jueves, 29 de diciembre de 2016

Time Out. PARTE 24.



~~*~~
De primeras veces en una duela desconocida y jugadores inexpertos

La pregunta de Kageyama le toma desprevenido. Hinata se mira al espejo y gimotea quedito. No, claro que no está bien, siente que podría colapsar de nervios. La idea de hacerlo mientras estaban en el campamento había sido espontánea, y de alguna manera la vergüenza, la ansiedad y los nervios fueron suplantados por la total curiosidad y el deseo. Pero justo ahora, la balanza estaba inclinada hacia el otro lado.

– Hinata.

– E-Estoy bien, solo… dame un minuto.

– Oye, si te sientes indispuesto solo dime. Conseguiré algo de medicina para ti.

– ¡Estoy bien! Solo, un minuto.

Sin embargo, ambos saben que las cosas no andan como quisieran. Kageyama va y busca algo de medicina para Hinata, mientras el pelinaranja se lava una y otra vez la cara, tratando de tranquilizarse. Casi cinco minutos después vuelve a la sala, el pelinegro le espera con unas pastillas y un vaso de agua. Se le enrojecen las mejillas de vergüenza, y también lamenta ser tan susceptible de cuerpo como para expresar a través de él todos sus estados emocionales.

– Lo siento… – Murmura aceptando la medicina, bebiendo un sorbo para tragarla.

– Por qué te disculpas, no es como si esto fuera el fin del mundo o algo… – Dice tratando de confortarlo. Pero su expresión seria parecía no ayudar mucho.

Luego se sientan uno junto al otro en el sofá. A Kageyama se le ha olvidado que estaba preparando algo de cena, y a Hinata solo le remuerde la conciencia. De pronto, el pelinegro le pasa un brazo por los hombros, con la otra mano le sujeta el mentón y se acerca por un beso. Beso que el pelinaranja rechaza echando el cuerpo hacia atrás. Kageyama le mira ceñudo, una reacción casi inconsciente, le pincha en el pecho que Hinata se aleje.

– Por qué.

– He vuelto el estómago, y mi boca… – Se la cubre con una mano y dice algo contra la palma. Pero es suficiente para que su novio entienda.

– Idiota, me has asustado. Tengo un cepillo dental extra, lo traeré para ti y así estarás más tranquilo, ¿verdad?

Hinata asiente, pero cuando Kageyama se levanta y da un paso, su mano automáticamente le sujeta por la muñeca.

– ¿Po-podemos subir, a tu habitación?

Kageyama vuelve la mirada algo confundido. Si está tan nervioso, ¿no sería peor si se encierran en su alcoba? Sin embargo, Hinata piensa lo contrario, que tal vez solo necesita sentirse un poco más confiado, quizá en intimidad.

– Vale, pero… – El pelinegro aclara la garganta. Su habitación ha sido especialmente ambientada para el momento, pero lo que menos quiere es que su novio se lo tome de otra manera… –  Veas lo que veas, no te sientas presionado, ¿de acuerdo?

El pelinaranja asiente nuevamente, y juntos suben las escaleras hasta la habitación del pelinegro. Cuando entran Hinata inmediatamente se da cuenta del dulce aroma flotando en el ambiente, y observa entonces las velas sin encender aún dispuestas en varios puntos de la habitación. Kageyama carraspea ligeramente incómodo, avergonzado de su propio intento de romanticismo.

– Tú, ¿hiciste esto, Kageyama?

– Quién más sino, idiota.

Aunque Kageyama ha bufado, Hinata sonríe. Le emociona saber que su novio se toma tan en serio todo esto de su primera vez en la intimidad, aunque ya antes se hayan tocado en varias ocasiones. El pelinegro rebusca entre sus cosas y finalmente le entrega el cepillo dental nuevo. El pelinaranja anuncia que usará el baño en el pasillo y sale hacia allá. Todavía le tamborilea emocionado el corazón, pero parece que ya no se siente tan nervioso como antes. Al volver a la habitación esperaba que las velas hubieran sido encendidas, pero no fue así, Hinata se sintió un poco desilusionado, parecía que realmente había echado todo a perder antes.

– ¿Quieres ver alguna película? O podemos jugar, tengo videojuegos que… – A Kageyama el discurso le fue interrumpido por los labios de Hinata, quien habiendo tirado de su playera le ha obligado a inclinarse para poder alcanzar su boca y besarle.

Hinata titubea apenas un poco, pero es sobre todo cariñoso. Kageyama se da cuenta de que la boca de su novio sabe a menta y yerbabuena causa de la pasta dental. E inevitablemente recuerda por qué es que saben así. Hinata estaba nervioso, mucho. Así que rompe el beso y le empuja suavemente por los hombros apartándose también, pero sin erguirse en toda su altura.

– Hinata, ya te dije que no tienes que presionarte.

– No lo estoy haciendo. Ya me siento mejor.

– Hasta hace unos minutos estabas más pálido que la nieve.

– Pero ya estoy bien, en serio Kageyama. ¿O es que ya no quieres hacerlo conmigo? ¿Te decepcioné? – Murmura bajando la mirada.

– ¿Por quién me tomas? Solo estoy preocupado por ti. Quiero que el recuerdo de nuestra primera vez sea agradable de principio a fin para ti… – Sincera el pelinegro.

– Está bien que me puse un poco nervioso…

– ¿Un poco? – Dice enarcando una de sus finas cejas.

– Bu-bueno, pero ya desapareció ese grado de nerviosismo. Ahora realmente quiero hacerlo contigo, Kageyama. Quiero que enciendas las velas y me hagas sentir especial.

Al pelinegro casi se le había olvidado el empeño que había puesto en cuanto al romanticismo se refiere. Y ahora su novio lo sacaba a colación. Sus mejillas enrojecieron furiosamente al recordar todo lo que había pasado para lograr tener todo listo. Desde la vergüenza por comprar velas aromáticas hasta el llenado de los formularios para las compras de lo demás.

– Está bien. Pero tienes que prometer que si te sientes incómodo en cualquier momento, vas a decírmelo.

Hinata simplemente asintió. Entonces Kageyama tomó el encendedor que estaba junto a una de las velas en la cómoda y comenzó a encenderlas.

– Kageyama…

– Mh…

– Cuándo… cuándo hiciste todo esto.

– Esta mañana antes de ir a la escuela.

El pelinaranja se sorprendió de cuán detallista su novio podía ser. Él a las justas se había preocupado por llevar una muda de ropa limpia y usar los boxers menos infantiles que pudo tener. Aún así, eran unos calzoncillos blancos con un lindo estampado en el extremo inferior de cada pierna.

– Ya está. Voy a apagar la luz ahora.

– Sí.

Con los nervios a flor de piel, ambos adolescentes se miraron a través de la luz de las velas. Ciertamente era mejor así, a media luz las siluetas de los dos eran difusas pero extremadamente sencillas de seguir.

– Kageyama, ¿tú no has estado nervioso?

– Estoy temblando desde esta mañana cuando salí de casa. Claro que lo estoy, Hinata.

– Oh, eres romántico cuando quieres~

– Cállate, idiota.

El pelinaranja soltó una sonrisita, Kageyama avergonzado era adorable a su manera. Cuando las manos del pelinegro rodearon su cintura, Hinata sintió cómo su corazón aumentaba el ritmo a mil por hora. Pero también se dio cuenta de que su novio en verdad temblaba. De alguna manera, saber que no era el único nervioso le dio bastante más seguridad.

– Hinata…

– ¿Sí?

– En verdad me gustas mucho, no haría esto con nadie más, ¿entiendes?

– S-sí. Tú también me gustas mucho, Kageyama.

Las mejillas de Hinata se encendieron al rojo vivo. Las de Kageyama no estaban para nada lejos de su imagen. El pelinegro se inclinó capturando los labios del pelinaranja en un beso suave y lento. No tenía prisas por nada. Besarse así era lindo y les llenaba de confianza. Era un fluir natural del cariño entre los dos. Hinata suspiró en medio de un beso cuando Kageyama lamió sus labios a lo largo antes de colar su lengua dentro de su boca y rozar su propio músculo flexible, haciendo de este beso un intercambio de cariño y pasión, un contacto húmedo.

– Shoyo, ¿puedo comenzar a desnudarte? – Preguntó tras varios besos en diversas intensidades, ambos respiraban agitados y sudaban de nervios con el rostro arrebolado de carmín.

– Sí, pero yo también quiero desnudarte a ti, Tobio… – Dijo sintiéndose algo más avergonzado al usar sus nombres. Sin embargo, era un tipo de vergüenza que le hacía sentir muy bien.

Así, ambos terminaron sentados en la cama, desnudándose entre besos, sonrisas tímidas y alguna que otra caricia que iban dejando sobre la piel descubierta. Cuando Kageyama le sacó los pantalones, esperó que no se diera cuenta de su ropa interior tan infantil. Hinata suspiró casi aliviado cuando la prenda final fue retirada y abandonada a un lado con descuido, al parecer Kageyama no tenía intenciones de detenerse por insignificantes detalles, y Hinata estaba sinceramente agradecido por eso. Claro que, cuando reparó en el hecho de que ahora estaba completamente desnudo bajo la penetrante mirada del pelinegro, sintió su cara caliente de vergüenza, e instintivamente se cubrió la entrepierna con las manos.

– ¿Estás incómodo?

– N-no, solo… me dio vergüenza.

– Como si fuera la primera vez que te veo desnudo, Shoyo.

– Pero ahora es diferente a todas las anteriores~ Tobio insensible~

– Joder, no hagas pucheros tan adorables.

De esa manera, los labios de Hinata fueron suavemente mordisqueados por Kageyama mientras le iba tumbando sobre la cama y acariciaba su vientre y los muslos. Los besos dulces no dejaron de caer durante largos minutos, mientras ellos iban acompasando algo más que el ritmo de respiración y los latidos de sus corazones. Cuando la boca de Hinata fue dejada y los labios de Kageyama se deslizaron por su cuello, él tuvo tiempo de pensar seriamente lo bien que se sentía esto. Los nervios de antes han quedado en el olvido y han sido suplantados por un deseo natural que le bullía desde el fondo de su corazón haciéndole sentir amado y con el mismo deseo de amar de la misma manera.

– Kageyama~ haces cosquillas~

El pelinaranja se revolvió inquieto bajo el cuerpo de su novio, pero nada detuvo las manos traviesas del pelinegro que siguieron acariciándole con las yemas de los dedos los costados y cada páramo de piel durante largo rato; mientras que sus labios seguían lamiendo y besando aquí y allá. Luego, en algún punto de esta exploración, Kageyama sintió a Hinata moviéndose sigilosamente, casi parecía un pequeño zorrito al acecho, y cuando se dio cuenta, era él quien estaba de espaldas sobre su cama, jadeando a ojos cerrados y mordiéndose el labio inferior mientras la boca del pelinaranja descendía por su pecho lamiendo indecorosamente.

– Hinata, espera.

Pero su petición no alcanzó los oídos del pelinaranja cuando éste ya estaba lamiendo sus ingles en tanto una de sus manos rodeaba su erección acariciando arriba y abajo con una lentitud que disparó toda la calentura contenida en sus hormonas adolescentes.

– ¡Nghh, Hinata! – Gimió tensando los puños, arqueando instintivamente la espalda cuando las pequeñas manos de su novio trabajaron a la vez sobre su entrepierna, pues mientras una bombeaba su miembro, la otra acariciaba la base de una forma tan sugerente que él se sentía incapaz de aguantar demasiado. Y eso ya iba a ser demasiado vergonzoso… – Nghh, suf-suficiente, Hinata.

Naturalmente, el pelinaranja no le escuchó, continuó con su labor durante un tiempo más. Hasta que, atraído por la curiosidad y envuelto en la libido de su propia excitación, se animó en lamer la cabeza del falo del pelinegro. El gemido que escapó de la garganta de Kageyama fue el más ronco y descontrolado que nunca le haya escuchado cuando se tocaban. Hinata se sintió particularmente motivado por esto, así que procedió a lamer la extensión, desde abajo hasta la punta, enredando su lengua allí mientras respiraba ruidosamente por la nariz y trataba de mover su mano al mismo tiempo.

Kageyama sentía que iba perdiendo control sobre sus sentidos, pero tuvo el tiempo de preguntarse dónde demonios Hinata habría aprendido algo así, le daba algo de grima pensar en que su inocente novio hubiese mirado videos pornográficos, o peor aún, que hubiera buscado el consejo de Nishinoya, con las ideas que el líbero se carga.

– ¡Mghh! – El pelinegro se sorprendió cuando arqueó aún más la espalda y sintió que estaba cerca de su final, por lo que inconscientemente apartó la cabeza de su novio de su pelvis.

Hinata se sorprendió por el repentino movimiento de Kageyama, y estuvieron en silencio solo mirándose por unos momentos. Ambos respiraban laboriosamente aunque por diversas condiciones, mientras que Kageyama lo hacía porque casi había alcanzado su clímax, Hinata lo hacía porque era más complicado de lo que había pensado eso del sexo oral que leyó en la web. ¡Y tanto que se había esforzado! Además, que había sido lo único que fue capaz de leer porque luego de eso la vergüenza había podido con él y había desistido de informarse, dejando todo en manos de su novio pues confiaba plenamente en él.

– Pensé que lo estabas disfrutando… – Hinata dijo de pronto, desviando apenado la mirada.

– Claro que lo hacía, idiota. Pero estaba por venirme y… creo que me dio vergüenza… – Kageyama admitió sonrojándose como termostato, apartando la mirada también justo cuando el pelinaranja buscó conectarlas… – De todas formas, dónde aprendiste a hacerlo así. Estoy celoso.

El pelinaranja abrió sus ojos de par en par, que su novio admitiera celos tan abiertamente era extraordinario.

– Yo, leí algo. Quería… quería hacer algo bueno también, todo este tiempo siempre parece que eres el que sabe manejar la situación de principio a fin.

– Eso es porque es mi responsabilidad hacer que cada cosa que hacemos juntos sea agradable. Somos novios después de todo, y soy algo así como… el hombre.

– ¡Oye, yo también soy hombre!

– Ya lo sé, idiota. Me refiero a, esto… – El pelinegro se rascó nerviosamente la nuca… – Es cuestión de roles, ya sabes. Lo hablamos antes.

– Oh, eso del tierno y el varonil, o algo de eso.

– Exacto.

– Bueno, como sea. Ha bajado… – Dijo haciendo un puchero mientras señalaba la entrepierna del pelinegro, que no lucía altiva como antes… – Y tanto esfuerzo que había puesto… – Agregó, inflando aún más los mofletes.

– Tú, pequeño idiota… – El pelinegro le pellizcó las mejillas para luego besarle profundamente y callar sus reclamos. Además de tumbarle nuevamente contra el colchón y acomodarse sobre su cuerpo, rozando sus caderas, golpeando suavemente una pelvis contra la otra de manera que sus erecciones chocaron entre sí produciéndoles nuevos espasmos de placer… – Así disfrutamos los dos, nghh.

– Ahh~ Kageyama~ – El pelinaranja se sentía demasiado vulnerable de esta manera, pero era una vulnerabilidad que le llenaba de vergüenza y excitación, sin miedo alguno de por medio.

Sentir cómo sus penes se unen y resbalan uno contra el otro excitó de sobremanera a ambos, hasta que un poco después los dos se vinieron manchando sus caderas y parte de sus torsos. Kageyama volvió a besarle mientras le acariciaba suavemente los costados de la cintura, colando nerviosamente una mano entre su espalda y el colchón, bajándola por el trasero acariciándole entonces los glúteos, guiando un dedo entre ellos por la línea del coxis y alcanzando a rozar aquel orificio comprimido al medio, Hinata respingó de inmediato, rompiendo el beso y mirándole con sus grandes ojos de par en par.

– ¿Tienes miedo?

– U-un poco.

– ¿Quieres parar? – Kageyama preguntó besándole dulcemente las mejillas. Hinata negó moviendo la cabeza de un lado a otro… – Voy a ser lo más gentil posible, pero no puedo prometer que no dolerá, Hinata.

– Está bien, confío en ti Kageyama.

Entonces el pelinegro se apartó lo suficiente para alcanzar una almohada y colocarla bajo la espalda del pelinaranja. Luego sacó el frasco de lubricante del cajón en la mesita de noche, y un condón. Tanto él como su novio se sonrojaron más a ser posible cuando parecieron entender hasta dónde habían llegado.

Kageyama vertió un poco de lubricante en la palma de su mano, luego miró a Hinata a los ojos y el corazón le dio un vuelco. Realmente, es tan hermoso. La luz de las velas y los de luna que se colaban por la ventana se reflejaban en el rostro de Hinata dándole un toque tierno a sus arreboladas mejillas, todo su cuerpo estaba siendo bañado por el mismo tono entre plata y oro de las luces en la habitación, el sudor que se ha perlado en su piel brilla como polvo de estrellas, y la inocencia de su expresión simplemente componía un poema a la belleza.

– ¿Kageyama?

– Te Amo, Hinata Shoyo.

El rostro del pelinaranja se encendió rojo fuego cuando escuchó la confesión de su novio. Pero cuando quiso responder que él también, sus palabras fueron atrapadas a medio camino por un beso tanto más dulce y romántico que los anteriores. Y atinó simplemente a enredar sus brazos alrededor del cuello del pelinegro, respondiendo su beso con los mismos sentimientos. Al terminar este beso, Kageyama pegó su frente a la de Hinata mirándole a los ojos. Nunca habría imaginado enamorarse de esta manera, pero se siente estúpidamente feliz y dichoso.

– ¿Podrías separar las piernas un poco más, por favor?

Hinata asintió, sonrojándose más a ser posible cuando Kageyama se inclinó en su pelvis besando castamente su semidespierta erección antes de separarle los glúteos y tantear su intimidad con sus dedos.

– Está frío~ – Dijo de pronto al sentir algo pegajoso alrededor de su intimidad.

– Se calentará en un rato, creo… – El pelinegro dijo no muy seguro de la realidad, que solo tiene la parte teórica en su cabeza… – Si duele, avísame.

­–­ Sí… – Hinata murmuró.

Kageyama frotó sus dedos alrededor del anillo durante un rato, calentando el lubricante y dando tiempo a su propia mente de enfocarse lo suficiente en lo que está haciendo, que a último momento le han entrado unos nervios sofocantes ante su acción. Puede sentir cómo Hinata se tensa y tiembla cada que simula presionar la yema de su dedo contra el orificio, sabe que está asustado, pero que es tan testarudo que ahora no dará marcha atrás.

– Oye, Hinata.

– Q-qué.

– ¿Te has imaginado que sigamos juntos durante la universidad? ¿O más allá de eso? ¿Siendo parte del equipo nacional de voleibol? ¿Y luego, trabajando en algo relacionado al deporte?

Hinata estuvo por preguntarle a qué demonios sacaba ese tema ahora, cuando ahogó un quejido al sentir cómo algo invadía su interior. Una lágrima rodó por su mejilla y todo su cuerpo se tensó, pero luego sintió los labios tibios de Kageyama bebiendo su lágrima y paseándose por su rostro besándole numerables veces. Así que entendió, que solo había querido distraerle un poco, una sonrisa se abrió paso en sus labios al comprenderlo.

– Dios, eres romántico cuando quieres, Kageyama.

– Cállate, idiota.

Una sonrisa compartida, un beso cariñoso. El dígito de Kageyama comenzando a moverse dentro y fuera muy lentamente, tomándose todo el tiempo que fuera necesario hasta que el cuerpo de Hinata se relajara y le permitiera un movimiento menos forzado. Después de muchos besos y algunas caricias, el pelinaranja finalmente se acostumbró a la primera invasión, pero arqueó incómodo la espalda cuando un segundo intruso se añadió.

– Respira profundo, Hinata.

– D-duele~

– ¿Quieres que me detenga?

– N-no. Solo, no muevas nada.

Kageyama topó sus frentes de nuevo, murmurando disculpas con una voz tan dulce y culpable, que Hinata se derritió contra tal muestra de afecto, siendo él quien le besara primero esa vez.

– Kageyama.

– ¿Sí?

– Yo también te amo, idiota.

Otra sonrisa cómplice que brilla incluso a través de sus miradas. Una ronda de besos más, un suave movimiento que hace jadear al pelinaranja incómodo durante un rato hasta que su cuerpo se relaja, más rápido que la primera ocasión. Y cuando finalmente Kageyama siente que su intimidad se ha dilatado lo suficiente, se anima en preguntarle si quiere que agregue otro dedo o si quiere intentar ver cómo funciona con su erección.

– Creo que, podemos intentarlo ya.

– Vale, pero si es demasiado…

– Dudo que de todas formas vaya a dejar de doler, ahora o después. Y ya no puedo esperar más, y se nota que tú tampoco Kageyama, pervertido… – Hinata dijo alzando los labios en trompetilla, la erección de su novio era más que evidente… – ¿Has estado disfrutando mientras tenías tus dedos en mí, verdad?

– U-un poco… – Admitió con un enorme sonrojo… – Yo, llevo un tiempo pensando en esto, era inevitable que mi cuerpo reaccionara al tocarte de esta manera.

Hinata abrió la boca, y la cerró al segundo. Kageyama ha estado deseando hacer el amor tanto o más que él. Por un segundo en su mente chilló como cualquier chica en la escuela, todo emocionado por la revelación que su novio acaba de hacer. Ah, su novio. De pronto el pecho se le llenó de orgullo, qué dirían todas esas chicas que piensan que Kageyama es genial, y que sería el novio perfecto si solo no tuviese tan mal carácter.

– Aunque a mí me gustas… – Dijo en voz alta, sin tener mucho en cuenta que sus pensamientos no eran los mismos del pelinegro.

– A mí también, ya te lo había dicho, idiota… – Kageyama replicó abochornado, ajeno al tren de pensamientos de su novio.

Hinata sonrió y llevó sus manos al rostro de Kageyama enmarcándolo con ellas, dándole un tierno besito.

– Sigue, pervertido. ¡Sé súper suave~!

– Que sí, ya lo sé. Y no soy pervertido, idiota.

Kageyama tomó el condón que había dejado a un lado y se lo colocó con algo de torpeza, más bien de nerviosismo porque Hinata estaba observando atentamente.

– No mires.

– Pero tengo que, la próxima vez yo quiero ponértelo.

El rostro del pelinegro se encendió al rojo vivo, para variar. Tras la odisea de colocarse apropiadamente el condón, Kageyama vertió otro poco de lubricante sobre su erección, frotando a lo largo y ancho para que la sustancia se distribuyera por todos lados, lo que de todas formas sirvió para estimularse y no perder la erección –aunque eso estaba remotamente lejos de ser posible ahora–. Hinata se mordió el labio inferior, respiró hondo y cerró los ojos por acto reflejo cuando Kageyama se acomodó entre sus piernas perfilando su pene en su dilatada entrada.

– Hinata, mírame.

El pelinaranja obedeció instintivamente, y cuando sus grandes ojos color chocolate se abrieron paso bajo los párpados, se encontró directamente con las orbes ónix de los de su novio, y al segundo el trozo de carne caliente comenzó a enterrarse en su interior. Ahogó un grito de dolor arqueando inconscientemente la espalda y apretando las mantas en sus puños.

– No te muerdas así, aquí, bésame Hinata.

Kageyama dijo con súbita ternura, dejando su boca a la entera disposición de su novio. El pelinaranja ni siquiera titubeó, fue por los labios de su novio con necesitaba urgencia, besándole con una ansiedad extraña que venía de la incomodidad en su trasero. Porque podía sentir cómo el pene del pelinegro palpitaba contra la carne de sus anillos internos mientras continuaba penetrando centímetro a centímetro hasta quedarse quieto.

La laboriosa respiración de ambos adolescentes inundó la habitación, con ambos cuerpos quietos mientras se acostumbraban a esta unión. Kageyama estaba ansioso por moverse, pero sabía que esto era doloroso para Hinata, así que obligó a todos sus sentidos apaciguarse, aunque el calor que le envolvía el cuerpo fuera tan embriagador que sedujera cada fibra de su ser al movimiento de su pelvis. Hinata por su parte solo podía agradecer mentalmente porque este momento se hubiera congelado.

– ¿Estás bien?

– Sí, gracias… – Hinata le dio otro beso, mucho más suave que los anteriores mientras se volvían uno… – Duele un poco, pero has sido tan atento que se está formando un recuerdo hermoso de nuestra primera vez, Kageyama.

Kageyama se sintió tan avergonzado por el cumplido, que lo único que se le ocurrió hacer fue besarle. Con tal pasión que cuando ambos fueron conscientes, sus caderas ya estaban moviéndose lentamente una contra la otra. El más sorprendido fue Hinata, porque aunque era incómodo, no dolía. De hecho, le gustaba esa sensación al sentir cómo Kageyama salía y entraba de su interior, el roce de su extensión era caliente y tan suave que las oleadas de placer pronto comenzaron a circular por su cuerpo. Para el pelinegro era igual, le gustaba tanto la presión de las paredes estrechas de la intimidad de su novio que la mente se le comenzaba a nublar.

Lentamente el vaivén de caderas fue ganando confianza. La velocidad, la profundidad, el ritmo entre una estocada y otra, todo fue aumentando conforme los besos y los gemidos se mezclaban en un calor avasallador que los instaba a más contacto. Libido, pasión, deseo, ansiedad, inexperiencia. Todo haciendo su parte en este encuentro.

Hinata se aferró a los anchos hombros de Kageyama sin saber qué hacer con sus piernas, hasta que terminó por anclaras en la cadera del pelinegro, gimiendo en su oído, llorando de placer. Kageyama pasó una mano por debajo de su espalda, sujetándole con fuerza mientras arremetía contra el trasero del pelinaranja y gemía contra la almohada, cerca del oído de su pequeño novio. Sus cuerpos se habían amoldado perfectamente, y sincronizaban tan bien que hasta los latidos de sus corazones iban al ritmo. La mano libre del pelinegro se coló entre sus cuerpos para mimar la erección del pelinaranja, acariciándola, bombeando casi a la par de sus embestidas, presionando con la yema la punta.

– Ahh~ ahhh~ Kageyama, no… no puedo más, ¡nghh!

Cuando el pelinaranja derramó su semilla en la mano del pelinegro, la sensación de calor que sofocó sus sentidos fue suficiente para llevarlo a su propio clímax. Kageyama embistió un par de veces con fuerza y profundo, desahogándose dentro de Hinata. Temblorosos por el orgasmo, ambos adolescentes permanecieron en silencio durante minutos. Kageyama apenas había alcanzado a salir de Hinata y rodar a un lado cuando sintió su cuerpo entero sin energías.

– Ha sido genial, ¿verdad, Kageyama?

– Si pudiera moverme, intentaría atacarte de nuevo, Hinata.

Ambos estallaron en risas. Pero casi al instante el pelinaranja se quejó. El trasero comenzaba a dolerle. Kageyama se incorporó mirándole preocupado.

– Estoy bien, solo duele un poco mi cadera.

– ¿Quieres tomar una ducha?

– Si prometes quedarte quieto, en verdad no creo que pueda resistir un segundo ataque.

– No te atacaré. Excepto a besos.

– Está bien, los ataques de besos están permitidos. Pero tendrás que cargarme hasta el baño~

– Ya te pones mimado, eh.

– Vamos, me lo merezco. No te das ni una idea de lo mucho que duele tenerte dentro~

– Es que eres pequeño por todas partes… – Kageyama no dijo nada cuando Hinata le golpeó el hombro mirándole pucheroso.

– Pues tú tienes altura por todas partes también, sabes.

– Ya, seguro que con el tiempo iremos cogiendo experiencia. No quiero lastimarte cada vez que hagamos el amor.

Y cuando esas palabras salieron de labios de Kageyama, Hinata sonrió como bobo. Es verdad, ellos han hecho el amor. Y sin más, mientras Kageyama tiraba el condón usado en el cesto de basura junto a su escritorio, Hinata le llamaba para besarle. Minutos después, era llevado en brazos hasta el baño, donde la bañera les esperaba llena de agua tibia. Las velas en la habitación seguían consumiéndose, y la luna coqueta alumbrando en el firmamento.

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Luego del pequeño incidente en casa de los Ukai, Takinoue no conseguía el perdón de su amigo Shimada. Y es que al parecer le había molestado bastante su ridícula proposición de ser pareja para poder apadrinar al bebé de su amigo Keishin.

– ¿Quieres dejar de ser tan rencoroso? Fue solo una broma, Shimada.

– Pues fue una broma de mal gusto.

– Ya, me he disculpado tantas veces que perdí la cuenta. Por qué te enfada tanto.

El pelinegro de anteojos se mordió los labios y desvió la mirada. Ahora que lo piensa, por qué es que siempre terminan volviendo juntos a casa después del trabajo. Está bien, queda de paso el trabajo de Takinoue al suyo, pero siempre, siempre están juntos donde quiera que van. Eso es malo para él, ya suficiente tiene con las quejas de su madre de que sigue sin novia. Pero cómo va a conseguirse una si solo sale con su amigo.

– Oye, Shimada…

– ¡Déjame en paz!

El de anteojos aceleró el paso sin hacer caso de los llamados del rubio teñido. Takinoue se revolvió el cabello con frustración.

– Joder, es más difícil de entender que una chica. ¿Será que por eso me gusta? Aunque bueno… – El rubio teñido suspiró, pateando una piedra imaginaria por la calle… – Si le ha molestado tanto lo que dije, estoy acabado. Shimada no me ve más que como un amigo. Si le llego a confesar lo que he estado sintiendo por él desde la secundaria, seguro me deja de hablar.

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Haberse integrado a la escuela después del campamento también había valido para sus respectivos trabajos. Al principio Daichi estuvo un poco distraído, mientras que Sugawara había estado normal. Sin embargo, para el cuervo mayor las cosas eran diferentes, sentía que el tiempo comenzaría a pasar rápidamente a partir de ahora y tenía muchas cosas de las que ocuparse.

– Daichi, estás raro. ¿Pasa algo? – El peliplatino le preguntó de camino a sus trabajos.

– No, solo estoy pensando que dentro de nada tendríamos que comenzar a comprar ropita para el bebé, ¿no crees? – Dijo mirándole lleno de anhelo, acariciándole suavemente el abultado vientre bajo la ropa del uniforme.

– Yo creo que primero llegará el momento en que yo tenga que conseguir otras ropas… – Dijo con una sonrisita y sus blancas mejillas cubiertas de rubor… – Cada día es menos la ropa que entra en mi cuerpo.

– Deberíamos hacer algo al respecto, ¿verdad? Ya tenemos algo ahorrado, podríamos ir de compras el domingo que ambos descansamos.

– ¿Estará bien comenzar a emplear ese dinero en mí? Se supone que es para nuestro bebé.

– ¿Y quién está cuidando de nuestro bebé ahora, eh? Tú, verdad. Así que está perfectamente bien emplear el dinero en comprarte ropa, Suga.

– Si sigues mimándome de esta manera me vas a malacostumbrar Dai~

– Me sacrificaré…

Unas sonrisitas más, esconderse en un rincón alejado de miradas y besarse. Ambos se toman unos minutos para este intercambio de cariño, aunque nunca sea suficiente y tener que seguir el camino llene el rostro de Sugawara de tiernos pucheros, o cruce de frustración el de Sawamura. Sin embargo, ambos saben que todo esto es por el bien de su bebé. Que dentro de nada tendrán que ir a la segunda ecografía. Vale, falta poco más de un mes, pero Sawamura sigue pensando que el tiempo comenzará a ir tan rápido que él apenas estará consciente de todo lo que esté pasando. Además, el torneo de la Winter estaba aproximándose también, y para entonces lo más seguro es que Sugawara estuviera entrando a su noveno mes de gestación.  

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Aoba Johsai 

Hace un par de semanas de su discusión. Hace el mismo tiempo de su rompimiento. Las cosas están muy tensas en el club. Oikawa e Iwaizumi ni siquiera se dirigen la palabra. Y es un dolor en el trasero por donde quiera que se mire. Además de eso, Oikawa está más pedante que nunca, coqueteando con toda chica que se le acerca, siendo cool con ellas, tomándose fotos y alardeando de su popularidad. Iwaizumi finge desinterés, pero sus amigos se dan cuenta de lo mal que lo está pasando.

Kindaichi no es bueno para consolar o acompañar en este tipo de situaciones, además se siente torpe. ¿Cómo es consolar a un chico que terminó con su novio? Kunimi parece más sensible para este tipo de temas, pero el aura que desprende Iwaizumi ha impedido que cualquiera tenga el valor de acercarse. Y con Oikawa sería como perder el tiempo.

– En dado caso, puede que sea lo mejor para ellos.

– ¿Qué tiene de mejor que hayan terminado así, Kindaichi? ¡Ellos ni siquiera se hablan!

– Bueno, de todas formas no es que podamos hacer algo, ¿verdad? Vamos a dejar que resuelvan sus asuntos como quieran y cuando quieran, Kunimi.

– Pero los entrenamientos son tan tensos de esta manera.

– Pues tendremos que sobrellevarlo. Incluso si dan ganas de estampar los balones en la atractiva cara de Oikawa… – Dijo apretando los dientes, honestamente harto de la actitud del capitán.

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Nekoma

Luego de que Shibayama se había enfadado con él hace dos semanas, era momento en que el chico no se le acercaba más que lo indispensable. Inuoka estaba inquieto por todo esto, y es que no lograba entenderlo. Y tampoco sabía a quién preguntarle. Kenma y Kuroo la viven en su mundo desde que son pareja, y Yamamoto no le parece la mejor opción. Podría preguntarle a Yaku, pero Lev lo ha monopolizado totalmente desde hace un tiempo. Él sospecha que ellos dos también están en una especie de relación ya que a veces el humor de Yaku está más agrio que de costumbre, pero se sonroja con sorprendente facilidad cuando interactúa con Lev.

– No hay remedio. Tengo que hablar con Shibayama.

Así, decidido a enfrentar a su amigo, el hiperactivo muchacho esperó a que llegara la hora de las prácticas para pedirle hablar con él al terminarse.

– Hablar, de qué.

– Bueno, es que en realidad ya casi no hablamos. Y creo que te enfadaste desde la otra vez, cuando estábamos hablando de los besos y… – Inuoka selló los labios callando de inmediato en cuanto la mirada resentida de Shibayama cayó sobre él… – ¿Ves? Estás enojado todavía.

– Creo que es obvio que lo esté. Sobre todo considerando que ni siquiera has entendido el por qué, Inuoka.

– P-por eso… por eso esperaba que me lo dijeras.

– Por qué no intentas pensarlo por ti mismo… – Dijo, y dando media vuelta volvió a dejarle con las palabras en la boca.

– Veo que estás pasando por un momento difícil, Inuoka.

– Ah, Kenma~ ¡por favor, ayúdame!

– Te voy a dar una pista. Enamorado.

– ¿Eh?

– He sido muy amable, y también algo imprudente. Así que no diré más. Ah, Kuroo llegó… – Y sin más, el inexpresivo minino fue al encuentro de su novio, dejándose besar ahí delante de los demás, quejándose apenas porque Kuroo le había mandado solo cuando podían haberse encontrado en los pasillos y a saber qué cosas más.

Inuoka se quedó mirando al vacío. Enamorado. Qué se supone que debía decirle esa palabra. Tiró de sus cabellos con marcada desesperación y luego el resto de la tarde estuvo más bien distraído y con la energía desbordada pero mal encaminada.

--//--
Karasuno

Tan rápido pasa el tiempo, que hacía ya un mes de la primera vez entre Hinata y Kageyama. Aunque no la única, dos encuentros más se han suscitado desde entonces, aunque a Kageyama le encantaría poder hacer el amor con Hinata todas las noches. La última vez se habían olvidado del condón, y ahora ambos habían descubierto que, pese a todo lo que leyeron juntos, las sensaciones no son las mismas. Y resulta que les ha gustado más sin condón que con él.

– Pero tenemos que usar, ¿verdad? Quiero decir, no es que vaya a pasar pero, de preferencia no me gustaría arriesgarme a quedar embarazado como Suga-san o el sensei.

– Ya lo sé, por supuesto que vamos a seguir usándolo. Lo de esa vez fue tu culpa.

– ¡¿Ah?! ¡Cómo que fue mi culpa!

– Sí, estabas tan jodidamente adorable que me olvidé por completo.

Hinata se sonrojó ante las palabras de Kageyama. Y entonces mejor guardó silencio. Una vez que el pelinegro comenzaba a decirle cosas bonitas, él salía perdiendo muriendo cada vez de vergüenza.

– El dúo de raros está hablando de sus intimidades tan libremente que dan ganas de molestarlos.

– Cállate, Tsukishima.

– O qué, ¿su majestad me mandará a los calabozos?

– Tsukki~ recuerda que el entrenador Ukai dijo que si te pillaba molestando a Kageyama otra vez, ambos tendrían que hacer alguna prueba de amistad.

Las palabras de Yamaguchi entonces fueron suficientes para matar el sarcasmo del rubio. Tsukishima acomodó sus anteojos y fue a cambiarse por el uniforme para las prácticas. Ahora más fuertes que antes, con la Winter cup como el objetivo inmediato del club.


Cuando Ukai llegó para iniciar el entrenamiento, se dio cuenta de que el club no era para nada lo mismo que hace unos cuantos meses. Todos ahí han madurado, y mejorado también en sus respectivas habilidades deportivas. Piensa que tiene un equipo digno de lanzarse en una nueva aventura en un torneo oficial, pero le gustaría tener algunos partidos de práctica con los equipos más fuertes que sea posible. Por eso, Takeda está nuevamente dialogando con los entrenadores de los ya conocidos Nekoma, Datekou y Aoba Johsai. Aunque también tiene entendido que ahora se está animando en tocar otras puertas.

– ¿Sabías que te ves muy guapo con porte pensativo?

– ¡Takeda! Me sorprendiste. En qué momento llegaste.

– Justo ahora, pero estabas tan concentrado que no me escuchaste.

– Lo siento… – El rubio se rascó distraídamente la nariz. Mordiéndose los labios para no besar a su novio… – Por cierto, te ves muy lindo hoy.

– No digas cosas vergonzosas, y menos aquí… – Murmuró sonrojándose.

– Pero por eso lo dije en voz baja. Así los chicos ni se enteran. Aunque, si ya lo saben…

– Pero soy su sensei, y tú su entrenador. No podemos ser tan descarados delante de ellos solo porque sí. Somos los adultos, el ejemplo a seguir Ukai.

– Ya lo sé, lo sé… – Dijo largando un suspiro. Cuando su novio se ponía en plan “sensei ejemplar”, era difícil de convencer de más nada. Le miró de reojo y sonrió, ya comenzaba a brotarle pancita.

– Por cierto, tendremos partidos de práctica contra Datekou en dos semanas.

– Perfecto, Takeda tú siempre consigues lo que te propones eh… – Y aunque moría por besarle, se limitó a estrechar su mano. Luego un ruido sordo y los gritos sorprendidos de los chicos.

Nishinoya se había mareado a punto del desmayo.


Continuará……

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