jueves, 29 de diciembre de 2016

Time Out. PARTE 3.



~~*~~
De sorpresivos ataques y extraños cambios


Sugawara despertó en una habitación que, aunque no le era para nada desconocida, tampoco era que hubiese esperado estar ahí.

– ¿Cómo te sientes, Suga?

– Algo aturdido. Por qué estoy en tu casa, Daichi.

– Te desmayaste cuando salíamos de la estación, pensé que si te llevaba a tu casa tus padres se preocuparían, y conmigo mis padres aún no llegan del trabajo así que era mejor así. Le hablé a tu mamá para decirle que te quedarías aquí para estudiar, así que no todo está bien. Sin embargo, lo realmente importante eres tú, no creo que estés bien de salud Suga, tal vez te has sobreexigido en los entrenamientos y estás cansado.

– N… Sí, tal vez sea eso… – El peliplatino respondió, aunque en su mente más bien se había repetido esa sospecha acerca de su embarazo… – Pero, siendo hombre, todavía no entiendo cómo podría haber pasado.

– Oye, Suga, por qué no me lo dices.

– ¿Eh?

– Te conozco muy bien, sé que algo pasa por tu mente desde hace unos días, pero no me has dicho nada. Soy tu novio, sabes, espero que confíes en mí.

– N-no es desconfianza, Daichi. Yo, necesito un poco de tiempo, ¿sí?

– Como quieras. Vamos, hora de cenar.

Sawamura se levantó sin mayor palabra de por medio. Sugawara supo de inmediato que su novio estaba molesto con él. No, propiamente con él no, sino con su silencio, con su aparente desconfianza. El peliplatino suspiró, no era para nada sencillo estar en esta situación. Lo primero que tenía que hacer era descartar cuanto antes cualquier padecimiento patológico… o un embarazo. O por el contrario, corroborar cualquiera de estas dos opciones, cualesquiera que resultara, no sería sencillo de enfrentar.

Sugawara salió de la cama de Daichi con algo de pesadez, le dolía un poco la cabeza y aún había vestigios de mareo en su organismo; no quería sin embargo preocupar más a su novio, y está seguro de que una buena cena y descanso hará maravillas con su estado físico y emocional. Al llegar al comedor la mesa estaba servida ya, los diversos platillos y su novio terminando de acercar lo indispensable. Estaba callado y le evadía la mirada, el peliplatino le ha visto pocas veces así, pero sabe bien lo que significa.

– Daichi, no estés enfadado conmigo.

– No lo estoy.

– Sí lo estás, tú dijiste que me conoces muy bien, ¿verdad? Pues yo a ti también te conozco muy bien Daichi. Pero por favor, confía en mí, solo necesito un poco de tiempo, luego te diré lo que está pasando. Solo, no me gusta cuando te enojas conmigo.

Sawamura dejó los platillos sobre su tazón de arroz y levantó la mirada clavando sus sinceros ojos oscuros en los de su novio. La firmeza de sus facciones, la voluntad reflejada en sus pupilas, el garbo al erguir la espalda, los anchos hombros; Sugawara se sonrojó involuntariamente, oh sí, tan atractivo, tan varonil, tan…

Me está dando calor. Por qué, no soy así. No es que… que, me caliente solo con mirarlo. ¡Aunque él es tan sexy! Bueno, me enamoré de todo en Daichi después de todo.

– Eres transparente para algunas cosas, Suga… – El Capitán dijo sonriendo apenas perceptiblemente… – Te ves hermoso con las mejillas rojas, vamos a disfrutar la cena.

El peliplatino asintió devolviéndole una sonrisa mucho más amplia y cristalina. No, ya no estaba enojado, esperaría pacientemente a que él decidiera contarle lo que sea que está pasando. Sí, también por esto le quiere tanto, tanto, que en más de una ocasión ha pensado que no le importaría en absoluto que todos supiesen que es gay, que está enamorado hasta el tuétano de otro chico. No, se corrige a sí mismo en pensamiento, de un hombre tan centrado como Sawamura Daichi.

--//--

El recorrido a la escuela siempre resultaba de esta manera. Yamaguchi a veces lo detestaba, los murmullos hirientes, las miradas francas, las frases malintencionadas.

– Tsukishima es un chico tan apuesto, por qué siempre está acompañado de ese chico tan insípido.

– Oh, el chico feo junto al atractivo Tsukishima.

– Es como dicen, un guapo siempre luce mucho más guapo si para rematar le pones junto a un feo.

Risas escandalosas, miradas burlonas. Yamaguchi siempre se tragaba su orgullo y lamentaba dejar que pisotearan así su dignidad. Tal vez porque en parte él se sentía así, feo a lado de Tsukishima. Porque el rubio es alto, frío y distante, con esa mirada gélida que atraía a las chicas, misterioso y suspicaz. El rubio era un ícono de atractivo varonil; mientras que él… ah bueno, no estaba dotado de ninguna de todas esas cosas, y no era tampoco talentoso para el voleibol. En realidad es más como si siempre se dejara arrastrar por la corriente poderosa que impulsa Tsukishima.

No puedo culparlas por hablar así de mí. Incluso yo pienso que no luzco para nada bien junto a Tsukki. Pero él me gusta, quiero seguir compartiendo estos momentos con él, aunque sea todo lo que pueda tener.

El rubio iba a lado de Yamaguchi, ambos recargados en los muros metálicos del tren, apretujado a esas horas de la mañana con estudiantes, amas de casa, empleados y gente de todo tipo en movimiento. Tsukishima escuchó entonces un grupo de chicas hablando de Yamaguchi, las fulminó con la mirada cuando se percató del sentido de su conversación y sintió a Yamaguchi hacerse pequeño a su lado. El rubio hizo lo único que se le ocurrió al instante, se sacó los auriculares de los hombros y los depositó con cuidado sobre la cabeza del chico, ajustando la diadema y presionando el play de su reproductor, aumentó apenas un poco el volumen y luego se colocó al frente de Yamaguchi dejándole entre el muro metálico y su cuerpo. Yamaguchi era alto, pero Tsukishima lo era todavía más.

No hicieron falta las palabras –casi nunca las necesitaban, o al menos no se animaban en emplearlas en situaciones embarazosas como esta–. Yamaguchi agradeció mentalmente su gesto y apreció la melodía que sonaba en las almohadillas contra sus oídos, la tonada rítmica de una canción de moda le arrancó una sonrisa. Tsukishima simplemente permaneció ahí, contemplando su reflejo en el cristal frente a él, el paisaje de la ciudad que pasaba a gran velocidad ahí afuera no importaba para nada, su corazón estaba atracado con una carrera más veloz aún.

¿Por qué ha hecho esto? ¿Por qué se preocupa siempre por Yamaguchi? ¿Por qué le enojó lo que escuchó? Ah sí, sentimientos. Y él es tan pobre para comprenderlos, tan perezoso para nombrarlos. Actúa por inercia, por instinto, por impulso.

No eres feo, Yamaguchi. Esas tontas no ven lo mismo que yo.

El pensamiento quedó en eso solamente, las palabras nunca brotaron de labios del rubio. Minutos más tarde, cuando la estación estaba por llegar, Tsukishima enrolló sus grandes y toscos dedos alrededor de la mano de Yamaguchi, la muñeca del chico le pareció repentinamente frágil y cálida. Algo se encendió en su interior y algo parecido a la vergüenza le asaltó. Yamaguchi levantó la mirada esperando conectar la del rubio, pero aquellos ojos se le negaron.

Tsukishima dio media vuelta y entre el tumulto de gente bajó del vagón tirando de un Yamaguchi que le seguía con aire confundido, los grandes auriculares del rubio todavía haciendo sonar la música en sus oídos. La escena era extraña, las sensaciones dentro de ella aún más.

Silencio.
Dudas.
Inquietudes.
Emociones.

--//--

Cuando la primera clase comenzó, Daichi miró de hito en hito todo el salón. La silla de Sugawara estaba vacía. Aquella mañana su novio había salido muy temprano de su casa para alcanzar a ir a la propia por un uniforme limpio y las demás cosas que necesita día con día. El Capitán le había llamado al móvil un par de veces pero a cambio solo le habían enviado un texto.

Estaré llegando un poco tarde, no te preocupes.

Obviamente preocupación era todo lo que Daichi sentía. Y fue así hasta la tercera clase, cuando finalmente su novio apareció. Quiso saltarle a las preguntas pero se contuvo, la sonrisa cándida del peliplatino le fue suficiente, al menos de momento porque todavía le inquietaba la mirada algo ausente de su novio.

– Estás pálido, ¿desayunaste algo ya?

– No, tendré que esperar a la hora del almuerzo antes del siguiente período. Pero no te preocupes, estoy bien Dai. Hablemos esta noche luego del entrenamiento, ¿está bien?

– De acuerdo.

Daichi no pudo concentrarse para nada en todo el día. Ni en las clases, ni en el entrenamiento, con suerte ahora teniendo al Entrenador Ukai el peso de las prácticas no recaían totalmente sobre sus hombros. Aún así hacia el final de las prácticas se disculpó con todos por su actitud dispersa de la tarde. El entrenador Ukai y Takeda-sensei lo dejaron pasar por ahora.

– Se ha quedado pensativo, Takeda-san… – Ukai dijo mientras caminaban fuera de las instalaciones escolares.

– Es la primera vez que veo a Daichi-kun y Sugawara-kun tan dispersos. No es propio de ellos, me preguntaba qué problemas pueden estar teniendo para que se desconcentren así.

– Eres buen sensei… – Ukai sonrió honestamente… – Ojalá en mis tiempos hubiera contado con un sensei como usted, algunas tonterías que hice durante mi adolescencia se habrían evitado seguramente.

– Oh, gracias. Pero, no pareces del tipo problemático, pienso que más bien eras el alma de tu grupo de amigos. Cuando veo a Ukai-kun hablar con sus amigos ahora me doy cuenta de que te aprecian mucho, y siempre están riendo alrededor de ti.

Ukai rió de buena gana, palmeando el hombro del sensei mandó al fondo de su pensamiento todo bochorno posible que se le pudiera acumular en las mejillas.

– Te sorprendería saber que no fui ese chico alegre que te imaginas. Me metí en algunos problemas. Y aún después de graduarme, la Universidad no estuvo hecha para mí, Takeda-san. A diferencia tuya que salta a la vista cuánto disfrutas lo que haces, creo que además del voleibol, no tengo vocación para ninguna otra cosa. Le envidio. Pero envidia de la buena, nada de egoísmos ni malos pensamientos, Takeda-san.

El sensei siguió caminando a lado del muchacho en silencio. De pronto el ambiente se sentía ligeramente incómodo, al menos así lo sintió Ukai. Tal vez había hablado demasiado.

– Invítame a beber el fin de semana, Ukai-kun.

– ¿Eh?

– Y entonces háblame de ti, quiero conocerte. Todo de Ukai Keishin-kun.

El menor de los dos parpadeó casi sin dar crédito a lo que ha escuchado. Takeda suspiró, ajustó sus anteojos de armazón grueso y carraspeando al parecer avergonzado, se despidió con prisas alejándose de ahí por otro sendero. De todas maneras Ukai estuvo clavado en su sitio todavía un rato más.

– Beber… con Takeda-san. ¡Oh por dios! ¡Me siento como un adolescente a punto de tener cita con la chica que le gusta!

Algunas personas encuentran el amor en su adultez. Quizá sea el caso para esta dupla de jóvenes que todavía no han recorrido el espinoso camino del romance.

--//--

– Hinata, ven.

– ¿Eh? ¿Qué sucede, Kageyama? – El pelinaranja casi sudó frío cuando el peliazabache le empujó a una calle oscura acorralándolo contra el muro… – ¿Ka… Kageyama? – Tartamudeó al ver el rostro del más alto acercándose peligrosamente al suyo.

– Por qué tanto alboroto. Solo voy a besarte.

– ¿Eh? Espera, cuándo perdí una apuesta. Es más, ni siquiera recuerdo que hayamos apostado nada… – Hinata dijo con cierta inocencia. A Kageyama naturalmente le palpitó la venita en la sien.

– Cállate, no tiene que ver con ninguna apuesta de nada, idiota… – Dijo, inclinándose por segunda vez en busca de los labios suaves del pelinaranja.

– ¡Espera, Kageyama!

– ¿Por qué te sorprendes, Hinata idiota? – El peliazabache gruñó entre dientes francamente molesto.

– Bueno, ¡quieres besarme, Bakayama! – Espetó escandalizado.

– Que sí. Qué tiene de malo.

– ¡Ah!

– Estamos saliendo, ¿no es así?

– Sí, pero…

– Se supone que las parejas se besan todos los días.

– Sí, pero…

– ¿¡Pero qué!?

– ¡Que nosotros no somos una pareja como cualquiera! ¡Además…! Además…

– Además, qué.

– Bueno, nuestro primer beso… pues… – Hinata pensaba fuerte tratando de encontrar las palabras adecuadas para expresarse. No le apetecía cabrear más a Kageyama, y tampoco estaba seguro de cómo manejar esta situación de noviazgo desde el punto de vista del setter.

– ¿Tanto te decepcionó? – Kageyama preguntó con tono agrio, algo tosco en realidad. Y ni siquiera se animaba a mirar al otro. Con suerte es mucho, mucho más alto.

– Bueno, esperaba que fuera diferente. Ya sabes, como en las películas y los dramas que pasan en la tv. Esperaba que fuera más emocionante o algo.

Kageyama chasqueó la lengua, eso pasa en películas y dramas porque actúan romances de verdad. Lo suyo con Hinata es, fingido. Aún así, por qué le molestaba tanto que Hinata haya dicho que su primer beso no había sido especial de ninguna manera. Además, ¡él fue quien insistió!

– Kageyama… – Le llamó. Y es que le pone más de los nervios cuando se queda callado que cuando se pone a gritarle. Y no es que sea masoquista ni nada de eso.

– Esos besos que ves ahí son diferentes, se supone que plasman sentimientos, atracción entre los personajes. Son parejas supuestamente enamoradas, Hinata.

– Oh. Será por eso. Ya que tú y yo no estamos enamorados, verdad Kageyama.

– N-no… – El peliazabache se alejó del otro evitándole nuevamente la mirada… – Nos vemos mañana, Hinata.

– ¿Eh? Pero… Oye, Kageyama.

No sirvió de nada que el pelinaranja le llamara dos o tres veces más. Kageyama había seguido su camino sin mirar atrás. La ancha espalda del peliazabache lucía tensa. Hinata sintió una punzada de culpa.

– Creo que, lo hice enfadar.

Hinata bajó la mirada. Algo le apretaba el pecho y se sentía extraño en el corazón.

--//--

– ¿Suga, vas a decirme ya?

– Sí. Mira… – El peliplatino extendió un sobre a su novio.

Daichi lo miró curioso, tomó el sobre que se le ofrecía y luego sacó la hoja contenida en él. Desdobló el papel y comenzó a leer.

– Esto… es una prueba de embarazo, Suga.

– Así es.

– Pero. No entiendo. Está a tu nombre y todo.

– Por supuesto, Dai. Esto explica el comportamiento que había estado mostrando últimamente.

– Espera, espera. No tiene sentido. Eres un chico. Y esto dice “positivo”.

– Porque lo estoy, Dai. Estoy embarazado.

El Capitán se tambaleó de la impresión. Cerró los ojos y respiró profundo para normalizar el repentino mareo. Se sentó en una banca del parque en que han terminado, y mirando a su novio quiso indagar en su mirada si esto era alguna especie de broma.

– Bastante irreal, eh. También me puse así días antes, desde que Shimizu lo mencionó.

– ¿Shimizu?

– Sí. Ella fue la primera en decirlo, que probablemente eso explicaría los cambios en mi alimentación y la sensibilidad a los olores. Estaba reacio a creer en eso pero aún así me hice una prueba casera el otro día. Dio positivo. Y ayer cuando me desmayé en la noche, supe que tenía que averiguar qué me estaba pasando realmente, así que esta mañana me fui a un laboratorio a hacerme una prueba de sangre. Tienes en tus manos los resultados.

– Pero, Suga…

– Soy un chico, lo sé… – El peliplatino se sentó finalmente junto a su novio… – La doctora del laboratorio me explicó eso esta mañana…

– Sorprendente, ¿verdad?

– Sí.

– Bueno, sin embargo viniste a hacerte este tipo de prueba, ¿no es así? Le llamo instinto materno, aunque eres un chico tu cuerpo te ha hecho presentir que es esto lo que te sucede.

– Pero, aún no puedo entenderlo.

– Verás, Sugawara-kun, durante mucho tiempo la investigación genética se ha dedicado a diversas teorías de la existencia humana. La procreación en vientre masculino ha sido una de ellas. Ciertamente no eres el primer chico que se embaraza.

– ¿Eh? ¿De verdad?

– De verdad. Las investigaciones más recientes sugieren que todo varón cuenta con un gen que le predispone a la posibilidad de concebir. Un gen, o varios de ellos, que facilitan un útero en el vientre masculino, y óvulos que maduran para fecundar cuando un espermatozoide esté presente y se cumplan todas esas condiciones que seguramente aprendiste ya en Educación Sexual en la escuela… – El peliplatino asintió… – Bueno, no quiero hacerte engorrosa la explicación, pero lo que sí puedo decirte es que no eres el primero, algunos casos están registrados en la Comunidad Científica, claro que eso no es de dominio público. Los embarazos masculinos son, a falta de otras palabras, un tema complicado para la sociedad.

– Lo son las simples relaciones homosexuales, un embarazo sería… no sé. Es difícil.

– Me imagino cuánto. Sugawara-kun, una de las razones por las que esto no es de dominio público es porque la mayoría de los casos de embarazo masculino que se han conocido no han sido llevados a término.

– ¿Qué quiere decir con eso?

– Bueno, muchos de ellos han sido chicos como tú. Demasiado jóvenes, con toda una vida por delante. Un embarazo no es sencillo. ¿Te gusta el voleibol, no?

– Sí, mucho.

– Bueno, si decides continuar con esto, tendrás que dejarlo. Al menos hasta que tu bebé nazca. Luego de ello tendrías que esperar al menos un par de meses antes que iniciar actividades deportivas de nuevo. Y bueno, un bebé exige tiempo, una dedicación de 24 horas al día. un bebé es una responsabilidad muy grande. Los chicos de tu edad cuando escuchan eso deciden que no pueden con ello, y lo interrumpen. Claro que eso no pasa solo a chicos, las mujeres actúan por igual. La panorámica que se presenta ante sus ojos no empata con lo que quieren para su futuro.

– No interrumpiría mi embarazo.

La doctora miró al peliplatino. El adolescente se sintió analizado bajo aquella mirada de ojos azul claro que parecía ser capaz de leerle como libro abierto. Luego una sonrisa afable.

– Veo que no. Serás entonces uno de esos pocos casos que deciden llevarlo hasta el final. Sin embargo, permíteme decirte algo más. No tomes esta decisión tu solo, ese bebé no se concibió solo, ¿cierto?

– Estuve asustado al principio. Pero luego me relajé bastante, la doctora fue amable.

– Suga, algunas cosas que te dijo son verdad.

– Ya lo sé.

– Llevar esto hasta el final…

Sugawara volteó a mirar a Daichi. Vio en sus ojos miedo y titubeo.

– ¿Estás pensando que no debería, Dai?

– Bueno, tenemos apenas 17, y ni siquiera nos hemos mostrado ante tus padres o los míos como lo que realmente somos. Además, cuando te crezca el vientre, ¿cómo vamos a llevarlo adelante?

– Encontraremos el modo, Dai.

– No es tan sencillo, Suga.

– ¡Sé que no! Daichi, tú, ¿estás dudando acerca de tenerlo?

– Suga…

El peliplatino se levantó al instante. Las lágrimas estaban comenzando a escocerle en los ojos, era mejor marcharse ya.

– Suga… Suga, espera.

– No tengo nada qué esperar.

– No hemos terminado de hablar.

– A mí me parece que sí. ¡Gracias por nada, Daichi! – Gritó con lágrimas resbalando por sus mejillas, luego se echó a correr sin mirar atrás. Sin escuchar el llamado de su novio.

Daichi no le siguió. Realmente las piernas no le respondieron para hacerlo, estaba aterrado. Nunca, jamás imaginó llegar a estar en esta situación.

--//--

El día siguiente comenzó extraño para casi todos. Kageyama no había pegado ojo en casi toda la noche, se había sumido en libros buscando información que le sirviera para entender, en primer lugar, su estúpido comportamiento alrededor de Hinata; y en segundo, para saber más acerca de ese complicado mundo de los besos. Hinata tampoco había dormido mucho, dándole vueltas a lo pasado con Kageyama no encontró un punto de relajación para conciliar el sueño, más encima el cansancio no había sido suficiente como para tumbarle de una como en otros días. Tsukishima y Yamaguchi estaban en una especie de punto muerto en su amistad, esa mañana en el tren la escena del día anterior se había repetido, audífonos en oídos de Yamaguchi, Tsukishima sujetándole la muñeca para guiarle por las calles al salir de la estación. Nishinoya y Asahi andaban menos tiempo juntos, al parecer Tanaka algo tenía que ver. Y Sugawara seguía sin dirigirle la palabra a Daichi.

– Me mandó llamar, Takeda-sensei.

– Oh sí, Daichi-kun. ¿Ha pasado algo con Sugawara?

– ¿Por qué, sensei?

– Porque dejó esto en mi escritorio. Su carta de dimisión del Club.

Daichi abrió los ojos con sorpresa. Pese a que era lógico visto que ya le había dicho acerca de continuar el embarazo, Daichi había esperado que pudiesen hablarlo más antes que seguir tomando decisiones.

– Sensei, permítame hablar con Suga antes que responderle, por favor.

– Adelante. Y Daichi-kun, espero que puedan confiar en mí para lo que sea, ¿de acuerdo?

– Sí. Gracias, sensei.


Continuará…

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