jueves, 29 de diciembre de 2016

Time Out. PARTE 18.



~~*~~
De momentos indecorosos a declaraciones precipitadas


Con el amanecer despuntando majestuoso ahí entre el verde fresco de las montañas y el canto matutino de aves de una gran variedad cuyos colores vivos daban otro toque a la bella panorámica, el campamento deportivo estaba recibiendo el alba de maneras muy diversas también, y eso ha sido por la calidad de la noche que han tenido.

En la Cabaña de Nekoma

Cuando todos estaban profundamente dormidos –que era fácil saberlo por los graciosos ronquidos que lanzaba cada uno–, Kenma se preguntaba en qué momento él también podría dormir plácidamente como sus amigos. Sin embargo, Morfeo no parecía andar para nada cerca puesto que no le invitaba al relajante mundo de los sueños.

– Hey, ¿Por qué sigues despierto Kenma?

– Ah Kuroo, tampoco duermes.

– Es imposible si tú no lo haces.

– ¿Eh, por qué dices eso?

– Estos días de campamento. O todas las veces que llegaste a dormir en mi casa cuando éramos niños, las contadas que todavía lo hiciste ahora que ya no lo somos; siempre me quedo despierto hasta que tú duermes profundamente.

– ¿Eso por qué?

– Porque siempre me has parecido muy lindo cuando te vas quedando dormido y hasta que respiras parsimonioso.

El minino pensó que escuchándole hablar de esa manera pareciera que quien mejor le conoce es su novio. Y bueno, hasta cierto punto le parece incluso natural, pero todavía piensa que debería ser él quien le conozca mejor. Y sin embargo ahí está, Kuroo todavía tiene algunos misterios para él.

– ¿En qué estás pensando, Kenma?

– En que los chicos van a enojarse si les despertamos… – Miente, en parte.

– Entonces ven aquí… – El gato mayor abre las mantas de su futón invitándole a entrar con él.

– ¿Estás seguro?

– Sí. Date prisa, Inuoka se remueve en sueños, vamos a despertarle.

Kenma voltea hacia el bulto que sabe se trata del inquieto Inuoka y escucha apenas las mantas rumorar por el movimiento del chico. Así que se decide y avanzando a cuatro va de su futón al de Kuroo, sorprendiéndose un poco cuando su novio le rodea la cintura y lo pega un poco más a su cuerpo.

– Kuroo…

– Se tiene que estar un poco apretado para caber los dos, Kenma.

La explicación en sí no era necesaria. Pero la sonrisa pícara de Kuroo oculta en las sombras de la habitación emitió suficiente energía como para que Kenma se estremeciera bajo las mantas.

– ¿En qué estará pensando esa mente lasciva tuya, Kuroo?

– Seguro que lo sabes, Kenma.

Kuroo coló una mano bajo la parte superior del pijama de Kenma acariciando suavemente la piel nívea de su vientre, subiendo sinuosa y sin atisbo de duda hacia el pecho, rozando con la yema de sus dedos uno de los pezones del más bajo.

– Ahh~

– Shh, no levantes la voz Kenma.

– Entonces quédate quieto, Kuroo.

– Confío en que puedas guardar la voz.

Otra sonrisa coqueta, su insistente mano acariciando uno a uno los pezones de Kenma, palpando también la suave piel a su antojo, sintiéndole estremecer por sus avances, jadeando en su cuello, notando la febril temperatura de su cuerpo ascender por estos gestos tan íntimos de Kenma. Esos gestos que solo él le conoce, los que solo él ha obtenido. Incluso si le ha costado ser un poco hostil y haber empujado sus sentimientos en Kenma cuando la mínima brecha de curiosidad hacia las relaciones sentimentales se abrió paso en su camino cuando el enano de Karasuno contaba sus propios líos amorosos vía texto con su Kenma.

– Nhh~ no toques ahí, Kuroo.

Kenma jadeó algo más inquieto cuando sintió otra mano traviesa colándose en su trasero apretujándole los glúteos. Al principio, cuando los besos dejaron de ser suficientes para comunicar sus sentimientos a Kuroo y llegaron a las caricias, el minino se preguntó si Kuroo podría encontrar alguna parte de su anatomía realmente atractiva ya que él se consideraba más bien soso y aburrido –venga, que la mayoría de las personas que le “conocen” se lo hacen sentir–; además era un chico después de todo, y Kuroo aseguraba no ser gay, simplemente estaba interesado en él porque no se imaginaba con nadie más.

En aquél entonces Kenma había mencionado algo como…

– Debe ser la costumbre, te gustará alguna chica luego y nosotros haremos de cuenta que esto fue solo curiosidad.

No te confundas Kenma. Que no me gusten otros chicos tampoco significa que dejarás de gustarme tú en algún momento. Pienso que estaré contigo toda la vida. Y supongo que esto es lo que se llama amor.

Después de tremenda declaración Kenma había sabido por primera vez en toda su vida lo que era avergonzarse. Pero avergonzarse de verdad, no solo con la reacción fisiológica que viene con el sonrojo o los latidos presurosos, sino también con los sentimientos que agitan su alma del mismo modo. Esa vez habían tenido su primer avance en la intimidad y se habían tocado confiadamente en la habitación de Kenma, su primer orgasmo viniendo de la mano ágil de Kuroo había sido tan extasiante que él había andado en la nube durante los entrenamientos del día siguiente. Ahora eso ya estaba controlado, podían tener ese tipo de acercamientos y él no perder de foco la realidad.

Como ahora, cuando las manos de Kuroo son tan certeras y tocan lujuriosas cada centímetro de su cuerpo. Desnudándole incluso sin que él se percate del momento o la forma, casi como si todo su ser cooperara sumiso a los movimientos de su novio. Eso, definitivamente, tendría que ser amor. Su primero.

– ­Ahh~ Tetsuroo~

– Shh, Kenma.

– Es ngh~ tu, culpa.

Respira agitado y contorsiona su cuerpo por acto reflejo debido a las oleadas de placer. De algún modo, ahí bajo las mantas que todavía no son refugio suficiente, Kuroo se las ha ingeniado para desnudarle, le ha acomodado sobre su cuerpo de modo que las piernas de Kenma están a cada lado de su pelvis sosteniendo así su peso en las rodillas, mientras tanto una mano de Kuroo le masturba y la otra acaricia a diestra y siniestra su anatomía. Las delgadas piernas, la estrecha cintura, los hombros o su espalda, todo es víctima de su deseo. Y, dada la postura, le queda perfecto para devorarle los labios con hambrientos besos o lamer su cuello, el mentón y más allá sus pezones, para mordisquearle donde le venga en gana y dejar pequeñas marcas también, sobre todo en la clavícula, su sitio favorito.

– Kenma, tú también… – Jadea en su oído, mordiéndole el lóbulo y colando su lengua en él… – Tócame.

Aturdido por el placer y el esfuerzo sobrehumano que ya de por sí hace para no dejar libres sus gemidos –que se pone un poquito escandaloso cuando están en ello, Kuroo lo sabe–, Kenma se sienta en los muslos de su novio para poder estimularle también, de otro modo jamás podría sostener su peso y una sola mano tampoco es suficiente para darle placer al más alto.

– Ngh… – Gemir ronco cuando la mano sutil de Kenma arropa su hombría y comienza a moverla arriba y abajo.

Y escuchar a Yamamoto murmurar el nombre de la manager de Karasuno entre sueños, a Yaku patear a Lev y éste quejarse adormilado. A Inuoka y los murmullos de sus mantas porque es inquieto incluso al dormir, mientras que Shibayama no hace sonido alguno y es el único que realmente dispara sus alarmas y le hace preocuparse por hacer demasiado ruido y despertarle.

– ¡Ngh!

Soltar un gemido más ronco y maldecir por lo bajo por hacerlo. Kuroo tira de Kenma apoyando una de sus grandes manos en la espalda para empujarle hacia él y le besa. Ahogan gemidos así, entre besos húmedos llenos de saliva y pasión mientras las manos del otro hacen lo propio sobre la entrepierna ajena. Sentir el calor sofocarles la razón y saber que todavía no es suficiente.

– Tetsuroo~ – Jadea y su aliento caliente choca contra el cuello de su novio cuando decide lamerle ahí al tiempo en que insinúa con un suave movimiento de cadera lo que quiere.

– Lubricante… – Murmurar con un dejo de desesperación, pero lucir todavía demasiado sexy y dominado como para que su aura sensual atonte otro poco al más bajo, quien dócil se deja hacer cuando sus glúteos son separados y algo frío cae entre ellos.

– De dónde lo sacaste.

– Debajo de mi almohada.

– ¿Has estado durmiendo con eso ahí?

– Tenía el presentimiento de que iba a ser imposible controlarme.

– Eres un, total pervertido.

– Sí, sí. Estamos hablando mucho, los vamos a despertar.

– Ya te dije que es tu cul…ngh~

Callarle con un beso, con uno de sus dígitos presionando su intimidad y sentirle encorvar la espalda incómodo, atender de nuevo su erección y distraerle mientras le dilata. Kuroo no sabe cuántos minutos transcurren a partir de entonces, tampoco está seguro de haber sido lo suficientemente silenciosos pero intuye que sí, dado que todos duermen todavía ya fuera solo se escucha el rumor de la noche. Tres de sus dedos entran y salen con facilidad de la relajada cavidad de su novio, el lubricante se siente caliente y algo pegajoso permite deslizarse sin problema alguno. Le lame los labios y susurra con la voz pastosa por la excitación que está listo. Kenma asiente y se acomoda mejor, perfila la hombría de su novio entre sus glúteos y siente cómo la punta le roza la intimidad.

– Hazlo despacio, Kenma.

– Sí.

Comienza descendiendo suave, notando cómo lentamente el falo de Kuroo va ganando terreno en su entrada, Kenma gime ahogado y termina por resoplar con aire molesto, quiere gemir a su antojo pero no puede, y duele un poco porque pese a la dilatación, todavía han sido pocas las veces que han llegado hasta esto y su cuerpo sigue siendo anatómicamente inadecuado para este tipo de actividad sexual.

Kuroo se percata y retoma la estimulación sobre el pene de su novio, había perdido algo de dureza pero con su toque rápidamente lo recupera y parece suficiente para relajar de nuevo a Kenma. Finalmente se deja caer de una haciendo que su falo se entierre hasta el fondo. Ambos gimen ahogado, mordiéndose incluso los labios para callar lo más posible los sonidos indecentes que se les atora en la garganta. Luego, cuando Kenma se siente más tranquilo, comienza el movimiento, arriba y abajo botando la cadera contra la pelvis de su novio, el sonido húmedo que viene del lubricante y el líquido presemen del gato mayor parece demasiado alto cuando sus cuerpos chocan en cada penetración.

De pronto se dan cuenta de que tener sexo en silencio es honestamente imposible, que se están salvando de pura suerte a no ser descubiertos por los demás. De todas formas es tarde para dar marcha atrás, están en punto de no retorno –probablemente ya lo estaban desde que Kenma invadió el futón de Kuroo en realidad– con la temperatura por las nubes y el placer haciendo estragos en sus razones. Kenma suda, jadea febril con el rostro colorado y el cabello pegado a la frente; Kuroo le sujeta la cadera y sus dedos dejan huella en la nívea piel, gime apurado sintiendo las vibraciones en su garganta. Es algo cansado hacerlo de esta manera pero están cerca del final. Kuroo coge impulso y de un rápido movimiento invierte posiciones dejando a Kenma bajo su cuerpo, el ruido ha sido demasiado pero siguen a salvo.

– Frío, Tetsuroo~

– Lo siento, Kenma.

Le ha fallado el cálculo y han terminado casi fuera del futón, pero pronto vuelven a él y al vaivén de caderas, a las embestidas profundas, al chapoteo húmedo del choque de cuerpos. Y un rato después, el beso forzado para callar el gemido real cuando el orgasmo los alcanza y les tiembla el cuerpo de pies a cabeza.

En las duchas

Sawamura estaba terminando de lavar sus ropas y las de Sugawara luego de que, ni bien habían vuelto a sus habitaciones terminando el dichoso juego que Oikawa propuso antes, su novio volvió el estómago ensuciándolos a los dos. Avergonzado, el peliplatino había querido encargarse de todo, pero el pelioscuro simplemente no lo había dejado. Así que ahora estaban aquí, con Sugawara metido en la ducha y él con el cuerpo ansioso por sentir a su novio. Sawamura sacó la última prenda a colgar fuera en uno de los corredores, luego volvió al interior de las duchas por su novio.

– ¿Suga?

– Estoy terminando, Dai.

Sawamura no pudo –ni quiso a decir verdad– evitar echar una mirada dentro, el agua corría por el desnudo cuerpo de Sugawara llevándose consigo los últimos rastros de jabón y champú. Sawamura sintió de inmediato cómo la temperatura de su cuerpo se elevaba, siente que ha pasado una eternidad desde que hizo el amor con Sugawara y eso lo pone ansioso incluso si solo le mira tan vulnerable.

– ¿Qué haces ahí mirándome de esa manera, Daichi? – El peliplatino dijo con una sonrisa nervioso, avergonzado de la intensidad que los ojos de su novio irradiaban desde fuera de la ducha.

– Sabes bien lo que siento, Suga. Lo mucho que te deseo… – El capitán escuchó su propia voz y se dio cuenta de la verdad detrás de sus palabras pues ha sonado algo áspera y excitada. De hecho, al sur de su ombligo su cuerpo ha reaccionado a la vista.

– Este no es el lugar, Dai…

– Lo sé, pero mi cuerpo y mi corazón no pueden entenderlo.

Sugawara volteó el rostro al no poder más con la intensa mirada de su novio. Cerró el grifo del agua y cuando estaba por dar un paso para salir sintió la imponente presencia de su novio en su espalda.

– Dai…

– Por favor Suga, solo esta vez.

– Pero…

– ¿No te da un poco de lástima tenerme así?

Sawamura presionó su pelvis contra el trasero de su novio dejándole sentir el bulto bajo sus pantaloncillos. Sugawara suspiró entrecerrando los ojos, sintiendo que podría rendirse con solo una palabra más. Porque él también lo necesitaba. Su cariño, su pasión, su deseo.

– Dai, si nos sorprenden…

– No lo harán…

Ambos habían caído así de fácil. Habían bastado esas palabras para desatar el último nudo que los contenía. Sawamura le besó como si la vida se le fuese en ello, explorando la boca de Sugawara con apremio, recorriendo hasta el último recoveco; al mismo tiempo sus manos acariciaban su pecho jugando con los montecitos rosados, arrancándole de esos gemidos quedos que amortiguaban entre besos. Luego la mano de Sawamura se deslizó hacia el sur, deteniéndose en la tripa, acariciándole con súbito fervor, a la vez sus besos también habían mutado en suma ternura, como si así se dijeran que esa criatura que crece en su interior sigue siendo lo más hermoso que tienen. Más tarde, la mano del capitán siguió su curso más abajo hasta alcanzar la entrepierna de Sugawara, acariciando el tronco con suavidad hasta sentirle caliente y duro contra la palma de su mano.

– Ahh~ Daichi~ mi voz hace eco aquí dentro… – Gimoteó excitado, aferrándose al brazo de su novio sin saber dónde poner sus manos en busca de soporte.

– No hay nadie cerca.

– Pero alguien podría venir~ nhh~ ahh Dai~

– Te Amo, Suga.

El peliplatino pucheó desarmado, esas palabras siempre conseguían un efecto sorprendentemente relajante en él. Luego encorvó la espalda y sintió sus piernas temblar cuando la mano de su novio jugueteó en la punta.

– No~ Daichi así no~

– ¿No te gusta, Suga?

– No es eso~ estoy muy sensible~ me correré rápido… – Gimoteó tembloroso, respirando agitado.

Su imagen inyectó otro poco de excitación en el cuerpo de Sawamura, el rostro ruborizado con las mejillas algo regordetas bañadas de un intenso carmín, sus labios húmedos, su cuerpo mojado, su cabello platinado escurriendo agua, su desnudez, la dulce tripa. Ese aire de inocencia y sensualidad que parecía tallado con precisión divina en su cuerpo y en cada uno de sus gestos. Sawamura tragó hondo y le cargó en brazos para llevarle al ofuro, Sugawara se aferró al cuello de su novio sabiendo cuál era su intención. Algo de comodidad y soporte para ambos.

Sawamura dejó a su novio en la bañera de madera amplia de las duchas –después de todo es como para que entren cómodamente allí unas cinco o siete personas– para luego sacarse las ropas, algo mojadas por el contacto con Sugawara, quien se sonrojó más a ser posible cuando vio al desnudo a su novio. La piel tostada, los músculos definidos, la orgullosa entrepierna en asta; el peliplatino tragó hondo, dejándose hacer cuando, tras entrar junto a él, su novio le propinó uno de esos besos que lo dejaban algo mareado.

– ¿Estás bien, Suga?

– Sí~ – Respondió casi por inercia, con la expresión extasiada y el corazón a mil por hora… – Daichi, continúa por donde te quedaste~ – Gimió ansioso, agitando las aguas en el ofuro cuando se movió al frente para sentarse en la pelvis del capitán… – De pronto siento que no puedo esperar más.

¡Mierda! Sawamura pensó y volvió a atacar los labios de Sugawara. Mientras tanto, ambos cuerpos buscaron amoldarse en aquella postura, al tiempo, los dedos del capitán buscaron la intimidad del peliplatino, ansioso por hacerle el amor. Pero también tuvo suficiente lucidez para pensar en la falta de lubricante.

– Suga…

– Qué. Por qué paras~

– Tengo que prepararte, hace mucho que no lo hacemos.

– No tengo lubricante conmigo… – Dijo haciendo un gracioso mohín de disgusto. Ahora él era el que no quería peros ni distracciones.

– Puedo usar, ¿champú?

– ¿Y si me irrita?

– Entonces… ¿tu saliva? – Comentó, ofreciendo sus dedos al peliplatino.

Sugawara ni siquiera lo pensó, se los llevó a la boca comenzando a lamer y chupar. La expresión que mostraba excitó más a su novio pues lucía demasiado erótico a sus ojos. Un rato después Sugawara liberó los dígitos de su novio, la saliva incluso había resbalado por sus comisuras y ensuciaba su mentón, tan sexy que Sawamura pensó que podría correrse solo mirándole y sintiendo su boca jugar así con sus dedos, porque ya le ha sentido hacer lo mismo en su falo.

– Suga…

– ¿Ahora qué? – Cuestiona con cierto tono desesperado.

– Aquí dentro no podemos.

El peliplatino estuvo a punto de protestar cuando su novio le ayudó a salir y colocarse de rodillas en el piso, apoyándose con sus manos en el filo de la bañera, el capitán se colocó en su espalda y acarició su espalda con fervor mientras presionaba uno de sus dígitos en la comprimida entrada.

– Ngh~

– ¿Duele?

– Un poco.

Sawamura entonces decidió usar también su saliva para lubricarle mejor, así que llevó su lengua al orificio dejando tanta como le fue posible al tiempo que seguía presionando ese primer dedo en él. Sugawara gimoteó y encorvó la espalda en varias ocasiones conforme se iba acostumbrando y la incomodidad daba paso al placer. Además, su novio también le masturbaba con una de sus manos, acariciando su falo arriba y abajo, bombeando y mimando la cabeza. Pensándolo bien, esta postura también resultaba cómoda en su estado. Aunque el piso era lo único en contra, las rodillas le estarían matando después, seguro.  

– Ahh~ ahh~ Dai, estoy listo~

– ¿Seguro?

– Sí~

Sacar sus dedos y perfilar su hombría –la que hace rato duele de excitación y la que no había podido aliviar ni con un poco de atención porque tenía sus manos ocupadas y Sugawara en una postura desfavorable para el placer mutuo–, presionar la punta en la dilatada entrada y gemir ronco cuando al ir penetrando las oleadas de placer corren por todo su cuerpo.

– ¡Nghh, Koushi! No me aprietes tanto o me correré.

– Ahh~ no puedo, evitarlo~

Quedarse quietos y tratar de relajarse un poco, bajar la excitación a niveles controlables, querer alargar el momento tanto como les sea posible y descubrir que aquello, es básicamente imposible cuando se está del todo en ello.

Sawamura comenzó a moverse poco después, sintiendo el roce de su erección contra la carne caliente y rugosa de los anillos internos de la cavidad de Sugawara, sintiendo también cómo succionaba su falo cuando penetraba, o cómo parecía relajarse cuando retrocedía. El vaivén fue lento al principio, pero no mucho después el ritmo aumentó. Y los gemidos de ambos también, haciendo demasiado eco en las duchas, por lo que hubo que volver al plan inicial. Entrar en el ofuro y dejar que Sugawara le montase para que tuviera control sobre las embestidas –y de paso evitar cualquier accidente o postura incómoda para el peliplatino, lo que después de todo era la principal preocupación del capitán–.

El chapoteo húmedo de las embestidas era incluso más escandaloso ahí dentro, y el gua terminaba votando en todas direcciones, mojando el piso y las ropas de Sawamura que éste había tirado por ahí al azar antes. Cuando se dieron cuenta de que sus gemidos estaban sonando demasiado alto se remitieron a los besos para amortiguarlos. Sugawara se aferró al cuello de su novio rodeándole con sus brazos mientras Sawamura le ayudaba a moverse sujetándole las caderas. Sentían que el calor se iba centrando en el bajo vientre y la excitación llegaba a su máxima expresión, el éxtasis llegaría en cualquier momento.

– Te Amo, Koishi. Te Amo, a ti y a nuestro bebé.

– Yo, también Te Amo, Daichi. Amo la oportunidad que tenemos creciendo aquí dentro… – Dijo separándose apenas lo suficiente para tocarse la tripa, topando luego su frente con la de su novio mientras las últimas estocadas llegan y la caliente esencia de Sawamura llena su interior al tiempo en que él se corre y su semen se mezcla con el agua de la bañera.

Quedarse así, abrazados y compartiendo una sonrisa cómplice junto a algunos besos dulces en tanto sus cuerpos vuelven a la normalidad. Pero ni bien salen de allí y Sugawara comienza a vestirse la vergüenza le asalta con fuerza, evitándole la mirada a su novio.

– Suga…

– No volvemos a hacer esto, Dai~ – Murmurar rojo de vergüenza y echar a andar fuera, incluso si Sawamura no ha terminado de limpiar allí dentro el desorden que a fin de cuentas se han montado.

– Suga, Suga espera… – Asomarse y ver con alivio a su novio recargado en el muro esperándole. Sawamura vuelve dentro y busca en su maletín (que lo ha cargado cuando el accidente de su novio se dio y corrieron a las duchas) una chaqueta con la que cubrir a su novio… – No sea que te resfríes.

– Daichi, eres un tonto, ¿sabías? – Susurra con una sonrisa, atrayéndole para besarle corto y suspirar… – No estoy enojado, solo avergonzado, ¿vale?

– Sí. Lo siento, me esforzaré por tener mayor autocontrol, Suga.

– Lo sé.

Habitación de los de primer año. Cabaña de Karasuno

Si de por sí ya era un problema saber cuán adolescente hormonal era alterándose tan temprano en la mañana con solo mirarle, Tsukishima pensaba que debía ser una especie de tortura que Yamaguchi le suspirara de esa manera al oído y entre sueños, con sus cuerpos tan pegados y el problema allá entre sus piernas despertando vivaz.

Tan ansioso es malo para mi salud mental… – Pensó, luego insistió en llamar a su novio con la esperanza de que le liberase, pero el pecoso estaba aferrado a su cintura… – Bien, pero si cuando despiertes te das cuenta de cómo estoy por tu culpa, ni se te ocurra echarme nada en cara, Tadashi… – Susurrarle con el ceño fruncido y pellizcarle cariñosamente la nariz, viendo con gracia el mohín de disgusto que se dibujaba en la cara de su novio… – Debo estar loco.

– ¿Nhh, Tsukki? – Murmura adormilado, con la boca reseca y las manos ocupadas. Parpadea espabilando el sueño y cuando finalmente enfoca la situación, el rubor le sube a las mejillas y pegando un gritito de sorpresa le suelta tartamudeando sin sentido.

– Justo a tiempo, la alarma estaba por sonar. Vamos a recoger aquí para ducharnos luego… – El rubio dice de corrido, escapando del futón de su novio tan rápido como le es posible, suspirando con alivio al no ser descubierto.

Más allá, Kageyama y Hinata siguen profundamente dormidos y él decide que se cobrará el humor matutino apagando la alarma antes de que suene y que se las apañen para llegar a tiempo al desayuno.

– Tsukki~

– ¿Qué?

– Tú, estás… allí. Puedo verlo… – Murmura entre nervioso, avergonzado y seguro de sí mismo. No, no es tanta la seguridad pero sí la curiosidad. Inevitablemente ambos adolescentes se sonrojan y el tiempo parece detenerse en el acto.

Hicieron el amor hace unos cuantos días, pero además de eso ellos no habían vuelto a tener ningún contacto tan íntimo como el de aquella vez en un hotel.

…Flashback…

Tras haberse corrido una primera vez solo con haber friccionado sus erecciones, los besos que se han dado se sienten de alguna manera diferentes. No es solo la confianza, sino también el sentimiento.

– ¿Quieres seguir? – Tsukishima preguntó mirándole a los ojos, acariciándole una mejilla como para darle mayor seguridad.

Ambos saben lo que significa seguir, llegar hasta el final y el rol que cada uno adoptará. No han necesitado hablarlo en forma, es como si la personalidad de los dos lo supiera de antemano.

– Sí, Tsukki. Porque eres tú y quiero ser totalmente tuyo… – Yamaguchi respondió esbozando una sonrisa, temblando de nervios y emoción cuando su novio le besó calzando dulcemente sus labios.

Tsukishima se levantó por los condones y el lubricante que había comprado en una farmacia –y por primera vez agradeció ser tan alto y parecer de mucha más edad de la que realmente tiene porque no le pidieron ID– que Sugawara le recomendó. Volvió sobre sus pasos y vio a Yamaguchi ahí, tendido en el colchón con las mejillas arreboladas de carmín, el pelo enmarañado, la mirada vidriosa y el vientre manchado con el semen de los dos. Una mirada exótica y sensual, a decir de sus instintos y sentidos.

¿Cómo podía la gente pensar que él es feo? Aunque, cuanto más lo pensaba más se daba cuenta de que en muchas ocasiones le parecía mejor así, de ese modo no tenía tantas preocupaciones porque le fueran a robar a su novio.

Trepó en la cama acomodándose entre las piernas de Yamaguchi, luego colocó una almohada bajo la cintura del pecoso y respiró profundo. De él dependía que no le doliera –tanto– a su novio lo siguiente. Cuando Tsukishima se percató de que su novio seguía sus acciones casi con familiaridad se cuestionó mentalmente si es que también habría investigado algo acerca del sexo entre hombres como él. Desechó la inquietud y decidió que eso no era importante, que hacer el amor lo era todo.

– Recuerda, si es demasiado…

– Lo sé Tsukki, confío en ti.

Más palabras fueron innecesarias. Tsukishima vertió lubricante en su mano, la que llevó entre los glúteos de Yamaguchi para embadurnar la zona alrededor de su cavidad anal, su largo torso le permitió inclinarse para besarle mientras se dedicaba a aquello, tratando de calmar con su cariño el inevitable dolor de la dilatación.

– Ngh… – Yamaguchi se mordió el labio tratando de callar lo más posible los gemidos incómodos cuando sintió el tercer dígito empujar dentro junto a los otros dos… – Tsukki~ – Suspirar inconscientemente su nombre y aferrarse a su espalda, arañando sin querer la piel sobre los omóplatos, tensando ineludiblemente su interior, apretando los dedos de su novio en su interior.

– Tadashi, relájate… – Susurrarle y ver la mirada llorosa de su novio enfocarle con su respiración pesada… – Respira profundo, luego suelta el aire despacio. Vamos, hazlo por mí Tadashi.

– Sí… – Hacer lo que le pide y relajar lentamente el cuerpo, sintiendo todavía esa incómoda invasión profanando su interior.

Tsukishima estuvo tentado de dejarlo todo hasta aquí porque no quería hacerle más daño del que ya le estaba haciendo, pero Yamaguchi entonces se había aferrado con más fuerza aún a su espalda y susurrado en su oído que no se detuviera. Que quería ser amado por él.

– Ya te amo, Tadashi… – Dijo rozándole los labios, apartando el cabello pegado a su frente con la mano libre, empujando suavemente sus dedos dentro y fuera de su interior hasta sentirle más suelto de aquella parte de su anatomía. Besándole incesantemente en el proceso.

Más tarde los dedos fueron suplantados por su virilidad. Tsukishima llevó las piernas de Yamaguchi a sus hombros, había leído en un artículo en internet que esa postura facilitaba la unión y la hacía más placentera, él esperaba que también resultara menos doloroso para su novio. Se colocó el condón y perfilando su pene en la cavidad del pecoso, el rubio empujó su pelvis lentamente pero sin frenar hasta que las lágrimas de su novio resbalaron por sus mejillas.

– Tadashi…

– Estoy bien, solo… espera un poco, por favor.

Inclinarse para lamer el salado surco de agua, besarle los párpados y el rostro por completo. Querer amarle de principio a fin parecía ser su premisa para la primera vez, porque él no ha hecho más que sentir el placer de su cuerpo, mientras que para Yamaguchi la cosa pinta diferente.

– Ya…

– ¿Seguro?

– Sí.

Empujar otro poco y sentir que es casi más fácil, como si Yamaguchi se hubiera relajado en esos instantes, sintiendo que topa fondo y el estrecho pasaje se calienta más y más alrededor de su miembro.

– ¿Te… gusta, Tsukki?

Enfocar a su novio y ver un rastro de temor en su cara. Sonreírle y besarle, rodearle la cintura con una mano mientras la otra bombea su erección para mimarle.

– Me encanta. Tú me encantas. Eres hermoso Tadashi.

El pecoso se sonrojó y sonrió emocionado. Le devolvió cada uno de los besos, cada una de las caricias, cada uno de sus gestos cargados de amor puro. Y fue él quien le pidió que se moviera un minuto más tarde, gimiendo ligeramente incómodo todavía durante las primeras embestidas, relajándose en adelante cuanto más se acostumbraba a ese trozo de carne que se enterraba despacio en su estrechez antes de salir casi por completo y volver a entrar con suavidad. Le está haciendo el amor.

– Ahh~ ahh~ Tsukki~ más~

– ¡Mghh! Tadashi… – Gemir su nombre mientras aumenta el ritmo y la profundidad, llegando a tocar algún punto sensible en el interior de su novio porque le nota más alterado, con su expresión cruzada de un placer que lo hace lucir más perfecto a ser posible.

El vaivén de caderas continúa minutos más, las estocadas oscilan entre la rapidez y algo de lentitud, entre profundas y más superficiales. Tsukishima quiere alargar su orgasmo, Yamaguchi piensa que le gustaría permanecer así por más tiempo. Y luego el éxtasis, la sensación nebulosa de tocar el cielo con la punta de los dedos, la mente en blanco, la tensión absoluta y el punto de relajación inherente. El orgasmo.

Tsukishima abandonó el interior de Yamaguchi despacio, el condón tenía un poco de sangre y él sintió una punzada de culpa.

– Tadashi, te lastimé.

– Estoy bien, Tsukki…

– Te hice sangrar, idiota… – Gruñirle más que enojado, preocupado. Levantarle la cadera y tratar de verificar de alguna manera el daño ocasionado… – De-deberíamos ir al médico.

– Te digo que estoy bien. Yo sabía que podía pasar.

– Ni que fueras una chica.

– Pero los chicos también podemos sangrar la primera vez, Tsukki… – El rubio farfulló entre dientes aún sintiéndose culpable… – Kei, abrázame.

– Tú, es la primera vez que me llamas por mi nombre.

– Porque estoy feliz de haber hecho el amor contigo, Kei… – El pecoso sonríe, cansado y ligeramente adolorido, pero sobre todo dichoso… – ¿Me abrazas?

– Idiota… – Murmura inclinándose para cobijarle, cubriéndole un momento con su cuerpo y las mantas… – No sabía, que sangrarías.

– Deja de pensar en eso. Soy feliz, ¿escuchaste?

– Sí. Yo también, excepto por lo de la sang… – Su diálogo es cortado por su novio, quien toma la iniciativa de besarle por primera vez… – Hoy es el día de las primeras veces para Yamaguchi Tadashi, ¿verdad?

– Supongo… – Sonrojarse como termostato y enterrar su rostro en la curvatura que une cuello y hombro del rubio. Huele diferente, no solo a jabón. Huelen a sexo. Huelen a amor.

…Flashback…

– Tsukki, yo… podría…

– Con ese par de idiotas aquí, imposible Tadashi… – Tsukishima ve la expresión de Yamaguchi cambiar de la vergüenza a la decepción… – No es que no quiera, es que no podemos.

– Sí.

– Pero cuando el campamento termine, definitivamente te haré el amor otra vez, Tadashi.

– Sí… – Sonríe ampliamente con la emoción de aquella promesa. Tsukishima murmura algo entre dientes y sale de la habitación. Necesita la ducha de agua fría para bajar la calentura. O en su defecto, usar la mano.


De vuelta a la cabaña de Nekoma…

Tras el grito amenazante de Yaku, Kuroo y Kenma despertaron. Al instante se dieron cuenta de que en algún momento de su encuentro clandestino de esa madrugada, se habían olvidado de vestirse y separarse para estar cada uno en su futón.

– Oh, debemos tener más cuidado la próxima vez Kenma… – Kuroo dijo, honestamente, quitado de la pena.

– ¡Ningún próxima ocasión! ¡Desvergonzados, pervertidos!

– Yaku-san, por qué gritas tanto. ¿En serio tuvieron sexo anoche con nosotros aquí? – Lev preguntó con aire infantil, sonriendo como si estuviesen hablando de cualquier tema y no algo tan personal e íntimo como el sexo.

– ¡Argh! ¡Tú cállate, no hagas preguntas indiscretas Lev! – Tirarle cojinazos, levantarse con prisas y arrastrarle fuera de la habitación farfullando a diestra y siniestra.

– Yaku-san, a dónde me llevas~ tengo muchas preguntas qué hacerles~

– ¡Te digo que te calles!

– Pero soy un mocoso curioso~

Mientras Yaku se llevaba a Lev –probablemente a las duchas–, Yamamoto seguía en estado de shock, Inuoka se dedicaba a recoger su futón y Shibayama se hacía el que no escuchaba nada ganando unos minutos más de comodidad entre sus mantas.

Pensándolo bien. ¿Eran ellos los ruidos extraños que escuché anoche? Y yo pensando que estaba soñando. Ah, y era un sueño húmedo… – Gimoteaba en pensamientos, dándose cuenta, penosamente, que escuchar en plena faena a sus amigos lo había excitado, lo que es peor, de tal manera que ha ensuciado su ropa interior.

– Kuroo, me duele el trasero… – El minino murmuró pucheroso.

– ¿Fui muy duro? – El gato mayor sonrío pícaro mientras le acariciaba el trasero cual si le estuviese sobando. Y vaya que quería sobarle, pero no precisamente como mimo, sino como acoso. O algo parecido.

– ¡Dejen de coquetear y toquetearse! ¡Mis ojos virginales, mis oídos virginales! ¡Me han traumado! – Yamamoto exclamó perdiendo los estribos.


Así más o menos fue el amanecer de algunos en el campamento interescolar, para el desayuno todo –o casi todo– había vuelto a la normalidad. Las prácticas se llevaron a cabo hasta el atardecer, y antes de dejarles ir, los entrenadores les recordaron que habían de cerrar el día con la actividad de “Todos a Bordo”.

– ¿Otra vez? Creí que eso había sido hasta ayer.

– Claro que no, es una actividad que se realizará hasta el último día. Ahora, recuerden que hay un metro cuadrado menos de espacio y que todos deben estar en el recuadro.

Los entrenadores estuvieron observando la actividad. Aunque no estuvo la misma tensión del día anterior todavía notaron algunos comportamientos extraños. Por ejemplo –y esto había pasado durante todo el día de hoy–, Asahi y Nishinoya de Karasuno no estaban dirigiéndose la palabra. Tanaka y Ennoshita del mismo club se evitaban cada vez. En Datekou la cosa iba parecida entre Aone y Futakuchi, así como Moniwa y Kamasaki. Al final todos habían estado dentro pero la organización había recaído casi en su totalidad en Sawamura Daichi, los otros líderes natos estaban distraídos, incluso Oikawa, que miraba insistentemente a Iwaizumi, pero éste parecía tenerle nuevamente la ley del hielo.

– Ah, los jóvenes de ahora… – El entrenador Nekomata suspiró cuando, luego de casi media hora de actividad, finalmente lograron su objetivo.

– Estaban mucho mejor ayer, algo debió pasar… – El Entrenador de Datekou comentó, sorprendido por la actitud de sus chicos ya que generalmente estaban llenas de energía.

– Bien, estas situaciones son las que deberán fortalecer sus lazos como compañeros… – Agregó el entrenador de Aoba. Ukai y Takeda sensei asintieron, luego le permitieron a Takeda que hiciera el cierre definitivo de la actividad antes de mandarles a cenar.

– Una vez que hayan tomado la cena tendrán, como ayer, una hora de entretenimiento, pueden hacer lo que gusten siempre que no salgan de las instalaciones.

Los chicos agradecieron el trabajo de todos y se encaminaron al comedor. La charla animada de algunos no parecía contagiar el ánimo de otros, y Oikawa estaba en los límites de su desesperación. Tenía que encontrar alguna manera de hacer las paces con su novio.

– ¡Lo tengo! – Exclamó de pronto en medio del comedor. Todos voltearon la mirada hacia él… – Juguemos al “Pocky Kiss”… – Dijo con una de sus radiantes y seguras sonrisas. Egocéntricas según algunos.

– ¡Qué!

– ¡Oh no, no de nuevo con tus estúpidos juegos kusokawa!

– ¡Pero si es una grandiosa idea, Iwa-chan~!

– ¡No, no, no! ¡No quiero que nadie bese a MI Kageyama!

– ¡Nadie va a besar a Tobio-chan excepto tú, chibi-chan!

Los murmullos y miradas curiosas comenzaron a llenar el comedor. Los entrenadores se preguntaban exactamente a qué habrían jugado la noche anterior que sus muchachos parecían tan preocupados por las propuestas de Oikawa.

Y sin embargo, de algún modo –así de impresionante es el poder de convencimiento de Oikawa– la mayoría terminó de nueva cuenta en la sala principal para participar del dichoso jueguito. Algunos estaba allí solo para mirar, otros habían sido prácticamente obligados por sus amigos.

– Ahora bien, esto será entre parejas, cada quien puede escoger a quien guste. El objetivo es comer el pocky hasta dejar un pedazo lo más pequeño posible. Ganará quien consiga la menor medida… – Oikawa explicó rápidamente, dejando varias cajitas de la famosa golosina de pan cubierta de chocolate… – Y bien, ¿Quiénes van a animarse? Yo jugaré si Iwa-chan es mi pareja.

Oikawa volvió la mirada hacia su novio. Después de todo la noche anterior no habían quedado en nada. Sabe que Iwaizumi está enfadado con él, y él es lo suficientemente cabeza hueca como para no disculparse –¡porque no ha hecho nada malo!–; y nunca tiene otra forma de decirle que le quiere más que acosándolo. Iwaizumi asintió con su cara de pocos amigos, pero que aceptara ya hacía latir emocionado el corazón del capitán de Aoba.

– ¡Bien! Iwa-chan y yo estamos dentro. ¿Alguien más? ¿Tobio-chan, Chibi-chan?

– ¡Por supuesto!

– ¡Te vamos a ganar, Gran Rey!

Pelinegro y pelinaranja dijeron al unísono, con su peculiar expresión retadora. Omitiendo el hecho de que esta vez, sí que podían darse besos accidentales. Claro que, siendo que es con el novio, ¡a quién le importa!

– Daichi y yo también jugaremos… – Sugawara dijo, y su novio fue pillado por sorpresa ya que él ni siquiera había pensado en unirse.

– Kuroo y yo también.

– ¡Yo quiero jugar, Yaku-san~!

– ¡Y a mí qué me dices, idiota!

– Pero solo puedo jugar si tengo pareja~ ¡Sé mi pareja!

– ¿Ah? ¡De ninguna manera!

– Yaku-san y yo también jugamos~

– ¡Te estoy diciendo que no! ¡Tú, mocoso del demonio escucha a tus mayores!

– Yo también quiero jugar, pero no tengo pareja… – Inuoka dijo alzando la mano.

– En ese caso puedo ser tu pareja, Inuoka.

– ¡Gracias, Shibayama!

En Datekou, Futakuchi miraba a Aone, pero el chico seguía enfadado con él por algo y ni siquiera le hacía caso. Moniwa seguía incómodo alrededor de Kamasaki, y no era como si el chico ayudara a diluir la tensión. Por su parte, en Aoba solo Iwaizumi y Oikawa estaban animados a participar. Y en Karasuno Nishinoya y Asahi se miraban de soslayo pero no se dirigían la palabra. Lo mismo entre Tanaka y Ennoshita, eso porque el rematador estaba considerando seriamente la idea de integrarse al juego si su amigo fungía como su pareja.

Hacer las paces para algunos, descubrir nuevos sentimientos para otros. Los juegos como las pruebas de la vida, siempre tienen algo que enseñar. ¿Qué podría pasar ahora con este nuevo juego propuesto por Oikawa?


Continuará……

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