jueves, 29 de diciembre de 2016

Time Out. PARTE 27.



~~*~~
De los nuevos horizontes que se expanden cuando hay cambio de cancha


Que su corazón fuera a mil por hora solo por saber que Fujimi estaba ahí ya era mucho sobre cuánto habían evolucionado sus sentimientos por el ojiazul en ese tiempo. Ikejiri maldijo por lo bajo cuando el móvil cayó de sus manos haciendo un sonido estrépito en el piso de su habitación. Al otro lado de la línea, Fujimi sonrió divertido, halagado. Saber que produce este tipo de reacciones como el nerviosismo o la emoción en Ikejiri, le hacía sentir inmensamente agradecido.

– Ah, lo siento. Se, se me resbaló el móvil… – Tartamudeó abochornado, dejándose caer en su cama con el cabello alborotado aún húmedo y las mejillas arreboladas de carmín… ­– Tú, ¿en verdad estás aquí?

Sí, en verdad Ikejiri.

– Por-por qué. Quiero decir, es, repentino.

En realidad mis padres han tenido que venir por sus negocios, y yo he aprovechado para venir también.

– OH, entonces… ¿cuánto tiempo estarás aquí? Seguramente tendrás otras cosas qué hacer.

He venido con mis padres solo porque quiero verte a ti, Ikejiri.

El pecoso de cabellos castaños se sonrojó otro poco, sintiéndose más emocionado de lo que podría admitir.

¿Ikejiri?

– ¿Dónde estás ahora? Podemos reunirnos en algún sitio, si quieres Fujimi.

--//--
Datekou

Al Juego del Limbo se habían anotado casi todos los adolescentes, la mayoría con sus respectivas parejas sentimentales, para evitar malos entendidos o celos innecesarios. Aparte de ellos, Kindaichi con Kunimi también han terminado agregándose, del mismo modo estaba Iwaizumi con Matsukawa, aunque Hanamaki había sugerido ser su pareja también, por lo que los celos de Oikawa se habían disparado. Desde que ellos dos terminaron, los amigos de Iwaizumi lo tenían completamente acaparado, y el popular capitán de Aoba comenzaba a sentirse preocupado por las confianzas y las cercanías que estaban desarrollando.

– Esto va a ser un poco injusto… – Comenzó a quejarse Kamasaki… – Kageyama y Asahi-san lo tienen fácil, sus parejas además de ser bajitos deben pesar lo que una pluma… – El chico no se dio cuenta, pero a Moniwa comenzó a brotarle un lindo sonrojo en las mejillas y orejas, la pregunta era si se trataba de vergüenza o un dejo de molestia ya que parecía que su novio estaba insinuando que él no era lo suficientemente bajito o liviano como para cargarle. Vale, que no espera que lo vea como un chico delicado, pero sus implicaciones tampoco son precisamente justas para el momento… – Incluso Aone es fuerte, seguro levanta a Futakuchi como si nada, esperando que el peso de su cuerpo no sea equivalente al uso que le da a su boca.

– ¿Me estás diciendo parlanchín?

– Exactamente.

– Sin discusiones. Las reglas del juego son sencillas y cada uno eligió a su pareja, no vale quejarse ahora… – Futakuchi dijo haciendo puchero. Queriendo dar por zanjado el tema… – Oikawa-san, ¿no vas a participar?

– Esta vez no, pero me quedaré a observar. Así que simplemente continúen… – Oikawa trató de sonreír como en cualquier otro momento, pero la expresión de su cara simplemente no era la misma.

La mayoría de los adolescentes se ha percatado ya de que lo que sea que haya sucedido con Oikawa, está directamente relacionado con su repentino distanciamiento de su mejor amigo Iwaizumi, ya que es con él con quien menos ha intercambiado palabras o miradas, incluso durante las prácticas. Iwaizumi tampoco está ajeno a todo lo que sucede, se da cuenta de que llega a ser incómoda la situación entre Oikawa y él para los demás, y aunque sus compañeros de club están acostumbrados, no puede decir lo mismo de las otras escuelas. Y no es que les culpe, de hecho para él también está siendo demasiado complicado esto, comienza a salirse de su control.

– Vamos a comenzar de una vez entonces… – Moniwa decidió tomar la palabra, visto que Futakuchi (impertinente para algunas cosas) estaba más atento a lo que pasaba entre Oikawa e Iwaizumi, que en seguir con el juego que él mismo había propuesto.

Dispusieron la barra usando un palo de escoba que dos chicos sujetaron por cada extremo, elevándola a una altura en común. Luego a alguien se le ocurrió poner música de moda para usarla de fondo y amenizar el momento, además de la bulla que entre ellos comenzaron a hacer para ambientar como los adolescentes que son. Mientras tanto, los chicos que han decidido no participar del juego se han sentado a un costado.

– Suga, ¿estás cómodo? Si estás cansado podemos adelantarnos al dormitorio… – Sawamura le miró con un dejo de preocupación. Aunque el peliplatino prefiere llamarle “sobreprotección”. Es después de todo cualidad de su novio, preocuparse absolutamente por toda su tranquilidad y seguridad.

– Estoy bien, Dai~ además, tengo ganas de ver en qué irá a terminar todo esto. Presiento que habrá algunos aquí que sentirán en peligro su orgullo seme… – Dijo con una sonrisilla, mirando a la distancia cómo comenzaban a agruparse en turnos mediante el famoso juego “piedra, papel y tijeras”… – Habría sido divertido jugar también, cuando haya otra oportunidad y hayamos tenido a nuestro bebé, vamos a participar Dai~

Sawamura asintió, sujetó su mano y le acarició la tripa con la libre. Tener a su bebé. Ah, tenía tantas ganas de que eso ocurriera pronto. Ya deseaba abrazar a su bebé, admirarle, alimentarle, cuidarle, amarle. De pronto una serie de gritos entusiasmados reventó la burbuja de pensamientos del cuervo, los lugares se han decidido. Tsukishima irá primero junto a Yamaguchi, el pecoso sin embargo no se siente muy seguro de hacerlo bien.

– ¿Qué te pasa? No irás a decir que te da vergüenza, ¿no? Y tú dijiste entusiasmadamente que sí querías jugar… – El rubio le riñó cuando su pecoso novio le sujetó la manga de su polera, mirándole con ojos ansiosos.

– No es eso. Quería jugar, cuando se suponía que era individual~ – Se excusó, mirando aprehensivamente a su novio. Los anteojos de Tsukishima resbalaron por el puente de su nariz y él los acomodó nuevamente con uno de sus largos y esbeltos dedos. Yamaguchi sabe que está extralimitando la paciencia del rubio… – No te enojes, es solo que… que… – Tartamudeó, mordiéndose nerviosamente los labios.

– ¿Qué? Habla de una vez que nos están mirando todos… – Le gruñó con tono agrio, perdiendo los estribos porque no estaba entendiendo cuál era el punto de su novio.

– Es que… no soy tan delgado, y no hay tanta diferencia de estatura entre nosotros, pienso que… no me podrás… – Consiguió decir, sudando de purititos nervios. Y de pronto deseó ser un poco, solo un poco más bajo. Y tal vez sería más delgado, más menudito como Hinata o Nishinoya-san.

A Tsukishima le saltaron varias venitas en la sien. Ahora sí estaba realmente molesto.

– ¿Estás diciéndome debilucho?

– ¡No! No quise decir para nada eso, Tsukki~ pero yo no me siento ligero, y…

– Para el caso, es como si no confiaras en mi fuerza, Tadashi… – El rubio dijo con tono áspero, acomodándose nuevamente los lentes, mirándole fijamente.

– Yo, confío en ti Tsukki~

– Bien, entonces no hay nada qué discutir, ahora ven… – Que se lo dijera de esa forma tan autoritaria, no ayudaba a los inevitables nervios del pecoso.

Aún así, Yamaguchi se acercó a su novio. Tsukishima le pasó una mano por la cintura y luego le indicó que simplemente confiara en él, pues se encargaría de todo. La barra estaba a una altura de un metro y veinte centímetros, lo que era relativamente sencillo según la vista. Tsukishima levantó a Yamaguchi rápidamente, pasando la otra mano por debajo de sus rodillas, aguantando el peso de su novio con estoica entereza. El pecoso se sonrojó como termostato, esta postura era demasiado vergonzosa como para todavía hacerla delante de los demás.

– Si tanta vergüenza te da, solo oculta tu rostro en mi cuello… – Tsukishima dijo repentinamente, dando un paso más cerca de la barra y tanteando el movimiento que ejecutar para pasar. Yamaguchi no dijo nada, pero hizo lo que su novio indicó, sintiéndose más seguro escondido ahí, donde la tibieza de la piel del rubio le hacía sentir relajado.

– Tsukishima~ recuerda las cinco sentadillas… – Futakuchi comentó todo sonrisas, esperando ver al primero caer antes siquiera de intentar pasar por debajo de la barra.

Tsukishima miró fríamente a Futakuchi, pero al muchacho honestamente le importaban poco las expresiones del alto rubio de Karasuno. De ese modo, ajustando el peso de Yamaguchi en sus manos, Tsukishima comenzó por las sentadillas, las que fueron considerablemente difíciles con el cuerpo de su novio entre sus brazos. Además, le desconcentraba el hecho de que el aliento del pecoso le estuviera haciendo cosquillas en el cuello. Con las piernas aún fuertes, finalmente el rubio se acercó a la barra, tanteando el movimiento a realizar para pasar sin perder el equilibrio ni que su cuerpo o el de Yamaguchi tocara el palo y éste fuera a caer.

– Sujétate bien, no vayas a soltarme Tadashi… – Le susurró para que solo su novio le escuchara. Luego sintió los brazos del pecoso aferrarse con un poco más de fuerza a sus hombros y cuello.

– ¡Qué romántico~! ¡Quiero tomar fotos! – Futakuchi dijo con toda la intención de molestar. Aunque en realidad sí que sacó su móvil, pero más que hacer fotos estaba tomando video.

– Ah, es cierto; Lev, cuando Kuroo y yo tomemos lugar, haz fotos con mi móvil… – Kenma le dijo a su compañero con su habitual expresión desinteresada, Kuroo sonrió divertido; últimamente el pasatiempo favorito de su novio era hacerle fotografías a él, y de vez en cuando algunas de pareja.

– ¿Por qué yo, Kenma-san?

– Porque eres alto, tomarás buenos ángulos.

Lev se río de buena gana. Luego Yaku le fulminó con la mirada, receloso porque su mocoso novio estuviera divertido con Kenma. Sí, el malhumorado adolescente es celoso hasta la médula.

Volviendo al juego, Tsukishima pasó sin mayor dificultad –mentira, le habían comenzado a flaquear los brazos, pero nadie lo notó y él claramente no lo diría–. Yamaguchi continuó escondido contra el cuello del rubio incluso una vez le bajó. Estaba avergonzadísimo.

– ¡Asahi, ellos lo han hecho muy bien, pero tú y yo vamos a ganar! – Obviamente, fue Nishinoya quien exclamó aquello.

– Claro, pero aún ni siquiera es nuestro turno, Yuu… – Azumane sonrió, seguro de que su novio no aceptaría un segundo lugar en este juego.

Así, una a una cada pareja fue pasando. La primera ronda fue relativamente sencilla para la mayoría, aunque hubo notoria diferencia en la cantidad de fuerza empleada de parte de Azumane, Kageyama, Kuroo y Aone. Incluso si Futakuchi es casi tan alto como el grandote de Date, la diferencia en peso y fuerza era bastante.

Al llegar al metro de altura del limbo, los primeros en ser eliminados fueron Iwaizumi y Matsukawa, más que nada porque ninguno de los dos le ha puesto empeño al juego. Quizá porque ambos podían sentir la mirada severa de Oikawa sobre ellos, aunque ni bien Iwaizumi volteaba a verle, el capitán de Aoba desviaba sus ojos, sabiendo de antemano que aún no tiene derecho alguno de quejarse u opinar sobre las cosas que hace o deja de hacer. En esta ronda también quedaron fuera Ennoshita y Tanaka, la verdad de todo esto es que ya había sido todo un logro pasar la primera ronda, dado que ellos dos son casi de la misma estatura y peso, y que en cierta forma todavía quedan algunas barreras en cuanto a confianza y conocimiento del otro.

Siguieron entonces así hasta que pasaron del metro y la meta eran 80 centímetros. En esta ronda algunos definitivamente perdieron, Tsukishima y Yamaguchi fueron los siguientes en la lista de eliminados, les siguieron en breve Inuoka y Shibayama, así como Kindaichi y Kunimi. Estas dos parejas han sido eliminadas por la misma razón que Tanaka y Ennoshita, cuestiones de confianza en el otro. Ah, y vergüenza por supuesto. Al bajar la barra cinco centímetros más, las cosas se pusieron difíciles para algunos, Kamasaki con Moniwa no pudo más y la forma en que soltó a su novio llegó a ser tan graciosa que ambos enrojecieron furiosamente.

– Capitán, usted tanto que nos riñe a Aone y a mí, pero anda con posturas inmorales delante de todos.

– Futakuchi, cállate… – Moniwa se cubrió el rostro con una toalla y se fue a sentar en lo más apartado que fuera posible, mandando a su novio a mantener la distancia.

El chico iba a decir algo, pero entonces la mirada de su novio había sido suficiente para hacerle saber que había sido suficiente. Que como hiciera enojar a Moniwa sería castigado, y al final ambos terminarían pagando sus faltas, porque al capitán se le ha dado bastante bien eso de castigarles separándoles de varias formas.

Mientras el juego continuaba, Oikawa tomó valor para acercarse a Iwaizumi.

– Ustedes lo hicieron bien…

– No digas cosas que realmente no piensas, Oikawa.

El capitán se mordió la lengua –figurativamente– y se sintió lo suficientemente torpe y pequeño junto a su amigo. Sin tema de conversación que tomar como pretexto para intercambiar más palabras que las necesarias para las prácticas.

– Para con esto, Oikawa.

– No estoy haciendo nada.

– Sabes de lo que estoy hablando. Es incómodo, sobre todo para los demás, incluso ahora que te has acercado a mí, algunos nos observan.

– Pero, solo intento acercarme a ti, Iwa-chan… – El popular chico sintió que se le estrujaba algo en el pecho cuando el otro le miró con desdén… – No intento fastidiarla de nuevo, pero tampoco quiero alejarme de ti, ya te lo dije antes.

– Eso lo sé, no necesitas repetírmelo… –  Iwaizumi dijo con seriedad, pero en su interior estaba feliz de que Oikawa no se estuviera dando por vencido. Tenía esperanza, y aunque quisiera negarlo, también seguía confiando en él.

Luego simplemente se quedaron sentados juntos, sin más palabras de por medio. En el centro del gimnasio, el juego había continuado. Y era momento en que Yaku se sintiera otro poco más humillado. Venga, que ser cargado de esta manera por Lev no era precisamente una de sus actividades públicas favoritas. Le estaba molestando bastante tener que ser tratado como una delicada chica.

– Dónde demonios estás poniendo tu mano, mocoso.

– Lo hago solo porque así es más fácil para mí moverme por debajo de la barra, Yaku-san.

– Más te vale que sea eso, porque como sea por otra razón…

– ¿Otra razón? ¿Te refieres a que tenga ganas de tocarte de alguna manera particularmente indecorosa?

– No tientes demasiado a tu suerte, mocoso. O te aseguro que pasará un año entero antes que puedas tocarme de maneras pervertidas.

– Discutan sus intimidades en otro momento, no tenemos todo el día… –  Gruñó de mala gana Futakuchi, que comenzaba a sentirse desplazado por el par pues estaban teniendo más atención que él con Aone. Sí, en cierta forma le gusta eso de ser centro de atención.

– Creo que Futakuchi-san tampoco ha sido atendido por Aone-san… – Lev dijo con un toque de malicia, pero antes de que los nombrados fueran a replicarle, comenzó su turno.

Pasar por debajo de la barra a esa altura y dado lo largo de sus piernas, no era para nada sencillo. Comenzaba a sentir que el equilibrio le fallaba.

– Concéntrate, Lev. En realidad aún podemos pasar, solo enfócate… – Yaku le animó, hablándole bajito para que nadie más se enterara. Tenía una imagen que cuidar.

Lev se sintió henchido de orgullo cuando Yaku le dijo aquellas palabras, así que el resto fue más cosa de emoción que una buena estrategia. De esta manera, una a una las siguientes parejas fueron haciendo lo propio. Pero para entonces seguía siendo claro que para algunos estaba resultando menos complicado, y hasta el momento la ventaja la tenía Karasuno, aunque Kuroo con Kenma no se estaban quedando para nada atrás.


Ikejiri sintió su corazón desbocado cuando vio a Fujimi ahí, de pie junto a la fuente en un Parque cerca de su casa. Que estuviera bajo la luz de los faroles solo había puesto a la escena un toque que ponía su humor mucho más animado de lo que habría imaginado. Incapaz de hablar por la emoción, el pecoso castaño simplemente estaba mirando al ojiazul a la distancia, pero tan fijamente que pareció transmitirle su presencia.

– Ikejiri… – Fujimi sonrió feliz al verle. Y avanzó esos pasos que los separaban, indeciso entre estrecharle entre sus brazos o simplemente mantener la distancia. Ambos llevaban las mejillas coloradas… – Viniste…

– Y tú… realmente estás aquí, Fujimi… –  El pecoso castaño tragó hondo, conteniendo el llanto de felicidad, nervioso por no animarse en hacer lo que había imaginado en esos días cuando tenían sus charlas por la web. Abrazarle y confesarse.

– Estoy… – El ojiazul sonrió, alargando la mano con cierto titubeo, pero lo suficientemente decidido para tomar la ajena y estrecharlas… –  Se siente un poco extraño, ¿verdad?

  Sí… – Admitió avergonzado a morir.

– Pero me gusta. Tenía muchas ganas de verte, Ikejiri.

– Yo a ti también.

Las palabras entonces no brotaron de ninguno de los dos, parecían algo indecisos entre lo que querían decir, y lo que pensaban que estaba bien decir. Ambos tienen sentimientos por el otro, pero también miedos y dudas. Fujimi no puede dejar de pensar que esto podría ser una ilusión, o una consecuencia de las circunstancias. Después de todo son dos corazones heridos que podrían simplemente estar ansiosos de un refugio. Antes, cuando comprendió que lo suyo con Lance estaba en el pasado, no pudo evitar preguntarse si en algo había cambiado su forma de pensar, o si en algo podría cambiar su forma de sentir. Tenía miedo de sí mismo, de ser un poco estúpido y equivocarse.

– Antes hablábamos más por computadora o teléfono. Ahora parece que no tenemos mucho para decirnos.

– En realidad quiero decirte muchas cosas, Ikejiri. No malentiendas mi silencio, y no me hagas malinterpretar el tuyo.

El pecoso castaño asintió. Ambos están sentados en una banca del parque, como un par de amigos que aún vagan por las calles antes de volver a casa. Amigos. Ikejiri pensó que esto es lo que son, lo que parecen, lo que deberían seguir siendo.

– La cita que tuvimos, me gustó mucho Iekjiri.

– Sí, la disfruté mucho también, Fujimi. Realmente sería genial recorrer todos esos lugares algún día, juntos.

– Entonces, podríamos comenzar por ser más honestos el uno con el otro. Hace unos minutos sentía que si pudiéramos traspasar el tiempo y la distancia, habríamos dado todo por estar frente a frente mientras hablábamos por teléfono, pero… ahora realmente estamos frente a frente y no estamos diciendo nada.

– Es porque tengo miedo… – Ikejiri fue el primero en admitir… – Tengo miedo de, de decirte lo que siento y que esto vaya a terminar mal de alguna manera.

– ¿Y por qué habría de terminar mal?

– No lo sé. Yo, me sentí feliz cuando me contaste sobre Lance. Sentí que tenía esperanzas ahora que no había un primer amor que pudiera confundirte o algo así, pero… no estoy seguro de lo que podría atarnos a ti y a mí en una relación sentimental. Tengo miedo, de que alguien pueda gustarte en cualquier momento.

– ¿Porque fui de Yamaguchi a Tanaka-senpai rápidamente? ¿No has olvidado eso, verdad? – Fujimi sintió un pinchazo de remordimiento cuando el pecoso asintió… – ¿a ti volverá a gustarte Sawamura-san?

– No.

– ¿Cómo estás tan seguro?

– Porque, lo siento. Es algo que siento en mi pecho. Quiero decir, Daichi siempre va a ser mi primer amor, pero no estoy atado más a él.

– ¿Y no puedes confiar en que yo actúe de esa manera?

– Sí puedo, si tú me haces sentir seguro Fujimi.

El ojiazul le miró, honestamente algo confundido. ¿Él brindarle seguridad? Pero cómo. Él no se reconoce bueno en ello, porque fue un chico inseguro durante mucho tiempo, por esa razón iba y se enamoraba fácilmente.


En la ronda de los 70 centímetros, era turno de Kageyama y Hinata. El setter estaba ideando la estrategia cuando el pelinaranja simplemente se le trepó encima cual monito juguetón.

– Hinata, todavía no estamos listos… – Dijo, obligándole a soltar el agarre y bajar. Hinata hizo puchero, pero no insistió.

– Por qué no. Lo has hecho muy bien hasta ahora. Solo me sujeto fuerte y tú te encargas del resto, ¿cierto?

– Ningún cierto. Tengo que pensar la mejor forma de hacerlo, ahora tengo que bajar mi estatura hasta los setenta centímetros, eso es demasiado para mí que soy tan alto.

– Pero Kageyama, eres súper fuerte e inteligente, podrás hacerlo. Solo ¡vamos allá! – Hinata exclamó con algarabía, sonriendo ampliamente desde que inicio el juego, Kageyama se daba cuenta ahora de eso, de la alegría desbordante de su pequeño novio en este día.

– ¿Por qué estás tan contento, Hinata?

– ¿Eh?

– Tú, has estado todo sonrisas.

– Siempre sonrío, o casi siempre. Tengo muchos motivos para estar contento, estar con los chicos es uno. Me gusta cuando nos reunimos todos, se vuelve más divertido el voleibol. Además, estoy contigo y eso, lo vuelve aún mejor… – Al final, las palabras del pelinaranja habían perdido fuerza, cediendo a la vergüenza. Las mejillas de la joven pareja se bañó de rubor… – ¡Deja de poner pretextos y cárgame de una vez!

– ¡Ah! ¡Te crees que es tan sencillo como cargarte y ya¡ ¡Tal vez no parezca, pero cargarte repetidamente sí que es cansado, Hinata idiota!

– ¡Me estás diciendo pesado Bakayama!

– ¡Cállate y ven aquí rápido!

– ¡No me ordenes!

– ¡Apresúrate!

– ¡Bakayama!

Así, entre gritos y sonrojos, Hinata volvió a ser cargado por Kageyama, nada linda la escena. Bueno, tal vez sí, ellos a pesar de su idiotez solían tener este encanto. Finalmente, cuando Kageyama se inclinó con Hinata en brazos, el cuadro se pintó muy de película. Más de alguno se imaginó a la pareja entre destellos dorados, o una lluvia de balas –los hay románticos, y los hay más de la acción–. Y justo cuando Kageyama comenzó a pasar por debajo de la barra, de alguna manera su pelvis rozaba directamente el trasero de Hinata.

– Oh… –  El pelinaranja miró hacia abajo entre sus cuerpos, mientras su novio continuaba equilibrando sus movimientos para cruzar del otro lado… –  Tobio~ ¿crees que podríamos hacerlo de esta manera?

Al diablo, cualquier rasgo de concentración y control se fue al carajo por la pregunta del pelinaranja, el pelinegro le ha soltado abruptamente y su trasero ha golpeado graciosamente el suelo –con suerte la altura no era nada, así que de un ligero golpe no ha pasado–. Kageyama, rojo hasta las orejas farfullaba entre dientes mientras se alejaba e iba directo a su bolso para tomar su botella de agua. Hinata, pucheroso por el desplante tan grosero, se levantó y le siguió ansioso por una explicación del repentino cambio. Mientras tanto, el resto de los adolescentes ni se ha enterado de nada, así que simplemente asumen que a Kageyama le falló la concentración y continúan con el juego.

– ¿Qué te ha pasado, Kageyama?

– ¿Qué me ha pasado? ¡Qué te pasó a ti, Hinata! ¿Cómo haces esa clase de preguntas que suenan más a insinuación que otra cosa?

– ¿Ah? Oh, oh… –  El rostro del pelinaranja estalló en sonrojo, recién se daba cuenta de lo que había dicho… – Yo, esto.

– Idiota… – El pelinegro murmuró mirándole de reojo, ambos demasiado avergonzados como para continuar la conversación.

En tanto, en el limbo estaban cruzando las otras parejas. Asahi con Yuu estaban comenzando a tener algunos problemas (aunque todavía consiguieron pasar), más que nada por la altura de los más fornidos ya que Aone con Futakuchi estaba pasando por lo mismo y han sido eliminados en esta ronda. Mientras que el que ha demostrado más agilidad para estos juegos ha sido Kuroo con Kenma.

A 60 centímetros de altura, solo tres parejas se estaban disputando el primer puesto. Asahi con Yuu, Kuroo con Kenma, y Lev con Yaku. Estos últimos eran los que más estaban sorprendiendo por estar en las finales. Cada club estaba entonces animando a sus amigos, aunque Nekoma tenía más probabilidades de ganar, Karasuno confiaba en sus representantes. El juego se ha convertido en cuestión de orgullo, casi como un partido de verdad. Mientras el juego continuaba hasta decidir un ganador, Oikawa e Iwaizumi han salido del gimnasio y andado rumbo a los dormitorios.

– Se darán cuenta de que no estamos, Iwa-chan.

– ¿Y? ¿Eso te preocupa?

– No… – Respondió. Pero en su pensamiento solo le preocupaba que todos pensaran que él estaba intentando algo extraño con Iwaizumi. Sin embargo, había sido su amigo quien había dicho estar cansado y que deberían marcharse. Deberían. O sea, ambos… – Iwa-chan, no sé cómo ganarme otra vez tu confianza. Y siento que cada cosa que haga o diga solo irá en mi contra.

– Es como se dice, no sabes lo que tienes hasta que lo ves perdido, ¿verdad?

Oikawa se detuvo, y estiró la mano sujetando la muñeca de Iwaizumi. El estremecimiento en ambos muchachos fue evidente. Aún había demasiado entre ellos, sentimientos verdaderos. Inconclusos, confusos, heridos, temerosos, pero sentimientos al fin y al cabo.

– Sí, es exactamente de esa manera. Fui patán, engreído y todo lo demás. Pero, yo en verdad te quiero, Iwa-chan. Pero estoy atrapado, no sé cómo hacerte llegar mis sentimientos.

Iwaizumi volvió la mirada. Este no era el Oikawa al que está acostumbrado, al que ha conocido durante tantos años. Este no es el Oikawa sobrado de confianza con quien ha crecido, o de quien se ha enamorado. El Oikawa vulnerable le hace entrar en pánico también. Le hace titubear, tener ganas de abrazarle y decir que todo está bien, que le perdona y seguir adelante.

– Eres inteligente, ¿no es así? Sigue esforzándote simplemente, Oikawa… – Reúne el coraje para decirlo y lo suelta sin más, deshaciendo el agarre de la mano de su amigo y siguiendo su camino.

– ¿Por qué me has pedido venir contigo? ¿Estás vengándote, Iwa-chan? ¿Me tienes a tu lado para que ansíe más y más seguirte? ¿Quieres que ruegue tu perdón?

– No… – Iwaizumi no se había puesto a pensar en eso de tal manera. Le pidió salir del gimnasio casi por costumbre, porque siempre andaban juntos cuando no había chicas alrededor que tuvieran la atención de Oikawa… – Eres libre de ir donde quieras, lamento haber hecho que malinterpretaras mis acciones.

Oikawa tensó los puños y se mordió los labios. Así que esa sensación de desesperación tan avasalladora es impotencia. Ciertamente no es que le resulte desconocida, lo ha experimentado cuando se trata de voleibol, pero ahora que es su corazón quien está en juego, es absolutamente diferente.

– No quiero renunciar a ti, Iwa-chan. De algún modo… de algún modo conseguiré hacer que te enamores nuevamente de mí.

– Oikawa, el problema no estriba en eso… – El morocho dijo sin mirar atrás, a unos cuantos pasos lejos del otro… – Yo sigo enamorado de ti, Tooru.

– Iwa-chan…

– Sin embargo, también estoy herido por tu causa. Más que enamorarme de nuevo, tendrías que sanar el daño que me hiciste.

Oikawa sintió un vuelco en su corazón. Esta sinceridad de Iwaizumi le ha tocado la fibra más sensible de su alma. Pero es así después de todo, y es probablemente una de las cualidades más fuertes del morocho, su sinceridad.

– Lo haré, Iwa-chan. Sanaré tu corazón, aunque tenga que quebrar el mío en el camino.  


Nishinoya estaba pomposamente feliz, finalmente se ha hecho con el triunfo junto a Asahi. Los reyes del limbo son ellos. Kuroo y Kenma no están preocupados, de hecho al final era solo diversión. Además, Kenma está entretenidísimo viendo las fotografías y videos que Inuoka hizo con su móvil –ya que Lev había terminado más concentrado en Yaku y el juego, el hiperactivo gatito se había quedado con la tarea–. Y ya en eso, Lev ha sido castigado por Yaku, porque según éste, la causa por la que perdieron la final contra Karasuno fue su falta de experiencia.

– Pero no es como si pudiera hacerme de experiencia de un momento a otro, Yaku-san~ es injusto que me castigues sin poder besarte.

– Cállate mocoso, ya lo dije y así se hará.

Enfurruñado, Lev cargó a Yaku justo como todas esas ocasiones en el juego y se lo llevó contra su voluntad fuera del gimnasio, Moniwa solo esperó que no fueran a hacer cosas indebidas en instalaciones de la escuela, o las consecuencias alcanzarían a su club por supuesto.

– ¡Bájame, estúpido mocoso!

– No soy ningún estúpido mocoso, Yaku Morisuke… – Lev dijo con voz gruesa, arrinconándole contra algún muro fuera del gimnasio, irguiéndose en toda su altura era intimidante, y la forma en que sus ojos expresaban su fuerza hacían estremecer al mayor de los dos… – Que digas tan a la ligera que no me dejarás besarte por haber perdido en un juego solamente, me hace pensar que no te tomas mis sentimientos en serio. ¿Tienes idea de cuánto me gustas? ¿De cuánto esperé por acercarme a ti como ahora? Ser tu novio era mi máximo sueño desde que llegué a Nekoma.

– Por eso eres un mocoso, Lev… – Yaku sonrió prepotente, tirando de la polera del mestizo para acercarle aún más… – ¿Crees que siendo como soy saldría con cualquier chico? Estoy contigo porque me gustas, ya te lo he dicho antes, ¿no?

– Creo que no puedo recordarlo… –  El mestizo dijo con aire solemne.

  Mira, mocoso… – Yaku tiró más fuerte, mirándole directamente con el ceño fruncido… –  Aunque haya dicho eso del castigo, no soy tan idiota como para dejarlo pasar por demasiado tiempo. Así que bésame y deja de quejarte por todo, Haiba Lev, mocoso.

El mestizo sonrió divertido. Yaku tenía las formas más extrañas de demostrar sus sentimientos, pero era lo que más le gustaba de él. Y era imposible de dominar, en verdad que sí. Lev se acercó lentamente, casi tentando a su suerte y esperando ver a Yaku desesperarse por el momento en que sus labios finalmente hicieran contacto. Pero Yaku era difícil, y aguantaba por orgullo todos sus intentos por seducirle, o lo que sea que intenta cada vez que quiere obtener algo de emociones de su parte. Lev incluso fue más allá de esto, y jugó a rozar sus labios por el contorno de la mandíbula de Yaku, jugueteando también con el roce de su nariz por sus mejillas. Yaku se dejaba hacer pacientemente, esperando el momento en que sus bocas se alcanzaran, sin mostrar cuán impaciente estaba por ello. Pero cuando fue así, Yaku profundizó el beso desde el primer momento, tomando el control y mostrándole por qué era él el mayor (aunque no es como si tuviese mucha experiencia en las artes del besar en realidad, solo estaba siendo algo prepotente para variar). Lev apoyó una mano en el muro, mientras la otra se paseaba por la cintura del más bajo, pegándose a su menudo cuerpo en busca de más de su calor. Luego, repentinamente fue Yaku quien rompió el beso, dejándole con ganas de más de su seductora lengua haciendo estragos su conciencia.

– Y más vale que en adelante no juzgues mis acciones, estúpido mocoso.

Ah, si Yaku no gruñera por todo, no sería Yaku a fin de cuentas. Lev asintió, medio atontado por el momento y con el corazón alocado contra su pecho, además del calor hormonal que, inevitablemente, ha ascendido en su cuerpo.


Fujimi miró en todas direcciones para asegurarse de cuánta gente estaba ahí. Honestamente había muchas personas, familias incluso, parejas, amigos. Se mordió el labio inferior y luego ancló su mirada en la de Ikejiri.

– Escucha, no sé cómo darte esa seguridad que me pides. Pero puedo decirte esto… – El ojiazul tomó la mano del pecoso castaño y la colocó sobre su pecho, a la altura de su corazón. Ese músculo que latía apresurado y que era percibido por ambos adolescentes… – Durante tres años cometí muchas estupideces, pero desde que te conocí he sentido este algo diferente, y todo el tiempo que hemos compartido me ha hecho darme cuenta de que me gustas tú, y me gusta quién soy cuando pienso en ti, cuando hablo contigo, cuando estoy a tu lado. Hacía mucho tiempo que no experimentaba esa sensación, pero contigo Ikejiri puedo pensar “ah, vale la pena todo lo que pude pasar si por eso pude conocerle”. Es como si, fueras mi salvación. Como un ángel, o algo así.

Ikejiri se sonrojó a más no poder al escucharle. Fujimi era romántico, pero también sentía que no eran solo palabras románticas, sentía que estaba siendo sincero, y eso le gustaba más que nada. Sonrió y se dijo a sí mismo que confiaría en estas palabras.

– Fujimi, me gustas mucho.

– Entonces, ¿puedo devolverte tu beso?

El pecoso castaño se sonrojó nuevamente, pero asintió. Cuando el rostro de Fujimi comenzó a acercarse, él instintivamente cerró sus ojos, expectante al beso que recibiría. Antes fue solo un roce, ahora, sería diferente, porque es Fujimi quien le besará a él. El ojiazul sonrió enternecido, todo en Ikejiri parecía lleno de inocencia. Le tocó los labios con un dedo, acariciándolos con devoción, y justo cuando el pecoso castaño abrió sus ojos curioso por este toque, los labios de Fujimi arroparon los suyos, haciendo que miles de mariposas estallasen en su vientre.

--//--


Al día siguiente las prácticas del segundo día en Datekou estaban llenas de chicas, al parecer la voz de la presencia de Aoba Johsai ha corrido por toda la escuela, y las seguidoras han invadido el gimnasio para verle. La popularidad de Oikawa era así de abrumadora, como si fuera un modelo, o un artista de renombre nacional.

El entrenamiento estaba resultando un poco fastidioso por tanto escándalo, pero lo estaban manejando lo mejor que les era posible. Los entrenadores se limitan a hacer su trabajo, a guiar a sus jugadores y marcarles sus fallas o felicitarles los aciertos. Sin embargo, Iwaizumi estaba incómodo, pero esa vez, Oikawa también. Cuando se tomó un descanso, un grupo de chicas se animó en acercarse, le llevaban galletas y otros obsequios propios de adolescentes enamoradas. También pedían hacerse fotografías con él.

– Lo siento, pero no puedo aceptar sus presentes, chicas… – Oikawa dijo con una impecable sonrisa. A veces era galante por naturaleza, y no necesariamente con intención.

– Pero Oikawa-san~ por qué no.

– Es porque hay alguien que me gusta, y estoy seguro de que aceptar los regalos de otras chicas no ayudará a que me tome en serio.

– ¡Qué! ¿Oikawa-san está enamorado? ¡No~ por qué~!

– Es así, soy un adolescente como ustedes después de todo. Así que, perdonen que rechace sus obsequios, agradezco que me tengan presente pero a partir de ahora, debo portarme a la altura de quien me gusta, espero lo entiendan.

Las chicas gimotearon e hicieron puchero, incluso parecían realmente deprimidas porque ahora el popular muchacho no era libre. El rumor comenzaría a circular rápidamente ya que todas ellas comenzaron a hacer comentarios en sus redes sociales. Oikawa volvió a las prácticas sin decir nada, pero la mayoría se había percatado de lo que había hecho, sobre todo Iwaizumi. Estaba emocionado, no iba a negarlo, Oikawa se estaba esforzando, y él, seguramente caería de nuevo en él si lo intentaba un poco más.

– Oh, así que no es solo un fanfarrón, parece que quiere volver contigo honestamente, Iwaizumi…

– Sí, eso parece, Hanamaki.

– ¿Le darás otra oportunidad?

– Sí, muy pronto quizá.

– Por otro lado, cuándo vas a espabilar tú Kindaichi.

– ¿Eh? –  El nombrado volvió la mirada hacia su interlocutor. Matsukawa le miraba con su imperturbable cara de desinterés.

– ¿Qué piensas de Kunimi? –Hanamaki le preguntó.

– ¿Qué pienso de qué?

– Ah, por eso es que no has avanzado nada, hermano.

Kindaichi les miró sin comprender demasiado.

– Vamos hombre, se te tienen que decir las cosas directamente, o qué.

– Esto…

– Como no te des prisa, te lo van a ganar.

– ¿Ah?

– Que le gustas, caray.

– Hanamaki, eso tendría que haberlo descubierto él solo.

– Esperaríamos una eternidad Matsukawa.

– Escuchen, que haya relaciones de ese tipo en el club, y en otros clubes, no significa que todos vayamos a terminar de esa manera, chicos.

– Bueno, no. Hanamaki y yo aún somos heterosexuales.

– Aunque pensándolo bien, puede que comience a experimentar el rollo gay.

  Cállate, Hanamaki… – Matsukawa le riñó con seriedad. Y Kindaichi aprovechó la distracción de los senpai para escabullirse de ahí.

Claro que no, no y no. ¿A Kunimi gustarle él? ¡De ninguna manera! Es solamente que últimamente hacen pareja cuando se trata de participar en los juegos raros que se proponen cuando se reúnen todos. Pero, a Kunimi podría gustarle cualquier persona, una chica linda por ejemplo. Con lo atractivo que es, no debería conformarse con menos que eso.

--//--

Takinoue ha tomado el valor que necesitaba para hacer esto. Aunque no era justamente como lo había pensado muchas veces antes, mucho antes –durante sus años de escuela para ser exactos–. Pero ahí estaba, llamando a la puerta del departamento de Shimada, con un ramo de rosas en la mano y el corazón atorado en la garganta.

Shimada atendió el llamado a su puerta, sorprendiéndose mucho al ver a su amigo ahí, parado frente a su puerta hecho un manojo de nervios.

– Qué haces aquí tan temprano, Takinoue.

– En realidad fui a tu trabajo, pero dijeron que habías cambiado tu día de descanso, así que vine hasta aquí. Esto… para ti… –  Dijo torpemente, extendiendo el modesto ramo de rosas hacia su interlocutor.

– ¿Para mí? ¿Soy una chica?

– No, ya lo sé que no. Y sabía que esto tal vez no te gustaría, pero tenía ganas de intentarlo.

– ¿Sigues con esa absurda idea de ser novios para apadrinar al bebé de Keishin?

– Eso, verás… –  El rubio carraspeó nerviosamente, sintiéndose bastante incómodo de no ser invitado a pasar al menos… – He intentado decírtelo todos estos días pero no me escuchas. Yo, mh… bueno, la verdad es que me has gustado desde la escuela, Makoto.

Los anteojos de Shimada resbalaron en su nariz. Y sus ojos se abrieron de par en par por la repentina declaración. ¿Qué clase de broma estaba haciéndole su amigo ahora?

Hey, honey. Por qué tardas tanto en volver… – Un hombre de cabello negro, alto y muy atractivo, se asomó a la puerta. Le pasó el brazo por encima del hombro a Shimada y miró de arriba abajo al rubio… – Quién es tu invitado. ¿Amigo tuyo?

Takinoue sintió que el alma se le iba al piso. Este hombre estaba usando unos pantaloncillos nada más, y esa confianza al hablarle a Shimada, la forma en que le abraza. Ahora entendía. Se sintió estúpido. Shimada tenía novio. Apretó el ramo de rosas en su mano y girando sobre sus talones se marchó sin decir nada, cómo hacerlo si se sentía completamente ridiculizado.

– ¡Yuusuke, espera!


Continuará……

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Disculpen las molestias, pero se eliminaran los comentarios con contenido de otras parajes fuera de las que se abordan en este blog, esperamos su comprensión