miércoles, 28 de diciembre de 2016

Time Out. PARTE 31.



~~*~~
De compras imprevistas a mimos merecidos


Las mejillas de ambos adolescentes se bañaron de carmín n bien comprendieron que una vez los besos comenzaron a subir de intensidad, no pararían hasta el final. Ciertamente Hinata sabía por qué ha venido a casa de Kageyama, y el pelinegro también ha sido claro al invitarle con aquella intención entre líneas de intimar; pero nada quitaba el hecho de que todavía muriesen de vergüenza cada que el calor ganaba terreno en sus cuerpos y el deseo les nublaba los sentidos. Además, desde días anteriores cuando a Kageyama se le ocurrió llevarle a los sanitarios en la escuela simplemente para masturbarse, Hinata encontraba más y más bochornosos sus encuentros furtivos.

– Te has vuelto oficialmente un pervertido, Kageyama… – Murmuró con las mejillas rojas a más no poder, entrecerrando los ojos al sentir el aliento de su novio acariciándole la ingle, mordiéndose los labios para callar el gran gemido que burbujeaba en su garganta.

– No se es pervertido por querer hacer este tipo de cosas con la persona que se quiere, Hinata idiota… – Obviando el gesto romántico de sus palabras, el pelinegro no quiso darle siguiera oportunidad de caer en cuenta de ello, motivo por el cual apresuró su boca sobre la erección del pelinaranja tragándole hasta el tope.

– ¡Nghh~! – Sí, el gemido finalmente traspasó la barrera de su vergüenza y emergió ronco desde su garganta.

Hinata revolvió las piernas inconscientemente, entre el placer y la inherente sensación de vergüenza, no podía mantenerlas quietas. Que Kageyama decidiera hacer lo propio para ello, fue añadidura y un extra de bochorno cuando la lengua del pelinegro alcanzó su intimidad, lamiendo con descaro alrededor del anillo mientras le sostiene las piernas por los tobillos alzándole de modo que su cadera quedase también en alto y le facilitara la vergonzosa labor.

Las palabras por parte de ambos adolescentes quedaron en el olvido cuando las ganas de experimentar las sustituyeron y todo lo que hacía eco en las cuatro paredes de la habitación eran sus jadeos y gemidos. Hacer el amor requería tiempo, dedicación, curiosidad, buenas dosis de pasión y sobre todo, cariño. Oh y sí, por supuesto, los debidos preservativos, que no quieren encargar bebés aún, tienen todavía un gran número de cosas por descubrir y compartir en esto de la sexualidad.

--//--

Si todo iba viento en popa en Karasuno, y ya sabemos que lo va también en Datekou e incluso en Aoba Johsai, ciertamente no lo es menos en Nekoma. No solo porque Kenma y Kuroo siguen pervirtiendo sus días siendo ellos de forma tan natural que van y se besan delante de quien sea en la escuela, aceptando su noviazgo abiertamente y dejando de lado los comentarios insensatos que no se han podido evitar. Además, se lo han montado una o dos veces por ahí en algún aula vacía o el gimnasio, da igual dónde, lo que importa es atender esa necesidad que sienten de regalarse caricias indecentes y besos fogosos. La necesidad de amarse.

Pero, además de la feliz pareja de felinos, están Shibayama e Inuoka, que han ido prosperando favorablemente en su relación, siendo un poco más confiados de sus sentimientos y lo importante de comunicarse. Aunque todavía es común verles actuar algo torpemente también. Pero los que no han cambiado prácticamente nada, son Lev y Yaku. El mestizo sigue siendo el mocoso favorito del líbero, pero éste aún es el chico renegado que es incapaz de ser romántico o aceptar los gestos que el más alto intenta hacerle llegar. Sin embargo, hay algo que ambos adolescentes están sintiendo en común, y se trata de ese deseo hormonal de tocarse.

No un simple toqueteo por curiosidad o mero contraste de hormonas, sino ese anhelo de llevar su relación al siguiente nivel. O eso pensaba Yaku, pero por más que Lev dijera o insinuara cualquier contacto sexual, la verdad era que de los besos apasionados y alguna que otra caricia indecente no pasaban sus intentos de más. Yaku comenzaba a sospechar que Lev estaba asustado de echar las cosas a perder o cometer el mínimo error. Y bueno, no es que su personalidad le ayude mucho al mestizo para sentirse un poco más seguro con cada una de las acciones que se sucedan entre ellos.

– Significa que tendría que ser yo quien diera el gran paso… – Murmuró para sí, en medio de la clase que tanto le estaba aburriendo en esos momentos.

Y es que, honestamente –una honestidad que para nada va a decir el líbero en voz alta, claro está–, Yaku preferiría estar en cualquier sitio junto a Lev, aguantar sus constantes acosos plagados de una cursilería asfixiante que le hacía enfadar pero al mismo tiempo le hacía sentir espléndido. Aparte de eso, al líbero había comenzado a gustarle cuando el mestizo lo atrapaba entre sus brazos, le acunaba en su regazo y le besaba insaciablemente.

– ¡Mierda! Me estoy excitando solo pensando en ese mocoso idiota… – Volvió a respingar por lo bajo, notando muy a su pesar, un calorcito invadiéndole el bajo vientre.

Y como un popular dicho, “al mal paso, darle prisa”. Yaku fue y buscó entonces la única fuente de información en la que podía confiar en aquellos momentos y en este caso. Kenma.

– ¿Por qué me preguntas a mí? Creo que Kuroo sería más conveniente, él sabe mucho sobre todo lo que tiene que ver con el sexo. Yo estoy más que conforme y satisfecho, y se sabe un montón de técnicas… – Dijo con su voz monótona, casi sin despegar la vista de su móvil, el cabello que cae sobre su frente parecía haber crecido un poco últimamente y le daba un aspecto extraño, pero de alguna forma seductor. Yaku no podría entender de dónde emergía esa aura erótica en Kenma, pero es una realidad. Claro, no es que él se deje influenciar por esta aura, él solo quiere hacerlo con su novio.

– No tengo ganas de soportar las bromas de Kuroo, por eso te estoy preguntando a ti. Además, de entre todos nosotros tú eres el observador, me gustaría saber si Lev siente ese tipo de deseo por mí.

– Salta a la vista… – Kenma señaló. Y Yaku se permitió hacer un mohín de disgusto, completamente inconforme.

– Le he dado un montón de señales y no parece que se esté dando cuenta de lo que quiero.

– Es probable que simplemente se esté tomando su tiempo. Por qué llevas tanta prisa, el sexo es genial sí, pero supongo que solo cuando no se presionan los hechos.

Yaku gruñó ruidosamente, se cruzó de brazos y frunció el ceño. Seguía sin estar de acuerdo. ¿No se supone que el mocoso lo ama? ¿Que muere por él? ¡Debería hacerle cosas sucias de una buena vez y marcar territorio! ¿Es acaso que realmente no lo desea? Duda mucho, en serio que lo hace, que se trate de miedo alguno. Debe haber algo más que esté deteniendo a Lev.

– En dado caso, Yaku… – Kenma volvió a hablar luego de algunos instantes, interrumpiendo su tren de pensamientos… – Si tanto quieres sexo con Lev, ¿por qué no lo atacas tú?

Y entonces se sintió como iluminado. La respuesta que había estado buscando acababa de llegar por sí sola. ¡Cómo no lo pensó antes! Murmurando un “gracias” que el felino apenas si atendió, Yaku se alejó del patio andando con prisas por el corredor hacia su aula de clases. Una más y luego a entrenar en el gimnasio, y después de eso, a planear cómo atacar a Haiba Lev.


Ni bien entró en el gimnasio, se fue sobre Yaku estrechándole en sus brazos como si hiciera una eternidad que no le veía.

– Bájame ya, mocoso.

– Hacía tanto que no podía abrazar a Yaku-san~

– Solo ha sido desde esta mañana, exagerado.

– ¡Muchas horas~!

Yaku farfulló entre dientes. Lev no tenía remedio, podía ser estúpidamente meloso cuando se empeñaba en demostrarle su cariño, pero al mismo tiempo era idiotamente lento para captar que él quería más que esas muestras cursis de afecto, quería la otra parte dotada de pasión.

– Yaku-san, ¿también me extrañaste?

– Para nada.

– Que cruel~

– Déjate de estupideces y bájame ya, mocoso.

Lev sonrió, como quien sabe que ha hecho una travesura prohibida, y bajó a su novio hasta que los pies del líbero tocaron nuevamente la duela. ¡No es su culpa ser tan alto! Y menos, que Yaku sea menudito y que no pese nada, o que le resulte fácil levantarle en vilo con un simple abrazo.

– ¡Dejen de coquetear y vamos a entrenar! – Con el llamado del entrenador, no hubo más remedio que dejar las cursilerías para después.

Con el torneo de invierno cerca, las prácticas en el club se estaban volviendo más y más exigentes conforme los días pasaban. Nekomata sensei no les estaba dando la mínima oportunidad siquiera para quejarse de lo pesado del entrenamiento, y estaba ayudándoles a fortalecer cada una de sus habilidades, siempre con la característica que distinguía a Nekoma de entre todos los clubes de voleibol juvenil, la recepción. Claro que no son los únicos, todos los clubes que se toman con la debida seriedad este torneo estaban en lo mismo, dedicándose al cien, dando el 200% cada día.

Sin embargo, la mente de Yaku no podía enfocarse en una sola cosa por ahora, su pensamiento seguía dividido, yendo y viniendo entre el deseo sexual y las ganas de hacerse con el título de campeón en el torneo próximo.

Naturalmente, no puede apresurar las cosas en cuanto al Torneo de Invierno, esperar y dar lo mejor y un poco más es lo único que le queda. Pero una cosa que sí que podía hacer es, atacar a su novio. Y ese fin de semana se le presta más que perfecto con la ausencia de sus padres en una visita emergente con unos parientes ante el nacimiento de un nuevo miembro de la familia, y no es que a él le importe tanto conocer al nuevo pequeñín, ya vendrán a presumir después, eso era seguro. Pero bien, lo que importa es que estará en casa solo. Solo, solo. Solo, como para invitar a Lev y hacer cosas pervertidas con él.

– Primero, tengo que limpiar mi habitación a conciencia. Y luego, investigar un poco más sobre el sexo anal. Mierda, es mucho en lo qué ocuparse.

Farfullando entre dientes, Yaku puso manos a la obra. Sus padres se extrañaron de verlo tan sumido en sus propios pensamientos. No es que Yaku sea precisamente parlanchín en casa ni nada parecido, es simplemente que estaba ansioso, y no era propio del adolescente comportarse de aquella manera. Por supuesto, su madre tenía la correcta impresión. Está enamorado. Pero, conociendo la personalidad del jovencito, optó por no decirle nada, ya llegaría el momento en que pudiera hablar del amor con su hijo. O eso esperaba.

– Tienes el número de la casa de tus tíos, ¿verdad?

– Sí, mamá.

– ¿Y el de emergencias?

– Sí, mamá.

– Hay comida suficiente para estos días en la nevera, no olvides comer apropiadamente.

– Sí, mamá.

– También te hemos dejado dinero para lo que necesites, pero no lo malgastes.

– Sí, mamá. Por favor, no soy un niño mamá.

– Lo sé, lo sé hijo mío… – La mujer sonrió y, guiada por su instinto maternal, sujetó el rostro del adolescente besándole cada mejilla con infinito cariño.

– ¡Mamá!

– Que sí, que sí. No eres más un niño y no te gusta que te ande tratando con tanto mimo. Pero, eres mi hijo, es inevitable para una mamá ser así~ – Y le llenó el rostro de besos.

Yaku los recibió sin poner resistencia, pero con la cara cruzada de un adorable mohín de disgusto. Unos minutos después sus padres finalmente salían de casa rumbo a la ciudad vecina. Dos días completos, sus padres no volverían sino hasta el lunes por la mañana. Es viernes por la noche, y tiene tiempo para hacer una última indagación. Cómo prepararse para el sexo entre hombres.

Esa noche, Yaku leyó y releyó información que había encontrado aquí y allá, tomando también en cuenta algunas recomendaciones de Kenma –sí, le había consultado una vez más, y con preguntas mucho más específicas. Después de todo, la vergüenza importaba poco si al frente tenía la meta de hacer el amor con Lev–. Y antes de dormir, al tomar la ducha, había practicado con su propio cuerpo lo que se supone, haría el día de mañana con Lev.

Sí, sí. Todo estaba fríamente calculado. Todo era cuestión de paciencia, unas horas más solamente. Yaku estaba sorprendido de sí mismo, oh sí que lo estaba. ¡Atacaría a Lev y no lo dejaría ir virgen! Una sonrisa siniestra tiró de los labios del líbero, y a kilómetros de ahí, Lev estornudaba al mismo tiempo que sentía cómo se le erizaba el vello de la nuca. Y un minuto después, un texto llegaba a su móvil.

Mañana a las cinco en mi casa. No se te ocurra llegar tarde, mocoso.

Así nada más. Sin explicación alguna de nada. Aunque claro, no es que a Lev le importe tanto saber el motivo por el cual era invitado a casa de su novio. ¡Sería como una cita!

– Qué debería ponerme. ¿Algo sexy, o algo conservador? – Con los dedos sujetando su mentón, Lev comenzó a repasar mentalmente su guardarropa… – Mejor echo un vistazo~ iré a casa de Yaku-san~ ¡Yeah~!

Sobra decir la ilusión que rebosaba Lev, su alegría podía notarse con facilidad, pero como él era así de ruidoso, sus padres no se inquietaron en absoluto cuando le escucharon cantar en su habitación, o reír ampliamente durante la cena.


El primer paso se había dado ya, Yaku estaba más que informado. Y tenía algunas cosas necesarias en su poder también, como lubricante, preservativos y hasta algunos juguetes –por si se requerían, solamente–. Resultaba sencillo comprar en línea incluso siendo menor de edad. Pero no lo intenten en casa, o algo de eso. Yaku dio una última mirada a su habitación, todo estaba donde tenía que estar, ordenado de arriba abajo. Bajo la almohada, las cosas antes mencionadas. Y en la ducha, otras más.

– Supongo que tendré que invitarle a entrar para que se prepare, tiene que lavar muy bien allí antes de que yo ponga un dedo dentro suyo. Aunque duele, más le valdrá no echarse para atrás.

Con ceño fruncido y una profunda determinación, Yaku estaba más que listo para todo. Así, con el reloj marcando diez para la hora, el líbero se sentó en la estancia a esperar, la televisión estaba encendida en un canal de videos musicales, aunque él no estaba prestando realmente atención, seguía repasando una y otra vez su elaborado plan para, finalmente, pasar al otro nivel con su novio.

Y luego de pronto, el llamado a su puerta. Yaku sintió cómo se tensaba por unos instantes todo su cuerpo, luego solo quedó el latir apresurado de su corazón y unos repentinos nervios que le hicieron hasta sudar las manos. Pero era el momento, sin marcha atrás, se encaminó hacia la puerta de su casa. Lev estaba muy guapo, parado en la entrada con su sonrisa boba bien pintada en el rostro.

– Buenas tardes, Yaku-san~ – De forma natural, el mestizo lo atrapó entre sus brazos estrechándole con fuerza. – Estaba tan sorprendido por tu invitación, que no pude dormir muy bien anoche~

– Mocoso idiota, suéltame ya. Vamos, entra.

Y luego, puros nervios.

Ambos adolescentes se entretuvieron un buen rato mirando televisión, hablando de cosas triviales como lo bien o lo mal que lucía tal o cual artista en los programas que daban a esa hora. Pero claramente, Yaku no pensaba dar marcha atrás, no señor.

– Ven, Lev.

– ¿Eh?

– Vamos.

El mestizo siguió a su novio sin más. Le notaba algo ansioso y hasta tenso, y cuando entró en su habitación, más o menos se dio una idea de lo que pretendía. Y no es que él no quisiera, todo lo contrario, moría de ganas por hacerle el amor. Solo, tenía que ser precavido, la mayoría de los adolescentes se toman el sexo como una muestra de amor verdadero, mientras que él quiere tomarlo como el preciado tesoro que es, y no le importaba aguardar el tiempo que fuera necesario antes que tocar a Yaku de esa manera. En palabras sencillas, quería que fuera especial.

– Yaku-san.

– He esperado suficiente, hoy vamos a hacerlo, Lev.

– Por qué la prisa.

A Yaku le palpitó una venita en la sien, y una de sus cejas se elevó finamente.

– ¿Prisa? Ninguna, simplemente creo que estamos listos. ¿No quieres?

Lev clavó sus ojos en los de su novio. ¡Pero claro que quiere! Es solo que… que. ¡Oh bien, está un poquitín asustado! ¡No tiene nada de experiencia! Ni siquiera ha investigado gran cosa, sabe lo básico, y otro tanto de lo que ha escuchado de labios de Kuroo y Kenma cuando andan de indiscretos.

– ¿Lev?

– ¡Si quiero! Yo, si quiero hacerlo con Yaku-san.

– Entonces vamos a hacerlo.

– ¿Ahora?

– Para qué crees que te invité a mi casa cuando mis padres no están.

– Bueno, pero…

– ¡Maldición, quieres o no!

– ¡Que sí quiero! ¡Pero no será especial de esa manera~!

– ¿Ah? – El tic nervioso de Yaku amenazaba con desbordar su casi nula paciencia… – ¿Y de qué manera se supone que sería especial?

– Pues…

– ¡He estado enviándote señales todo este tiempo y tú pareces indiferente a eso! ¡Me deseas o no!

– ¡Claro que te deseo, Yaku!

– ¡Entonces deja de poner excusas! Mocoso de mierda… – Farfulló entre dientes, colocándose rojo entre la molestia y la vergüenza. Hombre, un poco de valor hacia sus esfuerzos, por favor.

Lev respingó y se rascó torpemente la nuca. Yaku se le acercó y tiró de su cuello para besarle. Le haría entrar en sintonía a la fuerza si era necesario. Sus lenguas se encontraron rápidamente, y en un santiamén los besos mutaron en fuego y pasión desmedida. Las manos de Lev se enroscaron en la cintura de Yaku y la respiración se les volvió un torbellino de emociones. La temperatura ardía finalmente, y sus cuerpos se buscaban con un recelo novedoso, deseando fundirse en uno con ansias.

– No tengo condones, Yaku-san.

– Yo sí. No te detengas por nada, Lev.

Las palabras no sobraban, oh claro que no lo hacían, pero tampoco brotaban con facilidad. Entre los nervios y el deseo, la mente de ambos adolescentes estaba colapsada, y cuando fueron un poco más conscientes de todo, ya estaban medio desnudos comiéndose a besos sobre la cama. Con las mejillas arreboladas de escarlata y la piel febril.

Luego de pronto, casi sin aviso, las manos de Lev se movieron sigilosas por el vientre de Yaku hasta alcanzar su pantalón, deshaciendo el obstáculo en un parpadeo y colando su mano entre la tela frotó el semidespierto miembro del líbero sin dejar de saborear sus labios o mordisquear su cuello.

– Yaku-san, tu piel sabe deliciosa… –  Dijo con la voz enronquecida de excitación.

Y Yaku tuvo que morderse los labios para no soltar la razón por la que su piel podía tener un sabor especial, es que se ha comprado un jabón afrodisiaco que ha impregnado la cutánea superficie.

– Yaku-san~ levanta la cadera.

El líbero, medio perdido en los espasmos de placer que comenzaban a sacudir su cuerpo, no procesó nada hasta que –completamente desnudo– fue acorralado contra el colchón y los largos brazos del mestizo levantaron sus piernas a tal punto que sus rodillas casi tocaron sus propios hombros. Y por si fuera poco, había una lengua lamiendo alrededor de su anillo.

– Que demonios, Lev, qué estás haciendo… – Preguntó entre jadeos, luchando en vano por librarse del agarre de su novio.

– Preparándote.

Ah, con que después de todo Lev quería ser el que mandara. ¡Pues de ninguna manera! ¡Ha sido él quien lo ha preparado todo! ¡Joder!

– Det-detente. Lev, basta… – A saber cómo, Yaku se las ingenió para librarse, y cuando los ojos de Lev toparon con los suyos, él sintió un pinchazo en el bajo vientre que casi le deja desarmado. Las pupilas del más alto brillaban con una intensidad sofocante… – La saliva no es el lubricante ideal para la primera vez.

– ¿No lo es?

– No.

– Pero, si no es con saliva yo…

– ¿Quién te crees que soy? Mira, tengo lubricante, y preservativos y… ¡Lev, mocoso espera!

Tarde, muy pero que muy tarde intentó razonar con su novio. Cuando Lev vio la botellita de lubricante y los preservativos salir de debajo de la almohada, volvió a tumbarle, esa vez boca abajo, y levantarle la cadera para tener a su disposición el apetitoso trasero de su novio. Yaku se mordió los labios y jadeó entrecortado cuando sintió un dígito frotar sobre su anillo un poco del lubricante.

Y lo que es más, apenas estaba comenzando. O eso creía Yaku, porque en su pensamiento había decidido que haría el amor, ¡que tendría sexo! –esas cursilerías a él, por favor–; en qué estaba, ah sí; tendría sexo con Lev toda la noche. ¡Claro que lo haría!

– Espera, maldición Lev ¡ve despacio! – Gimoteó mientras jalaba una bocanada de aire y trataba de relajar todos los músculos de su cuerpo, sobre todo los de su intimidad. ¡Aunque no es tarea sencilla! Y eso que la noche anterior estuvo practicando un poco de aquello… – Oh mierda, estoy siendo el dominado aquí de todas formas… – Pensó al tiempo que cerraba los ojos con fuerza.

Y al carajo, su elaborado plan sobre atacar a Lev se estaba yendo derechito por el caño y sin posibilidad de retorno según veía. El dígito continuaba frotando alrededor de su anillo con insistencia, calentando el lubricante contra la piel rugosa de aquella parte de su anatomía; en tanto, el mestizo no estaba para nada escatimando sus intenciones, sus labios, su lengua, sus dientes, todo ello iba marcando cada trocito de piel en su camino, lamiendo, mordiendo, besando aquí y allá sin reparo alguno. Sobre los glúteos, o los costados de su cadera, en la pelvis, los muslos, la ingle. Subiendo por la línea de su espina dorsal, besando cada huesito sobrealiento que resaltaba cada que Yaku cambiaba el ritmo de su respiración y contorsionaba el cuerpo entre ansioso por mucho más de su toque y agitado por lo que sabe vendrá al momento en que Lev introduzca ese dedo que sigue jugueteando alrededor de su anillo.

– Voy a meterlo, Yaku-san.

– Solo hazlo y no avi…¡nghh mierda!

Jadea y encorva la espalda antes de expandirla nuevamente, el primer intruso se ha colado en su interior, lentamente empujando las comprimidas paredes de su cavidad. Y los labios de Lev caen de nuevo sobre su espalda, besando suavemente los hombros hasta alcanzar su cuello y dejar un trazo de besos dulces a lo largo, mordisqueando su mentón, instándole a girar el rostro lo suficiente para hacerse de su boca y besarle de verdad, con una extraña mezcla de pasión, ternura y desespero, de las ganas de mostrarle que de ahora en adelante, no puede pertenecerle a nadie más el néctar de sus labios.

– Está caliente dentro de Yaku-san~ y apretado.

– Cállate, mocoso… – Jadea de nuevo, demasiado incómodo como para ignorar el dolorcito que invade cada nervio en su cuerpo viniendo desde su entrada.

Lev sonrió divertido, casi feliz de que su novio no le vea porque de hacerlo, seguro le insultaba o daba un puñetazo, por mínimo. Sin embargo, no es una sonrisa burlona, él ama a Yaku por sobre todas las cosas en la vida, y solo quiere poder hacerle sentir bien, por eso es paciente y va lento, y le escucha –aunque a medias, que hace unos minutos no le dejó terminar y simplemente se le fue encima–, porque es su primera vez y quiere que resulte especial aunque no lo hayan planeado juntos. Porque Yaku se le ha adelantado de todas las formas posibles y él, ahora, solo puede esforzarse por hacerlo lo mejor posible.

– ¿Puedo agregar otro, Yaku-san?

– No. Sácalo.

– P-pero, Yaku-san.

– Date prisa, sácalo.

Lev apartó su dígito con cuidado, arrodillado en la cama se quedó quieto hasta que Yaku se incorporó –entre alguno que otro gimoteo, por supuesto–.

– Túmbate.

– ¿Eh?

Yaku, impaciente, le empujó contra el colchón, luego le beso con algo de rudeza, tirando de su labio inferior al separarse. Lev estaba confundido, pero no se quejaba porque ese beso ha sabido a gloria. Luego Yaku descendió por su torso lamiendo aquí y allá, succionando los pezones con súbita masculinidad. Lev comenzaba a sentirse mareado, sobre-excitado, sobre todo cuando Yaku agarró su falo y bombeó lentamente presionando de principio a fin la extensión, haciéndole jadear ruidosamente.

Yaku, viéndole algo más perdido en su excitación que concentrado en prepararle, invirtió su posición de manera que su trasero quedó en dirección del rostro de su novio. Obviamente, quería placer mutuo, y Lev captó rápidamente la indirecta. Así que retomó la tarea desde esta nueva perspectiva. Alcanzando el lubricante, Lev vertió otro poco entre los glúteos de Yaku, embadurnando la zona y presionando nuevamente uno de sus dedos dentro del apretado anillo, pero esta vez, a diferencia de antes, también tomó el miembro del mayor en su mano, bombeando de la misma manera en que Yaku trabajaba sobre su virilidad.

– ¡Mghh! ¡Ahh~! ¡Ngh~!

Los gemidos y jadeos llenaron la habitación, imposible era saber de cuál de los dos brotaban, lo justo es simplemente decir que era el eco de la pasión de ambos adolescentes. Y luego de pronto, cuando dos dígitos habían conseguido dilatar el comprimido anillo, Lev sintió un pinchazo en el bajo vientre y una sacudida eléctrica que le hizo temblar, Yaku acababa de meter la erección del mestizo en su boca. ¿Y cuál ha sido el resultado? Una excitación incontrolable que arrastró en cosa de un par de minutos a Lev al éxtasis. Razón por la cual repentinamente quería cavar un pozo y enterrarse en él. ¡Otro poco y se corría en la boca de Yaku! Con suerte, y nada de tacto, le había apartado a tiempo y su semen simplemente había ensuciado las mantas de la cama.

Yaku, sorprendido por su logro, tardó unos segundos en volver a la realidad. Hombre, no todos los días ve un semen que no sea suyo, ni mucho menos escucha a alguien gemir tan ronco que hiciera eco en las paredes de su habitación. Pero luego, cuando giró el rostro, un tic nervioso atacó su ojo. Lev tenía el rostro cubierto con las manos y blasfemaba entre dientes.

– ¿Qué tanto estás diciendo, mocoso?

– ¡Lo siento tanto, Yaku-san! ¡No pude evitarlo!

– ¿Ah?

– ¡Juro que quería aguantar mucho más~!

– Oye, no estoy acusándote ni nada, deja de ser melodramático.

– Pero, Yaku-san~ me corrí tan pronto. Seguramente estarás decepcionado de mí.

– ¿Acaso dije algo?

– No, pero…

– Te estoy diciendo que no te acuso de nada. Somos adolescentes, no estaba esperando que aguantaras algún tiempo en particular. Te excitaste, lo normal es correrse.

– P-pero… – Lev le miró. Luego desvió la mirada de los ojos de su novio hasta su hombría, Yaku todavía estaba erecto. De cierta forma, su orgullo no podía menos que sentirse herido… – Yaku-san no se ha corrido, incluso si también te estaba tocando.

– ¿Se te olvida que tenía tus dedos dentro de mí? Eso duele como el carajo, Lev. Hay cierta lógica en que no me haya corrido igual que tú, a diferencia tuya yo estaba sintiendo tanto placer como dolor, y no, por si lo habías siquiera pensado, no soy un imbécil masoquista.

Lev abrió los ojos de par en par. Y él que había pensado que Yaku no podía verse más sensual cuando fruncía el ceño, ¡pero joder, sí que puede! Se ha enamorado de su novio otro poquito, a ser posible.

– ¿Ya estás mejor? ¿Están funcionando tus neuronas?

– Pues…

– Vamos, no tenemos todo el día para lamentarnos porque la primera vez te corriste pronto. Ahora deja que me encargue y seguro despierta igual de rápido para una segunda ronda… – Yaku sonrió coqueto. ¡Y vaya que podía serlo cuando se lo proponía! O eso piensa Lev, quien de todas formas lo mira con amor, así que.

Un gemido ronco nació en la garganta de Lev cuando la cálida palma rodeó su flácida entrepierna, masajeando lentamente de arriba abajo. Yaku estaba sentado en los muslos de su novio, y de esta manera se sentía con cierto poder sobre el menor. Luego, motivado por este orgullo masculino que solo un hombre en medio de una relación sexual con otro de su mismo género podría entender, se inclinó y su lengua atrevida salió de su boca lamiendo la extensión desde la base hasta la punta. Lev sintió un pinchazo, y su miembro estuvo erecto en cuestión de segundos.

– ¡Yaku-san! – Gimiendo el nombre de su novio cuando nuevamente la boca de éste tragó su falo.

– Trata de aguantar un poco más esta vez, Lev… – Le advirtió separándose apenas para decirle aquello, sonriendo lascivo mientras su lengua lamía la rojiza cabeza del pene del mestizo.

Lev, decidido a no dejarle todo el trabajo a su novio, levantó el torso y llevó su mano por la espalda de Yaku hasta alcanzar su trasero. El líbero maldijo mentalmente, Lev era tan alto que le ponía de malas –en otro momento, ahora no tiene neuronas para pensar en ello–; piernas largas, torso largo, brazos largos. ¡Todo es fácil para él! Un gemido amortiguó contra el pene de Lev –y sí, por si alguien necesita saberlo, también aquella parte de su anatomía es XL– cuando los dedos del mestizo volvieron a entrar cuidadosamente en su intimidad. Yaku se sorprendió de que no doliera como antes, quizá la postura ayudaba más de esta forma, o él ya se había acostumbrado. Lo que fuera, facilitaba las cosas. Y unos minutos después, tirado sobre la cama, con el trasero elevado y el cuerpo de Lev sobre sí, el falo de este finalmente comenzó a penetrar en su interior.

¡Y quemaba como el infierno! Pero, aunque no lo dirá en voz alta, se siente bien. Mordiéndose los labios y cerrando los ojos con fuerza, Yaku no pudo detener esas lágrimas que rodaron por sus mejillas. Es completamente diferente darle cabida al pene de Lev que a sus dedos, pues aunque largos y toscos, no se sienten igual que su erección. Por su parte, Lev se mordió la lengua para no decir lo que estaba pensando. Y es que ver lloroso a Yaku le pinchaba espasmos de placer.

No soy un sádico, Yaku-san~ Es solo que se ve tan vulnerable que siento que debo protegerlo y amarlo para siempre.

– Mocoso.

– ¿Sí?

– ¡Te olvidaste del maldito condón!

Si bueno, los errores en la primera vez, pasan. Pero aunque Lev hizo el amago de recular para salir de Yaku y ponerse el preservativo, la sensación del roce de carne contra carne le hizo jadear extasiado. Y perdió todo de foco, que su pelvis comenzara a moverse adelante y atrás embistiendo lento y profundo contra la intimidad del mayor, no era su culpa, sino de la propia sensualidad de Yaku al gemir alterado haciéndole perder totalmente el control.

--//--

Como se había dicho antes, todos los clubes estaban dando el cien y el doble en los entrenamientos rumbo al Torneo de Invierno. Por lo que el ritmo comenzaba a marcar también los tiempos que quedaban para algo más que la escuela y el club. Las relaciones sentimentales eran complicadas en estos tiempos –muchas parejas sufren rompimientos en esta época, a menos claro que encuentren el equilibrio para permanecer juntos, como lo han hecho Sugawara y Sawamura, o Nishinoya y Azumane–.

Nishinoya y Azumane están solos en el gimnasio, se han quedado hasta el final para terminar de limpiar y porque ambos le han pedido antes a Takeda sensei como al entrenador Ukai, espacio para practicar un tiempo extra. Ciertamente no eran los únicos que estaban teniendo entrenamientos fuera de horario de club, pero otros como Hinata y Kageyama terminaban haciéndolo en el parque camino a sus casas; o como Yamaguchi y Tsukishima, que estaban teniendo supervisión personalizada con Shimada y Takinoue. En fin, volviendo al rumbo de la conversación, Nishinoya y Azumane están solos. Y cansados. El reloj está por marcar las nueve y ellos recién han terminado de guardar los materiales, se apetece una ducha de agua tibia y, por qué negarlo, una tanda de besos y algunas caricias dulces sin más intención que el mimo.

– Estás lleno de moratones otra vez, Yuu.

– Es normal, se curarán pronto.

Azumane acarició las marcas violáceas con las yemas de sus dedos, colocando un poco de ungüento para la tensión muscular en los hombros de su novio, dando un ligero masaje circular.

– Siguen sin gustarme.

– Bueno… – Sonriendo, el líbero clavó sus traviesos ojos marrones en los café oscuro del as, guiñándole un ojo para luego decir… – Siempre puedes dejar tus propias marcas, al fin que nadie sabrá que son marcas de beso y no moratones por entrenar.

– Tan listillo… – Azumane le pellizcó la nariz con cariño, besándole lentamente al principio. Sí, solo al principio, porque con Nishinoya era imposible ser tierno ya que siempre le imprimía su toque lascivo.

– Asahi, sé que ya me lo has dicho antes pero ¿en verdad no piensas estudiar la universidad después de graduarte?

– Voy a apoyar a mis padres con el negocio de la familia. Eso es lo que sigo pensando.

Nishinoya desvió la mirada, y Azumane pudo notar cierta decepción en su gesto. No es ciego, ni se hace el tonto. Sabe que su novio quiere que él siga delante de otra forma, que ambicione más de lo que tiene, pero él es conformista, sencillo de personalidad.

– Yuu, mírame… – Murmuró, trayendo consigo la mirada del más bajo… – Sé que quieres que luche por más, pero por ahora tengo suficiente, lo que necesito.

– Pero, desear un poco más no sería malo, ¿sabes? Si continúas con la Universidad podrías seguir también jugando voleibol, y más de algún promotor pondría sus ojos en ti.

– Muchos ya lo tienen sobre ti, tú tienes verdadero talento, Yuu. Además, ese es tu sueño, y voy a apoyarte para que lo sigas. Confía en mí tal cual soy, Yuu; y deja que el tiempo diga otras cosas sobre nuestro futuro, por favor.

--//--

Sawamura todavía no sabe cómo exactamente terminó metido en esta situación, pero no le desagradaba para nada. Al final ese fin de semana la salida de compras con Sugawara se ha convertido en una reunión de parejas, Takeda sensei junto al entrenador Ukai, y los amigos de él Shimada y Takinoue se han unido en la salida.

Sin embargo, por alguna extraña razón y la inmortalidad del cangrejo o qué fue primero, el huevo o la gallina –sí, mierda ¡nada qué ver! Pero justamente esa es la cuestión–, Suga con Takeda y Shimada han tomado su propio rumbo, entretenidísimos con cada tienda en el Mall se toman todo el tiempo del mundo mirando precios, variedad, colores, modelos y demases que se les pueda ocurrir cuando se trata de comprar ropa, para ellos mismos y para los bebés en camino que, ya sabemos, son nenitas al por mayor.

– Oh, con ésta te verías muy mono Sugawara-kun.

– ¿Usted cree, Shimada-senpai?

– ¡Definitivamente! Vamos, vamos. Tienes que probártela~

Y así, mientras Shimada arrastraba a Sugawara a los vestidores, y Takeda se sentaba unos momentos a descansar –que la tripa pesa montones–, Sawamura, Ukai y Takinoue aguardan en los corredores, con algunas bolsas de más y sus billeteras más delgadas. Aunque Sawamura ciertamente venía con esa intención, incluso Ukai, pero Takinoue.

– Makoto es un comprador compulsivo… – Gimoteó mirando las bolsas que llevaba ya, con ropa de su novio únicamente.

– Eso lo has sabido siempre, ¿no?

– ¡No!

– Cómo diablos te dices enamorado de él hasta la médula si desconoces detalles tan importantes de su personalidad… – Ukai dijo con tono sórdido.

– No me molestes, Keishin.

Mientras los amigos se molestaban entre sí, Sawamura simplemente escuchaba y observaba. Luego, la boca se le fue al piso y su corazón latió como potro desbocado. No es que la belleza de Sugawara fuera novedad para sus ojos, pero la prenda que llevaba resaltaba toda su beldad.

– Cierra la boca, Sawamura-kun~ – Shimada dijo bromista cuando vio al muchacho anonadado con Sugawara, y éste al percatarse, enrojeció furiosamente.

– Suga estás, te ves. ¡Increíble!

– No me avergüences Daichi~

– Ukai~ – Takeda llamó a su novio, y cuando el rubio le brindó su atención, vio al hombre con puchero en los labios y una cara malhumorada… – Aprende un poco de Sawamura-kun y halágame también, ¡desconsiderado!

– ¿Eh? – Contrariado, el rubio teñido siguió a su novio cuando sensei se levantó (con algo de esfuerzo, que recientemente la tripa parecía haberle aumentado al doble) y caminó por el pasillo rumbo a quién sabe dónde.

– Makoto, si llegaras a embarazarte, ¿también tendrías esos extraños cambios de humor?

– Por supuesto, es lo normal en ese estado.

– Mierda, si ya de por sí hay ocasiones en que no te entiendo y ¡Ay! Por qué me pegas, Makoto.

– Porque eres un idiota, Yuusuke.

– ¿Ah? Pero, Makoto espera…

Sawaura y Sugawara se miraron y luego soltaron una risita divertida.

– Los senpai son tan divertidos~

– Sí que lo son. Suga, ¿quieres ir a otra tienda?

– No… – Dijo, enfatizando su respuesta con la agitación de su cabeza de un lado a otro… – Me siento un poco cansado, y tengo hambre. Mejor volvamos a casa.

– ¡Hey, chicos! – Escucharon que el entrenador Ukai les llamaba a la distancia, agitando la mano como para que le ubicaran… – Vayamos a comer, conocemos un buen sitio cerca de aquí.

– Ah pero, nosotros…

– ¡Sin peros! – Aseveró Shimada… – Nosotros invitamos, vamos.

Sugawara miró a Sawamura, él sabe que para su novio recibir tantas atenciones de las personas es un poco incómodo. Pero el capitán cuervo asintió, sujetando la mano del peliplatino y sonriéndole. La tarde ha estado demasiado bien como para simplemente negar la buena voluntad de los mayores. Además, estaba aprendiendo algunas cosas de ellos.

– ¡Deja de intentar manosearme en público, Yuusuke!

– ¡Ay, pero no me pegues! ¡Joder Makoto, eres un violento! ¡Ay!

– ¡Cállate, idiota pervertido!

Vale, aprender a tratar al novio es más bien tarea de Takinoue-senpai, Sawamura piensa. Pero guarda sus pensamientos para futuras ocasiones, por si en algún momento el adulto decide madurar un poco.

--//--

Fujimi se ha enterado de la situación de Sawamura y Sugawara recientemente. Es decir, no es que desconociera el estado de gestación del peliplatino, sino más bien de que no tendrán dónde vivir una vez que la bebé haya nacido. Así que él ha decidido ofrecer una opción.

– La verdad es que paso todo el tiempo en casa de mis padres, así que el departamento está solo y yo estaba pensando que, tal vez, ustedes podrían mudarse ahí cuando decidan.

– ¿Mudarnos? Pero es tuyo, y no podría pagar la renta de un departamento como ése.

– Oh no, no pretendo que me pagues nada Sawamura-senpai.

– Pues entonces no te entiendo.

– ¡Pero si es sencillo! Lo que quiero decir es que ustedes vivan ahí, servirá para que no esté frío y acumule polvo o soledad. O algo así.

– Eres muy amable Fujimi, pero aceptar tu oferta sería demasiado para mí. Suga y yo ya habíamos decidido vivir con sus padres cuando la bebé nazca, al menos hasta que termine la universidad y pueda tener un empleo estable.

– ¿Es tan malo aceptar la ayuda que te ofrezco desinteresadamente? Senpai, es un gesto de buena voluntad solamente, y te quitarías una preocupación de encima, seguramente que Sugawara-senpai también querrá estudiar la universidad, tener un trabajo además de ser madre de familia, ¿no?

Sawamura no refutó las palabras de Fujimi, porque no tenía un motivo para hacerlo. Pero seguía pensando que era abusar de la confianza del ojiazul aceptar su oferta.

– Vale, por qué no lo habla con Sugawara-senpai y luego, quizá cuando hayan pasado algunos meses del nacimiento de su bebé, decidan aceptar. En dado caso si lo hacen, no importa cuándo, hágamelo saber por favor.

– Gracias, Fujimi… Oye, supe que estás saliendo con Ikejiri.

– S-sí… – El ojiazul se dio un golpe mental. ¡Se había olvidado de ese gran detalle!

– Él fue un buen amigo antes, y le estimo mucho, así que espero que ustedes sean felices Fujimi.

El ojiazul asintió, incapaz de responder algo porque, sencillamente, nada le llegó a la mente. Luego el capitán cuervo dio media vuelta y se marchó. Ha sido una reunión casual por demás extraña.

– Mierda, le hice este ofrecimiento a Sawamura-senpai sin haberle siquiera comentado a Ikejiri. Tengo que hablar con él cuanto antes.

--//--

Y así, en un ir y venir de situaciones, el tiempo siguió avanzando. Y resultó que el Torneo de Invierno estaba a la vuelta de la esquina, y Sugawara ha alcanzado el octavo mes de gestación. Entre la escuela, el club y el trabajo, la pareja de adolescentes tiene poco tiempo para mimarse, y con el torneo encima, lo habrá rodavía menos. Sin embargo, a Sawamura le preocupa la salud de su novio, y está al pendiente de todo en él.

– ¿Te has abrigado bien?

– Sí, Daichi~ no te pongas nervioso. Estoy cuidando bien de mí.

– ¿Y las contracciones?

– Lo normal~ deja de preocuparte por todo y ven, abrázame.

El peliplatino alzó los brazos, suspirando feliz cuando su novio se acercó abrazándole con cariño, besándole el pelo y luego todo el rostro. Le gustaba que pasara tiempo con él aunque tuviera que pasar algunos días en casa. De alguna forma, se sentía como que comenzaban a vivir bajo el mismo techo.

– ¿Estás emocionado?

– Sí. Hace algunas semanas parecía que no podría estar de nuevo en una cancha con los chicos, pero en unos cuantos días pisaremos todos juntos un gimnasio, y demostraremos cuánto hemos mejorado.

– Me encanta cuando hablas con tanta pasión de lo que te gusta, Daichi… – El peliplatino dijo con cierto tono coqueto, incluso en su mirada había picardía.

– Suga, estamos en tu casa.

– ¿Y…?

– Que te conozco esa mirada. No puedo hacerte nada aquí.

– Por qué no~

– Porque están tus padres.

– Pero~ yo quiero, y te necesito. Cuando arranque el torneo menos querrás hacerme nada… –  Gimoteó caprichoso, inflando los mofletes.

– Suga, no me provoques cielo. Debemos respetar la casa de tus padres.

– ¿No será que ya no me deseas porque estoy gordo?

– ¿Vamos de nuevo con eso? Ya te lo he dicho, no estás gordo, estás hermoso con la tripa donde nuestra bebé sigue creciendo. Te deseo, mucho, pero no puedo simplemente olvidar dónde estamos.

--//--

Tsukishima pasó el brazo por sobre el hombro de Yamaguchi, inclinándose luego para besarle, tomándole por sorpresa por el repentino gesto.

– Tsukki, qué… – Parloteó avergonzado, sonrojándose hasta las orejas.

– Hace mucho que no lo hacemos, ¿sabes?

– ¿Eh? B-bueno, sí. Es que no hemos tenido, tiempo.

– Tenemos ahora, Tadashi.

– ¿A-ahora? Pero, es noche y…

– Ven a estudiar a mi casa. Mis padres no estarán.

¿Y quién niega una invitación de tal naturaleza?



Continuará……

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Disculpen las molestias, pero se eliminaran los comentarios con contenido de otras parajes fuera de las que se abordan en este blog, esperamos su comprensión