~~*~~
De
compras imprevistas a mimos merecidos
Las
mejillas de ambos adolescentes se bañaron de carmín n bien comprendieron que
una vez los besos comenzaron a subir de intensidad, no pararían hasta el final.
Ciertamente Hinata sabía por qué ha venido a casa de Kageyama, y el pelinegro
también ha sido claro al invitarle con aquella intención entre líneas de
intimar; pero nada quitaba el hecho de que todavía muriesen de vergüenza cada
que el calor ganaba terreno en sus cuerpos y el deseo les nublaba los sentidos.
Además, desde días anteriores cuando a Kageyama se le ocurrió llevarle a los sanitarios en la escuela simplemente para
masturbarse, Hinata encontraba más y más bochornosos sus encuentros furtivos.
–
Te has vuelto oficialmente un pervertido, Kageyama… – Murmuró con las mejillas
rojas a más no poder, entrecerrando los ojos al sentir el aliento de su novio
acariciándole la ingle, mordiéndose los labios para callar el gran gemido que
burbujeaba en su garganta.
–
No se es pervertido por querer hacer este tipo de cosas con la persona que se
quiere, Hinata idiota… – Obviando el gesto romántico de sus palabras, el
pelinegro no quiso darle siguiera oportunidad de caer en cuenta de ello, motivo
por el cual apresuró su boca sobre la erección del pelinaranja tragándole hasta
el tope.
–
¡Nghh~! – Sí, el gemido finalmente traspasó la barrera de su vergüenza y
emergió ronco desde su garganta.
Hinata
revolvió las piernas inconscientemente, entre el placer y la inherente
sensación de vergüenza, no podía mantenerlas quietas. Que Kageyama decidiera
hacer lo propio para ello, fue añadidura y un extra de bochorno cuando la
lengua del pelinegro alcanzó su intimidad, lamiendo con descaro alrededor del
anillo mientras le sostiene las piernas por los tobillos alzándole de modo que
su cadera quedase también en alto y le facilitara la vergonzosa labor.
Las
palabras por parte de ambos adolescentes quedaron en el olvido cuando las ganas
de experimentar las sustituyeron y todo lo que hacía eco en las cuatro paredes
de la habitación eran sus jadeos y gemidos. Hacer el amor requería tiempo,
dedicación, curiosidad, buenas dosis de pasión y sobre todo, cariño. Oh y sí,
por supuesto, los debidos preservativos, que no quieren encargar bebés aún,
tienen todavía un gran número de cosas por descubrir y compartir en esto de la
sexualidad.
--//--
Si
todo iba viento en popa en Karasuno,
y ya sabemos que lo va también en Datekou e incluso en Aoba Johsai, ciertamente
no lo es menos en Nekoma. No solo porque Kenma y Kuroo siguen pervirtiendo sus días siendo ellos de
forma tan natural que van y se besan delante de quien sea en la escuela,
aceptando su noviazgo abiertamente y dejando de lado los comentarios insensatos
que no se han podido evitar. Además, se lo han montado una o dos veces por ahí
en algún aula vacía o el gimnasio, da
igual dónde, lo que importa es atender
esa necesidad que sienten de regalarse caricias indecentes y besos fogosos. La necesidad de amarse.
Pero,
además de la feliz pareja de felinos,
están Shibayama e Inuoka, que han ido prosperando favorablemente en su relación,
siendo un poco más confiados de sus sentimientos y lo importante de
comunicarse. Aunque todavía es común verles actuar algo torpemente también.
Pero los que no han cambiado prácticamente nada, son Lev y Yaku. El mestizo
sigue siendo el mocoso favorito del
líbero, pero éste aún es el chico renegado que es incapaz de ser romántico o
aceptar los gestos que el más alto intenta hacerle llegar. Sin embargo, hay
algo que ambos adolescentes están sintiendo en común, y se trata de ese deseo
hormonal de tocarse.
No
un simple toqueteo por curiosidad o mero contraste de hormonas, sino ese anhelo
de llevar su relación al siguiente nivel. O eso pensaba Yaku, pero por más que
Lev dijera o insinuara cualquier contacto sexual,
la verdad era que de los besos apasionados y alguna que otra caricia indecente
no pasaban sus intentos de más. Yaku comenzaba a sospechar que Lev estaba asustado de echar las cosas a perder o
cometer el mínimo error. Y bueno, no es que su personalidad le ayude mucho al
mestizo para sentirse un poco más seguro con cada una de las acciones que se
sucedan entre ellos.
–
Significa que tendría que ser yo quien diera el gran paso… – Murmuró para sí, en medio de la clase que tanto le
estaba aburriendo en esos momentos.
Y
es que, honestamente –una honestidad que para nada va a decir el líbero en voz
alta, claro está–, Yaku preferiría estar en cualquier sitio junto a Lev, aguantar sus constantes acosos plagados
de una cursilería asfixiante que le hacía enfadar pero al mismo tiempo le hacía
sentir espléndido. Aparte de eso, al líbero había comenzado a gustarle cuando
el mestizo lo atrapaba entre sus brazos, le acunaba en su regazo y le besaba
insaciablemente.
–
¡Mierda! Me estoy excitando solo pensando en ese mocoso idiota… – Volvió a respingar por lo bajo, notando muy a su
pesar, un calorcito invadiéndole el bajo vientre.
Y
como un popular dicho, “al mal paso, darle prisa”. Yaku fue y buscó entonces la
única fuente de información en la que podía confiar en aquellos momentos y en
este caso. Kenma.
–
¿Por qué me preguntas a mí? Creo que Kuroo sería más conveniente, él sabe mucho
sobre todo lo que tiene que ver con el sexo. Yo estoy más que conforme y
satisfecho, y se sabe un montón de técnicas… – Dijo con su voz monótona, casi
sin despegar la vista de su móvil, el cabello que cae sobre su frente parecía
haber crecido un poco últimamente y le daba un aspecto extraño, pero de alguna forma seductor.
Yaku no podría entender de dónde emergía esa aura erótica en Kenma, pero es una
realidad. Claro, no es que él se deje influenciar por esta aura, él solo quiere
hacerlo con su novio.
–
No tengo ganas de soportar las bromas de Kuroo, por eso te estoy preguntando a
ti. Además, de entre todos nosotros tú eres el observador, me gustaría saber si Lev siente ese tipo de deseo por
mí.
–
Salta a la vista… – Kenma señaló. Y Yaku se permitió hacer un mohín de
disgusto, completamente inconforme.
–
Le he dado un montón de señales y no parece que se esté dando cuenta de lo que
quiero.
–
Es probable que simplemente se esté tomando su tiempo. Por qué llevas tanta
prisa, el sexo es genial sí, pero supongo que solo cuando no se presionan los
hechos.
Yaku
gruñó ruidosamente, se cruzó de brazos y frunció el ceño. Seguía sin estar de
acuerdo. ¿No se supone que el mocoso
lo ama? ¿Que muere por él? ¡Debería hacerle cosas sucias de una buena vez y marcar territorio! ¿Es acaso que realmente no lo desea? Duda mucho, en
serio que lo hace, que se trate de miedo alguno. Debe haber algo más que esté
deteniendo a Lev.
–
En dado caso, Yaku… – Kenma volvió a hablar luego de algunos instantes,
interrumpiendo su tren de pensamientos… – Si tanto quieres sexo con Lev, ¿por
qué no lo atacas tú?
Y
entonces se sintió como iluminado. La
respuesta que había estado buscando acababa de llegar por sí sola. ¡Cómo no lo
pensó antes! Murmurando un “gracias” que el felino
apenas si atendió, Yaku se alejó del patio andando con prisas por el corredor
hacia su aula de clases. Una más y luego a entrenar en el gimnasio, y después
de eso, a planear cómo atacar a Haiba
Lev.
…
Ni
bien entró en el gimnasio, se fue sobre Yaku estrechándole en sus brazos como
si hiciera una eternidad que no le veía.
–
Bájame ya, mocoso.
–
Hacía tanto que no podía abrazar a Yaku-san~
–
Solo ha sido desde esta mañana, exagerado.
–
¡Muchas horas~!
Yaku
farfulló entre dientes. Lev no tenía remedio, podía ser estúpidamente meloso
cuando se empeñaba en demostrarle su cariño, pero al mismo tiempo era
idiotamente lento para captar que él quería más que esas muestras cursis de afecto,
quería la otra parte dotada de pasión.
–
Yaku-san, ¿también me extrañaste?
–
Para nada.
–
Que cruel~
–
Déjate de estupideces y bájame ya, mocoso.
Lev
sonrió, como quien sabe que ha hecho una travesura prohibida, y bajó a su novio
hasta que los pies del líbero tocaron nuevamente la duela. ¡No es su culpa ser
tan alto! Y menos, que Yaku sea menudito y que no pese nada, o que le resulte
fácil levantarle en vilo con un simple abrazo.
–
¡Dejen de coquetear y vamos a entrenar! – Con el llamado del entrenador, no
hubo más remedio que dejar las cursilerías para después.
Con
el torneo de invierno cerca, las prácticas en el club se estaban volviendo más
y más exigentes conforme los días pasaban. Nekomata sensei no les estaba dando
la mínima oportunidad siquiera para quejarse de lo pesado del entrenamiento, y
estaba ayudándoles a fortalecer cada una de sus habilidades, siempre con la
característica que distinguía a Nekoma de entre todos los clubes de voleibol
juvenil, la recepción. Claro que no son los únicos, todos los clubes que se
toman con la debida seriedad este torneo estaban en lo mismo, dedicándose al
cien, dando el 200% cada día.
Sin
embargo, la mente de Yaku no podía enfocarse en una sola cosa por ahora, su
pensamiento seguía dividido, yendo y viniendo entre el deseo sexual y las ganas
de hacerse con el título de campeón en el torneo próximo.
Naturalmente,
no puede apresurar las cosas en cuanto al Torneo de Invierno, esperar y dar lo
mejor y un poco más es lo único que le queda. Pero una cosa que sí que podía
hacer es, atacar a su novio. Y ese
fin de semana se le presta más que perfecto con la ausencia de sus padres en
una visita emergente con unos parientes ante el nacimiento de un nuevo miembro
de la familia, y no es que a él le importe tanto conocer al nuevo pequeñín, ya
vendrán a presumir después, eso era
seguro. Pero bien, lo que importa es que estará en casa solo. Solo, solo. Solo,
como para invitar a Lev y hacer cosas pervertidas con él.
–
Primero, tengo que limpiar mi habitación a conciencia. Y luego, investigar un
poco más sobre el sexo anal. Mierda,
es mucho en lo qué ocuparse.
Farfullando
entre dientes, Yaku puso manos a la obra.
Sus padres se extrañaron de verlo tan sumido en sus propios pensamientos. No es
que Yaku sea precisamente parlanchín en casa ni nada parecido, es simplemente
que estaba ansioso, y no era propio
del adolescente comportarse de aquella manera. Por supuesto, su madre tenía la
correcta impresión. Está enamorado. Pero, conociendo la personalidad del jovencito,
optó por no decirle nada, ya llegaría el momento en que pudiera hablar del amor
con su hijo. O eso esperaba.
–
Tienes el número de la casa de tus tíos, ¿verdad?
–
Sí, mamá.
–
¿Y el de emergencias?
–
Sí, mamá.
–
Hay comida suficiente para estos días en la nevera, no olvides comer
apropiadamente.
–
Sí, mamá.
–
También te hemos dejado dinero para lo que necesites, pero no lo malgastes.
–
Sí, mamá. Por favor, no soy un niño mamá.
–
Lo sé, lo sé hijo mío… – La mujer sonrió y, guiada por su instinto maternal,
sujetó el rostro del adolescente besándole cada mejilla con infinito cariño.
–
¡Mamá!
–
Que sí, que sí. No eres más un niño y no te gusta que te ande tratando con
tanto mimo. Pero, eres mi hijo, es inevitable para una mamá ser así~ – Y le
llenó el rostro de besos.
Yaku
los recibió sin poner resistencia, pero con la cara cruzada de un adorable
mohín de disgusto. Unos minutos después sus padres finalmente salían de casa
rumbo a la ciudad vecina. Dos días completos, sus padres no volverían sino
hasta el lunes por la mañana. Es viernes por la noche, y tiene tiempo para
hacer una última indagación. Cómo prepararse para el sexo entre hombres.
Esa
noche, Yaku leyó y releyó información que había encontrado aquí y allá, tomando
también en cuenta algunas recomendaciones de Kenma –sí, le había consultado una
vez más, y con preguntas mucho más específicas. Después de todo, la vergüenza
importaba poco si al frente tenía la meta de hacer el amor con Lev–. Y antes de
dormir, al tomar la ducha, había practicado con su propio cuerpo lo que se
supone, haría el día de mañana con Lev.
Sí,
sí. Todo estaba fríamente calculado.
Todo era cuestión de paciencia, unas horas más solamente. Yaku estaba
sorprendido de sí mismo, oh sí que lo estaba. ¡Atacaría a Lev y no lo dejaría ir virgen! Una sonrisa siniestra tiró de los labios del líbero, y a
kilómetros de ahí, Lev estornudaba al mismo tiempo que sentía cómo se le
erizaba el vello de la nuca. Y un minuto después, un texto llegaba a su móvil.
–
Mañana a las cinco en mi casa. No se te
ocurra llegar tarde, mocoso.
Así
nada más. Sin explicación alguna de nada. Aunque claro, no es que a Lev le
importe tanto saber el motivo por el cual era invitado a casa de su novio.
¡Sería como una cita!
–
Qué debería ponerme. ¿Algo sexy, o algo conservador? – Con los dedos sujetando
su mentón, Lev comenzó a repasar mentalmente su guardarropa… – Mejor echo un
vistazo~ iré a casa de Yaku-san~ ¡Yeah~!
Sobra
decir la ilusión que rebosaba Lev, su alegría podía notarse con facilidad, pero
como él era así de ruidoso, sus
padres no se inquietaron en absoluto cuando le escucharon cantar en su
habitación, o reír ampliamente durante la cena.
…
El
primer paso se había dado ya, Yaku estaba más que informado. Y tenía algunas
cosas necesarias en su poder también, como lubricante, preservativos y hasta
algunos juguetes –por si se requerían, solamente–. Resultaba sencillo comprar
en línea incluso siendo menor de edad. Pero no lo intenten en casa, o algo de
eso. Yaku dio una última mirada a su habitación, todo estaba donde tenía que
estar, ordenado de arriba abajo. Bajo la almohada, las cosas antes mencionadas.
Y en la ducha, otras más.
–
Supongo que tendré que invitarle a entrar para que se prepare, tiene que lavar
muy bien allí antes de que yo ponga
un dedo dentro suyo. Aunque duele, más le valdrá no echarse para atrás.
Con
ceño fruncido y una profunda determinación, Yaku estaba más que listo para todo. Así, con el reloj marcando diez
para la hora, el líbero se sentó en la estancia a esperar, la televisión estaba
encendida en un canal de videos musicales, aunque él no estaba prestando
realmente atención, seguía repasando una y otra vez su elaborado plan para,
finalmente, pasar al otro nivel con su novio.
Y
luego de pronto, el llamado a su puerta. Yaku sintió cómo se tensaba por unos
instantes todo su cuerpo, luego solo quedó el latir apresurado de su corazón y
unos repentinos nervios que le hicieron hasta sudar las manos. Pero era el
momento, sin marcha atrás, se encaminó hacia la puerta de su casa. Lev estaba
muy guapo, parado en la entrada con su sonrisa boba bien pintada en el rostro.
–
Buenas tardes, Yaku-san~ – De forma natural, el mestizo lo atrapó entre sus
brazos estrechándole con fuerza. – Estaba tan sorprendido por tu invitación,
que no pude dormir muy bien anoche~
–
Mocoso idiota, suéltame ya. Vamos, entra.
Y
luego, puros nervios.
Ambos
adolescentes se entretuvieron un buen rato mirando televisión, hablando de
cosas triviales como lo bien o lo mal que lucía tal o cual artista en los
programas que daban a esa hora. Pero claramente, Yaku no pensaba dar marcha
atrás, no señor.
–
Ven, Lev.
–
¿Eh?
–
Vamos.
El
mestizo siguió a su novio sin más. Le notaba algo ansioso y hasta tenso, y
cuando entró en su habitación, más o menos se dio una idea de lo que pretendía.
Y no es que él no quisiera, todo lo contrario, moría de ganas por hacerle el
amor. Solo, tenía que ser precavido, la mayoría de los adolescentes se toman el
sexo como una muestra de amor verdadero, mientras que él quiere tomarlo como el
preciado tesoro que es, y no le importaba aguardar el tiempo que fuera
necesario antes que tocar a Yaku de esa manera. En palabras sencillas, quería
que fuera especial.
–
Yaku-san.
–
He esperado suficiente, hoy vamos a hacerlo,
Lev.
–
Por qué la prisa.
A
Yaku le palpitó una venita en la sien, y una de sus cejas se elevó finamente.
–
¿Prisa? Ninguna, simplemente creo que estamos listos. ¿No quieres?
Lev
clavó sus ojos en los de su novio. ¡Pero claro que quiere! Es solo que… que.
¡Oh bien, está un poquitín asustado! ¡No tiene nada de experiencia! Ni siquiera
ha investigado gran cosa, sabe lo básico, y otro tanto de lo que ha escuchado
de labios de Kuroo y Kenma cuando andan de indiscretos.
–
¿Lev?
–
¡Si quiero! Yo, si quiero hacerlo con Yaku-san.
–
Entonces vamos a hacerlo.
–
¿Ahora?
–
Para qué crees que te invité a mi casa cuando mis padres no están.
–
Bueno, pero…
–
¡Maldición, quieres o no!
–
¡Que sí quiero! ¡Pero no será especial de esa manera~!
–
¿Ah? – El tic nervioso de Yaku amenazaba con desbordar su casi nula paciencia…
– ¿Y de qué manera se supone que sería especial?
–
Pues…
–
¡He estado enviándote señales todo este tiempo y tú pareces indiferente a eso!
¡Me deseas o no!
–
¡Claro que te deseo, Yaku!
–
¡Entonces deja de poner excusas! Mocoso de mierda… – Farfulló entre dientes,
colocándose rojo entre la molestia y la vergüenza. Hombre, un poco de valor
hacia sus esfuerzos, por favor.
Lev
respingó y se rascó torpemente la nuca. Yaku se le acercó y tiró de su cuello
para besarle. Le haría entrar en sintonía
a la fuerza si era necesario. Sus lenguas se encontraron rápidamente, y en un
santiamén los besos mutaron en fuego y pasión desmedida. Las manos de Lev se
enroscaron en la cintura de Yaku y la respiración se les volvió un torbellino
de emociones. La temperatura ardía finalmente, y sus cuerpos se buscaban con un
recelo novedoso, deseando fundirse en uno con ansias.
–
No tengo condones, Yaku-san.
–
Yo sí. No te detengas por nada, Lev.
Las
palabras no sobraban, oh claro que no lo hacían, pero tampoco brotaban con
facilidad. Entre los nervios y el deseo, la mente de ambos adolescentes estaba
colapsada, y cuando fueron un poco más conscientes de todo, ya estaban medio
desnudos comiéndose a besos sobre la cama. Con las mejillas arreboladas de
escarlata y la piel febril.
Luego
de pronto, casi sin aviso, las manos de Lev se movieron sigilosas por el
vientre de Yaku hasta alcanzar su pantalón, deshaciendo el obstáculo en un
parpadeo y colando su mano entre la tela frotó el semidespierto miembro del
líbero sin dejar de saborear sus labios o mordisquear su cuello.
–
Yaku-san, tu piel sabe deliciosa… – Dijo
con la voz enronquecida de excitación.
Y
Yaku tuvo que morderse los labios para no soltar la razón por la que su piel
podía tener un sabor especial, es que
se ha comprado un jabón afrodisiaco que ha impregnado la cutánea superficie.
–
Yaku-san~ levanta la cadera.
El
líbero, medio perdido en los espasmos de placer que comenzaban a sacudir su cuerpo,
no procesó nada hasta que –completamente desnudo– fue acorralado contra el
colchón y los largos brazos del mestizo levantaron sus piernas a tal punto que
sus rodillas casi tocaron sus propios hombros. Y por si fuera poco, había una
lengua lamiendo alrededor de su anillo.
–
Que demonios, Lev, qué estás haciendo… – Preguntó entre jadeos, luchando en
vano por librarse del agarre de su novio.
–
Preparándote.
Ah,
con que después de todo Lev quería ser el que mandara. ¡Pues de ninguna manera!
¡Ha sido él quien lo ha preparado todo! ¡Joder!
–
Det-detente. Lev, basta… – A saber cómo, Yaku se las ingenió para librarse, y
cuando los ojos de Lev toparon con los suyos, él sintió un pinchazo en el bajo
vientre que casi le deja desarmado. Las pupilas del más alto brillaban con una
intensidad sofocante… – La saliva no es el lubricante ideal para la primera
vez.
–
¿No lo es?
–
No.
–
Pero, si no es con saliva yo…
–
¿Quién te crees que soy? Mira, tengo lubricante, y preservativos y… ¡Lev,
mocoso espera!
Tarde,
muy pero que muy tarde intentó razonar con su novio. Cuando Lev vio la
botellita de lubricante y los preservativos salir de debajo de la almohada,
volvió a tumbarle, esa vez boca abajo, y levantarle la cadera para tener a su
disposición el apetitoso trasero de su novio. Yaku se mordió los labios y jadeó
entrecortado cuando sintió un dígito frotar sobre su anillo un poco del
lubricante.
Y
lo que es más, apenas estaba comenzando. O eso creía Yaku, porque en su
pensamiento había decidido que haría el amor, ¡que tendría sexo! –esas
cursilerías a él, por favor–; en qué estaba, ah sí; tendría sexo con Lev toda
la noche. ¡Claro que lo haría!
–
Espera, maldición Lev ¡ve despacio! – Gimoteó mientras jalaba una bocanada de
aire y trataba de relajar todos los músculos de su cuerpo, sobre todo los de su
intimidad. ¡Aunque no es tarea sencilla! Y eso que la noche anterior estuvo practicando un poco de aquello… – Oh mierda, estoy siendo el dominado aquí de
todas formas… – Pensó al tiempo que cerraba los ojos con fuerza.
Y
al carajo, su elaborado plan sobre atacar
a Lev se estaba yendo derechito por el caño y sin posibilidad de retorno según
veía. El dígito continuaba frotando alrededor de su anillo con insistencia,
calentando el lubricante contra la piel rugosa de aquella parte de su anatomía;
en tanto, el mestizo no estaba para nada escatimando sus intenciones, sus
labios, su lengua, sus dientes, todo ello iba marcando cada trocito de piel en
su camino, lamiendo, mordiendo, besando aquí y allá sin reparo alguno. Sobre
los glúteos, o los costados de su cadera, en la pelvis, los muslos, la ingle.
Subiendo por la línea de su espina dorsal, besando cada huesito sobrealiento
que resaltaba cada que Yaku cambiaba el ritmo de su respiración y contorsionaba
el cuerpo entre ansioso por mucho más de su toque y agitado por lo que sabe
vendrá al momento en que Lev introduzca ese dedo que sigue jugueteando
alrededor de su anillo.
–
Voy a meterlo, Yaku-san.
–
Solo hazlo y no avi…¡nghh mierda!
Jadea
y encorva la espalda antes de expandirla nuevamente, el primer intruso se ha
colado en su interior, lentamente empujando las comprimidas paredes de su
cavidad. Y los labios de Lev caen de nuevo sobre su espalda, besando suavemente
los hombros hasta alcanzar su cuello y dejar un trazo de besos dulces a lo
largo, mordisqueando su mentón, instándole a girar el rostro lo suficiente para
hacerse de su boca y besarle de verdad, con una extraña mezcla de pasión,
ternura y desespero, de las ganas de mostrarle que de ahora en adelante, no
puede pertenecerle a nadie más el néctar de sus labios.
–
Está caliente dentro de Yaku-san~ y apretado.
–
Cállate, mocoso… – Jadea de nuevo, demasiado incómodo como para ignorar el
dolorcito que invade cada nervio en su cuerpo viniendo desde su entrada.
Lev
sonrió divertido, casi feliz de que su novio no le vea porque de hacerlo,
seguro le insultaba o daba un puñetazo, por mínimo. Sin embargo, no es una
sonrisa burlona, él ama a Yaku por sobre todas las cosas en la vida, y solo
quiere poder hacerle sentir bien, por eso es paciente y va lento, y le escucha
–aunque a medias, que hace unos minutos no le dejó terminar y simplemente se le
fue encima–, porque es su primera vez y quiere que resulte especial aunque no
lo hayan planeado juntos. Porque Yaku se le ha adelantado de todas las formas
posibles y él, ahora, solo puede esforzarse por hacerlo lo mejor posible.
–
¿Puedo agregar otro, Yaku-san?
–
No. Sácalo.
–
P-pero, Yaku-san.
–
Date prisa, sácalo.
Lev
apartó su dígito con cuidado, arrodillado en la cama se quedó quieto hasta que
Yaku se incorporó –entre alguno que otro gimoteo, por supuesto–.
–
Túmbate.
–
¿Eh?
Yaku,
impaciente, le empujó contra el colchón, luego le beso con algo de rudeza,
tirando de su labio inferior al separarse. Lev estaba confundido, pero no se
quejaba porque ese beso ha sabido a gloria. Luego Yaku descendió por su torso
lamiendo aquí y allá, succionando los pezones con súbita masculinidad. Lev
comenzaba a sentirse mareado, sobre-excitado, sobre todo cuando Yaku agarró su
falo y bombeó lentamente presionando de principio a fin la extensión,
haciéndole jadear ruidosamente.
Yaku,
viéndole algo más perdido en su excitación que concentrado en prepararle,
invirtió su posición de manera que su trasero quedó en dirección del rostro de
su novio. Obviamente, quería placer mutuo, y Lev captó rápidamente la
indirecta. Así que retomó la tarea desde esta nueva perspectiva. Alcanzando el lubricante, Lev vertió otro poco entre
los glúteos de Yaku, embadurnando la zona y presionando nuevamente uno de sus
dedos dentro del apretado anillo, pero esta vez, a diferencia de antes, también
tomó el miembro del mayor en su mano, bombeando de la misma manera en que Yaku
trabajaba sobre su virilidad.
–
¡Mghh! ¡Ahh~! ¡Ngh~!
Los
gemidos y jadeos llenaron la habitación, imposible era saber de cuál de los dos
brotaban, lo justo es simplemente decir que era el eco de la pasión de ambos
adolescentes. Y luego de pronto, cuando dos dígitos habían conseguido dilatar
el comprimido anillo, Lev sintió un pinchazo en el bajo vientre y una sacudida
eléctrica que le hizo temblar, Yaku acababa de meter la erección del mestizo en
su boca. ¿Y cuál ha sido el resultado? Una excitación incontrolable que
arrastró en cosa de un par de minutos a Lev al éxtasis. Razón por la cual
repentinamente quería cavar un pozo y enterrarse en él. ¡Otro poco y se corría
en la boca de Yaku! Con suerte, y nada de tacto, le había apartado a tiempo y
su semen simplemente había ensuciado las mantas de la cama.
Yaku,
sorprendido por su logro, tardó unos
segundos en volver a la realidad. Hombre, no todos los días ve un semen que no
sea suyo, ni mucho menos escucha a alguien gemir tan ronco que hiciera eco en
las paredes de su habitación. Pero luego, cuando giró el rostro, un tic nervioso
atacó su ojo. Lev tenía el rostro cubierto con las manos y blasfemaba entre
dientes.
–
¿Qué tanto estás diciendo, mocoso?
–
¡Lo siento tanto, Yaku-san! ¡No pude evitarlo!
–
¿Ah?
–
¡Juro que quería aguantar mucho más~!
–
Oye, no estoy acusándote ni nada, deja de ser melodramático.
–
Pero, Yaku-san~ me corrí tan pronto. Seguramente estarás decepcionado de mí.
–
¿Acaso dije algo?
–
No, pero…
–
Te estoy diciendo que no te acuso de nada. Somos adolescentes, no estaba
esperando que aguantaras algún tiempo en particular. Te excitaste, lo normal es
correrse.
–
P-pero… – Lev le miró. Luego desvió la mirada de los ojos de su novio hasta su
hombría, Yaku todavía estaba erecto. De cierta forma, su orgullo no podía menos
que sentirse herido… – Yaku-san no se ha corrido, incluso si también te estaba
tocando.
–
¿Se te olvida que tenía tus dedos dentro de mí? Eso duele como el carajo, Lev.
Hay cierta lógica en que no me haya corrido igual que tú, a diferencia tuya yo
estaba sintiendo tanto placer como dolor, y no, por si lo habías siquiera
pensado, no soy un imbécil masoquista.
Lev
abrió los ojos de par en par. Y él que había pensado que Yaku no podía verse
más sensual cuando fruncía el ceño, ¡pero joder, sí que puede! Se ha enamorado
de su novio otro poquito, a ser posible.
–
¿Ya estás mejor? ¿Están funcionando tus neuronas?
–
Pues…
–
Vamos, no tenemos todo el día para lamentarnos porque la primera vez te
corriste pronto. Ahora deja que me encargue y seguro despierta igual de rápido para una segunda ronda… – Yaku sonrió
coqueto. ¡Y vaya que podía serlo cuando se lo proponía! O eso piensa Lev, quien
de todas formas lo mira con amor, así que.
Un
gemido ronco nació en la garganta de Lev cuando la cálida palma rodeó su
flácida entrepierna, masajeando lentamente de arriba abajo. Yaku estaba sentado
en los muslos de su novio, y de esta manera se sentía con cierto poder sobre el menor. Luego, motivado
por este orgullo masculino que solo un hombre en medio de una relación sexual
con otro de su mismo género podría entender, se inclinó y su lengua atrevida
salió de su boca lamiendo la extensión desde la base hasta la punta. Lev sintió
un pinchazo, y su miembro estuvo erecto en cuestión de segundos.
–
¡Yaku-san! – Gimiendo el nombre de su novio cuando nuevamente la boca de éste
tragó su falo.
–
Trata de aguantar un poco más esta vez, Lev… – Le advirtió separándose apenas
para decirle aquello, sonriendo lascivo mientras su lengua lamía la rojiza
cabeza del pene del mestizo.
Lev,
decidido a no dejarle todo el trabajo
a su novio, levantó el torso y llevó su mano por la espalda de Yaku hasta
alcanzar su trasero. El líbero maldijo mentalmente, Lev era tan alto que le
ponía de malas –en otro momento, ahora no tiene neuronas para pensar en ello–;
piernas largas, torso largo, brazos largos. ¡Todo es fácil para él! Un gemido
amortiguó contra el pene de Lev –y sí, por si alguien necesita saberlo, también
aquella parte de su anatomía es XL–
cuando los dedos del mestizo volvieron a entrar cuidadosamente en su intimidad.
Yaku se sorprendió de que no doliera como antes, quizá la postura ayudaba más
de esta forma, o él ya se había acostumbrado. Lo que fuera, facilitaba las
cosas. Y unos minutos después, tirado sobre la cama, con el trasero elevado y
el cuerpo de Lev sobre sí, el falo de este finalmente comenzó a penetrar en su
interior.
¡Y
quemaba como el infierno! Pero, aunque no lo dirá en voz alta, se siente bien.
Mordiéndose los labios y cerrando los ojos con fuerza, Yaku no pudo detener
esas lágrimas que rodaron por sus mejillas. Es completamente diferente darle
cabida al pene de Lev que a sus dedos, pues aunque largos y toscos, no se
sienten igual que su erección. Por su parte, Lev se mordió la lengua para no
decir lo que estaba pensando. Y es que ver lloroso a Yaku le pinchaba espasmos
de placer.
–
No soy un sádico, Yaku-san~ Es solo que
se ve tan vulnerable que siento que debo protegerlo y amarlo para siempre.
–
Mocoso.
–
¿Sí?
–
¡Te olvidaste del maldito condón!
Si
bueno, los errores en la primera vez, pasan. Pero aunque Lev hizo el amago de
recular para salir de Yaku y ponerse el preservativo, la sensación del roce de
carne contra carne le hizo jadear extasiado. Y perdió todo de foco, que su
pelvis comenzara a moverse adelante y atrás embistiendo lento y profundo contra
la intimidad del mayor, no era su culpa, sino de la propia sensualidad de Yaku
al gemir alterado haciéndole perder totalmente el control.
--//--
Como
se había dicho antes, todos los clubes estaban dando el cien y el doble en los
entrenamientos rumbo al Torneo de Invierno. Por lo que el ritmo comenzaba a
marcar también los tiempos que quedaban para algo más que la escuela y el club.
Las relaciones sentimentales eran complicadas en estos tiempos –muchas parejas
sufren rompimientos en esta época, a menos claro que encuentren el equilibrio
para permanecer juntos, como lo han hecho Sugawara y Sawamura, o Nishinoya y
Azumane–.
Nishinoya
y Azumane están solos en el gimnasio, se han quedado hasta el final para
terminar de limpiar y porque ambos le han pedido antes a Takeda sensei como al
entrenador Ukai, espacio para practicar un tiempo extra. Ciertamente no eran
los únicos que estaban teniendo entrenamientos fuera de horario de club, pero
otros como Hinata y Kageyama terminaban haciéndolo en el parque camino a sus
casas; o como Yamaguchi y Tsukishima, que estaban teniendo supervisión personalizada con Shimada y Takinoue. En fin, volviendo
al rumbo de la conversación, Nishinoya y Azumane están solos. Y cansados. El
reloj está por marcar las nueve y ellos recién han terminado de guardar los
materiales, se apetece una ducha de agua tibia y, por qué negarlo, una tanda de
besos y algunas caricias dulces sin más intención que el mimo.
–
Estás lleno de moratones otra vez, Yuu.
–
Es normal, se curarán pronto.
Azumane
acarició las marcas violáceas con las yemas de sus dedos, colocando un poco de
ungüento para la tensión muscular en los hombros de su novio, dando un ligero
masaje circular.
–
Siguen sin gustarme.
–
Bueno… – Sonriendo, el líbero clavó sus traviesos ojos marrones en los café
oscuro del as, guiñándole un ojo para luego decir… – Siempre puedes dejar tus
propias marcas, al fin que nadie sabrá que son marcas de beso y no moratones
por entrenar.
–
Tan listillo… – Azumane le pellizcó la nariz con cariño, besándole lentamente
al principio. Sí, solo al principio, porque con Nishinoya era imposible ser
tierno ya que siempre le imprimía su toque lascivo.
–
Asahi, sé que ya me lo has dicho antes pero ¿en verdad no piensas estudiar la
universidad después de graduarte?
–
Voy a apoyar a mis padres con el negocio de la familia. Eso es lo que sigo
pensando.
Nishinoya
desvió la mirada, y Azumane pudo notar cierta decepción en su gesto. No es
ciego, ni se hace el tonto. Sabe que su novio quiere que él siga delante de
otra forma, que ambicione más de lo que tiene, pero él es conformista, sencillo de personalidad.
–
Yuu, mírame… – Murmuró, trayendo consigo la mirada del más bajo… – Sé que
quieres que luche por más, pero por ahora tengo suficiente, lo que necesito.
–
Pero, desear un poco más no sería malo, ¿sabes? Si continúas con la Universidad
podrías seguir también jugando voleibol, y más de algún promotor pondría sus
ojos en ti.
–
Muchos ya lo tienen sobre ti, tú tienes verdadero talento, Yuu. Además, ese es
tu sueño, y voy a apoyarte para que lo sigas. Confía en mí tal cual soy, Yuu; y
deja que el tiempo diga otras cosas sobre nuestro futuro, por favor.
--//--
Sawamura
todavía no sabe cómo exactamente terminó metido en esta situación, pero no le
desagradaba para nada. Al final ese fin de semana la salida de compras con
Sugawara se ha convertido en una reunión de parejas, Takeda sensei junto al
entrenador Ukai, y los amigos de él Shimada y Takinoue se han unido en la
salida.
Sin
embargo, por alguna extraña razón y la inmortalidad
del cangrejo o qué fue primero, el
huevo o la gallina –sí, mierda ¡nada qué ver! Pero justamente esa es la
cuestión–, Suga con Takeda y Shimada han tomado su propio rumbo,
entretenidísimos con cada tienda en el Mall se toman todo el tiempo del mundo
mirando precios, variedad, colores, modelos y demases que se les pueda ocurrir
cuando se trata de comprar ropa, para ellos mismos y para los bebés en camino
que, ya sabemos, son nenitas al por mayor.
–
Oh, con ésta te verías muy mono Sugawara-kun.
–
¿Usted cree, Shimada-senpai?
–
¡Definitivamente! Vamos, vamos. Tienes que probártela~
Y
así, mientras Shimada arrastraba a Sugawara a los vestidores, y Takeda se
sentaba unos momentos a descansar –que la tripa pesa montones–, Sawamura, Ukai
y Takinoue aguardan en los corredores, con algunas bolsas de más y sus
billeteras más delgadas. Aunque Sawamura ciertamente venía con esa intención,
incluso Ukai, pero Takinoue.
–
Makoto es un comprador compulsivo… – Gimoteó mirando las bolsas que llevaba ya,
con ropa de su novio únicamente.
–
Eso lo has sabido siempre, ¿no?
–
¡No!
–
Cómo diablos te dices enamorado de él hasta la médula si desconoces detalles
tan importantes de su personalidad… – Ukai dijo con tono sórdido.
–
No me molestes, Keishin.
Mientras
los amigos se molestaban entre sí, Sawamura simplemente escuchaba y observaba.
Luego, la boca se le fue al piso y su corazón latió como potro desbocado. No es
que la belleza de Sugawara fuera novedad para sus ojos, pero la prenda que
llevaba resaltaba toda su beldad.
–
Cierra la boca, Sawamura-kun~ – Shimada dijo bromista cuando vio al muchacho
anonadado con Sugawara, y éste al percatarse, enrojeció furiosamente.
–
Suga estás, te ves. ¡Increíble!
–
No me avergüences Daichi~
–
Ukai~ – Takeda llamó a su novio, y cuando el rubio le brindó su atención, vio
al hombre con puchero en los labios y una cara malhumorada… – Aprende un poco
de Sawamura-kun y halágame también, ¡desconsiderado!
–
¿Eh? – Contrariado, el rubio teñido siguió a su novio cuando sensei se levantó
(con algo de esfuerzo, que recientemente la tripa parecía haberle aumentado al
doble) y caminó por el pasillo rumbo a quién sabe dónde.
–
Makoto, si llegaras a embarazarte, ¿también tendrías esos extraños cambios de
humor?
–
Por supuesto, es lo normal en ese estado.
–
Mierda, si ya de por sí hay ocasiones en que no te entiendo y ¡Ay! Por qué me
pegas, Makoto.
–
Porque eres un idiota, Yuusuke.
–
¿Ah? Pero, Makoto espera…
Sawaura
y Sugawara se miraron y luego soltaron una risita divertida.
–
Los senpai son tan divertidos~
–
Sí que lo son. Suga, ¿quieres ir a otra tienda?
–
No… – Dijo, enfatizando su respuesta con la agitación de su cabeza de un lado a
otro… – Me siento un poco cansado, y tengo hambre. Mejor volvamos a casa.
–
¡Hey, chicos! – Escucharon que el entrenador Ukai les llamaba a la distancia,
agitando la mano como para que le ubicaran… – Vayamos a comer, conocemos un
buen sitio cerca de aquí.
–
Ah pero, nosotros…
–
¡Sin peros! – Aseveró Shimada… – Nosotros invitamos, vamos.
Sugawara
miró a Sawamura, él sabe que para su novio recibir tantas atenciones de las
personas es un poco incómodo. Pero el capitán cuervo asintió, sujetando la mano del peliplatino y sonriéndole. La
tarde ha estado demasiado bien como para simplemente negar la buena voluntad de
los mayores. Además, estaba aprendiendo algunas cosas de ellos.
–
¡Deja de intentar manosearme en público, Yuusuke!
–
¡Ay, pero no me pegues! ¡Joder Makoto, eres un violento! ¡Ay!
–
¡Cállate, idiota pervertido!
Vale,
aprender a tratar al novio es más bien tarea de Takinoue-senpai, Sawamura
piensa. Pero guarda sus pensamientos para futuras ocasiones, por si en algún
momento el adulto decide madurar un poco.
--//--
Fujimi
se ha enterado de la situación de Sawamura y Sugawara recientemente. Es decir,
no es que desconociera el estado de gestación del peliplatino, sino más bien de
que no tendrán dónde vivir una vez que la bebé haya nacido. Así que él ha
decidido ofrecer una opción.
–
La verdad es que paso todo el tiempo en casa de mis padres, así que el
departamento está solo y yo estaba pensando que, tal vez, ustedes podrían
mudarse ahí cuando decidan.
–
¿Mudarnos? Pero es tuyo, y no podría pagar la renta de un departamento como
ése.
–
Oh no, no pretendo que me pagues nada Sawamura-senpai.
–
Pues entonces no te entiendo.
–
¡Pero si es sencillo! Lo que quiero decir es que ustedes vivan ahí, servirá
para que no esté frío y acumule polvo o soledad. O algo así.
–
Eres muy amable Fujimi, pero aceptar tu oferta sería demasiado para mí. Suga y
yo ya habíamos decidido vivir con sus padres cuando la bebé nazca, al menos
hasta que termine la universidad y pueda tener un empleo estable.
–
¿Es tan malo aceptar la ayuda que te ofrezco desinteresadamente? Senpai, es un
gesto de buena voluntad solamente, y te quitarías una preocupación de encima,
seguramente que Sugawara-senpai también querrá estudiar la universidad, tener
un trabajo además de ser madre de
familia, ¿no?
Sawamura
no refutó las palabras de Fujimi, porque no tenía un motivo para hacerlo. Pero
seguía pensando que era abusar de la
confianza del ojiazul aceptar su oferta.
–
Vale, por qué no lo habla con Sugawara-senpai y luego, quizá cuando hayan
pasado algunos meses del nacimiento de su bebé, decidan aceptar. En dado caso
si lo hacen, no importa cuándo, hágamelo saber por favor.
–
Gracias, Fujimi… Oye, supe que estás saliendo con Ikejiri.
–
S-sí… – El ojiazul se dio un golpe mental. ¡Se había olvidado de ese gran detalle!
–
Él fue un buen amigo antes, y le estimo mucho, así que espero que ustedes sean
felices Fujimi.
El
ojiazul asintió, incapaz de responder algo porque, sencillamente, nada le llegó
a la mente. Luego el capitán cuervo
dio media vuelta y se marchó. Ha sido una reunión casual por demás extraña.
–
Mierda, le hice este ofrecimiento a Sawamura-senpai sin haberle siquiera
comentado a Ikejiri. Tengo que hablar con él cuanto antes.
--//--
Y
así, en un ir y venir de situaciones, el tiempo siguió avanzando. Y resultó que
el Torneo de Invierno estaba a la vuelta de la esquina, y Sugawara ha alcanzado
el octavo mes de gestación. Entre la escuela, el club y el trabajo, la pareja
de adolescentes tiene poco tiempo para mimarse, y con el torneo encima, lo habrá
rodavía menos. Sin embargo, a Sawamura le preocupa la salud de su novio, y está
al pendiente de todo en él.
–
¿Te has abrigado bien?
–
Sí, Daichi~ no te pongas nervioso. Estoy cuidando bien de mí.
–
¿Y las contracciones?
–
Lo normal~ deja de preocuparte por todo y ven, abrázame.
El
peliplatino alzó los brazos, suspirando feliz cuando su novio se acercó
abrazándole con cariño, besándole el pelo y luego todo el rostro. Le gustaba
que pasara tiempo con él aunque tuviera que pasar algunos días en casa. De
alguna forma, se sentía como que comenzaban a vivir bajo el mismo techo.
–
¿Estás emocionado?
–
Sí. Hace algunas semanas parecía que no podría estar de nuevo en una cancha con
los chicos, pero en unos cuantos días pisaremos todos juntos un gimnasio, y
demostraremos cuánto hemos mejorado.
–
Me encanta cuando hablas con tanta pasión de lo que te gusta, Daichi… – El
peliplatino dijo con cierto tono coqueto, incluso en su mirada había picardía.
–
Suga, estamos en tu casa.
–
¿Y…?
–
Que te conozco esa mirada. No puedo hacerte nada aquí.
–
Por qué no~
–
Porque están tus padres.
–
Pero~ yo quiero, y te necesito. Cuando arranque el torneo menos querrás hacerme
nada… – Gimoteó caprichoso, inflando los
mofletes.
–
Suga, no me provoques cielo. Debemos respetar la casa de tus padres.
–
¿No será que ya no me deseas porque estoy gordo?
–
¿Vamos de nuevo con eso? Ya te lo he dicho, no estás gordo, estás hermoso con la tripa donde nuestra bebé sigue
creciendo. Te deseo, mucho, pero no puedo simplemente olvidar dónde estamos.
--//--
Tsukishima
pasó el brazo por sobre el hombro de Yamaguchi, inclinándose luego para
besarle, tomándole por sorpresa por el repentino gesto.
–
Tsukki, qué… – Parloteó avergonzado, sonrojándose hasta las orejas.
–
Hace mucho que no lo hacemos, ¿sabes?
–
¿Eh? B-bueno, sí. Es que no hemos tenido, tiempo.
–
Tenemos ahora, Tadashi.
–
¿A-ahora? Pero, es noche y…
–
Ven a estudiar a mi casa. Mis padres
no estarán.
¿Y
quién niega una invitación de tal naturaleza?
Continuará……
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Disculpen las molestias, pero se eliminaran los comentarios con contenido de otras parajes fuera de las que se abordan en este blog, esperamos su comprensión