miércoles, 28 de diciembre de 2016

Time Out. PARTE 36.



~~*~~
De hormonas inquietas a amores sinceros


Si ya de por sí era vergonzoso hacer esto delante de otros ojos, que esos ojos estuvieran tan fijos en ellos le estaba crispando los nervios. Y Tsukishima no es una persona que tolere demasiado esta sensación incómoda de ser observado, pero iba a tener qué contenerse visto que su pecoso novio estaba bien concentrado en su tarea. Yamaguchi y su rostro enrojecido hasta las orejas le estaba alterando el corazón; y la forma tan tímida pero decidida con que frotaba el cubo de hielo en su cuello, las hormonas. Vamos, que es un adolescente sano, enamorado de su novio y un poquito ansioso porque se siente en esa etapa de pareja donde piensa “quiero hacer el amor con él todos los días”, pero tiene que conformarse con hacerlo de vez en cuando.

El rubio mantuvo los labios sellados todo el tiempo, conteniendo esos jadeos rebeldes que querían escapar desde el fondo de su garganta. Yamaguchi mientras tanto estaba concentrado en lo suyo, tanto que en realidad ni siquiera tenía consciencia del entorno, no sabe si las otras parejas han terminado, o si alguien le está viendo; para él, el resto del mundo ha desaparecido, de pronto solo se imagina a solas con Tsukishima, tomando un poco de control, siendo él quien le eriza la piel y altera su pulso. Oh, claro que puede saberlo porque una de sus manos está enroscada alrededor de su muñeca, además de que puede sentirlo cuando frota el cubo de hielo ahí donde anatómicamente palpita la vena yugular.

– Tadashi… – Tsukishima pronunció su nombre y obtuvo su atención, aunque fuera a través de algo parecido a un gruñido pues el pecoso continuaba en su labor… – Frío, muévelo a otra parte.

No necesitó decir más, la mirada entrecerrada de Yamaguchi subió a sus ojos por un instante, el suave tacto de las yemas de sus dedos se paseó por la piel de su cuello, helada y rojiza, probablemente entumecida. Con el cubo de hielo apretado entre sus dientes, el pecoso lo llevó entonces hacia la clavícula, aunque sintiera de pronto que no era suficiente. Tsukishima se estremeció nuevamente ante el contraste de temperaturas hielo vs piel. Ciertamente allá al sur de su ombligo su cuerpo estaba reaccionando.


Sentir la excitación del otro aún por encima de las ropas ya era suficiente estímulo para aumentar más el calor de sus cuerpos, pero no para satisfacer ese deseo quemante de explorarse. Las manos de Aone se movieron primero, desnudando casi con prisas a su novio, en tanto Futakuchi no podía hacer más que entregarse y cooperar entre jadeos y suspiros con los movimientos de su novio. Naturalmente, fue el primero en quedar desnudo, tumbado sobre la cama, todavía en el borde, con sus piernas ligeramente abiertas y su erección acariciada por los toscos dedos del grandote, apenas rodeando la base, subiendo y bajando lentamente a lo largo del tronco. El tacto de su palma se sentía caliente, y provocaba espasmos de placer en su cuerpo.

  Nghh~ ahh… – Si bien no es la primera vez que se tocan de esta manera, hay una sensación diferente en el encuentro… – Takanobu~ más~ por favor~ – Gimotea casi suplicante, con la mirada vidriosa y el cuerpo caliente.

Aone sube a su rostro y le besa, atrapa la lengua de Futakuchi con sus labios y sube por su pecho acariciando con sus dedos toda su piel, abandonando de aquella manera su erecto miembro. Los gemidos ahogados del más bajo de los dos suenan de cierta forma a reclamo. Ha pedido por más, y en cambio dejan de darle esas excitantes atenciones.  

– Tú también, Kenji… – El grandote le dice al oído, mordiéndole el lóbulo para luego desviarse al lado de su cuello, lamiendo y besando, en tanto guía una de las manos de su novio hacia su propia entrepierna.

– Quítate la ropa… – Ordena con la voz pastosa, excitado y ansioso.

De esa manera pronto ambos quedan desnudos, sentados en la orilla de la cama con la mano del otro acariciando la erección ajena. Futakuchi tenía una mano sobre los hombros de su novio, mientras que Aone sentía que todavía no era suficiente tocarse así. Un par de minutos después terminó empujándole nuevamente sobre el colchón, instándole a ir más adentro hasta que quedó acostado a lo largo.

– No puedo esperar más, estoy en mi límite Kenji… – Dice con la voz enronquecida y la mirada encendida de una lascivia que su novio nunca antes le había visto.

– Qu-qué… – Tartamudear un tanto pillado en sorpresa cuando su novio le separa las piernas colando debajo de su cintura una almohada… – N-no está, limpio Takanghh~ – De nada sirve que recuerde eso ahora. Y tampoco es que le importe al grandote. Lo ha dicho, no puede contenerse más.

Aone frunce el ceño y las facciones se le endurecen, pero lejos de estar molesto, está concentrado. Quiere hacerlo hasta el final esta vez, pero no quiere lastimar a su novio, y como pensó ser buen chico durante este campamento, no vino preparado con lubricante, ni condones.

Aunque la saliva no sea suficiente, no hay algo más que pueda usar. Lo siento Kenji, esto dolerá… – Pensó, y continuó lamiendo alrededor del anillo comprimido de su novio.

Futakuchi enrojeció hasta las orejas al tomar conciencia de lo que estaba sucediendo. Antes nunca habían llegado tan lejos, masturbarse mutuamente fue cada vez lo máximo que hacían. Y aunque lleva días pensando en que solo quiere llegar al final, no le pasó por la mente que sucediera en el campamento, y menos el primer día. No se había preparado para nada, ni había aseado apropiadamente aquella parte de su anatomía como investigó en un libro sobre sexo anal que consiguió clandestinamente –que sigue siendo menor de edad–.


A la vergüenza de Tsukishima había de sumársele la de Shibayama, e incluso la de Hinata. Mientras que Kuroo no estaba para nada preocupado por la mirada de los demás, de hecho no ha dedicado demasiado tiempo en Kenma para besarle su cuello o la clavícula, ni siquiera se ha entretenido en sus pezones o el vientre. Aunque Kenma se imaginaba claramente las intenciones de su novio, bastó con captar su sonrisa pícara complementada por su mirada juguetona, para dejarle hacer lo que quisiese. Así, Kuroo descendió más y más por el cuerpo de su felino, ha bajado un poco el pantalón deportivo de éste dejando al descubierto los huesos salientes en la pelvis y ahí fue donde concentró su atención para derretir el cubo de hielo.

Por su parte, Inuoka y Shibayama estaban actuando tan torpemente que probablemente serían los últimos en el juego, con el más alto enfocado en sostener el hielo con sus dientes y apenas tocarle la piel de las mejillas y el mentón, se preocupaba por no enfriarlo demasiado y era momento que no conseguían sentirse cómodos con el juego.

En tanto, Kageyama había ido directo al pecho de Hinata –no iba a negarlo, tenía esta curiosidad desde que vio a Sawamura hacerlo con Sugawara–, quizá impulsado más que nada por su inconsciente. Hinata había respingado al instante, sentir el aire fresco del cubo de hielo traspasando su ropa era vergonzoso y extraño, pero se sentía bien, y eso era lo que realmente le abochornaba.

– Ahh~ – Consciente del jadeo que ha brotado de su boca, el pelinaranja se la ha cubierto con sus manos, temblando como hoja dominado por las atenciones de su novio.

Kageyama abrió los ojos desmesuradamente cuando le escuchó jadear, e inmediatamente subió su mirada para observarle. Sintió un pinchazo en la entrepierna cuando le vio, sonrojado y nervioso, tapándose la boca para callar los sonidos que, aún contra su voluntad, seguían pugnando por salir, y para rematar la adorable y erótica imagen frente a él, sus ojos chocolate brillaban intensamente. Al pelinegro le entraron ganas de besarle, arrancarle la ropa y hacerlo suyo en ese preciso instante.

¡Maldición! Control Kageyama, control.

Se dijo a sí mismo, decidido a cambiar la estrategia. Pero, por alguna razón su cuerpo traicionó a su pensamiento, y aunque había tenido la intención de llevar el cubo de hielo a cualquier otra parte del cuerpo de Hinata, terminó donde mismo. La tela sobre los pezones estaba completamente humedecida después de casi terminar de derretir el hielo, y los montecitos erguidos sobresalían por encima de la prenda.


Futakuchi no sabe cuántos minutos han transcurrido desde que Aone comenzó a lamer su cavidad anal, ni mucho menos está seguro del momento en que el dígito que ha profanado su interior dejó de sentirse como algo realmente molesto ahí dentro suyo.

– Mghh~ – Gimoteó sintiendo un primer espasmo de placer cuando ese dedo tocó algún punto en su interior que le hizo estremecer… – Takanobu~

– ¿Puedo poner otro, Kenji?

– Sí~ ¡Ngh~!

– ¿Estás bien?

– Sí~

Con dos de sus dígitos entrando y saliendo lentamente de aquel orificio apretado, Aone apenas tenía control para no hacerlo más rápido o fuerte. Su erección comenzaba a palpitar ansiosa por atención, así que se masturbó un poco, apenas para aliviar ese incómodo dolorcito que venía cuando era abandonada por demasiado tiempo. Un rato después, Futakuchi murmuró estar listo, Aone lamió considerablemente la zona antes de incorporarse con la intención de hacerlo.

– Espera, déjame lubricarte aquí también… – Futakuchi se levantó y a cuatro sobre la cama, llevó el falo de su novio a su boca, lamiendo y succionando para llenarle de saliva… – Ahh~

Con el pretexto de no dar tiempo a que perdiera su dilatación, Aone alargó su mano por encima de la espalda de su novio y coló nuevamente sus dedos en la entrada de Futakuchi.

– ¡Mghh! Kenji… – El grandote entrecerró los ojos disfrutando del placer que la boca de su novio estaba proporcionándole en ese momento. Inconscientemente su mano fue a dar a la cabeza del menor, sujetando mechones castaños entre sus dedos, tirando de ellos cuando sentía que tocaba profundo en la boca de su novio… – Nghh, basta. Kenji basta, me correré en tu boca.

Futakuchi levantó la mirada nublada de excitación, tanto más lo estaba la de Aone. Se abrazaron y besaron unos instantes antes de volver a la intención original, volverse uno. Aone había leído que la primera vez para quien recibe siempre era dolorosa, pero que esos niveles de dolor podían variar de acuerdo a la forma en que se hacía. Vagamente recordó haber leído en un foro que para el uke en su primera vez, era mejor tomar el control de la penetración. Eso significaba, montar.

– Ven, Kenji… – Le indicó, siendo él quien se sentaba sobre la cama, con la espalda apoyada en la pared.

Al castaño le dio un poco de vergüenza, pero sobre todo excitación, ver a su novio de aquella manera, bombeando su erección, con el musculoso vientre sudoroso y la mirada encendida de pasión. Posó sus piernas a cada lado de los muslos ajenos y  perfiló su orificio sobre el falo de Aone, fallando en el primer intento por hacer que encajara ahí. Chasqueó la lengua y se ayudó de su mano para acomodar la punta del erecto pene en su cavidad, una vez que sintió que había entrado, no soltó el tronco de su novio hasta que comenzó a bajar su cadera, sintiendo cómo aquel caliente intruso se iba enterrando en su orificio.

– ¡Nghh!

– ¡Mgh!

Uno gimió adolorido, el otro extasiado. Cuando Futakuchi sintió que sus glúteos tocaban la pelvis de su novio, supo que la erección estaba completamente dentro suyo, abrió los ojos sin saber siquiera el momento en que los había cerrado, quizá movido por el dolor. Admirar a Aone sonrojado y agitado, le pinchó una oleada de placer que sacudió su erección.


Al final la perversión y la experiencia se impuso, Kuroo y Kenma han terminado primero con el cubo de hielo. Aunque el felino ligeramente molesto por la actitud descarada de su novio, le ha murmurado que se haga responsable de casi congelarle los huesos. ¿Resultado? Kuroo le besó apasionadamente mientras frotaba con sus manos las zonas de la pelvis de Kenma donde había derretido el hielo, para hacerle entrar en calor. Kenma se dejó hacer quitado de la pena.

– Iwa-chan~ por qué tú no eres un novio tan atento como Kenma-chan~ – Oikawa refunfuñó, envidioso de la relación tan relajada que los felinos llevaban. Iwaizumi le hizo una seña obscena mandándole al carajo. Por supuesto, no es que el apuesto jovencito esperase otra reacción diferente.

Luego de ellos, Hinata y Kageyama se han llevado unos segundos de diferencia con Yamaguchi y Tsukishima.

– ¡Bakayama pervertido~! – Chilló ni bien terminaron su turno, rojo de vergüenza… – ¡Ahora estoy muriendo de frío por tu culpa~! – Claro, exclamó eso aunque en realidad quería increparle que se haya ensañado con sus pezones.

– ¿Ah? ¡Era obvio que te iba a dar frío si derretía un cubo de hielo en tu cuerpo, Hinata idiota!

– ¡Pero podrías haber elegido otra parte de mi cuerpo para hacerlo~!

Kageyama balbuceó algo, frunció el ceño y se le sonrojaron tenuemente las mejillas. Bien, no tenía un argumento a su favor al respecto. Hinata alzó los labios en trompetilla y se cubrió el pecho cruzando las manos en él.

– Tengo frío, préstame tu sudadera.

El pelinegro le extendió su ropa, y casi luego se arrepintió. Si ya de por sí había tenido problemas con la parte sur de su anatomía, ver a Hinata cambiándose tan quitado de la pena su playera por la sudadera que le ha prestado, estaba despertando más fuerte sus hormonas.

Hinata idiota.

Shibayama e Inuoka habían terminado casi recién. Rojos hasta las orejas.

– Fue interesante, pero delante de todos fue demasiado vergonzoso… – Shibayama murmuró, frotándose con las manos el contorno de su rostro, ya que de ahí Inuoka no había pasado con el cubo.

– La próxima vez podríamos, intentarlo a solas… – Inuoka propuso entre avergonzado e interesado en realmente hacerlo. Miró a su novio y sintió un poco de culpa… – ¿Está demasiado frío?

– Solo porque todo el tiempo estuviste yendo y viniendo despacio en esta parte, Inuoka… – Susurró pucheroso.

– Lo siento, Shibayama… – Alegó honestamente, llevando sus manos a la piel fría del rostro de su novio. El más bajo sonrió enternecido, y se dejó hacer por las cálidas manos de su novio.

– Bien, solo quedan tres parejas por pasar. Moniwa y Kamasaki, Yaku con Lev; y, Matsukawa con Hanamaki… – Kunimi dijo tras haber terminado de anotar los tiempos de las parejas en orden… – Por ahora siguen ganando Sugawara-san y Sawamura-san.

– ¿Ustedes se anotaron? – Kindaichi preguntó a sus senpais.

– Por supuesto, nosotros no somos unos cobardes… – Parloteó Hanamaki, que continuaba desesperado con la actitud de su compañero de equipo, y le crispaba los nervios que con nada espabilara y accediera a los sentimientos de Kunimi.

– Tenemos curiosidad, así que nos incluimos. Pero, no es que estemos saliendo ni nada… – Matsukawa comentó. Aunque no le hubieran preguntado. Hanamaki volvió la mirada hacia él.

– Eres raro Matsukawa.

– Por qué.

– A veces siento que flirteas conmigo, y otras como ahora, defines con soltura que no tiene nada qué ver con que quieras algo conmigo… – Hanamaki dijo mirándole como si estuviera analizándole. Lo que sorprendió a Kindaichi es que ambos senpais hablaran de aquello con tal naturalidad.

– No dije que no quisiera nada contigo, Hanamaki. Pero respeto tu heterosexualidad.

– Por eso, eres raro. ¿O es así como piensas seducirme?

– Ni siquiera sabría cómo seducirte aunque fueras gay, Hanamaki.

Los chicos se sostuvieron la mirada, luego simplemente comenzaron a hablar acerca de quién debería derretir el cubo de hielo en quién. Kindaichi no daba crédito a la charla que escuchó.

– No tenía idea de que Matsukawa-senpai fuera, gay… – Murmuró para sí, pero alguien le escuchó.

– No lo es. Bueno, no exactamente. Es más como si no le diera pena experimentar.

– Oikawa-san…

– Por otro lado, ¿no crees que va siendo hora de que hagas algo, Kindaichi? Tal vez no eres consciente de eso pero, Kunimi es un chico atractivo, conozco a varios chicos en la escuela que han intentado acercarse a él, de esa manera. Pero Kunimi ha rechazado a todos hasta ahora porque ya le gusta alguien. Sin embargo, llegará el momento en que decida seguir con su vida si la persona que le gusta no le da mínima esperanza.

– Yo, no…

– ¿Tú no? Kindaichi, tener miedo de tu orientación sexual no te va a hacer menos gay. Incluso si lo ocultas por el resto de tu vida, el hecho es que es quien eres. Todos los que estamos aquí ya lo aceptamos, incluso alguien como Kageyama se ha dado la oportunidad de experimentar este primer amor, que bien podrá ser para toda la vida. Solo piénsalo, pero no demasiado. Cuando este campamento termine y volvamos a la escuela, a nuestras vidas; podría resultar que Kunimi decide abrir las puertas de su corazón a otro.

Oikawa le palmeó el hombro y luego dio media vuelta. Listo para llamar a Iwaizumi y pedirle que lo mimara. Por supuesto, el morocho lo mandó al demonio nuevamente. Kindaichi estaba perplejo, no solo por lo directo que todos sus compañeros eran con él respecto a su situación con Kunimi. Sino por la seriedad que Oikawa mostraba en ocasiones. Era raro verle actuar así de maduro. Sobre todo porque al segundo volvía a ser el muchacho molesto que fastidiaba a su novio sin reparo alguno.

Todos se llevan bien con sus parejas, aunque tengan personalidades tan diferentes. Pero, no es que no sienta nada por Kunimi. O que tenga simplemente miedo de aceptar que pueda enamorarme de un hombre. Es… – Kindaichi buscó a su amigo con la mirada, viéndole recordar a las parejas las reglas del juego… – ¿A quién engaño? Solo estoy huyendo cobardemente, esa es la verdad. Tengo miedo de los sentimientos de Kunimi justamente porque es atractivo, y yo no tengo nada genial qué darle a cambio. Tengo miedo, porque pienso que en un mes o dos, él verá a alguien realmente genial y me dejará atrás. Tengo miedo, del momento en que termine este primer amor.

Mientras Kindaichi seguía rumiando sus ideas deprimentes respecto al amor, Sugawara miraba la hora en su móvil.

– Es hora de alimentar a Eri-chan, me adelantaré al dormitorio Daichi.

– Voy contigo.

– No es necesario~ Shimizu está con ella. Quédate a ver el final del juego, además podría hacer falta alguien serio que los ponga en orden si se alteran de más… – Dijo con una risita, que es evidente que las hormonas andan alterándose en todos con el dichoso jueguito… – Y luego me cuentas quién gana.

– Vale, te alcanzaré en unos minutos Suga… – Besarle corto y sonreírse con cariño.

--//--
Karasuno

Como Ikejiri sentía demasiada vergüenza de ir a la Mansión Fujimi cuando los padres de su novio están ahí, pero quería estar a solas con él, se habían decidido por un Hotel. Todavía estaba sorprendido de la facilidad con que se podían obtener habitaciones de hotel siendo menores de edad, probablemente porque Fujimi había ofrecido más del precio fijo.

– Este lugar es bueno, está lejos de tu casa, así que nadie te reconocería, Hayato-san.

– Sí, es así. – Dijo, titubeando un poco. No quería que sonara a que le preocupaba demasiado lo que la gente pensara, o que le avergonzara salir con él… – Tomaré la ducha primero.

– Adelante… – El ojiazul suspiró cuando su novio entró en la ducha. Realmente se sentía un poco tenso, la primera vez en su casa se había sentido todo diferente. Hoy, aunque ambos lo desean, se siente un poco presionado… – Tal vez porque estamos en un hotel. Vernos aquí para hacer el amor es como aceptar que estamos haciendo algo indebido, aunque nuestros sentimientos sean sinceros. Es decir, mi familia no se opondrá en absoluto, pero no tengo idea de qué esperar de la suya. Él ni siquiera ha mencionado nada sobre contarles lo nuestro. Y no quiero ser su novio en secreto siempre.

Inquieto con sus pensamientos, Fujimi aguardó pacientemente a que su novio terminara la ducha. Cuando Ikejiri salió minutos más tarde, tenía puesta la bata de baño, y una toalla chica para secarse el cabello.

– Tu turno, Arita-kun… – Murmuró, rojo de las mejillas. Pero, a vista de su novio, más relajado de lo que esperaba.

– Vale, no tardo nada… – Cuando le pasó por un lado incluso se tomó la libertad de robarle un beso casto. Aunque en realidad había tenido el pensamiento de meter su mano bajo la bata de baño para cerciorarse si llevaría o no algo debajo. Pero se contuvo para no incomodarlo.

Cuando Fujimi desapareció tras la puerta de la ducha, Ikejiri se acercó al espejo de la cómoda al costado, se miró en el reflejo y suspiró una vez más.

Estoy todo sonrojado. Y eso que aún no hacemos nada~. Ahora que lo pienso, la otra vez dejé que Arita-kun se encargara de todo. Soy el mayor pero siempre actúo como si fuera el único que necesita sentirse seguro y protegido.

El castaño pecoso suspiró una vez más. Terminó de secar el exceso de agua de su cabello y luego observó la habitación. Era una suite, amplia y elegante, con una cama cubierta de mantas claras y doseles de tela ligera, probablemente seda. Cuando estuvo duchándose se sintió un poco abrumado por el lujo y los detalles. Incluso pensar en su casa le había parecido un poquito deprimente.

– Incluso la sala tiene muebles más elegantes que mi casa. También hay un minibar y una cocina. ¿No es esto una especie de departamento?

– Podría decirse que sí.

Ikejiri respingó cuando escuchó la voz de su novio. Volvió la mirada y le vio detrás de él, con una bata de baño igual que él, pero el cabello negro todavía goteándole en las puntas. El pecoso se sonrojó al verlo. Sabe que es guapo, pero a veces lo encuentra tan atractivo que no puede evitar la reacción de sonrojo o nerviosismo. Todo y que incluso ya le conoció al desnudo. Aunque, con las luces a medio abrir podría decirse que no se vieron en el amplio sentido de la palabra, pero bueno, que la vergüenza siempre le puede más.

– ¿Te resulta incómodo estar aquí? Podemos cambiar de habitación, Hayato-san.

– No es necesario… – Murmura sintiéndose un poco torpe… – Tú, cuando viajabas con tus papás, ¿solían quedarse en hoteles?

– Sí. Ya que solo teníamos casa en Alemania, si íbamos a cualquier otra parte entonces nos hospedábamos en hoteles. La suite funcionaba sí como una especie de departamento ya que contaba con todo.

– Oh. Para mí, esta es la primera vez que visito un hotel.

– No es tan malo, ¿verdad?

– No lo es para nada. Porque estoy contigo, Arita-kun.

Decidido a no dejarle todo a su novio, el pecoso castaño avanzó hacia él, reduciendo la distancia no solo de sus cuerpos, sino también de sus labios. Esa vez, ha sido él quien ha tomado la iniciativa del beso. Fujimi se sorprendió al principio, pero su adicción a la boca de su novio pronto le hizo mandar eso al olvido y devolverle el beso con la misma pasión. Abrazarse mientras se besan es un gesto natural, a Ikejiri le gusta cuando la mano de Fujimi se apodera de su nuca con un cariño que le contagia de ternura, sobre todo cuando este gesto le hace saber que no quiere separarse, que quiere alargar cada beso lo más posible hasta dejarle sin aliento. Agitado de respiración, con el corazón palpitando a mil por hora en su pecho.

– N-no traigo, nada… bajo la bata, Arita-kun.

– ¿En serio? – Pregunta sonriéndole dulcemente, seguro de que esto le ha costado un montón de valor. Ikejiri asintió, besándole el mentón en un gesto que pretendió sensual, y que ciertamente ha causado un efecto positivo en su novio… – Yo tampoco, Hayato-san.

Sonríen y unen nuevamente sus labios. Besarse diluye todas esas sensaciones de vergüenza en Ikejiri, y es un acto de amor que relaja las ansias de Fujimi también. Mientras se besaban, las manos de ambos fueron por el nudo de la bata del otro y entre caricias y besos las sacaron del cuerpo de su amado.

Con las batas abandonadas en la sala, ambos chicos caminaron hasta la cama, rozando sus anatomías mientras se acomodan en el lecho suspiraron y jadearon sintiendo ese deseo de tocarse sin prisas y descubrirse nuevamente en la intimidad.

– ¿Quieres que baje las luces?

– No. Hoy, quiero que podamos vernos plenamente, Arita-kun.

– Hayato-san, ¿hoy no piensas tenerme piedad? – Fujimi sonrió cuando el rostro de Ikejiri se sonrojó al por mayor… – Gracias, por dejarme amarte de esta manera.

Conmovido, Ikejiri se quedó sin palabras que devolverle en ese momento, pero en cambio le besó de nuevo, enredando sus manos en el cuello de Fujimi, con sus cuerpos pegados compartiendo el calor. Más tarde, con los labios hinchados y húmedos por los besos, Fujimi descendió hasta la clavícula, haciendo un chupetón ahí antes de continuar el camino hacia el sur. Al llegar al pecho se entretuvo besando y succionando sus pezones, uno a uno los atendió hasta sentirse más o menos saciado de ellos –de todas formas iba a volver después a mamarlos– y continuó hasta llegar al vientre, donde besó y delineó las líneas de los músculos marcados en él. Pero tampoco invirtió demasiado tiempo ahí pues ansiaba lo que se encontraba más abajo.

– Ahh~ – Ikejiri jadeó inquieto cuando su novio lamió los huesos salientes en su pelvis, desviándose luego a las ingles, succionando hasta dejar marcas en su piel… – Arita~

Fujimi sonrió al notar la forma en que contraía el vientre cuando su aliento acariciaba la erección de su novio, Ikejiri entrecerraba los ojos y jadeaba sin control, con el corazón apresurado y la sangre yendo directo hacia aquella parte de su anatomía. El ojiazul finalmente tomó el miembro de su novio con una mano, bombeando de arriba abajo, sintiendo cómo crece a su máxima expresión por sus caricias. La punta estaba rojiza y las venitas sobresalían en el caliente miembro, Fujimi relamió sus labios saboreando este trozo de carne que se le antojaba demasiado. La primera vez no se había animado en probarlo porque no había querido presionar demasiado la sexualidad para ser la primera ocasión en que intimaban, pero pensaba que hoy ambos tenían la suficiente confianza para subir el nivel.

– ¡Nghh~! Arita, eso… no, es ahh~ – El pecoso castaño no termina de decir lo que siente, nublado por el placer de sentir la boca de su novio tomando su falo. Desde los labios suaves rodeando su punta, hasta la húmeda calidez de su boca y lengua descendiendo por el tronco… –  Ahh~ ahh~

Y entonces es imposible frenar los jadeos, cerrar los ojos y rendirse al placer. Apenas están comenzando, pero esta ocasión se siente diferente que la primera. No tanto como si fuera mejor, es más como si Ikejiri estuviera realmente soltando las cadenas que le atan a los miedos, a la vergüenza, al pudor.

– Ahh~ Arita-kun. Por favor nghh~ de prisa, te… te quiero sentir… dentro… – Tímido pero sensual, Ikejiri abre sus piernas y levanta la pelvis, usa sus manos para separar sus glúteos y mostrar su intimidad.

Fujimi siente que su erección se inyecta de sangre al límite con aquel gesto que no, honestamente no pensó que su novio haría tan repentinamente. Traga hondo y se inclina para besarle, aprovecha para rozar sus pelvis y atrapar con una mano ambas erecciones, aliviando la excitación de ambos un poco antes de buscar el lubricante y los condones. Realmente, no querrá dejar esta habitación en toda la noche.

--//--
Valle de Naruko

Las últimas parejas estaban listas para continuar el juego. Como era de esperarse, Kamasaki ha tomado el control y decide ser quien derrita el hielo en el cuerpo de Moniwa. Lev también quería, pero Yaku de ninguna manera pensaba padecer frío cuando estaba muy cómodo con el clima, así que será él quien lo derrita en el cuerpo de su novio. Y entre Matsukawa y Hanamaki, el segundo es quien ha perdido al lanzar la moneda, así que será quien ofrezca su cuerpo para que su amigo derrita el cubo.

– Yaku-san, qué haces.

– Te descubro las piernas, ¿no es obvio?

– Pero… ¿piensas derretir el cubo ahí?

– Por supuesto.

– Eso no es nada sexy, Yaku-san~ – Gimotea inconforme, bajando las mangas de su pantalón deportivo, ya que su novio las ha enroscado hasta los muslos… – Mejor en mi vientre, o en la espalda, nadie lo ha intentado en la espalda.

– No te quiero mirar la espalda o el vientre, quiero hacerlo en tus piernas, mocoso.

– ¡Pero yo no quiero, Yaku-san~!

Al más bajo le saltaron las venitas de la sien y se le frunció el entrecejo.

– ¡Te digo que así lo haré! ¡Así que no te pongas dramático y súbete de nuevo el pantalón!

– ¡No quiero~!

– Si no vas a hacerlo a mi manera entonces no jugamos y ya, estúpido mocoso… – Farfulla enfadado. Eso, porque tampoco piensa confesar que le encantan las largas piernas de su novio y de pronto pensó que era un buen momento para experimentar esto del contraste de temperaturas en ellas.

– Está bien… – Gimoteó resignado el mestizo… – Como tú quieras, Yaku-san.

El líbero de Nekoma sonrió orgulloso, era tan fácil manipular a su novio. De todas formas, luego lo compensaría de alguna manera. Para que vea que no es un novio prepotente que solo impone su voluntad.

Así, luego de la pequeña discusión, el juego continuó. Moniwa estaba tan avergonzado que todo el tiempo mantuvo los ojos cerrados para no mirar ni a su novio, ni a todos alrededor. Kamasaki llevó el cubo por varias partes de la anatomía de su novio, empezó por el cuello como la mayoría, también lo deslizó por la clavícula y hasta se las ingenió para levantarle la casaca y pasearlo por su vientre o acercarlo directamente a sus pezones –de las escenas más atrevidas en el juego–, también se animó en pasarlo por sus brazos, o cuando ya quedaba pequeñito el cubo, deslizarlo entre los dedos de sus manos.

Por su parte, Yaku se entretuvo a su antojo en las piernas de Lev, paseando lentamente el cubo a lo largo de ellas, presionando en las rodillas o instándole a levantar la pierna y, colocando el cubito en su lengua, presionarla en la parte posterior de la rodilla, para finalizar en sus muslos. El mestizo descubrió que también tenía sensibilidad en sus piernas cuando Yaku era quien le daba este tipo de atenciones tan eróticas.

Finalmente, Matsukawa ha concentrado su atención en el cuello de Hanamaki, pero más hacia el costado, justo debajo y detrás de sus orejas. Hanamaki no sabía que era sensible de aquellos espacios hasta ese momento, cuando sintió que se le erizaba el vello de la nuca y hasta algo raro pasaba al sur de su anatomía. Matsukawa por su parte estaba más que complacido con su incursión en el juego, ha descubierto que el hombre tiene puntos sensibles independientemente de su condición sexual.

– Hanamaki, ¿deberíamos intentarlo en otra ocasión?

– Bueno, pero entonces yo también lo haré contigo Matsukawa.

Asentir y casi olvidarse del resto del mundo. Al final Kunimi premió a Sawamura y Sugawara porque habían tenido el mejor tiempo. Sin embargo, captaba un ambiente muy diferente a como lo estuvo antes de iniciar el juego. Todos estaban inquietos –o casi todos–, y parecían ansiosos por retirarse. Así que ni bien Sawamura y Moniwa dijeron que podían retirarse a descansar, todos los adolescentes se dirigieron a sus habitaciones. O eso pareció, porque cuando se dieron cuenta de que no estaban solos y de que era imposible bajar la excitación de sus cuerpos, algunos optaron por una rápida ducha de agua fría, y otros más atrevidos –ya sabrán quienes– se perdieron en los alrededores para desfogar la tensión aunque solo pudieran tocarse un poco para aliviar el calor de sus cuerpos.

Mientras tanto, Kindaichi ha reunido valor para dirigirle la palabra a Kunimi por algo más que los asuntos del club.

– Aquí no hay nadie, de qué quieres hablar Kindaichi.

El cabeza de nabo tomó aire y luego lo soltó lentamente. Miró a Kunimi y se mordió el labio inferior. Hombre, cualquiera sabe que es muy atractivo. Bonito sería un buen calificativo de hecho.

– Yo… ¿crees que podrías darme una segunda oportunidad?

– ¿Segunda oportunidad? ¿De qué estás hablando Kindaichi?

– De… – Carraspea nervioso y desvía brevemente la mirada… – Bueno, de… estar contigo.

– ¿Siquiera hubo una primera oportunidad? Hasta donde recuerdo me rechazaste en cuanto te dije que me gustabas.

– Sí, bueno… por eso, yo… pienso que esa fue la primera oportunidad. Para mí al menos, y…

– Y suponiendo que fue así. ¿Qué exactamente quieres decir con que quieres estar conmigo?

– Pues, eso… que… me gust… que, siento algo por ti.

– Puedo ver que estás nervioso y todo. Pero la verdad es que no puedo creer en lo que estás diciendo ahora. ¿Por qué cambiarías de opinión en unas pocas semanas?

– No es que cambiara de opinión.

– ¿Entonces, te gustaba desde que me confesé?

– Sí.

– ¿Y por qué me rechazaste?

– Por cobarde, como todos me han dicho de una u otra forma.

– Y ahora, ¿te volviste valiente repentinamente?

– Estoy poniendo mi mejor esfuerzo en realidad, Kunimi. Sé que…

– No te atrevas a decir que sabes nada… – Corta de tajo y le mira dolido, resentido, enojado… – ¿Tienes idea de lo que sentí cuando me rechazaste en el campamento anterior? ¿O cómo me sentía cuando nos veíamos en la escuela y el club después de eso? Estuve sufriendo un infierno por tu culpa, preocupado por mis sentimientos unilaterales, tratando de enterrarlos profundo en mi corazón para que no interfirieran con nuestro compañerismo en el club o las clases. ¿Y ahora pretendes que con unas pocas palabras te acepte? ¿Al menos pensaste en mí mientras tomabas esta valiente decisión?

– Kunimi…

– No me jodas Kindaichi… – Movido por su sentimiento de rechazo, Kunimi le empujó para hacerse camino de vuelta a los dormitorios.

Kindaichi se quedó con las palabras en la boca. Al menos por unos segundos, porque luego reaccionó. Si le dejaba ir ahora, pasaría lo mismo que la otra vez que también “hablaron”. Él no podía dejar las cosas así.

– ¡Kunimi, espera!

– ¡Déjame en paz!

– ¡No lo haré! Al menos hasta que me escuches.

– no tengo nada qué escuchar viniendo de ti.

– Sí que lo tienes.

– ¡Basta!

– ¡Me gustas! ¡Me has gustado desde mucho antes de lo que puedo decirte! Siempre hemos estado juntos, fuiste mi mejor amigo, pero luego un día eras el chico lindo que se sentaba a mi lado en la clase y con quien me sentía nervioso cada que nuestras miradas se cruzaban. Tuve que lidiar con mis sentimientos sin saber de lo que se trataba porque siempre tuve miedo de ellos. Tuve miedo de ti cuando te confesaste y te herí, sí, lo admito. Pero… pero la verdad es que me gustas. No te estoy pidiendo que seas mi novio así nada más, solo quiero que me des la oportunidad de acercarme a ti, de… conquistarte.

Kunimi le ha escuchado aunque hubiera permanecido dándole la espalda. Estas palabras sin embargo calan hondo en su corazón y doblegan hábilmente su coraza. Aún está resentido, pero es más fuerte su sentimiento de amor hacia el cabeza de nabo como para ignorar sus esfuerzos.

– ¿Así que, no piensas pedirme salir contigo?

– No sería tan osado de pedirte algo así después de lo que ha pasado entre nosotros.

– ¿Y si la condición que pongo es que lo seamos?

– ¿Eh?

Kunimi dio media vuelta encarándole.

– Dices que te gusto desde hace mucho tiempo, ¿no? Y tú a mí me gustas también desde hace meses. Si estás listo para que seamos pareja, entonces te daré esa segunda oportunidad que tanto ansías ahora. Pero, debes saber que tengo pretendientes en la escuela, y que cuando volvamos de este campamento, ellos volverán a insistir en que salgamos, entonces tú deberás demostrar que realmente me quieres contigo y habrás de proteger nuestra relación. Si estás de acuerdo con estos términos entonces te doy una segunda oportunidad. Si no…

– Acepto.

– ¿No quieres pensarlo?

– No tengo nada qué pensar. Acepto tus términos. Seamos novios, y me aseguraré de que nadie se te acerque como si estuvieras libre de relación conmigo.

Kunimi sonrió. En el fondo de su corazón estaba contento, pero había una parte más superficial que quería tomar esa popularidad que tenía con otros chicos en la escuela para darle un escarmiento a Kindaichi.


El día siguiente se fue dolorosamente lento. La adición del abuelo Ukai a la barra de entrenadores había hecho probar a los adolescentes un auténtico entrenamiento espartano. No solo estaban molidos, sino que casi había sido imposible bromear entre una actividad y otra.

De entre todos ellos, el que más ha resentido el entrenamiento del abuelo Ukai ha sido Futakuchi, todo por haber tenido su tan ansiada primera vez con Aone justo la noche anterior. Su ya adolorido cuerpo apenas había sobrevivido hoy. Por otro lado, Sawamura estaba contento de que Sugawara no estuviera entrenando porque así él podía ser mimado con masajes para relajar el cuerpo, aparte de que las sonrisas de Eri-chan le llenaban de energía, aunque igual su cuerpo todavía estuviese cansado.

Takeda también estaba sorprendido, ya que a su novio le ha tocado realizar las actividades del entrenamiento al mismo ritmo que los adolescentes, por lo que está que le duele todo.

– El abuelo Ukai sí que ha sido severo con todos, eh.

– Ese viejo, solo está presumiendo su valor como experimentado entrenador… – Se quejó, suspirando cuando su novio colocó los parches relajantes en su espalda. Mientras sus gemelas intentaban rodar en la cama junto a ellos… – ¿Se han portado bien, princesitas? – La respuesta le viene con borucas y risitas infantiles, con brazos y piernas agitándose.

Ukai siente que se llena de vida solo con verlas. Cuando el abuelo llegó por la mañana las gemelitas habían sido mimadas con obsequios de su parte, y por la tarde había integrado a las tres pequeñitas en un ejercicio en el que solo ellas se divirtieron, porque los adolescentes y su padre habían terminado cansados en una actividad en el agua que debía fortalecer su equilibrio, sentido corporal y administración de la fuerza.

– Cuando volvimos ellas lloraron un poco, querían seguir viéndolos “jugar”.

– ¿En serio? ¿Te dieron mucho problema?

– No, casi no tardaron en quedarse dormidas, además tenían hambre pero están acostumbradas a que por la tarde las alimentas tú.

– Es cierto, la división de tareas.

– No te estoy reclamando nada, está bien para mí encargarme de ellas cuando estás trabajando. Aunque esta vez el trabajo te dejará más que exhausto, Keishin.

– Voy a acusar al abuelo con mamá. El viejo presumido pagará por hacerme sentir tan anciano como él.

– Exagerado… – Dijo con una sonrisita, besándole una vez se hubo girado en la cama quedando nuevamente boca arriba. Ukai gruñó maldiciones entre dientes y luego abrazó a sus bebés, colocándolas sobre su vientre para juguetar un rato con ellas mientras Takeda se duchaba.

Así más o menos se irían los días de campamento. Y para el fin de semana, Yamada, Takinoue, Ikejiri y Fujimi se unirían a ellos, encontrándose con unos adolescentes con expresiones entre cansadas pero también maduras.

– Se nota que el abuelo Ukai está aquí. Y según contó Keishin, la mancuerna que hace con Nekomata sensei es como para renunciar si no te gusta el voleibol de verdad.

– ¿No estás platicando mucho con Keishin, Makoto?

– ¿Qué, estás celoso? – Su novio gruñó por toda respuesta… – De todas las personas sobre la faz de la tierra, solo a ti se te ocurre ponerte celoso de Keishin, Yuusuke.

– ¡Hey, chicos! ¡Por fin llegan!

– Hablando del rey de Roma.

Tras la bienvenida de los cuatro chicos y la continuación de los entrenamientos, se preguntaban si realmente había sido buena idea venir.

– Se siente como que estamos interrumpiendo… – Comentó Ikejiri a su novio la primer noche de estar ahí. Y es que en realidad apenas si veían a los chicos en las comidas.

– Pero al mismo tiempo creo que fue bueno, así ayudamos a cuidar de las bebitas… – Fujimi aportó, convencido de que para él, incluso si no tenía oportunidad de charlar o convivir con los demás, estar en tan bonito lugar con su novio valía la pena.

Y de ese modo, con un campamento totalmente opuesto a lo que pensaron incluso el primer día de iniciado, las semanas pasaron. Al final se habían concentrado sí o sí únicamente en los entrenamientos, y aunque había sido agotador, también se sentían más completos como deportistas. Lo próximo, la fiesta de bautizo de las pequeñitas.



Continuará……

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Disculpen las molestias, pero se eliminaran los comentarios con contenido de otras parajes fuera de las que se abordan en este blog, esperamos su comprensión