~~*~~
De
los nuevos horizontes que se expanden
cuando hay cambio de cancha
Que
su corazón fuera a mil por hora solo por saber que Fujimi estaba ahí ya era
mucho sobre cuánto habían evolucionado sus sentimientos por el ojiazul en ese
tiempo. Ikejiri maldijo por lo bajo cuando el móvil cayó de sus manos haciendo
un sonido estrépito en el piso de su habitación. Al otro lado de la línea,
Fujimi sonrió divertido, halagado. Saber que produce este tipo de reacciones
como el nerviosismo o la emoción en Ikejiri, le hacía sentir inmensamente
agradecido.
–
Ah, lo siento. Se, se me resbaló el móvil… – Tartamudeó abochornado, dejándose
caer en su cama con el cabello alborotado aún húmedo y las mejillas arreboladas
de carmín… – Tú, ¿en verdad estás aquí?
–
Sí, en verdad Ikejiri.
–
Por-por qué. Quiero decir, es, repentino.
–
En realidad mis padres han tenido que
venir por sus negocios, y yo he aprovechado para venir también.
–
OH, entonces… ¿cuánto tiempo estarás aquí? Seguramente tendrás otras cosas qué
hacer.
–
He venido con mis padres solo porque
quiero verte a ti, Ikejiri.
El
pecoso de cabellos castaños se sonrojó otro poco, sintiéndose más emocionado de
lo que podría admitir.
–
¿Ikejiri?
–
¿Dónde estás ahora? Podemos reunirnos en algún sitio, si quieres Fujimi.
--//--
Datekou
Al
Juego del Limbo se habían anotado casi todos los adolescentes, la mayoría con
sus respectivas parejas sentimentales, para evitar malos entendidos o celos
innecesarios. Aparte de ellos, Kindaichi con Kunimi también han terminado
agregándose, del mismo modo estaba Iwaizumi con Matsukawa, aunque Hanamaki
había sugerido ser su pareja también, por lo que los celos de Oikawa se habían
disparado. Desde que ellos dos terminaron,
los amigos de Iwaizumi lo tenían completamente acaparado, y el popular capitán
de Aoba comenzaba a sentirse preocupado por las confianzas y las cercanías que
estaban desarrollando.
–
Esto va a ser un poco injusto… – Comenzó a quejarse Kamasaki… – Kageyama y
Asahi-san lo tienen fácil, sus parejas además de ser bajitos deben pesar lo que
una pluma… – El chico no se dio cuenta, pero a Moniwa comenzó a brotarle un
lindo sonrojo en las mejillas y orejas, la pregunta era si se trataba de
vergüenza o un dejo de molestia ya que parecía que su novio estaba insinuando
que él no era lo suficientemente bajito o liviano como para cargarle. Vale, que
no espera que lo vea como un chico delicado, pero sus implicaciones tampoco son
precisamente justas para el momento… – Incluso Aone es fuerte, seguro levanta a
Futakuchi como si nada, esperando que el peso de su cuerpo no sea equivalente
al uso que le da a su boca.
–
¿Me estás diciendo parlanchín?
–
Exactamente.
–
Sin discusiones. Las reglas del juego son sencillas y cada uno eligió a su
pareja, no vale quejarse ahora… – Futakuchi dijo haciendo puchero. Queriendo
dar por zanjado el tema… – Oikawa-san, ¿no vas a participar?
–
Esta vez no, pero me quedaré a observar. Así que simplemente continúen… –
Oikawa trató de sonreír como en cualquier otro momento, pero la expresión de su
cara simplemente no era la misma.
La
mayoría de los adolescentes se ha percatado ya de que lo que sea que haya
sucedido con Oikawa, está directamente relacionado con su repentino
distanciamiento de su mejor amigo Iwaizumi, ya que es con él con quien menos ha
intercambiado palabras o miradas, incluso durante las prácticas. Iwaizumi
tampoco está ajeno a todo lo que sucede, se da cuenta de que llega a ser
incómoda la situación entre Oikawa y él para los demás, y aunque sus compañeros
de club están acostumbrados, no puede
decir lo mismo de las otras escuelas. Y no es que les culpe, de hecho para él
también está siendo demasiado complicado esto, comienza a salirse de su
control.
–
Vamos a comenzar de una vez entonces… – Moniwa decidió tomar la palabra, visto
que Futakuchi (impertinente para algunas cosas) estaba más atento a lo que
pasaba entre Oikawa e Iwaizumi, que en seguir con el juego que él mismo había
propuesto.
Dispusieron
la barra usando un palo de escoba que dos chicos sujetaron por cada extremo,
elevándola a una altura en común. Luego a alguien se le ocurrió poner música de
moda para usarla de fondo y amenizar el momento, además de la bulla que entre
ellos comenzaron a hacer para ambientar como los adolescentes que son. Mientras
tanto, los chicos que han decidido no participar del juego se han sentado a un
costado.
–
Suga, ¿estás cómodo? Si estás cansado podemos adelantarnos al dormitorio… –
Sawamura le miró con un dejo de preocupación. Aunque el peliplatino prefiere
llamarle “sobreprotección”. Es después de todo cualidad de su novio,
preocuparse absolutamente por toda su tranquilidad y seguridad.
–
Estoy bien, Dai~ además, tengo ganas de ver en qué irá a terminar todo esto.
Presiento que habrá algunos aquí que sentirán en peligro su orgullo seme… –
Dijo con una sonrisilla, mirando a la distancia cómo comenzaban a agruparse en
turnos mediante el famoso juego “piedra, papel y tijeras”… – Habría sido
divertido jugar también, cuando haya otra oportunidad y hayamos tenido a
nuestro bebé, vamos a participar Dai~
Sawamura
asintió, sujetó su mano y le acarició la tripa con la libre. Tener a su bebé.
Ah, tenía tantas ganas de que eso ocurriera pronto. Ya deseaba abrazar a su
bebé, admirarle, alimentarle, cuidarle, amarle. De pronto una serie de gritos
entusiasmados reventó la burbuja de pensamientos del cuervo, los lugares se han decidido. Tsukishima irá primero junto a
Yamaguchi, el pecoso sin embargo no se siente muy seguro de hacerlo bien.
–
¿Qué te pasa? No irás a decir que te da vergüenza, ¿no? Y tú dijiste
entusiasmadamente que sí querías jugar… – El rubio le riñó cuando su pecoso
novio le sujetó la manga de su polera, mirándole con ojos ansiosos.
–
No es eso. Quería jugar, cuando se suponía que era individual~ – Se excusó,
mirando aprehensivamente a su novio. Los anteojos de Tsukishima resbalaron por
el puente de su nariz y él los acomodó nuevamente con uno de sus largos y
esbeltos dedos. Yamaguchi sabe que está extralimitando la paciencia del rubio…
– No te enojes, es solo que… que… – Tartamudeó, mordiéndose nerviosamente los
labios.
–
¿Qué? Habla de una vez que nos están mirando todos… – Le gruñó con tono agrio,
perdiendo los estribos porque no estaba entendiendo cuál era el punto de su
novio.
–
Es que… no soy tan delgado, y no hay tanta diferencia de estatura entre
nosotros, pienso que… no me podrás… – Consiguió decir, sudando de purititos
nervios. Y de pronto deseó ser un poco, solo un poco más bajo. Y tal vez sería
más delgado, más menudito como Hinata o Nishinoya-san.
A
Tsukishima le saltaron varias venitas en la sien. Ahora sí estaba realmente
molesto.
–
¿Estás diciéndome debilucho?
–
¡No! No quise decir para nada eso, Tsukki~ pero yo no me siento ligero, y…
–
Para el caso, es como si no confiaras en mi fuerza, Tadashi… – El rubio dijo
con tono áspero, acomodándose nuevamente los lentes, mirándole fijamente.
–
Yo, confío en ti Tsukki~
–
Bien, entonces no hay nada qué discutir, ahora ven… – Que se lo dijera de esa
forma tan autoritaria, no ayudaba a los inevitables nervios del pecoso.
Aún
así, Yamaguchi se acercó a su novio. Tsukishima le pasó una mano por la cintura
y luego le indicó que simplemente confiara en él, pues se encargaría de todo.
La barra estaba a una altura de un metro y veinte centímetros, lo que era
relativamente sencillo según la vista. Tsukishima levantó a Yamaguchi
rápidamente, pasando la otra mano por debajo de sus rodillas, aguantando el
peso de su novio con estoica entereza. El pecoso se sonrojó como termostato,
esta postura era demasiado vergonzosa como para todavía hacerla delante de los
demás.
–
Si tanta vergüenza te da, solo oculta tu rostro en mi cuello… – Tsukishima dijo
repentinamente, dando un paso más cerca de la barra y tanteando el movimiento
que ejecutar para pasar. Yamaguchi no dijo nada, pero hizo lo que su novio
indicó, sintiéndose más seguro escondido
ahí, donde la tibieza de la piel del rubio le hacía sentir relajado.
–
Tsukishima~ recuerda las cinco sentadillas… – Futakuchi comentó todo sonrisas,
esperando ver al primero caer antes siquiera de intentar pasar por debajo de la
barra.
Tsukishima
miró fríamente a Futakuchi, pero al muchacho honestamente le importaban poco
las expresiones del alto rubio de Karasuno. De ese modo, ajustando el peso de
Yamaguchi en sus manos, Tsukishima comenzó por las sentadillas, las que fueron
considerablemente difíciles con el cuerpo de su novio entre sus brazos. Además,
le desconcentraba el hecho de que el aliento del pecoso le estuviera haciendo
cosquillas en el cuello. Con las piernas aún fuertes, finalmente el rubio se
acercó a la barra, tanteando el movimiento a realizar para pasar sin perder el
equilibrio ni que su cuerpo o el de Yamaguchi tocara el palo y éste fuera a
caer.
–
Sujétate bien, no vayas a soltarme Tadashi… – Le susurró para que solo su novio
le escuchara. Luego sintió los brazos del pecoso aferrarse con un poco más de
fuerza a sus hombros y cuello.
–
¡Qué romántico~! ¡Quiero tomar fotos! – Futakuchi dijo con toda la intención de
molestar. Aunque en realidad sí que sacó su móvil, pero más que hacer fotos
estaba tomando video.
–
Ah, es cierto; Lev, cuando Kuroo y yo tomemos lugar, haz fotos con mi móvil… –
Kenma le dijo a su compañero con su habitual expresión desinteresada, Kuroo
sonrió divertido; últimamente el pasatiempo favorito de su novio era hacerle
fotografías a él, y de vez en cuando algunas de pareja.
–
¿Por qué yo, Kenma-san?
–
Porque eres alto, tomarás buenos ángulos.
Lev
se río de buena gana. Luego Yaku le fulminó con la mirada, receloso porque su mocoso novio estuviera divertido con
Kenma. Sí, el malhumorado adolescente es celoso hasta la médula.
Volviendo
al juego, Tsukishima pasó sin mayor dificultad –mentira, le habían comenzado a
flaquear los brazos, pero nadie lo notó y él claramente no lo diría–. Yamaguchi
continuó escondido contra el cuello del rubio incluso una vez le bajó. Estaba
avergonzadísimo.
–
¡Asahi, ellos lo han hecho muy bien, pero tú y yo vamos a ganar! – Obviamente,
fue Nishinoya quien exclamó aquello.
–
Claro, pero aún ni siquiera es nuestro turno, Yuu… – Azumane sonrió, seguro de
que su novio no aceptaría un segundo lugar en este juego.
Así,
una a una cada pareja fue pasando. La primera ronda fue relativamente sencilla
para la mayoría, aunque hubo notoria diferencia en la cantidad de fuerza
empleada de parte de Azumane, Kageyama, Kuroo y Aone. Incluso si Futakuchi es
casi tan alto como el grandote de
Date, la diferencia en peso y fuerza era bastante.
Al
llegar al metro de altura del limbo, los primeros en ser eliminados fueron
Iwaizumi y Matsukawa, más que nada porque ninguno de los dos le ha puesto
empeño al juego. Quizá porque ambos podían sentir la mirada severa de Oikawa
sobre ellos, aunque ni bien Iwaizumi volteaba a verle, el capitán de Aoba
desviaba sus ojos, sabiendo de antemano que aún no tiene derecho alguno de
quejarse u opinar sobre las cosas que hace o deja de hacer. En esta ronda
también quedaron fuera Ennoshita y Tanaka, la verdad de todo esto es que ya
había sido todo un logro pasar la primera ronda, dado que ellos dos son casi de
la misma estatura y peso, y que en cierta forma todavía quedan algunas barreras en cuanto a confianza y
conocimiento del otro.
Siguieron
entonces así hasta que pasaron del metro y la meta eran 80 centímetros. En esta
ronda algunos definitivamente perdieron, Tsukishima y Yamaguchi fueron los
siguientes en la lista de eliminados, les siguieron en breve Inuoka y
Shibayama, así como Kindaichi y Kunimi. Estas dos parejas han sido eliminadas
por la misma razón que Tanaka y Ennoshita, cuestiones de confianza en el otro.
Ah, y vergüenza por supuesto. Al bajar la barra cinco centímetros más, las
cosas se pusieron difíciles para algunos, Kamasaki con Moniwa no pudo más y la
forma en que soltó a su novio llegó a ser tan graciosa que ambos enrojecieron
furiosamente.
–
Capitán, usted tanto que nos riñe a Aone y a mí, pero anda con posturas
inmorales delante de todos.
–
Futakuchi, cállate… – Moniwa se cubrió el rostro con una toalla y se fue a
sentar en lo más apartado que fuera posible, mandando a su novio a mantener la
distancia.
El
chico iba a decir algo, pero entonces la mirada de su novio había sido suficiente
para hacerle saber que había sido suficiente. Que como hiciera enojar a Moniwa
sería castigado, y al final ambos terminarían pagando sus faltas, porque al
capitán se le ha dado bastante bien eso de castigarles
separándoles de varias formas.
Mientras
el juego continuaba, Oikawa tomó valor para acercarse a Iwaizumi.
–
Ustedes lo hicieron bien…
–
No digas cosas que realmente no piensas, Oikawa.
El
capitán se mordió la lengua –figurativamente– y se sintió lo suficientemente
torpe y pequeño junto a su amigo. Sin tema de conversación que
tomar como pretexto para intercambiar más palabras que las necesarias para las
prácticas.
–
Para con esto, Oikawa.
–
No estoy haciendo nada.
–
Sabes de lo que estoy hablando. Es incómodo, sobre todo para los demás, incluso
ahora que te has acercado a mí, algunos nos observan.
–
Pero, solo intento acercarme a ti, Iwa-chan… – El popular chico sintió que se
le estrujaba algo en el pecho cuando el otro le miró con desdén… – No intento
fastidiarla de nuevo, pero tampoco quiero alejarme de ti, ya te lo dije antes.
–
Eso lo sé, no necesitas repetírmelo… –
Iwaizumi dijo con seriedad, pero en su interior estaba feliz de que
Oikawa no se estuviera dando por vencido. Tenía esperanza, y aunque quisiera
negarlo, también seguía confiando en él.
Luego
simplemente se quedaron sentados juntos, sin más palabras de por medio. En el
centro del gimnasio, el juego había continuado. Y era momento en que Yaku se
sintiera otro poco más humillado.
Venga, que ser cargado de esta manera por Lev no era precisamente una de sus
actividades públicas favoritas. Le estaba molestando bastante tener que ser
tratado como una delicada chica.
–
Dónde demonios estás poniendo tu mano, mocoso.
–
Lo hago solo porque así es más fácil para mí moverme por debajo de la barra,
Yaku-san.
–
Más te vale que sea eso, porque como sea por otra razón…
–
¿Otra razón? ¿Te refieres a que tenga ganas de tocarte de alguna manera particularmente indecorosa?
–
No tientes demasiado a tu suerte, mocoso. O te aseguro que pasará un año entero
antes que puedas tocarme de maneras pervertidas.
–
Discutan sus intimidades en otro momento, no tenemos todo el día… – Gruñó de mala gana Futakuchi, que comenzaba a
sentirse desplazado por el par pues estaban teniendo más atención que él con
Aone. Sí, en cierta forma le gusta eso de ser centro de atención.
–
Creo que Futakuchi-san tampoco ha sido atendido por Aone-san… – Lev dijo con un
toque de malicia, pero antes de que los nombrados fueran a replicarle, comenzó
su turno.
Pasar
por debajo de la barra a esa altura y dado lo largo de sus piernas, no era para
nada sencillo. Comenzaba a sentir que el equilibrio le fallaba.
–
Concéntrate, Lev. En realidad aún podemos pasar, solo enfócate… – Yaku le
animó, hablándole bajito para que nadie más se enterara. Tenía una imagen que cuidar.
Lev
se sintió henchido de orgullo cuando Yaku le dijo aquellas palabras, así que el
resto fue más cosa de emoción que una buena estrategia. De esta manera, una a
una las siguientes parejas fueron haciendo lo propio. Pero para entonces seguía
siendo claro que para algunos estaba resultando menos complicado, y hasta el
momento la ventaja la tenía Karasuno, aunque Kuroo con Kenma no se estaban quedando
para nada atrás.
…
Ikejiri
sintió su corazón desbocado cuando vio a Fujimi ahí, de pie junto a la fuente
en un Parque cerca de su casa. Que estuviera bajo la luz de los faroles solo
había puesto a la escena un toque que ponía su humor mucho más animado de lo
que habría imaginado. Incapaz de hablar por la emoción, el pecoso castaño
simplemente estaba mirando al ojiazul a la distancia, pero tan fijamente que
pareció transmitirle su presencia.
–
Ikejiri… – Fujimi sonrió feliz al verle. Y avanzó esos pasos que los separaban,
indeciso entre estrecharle entre sus brazos o simplemente mantener la
distancia. Ambos llevaban las mejillas coloradas… – Viniste…
–
Y tú… realmente estás aquí, Fujimi… – El
pecoso castaño tragó hondo, conteniendo el llanto de felicidad, nervioso por no
animarse en hacer lo que había imaginado en esos días cuando tenían sus charlas
por la web. Abrazarle y confesarse.
–
Estoy… – El ojiazul sonrió, alargando la mano con cierto titubeo, pero lo
suficientemente decidido para tomar la ajena y estrecharlas… – Se siente un poco extraño, ¿verdad?
– Sí… – Admitió avergonzado a morir.
–
Pero me gusta. Tenía muchas ganas de verte, Ikejiri.
–
Yo a ti también.
Las
palabras entonces no brotaron de ninguno de los dos, parecían algo indecisos entre
lo que querían decir, y lo que pensaban que estaba bien decir. Ambos tienen
sentimientos por el otro, pero también miedos y dudas. Fujimi no puede dejar de
pensar que esto podría ser una ilusión, o una consecuencia de las
circunstancias. Después de todo son dos corazones heridos que podrían
simplemente estar ansiosos de un refugio.
Antes, cuando comprendió que lo suyo con Lance estaba en el pasado, no pudo
evitar preguntarse si en algo había cambiado su forma de pensar, o si en algo
podría cambiar su forma de sentir. Tenía miedo de sí mismo, de ser un poco
estúpido y equivocarse.
–
Antes hablábamos más por computadora o teléfono. Ahora parece que no tenemos
mucho para decirnos.
–
En realidad quiero decirte muchas cosas, Ikejiri. No malentiendas mi silencio,
y no me hagas malinterpretar el tuyo.
El
pecoso castaño asintió. Ambos están sentados en una banca del parque, como un
par de amigos que aún vagan por las calles antes de volver a casa. Amigos.
Ikejiri pensó que esto es lo que son, lo que parecen, lo que deberían seguir
siendo.
–
La cita que tuvimos, me gustó mucho Iekjiri.
–
Sí, la disfruté mucho también, Fujimi. Realmente sería genial recorrer todos
esos lugares algún día, juntos.
–
Entonces, podríamos comenzar por ser más honestos el uno con el otro. Hace unos
minutos sentía que si pudiéramos traspasar el tiempo y la distancia, habríamos
dado todo por estar frente a frente mientras hablábamos por teléfono, pero…
ahora realmente estamos frente a frente y no estamos diciendo nada.
–
Es porque tengo miedo… – Ikejiri fue el primero en admitir… – Tengo miedo de,
de decirte lo que siento y que esto vaya a terminar mal de alguna manera.
–
¿Y por qué habría de terminar mal?
–
No lo sé. Yo, me sentí feliz cuando me contaste sobre Lance. Sentí que tenía
esperanzas ahora que no había un primer amor que pudiera confundirte o algo
así, pero… no estoy seguro de lo que podría atarnos
a ti y a mí en una relación sentimental. Tengo miedo, de que alguien pueda
gustarte en cualquier momento.
–
¿Porque fui de Yamaguchi a Tanaka-senpai rápidamente? ¿No has olvidado eso,
verdad? – Fujimi sintió un pinchazo de remordimiento cuando el pecoso asintió…
– ¿a ti volverá a gustarte Sawamura-san?
–
No.
–
¿Cómo estás tan seguro?
–
Porque, lo siento. Es algo que siento en mi pecho. Quiero decir, Daichi siempre
va a ser mi primer amor, pero no estoy atado más a él.
–
¿Y no puedes confiar en que yo actúe de esa manera?
–
Sí puedo, si tú me haces sentir seguro Fujimi.
El
ojiazul le miró, honestamente algo confundido. ¿Él brindarle seguridad? Pero
cómo. Él no se reconoce bueno en ello, porque fue un chico inseguro durante
mucho tiempo, por esa razón iba y se enamoraba
fácilmente.
…
En
la ronda de los 70 centímetros, era turno de Kageyama y Hinata. El setter
estaba ideando la estrategia cuando el pelinaranja simplemente se le trepó
encima cual monito juguetón.
–
Hinata, todavía no estamos listos… – Dijo, obligándole a soltar el agarre y
bajar. Hinata hizo puchero, pero no insistió.
–
Por qué no. Lo has hecho muy bien hasta ahora. Solo me sujeto fuerte y tú te
encargas del resto, ¿cierto?
–
Ningún cierto. Tengo que pensar la
mejor forma de hacerlo, ahora tengo que bajar mi estatura hasta los setenta
centímetros, eso es demasiado para mí que soy tan alto.
–
Pero Kageyama, eres súper fuerte e inteligente, podrás hacerlo. Solo ¡vamos
allá! – Hinata exclamó con algarabía, sonriendo ampliamente desde que inicio el
juego, Kageyama se daba cuenta ahora de eso, de la alegría desbordante de su
pequeño novio en este día.
–
¿Por qué estás tan contento, Hinata?
–
¿Eh?
–
Tú, has estado todo sonrisas.
–
Siempre sonrío, o casi siempre. Tengo muchos motivos para estar contento, estar
con los chicos es uno. Me gusta cuando nos reunimos todos, se vuelve más
divertido el voleibol. Además, estoy contigo y eso, lo vuelve aún mejor… – Al
final, las palabras del pelinaranja habían perdido fuerza, cediendo a la
vergüenza. Las mejillas de la joven pareja se bañó de rubor… – ¡Deja de poner
pretextos y cárgame de una vez!
–
¡Ah! ¡Te crees que es tan sencillo como cargarte y ya¡ ¡Tal vez no parezca,
pero cargarte repetidamente sí que es cansado, Hinata idiota!
–
¡Me estás diciendo pesado Bakayama!
–
¡Cállate y ven aquí rápido!
–
¡No me ordenes!
–
¡Apresúrate!
–
¡Bakayama!
Así,
entre gritos y sonrojos, Hinata volvió a ser cargado por Kageyama, nada linda
la escena. Bueno, tal vez sí, ellos a pesar de su idiotez solían tener este
encanto. Finalmente, cuando Kageyama se inclinó con Hinata en brazos, el cuadro
se pintó muy de película. Más de alguno se imaginó a la pareja entre destellos
dorados, o una lluvia de balas –los hay románticos, y los hay más de la
acción–. Y justo cuando Kageyama comenzó a pasar por debajo de la barra, de
alguna manera su pelvis rozaba directamente el trasero de Hinata.
–
Oh… – El pelinaranja miró hacia abajo
entre sus cuerpos, mientras su novio continuaba equilibrando sus movimientos
para cruzar del otro lado… – Tobio~
¿crees que podríamos hacerlo de esta
manera?
Al
diablo, cualquier rasgo de concentración y control se fue al carajo por la
pregunta del pelinaranja, el pelinegro le ha soltado abruptamente y su trasero
ha golpeado graciosamente el suelo –con suerte la altura no era nada, así que
de un ligero golpe no ha pasado–. Kageyama, rojo hasta las orejas farfullaba
entre dientes mientras se alejaba e iba directo a su bolso para tomar su
botella de agua. Hinata, pucheroso por el desplante
tan grosero, se levantó y le siguió ansioso por una explicación del repentino
cambio. Mientras tanto, el resto de los adolescentes ni se ha enterado de nada,
así que simplemente asumen que a Kageyama le falló la concentración y continúan
con el juego.
–
¿Qué te ha pasado, Kageyama?
–
¿Qué me ha pasado? ¡Qué te pasó a ti, Hinata! ¿Cómo haces esa clase de
preguntas que suenan más a insinuación que otra cosa?
–
¿Ah? Oh, oh… – El rostro del pelinaranja
estalló en sonrojo, recién se daba cuenta de lo que había dicho… – Yo, esto.
–
Idiota… – El pelinegro murmuró mirándole de reojo, ambos demasiado avergonzados
como para continuar la conversación.
En
tanto, en el limbo estaban cruzando las otras parejas. Asahi con Yuu estaban
comenzando a tener algunos problemas (aunque todavía consiguieron pasar), más
que nada por la altura de los más fornidos ya que Aone con Futakuchi estaba
pasando por lo mismo y han sido eliminados en esta ronda. Mientras que el que
ha demostrado más agilidad para estos juegos ha sido Kuroo con Kenma.
A
60 centímetros de altura, solo tres parejas se estaban disputando el primer
puesto. Asahi con Yuu, Kuroo con Kenma, y Lev con Yaku. Estos últimos eran los
que más estaban sorprendiendo por estar en las finales. Cada club estaba
entonces animando a sus amigos, aunque Nekoma tenía más probabilidades de
ganar, Karasuno confiaba en sus representantes. El juego se ha convertido en
cuestión de orgullo, casi como un partido de verdad. Mientras el juego
continuaba hasta decidir un ganador, Oikawa e Iwaizumi han salido del gimnasio
y andado rumbo a los dormitorios.
–
Se darán cuenta de que no estamos, Iwa-chan.
–
¿Y? ¿Eso te preocupa?
–
No… – Respondió. Pero en su pensamiento solo le preocupaba que todos pensaran
que él estaba intentando algo extraño con Iwaizumi. Sin embargo, había sido su amigo quien había dicho estar cansado y
que deberían marcharse. Deberían. O sea, ambos… – Iwa-chan, no sé cómo ganarme
otra vez tu confianza. Y siento que cada cosa que haga o diga solo irá en mi
contra.
–
Es como se dice, no sabes lo que tienes
hasta que lo ves perdido, ¿verdad?
Oikawa
se detuvo, y estiró la mano sujetando la muñeca de Iwaizumi. El estremecimiento
en ambos muchachos fue evidente. Aún había demasiado entre ellos, sentimientos
verdaderos. Inconclusos, confusos, heridos, temerosos, pero sentimientos al fin
y al cabo.
–
Sí, es exactamente de esa manera. Fui patán, engreído y todo lo demás. Pero, yo
en verdad te quiero, Iwa-chan. Pero estoy atrapado, no sé cómo hacerte llegar
mis sentimientos.
Iwaizumi
volvió la mirada. Este no era el Oikawa al que está acostumbrado, al que ha
conocido durante tantos años. Este no es el Oikawa sobrado de confianza con
quien ha crecido, o de quien se ha enamorado. El Oikawa vulnerable le hace
entrar en pánico también. Le hace titubear, tener ganas de abrazarle y decir
que todo está bien, que le perdona y seguir adelante.
–
Eres inteligente, ¿no es así? Sigue esforzándote simplemente, Oikawa… – Reúne
el coraje para decirlo y lo suelta sin más, deshaciendo el agarre de la mano de
su amigo y siguiendo su camino.
–
¿Por qué me has pedido venir contigo? ¿Estás vengándote, Iwa-chan? ¿Me tienes a
tu lado para que ansíe más y más seguirte? ¿Quieres que ruegue tu perdón?
–
No… – Iwaizumi no se había puesto a pensar en eso de tal manera. Le pidió salir
del gimnasio casi por costumbre, porque siempre andaban juntos cuando no había
chicas alrededor que tuvieran la atención de Oikawa… – Eres libre de ir donde
quieras, lamento haber hecho que malinterpretaras mis acciones.
Oikawa
tensó los puños y se mordió los labios. Así que esa sensación de desesperación
tan avasalladora es impotencia. Ciertamente no es que le resulte desconocida,
lo ha experimentado cuando se trata de voleibol, pero ahora que es su corazón
quien está en juego, es absolutamente
diferente.
–
No quiero renunciar a ti, Iwa-chan. De algún modo… de algún modo conseguiré
hacer que te enamores nuevamente de mí.
–
Oikawa, el problema no estriba en eso… – El morocho dijo sin mirar atrás, a
unos cuantos pasos lejos del otro… – Yo sigo enamorado de ti, Tooru.
–
Iwa-chan…
–
Sin embargo, también estoy herido por tu causa. Más que enamorarme de nuevo,
tendrías que sanar el daño que me hiciste.
Oikawa
sintió un vuelco en su corazón. Esta sinceridad de Iwaizumi le ha tocado la
fibra más sensible de su alma. Pero es así después de todo, y es probablemente
una de las cualidades más fuertes del morocho, su sinceridad.
–
Lo haré, Iwa-chan. Sanaré tu corazón, aunque tenga que quebrar el mío en el camino.
…
Nishinoya
estaba pomposamente feliz, finalmente se ha hecho con el triunfo junto a Asahi.
Los reyes del limbo son ellos. Kuroo y Kenma no están preocupados, de hecho al
final era solo diversión. Además, Kenma está entretenidísimo viendo las
fotografías y videos que Inuoka hizo con su móvil –ya que Lev había terminado
más concentrado en Yaku y el juego, el hiperactivo gatito se había quedado con la tarea–. Y ya en eso, Lev ha sido castigado por Yaku, porque según éste,
la causa por la que perdieron la final contra Karasuno fue su falta de
experiencia.
–
Pero no es como si pudiera hacerme de experiencia de un momento a otro,
Yaku-san~ es injusto que me castigues sin poder besarte.
–
Cállate mocoso, ya lo dije y así se hará.
Enfurruñado,
Lev cargó a Yaku justo como todas esas ocasiones en el juego y se lo llevó
contra su voluntad fuera del gimnasio, Moniwa solo esperó que no fueran a hacer
cosas indebidas en instalaciones de la escuela, o las consecuencias alcanzarían
a su club por supuesto.
–
¡Bájame, estúpido mocoso!
–
No soy ningún estúpido mocoso, Yaku Morisuke… – Lev dijo con voz gruesa,
arrinconándole contra algún muro fuera del gimnasio, irguiéndose en toda su
altura era intimidante, y la forma en que sus ojos expresaban su fuerza hacían
estremecer al mayor de los dos… – Que digas tan a la ligera que no me dejarás
besarte por haber perdido en un juego solamente, me hace pensar que no te tomas
mis sentimientos en serio. ¿Tienes idea de cuánto me gustas? ¿De cuánto esperé
por acercarme a ti como ahora? Ser tu novio era mi máximo sueño desde que
llegué a Nekoma.
–
Por eso eres un mocoso, Lev… – Yaku sonrió prepotente, tirando de la polera del
mestizo para acercarle aún más… – ¿Crees que siendo como soy saldría con
cualquier chico? Estoy contigo porque me gustas, ya te lo he dicho antes, ¿no?
–
Creo que no puedo recordarlo… – El
mestizo dijo con aire solemne.
– Mira, mocoso… – Yaku tiró más fuerte,
mirándole directamente con el ceño fruncido… –
Aunque haya dicho eso del castigo, no soy tan idiota como para dejarlo
pasar por demasiado tiempo. Así que bésame y deja de quejarte por todo, Haiba
Lev, mocoso.
El
mestizo sonrió divertido. Yaku tenía las formas más extrañas de demostrar sus
sentimientos, pero era lo que más le gustaba de él. Y era imposible de dominar,
en verdad que sí. Lev se acercó lentamente, casi tentando a su suerte y
esperando ver a Yaku desesperarse por el momento en que sus labios finalmente
hicieran contacto. Pero Yaku era difícil,
y aguantaba por orgullo todos sus intentos por seducirle, o lo que sea que
intenta cada vez que quiere obtener algo de emociones
de su parte. Lev incluso fue más allá de esto, y jugó a rozar sus labios por el
contorno de la mandíbula de Yaku, jugueteando también con el roce de su nariz
por sus mejillas. Yaku se dejaba hacer pacientemente, esperando el momento en
que sus bocas se alcanzaran, sin mostrar cuán impaciente estaba por ello. Pero
cuando fue así, Yaku profundizó el beso desde el primer momento, tomando el
control y mostrándole por qué era él el mayor (aunque no es como si tuviese
mucha experiencia en las artes del besar en realidad, solo estaba siendo algo prepotente
para variar). Lev apoyó una mano en el muro, mientras la otra se paseaba por la
cintura del más bajo, pegándose a su menudo cuerpo en busca de más de su calor.
Luego, repentinamente fue Yaku quien rompió el beso, dejándole con ganas de más
de su seductora lengua haciendo estragos su conciencia.
–
Y más vale que en adelante no juzgues mis acciones, estúpido mocoso.
Ah,
si Yaku no gruñera por todo, no sería Yaku a fin de cuentas. Lev asintió, medio
atontado por el momento y con el corazón alocado contra su pecho, además del
calor hormonal que, inevitablemente, ha ascendido en su cuerpo.
…
Fujimi
miró en todas direcciones para asegurarse de cuánta gente estaba ahí.
Honestamente había muchas personas, familias incluso, parejas, amigos. Se mordió
el labio inferior y luego ancló su mirada en la de Ikejiri.
–
Escucha, no sé cómo darte esa seguridad que me pides. Pero puedo decirte esto…
– El ojiazul tomó la mano del pecoso castaño y la colocó sobre su pecho, a la
altura de su corazón. Ese músculo que latía apresurado y que era percibido por
ambos adolescentes… – Durante tres años cometí muchas estupideces, pero desde
que te conocí he sentido este algo diferente, y todo el tiempo que hemos
compartido me ha hecho darme cuenta de que me gustas tú, y me gusta quién soy
cuando pienso en ti, cuando hablo contigo, cuando estoy a tu lado. Hacía mucho
tiempo que no experimentaba esa sensación, pero contigo Ikejiri puedo pensar
“ah, vale la pena todo lo que pude pasar si por eso pude conocerle”. Es como si,
fueras mi salvación. Como un ángel, o algo así.
Ikejiri
se sonrojó a más no poder al escucharle. Fujimi era romántico, pero también
sentía que no eran solo palabras románticas, sentía que estaba siendo sincero,
y eso le gustaba más que nada. Sonrió y se dijo a sí mismo que confiaría en
estas palabras.
–
Fujimi, me gustas mucho.
–
Entonces, ¿puedo devolverte tu beso?
El
pecoso castaño se sonrojó nuevamente, pero asintió. Cuando el rostro de Fujimi
comenzó a acercarse, él instintivamente cerró sus ojos, expectante al beso que
recibiría. Antes fue solo un roce, ahora, sería diferente, porque es Fujimi
quien le besará a él. El ojiazul sonrió enternecido, todo en Ikejiri parecía
lleno de inocencia. Le tocó los
labios con un dedo, acariciándolos con devoción, y justo cuando el pecoso
castaño abrió sus ojos curioso por este toque, los labios de Fujimi arroparon
los suyos, haciendo que miles de mariposas estallasen en su vientre.
--//--
Al
día siguiente las prácticas del segundo día en Datekou estaban llenas de
chicas, al parecer la voz de la presencia de Aoba Johsai ha corrido por toda la
escuela, y las seguidoras han
invadido el gimnasio para verle. La popularidad de Oikawa era así de abrumadora,
como si fuera un modelo, o un artista de renombre nacional.
El
entrenamiento estaba resultando un poco fastidioso por tanto escándalo, pero lo
estaban manejando lo mejor que les era posible. Los entrenadores se limitan a
hacer su trabajo, a guiar a sus jugadores y marcarles sus fallas o felicitarles
los aciertos. Sin embargo, Iwaizumi estaba incómodo, pero esa vez, Oikawa
también. Cuando se tomó un descanso, un grupo de chicas se animó en acercarse,
le llevaban galletas y otros obsequios propios de adolescentes enamoradas.
También pedían hacerse fotografías con él.
–
Lo siento, pero no puedo aceptar sus presentes, chicas… – Oikawa dijo con una
impecable sonrisa. A veces era galante por naturaleza, y no necesariamente con
intención.
–
Pero Oikawa-san~ por qué no.
–
Es porque hay alguien que me gusta, y estoy seguro de que aceptar los regalos
de otras chicas no ayudará a que me tome en serio.
–
¡Qué! ¿Oikawa-san está enamorado? ¡No~ por qué~!
–
Es así, soy un adolescente como ustedes después de todo. Así que, perdonen que
rechace sus obsequios, agradezco que me tengan presente pero a partir de ahora,
debo portarme a la altura de quien me gusta, espero lo entiendan.
Las
chicas gimotearon e hicieron puchero, incluso parecían realmente deprimidas
porque ahora el popular muchacho no era libre.
El rumor comenzaría a circular rápidamente ya que todas ellas comenzaron a
hacer comentarios en sus redes sociales. Oikawa volvió a las prácticas sin
decir nada, pero la mayoría se había percatado de lo que había hecho, sobre
todo Iwaizumi. Estaba emocionado, no iba a negarlo, Oikawa se estaba
esforzando, y él, seguramente caería de nuevo en él si lo intentaba un poco
más.
–
Oh, así que no es solo un fanfarrón, parece que quiere volver contigo honestamente,
Iwaizumi…
–
Sí, eso parece, Hanamaki.
–
¿Le darás otra oportunidad?
–
Sí, muy pronto quizá.
–
Por otro lado, cuándo vas a espabilar tú Kindaichi.
–
¿Eh? – El nombrado volvió la mirada
hacia su interlocutor. Matsukawa le miraba con su imperturbable cara de
desinterés.
–
¿Qué piensas de Kunimi? –Hanamaki le preguntó.
–
¿Qué pienso de qué?
–
Ah, por eso es que no has avanzado nada, hermano.
Kindaichi
les miró sin comprender demasiado.
–
Vamos hombre, se te tienen que decir las cosas directamente, o qué.
–
Esto…
–
Como no te des prisa, te lo van a ganar.
–
¿Ah?
–
Que le gustas, caray.
–
Hanamaki, eso tendría que haberlo descubierto él solo.
–
Esperaríamos una eternidad Matsukawa.
–
Escuchen, que haya relaciones de ese tipo en el club, y en otros clubes, no
significa que todos vayamos a terminar de esa manera, chicos.
–
Bueno, no. Hanamaki y yo aún somos heterosexuales.
–
Aunque pensándolo bien, puede que comience a experimentar el rollo gay.
– Cállate, Hanamaki… – Matsukawa le riñó con
seriedad. Y Kindaichi aprovechó la distracción de los senpai para escabullirse
de ahí.
Claro
que no, no y no. ¿A Kunimi gustarle él? ¡De ninguna manera! Es solamente que
últimamente hacen pareja cuando se trata de participar en los juegos raros que se proponen cuando se reúnen
todos. Pero, a Kunimi podría gustarle cualquier persona, una chica linda por
ejemplo. Con lo atractivo que es, no debería conformarse con menos que eso.
--//--
Takinoue
ha tomado el valor que necesitaba para hacer esto. Aunque no era justamente
como lo había pensado muchas veces antes, mucho antes –durante sus años de
escuela para ser exactos–. Pero ahí estaba, llamando a la puerta del
departamento de Shimada, con un ramo de rosas en la mano y el corazón atorado
en la garganta.
Shimada
atendió el llamado a su puerta, sorprendiéndose mucho al ver a su amigo ahí,
parado frente a su puerta hecho un manojo de nervios.
–
Qué haces aquí tan temprano, Takinoue.
–
En realidad fui a tu trabajo, pero dijeron que habías cambiado tu día de
descanso, así que vine hasta aquí. Esto… para ti… – Dijo torpemente, extendiendo el modesto ramo
de rosas hacia su interlocutor.
–
¿Para mí? ¿Soy una chica?
–
No, ya lo sé que no. Y sabía que esto tal vez no te gustaría, pero tenía ganas
de intentarlo.
–
¿Sigues con esa absurda idea de ser novios
para apadrinar al bebé de Keishin?
–
Eso, verás… – El rubio carraspeó
nerviosamente, sintiéndose bastante incómodo de no ser invitado a pasar al
menos… – He intentado decírtelo todos estos días pero no me escuchas. Yo, mh…
bueno, la verdad es que me has gustado desde la escuela, Makoto.
Los
anteojos de Shimada resbalaron en su nariz. Y sus ojos se abrieron de par en
par por la repentina declaración. ¿Qué clase de broma estaba haciéndole su
amigo ahora?
–
Hey, honey. Por qué tardas tanto en
volver… – Un hombre de cabello negro, alto y muy atractivo, se asomó a la
puerta. Le pasó el brazo por encima del hombro a Shimada y miró de arriba abajo
al rubio… – Quién es tu invitado. ¿Amigo
tuyo?
Takinoue
sintió que el alma se le iba al piso. Este hombre estaba usando unos
pantaloncillos nada más, y esa confianza al hablarle a Shimada, la forma en que
le abraza. Ahora entendía. Se sintió estúpido. Shimada tenía novio. Apretó el
ramo de rosas en su mano y girando sobre sus talones se marchó sin decir nada,
cómo hacerlo si se sentía completamente ridiculizado.
–
¡Yuusuke, espera!
Continuará……
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Disculpen las molestias, pero se eliminaran los comentarios con contenido de otras parajes fuera de las que se abordan en este blog, esperamos su comprensión