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De
hormonas inquietas a amores sinceros
Si
ya de por sí era vergonzoso hacer esto delante de otros ojos, que esos ojos
estuvieran tan fijos en ellos le estaba crispando los nervios. Y Tsukishima no
es una persona que tolere demasiado esta sensación incómoda de ser observado,
pero iba a tener qué contenerse visto que su pecoso novio estaba bien
concentrado en su tarea. Yamaguchi y
su rostro enrojecido hasta las orejas le estaba alterando el corazón; y la
forma tan tímida pero decidida con que frotaba el cubo de hielo en su cuello,
las hormonas. Vamos, que es un adolescente sano, enamorado de su novio y un
poquito ansioso porque se siente en esa etapa de pareja donde piensa “quiero
hacer el amor con él todos los días”, pero tiene que conformarse con hacerlo de
vez en cuando.
El
rubio mantuvo los labios sellados todo el tiempo, conteniendo esos jadeos
rebeldes que querían escapar desde el fondo de su garganta. Yamaguchi mientras
tanto estaba concentrado en lo suyo, tanto que en realidad ni siquiera tenía
consciencia del entorno, no sabe si las otras parejas han terminado, o si
alguien le está viendo; para él, el resto del mundo ha desaparecido, de pronto
solo se imagina a solas con Tsukishima, tomando un poco de control, siendo él quien le eriza la piel y altera su pulso. Oh,
claro que puede saberlo porque una de sus manos está enroscada alrededor de su
muñeca, además de que puede sentirlo cuando frota el cubo de hielo ahí donde
anatómicamente palpita la vena yugular.
–
Tadashi… – Tsukishima pronunció su nombre y obtuvo su atención, aunque fuera a
través de algo parecido a un gruñido pues el pecoso continuaba en su labor… –
Frío, muévelo a otra parte.
No
necesitó decir más, la mirada entrecerrada de Yamaguchi subió a sus ojos por un
instante, el suave tacto de las yemas de sus dedos se paseó por la piel de su
cuello, helada y rojiza, probablemente entumecida. Con el cubo de hielo
apretado entre sus dientes, el pecoso lo llevó entonces hacia la clavícula,
aunque sintiera de pronto que no era suficiente. Tsukishima se estremeció
nuevamente ante el contraste de temperaturas hielo vs piel. Ciertamente allá al
sur de su ombligo su cuerpo estaba reaccionando.
…
Sentir
la excitación del otro aún por encima de las ropas ya era suficiente estímulo
para aumentar más el calor de sus cuerpos, pero no para satisfacer ese deseo
quemante de explorarse. Las manos de Aone se movieron primero, desnudando casi
con prisas a su novio, en tanto Futakuchi no podía hacer más que entregarse y
cooperar entre jadeos y suspiros con los movimientos de su novio. Naturalmente,
fue el primero en quedar desnudo, tumbado sobre la cama, todavía en el borde,
con sus piernas ligeramente abiertas y su erección acariciada por los toscos
dedos del grandote, apenas rodeando
la base, subiendo y bajando lentamente a lo largo del tronco. El tacto de su
palma se sentía caliente, y provocaba espasmos de placer en su cuerpo.
– Nghh~ ahh… – Si bien no es la primera vez que
se tocan de esta manera, hay una sensación diferente en el encuentro… –
Takanobu~ más~ por favor~ – Gimotea casi suplicante, con la mirada vidriosa y
el cuerpo caliente.
Aone
sube a su rostro y le besa, atrapa la lengua de Futakuchi con sus labios y sube
por su pecho acariciando con sus dedos toda su piel, abandonando de aquella
manera su erecto miembro. Los gemidos ahogados del más bajo de los dos suenan
de cierta forma a reclamo. Ha pedido por más, y en cambio dejan de darle esas
excitantes atenciones.
–
Tú también, Kenji… – El grandote le
dice al oído, mordiéndole el lóbulo para luego desviarse al lado de su cuello,
lamiendo y besando, en tanto guía una de las manos de su novio hacia su propia
entrepierna.
–
Quítate la ropa… – Ordena con la voz pastosa, excitado y ansioso.
De
esa manera pronto ambos quedan desnudos, sentados en la orilla de la cama con
la mano del otro acariciando la erección ajena. Futakuchi tenía una mano sobre
los hombros de su novio, mientras que Aone sentía que todavía no era suficiente
tocarse así. Un par de minutos después terminó empujándole nuevamente sobre el
colchón, instándole a ir más adentro hasta que quedó acostado a lo largo.
–
No puedo esperar más, estoy en mi límite Kenji… – Dice con la voz enronquecida
y la mirada encendida de una lascivia que su novio nunca antes le había visto.
–
Qu-qué… – Tartamudear un tanto pillado en sorpresa cuando su novio le separa
las piernas colando debajo de su cintura una almohada… – N-no está, limpio
Takanghh~ – De nada sirve que recuerde eso ahora. Y tampoco es que le importe
al grandote. Lo ha dicho, no puede
contenerse más.
Aone
frunce el ceño y las facciones se le endurecen, pero lejos de estar molesto,
está concentrado. Quiere hacerlo hasta el final esta vez, pero no quiere
lastimar a su novio, y como pensó ser buen
chico durante este campamento, no vino preparado con lubricante, ni
condones.
–
Aunque la saliva no sea suficiente, no
hay algo más que pueda usar. Lo siento Kenji, esto dolerá… – Pensó, y
continuó lamiendo alrededor del anillo comprimido de su novio.
Futakuchi
enrojeció hasta las orejas al tomar conciencia de lo que estaba sucediendo.
Antes nunca habían llegado tan lejos, masturbarse mutuamente fue cada vez lo
máximo que hacían. Y aunque lleva días pensando en que solo quiere llegar al
final, no le pasó por la mente que sucediera en el campamento, y menos el
primer día. No se había preparado para nada, ni había aseado apropiadamente
aquella parte de su anatomía como investigó en un libro sobre sexo anal que
consiguió clandestinamente –que sigue siendo menor de edad–.
…
A
la vergüenza de Tsukishima había de sumársele la de Shibayama, e incluso la de
Hinata. Mientras que Kuroo no estaba para nada preocupado por la mirada de los
demás, de hecho no ha dedicado demasiado tiempo en Kenma para besarle su cuello
o la clavícula, ni siquiera se ha entretenido en sus pezones o el vientre.
Aunque Kenma se imaginaba claramente las intenciones de su novio, bastó con
captar su sonrisa pícara complementada por su mirada juguetona, para dejarle
hacer lo que quisiese. Así, Kuroo descendió más y más por el cuerpo de su felino, ha bajado un poco el pantalón
deportivo de éste dejando al descubierto los huesos salientes en la pelvis y
ahí fue donde concentró su atención para derretir el cubo de hielo.
Por
su parte, Inuoka y Shibayama estaban actuando tan torpemente que probablemente
serían los últimos en el juego, con el más alto enfocado en sostener el hielo
con sus dientes y apenas tocarle la piel de las mejillas y el mentón, se
preocupaba por no enfriarlo demasiado y era momento que no conseguían sentirse
cómodos con el juego.
En
tanto, Kageyama había ido directo al pecho de Hinata –no iba a negarlo, tenía
esta curiosidad desde que vio a Sawamura hacerlo con Sugawara–, quizá impulsado
más que nada por su inconsciente. Hinata había respingado al instante, sentir
el aire fresco del cubo de hielo traspasando su ropa era vergonzoso y extraño,
pero se sentía bien, y eso era lo que realmente le abochornaba.
–
Ahh~ – Consciente del jadeo que ha brotado de su boca, el pelinaranja se la ha
cubierto con sus manos, temblando como hoja dominado por las atenciones de su
novio.
Kageyama
abrió los ojos desmesuradamente cuando le escuchó jadear, e inmediatamente
subió su mirada para observarle. Sintió un pinchazo en la entrepierna cuando le
vio, sonrojado y nervioso, tapándose la boca para callar los sonidos que, aún
contra su voluntad, seguían pugnando por salir, y para rematar la adorable y
erótica imagen frente a él, sus ojos chocolate brillaban intensamente. Al
pelinegro le entraron ganas de besarle, arrancarle la ropa y hacerlo suyo en
ese preciso instante.
–
¡Maldición! Control Kageyama, control.
Se
dijo a sí mismo, decidido a cambiar la estrategia. Pero, por alguna razón su
cuerpo traicionó a su pensamiento, y aunque había tenido la intención de llevar
el cubo de hielo a cualquier otra parte del cuerpo de Hinata, terminó donde
mismo. La tela sobre los pezones estaba completamente humedecida después de
casi terminar de derretir el hielo, y los montecitos erguidos sobresalían por
encima de la prenda.
…
Futakuchi
no sabe cuántos minutos han transcurrido desde que Aone comenzó a lamer su
cavidad anal, ni mucho menos está seguro del momento en que el dígito que ha
profanado su interior dejó de sentirse como algo realmente molesto ahí dentro
suyo.
–
Mghh~ – Gimoteó sintiendo un primer espasmo de placer cuando ese dedo tocó
algún punto en su interior que le hizo estremecer… – Takanobu~
–
¿Puedo poner otro, Kenji?
–
Sí~ ¡Ngh~!
–
¿Estás bien?
–
Sí~
Con
dos de sus dígitos entrando y saliendo lentamente de aquel orificio apretado,
Aone apenas tenía control para no hacerlo más rápido o fuerte. Su erección
comenzaba a palpitar ansiosa por atención, así que se masturbó un poco, apenas
para aliviar ese incómodo dolorcito que venía cuando era abandonada por
demasiado tiempo. Un rato después, Futakuchi murmuró estar listo, Aone lamió
considerablemente la zona antes de incorporarse con la intención de hacerlo.
–
Espera, déjame lubricarte aquí
también… – Futakuchi se levantó y a cuatro sobre la cama, llevó el falo de su
novio a su boca, lamiendo y succionando para llenarle de saliva… – Ahh~
Con
el pretexto de no dar tiempo a que perdiera su dilatación, Aone alargó su mano
por encima de la espalda de su novio y coló nuevamente sus dedos en la entrada
de Futakuchi.
–
¡Mghh! Kenji… – El grandote
entrecerró los ojos disfrutando del placer que la boca de su novio estaba
proporcionándole en ese momento. Inconscientemente su mano fue a dar a la
cabeza del menor, sujetando mechones castaños entre sus dedos, tirando de ellos
cuando sentía que tocaba profundo en la boca de su novio… – Nghh, basta. Kenji
basta, me correré en tu boca.
Futakuchi
levantó la mirada nublada de excitación, tanto más lo estaba la de Aone. Se
abrazaron y besaron unos instantes antes de volver a la intención original,
volverse uno. Aone había leído que la primera vez para quien recibe siempre era
dolorosa, pero que esos niveles de dolor podían variar de acuerdo a la forma en
que se hacía. Vagamente recordó haber leído en un foro que para el uke en su
primera vez, era mejor tomar el control de la penetración. Eso significaba, montar.
–
Ven, Kenji… – Le indicó, siendo él quien se sentaba sobre la cama, con la
espalda apoyada en la pared.
Al
castaño le dio un poco de vergüenza, pero sobre todo excitación, ver a su novio
de aquella manera, bombeando su erección, con el musculoso vientre sudoroso y
la mirada encendida de pasión. Posó sus piernas a cada lado de los muslos
ajenos y perfiló su orificio sobre el
falo de Aone, fallando en el primer intento por hacer que encajara ahí.
Chasqueó la lengua y se ayudó de su mano para acomodar la punta del erecto pene
en su cavidad, una vez que sintió que había entrado, no soltó el tronco de su
novio hasta que comenzó a bajar su cadera, sintiendo cómo aquel caliente
intruso se iba enterrando en su orificio.
–
¡Nghh!
–
¡Mgh!
Uno
gimió adolorido, el otro extasiado. Cuando Futakuchi sintió que sus glúteos
tocaban la pelvis de su novio, supo que la erección estaba completamente dentro
suyo, abrió los ojos sin saber siquiera el momento en que los había cerrado,
quizá movido por el dolor. Admirar a Aone sonrojado y agitado, le pinchó una
oleada de placer que sacudió su erección.
…
Al
final la perversión y la experiencia se impuso, Kuroo y Kenma han terminado
primero con el cubo de hielo. Aunque el felino
ligeramente molesto por la actitud descarada de su novio, le ha murmurado que
se haga responsable de casi congelarle los huesos. ¿Resultado? Kuroo le besó
apasionadamente mientras frotaba con sus manos las zonas de la pelvis de Kenma
donde había derretido el hielo, para hacerle entrar en calor. Kenma se dejó hacer quitado de la pena.
–
Iwa-chan~ por qué tú no eres un novio tan atento como Kenma-chan~ – Oikawa
refunfuñó, envidioso de la relación tan relajada que los felinos llevaban.
Iwaizumi le hizo una seña obscena mandándole al carajo. Por supuesto, no es que
el apuesto jovencito esperase otra reacción diferente.
Luego
de ellos, Hinata y Kageyama se han llevado unos segundos de diferencia con
Yamaguchi y Tsukishima.
–
¡Bakayama pervertido~! – Chilló ni bien terminaron su turno, rojo de vergüenza…
– ¡Ahora estoy muriendo de frío por tu culpa~! – Claro, exclamó eso aunque en
realidad quería increparle que se haya ensañado con sus pezones.
–
¿Ah? ¡Era obvio que te iba a dar frío si derretía un cubo de hielo en tu
cuerpo, Hinata idiota!
–
¡Pero podrías haber elegido otra parte de mi cuerpo para hacerlo~!
Kageyama
balbuceó algo, frunció el ceño y se le sonrojaron tenuemente las mejillas.
Bien, no tenía un argumento a su favor al respecto. Hinata alzó los labios en
trompetilla y se cubrió el pecho cruzando las manos en él.
–
Tengo frío, préstame tu sudadera.
El
pelinegro le extendió su ropa, y casi luego se arrepintió. Si ya de por sí
había tenido problemas con la parte sur de su anatomía, ver a Hinata
cambiándose tan quitado de la pena su playera por la sudadera que le ha
prestado, estaba despertando más fuerte sus hormonas.
–
Hinata idiota.
Shibayama
e Inuoka habían terminado casi recién. Rojos hasta las orejas.
–
Fue interesante, pero delante de todos fue demasiado vergonzoso… – Shibayama
murmuró, frotándose con las manos el contorno de su rostro, ya que de ahí
Inuoka no había pasado con el cubo.
–
La próxima vez podríamos, intentarlo a solas… – Inuoka propuso entre
avergonzado e interesado en realmente hacerlo. Miró a su novio y sintió un poco
de culpa… – ¿Está demasiado frío?
–
Solo porque todo el tiempo estuviste yendo y viniendo despacio en esta parte,
Inuoka… – Susurró pucheroso.
–
Lo siento, Shibayama… – Alegó honestamente, llevando sus manos a la piel fría
del rostro de su novio. El más bajo sonrió enternecido, y se dejó hacer por las
cálidas manos de su novio.
–
Bien, solo quedan tres parejas por pasar. Moniwa y Kamasaki, Yaku con Lev; y,
Matsukawa con Hanamaki… – Kunimi dijo tras haber terminado de anotar los
tiempos de las parejas en orden… – Por ahora siguen ganando Sugawara-san y
Sawamura-san.
–
¿Ustedes se anotaron? – Kindaichi preguntó a sus senpais.
–
Por supuesto, nosotros no somos unos cobardes… – Parloteó Hanamaki, que
continuaba desesperado con la actitud de su compañero de equipo, y le crispaba
los nervios que con nada espabilara y accediera a los sentimientos de Kunimi.
–
Tenemos curiosidad, así que nos incluimos. Pero, no es que estemos saliendo ni
nada… – Matsukawa comentó. Aunque no le hubieran preguntado. Hanamaki volvió la
mirada hacia él.
–
Eres raro Matsukawa.
–
Por qué.
–
A veces siento que flirteas conmigo, y otras como ahora, defines con soltura que
no tiene nada qué ver con que quieras algo conmigo… – Hanamaki dijo mirándole
como si estuviera analizándole. Lo que sorprendió a Kindaichi es que ambos
senpais hablaran de aquello con tal naturalidad.
–
No dije que no quisiera nada contigo, Hanamaki. Pero respeto tu
heterosexualidad.
–
Por eso, eres raro. ¿O es así como piensas seducirme?
–
Ni siquiera sabría cómo seducirte aunque fueras gay, Hanamaki.
Los
chicos se sostuvieron la mirada, luego simplemente comenzaron a hablar acerca
de quién debería derretir el cubo de hielo en quién. Kindaichi no daba crédito
a la charla que escuchó.
–
No tenía idea de que Matsukawa-senpai fuera, gay… – Murmuró para sí, pero
alguien le escuchó.
–
No lo es. Bueno, no exactamente. Es más como si no le diera pena experimentar.
–
Oikawa-san…
–
Por otro lado, ¿no crees que va siendo hora de que hagas algo, Kindaichi? Tal
vez no eres consciente de eso pero, Kunimi es un chico atractivo, conozco a
varios chicos en la escuela que han intentado acercarse a él, de esa manera. Pero Kunimi ha rechazado a
todos hasta ahora porque ya le gusta alguien. Sin embargo, llegará el momento
en que decida seguir con su vida si la persona que le gusta no le da mínima
esperanza.
–
Yo, no…
–
¿Tú no? Kindaichi, tener miedo de tu orientación sexual no te va a hacer menos
gay. Incluso si lo ocultas por el resto de tu vida, el hecho es que es quien
eres. Todos los que estamos aquí ya lo aceptamos, incluso alguien como Kageyama
se ha dado la oportunidad de experimentar este primer amor, que bien podrá ser para toda la vida. Solo piénsalo,
pero no demasiado. Cuando este campamento termine y volvamos a la escuela, a
nuestras vidas; podría resultar que Kunimi decide abrir las puertas de su
corazón a otro.
Oikawa
le palmeó el hombro y luego dio media vuelta. Listo para llamar a Iwaizumi y
pedirle que lo mimara. Por supuesto, el morocho lo mandó al demonio nuevamente.
Kindaichi estaba perplejo, no solo por lo directo que todos sus compañeros eran
con él respecto a su situación con Kunimi. Sino por la seriedad que Oikawa
mostraba en ocasiones. Era raro verle actuar así de maduro. Sobre todo porque al segundo volvía a ser el muchacho
molesto que fastidiaba a su novio sin reparo alguno.
–
Todos se llevan bien con sus parejas,
aunque tengan personalidades tan diferentes. Pero, no es que no sienta nada por
Kunimi. O que tenga simplemente miedo de aceptar que pueda enamorarme de un
hombre. Es… – Kindaichi buscó a su amigo con la mirada, viéndole recordar a
las parejas las reglas del juego… – ¿A
quién engaño? Solo estoy huyendo cobardemente, esa es la verdad. Tengo miedo de
los sentimientos de Kunimi justamente porque es atractivo, y yo no tengo nada
genial qué darle a cambio. Tengo miedo, porque pienso que en un mes o dos, él
verá a alguien realmente genial y me dejará atrás. Tengo miedo, del momento en
que termine este primer amor.
Mientras
Kindaichi seguía rumiando sus ideas deprimentes respecto al amor, Sugawara
miraba la hora en su móvil.
–
Es hora de alimentar a Eri-chan, me adelantaré al dormitorio Daichi.
–
Voy contigo.
–
No es necesario~ Shimizu está con ella. Quédate a ver el final del juego,
además podría hacer falta alguien serio que los ponga en orden si se alteran de
más… – Dijo con una risita, que es evidente que las hormonas andan alterándose
en todos con el dichoso jueguito… – Y luego me cuentas quién gana.
–
Vale, te alcanzaré en unos minutos Suga… – Besarle corto y sonreírse con
cariño.
--//--
Karasuno
Como
Ikejiri sentía demasiada vergüenza de ir a la Mansión Fujimi cuando los padres
de su novio están ahí, pero quería estar a solas con él, se habían decidido por
un Hotel. Todavía estaba sorprendido de la facilidad con que se podían obtener
habitaciones de hotel siendo menores de edad, probablemente porque Fujimi había
ofrecido más del precio fijo.
–
Este lugar es bueno, está lejos de tu casa, así que nadie te reconocería,
Hayato-san.
–
Sí, es así. – Dijo, titubeando un poco. No quería que sonara a que le
preocupaba demasiado lo que la gente pensara, o que le avergonzara salir con
él… – Tomaré la ducha primero.
–
Adelante… – El ojiazul suspiró cuando su novio entró en la ducha. Realmente se
sentía un poco tenso, la primera vez en su casa se había sentido todo
diferente. Hoy, aunque ambos lo desean, se siente un poco presionado… – Tal vez porque estamos en un hotel. Vernos
aquí para hacer el amor es como aceptar que estamos haciendo algo indebido,
aunque nuestros sentimientos sean sinceros. Es decir, mi familia no se opondrá
en absoluto, pero no tengo idea de qué esperar de la suya. Él ni siquiera ha
mencionado nada sobre contarles lo nuestro. Y no quiero ser su novio en secreto
siempre.
Inquieto
con sus pensamientos, Fujimi aguardó pacientemente a que su novio terminara la
ducha. Cuando Ikejiri salió minutos más tarde, tenía puesta la bata de baño, y
una toalla chica para secarse el cabello.
–
Tu turno, Arita-kun… – Murmuró, rojo de las mejillas. Pero, a vista de su
novio, más relajado de lo que esperaba.
–
Vale, no tardo nada… – Cuando le pasó por un lado incluso se tomó la libertad
de robarle un beso casto. Aunque en realidad había tenido el pensamiento de
meter su mano bajo la bata de baño para cerciorarse si llevaría o no algo
debajo. Pero se contuvo para no incomodarlo.
Cuando
Fujimi desapareció tras la puerta de la ducha, Ikejiri se acercó al espejo de
la cómoda al costado, se miró en el reflejo y suspiró una vez más.
–
Estoy todo sonrojado. Y eso que aún no
hacemos nada~. Ahora que lo pienso, la otra vez dejé que Arita-kun se encargara
de todo. Soy el mayor pero siempre actúo como si fuera el único que necesita
sentirse seguro y protegido.
El
castaño pecoso suspiró una vez más. Terminó de secar el exceso de agua de su
cabello y luego observó la habitación. Era una suite, amplia y elegante, con
una cama cubierta de mantas claras y doseles de tela ligera, probablemente
seda. Cuando estuvo duchándose se sintió un poco abrumado por el lujo y los
detalles. Incluso pensar en su casa le había parecido un poquito deprimente.
–
Incluso la sala tiene muebles más elegantes que mi casa. También hay un minibar
y una cocina. ¿No es esto una especie de departamento?
–
Podría decirse que sí.
Ikejiri
respingó cuando escuchó la voz de su novio. Volvió la mirada y le vio detrás de
él, con una bata de baño igual que él, pero el cabello negro todavía goteándole
en las puntas. El pecoso se sonrojó al verlo. Sabe que es guapo, pero a veces
lo encuentra tan atractivo que no puede evitar la reacción de sonrojo o
nerviosismo. Todo y que incluso ya le conoció al desnudo. Aunque, con las luces
a medio abrir podría decirse que no se vieron en el amplio sentido de la
palabra, pero bueno, que la vergüenza siempre le puede más.
–
¿Te resulta incómodo estar aquí? Podemos cambiar de habitación, Hayato-san.
–
No es necesario… – Murmura sintiéndose un poco torpe… – Tú, cuando viajabas con
tus papás, ¿solían quedarse en hoteles?
–
Sí. Ya que solo teníamos casa en Alemania, si íbamos a cualquier otra parte
entonces nos hospedábamos en hoteles. La suite funcionaba sí como una especie de
departamento ya que contaba con todo.
–
Oh. Para mí, esta es la primera vez que visito un hotel.
–
No es tan malo, ¿verdad?
–
No lo es para nada. Porque estoy contigo, Arita-kun.
Decidido
a no dejarle todo a su novio, el pecoso castaño avanzó hacia él, reduciendo la
distancia no solo de sus cuerpos, sino también de sus labios. Esa vez, ha sido
él quien ha tomado la iniciativa del beso. Fujimi se sorprendió al principio,
pero su adicción a la boca de su novio pronto le hizo mandar eso al olvido y devolverle
el beso con la misma pasión. Abrazarse mientras se besan es un gesto natural, a
Ikejiri le gusta cuando la mano de Fujimi se apodera de su nuca con un cariño
que le contagia de ternura, sobre todo cuando este gesto le hace saber que no
quiere separarse, que quiere alargar cada beso lo más posible hasta dejarle sin
aliento. Agitado de respiración, con el corazón palpitando a mil por hora en su
pecho.
–
N-no traigo, nada… bajo la bata, Arita-kun.
–
¿En serio? – Pregunta sonriéndole dulcemente, seguro de que esto le ha costado
un montón de valor. Ikejiri asintió, besándole el mentón en un gesto que
pretendió sensual, y que ciertamente ha causado un efecto positivo en su novio…
– Yo tampoco, Hayato-san.
Sonríen
y unen nuevamente sus labios. Besarse diluye todas esas sensaciones de
vergüenza en Ikejiri, y es un acto de amor que relaja las ansias de Fujimi
también. Mientras se besaban, las manos de ambos fueron por el nudo de la bata
del otro y entre caricias y besos las sacaron del cuerpo de su amado.
Con
las batas abandonadas en la sala, ambos chicos caminaron hasta la cama, rozando
sus anatomías mientras se acomodan en el lecho suspiraron y jadearon sintiendo
ese deseo de tocarse sin prisas y descubrirse nuevamente en la intimidad.
–
¿Quieres que baje las luces?
–
No. Hoy, quiero que podamos vernos plenamente, Arita-kun.
–
Hayato-san, ¿hoy no piensas tenerme piedad? – Fujimi sonrió cuando el rostro de
Ikejiri se sonrojó al por mayor… – Gracias, por dejarme amarte de esta manera.
Conmovido,
Ikejiri se quedó sin palabras que devolverle en ese momento, pero en cambio le
besó de nuevo, enredando sus manos en el cuello de Fujimi, con sus cuerpos
pegados compartiendo el calor. Más tarde, con los labios hinchados y húmedos
por los besos, Fujimi descendió hasta la clavícula, haciendo un chupetón ahí
antes de continuar el camino hacia el sur. Al llegar al pecho se entretuvo
besando y succionando sus pezones, uno a uno los atendió hasta sentirse más o
menos saciado de ellos –de todas formas iba a volver después a mamarlos– y continuó hasta llegar al
vientre, donde besó y delineó las líneas de los músculos marcados en él. Pero
tampoco invirtió demasiado tiempo ahí pues ansiaba lo que se encontraba más
abajo.
–
Ahh~ – Ikejiri jadeó inquieto cuando su novio lamió los huesos salientes en su
pelvis, desviándose luego a las ingles, succionando hasta dejar marcas en su
piel… – Arita~
Fujimi
sonrió al notar la forma en que contraía el vientre cuando su aliento
acariciaba la erección de su novio, Ikejiri entrecerraba los ojos y jadeaba sin
control, con el corazón apresurado y la sangre yendo directo hacia aquella
parte de su anatomía. El ojiazul finalmente tomó el miembro de su novio con una
mano, bombeando de arriba abajo, sintiendo cómo crece a su máxima expresión por
sus caricias. La punta estaba rojiza y las venitas sobresalían en el caliente
miembro, Fujimi relamió sus labios saboreando este trozo de carne que se le
antojaba demasiado. La primera vez no se había animado en probarlo porque no
había querido presionar demasiado la sexualidad para ser la primera ocasión en
que intimaban, pero pensaba que hoy ambos tenían la suficiente confianza para subir el nivel.
–
¡Nghh~! Arita, eso… no, es ahh~ – El pecoso castaño no termina de decir lo que
siente, nublado por el placer de sentir la boca de su novio tomando su falo.
Desde los labios suaves rodeando su punta, hasta la húmeda calidez de su boca y
lengua descendiendo por el tronco… –
Ahh~ ahh~
Y
entonces es imposible frenar los jadeos, cerrar los ojos y rendirse al placer.
Apenas están comenzando, pero esta ocasión se siente diferente que la primera.
No tanto como si fuera mejor, es más
como si Ikejiri estuviera realmente soltando las cadenas que le atan a los
miedos, a la vergüenza, al pudor.
–
Ahh~ Arita-kun. Por favor nghh~ de prisa, te… te quiero sentir… dentro… –
Tímido pero sensual, Ikejiri abre sus piernas y levanta la pelvis, usa sus
manos para separar sus glúteos y mostrar su intimidad.
Fujimi
siente que su erección se inyecta de sangre al límite con aquel gesto que no,
honestamente no pensó que su novio haría tan repentinamente. Traga hondo y se
inclina para besarle, aprovecha para rozar sus pelvis y atrapar con una mano
ambas erecciones, aliviando la excitación de ambos un poco antes de buscar el
lubricante y los condones. Realmente, no querrá dejar esta habitación en toda
la noche.
--//--
Valle
de Naruko
Las
últimas parejas estaban listas para continuar el juego. Como era de esperarse,
Kamasaki ha tomado el control y decide ser quien derrita el hielo en el cuerpo
de Moniwa. Lev también quería, pero Yaku de ninguna manera pensaba padecer frío
cuando estaba muy cómodo con el clima, así que será él quien lo derrita en el
cuerpo de su novio. Y entre Matsukawa y Hanamaki, el segundo es quien ha
perdido al lanzar la moneda, así que será quien ofrezca su cuerpo para que su amigo derrita el cubo.
–
Yaku-san, qué haces.
–
Te descubro las piernas, ¿no es obvio?
–
Pero… ¿piensas derretir el cubo ahí?
–
Por supuesto.
–
Eso no es nada sexy, Yaku-san~ – Gimotea inconforme, bajando las mangas de su
pantalón deportivo, ya que su novio las ha enroscado hasta los muslos… – Mejor
en mi vientre, o en la espalda, nadie lo ha intentado en la espalda.
–
No te quiero mirar la espalda o el vientre, quiero hacerlo en tus piernas,
mocoso.
–
¡Pero yo no quiero, Yaku-san~!
Al
más bajo le saltaron las venitas de la sien y se le frunció el entrecejo.
–
¡Te digo que así lo haré! ¡Así que no te pongas dramático y súbete de nuevo el
pantalón!
–
¡No quiero~!
–
Si no vas a hacerlo a mi manera entonces no jugamos y ya, estúpido mocoso… –
Farfulla enfadado. Eso, porque tampoco piensa confesar que le encantan las
largas piernas de su novio y de pronto pensó que era un buen momento para
experimentar esto del contraste de temperaturas en ellas.
–
Está bien… – Gimoteó resignado el mestizo… – Como tú quieras, Yaku-san.
El
líbero de Nekoma sonrió orgulloso, era tan fácil manipular a su novio. De todas
formas, luego lo compensaría de alguna manera. Para que vea que no es un novio
prepotente que solo impone su voluntad.
Así,
luego de la pequeña discusión, el juego continuó. Moniwa estaba tan avergonzado
que todo el tiempo mantuvo los ojos cerrados para no mirar ni a su novio, ni a
todos alrededor. Kamasaki llevó el cubo por varias partes de la anatomía de su
novio, empezó por el cuello como la mayoría, también lo deslizó por la
clavícula y hasta se las ingenió para levantarle la casaca y pasearlo por su
vientre o acercarlo directamente a sus pezones –de las escenas más atrevidas en
el juego–, también se animó en pasarlo por sus brazos, o cuando ya quedaba
pequeñito el cubo, deslizarlo entre los dedos de sus manos.
Por
su parte, Yaku se entretuvo a su antojo en las piernas de Lev, paseando
lentamente el cubo a lo largo de ellas, presionando en las rodillas o
instándole a levantar la pierna y, colocando el cubito en su lengua,
presionarla en la parte posterior de la rodilla, para finalizar en sus muslos.
El mestizo descubrió que también tenía sensibilidad en sus piernas cuando Yaku
era quien le daba este tipo de atenciones tan eróticas.
Finalmente,
Matsukawa ha concentrado su atención en el cuello de Hanamaki, pero más hacia
el costado, justo debajo y detrás de sus orejas. Hanamaki no sabía que era
sensible de aquellos espacios hasta ese momento, cuando sintió que se le
erizaba el vello de la nuca y hasta algo raro pasaba al sur de su anatomía.
Matsukawa por su parte estaba más que complacido con su incursión en el juego,
ha descubierto que el hombre tiene puntos sensibles independientemente de su
condición sexual.
–
Hanamaki, ¿deberíamos intentarlo en otra ocasión?
–
Bueno, pero entonces yo también lo haré contigo Matsukawa.
Asentir
y casi olvidarse del resto del mundo. Al final Kunimi premió a Sawamura y
Sugawara porque habían tenido el mejor tiempo. Sin embargo, captaba un ambiente
muy diferente a como lo estuvo antes de iniciar el juego. Todos estaban
inquietos –o casi todos–, y parecían ansiosos por retirarse. Así que ni bien
Sawamura y Moniwa dijeron que podían retirarse a descansar, todos los
adolescentes se dirigieron a sus habitaciones. O eso pareció, porque cuando se
dieron cuenta de que no estaban solos y de que era imposible bajar la
excitación de sus cuerpos, algunos optaron por una rápida ducha de agua fría, y
otros más atrevidos –ya sabrán quienes– se perdieron en los alrededores para
desfogar la tensión aunque solo pudieran tocarse un poco para aliviar el calor
de sus cuerpos.
Mientras
tanto, Kindaichi ha reunido valor para dirigirle la palabra a Kunimi por algo
más que los asuntos del club.
–
Aquí no hay nadie, de qué quieres hablar Kindaichi.
El
cabeza de nabo tomó aire y luego lo
soltó lentamente. Miró a Kunimi y se mordió el labio inferior. Hombre,
cualquiera sabe que es muy atractivo. Bonito
sería un buen calificativo de hecho.
–
Yo… ¿crees que podrías darme una segunda oportunidad?
–
¿Segunda oportunidad? ¿De qué estás hablando Kindaichi?
–
De… – Carraspea nervioso y desvía brevemente la mirada… – Bueno, de… estar
contigo.
–
¿Siquiera hubo una primera oportunidad? Hasta donde recuerdo me rechazaste en
cuanto te dije que me gustabas.
–
Sí, bueno… por eso, yo… pienso que esa fue la primera oportunidad. Para mí al
menos, y…
–
Y suponiendo que fue así. ¿Qué exactamente quieres decir con que quieres estar
conmigo?
–
Pues, eso… que… me gust… que, siento algo por ti.
–
Puedo ver que estás nervioso y todo. Pero la verdad es que no puedo creer en lo
que estás diciendo ahora. ¿Por qué cambiarías de opinión en unas pocas semanas?
–
No es que cambiara de opinión.
–
¿Entonces, te gustaba desde que me confesé?
–
Sí.
–
¿Y por qué me rechazaste?
–
Por cobarde, como todos me han dicho de una u otra forma.
–
Y ahora, ¿te volviste valiente repentinamente?
–
Estoy poniendo mi mejor esfuerzo en realidad, Kunimi. Sé que…
–
No te atrevas a decir que sabes nada… – Corta de tajo y le mira dolido,
resentido, enojado… – ¿Tienes idea de lo que sentí cuando me rechazaste en el
campamento anterior? ¿O cómo me sentía cuando nos veíamos en la escuela y el
club después de eso? Estuve sufriendo un infierno por tu culpa, preocupado por
mis sentimientos unilaterales, tratando de enterrarlos profundo en mi corazón
para que no interfirieran con nuestro compañerismo en el club o las clases. ¿Y
ahora pretendes que con unas pocas palabras te acepte? ¿Al menos pensaste en mí
mientras tomabas esta valiente decisión?
–
Kunimi…
–
No me jodas Kindaichi… – Movido por su sentimiento de rechazo, Kunimi le empujó
para hacerse camino de vuelta a los dormitorios.
Kindaichi
se quedó con las palabras en la boca. Al menos por unos segundos, porque luego
reaccionó. Si le dejaba ir ahora, pasaría lo mismo que la otra vez que también
“hablaron”. Él no podía dejar las cosas así.
–
¡Kunimi, espera!
–
¡Déjame en paz!
–
¡No lo haré! Al menos hasta que me escuches.
–
no tengo nada qué escuchar viniendo de ti.
–
Sí que lo tienes.
–
¡Basta!
–
¡Me gustas! ¡Me has gustado desde mucho antes de lo que puedo decirte! Siempre
hemos estado juntos, fuiste mi mejor amigo, pero luego un día eras el chico lindo que se sentaba a mi lado en
la clase y con quien me sentía nervioso cada que nuestras miradas se cruzaban.
Tuve que lidiar con mis sentimientos sin saber de lo que se trataba porque
siempre tuve miedo de ellos. Tuve miedo de ti cuando te confesaste y te herí,
sí, lo admito. Pero… pero la verdad es que me gustas. No te estoy pidiendo que
seas mi novio así nada más, solo quiero que me des la oportunidad de acercarme
a ti, de… conquistarte.
Kunimi
le ha escuchado aunque hubiera permanecido dándole la espalda. Estas palabras
sin embargo calan hondo en su corazón y doblegan hábilmente su coraza. Aún está
resentido, pero es más fuerte su sentimiento de amor hacia el cabeza de nabo como para ignorar sus
esfuerzos.
–
¿Así que, no piensas pedirme salir contigo?
–
No sería tan osado de pedirte algo así después de lo que ha pasado entre
nosotros.
–
¿Y si la condición que pongo es que lo seamos?
–
¿Eh?
Kunimi
dio media vuelta encarándole.
–
Dices que te gusto desde hace mucho tiempo, ¿no? Y tú a mí me gustas también
desde hace meses. Si estás listo para que seamos pareja, entonces te daré esa
segunda oportunidad que tanto ansías ahora. Pero, debes saber que tengo
pretendientes en la escuela, y que cuando volvamos de este campamento, ellos
volverán a insistir en que salgamos, entonces tú deberás demostrar que
realmente me quieres contigo y habrás de proteger nuestra relación. Si estás de
acuerdo con estos términos entonces te doy una segunda oportunidad. Si no…
–
Acepto.
–
¿No quieres pensarlo?
–
No tengo nada qué pensar. Acepto tus términos. Seamos novios, y me aseguraré de
que nadie se te acerque como si estuvieras libre de relación conmigo.
Kunimi
sonrió. En el fondo de su corazón estaba contento, pero había una parte más
superficial que quería tomar esa popularidad que tenía con otros chicos en la
escuela para darle un escarmiento a Kindaichi.
…
El
día siguiente se fue dolorosamente
lento. La adición del abuelo Ukai a la barra de entrenadores había hecho probar
a los adolescentes un auténtico entrenamiento espartano. No solo estaban molidos,
sino que casi había sido imposible bromear entre una actividad y otra.
De
entre todos ellos, el que más ha resentido el entrenamiento del abuelo Ukai ha
sido Futakuchi, todo por haber tenido su tan ansiada primera vez con Aone justo la noche anterior. Su ya adolorido
cuerpo apenas había sobrevivido hoy. Por
otro lado, Sawamura estaba contento de que Sugawara no estuviera entrenando
porque así él podía ser mimado con masajes para relajar el cuerpo, aparte de
que las sonrisas de Eri-chan le llenaban de energía, aunque igual su cuerpo
todavía estuviese cansado.
Takeda
también estaba sorprendido, ya que a su novio le ha tocado realizar las
actividades del entrenamiento al mismo ritmo que los adolescentes, por lo que
está que le duele todo.
–
El abuelo Ukai sí que ha sido severo con todos, eh.
–
Ese viejo, solo está presumiendo su valor como experimentado entrenador… – Se
quejó, suspirando cuando su novio colocó los parches relajantes en su espalda.
Mientras sus gemelas intentaban rodar en la cama junto a ellos… – ¿Se han
portado bien, princesitas? – La respuesta le viene con borucas y risitas
infantiles, con brazos y piernas agitándose.
Ukai
siente que se llena de vida solo con verlas. Cuando el abuelo llegó por la
mañana las gemelitas habían sido mimadas con obsequios de su parte, y por la
tarde había integrado a las tres pequeñitas en un ejercicio en el que solo
ellas se divirtieron, porque los adolescentes y su padre habían terminado
cansados en una actividad en el agua que debía fortalecer su equilibrio,
sentido corporal y administración de la fuerza.
–
Cuando volvimos ellas lloraron un poco, querían seguir viéndolos “jugar”.
–
¿En serio? ¿Te dieron mucho problema?
–
No, casi no tardaron en quedarse dormidas, además tenían hambre pero están
acostumbradas a que por la tarde las alimentas tú.
–
Es cierto, la división de tareas.
–
No te estoy reclamando nada, está bien para mí encargarme de ellas cuando estás
trabajando. Aunque esta vez el trabajo te dejará más que exhausto, Keishin.
–
Voy a acusar al abuelo con mamá. El viejo presumido pagará por hacerme sentir
tan anciano como él.
–
Exagerado… – Dijo con una sonrisita, besándole una vez se hubo girado en la cama
quedando nuevamente boca arriba. Ukai gruñó maldiciones entre dientes y luego
abrazó a sus bebés, colocándolas sobre su vientre para juguetar un rato con
ellas mientras Takeda se duchaba.
Así
más o menos se irían los días de campamento. Y para el fin de semana, Yamada,
Takinoue, Ikejiri y Fujimi se unirían a ellos, encontrándose con unos
adolescentes con expresiones entre cansadas pero también maduras.
–
Se nota que el abuelo Ukai está aquí. Y según contó Keishin, la mancuerna que
hace con Nekomata sensei es como para renunciar si no te gusta el voleibol de
verdad.
–
¿No estás platicando mucho con Keishin, Makoto?
–
¿Qué, estás celoso? – Su novio gruñó por toda respuesta… – De todas las
personas sobre la faz de la tierra, solo a ti se te ocurre ponerte celoso de
Keishin, Yuusuke.
–
¡Hey, chicos! ¡Por fin llegan!
–
Hablando del rey de Roma.
Tras
la bienvenida de los cuatro chicos y la continuación de los entrenamientos, se
preguntaban si realmente había sido buena idea venir.
–
Se siente como que estamos interrumpiendo… – Comentó Ikejiri a su novio la
primer noche de estar ahí. Y es que en realidad apenas si veían a los chicos en
las comidas.
–
Pero al mismo tiempo creo que fue bueno, así ayudamos a cuidar de las bebitas…
– Fujimi aportó, convencido de que para él, incluso si no tenía oportunidad de
charlar o convivir con los demás, estar en tan bonito lugar con su novio valía
la pena.
Y
de ese modo, con un campamento totalmente opuesto a lo que pensaron incluso el
primer día de iniciado, las semanas pasaron. Al final se habían concentrado sí
o sí únicamente en los entrenamientos, y aunque había sido agotador, también se
sentían más completos como deportistas. Lo próximo, la fiesta de bautizo de las
pequeñitas.
Continuará……
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