca del estómago cuando Tanaka se le fue encima a Nishinoya peleando con él. El as sabe que aquello
es un juego, así es como se llevan después de todo, pero a pesar de ello,
sentía celos.
–
Date prisa Yamaguchi, no tenemos toda la
noche.
– ¡Ya voy, Tsukki!
Las
voces de los de primer año interrumpieron su tren de pensamientos, Asahi
decidió ignorar aquella sensación y se apresuró a las duchas de los vestuarios,
necesitaba urgentemente enfriar sus ideas bajo el chorro de agua fresca.
–
Han sido amigos desde siempre, no debería
ponerme celoso por eso. Pero, desde que Tanaka supo que Noya y yo estábamos
saliendo ha estado insistentemente sobre él, no le deja ni a sol ni a sombra.
No irá a resultar que le gusta, ¿no?
Asahi
continuó rumiando ideas aún cuando su intención había sido la contraria. Tras
ducharse y cambiarse, dejó su cabello suelto para que se secara mientras
caminaba de regreso a casa junto con Nishinoya. O al menos eso había querido.
–
Asahi, vamos con Tanaka de regreso.
–
¿Los tres? – Extrañamente dijeron a la par Asahi y Tanaka.
–
Sí, qué tiene de raro… – El libero dijo enarcando una ceja.
Asahi
y Tanaka se voltearon a mirar. Honestamente saltaba a la vista que no estaban
precisamente encantados con la idea. Y esto nada tenía que ver con el voleibol,
pero sí con Nishinoya.
–
¿Qué?
–
¿Podría ser otro día? Hoy quería hablar contigo sobre algunas cosas, Noya.
–
¿Y no puedes decírmelo delante de Tanaka?
–
No.
–
Hombre, no hay que ser tan pudoroso, Asahi. De todas maneras Noya y yo acabamos
de pactar que ya no tendríamos secretos.
–
¿Ah, sí?
–
Sí… – Respondieron al unísono los dos.
–
Bueno, lo que quiero decir es que no me gusta que anden tanto juntos.
–
¿Ah?
–
Ya es bastante difícil encontrar tiempo para nosotros dos cuando estamos en
grados diferentes y entrenamos todos los días. El fin de semana estoy ocupado
ayudando a mis padres con el negocio familiar y rara vez podemos quedar. Así
que pensaba que al menos podríamos respetar el poco tiempo que nos queda
saliendo del entrenamiento y caminar juntos de vuelta a casa.
–
¿Y entonces cuándo estaré con mis amigos? Es egoísta, Asahi.
–
¿Entonces es más importante Tanaka que yo?
–
Es diferente, él es mi amigo, tú eres mi novio. Y no puedo partirme en dos.
–
Así que tengo que soportar que Tanaka camine con nosotros y la pase pegado a
ti, que me ignores como has hecho y tomármelo con absoluta naturalidad.
–
Estás exagerando un poco.
–
¿Tú crees? – Asahi tensó los puños. Y por primera vez en mucho tiempo, Tanaka
vio al as llenarse de ira, solamente le había visto aquella expresión durante
los partidos más importantes del torneo del año pasado, y aún entonces la
molestia no tenía comparación con esa forma de mirar… – No puedo, caminen
ustedes si así lo quieren. Adiós.
–
¡Asahi! ¡Asahi! ¡Tsk, maldición! ¡Tonto, cabeza hueca!
–
Oye Noya…
–
Vamos, no pienso dejar que controle mi vida solo porque somos novios.
–
Ah, pero…
Tanaka
torció los labios, no había caso, una vez que Nishinoya se hacía una idea
difícilmente cambiaba de parecer. Y justo ahora estaba tan molesto como Asahi,
en el libero sin embargo no es tanto de extrañar pues tiene cierto temperamento
impulsivo. El as por otra parte, era toda una revelación verle actuar así.
–
No quiero que Asahi la tome contra mí. Realmente pienso que le he hecho perder
la cabeza con mi comportamiento. Es solo que me da grima pensar en ustedes de esa manera.
–
¿Qué demonios significa eso, Tanaka?
–
Ya te lo había dicho, no tenía ni jodida idea de que fueras gay. Siempre pensé
que llegaría el día en que saldríamos con chicas y haríamos idioteces juntos,
siempre pensé en ti como mi amigo de juerga o algo así.
–
Todavía podemos ser amigos de juerga, que sea gay no cambia eso.
–
Sí lo cambia. No el hecho de que seas gay en sí, sino el que estés saliendo con
alguien. Simplemente siento como que has dado un paso por delante de mí y en
cierta forma estoy envidioso de eso.
–
Asahi debe estar pensando algo completamente diferente. Es un bobo preocupón.
Pero es verdad lo que le dije, no es mi culpa que no tengamos tanto tiempo para
nosotros como él quiere, incluso yo. No quiero que controle mi vida con sus
celos tontos.
–
Pero, tú y yo estamos en el mismo grado. Nos vemos todos los días durante todo
el día, cuando lo escuché pensé “ah, si
estuviera en su lugar me sentiría de la misma manera”. Creo que verlo
celoso es como una cosa grandiosa y rara, pero le tengo respeto y pienso que es
porque te quiere bien. ¡Mierda, es tan extraño hablar de ustedes así!
–
Acostúmbrate, Tanaka. Porque aunque me haya molestado y lo haga en el futuro en
otras ocasiones, ese grandote con corazón de azúcar seguirá siendo el amor de
mi vida.
–
¡Argh, ten compasión de mí y no hables de esa manera de Asahi!
–
Pero si lo amo~ ¡Y no tienes idea de lo bien que besa!
–
¡No me interesa!
–
¡Y además cuando me toca~!
–
¡Noya!
--//--
–
Yamaguchi, qué música te gusta.
–
Mh, no tengo una favorita, escucho de todo. Creo.
–
Tan soso.
Yamaguchi
sonrió tímidamente. Es verdad que es algo soso para muchas cosas, sin embargo
no podía decirle que su música favorita es todo lo que el mismo Tsukishima
escucha.
–
¿Crees que Suga-san y Daichi-san vuelvan mañana al entrenamiento?
–
Si no lo hacen será malo, ellos son los senpais y deben poner el ejemplo.
–
Sí, es verdad.
–
Hinata y Kageyama también estuvieron descoordinados hoy. Bueno, no es que sean
muy coordinados, pero hoy ni siquiera me dieron ganas de fastidiarlos.
–
El entrenamiento estuvo raro de principio a fin. Pero tú estuviste increíble
como siempre, Tsukki.
–
No podía ser diferente. A mí no me afecta la vida de los demás.
Yamaguchi
asintió pero fue incapaz de decir nada. Ojalá él fuera tan cool como Tsukishima, pero por el contrario, solía verse afectado
con facilidad por aquello que sucedía a su alrededor y que estuviera
directamente relacionado con Tsukishima.
–
Ah, lo olvidaba. Dejaron esto en mi escritorio, pero son para ti.
–
No me interesan. Tíralas.
–
Pero Tsukki…
–
Son estupideces, las cartas de chicas que supuestamente están enamoradas de mí.
Es absurdo, ninguna de ellas me conoce realmente. Es pérdida de tiempo leerlas.
–
Tal vez quieren conocerte, por eso te las escriben.
–
No me interesa.
–
V-vale. Aún así, tirarlas yo, eso es un poco… – Las cartas fueron arrebatadas
de su mano, Yamaguchi vio a Tsukishima romperlas sin miramientos y tirarlas en
el primer cesto de basura que encontraron en la avenida. Aunque una parte de él
se sintió feliz por la acción del muchacho, había otra que se sentía inquieta…
– Se desharía de mis sentimientos de la
misma manera si lo supiera.
–
Mañana no me esperes en la estación.
–
¿Eh?
–
Estaré viniendo por ti a tiempo, así que está listo puntual.
–
¡¿Eh?! Pero, no es necesario y…
–
Cállate. Vendré por ti. Estamos aquí.
–
Tsukki, por qué.
–
¿Por qué, qué?
–
Porque has estado actuando así. No es que no me guste, pero…
–
Pero qué.
–
Es el tipo de cosas que tienes que hacer con la persona que te guste.
–
Ahí tienes.
–
¿Qué?
–
Acabas de responder la pregunta que me hiciste. Mañana puntual, adiós.
Yamaguchi
se quedó tildado un buen rato, incluso si dejó de ver la espalda de Tsukishima
a la distancia cuando dobló en la calle, seguía con la mente colapsada y el
corazón latiendo como potro desbocado. ¿Eso había sido una confesión indirecta
de parte de Tsukishima?
--//--
–
¡Ah, un mensaje de Kenma!
–
Y por qué te emocionas tanto, Hinata idiota.
–
No seas gruñón, Bakayama.
Kageyama
gruñó pero no le respondió el insulto. Miró de reojo al pelinaranja responder
el mensaje con senda sonrisa en la boca. Le aguijoneó una punzada en la boca
del estómago y de inmediato la palabra celos
se dibujó en su pensamiento.
–
¿Terminaste?
–
Casi, espera un poco. ¡Listo!
–
Ustedes dos parecen haberse vuelto buenos amigos.
–
Kenma es un chico increíble. Es diferente de ti, Kageyama.
–
No me interesa ser increíble… – Gruñó con desdén. Claro que en el fondo sí le
interesaba, solo que no se lo reconocería a Hinata.
–
Tal vez no te interese pero lo eres. Es solo que son un tipo diferente de
increíble.
Kageyama
volvió a gruñir sin decir nada. Y el momento se volvió incómodo. Era casi el
momento de tomar caminos diferentes, estaban por llegar a la misma calle en la
que ayer el peliazabache le acorraló con la intención de besarlo, recordar
aquello puso inquieto a Hinata, nervioso quizá de que se repita.
–
Hinata.
–
Q-qué.
–
¿Puedo besarte?
–
¡Qué! ¿O-otra vez?
–
Ya te dije, se supone que los novios se besan todos los días.
–
Comienzo a dudarlo, no he visto que Noya-senpai y Asahi-senpai se besen desde
aquel día. ¡Quizá solo estás tratando de engañarme!
–
¡Ah! ¡Para qué mierda querría engañarte!
–
¡Qué sé yo! ¡Pero no es normal que quieras besarme todos los días! ¡Eso no me
gusta y no es para nada emocionante como una buena levantada!
–
Tú… – Kageyama frunció el ceño y apretó la mandíbula… – ¡Fuiste tú el que
estuvo insistiendo tanto en ello hace unos días! ¡Por qué huyes ahora!
–
¡Solo tenía curiosidad!
Kageyama
sintió otra punzada, pero esta era diferente y no la pudo comprender. Todo
cuanto supo fue que sujetó de los hombros a Hinata inclinándose rápidamente
hasta alcanzar sus labios. Fue un beso tan rápido y torpe, que terminaron
lastimándose al chocar las narices que era, anatómicamente, el primer obstáculo de los besos.
–
¡Nghh eso dolió, Bakayama!
–
¡Cállate de una vez, Hinata! ¡Me pones de mal humor! ¡Estoy tratando de darte
un beso emocionante como los que
esperabas!
–
¡Para qué quiero uno, esos son de personas enamoradas, tú lo dijiste!
–
¡Entonces enamórate de mí!
–
¿Eh?
La
tensión y el enojo se esfumó en un parpadeo dejando incomodidad en Kageyama y
confusión en Hinata. El peliazabache chasqueó la lengua y dio media vuelta. Era
momento de marcharse.
–
Espera, Kageyama.
–
Ya dijimos suficientes idioteces por hoy.
–
Dámelo.
–
¿Qué?
–
El beso emocionante. No sé por qué
pero, creo que no estará mal esta vez. Y repentinamente lo quiero.
–
¿Repentinamente lo quieres? – Kageyama dijo con cierto tono entre molesto y
socarrón. En cierta forma ver al pelinaranja cediendo le henchía de orgullo.
–
Vas a hacerlo o no, Bakayama… – Dijo tratando de mosquearlo porque sabía que
esa era la mejor manera de obtener alguna respuesta de él.
Y
así fue, Kageyama volvió a sujetarle por los hombros, solo que entonces ladeó
lo suficiente el rostro para en la inclinación no chocar sus narices como
antes. Posó sus labios sobre los de Hinata, pero lejos de dejar el toque solo
en aquella caricia, los movió lentamente tomando de uno en uno cada labio del
pelinaranja. Al principio Hinata no supo qué hacer, si quedarse quieto o
imitar, por mero instinto y curiosidad hizo lo segundo. De pronto aquellas
caricias de labios se sintió interesante, la forma en que se rozaban era
extraña pero se sentía bien. Kageyama se separó un instante, apenas dándole
tiempo a Hinata de respirar y hacerlo propio al respecto, luego volvió a
besarle; esa vez fue un poco más atrevido,
colando su lengua entre los labios del pelinaranja empujó exigiendo la entrada
al interior de su boca. Hinata se sorprendió tanto que intentó alejarse, sentir
la lengua de Kageyama en su boca era muy extraño y por alguna razón le daba
vergüenza. Pero el peliazabache no le dejó escapar y presionó más aquella
intromisión hasta que consiguió su objetivo. Cuando Kageyama rozó la lengua de
Hinata sintió un chispazo que viajó por su espina dorsal, exploró el interior
de aquella boquita tan presta a rezongarle en cada momento y se regocijó en la dicha
de saber que era el primero en besarle así.
–
¡Qué ha sido eso, Kageyama! – Exclamó rojo hasta las orejas y con la
respiración alterada cuando finalmente el peliazabache le dejó libre otra vez.
–
Un beso emocionante. ¿Tampoco te ha
gustado?
–
¡Me has metido la lengua hasta…! ¡No sé hasta dónde!
–
¡Todavía no me dices si te gustó o no!
–
¡…sí!
–
¿Sí?
–
Sí.
–
¿En serio? – Kageyama sonrió prepotente cuando Hinata asintió murmurando a
saber qué cosas entre labios. Pensó que bien había valido la pena trasnocharse
y practicar con el dorso de su mano y hasta la almohada… – Entonces, ¿ahora
puedo besarte todos los días?
–
Supongo, somos novios después de todo… – Respondió haciendo un curioso mohín de
disgusto que más bien parecía un puchero avergonzado.
--//--
La
noche del día siguiente había llegado demasiado rápido. Takeda sensei ha ido a
beber con Ukai a un bar en el centro de la ciudad.
–
Takeda-senpai, no suele beber, ¿verdad?
–
Se me ha subido solo porque estoy preocupado por los chicos… – Respondió
arrastrando un poco la lengua. Ukai suspiró, lo mejor sería no dejarle beber
demasiado. Claro que, cuando se distrajo un poco, el sensei ya se había
empinado el tarro de cerveza… – Ukai-kun, ¿alguna vez ha besado a un hombre?
–
¿Ah?
Continuará…
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