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De
primeras veces en una duela
desconocida y jugadores inexpertos
La
pregunta de Kageyama le toma desprevenido. Hinata se mira al espejo y gimotea
quedito. No, claro que no está bien, siente que podría colapsar de nervios. La
idea de hacerlo mientras estaban en
el campamento había sido espontánea, y de alguna manera la vergüenza, la
ansiedad y los nervios fueron suplantados por la total curiosidad y el deseo.
Pero justo ahora, la balanza estaba inclinada hacia el otro lado.
–
Hinata.
–
E-Estoy bien, solo… dame un minuto.
–
Oye, si te sientes indispuesto solo dime. Conseguiré algo de medicina para ti.
–
¡Estoy bien! Solo, un minuto.
Sin
embargo, ambos saben que las cosas no andan como quisieran. Kageyama va y busca
algo de medicina para Hinata, mientras el pelinaranja se lava una y otra vez la
cara, tratando de tranquilizarse. Casi cinco minutos después vuelve a la sala,
el pelinegro le espera con unas pastillas y un vaso de agua. Se le enrojecen
las mejillas de vergüenza, y también lamenta ser tan susceptible de cuerpo como
para expresar a través de él todos sus estados emocionales.
–
Lo siento… – Murmura aceptando la medicina, bebiendo un sorbo para tragarla.
–
Por qué te disculpas, no es como si esto fuera el fin del mundo o algo… – Dice
tratando de confortarlo. Pero su expresión seria parecía no ayudar mucho.
Luego
se sientan uno junto al otro en el sofá. A Kageyama se le ha olvidado que
estaba preparando algo de cena, y a Hinata solo le remuerde la conciencia. De
pronto, el pelinegro le pasa un brazo por los hombros, con la otra mano le
sujeta el mentón y se acerca por un beso. Beso que el pelinaranja rechaza
echando el cuerpo hacia atrás. Kageyama le mira ceñudo, una reacción casi
inconsciente, le pincha en el pecho que Hinata se aleje.
–
Por qué.
–
He vuelto el estómago, y mi boca… – Se la cubre con una mano y dice algo contra
la palma. Pero es suficiente para que su novio entienda.
–
Idiota, me has asustado. Tengo un cepillo dental extra, lo traeré para ti y así
estarás más tranquilo, ¿verdad?
Hinata
asiente, pero cuando Kageyama se levanta y da un paso, su mano automáticamente
le sujeta por la muñeca.
–
¿Po-podemos subir, a tu habitación?
Kageyama
vuelve la mirada algo confundido. Si está tan nervioso, ¿no sería peor si se
encierran en su alcoba? Sin embargo, Hinata piensa lo contrario, que tal vez
solo necesita sentirse un poco más confiado, quizá en intimidad.
–
Vale, pero… – El pelinegro aclara la garganta. Su habitación ha sido
especialmente ambientada para el momento, pero lo que menos quiere es que su
novio se lo tome de otra manera… – Veas
lo que veas, no te sientas presionado, ¿de acuerdo?
El
pelinaranja asiente nuevamente, y juntos suben las escaleras hasta la
habitación del pelinegro. Cuando entran Hinata inmediatamente se da cuenta del
dulce aroma flotando en el ambiente, y observa entonces las velas sin encender
aún dispuestas en varios puntos de la habitación. Kageyama carraspea
ligeramente incómodo, avergonzado de su propio intento de romanticismo.
–
Tú, ¿hiciste esto, Kageyama?
–
Quién más sino, idiota.
Aunque
Kageyama ha bufado, Hinata sonríe. Le emociona saber que su novio se toma tan
en serio todo esto de su primera vez en la intimidad, aunque ya antes se hayan
tocado en varias ocasiones. El pelinegro rebusca entre sus cosas y finalmente
le entrega el cepillo dental nuevo. El pelinaranja anuncia que usará el baño en
el pasillo y sale hacia allá. Todavía le tamborilea emocionado el corazón, pero
parece que ya no se siente tan nervioso como antes. Al volver a la habitación
esperaba que las velas hubieran sido encendidas, pero no fue así, Hinata se
sintió un poco desilusionado, parecía que realmente había echado todo a perder
antes.
–
¿Quieres ver alguna película? O podemos jugar, tengo videojuegos que… – A
Kageyama el discurso le fue interrumpido por los labios de Hinata, quien
habiendo tirado de su playera le ha obligado a inclinarse para poder alcanzar
su boca y besarle.
Hinata
titubea apenas un poco, pero es sobre todo cariñoso. Kageyama se da cuenta de
que la boca de su novio sabe a menta y yerbabuena causa de la pasta dental. E
inevitablemente recuerda por qué es que saben así. Hinata estaba nervioso,
mucho. Así que rompe el beso y le empuja suavemente por los hombros apartándose
también, pero sin erguirse en toda su altura.
–
Hinata, ya te dije que no tienes que presionarte.
–
No lo estoy haciendo. Ya me siento mejor.
–
Hasta hace unos minutos estabas más pálido que la nieve.
–
Pero ya estoy bien, en serio Kageyama. ¿O es que ya no quieres hacerlo conmigo?
¿Te decepcioné? – Murmura bajando la mirada.
–
¿Por quién me tomas? Solo estoy preocupado por ti. Quiero que el recuerdo de
nuestra primera vez sea agradable de principio a fin para ti… – Sincera el
pelinegro.
–
Está bien que me puse un poco nervioso…
–
¿Un poco? – Dice enarcando una de sus finas cejas.
–
Bu-bueno, pero ya desapareció ese grado de nerviosismo. Ahora realmente quiero hacerlo contigo, Kageyama. Quiero que
enciendas las velas y me hagas sentir especial.
Al
pelinegro casi se le había olvidado el empeño que había puesto en cuanto al
romanticismo se refiere. Y ahora su novio lo sacaba a colación. Sus mejillas
enrojecieron furiosamente al recordar todo lo que había pasado para lograr
tener todo listo. Desde la vergüenza por comprar velas aromáticas hasta el
llenado de los formularios para las compras de lo demás.
–
Está bien. Pero tienes que prometer que si te sientes incómodo en cualquier
momento, vas a decírmelo.
Hinata
simplemente asintió. Entonces Kageyama tomó el encendedor que estaba junto a
una de las velas en la cómoda y comenzó a encenderlas.
–
Kageyama…
–
Mh…
–
Cuándo… cuándo hiciste todo esto.
–
Esta mañana antes de ir a la escuela.
El
pelinaranja se sorprendió de cuán detallista su novio podía ser. Él a las
justas se había preocupado por llevar una muda de ropa limpia y usar los boxers
menos infantiles que pudo tener. Aún
así, eran unos calzoncillos blancos con un lindo estampado en el extremo
inferior de cada pierna.
–
Ya está. Voy a apagar la luz ahora.
–
Sí.
Con
los nervios a flor de piel, ambos adolescentes se miraron a través de la luz de
las velas. Ciertamente era mejor así, a media luz las siluetas de los dos eran
difusas pero extremadamente sencillas de seguir.
–
Kageyama, ¿tú no has estado nervioso?
–
Estoy temblando desde esta mañana cuando salí de casa. Claro que lo estoy,
Hinata.
–
Oh, eres romántico cuando quieres~
–
Cállate, idiota.
El
pelinaranja soltó una sonrisita, Kageyama avergonzado era adorable a su manera.
Cuando las manos del pelinegro rodearon su cintura, Hinata sintió cómo su
corazón aumentaba el ritmo a mil por hora. Pero también se dio cuenta de que su
novio en verdad temblaba. De alguna manera, saber que no era el único nervioso
le dio bastante más seguridad.
–
Hinata…
–
¿Sí?
–
En verdad me gustas mucho, no haría esto con nadie más, ¿entiendes?
–
S-sí. Tú también me gustas mucho, Kageyama.
Las
mejillas de Hinata se encendieron al rojo vivo. Las de Kageyama no estaban para
nada lejos de su imagen. El pelinegro se inclinó capturando los labios del
pelinaranja en un beso suave y lento. No tenía prisas por nada. Besarse así era
lindo y les llenaba de confianza. Era un fluir natural del cariño entre los
dos. Hinata suspiró en medio de un beso cuando Kageyama lamió sus labios a lo
largo antes de colar su lengua dentro de su boca y rozar su propio músculo
flexible, haciendo de este beso un intercambio de cariño y pasión, un contacto
húmedo.
–
Shoyo, ¿puedo comenzar a desnudarte? – Preguntó tras varios besos en diversas
intensidades, ambos respiraban agitados y sudaban de nervios con el rostro
arrebolado de carmín.
–
Sí, pero yo también quiero desnudarte a ti, Tobio… – Dijo sintiéndose algo más
avergonzado al usar sus nombres. Sin embargo, era un tipo de vergüenza que le
hacía sentir muy bien.
Así,
ambos terminaron sentados en la cama, desnudándose entre besos, sonrisas
tímidas y alguna que otra caricia que iban dejando sobre la piel descubierta.
Cuando Kageyama le sacó los pantalones, esperó que no se diera cuenta de su
ropa interior tan infantil. Hinata suspiró casi aliviado cuando la prenda final
fue retirada y abandonada a un lado con descuido, al parecer Kageyama no tenía
intenciones de detenerse por insignificantes detalles, y Hinata estaba
sinceramente agradecido por eso. Claro que, cuando reparó en el hecho de que
ahora estaba completamente desnudo bajo la penetrante mirada del pelinegro,
sintió su cara caliente de vergüenza, e instintivamente se cubrió la
entrepierna con las manos.
–
¿Estás incómodo?
–
N-no, solo… me dio vergüenza.
–
Como si fuera la primera vez que te veo desnudo, Shoyo.
–
Pero ahora es diferente a todas las anteriores~ Tobio insensible~
–
Joder, no hagas pucheros tan adorables.
De
esa manera, los labios de Hinata fueron suavemente mordisqueados por Kageyama
mientras le iba tumbando sobre la cama y acariciaba su vientre y los muslos. Los
besos dulces no dejaron de caer durante largos minutos, mientras ellos iban
acompasando algo más que el ritmo de respiración y los latidos de sus
corazones. Cuando la boca de Hinata fue dejada y los labios de Kageyama se
deslizaron por su cuello, él tuvo tiempo de pensar seriamente lo bien que se
sentía esto. Los nervios de antes han quedado en el olvido y han sido
suplantados por un deseo natural que le bullía desde el fondo de su corazón
haciéndole sentir amado y con el mismo deseo de amar de la misma manera.
–
Kageyama~ haces cosquillas~
El
pelinaranja se revolvió inquieto bajo el cuerpo de su novio, pero nada detuvo
las manos traviesas del pelinegro que siguieron acariciándole con las yemas de
los dedos los costados y cada páramo de piel durante largo rato; mientras que
sus labios seguían lamiendo y besando aquí y allá. Luego, en algún punto de
esta exploración, Kageyama sintió a Hinata moviéndose sigilosamente, casi
parecía un pequeño zorrito al acecho, y cuando se dio cuenta, era él quien
estaba de espaldas sobre su cama, jadeando a ojos cerrados y mordiéndose el labio
inferior mientras la boca del pelinaranja descendía por su pecho lamiendo
indecorosamente.
–
Hinata, espera.
Pero
su petición no alcanzó los oídos del pelinaranja cuando éste ya estaba lamiendo
sus ingles en tanto una de sus manos rodeaba su erección acariciando arriba y
abajo con una lentitud que disparó toda la calentura contenida en sus hormonas
adolescentes.
–
¡Nghh, Hinata! – Gimió tensando los puños, arqueando instintivamente la espalda
cuando las pequeñas manos de su novio trabajaron a la vez sobre su entrepierna,
pues mientras una bombeaba su miembro, la otra acariciaba la base de una forma
tan sugerente que él se sentía incapaz de aguantar demasiado. Y eso ya iba a
ser demasiado vergonzoso… – Nghh, suf-suficiente, Hinata.
Naturalmente,
el pelinaranja no le escuchó, continuó con su labor durante un tiempo más.
Hasta que, atraído por la curiosidad y envuelto en la libido de su propia
excitación, se animó en lamer la cabeza del falo del pelinegro. El gemido que
escapó de la garganta de Kageyama fue el más ronco y descontrolado que nunca le
haya escuchado cuando se tocaban. Hinata se sintió particularmente motivado por
esto, así que procedió a lamer la extensión, desde abajo hasta la punta,
enredando su lengua allí mientras respiraba ruidosamente por la nariz y trataba
de mover su mano al mismo tiempo.
Kageyama
sentía que iba perdiendo control sobre sus sentidos, pero tuvo el tiempo de
preguntarse dónde demonios Hinata habría aprendido algo así, le daba algo de
grima pensar en que su inocente novio
hubiese mirado videos pornográficos, o peor aún, que hubiera buscado el consejo
de Nishinoya, con las ideas que el líbero se carga.
–
¡Mghh! – El pelinegro se sorprendió cuando arqueó aún más la espalda y sintió
que estaba cerca de su final, por lo que inconscientemente apartó la cabeza de
su novio de su pelvis.
Hinata
se sorprendió por el repentino movimiento de Kageyama, y estuvieron en silencio
solo mirándose por unos momentos. Ambos respiraban laboriosamente aunque por
diversas condiciones, mientras que Kageyama lo hacía porque casi había
alcanzado su clímax, Hinata lo hacía porque era más complicado de lo que había
pensado eso del sexo oral que leyó en
la web. ¡Y tanto que se había esforzado! Además, que había sido lo único que
fue capaz de leer porque luego de eso la vergüenza había podido con él y había
desistido de informarse, dejando todo en manos de su novio pues confiaba plenamente
en él.
–
Pensé que lo estabas disfrutando… – Hinata dijo de pronto, desviando apenado la
mirada.
–
Claro que lo hacía, idiota. Pero estaba por venirme y… creo que me dio
vergüenza… – Kageyama admitió sonrojándose como termostato, apartando la mirada
también justo cuando el pelinaranja buscó conectarlas… – De todas formas, dónde
aprendiste a hacerlo así. Estoy celoso.
El
pelinaranja abrió sus ojos de par en par, que su novio admitiera celos tan
abiertamente era extraordinario.
–
Yo, leí algo. Quería… quería hacer algo bueno también, todo este tiempo siempre
parece que eres el que sabe manejar la situación de principio a fin.
–
Eso es porque es mi responsabilidad hacer que cada cosa que hacemos juntos sea
agradable. Somos novios después de todo, y soy algo así como… el hombre.
–
¡Oye, yo también soy hombre!
–
Ya lo sé, idiota. Me refiero a, esto… – El pelinegro se rascó nerviosamente la
nuca… – Es cuestión de roles, ya sabes. Lo hablamos antes.
–
Oh, eso del tierno y el varonil, o algo de eso.
–
Exacto.
–
Bueno, como sea. Ha bajado… – Dijo
haciendo un puchero mientras señalaba la entrepierna del pelinegro, que no
lucía altiva como antes… – Y tanto esfuerzo que había puesto… – Agregó,
inflando aún más los mofletes.
–
Tú, pequeño idiota… – El pelinegro le pellizcó las mejillas para luego besarle
profundamente y callar sus reclamos. Además de tumbarle nuevamente contra el
colchón y acomodarse sobre su cuerpo, rozando sus caderas, golpeando suavemente
una pelvis contra la otra de manera que sus erecciones chocaron entre sí
produciéndoles nuevos espasmos de placer… – Así disfrutamos los dos, nghh.
–
Ahh~ Kageyama~ – El pelinaranja se sentía demasiado vulnerable de esta manera,
pero era una vulnerabilidad que le llenaba de vergüenza y excitación, sin miedo
alguno de por medio.
Sentir
cómo sus penes se unen y resbalan uno contra el otro excitó de sobremanera a
ambos, hasta que un poco después los dos se vinieron manchando sus caderas y
parte de sus torsos. Kageyama volvió a besarle mientras le acariciaba
suavemente los costados de la cintura, colando nerviosamente una mano entre su
espalda y el colchón, bajándola por el trasero acariciándole entonces los
glúteos, guiando un dedo entre ellos por la línea del coxis y alcanzando a
rozar aquel orificio comprimido al medio, Hinata respingó de inmediato,
rompiendo el beso y mirándole con sus grandes ojos de par en par.
–
¿Tienes miedo?
–
U-un poco.
–
¿Quieres parar? – Kageyama preguntó besándole dulcemente las mejillas. Hinata
negó moviendo la cabeza de un lado a otro… – Voy a ser lo más gentil posible,
pero no puedo prometer que no dolerá, Hinata.
–
Está bien, confío en ti Kageyama.
Entonces
el pelinegro se apartó lo suficiente para alcanzar una almohada y colocarla bajo
la espalda del pelinaranja. Luego sacó el frasco de lubricante del cajón en la
mesita de noche, y un condón. Tanto él como su novio se sonrojaron más a ser
posible cuando parecieron entender hasta dónde habían llegado.
Kageyama
vertió un poco de lubricante en la palma de su mano, luego miró a Hinata a los
ojos y el corazón le dio un vuelco. Realmente, es tan hermoso. La luz de las velas y los de luna que se colaban por la
ventana se reflejaban en el rostro de Hinata dándole un toque tierno a sus
arreboladas mejillas, todo su cuerpo estaba siendo bañado por el mismo tono
entre plata y oro de las luces en la habitación, el sudor que se ha perlado en
su piel brilla como polvo de estrellas, y la inocencia de su expresión
simplemente componía un poema a la belleza.
–
¿Kageyama?
–
Te Amo, Hinata Shoyo.
El
rostro del pelinaranja se encendió rojo fuego cuando escuchó la confesión de su
novio. Pero cuando quiso responder que él también, sus palabras fueron
atrapadas a medio camino por un beso tanto más dulce y romántico que los
anteriores. Y atinó simplemente a enredar sus brazos alrededor del cuello del
pelinegro, respondiendo su beso con los mismos sentimientos. Al terminar este
beso, Kageyama pegó su frente a la de Hinata mirándole a los ojos. Nunca habría
imaginado enamorarse de esta manera, pero se siente estúpidamente feliz y
dichoso.
–
¿Podrías separar las piernas un poco más, por favor?
Hinata
asintió, sonrojándose más a ser posible cuando Kageyama se inclinó en su pelvis
besando castamente su semidespierta erección antes de separarle los glúteos y
tantear su intimidad con sus dedos.
–
Está frío~ – Dijo de pronto al sentir algo pegajoso alrededor de su intimidad.
–
Se calentará en un rato, creo… – El pelinegro dijo no muy seguro de la
realidad, que solo tiene la parte teórica en su cabeza… – Si duele, avísame.
–
Sí… – Hinata murmuró.
Kageyama
frotó sus dedos alrededor del anillo durante un rato, calentando el lubricante
y dando tiempo a su propia mente de enfocarse lo suficiente en lo que está
haciendo, que a último momento le han entrado unos nervios sofocantes ante su
acción. Puede sentir cómo Hinata se tensa y tiembla cada que simula presionar
la yema de su dedo contra el orificio, sabe que está asustado, pero que es tan
testarudo que ahora no dará marcha atrás.
–
Oye, Hinata.
–
Q-qué.
–
¿Te has imaginado que sigamos juntos durante la universidad? ¿O más allá de
eso? ¿Siendo parte del equipo nacional de voleibol? ¿Y luego, trabajando en
algo relacionado al deporte?
Hinata
estuvo por preguntarle a qué demonios sacaba ese tema ahora, cuando ahogó un
quejido al sentir cómo algo invadía su interior. Una lágrima rodó por su mejilla
y todo su cuerpo se tensó, pero luego sintió los labios tibios de Kageyama
bebiendo su lágrima y paseándose por su rostro besándole numerables veces. Así
que entendió, que solo había querido distraerle un poco, una sonrisa se abrió
paso en sus labios al comprenderlo.
–
Dios, eres romántico cuando quieres, Kageyama.
–
Cállate, idiota.
Una
sonrisa compartida, un beso cariñoso. El dígito de Kageyama comenzando a
moverse dentro y fuera muy lentamente, tomándose todo el tiempo que fuera
necesario hasta que el cuerpo de Hinata se relajara y le permitiera un
movimiento menos forzado. Después de muchos besos y algunas caricias, el
pelinaranja finalmente se acostumbró a la primera invasión, pero arqueó
incómodo la espalda cuando un segundo intruso se añadió.
–
Respira profundo, Hinata.
–
D-duele~
–
¿Quieres que me detenga?
–
N-no. Solo, no muevas nada.
Kageyama
topó sus frentes de nuevo, murmurando disculpas con una voz tan dulce y
culpable, que Hinata se derritió contra tal muestra de afecto, siendo él quien
le besara primero esa vez.
–
Kageyama.
–
¿Sí?
–
Yo también te amo, idiota.
Otra
sonrisa cómplice que brilla incluso a través de sus miradas. Una ronda de besos
más, un suave movimiento que hace jadear al pelinaranja incómodo durante un
rato hasta que su cuerpo se relaja, más rápido que la primera ocasión. Y cuando
finalmente Kageyama siente que su intimidad se ha dilatado lo suficiente, se
anima en preguntarle si quiere que agregue otro dedo o si quiere intentar ver
cómo funciona con su erección.
–
Creo que, podemos intentarlo ya.
–
Vale, pero si es demasiado…
–
Dudo que de todas formas vaya a dejar de doler, ahora o después. Y ya no puedo
esperar más, y se nota que tú tampoco Kageyama, pervertido… – Hinata dijo
alzando los labios en trompetilla, la erección de su novio era más que
evidente… – ¿Has estado disfrutando mientras tenías tus dedos en mí, verdad?
–
U-un poco… – Admitió con un enorme sonrojo… – Yo, llevo un tiempo pensando en
esto, era inevitable que mi cuerpo reaccionara al tocarte de esta manera.
Hinata
abrió la boca, y la cerró al segundo. Kageyama ha estado deseando hacer el amor
tanto o más que él. Por un segundo en su mente chilló como cualquier chica en
la escuela, todo emocionado por la revelación que su novio acaba de hacer. Ah,
su novio. De pronto el pecho se le llenó de orgullo, qué dirían todas esas
chicas que piensan que Kageyama es genial, y que sería el novio perfecto si
solo no tuviese tan mal carácter.
–
Aunque a mí me gustas… – Dijo en voz alta, sin tener mucho en cuenta que sus
pensamientos no eran los mismos del pelinegro.
–
A mí también, ya te lo había dicho, idiota… – Kageyama replicó abochornado,
ajeno al tren de pensamientos de su novio.
Hinata
sonrió y llevó sus manos al rostro de Kageyama enmarcándolo con ellas, dándole
un tierno besito.
–
Sigue, pervertido. ¡Sé súper suave~!
–
Que sí, ya lo sé. Y no soy pervertido, idiota.
Kageyama
tomó el condón que había dejado a un lado y se lo colocó con algo de torpeza,
más bien de nerviosismo porque Hinata estaba observando atentamente.
–
No mires.
–
Pero tengo que, la próxima vez yo quiero ponértelo.
El
rostro del pelinegro se encendió al rojo vivo, para variar. Tras la odisea de
colocarse apropiadamente el condón, Kageyama vertió otro poco de lubricante
sobre su erección, frotando a lo largo y ancho para que la sustancia se distribuyera
por todos lados, lo que de todas formas sirvió para estimularse y no perder la
erección –aunque eso estaba remotamente lejos de ser posible ahora–. Hinata se
mordió el labio inferior, respiró hondo y cerró los ojos por acto reflejo
cuando Kageyama se acomodó entre sus piernas perfilando su pene en su dilatada
entrada.
–
Hinata, mírame.
El
pelinaranja obedeció instintivamente, y cuando sus grandes ojos color chocolate
se abrieron paso bajo los párpados, se encontró directamente con las orbes ónix
de los de su novio, y al segundo el trozo de carne caliente comenzó a
enterrarse en su interior. Ahogó un grito de dolor arqueando inconscientemente
la espalda y apretando las mantas en sus puños.
–
No te muerdas así, aquí, bésame Hinata.
Kageyama
dijo con súbita ternura, dejando su boca a la entera disposición de su novio.
El pelinaranja ni siquiera titubeó, fue por los labios de su novio con
necesitaba urgencia, besándole con una ansiedad extraña que venía de la
incomodidad en su trasero. Porque podía sentir cómo el pene del pelinegro
palpitaba contra la carne de sus anillos internos mientras continuaba
penetrando centímetro a centímetro hasta quedarse quieto.
La
laboriosa respiración de ambos adolescentes inundó la habitación, con ambos
cuerpos quietos mientras se acostumbraban a esta unión. Kageyama estaba ansioso
por moverse, pero sabía que esto era doloroso para Hinata, así que obligó a
todos sus sentidos apaciguarse, aunque el calor que le envolvía el cuerpo fuera
tan embriagador que sedujera cada fibra de su ser al movimiento de su pelvis.
Hinata por su parte solo podía agradecer mentalmente porque este momento se
hubiera congelado.
–
¿Estás bien?
–
Sí, gracias… – Hinata le dio otro beso, mucho más suave que los anteriores
mientras se volvían uno… – Duele un poco, pero has sido tan atento que se está
formando un recuerdo hermoso de nuestra primera vez, Kageyama.
Kageyama
se sintió tan avergonzado por el cumplido, que lo único que se le ocurrió hacer
fue besarle. Con tal pasión que cuando ambos fueron conscientes, sus caderas ya
estaban moviéndose lentamente una contra la otra. El más sorprendido fue
Hinata, porque aunque era incómodo, no dolía. De hecho, le gustaba esa
sensación al sentir cómo Kageyama salía y entraba de su interior, el roce de su
extensión era caliente y tan suave que las oleadas de placer pronto comenzaron
a circular por su cuerpo. Para el pelinegro era igual, le gustaba tanto la
presión de las paredes estrechas de la intimidad de su novio que la mente se le
comenzaba a nublar.
Lentamente
el vaivén de caderas fue ganando confianza. La velocidad, la profundidad, el
ritmo entre una estocada y otra, todo fue aumentando conforme los besos y los
gemidos se mezclaban en un calor avasallador que los instaba a más contacto.
Libido, pasión, deseo, ansiedad, inexperiencia. Todo haciendo su parte en este
encuentro.
Hinata
se aferró a los anchos hombros de Kageyama sin saber qué hacer con sus piernas,
hasta que terminó por anclaras en la cadera del pelinegro, gimiendo en su oído,
llorando de placer. Kageyama pasó una mano por debajo de su espalda,
sujetándole con fuerza mientras arremetía contra el trasero del pelinaranja y
gemía contra la almohada, cerca del oído de su pequeño novio. Sus cuerpos se
habían amoldado perfectamente, y sincronizaban tan bien que hasta los latidos
de sus corazones iban al ritmo. La mano libre del pelinegro se coló entre sus
cuerpos para mimar la erección del pelinaranja, acariciándola, bombeando casi a
la par de sus embestidas, presionando con la yema la punta.
–
Ahh~ ahhh~ Kageyama, no… no puedo más, ¡nghh!
Cuando
el pelinaranja derramó su semilla en la mano del pelinegro, la sensación de
calor que sofocó sus sentidos fue suficiente para llevarlo a su propio clímax.
Kageyama embistió un par de veces con fuerza y profundo, desahogándose dentro
de Hinata. Temblorosos por el orgasmo, ambos adolescentes permanecieron en
silencio durante minutos. Kageyama apenas había alcanzado a salir de Hinata y
rodar a un lado cuando sintió su cuerpo entero sin energías.
–
Ha sido genial, ¿verdad, Kageyama?
–
Si pudiera moverme, intentaría atacarte de
nuevo, Hinata.
Ambos
estallaron en risas. Pero casi al instante el pelinaranja se quejó. El trasero
comenzaba a dolerle. Kageyama se incorporó mirándole preocupado.
–
Estoy bien, solo duele un poco mi cadera.
–
¿Quieres tomar una ducha?
–
Si prometes quedarte quieto, en verdad no creo que pueda resistir un segundo ataque.
–
No te atacaré. Excepto a besos.
–
Está bien, los ataques de besos están permitidos. Pero tendrás que cargarme
hasta el baño~
–
Ya te pones mimado, eh.
–
Vamos, me lo merezco. No te das ni una idea de lo mucho que duele tenerte
dentro~
–
Es que eres pequeño por todas partes…
– Kageyama no dijo nada cuando Hinata le golpeó el hombro mirándole pucheroso.
–
Pues tú tienes altura por todas
partes también, sabes.
–
Ya, seguro que con el tiempo iremos cogiendo experiencia. No quiero lastimarte
cada vez que hagamos el amor.
Y
cuando esas palabras salieron de labios de Kageyama, Hinata sonrió como bobo.
Es verdad, ellos han hecho el amor. Y sin más, mientras Kageyama tiraba el
condón usado en el cesto de basura junto a su escritorio, Hinata le llamaba
para besarle. Minutos después, era llevado en brazos hasta el baño, donde la
bañera les esperaba llena de agua tibia. Las velas en la habitación seguían
consumiéndose, y la luna coqueta alumbrando en el firmamento.
--//--
Luego
del pequeño incidente en casa de los
Ukai, Takinoue no conseguía el perdón
de su amigo Shimada. Y es que al parecer le había molestado bastante su ridícula proposición de ser pareja para
poder apadrinar al bebé de su amigo Keishin.
–
¿Quieres dejar de ser tan rencoroso? Fue solo una broma, Shimada.
–
Pues fue una broma de mal gusto.
–
Ya, me he disculpado tantas veces que perdí la cuenta. Por qué te enfada tanto.
El
pelinegro de anteojos se mordió los labios y desvió la mirada. Ahora que lo
piensa, por qué es que siempre terminan volviendo juntos a casa después del
trabajo. Está bien, queda de paso el trabajo de Takinoue al suyo, pero siempre,
siempre están juntos donde quiera que van. Eso es malo para él, ya suficiente
tiene con las quejas de su madre de que sigue sin novia. Pero cómo va a
conseguirse una si solo sale con su amigo.
–
Oye, Shimada…
–
¡Déjame en paz!
El
de anteojos aceleró el paso sin hacer caso de los llamados del rubio teñido.
Takinoue se revolvió el cabello con frustración.
–
Joder, es más difícil de entender que una chica. ¿Será que por eso me gusta?
Aunque bueno… – El rubio teñido suspiró, pateando una piedra imaginaria por la
calle… – Si le ha molestado tanto lo que dije, estoy acabado. Shimada no me ve
más que como un amigo. Si le llego a confesar lo que he estado sintiendo por él
desde la secundaria, seguro me deja de hablar.
--//--
Haberse
integrado a la escuela después del campamento también había valido para sus
respectivos trabajos. Al principio Daichi estuvo un poco distraído, mientras
que Sugawara había estado normal. Sin embargo, para el cuervo mayor las cosas eran diferentes, sentía que el tiempo
comenzaría a pasar rápidamente a partir de ahora y tenía muchas cosas de las
que ocuparse.
–
Daichi, estás raro. ¿Pasa algo? – El peliplatino le preguntó de camino a sus
trabajos.
–
No, solo estoy pensando que dentro de nada tendríamos que comenzar a comprar
ropita para el bebé, ¿no crees? – Dijo mirándole lleno de anhelo, acariciándole
suavemente el abultado vientre bajo la ropa del uniforme.
–
Yo creo que primero llegará el momento en que yo tenga que conseguir otras
ropas… – Dijo con una sonrisita y sus blancas mejillas cubiertas de rubor… –
Cada día es menos la ropa que entra en mi cuerpo.
–
Deberíamos hacer algo al respecto, ¿verdad? Ya tenemos algo ahorrado, podríamos
ir de compras el domingo que ambos descansamos.
–
¿Estará bien comenzar a emplear ese dinero en mí? Se supone que es para nuestro
bebé.
–
¿Y quién está cuidando de nuestro bebé ahora, eh? Tú, verdad. Así que está
perfectamente bien emplear el dinero en comprarte ropa, Suga.
–
Si sigues mimándome de esta manera me vas a malacostumbrar Dai~
–
Me sacrificaré…
Unas
sonrisitas más, esconderse en un rincón alejado de miradas y besarse. Ambos se
toman unos minutos para este intercambio de cariño, aunque nunca sea suficiente
y tener que seguir el camino llene el rostro de Sugawara de tiernos pucheros, o
cruce de frustración el de Sawamura. Sin embargo, ambos saben que todo esto es
por el bien de su bebé. Que dentro de nada tendrán que ir a la segunda
ecografía. Vale, falta poco más de un mes, pero Sawamura sigue pensando que el
tiempo comenzará a ir tan rápido que él apenas estará consciente de todo lo que
esté pasando. Además, el torneo de la Winter estaba aproximándose también, y
para entonces lo más seguro es que Sugawara estuviera entrando a su noveno mes
de gestación.
--//--
Aoba
Johsai
Hace
un par de semanas de su discusión. Hace el mismo tiempo de su rompimiento. Las
cosas están muy tensas en el club. Oikawa e Iwaizumi ni siquiera se dirigen la
palabra. Y es un dolor en el trasero por donde quiera que se mire. Además de
eso, Oikawa está más pedante que nunca, coqueteando con toda chica que se le
acerca, siendo cool con ellas, tomándose fotos y alardeando de su popularidad.
Iwaizumi finge desinterés, pero sus amigos se dan cuenta de lo mal que lo está
pasando.
Kindaichi
no es bueno para consolar o acompañar en este tipo de situaciones, además se
siente torpe. ¿Cómo es consolar a un chico que terminó con su novio? Kunimi parece más sensible para
este tipo de temas, pero el aura que desprende Iwaizumi ha impedido que
cualquiera tenga el valor de acercarse. Y con Oikawa sería como perder el
tiempo.
–
En dado caso, puede que sea lo mejor para ellos.
–
¿Qué tiene de mejor que hayan terminado así, Kindaichi? ¡Ellos ni siquiera se
hablan!
–
Bueno, de todas formas no es que podamos hacer algo, ¿verdad? Vamos a dejar que
resuelvan sus asuntos como quieran y cuando quieran, Kunimi.
–
Pero los entrenamientos son tan tensos de esta manera.
–
Pues tendremos que sobrellevarlo. Incluso si dan ganas de estampar los balones
en la atractiva cara de Oikawa… – Dijo apretando los dientes, honestamente
harto de la actitud del capitán.
--//--
Nekoma
Luego
de que Shibayama se había enfadado con él hace dos semanas, era momento en que
el chico no se le acercaba más que lo indispensable. Inuoka estaba inquieto por
todo esto, y es que no lograba entenderlo. Y tampoco sabía a quién preguntarle.
Kenma y Kuroo la viven en su mundo desde que son pareja, y Yamamoto no le
parece la mejor opción. Podría preguntarle a Yaku, pero Lev lo ha monopolizado
totalmente desde hace un tiempo. Él sospecha que ellos dos también están en una
especie de relación ya que a veces el humor de Yaku está más agrio que de
costumbre, pero se sonroja con sorprendente facilidad cuando interactúa con
Lev.
–
No hay remedio. Tengo que hablar con Shibayama.
Así,
decidido a enfrentar a su amigo, el hiperactivo muchacho esperó a que llegara
la hora de las prácticas para pedirle hablar con él al terminarse.
–
Hablar, de qué.
–
Bueno, es que en realidad ya casi no hablamos. Y creo que te enfadaste desde la
otra vez, cuando estábamos hablando de los besos y… – Inuoka selló los labios
callando de inmediato en cuanto la mirada resentida de Shibayama cayó sobre él…
– ¿Ves? Estás enojado todavía.
–
Creo que es obvio que lo esté. Sobre todo considerando que ni siquiera has
entendido el por qué, Inuoka.
–
P-por eso… por eso esperaba que me lo dijeras.
–
Por qué no intentas pensarlo por ti mismo… – Dijo, y dando media vuelta volvió
a dejarle con las palabras en la boca.
–
Veo que estás pasando por un momento difícil, Inuoka.
–
Ah, Kenma~ ¡por favor, ayúdame!
–
Te voy a dar una pista. Enamorado.
–
¿Eh?
–
He sido muy amable, y también algo imprudente. Así que no diré más. Ah, Kuroo
llegó… – Y sin más, el inexpresivo minino fue al encuentro de su novio,
dejándose besar ahí delante de los demás, quejándose apenas porque Kuroo le
había mandado solo cuando podían haberse encontrado en los pasillos y a saber
qué cosas más.
Inuoka
se quedó mirando al vacío. Enamorado.
Qué se supone que debía decirle esa palabra. Tiró de sus cabellos con marcada
desesperación y luego el resto de la tarde estuvo más bien distraído y con la
energía desbordada pero mal encaminada.
--//--
Karasuno
Tan
rápido pasa el tiempo, que hacía ya un mes de la primera vez entre Hinata y
Kageyama. Aunque no la única, dos encuentros más se han suscitado desde
entonces, aunque a Kageyama le encantaría poder hacer el amor con Hinata todas
las noches. La última vez se habían olvidado del condón, y ahora ambos habían
descubierto que, pese a todo lo que leyeron juntos, las sensaciones no son las
mismas. Y resulta que les ha gustado más sin condón que con él.
–
Pero tenemos que usar, ¿verdad? Quiero decir, no es que vaya a pasar pero, de
preferencia no me gustaría arriesgarme a quedar embarazado como Suga-san o el
sensei.
–
Ya lo sé, por supuesto que vamos a seguir usándolo. Lo de esa vez fue tu culpa.
–
¡¿Ah?! ¡Cómo que fue mi culpa!
–
Sí, estabas tan jodidamente adorable que me olvidé por completo.
Hinata
se sonrojó ante las palabras de Kageyama. Y entonces mejor guardó silencio. Una
vez que el pelinegro comenzaba a decirle cosas bonitas, él salía perdiendo muriendo cada vez de vergüenza.
–
El dúo de raros está hablando de sus intimidades tan libremente que dan ganas
de molestarlos.
–
Cállate, Tsukishima.
–
O qué, ¿su majestad me mandará a los calabozos?
–
Tsukki~ recuerda que el entrenador Ukai dijo que si te pillaba molestando a
Kageyama otra vez, ambos tendrían que hacer alguna prueba de amistad.
Las
palabras de Yamaguchi entonces fueron suficientes para matar el sarcasmo del rubio. Tsukishima acomodó sus anteojos y fue
a cambiarse por el uniforme para las prácticas. Ahora más fuertes que antes,
con la Winter cup como el objetivo inmediato del club.
…
Cuando
Ukai llegó para iniciar el entrenamiento, se dio cuenta de que el club no era
para nada lo mismo que hace unos cuantos meses. Todos ahí han madurado, y
mejorado también en sus respectivas habilidades deportivas. Piensa que tiene un
equipo digno de lanzarse en una nueva aventura en un torneo oficial, pero le
gustaría tener algunos partidos de práctica con los equipos más fuertes que sea
posible. Por eso, Takeda está nuevamente dialogando con los entrenadores de los
ya conocidos Nekoma, Datekou y Aoba Johsai. Aunque también tiene entendido que
ahora se está animando en tocar otras
puertas.
–
¿Sabías que te ves muy guapo con porte pensativo?
–
¡Takeda! Me sorprendiste. En qué momento llegaste.
–
Justo ahora, pero estabas tan concentrado que no me escuchaste.
–
Lo siento… – El rubio se rascó distraídamente la nariz. Mordiéndose los labios
para no besar a su novio… – Por cierto, te ves muy lindo hoy.
–
No digas cosas vergonzosas, y menos aquí… – Murmuró sonrojándose.
–
Pero por eso lo dije en voz baja. Así los chicos ni se enteran. Aunque, si ya
lo saben…
–
Pero soy su sensei, y tú su entrenador. No podemos ser tan descarados delante
de ellos solo porque sí. Somos los adultos, el ejemplo a seguir Ukai.
–
Ya lo sé, lo sé… – Dijo largando un suspiro. Cuando su novio se ponía en plan
“sensei ejemplar”, era difícil de convencer de más nada. Le miró de reojo y
sonrió, ya comenzaba a brotarle pancita.
–
Por cierto, tendremos partidos de práctica contra Datekou en dos semanas.
–
Perfecto, Takeda tú siempre consigues lo que te propones eh… – Y aunque moría
por besarle, se limitó a estrechar su mano. Luego un ruido sordo y los gritos
sorprendidos de los chicos.
Nishinoya
se había mareado a punto del desmayo.
Continuará……
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