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De
Juegos Tontos y Pruebas Positivas
Sugawara
permaneció atónito durante algunos minutos, encerrado en el baño sin saber qué
hacer a continuación, demasiado incrédulo a ese resultado positivo de una
prueba de embarazo casera que, está seguro, debe estar mal porque resulta
imposible tal cosa.
–
Seguramente es un error, la prueba debe estar defectuosa. Dejaré de preocuparme
por esto y hacerme ideas raras… – Dijo para sí, suspirando y guardando la
dichosa prueba en la cajita en que venía empaquetada, ahora tenía que
deshacerse de eso sin que su familia se diera cuenta o terminaría generándose
gran lío.
Decidido
en expulsar esos pensamientos innecesarios de su cabeza, Sugawara se alistó
finalmente para ir a la escuela. Daichi lo esperaba una calle cercana a la
estación como cada vez, así podían disimular las ganas que tenían de
encontrarse todas las mañanas al irse juntos a la escuela. Se saludaron con una
sonrisa sabiendo que debían posponer los besos o tomadas de mano para cuando
estuviesen solos y en privado. Por supuesto, salta a la vista la relación de
noviazgo que los adolescentes han sostenido desde hace al menos un año, y esa
sospecha de embarazo que Sugawara se empeña en olvidar le recuerda sin embargo
las ocasiones en que se las han ingeniado para intimar; de seis meses hacia acá
cuando finalmente dieron el gran paso,
contaban con al menos un encuentro sexual o dos por mes. Siempre cuidando que
no se empatara con compromisos del Club como algún partido de práctico u
oficial.
–
Algo huele rico… – Sugawara elevó el mentón para captar con la nariz el aroma
que se percibía en el ambiente… – Patatas dulces~
–
Debe ser del puesto aquí cerca. ¿Quieres?
–
¿De verdad? ¡Sí, gracias Dai~!
A
Daichi le extrañó un poco la actitud alegre del peliplatino, no porque no fuera
alegre sino por la forma tan radiante con que se deslizó hacia el puesto casi
dando saltitos de felicidad. El pelinegro sonrió con ternura dándole
rápidamente alcance. Honestamente, cómo no enamorarse de un chico tan hermoso
como Sugawara.
Sawamura
Daichi estaba consciente de su actual amor por el peliplatino, sin embargo al
inicio había sido complicado, le había costado bastante asimilar su atracción
por alguien de su misma condición de género. Si bien nunca había tenido
absolutamente nada contra la comunidad gay, tampoco había tenido siquiera cerca
a nadie, ni en su familia ni entre sus amistades. Para Daichi llegar a la
adolescencia había resultado una transición “normal”, los cambios hormonales y
la atracción por el sexo opuesto, o al menos él encontraba bonitas a todas las
chicas a su alrededor, y tenía la suficiente confianza para hablar con ellas
sin ponerse nervioso.
Con
Sugawara Koushi las cosas comenzaron a cambiar justo ahí, cuando la timidez y
los nervios que debería de sentir al charlar con chicas lindas se mostraron al
hablar con su peliplatino amigo de toda una vida. Y también aparecieron los
celos cuando Sugawara charlaba con otros, cuando le sonreía a los de la clase y
aceptaba acompañarles a salir por ahí a divertirse. Entonces Sawamura, recuerda
bien, comenzó a presionarlo un poco más con el Club de Voleibol, inscribirse y
entrenar fuerte todos los días para devolverle a Karasuno la gloria de la que
gozó tiempo atrás. Sugawara se dejó arrastrar fácilmente en aquel vórtice de
emociones en que Sawamura lo internó, contagiándole de su entusiasmo se
convirtieron casi sin darse cuenta, junto a Asahi, en los pilares de una
generación que no se rendiría en su sueño de hacer de los Cuervos de Karasuno
campeones colegiales.
Envueltos
en aquel deseo, a ambos adolescentes el primer año se les fue volando, habían
estrechado su amistad y formado una alianza que nadie podría quebrantar. Luego,
durante su segundo año, conocieron a Nishinoya y Tanaka, las cosas para el Club
pintaban muy bien, eran cada vez más fuertes como equipo y la meta planteada se
veía más y más clara. El entusiasmo no menguaba en absoluto. Pero entonces
sucedieron muchas cosas más, la popularidad de Sugawara en la población
estudiantil incrementó, chicas de todos los grados le hacían llegar cartas de
amor y le entregaban galletas horneadas por mano propia, los celos de Sawamura
se dispararon de nuevo, y en un arranque de ellos terminó confesándose de una forma
extraña. Romántica, pero extraña.
– ¿Te enviaron otra
carta?
– Sí, me han citado en
la azotea. Me da un poco de pena presentarme.
– ¿Por qué?
– Porque me siento mal
cada vez que rechazo a una chica. Oh, eso sonó egoísta de mi parte, no quiero
decir que haya rechazado a tantas chicas o algo así.
– Seis. Hasta ahora has
rechazado a seis chicas que se te han confesado.
– ¿Llevas la cuenta?
– Obviamente.
– ¿Eh?
– Como sea. Hazlo rápido
y no llegues tarde a las prácticas. Me iré adelantando.
– Daichi.
– ¿Qué?
– ¿Por qué estás
enojado? Sé que es un poco molesto que cosas como estas me retrasen, pero…
– ¡Estoy harto de las
cartitas que te envían! ¡También del aroma a galletas recién horneados! ¡Y de
los perfumes escandalosos de las niñas que tontean alrededor de ti!
– Dai…
– ¡Todas ellas deberían
saber que Koushi es mío!
– ¿Eh?
Hasta ahí las
expresiones frustradas y de confusión. Daichi se dio cuenta tarde de lo que
había soltado sin más, de su respiración alterada y de la molestia que le
corroía las entrañas. Se dio cuenta también de la mirada impactada de Sugawara,
de sus ojos llorosos y de lo malditamente lindo y sexy que lucía con aquella
expresión. Esa apariencia solo hacía latir como loco a su corazón, que le
sudaran las manos y que no supiera dónde demonios enterrar la cabeza para
esconderse. ¡Se ha confesado! O más o menos lo ha hecho.
– Daichi, qué significa
eso.
Sawamura se mordió el
labio inferior al tiempo que desviaba la mirada. Hombre, de qué manera el
peliplatino espera que sea más claro.
– Daichi…
– Significa que me
gustas.
– Bueno, sé que te
gusto, hemos sido amigos por años. A mí también me gustas.
Sawamura sin embargo
percibió en el tono de su voz que no estaba entendiendo el sentido de sus
palabras. No estaba hablando de ese ridículo y casi asfixiante “gustar” de
amigos, eso había quedado en el pasado hace mucho tiempo como para manejarlo
objetivamente ahora.
– Quiero decir que me
gustas como me deberían de gustar las chicas, no como amigo. Me gustas como les
gustas a esas niñas tontas. No, me gustas mucho más que a ellas, porque yo te
conozco, porque yo sé quién eres, sé qué te gusta y lo que detestas, sé incluso
cómo respiras cuando duermes después de un agitado día de entrenamiento.
Conozco el olor de tu sudor y cómo te frustras cuando no consigues hacer pases
para punto durante un partido aunque sea de práctica. Me gustas, de forma que
pienso en tomarte la mano y besarte, incluso mucho más que eso… – Tras soltar
todas aquellas palabras Daichi miró a su amigo. Sugawara lucía bastante
sorprendido y parecía incapaz del habla a causa de la impresión; y era tan
tierno verle así, con las mejillas rosadas, que Daichi reafirmó una de las
tantas razones por las que se enamoró de su mejor amigo… – ¡Tsk! Yo, tal vez no
debí decírtelo. Yo, debe ser la cosa más rara del mundo que tu mejor amigo te
diga esta clase de cosas.
– L-lo es…
Daichi desvió la mirada.
Claro que lo era. ¡En qué narices estaba pensando cuando soltó todo aquello!
Ah, claro. No estaba pensando. ¡Malditos celos! ¡Chiquillas tontas que lo
orillaron a explotar de esta manera!
– ¿Tú… ya no seremos
amigos?
– ¿Eh?... – Sugawara
finalmente salió de su estado de estupefacción, procesando el significado de
las palabras de su amigo… – Daichi, yo… no podría decir así nada más que ya no
quiero ser tu amigo. Pero, ha sido demasiado para mí enterarme de, lo que
sientes.
– Sí… – Dijo por decir, porque
francamente su cerebro estaba trabado. No, es más correcto decir que su corazón
estaba aterrado.
– Pero no me desagrada,
sabes. De hecho, me siento feliz… – Las mejillas de Sugawara se tiñeron
efusivamente de rubor… – No, no lo había pensado de esta manera antes. Pero si
lo pienso, mi corazón late de prisa contigo ahora, mientras que con esas chicas
de antes cada vez me sentí incómodo nada más. Yo, creo que para mí querer a
Daichi es natural.
– Suga, ¿estaría bien
intentarlo?
– ¿Intentarlo?
– Sí, ya que para ti es
natural quererme, y que yo sé que estoy enamorado de ti. Tal vez estaría bien
simplemente, salir. Ser pareja.
– Oh. Sí. ¡Sí, Daichi!
Aquella tarde se habían
dado su primer beso. Demasiado corto y avergonzado como para que se les fuese a
olvidar alguna vez en sus vidas. Además, habían coordinado tan mal que se
habían chocado las narices espantosamente. Pero bueno, eso son solo cosas que pasan.
Ah sí, Sugawara nunca llegó a la azotea y tuvo que entregar su respuesta con un
simple “lo siento, estoy interesado en alguien ya” que anotó en un trozo de
papel que la chica en cuestión rasgó entre lágrimas de decepción.
–
Daichi… Dai~ ¡Daichi!
–
Lo siento, estaba recordando algo importante.
–
Qué cosa.
–
Que te amo, Koushi… – El Capitán susurró al oído de su novio, haciéndole
estremecer y sonrojar.
Daichi
sonrió ligeramente divertido y enormemente enternecido mientras Sugawara le
devolvía la sonrisa y hacía el tonto comiendo su patata dulce.
--//--
Por
otro lado y en una historia diametralmente opuesta, Hinata y Kageyama competían por llegar al
aula de clases en primer lugar, apuesta de por medio en donde el perdedor haría
lo que el ganador quisiera. Kageyama casi se da de topes contra el muro cuando,
para su desgracia, se supo el perdedor del momento.
–
¡Sí! ¡Más vale no echarse para atrás!
–
Claro que no, Hinata idiota… – Bufó nada alegre con la resolución.
Hinata
ya no dijo nada, sonrió ampliamente y con un brillito especial en los ojos, se
fue directo a su asiento comenzando a charlar con un par de chicos de la clase
que siempre conversaban animadamente con el pelinaranja. Además de algunas
chicas que, a ojos de Kageyama, se acercaban con toda la intención de tontear
con el ruidoso adolescente.
–
Ni cuenta se da. Realmente es un idiota
ese enano. De todas maneras, por qué me molesta ver que es tan amistoso con
otros. Ah, debe ser normal sentir eso cuando estás saliendo con alguien. Cómo
es que le dicen.
--//--
–
Celos… – Escuchó Kageyama decir a Nishinoya cuando, casualmente, Tanaka comenzó
una plática con el Libero acerca de lo que siente cuando las chicas hostigan a
Asahi. Que el Libero respondiera sin siquiera pensarlo puso a Tanaka con la
piel de gallina, la verdad es que era su forma de indagar lo que Hinata y
Kageyama le habían dicho antes.
–
¿Celos? Bueno, está bien que ustedes dos sean muy buenos amigos y tal, que compartan
muchas cosas y eso, pero, los celos entre amigos es un poco…
–
¿Un poco qué? – El Libero enarcó una ceja con finura, y se elevó en toda su
altura (aunque no es mucha, claro está) colocando las manos en sus caderas.
Tanaka pensó por primera vez que su amigo lucía un poco lindo de esa manera. Como un gatito enfurruñado con los pelos
crispados.
–
¡No! – Tanaka exclamó a pulmón abierto cuando se dio cuenta de su propio
pensamiento… – ¿Qué narices ha pasado contigo, Noya? ¿No era que estábamos
enamorados de la bella Kiyoko? – Preguntó mientras lo sacudía por los hombros
casi a punto de llorar de frustración. ¡Él que había pensado que serían algo
así como amigos de esos que van dejando corazones rotos!
–
¿Por qué estás haciendo tanto drama tan repentinamente, Tanaka? ¡Y deja de sacudirme
que me estás mareando!
–
¡Pero es que no puedes entender!
–
¿Qué eres? ¿Drama Queen?
Tanaka
colapsó instantáneamente, pálido como papel, perdido en algún punto de su mente
fracturada por el descubrimiento indirecto de la condición sexual del que había
considerado algo así como su amigo de aventuras amorosas.
Kageyama
había perdido el interés casi a media discusión. La palabra “celos” se le había
clavado en el pensamiento con insistencia. La verdad es que parecía que eso era
lo que podía dar respuesta a su supuesta molestia cuando otros conviven con
Hinata.
–
Ciertamente es normal entre las parejas,
¿no? Los celos son parte de una relación estable. Pero, ¿no es un poco raro que
sienta celos aún si Hinata es mi novio por conveniencia? Es decir, no es que
estemos realmente enamorados.
–
¡Kageyama, date prisa y levántala! ¡Levántala para mí!
–
¡Cállate, Hinata! ¡No grites así solo porque terminaste de hacer el
calentamiento!
–
¡Qué! ¡Pero si llevo todo el día ansiando este momento y lo sabes! ¡Ahora,
levántala para mí, golpearé cada pelota que lances! ¡Vamos, vamos!
–
¡Tsk! Cómo podría enamorarme de un mocoso
escandaloso como él.
Tanaka
pasó casi toda la tarde como vil zombi, perdido en su dolor. ¿Qué? Perder a un amigo de aventuras amorosas porque resulta
ser gay no es la cosa más sencilla del mundo. En serio. Para él ha sido un
golpe duro, muy duro. Lo que es peor, ¡no estaba enterado!
–
Oye, Noya.
–
¿Qué? Ni se te ocurra empezar otra vez con lo mismo de antes, Tanaka.
–
¿Desde cuándo estás saliendo con Asahi y por qué no me lo habías contado?
A
Nishinoya se le subieron los colores al rostro, pero casi al mismo tiempo se le
fueron totalmente dejándolo pálido.
–
¿C-cómo… cómo te enteraste?
–
Por mera casualidad. Besarse en los vestidores del gimnasio no es precisamente
discreto.
–
¡Ah, mierda! – Exclamó demasiado alto como para que otros no se dieran cuenta.
Asahi incluido, el as se les quedó mirando un rato, tratando de adivinar qué se
traían ahora el par de amigos… – Espera, por eso estabas haciendo lío hace
rato.
–
Bueno, se supone que somos amigos, pero entonces me enteré por casualidad y me
sentí traicionado de varias formas. No confiaste en mí para contarme algo tan
importante.
–
No irá a resultar que eres homofóbico, ¿o sí?
–
Claro que no.
Nishinoya
suspiró. Honestamente hablar de esto justo ahora, ahí donde todavía había
demasiados oídos que podían escuchar.
–
No es fácil ir y contar este tipo de cosas. Pero te contaré luego, cuando sea
menos, público… – Dijo mirando alrededor, aunque cada quien estaba a lo suyo
terminando de guardar y limpiar, prefería evitarse problemas.
–
Cuando quieras, solo tienes que recordar que soy tu amigo y ya.
El
Libero le palmeó el hombro con confianza, sonriendo afirmativamente y
agradeciendo que no le presione más ahora. Luego se dio media vuelta y se
encontró de frente con Asahi. Los tres chicos compartieron miradas, el as
parecía ligeramente celoso, molesto quizá. Tanaka tragó hondo, era la primera
vez que notaba aquella mirada en su amigo.
–
Todo está bien, Asahi. Vamos, no hay que retrasar a los demás vagueando solo
por ser cool.
La
tensión se desvaneció al instante. Más allá, en el cuarto de almacenamiento,
Yamaguchi y Tsukishima terminaban de colocar ordenadamente algunos aditamentos.
–
Te acompañaré a casa hoy también, Yamaguchi.
–
¿Eh? Oh, está bien, Tsukki… – El chico sonrió, aunque estaba curioso por saber
la razón por la cual haría aquello de nuevo. Hacía tiempo que no le acompañaba
hasta su casa, ya que Tsukishima vive a unos 10 minutos de su hogar, ir hasta
allá y luego regresarse parece innecesario.
--//--
Terminadas
las prácticas con los chicos de Karasuno, Ukai volvió a su local. La tienda era
atendida por su madre en su ausencia, y era tan amable que todos en el
vecindario le querían y aprovechaban para ir a visitarle y charlar con ella
justo cuando se hacía cargo del negocio. Al rubio le latió la venita en la
sien, sospechaba que él no era precisamente querido por las señoras del barrio
ya que cuando estaba él venían, hacían sus compras y se marchaban tras
mosquearle un poco presionando sus mejillas como si aún fuese un crío y no un
muchacho en sus 26 que, honestamente, no tiene demasiado en mente por lo que
ver hacia el futuro. El negocio familiar lo era ahora todo, ni siquiera había
tenido demasiado caso estudiar la Universidad cuando esto era lo que le
esperaba de todas maneras.
–
¡Ahí está mi querido Kei-chan!
–
¡Má, hasta cuándo dejarás de usar el chan para tu hijo! ¡Soy un adulto, adulto!
–
Pero mírate, renegando como todo pequeño con su madre.
Las
amigas de la Sra. Ukai reían y asentían a las palabras de la mujer. El rubio
farfulló entre dientes pero se dejó hacer, poco importaban los mofletes
sensibles cuando su madre dejase de pellizcarlos, incluso sus amigas. Era
feliz, pese a la historia de su padre y su paso por Karasuno, su familia seguía
siendo lo más importante de todo.
–
Buenas noches… – Alguien saludó al entrar a la tienda. El rubio volteó de
inmediato al reconocer la voz. Ahí estaba, Takeda-sensei con su habitual
expresión afable y esa forma de hacer que todos los adultos de mediana edad a
su alrededor se llenaran de una extraña alegría con solo verlo.
–
Un cliente tan bello… – La Sra. Ukai se llevó las manos al pecho, contemplando
descaradamente al joven de anteojos.
–
Esto… – Takeda sonrió completamente avergonzado por las palabras de la mujer.
Ukai se golpeó la frente, su madre siempre ha sido tan… tan… – Disculpe, no he
venido como cliente, necesito hablar con Ukai-kun de algo importante.
–
Vamos, pasa por aquí… – Haciendo caso omiso de las miradas inquisitivas de su
madre y amigas, Ukai le indicó una puerta al lado. Takeda inclinó el rostro
amablemente y disculpándose fue detrás del rubio… – Es casa de mis padres pero
está bien si pasas, ¿gustas beber algo?
–
No te molestes Ukai-kun, seré breve.
–
Bueno, entonces te escucho.
–
Esto, sé que hemos tenido campamentos de entrenamiento con el Club, pero… me
preguntaba si sería posible hacer uno fuera de la escuela, donde pudieras
invitar a tus amigos para compartir algo más de su experiencia. Pienso que para
los chicos un entrenamiento en el que puedan sentirse apoyados por diversas
personas como tú con experiencia en torneos y más, les sería de mucha ayuda
para enfocarse en lo que se viene.
–
¿Siempre piensas tanto en el Club?
–
¿Eh? Pues, supongo.
–
Te gusta mucho el voleibol, ¿verdad?
–
Sí, pero no soy particularmente talentoso para los deportes en general, aunque
cuando se trata de analizar es diferente. Me gusta mucho, sobre todo porque
chicos como ellos dedican parte de sus vidas a un fin tan sano como el deporte,
quiero decir es mucho mejor estar al pendiente de sus notas para que no bajen
por los entrenamientos, que porque fueran chicos metiéndose en problemas de
otro tipo. Ah, he hablado mucho, otra vez. Lo siento.
–
Está bien, de alguna forma siempre dices cosas interesantes, con sentido. No me
molesta para nada, y aprendo mucho de ti también. Tu idea suena bien, pero
tienes que ocuparte de ello con la escuela y padres de familia, también iré
hablando con mis amigos acerca de ello.
–
Oh, ¿de verdad? ¡Gracias!
–
Mh, de nada.
El
rubio se rascó la nuca con nerviosismo. Comenzaba a resultarle molesto que su
corazón latiera de esta manera cada que estaba junto a Takeda.
–
El otro día escuché a algunos de los chicos decir que te habían confundido con
un estudiante en la estación.
–
Ah… – El semblante de Takeda cambió un poco, notándose avergonzado y algo
incómodo… – Sí, sucede a veces.
–
Ciertamente luces muy joven, ¿hace cuánto trabajas como profesor?
–
Oh, siete años, más o menos.
–
¡Siete! ¿Cuántos años tienes?
–
29.
–
¡Qué! ¿En serio? Eres mi senpai entonces… – Ukai puso cara de estupefacción
mezcla con molestia o algo de eso. No, quizá era vergüenza y decepción… – ¿Eh? ¿Pero de qué podría estar decepcionado?
–
Bueno, es hora de que marche, aún tengo muchas cosas qué hacer antes de que sea
mañana. Gracias una vez más, cuento con Ukai-kun ahora. Buenas noches.
–
S-sí, nos vemos mañana en las prácticas.
--//--
Tsukishima
y Yamaguchi estaban a un par de calles de llegar al hogar del segundo, la noche
estaba algo fresca pero para ellos el clima estaba perfecto.
–
Está muy tranquilo todo por aquí, ¿verdad?
–
Sí. Ah, Tsukki, no han vuelto a molestarme desde entonces, así que no entiendo
por qué te preocupas repentinamente.
–
Has estado distraído últimamente, en las clases y las prácticas. Supongo que
entonces simplemente eres idiota.
Yamaguchi
soltó una risa más bien forzada. Ahora que lo pensaba era verdad, claro que ha
estado distraído, pero no tenía nada qué ver con que lo estuvieran molestando
unos holgazanes de su barrio que tiempo atrás encontraron divertido
fastidiarle, robarle su dinero o usarlo de saco de boxeo cuando les venía en
gana. No, desde que Tsukishima le había defendido en algunas ocasiones y que
había tenido algo qué ver algo más que Yamaguchi nunca comprendió, aquellos
chicos habían dejado de molestarle. Lo que no podía sin embargo explicar era la
razón por la que andaba en su mundo, a veces en las nubes. Tsukishima era su
amigo, y tenía que conformarse con eso aunque su corazón deseara algo más.
–
Estamos aquí. Bueno, nos vemos mañana en la estación.
–
Sí, adiós.
–
Oh, Yamaguchi. Te seguiré acompañando de vuelta todos los días, no te consigas
novia ni nada.
–
¿Eh?
--//--
–
Aquí se divide nuestro camino, asegúrate de descansar y dormir bien, mañana
seré más duro contigo en el entrenamiento, Hinata.
–
¡Espera! Qué hay de nuestra apuesta.
Kageyama
chasqueó la lengua, la verdad es que había esperado que se olvidara de eso.
Hinata seguía con ese brillito en los ojos que le crispaba los nervios.
–
Un beso.
–
¡Ah!
–
Vamos, estamos saliendo y tal, pero no nos hemos besado, Kageyama.
–
Pero tú eres idiota, estamos en la calle.
–
No hay nadie por aquí… – El pelinaranja dijo con algo parecido a un puchero en
los labios. Kageyama maldijo internamente, su corazón estaba latiendo como
potro desbocado ante la expectativa de besar esa boca… – Dijiste que el
perdedor haría lo que el ganador quisiera. Pues quiero que nos besemos.
–
Sí, ya entendí… – El peliazabache carraspeó irguiéndose en toda su altura.
–
Inclínate… – Hinata exigió, recibiendo a cambio una mirada desaprobatoria… –
Estás muy alto, cómo vamos a besarnos si ni siquiera nos alcanzamos, Bakayama.
–
Enano.
–
¡No te burles de mí, idiota!
–
Por qué no te callas de una vez, cómo voy a besarte si sigues parloteando tan
ruidosamente.
Hinata
selló los labios al instante, quedándose quietito en su lugar. Estar frente a
frente no comenzaba a parecerle la mejor de las ideas –y no es que él pueda
enorgullecerse de tener muchas grandes ideas en realidad, casi siempre parecía
que caía por su propia lengua–.
Kageyama dio un paso más para quedar lo suficientemente cerca, luego admitió
que la diferencia de estaturas era un poco problemático para esto de los besos.
–
Cómo es que hacen Noya-san y Asahi-san.
Bueno, aquél día Noya-san estaba sentado en un banquillo y Asahi-san de
rodillas frente a él. No creo que esa sea una buena idea con Hinata ahora.
Kageyama
pensaba, demasiado concentrado en ello que Hinata se lo tomó más bien como si
solo estuviera evadiendo la situación, y eso realmente le estaba molestando.
–
Si vas a echarte para atr…
Sí,
las palabras carecían de sentido y además estorbaban. Kageyama finalmente se
inclinó topando sus labios con los de Hinata, en parte para callarle, pero
sobre todo para darle eso que con algo de insistencia le había pedido. Tener
sus bocas pegadas era extraño, y no tenía una sensación particularmente
emocionante, pero tampoco desagradable. Kageyama tuvo tiempo de percatarse de
lo suaves que eran los labios de Hinata, y lo bien que parecían calzar con los
suyos. Pero aunque hubiesen querido hacer algo
más con ese beso, ninguno tenía idea y estaban, honestamente, yendo por los
senderos más complejos en esto del romance. Separarse era la única cosa que
tenían para hacer.
–
No ha sido tan malo.
–
¿Tan, malo? – A Kageyama le comenzó a latir la venita de la sien. Hinata
asintió, y ciertamente se le veía algo decepcionado.
–
Todo el día, incluso anoche, estuve pensando en cómo sería besar. Esperaba que
fuera más, emocionante o algo.
–
¡Enano idiota!
--//--
Cuando
Sugawara se desvaneció de la nada, Daichi supo que nada iba exactamente bien
con la salud de su novio.
Continuará…
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