miércoles, 28 de diciembre de 2016

Time Out. PARTE 33.



~~*~~
Entre pañales y mamilas, también se requiere estrategia y liderazgo


Kageyama tragó hondo, y al segundo sus ojos brillaron con tal intensidad que Hinata sintió todo su cuerpo estremecerse. Claramente ha encendido algún botón en la mente de su novio, que se le vaya encima con ese porte tan imponente, no le extraña. Que comience a besarle con pasión, colando su lengua hasta el rincón más escondido en el interior de su boca, tampoco le sorprende. Que le deje sin aliento, la respiración errática, el cabello desordenado, los labios húmedos y las mejillas arreboladas de rubor, es solo el inicio de lo que sabe –y quiere– viene a continuación. Hacer el amor.

– De verdad que te estás volviendo todo un pervertido con fetiche por verme con ropa tuya, Tobio~

– ¡Mierda! Deja de usar ese tono tan mimado conmigo, Shoyo.

Mirarse a los ojos y sonreír en medio de la situación calurosa, besarse nuevamente y sentir que mientras caen sobre la cama, el mundo se vuelve tan pequeñito que solo caben ellos dos. Ellos y esas ganas de explorarse nuevamente como si no se conocieran ya tan profundamente, ellos y ese deseo inexpugnable de acariciarse sin reparo alguno, de suspirar entre besos, de jadear cuando la temperatura sube a tales niveles que ni respirar es suficiente y las sensaciones agolpan gemidos en sus gargantas.

– No te la quites… – El pelinegro ordena de pronto cuando el pelinaranja ha hecho el amago de sacarse su camiseta.

– Pervertido~ – Sonríe con las mejillas arreboladas de carmesí, dejándose tumbar nuevamente sobre la cama, seguido por su novio de cerca.

Hinata no lo diría probablemente nunca –a menos que en medio de una situación como esta, cuando sus sentidos están colmados de placer y vergüenza, Kageyama fuese lo suficientemente inteligente como para hacerle tal tipo de cuestionamientos. Aunque lo duda, porque se nota que no es el único que se pierde en su mundo de excitación cuando están en ello–, en fin, volviendo al punto. Hinata no lo diría, pero la sensación del cuerpo de Kageyama sobre el suyo, no con todo su peso ni nada parecido, sino esa vista de su novio acechándole desde las alturas, le encantaba. Generalmente el pelinaranja podría renegar un poquillo de su estatura, y defender a capa y espada que no es impedimento para hacer lo que quiera; pero desde que ha llegado a este nivel de intimidad en su noviazgo con el setter, ha ido descubriendo que se siente bien, que le fascina la vista de Kageyama desde ahí bajo su cuerpo, como si tuviera el tamaño ideal para ser amado.

Kageyama desabrocha los pocos botones que de hecho Hinata había acomodado de su camiseta, hace a un lado la prenda y admira el torso desnudo de su novio. Podrán ser solo adolescentes, pero Hinata ya tenía un cuerpo muy bien formado, sin músculos exagerados, todo perfectamente distribuido para convertirse en un atrayente muchachito que pone locos todos sus sentidos. Si es que Kageyama todavía no puede entender cómo es que terminó colado por Hinata, cuando sus personalidades son tan… tan… bien, tienen algunos rasgos similares, pero en términos generales son como polos opuestos. Si uno dice blanco, el otro ha de decir negro.

– Kageyama, ¿en qué estás pensando? ¿O en quién? – La voz del pelinaranja irrumpe su tren de pensamientos. Y se toma la libertad de sonreír con un dejo de burla pero sobre todo picardía.

– ¿Qué? ¿Te pones celoso de mis pensamientos?

– Si no estoy en ellos sí. Estás haciendo esto conmigo, es falta de respeto pensar en cualquier otra cosa… – Reniega frunciendo los labios.

Y Kageyama encuentra todavía más entretenido su celo infantil tan adorable. Una de sus grandes manos cae sobre el torso del pelinaranja acariciándole suavemente desde el ombligo hasta el pecho, rozando con las yemas de sus dedos los rosados pezones que se endurecen bajo su tacto y arrancan un jadeo de Hinata, ruborizándole más las mejillas, haciéndole brillar las cuencas chocolates.

– Estoy pensando en ti, Shoyo.

Declarar sin remordimientos. Descender sobre el cuerpo del pelinaranja y besarle, atrapar los labios del más pequeño entre sus dientes sabiendo que obtendrá más jadeos desesperados, mientras su mano sigue acariciando aquí y allá todo el torso, pecho y brazos de Hinata.

– Ahh~ Tobio~

Sonreír de medio lado y regocijarse internamente al saber que estos gemidos los provoca él. Que aunque ahora se hablan por su nombre de pila y casi parezca que no sienten vergüenza, rara vez llegan a hacerlo cuando están en el día a día, delante de otros ojos, ante otros oídos atentos que probablemente solo estén esperando alguna oportunidad para fastidiarles.

La rodilla de Kageyama se abre paso entre las piernas de Hinata rozándole los muslos, alcanzando la ingle y presionando suavemente la entrepierna de éste. Otro gemido muere entre sus labios y la cintura de Hinata se encorva ligeramente movido por la sensación de placer, sus brazos suben y se afianzan a la espalda de Kageyama, arrugando su playera entre sus dedos, rompiendo el beso para jadearle al oído, soltando su tibio aliento contra el lóbulo, lamiendo tímidamente ahí, bajando por su cuello y mordiéndole suavemente algún trazo de carne en su camino.

– Ngh, ¿tienes hambre, Shoyo?

– Sí~ pero sabes, creo que quiero comerte, aquí… – El pelinaranja sonríe entre avergonzado y lascivo mientras una de sus manos alcanza la entrepierna de su novio, acariciando el bulto por encima de su pantalón.

– Pero antes, déjame saciar mi propia hambre de ti… – Y el pelinegro llevó sus labios por el cuello de Hinata lamiendo, besando, mordisqueando porciones de piel; y siguiendo el trazo por los hombros, marcando la clavícula; saboreando los pezones con tal paciencia que el pelinaranja solo podía estremecerse y gemir bajo su cuerpo, siendo él mismo quien se moviera buscando mayor contacto contra la rodilla de su novio apostada en sus ingles.

El día es tierno ya que apenas ha comenzado, pero ellos por supuesto, son aún más tiernos como la flor que recién ha brotado en botón y tienen todo el día para florecer.

--//--

Ukai se sentó junto a los estudiantes, indeciso entre volver con Takeda a quien estaban preparando para la cesárea, o quedarse ahí para escuchar a los adolescentes. Con suerte casi de inmediato se aparecieron Shimada y Takinoue.

– Tu deber es estar con tu novio, nosotros nos encargaremos de todo aquí. Anda ve, que te está esperando, él y tus gemelitas que están ansiosas por nacer.

– Gracias. Les encargo mucho a los muchachos… – El entrenador palmeó el hombro de sus amigos y se apresuró por el pasillo rumbo al quirófano donde le permitirían entrar para acompañar a su novio durante el parto de sus niñas.

– Bueno, creo que ustedes dos aún están en shock… – Takinoue dijo casi involuntariamente, y Shimada le reprendió con la mirada.

– Es que, nosotros no… no teníamos pensado. No creí que… – Tanaka balbuceaba sin terminar una sola frase coherente. Aunque no es que se necesitara demasiado para comprender, los mayores estaban más que entendidos de la situación.

Shimada se sentó junto a Ennoshita y le palmeó el muslo tratando de transmitirle al menos, y de momento, un poco de apoyo moral.

– Oigan, las cosas son así ahora, lamentarse por ello no va a cambiarlo así que, por qué no pensamos en lo hermoso que es esta noticia, aunque no lo hayan planeado.

– Pero, senpai, nuestros padres no saben que nosotros estamos siquiera saliendo, o que somos… bueno, así.

– ¿Te refieres a tu preferencia sexual? Bueno, la mayoría de las familias se sorprenden muchísimo cuando se enteran, pero sean positivos y piensen en que recibirán el apoyo de ambas… – Shimada trató de confortarles.

Mientras que Takinoue pensaba que ese sería un escenario de lujo, si tan solo las familias de estos adolescentes fueran como la de su amigo Keishin. Pero honestamente, que si él se pone de ejemplo ya estaría un poco en aprietos, y sabe que la familia de Makoto no ve con buenos ojos la vida que ha elegido llevar.

– Pero un bebé, a nuestra edad. Tengo mucho miedo… – Y Ennoshita escondió su rostro contra el hueco que une hombro y cuello de Tanaka, sintiéndole respingar ante su abrazo, obligándole a buscar su mirada… – ¿Ryuunosuke?

– Me sorprendiste, no es que no me haya gustado que me abrazaras Chikara. Yo, pues… no sé, creo que esto es como una bomba a punto de estallar, y estamos en el medio. Pero, yo te amo Chikara, y un bebé… bueno, un bebé cambia absolutamente todo, pero saldremos adelante. Mis padres, mh… en realidad no sé cómo vayan a tomárselo, lo sabremos después. Por ahora, por ahora solo vamos a concentrarnos en tu bienestar, la doctora ha dicho que es importante que tengas buena salud y que…

– Y que tengamos en cuenta que si deseamos interrumpirlo, no contamos con mucho tiempo para tomar la decisión… – Ennoshita completó, bajando la mirada hacia la hoja de papel donde el resultado de su prueba de embarazo estaba plasmado. Arrugó la hoja y soltó un suspiro, tragó hondo y apretó los ojos.

– ¿Lo… lo están considerando, chicos? – Shimada cuestionó casi con miedo. Aunque en el fondo también podía entender cuán asustados estaban. Incluso, por un momento, pensó en proponerles que continuaran el embarazo, si ellos no querían la responsabilidad de este bebé, él podría asumirla. Pero, la expresión asustada de Ennoshita mirándole como si hubiera dicho algo terrible le hice callar al instante.

– ¡No! ¡No estoy pensando en ello, senpai! ¡No lo estamos, verdad Ryuu!

– Claro que no, tranquilo. No estamos pensando en eso, solo lo mencionó la doctora… – Abrazarle y acariciarle el cabello, besarle la sien y suspirar junto a él. Caray, ahora sí que sabía cómo había sido para sus amigos atravesar por este momento. Pero justamente, tenían el ejemplo de Sugawara y Sawamura para no rendirse y seguir adelante… – Estaremos bien, vamos a tener un bebé de ambos. Oye, es un milagro hermoso, ¿no crees, Chikara?

– Es verdad, un hijo nuestro… – Sonreír suavecito, enjugar las lágrimas y sentirse más ligero, apoyado, querido. Ennoshita podrá ser poco expresivo, pero siente como cualquiera. Tal vez incluso más ahora.

Takinoue sonrió de medio lado, estos chicos estaban demostrando mucha más valía de la que él poseyó siquiera cuando tenía la edad de ellos.

Hombre, si incluso para ser capaz de confesarme tuve que esperar hasta ser un adulto… – Pensó… – Traeré algo de beber, y también preguntaré cómo va Takeda-senpai y Keishin con el parto de las nenas.

– ¿Sensei está aquí dando a luz? – Ennoshita pregunto súbitamente.

– Sí, por eso es que nos encontramos con ustedes, Yuusuke y yo venimos a acompañarles, y seguramente sus padres no deben tardar en llegar. O es verdad, debería comunicarle a Shimizu-chan para que se encargue de hacerles saber a los chicos del club que serán tíos postizos otra vez… – Shimada dijo mientras ya estaba texteando en su móvil a la chica.

– Lo, lo siento, les estamos quitando su tiempo senpais, ustedes deben estar con sensei y el entrenador.

– No te preocupes, Ennoshita-kun, nosotros podemos encargarnos de ambas cosas.

Y honestamente, la confianza de un adulto en este tipo de circunstancias, siempre viene bien.


Ukai sostenía la mano de Takeda mientras la operación era practicada, el médico cirujano les iba relatando más o menos lo que pasaba, y permitió que ambos mirasen el proceso de nacimiento de sus gemelitas. La pareja lloró de felicidad cuando ambas bebitas salieron de su vientre y lanzaron ese primer llanto estridente que rompió en el quirófano, imponiéndose al sonido de los aparatos a que estaba conectado Takeda para supervisar sus signos vitales. Tras seguir el mismo procedimiento que la pequeña Eri el día de su nacimiento, las gemelitas finalmente fueron llevadas con sus padres una vez Takeda también fue atendido como se debe en la cirugía y pasado a una habitación en la Clínica. Afuera, sus respectivos padres y los chicos del club ya estaban esperando la autorización para pasar y conocerlas.

– Son tan bonitas y pequeñitas… – Ukai dijo embelesado con las nenitas, casi tímido de siquiera tocarlas.

– No les va a pasar nada, Keishin, son tus hijas… – Takeda sonrió enternecido, con cada una de sus niñas en sus brazos, envueltas en mantitas blancas y mamelucos amarillos, con sus ojitos cerrados y moviendo sus boquitas como quien está experimentando con algo desconocido.

– Se ven tan frágiles.

– Vamos, has cargado a Eri-chan antes. Tus nenitas se pondrán celosas.

– Oh, ¿tú crees? Capaz ni se enteran… – Sonriendo, el rubio finalmente se animó a cargar a una de ellas, cobijándola con sus brazos con mucho cuidado, acomodándola como ya antes aprendió a hacer efectivamente, con la pequeña Eri.

– Mejor no lo pongas a prueba.

– Oye, se parecen mucho a ti Ittetsu, van a tener un montón de pretendientes cuando sean señoritas. ¿Debería ser un papá celoso, o uno consentidor?

– Qué te parece uno que sepa cuándo aflojar o cuando tirar de la rienda… – Takeda respondió con una sonrisita. Aunque honestamente no se imaginaba a Ukai siendo tan protector con las pequeñas, le veía más como un padre tan liberal como sus suegros.

– ¡Mira, apretó mi dedo con su manita! – Exclamó emocionado, casi como si poco a poco estuviera asimilando el hecho de que finalmente sí, han nacido sus niñitas… – Se me hace que tienen hambre, ¿les damos su mamila?

– Sí, será lo mejor, la enfermera dijo que estaba bien alimentarlas ahora. ¿Me pasas una, por favor?

Y así, mientras alimentaban por primera vez a sus gemelitas, con Ukai sentándose a lado de Takeda en la camilla y les hablaban a sus pequeñas, el tiempo avanzaba y se les concedía el paso a los familiares y amigos. Primero, efectivamente, pasaron los padres de Ukai junto a los futuros padrinos. Tras felicitarlos y hacerles algunas fotos, finalmente preguntaron cómo las llamarían.

– Natsumi y Noriko, esos son los nombres que Keishin y yo hemos elegido para ellas.

– ¡Son tan preciosos, ideales para estas preciosuras! ¡Todas unas princesitas~! – Exclamó emocionada la Sra. Ukai.

Y cuando fue turno de los chicos de entrar, al momento en que Sugawara y Sawamura entraron con Eri en brazos del peliplatino, acercarla a las gemelas se sintió como una escena de ángeles, porque las tres pequeñas parecieron tener conciencia de la presencia mutua y los sonidos guturales que hacían o la forma en que se movían, se sentía como un saludo, como una sonrisa cálida que dice “soy feliz de conocerte”. Hacer fotos de ese momento fue también muy emotivo. Y toda la escena se llenó de sonrisas, de palabras de felicidad y alegría. Ennoshita y Tanaka comprendieron entonces, que era verdad, el embarazo es un milagro. Y se rebosaron de dicha.


Ha transcurrido apenas una semana, pero tanto Ukai como Takeda ya llevan tremendas ojeras bajo los párpados causa del nuevo estilo de vida con que se han estrenado al tener a sus gemelitas con ellos.

– Y pensar que durante nueve meses te encargaste tu solo de este trabajo, Ittetsu… – El rubio le rodeó la cintura con cuidado (por aquello de los puntos de su cesárea, y aunque se encontraran más bien en el vientre bajo), apoyando su mentón en el hombro de su novio mientras éste arropa a las gemelitas en su cuna.

– Ahora que lo pienso, se siente como si el embarazo no fuera ni la mitad de agotador que esto. El que estén aquí con nosotros, y no en mi vientre, lo hace todo diferente. Pero me encanta, aunque duerma poco o la casa todo el tiempo tenga un olor a leche y talco o pañales. Soy tan feliz que no tengo palabras para expresar mi gratitud hacia ti, Keishin.

– ¿A mí? ¿Y por qué habrías de agradecerme nada eh? Te amo, Ittetsu.

– Y el amor, mi amado Keishin, es algo que también se agradece.

– Mierda, acabas de hacer que me sonroje… – Murmura besándole suavemente una mejilla, girándole para poder hacerlo en su boca… – Entonces, gracias a ti también. Por hacerme tan feliz. Ahora, antes que nuestros murmullos despierten a las nenas, ¿te apetece un baño de agua tibia para relajarse?

Takeda asintió. En la ducha intercambiaron mimos, algunos besos y caricias, pero no llegaron a más. Honestamente había ganas de hacer el amor, pero no querían despertar a las gemelitas y además, casi se sentía como que no tenían energías para más nada que lo básico, y dormir por ahora, sonaba demasiado prometedor como para ignorarlo.

Departamento DaiSuga

Con todo perfectamente acomodado, ahora este espacio se sentía como su verdadero hogar. El primero de la familia estrenada. Transcurrida la cuarentena, Sugawara le había comunicado a Sawamura que estaba listo para mudarse a su departamento, naturalmente las madres de ambos muchachos seguían estando al pendiente del peliplatino y la pequeña Eri, pero ahora estando en casa propia.

No tenían más que muebles indispensables, pero el cuarto de la beba estaba más que lleno de juguetes y peluches, muchos de los cuales han venido de familia y amigos, incluso compañeros de la escuela que se han unido a la alegría de la pareja por su estrenada paternidad. Lo que más sorprendía sin embargo era el enorme oso de peluche que funcionaba también como mueble cambiador y gustaba tanto a la pequeña, pues mientras era cambiada también tenía a su alcance un móvil que colgaba de la mano del oso. Este regalo era un presente de Fujimi e Ikejiri en realidad, aunque ellos son los que menos se han pasado por aquí.

– Estaba pensando, qué tal si invitamos a Ikejiri y Fujimi a comer, Daichi.

A Sawamura la propuesta de su novio le pilla tan de sorpresa que incluso se le cae la mamila que estaba por darle a su pequeña.

– Bueno, si es lo que quieres Suga.

– No es simplemente que quiera, pienso que necesitamos hacerles sentir en confianza. ¿Te incómoda invitarles?

– No precisamente, solo pienso que más bien ellos no se sienten cómodos con nosotros, Suga.

– Por eso, hay que invitarlos. Creo que Ikejiri no se siente cómodo alrededor de ti todavía, por lo tanto de nuestra Eri-chan y de mí. Pero no quiero que ese lazo de amistad se pierda, así que hagamos un esfuerzo por reforzarlo.

Con el entusiasmo de Sugawara, el cuervo no tuvo más razón para negarse. Así que los llamaron para invitarles a comer el fin de semana. Ikejiri se sentía apenado, y Fujimi todavía no sabía cómo debería manejar esta situación siendo que ahora solo estarían ambas parejas.

– Ikejiri, ¿estás seguro de ir? Quiero decir, desde antes he notado que no te sientes cómodo con la idea de reunirte con ellos.

– No es que no esté cómodo con ellos… – Replicó el pecoso pelicastaño… – Solo, les tengo un poco de envidia… – Murmuró sonrojándose. Fujimi se preguntó exactamente a qué se debía esa envidia, pero no sabía si externar o no su inquietud… – Son una familia bonita.

– ¿Envidias el lugar de Suga-san?

– ¡No! Fujimi, no es para nada eso, te lo aseguro. Me refiero a que ellos realmente tienen algo hermoso, una bebé, una casa. Y en parte también es gracias a ti, por eso… por eso digo que les tengo un poco de envidia.

– Ikejiri, en el futuro, ¿también te gustaría tener una familia así conmigo?

Los ojos del pecoso pelicastaño se agrandaron y el rostro se le ruborizó por completo. Esa pregunta sonaba también a proposición demasiado romántica, se implicaban tantas cosas.

– Y-yo, si te sigo gustando, si…

– Oye, Te Amo Hayato Ikejiri, y un sentimiento así no va a caducar con el pasar de los meses o los años.

– ¿Me, amas? En verdad, ¿Como para hacer familia conmigo?

– Sí, como para tener unos tres o cuatro chiquitines.

– ¡Eh! ¿Cuatro?

– Por lo mínimo~ – Sonreí y se siente más ligero, casi como con cada lucha interna que logra ganarle a la mente de Ikejiri, se ganara otro trozo de su corazón, otro gramo de su amor. Entonces le abraza y besa su nariz antes de rozarle los labios… – Entonces, ¿estaremos bien visitando a Suga-san y Daichi-san?

– Cl-claro que sí. Deberíamos llevar algo, ¿no? Como algún pastel o algo así. Yo, podría hornear algo.

– ¿Tú cocinas?

– A veces, me… me gusta la repostería.

– ¿Y cómo es que yo no sabía eso, eh? ¡Qué injusto! Quiero probar tu cocina antes que Suga-san o Daichi-san… – Exige mimoso. Y entonces Ikejiri recuerda que entre los dos, él es el mayor, que hace tiempo que no hace más que comportarse como un niño asustado de sus sentimientos, que no le ha dado la oportunidad real a Fujimi de conocerle como es.

– Bueno, mañana por la noche, después de la escuela, podríamos… reunirnos en tu casa… – Propone con ese rasgo de vergüenza que lo persigue simplemente porque está en su carácter, y sus mejillas rosadas se le antojan al ojiazul, quien no duda en besárselas mientras le abraza y asiente a su proposición.

Fujimi sonrió, le agradaba bastante la idea. Sobre todo porque justo la tarde anterior le había comentado casualmente a Ikejiri que sus padres saldrían a una fiesta de beneficencia que, lo más seguro, terminaría entrada la madrugada. Así que ellos tendrían la mansión disponible.

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Aoba Johsai

Mientras la vida sigue viento en popa en Karasuno, por supuesto que habremos de echar un vistazo en los otros clubes.

Desde que en Aoba se enteraron del nacimiento de la pequeña Eri han querido pasarse por la ciudad de los chicos y conocer a la pequeñita, sobre todo ahora que han sabido que también nacieron las gemelas de Takeda sensei Natsumi y Noriko; pero simplemente no han tenido esa oportunidad, así que siguen en la espera, aunque de momento ya hay algo planeado para dentro de un par de semanas, un campamento interescolar previo al siguiente torneo de verano. Por supuesto, el ciclo continúa. Aunque para este campamento los de tercer año actuarán con permiso especial pues para entonces, definitivamente habrán dejado su respectivo club para enfocarse en sus estudios preparatorios para la Universidad a la que cada alumno esté postulando.

Por su parte, Oikawa, Iwaizumi, Hanamaki y Matsukawa estaban disfrutando de sus últimos entrenamientos con el club, ya que todos ellos son justamente de tercer año. Oikawa e Iwaizumi como capitán y sub-capitán respectivamente, estaban debatiendo sobre a quién ceder el liderazgo del club, pero todavía no han tomado una decisión. De todas formas, la popularidad de Oikawa seguía también rebosante en la escuela, a diferencia claro de que ahora es más prudente respecto a la forma en que acepta los acercamientos de las chicas que siguen buscándole, para entregarle galletas u otros alimentos hechos por ellas mismas, o solicitarle hacerse fotos o hasta pedirle autógrafos. Para evitarse problemas innecesarios con su novio, Oikawa ha estado optando por evadir a estas chicas con caballerosidad –lo que a veces conlleva ciertas atenciones coquetas de parte del muchacho que le salen tan natural que ni cuenta se da hasta que capta la interpretación que ellas hacen de sus palabras o expresiones–. Sin embargo, no es que él pueda hacer mucho para evitar que sus fans se aglomeren en el gimnasio cuando las prácticas son abiertas para la escuela, no es después de todo más que en algunas ocasiones que el club entrena a puerta cerrada. Por tanto, en este tipo de circunstancias, Oikawa ha optado por ser amable, y dejar que le tomen fotos –cuando se lo piden, que muchas le son tomadas sin que él se de cuenta– pero siempre con alguno de sus amigos.

– ¡Oikawa-san~ por favor déjanos tomarte unas fotos! – Chillaban sus fans todos los días.

– Oh, seguro… – Con su sonrisa galante, Oikawa posaba para la cámara, pero cuando menos lo esperaban sus admiradoras, él ya jalaba a alguno de los integrantes del club. Casi siempre deseaba que fuera Iwaizumi (así aprovechaba y cuando veía las fotos en alguna de las redes sociales donde solía ser etiquetado, se las “robaba” para llevarla a su fina colección de fotos para el recuerdo con su novio), en fin, que casi siempre quería que fuera con Iwaizumi, pero él solía escaparse, que lo que menos le gusta es estar saliendo en esas tontas fotografías.

Así que, en ausencia del as de Aoba, cualquiera de los otros chicos quedaba expuesto. Hoy le ha tocado a Kunimi, que con su cara desinteresada simplemente ha esperado a que la mano de Oikawa le suelte.

– Y dime, cómo van las cosas con Kindaichi~

– ¿Cómo van de qué, senpai?

– ¡Oh mi dios~! ¡No me digas que ustedes no han hecho avance alguno! Insisto en que deberías de darle celos~ los celos siempre sacan la verdad.

– La verdad es que no le gusto de esa manera a Kindaichi, así que no hay razón para pensar en nada parecido a “sacarle celos”, Oikawa-san.

– Yo no lo creo… – Dijo con voz seria, incluso su expresión lucía convencida.

Pero Kunimi prefería guardar cierta distancia, Oikawa es buen actor cuando quiere, y está seguro de que justo entonces él y su desilusión amorosa con el cabeza de nabo debe ser lo único que tiene en mente para entretenerse. Todo y que no es algo actual, parecía que si estaba de moda en el club. Quizá porque Kindaichi tiene unos cuantos días que parece tímido para hablarle.

– En serio, pienso que nuestro Kindaichi solo necesita un empujoncito.

– Oikawa-san, realmente preferiría no hacer nada al respecto, si puedes entenderlo.

Oikawa se quedó con las palabras en la boca cuando el sereno Kunimi dio media vuelta y se dirigió a los vestuarios para tomar la ducha y cambiarse antes de partir a su casa. El resto de la limpieza del gimnasio la estaban realizando los de primer año, así que no tenía demasiado caso perder tiempo en drenadas de cerebro. Él siempre procuraba economizar todo tipo de energía tanto física como mental.

Por su parte, Oikawa se llevó la mano al mentón, gesto que exageraba cuando quería que cualquiera alrededor se diera cuenta de que estaba pensativo, por supuesto, que justamente su novio fuera quien le pescara en tan actividad intelectual no ayudaba mucho.

– Deja de hacer el idiota y date prisa, no tengo toda la tarde para esperarte Kusokawa.

– ¡Pero Iwa-chan~ por qué me insultas tanto! – Exclama haciéndose el dolido, gesto que naturalmente su novio ignoró, echándose el bolso al hombro y mirándole con su habitual expresión ceñuda… – Está bien, está bien. Ya voy por mi bolso que la ducha la tomo en casa. Contigo, claro… – Agregó, guiñándole el ojo y saliendo corriendo de ahí antes de que la patada que Iwaizumi le lanzara alcanzara su cuerpo.

La verdad es que Oikawa está emocionado, antes él la había pasado visitando a su novio en su casa, pero esa noche sería Iwaizumi quien iría a dormir a la suya, todo con el pretexto de la ausencia de sus padres y un infundado miedo a quedarse solo. Por supuesto, no es que Iwaizumi le haya creído una palabra de sus absurdos pretextos, es que él también tiene ganas de estar a solas con su novio.

En tanto, en los vestuarios Kunimi y Kindaichi guardan sus cosas en sus bolsos en absoluto silencio, irónicamente sentados uno al lado del otro pues sus casilleros están juntos.

– Esto, Kunimi.

– ¿Mh?

– N-nada.

Así pasaban las conversaciones entre ellos últimamente. O sea que en realidad, no pasaba nada. Para Hanamaki comenzaba a resultar exasperante la actitud de ambos, mientras que Matsukawa simplemente pasaba de largo, él sigue pensando que lo mejor es no meterse entre ellos. Los sentimientos deben surgir de forma natural.

– Pero están estancados, Matsukawa.

– Sigue siendo cosa de ellos, Hanamaki. Solo, déjalos ser.

– ¿No te da grima verlos comportarse de esa manera? A mí me exasperan tanto que dan ganas de dejarlos encerrados hasta que decidan ser sinceros.

– Kunimi ya fue sincero, y creo que Kindaichi también. Simplemente resulta que sus sinceridades no llegaron al mismo camino.

– Eres un sujeto tan raro, no me doy una idea de cómo has de ser cuando estás enamorado. Si es que lo has estado.

– Por supuesto, me he enamorado, dos veces.

– ¿Y en ninguna ocasión resultó favorable para ti? Porque no te he conocido novia.

– No me confesé la primera vez, y esta segunda… – Matsukawa miró al otro, Hanamaki sintió un escalofrío… – Supongo que lo pensaré.

– ¡Qué!

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Datekou

Si hablamos de viento en popa, el noviazgo de Moniwa con Kamasaki es de los más prósperos entre todas las parejas iniciadas en los diversos clubes. O al menos resulta notorio porque nadie se hubiera esperado que Kasamaki fuera tan cariñoso con su novio incluso en público. Y por público vamos a entender que bien puede ir y rodearle la cintura con cierto recelo cuando caminan por los pasillos de la escuela, o bien abrazarle posesivamente cuando están esperando el inicio de alguna clase, también es de los que invita el postre o algo cuando toman el almuerzo. Y estando en el club, en más de una ocasión le roba incluso besos. sí, lo besa delante de cualquiera. Y el gesto que muestra todos los días, es tomarle de la mano al llegar o marcharse de la escuela. Moniwa se siente feliz por supuesto, aunque al principio le preocupaba que Kamasaki hiciera esto como si fueran una pareja normal, el mismo rubio le había aclarado que para él, son una pareja como cualquier otra independientemente de que ninguno de ellos sea una chica.

– Pero, si esto llega a oídos de tus papás.

– Da igual, ya les dije que estoy saliendo con alguien y que estoy profundamente enamorado. Y por si las dudas, terminé diciéndoles que esa persona es un chico. Se shockearon bastante, pero creo que ya lo asimilaron porque me tratan como siempre.

– ¿Les… les dijiste que estabas saliendo, conmigo?

– Bueno, no. No dije tu nombre para nada, porque primero quiero que tú te sientas cómodo con que ellos lo sepan, Kaname.

Moniwa desvió la mirada. Estaba entre avergonzado, emocionado y preocupado. Kamasaki sonrió y le pasó el brazo por los hombros.

– Yo, no le he dicho a mis padres.

– Se los dirás cuando estés listo. Y si quieres que te acompañe, lo haré con mucho gusto. Quiero decir, por si necesitas sentirte apoyado o algo. La verdad es que sí es un poquito difícil hablarles de algo así a solas, te lo digo por experiencia… – Agregó con una risita, como restándole importancia al hecho. Pero para Moniwa que Kamasaki haya hablado de su relación homosexual con sus padres era extraordinario.

– La verdad, Yasushi, no hubiera imaginado que hicieras algo así.

– Lo sé, yo también me sorprendí. Aunque, puede ser que haya sido más que nada un impulso, no es que lo haya pensado. Estábamos comiendo y creo que simplemente lo solté, fue el día que hicimos el amor la primera vez, ¿recuerdas?

– Qué pregunta tan, tonta… – Responde abochornado. Oh, por supuesto que lo recuerda. ¡Si lo hicieron en su casa y tan repentinamente!

…Flashback…

Se han quedado a cenar en casa de Moniwa porque tenían que estudiar para un examen al día siguiente, Kamasaki siempre era tan bien recibido en casa de su amigo, que se sentía como si fuera su segundo hogar. Después de la cena, los adolescentes se encerraron en la habitación del anfitrión a estudiar, y realmente lo hicieron hasta casi media noche, cuando el cansancio y los bostezos le hicieron saber a Moniwa que sería imposible conseguir que una sola fórmula más entrara en la mente de su novio, así que dio por finalizada la sesión de estudio. Luego, con toda la normalidad de otras ocasiones, Kamasaki preparó su futón junto a la cama de Moniwa, pero para cuando llegó el momento de cambiarse las ropas por el pijama, la situación ya no se sintió para nada normal.

– Iré a cambiarme al baño, mientras tú cámbiate aquí.

– Espera, Kaname… – Dijo sujetando la muñeca de su novio para evitar que saliera de la habitación… – ¿Qué tal si te ayudo a cambiarte?

– ¿Q-qué? ¡No, claro que no!

– Shh, no levantes la voz… – Añadió, bastante serio a decir verdad. Tanto, que Moniwa se sintió nervioso. ¿Qué narices estaba pensando Kamasaki? – Vamos, solo vamos a cambiarnos y no es que como si antes no lo hubiéramos hecho ya, incluso en el club nos cambiamos como si nada.

– Pero allá no estamos a solas, y esta es mi habitación Yasushi. Me da vergüenza, es sumamente diferente para mí… – Moniwa entonces hizo el amago de zafarse del agarre de su novio, pero los dedos seguían firmes alrededor de su muñeca… – ¿Yasushi?

– Kaname, quiero hacerlo contigo.

– ¡Eh!

– Shh… – Volvió a decir, sellando con sus dedos la boca del más bajo de los dos… – En serio, tus padres se van a despertar.

Moniwa apartó los dedos de su novio para poder hablar, con la cara colorada cabe señalar.

– Justamente, cómo se te ocurre prop-proponer algo así tan de repente, en mi casa y en mi habitación.

– Porque realmente quiero. ¿Tú no?

– Y-yo, bueno yo… sí, sí quiero pero… aquí, yo no.

– Aquí, mi casa o un hotel. Qué más da, solo sé que no puedo contenerme más Kaname, me está volviendo loco este pensamiento de hacerte mío.

Que se lo dijera con la voz ronca, mirándole con esa determinación y –por si fuera poco–, dirigiendo la mano que aún tiene presa con la suya hacia su entrepierna, haciéndole notar la excitación tan evidente que tenía ya. Moniwa se sonrojó otro poco, pero para qué negarlo, no es como si él tuviese mente fría a esas alturas de la conversación.

– No podré guardar silencio, si mis padres nos descubren.

– No lo harán, vamos a contenernos tanto como sea posible. Por favor, al menos déjame tocarte un poco, Kaname.

– Jamás me habría imaginado lo lujurioso que eres, Yasushi… – Musitó entre avergonzado y molesto. Molesto por venir a darse cuenta hasta ahora de la personalidad de su novio, y si ha sido siempre así, ¿antes habrá tenido algún tipo de flirteo de este tipo con alguna chica?

– Oye, en qué estarás pensando que frunces el ceño… – Señaló, presionando el entrecejo de su novio. Moniwa centró su mirada en él mordiéndose el labio inferior… – ¿Qué?

– Tú, ¿eres virgen? – Murmuró. Kamasaki sonrió nervioso pero no respondió… – No lo eres… – Comprendió, sintiéndose decepcionado. Aunque no debería, no podía evitarlo.

– No llegué hasta el final, pero… bueno… – Arrepintiéndose de haber siquiera mencionado eso, Kamasaki dio un paso atrás. Hombre, de haber sabido que iba a enamorarse de su mejor amigo, probablemente habría retrasado cualquier experiencia de índole sexual hasta este momento. Pero lo hecho, hecho estaba, y la verdad es que él tuvo algún roce sexual antes con una chica que ni siquiera fue su novia, pero le había gustado hace casi un año.

– Vamos a dormir, Yasushi.

– No, espera. Eso no significa nada comparado con esto. Porque contigo, haré el amor Kaname. Yo, no puedo borrar lo que ya pasó, pero no quiero que eso se convierta en una razón para sentirnos incómodos el uno con el otro. Te amo, Kaname, y realmente quiero hacer el amor contigo.

– Pero, mi cuerpo es el de un chico.

– ¿Y? oye, eso es algo superado, estoy enamorado de ti, de tu forma de ser, de pensar, de liderar, de tu cuerpo también. Muero por tocarte de pies a cabeza, pero si tú no me das la oportunidad de demostrártelo y sigues escapando, no voy a poder hacer que lo entiendas.

Moniwa abrió los ojos de par en par, tanta sinceridad no debería extrañarle porque Kamasaki suele ser bastante directo. Pero tratándose del curso de su noviazgo, sí que le sorprendía. Pero al mismo tiempo, le gustaba. Sonrió y suavizó la expresión de su cara, acercándose de nuevo a su novio.

– Va-vale, pero… tendrás que prometer que vamos a ser silenciosos.

– Sí, vamos a ser lo suficientemente callados para que tus padres no nos descubran.

El momento continuó con un beso, y las manos de ambos atrapando el cuerpo del otro. Manos que, minuto a minuto fueron apartando las prendas que estorbaban en su verdadero objetivo, palpar la piel ajena, acariciar la anatomía del otro e ir descubriendo los puntos más sensibles para memorizarlos. Cuando cayeron sobre la cama, Moniwa sentía su corazón latir como potro desbocado, sumamente emocionado, avergonzado y excitado, todo en dosis iguales, o tal vez no, ¡pero a quién le importa!

– ¿Estás asustado, Kaname?

– No, estoy bien Yasushi. No te detengas.

Y es que las manos de Kamasaki habían alcanzado la virilidad de Moniwa, comenzando a acariciar la extensión mientras su boca recorre otras zonas de su anatomía, besando y dejando lamidas, animándose en chupar los pezones, atento a las reacciones de su novio para descubrir si verdaderamente sería excitante para él que le hiciera eso.

– Ahh~ – Gimoteó cubriéndose la boca. Pero fue más que suficiente incentivo para continuar, para ir descubriendo el tipo de caricias que hacían estremecer su cuerpo u obtener jadeos desesperados y gemidos roncos de su garganta… – Ngh~ Yasushi~ – Vuelve a gimotear, esa vez porque su novio le ha mordido el costado de la cadera, acercándose peligrosamente a su entrepierna.

Jadeante, Moniwa tiró de las mantas para morder y callar el gemido más alto que resonó en su garganta al sentir la lengua de Kamasaki sobre la punta de su erección. Revolvió las piernas y se ruborizó al rojo vivo al darse cuenta de lo que su novio hacía. Jamás habría tenido imaginación suficiente para visualizar el placer de una felación practicada por la persona que tanto ama, tan exquisito, que ya sentía que estaba en la gloria.

Kamasaki metió el falo de Moniwa lentamente en su boca, se sentía extraño y hasta le produjo arcadas, pero no porque estuviese asqueado, sino simplemente porque es un reflejo natural de su cuerpo al practicar este tipo de acción. Sin embargo, escuchar los gemidos ahogados de Moniwa pinchaba su propia hombría de excitación, y le animó en succionar más fuerte por momentos, soltando en otros, masajeando con su mano también mientras su boca decidía subir por la pelvis hasta el ombligo, perforando ahí con su lengua antes de continuar el camino hacia el norte y volver a atacar los pezones duros y húmedos de su saliva. Todo, para volver a descender y repetir la acción hasta que sintió un sabor diferente en su boca y notó la mano de Moniwa intentando apartarle, supuso entonces que tal vez estaría cerca de correrse, así que se alejó.

– ¿Puedo seguir, Kaname? – Preguntó, mientras se acomodaba entre sus piernas y le dejaba sentir su palpitante erección contra el trasero.

Moniwa le miró desde abajo, abochornado y excitado, con mirada brillante y labios enrojecidos por la fuerza con que debió estar mordiendo las mantas para callar sus gemidos. Asintió y se giró sobre el colchón, colocándose a cuatro sobre este, separando las piernas y enterrando el rostro contra la almohada, por lo que sabe, la primera vez duele bastante incluso si es preparado.

Por su parte, Kamasaki casi sufre derrame nasal. Aunque han apagado las luces, sus ojos se han acostumbrado a la oscuridad, y la luna está tan brillante que puede admirar casi con fidelidad el cuerpo desnudo de Moniwa. Por supuesto, no sabía cuán sensual podía ser, pero ahora que lo observaba, Moniwa tenía todo para conquistar a cualquiera. Trasero redondo y bien torneado, piernas firmes, muslos fuertes, espalda ancha pero sin exagerar, la estatura ideal.

– ¿Yasushi? – Ni bien Moniwa pronunció su nombre, él ya se había inclinado, separándole los glúteos con las manos y lamiendo aquel escondido espacio de su anatomía… – ¡Nghh~! – Obligándole entonces a volver a enterrar su rostro contra la almohada, se sentía extraño pero sabe bien que esto está comenzando.

Kamasaki había leído que lo mejor era un lubricante especial para el sexo anal, pero también le ha dado un poco de curiosidad experimentar las sensaciones que puede provocarle con su lengua, su saliva, sus dedos. Sin embargo, no era tan cruel como para lastimar a su novio, así que pronto avisó que buscaría el lubricante en su bolso.

– ¿Qué? ¿Andas por ahí con eso en tu bolso?

– Pues, sí. Venga, no te enojes que todo es tu culpa. No he dejado de pensar en esto y solo pensaba que era bueno estar preparado.

– Realmente eres, ahh~ Yasushi~ espera~

Kamasaki sonrió, ahora al menos ya sabía que bombear la erección de Moniwa le distraía y así él podía retomar su labor, dilatarle. Con el lubricante realmente la cosa fue más fácil y menos dolorosa, aunque saltaba a la vista que todavía era incómodo. Por supuesto, se imagina lo extraño que debe ser sentir algo invadiendo aquella parte del cuerpo.

Después de minutos dilatando su entrada, mimándole mucho y habiendo conseguido que se corriera, Kamasaki finalmente pudo tomar su propia recompensa. Penetrar en Moniwa se sentía tan exquisito que temió por un segundo correrse ni bien terminara de entrar en él. La presión que su interior ejercía alrededor de su pene era sofocantemente placentera, y se sentía tan caliente y húmedo (probablemente por el lubricante) que simplemente podría desfallecer.

– Kaname, se siente tan bien dentro de ti, ngh~

– Ahh~ espera~ por favor, no te muevas todavía Yasushi.

– ¿Te duele?

– Solo, solo un poco.

– Lo siento… – Murmuró, apenas capaz de contenerse, besándole entonces los hombros, la espalda, acariciándole la cintura y volviendo a estimularle, sonriendo al notar que vuelve a excitarse.

Luego de unos minutos –que para Kamasaki se sintieron casi como una eternidad–, Moniwa le dijo que podía moverse. Las estocadas fueron lentas, incluso las primeras no eran profundas porque Kamasaki no se animaba en penetrar hasta el fondo temiendo lastimarle. Pero poco a poco, conforme los jadeos de Moniwa contra la almohada fueron sonando más eróticos y menos incómodos, Kamasaki también aumentó la fuerza y la profundidad de sus estocadas. De esa manera, el vaivén de caderas se volvió más cadencioso, haciendo sonar el sonido húmedo del choque de sus cuerpos, confundido apenas con el murmullo de sus gemidos ahogados, mientras Moniwa continuaba mordiendo –literalmente– su almohada, Kamasaki se ha inclinado sobre su espalda descansando parte de su peso sobre ella y alcanzar el cuello de su novio, besando, chupando trozos de piel mordisqueando hombro, omóplatos, costados. Todo cuanto pudiera mientras su pelvis arremetía contra el trasero de su novio y se sentía cerca, muy cerca del final. Como no se ha colocado un condón, Kamasaki salió de Moniwa y bombeó su propia erección hasta correrse en los glúteos de este, mientras que el más bajo manchaba sus mantas con su semen unos instantes después.

Luego, entre el cansancio y las ganas de abrazarse recelosamente entre besos y sonrisas, terminaron enredados en las mantas, durmiendo más tarde. El despertar de la mañana siguiente, bueno, eso ya lo saben.

…flashback…

– Realmente te estabas acordando, eh… – Kamasaki dijo con una risita burlona.

– ¡Claro que no! – Y Moniwa le dio un golpe en el brazo, sumamente abochornado porque, realmente se había estado acordando de aquella primera vez.

– ¿Ya están de nuevo siento tan cariñosos?

– Futakuchi.

– ¿Qué te quejas? ¿O, estás celoso porque Kaname y yo somos así de cariñosos?

– ¡Para nada! – Pero por supuesto, claro que estaba celoso. Y es que Aone no es así. al menos no en la escuela, no delante de otros.

Aunque, cuando están a solas, vaya que lo es. Aún así, a Futakuchi realmente le da envidia ver lo bien que va el noviazgo de sus senpais, todo porque él quiere que Aone sea un poco, solo un poquito, más abierto con sus sentimientos también.

Y, hablando del rey de roma, Aone pasó junto a ellos llevando unos encargos de algún profesor a la sala de profesores seguramente, que a menudo solían aprovecharse del muchacho cuando deseaban mover pesos considerables de un lugar a otro.

– Aone, a dónde vas. ¿Te acompaño? – Futakuchi sin embargo nunca perdía oportunidad de seguirle, de pasar tiempo con él. De transmitirle su necesidad de apego.

El grandote había asentido, pero no le había dejado llevar nada cuando su novio quiso ayudarle con la carga. En realidad, Aone era demasiado atento y caballeroso, tanto que Futakuchi estaba comenzando a perder los estribos con aquel rasgo de su personalidad.

--//--
Karasuno

Antes de tener su comida con Ikejiri y Fujimi, Sugawara y Sawamura se reúnen con Takeda y Ukai en casa de los segundos, que en realidad es el departamento de sensei aunque, según han estado planeando, buscarán un lugar más amplio en cuanto las gemelitas alcancen al menos el primer semestre de vida.

– ¿Cómo se porta Eri-chan por las noches? ¿Les deja dormir? Porque Noriko y Natsumi dan guerra.

– Pues, Eri es bastante tranquila en realidad, Ukai-san.

– Una vez toma su mamila y la arrulla Suga, duerme hasta las cinco de la mañana sin despertar más que una vez porque quiere comer de nuevo, y ya aprovechamos para hacerle cambio de pañal.

– Oh, eso es muy bueno. Creo entonces que nuestras niñas serán más inquietas.

– Supongo que tuvieron de dónde heredar… – Takeda dijo con una sonrisita, mirando a su novio con gesto acusador.

– No hagas caso de todo lo que mamá te cuenta, seguro habrá algunas cosas que son exageradas.

– Claro.

– Takeda-sensei, ¿la fórmula no ha estreñido a Noriko-chan y Natsumi-chan? Nosotros tuvimos que cambiar la fórmula en la primer semana porque no le estaba cayendo bien.

– No, la doctora dice que todo está marchando bien con todo. Lo único cierto es que Natsumi-chan come un poco más que Noriko-chan.

– En eso sí sacó al apetito de su padre… – Ukai dijo con cierto orgullo. Y los otros atinaron a reír por su comentario.

– ¿Pero está bien? Quiero decir, hay que cuidar la ingesta de las bebitas, ¿no?

– La doctora dijo que estaba bien, dentro de lo permitido podría decirse.

– Sugawara-kun, escuché que tus compañeros siguen pidiendo conocer a Eri-chan.

– Sí, sensei. Pero ya les he explicado que no puedo llevarla a la escuela, así que se conforman con las fotos que tengo en mi móvil. Aunque a Daichi no le gusta mucho que anden tras de mí haciéndome preguntas de Eri-chan.

– Oh, no seas tan celoso Sawamura-kun… – Ukai riñó, en broma en realidad. Aún así, el cuervo se avergonzó. No es que lo pretendiera, es que a veces sus compañeros eran tan hostigosos… – Igual podrían traerla un día al club, no creo que haya mucho problema por eso, ¿o sí, Ittetsu?

– No, no lo creo. Deberíamos intentarlo y llevar también a Noriko-chan y Natsumi-chan.

– Eso sería estupendo, sensei.


Con la noticia del embarazo de Ennoshita finalmente rebelada a sus amigos en el club, ahora Nishinoya estaba más mimoso e insistente con el tema. Azumane no le estaba reprimiendo para nada, de hecho le dejaba expresarse y siempre le preguntaba con ternura si realmente quería embarazarse también, lo que de alguna forma hacía reflexionar al líbero y luego murmuraba un “todavía no, solo digo” con expresión tranquila.

Esa tarde, antes de que terminara el entrenamiento, Sugawara y Takeda entraron al gimnasio con las bebitas en sus carriolas, al instante los chicos se acercaron a saludar, Nishinoya pidió cargarlas también, una por una las sostuvo en brazos durante algunos minutos, hablándoles de lo bonitas que se estaban poniendo cada día.

– Por cierto, ¿ya saben quién va a apadrinar el bautizo de Eri-chan? Miren que ya se están poniendo grandecitas y todavía nada que dicen de eso, eh… – Comentó Narita.

– En realidad, de eso queríamos hablar hoy. Daichi y yo queremos que Asahi y Nishinoya sean los padrinos, si les agrada la idea.

– ¡Por supuesto que sí! – Exclamó Nishinoya al instante, más que emocionado con ello. Si es que adora a la pequeñita… – ¿Verdad que si, Asahi?

– Claro que sí, Yuu.

– Bueno, no sería mala idea juntar los bautizos de Eri-chan y las gemelitas. ¿Qué les parecería? – Ukai miró a Sugawara y Sawamura, y ellos aceptaron sin siquiera pensarlo. Porque eso solo significaba una gran oportunidad de reunirse todos, y eso le gustaba mucho a los dos.

– Siendo así, podrías planearlo para dentro de dos semanas o algo así, sea antes o después del campamento interescolar, así pueden invitar a sus amigos de las otras escuelas.

– ¡Gran idea, Takeda sensei!

Y por supuesto, así se haría.


Continuará……

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