~~*~~
De
sorpresivos ataques y extraños cambios
Sugawara
despertó en una habitación que, aunque no le era para nada desconocida, tampoco
era que hubiese esperado estar ahí.
–
¿Cómo te sientes, Suga?
–
Algo aturdido. Por qué estoy en tu casa, Daichi.
–
Te desmayaste cuando salíamos de la estación, pensé que si te llevaba a tu casa
tus padres se preocuparían, y conmigo mis padres aún no llegan del trabajo así
que era mejor así. Le hablé a tu mamá para decirle que te quedarías aquí para
estudiar, así que no todo está bien. Sin embargo, lo realmente importante eres
tú, no creo que estés bien de salud Suga, tal vez te has sobreexigido en los
entrenamientos y estás cansado.
–
N… Sí, tal vez sea eso… – El peliplatino respondió, aunque en su mente más bien
se había repetido esa sospecha acerca de su embarazo… – Pero, siendo hombre, todavía no entiendo cómo podría haber pasado.
–
Oye, Suga, por qué no me lo dices.
–
¿Eh?
–
Te conozco muy bien, sé que algo pasa por tu mente desde hace unos días, pero
no me has dicho nada. Soy tu novio, sabes, espero que confíes en mí.
–
N-no es desconfianza, Daichi. Yo, necesito un poco de tiempo, ¿sí?
–
Como quieras. Vamos, hora de cenar.
Sawamura
se levantó sin mayor palabra de por medio. Sugawara supo de inmediato que su
novio estaba molesto con él. No, propiamente con él no, sino con su silencio,
con su aparente desconfianza. El peliplatino suspiró, no era para nada sencillo
estar en esta situación. Lo primero que tenía que hacer era descartar cuanto
antes cualquier padecimiento patológico… o un embarazo. O por el contrario,
corroborar cualquiera de estas dos opciones, cualesquiera que resultara, no
sería sencillo de enfrentar.
Sugawara
salió de la cama de Daichi con algo de pesadez, le dolía un poco la cabeza y
aún había vestigios de mareo en su organismo; no quería sin embargo preocupar
más a su novio, y está seguro de que una buena cena y descanso hará maravillas
con su estado físico y emocional. Al llegar al comedor la mesa estaba servida
ya, los diversos platillos y su novio terminando de acercar lo indispensable.
Estaba callado y le evadía la mirada, el peliplatino le ha visto pocas veces
así, pero sabe bien lo que significa.
–
Daichi, no estés enfadado conmigo.
–
No lo estoy.
–
Sí lo estás, tú dijiste que me conoces muy bien, ¿verdad? Pues yo a ti también
te conozco muy bien Daichi. Pero por favor, confía en mí, solo necesito un poco
de tiempo, luego te diré lo que está pasando. Solo, no me gusta cuando te
enojas conmigo.
Sawamura
dejó los platillos sobre su tazón de arroz y levantó la mirada clavando sus
sinceros ojos oscuros en los de su novio. La firmeza de sus facciones, la
voluntad reflejada en sus pupilas, el garbo al erguir la espalda, los anchos
hombros; Sugawara se sonrojó involuntariamente, oh sí, tan atractivo, tan
varonil, tan…
–
Me está dando calor. Por qué, no soy así.
No es que… que, me caliente solo con mirarlo. ¡Aunque él es tan sexy! Bueno, me
enamoré de todo en Daichi después de todo.
–
Eres transparente para algunas cosas, Suga… – El Capitán dijo sonriendo apenas
perceptiblemente… – Te ves hermoso con las mejillas rojas, vamos a disfrutar la
cena.
El
peliplatino asintió devolviéndole una sonrisa mucho más amplia y cristalina.
No, ya no estaba enojado, esperaría pacientemente a que él decidiera contarle
lo que sea que está pasando. Sí, también por esto le quiere tanto, tanto, que
en más de una ocasión ha pensado que no le importaría en absoluto que todos
supiesen que es gay, que está enamorado hasta el tuétano de otro chico. No, se
corrige a sí mismo en pensamiento, de un hombre tan centrado como Sawamura
Daichi.
--//--
El
recorrido a la escuela siempre resultaba de esta manera. Yamaguchi a veces lo
detestaba, los murmullos hirientes, las miradas francas, las frases
malintencionadas.
– Tsukishima es un chico
tan apuesto, por qué siempre está acompañado de ese chico tan insípido.
– Oh, el chico feo junto
al atractivo Tsukishima.
– Es como dicen, un
guapo siempre luce mucho más guapo si para rematar le pones junto a un feo.
Risas
escandalosas, miradas burlonas. Yamaguchi siempre se tragaba su orgullo y
lamentaba dejar que pisotearan así su dignidad. Tal vez porque en parte él se
sentía así, feo a lado de Tsukishima.
Porque el rubio es alto, frío y distante, con esa mirada gélida que atraía a
las chicas, misterioso y suspicaz. El rubio era un ícono de atractivo varonil;
mientras que él… ah bueno, no estaba dotado de ninguna de todas esas cosas, y
no era tampoco talentoso para el voleibol. En realidad es más como si siempre se
dejara arrastrar por la corriente poderosa que impulsa Tsukishima.
–
No puedo culparlas por hablar así de mí.
Incluso yo pienso que no luzco para nada bien junto a Tsukki. Pero él me gusta,
quiero seguir compartiendo estos momentos con él, aunque sea todo lo que pueda
tener.
El
rubio iba a lado de Yamaguchi, ambos recargados en los muros metálicos del
tren, apretujado a esas horas de la mañana con estudiantes, amas de casa,
empleados y gente de todo tipo en movimiento. Tsukishima escuchó entonces un
grupo de chicas hablando de Yamaguchi, las fulminó con la mirada cuando se
percató del sentido de su conversación y sintió a Yamaguchi hacerse pequeño a
su lado. El rubio hizo lo único que se le ocurrió al instante, se sacó los
auriculares de los hombros y los depositó con cuidado sobre la cabeza del
chico, ajustando la diadema y presionando el play de su reproductor, aumentó
apenas un poco el volumen y luego se colocó al frente de Yamaguchi dejándole
entre el muro metálico y su cuerpo. Yamaguchi era alto, pero Tsukishima lo era
todavía más.
No
hicieron falta las palabras –casi nunca las necesitaban, o al menos no se
animaban en emplearlas en situaciones embarazosas como esta–. Yamaguchi
agradeció mentalmente su gesto y apreció la melodía que sonaba en las almohadillas
contra sus oídos, la tonada rítmica de una canción de moda le arrancó una
sonrisa. Tsukishima simplemente permaneció ahí, contemplando su reflejo en el
cristal frente a él, el paisaje de la ciudad que pasaba a gran velocidad ahí
afuera no importaba para nada, su corazón estaba atracado con una carrera más
veloz aún.
¿Por
qué ha hecho esto? ¿Por qué se preocupa siempre por Yamaguchi? ¿Por qué le
enojó lo que escuchó? Ah sí, sentimientos. Y él es tan pobre para
comprenderlos, tan perezoso para nombrarlos. Actúa por inercia, por instinto,
por impulso.
–
No eres feo, Yamaguchi. Esas tontas no
ven lo mismo que yo.
El
pensamiento quedó en eso solamente, las palabras nunca brotaron de labios del
rubio. Minutos más tarde, cuando la estación estaba por llegar, Tsukishima
enrolló sus grandes y toscos dedos alrededor de la mano de Yamaguchi, la muñeca
del chico le pareció repentinamente frágil y cálida. Algo se encendió en su
interior y algo parecido a la vergüenza le asaltó. Yamaguchi levantó la mirada
esperando conectar la del rubio, pero aquellos ojos se le negaron.
Tsukishima
dio media vuelta y entre el tumulto de gente bajó del vagón tirando de un
Yamaguchi que le seguía con aire confundido, los grandes auriculares del rubio
todavía haciendo sonar la música en sus oídos. La escena era extraña, las
sensaciones dentro de ella aún más.
Silencio.
Dudas.
Inquietudes.
Emociones.
--//--
Cuando
la primera clase comenzó, Daichi miró de hito en hito todo el salón. La silla
de Sugawara estaba vacía. Aquella mañana su novio había salido muy temprano de
su casa para alcanzar a ir a la propia por un uniforme limpio y las demás cosas
que necesita día con día. El Capitán le había llamado al móvil un par de veces
pero a cambio solo le habían enviado un texto.
– Estaré
llegando un poco tarde, no te preocupes.
Obviamente
preocupación era todo lo que Daichi sentía. Y fue así hasta la tercera clase,
cuando finalmente su novio apareció. Quiso saltarle a las preguntas pero se
contuvo, la sonrisa cándida del peliplatino le fue suficiente, al menos de
momento porque todavía le inquietaba la mirada algo ausente de su novio.
–
Estás pálido, ¿desayunaste algo ya?
–
No, tendré que esperar a la hora del almuerzo antes del siguiente período. Pero
no te preocupes, estoy bien Dai. Hablemos esta noche luego del entrenamiento,
¿está bien?
–
De acuerdo.
Daichi
no pudo concentrarse para nada en todo el día. Ni en las clases, ni en el
entrenamiento, con suerte ahora teniendo al Entrenador Ukai el peso de las
prácticas no recaían totalmente sobre sus hombros. Aún así hacia el final de
las prácticas se disculpó con todos por su actitud dispersa de la tarde. El entrenador
Ukai y Takeda-sensei lo dejaron pasar por ahora.
–
Se ha quedado pensativo, Takeda-san… – Ukai dijo mientras caminaban fuera de
las instalaciones escolares.
–
Es la primera vez que veo a Daichi-kun y Sugawara-kun tan dispersos. No es
propio de ellos, me preguntaba qué problemas pueden estar teniendo para que se
desconcentren así.
–
Eres buen sensei… – Ukai sonrió honestamente… – Ojalá en mis tiempos hubiera
contado con un sensei como usted, algunas tonterías que hice durante mi
adolescencia se habrían evitado seguramente.
–
Oh, gracias. Pero, no pareces del tipo problemático, pienso que más bien eras
el alma de tu grupo de amigos. Cuando veo a Ukai-kun hablar con sus amigos
ahora me doy cuenta de que te aprecian mucho, y siempre están riendo alrededor
de ti.
Ukai
rió de buena gana, palmeando el hombro del sensei mandó al fondo de su
pensamiento todo bochorno posible que se le pudiera acumular en las mejillas.
–
Te sorprendería saber que no fui ese chico alegre que te imaginas. Me metí en
algunos problemas. Y aún después de graduarme, la Universidad no estuvo hecha
para mí, Takeda-san. A diferencia tuya que salta a la vista cuánto disfrutas lo
que haces, creo que además del voleibol, no tengo vocación para ninguna otra
cosa. Le envidio. Pero envidia de la buena, nada de egoísmos ni malos
pensamientos, Takeda-san.
El
sensei siguió caminando a lado del muchacho en silencio. De pronto el ambiente
se sentía ligeramente incómodo, al menos así lo sintió Ukai. Tal vez había
hablado demasiado.
–
Invítame a beber el fin de semana, Ukai-kun.
–
¿Eh?
–
Y entonces háblame de ti, quiero conocerte. Todo de Ukai Keishin-kun.
El
menor de los dos parpadeó casi sin dar crédito a lo que ha escuchado. Takeda
suspiró, ajustó sus anteojos de armazón grueso y carraspeando al parecer
avergonzado, se despidió con prisas alejándose de ahí por otro sendero. De
todas maneras Ukai estuvo clavado en su sitio todavía un rato más.
–
Beber… con Takeda-san. ¡Oh por dios! ¡Me siento como un adolescente a punto de
tener cita con la chica que le gusta!
Algunas
personas encuentran el amor en su adultez. Quizá sea el caso para esta dupla de
jóvenes que todavía no han recorrido el espinoso camino del romance.
--//--
–
Hinata, ven.
–
¿Eh? ¿Qué sucede, Kageyama? – El pelinaranja casi sudó frío cuando el
peliazabache le empujó a una calle oscura acorralándolo contra el muro… – ¿Ka…
Kageyama? – Tartamudeó al ver el rostro del más alto acercándose peligrosamente al suyo.
–
Por qué tanto alboroto. Solo voy a besarte.
–
¿Eh? Espera, cuándo perdí una apuesta. Es más, ni siquiera recuerdo que hayamos
apostado nada… – Hinata dijo con cierta inocencia. A Kageyama naturalmente le
palpitó la venita en la sien.
–
Cállate, no tiene que ver con ninguna apuesta de nada, idiota… – Dijo,
inclinándose por segunda vez en busca de los labios suaves del pelinaranja.
–
¡Espera, Kageyama!
–
¿Por qué te sorprendes, Hinata idiota? – El peliazabache gruñó entre dientes
francamente molesto.
–
Bueno, ¡quieres besarme, Bakayama! – Espetó escandalizado.
–
Que sí. Qué tiene de malo.
–
¡Ah!
–
Estamos saliendo, ¿no es así?
–
Sí, pero…
–
Se supone que las parejas se besan todos los días.
–
Sí, pero…
–
¿¡Pero qué!?
–
¡Que nosotros no somos una pareja como cualquiera! ¡Además…! Además…
–
Además, qué.
–
Bueno, nuestro primer beso… pues… – Hinata pensaba fuerte tratando de encontrar
las palabras adecuadas para expresarse. No le apetecía cabrear más a Kageyama,
y tampoco estaba seguro de cómo manejar esta situación de noviazgo desde el punto de vista del setter.
–
¿Tanto te decepcionó? – Kageyama preguntó con tono agrio, algo tosco en
realidad. Y ni siquiera se animaba a mirar al otro. Con suerte es mucho, mucho
más alto.
–
Bueno, esperaba que fuera diferente. Ya sabes, como en las películas y los
dramas que pasan en la tv. Esperaba que fuera más emocionante o algo.
Kageyama
chasqueó la lengua, eso pasa en películas y dramas porque actúan romances de
verdad. Lo suyo con Hinata es, fingido.
Aún así, por qué le molestaba tanto que Hinata haya dicho que su primer beso no
había sido especial de ninguna manera. Además, ¡él fue quien insistió!
–
Kageyama… – Le llamó. Y es que le pone más de los nervios cuando se queda
callado que cuando se pone a gritarle. Y no es que sea masoquista ni nada de
eso.
–
Esos besos que ves ahí son diferentes, se supone que plasman sentimientos,
atracción entre los personajes. Son parejas supuestamente enamoradas, Hinata.
–
Oh. Será por eso. Ya que tú y yo no estamos enamorados, verdad Kageyama.
–
N-no… – El peliazabache se alejó del otro evitándole nuevamente la mirada… –
Nos vemos mañana, Hinata.
–
¿Eh? Pero… Oye, Kageyama.
No
sirvió de nada que el pelinaranja le llamara dos o tres veces más. Kageyama
había seguido su camino sin mirar atrás. La ancha espalda del peliazabache
lucía tensa. Hinata sintió una punzada de culpa.
–
Creo que, lo hice enfadar.
Hinata
bajó la mirada. Algo le apretaba el pecho y se sentía extraño en el corazón.
--//--
–
¿Suga, vas a decirme ya?
–
Sí. Mira… – El peliplatino extendió un sobre a su novio.
Daichi
lo miró curioso, tomó el sobre que se le ofrecía y luego sacó la hoja contenida
en él. Desdobló el papel y comenzó a leer.
–
Esto… es una prueba de embarazo, Suga.
–
Así es.
–
Pero. No entiendo. Está a tu nombre y todo.
–
Por supuesto, Dai. Esto explica el comportamiento que había estado mostrando
últimamente.
–
Espera, espera. No tiene sentido. Eres un chico. Y esto dice “positivo”.
–
Porque lo estoy, Dai. Estoy embarazado.
El
Capitán se tambaleó de la impresión. Cerró los ojos y respiró profundo para
normalizar el repentino mareo. Se sentó en una banca del parque en que han
terminado, y mirando a su novio quiso indagar en su mirada si esto era alguna
especie de broma.
–
Bastante irreal, eh. También me puse así días antes, desde que Shimizu lo
mencionó.
–
¿Shimizu?
–
Sí. Ella fue la primera en decirlo, que probablemente eso explicaría los
cambios en mi alimentación y la sensibilidad a los olores. Estaba reacio a
creer en eso pero aún así me hice una prueba casera el otro día. Dio positivo.
Y ayer cuando me desmayé en la noche, supe que tenía que averiguar qué me
estaba pasando realmente, así que esta mañana me fui a un laboratorio a hacerme
una prueba de sangre. Tienes en tus manos los resultados.
–
Pero, Suga…
–
Soy un chico, lo sé… – El peliplatino se sentó finalmente junto a su novio… –
La doctora del laboratorio me explicó eso esta mañana…
– Sorprendente, ¿verdad?
– Sí.
– Bueno, sin embargo
viniste a hacerte este tipo de prueba, ¿no es así? Le llamo instinto materno,
aunque eres un chico tu cuerpo te ha hecho presentir que es esto lo que te
sucede.
– Pero, aún no puedo
entenderlo.
– Verás, Sugawara-kun,
durante mucho tiempo la investigación genética se ha dedicado a diversas
teorías de la existencia humana. La procreación en vientre masculino ha sido
una de ellas. Ciertamente no eres el primer chico que se embaraza.
– ¿Eh? ¿De verdad?
– De verdad. Las
investigaciones más recientes sugieren que todo varón cuenta con un gen que le
predispone a la posibilidad de concebir. Un gen, o varios de ellos, que
facilitan un útero en el vientre masculino, y óvulos que maduran para fecundar
cuando un espermatozoide esté presente y se cumplan todas esas condiciones que
seguramente aprendiste ya en Educación Sexual en la escuela… – El peliplatino
asintió… – Bueno, no quiero hacerte engorrosa la explicación, pero lo que sí
puedo decirte es que no eres el primero, algunos casos están registrados en la
Comunidad Científica, claro que eso no es de dominio público. Los embarazos
masculinos son, a falta de otras palabras, un tema complicado para la sociedad.
– Lo son las simples
relaciones homosexuales, un embarazo sería… no sé. Es difícil.
– Me imagino cuánto.
Sugawara-kun, una de las razones por las que esto no es de dominio público es
porque la mayoría de los casos de embarazo masculino que se han conocido no han
sido llevados a término.
– ¿Qué quiere decir con
eso?
– Bueno, muchos de ellos
han sido chicos como tú. Demasiado jóvenes, con toda una vida por delante. Un
embarazo no es sencillo. ¿Te gusta el voleibol, no?
– Sí, mucho.
– Bueno, si decides
continuar con esto, tendrás que dejarlo. Al menos hasta que tu bebé nazca.
Luego de ello tendrías que esperar al menos un par de meses antes que iniciar
actividades deportivas de nuevo. Y bueno, un bebé exige tiempo, una dedicación
de 24 horas al día. un bebé es una responsabilidad muy grande. Los chicos de tu
edad cuando escuchan eso deciden que no pueden con ello, y lo interrumpen.
Claro que eso no pasa solo a chicos, las mujeres actúan por igual. La
panorámica que se presenta ante sus ojos no empata con lo que quieren para su
futuro.
– No interrumpiría mi
embarazo.
La doctora miró al
peliplatino. El adolescente se sintió analizado bajo aquella mirada de ojos
azul claro que parecía ser capaz de leerle como libro abierto. Luego una
sonrisa afable.
– Veo que no. Serás
entonces uno de esos pocos casos que deciden llevarlo hasta el final. Sin
embargo, permíteme decirte algo más. No tomes esta decisión tu solo, ese bebé
no se concibió solo, ¿cierto?
–
Estuve asustado al principio. Pero luego me relajé bastante, la doctora fue
amable.
–
Suga, algunas cosas que te dijo son verdad.
–
Ya lo sé.
–
Llevar esto hasta el final…
Sugawara
volteó a mirar a Daichi. Vio en sus ojos miedo y titubeo.
–
¿Estás pensando que no debería, Dai?
–
Bueno, tenemos apenas 17, y ni siquiera nos hemos mostrado ante tus padres o
los míos como lo que realmente somos. Además, cuando te crezca el vientre,
¿cómo vamos a llevarlo adelante?
–
Encontraremos el modo, Dai.
–
No es tan sencillo, Suga.
–
¡Sé que no! Daichi, tú, ¿estás dudando acerca de tenerlo?
–
Suga…
El
peliplatino se levantó al instante. Las lágrimas estaban comenzando a escocerle
en los ojos, era mejor marcharse ya.
–
Suga… Suga, espera.
–
No tengo nada qué esperar.
–
No hemos terminado de hablar.
–
A mí me parece que sí. ¡Gracias por nada, Daichi! – Gritó con lágrimas
resbalando por sus mejillas, luego se echó a correr sin mirar atrás. Sin
escuchar el llamado de su novio.
Daichi
no le siguió. Realmente las piernas no le respondieron para hacerlo, estaba
aterrado. Nunca, jamás imaginó llegar a estar en esta situación.
--//--
El
día siguiente comenzó extraño para
casi todos. Kageyama no había pegado ojo en casi toda la noche, se había sumido
en libros buscando información que le sirviera para entender, en primer lugar,
su estúpido comportamiento alrededor de Hinata; y en segundo, para saber más
acerca de ese complicado mundo de los besos. Hinata tampoco había dormido
mucho, dándole vueltas a lo pasado con Kageyama no encontró un punto de
relajación para conciliar el sueño, más encima el cansancio no había sido
suficiente como para tumbarle de una como en otros días. Tsukishima y Yamaguchi
estaban en una especie de punto muerto en su amistad, esa mañana en el tren la
escena del día anterior se había repetido, audífonos en oídos de Yamaguchi,
Tsukishima sujetándole la muñeca para guiarle por las calles al salir de la
estación. Nishinoya y Asahi andaban menos tiempo juntos, al parecer Tanaka algo
tenía que ver. Y Sugawara seguía sin dirigirle la palabra a Daichi.
–
Me mandó llamar, Takeda-sensei.
–
Oh sí, Daichi-kun. ¿Ha pasado algo con Sugawara?
–
¿Por qué, sensei?
–
Porque dejó esto en mi escritorio. Su carta de dimisión del Club.
Daichi
abrió los ojos con sorpresa. Pese a que era lógico visto que ya le había dicho
acerca de continuar el embarazo, Daichi había esperado que pudiesen hablarlo
más antes que seguir tomando decisiones.
–
Sensei, permítame hablar con Suga antes que responderle, por favor.
–
Adelante. Y Daichi-kun, espero que puedan confiar en mí para lo que sea, ¿de
acuerdo?
–
Sí. Gracias, sensei.
Continuará…
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