jueves, 29 de diciembre de 2016

Time Out. PARTE 4.



~~*~~
De besos “rápidos” y la “vista al otro lado del muro”


Daichi buscó la oportunidad de hablar con Sugawara durante casi todo el día de escuela, pero el peliplatino le estaba evadiendo con maestría. El Capitán sabe perfectamente que su setter está enfadado; no, más que eso, decepcionado de él como pareja. Y lo comprende, en serio que sí, porque una vez que volvió a su casa la noche anterior y reflexionó acerca de todo lo sucedido, comprendió cuán mal estuvieron sus palabras. Lo que Sugawara más había necesitado de él en aquellos momentos era su total apoyo, y era lo único que no le había ofrecido.

Tampoco me contesta los mensajes a su móvil, mucho menos una llamada. Está tan herido que me castiga con su silencio e indiferencia. Está bien, ya admití que me equivoqué, por qué no me deja hablar con él apropiadamente.

Frustrado por las evasivas de su novio –que estaba que rezaba a todos los dioses habidos y por haber que aún lo fueran y el peliplatino no tuviese otra cosa en mente–, Daichi caminó rumbo al gimnasio con la puntualidad de siempre para las prácticas. Aunque justo en ese momento lo que menos quería era pisar la duela sabiendo que está en tan malos términos con Sugawara. Los rechinidos de tenis y el golpeteo del balón contra palmas y duela se escuchaba claramente por el pasillo, los gritos de Hinata y Kageyama ya estaban inundando el gimnasio. Daichi sonrió, ese par tenía tanta energía que había ocasiones en que sí le hacían sentir viejo.

– Daichi-kun…

– Sensei… – El Capitán inclinó la cabeza a modo de saludo cuando se giró para encontrarse con Takeda, el profesor le sonrió gentilmente.

– Hablé con Ukai-kun para pedirle un favor, así que por ahora está bien si no entras ahí.

– ¿Eh?

– Pregunté a tus profesores acerca de tu rendimiento del día, cada uno de ellos me dijo básicamente lo mismo, que no has estado para nada atento a sus clases. Y Sugawara-kun también ha estado distraído. Que dos de sus alumnos estén así cuando por lo menos son atentos y se esfuerzan en cada clase señala que algo no anda bien. busca a Sugawara-kun, y cuando consigan arreglar sus asuntos vuelve, Daichi-kun.

El Capitán apretó el cincho de su bolso, había muchas sensaciones corriendo por su cuerpo, estaba preocupado por muchas cosas a la vez, pero tras observar la determinación en la mirada de Takeda-sensei, comprendió que él, siendo adulto y teniendo otro tipo de pensamiento más maduro que el suyo, debía tener razón.

– Gracias, sensei.

Dio media vuelta y pasó a lado del sensei al retirarse, con suerte no se encontró con ninguno de los chicos del equipo, no tenía ni idea de cómo debía explicar su ausencia, y la de Sugawara. Apresurado por las circunstancias, Daichi volvió a llamar a Sugawara por móvil, pero como durante todo el día, su llamado no fue atendido. Envió otro texto y esperó por al menos treinta minutos hasta que, finalmente, recibió una respuesta.

Se reunieron en el descanso de las escaleras a la azotea, la mayoría de los alumnos se han retirado a sus clases, y solo algunos permanecen en actividades de sus respectivos clubes, pero nadie pasa por ahí a esa hora, así que es lo suficientemente privado para ellos. Daichi y Sugawara estaban uno frente al otro en los extremos del descanso, cada uno recargado en el muro, el peliplatino tenía los brazos cruzados y no le estaba mirando directamente, esos gestos que el capitán bien le conoce de cuando está de mal humor. Aunque la gente suele pensar que Sugawara nunca se enoja porque siempre sonríe o está dispuesto a conciliar opiniones, Daichi le conoce esas facetas de su personalidad que, justo ahora, le resultan incluso más preciadas.

– ¿Y bien?

– Ah, sí… – Daichi carraspeó, estaba nervioso. Hacía tanto tiempo que no experimentaba esto con Sugawara… – Takeda sensei me dijo de tu carta de renuncia al Club.

– No voy a volver al Club, no necesitas venir a tratar de persuadirme.

– No pensaba hacerlo, Suga. No te pediría que siguieras en el Club en tu estado, debes cuidarte, por dos ahora.

Daichi se reprendió mentalmente. No estaba usando las palabras adecuadas ni mostrando arrepentimiento alguno, o el cariño suficiente para llegar nuevamente al corazón de su novio, y Sugawara es una persona muy sensitiva. El silencio se instaló incómodo en el ambiente, pero el hecho de que el peliplatino no estuviera marchándose le dio a entender al capitán que estaba esperando más de él. Y él tenía más para darle, por supuesto.

– Siento mucho mi reacción de ayer, nada justifica la forma en que actúe, Suga. Fue mucha la sorpresa, y creo que me aterré.

– Yo también estaba aterrado, Dai. Aún lo estoy. Pero, dolió mucho el solo hecho de que titubearas, que me hicieras pensar que considerarías la opción de interrumpirlo.

– Suga…

– No estábamos hablando de cualquier cosa, sino de nuestro bebé. Un trocito de vida concebida entre tú y yo. Aunque suene cursi, es el fruto de nuestro amor, Daichi, ¿no es así? – Sugawara dijo con lágrimas acumulándose nuevamente en sus bellos ojos.

– Sí, Suga, es así… – Daichi avanzó algunos pasos, vio los hombros de su novio temblar, le vio morderse los labios también y sollozar… – Koushi, lo siento. Lo siento mucho… – Redujo del todo la distancia abrazándole entre sus brazos, el peliplatino no se resistió, contrariamente aferró sus manos en la espalda ancha de su novio, derramando su llanto en su hombro.

– ¿No vas a dejarme, Dai?

– Claro que no, Suga.

– ¿Quieres al bebé tanto como yo?

– Tanto como tú, Suga. Tú lo acabas de decir, es nuestro bebé, el fruto de nuestro amor. Cómo no voy a quererlo.

– Me asusté mucho ayer, realmente parecía que no lo querías.

– Porque soy estúpido y hablé sin pensar. ¿Puedes perdonarme?

– Solo si me amas. No, solo si nos amas, a los dos… – Sugawara se separó apenas lo suficiente para mirarle a los ojos.

– Los amo, Koishi amo a nuestro bebé tanto como te amo a ti… – Sus dedos fueron a las mejillas del peliplatino limpiando el surco de lágrimas, luego le besó cándidamente los fríos pómulos y bebió las lágrimas que pendían de sus pestañas… – Tendremos mucho qué hablar aún, y más que enfrentar. Nuestras familias, al sensei y al entrenador Ukai, al equipo. Tenemos muchas decisiones que tomar aún, Suga, pero te prometo que de ahora en adelante, no recibirás más que amor y comprensión de mi parte. Voy a cuidar de ti, de nuestro bebé, de nosotros.

– Y yo voy a confiar en ti, Sawamura Daichi… – Dijo sonriendo suavemente, tallándose la nariz con el dorso de la mano y sintiéndose de repente demasiado infantil y vulnerable, pero por sobre todo, amado como antes de la pelea de anoche… – Te maldije mucho desde ayer, estaba tan decepcionado y enojado.  

– En tu lugar habría reaccionado igual. De hecho, creo que soy afortunado de tenerte, si fueras una persona rencorosa, no me habrías dado siquiera la oportunidad de hablar, Suga.

– No pude soportarle por más que esto. Es más, desde tu primer mensaje en la mañana quise responderte y perdonarte. No tienes idea de cuánto necesitaba que me abrazaras así, que me dijeras todo lo que acabo de escuchar. Sé que estabas asustado, tal vez debí decírtelo de otra manera. Yo también pensé en el futuro, en que tengo 17 y que este era mi último año en el Club. Pero entre el voleibol y nuestro bebé, ni siquiera tuve que meditarlo demasiado.

– Sabes que aún estoy sorprendido. Todavía se siente como algo irreal, que estés embarazado… – Daichi le separó otro poco solo para posar su mano sobre el vientre plano de su novio… – Es increíble que nuestro bebé esté allí dentro, creciendo, tal vez escuchándonos. Seguramente él también estuvo decepcionado de su padre anoche.

Sugawara negó agitando la cabeza de un lado a otro, apoyando su mano sobre aquella que le acariciaba el vientre con súbito cariño.

– Hablé con él ni bien me marché anoche, le dije que no debía estar enojado con papá Dai, que tenía que entenderlo porque hablarle de su existencia era una noticia muy grande que le había dejado noqueado. Le dije, que conocía bien a su papi, que vendría a pedir perdón y le amaría, porque no puede menos que amar lo que viene de él y el chico a quien no solo le ha jurado amor, sino que se lo ha hecho sentir durante mucho, mucho tiempo. Le dije, que no había entregado todo de mí a un chico cualquiera, que venía del amor. Del amor entre los dos, porque te amo Daichi. Y creo en cada una de las ocasiones en que me has dicho esas mismas palabras. Así que no te preocupes, nuestro bebé confío mucho más en ti de lo que su madre porque estaba momentáneamente herido.

– Te Amo, Suga. Los amo a los dos… – Daichi volvió a estrecharle entre sus brazos con todo el cariño del que era capaz en aquellos instantes.

Le abrazó y le llenó el rostro de besos, dejando sobre los aterciopelados labios de su novio el amor que con palabras nunca podría terminar de expresar. Sugawara enredó sus brazos alrededor del cuello de su novio respondiendo ese beso dulce y pausado, las caricias de labios se sentían fervientes al tacto, el juego de sus lenguas participando en aquel sedoso intercambio de sentimientos encendió aquella llama que les avivaba el alma misma y plagaba sus corazones de plenitud. Mutó el beso en dulce pasión, en húmedas sensaciones de placer. Cuando rompieron el contacto la mirada de ambos también había cambiado, estaba ahí nuevamente la tranquilidad, la certeza, el deseo. Se sonrieron y compartieron otra ronda de besos por minutos enteros que pasaron demasiado rápidos para la incipiente necesidad de congelar el tiempo.

– Lo primero que tenemos que hacer es pensar en lo que le diremos a Takeda-sensei.

– Sí, pero Dai, no quisiera hablarle de esto a nadie más hasta que nuestras familias no lo sepan.

– Está bien, se hará como te sientes más seguro y tranquilo, Suga.

--//--

La curiosidad tras el motivo por el cual Daichi y Sugawara habían faltado a las prácticas era evidente. El entrenamiento había transcurrido un poco tenso, incluso Hinata y Kageyama, hasta Tsukishima, habían estado considerablemente tranquilos, las bromas y el cotilleo casi no habían aparecido en toda la tarde.

– Supongo que debí hablar directamente con Daichi-kun y Sugawara-kun.

– Para nada, Takeda-san; hiciste lo correcto. Darles un poco de espacio fue una decisión acertada. Si hubiera contado con un sensei como tú en mis tiempos de secundaria, las cosas para mí habrían sido muy diferentes.

– ¿Eh? – Takeda volvió la mirada hacia el entrenador, pero el rubio evadió el curso de la conversación dando las indicaciones finales y despidiéndose de los chicos… – Ukai-kun…

– Tengo que volver pronto a la tienda. Pero, mañana es viernes, ¿te parece bien salir a beber?

– Oh, sí. Claro.

– ¡Perfecto! Bueno, hasta mañana de cualquier forma.

En tanto…

– Todo mundo está actuando raro últimamente.

– Cállate Tanaka, el único que ve todo raro eres tú.

– ¿Y me lo dices tú, Noya?

– Oh vamos, sigues fijado con haber descubierto que soy gay.

– ¡Que sí! ¡Siento que perdí a mi mejor amigo en la oscuridad!

– Tú definitivamente eres drama queen.

– No me simpatiza el tono con que me dices eso.

Mientras el par de amigos seguía en su peculiar conversación, a la distancia el as de Karasuno les observaba con expresión seria. El resto del equipo no prestaba atención puesto que cada quien estaba en lo suyo, metido también en sus propios pensamientos, algunos con prisas pues tenían que partir cuanto antes. Asahi se irguió en toda su altura sin apartar su vista del par de amigos, sintió un ardorcito en la boca del estómago cuando Tanaka se le fue encima a Nishinoya peleando con él. El as sabe que aquello es un juego, así es como se llevan después de todo, pero a pesar de ello, sentía celos.

Date prisa Yamaguchi, no tenemos toda la noche.

– ¡Ya voy, Tsukki!

Las voces de los de primer año interrumpieron su tren de pensamientos, Asahi decidió ignorar aquella sensación y se apresuró a las duchas de los vestuarios, necesitaba urgentemente enfriar sus ideas bajo el chorro de agua fresca.

Han sido amigos desde siempre, no debería ponerme celoso por eso. Pero, desde que Tanaka supo que Noya y yo estábamos saliendo ha estado insistentemente sobre él, no le deja ni a sol ni a sombra. No irá a resultar que le gusta, ¿no?

Asahi continuó rumiando ideas aún cuando su intención había sido la contraria. Tras ducharse y cambiarse, dejó su cabello suelto para que se secara mientras caminaba de regreso a casa junto con Nishinoya. O al menos eso había querido.

– Asahi, vamos con Tanaka de regreso.

– ¿Los tres? – Extrañamente dijeron a la par Asahi y Tanaka.

– Sí, qué tiene de raro… – El libero dijo enarcando una ceja.

Asahi y Tanaka se voltearon a mirar. Honestamente saltaba a la vista que no estaban precisamente encantados con la idea. Y esto nada tenía que ver con el voleibol, pero sí con Nishinoya.

– ¿Qué?

– ¿Podría ser otro día? Hoy quería hablar contigo sobre algunas cosas, Noya.

– ¿Y no puedes decírmelo delante de Tanaka?

– No.

– Hombre, no hay que ser tan pudoroso, Asahi. De todas maneras Noya y yo acabamos de pactar que ya no tendríamos secretos.

– ¿Ah, sí?

– Sí… – Respondieron al unísono los dos.

– Bueno, lo que quiero decir es que no me gusta que anden tanto juntos.

– ¿Ah?

– Ya es bastante difícil encontrar tiempo para nosotros dos cuando estamos en grados diferentes y entrenamos todos los días. El fin de semana estoy ocupado ayudando a mis padres con el negocio familiar y rara vez podemos quedar. Así que pensaba que al menos podríamos respetar el poco tiempo que nos queda saliendo del entrenamiento y caminar juntos de vuelta a casa.

– ¿Y entonces cuándo estaré con mis amigos? Es egoísta, Asahi.

– ¿Entonces es más importante Tanaka que yo?

– Es diferente, él es mi amigo, tú eres mi novio. Y no puedo partirme en dos.

– Así que tengo que soportar que Tanaka camine con nosotros y la pase pegado a ti, que me ignores como has hecho y tomármelo con absoluta naturalidad.

– Estás exagerando un poco.

– ¿Tú crees? – Asahi tensó los puños. Y por primera vez en mucho tiempo, Tanaka vio al as llenarse de ira, solamente le había visto aquella expresión durante los partidos más importantes del torneo del año pasado, y aún entonces la molestia no tenía comparación con esa forma de mirar… – No puedo, caminen ustedes si así lo quieren. Adiós.

– ¡Asahi! ¡Asahi! ¡Tsk, maldición! ¡Tonto, cabeza hueca!

– Oye Noya…

– Vamos, no pienso dejar que controle mi vida solo porque somos novios.

– Ah, pero…

Tanaka torció los labios, no había caso, una vez que Nishinoya se hacía una idea difícilmente cambiaba de parecer. Y justo ahora estaba tan molesto como Asahi, en el libero sin embargo no es tanto de extrañar pues tiene cierto temperamento impulsivo. El as por otra parte, era toda una revelación verle actuar así.

– No quiero que Asahi la tome contra mí. Realmente pienso que le he hecho perder la cabeza con mi comportamiento. Es solo que me da grima pensar en ustedes de esa manera.

– ¿Qué demonios significa eso, Tanaka?

– Ya te lo había dicho, no tenía ni jodida idea de que fueras gay. Siempre pensé que llegaría el día en que saldríamos con chicas y haríamos idioteces juntos, siempre pensé en ti como mi amigo de juerga o algo así.

– Todavía podemos ser amigos de juerga, que sea gay no cambia eso.

– Sí lo cambia. No el hecho de que seas gay en sí, sino el que estés saliendo con alguien. Simplemente siento como que has dado un paso por delante de mí y en cierta forma estoy envidioso de eso.

– Asahi debe estar pensando algo completamente diferente. Es un bobo preocupón. Pero es verdad lo que le dije, no es mi culpa que no tengamos tanto tiempo para nosotros como él quiere, incluso yo. No quiero que controle mi vida con sus celos tontos.

– Pero, tú y yo estamos en el mismo grado. Nos vemos todos los días durante todo el día, cuando lo escuché pensé “ah, si estuviera en su lugar me sentiría de la misma manera”. Creo que verlo celoso es como una cosa grandiosa y rara, pero le tengo respeto y pienso que es porque te quiere bien. ¡Mierda, es tan extraño hablar de ustedes así!

– Acostúmbrate, Tanaka. Porque aunque me haya molestado y lo haga en el futuro en otras ocasiones, ese grandote con corazón de azúcar seguirá siendo el amor de mi vida.

– ¡Argh, ten compasión de mí y no hables de esa manera de Asahi!

– Pero si lo amo~ ¡Y no tienes idea de lo bien que besa!

– ¡No me interesa!

– ¡Y además cuando me toca~!

– ¡Noya!

--//--

– Yamaguchi, qué música te gusta.

– Mh, no tengo una favorita, escucho de todo. Creo.

– Tan soso.

Yamaguchi sonrió tímidamente. Es verdad que es algo soso para muchas cosas, sin embargo no podía decirle que su música favorita es todo lo que el mismo Tsukishima escucha.

– ¿Crees que Suga-san y Daichi-san vuelvan mañana al entrenamiento?

– Si no lo hacen será malo, ellos son los senpais y deben poner el ejemplo.

– Sí, es verdad.

– Hinata y Kageyama también estuvieron descoordinados hoy. Bueno, no es que sean muy coordinados, pero hoy ni siquiera me dieron ganas de fastidiarlos.

– El entrenamiento estuvo raro de principio a fin. Pero tú estuviste increíble como siempre, Tsukki.

– No podía ser diferente. A mí no me afecta la vida de los demás.

Yamaguchi asintió pero fue incapaz de decir nada. Ojalá él fuera tan cool como Tsukishima, pero por el contrario, solía verse afectado con facilidad por aquello que sucedía a su alrededor y que estuviera directamente relacionado con Tsukishima.

– Ah, lo olvidaba. Dejaron esto en mi escritorio, pero son para ti.

– No me interesan. Tíralas.

– Pero Tsukki…

– Son estupideces, las cartas de chicas que supuestamente están enamoradas de mí. Es absurdo, ninguna de ellas me conoce realmente. Es pérdida de tiempo leerlas.

– Tal vez quieren conocerte, por eso te las escriben.

– No me interesa.

– V-vale. Aún así, tirarlas yo, eso es un poco… – Las cartas fueron arrebatadas de su mano, Yamaguchi vio a Tsukishima romperlas sin miramientos y tirarlas en el primer cesto de basura que encontraron en la avenida. Aunque una parte de él se sintió feliz por la acción del muchacho, había otra que se sentía inquieta… – Se desharía de mis sentimientos de la misma manera si lo supiera.

– Mañana no me esperes en la estación.

– ¿Eh?

– Estaré viniendo por ti a tiempo, así que está listo puntual.

– ¡¿Eh?! Pero, no es necesario y…

– Cállate. Vendré por ti. Estamos aquí.

– Tsukki, por qué.

– ¿Por qué, qué?

– Porque has estado actuando así. No es que no me guste, pero…

– Pero qué.

– Es el tipo de cosas que tienes que hacer con la persona que te guste.

– Ahí tienes.

– ¿Qué?

– Acabas de responder la pregunta que me hiciste. Mañana puntual, adiós.

Yamaguchi se quedó tildado un buen rato, incluso si dejó de ver la espalda de Tsukishima a la distancia cuando dobló en la calle, seguía con la mente colapsada y el corazón latiendo como potro desbocado. ¿Eso había sido una confesión indirecta de parte de Tsukishima?

--//--

– ¡Ah, un mensaje de Kenma!

– Y por qué te emocionas tanto, Hinata idiota.

– No seas gruñón, Bakayama.

Kageyama gruñó pero no le respondió el insulto. Miró de reojo al pelinaranja responder el mensaje con senda sonrisa en la boca. Le aguijoneó una punzada en la boca del estómago y de inmediato la palabra celos se dibujó en su pensamiento.

– ¿Terminaste?

– Casi, espera un poco. ¡Listo!

– Ustedes dos parecen haberse vuelto buenos amigos.

– Kenma es un chico increíble. Es diferente de ti, Kageyama.

– No me interesa ser increíble… – Gruñó con desdén. Claro que en el fondo sí le interesaba, solo que no se lo reconocería a Hinata.

– Tal vez no te interese pero lo eres. Es solo que son un tipo diferente de increíble.

Kageyama volvió a gruñir sin decir nada. Y el momento se volvió incómodo. Era casi el momento de tomar caminos diferentes, estaban por llegar a la misma calle en la que ayer el peliazabache le acorraló con la intención de besarlo, recordar aquello puso inquieto a Hinata, nervioso quizá de que se repita.

– Hinata.

– Q-qué.

– ¿Puedo besarte?

– ¡Qué! ¿O-otra vez?

– Ya te dije, se supone que los novios se besan todos los días.

– Comienzo a dudarlo, no he visto que Noya-senpai y Asahi-senpai se besen desde aquel día. ¡Quizá solo estás tratando de engañarme!

– ¡Ah! ¡Para qué mierda querría engañarte!

– ¡Qué sé yo! ¡Pero no es normal que quieras besarme todos los días! ¡Eso no me gusta y no es para nada emocionante como una buena levantada!

– Tú… – Kageyama frunció el ceño y apretó la mandíbula… – ¡Fuiste tú el que estuvo insistiendo tanto en ello hace unos días! ¡Por qué huyes ahora!

– ¡Solo tenía curiosidad!

Kageyama sintió otra punzada, pero esta era diferente y no la pudo comprender. Todo cuanto supo fue que sujetó de los hombros a Hinata inclinándose rápidamente hasta alcanzar sus labios. Fue un beso tan rápido y torpe, que terminaron lastimándose al chocar las narices que era, anatómicamente, el primer obstáculo de los besos.

– ¡Nghh eso dolió, Bakayama!

– ¡Cállate de una vez, Hinata! ¡Me pones de mal humor! ¡Estoy tratando de darte un beso emocionante como los que esperabas!

– ¡Para qué quiero uno, esos son de personas enamoradas, tú lo dijiste!

– ¡Entonces enamórate de mí!

– ¿Eh?

La tensión y el enojo se esfumó en un parpadeo dejando incomodidad en Kageyama y confusión en Hinata. El peliazabache chasqueó la lengua y dio media vuelta. Era momento de marcharse.

– Espera, Kageyama.

– Ya dijimos suficientes idioteces por hoy.

– Dámelo.

– ¿Qué?

– El beso emocionante. No sé por qué pero, creo que no estará mal esta vez. Y repentinamente lo quiero.

– ¿Repentinamente lo quieres? – Kageyama dijo con cierto tono entre molesto y socarrón. En cierta forma ver al pelinaranja cediendo le henchía de orgullo.

– Vas a hacerlo o no, Bakayama… – Dijo tratando de mosquearlo porque sabía que esa era la mejor manera de obtener alguna respuesta de él.

Y así fue, Kageyama volvió a sujetarle por los hombros, solo que entonces ladeó lo suficiente el rostro para en la inclinación no chocar sus narices como antes. Posó sus labios sobre los de Hinata, pero lejos de dejar el toque solo en aquella caricia, los movió lentamente tomando de uno en uno cada labio del pelinaranja. Al principio Hinata no supo qué hacer, si quedarse quieto o imitar, por mero instinto y curiosidad hizo lo segundo. De pronto aquellas caricias de labios se sintió interesante, la forma en que se rozaban era extraña pero se sentía bien. Kageyama se separó un instante, apenas dándole tiempo a Hinata de respirar y hacerlo propio al respecto, luego volvió a besarle; esa vez fue un poco más atrevido, colando su lengua entre los labios del pelinaranja empujó exigiendo la entrada al interior de su boca. Hinata se sorprendió tanto que intentó alejarse, sentir la lengua de Kageyama en su boca era muy extraño y por alguna razón le daba vergüenza. Pero el peliazabache no le dejó escapar y presionó más aquella intromisión hasta que consiguió su objetivo. Cuando Kageyama rozó la lengua de Hinata sintió un chispazo que viajó por su espina dorsal, exploró el interior de aquella boquita tan presta a rezongarle en cada momento y se regocijó en la dicha de saber que era el primero en besarle así.

– ¡Qué ha sido eso, Kageyama! – Exclamó rojo hasta las orejas y con la respiración alterada cuando finalmente el peliazabache le dejó libre otra vez.

– Un beso emocionante. ¿Tampoco te ha gustado?

– ¡Me has metido la lengua hasta…! ¡No sé hasta dónde!

– ¡Todavía no me dices si te gustó o no!

– ¡…sí!

– ¿Sí?

– Sí.

– ¿En serio? – Kageyama sonrió prepotente cuando Hinata asintió murmurando a saber qué cosas entre labios. Pensó que bien había valido la pena trasnocharse y practicar con el dorso de su mano y hasta la almohada… – Entonces, ¿ahora puedo besarte todos los días?

– Supongo, somos novios después de todo… – Respondió haciendo un curioso mohín de disgusto que más bien parecía un puchero avergonzado.

--//--

La noche del día siguiente había llegado demasiado rápido. Takeda sensei ha ido a beber con Ukai a un bar en el centro de la ciudad.

– Takeda-senpai, no suele beber, ¿verdad?

– Se me ha subido solo porque estoy preocupado por los chicos… – Respondió arrastrando un poco la lengua. Ukai suspiró, lo mejor sería no dejarle beber demasiado. Claro que, cuando se distrajo un poco, el sensei ya se había empinado el tarro de cerveza… – Ukai-kun, ¿alguna vez ha besado a un hombre?

– ¿Ah?


Continuará…

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